Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
del Siglo XIX, que comunicó Uyuni con Antofagasta (ahora chileno) y que sirvió
para transportar minerales como estaño, plata e incluso oro. Durante décadas fue
un símbolo del progreso que parecía tocar al pueblo boliviano con la yema de los
dedos pero con el tiempo y la pérdida en la guerra de su única porción de mar,
resultó que no fue así y que las máquinas que se llevaban a arreglar cerca de
la Estación de Uyuni, la primera del país, no volvieron jamás a deslizarse sobre
raíles ni a despedir humo de sus gruesas chimeneas. Hoy el óxido decolora las
piezas desgastadas de una esperanza en el conocido como Cementerio de los
trenes olvidados.
Los trenes se convirtieron así en una parte fundamental de la vida de los pueblos.
Un símbolo, sobre todo para los jóvenes: como no recordar los primeros viajes
hacia otras ciudades, los vagones que traían de paso a bellas muchachas o
jóvenes galanes, las historias de aventuras y personajes, de accidentes, de
esperas interminables, de viajes increíbles en vagones atestados de
contrabandistas que poco antes de llegar arrojaban sus productos por las
ventanas para evadir los controles. El coche comedor invadido por estudiantes
que volvían a visitar a sus madres, bebiendo y tocando guitarra, sintiéndose
todopoderosos.
Esos trenes que permanecen empequeñecidos por la inmensidad del altiplano, por
el cielo impecable que los resguarda, abatidos por el feroz viento que a veces
recorre por el lugar, se está convirtiendo en un peculiar atractivo turístico. Distinto
a los maravillosos paisajes que caracterizan la zona, se trata más bien de un
paraje hecho de herrumbre y olvido, de oscuros fierros y piezas. Visitar el
cementerio de trenes es como asomarse al
desván de parte de nuestra historia, una historia que viajó en tren y que dejó más
penas y vientos que riquezas prometidas.