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político
Aun a riesgo de regar fuera del tiesto, voy a echar mi cuarto a espadas sobre el cambio
climático, tema en el que soy un ciudadano confuso y tirando a escéptico. Al menos en
lo que respecta a la versión universalmente aclamada y nobelada de Al Gore. No soy
negacionista y me pliego a la evidencia, pero abomino del oportunismo político y sus
embelecos. Confieso que, en un primer intento, sólo aguanté la película "Una verdad
incómoda", paradigma de maquillaje científico de la política, hasta la escena en la que
su autor utiliza un aparatoso montacargas o elevador mecánico para seguir las
evoluciones de la gráfica de concentraciones de CO2 en la atmósfera. Recientemente, he
hecho un nuevo esfuerzo y he conseguido ver el documental casi entero. Tampoco esta
segunda vez Al Gore me ha convencido, más bien ha reforzado mi escepticismo.
"El malo es feo", fue el dictamen que emitió mi hija después de examinar durante largo
rato una reproducción escultórica de Hulk, el increíble gigante verde. Dar por sentado
que un tipo es malo por el hecho de ser feo no es un modelo de rigor lógico. Pero es el
método deductivo normal en los niños de dos años, edad que tenía mi hija cuando llegó
a tan rotunda conclusión. Más preocupante es que los mayores hagamos gala de la
misma capacidad de raciocinio: a grandes gráficos, grandes problemas; a gráficos
gigantescos, problemas descomunales. No parece que la película de Al Gore sea una
obra cumbre del cine, pero, a la vista de sus resultados, hay que reconocer que es una
obra maestra de la política, al menos de la que se hace ahora.
Los políticos y los problemas se necesitan mutuamente. Los primeros crean a los
segundos, y viceversa. Los gallegos no sabían que tenían un problema de identidad
hasta que vinieron los políticos a decírselo. Las mujeres no sabían que estaban
oprimidas por los hombres hasta que vinieron los y las políticos y políticas a
explicárselo. Ahora las personas que se dedican a la política (expresión oficialmente no
sexista) necesitan seguir alimentando a toda costa esos problemas que antes no existían
y que ahora son su medio de vida. Sin los políticos, esos problemas nunca lo habrían
sido; sin esos problemas, los políticos no podrían justificar su función. Ambos son como
las alas y el aire. Como tantos otros, Al Gore, alicaído tras perder la carrera
presidencial, encontró en el cambio climático el aire que le permitió remontar el vuelo.
Y con qué soltura: "Si la mitad del hielo de Groenladia y de la Antártida se derritiera"...
Hace un par de años, Bjørn Lomborg publicó su libro "Cool it", en el que se corrigen y
rebaten con sólidos argumentos científicos y una documentación exhaustiva algunas
tesis de las que Al Gore es el mascarón de proa. No parece que esos argumentos hayan
hecho mella en los poderes públicos, incluidos nuestros alcaldes y concejales rurales,
entusiasmados con la llegada de esta corriente de aire rico en CO2 que les permite
seguir volando. La tormenta del cambio climático continúa en su apogeo y amenaza con
arreciar a medida que se acerca la próxima conferencia internacional que se celebrará en
diciembre en Copenhague. Tras ver la película de Gore he vuelto a hojear la publicación
de Lomborg, y he tomado nota de algunas cosas que dicen uno y otro.
La crisis del cambio climático No se trata de sentirnos bien, sino de actuar con
nos ofrece la oportunidad de acierto. ¿Qué es preferible, gastar billones de
cumplir una misión dólares en medidas que tal vez reporten un
generacional, de alcanzar un pequeño beneficio a los países ricos dentro de cien
objetivo moral, de abrazar una años o permitir el desarrollo de los países pobres?
causa común, de superar un (Enfoque realista).
desafío moral y espiritual
(Enfoque romántico).
En la película "Una verdad ¿Cómo es posible que una de las voces más
incómoda", grandes extensiones escuchadas en materia de cambio climático se
de Florida y todo Miami aparte hasta ese punto de la verdad? El IPCC
aparecen inundados bajo veinte (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el
pies de agua; los Países Bajos Cambio Climático) estima el incremento del nivel
son barridos del mapa; Pekin, del mar en un pie, y Gore lo multiplica por veinte.
Shangai y Bangladesh corren Para obtener ese resultado, Gore parte de hipótesis
una suerte similar, etc. inverosímiles: si todo el hielo de Groenlandia se
fundiera…, si la mitad del hielo de la Antártida se
derritiese… En realidad, lo que más contribuirá
durante el próximo siglo a subir el nivel del mar
será el aumento de las temperaturas oceánicas: a
esa causa se deberán nueve de las 12 pulgadas de
aumento previsible para los próximos cien años;
las 3 pulgadas restantes se deberán al derretimiento
de glaciares (incluida la Antártida) y casquetes
polares; y Groenlandia proporcionará otras 1,4
pulgadas. Total: 13,5 pulgadas durante el próximo
siglo, es decir, 33 centímetros de aquí a 2100.
Aproximadamente, el mismo ritmo de crecimiento
experimentado durante los últimos 150 años.
Hay consenso científico en que No existe tal consenso científico. Según el informe
el calentamiento climático hace del IPCC de 2007: i) no se pueden sacar
que los huracanes sean más conclusiones definitivas acerca de los efectos de la
violentos y peligrosos, como actividad humana en la evolución de los huracanes;
puso de relieve la catástrofe ii) ningún ciclón tropical puede atribuirse
causada en Nueva Orleans por el específicamente al cambio climático; iii) el
huracán Katrina. Para 2040, los incremento de los daños sociales y económicos
desastres inducidos por el causados por los huracanes se debe principalmente
cambio climático tendrán un a la mayor concentración de habitantes e
costo de un billón de dólares. infraestructuras en las zonas costeras. Los daños
causados por los huracanes de fuerza 4 que
asolaron Galveston (en 1900) y Miami (en 1926)
habrían sido, en la época actual, unas doscientas
veces más costosos. El billón de dólares previsto
por Al Gore para 2040 confirma la tendencia de
daños crecientes del último siglo, pero no se debe a
la mayor fuerza de los huracanes, sino a la mayor
concentración de riqueza en las zonas costeras. La
catástrofe causada por el huracán Katrina (de
fuerza 3) era previsible, dada la precariedad de las
estructuras de Nueva Orleans.
En el capítulo XXVI del Libro Cuarto de sus Historias, Tácito nos cuenta cómo en el
año 69 de nuestra Era las tropas romanas que combatían en Germania tenían
dificultades de aprovisionamiento porque el Rhin estaba "casi cerrado a la navegación a
causa de una sequía insólita en aquellos climas". Y explica que "el vulgo veía en la baja
del nivel de las aguas un prodigio amenazador" y lo que "en época de paz se atribuye al
azar o a la naturaleza, se convertía entonces en fatalidad y cólera celeste". Tampoco
ahora estamos muy lejos de esos fatalismos. Tácito nos describe cómo, en esas
condiciones de penuria fluvial, una barcaza cargada de cereales encalló en mitad del
Rhin, y cómo las tropas romanas, al intentar recuperarla, fueron atacadas por los
bárbaros que acampaban en la otra orilla. Acudieron tropas de uno y otro lado y el
rescate de la barcaza degeneró en una batalla en toda regla y a pie firme en mitad del
río. Ocurría esto en un lugar llamado Gelduba (en la actualidad, Gellep), cerca de
Düsseldorf. Viendo el pedazo de río que es el Rhin a su paso por Düsseldorf resulta
verdaderamente difícil imaginar la escena de la barca encallada y la gente peleando en
mitad del agua, que no les llegaría al cuello, digo yo, pues nadie pelea con el agua al
cuello.
(22/09/2009)