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ACERCA DEL REGIMEN PENAL DE LA MINORIDAD

Por Néstor A. Oroño

Consideraciones previas.
En una sociedad jaqueada por la inseguridad y la
violencia, con alto grado de protagonismo por parte de
menores de edad en dicha problemática, se renueva en diversos
ámbitos el debate y la polémica respecto de la edad para la
imputabilidad penal.
Nada nuevo aportaré al decir que los problemas del
delito e inseguridad reconocen variados y complejos factores
que operan a modo de causa, y que la cuestión, no se resuelve
ni resolverá mágicamente proveyendo soluciones providenciales
a través del voluntarismo legislativo.
Si bien es justo reconocer que el fenómeno anteriormente
aludido no se reduce al problema de la edad a partir de la
cual se es penalmente imputable, no puede ignorarse el dato
que la realidad diaria y duramente nos suministra: el
creciente número de menores de edad involucrados en hechos
violentos, principalmente robos, lesiones y homicidios, con
la utilización de armas de fuego y la presencia de la droga
como común denominador.
Ante dicho cuadro, la insuficiencia y obsolecencia del
régimen legal actual, surge con meridiana evidencia.

El régimen penal de la minoridad vigente.


El régimen penal de la minoridad actualmente vigente se
estructura sobre las leyes N° 22.278 (BO 28.08.80) y N°
22.803 (BO 09.05.83). Se subraya desde diversos ámbitos su
poca compatibilidad con la Convención sobre los Derechos del
Niño (Ley 23.849), que a partir de la reforma de 1994 tiene
jerarquía constitucional (art. 75 inc. 22 de la ley
fundamental).
En dicho marco normativo es posible discernir tres
categorías:
-Menores de 16 años: Son inimputables –no punibles en la
terminología legal-, consagrándose a su respecto total
irresponsabilidad penal. Ello no importa indiferencia del
derecho ante delitos cometidos por menores de 16 años. En tal
caso, la intervención judicial es de índole tutelar,
consistiendo principalmente en la comprobación del delito,
conocimiento personal del menor, pudiendo ordenarse la
internación del mismo en establecimientos adecuados, para
luego disponer definitivamente del menor; vgr. privación de
patria potestad, discernimiento de tutela, entre otras
medidas propias del derecho civil.
-Menores entre los 16 y 18 años: La ley fija un sistema
acotado de responsabilidad penal. Son imputables –punibles-
por delitos de acción pública o dependientes de instancia
privada con pena privativa de libertad superior a dos años. A
mero título ejemplificativo, no son punibles por delitos
tales como calumnias, injurias, daño, hurto simple y
responden por delitos tales como robo (simple y calificado),
homicidio, etc.
En caso de cometer delitos por los cuales deban
responder penalmente se los someterá a proceso, pudiéndoseles
imponer pena bajo determinados supuestos o condiciones, a
saber: que previamente haya sido declara su responsabilidad
penal; que haya cumplido 18 años de edad y que haya sido
sometido a un período de tratamiento no inferior a un año.
Cumplidos estos tres requisitos si las modalidades del
hecho, los antecedentes del menor, el resultado del
tratamiento tutelar y la impresión directa del Juez lo
hicieren conveniente, se aplicará la pena, pudiendo reducirla
conforme a lo previsto para la tentativa. Contrariamente, si
el Juez estima que no fuere necesario aplicarle pena, lo
absolverá.
-Mayores de 18 años y menores de 21 años: Son punibles por
todos los delitos previstos en el Código Penal y leyes
complementarias. Están equiparados a los mayores, excepto en
lo que hace al cumplimiento de la pena privativa de libertad
que debe efectivizarse en institutos especiales, hasta que
lleguen a la mayoría de edad.
Las disposiciones relativas a la reincidencia no son
aplicables por delitos cometidos antes de cumplir los
dieciocho años de edad.

De cara al debate.
El debate legislativo acerca del régimen de
responsabilidad penal juvenil es una asignatura pendiente
para con la sociedad. Ahora bien, es bueno preguntarse ¿en
que marco debe insertarse dicho debate? Entiendo que no
puede esperarse demasiado de una reforma legal, si la misma
no se encuadra en el contexto de una política integral sobre
la cuestión. A esta altura me permito recordar que los
argentinos tenemos una rica historia y tradición en eso de
sancionar y reformar leyes, para encontrar luego las mas
ingeniosas y osadas formas de incumplirlas.
Como punto de partida, seguramente todos estaremos de
acuerdo que la solución de fondo demanda la implementación y
sostenimiento en el tiempo de políticas sociales, económicas,
culturales y educativas que tributen a la inclusión social,
con compromiso no sólo para el Estado sino además para el
conjunto de la sociedad; también, que la inmediatez del
problema requiere medidas perentorias.
Corto y lago plazo, no se excluyen ni se contraponen,
pero demandan respuestas diversas; poco sirven las soluciones
urgentes, sin un soporte de fondo; escaso será el margen para
la implementación de medidas de largo aliento sin un urgente
trabajo sobre el fenómeno imperante. El remedio debe pensarse
en función de la salud del enfermo y no desde la convicción
dogmática de quien lo formula. Poco aportan las posturas
fundamentalistas tales como “mano dura ya”, o en el otro
extremo “la mano dura no soluciona nada”; o la falsa premisa
“todos los menores son víctimas”.
Un acercamiento al problema despojado de prejuicios,
seguramente nos revelará que muchos menores son utilizados a
título de instrumento para lograr la impunidad de personas
mayores de edad beneficiarias del delito, pero también, que
en otro importante número de hechos, la determinación
criminosa es propia y exclusiva del menor.
En todos los casos la respuesta legal debe ser racional
y equilibrada: tanto quien ha utilizado al menor para el
delito, como aquel que ha tenido el discernimiento y la
libertad para ejecutar un hecho de tal naturaleza, es justo
que deban soportar sus consecuencias. Lo cual nos lleva
directamente al delicado tema de la edad a partir de la cual
atribuir responsabilidad penal.
Personalmente entiendo que el umbral de 16 años tomado
por las leyes anteriormente citadas, hoy aparece superado por
la realidad. La temprana sociabilización, el acceso masivo al
mundo de la informática y la comunicación desde los primeros
años -entre otros factores-, hacen que la persona tenga
capacidad de raciocinio y decisión a una edad más temprana,
aún tratándose de un ser en desarrollo que todavía no ha
internalizado enteramente las normas sociales imperantes.
La reforma legal que se encare en relación al régimen de
responsabilidad penal juvenil, lejos de considerarse una
panacea o una solución por si, debe operar a modo de
compromiso por parte del Estado de sostener en el tiempo
políticas integrales sobre la problemática que vayan más allá
de la simple cuestión de la edad y del reflejo punitivo, para
contemplar aspectos como, justicia especializada y dotada de
recursos para un eficiente abordaje de tal problema, lugares
de alojamiento adecuados, educación y formación durante el
encierro, contención y seguimiento post encierro, política en
materia de estupefacientes, entre otros.-

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