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LA LEY DE LA LOCURA

Jorge Bogojevich – Alejandro Erquiaga – Alicia Albano – Octavio Bolomo – Alan Robinson

LA LEY DE LA LOCURA

Testimonios y comentarios sobre la ley 26.657

Editorial Los Hermanos


Bogojevich, Jorge. Erquiaga, Alejandro. Albano, Alicia.
Bolomo, Octavio. Robinson, Alan. LA LEY DE LA LOCURA.
Testimonios y comentarios sobre la ley 26657. 1º Edición,
Buenos Aires: Editorial Los Hermanos, 2015.

Este libro fue realizado con el apoyo


de la Federación de Psicólogos de la
República Argentina.

Diseño de tapa y compaginación: Eric Robinson


Edición y producción editorial: Victoria Meza
Dirección Editorial: Alan Robinson

Primera edición:
Mapa para orientarse.

Prólogo.

Introducción.

1. Ponerse en el lugar del otro. Por Jorge Bogojevich

2. Cuatro meses para sentarme bajo un árbol. Por Alejandro Erquiaga

3. La dignidad del riesgo. Por Alicia Albano

4. El delirio como un río. Por Octavio Bolomo

5. Derecho al delirio y diversidad mental. Por Alan Robinson

6. Comentarios sobre la ley 26.657.


Introducción.

El título, “La ley de la locura”, es mas bien un chiste o una ironía, porque es imposible poner
reglas, marcos, o límites a la locura. Nunca, en la historia de la humanidad hubo forma de vencer a
la locura. Hay culturas que han sabido darle un lugar a los locos, y culturas que no. Resulta
evidente, que las culturas capitalistas, occidentales y civilizadas, no han sabido darle un lugar al
loco, mas que en la hoguera o el manicomio.
Luego de publicar mi libro “Actuar como loco”, conocí a Julián Ferreyra, un psicólogo con
quien hicimos amistad y un día me sugirió la idea de publicar un libro comentando la ley 26.657, y
se propuso para colaborar en la realización. En seguida, le aseguré que Editorial Los Hermanos, lo
podía hacer pero ese libro tendría que ser una fuente de trabajo para los autores. Sin dudarlo,
empezamos.
Empecé a pensar en muchos amigos que conocía de distintos lugares y que tenían un
denominador común, todos habían sobrevivido al manicomio. Cabe aclarar que el manicomio, no
solamente es la institución total, sino que también es la técnica por la cual se aísla a una persona de
sus vínculos, se la anestesia con drogas con el objetivo de demostrar que esa persona está enferma,
negándole derechos civiles y humanos. Manicomio es una forma de tratar a las personas.
Me pareció que podía ser valioso escribir cinco historias de vida para dar a conocer qué es
importante de esta ley, por qué hay que cerrar los manicomios y cómo se puede ayudar a las
personas que tenemos un espectro emocional amplio, y a los que se nos suele implantar el discurso
de la psiquiatría biológica, castigar y recluir en manicomios. Al mismo tiempo este proyecto es una
oportunidad y una forma de lograr la inclusión laboral de un sector de la población que padece la
más brutal de las represiones, la que está legitimada por la gente.
Entonces, empezamos a juntarnos y a escribir este libro, descubriendo en el camino que
teníamos distintas relaciones con las drogas psiquiátricas, las reclusiones y los tratamientos.
También fuimos reconociendo que teníamos distintas formas de reivindicar nuestra identidad. Pero
también teníamos mucho en común, como estar de acuerdo en que nuestro testimonio es una forma
de defender los derechos de otros compañeros y compañeras que no tuvieron y no tienen la suerte
que tuvimos nosotros que seguimos vivos.
Los cinco testimonios que estás a punto de leer, fueron grabados en forma de entrevistas y
luego con el trabajo de redacción tomaron la forma de relato testimonial. Este libro es una forma de
incluir la locura en la sociedad. Fue todo un desafío comentar los artículos de la ley, de forma que
se pudiera hacer una lectura cálida y sensible del texto de la ley. Los comentarios fueron realizados
por usuarios y usuarias de servicios de salud mental. Considerando que en los comentarios hay
anécdotas que relatan aberraciones éticas, decidimos desde la editorial que fueran anónimos para
cuidar la identidad de cada usuario, y dar a conocer la humanidad detrás de cada artículo.
Fue difícil escribir este libro. Recordar el dolor es una tarea difícil y agotadora. En el
proceso descubrimos que hizo falta mucha voluntad, mucha energía y mucha templanza para
recuperar el equilibrio luego de cada testimonio. Se necesita mucho amor para afirmar la identidad
luego de recrear la propia historia. Cada encuentro y cada reunión que tuvimos fue un acto de
liberación, una forma de compartir nuestras historias reconociendo el valor, la esperanza y la
dignidad como el alimento, la fuerza y las emociones compartidas. Es imposible poner en palabras
todo lo que vivimos para publicar este libro. Es como si hubiéramos realizado un exorcismo
colectivo. Tuvimos que tomar decisiones muy difíciles y enfrentar dilemas éticos sobre el rol de
escritor, usuario y paciente, para poder llegar a publicarlo. Tuvimos dos guías éticas: defender el
derecho al delirio y la ética del delirio. Cada uno de los autores sabe el valor que tiene lo que
hicimos, y esperamos poder compartirlo de una buena forma con todos los lectores. Este es un libro
para todas aquellas personas que quieran que todos tengamos el derecho a ser felices.
No es fácil leer este libro. Quizás algunos lectores busquen un “estudio de casos” en
nuestras historias. A ellos queremos invitarlos a que en vez de leernos como “casos” nos lean como
amigos que están haciendo propuestas para crear nuevas prácticas en salud mental. Hay dolor en
estas páginas. Pero el humor que pusimos, quizás sea una forma de hacerlo llevadero. Fue muy
difícil escribirlo y estoy seguro que es un desafío leerlo. Hay en este libro muchas esperanzas por
vivir en un mundo mejor.
Hay un dicho que por paradójico no deja de ser verdadero, “la realidad supera la ficción.”
Bienvenido, entonces querido lector, querida lectora a la realidad de la locura. Si llegas al final de
este libro, y podes de verdad leernos, es porque seguramente, vos como nosotros fuiste llamado a
defender todas las locuras. La pregunta quizás sea ¿Qué hago con el otro?

Alan Robinson.
Dirección - Editorial Los Hermanos.
Ponerse en el lugar del otro.

Jorge Bogojevich.

La infancia.

Nací en Lomas de Zamora el 16 de diciembre de 1959. Tuve una infancia feliz rodeada de
amigos, fui al jardín de infantes y después a la primaria. Después tuve que abandonar la escuela
para dedicarme a trabajar, porque yo era huérfano y no tenia papá. A los 12 años entré en una
carpintería y me hice carpintero. Vivía con mi mamá y mis hermanas en San José.
Mi mamá trabajaba en un colegio para chicos hipoacúsicos, donde les zurcía, remendaba,
lavaba y planchaba la ropa. Además vendía cosméticos y tenía una pequeña pensión. Ella nos
enseñaba con el ejemplo y aparte le hacíamos caso porque sino después nos imponía castigos, como
si te portas mal no vas a ir a jugar. Nos educó muy bien.
Mis hermanas eran todas más grandes que yo. Las mayores trabajaban. Una trabajaba en un
colegio de monjas y la otra en el instituto de hipoacúsicos. Mis otras hermanas estudiaban y jugaban
todo el día en la casa.
En el colegio tenía buen comportamiento con mis compañeros y compañeras. Tenía una
novia en la escuela. Me venía a buscar todos los días una chica que se llamaba Rosita en segundo
grado, para ir a la escuela. Íbamos de la manito. Todo fue bien, fue una infancia feliz.
Conservo amigos de la primaria, uno que se fue a Alemania y otro tiene una fábrica de
radiadores que trabaja muy bien. Cada tanto lo voy a ver, está más grande y pelado que yo.
En la primaria lo que más me gustaba era la historia. Lo poco que aprendí de historia me
gustaba mucho. Me gustaba la historia Argentina. Todo lo que pasó en la independencia, el 25 de
mayo y el día de la bandera. Todas las fiestas patrias las sabía de memoria. En un acto estuve
vestido de granadero para una fecha de San Martín. Lo que mas me costaba eran las matemáticas,
sobre todo la división. Multiplicar y sumar, me gustaba. Dividir, no. Pero después la dominé.
Al final, la primaria la terminé de grande en una escuela nocturna, después de mi separación.
Salí abanderado.

La juventud

Antes de terminar la primaria tuve que empezar a trabajar. Mi mamá me llevo a una
carpintería que era de un italiano, y le pidió al carpintero “Por favor, enséñele el oficio’’. Y el buen
hombre le hizo caso y me enseñó el oficio. Después yo me fui de esa carpintería y quedé como
amigo. Me fui a otra carpintería dónde hacían muebles y yo quería hacer de todo en carpintería,
entonces me fui un tiempo a una fábrica de aberturas para saber hacer puertas y ventanas. Hasta
llegué a trabajar en un astillero haciendo los muebles de los yates. Así es que sé de todo un poco en
carpintería, hasta estuve de encargado en una fábrica donde tenía personas bajo mi mando. Y
después, a los dos años de trabajar bajo relación de dependencia, abandoné y me dediqué por mi
cuenta a la carpintería. Y ahí fue cuando progresé, cuando pude comprar las propiedades y todo.
Creo que el italiano, me había enseñado bien.
Pienso que la razón de mi “enfermedad”, fue que yo me dedicaba “full - time” al trabajo, no
descansaba, trabajaba de lunes a lunes, todo era trabajar, trabajar y trabajar, juntar plata, comprar
dólares, guardar y amarrocar. Llegué a tener tres terrenos y dos casas, después gran parte de eso se
perdió en una inflación: vendí dos terrenos y una cabaña que tenía en San Vicente, pero justo
cuando termino de firmar la escritura y recibir el dinero, en la radio (en ese tiempo había walk-man,
no había celulares) escucho la noticia: “feriado cambiario’’. Yo venía con toda la plata en pesos
argentinos en el bolsillo, cambié la plata, hubo un Rodrigazo, un cambio de plata, una inflación
grande y perdimos un montón ahí, perdí como en la guerra. Pero bueno no me quejo, fueron
experiencias de vida, aprendizajes que después me sirvieron.
Yo en esa época era un autodidacta y compraba libros en los remates, leía libros de historia,
de física, de lógica. Todo eso me sirvió después para cuando estuve internado mantener un
equilibrio.
Creo que la importancia para todos los jóvenes de tener un oficio es que un oficio es como
una brújula en la vida, que te lleva al norte y te abre las puertas de la vida, de los caminos y
trayectos. Porque es bueno tener estudios, pero también es bueno tener un oficio. Vamos a poner un
ejemplo: la vida es como un globo aerostático donde vos te subís a la barquilla y ahí tenés que tener
siempre como un as bajo la manga, tenés que tener como bolsas para ir descartando por si el globo
se viene abajo. Entonces, por ejemplo, tenés un estudio y no hay trabajo de lo que estudiaste y tenés
un oficio con lo que suplementás y vas bicicleteando. Porque esto es así... es un arte de vivir.
Hay tantos ingenieros, hay tantos psicólogos que terminan frustrados manejando un taxi o
pidiendo trabajo haciendo grandes colas. Por eso sería muy bueno que haya un plan nacional de
educación con “escuelas - talleres” para enseñar los antiguos oficios a los jóvenes. Antiguos oficios
primordiales que eran la carpintería, la ebanistería, la albañilería, la plomería, la mecánica, todos
esos oficios rudimentarios que se fueron reemplazando. A la vez se las puede incorporar a las
mujeres a la carpintería. Yo cuando era niño tenía trabajo en donde el patrón había tenido hijas
mujeres, no había tenido ningún hombre y ahí las mujeres eran carpinteras y trabajaban igual, en las
máquinas y todo. Eso sería muy bueno.
La carpintería es un arte, es cuando vos entregás una pieza y la gente queda satisfecha y
después pasan los años y esa pieza sigue sirviendo. Por ejemplo yo le he hecho un mueble a un
hombre, pasaron 15 años, lo volví a ver y me dijo “Todavía tengo su mueble y tengo a mi hijo que
se está por cazar y le va a mandar a hacer los muebles a usted’’, esas son satisfacciones. Quizás no
pasa tanto por la parte económica, porque a la vez no es tan conveniente que duren tanto las cosas.
Pero por la parte emotiva y el orgullo de lo que uno hace, es bueno que duren las cosas. Que las
cosas sean como antes, cuando la industria nacional era lo mejor que había, ahora es todo
importado, todo descartable, todo opcional y todo figurativo. No me acostumbro a un mundo así
donde todo es descartable, aunque hoy, de alguna forma los valores son mas equitativos.
Un buen carpintero tiene que tener sobre todo buen humor. Porque un carpintero gruñón que
se golpea un dedo y empieza con ostias e insultos, no hace bien. Tiene que tener buen humor porque
todo tiene su “desmole” y su “maña”. La madera es rebelde, se tuerce, se quiebra, hay que buscarle
la vuelta. Hay que saber estacionar la madera, saber conocer de distintas maderas para distintos
trabajos. Hay que tener paciencia. Con una buena técnica se pueden lograr grandes cosas, pero hay
cosas que no se le pueden pedir a la madera. Por ejemplo si tenés una silla del año 900 y le querés
poner madera nueva, no va a fortificar. Quizás sirva de adorno pero no para sentarse. Yo he visto
lugares donde se trata de restaurar lo irrestaurable. Para un adorno por ahí si, pero lo práctico es lo
práctico.

La salud

Hoy, además de dedicarme a hacer mobiliario, dedico tiempo a leer, leo algunos libros del
CELS, me informo de lo que es la política nacional, veo que cada vez está un poco mas compulsiva
por el periodo electoral que se viene. Trato de estar informado de lo que pasa acá y lo que pasa en el
mundo, para poder tener un buen diálogo con las personas. Y a veces leo algún libro de historia.
También he terminado de leer “El principito’’ de nuevo, ya lo leí dos veces. Estoy en la asamblea de
APUSSAM (Asamblea permanente de usuarios y sobrevivientes de los servicios de salud mental) y
soy consejero suplente en el Consejo Consultivo Honorario en Salud Mental y Adicciones,
representando a APUSSAM. Ahí en ese consejo somos treinta organizaciones representando a todo
el país. Llevo ideas que se me ocurren para mejorar el sistema de salud mental, como por ejemplo el
uso de la tarjeta SUBE inclusiva que reemplace el certificado de discapacidad, para evitar que
cuando subís a un colectivo te miren como un discapacitado, o el chofer no te permita viajar. En el
consejo llevo propuestas y cuestiones que hacen a la práctica de los derechos humanos de los
usuarios de los servicios de salud mental, que sean respetados, avalados en todas partes y que sean
reconocidos a nivel institucional por parte de los directores de los hospitales.
La idea es que en algún momento se llegue a la total sustitución de los manicomios por otros
servicios y dispositivos de salud mental, que no hayan hospitales psiquiátricos sino casas de medio
camino, servicios de guardia para atención y sus derivados; y no lugares de autismo, reclusión y
abandono por parte de lo familiares, que no sufran tanto los usuarios y usuarias de los servicios de
salud mental. Yo ya tengo 55 años, espero poder llegar a verlo.
APUSSAM, la asamblea que represento, para mi significa una luz en el camino que alumbra
lo que es el espacio de derechos, es una pequeña voz que se levanta a favor de todos los usuarios de
los servicios de salud mental para ser reconocida a nivel nacional y también pienso que podemos
luchar para ser reconocidos a nivel mundial, para llevar ejemplos de vida de Argentina hacia el
mundo. Tengo también una fantasía con APUSSAM que es ir a una conferencia de la ONU, a hacer
exposición. Tengo un sueño personal que es ir a ver a una chica que me dejó con el flechazo
clavado hace como veinte años, que vive en Estados Unidos, ya tiene familia todo, pero me gustaría
ir a visitarla, ir a verla.
Yo llegué a APUSSAM hace cinco años, si mal no recuerdo porque me la recomendó mi
psicóloga del Borda. Llegué a la primera reunión, fui bienvenido, me gustó y empecé a recibir
cooperación e información. Ahí empecé a cooperar con ideas.
La clave para que una asamblea como APUSSAM funcione bien, vaya mejorando y
creciendo es que debe difundirse más en espacios radiales y audiovisuales para tener más
adherentes. Debe difundirse más en hospitales y nosotros los usuarios que estamos a cargo debemos
ir a volantear a los hospitales, a los pacientes para tener más eco; y conseguir muchos libros
donados de la ley 26.657 para repartir a los usuarios y también para repartir a los hospitales. Yo he
repartido en el hospital de Burzaco, un hospital de servicios de salud mental y de usuarios
minusválidos, donde no conocían la ley. Ya estaba la ley en ejecución y había gente que estaba
desinformada y estuvieron muy conformes en recibir un ejemplar, así que por eso debe tener más
difusión.
Me gustaría vivir en una sociedad que principalmente esté alegre, educada, pulcra, no con
lujos pero si medianamente pulcra, que respete los derechos humanos, que sea respetada, con una
dirigencia que la represente y que nos represente a todos. Y centralmente que los niños y los abuelos
estén protegidos. Y en ese sentido pienso que este gobierno hizo mucho más que otros gobiernos,
aunque fue muy criticado y aun le falta. El “hueco” en el desfasaje de la historia es muy grande.
Pienso que a Argentina le hacen falta muchos gobiernos así, intrépidos en leyes y en desarrollo.
El primer gobierno que me acuerdo que viví fue en la época de los gobiernos militares. Era
muy chico pero me acuerdo de una ley nada más, cuando las papas estaban muy caras, sacaron una
ley y trajeron papas de Holanda y tuvieron que vender las papas mas baratas. Yo era muy chico pero
eso me gustó, porque los paperos de acá se tuvieron que meter las papas en donde no da el sol…
Creo que eso fue en el gobierno de Levingston.
Después de Levingston hubo otros gobiernos pero yo prácticamente no estaba abocado a la
política, estaba abocado solo al trabajo, preocupado en el trabajo y en progresar. Me daba igual que
este cualquiera, bastaba que yo tuviera trabajo y salir adelante, no me importaba la situación del
país. Pero cuando se reestableció la democracia, me gustó el gobierno de Alfonsín.
Desgraciadamente tuvo muchas consecuencias negativas con los paros y los sindicatos que le
hicieron la vida imposible y por suerte Alfonsín se dejo llevar por el ‘’no querer hacer’’ y entrego el
poder. Después por eso hubo la decadencia que hubo. Pero pienso que tenía muy buenas ideas el
Doctor Raúl Alfonsín, por ejemplo la de llevar la capital a Viedma. Yo tuve la oportunidad de
conocer personalmente a Raúl Alfonsín en un ateneo en el barrio de San José. El ateneo lo había
montado mi cuñado con la familia, ahí tuve la oportunidad de estrecharle la mano a Raúl Alfonsín y
hablar con él cuando estaba postulándose como presidente, y después salió presidente. Lo que me
gustó de él es que cuando él se estaba postulando para presidente se presentó ahí en el ateneo con
traje azul y cuando dejó el gobierno, lo hizo con el mismo traje azul, no se llevó ni un peso. Eso me
gustó como ejemplo y lo felicito post mortem a Raúl Alfonsín. Espero que su hijo lleve la misma
perspectiva que el padre. Pero no tengo nada que decir de De la Rúa, al contrario, me pareció una
persona no apta para gobernar. De la Rúa nunca me gustó, ya su carisma no me gustaba. Era muy
triste.
El Menemismo fue tirar manteca para el techo sin fondos y después ahí ver las
consecuencias. Íbamos a viajar a Japón en una hora en un jet, yo ya me había comprado pasaje y
bueno…
El Kirchnerismo fue todo lucha, lucha, lucha y contra lucha, nada más que lucha y salir
adelante. Tuvieron muchos aciertos y pocos errores, pero dentro del balance total de la gestión para
mí tuvieron un nueve. Hicieron mucho en salud mental, como la ley nacional de salud mental y
adicciones.
“Locura” para mi es perder la brújula de la realidad, que tu realidad pase por la realidad
tuya y no de tu entorno. Una realidad unipersonal donde uno se encierra y busca su parámetro.
La “cordura” se puede lograr con una buena terapia, un buen sistema de vida, buenas
costumbres, estudiando, teniendo espacios de recreación, donde poder des - estresarse. Así se puede
recuperar la cordura, o sea “dime con quien andas y te diré quien eres”. Pienso que la cordura
depende de los amigos que tenés, el modo en el que te movés, a dónde te desarrollás. Y no pasa
solamente por lo que es la locura o el ciclo mismo de la vida, pasa por una ética de vida.
La salud mental corresponde a la salud física, corresponde a lo que es el cuerpo del ser
humano. Creo que es la base de la pirámide. Si está bien el cerebro, está bien todo el cuerpo, porque
el cerebro es el que comanda el cuerpo, las ejecuciones, es el que trabaja en los vicios, en el sueño,
el que trabaja en el biorritmo, y en el corazón. Por eso se debe prestar mucha atención a la
educación psicofísica de una persona. Por ejemplo una persona que está estresada porque tiene una
vida de trabajar en seguridad, no puede darse el lujo de fumar mucho, ni tomar mucho alcohol
porque le dispara a situaciones que están fuera de su alcance; o una persona que conduce vehículos
tiene que cuidar mucho su estado psicofísico.

El encierro.

La ley nacional de salud mental exige cerrar todos los manicomios públicos y privados. Un
manicomio es un lugar de reclusión forzada de personas que no pueden mantenerse dentro de sus
cabales ni dentro del sistema. Pienso que hay lugares y lugares. Yo siempre traté de buscar lo bueno
dentro de todo lo malo que hay en estos lugares. Buscar no solo la crítica sino también lo positivo.
Yo he estado recluido en el hospital Cabred y si hablás con la gente de ahí tienen una fama terrible;
pero ahí adentro hay canchas de fútbol, salas de deporte, pileta de natación, cuarenta y seis
hectáreas para caminar, tambo y algo muy llamativo, una carpintería donde se hacían cajones de
muertos incluso. Yo me escapé de esa carpintería. Les dije que no era carpintero y me fui a pintar,
porque no estaba tan loco para hacer mi propio cajón. En ese tiempo que yo estaba se hacían los
cajones para los que estaban ahí, era como “fabricate tu propio cajón’’. Hay que reír, por no llorar.
La risa es buena. Siempre busco lo bueno dentro de lo malo. Los muertos del Cabred, los entierran
con cajones que hacen ahí mismo.
Yo empecé con problemas de sueño. Tenia 32 años, fue exactamente en 1994. Fui a una
pericia psiquiátrica donde casi no me dejaron hablar. Hablé muy poco porque la perita solo la
escuchaba a mi señora y a mi no me escuchaba. Lo único que pude comentar fue que en una tarde
del mes de marzo de 1993, mientras llevaba materiales con una carretilla, tuve una visión, miré al
cielo y estaba Dios como lo vio y lo pinto Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, eso no me había
traído consecuencias físicas y solo lo quería contar. También hice algunas bromas que se
malinterpretaron.
La broma que hice que se malinterpretó fue “¿Qué me van a internar?’’ y me dijeron “Si, lo
vamos a internar’’ y yo dije “¿Qué me van a pegar con mangueras?’’ y ellos “No, eso se hacía
antes’’. Porque yo veía eso en las películas y esa fue la broma que le hice a la perita y en vez de
pegarme con mangueras me dieron una inyección para que duerma porque yo dormía poco. Pero no
se porqué me dieron esa inyección, no se qué me inyectaron porque después de eso quedé peor de lo
que entré.
Me trasladaron al hospital Melchor Romero, me trasladó la policía. Llegué ahí y en la
entrada, en la guardia, me vuelven a hacer una encuesta y me preguntan fecha y hora. Yo les dije
fecha y hora, y hasta el presidente les dije. Les dije todo bien.
La doctora me dijo algo que nunca me voy a olvidar, “Mire, usted no está para estar acá.
Pero como viene mandado por parte del juzgado, lo tenemos que dejar’’. Entonces yo me quería
morir porque dije “Ahora ¿qué carajo hago?”. No estoy para estar acá y me dejan acá’’. Entonces,
me llevaron a unas salita, me metieron una inyección y ahí “chau, sonaste Jorge’’ pensé. Perdí la
poca cordura que tenía, me arrastraba por el suelo. Después, al otro día, me hicieron otra pericia con
cuarenta médicos y les dije cualquier cosa, todos se mataban de risa, a lo “loco, loco, iupi, iupi’’. Y
bueno, ahí quede con la chapa de loco.
Después, cuando salí, hice tratamiento ambulatorio con la medicación, me ponían diez
miligramos, uno por día. Pero en realidad el problema mío era que no me podía dormir, siempre
tuve ese problema de dormir poco, ahora también duermo cinco, seis horas, más no puedo dormir.
En ese tiempo dormía una hora o menos. Pero no se si es un problema. Mi padre era yugoslavo, y
yo leí una vez en un libro sobre un Yugoslavo que duerme solo ocho minutos por día. Yo pienso que
tal vez por el lado de la ascendencia, viene eso de que yo duermo poco.
En el hospital Melchor Romero antes de darme la inyección con medicación, el enfermero
me pregunto ¿Usted es homosexual? Y yo pensé “Chau, ahora soné, me violan”. Le respondí que
no, no sé las intenciones que tenía. Es terrible. A un paciente no le pueden preguntar si es
homosexual, pero te preguntaban.
El día previo a la internación me puse nervioso por lo vivido y por el impedimento que tuvo
mi familia que quiso llevarme a una clínica y me llevaron al Melchor Romero.

La libertad

Cuando después salí de ahí fui para el hospital donde me atendían y el doctor psiquiatra y la
psicóloga la retaron a mi mujer y le dijeron que nunca me tendría que haber internado, que ella
nunca tendría que haber ido por atrás de ellos a hacerme la pericia, que ellos me iban a curar el
sueño y que yo no tendría que haber pasado por esa experiencia. En mi psiquis esta eso: ¿fui
realmente psicópata o me psicopatearon médicamente? Esa duda está.
Pienso que la parte ética de las injusticias que pasan realmente en los hospitales, son muy
duras. Si bien hay cosas buenas, hay cosas malas también, hay mucho abandono de parte de las
familias. Cómo el estado tiene un hospital, van lo dejan ahí, después no la van ni a ver y el estado
tiene que estar. Si bien lo hace muy bien y presta atención, pero la gente sufre emocionalmente al no
estar contenida. Pienso que por eso deben cerrarse todos los hospitales psiquiátricos y deben abrirse
casas de medio camino, y para la situación de crisis contenerlos en las guardias de los hospitales y
que haya un lugar para una mera internación, un lugar chiquito donde puedan estar unos días hasta
que se recuperen. Eso seria lo más loable para evitar todo lo que es el abandono psico-emotivo de
todos lo pacientes, y evitarles todo el sufrimiento que pasan en todos los hospitales psiquiátricos
con respecto al abandono.
Si bien hay enfermeros que son buenos, hay otros enfermeros que son muy autoritarios, a
mi me tocaron enfermeros buenos pero he visto cada cosa que no me gustó ni medio y no me
gustaría que vuelva a pasar eso en mi país. Por ejemplo en el hospital Melchor Romero en marzo
del año 1994 había un paciente que gritaba ‘’Jesús, Jesús, Jesús’’. Vino un enfermero y le metió un
terrible golpe en la cabeza, así él se cayó la boca y se quedó sentado. ¿Por qué le tenia que pegar?,
le podría haber dado un caramelo, engañarlo o llamar a la psicóloga. Eso no me gustó. Otro ejemplo
es que recuerdo que en el hospital Cabred nos hacían bañar con agua fría en pleno invierno porque
no había agua caliente. Podrían haber esperado que mejorara el tiempo, en vez de bañarnos con
agua helada. Pero era divertido. Hacíamos chistes para sobrellevarlo. Te morías de frío y te morías
de risa al mismo tiempo. Encima nos tocó un enfermero que era un gallego más loco que yo, y nos
preguntaba el gallego “¿No tienen frío ostia, no tienen frío?” Yo me moría de frío y tiritaba. Él
también se bañaba con agua fría, era masoquista. En el hospital Cabred también había pacientes
mucamos que tenían la autorización de los enfermeros y eran los encargados de llevarnos a bañar y
de despertarnos a la mañana y en invierno cuando estaba rota la caldera también nos hacían bañar
con agua fría.
Creo que la idea social que se tiene de los hospitales psiquiátricos está cambiando, con
respecto a la nueva ley, a la nueva inclusión del gobierno. Está cambiando el paradigma de lo que es
un usuario de los servicios de salud mental en la sociedad, pienso que está mas acertado ahora. Si te
vas años atrás, antes de que salga la ley, te vas a encontrar con algo mucho más duro todavía, por
parte de los médicos y por parte de la sociedad. Ahora más o menos la gente se está informando. Lo
que falta es más información, porque como una persona puede tener una diabetes, una enfermedad
al corazón, puede tener una enfermedad psicofísica. Es necesaria información y comprensión del
conjunto de la sociedad para saber cuidar a las personas. Porque en realidad lo que busca un usuario
de servicio de salud mental, cuando está recluido o ido en su persona (por ejemplo yo conozco
gente que se le da por romper papelitos), es llamar la atención de alguna manera, porque se siente
solo, se siente triste y abandonado. Voy a poner un ejemplo: una vez yo volvía del trabajo y venía
una nena en el colectivo, venía llorando, con un berrinche terrible y la madre le daba caramelos,
pero la nena no quería caramelos, quería un paragüita; entonces un usuario del servicio de salud
mental quizás quiera que lo quieran y por eso llama la atención y queda fuera del conjunto. Sino
también podemos poner como ejemplo a los artistas y llamarlos usuarios del servicio de la salud
mental, artistas que hacen semejantes obras arquitectónicas con zapatos o con libros, ¿Qué
hacemos? ¿Los mandamos al Moyano o al Borda? No, no, no. Son gente que es amena, cambiada
respecto al conjunto de la sociedad y que busca llamar la atención de alguna manera para sentir el
amor del prójimo. Necesitan comprensión. Tiene que haber más comprensión por parte de los
médicos y de los familiares también.
Cuando Dios le manda a una familia la prueba de darle un usuario del servicio de salud
mental, pienso que la prueba la deben pasar. Porque para los que tienen fé, estamos acá en la tierra
para llevar una vida de pruebas para lo que es la vida posterior; y a los agnósticos les digo que
aunque se vayan a la nada, pueden dejar algo de huella.
Cuando nos recluyen en un manicomio se pierde la brújula de la vida, se pierden los años, se
pierde la infancia de tus hijos, se pierde el contacto con los amigos y los amigos cambian porque
nadie quiere estar al lado de un perdedor. Esto pasa con una persona que es usuario de los servicios
de salud mental y pasa con una persona normal que no tiene una vida exitosa. El paradigma cultural
de la vida de las personas es una vida de éxitos, de dinero y de lujos; si tenés esas tres cosas vas a
tener un montón de amigos y amigas, un montón de gente que te diga “¿Qué tal señor, cómo le va
señor? Acá andamos señor, a sus órdenes señor’’, pero si no tenés ninguna de esas tres cosas “Chau
che, adiós’’.
Creo que las personas que están saliendo del manicomio les diría que todos los días se
acuerden de las cosas feas que vivieron ahí para no caer de vuelta ahí. Y les diría que aprendan de lo
bueno para llevarlo a los demás, que sean un espejo para que todos se vean reflejados en ellos,
buscando lo que es la convivencia familiar, lo que es la convivencia vecinal y lo que es la
convivencia nacional, respetando las leyes, cuidando los espacios verdes, cuidando la naturaleza y
los animales. Que busquen el bienestar propio y del prójimo.
Yo del hospital Cabred tengo buenos recuerdos. Estuve como cuatro años con varias
internaciones, cuatro años estando un mes internado, un mes en mi casa con permiso. Porque no
tenía salida laboral y no estaba mentalmente preparado para trabajar, estaba mal y mi familia no me
podía mantener. Después pude salir con un subsidio que me otorgó el hospital del que estoy
agradecido, era una especie de pensión y ahí pude volver a mi hogar. Cuando estuve internado
entraron a la casa donde yo vivía, que estaba en el terreno de mi hermana, donde tenía un galpón
que me había comprado cuando estaba bien, antes de caer en el 2001. Había comprado máquinas,
me robaron máquinas y me robaron televisores. La gente del lugar y los vecinos no sabían nada.
Encima de que estaba internado, me robaron. Entonces yo salí de estar internado, llegué y tenia la
casa saqueada. Sobre llovido, mojado y del árbol caído todos hicieron leña. Pero bueno, por eso
pienso que debe cuidarse la vida, porque las cosas van y vienen, el dinero va y viene. Lo que no va
y viene son los afectos y la vida, debe cuidarse y valorarse la vida.
No sé si lo leí en algún lado, pero según la física médica, cada persona tiene el uno por
ciento de esquizofrenia. No sé, yo tendré mucho más pero me acostumbré a vivir con eso, trato de
sacarle el jugo a los afectos, a lo que estudié, y salir adelante. Sé que ya estoy grande, si algún día
tuve autos, ya no los volveré a tener; pero no me preocupa. No me gustan los autos modernos, me
gustan los autos antiguos, no me gusta la velocidad. Tengo una bicicleta y mientras pueda andar en
bicicleta andaré en bicicleta, cuando no pueda andar en bicicleta me compraré un caballo o un burro
para que me mate a patadas cuando me porte mal, pienso que voy a andar bien
La esquizofrenia, la bipolaridad, los que escuchamos voces, vemos cosas: no digo que es
lindo, tampoco digo que es feo. Es cuestión de acostumbrarse a vivir. Yo tengo períodos en los que
tengo un zumbido, largos períodos en los que tengo un zumbido muy fuerte en el oído izquierdo
pero ya me acostumbré a vivir con eso. No escucho voces pero tengo un zumbido que es como un
escape de gas y eso me dificulta para oír música y tengo que oír música más alto para que tape el
zumbido y poder oír la música. Pero me acostumbré a vivir así, fui a la otorrinolaringóloga, me
hicieron todos los exámenes, la audiometría, y no es problema del oído, es un problema del cerebro.
Me dijo la neuróloga que lo iba a tener de por vida y que iba a ir en aumento o iba a disminuir.
Gracias a Dios hay períodos en que no lo tengo, hoy no lo tengo; pero tengo períodos en que lo
tengo. Pienso que todo es cuestión de acostumbrarse, de llevar adelante, tomar la medicación, no
tomar alcohol cuando se toma la medicación, no fumar cosas que no son permitidas ni tomar cosas
que no son legales, porque hacen más daño aun del que uno tiene. Pienso que uno debe mantenerse
dentro de la espiritualidad de la vida, el valor de los afectos, la familia y el país; y ver de poder de
dejar un granito de arena. Yo soy scout y pienso dejar un poquito mejor mi contorno el día que yo
no este acá.

La inclusión.

Los trabajadores de la salud mental fuera de los manicomios, psicólogos, psiquiatras,


trabajadores sociales, enfermeros deben sobre todo informarse sobre lo que es la ley, los derechos
del usuario y antes de interactuar con una persona usuaria del servicio de salud mental plantearse
qué les pasaría a ellos si les tocara eso a un hermano, a un hijo, una hija o a él mismo. Tenerlo bien
en cuenta. Yo he tenido la oportunidad de ver un psiquiatra que después terminó tomando
medicación e internado. Era un psiquiatra que un día que yo fui bien arreglado de traje, se me
mataba de risa, en vez de ponerse contento que yo estaba mejorando, se mataba de risa y hacía
burlas de mi. Después yo lo vi con medicación y estaba en tratamiento él, o sea le volvió todo, en la
vida todo vuelve. La vida es un “bumerang” lo que vos tirás después lo cosechás.
Por eso tengo que decir, con mucho respeto a la medicina porque me tocaron muchos
profesionales buenos (salvo esta persona que estaba un poco equivocada), que deben ponerse en el
lugar de la persona usuaria del servicio de salud mental, sea mujer o varón, y deben buscar la parte
humana. Debe haber mucha labor terapia para evitar la sobredosis de drogas psiquiátricas, mucho
esparcimiento, mucho arte, mucha pintura, mucha poesía. En los hospitales tiene que haber mucho
de lo que yo quería estudiar, pero no me da la edad ya para hacer y no me acuerdo el nombre pero
esta relacionado con clases de arte y labor terapia. Como en el hospital Cabred y el Borda, se debe
poner énfasis a los lugares rurales, a la huerta, a la carpintería, a la panadería, debe ponerse en
práctica eso y no sobrecargarlos de horas a los usuarios, sino poquitas horas para que no se sientan
presionados y mucho entretenimiento, mucho arte, mucha pintura y poca sobredosis. Prepararlos
para la salida hacia el conjunto de la sociedad. No estar sobre medicados, no estar contracturados,
sino estar más saludables. Tratar que la estadía dentro del hospital no sea una carga sino una
reciprocidad entre ambos, entre el prestador del servicio y el usuario del servicio.
A la población, sobre el delirio y las alucinaciones, les puedo decir que si no les toca
naturalmente no lo busquen por medio de las drogas ni del alcohol. Porque es feo, es horrible. Yo no
lo tuve pero he visto gente que ha sufrido mucho por eso. Y si tienen una mente locuaz la dediquen
al arte, y si tienen dinero que les sobra que hagan caridad y que no lo dediquen a las drogas.
Frente a lo de no poder dormir o cuando fui al Cabred, pienso que debí haber empezado con
un psicólogo y un psiquiatra de entrada y no debí haber pasado por esa experiencia de estar
recluido. Los profesionales reconocieron que yo no tendría que haber quedado encerrado. Quizás mi
vida no hubiera tomado todo este rumbo, pero quizás fue el destino para que yo conociera todo esto
y para que yo este acá peleando por los derechos de los usuarios.
Con respecto a la sobre medicación, yo tuve un médico que me recetaba nueve pastillas por
día. Yo tenia 33 años, me orinaba encima, tenía los ojos levantados para arriba y así y todo me hacia
ir al hospital y viajar en la calle en ese estado horrible en el que yo estaba. Esto fue en el hospital
Gandolfo. Eso lo desaconsejo totalmente a todos, es una aberración, está en la historia clínica, si es
que está la historia en el hospital. Pienso que es una bestialidad darle a un paciente nueve pastillas
por día hasta que se orine encima.
Tal vez nos usan como experimento. Pero no creo que pase por parte de directivas de estado,
sino por parte de directivas del hospital o del médico en su praxis con los laboratorios, que quizás
está negociando con los laboratorios que les traen medicinas y algún dinerito por ahí abajo para que
pruebe con drogas. Pienso que pasa por ahí.
Evitar que a un usuario se lo declare incapaz o discapacitado es algo muy delicado, porque
hay que estar en la situación de la persona. Pienso que lo bueno de la ley nacional de salud mental
es la propuesta de investigar los casos, sacarlos adelante y que la gente pueda poner perito de parte,
aparte del perito del hospital, que esté el perito de parte, para cooperar y colaborar en la síntesis del
dictamen de la discapacidad. Pienso que con la nueva ley, pasado el período, si hay mejoramiento
de la persona se lo puede refutar, se puede pedir de vuelta el examen y salir adelante. Cosa que
antes era de por vida y no se podía hacer nada.
Saber que tenemos una ley que esta en ejecución, que va a salir adelante, que hay lugares
donde se están preocupando, que el gobierno se esta preocupando, que los médicos se están
informando, me trae mucha alegría y mucha esperanza para las nuevas generaciones de usuarios y
usuarias de los servicios de salud mental, que somos el uno por ciento de la humanidad de toda la
Tierra.
En mi salud, la espiritualidad y la religión ocupan un diez por ciento, porque lo espiritual, es
esparcimiento, ética, música, familia, sentimientos, proyectos de vida, futuro; eso pasa dentro de lo
que es espiritualidad y el poder de las cosas. Lo importante es planificar dentro de poco, no
planificar a largo tiempo, eso lo aprendí de grande. Porque yo cuando era joven planificaba a años y
eso es impredecible, no se puede planificar a años. Se tiene que ir planificando de año a año, por
tiempos cortos porque después no se puede cumplir.
Me dedico a participar en asambleas, a mi esparcimiento, a mi trabajo, a mi familia, a las
noticias, la información. Yo ya estoy de vuelta, tengo 55 años y ya no puedo preocuparme mucho
por el futuro, no pienso ver muchos mas avances. El otro día estaba viendo que en Estados Unidos
hay perros robots y me mataba de risa. Vi como la gente les metía cada patada y ahí se me fue la
risa y pensé que si yo viviría allá me compraría uno para jugar.
Una vez en el hospital Cabred a un usuario que tenia HIV, lo trataron como a un animal. El
enfermero para no “contaminarse”, le puso una inyección con vaquero y todo. Nosotros lo vimos y
lo denunciamos al psiquiatra a cargo. Luego de la denuncia recibimos un llamado de atención por
parte de un enfermero hostil. No sé qué paso ahí internamente por parte de los enfermeros pero
después no tuve mas noticias. El paciente sobrevivió, y es cierto que era medio problemático, pero
no era para ponerle una inyección con vaquero y todo.
Sin embargo, tengo esperanzas en los jóvenes psiquiatras y psicólogos. Pienso que la
juventud viene con la era del cambio, la nueva era. Veo que están reaccionando a la ley desde el
lado positivo, lo veo muy bien.
Ahora hace nueve años que me trato en el Borda haciendo tratamiento ambulatorio, ahí no
tuve internaciones y no tengo más palabras que agradecimiento a sus profesionales.
Gracias a la ley 26.657 pude recuperar mis derechos plenos en la constitución.
Por ultimo, lo importante, el mensaje que les quiero dejar a todos los usuarios y usuarias de
los servicios de salud mental es que se cuiden, que cuiden el contorno, que cuiden los animales, las
plantas, las personas, que crean en Dios, que crean en el país, en sus autoridades y que salgan
adelante. Y el mensaje que les dejo a los profesionales es que se pongan en el lugar del usuario y
piensen si su hijo, su hija o su hermano o su esposo estuviera ahí y no estuviera el paciente, ¿Qué
harían?
Cuatro meses para sentarme bajo un árbol.

Alejandro Erquiaga

La infancia

Mi infancia es la parte más linda de mi vida. Yo nací en Capital Federal pero con 18 días, me
llevaron a las Sierras de Córdoba, por alguna historia económica de mi viejo. Los padres de él
tenían una casa en las Sierras de Córdoba y a él le convino ir para ahí. Mi viejo trabajaba en el
Banco Hipotecario, consiguió una transferencia para trabajar en Córdoba y fuimos a vivir a la casa
de mis abuelos, que quedaba a cuarenta y ocho kilómetros de Córdoba. Él se iba todos los días,
hacía cuarenta y ocho kilómetros de ida y cuarenta y ocho kilómetros de vuelta. Vivíamos en un
lugar que a mi me fascinaba, era una casa enorme, era una esquina, un cuarto de manzana; había
árboles, cedros y robles. Era una casa en un pueblito que se llama Villa Caeiro, en ese momento no
tendría más de sesenta casas, quedaba a siete kilómetros de Cosquín y a veintiocho de Carlos Paz,
en el Valle de Punilla. Creo que tengo más recuerdos de esta parte de mi infancia que de mi infancia
posterior. Yo tenía dos o tres años y no podía ir al colegio todavía, esto es hace cincuenta y cuatro
años. Entonces en un principio pudieron poner a mi hermana, dos años mayor que yo, en un
colegio, el Sagrada Familia en Cosquín, a siete kilómetros. Teníamos tres y cinco años, íbamos en el
“bondi” y mi primera experiencia en el sistema educativo fue todo rodeado de mujeres, tanto mis
compañeritas como las maestras, no había ni un hombre. Tanto así que después cuando volvimos a
Capital unos años después, fui a un jardín cuando tenía cuatro o cinco años y lo primero que hice
fue enamorarme de mi maestra, la señorita Clarita, no perdía ni un segundo.
Volviendo a Caeiro, para mí era un lugar hermoso. La educación en mi casa siempre fue
muy delegada a otros, lo único que recuerdo de mi padre en su educación conmigo fue que, a los
tres años, me enseñó a leer con el diario La Nación. Me mostraba los titulares, las mayúsculas y las
minúsculas, me hacía escribir eso y así aprendí a leer. Cuando yo llegue al colegio ya sabía leer. Mi
educación después siempre fue delegada en instituciones. Primero cuando yo era bien chiquitito, mi
hermana ya iba al colegio ese en Cosquín y yo la acompañaba. No sé por qué no me quedaba en
casa con los perros y todo, yo iba con ella. Una cuadra para abajo estaba la ruta y a una cuadra más
teníamos el río. Entonces bajábamos una cuadra y nos tomábamos el colectivo, los colectiveros ya
nos conocían, porque íbamos todos los días y era gente del lugar. Nuestros padres nos dejaban, no
se hacían mucho cargo de nosotros. Ya en el segundo año que íbamos al colegio, yo empecé a
agarrar a mi hermana y decirle: “¡Vamo’ al río, vamo’ al río, vamo’ al río!’’, y nos empezamos a
ratear, yo tenía tres años y ella cinco. Teníamos un padrino mío que vivía en Santa María, un pueblo
que estaba entre Villa Caeiro y Cosquín, entonces le decíamos al colectivero: “Vamos a ver a
Berrier’’, Berrier era conocido ahí, entonces el chofer decía “Ah bueno, bajen’’, nos íbamos al río y
nos quedábamos ahí.
La relación con mi mamá fue unas 100 o 150 veces mejor que con mi papá.
La educación en mi primaria empezó allá en Córdoba, después vinimos a Capital y fui al
colegio “Clarette”. Vivíamos en un departamento que era de los padres de mi madre en Parque
Chas, en la calle Constantinopla y cerca de ahí quedaba el colegio. Me anotaban en colegios
privados, mi papá quería que yo sea todo lo que él no pudo. Mi papá tuvo una historia que yo no
querría haber tenido, yo zafé. En la historia de mi papá eran tres hermanos, mi tía era la mayor, mi
viejo el del medio y Cacho era el tercero. Nacieron en Carmen de Patagones, en el fondo de Buenos
Aires, mi abuelo tenía campos, después tuvo problemas, se hizo comerciante y se quedo con un
campito que estaba a nombre de mi abuela y que después también se perdió. La cuestión es que mi
abuela decidió y mi abuelo asintió que, como hacen los chinos ahora que elijen al más inteligente y
lo mandan a estudiar, ya no los mandan a hacer supermercados, agarran ponen la guita de la familia
y al chinito que es más inteligente y que promete más lo mandan a estudiar a Harvard y después él
tiene que bancar a toda la familia, a mi viejo lo mandaron a una familia amiga de mi abuela que
vivía en Buenos Aires y que estaba en buena posición, unos conchetos. Él fue al colegio La Salle y
llegó a tener un perro al que sacaba a pasear. Mi viejo tuvo una educación en un lugar que no
tuvieron sus hermanos, porque vivían en el campo, re tranquilos. Entonces eso con el tiempo pasó
conmigo también, decidieron que con todo el dinero que ganaban, como los chinos, me mandaran a
un colegio jesuita, el Colegio del Salvador de dónde, según mi viejo, salían todos ministros,
pensaban “Lo mandamos ahí y ya está’’. Mi viejo repitió conmigo su historia, el mandato que
hicieron con él. Hice la primaria y la secundaria ahí en El Salvador, tuve como profesor a
Bergoglio, el Papa Francisco. Era un colegio jesuita en Callao y Lavalle, un colegio que ahora debe
tener unos 130 años, solo para hombres. Solo había profesoras y en un colegio para hombres una
mujer es víctima de jodas, salvo las de inglés que se salvaban porque eran raras porque hablaban en
un idioma diferente. Yo lo hubiera cambiado y lo hubiera hecho mixto. A este colegio y a cosas que
me pasaron después las superé porque soy muy adaptable, puedo correrme un poquito para atrás y
observar todo, buscar el espacio donde estar y cuando hay algo que me saca, ir y luchar. Yo la
secundaria la terminé muy joven porque mi viejo, cuando volvimos de Córdoba, no me podía meter
en ningún colegio porque yo no tenía la edad suficiente y no quería dejarme esperando un año o
dos. Yo tenía cinco años y había que entrar con seis o siete, entonces busco algún tipo de conexión y
consiguió un “milico”, un tal Pomar, que hablo con los curas jesuitas y con el director y me
aceptaron para entrar.
Yo tenia cinco años y mis compañeros tenían siete, eso en ese momento yo no lo podía ni
pensar, ni cuestionar, ni nada; después me dí cuenta de lo que significaba. Entré, hice la primaria y
en quinto grado me lleve historia. Mi viejo jamás fue al colegio, ni una sola vez. Supongo que fue
esa vez a hablar con el director para que entrara pero después no fue nunca más para hablar con los
profesores, ni a las reuniones de padres, ni a verme a mí cuando hacíamos las cosas de fin de año,
nunca jamás fue. Mi vieja fue dos veces en doce años, ósea que tuve una carrera bastante
independiente.

La juventud

De la secundaria salí a los 16 años. Tuve un problema con una profesora de historia en tercer
año porque hicimos una apuesta con un compañero, yo decía que ella tenía peluca y él decía que no,
hicimos la apuesta y yo le saqué la peluca, y en el ’73, ’74 y ’75, por tres años seguidos la tuve
previa, y cuando terminé como era la única previa que tenía, pude ingresar a la facultad. Di el
examen de ingreso en Agronomía y lo hice muy bien, me saqué un 9. Entré y estaba en la facultad
pero todavía tenía previa historia de tercer año, entonces un profesor del colegio, que estaba
siempre en las mesas de examen, me llamó, me dio un papel con su dirección y me dijo: “Venite a
mi casa tal día y a tal hora’’; fui y me dijo: “Yo sé que vos querés estudiar agronomía y ahí la
historia no tiene mucho que ver. Yo sé el problema que tuviste con la profesora y ella te quiere
matar, pero yo quiero que vos sigas, entonces te escribí unas páginas para que las estudies. Si vos
estudias estas páginas bien, vas a pasar el examen y no va a haber ningún problema’’. Yo dije:
“¡Wow, si!” y corriendo me llevé las siete páginas que las estudié en una noche de la primera
palabra a la última, me sabía todo. Era la séptima vez que rendía el examen de historia de tercer
año, era el día 7 de marzo, eran siete páginas y cuando terminé me saque un 7, entonces me crucé
en Callao y Lavalle, fui a una agencia de quiniela y le jugué todo lo que tenía en el bolsillo al 77 y
gané lo que hoy serían $300, que para un pibe era un toco de guita. La cuestión es que para mí
historia fue un drama durante muchos años pero la liberación fue muy buena, no me quejo de nada,
se compensó todo.
Entonces, me metí en Agronomía porque ese colegio que yo iba era de gente muy concheta y
mis compañeros me invitaban, en el verano o en las vacaciones, al campo. Aprendí a andar a caballo
a los siete años, aprendí las cosas del campo, aprendí a taquear con petizos de polo, aprendí de las
plantitas, aprendí lo que es salir y meter vacas, separar ganado, aprendí con el caballo a pechar las
tranqueras. Todo eso lo hacía con diez, once, doce años y decía: “Esto es lo mío, quiero
Agronomía’’, seguí con eso en la cabeza y elegí Agronomía. Hasta que un día después de dos años
de estar en Agronomía, me llaman para la colimba en el ’77 y se cortó. Mi viejo aparece
nuevamente, como aquella vez cuando era chiquitito para hacerme entrar al colegio mas temprano,
y consigue por algún contacto, que yo pueda ir a Palermo a la Oficina de Personal donde había un
tal teniente coronel Ramón Suasnabal, un turco santiagueño. Yo pasé a ser como una especie de
ayudante, un acomodado, y él era el que mandaba en la oficina de personal de lo que era el Tercer
cuerpo de Ejército. Entonces así pude empezar a hacer vida de colimba y aparte seguir con la
facultad de Agronomía a la noche. Después ya no me daba el cuero, paré con la facultad y dije
“Después retomo’’ y nunca más pude retomar porque en la colimba me pasaron cosas, conocí la
droga, conocí la “pajerisi’’, decía “Esto no lo soporto y me meto en cualquier lado’’. En el famoso
colegio jesuita había muchos curas tercermundistas y muchos de los que egresaron de ahí, un año o
dos antes que yo, eran montoneros y yo sabía, eso para mí fue bastante jodido. Mientras iba a la
facultad, me dejaban salir y yo hacía de asistente y de chofer del teniente coronel estaba todo bien,
pero cuando él se retiró, me dejó a la buena de Dios y me agarró un capitán que me odiaba porque
decía que yo me arrastraba por el coronel, que no hacía nada y que no luchaba por la patria, y me
empezó a mandar a todos los operativos que había, a la mañana, a la tarde y a la noche. El operativo
era subirte a un camión e ir hasta un lugar, que generalmente era en el Gran Buenos Aires, podía ser
en la Matanza, en Florencio Varela o en donde sea. Ahí ya había una base, generalmente en una
escuela primaria, todo era a la noche y ahí ya estaban todos los oficiales con mapas. Entonces
llegábamos, nosotros nos quedábamos en los camiones, bajaban los tenientes y los oficiales, les
daban las órdenes y había que ir a determinada dirección. Normalmente era ir a buscar imprentas
donde se hacían volantes y todo tipo de gráfica revolucionaria. Eso a veces también era rendido,
estaba la gente con la maquinita pero también había gente armada y hubo más de un enfrentamiento
por unos papeles de la imprenta, yo como colimba viví un par de enfrentamientos. Yo no elegí la
colimba, me tocó obligatoriamente, fui la primera clase que la hizo con 18 años; la colimba antes
que yo la haga se hacía desde los 21 años, pero la dictadura la bajó a 18. Yo fui la primera clase que
hizo la primaria hasta séptimo grado, antes todos hacían hasta sexto, a mi me tocó hacer hasta
séptimo; después en la facultad el año anterior a que yo entrara se podía entrar sin hacer examen de
ingreso, cuando fui a entrar yo empezaron a tomar examen de ingreso; y después la colimba que
entré con 17 y cumplí 18 ahí adentro.
A los operativos me mandaron al final de la colimba, cuando me abandonó mi padrino, me
agarró un capitán que había estado en Tucumán, un odioso hijo de puta, un tipo que me odiaba
porque yo podía estudiar. Dije que no un par de veces, pero no me convenía porque no me dejaban
oportunidad de escaparme. Me escapé un par de veces, una vez solo y otra vez con otros más pero
nos encerraron en una jaula, y nos dejaban salir a la noche, porque el tipo este llegaba una hora en la
que se iba a la casa, y como éramos soldados medio viejos, podíamos salir porque conocíamos a
uno u otro, entonces nos íbamos a tomar una cerveza por ahí y eso para nosotros era aliviante.
Estuve en enfrentamientos armados y una sola vez me obligaron a disparar, fue un operativo donde
cortábamos un camino negro y estábamos apostados en unos camioncitos a los dos lados del
camino, los suboficiales y oficiales estaban haciendo control en el medio, y en un momento venia
un fitito que pasó y le dieron el primer alto y siguió, le dieron el segundo alto y siguió, y ahí nos
mandaron a tirar. Era una pareja la que iba en el fitito, escuchando música fuerte, tomando una
cerveza y nada mas, nada que ver con ningún tipo de nada, fue un desastre. Disparé a cualquier lado
para no matarlos. Después participé de otros enfrentamientos donde yo no disparaba, pero veía, uno
fue en Callao y Viamonte, en el batallón 601, donde apareció un auto a contramano y directamente
le dispararon hasta reventarlo sin preguntar nada.

La Salud

Hoy en día estoy trabajando en Franca Matina, un espacio muy lindo que se generó a partir
del Café Basaglia, que era una oportunidad de poder ayudar a gente que salía de instituciones
psiquiátricas con tiempos prolongados de internación y que recibían capacitación para hacer cosas,
trabajar y aprender. Todos nosotros en Franca Matina, creemos que se puede y que no hay que dejar
20 años a una persona llena de porquerías esperando que se muera. Los pioneros del Café Basaglia
eran bastantes personas que se juntaron. Cuando me internaron en el Álvarez quien me recibió fue
la doctora Ana Heller, que fue una de las primeras que se puso incondicionalmente a hacer el Café
Basaglia, la idea venía de Italia, donde Franco Basaglia lo creó. En Argentina este fue el primero y
contaba con subsidios de la fundación Basaglia de Italia. Entre Ana, Gisela Amato y una gente del
Borda se logró el Café Basaglia y anduvo bien porque se logró aprovechar a personas que estaban
recién externadas del Borda y del Alvear, se pudo traerlas para capacitarlas y enseñarles un trabajo.
La idea era que después de eso se pueda salir al campo laboral y que esto sea un trampolín. Empezó
muy bien pero muy fresco todo. Yo entré en el Café Basaglia y después comencé con Franca
Matina. En el final de Café Basaglia hubo disidencias, no entre los que estábamos capacitándonos y
trabajando, si no porque había muchos coordinadores, psicólogos y operadores de los cuales eran
pocos los que estaban ahí todos los días en el trabajo. La mayoría no estaba, tenían otros
emprendimientos, otros talleres, otras cosas y cuando venían, venían solo para ver como estaban los
números, y a nosotros los que laburábamos ahí, como talleristas, operadores y colaboradores, no nos
gustaba que viniera alguien que no aparecía nunca, diga “Están ganando poco, hay que hacer mas
cosas’’ y después se vaya, en vez de venir, proponer, juntarse, hacer, ayudar; eran como doce o
trece. Entonces cuando se termina el subsidio de la Fundación Basaglia y cuando se termina un
programa, que tenían Pablo, Henry y Jose, en el que se les ofrecía un dinero mensual a ellos por el
hecho de estar en Café Basaglia y también le ofrecía al Café un dinero para comprar equipamientos
y demás, al mismo tiempo se corta el dinero del programa y el dinero del subsidio (que era muy
importante porque venía en euros), los operadores empezaron a tomar otras orbitas y nosotros nos
quedamos solos y sin guita. Fue justo en el verano, se tomó muy bien y se decidió el cierre del Café
Basaglia, fue un cierre muy bueno porque había servido para muchas cosas pero no podía continuar,
si lo forzábamos iba a ser para peor.
Entonces ahí empezaron a surgir ideas y nos preguntábamos: “¿Qué hacemos? Por un lado
esto se acabó pero estamos contentos con lo que logramos, no a nivel económico, sino a nivel social
y de proyectos, se cumplieron metas, y además estamos muy contentos con el espacio donde
estamos trabajando que es la Casona de Humahuaca’’. Entonces se repartió lo que había, se fueron
los operadores y de ahí, Pablo uno de nuestros compañeros decidió estudiar y hacer música y no se
prendió, Henry se prendía pero tuvo que ser internado nuevamente en el Borda, le dijeron por 15
días y se quedó seis meses, y cuando salió la familia no lo dejó volver a trabajar con nosotros;
entonces quedamos Vane, Gise y yo para hacer Franca y empezamos. Un mes después se
reincorpora Claudio, otro mes después vuelve José y ahí ya éramos cinco y ya estábamos como para
abrir la persiana, uno hace el café, otro cocina, otro hace de mozo, otro está en la caja y ahí ya se
nos encendió el motorcito de nuevo y hoy sigue andando.
Yo hoy tengo 56 años y no tengo tanto esa cosa de querer llegar a algo, yo quiero vivir esto,
me interesa mas vivir el hoy que pensar cómo llegar a algo, quiero disfrutar esto. En Franca Matina
ganamos lo mínimo, trabajamos pocos días por semana pero nos gusta a todos, y a la gente le gusta
mucho también, yo me siento muy feliz ahí, no conocí nunca en mi vida un lugar tan armónico.
Para mi en la vida la locura no tiene que faltar, la cordura hay que tenerla anotada y la salud
mental hay que dejársela a los médicos.

El encierro

Los manicomios son un tren fantasma. Siempre escuché cosas horribles de chico y en la
televisión, pero nunca escuché cosas más horribles como los testimonios de compañeros míos
internados en el hospital Álvarez. Como por ejemplo perder todo tipo de dignidad, tener que bancar
constantemente cosas a las que no se sabe a qué se expone, tener que comerse dos o tres años para
entender qué es lo que te pasó en ese tiempo que estuviste en ese lugar. Todo esto sale de
conversaciones porque en realidad yo soy más un testigo de gente que vivió eso, que me contó y
que me habló de eso. Yo estuve internado un año y ocho meses, y pasaron sesenta o setenta
personas, de las cuales cincuenta ya habían pasado por el Borda o por el Alvear, muchos ya se
conocían, eran historias realmente terribles. Yo estuve internado un año y ocho meses en el hospital
Álvarez, que es un hospital de agudos y tiene dos pabellones, uno de psicopatologías y otro
psiquiátrico con consultorios externos y hospital de día. Los primeros tres, cuatro meses no podía
salir ni al parque, no sé por qué, pero sé que por eso me salían esas cosas de gritar “¡¿Por qué?!’’ y
cada vez que yo gritaba era tener un mes o dos meses más sin salir, era como un castigo, me decían
“¿Cómo te voy a dejar salir si vos estas así, gritando por salir? ¿Vos querés salir? Portate bien y
hacé las cosas bien’’. Todo por reclamar desesperadamente, ni siquiera reclamaba libertad, porque
yo no me podía ir a mi casa porque ni tenia casa; lo único que quería era ir a ver los arbolitos, el
pastito, la gente pasando, los gatitos, yo decía “¡Déjenme ir ahí!’’. Yo no fumaba, éramos veinte ahí,
diecinueve fumaban y yo me tenia que fumar ahí adentro el humo de los puchos de los otros, lo
único que yo quería era respirar aire fresco, ir a la puerta, debajo del arbolito. Lograr eso me costo
cuatro meses, encima para salir acompañado, solo no. Tenía que salir acompañado por un terapeuta
y al jardín, íbamos nos sentábamos, conversábamos y para mi eso ya era una gloria. En la colimba
del ‘77 había estado en una situación así, esto fue en el 2011 y se parecen muchísimo, sobre todo
porque, tanto en la colimba como en el hospital psiquiátrico, tenes que estar todo el tiempo mirando
para todos lados, mirando a tus compañeros, mirando el horario, mirando como hacer para hacer
algo, mirando si se puede ir al baño o si te podes duchar. En realidad en la colimba después de unos
meses ya estaba todo bien, ya sabías con quién si o con quién no hacer determinadas cosas, acá en
el hospital era más difícil todo. En la colimba uno quería lograr la salida, la libertad aunque sea en
cubitos y se conseguía más fácil. En el Álvarez cuando pude conseguir esa libertad de salir al
parque me hizo un “clic” y comencé a descubrir cómo se conseguían cosas, con paciencia, con
argumentos y sobre todo con estrategia.
Yo tenía una tía que me venía a visitar y cuando logré conseguir salir al parque pude salir
directamente a la calle sin acompañamiento, directamente solo, todo eso porque yo me mostraba
bien obediente; entonces mi tía ya no venía mas a verme y yo iba a ver a mi tía, y ahí también ya
podía ver a mi hijo. Mi niño no podía venir a verme al Álvarez, porque en ese momento él tenia 11
o 12 años y hasta los 16 no podía entrar a verme solo, tenía que venir acompañado por un tío y
verme en el café; el tío no quería venir, yo no tenía guita para el café, solo no iba a venir el pibe, así
que no venía. Pero comencé a conseguir salidas, portándome bien y haciendo las cosas bien,
haciendo la cama, sin meterme en discusiones. También conseguí algo que para mi fue lo mas
importante, comencé a trabajar con las cosas que me habían pasado a mi y con las cosas que yo veía
que les pasaban a los demás, y como a mi me tenían bien visto determinados psiquiatras con
pergaminos y los gerentes de los enfermeros, me daban bola; entonces yo iba y decía “A mi esto me
parece mal por esto, esto y esto’’.
También tenía una gata, a mi me gustan mucho los animales, el hospital estaba lleno de
gatos pero había una gatita que me había elegido a mi, yo agarraba y la llevaba por ahí, no le daba
de comer pero ella se encargaba de entrar por algún lado y cuando yo estaba en la cama a la noche,
venia, se me subía a la cama y dormía conmigo. Empezaron a decir que los gatos esto, aquello y lo
otro, pero yo no le estaba dando de comer, y no criaba cucarachas ni bichos ni nada, la gata solo
venia a la noche se quedaba ahí y a la mañana temprano se iba porque su baño estaba afuera, era re
limpia. Tenía un compañero bien al lado mío, tabique de por medio, que también le gustaban los
gatos pero él le daba de comer, yo no, yo solo ayudaba a las proteccionistas a darle de comer a
todos los gatos del hospital, a esta gatita no le daba de comer en la cama, el de al lado si. Cuestión
que se armó un despelote e hicimos una reunión donde estaba el que se llamaba el gerente de
enfermeros (cosa rara) con una enfermera jefa, con otra enfermera de la sala, con un médico y
después tres representantes de los internados, dos de ellos éramos los gateros y se armó toda una
discusión por culpa de una gatita. Los enfermeros decían que los gatos tenían enfermedades, y
nosotros decíamos “Pero acá en el hospital hay como cincuenta gatos y todos los internos van y los
tocan’’, pero ellos insistían que los gatos tenían enfermedades y que no podían estar ahí porque eso
era una sala de internación, y nosotros decíamos que era una sala totalmente abierta porque van
visitas, parientes, gatos, perros. Finalmente conseguimos que la gata se quedara, una divina,
Marcela Torero, dijo “¡La gata se queda!’’ y nosotros re felices, habíamos conseguido un logro.
Así como eso otras cosas también como la comida. La comida era buena pero había
problemas tipo la colimba, te servían la comida, ibas al baño, volvías y no estaba mas tu comida.
Además, por ejemplo, yo soy diabético y no me podían dar la misma comida que al que no es
diabético, y éramos tres los diabéticos; después había un vegano y es difícil darle de comer a un
vegano, para mi en Franca Matina, es difícil darle de comer a un vegano. Entonces a partir de que
logramos que la gata se quede yo empecé a ser como un delegado y a hacer cosas.
En el Álvarez terminé internándome voluntariamente porque primero yo caigo al Argerich,
donde me doparon mucho. No sé cómo terminé en el Alvarez, porque llegué muy drogado, hecho
bosta. Según la historia clínica, yo tenía una depresión severa con ideas auto líticas, intento de
suicidio, bla, bla, bla; llego al Argerich porque era el hospital que estaba más cerca de donde me
había pasado la historia esta y ahí me tienen tres días dopado, yo no existía. Ahí no tienen equipo
psiquiátrico y cuando me despiertan me dicen “Mira acá no tenemos equipo psiquiátrico así que vas
a tener que ir al Borda o al Alvear’’, ahí me zarpé y decía a los gritos “¡No, yo no quiero ir al
Borda!’’. No sabía lo que era estar en el Borda, pero en mi cabeza el Borda era Guantánamo; del
Alvear tenía nociones pero tampoco quería ir e insistía a los gritos “¡Yo no estoy loco!’’. Me
dejaron ahí un día mas y después apareció una psiquiatra muy copada que se preocupó por mi y con
la que estuvimos hablando esos dos últimos días después de que me desperté y me dijo “Te
conseguimos una cama en el Álvarez’’. Yo no tenía la menor idea de lo que era el Álvarez pero no
era el Borda ni el Alvear y dije “Bueno, llévenme, llévenme’’. Fui para allá y ahí me recibió Ana
Heller que estaba en la guardia psiquiátrica. Estuve internado un año y ocho meses, pero en realidad
al año y cuatro meses de estar ahí me dijeron que ya estaba para salir, pero yo no tenía a donde ir,
entonces ahí pasó a ser un problema social; entonces los últimos cuatro meses fue buscar con el
desarrollo social como hacían para ayudarme.

La Libertad

A la internación yo me sobrepuse con seis termos de mate por día caminando por los
parques del hospital, metiéndome y participando en todas las actividades que me proponían,
leyendo y escuchando música. Me dejaron llevar mi guitarra y todos los días le daba a la guitarra, y
en realidad no podía pensar mucho en querer salir ya, porque no tenía a donde ir.
Creo que la ley exige cerrar los manicomios porque debe ser así. Yo escuché tantas historias
terribles y lo peor es para el que le tocó. Yo fui mas bien un testigo, no sufrí tantas cosas. Me
contuvieron un par de veces, una fue cuando estaba en terapia intensiva y me dijeron que fue porque
yo me sacaba el suero constantemente, me tenían que contener y con correas me ataron. Yo no
recomiendo las ataduras, en mi caso yo no estaba consciente, estaba durmiendo; pero vi casos de
gente que estuvo atada, totalmente lúcida y tranquila durante días y días, y que cada vez que pasaba
alguien decía “Señor, disculpe, ¿me puede sacar?’’, era un mantra, porque no paraban de decir eso
las 24 horas del día. Él pedía que lo sacaran, lo miraban pero seguían de largo. Me acuerdo de uno,
que hoy es un amigo, Federico, y estaba justo en frente mío porque en el Álvarez hay como
“boxes”. Cuando me ataron no fue porque yo quisiera romper algo, era porque yo iba en contra mía,
me sacaba los sueros y las cosas, igualmente yo estoy totalmente en contra de las ataduras, no se me
ocurre como en el año 2015 no hay otra manera de contener a una persona. Otra historia que me
contó una persona que estuvo en el Borda, fue que cuando hacía dos o tres días que había sido
internado ahí, le tocó estar cuando de repente, internaron a ocho o diez tipos a la vez, que venían
juntos y venían de un presidio. Se adueñaron de los cuerpos y las cabezas de los compañeros de
internación. Fue como si los hubiesen esclavizado durante un par de meses largos, los compañeros
sufrieron todo tipo de sometimientos y abusos, todo lo que se te pueda ocurrir, les sacaban dinero,
los cigarrillos y encima también se aprovechaban sexualmente de ellos y nadie hacia nada. Estas
cosas pasan hoy en los manicomios argentinos.
A los compañeros que están saliendo de los manicomios les puedo recomendar sobretodo
que no vuelvan. Mucha de la gente que yo conocí, aprendieron de esa manera de mierda a callarse,
a actuar, a disfrazarse, a frenarse y a decir “Yo no vuelvo ahí’’, porque le tienen terror a esos
lugares.
Para hablar de los trabajadores dentro de las instituciones psiquiátricas voy a contar una
historia de un día que me acuerdo muy bien, cuando Alan Robinson dio una charla en Franca
Matina y había una trabajadora social que estaba parada en la puerta y que empezó a hablar, no
tanto de los pacientes sino de los trabajadores de los hospitales psiquiátricos. Ella era del interior y
preguntó a la mesa “¿Ustedes saben cómo matan a las ranas en el interior? Las ponen en un
calderón grande con agua, con fuego abajo y con las ranas adentro. Las ranas empiezan a nadar
tranquilas y el calderón y el agua se empiezan a calentar, el agua se pone tibia y las ranas ya no
nadan, se quedan haciendo la plancha re tranquilas, mientras que el agua se sigue calentando hasta
que en un determinado momento, pasados los 80º, las ranas empiezan a sentir quenchi, quenchi,
quenchi y quieren salir, pero ya no pueden. El agua hierve, se apaga el fuego, la rana muere, se las
llevan y se las morfan’’ ¿Qué era lo que ella quería explicar? Que los empleados y muchos de los
profesionales de hospitales e institutos psiquiátricos empiezan con cosas como “Si, a mi me
encantaría ayudar. Me gustaría hacer esto o lo otro. Pienso esto o lo otro’’, pero después viene un
compañero que dice les dice “¿Sabés que el mes que viene nos van a descontar el 10% por tal
cosa?’’; entonces el paciente pasa a ser lo menos importante, empiezan a arreglar con el sindicato,
esto y lo otro, y el agua se va calentando, se va entibiando y se van acomodando; y los pacientes
entran y salen, tienen su determinado tratamiento, su terapia, entran y se van; pero ellos se quedan y
el agua esta tibia y llega un momento en el que no pueden salir mas.
Mis alucinaciones fueron por cosas exteriores, no tuve alucinaciones, si las tuve fue porque
me tomé algo y soy consciente de eso. Si tuve muchas fantasías. Conozco gente que tuvo y tiene
alucinaciones, yo no soy ni quiero ser especialista, pero cuando están conmigo trato de ver qué pasó
en ese momento y casi que puedo entender qué es lo que están alucinando porque conozco a la
persona. Una vez yo estaba internado en el Álvarez y estaba hablando con otro compañero que
estaba en frente mío y de repente vi que se fue. Él estaba adentro de su “box” y había como una
ventana entre medio de los dos donde estábamos apoyados conversando, entonces en un momento
al tipo los ojos se le van y me mira medio como agresivo, yo me corrí un poquito y le dije “Luis,
Luismi’’; no respondió nada y de repente, por mas que tenía la puerta ahí al lado, se subió por arriba
de la ventana, salió, se fue al piso y empezó a reptar por el pasillo y yo lo iba acompañando
diciéndole “Luismi, ¿a dónde vas? ¿Por qué no vamos caminando? ¿Vas al baño?’’. De repente sale
un enfermero y mira que el otro estaba reptando por el piso yendo para el fondo del pasillo, vuelve a
la enfermería y sale con una jeringa enorme, y Luismi ya había llegado a la escalerita de tres
escalones, que a la derecha da a un baño y a la izquierda da a la sala donde se reúnen los
concurrentes, o sea por un lado si se metía al baño no importaba pero si se metía reptando a la sala
era otra cosa. Entonces este enfermero se agarró de eso; y cuando estaba por llegar a la escalerita
apareció otro enfermero que lo agarró de los hombros y este que venía con la jeringa enorme, se la
clavó en el medio del glúteo, sin bajarle los pantalones ni nada, ni siquiera le dijeron “Che Luismi,
pará, ¿a dónde te crees que vas así? ¿Te crees que estas nadando? Vení, vamos de nuevo para la
cama, tranquilo’’. Nada de eso, directamente le pusieron una tremenda inyección, él se quedo
paralizado y después planchado durante dos días.

La inclusión.

Yo no sabía lo que eran las drogas psiquiátricas, es decir sabía lo que eran por una
experiencia personal de adicto, de pendejo que le gustaba tomarse unas pastillas y tomaba
porquerías. Pero a partir de la internación yo veía como había compañeros internados que querían
más y yo quería menos. Porque una cosa era decidir tomar una pastilla de anfetaminas para estar de
determinada manera y otra cosa es que te den un puñado de pastillas que ni sabes para lo que son, y
que después a los dos días, venga tu tía y vos le digas “Tía, pero si estuviste hoy’’ y ella te diga “No,
estuve antes de ayer’’, eso no me gustaba. A mi empezaron dándome pocas pastillas, y pocas en ese
lugar significan tres o cuatro, después terminé tomando catorce o quince pastillas por día en tres
tomas. Yo siempre preguntaba de qué se trataban y me decían que una era un estabilizador de
ánimo, Valcote; de esa empezaron dándome 250mg, después pasaron a 500mg y después 750mg,
entonces en todas las tomas tenía esto. Después me daban Pregabalina y me decían que esa era una
droga nueva y que servía para todo, me metí en Google para averiguar que era y Google también les
daba la razón a ellos, decía que servía para muchísimas cosas, hasta para el dolor local. Eso fue el
primer año, cuando me las iban subiendo cada vez más y yo las empecé a bajar por mi cuenta. Yo
soy diabético y me quedé solo con lo que tenía que ver con mi diabetes y con lo que tenía que ver
con mi depresión, un antidepresivo que sigo tomando, y un ansiolítico Clonazepam que también
sigo tomando a veces pero menos, solo 0.5 mg. A mi me llegaron a dar 6 mg por día de Clonazepan,
mas 600 mg de Pregabalina, mas 700 mg de Valcote, mas otras cosas que no eran psiquiátricas pero
que iban todas a mi hígado. Hay muchos compañeros que se sacan las drogas psiquiátricas así
mismos, yo entre ellos. A mi lo mejor que me pasó fue que cuando a mi me externan, yo internado
ya había empezado a bajar la medicación. Como yo ya estaba tranquilo, venía el enfermero me daba
las pastillas, yo las agarraba con la mano y él seguía, no se quedaba a ver si las tomaba, porque ya
hacia mucho tiempo que yo estaba ahí y me la pasaba mirando películas con él en la enfermería. Yo
agarraba las pastillas y las ponía en un cajoncito y mi compañero de “box” agarraba todas la
Pregabalinas y todo y se las llevaba, yo me quedaba solo con lo mínimo. Cuando me externan me
dan una bolsa enorme como de Pascua con drogas psiquiátricas, pero yo ya hacía un tiempo que
estaba tomando menos. Cuando me externan también me derivan, porque yo ya no podía seguir
viendo a los psiquiatras y psicólogos del pabellón, tenía que ir a consultorios externos y ahí me
asignan una psiquiatra Gómez Paduano, divina la mina. Llego a la primera entrevista y empezaron
las preguntas típicas “¿Cuánto tiempo estuviste internado? ¿Cómo es tu historia clínica? ¿Qué
medicación estás tomando?’’ y le digo “Mira yo voy a ser sincero, yo estaba tomando esto, esto,
esto, esto y esto. ¿Qué estoy tomando ahora? Esto y esto’’. Se sorprende, se asusta, empieza a sudar
frío y me pregunta “¡¿Cómo las dejaste?!’’ y le dije que yo sabía que no se podían dejar de golpe y
que las fui dejando de a poquito, y muy preocupada me pregunta “¿Hace cuanto que no las
tomas?’’, le dije que hace tres o cuatro meses y ahí se quedó re tranquila porque ya había pasado un
tiempo, pero lo mas importante para ella era la droga. De hecho hoy esa psiquiatra no me habla, lo
único que me hace es el control farmacológico, todo rápido, como sacándoselo de encima, de hablar
nada.
Con respecto a los casos de locura en los que interviene la justicia, a mi me parece horrible
que haya una persona (un amigo mío) que estuvo internada más de una vez y que, con apoyo
externo y con una gran voluntad pudo conseguir muchas cosas, que además tiene metas y objetivos,
y que a la vez haya un tal médico forense que le tenga que dar una vez por año una recomendación
para que él pueda seguir viviendo de una manera u otra. Hace como un mes el médico forense lo
tenía que ir a ver al hogar en donde él está, porque el quiere salir de ese hogar, quiere vivir solo y
está en condiciones de hacerlo, porque tiene trabajo, porque tiene una pensión y porque está bien,
yo lo puedo decir porque soy una persona que trabaja cuatro veces por semana con él, estoy
cuarenta horas por semana con él y él puede estar perfectamente viviendo solo. Cuestión que le
pregunto quién es el médico forense y me dice que no sabe, y yo le digo “¿Cómo no sabes? ¿Cómo
puede ser que una persona que no te conozca pueda tomar esas decisiones?’’ y me dice “Bueno debe
saber mucho de mi’’ y le digo “¡No! Te esta cagando, el tipo ese firmó y te mando una carta, nada
mas’’. No sé como es ese proceso, pero es el proceso de Kafka. ¿De qué es culpable? ¿De qué lo
están acusando? No sé si es un juicio o una causa por incapacidad, lo que él tiene es que depende de
otros para hacer o no hacer cosas, como por ejemplo alquilar un lugar para vivir. El forense este no
lo conoce y dice que él no puede salir del hogar todavía.
Algo que me gustaría que llegue a las personas que vayan a leer este libro es que hay que
creer más en uno mismo, y que la historia de “Mi hijo el dotor’’ ya fue hace mucho. Y que todos sea
por lo que estudiamos, sea por lo que vivimos, sea por lo que curtimos, sea por lo que escuchamos,
no tenemos que dejarnos llevar por la imagen de un título o de una chapa. Creo que hay que actuar
más con lo que uno siente y con lo que uno cree que es capaz, en lugar de entregar la vida a alguien
al que no le interesa absolutamente nada.
La dignidad del riesgo.

Por Alicia Albano.

La infancia

Los primeros recuerdos de mi infancia son medios tristes porque tuve una infancia un poco
desprotegida. Nací en 1963, en Mataderos, en una casa muy grande que estaba siempre en
construcción. Mi mamá es española, una persona muy nostálgica. Pero a pesar de eso hay recuerdos
alegres también. Mi tía es una persona muy significativa y mi abuela también. Recuerdo a mi abuela
tejiendo. Yo aprendí a tejer mirándola. Mi abuela era una persona que tejía con cinco agujas y yo
aprendí a tejer mirándola desde abajo, hacia mantillas enormes. Recuerdo también los domingos
jugando con mis primos y mi prima, esos son recuerdos alegres. Mi tía Josefina era como la
“encantadora” de la familia, era pelirroja, era la que nos llevaba a pasear, la que nos traía regalitos,
venía los domingos y quería amasar, y como que la levantaba un poco a mi vieja que era más
depresiva.
A mi lo que más me gustaba era el colegio, a mi el estudio siempre me salvó. Fui a un
colegio de barrio, me gustaba jugar al ajedrez, vivía en la biblioteca, era una rata de biblioteca.
También era ajedrecista, a los ocho años aprendí a jugar; mirábamos un programa de televisión con
mi hermana Cristina que nos encantaba. Me gustaba la música clásica también. Soy muy
observadora, aprendí a tejer y a jugar al ajedrez mirando. Y mi hermana Cristina también es muy
inteligente. A mi me costaba más estudiar, pero ella estudiaba en los recreos y era el mejor
promedio de la escuela, era increíble. Mi hermana Cristina es increíble, tiene un cerebro
impresionante y es la única que no tiene título universitario, no quiso ir a la universidad (pero
estudiaba en los recreos y era el mejor promedio), era la abanderada de la escuela. A mi me salvó la
escuela y jugar al ajedrez. Después la biblioteca donde yo jugaba ajedrez la incendiaron y eso fue
un problema.
De mi infancia también recuerdo a mi maestra de lengua de sexto grado, era una divina, a mi
me encantaba esa mujer y ahí decidí ser maestra. Yo tengo un hermano que tiene dificultades y él
fue a primaria común, a pesar de todas sus dificultades y con el apoyo de toda la familia terminó la
escuela común. Según los médicos él tenía que ir a una escuela especial, así que yo vengo luchando
con su discapacidad desde que soy pequeña. Yo le enseñé a leer y a escribir, junto con mi hermana
Ana. Lo querían mandar a escuela especial y mi mamá no quiso. Nació en el 1968, es como el
primer chico integrado, terminó la secundaria común y estudió inglés lo más bien. Y yo estudié para
maestra porque él aprendió todo. Aparte él es una persona que se esfuerza mucho y yo estoy muy
orgullosa de mi hermano Juan José.

La juventud

En la secundaria fui al Normal Cuatro. Ahí, en segundo año, en 1977, cuando yo tenía 14
años, desaparecieron de compañeras mías. Eso fue terrible y era algo que estaba totalmente oculto.
Es más, yo estuve internada y después regresé al colegio y no se hablaba nada de eso. Y en mi
familia eso es algo siniestro. Yo a los 14 años estuve detenida, me llevaron de mi casa, confundida
por otra persona. Se equivocaron y me llevaron pensando que era otra persona. Cuando volví, me
recuperé en mi casa con un médico de la zona y después volví al colegio. Todo un desastre. No
perdí el colegio porque en este colegio como la gente desaparecía, las faltas y las reincorporaciones
seguían. Con catorce años estuve detenida y después me devolvieron cuando se dieron cuenta que
no tenía nada que ver. No fui presa política. Todo empezó porque encontraron unos escritos en
griego, pensaban que estábamos escribiendo en clave.
La secundaria la terminé en los ochenta en el Normal, e ingresé a la facultad de Filosofía
dos años después, rendí seis materias. Después dejé y empecé el magisterio para ser maestra, porque
se armó todo un despelote en 1983 con la vuelta de la democracia. Volvieron a desaparecer
compañeros míos, un montón de gente se fue a España, mi amiga Julia, se fue a Canadá y yo dije
“Bueno, dejo la facultad de filosofía y me voy al profesorado’’. Lo terminé, soy maestra y profesora
de adultos, (tenés que hacer un profesorado más para enseñar de noche). Trabajé dieciséis años en la
docencia, pero después se me generó una epilepsia que me impidió seguir y me jubilaron.
Lo más importante y lo que yo quiero rescatar en todo esto que estoy diciendo es que todos
tenemos una lucha en la vida y que lo importante, más allá de lo que nos suceda, es cómo re
significamos la historia. A mi el dolor y el haber sufrido abuso (es impresionante lo que se puede
pasar en una detención) no se lo supera en un día, ni se lo supera en veinte años.
Uno puede hacer muchos años psicoanálisis pero no importa, porque uno tiene que re
significar todo eso para darle un valor positivo. Yo digo “Cuando a uno le pasan cosas tristes ¿Qué
se hace con eso?’’. No importa qué es lo que te pase, el asunto es qué hace uno con eso. Me podría
poner a escribir cosas tristes, porque una persona que estuvo detenida puede escribir un manual de
tortura o escribir una poesía, pero hay que animarse a escribir la poesía, en vez del manual. Hay que
darlo vuelta.
Yo hice el profesorado de Hatha Yoga y después me encerré. Me fui a un templo. Me dije
“Yo no puedo escribir cosas horribles, ni seguir soñando estas cosas horribles, yo tengo que hacer
algo con esto, porque yo no puedo tener una vida de terror, en algún momento tengo que escribir
algo bonito porque sino mi vida va a ser de terror’’. Entonces para re significar eso, el único que
puede hacer algo es uno mismo. Ni tampoco se puede tener una sexualidad de miércoles, hay que
dar vuelta la situación, porque si no lo hago yo, no lo hace nadie por mi. Y el diván a veces no sirve,
porque con Freud está todo muy lindo, pero Freud está hecho para gente que no estuvo en una
cámara de tortura.

La Salud

Yo aprendí mucho de mí enseñando. Un buen maestro tiene que ser un buen alumno, tiene
que aprender a callar, tiene que saber hacer silencio y tiene que saber escuchar, porque si no
escuchas, sobre todo a vos mismo, te perdés una parte importante. Doy clases hace dieciséis años y
cuando me recibí no sabia absolutamente nada. Sabía pedagogía, matemáticas y lengua, pero no
sabía mirar a un niño. A mi me parece que cuando uno está frente a un niño, está frente a un águila,
entonces uno no puede decir “Este chico no sabe’’, porque él sabe más que yo. Yo tengo que
aprender como derribar su hipótesis, porque él cree que dos más dos es lo que él crea que es, pero
yo le tengo que enseñar un sistema matemático, igual él sabe lo qué es dos más dos, yo le tengo que
enseñar a sumar, le tengo que enseñar éste sistema pero él ya tiene una hipótesis, ¿Cómo le enseño
yo a él a derribar lo que él sabe? Si él ya viene con un saber, él sabe cosas, yo tengo que aprender de
él también, porque si yo no creo que él es un maestro y que él es un águila, ¿cómo le voy a enseñar
la nimiedad que sé?
A mi me nació la necesidad de ir a un templo porque yo necesitaba callar mi mente. Mi
mente y mi dolor me hacían mucho ruido y necesitaba vaciarme. Es como decía el maestro “Si
tengo mi taza llena, primero tengo que vaciarla para poder ponerle cosas’’. Del templo me enteré
porque andaba averiguando para hacer silencio, y ahí te hacen sembrar, te hacen encontrar el ritmo
de tu vida, tu armonía, esa cosa que todos tenemos. Porque la sociedad te dice que vos tenés que
despertarte a las ocho de la mañana, a las seis o las cinco, y tenés que trabajar doce horas, ocho
horas, nueve horas y tenés que comer a las doce, masticar media hora y tenés que acostarte a las
nueve y despertarte a las cinco. ¿Quién te dijo que los horarios son así? La locura, la sociedad loca,
y en realidad no es así. ¿Quién sabe cómo es tu ritmo? Quizá tu ritmo es que tengas que vivir de
noche.
Yo sé cual es mi ritmo y averiguar cuál es tu ritmo lleva tiempo. Resulta que descubrí que
me tengo que levantar a las cuatro de la mañana y ahora me levanto a las cuatro de la mañana. A
veces llamo a mis amigos a las seis. Me levanto a las cuatro, medito y después cuando miro el reloj
y veo que son las nueve, digo “Bueno ahora ya lo puedo llamar a tal o cual’. Yo me levanto a las
cuatro y a las cuatro y media estoy meditando.
Yo soy maestra e instructora de Yoga. Tardé catorce años en formarme, pero sigo estudiando
porque no creo que esté formada del todo. A las personas en general les haría bien aprender Yoga
porque cuando uno respira hay algo que se abre adentro que te pone en comunicación con el
corazón y el espíritu. Cuando uno respira bien y cuando uno encuentra su ritmo, que es el ritmo del
corazón y el primer ritmo que hay que aprender (si lo querés aprender) hay algo que se abre. Y
como decía el maestro “El camino más largo es el que va de la mente al corazón’’. Si eso se abre
estás hecho.
Me gusta el arte en todas sus manifestaciones, pero principalmente el conocimiento de uno
mismo. Escribo, tejo y hago artesanías. La poesía que escribo trato de que sea bella pero a veces no
lo logro porque tengo una beta que se me va para abajo, pero trato de resurgir, lo intento y hasta que
no sea del todo bella, no pienso en ponerle el punto, la firma; porque el punto, como decía un
escritor, es el final. Trato de que la poesía resurja.
Fui amiga de una gran poeta argentina, Marisa Wagner. La conocí porque ella fue novia de
una persona que yo quería mucho. Recitamos juntas en el “Pink Freud”, ella recitó primero por
supuesto y yo me animé a decir algo, pero en realidad ella recitó porque ella era la poeta, yo ahí
acompañé un poco la presentación. Me emociona hablar de ella. Su obra fue muy valiosa para
mucha gente.
Mis vecinos me piden obras, macetas decoradas. Me encargan falsos vitró.
Yo estoy bien, pero para el mundo yo quisiera la paz, que se termine el hambre, quisiera ver
a todo el mundo feliz. No quisiera que existieran más los manicomios. Que todo el mundo hiciera lo
que le guste, lo que fuese su deseo, que todo el mundo pueda soñar libremente, que se acaben las
guerras, que nadie padeciese frío. Que todo el mundo pudiese realizar sus sueños, deseo amor para
todo el mundo. Y para mí lo mismo y que se acabe la violencia, Paz, sobre todo paz.
Si hablamos de salud mental, locura y cordura: salud mental me parece como un término de
libro. Locura y cordura me parecen dos brechas que no dicen demasiado. Me parece que los seres
humanos tenemos estados emocionales, somos seres sensibles que a veces tocamos ciertos estados y
nos sensibilizamos, eso me lo enseñó mi psicóloga. No existe la cordura y la locura. Somos seres
humanos que a veces estamos un poco más sensibles y si nos tocan ciertas fibras, hacen que nos
quedemos tildados.
Entonces locura, cordura y salud mental son ideas que van para abajo. Somos personas a las
que nos tocan fibras y de repente nos suceden cosas. Hay personas que son extremadamente
sensibles, más sutiles que otras. Hay personas que son como un violín “Stradivarius” y otras que
son como una radio a válvula. Nosotros somos “Stradivarius” y cuando hacemos música sonamos
bien y ¡cómo sonamos! Y a veces nos mandan a los manicomios.
El encierro

El manicomio es un aparato de captura. Yo no soporto la idea de que sigan existiendo. Son


una cosa represiva, no deben existir porque son cárceles, para mi tienen la misma estructura. Yo
paso por Constitución, veo el Borda y es como si viera el Olimpo mas o menos, como si viera el
departamento de policía, o como si viera la cárcel de Devoto. Para mi tienen la misma estructura, un
lugar frío.
Las personas tienen que estar en casas, tienen que estar con su familia, tienen que estar
acompañadas, tienen que estar en un lugar donde se les de afecto y puedan ser abrazados, donde
puedan ser atendidos, donde tengan calefacción, donde se les sirva una taza de té, donde se puedan
bañar con agua caliente, donde tengan amor, ahí es donde tienen que estar.
En el manicomio se los ata a una cama y se los deja solos a la noche. En las clínicas privadas
también, porque cuando se cierra la puerta, se cierra, y a vos te dicen que a las ocho te tenes que ir a
dormir, o a las siete y te dejan solo ahí, o a tal hora te tenés que levantar y tomar la medicación. Ahí
hay cumplir horarios. No es así, vos tenés que ver la tele hasta la hora que querés y vos tenés que
estar con las personas que querés y las personas que te quieren, vos no podés estar en un lugar
donde no querés estar. Y si necesitas una atención especial te la tienen que brindar, porque no
estamos en guerra ni debemos obligar al desamor, eso parece que es la guerra contra las personas
que tienen un problema o un estigma. Parece una guerra, a eso me recuerda, y no es porque yo haya
padecido lo que he padecido. Eso es una institución carcelaria y es un aparato de tortura.
Yo creo que los manicomios existen por la idea del otro, la gente le tiene miedo al distinto,
al diferente. En el monte Taigeto, los griegos espartanos al diferente lo tiraban, ahora no lo tiran,
ahora lo encierran.

La Libertad

En el año 2007 le digo a mi psicóloga la Dra. Alicia Stolkiner que yo lucharía para que a
nadie le sucediese lo que me había pasado a mi y ella me cuenta de la existencia de un grupo en
formación en el CELS. Entonces ahí me encuentro con Agustina Vidal y Roxana Amendolaro y
comienza lo que luego seria APUSSAM. Y comenzamos pidiendo en la MCBA viviendas para los
usuarios y presentamos carpetas. Porque creo que ese es uno de los principales problemas que
tenemos y otro es el trabajo.
Pero lo que yo quiero fundamentalmente es un proyecto de trabajo para los usuarios, que es
lo más difícil de sostener.
¿Qué se pierde en un manicomio? Se pierde noción de realidad, ¿Qué se gana? ¡Nada!
Imagínate un amigo mío que estuvo dieciséis años internado, ¿sabes lo que es estar dieciséis años
internado? Él perdió noción de todo, no sabía lo que era usar zapatos, es imposible de explicar de
todo lo que despojaron a esa persona. Lo despojaron del espíritu. No sé si puede, pero ese hombre
debería demandar a alguien. A mi me dan ganas de llorar, cada vez que escucho historias como la de
él y no puedo ni hablar. Yo he llorado con cosas que me ha contado y que no las puedo ni repetir
porque me angustio.
O haber escuchado a una amiga decir que como no tenía yerba para el mate, intercambiaba
poemas, por alimentos en la clínica. No tener yerba en una institución psiquiátrica es terrible, ni
siquiera cigarrillos (porque cigarrillos es como un lujo asiático) pero no tener yerba es pensar
“Bueno, esta noche no duermo’’. Entonces ella se hacía amiga de las enfermeras y les decía “Yo te
hago un poema y me traes yerba’’. ¿Te imaginás eso? A mi me daba un dolor, yo no la conocía en
esa época pero esta mujer vivió estas situaciones que a mi me destrozan el espíritu. Mi amigo que
no tenía zapatos, no tenía conciencia de sus pies. Son cosas así ¿de qué despojan a la gente ahí
adentro? De Todo. Eso es el infierno, esos lugares no tienen que existir.
A los manicomios los sobreviví porque soy una persona muy creativa.

La inclusión.

A las personas que están saliendo de los manicomios y se están liberando de las drogas
psiquiátricas les puedo recomendar que cuiden su alimentación, que tengan una alimentación sana,
que ingieran la menor cantidad de proteínas animales posibles, que coman vegetales, frutas y jugos,
que se asesoren a nivel macrobiótico, que hagan actividad física, ejercicios respiratorios, que salgan
a caminar, que hagan algún deporte, que tengan pensamientos positivos, que alejen los fantasmas de
“hoy no voy a poder’’, que no se enojen con el síntoma. Cuando digo el síntoma, no hablo del
síntoma clínico ni el diagnóstico.
Uno no es un diagnóstico. “Tengo tal diagnóstico’’ o “Soy tal diagnóstico’’ eso no, sino
pensar más bien “Soy un ser humano sensible, que tengo sueños, que tengo una vida. No soy lo que
el otro piensa, soy lo que yo digo, soy lo que me proponga ser cada día’’.
También recomiendo tener confianza. No tener miedo, cuidarse del miedo, porque uno tiene
miedo cuando no hace, el no hacer trae miedo, el retraerse en uno mismo. Cuando uno toma la
espada de la lucha, ahí se acaba el miedo, cuando uno enfrenta. El puño no, la lucha. Luchar por
algo genera valor.
Las personas que trabajan en los manicomios deberían hacer acompañamiento en otros
lugares donde al usuario se lo quiera. Si ponemos casas de medio camino o ponemos
acompañamientos terapéuticos, enfermeros siempre se necesitan. Psiquiatras, psicólogos y
acompañantes terapéuticos siempre va a haber por las consultas. No estamos hablando de que no
haya más fuentes de trabajo para ellos, pero si estamos hablando del cierre de la institución
carcelaria.
Yo aluciné, yo escuchaba voces, yo me sentía perseguida pero porque alguna vez estuve
perseguida. Nadie inventa un perseguidor si alguna vez no estuvo en ese lugar de alguna manera,
cuando uno se siente paranoico es porque esas voces alguna vez las escuchó. No hay que temer. Y
en el caso de que no hubiese sido esa la situación, es como dice una amiga que tiene este tipo de
problemáticas “Cuando escuchas una voz, preguntate: ¿Qué dice esa voz?’’ Hay que analizar hasta
el sintagma de la voz, analizarlo porque ahí esta escondida la respuesta de lo que vos necesitas
analizar, para re significar la problemática del discurso inconsciente que se te formula. Yo leí un
libro sobre eso. Pero más allá de eso no hay que asustarse. El problema no es escuchar o no
escuchar voces, estar o no estar hospitalizado tampoco es el problema, el problema es que las
personas no deberían estar en los manicomios.
A mi me gustaría que no me hubiera sucedido nada de lo que me sucedió, que no me
internaran básicamente, desde que no me internaran todo. Hubiera querido tener mas contención
familiar en el manicomio, pero eso era imposible porque no eran mi familia, no eran mis seres
queridos, no eran ni mi hermana, ni nadie. Y quiero decir, que si no fuese por mi hermana Ana, a la
que adoro, yo realmente no estaría viva, porque ella siempre fue la que me contuvo y la que me dio
mucho apoyo. Ella y mi cuñado Ricardo, que falleció y es una estrellita en el cielo. Es muy
impresionante, en todas las internaciones, si ellos no hubieran estado, yo hoy no estaría aquí. Ella
estuvo acompañándome todos esos años.
Con las drogas psiquiátricas tengo una relación medio libre, siempre las pude ajustar
bastante bien, porque yo tengo una percepción buena con las drogas. Yo sé cuando estoy muy
medicada y es como que las regulo. Pero conmigo se equivocaron con las drogas, porque primero
pensaron que yo tenía un síntoma, después pensaron que tenía otro, después que tenía otro y al final
se dieron cuenta que lo que yo tenía era epilepsia, se equivocaron en el diagnóstico.
Le debo mucho a mi Psicóloga la Dra Alicia Stolkiner, a quien admiro muchísimo y creo
me esta llevando hacia la cura realmente. Ella me dijo un día sos muy tenaz y yo realmente lo creí.
La ley nacional de salud mental propone muchos avances. Un logro de la ley, es con
respecto a las incapacidades y discapacidades, como por ejemplo pasar de ser un incapaz a ser un
sujeto jurídico, eso es un gran avance, un avance primordial. Antes no teníamos ni voz ni voto,
éramos N/N, no éramos sujetos ni de voz ni de derecho, no éramos personas, éramos nada,
incapaces. Ahora también tenemos el consentimiento informado y podemos pedir lo que
necesitemos. Otro avance es el Órgano de Revisión, que va a pedir por nuestros derechos. Y
también ahora tenemos voz en el consejo consultivo.
Creo que los trabajadores y los familiares, para generar el gran cambio cultural que
necesitamos, deberían ponerse de nuestro lado y no recetar tanta medicación, que no nos mediquen
tanto. A mi me parece que lo que pasa es que estamos luchando contra este aparato del capitalismo
total de la medicalización, y eso no esta contemplado en la ley. Con esto de pasar a ser sujetos de
derecho, frenamos la incapacidad pero no frenamos la sobre-medicalización. Tampoco frenamos el
electroshock, ni las internaciones involuntarias, porque tenemos lo de los días esos que te dan, pero
necesitamos de toda la aparatología jurídica para que recién a los tres meses podamos intervenir,
pero si te internan y te sobre medicalizan estamos en la misma. La reglamentación todavía no tiene
el alcance ni la potencia que nosotros necesitamos. Y mientras siga existiendo la infraestructura
edilicia estamos desprotegidos.
Yo quiero que los transformen en hospitales generales, si no los quieren sacar, quiero que
hagamos otra cosa y apliquemos la reglamentación a full. Yo quiero un psicólogo en cada guardia.
Hay tantos psicólogos, se reciben tantos psicólogos por año en el país, ya saque la
estadística, fui a la facultad de psicología y estuve mirando, y lo podemos hacer. También creo,
como Tina Mincowitz, en la dignidad del riesgo. Ojala yo fuese lo suficientemente valiente para
decidir no tomar más la medicación, pero mi epilepsia no me lo permite. Solo si yo estuviese al
borde de la alucinación riesgosa, ¿Qué es una alucinación riesgosa? Cuando corro cierto riesgo
inminente contra mi vida u otro está corriendo peligro. Eso sería grave. La dignidad de riesgo es
decir “Yo me banco mi situación crítica angustiante y que no me mediquen. Me banco, tres o cuatro
días encerrada en mi casa con alguien que me quiera hacer el aguante pero que no me mediquen’’
Porque yo sé que después en tres o cuatro días se me pasa, me duermo una siesta, tomo un poco de
algún tranquilizante. Pero no una cosa de sobre medicación o internación. ¿Por qué no me voy a
bancar unos días así? ¿Por qué me tengo que comer una internación en vez de quedarme unos días
tranquila en mi casa? ¿Por qué no ponen un artículo sobre la dignidad de riesgo?
Estas son las directivas anticipadas, que son las cosas que vos querés hacer, quienes querés
que te visiten, que querés comer, es decir como querés ser tratado en una situación de crisis. Las
tenés que escribir cuando estás bien y después te tienen que respetar todo eso en tu momento de
crisis, y las podés cambiar, las podés hacer como quieras. ¿Cómo querés ser tratado? Si no querés
ser medicado te lo tienen que respetar. En definitiva se trata de eso, de respeto. Pero para respetar,
hay que poder amar ¿No?
4. El delirio como un río.

Por Octavio Bolomo

La infancia.

Nací en Colegiales y el primer recuerdo significativo que tengo de mi infancia es la escena


de separación de mis padres. Es como observar una escena, mi hermano lloraba, mi viejo estaba
muy serio y mi vieja estaba media desconcertada. Con el tiempo me fui dando cuenta, según
versiones de mi mamá, que la decisión la había tomado mi papá en el momento sin haberle
consultado prácticamente nada. Yo lo que recuerdo es estar viendo una situación que no
comprendía, una sensación de “Y ahora, ¿Qué hacemos?’’, tenía cinco años no entendía lo que era
una separación, no estaba en mi cabeza la proyección de que mis padres iban a dejar de estar juntos
a partir de ese momento. Ese es como el momento más significativo de mi infancia y que de grande
sigo tratando de comprender, hoy tengo 29 años y ese es un evento que sigue presente en mi vida,
cada vez con más significación y cada vez lo entiendo de diferentes modos, escuchándolo a mi viejo
y escuchándola a mi vieja.
Hasta quinto grado que hice el colegio en el Liceo Francés, doble escolaridad, viví todo con
mucha represión de los deseos, siendo un niño con toda la dinámica que a un niño se le arma en un
colegio de doble escolaridad en dónde no se siente cómodo. Recuerdo estar observando mucho las
amistades de mi hermano mayor y tomando actitudes parecidas a las de él y que no eran creídas por
mis compañeros, digamos que cuando sos un niño, sos auténtico o estás fuera, sos vos o piensan
“¿Qué le pasa a este pibe?’’. A mí me pasaba bastante de adoptar los códigos de mi hermano, que a
él le funcionaba bárbaro pero a mí no tanto. Mi hermano es cuatro años más grande que yo, él
estaba en quinto grado y yo en primero, yo quería traer un poco ese universo a mi vida y no
funcionaba, a mi hermano si le funcionaba, pero a mí no. Las amistades que yo quería tener no las
tenía, tenía amistades con chicos que tenían pocas amistades y les daba poco valor porque pretendía
tener grandes amistades como las de mi hermano. Hasta que en sexto grado me cambié a un colegio
público y ahí empezó la joda. El Liceo era como una cosa más estricta y cuando pasé al colegio
público jugábamos a la pelota y éramos todos amigos. Como que mi infancia cambió mucho
yéndome del Liceo Francés, aunque ahí aprendí a hablar muy bien francés y fue una de las grandes
y pocas cosas que me dejó la infancia, hablar francés y tener buena pronunciación.
Igual yo me encontré con la infancia a los 16 años. La infancia de los 16 años fue una
infancia dónde fluir era la gran consigna y dónde no había demasiado para objetarle a ese fluir,
hablaré de ello más adelante. En quinto grado me acuerdo que me gustaba una chica y no podía
hacer nada con ese amor, quizás sea algo que le pasa a muchos niños, me parecía un amor
imposible. Una vez me acuerdo que estábamos en el viaje de egresados de quinto grado, dónde a la
mañana se estudiaba y a la tarde se hacían actividades dentro del “Club Med” del cual no salíamos,
y me acuerdo que una vez ella se sentó y se apoyó en mis piernas, ese fue el acto erótico de los diez
años, ella arrimando sus piernas con las mías. No salimos ni una sola vez del “Club Med”, una cosa
bien francesa y estricta. Me acuerdo también que mi viejo me levantaba los domingos y me hacia ir
a leer al parque y si leía mal me pegaba un chirlo y creo que ahí, de alguna manera, cultivé cierto
sentido del pensamiento propio, porque como no tenía a nadie a quien acudir, de algún modo algo
de lo propio yo empecé a trabajar desde muy chico, decir “Bueno si mi viejo me faja tengo que
creer en mi Dios personal, tengo que creer en cierta cosa de contención propia’’.
Después con el tiempo mi viejo cambió mucho, y hoy considero que es una gran persona.
Mi vieja siempre fue una persona muy desbolada en mi infancia y mi hermano me gozaba mucho,
con lo cual creo que desde chico yo, obligadamente, fui generándome un mundo propio, que no sé
bien cuál es.

La juventud.

En la secundaria hice primer y segundo año en el ILSE, el Instituto Libre de Segunda


Enseñanza, ahí volví a la cosa medio liceo francés. Venia de sexto y séptimo en una escuela donde
me sentía muy bien y en el ILSE volví de vuelta a la cosa más estricta. Me acuerdo que era enano,
tenía el pelo largo y también tenía una gran represión de mis impulsos. Siempre en todo lo que
tenga que ver con el ámbito privado yo tendía a tener una conducta de auto represión, mientras que
en los colegios públicos (porque después en tercer año volví a estar en un colegio público) siempre
tuve una actitud más despojada, más extrovertida, mucho más divertida, me sentía más cómodo y
más en conexión con el medio que me rodeaba; mientras que la cosa disciplinaria de lo privado
siempre tendía a aplacarme, a quitarme la creatividad y la diversión. Entonces, primero y segundo
año lo hice en el ILSE; tercero lo hice en el Bermejo, que era un colegio público y dónde la cosa de
la vida sexual empezó a abrirse paso; repetí tercero en el Bermejo y entonces tercero y cuarto los
hice en un colegio privado, pero en ese colegio privado, a la edad de 16 años conocí una nueva
infancia. Descubrí, a través de la marihuana los placeres que en la infancia no había tenido Con una
gran ayuda de la marihuana, pude tener esos amigos parecidos a los de mi hermano que nunca había
podido tener y después mi hermano se integró a esas amistades y puedo decir que en el año 2002 fui
muy feliz. Conocí el 80% de las música que hoy en día escucho, vi el 70% de las películas que vi en
mi vida y hay algo que incluso hoy, a los casi 30 años, sigue aquejándome “¿Por qué yo no puedo
volver a ser amigo de esos amigos que tan feliz me hicieron?’’.
Después en quinto año me echan de la secundaria por fumarme un cigarrillo en el aula
cuando no había nadie, estaban todos en el laboratorio de química, yo me había hecho una paja en el
baño y después fui y me fumé un pucho en el aula, justo le estaban mostrando el colegio a alguien y
yo estaba ahí tirado, lleno de humo, me echan y yo quedo literal y orgullosamente en la nada, sin
fiestas y sin amigos. Ahí empiezo a hacer teatro con el fin de reinventar la escena de todo esto que
me había pasado con todos estos amigos durante un año, dónde construíamos historias entre
nosotros constantemente y eso me parecía importante llevarlo al teatro. Yo entro al teatro a partir de
esa pérdida del colegio y los amigos.
Entre los 17 y los 25, que son ocho años, recuerdo que en el año 2003, hice un viaje con mi
hermano y con mi viejo e hice un taller de teatro. En el 2004 recuerdo que me operan, empiezo a
escribir poesía, y conozco a una chica que, en ese momento pensaba, me había robado todo el
potencial y estuve angustiado por esa situación por mucho tiempo. Hasta el 2010, que es el año en
donde entro a la facultad de arte (UNA), mi vida siempre pasó por talleres de teatro, de clown, una
vida bastante bohemia en general. Tuve muy pocos trabajos como delivery, telefonista, camarero,
pero nunca duré más de un mes, a veces duraba dos días. Todos trabajos eventuales, nunca pude
asentarme en la industria laboral como cualquier persona normal. En el 2010 entré al IUNA, lo que
es la actual UNA, y ahí empecé a tener una estructura que antes no tenía.

La Salud.

Quiero contar que estoy muy angustiado porque comencé a tomar un medicamento
psiquiátrico durante el día, no sé bien por qué lo hice, pero debo reconocer que a esta altura yo soy
mi propio psiquiatra, nadie me indica que es lo que tengo que tomar o lo que no tengo que tomar, yo
soy el que pide y toma ciertas cosas o el que pide no hacerlo y no lo hace. Empecé a tomarlo porque
sentía un gran cansancio físico y espiritual cada vez que me levantaba, entonces me dije “Tomo esta
pastillita y me despierto”. Hay algo importante en esto, yo suelo soñar mucho, ayer soñé como uno
de los que estaba en el manicomio salía y me levanté pensando que había salido. Tengo una relación
con lo onírico que para mí es real, pienso “Si soñé que salió, entonces salió’’. Aparte vivencio los
sueños, él salía y yo me ponía muy contento por eso. Con la pastilla digo “Bueno me la tomo y soy
normal’’, me pasa algo así, y en esa normalidad yo me siento muy molesto, me molesta mucho ‘esa’
normalidad’.
Me molesta no estar teniendo como “una velocidad mas’’, me molesta no tener la velocidad
de mi propia locura. Yo en este momento estoy haciendo un relato al servicio de la locura, pero en
este momento siento que soy un ‘’careta’’ porque tomo cosas para estar normal, ¿qué sentido tiene
hablar de la locura cuando tomo algo para estar cuerdo? Mientras se está cuerdo no se dicen grandes
cosas, tengo esa idea, en la medida que uno esté demasiado cuerdo muchas cosas importantes, a
nivel dialéctico y energético no se dicen.
Yo creo que la cordura es estar dentro de los parámetros sociales establecidos y hacer todo lo
más correcto posible para llegar a la noche y dormir sin culpa. La locura me parece que tiene que
ver con romper esa estructura, no hacer las cosas dentro de los códigos sociales establecidos, sino
entender esos códigos sociales y encontrarles un filtro propio, una manera de filtrar esa realidad a la
manera de uno. Eso, por cierto, cansa mucho, por eso, hoy, me encuentro tomando este
medicamento. Cansa bastante filtrar la realidad con un signo personal, “cansa, cansa, cansa” porque
uno tiene pocos amigos y hay que tener energía para encarar solo la realidad. También tomo otros
dos psicofármacos a la noche y eso a mí me despierta fusilado. Como decía filtrar la realidad a
modo personal hace que uno tenga pocos amigos, o puede tener muchos amigos, a mi me pasa así
por lo menos, como que la ley de mi locura puede ser muy divertida y la gente por ahí se puede
divertir mucho conmigo y con mi locura.
Me molesta mucho tomar medicación de noche, me molesta mucho sabiendo que el amor
cura todas esas patologías que la medicación viene a querer curar, me parece que el amor es mucho
más curador que la medicina farmacológica, pero bueno me la banco…
Hoy en día estoy escribiendo una obra sobre lo que fue mi etapa en la que viví en el
socialismo, tengo grandes expectativas con que esa obra pueda trascender y pueda dar una visión
sobre lo que es el socialismo, la calle, el pueblo, los deseos del pueblo y de la gente marginada,
sobre cómo la gente marginada tiene mucho para decir de esta sociedad. Es muy importante poder
tener esa atención hacia la gente marginal que es gente como uno. ¿Qué estoy haciendo ahora? No
sé muy bien que estoy haciendo, estoy reescribiendo esta obra y la estoy trabajando con un
dramaturgo que me cobra dinero. En unos días tengo que ir a una dirección de salud mental para ver
si yo estoy loco o no estoy loco y puedo seguir la facultad. La facultad me mandó a una dirección
de salud mental, con mucho amor, me dijeron “Mira Octavio, nosotros te queremos, pero
necesitamos que vayas porque estamos preocupados’’, todo por algo que pasó hace ya dos años y
que fue cuando milité el socialismo. Pasaron dos años y recién ahora encuentran el modo a partir
del cual yo esté más o menos debilitado y pueda decir “Si, bueno, está bien, voy a esa dirección
para que ustedes se queden tranquilos’’.

El encierro.

Yo estuve internado en un manicomio hace muy poco por sexta vez y creo que la gente que
está ahí encerrada de alguna manera dice lo que en la calle sería censurado, tiene la posibilidad de
decir todo lo que le pasa por el alma, ni siquiera por la cabeza diría, por el alma. No sé si tengo un
juicio de valor sobre los manicomios, pero me parece que son lugares en dónde hay un gran
potencial desplegado en el aire y en el espacio, hay historias todo el tiempo, sean compartidas o
sean el propio relato individual de una persona que lo está diciendo, hay grandes historias.
Si alguien está delirando, está contando una obra de teatro, está diciendo una obra. En esta
última clínica donde estuve internado vi de parte de los profesionales un trabajo muy sincero,
conmigo por lo menos, muy honesto, que me pregunten “Bueno, ¿qué te pasa?’’, sin pensar
demasiado en segundas intenciones, no sé cómo sería con el resto. Ahí hay gente que habla sola y
que le vas a preguntar algo y te siguen contando un cuento que te vienen contando hace bastante.
Ponele alguien que hoy me dijo una cosa, al día siguiente me vuelvo a acercar y me sigue contando
ese relato pero le va agregando cosas.
Sería fantástico que existieran medicinas que no tuvieran que ver con el psicoanálisis y la
psiquiatría para trabajar esos delirios, porque hay veces que el psicoanálisis y la psiquiatría no
ayudan a que ese delirio pueda encausarse en el terreno de la realidad. Me parece que la medicina
está para aplacarlo y el psicoanálisis está para etiquetarlo. Deberían existir otros tipos de
tratamientos y medicinas para el delirio, causes a través de los cuales el delirio encuentre sintonía
con la realidad, pero quizás estoy hablando de algo utópico.
Mi primera internación la viví con mucha felicidad, tengo grandes recuerdos, como el de
haberme enamorado de una chica, me acuerdo también que había una mujer muy chistosa y que era
cristiana que me decía “Dame un beso, es para bendecirte’’. Recuerdo a mi compañero de cuarto
que estaba lesionado en los tobillos y yo lo ayudaba, le pasaba unas cremas y él creía no se qué
cosa, yo lo hacía para ayudarlo. Siempre en las internaciones, sobre todo en la primera y en la
segunda, entre con un gran ánimo de ayudar a los demás, y lo pude hacer. Me acuerdo que en la
segunda internación un chico me dijo ‘’Vos sos poderoso, vos tenés poderes’’, yo le apoyaba la
mano en la frente a él y a otras personas y se calmaban.
Yo tengo grandes recuerdos, no solo por una cuestión de orgullo de decir “Mirá como ayudo
a le gente’’, porque no me pasaba eso, aparte tenía apenas 19 años y no tenía ese pensamiento que
creo que con los años se adquiere, ese pensamiento del orgullo de las palabras que uno dice o el
orgullo por el reconocimiento por cierto trabajo, que empieza a funcionar a los 22 o 23 años, yo
creo que a los 19 años, uno está en la post adolescencia y viviendo las cosas sin preguntarse si eso
es importante o no. Tengo recuerdos muy gratos, de escribir mucho, de tener conexión con gente
muy sensible.
Mi primera internación fue involuntaria porque mis viejos me consideraban en riesgo, de
hecho cuando estoy internado le pregunté a mi psicoanalista “¿Por qué estoy acá? ¿Me lo podes
escribir en un papel?’’, y me escribió “Porque estas en riesgo para vos y para otros’’. Yo necesitaba
eso porque no sabía por qué carajo estaba internado. El día anterior yo me estaba tomando un
micro, volviendo de Córdoba en dónde había tenido una revelación en el río escuchando la Bersuit
con los cordobeses. La revelación consistía únicamente en ver al río fluir, ver a los cordobeses
tomando fernet, escuchando la Bersuit y hablando. Tuve una revelación vital, se me armó ahí un
escenario donde yo, de alguna forma, parcialmente, me curaba de mucho sufrimiento que había
tenido durante mucho tiempo. Fue en un instante de alcohol mientras Bersuit decía “Tengo un pedo
salvador’’. Alcohol, río, Bersuit, “tengo un pedo salvador’’.
Entonces, por esto yo me retraso para volver a la casa desde la cual íbamos a ir a la terminal
de ómnibus para volver, estaban todos muy enojados, se van, me dejan y me dicen “Hace lo quieras,
tomate un bondi’’. Ahí quedo medio loco, porque quedo sin la familia con la que fui, sin la
posibilidad de volver con ellos a Buenos Aires, con la imagen de mi abuelo que me esta bardeando
y todo por haber tenido un momento de felicidad; yo se que había un horario para volver pero no
era para tanto tampoco. Me bardearon, me dijeron de todo, el marido de mi vieja no me miro a los
ojos, se fueron con el auto rápido y yo siempre que quedo así, en una situación donde otros me
odian, a mi me agarra algo como que en esa nada yo me encuentro. Esto puede ser algo enigmático
de mi personalidad, siento que cuando el otro a mi me rechaza injustamente, algo en mi se me abre,
cierta percepción de la realidad se me abre, como si este “ser y la nada’’ se me abre (no leí a Sartre,
pero lo tomé).
Cuando el otro me rechaza injustamente yo me siento en una cosa con la nada muy
interesante, que me gusta mucho y que tiene que ver un poco con la locura. Entonces fui y me tomé
solo el micro, y me acuerdo que en ese viaje capté la atención de una persona que se interesó mucho
en lo que yo escribía o en ese aura en el que estaba. Me bajé varias veces a mitad del camino para
escuchar música, tomarme un café o fumarme un cigarrillo. Estaba en una situación de revelación
de las cosas, se me estaban revelando cosas de mi personalidad y de lo que pensaba del mundo. Y
en un momento digo “Quiero ir a verlo a mi viejo y quiero ir a manifestarle algo de todo esto que
me está pasando y que esta buenísimo. Tengo 19 años y estoy redescubriendo el mundo con mis
propios ojos’’, entonces en vez de bajarme en Retiro, me bajo en Polvorines y me voy a la clínica
donde él trabajaba. Ni siquiera sé como llegué pero llegué, esto es algo de la locura que uno tiene,
que no sabemos cómo pero llegamos al lugar donde queremos llegar, no sabemos calle ni tenemos
‘’guía T’’, pero llegamos igual. ¿Qué me pasó cuando llegué? Me puse a llorar y le empecé a decir
que lo quería, con toda esta energía de todas estas revelaciones que no podían ser contadas. Yo creo
que cuando uno llora está transmitiendo todos esos mensajes que no puede decir y que por eso llora,
y este era un mensaje de amor muy fuerte, y mi viejo, que estaba trabajando en una clínica de salud
mental, salió para verme porque se ve que una persona le dijo “Hay un muchacho que esta medio
mal, vaya a verlo, dice que es su hijo’’; entonces mi viejo viene, me ve en esa situación, pasan
determinadas cosas y al día siguiente me internan, me drogan y me dan pastillas para estar hecho
mierda y tirado.
Lo que genera también la psiquiatría es que cuando te re contra drogan vos a todo decís “Si,
si, dale. ¡Quiero dormir! ¡Dame una cama en mi casa o en un psiquiátrico pero quiero dormir!’’. Eso
fue lo que sucedió, ¿el riesgo? no sé cuál era el riesgo, la verdad que no tengo ni la más ‘perra’ idea
de qué riesgo había, pero como a mí no me preocupaba ni me creía eso del riesgo para nada, pude
pasar muy bien la internación. Después salí de esa internación y a las dos semanas me vuelven a
internar porque no quería tomar la medicación. Mi viejo me dijo “O tomas la medicación o te
interno’’ y hubo ahí toda una pelea, donde vino la policía; le tiré sillas a mi viejo y vino la policía.
Con la policía estaba todo bien, el problema era con mi viejo, no con la policía. La segunda
internación fue muy distinta a la primera, pero también aprendí cosas, aprendí cosas del
cristianismo. Por lo menos a las dos primeras internaciones, no las viví como algo malo, las viví
parecido a lo que es estar viviendo en una comunidad, de hecho a mucha gente la seguí viendo
afuera, también tuve muchos amores estando internado. Quiero decir que, igualmente, en estas dos
internaciones, me tuvieron en camas de contención, me pincharon, me tuvieron re contra drogado,
pero viví ese proceso de salir de ese re contra drogamiento y de ese estar contenido, naturalmente,
sin cuestionarlo. Ósea sí lo cuestionaba porque gritaba y porque lloraba, pero viví una historia,
podría escribir cosas lindas sobre esto. Pero también estuve en camas de contención amarrado y
pinchado, una vez vinieron tres monos y le pegué a una mina (que la ligó de casualidad) porque me
querían contener y yo no quería. En las primeras dos internaciones también viví toda la cuestión
nociva contra mi humanidad, sin embargo como tengo grandes recuerdos por ahí no recuerdo esas
partes donde me contenían, me pinchaban el culo y me drogaban con todo.
Si hablamos de la significación que tenía que ver con el peligro para mí o para otros, creo
que el peligro es más bien simbólico, porque adentro del manicomio hay personas que les hacen
mal a otras, físicamente hablando. No es que estamos internados y que cada uno tiene su cuartito y
no salimos de ahí, estamos todos juntos comiendo o jugando a las cartas, y hay violencia también
ahí mismo. Dentro de los manicomios hay una violencia que ni siquiera los propios profesionales
pueden contener, en la última internación que tuve los profesionales no sabían cómo contener a uno,
que era terrible y que amenazaba a los psicólogos y a los enfermeros. Yo me quedé como bastante
traumado de esa última internación que fue hace poco, porque yo quería ayudar a la gente que
estaba mal y había uno que no había manera de ayudarlo, no lo podía ayudar yo, ni los
psicoanalistas, ni los psiquiatras. Igual yo creo que hay algo en lo que fallé, yo siempre tuve la idea
de entrar a los manicomios y salvar a la humanidad y a la locura, y en muchos casos lo he hecho
porque frente al que dice “Tengo una visión’’, otro pasa y no dice nada, y entro yo y frente a ese que
dice que tiene una visión yo empiezo a relacionarme con él auténticamente y algo de él se va a
empezar a abrir, y algo de él va a comenzar a tener coherencia.
La Libertad.

Yo tuve tres internaciones involuntarias y tres internaciones voluntarias, y de alguna manera


me interesaba ir a los manicomios para salvar a la gente, como una especie de infiltrado. Muchos
me decían “¿Qué haces acá?’’, pero esa pregunta es para mí viejos, por lo menos las primeras veces.
Con mis viejos tengo una relación bastante especial, a mi viejo temo hacerle preguntas que tengan
que ver con mi humanidad y con mi pasado. Y con mi vieja también temo porque ella se empieza a
volver loca. Pero mi rol en los manicomios creo que es más el de un colaborador que el de una
víctima. A mí me gusta la gente loca, le gente que es demasiada estructurada no tanto.
Igual me gustaría agregar como pregunta incógnita ¿Qué se hace con el loco, con la persona
cuyo delirio lo lleva a un pasaje al acto, cuyo acto puede ser romperse la cabeza contra un vidrio?
Me ha pasado de ver en una internación a un tipo que necesitaba hacer esas cosas, romperse la
cabeza contra un vidrio, romper vidrios. Yo tengo una cosa medio dual entre estar a favor o en
contra de que se cierren los manicomios. Hay ciertas pulsiones que se activan dentro de un
manicomio que si no están ordenadas en la realidad se hace difícil. A una persona que es híper
impulsiva, hay que ver qué tipo de trabajo uno puede hacer a nivel social para que esa persona
pueda actuar normalmente, en el sentido de no ser violenta y de no atacar a otros.
A mí ver la locura de los demás me ha ayudado mucho a entender mis propios grados de
locura, estar rodeado de locos me ha servido para comprender mi locura propia y por eso creo que
he estado, incluso voluntariamente, internado. Porque en general los locos hablan de vos, es muy
normal que en un manicomio un segundo o un tercero esté hablando de vos, de lo que sos, de lo que
fuiste y de lo que vayas a ser. A mí en dos internaciones me tiraron las cartas y me salieron cosas
increíbles, y esas experiencias con el fervor y la ferocidad que tiene el sistema es difícil tenerlas
fuera de un manicomio. Se puede tenerlas, y existen como en cualquier otro lugar, pero en los
manicomios se da de una manera en donde el flujo es constante, en donde las revelaciones de la
identidad de uno, se dan en forma constante. Quizás en comunidades pasa algo parecido, donde no
está la droga farmacológica y sin embargo se generan circuitos donde la gente se comunica de
verdad.
Me parece que la cosa pasa por ahí, por cómo hacemos para comunicarnos de verdad y en
relación a eso yo creo que como decía, en los manicomios hay muchas verdades de las personas y
de, incluso, la gente que trabaja ahí, de los psicoanalistas y los psiquiatras. Creo que incluso muchas
veces se busca, no sé si peyorativamente o no, en el loco una verdad que el profesional no tiene, eso
es una realidad, sobre todo en los que se inician, en los que tienen 25 años y van a atender a gente
que tiene delirios. Creo que el profesional también va a aprender de la locura, por más que en sus
códigos no esté funcionando eso, pero me parece que en su interior un psicoanalista que se pone a
hablar con alguien que delira está haciendo un ejercicio de aprendizaje. También está el factor
económico dentro de esa relación, el profesional va a aprender de la locura del otro, pero cobra su
dinero. Igualmente en el caso de los psicoanalistas, también tengo en cuenta que estudiaron cinco o
siete años para recibirse y trabajan de eso, entonces será lógico que cobren. En mis terapias
particulares (y se lo dije a mi terapeuta) yo siento que voy a contar cosas que aprendí de la vida, no
a solucionar problemas. Me parece que los problemas que uno tiene en la vida no sé si son tales, no
sé si uno tiene problemas, no sé si nos están inventando un mundo donde tengamos que tener
problemas para que los psicoanalistas cobren dinero, lo mismo con los psicofármacos. A veces los
psiquiatras dicen que no hay que combinar la droga legal con la ilegal y que creo que es verdad, no
conviene. Por ejemplo ayer fumé marihuana y no sabía qué hacer con esa locura que me daba. A mí
la marihuana ‘’me pica en lo que yo soy’’, pero me cuesta hacer frente a esa revelación de lo que
soy, me cuesta ‘activar’ frente a esa verdad que se me genera cuando yo me fumo un porro, se me
genera una realidad donde el pensamiento empieza a ser propio. Frente a ese pensamiento propio y
frente a la soledad de ese pensamiento propio, siento que no sé qué hacer, siento que lo pulsional se
me desordena, que la pulsión pasa a actuar con una lógica que la droga viene a correr. La droga
desactiva la lógica de la pulsión, aparece otra pulsión con otra lógica y en esa otra pulsión con esa
otra lógica hay que ver qué hacer. A mí me está costando bastante, ayer después de fumar dejé
pasar unas horas y luego tomé los psicofármacos y ahí recién ya podía hablar con cierto
ordenamiento lógico, lo hablé por teléfono a mi viejo y luego lo hice con una amiga.
De cualquier modo me parece que las drogas ilegales si son bien usadas y con
responsabilidad sobre todo, tienen beneficios más interesantes que los psicofármacos. En mi caso
particular, me cuesta bastante bancarme el vacío, el dolor de cabeza, pero soy una persona
totalmente convencida de que sin psicofármacos, rindo el doble o el triple de lo que rindo con los
psicofármacos.
Creo que se vuelve problemático el uso de psicofármacos o de drogas ilegales, cuando se
pierde el control y lo único que querés es eso. Con las drogas ilegales pasa, el que toma cocaína lo
único que quiere es cocaína para después “hacer”. Lo mismo pasa con la marihuana, los niveles de
adicción física son distintos, pero el que fuma marihuana necesita fumar marihuana ‘’para ver a la
mina’’, para escribir o para lo que sea. Yo creo que es problemático cuando uno piensa “sustancia
igual a acción’’, cuando piensa en esas dos variables. Es problemático porque cuando no hay
sustancia en el adicto, hay tristeza, una gran angustia, una gran desesperación y lo único en lo que
se piensa es en eso. No es problemático cuando se le da un uso responsable, donde la acción no
depende de la sustancia; en todo caso que la sustancia sea un movilizador pero no la causa
fundacional de la acción. Creo que esto también pasa con los psicofármacos y con la propuesta de
los psiquiatras que asocian sustancia con acción y que te dicen “Toma esto para poder hacer todo
esto otro que querés’’. Pienso que eso es una gran mentira, los días en que mejor me siento (cuando
hablo de sentirme bien me refiero a pensar por mí mismo) es cuando no tomo psicofármacos. Hay
días que no los tomo y cuando no los tomo tengo grandes sueños, me levanto a las cinco de la
mañana y escribo. Creo que el problema de la psicofarmacología es que hay todo un pensamiento
que establece esa norma, que para poder hacer todas esas cosas te dicen “Toma esto, así estas
tranquilo y las podes hacer’’ y yo me pregunto “Pero ¿por qué no las voy a poder hacer si no las
tomo?’’.

La inclusión.

Estamos dejando afuera a todas aquellas prácticas de meditación y a todo un sistema que es
mucho más natural. Me parece que los trabajadores de la salud mental podrían aprender de otras
disciplinas también, como el budismo, la meditación, el yoga. Volviendo a lo que decía al principio,
yo como consumidor también me reconozco en cierta manera esclavo de ese sistema; el que va al
psicólogo y consume psicofármacos esta legitimando eso. El tema es la cabeza, la cabeza de uno,
ahí funcionan una cantidad de neurotransmisores que mandan información, y también esta uno, es
un terreno un poco delicado y peligroso también, pero es importante decirlo. Hay que ver qué hace
uno con su cabeza para saber manejar todas esas pulsiones que aparecen cuando uno deja de tomar
la medicación, porque aparecen muchas cosas, aparecen muchos deseos olvidados, aparecen
muchos recuerdos de la infancia. A mí particularmente me aparece una gran desinhibición, empiezo
a decir las cosas que me parecen, los filtros de si algo está permitido o no se me corren de una
manera muy sustancial. Yo me considero una persona de bien, entonces para mí no es problemático,
porque si bien tuve una infancia donde la pase mal con mi viejo, yo hoy con mi viejo (creo que)
tengo una relación sana, con mi vieja también, con mi hermano tendrá algunos problemas pero
nunca he sido violento. Esta revelación la tuve en el 2010 yendo a la facultad, estaba pensando para
adentro y decía “Yo loco no le hago mal a nadie, yo loco soy una persona plena, yo loco (loco = no
tomar psicofármacos) no pasa nada’’.
Yo creo que al delirante hay que escucharlo y no juzgarlo, y hay que saber guiarlo. Creo
también que lo cuerdos necesitan de los locos sino se aburren y hay un juego medio perverso ahí
también, entre esa necesidad del cuerdo que necesita del loco y esta idea del cuerdo que dice “Sí, es
re loco y nos cae bien’’. Loco es aquel que es capaz de decir ‘’algo más’’ de lo que ya se sabe,
agregar algo más, abrir una puerta más, y en esas puertas que el loco abre la gente en general tiende
a interesarse. A una persona que trabaja ocho horas por día, donde todos los días de su vida son más
o menos lo mismo, y de repente aparece un loco que viene a abrirle puertas, eso le va a caer muy
bien a esta persona, aunque algún miedo le pueda llegar a generar. El loco es el que no transa, el que
es fiel a su origen y a sus ideas. Acá también entra un poco en juego el capitalismo y cómo la guita
empieza a pervertir a los seres humanos, cómo a través de la plata uno empieza a tomar
determinadas actitudes “cuerdas”. Por ejemplo, si voy a un trabajo me tengo que vestir con zapatos,
ir con buenos modos, decir “Si a esto, no a aquello.” “Si, no.” “No me paso nada. Estoy bien’’, es
decir, en esa mentira que el capitalismo genera entra también la cuestión de la salud mental, porque
para ganar plata tenemos que demostrar que estamos bien, tenemos que demostrar que somos
cuerdos. A no ser que pase, como con mucha gente que son grandes artistas y que nunca vieron un
mango y que toda la guita les vino después de muertos, eso es una gran paradoja, en lo que es la
relación arte y dinero en más de un caso.
Habría que pensar también en esta lógica de cómo el capitalismo y el dinero nos generan a
nosotros conductas en donde tenemos que parecer que no estamos locos porque sino no nos
contratan, ahí se abre una cosa que es compleja. Si hablamos de capitalismo también hablamos de
las instituciones de la democracia, como la justicia, y cómo a veces la intervención de la justicia con
jueces y causas trasforman a personas en discapacitadas o en incapaces, yo creo que uno no se tiene
que reflejar en esas cosas. Me parece que también es una actitud del yo: uno no se tiene que
identificar con esa bajada de línea de los grandes poderes. A mí me mandaron a una dirección de
salud porque quieren ver si estoy loco, a mí la verdad me importa poco, yo no me siento un enfermo
por eso, pero hay algo en el discurso del otro que tiende a generar ecos en el propio discurso.
Me parece, por otra parte, que un tema importante es la autoestima, yo nunca trabajé, pero si
un jefe le dice algo al que trabaja sobre su conducta “Vos sos tal cosa y tenés que cambiarlo’’, esa
persona, que esta subyugada por el jefe, piensa que tiene que cambiar de actitud por eso que le dijo
el jefe. Me refiero a como las relaciones de poder en el capitalismo generan discursos dominantes, y
la mayoría del pueblo está sometido a esos discursos dominantes. La locura también es una forma
de subversión, es una práctica de subversión ante esos sistemas de dominio. Por eso a los socialistas
y a los trotskistas, quienes tienen discursos de poder, se los tilda de locos. Hay una cosa que se
piensa, que es que la gente que piensa que el mundo puede cambiar está loca y tiene un problema de
salud mental. De todas maneras hay gente que está organizada, hubo un tiempo en el que estuve
organizado en el socialismo y a mucha honra. Igual yo estaba en constante discusión filosófica, no
sobre la locura, sino sobre lo qué era el socialismo. El tema también es ese, me parece que los locos
tenemos que estar más organizados, el problema de la locura en el sentido nocivo es el loco solo, el
loco que está solo.
Me parece que los locos se tienen que organizar para contenerse entre ellos inclusive. Hay
una desigualdad de fuerzas muy grande, está legitimado y naturalizado que un juez declare a
alguien incapaz y que esto implique que no pueda hacer nada, para mí en estos casos tendrían que
intervenir abogados socialistas. Esto que voy a decir es una opinión muy personal e hice una
práctica de esto: yo creo que un socialista se tiene que meter en el juego, tiene que meterse en el
juego institucional sabiendo qué reglas predominan. ¿Es por izquierda la solución? Yo creo que sí,
que es por izquierda pero metiéndose en el lugar en donde se tiran las cartas. Se me viene a la
cabeza “1984’’. Hay que ser muy inteligente para cambiar el sistema, yo creo y estoy convencido de
que se puede, pero hay que utilizar estrategias muy finas. Yo tengo muchos recuerdos de mi
militancia en donde, no es tal cual, pero como que si hubiera una multitud de gente, Cristina delante
de todo y yo sentirme capaz de, en muy poco tiempo, sortear a toda esa gente y tenerla frente a
frente mirándola a los ojos. Yo no llegue a eso, yo quería llegar a eso, quería llegar a estar frente a
Cristina y decirle la palabra clave. Ahora se me viene a la cabeza la internación del 2012, que fue la
más traumática de todas y de la que no hable todavía, y esa es la que más importa, porque fue una
internación completamente de persecución política, porque en un momento, como estaba contando,
mi objetivo era estar cara a cara con Cristina Kirchner. Me acuerdo que una vez fui a la Casa
Rosada y dije “Somos un movimiento socialista y queremos saber si Cristina esta aquí’’, estaba con
traje y todo. En una época también me hacía pasar por periodista y me metí en la Cámpora; era el
7D, yo me hice pasar por periodista y le hice una entrevista a uno con quien hablamos, entre pitadas
de marihuana, de cómo hacer para que la Argentina condujese un camino hacia la revolución.
Como decía, me hacía pasar por periodista español e iba a la Casa Rosada para ver de qué
manera el teatro y la actuación que hacemos en un escenario lo podemos llevar a la calle. Porque
también es muy fácil convencer al otro, y lo digo en el mejor sentido de la palabra, estamos en un
momento de gran crisis a nivel nacional y mundial donde se necesitan ideas nuevas. Como decía, a
mí me internaron en el 2012 porque yo estaba súper activo en relación a querer cambiar el mundo,
estaba con una misión que me la tomaba con mucho placer en relación a poder cambiarlo. Y a veces
me sucede, como ahora, que tengo mucho miedo a sentir que pasan los años y me voy debilitando.
Me parece que los movimientos que quieren cambiar el mundo se tienen que meter de alguna
manera en el discurso dominante para ir quebrándolo de alguna manera. No se trata de que uno diga
“Las cosas son así. ¡No, son así! ¡Vos sos esto! ¡Vos mentís! ¡Yo digo la verdad!’’, me parece que en
ese juego el mundo va a seguir así por muchos años. Me parece que la cosa puede cambiar si uno
empieza a saber que ‘’ese’’ está mintiendo, pero no se lo dice, lo escucha, y ve qué puede hacer uno
para quebrantar los niveles de mentira del otro, los niveles en donde está en juego el ego, y no así la
verdad. El humanismo tiene que ver con eso, si queremos cambiar el mundo seamos sensibles.
Si tengo que hablar de la relación entre el teatro, la actuación y la locura, para mí cuando
uno sale a la calle tiene que poder ver en la sociedad y en todo el circuito que la sociedad genera: la
gente que camina, cruza la calle, el policía que viene y hace algo o está simplemente parado y deja
su lugar para ocupar otro, etc. Uno tiene que entender que todo el movimiento que se genera en la
sociedad tiene que ver con el teatro. Yo hace diez años que entreno teatro y en un momento me di
cuenta que tenía una caminata muy parecida a la que cuando en una clase me decían “Caminen por
el espacio’’, se me empezó a generar ese espacio en las calles. Me acuerdo que para cruzar las calles
hacia movimientos de rítmica que había aprendido en la facultad, para esquivar a alguien, para
seguir camino, para detenerme. Yo creo mucho en el caminante. Creo que en la sociedad se arma
todo un circuito de cosas que la persona-actor tiene que ser capaz de entender y de decodificar, y
tiene que ser un potencial generador de ‘actitud social’ en el sentido más artístico de la palabra. Me
parece que los artistas tenemos que estar ahí, tenemos que ser jueces. Creo que los actores
fundamentalmente, a los que nos enseñan a ser cada vez más sensibles y a entrenar el caminar, la
percepción, la mirada periférica, tenemos que ser justicieros, pero no con el discurso, sino con otra
cosa relacionada con la empatía, con las miradas, los gestos.
Yo apuesto al performance constante, y con el performance constante puede suceder que en
algún momento, como a mí de hecho me pasó, que te vean como un loco. Mucha gente te va a ver
como un gran artista, mucha gente te va a ver como una gran persona, pero muchos más te van a ver
como un loco y esos van a hacer cosas para que te internen. A mí me pasó eso, hubo una gran
cantidad de gente, como autoridades de la institución de arte y otras más, que le empezaron a decir
cosas a mis viejos. Lo peor de todo es que pasaron dos años y medio y yo sigo sosteniendo este
discurso, yo era una performance constante y sigo apostando a que eso sea así. Yo en ese momento
no reconocí ningún riesgo, mi militancia más activa como performancero fue entre mediados de
septiembre y mediados o fines de diciembre, fueron tres o cuatro meses de dormir muy poco. Lo
que pasa, cuando uno maneja el delirio, es que todo es más fácil, encarar una obra de teatro es más
fácil, abordar una mujer sensiblemente es mucho más fácil, hacer amistades es más fácil,
desaparece esta cosa de “Me dijo, ¿Qué me quiso decir?’’.
Yo siempre hablaba de los siete pecados capitales como siete pecados del capitalismo, (la
soberbia, la envidia, el egoísmo, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la pereza); yo creo que manejar
el propio delirio tiene que ver con emanciparse del discurso capitalista que maneja estos siete
pecados capitales. Se hace todo más fácil cuando uno entiende su propio delirio y lo sabe dirigir,
porque empieza a encontrar un espejo humano con la sociedad. Yo creo que el delirio es como un
puente hacia un gran poder, y veo particularmente que ese poder uno no tiene que mezquinarlo. En
algún momento pude haber pensado “Esto es mío, no me lo toquen’’, sin embargo nunca hice ese
acto de apropiarme propiamente del delirio. Entonces por eso cuando me internaron dije “Bueno
¿por dónde vamos, adónde vamos, adónde es, a dónde hay que ir?”, me lo tomé de una manera,
como diciendo “Bueno, a ver qué viene’’. Pasa que cuando estuve adentro me cambiaron la cabeza,
porque ahí si me re contra drogaron, me pincharon el orto, me cagaron a trompadas otros locos, y
ahí sí mi vida cambió. Ese delirio fue pervertido, me re contra cogieron, me la metieron por atrás de
una manera asquerosa, y yo salí con todo el culo roto, me duele decirlo pero es así, salí violado, a
mí me violaron (en el sentido más simbólico de la palabra, la violación como un rapto, un acto de
violación hacia mi propio delirio). Después mis compañeros de militancia me decían ‘’Te tenés que
rehacer’’.
Yo sigo luchando contra eso, con mi vieja ahora me llevo mejor, pero durante dos años yo la
odié; ahora se me pasó, porque sé y porque hablando con un amigo pude entender que no fue ella la
que me internó sino que fue ‘‘aquel’’ organismo de poder que dijo “Uy, este pibe está haciendo
mucho bardo, a este pibe le están empezando a creer muchas cosas. Ojo al piojo. Bueno, metámoslo
adentro y ya está’’. A mí me parece que pasó algo de eso, pasaba el tiempo y yo empezaba a generar
situaciones de poder cada vez más grandes con mi delirio. Ahí sí estaba la diferencia entre el
manicomio como un lugar para conocer gente y generar como una pseudo cofradía, y la aparición
de la internación en su forma más política y persecutoria.
Pienso también en como la psiquiatría hace de la tristeza un problema que hay que
solucionar. Gran error. La tristeza para la psiquiatría es angustia y hay que medicarla, gran error
también. Pienso también en el circuito que se genera en el manicomio y que está establecido por la
institución. La psiquiatría es la que controla qué se dice y qué se hace, por mucha bondad que pueda
haber de parte de la naturaleza del ser humano, ‘‘la cosa’’ está controlada y ordenada, y todo eso
sucede entre los enfermeros, los psicólogos, el director de la institución, el jefe de servicio
psiquiátrico. Hay toda una red de relaciones que no se ven porque están intervenidas por la droga y
están controladas, y claramente siempre hay una voz que dirige las cosas y no es precisamente la de
Dios.
Cuando entro en un manicomio entro con la intención de infiltrado, de colaborador, de
ayudante, de sanador, entro con esas intenciones pero no lo digo.
Derecho al delirio y diversidad mental.

Por Alan Robinson

La infancia.

Les voy a contar a todos los amigos imaginarios y a todos los lectores imaginarios como fue
mi infancia, porque de alguna forma uno cuando escribe, imagina lectores posibles. Algunos les
escriben a la familia, otros les escriben a los oprimidos, otros le escriben al pasado y otros le
escriben a los lectores imaginarios, como yo.
Nací en Bahía Blanca en 1977, en plena dictadura militar. A mi padre lo habían destinado en
una base militar. Mi padre había estudiado el liceo militar y en la dictadura a los médicos los iban
cambiando de lugar, por eso yo nací en Bahía Blanca porque mi padre estaba trabajando ahí como
médico. Por suerte no quedó comprometido con situaciones de tortura o situaciones de violencia.
Por suerte él pudo de alguna forma auto excluirse de eso. De Bahía Blanca no me acuerdo nada,
viví hasta los tres años ahí.
Después nos fuimos a Francia porque a mi papá lo mandaron ahí a estudiar. De Francia
tengo algún que otro recuerdo, vivimos un año ahí y en ese entonces ya había nacido mi hermana.
Tengo algún que otro recuerdo con mi mamá, en un pasillo de un departamento jugando con un
autito de juguete y algún que otro recuerdo del frío.
Después volvimos al barrio de Parque Chacabuco, a un departamento y ahí ya empiezo a
tener más recuerdos de los primeros juegos con mis hermanos, del jardín de infantes, de jugar con
los bloques, de jugar con la madera, de la salita donde estábamos y unos cuantos amigos que
conservo del jardín de infantes. Mi infancia fue bastante feliz porque jugaba mucho en el Parque
Chacabuco, al que ahora llevo a mi hija. Recuerdo mucho trepar a los árboles, jugar a la pelota tipo
potrero. Tenía un amigo que se llamaba Hernán Bavio, hincha de Racing. Yo soy de Independiente y
siempre jugábamos mucho, potreábamos con Hernán.
Tengo muchos recuerdos de un amigo que se llamaba Julián Sansiñena que me invitaba a
una especie de campo/quinta que tenía en Mercedes, provincia de Buenos Aires. No era una quinta
pero tampoco era un campo, tenía caballos, vacas, sembrados, un campo muy chiquito pero que lo
usaban como quinta no como granja, y tenía una pileta. Y con Marina, la hermana de Julián, que era
más grande y aventurera (ella nos llevaba quince años), íbamos a andar a caballo por las calles de
tierra, íbamos a esperar pasar el tren e íbamos a un lugar donde parece que había un castillo, que
nunca supe si era verdad o era una fantasía de la hermana de Julián. Eso fue muy lindo, muy feliz.
Escribía cuentos y poesía en la infancia. Y era muy enamoradizo. Yo me enamoraba muy
fácilmente, demasiado fácilmente me enamoraba.
Recuerdo a Paula Vilas, la maestra de sexto grado que la echaron porque era medio zurda.
Nosotros hicimos mucho lío, salimos a hacer como una revuelta por el colegio y yo en la puerta del
baño de madera, agarré un compás y con la punta escribí “Paula no se va’’. Años mas tarde fui y
todavía estaba grabado “Paula no se va’’. Paula se fue, lógicamente porque era un colegio privado y
la rajaron a la mierda, pero se perdieron una gran profesora de literatura. Yo siento que ella nos
inspiró a todos a encontrar nuestra vocación, a valorar el sentido profundo de la vocación. Una
vuelta en una clase, que andábamos medio en cualquiera, nos hizo pasar uno por uno a hacer una
exposición de qué nos apasionaba en el mundo.
Yo jugaba mucho con los playmóviles de chico, no sé por qué me gustaban tanto los
playmóviles, me hacía mucho un mundo de fantasía. Fue una buena educación, yo tuve una
educación de clase media burguesa. Tengo dos hermanos, Eric y Leslie, más chicos ambos. Mi viejo
venía del conurbano, de una clase tirando a media-baja, una clase muy laburante. Pero mi viejo
pudo estudiar, hacerse médico y se casó con mi vieja que se hizo ama de casa y quería ser profesora
de educación física. Después fueron creciendo económicamente, y les fue bien. Mi mamá trabajó
mucho en la casa y en nuestra educación. Nos dio mucho amor mi mamá. La educación, en balance,
yo creo que fue una buena educación. Tuve conflictos con mi viejo más que con mi vieja. Con mi
vieja tuve una relación más suave, más amorosa; y con mi viejo durante toda la adolescencia tuve
muchas confrontaciones, muchos conflictos, idas y vueltas.

La juventud.

La secundaria ya fue más traumática. Yo no sé por qué terminé en el Colegio Nacional de


Buenos Aires. Yo no creo en los proyectos educativos que pretenden formar personas, yo creo en los
proyectos educativos pedagógicos, que enseñan y creen en los procesos de enseñanza. Para mi los
proyectos educativos que forman lo único que hacen es provocar daño, dolor, exclusión y división
de clases; porque pretenden que la persona se adapte al proyecto educativo y no el proyecto
educativo a la persona. El proyecto educativo debería estar al servicio de los educandos, no los
educandos al servicio de las necesidades del proyecto educativo de la institución. Entonces el
Numen, el colegio donde fui en la primaria, era medio un colegio de elite, de esos colegios que
hablan de un proyecto educativo modelo, de alta exigencia; ahí había como cierta mística y cierto
coqueteo con el Colegio Nacional de Buenos Aires (que es un proyecto de formación, donde los
estudiantes se tienen que adaptar a la institución y no al revés). Cuestión que yo terminé entrando a
ese colegio, a la primera división, pero no fue una buena decisión que yo entrara a ese colegio.
Yo era un pibe bastante sensible, ya se me veía la veta artística de chiquito. Escribía, actuaba
en los actos, no solo presentaba, también había formado un grupo de teatro dentro del colegio,
hacíamos sketchs de “Les Luthiers” y también hacíamos sketches de nuestra autoría y nos
parodiábamos a nosotros mismos y a las maestras. Y éramos pibes muy chiquitos.
A las personas que se dedican al arte (ni a nadie) hay que llevarlas para que se adapten a una
institución. En realidad ninguna institución debería existir, ni las instituciones grandes como el
poder ejecutivo, judicial o legislativo, ni las instituciones pequeñas como las escuelas o las iglesias.
Porque en las instituciones la gente va a adaptarse a la institución, pero debería ser al revés, debería
cambiarse el criterio de institución y la institución debería estar al servicio de la gente, no la gente
al servicio de la institución. Las instituciones ponen las reglas y no debería ser así.
En la secundaria yo no la pasé bien, comencé a tener conflictos, no sé si son normales, pero
en esta sociedad son normales los conflictos de la adolescencia. Conflictos como que no me
encontraba en el mundo, no me sentía bien, sentía mucha presión. Yo me acuerdo que era medio
payaso entre mis amigos y me sentía mal con ese rol, con el rol de payaso me sentía mal en general.
Además estaba muy exigido en el Colegio Nacional de Buenos Aires, académicamente y
humanamente, y esa exigencia me generaba un conflicto existencial y entraba en conflicto con mis
roles mas sociales y de amigos.
La adolescencia, no debería ser lo que es, creo que la idea de adolescencia como está, esa
cosa de la falta lacaniana, “el que adolece’’ no debería ser así. Debería ser la juventud, de niño a
joven, otro tránsito debería haber. Debería ser distinto, no debería tener tanta exigencia en la
sociedad el hecho de profesionalizarse o terminar una secundaria. Las sociedades deberían tener
otra relación con los trabajos, los oficios y las profesiones. Deberían presionar menos a las familias,
a los niños, a los jóvenes y parar con esta cosa de “Hay que estudiar, para tener una profesión. Hay
que ir a la universidad para ser alguien en la vida y ganar dinero’’. Creo que se puede ganar dinero
sin terminar el secundario y ser feliz. Me parece que eso sería lindo, como otra idea de la
adolescencia.
Mi secundaria la terminé en un bachillerato acelerado. Después fui a probarme al IUNA y a
la EMAD pero no entré. Me fui a la Universidad de el Salvador, entré en la Licenciatura de Arte
Dramático y la terminé. Después hice el profesorado de Arte Dramático y lo terminé. Cuando estaba
en la universidad empecé a trabajar, trabajé en la calle haciendo malabares y trabajé como animador
de fiestas infantiles. Yo quería pagarme mis estudios e iba trabajando. Empecé a trabajar de actor de
muy joven también. Cuando ya estaba terminando la licenciatura, (mi tesis fue un proyecto de
dirección y dramaturgia, la obra de teatro “El eskape del Panóptico’’) arranqué mi camino como
director y profesor, a los 24 años y a trabajar como director, profesor y eventualmente trabajaba
como actor, pero muy eventualmente, en situaciones muy específicas. Mi experiencia es como
profesor, director y escritor.
Creo que incliné mi profesión más para la dirección y no tanto para la actuación porque ya
en los talleres, de jovencito antes de entrar en la universidad, me gustaba mucho mirar las escenas
de los compañeros y dar una devolución. Me gustaba mucho el momento de escuchar a los demás,
dar las opiniones sobre la escena; porque me hacía pensar mucho en lo que había visto y en lo que
yo podía hacer en escena. Después en la universidad también me pasaba eso, me gustaba mucho el
momento del debate cuando se mostraba la escena y se podía debatir.
Los debates siempre me gustaron, el intercambio de opiniones, creo que se aprende mucho
en el debate. Las devoluciones al actor me gustaban mucho, me parece que se aprende mucho y que
es un momento de mucha riqueza, y también hay para mí, en ese momento, algo muy mágico, lo
que le devolvés al otro de una forma muy amorosa. Las devoluciones que se hacen después de una
escena para mi contienen mucho amor y en otro orden, porque también el momento de la
devolución está en el plano de la ficción, no es el plano cotidiano, el diálogo y la sensibilidad son
otras, es creativo también. Hay un plano sensible y mucho cuidado y respeto, por lo menos como yo
entiendo una buena devolución teatral. Creo que todo eso fue lo que me llevó a la dirección, a
querer dirigir. Y las cosas que leía también me gustaban mucho, la teoría. La primera vez que leí en
la universidad “El teatro y su doble’’ de Artaud, me hizo volar mucho la imaginación, todos los
desafíos planteados en ese libro, toda la cosmovisión, la mirada de qué es la realidad planteada en
“El teatro y su doble’’ por Artaud fue como un desafío. Me acuerdo que, la primera vez que lo leí,
sentí: “Esto es para mí el teatro. Es muy difícil lograr esto en el teatro pero este debería ser el rol
social del teatro’’. Y ahí estudiaba Brecht, Stanivslasky, Grotowsky, Artaud.
Previo a la carrera ya había hecho teatro también, había estudiado en distintos talleres, en el
Centro Cultural General San Martín, en la Sala Alberdi antes de que la desguazara el macrismo.
También había hecho otros talleres barriales y como actor había hecho ‘’En familia’’ de Florencio
Sánchez en un taller con un profesor de teatro (que no era muy buen profesor pero era muy
entusiasta).
Hoy me dedico a muchas cosas. Me dedico a la escritura, a la dirección de teatro y a la
enseñanza de teatro. Me dedico a la actuación también, porque hoy estoy en dos proyectos, uno de
dirección y otro de actuación. También me dedico a escribir para cine y para televisión, para una
productora que se llama CACTUS cine. También me dedico a mi familia, a mis amigos. Me dedico
tiempo a mí también. Y dedico también a la defensa de la locura, de los locos y las locas.
Yo sueño con hacer una obra en un teatro en Grecia, en el Partenón o alguna de esas ruinas y
refundar el teatro universal. Quisiera refundar el teatro y que se empiece en todo el mundo a hacer
un nuevo teatro, y que mucha gente haga escuelas. Sería un teatro ritual, un teatro mágico, un teatro
que transforme la realidad, un teatro loco, un teatro de locura. Es muy largo el tema porque
comprende la ética y la estética; tengo un libro escrito al respecto y voy por un segundo libro. Ese
es un sueño, tengo muchos más sueños. Tengo un sueño personal que es recorrer la ruta 40 con mi
familia en auto, acampando a orillas de los ríos, en un autito humilde y que el objetivo sea acampar
y pasarla bien. Sueño subir montañas con mi hija y mi mujer.
Son muchos los sueños que tengo. Sueño hablar en la ONU y en la Organización Mundial de
la Salud para defender el derecho al delirio y que me escuchen todos los líderes del mundo. Sueño
también con tener una casita en el campo o provincia de Buenos Aires o en la montaña y pasar la
mitad del año en la montaña en una casita o cabañita o en provincia de Buenos Aires, y la otra mitad
en Buenos Aires. Sueño con escribir muchos libros y que se traduzcan a todos los idiomas del
mundo. Sueño con dirigir muchas obras de teatro y que mucha gente vea las obras de teatro que yo
dirijo.
Sueño que la sociedad enloquezca, se vuelva loca, que todos se vuelvan locos, pero es muy
difícil que suceda eso. Sueño que dejen de existir las instituciones, la democracia, las monarquías,
la policía, los ejércitos, la producción de armas, la producción de drogas legales e ilegales, las
universidades, las escuelas, los colegios, los jardines de infantes. Sueño que volvamos a recuperar
nuestra relación con la naturaleza, sueño que dejen de existir los países, el psicoanálisis y la
psiquiatría, los curadores de arte, los museos. Sueño que deje de existir el miedo.
Sueño que el mundo seria una maravilla sin todas estas cosas, un mundo feliz. Seria un
mundo de aldeas, de comunidades, de pueblos, sin jefes, sin instituciones, sin propiedad privada;
donde la gente se organiza a conciencia, en solidaridad, en fraternidad; donde la solidaridad, la
libertad y el respeto son los valores más importantes; donde obviamente el arte ocupa el lugar del
comercio, ósea en vez de consumir productos se consumiría arte en este mundo que yo sueño; no se
consumirían leds ni televisores; no habría autos obviamente, ni tampoco aviones, caminaríamos o
andaríamos a caballo. Yo sueño con un mundo anterior, sería distinto, habría que cambiar, sería
como lo que pasaba antes que se crearan las monarquías, los imperios y los feudos, antes que
existiera eso habían más tribu. Yo sueño con ese mundo.

La salud.

Para mi la cordura es lo que nos enseñan que hay que hacer. La cordura es una cosmovisión
y la locura es otra cosmovisión. Cosmovisión significa una forma de entender la realidad y vivir con
ella. La cordura es un paradigma y la locura es otro paradigma. La cordura es el sentido común que
varia según la cultura, no es lo mismo la cordura en Tokio, que en Buenos Aires, que la cordura en
en Río de Janeiro o la cordura en París, porque los valores culturales son distintos y cambian. Pero
la cordura sí responde a un sentido común, y el sentido común se construye a trabes de mandatos,
de los mandatos de la religión, de la educación, de los mandatos de la concepción de familia y de
los mandatos políticos, de cada cultura; entonces hay toda una reacción inconsciente para defender
esos mandatos. Por ejemplo la cordura siempre demanda coherencia, la coherencia se supone
moralmente positiva, la locura no.
La locura como paradigma es una forma de ver la realidad, no es una forma de aislarse de la
realidad, es una forma de ver, sentir, entender y pensar la realidad, donde las alucinaciones y el
delirio son parte. Quizás la gran diferencia biológica entre la cordura y la locura es la alucinación.
En la biología del loco la alucinación es parte de su identidad, es un fenómeno que sucede en la
mente, que también sucede en las emociones, en la conducta, en los cinco sentidos; en la cordura
ese fenómeno no está, lo más parecido a ese fenómeno que hay en la cordura es la imaginación.
Solo el loco puede alucinar. Quizás la gran diferencia entre el cuerdo y el loco es la capacidad de
alucinar. Las similitudes es que son dos cosmovisiones, dos paradigmas, dos formas de ver la
realidad. La alucinación es un valor positivo de la locura. Lo que sucede es que la cordura se ocupa
de reprimir esa forma de ver el mundo, porque para la cordura la forma de ver el mundo del loco es
subversiva del lenguaje y de la cultura. Los órdenes del lenguaje los establece, los domina y los
impone la cordura, entonces como ella quiere mantener el orden del lenguaje, la forma que tenemos
de comunicarnos y la forma que tenemos de estar en la cultura, reprime el orden que propone la
locura. La locura propone otro orden del lenguaje, otra lógica del lenguaje, otra forma para
comunicarse entre seres humanos y propone otra cultura también, subvierte la cultura establecida
por los cuerdos. Entonces lo que hacen los cuerdos con los locos es reprimirlos, maltratarlos,
torturarlos y matarlos.
Creo que esta reacción de los cuerdos hacia los locos es primero por miedo y después por
intereses económicos, políticos y culturales. Cualquier cuerdo quiere que la forma de comunicarnos
siga siendo la que conocemos, que no sea la forma de comunicarnos de los locos, porque no la
conocen, porque sienten que se quedan afuera de eso y no se animan a incluirse en la forma de las
alucinaciones, a verlas como forma de comunicación de los seres humanos. Y tienen miedo,
básicamente es un gran temor y detrás hay un gran negocio.
Ignoro cómo era la percepción antes del inicio del capitalismo porque tanto de antes no sé.
Yo leí “Historia de la locura de la época clásica’’ de Foucault, que no vendría a ser la historia de la
de locura porque Foucault de locura no sabía nada, Foucault sabía mucho de historia de la
psiquiatría y las instituciones manicomiales, pero no sabia nada de la locura. Freud y Lacan
tampoco sabían sobre la locura. Ellos sabían sobre teorías, criterios diagnósticos y tratamientos.
Pero desconocían todo sobre las locuras.
Lo que creo es que la percepción de la realidad de los locos es distinta. Como escribía
Artaud, hay un séptimo sentido: están los cinco sentidos, hay un sexto que sería el sentido de la
intuición, que un poco lo compartimos con los cuerdos, y después tenemos un séptimo sentido que
Artaud le ponía un nombre egipcio.
La salud mental es algo que aparece un poco en este siglo como una fuerza. Empieza
hablarse de salud mental a partir de los movimientos de anti-psiquiatría, a partir de la
desmanicomialización, pero en definitiva me parece que la salud mental es algo que aparece y que
es bueno porque en vez de tener miedo a nuestras alucinaciones, tenemos que cuidar nuestra salud
mental. Si alucinamos en lugares de riesgo es muy probable que nos encierren en manicomios o que
nos droguen con drogas psiquiátricas y que nuestra salud mental se deteriore, porque la salud
mental se deteriora por los tratamientos, no por las alucinaciones. También el riesgo de hablar de
salud mental hoy en día es reconocer la existencia de la enfermedad mental, cuando en realidad la
enfermedad mental no existe. En ese sentido, una vez le pregunté a Vicente Zito Lema que opinaba
sobre la salud mental y él me dijo que ni siquiera hay que hablar de salud mental, hay que hablar de
salud social, porque si la sociedad tiene salud, el sujeto va a tener salud, porque va a estar en una
relación inteligente y saludable con esa sociedad, como que no hay que individualizar el problema
en la persona “La salud mental de este loco, recuperó su cordura entonces ahora esta sano
mentalmente’’. Yo tengo salud mental y puedo “ver” y “escuchar” desde otro lugar por ejemplo. No
hay que pensar que la salud mental es cordura, yo creo que no hay que asociarla solo a la
coherencia. Salud mental no es ausencia de alucinaciones. Me parece que salud mental es la
posibilidad de ser o estar feliz en vez de “tiene un trabajo, tiene esto, tiene lo otro’’. Hay locos que
han sido tan lastimados por los manicomios, que su salud mental hoy es tener un certificado de
discapacidad y tener una vida medianamente suave, en paz y que no los castiguen más; hasta ahí
tienen salud mental. Una persona portadora de certificado de discapacidad, llega al certificado
porque la cultura, el sistema y la sociedad la castigaron mucho. Sino, no llega.

El encierro.

Los manicomios, como ya lo dijo el poeta español Leopoldo García Panero, son campos de
exterminio nazi. Así como se exterminó a los brujos, a los homosexuales, a los judíos, a los gitanos,
hace 500 años que se extermina a los locos en los manicomios. El manicomio es una técnica para
matar a los locos y la técnica consiste en aislar las alucinaciones en el individuo para instalarlas en
el sujeto como los síntomas de una enfermedad o trastorno mental. El manicomio logra transformar
las alucinaciones, que son parte de la identidad sana de la persona, en síntomas, en enfermedad o en
problemas a evitar. Algunos lo llaman descompensación, otros lo llaman desequilibrio, otros lo
llaman esquizofrenia, otros lo llaman terapia, otros lo llaman padecimiento mental, les ponen
distintos nombres. El problema es los trabajadores de la salud mental no pueden ver en las
alucinaciones, mas que una carencia o una defensa.
Me parece que la ley propone cerrar los manicomios porque propone un nuevo paradigma
que es entender la salud mental de las personas (de los cuerdos y los locos) desde el paradigma de
los derechos humanos. Es un paradigma sanitario donde la salud pasa a depender de la relación del
sujeto con su comunidad, con su trabajo, con su vivienda, con sus relaciones, con su cuerpo. Ya no
solo es la biología del cuerpo, ya se empieza a entender la salud social. Por esto creo que la ley tiene
una mirada inclusiva de las locuras. Creo que esta muy bien que la ley ordene que se deben cerrar
los manicomios privados y públicos. Que toda persona que sufre o está mal vaya a los servicios de
salud mental de un hospital general; y las personas que están muy mal por falta de recursos
económicos, o en situación de calle, o en consumo problemático de drogas, o en problemas con la
ley, que esas personas también puedan encontrar su vivienda, que el estado les dé una vivienda, les
dé subsidios, planes, programas comunitarios, programas de inclusión, programas para una buena
relación con la comunidad. Creo que el paradigma que propone la ley es un paradigma de inclusión
social, es un paradigma para atender la salud mental desde los derechos humanos y eso no es lo
ideal pero es mejor que el paradigma de la psiquiatría biológica.
El encierro en si no existe, te encierran, que es distinto. A mi me encerraron varias veces en
manicomios. La primera vez que leí la ley y llegué a la parte que hablaba de los manicomios me
emocioné mucho y sentí que todo mi sufrimiento en lo manicomios cambiaba de sentido, se
transformaba. Lo que había sido y era un sufrimiento muy personal, que yo no podía compartir con
nadie, de pronto tenía sentido. No había forma de poder compartirlo porque los grupos de ayuda
mutua que existían antes de la ley, eran todos grupos financiados por laboratorios privados y eran
todos grupos que pretenden discapacitar a las personas como FUBIPA. La ley lo que dice es
“Creemos en la capacidad del individuo’’. Cuando leí la parte de cerrar los manicomios, sentí una
alegría indescriptible, una emoción muy del orden de la locura, no de la cordura, porque era una
emoción que no se puede explicar; una esperanza fuerte también y sobre todo una sensación de “no
fue en vano’’, que todo el sufrimiento que a mi me tocó vivir, ahora cambiaba su sentido y tenía un
sentido mucho mas poderoso. Gracias a lo concreto de cerrar los manicomios, yo pensé “Bueno mi
experiencia ahora sirve, pasa a estar al servicio de la sociedad para cerrar los manicomios’’. Yo puse
mi experiencia al servicio, mi testimonio lo puse al servicio con el libro que escribí “Actuar como
loco’’.
Yo creo que cuando una familia manda a un pariente aun hospital psiquiátrico, trata de
olvidar lo más rápido posible que lo mandaron a un hospital psiquiátrico, lo mismo pasa con los
hospitales para las adicciones. Yo creo que la gente se queda tranquila de que existan los hospitales
psiquiátricos porque frente a la parálisis que sienten, piensan “Bueno, mejor encerrémoslo al loco.
Deliró, hizo algo alucinado, delirante, alocado, descontrolado, encerrémoslo en un hospital
psiquiátrico’’.
Yo conocí mucha gente en los loqueros y también familias de locos, y creo que la gente no
puede o no quiere hablar de eso. Yo voy seguido al Borda, a visitar amigos que tengo ahí adentro y
me llama mucho la atención la poca cantidad de familiares que van al Borda, muy pocas veces veo
familias que van a visitar a los locos. Y las pocas familias que van, toman mate con sus locos en el
pasto cerquita de las rejas. A mi siempre me da la sensación que esas familias, primero tienen
esperanza porque están juntos, están fuertes y el amor esta presente; y segundo como que se quieren
salir, se quedan cerca de la reja porque se quieren ir de ahí y lo quieren sacar al loco lo mas rápido
posible.
Muy pocas familias pueden recuperar a su pariente y sacar lo más rápido posible a sus locos
del psiquiátrico. Pero la gran mayoría de las familias creo que apelan a que el hospital psiquiátrico
sea la forma de solucionar la locura. Entonces el hospital psiquiátrico, cuando puede y le da el alta
al loco, lo que le deja es el manicomio en el cuerpo, que es la droga dependencia psiquiátrica y el
dispositivo semántico instalado en el loco, para asociar la propia locura con la enfermedad mental y
de esa forma depender de las drogas. La familia con eso se queda tranquila porque el loco quedó
anestesiado para siempre y de por vida y lo único que tienen que hacer es darle la medicación y ya
está. Aceptar la enfermedad mental es quedarse con el manicomio en el cuerpo. Ahora la idea social
de los manicomios es un poco mas compleja, a mi me cuesta aceptar esa idea. La idea social de los
manicomios es como un gran miedo, como un gran mandato que sugiere “tienen que estar’’.
Por suerte tenemos una ley y por suerte también está la política en la sociedad, porque lo que
se preguntan las personas, que no tienen mucha relación con el campo de la salud mental, cuando
les hablas de la ley es “¿Y que hacemos con los locos?’’. Entonces la idea social es que los
hospitales psiquiátricos tienen que existir porque es lo único que se puede hacer con los locos. Lo
bueno que nos da la ley es el paradigma de inclusión. Yo he tenido la siguiente discusión con
familiares, con amigos y con conocidos cuando les cuento de la ley, me dicen “¿Y que hacemos con
los locos?’’ y yo respondo “Los incluimos’’ y me dicen “Bueno pero eso es algo que vos decís’’ y
ahí digo “No, no es algo que yo digo, es algo que dice LA LEY NACIONAL DE SALUD
MENTAL Y ADICCIONES’’. Entonces cuando uno dice “Incluir a los locos esta respaldado por
una política de estado’’ las personas te empiezan a escuchar. Porque los ciudadanos son personas
que obedecen lo que el estado manda y se quedan tranquilos porque obedecen, no tienen fantasías,
ni pensamiento critico, ni libertades; entonces los ciudadanos, cuando el estado ordena cerrar los
manicomios, se quedan tranquilos porque dicen “Ah bueno, por algo será, voy a obedecer’’.
Obedecer enferma.
Yo lo exagero un poco para promover el pensamiento crítico, y ponernos en el lugar de los
locos, que somos los excluidos entre los excluidos. Un loco es una persona que esta mas excluida
que un villero, porque al villero no lo torturan, no le pegan; el villero tiene opción, puede elegir
“consumo paco o no consumo’’; además el villero también tiene su parroquia, tiene sus curas
villeros, tiene los grupos que van ahí a tratar de ayudar, puede elegir. El loco no, al loco lo atrapan,
lo inyectan, lo obligan a drogarse dentro del psiquiátrico; cuando no le hacen torturas, como
electroshock, como habitación de castigo, como baños fríos, como ataduras mecánicas. El sistema
de salud mental hoy, es peor que la trata de personas, porque tiene legitimidad social. Entonces
volviendo a la idea social que se tiene de los manicomios es que es la mejor forma de excluir a los
locos, la forma “mas sana’’ de excluirlos, pero en realidad el manicomio y los hospitales
psiquiátricos son una forma de tortura, peor que una red de trata.
Cuando yo leí por primera vez esta ley, una de las primeras cosas que pensé fue “Esta ley
fue posible porque los que tienen el poder estaban distraídos’’, porque estaba tan instalado el poder
de la psiquiatría biológica y tan instalado el manicomio como negocio y como represión, estaba tan
naturalizado que nadie se iba a preocupar. Es como la democracia ahora, a nadie le preocupa la
anarquía, porque la democracia esta instalada en el sentido común como lo bueno, lo posible, lo
mejor que nos puede pasar, y nadie se preocupa por la anarquía. Nosotros tuvimos un 2001, pero
como no hay mucha educación anarquista, no supimos aprovechar en el 2001 el camino anarquista
y a todos nos sorprendió el 2001. De pronto estábamos todos sin presidentes, de pronto estábamos
todos desesperados. Hay gente que se suicidó, fue muy grave el 2001 a nivel social, hay gente que
perdió muchas cosas, gente que sufrió mucho. Si hubiésemos tenido mas educación anarquista, no
hubiésemos sufrido tanto como sufrimos, y hubiéramos ido por un mejor camino social, pero
estábamos muy tranquilos en la democracia. Bueno con la ley mi primera hipótesis fue que pasó lo
mismo, estábamos tan tranquilos en cómo se trataba a los locos, que nadie se hubiera imaginado que
iba a entrar una ley nacional de salud mental que propone un paradigma de inclusión de las locuras.
Yo creo que están las personas que se oponen por quejarse, personas que se quejan y que son
la gran mayoría, que no entienden del tema y no se van a dar cuenta del cambio, no lo van a notar; a
lo sumo leerán alguna que otra noticia acerca de casas privadas de medio camino que se abren.
Porque seguramente van a empezar a aparecer proyectos vinculados a la psicología y a la psiquiatría
en el ámbito privado, proyectos de inclusión, como centros culturales, casas de medio camino,
hospitales de día, cooperativas, incluso en la economía social también van a aparecer; pero yo creo
que las personas que se quejan no lo van a ver. Ahora están también las personas que critican y que
lo que están tratando de instalar es un retraso en un movimiento que ya es inevitable. El movimiento
de la locura, es inevitable; pero estas personas tratan de instalar el discurso de que la ley no esta
reglamentada y que la ley no se aplica, discurso absolutamente falso y tendencioso, y son las
personas que critican, no que se quejan, critican y además son las personas que piensan “Yo respeto,
pero no comparto’’. Tratan de instalar el discurso de que la ley no se aplica y que la ley no esta
reglamentada; y la ley si se está aplicando y la ley si está reglamentada. Por supuesto es un proceso
de cambio cultural, social, político y económico. Es un proceso. No es una ley que de un día para el
otro la tenés instalada. Hay que tener paciencia, que esta ley se implemente plenamente y después
meter una nueva ley sobre nuestra identidad en la que nos reconozcan el derecho al delirio.
A mi me invitaron, en representación de APUSSAM a hablar como panelista y hacer el
cierre del segundo 2º encuentro de universidades en relación a ley nacional de salud mental (algo
así se llamaba), la organizó la CONISMA con el Ministerio de Educación. Invitaron a cien
referentes universitarios (profesores y directores) de universidades públicas y privadas de todo el
país a trabajar políticas educativas para que en la educación se instale el paradigma que trae la ley
nacional de salud mental. A mi me invitaron y yo no soy ni funcionario publico, ni estoy en ningún
partido político, estoy en una asamblea inclusiva. Defendí el delirio como derecho, la locura como
identidad, desde una mirada teatral sobre la cultura. Con ese mensaje después todos los directores,
profesores y referentes se fueron a trabajar, a escribir, a armar planes, programas y después se
fueron a sus provincias. Ese hecho concreto es un artículo de la ley nacional de salud mental y
adicciones. Entonces cuando critican que no se aplica la ley quieren evitar un cambio que es
inevitable.
La experiencia de estar encerrado en un manicomio es muy triste y muy cruel. Todo lo que
te hacen en un manicomio, y más en un manicomio privado es de una maldad extrema. Yo
sobreviví, pero a mi me torturaron. Yo estuve seis meses sin ver familiares ni amigos, a mi me
dejaron encerrado una semana en una habitación de castigo, yo estuve atado a una cama, a mi me
inyectaban medicación, y a mi me pegaron. Pero lo peor es la celda de castigo, dejarte una semana
en una habitación, una celda de dos metros por tres metros, que no tiene nada, no tiene ventanas,
solo tiene las paredes de cemento y la puerta de metal. Eso es una tortura.
Yo lo viví con mucho dolor. Los manicomios privados son mucho más crueles que los
manicomios públicos, porque en los manicomios públicos la comunidad entra a hacer actividades, a
hacer cooperativas, radios, talleres, etc. La comunidad entra, no libera a los locos pero entra; en los
manicomios privados no, la sociedad y la comunidad no entran. Son peores que las cárceles. Una
vez un loco en el manicomio Melchor Romero, me confesó “Prefiero estar en la unidad 20 (la
cárcel) que acá adentro”.
Además la ley ahí adentro, es la ley del dueño del manicomio privado, es la ley del director
y ahí solo se respeta la ley del director. Los cuatro manicomios en los que estuve adentro los viví
muy mal, los seis meses que estuve (que fue lo máximo que estuve) los viví muy triste. Ya los
últimos meses los dejaban a mis viejos sacarme a comer algo a una pizzería que había ahí afuera.
Esa hora que pasaba con mis viejos, era gloriosa, era la esperanza.
En la celda de castigo encontré mi espíritu, ahí yo descubrí que había una fuerza adentro mío
que podía e iba a poder sobreponerse a eso. Lo único que sentía ahí adentro era que había una
fuerza adentro mío que me iba a sacar de ahí. No sabía nada y no podía pensar porque estaba tan
drogado que no podía pensar si iba a poder estudiar, si iba a poder trabajar, si iba a poder hacer algo.
Pero si sabía, sentía que había algo, una fuerza, y era esa misma fuerza la que hacia que yo le
pegara a la puerta de metal hasta que me sangraban los nudillos. Pero esa fuerza que me hacía
pegarle a la puerta, no era mala, era buena y justa. Sabía que no iban a poder con eso, que en ese
momento habían podido y habían logrado encerrar mi cuerpo, pero no habían podido encerrar ni
controlar esa fuerza. Sabía que no me iban a poder frenar, que no me iban a poder mantener
encerrado, que no me iban a poder mantener drogado, que en ese momento lo habían logrado pero
que había algo que yo tenía que era mucho mas fuerte que todos esos psiquiatras, enfermeros,
psicólogos y manicomio juntos. Esa fuerza, que yo la llamo una fuerza espiritual, se impuso. Y no
solo salí, sino que seguí subvirtiendo el lenguaje y la cultura a través de mis alucinaciones, y lo sigo
haciendo. Lo hice de forma muy expuesta a los 16 y a los 26 años, lo hice de formas que quizás no
debería haberlo hecho, estaba en una posición de fuerzas dispar. Ahora puedo delirar
estratégicamente para que no me encierren en los manicomios.
Uno, para evitar el castigo, también tiene que entender que las alucinaciones no necesitan
fuerzas que apoyen. Una alucinación es como ponerle una bomba al lenguaje, entonces si pones la
bomba al lenguaje en la policía, o sea si te vas a la institución de la policía o a lugares donde sabes
que están vigilados y hay personas que te pueden castigar por haber cometido ese acto subversivo,
estás en peligro. Una conocida mía, acróbata, trabajaba de secretaria en el edificio de gendarmería
que está en puerto Madero. Salió por la ventana y escaló la pared, trepándose por los aires
acondicionados. Claro, la encerraron en un manicomio. Pero cuando “La organización negra” se
colgó del Obelisco, nadie los metió en un manicomio, sino que marcaron un antes y un después en
el performance nacional.
Por lo tanto hay que cuidarse, hay que alucinar en situaciones donde uno no esté en peligro
de ser psiquiatrizado o detenido y recluido en un manicomio. Esta es la primera vez que puedo
expresar esto de una forma más clara. Yo la viví mal a la experiencia de estar encerrado en un
manicomio, no la viví bien. Nadie la vive bien, nadie puede vivir bien ninguna experiencia en un
manicomio, ni las experiencias mas bellas como puede ser el Frente de artistas del Borda o la
Colifata, los locos no la pueden vivir bien porque están psiquiatrizados y recluidos
Cuando te encierran en un manicomio se pierde sobre todo la dignidad. Te humillan todos
los días. Se pierde el discurso, se pierden los argumentos, el trabajo, la familia, se pierden muchas
cosas pero lo más fuerte que se pierde es la dignidad. Recluir a una persona en un manicomio es
humillarla, subestimarla, torturarla, quitarle todo sentido a su ser y estar en el mundo. Se pierde la
dignidad y es muy difícil recuperarla. En un manicomio también se pierde la identidad porque la
forma de tratar a lo los locos es rechazando su identidad de loco. Allí instalan en la identidad del
loco el discurso de que es un enfermo. Los convencen a los locos y los propios locos dicen “Yo soy
un esquizofrénico, soy un depresivo, tengo un trastorno mental, soy una persona con padecimiento
mental’’. Los propios locos son los que aceptan un discurso que instalan entre el psiquiatra y el
psicólogo; se lo instalan para calmar a la familia. Lo que hacen los psiquiatras y psicólogos, al no
poder comprender lo que hace y dice el loco, es instalar la idea de que eso que hace y dice, es un
síntoma de un diagnóstico que requiere un tratamiento. Y ahí empieza la perdición.
Entonces, lo peor que te puede pasar si alucinás, es terminar en un psicólogo o psiquiatra. Se
pierde toda identidad porque instalan una enfermedad en tu identidad. Es muy grave perder la
dignidad, pero se puede recuperar; la identidad es muy difícil recuperarla, poder decir “Si, yo soy
Alan que puede alucinar, que puede imaginar, que puede trabajar, que puede hacer el amor, que si
quiere puede ser exitoso o solidario, y un montón de cosas’’ tiene que ver con la identidad, la
libertad de conciencia y la autoestima. La libertad de conciencia es un derecho humano.

La Libertad.

Yo sobreviví a los manicomios con el amor de mi familia y el amor de mi mujer. Yo


sobreviví gracias a que mi mujer me ama y yo la amo a ella. También gracias a mi hija hoy
sobrevivo, porque hay que luchar con el estigma todos los días, eso es sobrevivir. Hay que
sobrevivir todos los días al estigma. Yo fui portador de esquizofrenia, bipolaridad, psicosis, fui
portador de los peores diagnósticos y sobreviví con el amor. Yo confíe en esa fuerza espiritual que
descubrí en esa habitación de castigo, que es una fuerza de la naturaleza, y que ya había descubierto
haciendo andinismo a mis 14/15 años, pero la confirmé y la vi ahí.
Esa fuerza es también la fuerza del amor, es la fuerza de mi mujer, a la cual le estoy
eternamente agradecido, y la fuerza de mis padres, a quienes también estoy eternamente agradecido,
porque siempre trataron de dar pasos conmigo; siempre mi padre y mi madre acompañaron mis
pequeños logros a lo largo de mi vida. Y gracias a mis amigos de la infancia que aun conservo que
también me acompañaron y ahora me hacen chistes como “Ahora que no sos loco’’ porque ellos
saben que yo creo que hay que evitar las drogas legales, que son las drogas psiquiátricas; entonces
como yo superé la droga dependencia psiquiátrica, me dicen que ahora ya no soy mas loco y que ya
está. Me dicen que no hable más de la locura, y que ya no tengo derecho a hablar. Sobreviví gracias
al amor, al deporte y a la espiritualidad.
A los que están saliendo de los manicomios aconsejo juntarse con otros locos, en grupos de
apoyo mutuo, si es posible sin familiares ni psicólogos. La salida del manicomio es una situación
delicada, donde el loco está muy drogado, donde el loco está muy asustado de todo lo que le
hicieron, de todos los maltratos, de que tiene un diagnostico, de que tiene que tomar drogas toda la
vida. Todo el tiempo cuando salís te están tratando de mantener adentro del tratamiento y el
diagnostico. Entonces cuando salís del manicomio tenés un problema gravísimo, que es el consumo
problemático de sustancias legales. Ningún loco quiere vivir drogado como un zombie.
El otro día paso algo muy maravilloso, yo tengo un gran amigo escritor, que esta luchando
con su locura hace varios años ya, yo lo quiero mucho porque él una vez me dio un gran consejo,
me dijo “Cuídate y cuida tus metáforas’’, y esto tiene que ver con saber alucinar. A veces hay que
hablar de la locura en metáforas y a veces hay que ser explícito. Este gran amigo que es escritor
hace poco lo volvieron a detener, tiene un hijo bebé y su mujer se asustó mucho. Salió hace una
semana del manicomio y obviamente están muy asustados. Él y su mujer no saben bien que hacer,
están en una crisis familiar. Me invitó a tomar unos mates y estuvimos charlando con su mujer y
pudieron hablar conmigo de lo que les está pasando.
Yo aconsejo a los locos que están saliendo que si tienen familia que hablen mucho de lo que
sienten, de lo que les pasa, de lo que piensan, de lo que les hicieron, de sus dudas, que hablen de sus
dudas con respecto al diagnóstico, que entiendan que a los demás les va a costar entenderlos pero
que traten de explicarles, que hagan actividades en la comunidad, que vayan a centros culturales,
que hagan deportes, que si pueden salgan a caminar. Es muy difícil salir a correr tomando drogas
psiquiátricas porque te planchan cuando salís o estás saliendo del manicomio, como hospital
psiquiátrico, que es distinto del manicomio como técnica. Cuando una persona sale del hospital
psiquiátrico tiene que tratar de entender a los demás, a los cuerdos que no lo están entendiendo al
loco, y después tiene que tratar de compartir con cuidado sus dudas, sus miedos, sus alucinaciones,
y hacer algo con ellos.
También tiene que tratar de dejar la droga psiquiátrica lo más rápidamente que se pueda. No
pelearse con los psicólogos y con los psiquiatras, tratar de explicarles con paciencia que se rechaza
el diagnóstico. Es muy difícil, porque la gran mayoría de los psicólogos y psiquiatras son muy
ignorantes, no saben, no entienden y no pueden ponerse en el lugar de creyente, lo máximo que
pueden hacer es ponerse en el lugar de testigo o de acompañante, pero tienen que creer y lo tienen
que animar al loco a que con sus alucinaciones haga cosas.
El loco se tiene que cuidar, porque si alucina en una situación inapropiada lo pueden volver
a castigar y volver a torturar. Proponerles a los psicólogos y psiquiatras hacer actividades en común,
tratar de salir del tratamiento individual. Proponer actividades terapéuticas conjuntas, decirle al
psiquiatra “Che y si hacemos una cooperativa de trabajo’’ y al psicólogo “Che y si hacemos un club
de fútbol’’, organizar campeonatos de deportes, tratar de organizar proyectos para la salud social.
Pero sobre todo compartir con usuarios, ir a las asambleas de usuarios, crear grupos de
usuarios, juntarse con otros usuarios que hayan vivido experiencias similares y que el sentido del
grupo sea compartir lo que nos pasa, decir “Una vez por semana nos juntamos a tomar unos mates,
una hora o dos horas, y contamos lo que nos pasa y cómo estamos’’ y de a poco se va armando.
Crear espacios de poder, empoderarse de la locura, tomar el poder de la locura, creer en la locura y
defender la locura.
Hay una cosa de la Colifata que dice en los murales y que yo defiendo “Siempre fui loco’’, y
Alfredo Olivera, psicólogo creador de la Colifata, en una de las entrevistas que él da, pone en duda
eso y dice “Yo quisiera preguntar si siempre fueron locos’’, y nosotros los locos le respondemos a
Alfredo que siempre fuimos locos y que vamos a defender esto con dignidad. Le pedimos que nos
invite a debatir de igual a igual. Yo aconsejo tomarlo todo con calma y no renunciar a la locura.
Aconsejo deporte, espiritualidad, arte, trabajo, pero todo con cuidado porque es un proceso muy
delicado salir de un manicomio. Hay que salir con mucho cuidado, porque el manicomio deja una
marca y te instala un dispositivo semántico en el lenguaje. “¿Qué hacer con la marca del estigma?’’
es la gran pregunta, hay que hacer algo, hay que tomarla. A mi me dijeron que era esquizofrénico,
bipolar, psicótico, pero ya lo superé, ya no soy más enfermo, ya demostré que estaban equivocados,
pero a esa marca la tengo que transformar en algo, con esa marca tengo que hacer el bien, hacer
servicio, belleza, política, arte, salud, defensa de los derechos humanos. Esa marca ahora se
transformó en un poder. Y tengo que usarlo con ética y responsabilidad.
Yo creo que la familia del loco cuando éste sale, se tiene que internar y quedarse un tiempo
en un manicomio. La única forma que tienen para entender y ayudar a su familiar es internarse en
un manicomio, una semanita, un mes, que se queden ahí un rato, que tomen drogas psiquiátricas,
que se tomen licencias de sus trabajos y se internen. Porque todos sabemos que si uno se interna en
un manicomio te dan drogas, no hace falta tener ningún problema porque hay drogas psiquiátricas
para todo, con el solo hecho de decir “me quiero internar’’ ya está. Internación voluntaria. Si vos
decís en un manicomio “Me quiero internar’’ te van a dar una droga y te van a dar un diagnóstico.
Esto lo mostró el experimento Rosenhan en Estados Unidos en la década del 70, no es algo que yo
opino, es algo que esta demostrado por científicos.
Yo aconsejo eso, pero si la familia no se anima a hacer eso, que es lo mejor que puede hacer,
van a estar complicados, se van a encontrar con sus monstruos, se van a encontrar con sus demonios
y con sus miedos más profundos. Mi padre y mi madre, no se internaron pero enfrentaron sus
demonios. Igual hay distintos niveles de gravedad en una reclusión psiquiátrica.
La familia que quiera entender se tiene que internar, si no se quiere internar tiene que
acompañar, creer en los delirios y dar libertad sobre todo. Dejarle al loco hacer todo lo que quiera,
aunque no lo entiendan y sientan miedo. Si lo pueden apoyar económicamente lo apoyan, y dejarlo
hacer todo lo que quiera, todo lo que quiera hacer que lo haga. Si tienen dinero darle todo el dinero
que le puedan dar, acompañarlo en proyectos laborales, cambiar de trabajo y armar un proyecto de
trabajo familiar
La inclusión.

La sociedad de a poco debería ir aceptando que la mejor forma de atender la salud mental de
las personas es con la ínter-disciplina. Es muy bueno lo que dice la ley de que tiene que atender un
trabajador social, un psiquiatra, un psicólogo y un psicólogo social. Yo creo que los manicomios
deberían armar más proyectos donde estén incluidos más artistas, profesores de deportes,
psiquiatras enfermeros, lo que sea, todo tiene que ser inclusivo, comunitario. Es la mejor forma,
porque así como es tan poderoso el manicomio como exclusión y desequilibra la balanza social
generando un proceso de exclusión aberrante, la sociedad tiene que hacer una fuerza en el sentido
contrario en la comunidad, en los barrios, en los centros comunitarios, en los hospitales de día, en
los centros de salud, en los centros culturales, en los teatros, en los museos, en las plazas, en los
clubes. Tiene que hacer mucha fuerza para equilibrar, y que todas las personas a las que se excluye
queden incluidas.
Todos los espacios comunitarios deberían tener un sector para la salud mental: los clubes,
departamento de salud mental; los teatros, el programa de salud mental; las escuelas primarias,
talleres de salud mental; los secundarios, campamentos de la salud mental; las iglesias, el grupo de
salud mental; los programas del gobierno, todos con planes de salud mental; a todo hay que
agregarle planes, talleres, proyectos y programas de salud mental; así como hay radios para la
homosexualidad, radios para las madres de plaza de mayo tiene que haber radios para los locos,
radios para la salud mental. Eso un poquito esta empezando a aparecer gracias a la Colifata, que
está con un plan de inclusión laboral, pero a eso hay que darle mucha mas fuerza. Y siempre hay
que hacerlo desde la inclusión laboral, porque el asistencialismo de La Colifata adentro del
manicomio, no sirve para nada. El asistencialismo es una técnica del manicomio. No le dan voz a
los locos, si los locos tienen voz. Lo que pasa es que adentro del manicomio te aburrís, entonces
buscás actividades para pasar el tiempo. Siempre hay que mantener una mirada crítica de la
realidad. Sino te venden humo.
Los trabajadores de la salud mental que brindan servicios fuera de los manicomios deberían
creer en los delirios, ser creyentes en vez de testigos, creer en las alucinaciones. Si un loco va y le
dice “Me está persiguiendo la CIA’’, en vez de preguntarle “¿Y porqué usted cree eso?”, hay que
acompañarlo a la comisaría a hacer la denuncia. Deberían empezar a creer en sus pacientes y que no
nos miren como pacientes sino que nos den un servicio y que ese servicio pueda cambiar, y que de
repente un día propongan ir a hacer la consulta en la plaza, que cambien, que se animen a cambiar,
que aprendan de las alucinaciones, y que dejen de privilegiarse. Porque siempre se privilegian con
la locura y con el dolor de los locos, siempre ganan estatus social.
Entonces deberían empezar a trabajar al servicio de los locos, de sus pacientes, de sus
usuarios, y entender que somos usuarios y que es un servicio que tiene que ser en exclusivo
beneficio nuestro. Además no hay nada más digno y humanitario que ponerse al servicio del otro, de
lo que el otro realmente necesita. Dar servicio es un honor. Hay que cambiar mucho la cabeza,
ponerse a trabajar con el loco, salir a trotar con el loco, cambiar la cabeza. Nada más lindo que
hacer algo al servicio de los demás.
Considerando la ley de salud mental yo creo que las personas que trabajan en los
manicomios deberían recuperar el hospital y en vez de seguir trabajando para el manicomio, echar a
las autoridades, transformar todo y que se transforme en un hospital recuperado. Así como está la
experiencia de las fábricas recuperadas, debería empezar la experiencia de los hospitales
recuperados. Cuando pase eso, los trabajadores del manicomio, van a estar al servicio de los locos y
de la salud mental, y no al servicio de la enfermedad como están ahora. Son todos cómplices de la
tortura. Son artífices de la dictadura de la cordura. Lo lamento mucho si alguien se siente ofendido,
pero si se ofende, le recomiendo que haga la experiencia del manicomio, bien completa con drogas,
celda de aislamiento, y después vea que se siente.
Creo que las personas que están trabajando en los manicomios deberían prestar atención a la
ley y reaccionar ya a la ley, porque según la ley se están violando muchos derechos humanos. Por
ejemplo la libertad de conciencia como derecho humano se viola. Toda persona que trabaja dentro
de un manicomio esta violando los derechos enunciados en la ley nacional de salud mental.
También se viola el derecho a transitar libremente, a abandonar el tratamiento cuando lo queramos
abandonar, o el derecho a que nuestro padecimiento mental se pueda revertir y solo por el hecho de
estar recluido ya se considera que es irreversible por lo cual debe estar excluido. Y así hay un
montón de derechos que se violan en los manicomios.
Yo creo que la población debería saber que con el delirio se pueden hacer cosas
maravillosas. La ley nacional de salud mental es un delirio cuando habla del rol de la comunidad y
de la importancia de la comunidad.
En los barrios siempre hay un loco vagando por las calles, que puede tener su casa o no, y
que su rol es vagar, deambular por la calle, y la ley le demanda y le exige al estado que para esas
personas se armen proyectos. Entonces la población ahí tiene una oportunidad de pedirle a la ciudad
de Buenos Aires o a la comuna, “Che ¿por qué no se hace un centro para la salud mental donde
haya actividades recreativas?’’
Armar, por ejemplo, centros para la salud mental de la tercera edad, y concretar proyectos
para los abuelos, llevas a los chicos para que los abuelos les cuenten cuentos, historias, que bailen,
que hagan actividades. Esta ley te da esas posibilidades, centros de salud mental, programas de
salud mental en las plazas, por ejemplo poner un micrófono, llevar sonido y alguien que coordine
un recital de poesía. Venta de productos de la salud mental, números de teatro, títeres para los
chicos, murgas en los corsos vinculadas a la salud mental. Pero al aire libre. Todo libre.
Lo mas glorioso que tiene la ley es que la población va a poder instalar la temática en la
comunidad y al instalar la temática resolvés la problemática. Porque el principal problema de
nuestra temática es que está excluida, el sujeto esta excluido, entonces una vez que la temática está
instalada se resuelve la problemática, porque el sujeto tiene un lugar físico y concreto, tiene algo
que hacer. Porque el loco puede decir “Mira soy loco y mira bailo’’ y baila, o “Yo soy loco mira,
cuento cuentos y hago un espectáculo de títeres’’. Darle un marco, organizar en plazas “Festival de
la locura’’ una vez por mes y le das un marco. Entonces lo glorioso de esta ley es que permite que la
temática se instale en la comunidad y se resuelva la problemática.
La problemática es el miedo a las alucinaciones. Pero las alucinaciones no son más
peligrosas que la imaginación. Por ejemplo, vos sos un cuerdo, tenés plata y te imaginás poner una
casa de camping y vender armas. Vender armas es algo malo, y es un peligro. Yo aluciné sin poner
en riesgo mi vida ni la de terceros. Si no encerramos al vendedor de armas, ¿Por qué encerramos al
loco?
Un loco se puede accidentar y se puede morir y un cuerdo también; un loco se puede
suicidar y un cuerdo también. Yo traté de suicidarme por estar recluido y otra cantidad de cosas que
hice y que ya las conté en “Actuar como loco’’, un libro que escribí. Las alucinaciones no son
peligrosas en si mismas, lo que es peligroso es la reacción a ellas. Cuando los tratamientos son
maltratos y violan los derechos humanos, los locos se desesperan y se ponen violentos. Pero
también es cierto que un loco se puede accidentar alucinando, que te encierren es un accidente, te
distrajiste y alucinaste en el peor lugar, te agarraron, te encerraron y te recluyeron.
En la cordura también te podes accidentar: vas por la calle distraído, te imaginaste algo o vas
pensando en otra cosa y te pisa un auto. Entonces creo que las alucinaciones pueden ser tan
peligrosas como la imaginación, el tema es prestar atención, estar atentos.
Yo cuando estaba alucinando, hubiese querido que me llevaran a un campo o a una montaña,
que me dejaran ahí un rato y me devolvieran a la ciudad. Hubiese querido que me traten bien, que
respeten mi necesidad de conectarme con la naturaleza, que me dejaran hacer todo lo que pedía, ver
a mi familia, volver al trabajo, volver a estudiar, que me dejaran hacer las cosas que yo quería hacer,
que me dejaran salvar al mundo y que me ayudaran a salvar el mundo. Hubiese querido que me
creyeran, hubiese querido que respetaran mi necesidad desesperada de salvar el mundo, yo estaba
desesperado porque el mundo como está es una mierda, hay que salvarlo, hay que cambiarlo. El
problema de las teorías de la cordura para la psicología y el psicoanálisis, y el problema de los
cuerdos es que no dejan espacio en sus cuerpos para sus emociones. El problema de los cuerdos es
que su espectro emocional, es muy pequeño. En cambio el espectro emotivo de los locos es más
amplio. Entonces no toleran, por ejemplo, que una persona pueda estar muy nerviosa. Creen que
estar nervioso, es un trastorno de ansiedad. A mi me encerraron porque no toleraban mis emociones
y mis alucinaciones. Y tampoco toleraron mis expresiones estéticas. Yo no tuve episodios
psicóticos, como los llaman los trabajadores, yo hice intervenciones artísticas urbanas muy
arriesgadas del género “Performance”. Los trabajadores deberían estudiar más estética y menos
psicología. Con el arte, podes curar las enfermedades sociales como la soberbia, la codicia, la
exclusión y el individualismo.
Las drogas psiquiátricas, como toda droga, enferman. Enrique Symns, lo explica. Él
consumió drogas ilegales buscando un camino espiritual y se dio cuenta que en realidad lo que
encontró es soledad, dolor y enfermedad. Estoy estudiando a Enrique Symns porque estoy
escribiendo una obra de teatro sobre la obra de él. Enrique se dio cuenta que por las drogas ilegales
terminó arrepentido de toda su vida, se dio cuenta que las drogas ilegales y legales enferman.
La droga que te dicen que tenés que tomar toda la vida por el motivo que sea, te enferma
porque terminás sin libertad, solo, y encerrado en vos mismo. Además tu cuerpo se deteriora,
empieza a funcionar mal, empezás a tener problemas de salud, sobrepeso porque las drogas
psiquiátricas producen muchos daños colaterales y muchos efectos secundarios. Esto lo dicen los
prospectos.
Opino que no hay que tomarlas, o que en caso que todas las relaciones del loco estén
paralizadas de miedo, tomarlas por el menor tiempo posible, y dejarlas lo más rápidamente posible.
Recordando que uno las toma para que los demás se queden tranquilos. El problema es que todos a
tu alrededor se asustan mucho y pueden reaccionar de formas muy violentas, como por ejemplo
apoyar una internación involuntaria.
Mucha gente sabe que los laboratorios de psicofármacos son un negocio, y uno de los más
rentables del mundo. Los laboratorios psiquiátricos manejan cifras multimillonarias, es un negocio
más grande que el de las armas. Esto lo explica Vicente Zito Lema, que sabe mucho del tema. Hoy
es uno de los negocios, más rentables del capitalismo, porque al capitalismo le conviene controlar
los cambios económicos, sociales y culturales con drogas psiquiátricas, porque nadie se da cuenta.
Es la forma más eficaz de mantener la economía controlada por unos pocos. En el siglo XX lo
hicieron con ejércitos, hoy lo hacen con psiquiatría. Yo creo que hay dos negocios muy grandes en
el capitalismo: uno son los medios de comunicación y otro son los laboratorios que producen drogas
psiquiátricas.
Yo me liberé de ellas. Por suerte pude encontrar un tratamiento integral en salud mental, en
el Hospital Nacional en Red donde se respetan mis derechos. Por suerte en ese hospital encontré un
tratamiento que se ajusta a mis necesidades y con ese tratamiento pude liberarme de la droga
dependencia psiquiátrica. Estoy muy agradecido de ese tratamiento, donde un psicólogo, una
psiquiatra y una trabajadora social trabajan juntos, me acompañan, van ajustando el tratamiento
según mis necesidades, y sobre todo no tienen una conducta manipuladora y represora. No han (en
estos seis meses) instalado en mí ninguna manipulación, ni control mental, no han instalado técnicas
coercitivas y no me han traído miedos a mi, ni a mi familia. El grupo de trabajadores de este
hospital fortalece la confianza en el proceso familiar en relación a la salud mental, no lo debilita.
Los compañeros que más problemas tienen luego, son los que están judicializados, porque
pierden derechos civiles y humanos solo por ser portadores de diagnóstico. Eso es indignante y muy
doloroso. Es muy difícil cuando te judicializan y te declaran incapacidad o discapacidad. Esos
juicios son procesos múltiples de exclusión del loco. Se da una exclusión habitacional, laboral y
jurídica. En esos casos hay muchas personas trabajando para el estigma, la condena y la exclusión
del loco. En la familia, en el tratamiento terapéutico y psiquiátrico, siempre hay un abogado que se
mete. Esos casos son muy difíciles de evitar, pero yo creo que sí se puede. En general la economía y
los intereses económicos están muy metidos ahí también, dicen: “Vamos a declararlo incapaz de
realizar operaciones comerciales con sus bienes porque está loco’’, y ahí hay intereses económicos,
ahí hay alguien, un familiar o alguien moviéndose con un abogado para quedarse con los bienes del
loco.
Entonces ahí esta la participación de los abogados, ahí es donde la población tiene que
aprender a relacionarse con el órgano de revisión y viceversa. El órgano de revisión tiene que
enraizarse, desplegar sus raíces en la comunidad, en hospitales, en centros comunitarios, en los
lugares donde un abogado puede llegar a cruzarse con uno de estos casos. Por lo tanto si un
abogado que esta defendiendo los derechos humanos de un loco, lo agarra, lo toma, lo ayuda, les
presta sus servicios, es posible que en vez de que a esa persona la declaren incapaz pueda pasar a
ser solamente discapacitado y luego pueda renunciar a su certificado de discapacidad y los derechos
que le da ser discapacitado y volver a recuperar sus capacidades sociales con el trabajo y con la
comunidad. Por lo tanto yo creo que cuantas más participaciones de abogados haya en los espacios
para la salud mental, más posibilidades van a haber de ganar los juicios por incapacidad. Por
ejemplo yo conozco un amigo que trabaja en un restaurante (en un proyecto gastronómico de
inclusión), pero no puede alquilar un departamento porque tiene un juicio por incapacidad; entonces
tiene que vivir en un hogar y él querría vivir en un departamento, pero hasta que él no se cruce con
un abogado que defienda este paradigma de la salud mental, él no va a poder resolver este tema,
porque no tiene tanta plata tampoco para pagarse un abogado. Son temas jurídicos, legales. Falta
participación de los abogados en el campo de la salud mental.
En los casos que se declara incapaz a una persona en un juicio, los jueces y los abogados son
personas que están condenando a otra persona a una muerte en vida; porque una incapacidad es una
muerte en vida, es perder todos los derechos civiles, sociales y humanos.
Por todo esto, nosotros los locos somos sobrevivientes. Y esta causa que yo defiendo, que es
la causa de la locura, nos compromete a todos porque todos estamos expuestos a la violencia, el
control y la tortura de los servicios de salud mental cómplices de la dictadura de la cordura y del
manicomio. Por eso los locos y los cuerdos tenemos que unir nuestras fuerzas para recuperar
nuestra identidad, liberar a nuestros compañeros detenidos en los manicomios y terminar con el
flagelo de la droga dependencia psiquiátrica.
6. Comentarios sobre la Ley 26657

LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL

Capítulo I

Derechos y garantías

Art. 1° — La presente ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud
mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con
padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional, reconocidos en los
instrumentos internacionales de derechos humanos, con jerarquía constitucional, sin
perjuicio de las regulaciones más beneficiosas que para la protección de estos derechos
puedan establecer las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Art. 2° — Se consideran parte integrante de la presente ley los Principios de Naciones


Unidas para la Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de la Atención
de Salud Mental, adoptado por la Asamblea General en su resolución 46/119 del 17 de
diciembre de 1991. Asimismo, la Declaración de Caracas de la Organización Panamericana
de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud, para la Reestructuración de la
Atención Psiquiátrica dentro de los Sistemas Locales de Salud, del 14 de noviembre de 1990,
y los Principios de Brasilia Rectores; para el Desarrollo de la Atención en Salud Mental en
las Américas, del 9 de noviembre de 1990, se consideran instrumentos de orientación para la
planificación de políticas públicas.

Capítulo II
Definición

Art. 3° - En el marco de la presente ley se reconoce a la salud mental como un proceso


determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos,
cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la
concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.
Se debe partir de la presunción de capacidad de todas las personas.
En ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo de la salud mental sobre la base exclusiva
de:
a) Status político, socio-económico, pertenencia a un grupo cultural, racial o religioso;
“Adjudico lo que me pasó a un orden social porque en el manicomio me dijeron: 'Usted no está para
estar acá, pero como está por parte del juez lo tenemos que dejar', entonces también es de origen
cultural.”

b) Demandas familiares, laborales, falta de conformidad o adecuación con valores morales,


sociales, culturales, políticos o creencias religiosas prevalecientes en la comunidad donde vive la
persona;

“A mi me etiquetaron de enfermo por haber estado internado, por tener disidencias con la cultura
dominante y por mis creencias religiosas. Por esos tres motivos yo siento que todos los psiquiatras
que conocí me quisieron convencer que yo tenia una enfermedad, y yo tengo un pensamiento muy
personal, distinto al de la cultura dominante, que cuestiona la cultura dominante, lo cual me llevó a
decir y creer que era el Mesías. Si yo era o no el Mesías lo tendría que haber decidido un rabino, no
lo tendría que haber decidido un psiquiatra; porque mi mamá es judía y cuando uno nace de un
vientre judío es judío, y la religión judía está esperando la llegada del Mesías. Además mi discurso
como artista es el que cuestiona la cultura dominante.”

c) Elección o identidad sexual;


d) La mera existencia de antecedentes de tratamiento u hospitalización.

“A mi me aconsejaron que nunca cuente que estuve internado.”

Art. 4° - Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud
mental. Las personas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos
y garantías que se establecen en la presente ley en su relación con los servicios de salud.

“En dos oportunidades fui atendido por adicciones en Brasil. En una fui parte de un grupo de
Alcohólicos Anónimos y después estuve en una organización que se llamaba ACA que daba
atención a personas con problemas psicológicos. La experiencia en Alcohólicos Anónimos no fue
buena, no porque niegue a Alcohólicos Anónimos como una institución que ayude, sino porque yo
estaba en un pueblito en una playita de Brasil (una comarca de dos mil personas), entonces cuando
íbamos a Alcohólicos Anónimos no existía el anonimato porque nos conocíamos todos y ahí ya
empezó mal la experiencia. Con lo otro no fue malo, fue bueno. Después yo me vine para Argentina
y continúe el tratamiento. Alcohólicos Anónimos depende de cuanta gente vive en ese lugar.”
Art. 5° - La existencia de diagnóstico en el campo de la salud mental no autoriza en ningún caso a
presumir riesgo de daño o incapacidad, lo que sólo puede deducirse a partir de una evaluación
interdisciplinaria de cada situación particular en un momento determinado.

“Por el solo hecho de tener un diagnostico psiquiátrico otros me han considerado incapaz. Incapaz
de vivir solo, incapaz de tener un trabajo continuo”.

“Una vez fui a un psiquiatra con mi mujer para que ella se quedara tranquila, porque ella tenía
miedo de que yo me quedara solo con mi hija, entonces el psiquiatra en vez de tranquilizarla la
asustó mas, entonces ella tenía miedo. Ahora ella ya no tiene más miedo. Ese psiquiatra me decía
que la bipolaridad era recurrente y que yo iba a volver a tener un episodio y que eso iba a ponerme
en peligro a mi o a terceros.”

Capítulo III
Ámbito de aplicación

Art. 6° — Los servicios y efectores de salud públicos y privados, cualquiera sea la forma jurídica
que tengan, deben adecuarse a los principios establecidos en la presente ley.

Capítulo IV

Derechos de las personas con padecimiento mental

Art. 7° - El Estado reconoce a las personas con padecimiento mental los siguientes derechos:
a) Derecho a recibir atención sanitaria y social integral y humanizada, a partir del acceso gratuito,
igualitario y equitativo a las prestaciones e insumos necesarios, con el objeto de asegurar la
recuperación y preservación de su salud;

b) Derecho a conocer y preservar su identidad, sus grupos de pertenencia, su genealogía y su


historia;

“Antes de la internación yo fui víctima de terrorismo de estado y me privaron de mi identidad, me


detuvieron mucho tiempo y me cortaron una parte de mi historia. Cuando te internan también
perdés identidad porque te sacan el DNI.”
“Mis psiquiatras me decían que la bipolaridad era algo crónico y que no se podía modificar y que
era algo que era parte de mí, de mi mente, de mi psiquis y que era algo con lo que yo iba a tener que
convivir toda mi vida. Mi identidad no es una identidad enferma, mi identidad es plenamente sana.”

c) Derecho a recibir una atención basada en fundamentos científicos ajustados a principios éticos;

“A mi me hicieron electroshock. Me detuvieron y terminé en estado catatónico, a los 16 años estaba


en un estado totalmente lamentable, estuve un año en mi casa, perdí un año del secundario que
después rendí libre. Me hicieron electroshock, perdí muchos recuerdos y eso es totalmente contrario
a la ética.”

“Contrario a la ética es la celda de castigo, en la que a mi me encerraron, encerrar a una persona no


es cuidarla, sino torturarla. La tortura es contraria a la ética.”

d) Derecho a recibir tratamiento y a ser tratado con la alternativa terapéutica más conveniente,
que menos restrinja sus derechos y libertades, promoviendo la integración familiar, laboral y
comunitaria;

“A mí cuando regrese de estar internado el psiquiatra le dijo a mi esposa que no me tendrían que
haber internado nunca y que ellos me iban a curar sin internarme. Él hablo de curarme.”

“Yo pedí que me llevaran a un campo con animales, con pasto y con árboles. Quería estar tranquilo
en un campo, alejado de todo pero nunca lo hicieron.”

“A mi nunca me lo dijeron, pero después de mi externación conocí el Café Basaglia, empecé a


trabajar y me di cuenta de que podían haberme ayudado mucho de otra forma.”

e) Derecho a ser acompañado antes, durante y luego del tratamiento por sus familiares, otros
afectos o a quien la persona con padecimiento mental designe;

“A mi me prohibieron visitas de mis seres queridos y fue una de las cosas que más me dolió. Me
dolió tanto como la habitación de castigo. Me dolió no poder ver a mis amigos y a mi familia, yo
tenía y tengo la suerte de tener un grupo de amigos numeroso y una familia amorosa, y durante seis
meses no los pude ver, lo tenía completamente prohibido. Nunca me explicaron por qué, me decían
que era parte del tratamiento, yo estaba muy drogado con muchas drogas psiquiátricas y no entendía
por qué no los podía ver. Me acuerdo de todos los días pedir, preguntar, rogar, gritar, exigir,
reclamar y hasta humillarme para que me dejaran ver a mis seres queridos.”

“A mí por periodos de tiempo no me dejaban ver a mi familia. Por ejemplo cuando estaba en la
guardia, mis familiares me dejaban las cosas, la ropa limpia y después se iban, no se podían quedar
ni los dejaban que me vean.”

f) Derecho a recibir o rechazar asistencia o auxilio espiritual o religioso;

“Luego de la internación, ya en tratamiento psiquiátrico con un psiquiatra, yo le decía que


necesitaba ir a ceremonias de medicina de mis creencias religiosas, que son de la comunidad Lakota
de México. Yo quería ir a esas ceremonias religiosas donde se toma medicina, plantas alucinógenas,
y mi psiquiatra dijo que eso era contrario al tratamiento que él me estaba dando y que yo no lo
podía hacer. Dijo que me podía a hacer muy mal”

g) Derecho del asistido, su abogado, un familiar, o allegado que éste designe, a acceder a sus
antecedentes familiares, fichas e historias clínicas;

“En mi ultima internación en el Alvear pedí el resumen de mi historia clínica y no me lo dieron. Me


dijeron que como mi internación era involuntaria, tenía que pasar a forma voluntaria. Cuando me
fui no me hicieron un resumen, no me fotocopiaron la historia clínica. Yo quería la fotocopia de lo
que el psiquiatra iba anotando cada vez que yo me reunía con él, un resumen del anecdotario. No
quería que me den un papel que diga 'Síntoma paranoide', no quería una receta firmada y sellada
que diga 'Síntoma paranoide'. Para mí los síntomas, son anécdotas. Yo con la historia clínica podría
recrear mi pasado, elaborarlo en terapia. El resumen de mi historia clínica nunca me lo dieron.”

“Una vez tratando de recrear mi historia, fui a buscar mi historia clínica al Hospital Naval, donde
tendría que haber estado, y no me la dieron. No me dejaron acceder a mi historia clínica, incluso ya
teniendo una vida acorde a la vida que yo quiero tener. Quería ver esa historia para reconstruir y
recrear mi pasado y las anécdotas que ellos las ven como síntomas y no me las dejaron ver. Además
quería guardar los dibujos que yo hacía mientras estaba internado, que para ellos son síntoma de la
enfermedad y para mí son arte, y no me los dejaron ver tampoco. Esos dibujos son míos, son mi
obra y me los robaron. Yo podría exhibirlos en un museo, o hasta venderlos porque son mi trabajo”
h) Derecho a que en el caso de internación involuntaria o voluntaria prolongada, las condiciones
de la misma sean supervisadas periódicamente por el órgano de revisión;

“En mi internación en Opendoor, dos veces gente del juzgado y una vez una curadora que había
puesto el estado, vinieron a verme. La experiencia con la gente del juzgado fue positiva porque
pude hablar con ellos. En la segunda experiencia con la curadora tuve desentendidos, pero la
primera fue positiva porque tenia a alguien de afuera que venia a ver por mi. Una curadora es la
persona que pone el estado cuando a uno le declaran una insania y no podes comprar, vender,
casarte, entonces esta persona lo hace por uno, en caso de que ningún familiar lo quiera hacer. Un
tiempo también fue mi hermana hasta que rebatí la insania y ahora no necesito curadora.’’

“A mi se me abrió un expediente y estuve con una curadora. Después salí a los talleres.”

“En mi caso solo se ocupó de mí el manicomio, la institución psiquiátrica no permitió que nadie
más se ocupara de mí.”

i) Derecho a no ser identificado ni discriminado por un padecimiento mental actual o pasado;

“Una vez dando clases de teatro en un colegio secundario, una profesora pidió que yo no diera
clases de teatro porque ella consideraba que estaba en riesgo la salud de los adolescentes. Yo sentí
que me estaba discriminando por portar diagnóstico y no estaba considerando mis capacidades
como profesional y como docente.”

“Yo sentí que me discriminaron por el diagnóstico, sobre todo porque conmigo se equivocaron con
el diagnóstico. Primero decían que tenía un brote psicótico, después decían que era bipolar, después
decían que era esquizofrenia, y al final determinaron ahora que lo mío es epilepsia, que es producto
de los golpes que recibí. Entonces se equivocaron mal con mi diagnóstico, eso es una falla, la
psiquiatría es falible, no es una ciencia exacta, no es una ciencia.”

“Uno se siente un poco menos cuando le dicen que es discapacitado. Yo me sentí discriminación por
mi familia y mis amigos.”

“Yo creo que nos acostumbraron y hasta nos obligaron a pensar que padecemos, yo no digo que
padezco. En un momento, al principio de mi internación, acepté que padecía y que tenía una
enfermedad, después dije: '¡No!' y luché y hablé con gente, y hoy me siento muy bien en ese
sentido.”

j) Derecho a ser informado de manera adecuada y comprensible de los derechos que lo asisten, y
de todo lo inherente a su salud y tratamiento, según las normas del consentimiento informado,
incluyendo las alternativas para su atención, que en el caso de no ser comprendidas por el paciente
se comunicarán a los familiares, tutores o representantes legales;

“Nunca me informaron sobre otras alternativas de tratamiento, siempre todo era sobre la misma
línea de tratamiento, ya sea domiciliaria o en el hospital. Yo estuve con internación domiciliaria,
después me internaron en el Alvear, después en el Álvarez pero siempre en la misma línea, nunca
me dieron opciones, esto siempre me pareció muy raro.”

“Jamás me informaron sobre alternativas, al contrario era algo así como una dictadura. Creo que
cuando uno toma doce o catorce pastillas por día por más que te informen, uno esta tan drogado que
la información no sirve para nada, no te entra.”

k) Derecho a poder tomar decisiones relacionadas con su atención y su tratamiento dentro de sus
posibilidades;

“Se podían tomar muy pocas decisiones en las internaciones, yo en un momento pedía algunos tipos
de alimentos y en una sola internación los pude conseguir. Entonces a veces no comía porque soy
vegetariana, tengo problemas con la carne y durante la internación no siempre pude comer. Cuando
en algunas internaciones el único plato que había tenia carne, no comía o me la pasaba comiendo
puré.”

“Durante una de las internaciones, estaba tremendamente enamorado de una chica que era de
Estados Unidos y tenia el bocho en Estados Unidos, quería ver todo lo referido a los
estadounidenses y me lo permitían, me ponían la CNN y yo miraba todos los programas de Estados
Unidos. Y hoy a veces me agarra el 'remember' norteamericano y me pongo a escuchar música
country a todo lo que da, pero no soy fan de esa música.”

l) Derecho a recibir un tratamiento personalizado en un ambiente apto con resguardo de su


intimidad, siendo reconocido siempre como sujeto de derecho, con el pleno respeto de su vida
privada y libertad de comunicación;
“Yo sentí que violaron mi intimidad desde el comienzo, cuando me dijeron que yo no estaba para la
internación pero como me habían mandado por parte del juzgado me tenían que dejar. Sentí
totalmente violada mi intimidad, porque yo pasé a ser una persona de calle a ser paciente
psiquiátrico, hay una enorme diferencia.”

“Yo siento que fui víctima de los atropellos que sufrí en las internaciones. El electroshock es una
violación de la intimidad, de la memoria y los recuerdos, y también una violación física.”

“Compartir el mismo baño en una sala de internación, me expuso mucho. Pensar lo que uno piensa
de uno mismo y que te digan: 'No, eso no es así'. Decir: 'A mi me pasa esto' y que me digan 'No, a
vos no te pasa eso, te pasa esto y esto'. Tener que aceptar la respuesta de los demás antes que la tuya
y no poder decidir hacer algo.”

“Yo siento que violaron mi intimidad porque yo veo, escucho, siento y percibo cosas, y en ese
entonces, por esas cosas que yo veía y escuchaba, me dijeron que tenía una enfermedad y me
castigaron por eso, por las cosas que yo veo y escucho. Además las ponen en duda y así también
violan mi intimidad. También violaban mi intimidad con el hecho de tener que convivir con
desconocidos, tener que dormir en una habitación con un desconocido, con alguien que no era mi
amigo y con el que no teníamos confianza. No podes dormir tranquilo con alguien que no conoces,
con alguien que no sabes ni quien es, que no te lo presentaron, que no generaron un espacio para
tener confianza con esa persona, y de pronto tenés que dormir al lado de un desconocido, no sabes
que va a pasar, no podes dormir tranquilo. Todo eso es el manicomio.”

“A mi me pasó eso también y no era la primera vez que me había pasado, me paso lo mismo en la
Colimba.”

m) Derecho a no ser objeto de investigaciones clínicas ni tratamientos experimentales sin un


consentimiento fehaciente;

“Yo había empezado a participar en radio 'La Colifata', un día voy a la sede central que no está
dentro del Borda, está afuera y veo, sin que me lo muestren, que en un estante tenían las historias
clínicas de cada uno, de cada usuario de 'La Colifata'. Cuando yo vi eso, pensé 'Esta gente está
investigándome, está haciendo un experimento con la radio y con mi participación en la radio y no
me avisaron que están haciendo esto”.
“Yo creo que cuando prueban una medicación, cuando te dan una, te dan otra, prueban con otra, te
suben la dosis, te bajan la dosis, ahí te están usando como prueba de una estadística.”

n) Derecho a que el padecimiento mental no sea considerado un estado inmodificable;

“A mi me dijeron que mi esquizofrenia y el trastorno bipolar era incurable. Yo lo cuestioné durante


veinte años y hoy ya no lo cuestiono más porque me di cuenta que lo que me decían no tenía ningún
tipo de sentido, porque yo desarrollo una vida sana y saludable para mí y para la comunidad en
donde vivo.”

“Yo siempre estuve pensando si lo que tengo es incurable o no, siempre estuve consultando con
médicos.”

o) Derecho a no ser sometido a trabajos forzados;


p) Derecho a recibir una justa compensación por su tarea en caso de participar de actividades
encuadradas como laborterapia o trabajos comunitarios, que impliquen producción de objetos,
obras o servicios que luego sean comercializados.

“A mi me hicieron trabajar en labor-terapia haciendo manualidades, billeteras y objetos que se


podrían haber vendido y comercializado, y no me pagaron nada por la labor-terapia que hice.
Desconozco que pasó con ese material, si lo vendieron o no lo vendieron. Hacíamos cosas y nunca
nos pagaron por lo que hacíamos.”

“No me hicieron trabajar sin pagarme, pero yo lo hice porque quise, porque me hacía bien. Eso
pasaba con Café Basaglia, yo trabajaba ahí estando internado, me daban permisos para salir e ir a
trabajar pero no cobraba. Ahora continúo en Franca Matina, pero ahora cobramos.”

Capítulo V
Modalidad de abordaje

Art. 8° - Debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un equipo
interdisciplinario integrado por profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados con la
debida acreditación de la autoridad competente. Se incluyen las áreas de psicología, psiquiatría,
trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos pertinentes.
“Una vez reglamentada la ley, defendiendo mis derechos en un centro de atención primaria de la
ciudad autónoma de Buenos Aires, me dijo un psiquiatra: 'No necesito consultar a la psicóloga para
decirte que sos psicótico'”

Art. 9° - El proceso de atención debe realizarse preferentemente fuera del ámbito de internación
hospitalario y en el marco de un abordaje interdisciplinario e intersectorial, basado en los
principios de la atención primaria de la salud. Se orientará al reforzamiento, restitución o
promoción de los lazos sociales.

“Pienso que la interdisciplina es algo bueno, porque entre varias personas se puede dar un mejor
diagnóstico de una situación. Por ejemplo cuando me atendían un psiquiatra y un psicólogo tenía un
mejor tratamiento.”

“Este año, en el Hospital Nacional en Red, me atendieron de forma interdisciplinaria y por ahora la
experiencia es muy positiva, mi valoración es muy buena y creo que en la atención interdisciplinaria
en salud mental se tiene que incluir el saber de los usuarios y de los sobrevivientes, no alcanza con
el saber del psicólogo, del psiquiatra, del psicólogo social, del enfermero, del abogado y del
trabajador social, se tiene que agregar el saber más importante y valioso de todos en la
interdisciplina, que es el saber de todos los sobrevivientes y usuarios de los servicios de salud
mental.”

Art. 10º. - Por principio rige el consentimiento informado para todo tipo de intervenciones, con las
únicas excepciones y garantías establecidas en la presente ley. Las personas con discapacidad
tienen derecho a recibir la información a través de medios y tecnologías adecuadas para su
comprensión.

“Cuando se retira la medicación, firmás que la retirás y eso es un consentimiento. Todas las veces
que retiré medicación, firmaba y ponía 'Apto A', porque en la 'Colimba' me pusieron 'Apto A',
entonces yo firmaba y ponía 'Apto A”.

“Este año en el Hospital Nacional en Red, antes de empezar el tratamiento, me dieron dos cosas: el
artículo 7 con mis derechos, y el consentimiento informado. Lo bueno del consentimiento
informado es que pudimos charlar y discutir sobre lo que yo estaba firmando y el sentido de lo que
yo estaba firmando. El consentimiento informado es el contrato que se arma con los terapeutas, en
el cual ellos reconocen los derechos del usuario y el usuario puede participar y tomar decisiones
sobre su propio proceso de fortalecimiento y sobre su propia salud mental.”

Art. 11º. - La Autoridad de Aplicación debe promover que las autoridades de salud de cada
jurisdicción, en coordinación con las áreas de educación, desarrollo social, trabajo y otras que
correspondan, implementen acciones de inclusión social, laboral y de atención en salud mental
comunitaria. Se debe promover el desarrollo de dispositivos tales como: consultas ambulatorias;
servicios de inclusión social y laboral para personas después del alta institucional; atención
domiciliaria supervisada y apoyo a las personas y grupos familiares y comunitarios; servicios para
la promoción y prevención en salud mental, así como otras prestaciones tales como casas de
convivencia, hospitales de día, cooperativas de trabajo, centros de capacitación socio-laboral,
emprendimientos sociales, hogares y familias sustitutas.

“Yo recibí máquinas que me donó el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y que todavía las
tengo. Recibí también por el estado peculios, que eran pequeños sueldos por el trabajo que
realizaba, que en realidad no era un trabajo porque yo iba a pintar al taller de pintura, entonces por
pintar y distraerme me pagaban, y yo con eso me compraba sandwiches y cigarrillos. Pero primero,
como yo soy carpintero, me habían aconsejado que vaya al taller de carpintería, pero cuando fui
hacían ataúdes y cruces, y eso era algo que yo no quería hacer, porque decía: 'Si me pongo a hacer
ataúdes, me meto adentro y cierro la tapa'. Por eso dije que no era carpintero, estaba loco pero no
estúpido.”

“Yo recibí un beneficio del 'Copidis', que es la Comisión para la Plena Participación e Inclusión de
las Personas con Discapacidad. A partir de Café Basaglia, como nosotros no podíamos cobrar,
hacíamos como una capacitación en gastronomía durante cuatro meses y el 'Copidis' tenia un
programa que luego de los cuatro meses te depositaba un dinero, ninguno lo cobramos del todo,
pero algo si recibí.”

Art. 12º. - La prescripción de medicación sólo debe responder a las necesidades fundamentales de
la persona con padecimiento mental y se administrará exclusivamente con fines terapéuticos y
nunca como castigo, por conveniencia de terceros, o para suplir la necesidad de acompañamiento
terapéutico o cuidados especiales. La indicación y renovación de prescripción de medicamentos
sólo puede realizarse a partir de las evaluaciones profesionales pertinentes y nunca de forma
automática. Debe promoverse que los tratamientos psicofarmacológicos se realicen en el marco de
abordajes interdisciplinarios.
“A mi me medicaron por fuera de un tratamiento integral. Cuando tenia dieciséis años la
medicación no respondía a un tratamiento integral, era exclusivamente por orden y prescripción del
médico psiquiatra tratante, que era el que tomaba las decisiones del tratamiento y su palabra no se
cuestionaba. Hace veinte años, cuando me trataron de la peor forma, no participaban los psicólogos,
ni los trabajadores sociales, ni los enfermeros. El psiquiatra disponía que me inyectaran con
medicación para que me calme y aumentaban la medicación hasta las dosis máximas posibles,
vieron que no funcionaba y me metieron en la habitación de castigo.”

Capítulo VI

Del equipo interdisciplinario

Art. 13º. - Los profesionales con título de grado están en igualdad de condiciones para ocupar los
cargos de conducción y gestión de los servicios y las instituciones, debiendo valorarse su idoneidad
para el cargo y su capacidad para integrar los diferentes saberes que atraviesan el campo de la
salud mental. Todos los trabajadores integrantes de los equipos asistenciales tienen derecho a la
capacitación permanente y a la protección de su salud integral, para lo cual se deben desarrollar
políticas específicas.

“Normalmente uno no sabe si el director es médico o no. Yo estoy en el hogar 'Buanmarte', hay un
director y coordinadores pero el tratamiento lo hago en otro lado. En Tribunales, en la curaduría
cerré expediente y no tengo más curadora, le derogaron el expediente al juez. También la
experiencia de cuando me atendían a domicilio.”

Capítulo VII

Internaciones

Art. 14º. - La internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y


sólo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las
intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social. Debe promoverse el
mantenimiento de vínculos, contactos y comunicación de las personas internadas con sus
familiares, allegados y con el entorno laboral y social, salvo en aquellas excepciones que por
razones terapéuticas debidamente fundadas establezca el equipo de salud interviniente.
“A mi me internaron por problemas sociales, yo cuando tenia dieciséis años salí corriendo del
colegio en donde estaba y ese hecho de salir corriendo fue el que desencadenó todo. Salí de un aula
corriendo por los pasillos, me agarraron los preceptores y eso desencadenó todo, de ahí al psiquiatra
y del psiquiatra a la internación, y yo solamente había salido corriendo porque no me gustaba esa
institución.”

“A mi me internaron por problemas socio-culturales, porque la cultura no estaba preparada para


convivir con mi locura. Cuando se prepare va a tener el beneficio de poder convivir con mi locura y
se la daré si yo quiero.”

Art. 15º. - La internación debe ser lo más breve posible, en función de criterios terapéuticos
interdisciplinarios. Tanto la evolución del paciente como cada una de las intervenciones del equipo
interdisciplinario deben registrarse a diario en la historia clínica. En ningún caso la internación
puede ser indicada o prolongada para resolver problemáticas sociales o de vivienda, para lo cual
el Estado debe proveer los recursos adecuados a través de los organismos públicos competentes.

Art. 16º. - Toda disposición de internación, dentro de las CUARENTA Y OCHO (48) horas, debe
cumplir con los siguientes requisitos:
a) Evaluación, diagnóstico interdisciplinario e integral y motivos que justifican la internación, con
la firma de al menos dos profesionales del servicio asistencial donde se realice la internación, uno
de los cuales debe ser necesariamente psicólogo o médico psiquiatra;
b) Búsqueda de datos disponibles acerca de la identidad y el entorno familiar;
c) Consentimiento informado de la persona o del representante legal cuando corresponda. Sólo se
considera válido el consentimiento cuando se presta en estado de lucidez y con comprensión de la
situación, y se considerará invalidado si durante el transcurso de la internación dicho estado se
pierde, ya sea por el estado de salud de la persona o por efecto de los medicamentos o terapéuticas
aplicadas. En tal caso deberá procederse como si se tratase de una internación involuntaria
.
“A mi en la ultima internación en el Álvarez me dijeron: 'En un mes salís' y estuve un año. Estuve
con una psiquiatra, después con otra psiquiatra, después con otra, y así paso el tiempo hasta que
empecé a hacer talleres protegidos y después de ahí la externación en el hogar. Ese año fue muy
angustiante, estuve un año adentro del hospital pensando que al otro día iba a salir.”

“Dos psiquiatras con los que me atendí, me estuvieron bicicleteando durante diez años cada uno.
Uno de ellos, al quinto año de atenderme me dijo: 'El año que viene sacamos la medicación y
terminamos el tratamiento' y así me tuvo cinco años, con la promesa de que me iba a sacar la
medicación. Parecía un político. En la clínica donde estuve internado durante seis meses también,
cada dos por tres el que era mi psiquiatra me decía: 'La semana que viene empezás con hospital de
día' y nunca llegaba el hospital de día, siempre era la internación.”

“A mi cuando me internaron me dijeron que iba a ser solo por quince o treinta días solamente,
pasaron tres meses y todavía no me dejaban salir al parque. Y después cuando me dieron alta, me
dijeron que me podía quedar ahí hasta que consiguiera un lugar afuera, pero desde la vez que me
dijeron que me iba a quedar solo quince días pasaron un año y cuatro meses.”

“La ultima vez que estuve en el Alvear me decían siempre: 'Salís la semana que viene', y nunca me
daban el alta. Y ahora también mi psiquiatra desde hace un año y medio que me dice que me va a
sacar la medicación y nunca termina de bajármela del todo y de sacarme el medicamento. El
neurólogo dice que mi problema es epiléptico y el psiquiatra insiste con la medicación psiquiátrica
y no tiene por qué darme esa medicación, porque yo no alucino, no tengo alucinaciones y no tengo
por qué estar tomando un anti-psicótico, pero ellos continúan con su teoría. Y si tuviera
alucinaciones tengo el derecho a tenerlas si quiero.”

Art. 17º. — En los casos en que la persona no estuviese acompañada por familiares o se
desconociese su identidad, la institución que realiza la internación, en colaboración con los
organismos públicos que correspondan, debe realizar las averiguaciones tendientes a
conseguir datos de los familiares o lazos afectivos que la persona tuviese o indicase, o
esclarecer su identidad, a fin de propiciar su retorno al marco familiar y comunitario lo
antes posible. La institución debe brindar colaboración a los requerimientos de información
que solicite el órgano de revisión que se crea en el artículo 38 de la presente ley.

Art. 18º. — La persona internada bajo su consentimiento podrá en cualquier momento


decidir por sí misma el abandono de la internación. En todos los casos en que las
internaciones voluntarias se prolonguen por más de SESENTA (60) días corridos, el equipo
de salud a cargo debe comunicarlo al órgano de revisión creado en el artículo 38 y al juez.
El juez debe evaluar, en un plazo no mayor de CINCO (5) días de ser notificado, si la
internación continúa teniendo carácter voluntario o si la misma debe pasar a considerarse
involuntaria, con los requisitos y garantías establecidos para esta última situación. En caso
de que la prolongación de la internación fuese por problemáticas de orden social, el juez
deberá ordenar al órgano administrativo correspondiente la inclusión en programas sociales
y dispositivos específicos y la externación a la mayor brevedad posible, comunicando dicha
situación al órgano de revisión creado por esta ley.
Art. 19º. — El consentimiento obtenido o mantenido con dolo, debidamente comprobado por
autoridad judicial, o el incumplimiento de la obligación de informar establecida en los
capítulos VII y VIII de la presente ley, harán pasible al profesional responsable y al director
de la institución de las acciones civiles y penales que correspondan.

Art. 20º. — La internación involuntaria de una persona debe concebirse como recurso
terapéutico excepcional en caso de que no sean posibles los abordajes ambulatorios, y sólo
podrá realizarse cuando a criterio del equipo de salud mediare situación de riesgo cierto e
inminente para sí o para terceros. Para que proceda la internación involuntaria, además de
los requisitos comunes a toda internación, debe hacerse constar:

a) Dictamen profesional del servicio asistencial que realice la internación. Se debe


determinar la situación de riesgo cierto e inminente a que hace referencia el primer párrafo
de este artículo, con la firma de dos profesionales de diferentes disciplinas, que no tengan
relación de parentesco, amistad o vínculos económicos con la persona, uno de los cuales
deberá ser psicólogo o médico psiquiatra;

b) Ausencia de otra alternativa eficaz para su tratamiento;

c) Informe acerca de las instancias previas implementadas si las hubiera.

Art. 21º. — La internación involuntaria debidamente fundada debe notificarse


obligatoriamente en un plazo de DIEZ (10) horas al juez competente y al órgano de revisión,
debiendo agregarse a las CUARENTA Y OCHO (48) horas como máximo todas las
constancias previstas en el artículo 20. El juez en un plazo máximo de TRES (3) días
corridos de notificado debe:

a) Autorizar, si evalúa que están dadas las causales previstas por esta ley;

b) Requerir informes ampliatorios de los profesionales tratantes o indicar peritajes externos,


siempre que no perjudiquen la evolución del tratamiento, tendientes a evaluar si existen los
supuestos necesarios que justifiquen la medida extrema de la internación involuntaria y/o;

c) Denegar, en caso de evaluar que no existen los supuestos necesarios para la medida de
internación involuntaria, en cuyo caso debe asegurar la externación de forma inmediata.

El juez sólo puede ordenar por sí mismo una internación involuntaria cuando, cumplidos los
requisitos establecidos en el artículo 20, el servicio de salud responsable de la cobertura se
negase a realizarla.
Art. 22º. — La persona internada involuntariamente o su representante legal, tiene derecho
a designar un abogado. Si no lo hiciera, el Estado debe proporcionarle uno desde el
momento de la internación. El defensor podrá oponerse a la internación y solicitar la
externación en cualquier momento. El juzgado deberá permitir al defensor el control de las
actuaciones en todo momento.

Art. 23º. — El alta, externación o permisos de salida son facultad del equipo de salud que no
requiere autorización del juez. El mismo deberá ser informado si se tratase de una
internación involuntaria, o voluntaria ya informada en los términos de los artículos 18 ó 26
de la presente ley. El equipo de salud está obligado a externar a la persona o transformar la
internación en voluntaria, cumpliendo los requisitos establecidos en el artículo 16 apenas
cesa la situación de riesgo cierto e inminente. Queda exceptuado de lo dispuesto en el
presente artículo, las internaciones realizadas en el marco de lo previsto en el artículo 34 del
Código Penal.

Art. 24º. — Habiendo autorizado la internación involuntaria, el juez debe solicitar informes
con una periodicidad no mayor a TREINTA (30) días corridos a fin de reevaluar si persisten
las razones para la continuidad de dicha medida, y podrá en cualquier momento disponer su
inmediata externación.

Si transcurridos los primeros NOVENTA (90) días y luego del tercer informe continuase la
internación involuntaria, el juez deberá pedir al órgano de revisión que designe un equipo
interdisciplinario que no haya intervenido hasta el momento, y en lo posible independiente
del servicio asistencial interviniente, a fin de obtener una nueva evaluación. En caso de
diferencia de criterio, optará siempre por la que menos restrinja la libertad de la persona
internada.

Art. 25º. — Transcurridos los primeros SIETE (7) días en el caso de internaciones
involuntarias, el juez, dará parte al órgano de revisión que se crea en el artículo 38 de la
presente ley.

Art. 26º. - En caso de internación de personas menores de edad o declaradas incapaces , se debe
proceder de acuerdo a lo establecido por los artículos 20, 21, 22, 23, 24 y 25 de la presente ley. En
el caso de niños, niñas y adolescentes, además se procederá de acuerdo a la normativa nacional e
internacional de protección integral de derechos.

“Yo siendo menor de edad fui recluido por orden del psiquiatra, no por mis padres. Fui detenido en
tres manicomios privados (que son peores que los públicos). En el tercero me torturaron siendo
menor de edad. No les avisaron a mis padres que me iban a encerrar en una celda de castigo.”
“Luego de que me detuvieron, me internaron mis padres siendo menor de dieciocho años en una
clínica privada. Yo creo que eso no puede hacerse, pero evidentemente pagando con dinero parece
que si.”

Art. 27º. — Queda prohibida por la presente ley la creación de nuevos manicomios, neuro
psiquiátricos o instituciones de internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya
existentes se deben adaptar a los objetivos y principios expuestos, hasta su sustitución definitiva
por los dispositivos alternativos. Esta adaptación y sustitución en ningún caso puede significar
reducción de personal ni merma en los derechos adquiridos de los mismos.

Art. 28º. — Las internaciones de salud mental deben realizarse en hospitales generales. A tal
efecto los hospitales de la red pública deben contar con los recursos necesarios. El rechazo
de la atención de pacientes, ya sea ambulatoria o en internación, por el solo hecho de
tratarse de problemática de salud mental, será considerado acto discriminatorio en los
términos de la ley 23.592.

Art. 29º. - A los efectos de garantizar los derechos humanos de las personas en su relación con los
servicios de salud mental, los integrantes, profesionales y no profesionales del equipo de salud son
responsables de informar al órgano de revisión creado por la presente ley y al juez competente,
sobre cualquier sospecha de irregularidad que implicara un trato indigno o inhumano a personas
bajo tratamiento o limitación indebida de su autonomía. La sola comunicación a un superior
jerárquico dentro de la institución no relevará al equipo de salud de tal responsabilidad si la
situación irregular persistiera. Dicho procedimiento se podrá realizar bajo reserva de identidad y
contará con las garantías debidas del resguardo a su fuente laboral y no será considerado como
violación al secreto profesional.
Debe promoverse la difusión y el conocimiento de los principios, derechos y garantías reconocidos
y las responsabilidades establecidas en la presente ley a todos los integrantes de los equipos de
salud, dentro de un lapso de NOVENTA (90) días de la sanción de la presente ley, y al momento del
ingreso de cada uno de los trabajadores al sistema.

“No sé si por miedo a perder el trabajo, pero me acuerdo que cuando estaba en la celda de castigo y
entraba un enfermero, yo me arrodillaba y le rogaba que me dejaran salir, y me traían caramelos,
pastillas de menta 'Halls' como para darme algo. Había dos y a los dos cada vez que entraban yo les
rogaba, arrodillado y llorando, que me dejaran salir pero no me dejaban salir.”

“En una experiencia que tuve en una clínica privada en el año 2002, cuando tuve un brote porque no
quería la internación me sujetaron, no me habían atado totalmente y un enfermero al que se ve que
le di mucha pena me trajo pizza y me desato una mano para que yo pudiera comer y después dejé la
mano como atada flojita para cuando viniera la enfermera de la mañana no viera que me habían
desatado totalmente.”

“Yo fui testigo en una internación que enfermeros sabían que estaba todo bien y les aflojaban las
ataduras a los usuarios.”

“Yo estuve varias noche con sujeciones mecánicas a una cama, rogando que me desataran y en la
desesperación parece que pude desarmar con la mano un enchufe y darme electricidad porque no
quería vivir de esa forma, no quería que mi vida fuera atado a una cama y me quería matar. Me
acuerdo que esto sucedió y, no sé hasta que punto sucedió exactamente así como lo cuento, pero
toda la gente que trabajaba ahí me podría haber ayudado desatándome y no me desataron. Parece
que se dieron cuenta porque pegué un grito muy fuerte y cuando vinieron me trasladaron a la
habitación de castigo, no recuerdo bien cómo fue la secuencia, pero no fue una secuencia linda. Es
por eso que yo quería ver la historia clínica, porque estas cosas están en la historia clínica.”

Capítulo VIII

Derivaciones

Art. 30º. - Las derivaciones para tratamientos ambulatorios o de internación que se realicen fuera
del ámbito comunitario donde vive la persona sólo corresponden si se realizan a lugares donde la
misma cuenta con mayor apoyo y contención social o familiar. Los traslados deben efectuarse con
acompañante del entorno familiar o afectivo de la persona. Si se trata de derivaciones con
internación, debe procederse del modo establecido en el Capítulo VII de la presente ley. Tanto el
servicio o institución de procedencia como el servicio o institución de destino, están obligados a
informar dicha derivación al Órgano de Revisión, cuando no hubiese consentimiento de la persona.

“Yo vivía en Temperley y me llevaron a Opendoor que queda pasando Lujan, hay mas de 40 Km. de
distancia”

“Yo vivía en Caballito y me llevaron a Avellaneda. Cuando empecé el hospital de día tenía una hora
y media de colectivo para ir a la clínica y una hora y media para volver a mi casa a dormir”
Capítulo IX

Autoridad de Aplicación

Art. 31º. — El Ministerio de Salud de la Nación es la Autoridad de Aplicación de la presente


ley, a partir del área específica que designe o cree a tal efecto, la que debe establecer las
bases para un Plan Nacional de Salud Mental acorde a los principios establecidos.

Art. 32º. — En forma progresiva y en un plazo no mayor a TRES (3) años a partir de la
sanción de la presente ley, el Poder Ejecutivo debe incluir en los proyectos de presupuesto un
incremento en las partidas destinadas a salud mental hasta alcanzar un mínimo del DIEZ
POR CIENTO (10 %) del presupuesto total de salud. Se promoverá que las provincias y la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires adopten el mismo criterio.

Art. 33º. — La Autoridad de Aplicación debe desarrollar recomendaciones dirigidas a las


universidades públicas y privadas, para que la formación de los profesionales en las
disciplinas involucradas sea acorde con los principios, políticas y dispositivos que se
establezcan en cumplimiento de la presente ley, haciendo especial hincapié en el
conocimiento de las normas y tratados internacionales en derechos humanos y salud mental.
Asimismo, debe promover espacios de capacitación y actualización para profesionales, en
particular para los que se desempeñen en servicios públicos de salud mental en todo el país.

Art. 34º. — La Autoridad de Aplicación debe promover, en consulta con la Secretaría de


Derechos Humanos de la Nación y con la colaboración de las jurisdicciones, el desarrollo de
estándares de habilitación y supervisión periódica de los servicios de salud mental públicos y
privados.

Art. 35º. — Dentro de los CIENTO OCHENTA (180) días corridos de la sanción de la
presente ley, la Autoridad de Aplicación debe realizar un censo nacional en todos los centros
de internación en salud mental del ámbito público y privado para relevar la situación de las
personas internadas, discriminando datos personales, sexo, tiempo de internación, existencia
o no de consentimiento, situación judicial, situación social y familiar, y otros datos que
considere relevantes. Dicho censo debe reiterarse con una periodicidad máxima de DOS (2)
años y se debe promover la participación y colaboración de las jurisdicciones para su
realización.

Art. 36º. — La Autoridad de Aplicación, en coordinación con los ministerios de Educación,


Desarrollo Social y Trabajo, Empleo y Seguridad Social, debe desarrollar planes de
prevención en salud mental y planes específicos de inserción socio-laboral para personas
con padecimiento mental. Dichos planes, así como todo el desarrollo de la política en salud
mental, deberá contener mecanismos claros y eficientes de participación comunitaria, en
particular de organizaciones de usuarios y familiares de los servicios de salud mental. Se
promoverá que las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires adopten el mismo
criterio.

Art. 37º. - La Autoridad de Aplicación, en coordinación con la Superintendencia de Servicios


de Salud, debe promover la adecuación de la cobertura en salud mental de las obras sociales
a los principios establecidos en la presente ley, en un plazo no mayor a los NOVENTA (90)
días corridos a partir de la sanción de la presente.

“Buscando algún tratamiento algo digno y respetuoso, probé con una obra social de los docentes,
pero era tan grande la burocracia para conseguir quince o veinte turnos con un psicólogo que desistí
porque me estresaba y angustiaba mucho el hecho de lidiar con la burocracia.”

“Los trámites para conseguir los medicamentos son nefastos. Una vez hice un artículo para
APUSSAM para explicar como hay que hacer los trámites para conseguir medicación y la cuestión
es que perdés seis meses para conseguir un medicamento. Si tenés que hacer el trámite de reintegro
a la obra social perdés el tiempo y en eso se te vence la receta. Ó sea que cuando conseguís el
medicamento ya tenés que hacer de nuevo la receta porque cuando lo presentás en la farmacia ya
esta vencida y no te entregan el medicamento. Es 'Kafkiana' la cuestión.”

Capítulo X

Órgano de Revisión

Art. 38º. - Créase en el ámbito del Ministerio Público de la Defensa el Órgano de Revisión con el
objeto de proteger los derechos humanos de los usuarios de los servicios de salud mental.
Art. 39º. - El Órgano de Revisión debe ser multidisciplinario, y estará integrado por representantes
del Ministerio de Salud de la Nación, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, del
Ministerio Público de la Defensa, de asociaciones de usuarios y familiares del sistema de salud, de
los profesionales y otros trabajadores de la salud y de organizaciones no gubernamentales
abocadas a la defensa de los derechos humanos.

Art. 40º. - Son funciones del Órgano de Revisión:


a) Requerir información a las instituciones públicas y privadas que permita evaluar las
condiciones en que se realizan los tratamientos;
b) Supervisar de oficio o por denuncia de particulares las condiciones de internación por razones
de salud mental, en el ámbito público y privado;
c) Evaluar que las internaciones involuntarias se encuentren debidamente justificadas y no se
prolonguen más del tiempo mínimo necesario, pudiendo realizar las denuncias pertinentes en caso
de irregularidades y eventualmente, apelar las decisiones del juez;
d) Controlar que las derivaciones que se realizan fuera del ámbito comunitario cumplan con los
requisitos y condiciones establecidos en el artículo 30 de la presente ley;
e) Informar a la Autoridad de Aplicación periódicamente sobre las evaluaciones realizadas y
proponer las modificaciones pertinentes;
f) Requerir la intervención judicial ante situaciones irregulares;
g) Hacer presentaciones ante el Consejo de la Magistratura o el Organismo que en cada
jurisdicción evalúe y sancione la conducta de los jueces en las situaciones en que hubiera
irregularidades;
h) Realizar recomendaciones a la Autoridad de Aplicación;
i) Realizar propuestas de modificación a la legislación en salud mental tendientes a garantizar los
derechos humanos;
j) Promover y colaborar para la creación de órganos de revisión en cada una de las jurisdicciones,
sosteniendo espacios de intercambio, capacitación y coordinación, a efectos del cumplimiento
eficiente de sus funciones;
k) Controlar el cumplimiento de la presente ley, en particular en lo atinente al resguardo de los
derechos humanos de los usuarios del sistema de salud mental;
l) Velar por el cumplimiento de los derechos de las personas en procesos de declaración de
inhabilidad y durante la vigencia de dichas sentencias.

“Pienso que el Órgano de Revisión es un logro de este gobierno, pudo formularlo y está al alcance
de todos los usuarios de los servicios de salud mental de la República Argentina. Considero que esta
muy bien que haya un Órgano de Revisión.”

“Existe un Órgano de Revisión y su responsabilidad es defender los derechos de los usuarios y


sobrevivientes como ciudadanos, no solo sus derechos como pacientes y usuarios. Pienso que el
Órgano de Revisión todavía no tiene la relación con la ciudadanía que tiene que tener. Yo fui al
órgano a hacer la denuncia del tratamiento de tortura que hicieron conmigo en la celda de castigo,
hice la denuncia y un acta, pero no me volvieron a dar noticias de qué fue lo que hicieron. Creo que
el Órgano de Revisión es muy frío, creo que no podemos ir solos, tenemos que ir acompañados.
Está bien que exista, pero tiene que mejorar la relación con la ciudadanía, tienen que interceder esos
abogados en defensa de nuestros derechos y hacer juzgar y meter en la cárcel a las personas que
violaron nuestros derechos. Tienen que lograr desembarcar en todos los manicomios privados y
públicos del país, que en todos los manicomios del país entren los abogados del Órgano de Revisión
y que todos los usuarios sepan que pueden llamar a un abogado del Órgano de Revisión. También
tienen que generar un contacto más humano con los ciudadanos y los usuarios de los servicios de
salud mental, para que nosotros podamos confiar y saber que ahí hay gente que va a defender
nuestros derechos con los instrumentos de la ley.”

“Me parece que el Órgano de Revisión también tendría que llegar a decir: 'No a las habitaciones de
contención, las ataduras mecánicas y a la terapia electro-convulsiva'. El año pasado estuve en una
reunión de una comisión que iba a preparar documentación e ir a la defensoría, sin embargo ahí
había personas que todavía estaban de acuerdo con el electroshock, tenían en la mente el paradigma
de que hay personas con patología psiquiátrica que pueden cometer actos criminales y que están en
riesgo para ellos y para terceros. Entonces lo del electroshock todavía lo toman con pincitas.”

“El Órgano de Revisión tiene que comprometerse a eliminar el electroshock, la celda de castigo, las
sujeciones mecánicas, las lobotomías (que todavía existen) y el chaleco químico (el uso de las
drogas psiquiátricas que producen adicción). El Órgano de Revisión tiene que comprometerse a
eliminar todo eso porque eso es tortura. Nosotros no vamos a confesar que estamos equivocados
porque los psiquiatras dicen que la realidad es como ellos dicen que es, para nosotros la realidad es
como nosotros sentimos que es y no nos tienen que torturar para que confesemos que estamos
equivocados y que nuestras alucinaciones son falsas”.

Capítulo XI

Convenios de cooperación con las provincias

Art. 41º. — El Estado nacional debe promover convenios con las jurisdicciones para
garantizar el desarrollo de acciones conjuntas tendientes a implementar los principios
expuestos en la presente ley. Dichos convenios incluirán:

a) Cooperación técnica, económica y financiera de la Nación para la implementación de la


presente ley;

b) Cooperación para la realización de programas de capacitación permanente de los equipos


de salud, con participación de las universidades;
c) Asesoramiento para la creación en cada una de las jurisdicciones de áreas específicas
para la aplicación de políticas de salud mental, las que actuarán en coordinación con la
Autoridad de Aplicación nacional de la presente ley.

Capítulo XII

Disposiciones complementarias

Art. 42º. — Incorpórase como artículo 152 ter del Código Civil:

Artículo 152 ter: Las declaraciones judiciales de inhabilitación o incapacidad deberán


fundarse en un examen de facultativos conformado por evaluaciones interdisciplinarias. No
podrán extenderse por más de TRES (3) años y deberán especificar las funciones y actos que
se limitan, procurando que la afectación de la autonomía personal sea la menor posible.

Art. 43º. — Sustitúyese el artículo 482 del Código Civil, el que quedará redactado de la
siguiente manera:

Art. 482: No podrá ser privado de su libertad personal el declarado incapaz por causa de
enfermedad mental o adicciones, salvo en los casos de riesgo cierto e inminente para sí o
para terceros, quien deberá ser debidamente evaluado por un equipo interdisciplinario del
servicio asistencial con posterior aprobación y control judicial.

Las autoridades públicas deberán disponer el traslado a un establecimiento de salud para su


evaluación a las personas que por padecer enfermedades mentales o adicciones se
encuentren en riesgo cierto e inminente para sí o para terceros.

A pedido de las personas enumeradas en el artículo 144 el juez podrá, previa información
sumaria, disponer la evaluación de un equipo interdisciplinario de salud para las personas
que se encuentren afectadas de enfermedades mentales y adicciones, que requieran
asistencia en establecimientos adecuados aunque no justifiquen la declaración de
incapacidad o inhabilidad.

Art. 44º. — Derógase la Ley 22.914.

Art. 45º. — La presente ley es de orden público.

Art. 46º. — Comuníquese al Poder Ejecutivo nacional.


DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, A
LOS VEINTICINCO DIAS DEL MES DE NOVIEMBRE DEL AÑO DOS MIL DIEZ.

— REGISTRADA BAJO EL Nº 26.657 —

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