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Estudio 24 Jesús causa controversia 11 de Junio 2017

TEXTO BÁSICO: Juan 9: 1-7, 13-17, 24-38.


VERDAD CENTRAL: La ocasión cuando Jesús sanó al hombre ciego de nacimiento, causó controversia entre los
líderes religiosos que estaban más interesados en observar la ley del día sábado que en el bienestar de una
persona.
VERSÍCULO CLAVE: “Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que
ven, sean cegados.” Juan 9: 39.

1. Un hombre ciego recibe la vista, Juan 9:1-7.


1 Alpasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Rabí, ¿quién
pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? 3 Jesús respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está
ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.
En el AT se afirma que sólo Dios tiene poder para dar vista a los hombres (ver Éxo. 4:11; Sal. 146:8) y se consideraba una
dimensión de la obra del Mesías (Isa. 29:18; 35:5; 42:7; ver Luc. 4:18). Así, la sanidad por Jesús de este ciego debería ser la
señal más clara de su divinidad, apoyando el reclamo en los capítulos anteriores de que era el Hijo de Dios. Este episodio
reúne los dos aspectos del ministerio de Jesús, el de ser la luz del mundo que ilumina a los que creen, pero a la vez el que
resulta en juicio y ceguera espiritual para los que lo rechazan.

En cierto sentido, este ciego sirve para tipificar al hombre natural que nace y vive en tinieblas hasta que Cristo ilumina su
espíritu (2 Co 4:6). Aunque en esta ocasión el Señor hizo algo más por él, porque también le dio la vista física, como una
demostración más de que él es realmente la Luz del mundo. Lo que Jesús hizo por aquel ciego nadie más lo podía hacer, ni
siquiera la misma religión.

Los discípulos le preguntaron una cosa muy extraña al Señor. Se preguntaban si la ceguera había sido causada por haber
pecado aquel hombre mismo, o sus padres. ¿Cómo podría haber sido la ceguera causada por haber pecado él, si era ciego de
nacimiento? Existen diferentes posibilidades: se refiere a pecado original que teorizaron los rabinos en Génesis 25:22; se
refiere a los pecados de padres que afectan a sus hijos aún los no nacidos (Éxodo 20:5; Deuteronomio 5:9); se refiere a la
relación entre pecado y enfermedad, tan común en la teología rabínica (Santiago 5:15-16; Juan 5:14).

Jesús contesta, dándoles una tercera alternativa y, a la vez, advirtiendo contra el presumir que toda adversidad humana es el
resultado de un pecado. La tragedia del hombre ciego había venido como consecuencia de la caída del hombre, pero el Hijo
de Dios iba a aprovechar esta situación para mostrar lo que Dios puede y quiere hacer a favor del hombre. Y no sólo de aquel
ciego, sino de toda la humanidad. Dios, en su providencia, puede usar lo que a todas luces era una desgracia para traer gloria
a su nombre.
4 Nosotros debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede
trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo. 6 Habiendo dicho esto, escupió en tierra, e hizo
barro con la saliva y le untó el barro en los ojos, 7 y le dijo: Ve y lávate en el estanque de Siloé (que quiere decir,
Enviado). El fue, pues, y se lavó y regresó viendo.
El Señor sabía muy bien que su ministerio terrenal no duraría mucho más de tres años, y ese era el periodo al que se refería
cuando dijo: "Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura". La "noche", en contraposición,
sería el tiempo cuando volvería al Padre que le había enviado. Así expresaba el principio universal de que para todo hombre,
y para Jesús también, el transcurso de la vida en esta tierra debe ser considerado como el "día" de las oportunidades para
trabajar para Dios.
Cuando Jesús estuvo en el mundo como Hombre, fue la luz del mundo de una forma muy especial y directa. Al ir efectuando
milagros y enseñar a la gente, ellos veían delante de ellos mismos a la luz del mundo. Jesús sigue siendo la Luz del mundo, y
todos los que acuden a Él tienen la promesa de que no andarán en tinieblas.
Jesús no había recibido ninguna petición para que sanara a aquel hombre, aunque, por supuesto, desearía ser sanado. Pero
la iniciativa surgió una vez más del Señor, como en el caso del paralítico del estanque de Betesda (Jn 5:6). Y espiritualmente
hablando, así es siempre: Dios es el que da el primer paso para buscarnos y salvarnos. Aunque el Señor podía sanar
simplemente con su palabra, sin embargo, en algunas ocasiones como esta usaba métodos que llamaban la atención. Usaba
las cosas débiles e insignificantes para obrar Sus propósitos. Los medios usados aquí, en sí mismos, carecían de todo poder

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curativo intrínseco. Donde radicaba el poder era en la palabra del Señor y en la obediencia a ella. Esta es la verdadera fe:
cuando confiamos en lo que Dios ha dicho y actuamos en consecuencia.
Tampoco el agua del estanque de Siloé poseía ninguna virtud curativa, pero tener que ir hasta allí sirvió para poner a prueba
la fe del ciego. Este estanque es usado aquí como un símbolo. Por un lado nos recuerda que el Padre había enviado a su Hijo
al mundo para mostrar las obras de Dios, y el ciego era enviado ahora por el Hijo a lavarse en el Siloé para que pudiera
experimentar una de esas obras maravillosas. Y por otro lado, si el ciego quería ser también purificado espiritualmente,
tendría que acudir finalmente al Enviado de Dios, a Jesús.
El ciego "fue entonces, y se lavó, y regresó viendo". La obediencia dio fruto y el ciego recobró la vista inmediatamente. Este
fue un acto de fe. ¡Confió en las palabras de Jesús! Pero esto todavía no es “fe salvadora” (v. 11, 17, 36, 38). La fe es un
proceso. El ciego no estaba recuperando algo que había perdido, sino que había recibido una iluminación completamente
nueva. Y algo similar ocurre con todo aquel que se convierte a Cristo, porque él también llega a conocer una nueva vida
espiritual que antes desconocía.

2. Testimonio del hombre sanado, Juan 9:13-17.


13 Llevaron ante los fariseos al que antes había sido ciego. 14 Y era día de reposo el día en que Jesús hizo el barro y le
abrió los ojos.15 Entonces los fariseos volvieron también a preguntarle cómo había recibido la vista. Y él les dijo: Me
puso barro sobre los ojos, y me lavé y veo. 16 Por eso algunos de los fariseos decían: Este hombre no viene de Dios,
porque no guarda el día de reposo. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales? Y
había división entre ellos. 17 Entonces dijeron otra vez al ciego: ¿Qué dices tú de El, ya que te abrió los ojos? Y él
dijo: Es un profeta.
Este notable milagro demuestra una vez más que el hombre puede encerrarse en su orgullo de tal modo que nada logrará
convencerle de la realidad en Jesús. En vez de despertar fe en “los judíos”, entre los cuales figuraban los fariseos, la “obra”
de Jesús produjo una oposición más tenaz que nunca de parte de ellos.
Ahora bien, las obras del Señor ya habían despertado una fuerte oposición entre los líderes religiosos judíos en otras
ocasiones, así que no debemos esperar que estuvieran muy predispuestos a aceptar este nuevo milagro. Como ya sabemos,
el problema radicaba fundamentalmente en que Jesús no se sometía a las normas religiosas que ellos habían añadido a la
Palabra de Dios, especialmente en lo relacionado con el día de reposo. Los judíos consideraban que amasar tierra y saliva era
un trabajo prohibido en el día de reposo. Pero en realidad, esto no era lo que decía la ley de Dios, sino una interpretación
que ellos habían añadido al mandamiento divino y por la que se regían en sus juicios. Los críticos fariseos no se daban cuenta
de que Dios nunca había tenido la intención de que el sábado impidiese un acto de misericordia o de bondad.
El hombre tuvo otra oportunidad de testificar acerca de Jesús. Cuando volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos
cómo había recibido la vista, oyeron otra vez la sencilla historia. Ahora surgió otra disensión acerca de quién era Jesús.
Algunos de los fariseos anunciaron abiertamente que Jesús no podía ser un hombre piadoso porque había roto el sábado.
Otros decían que un hombre pecador no podría efectuar aquellos milagros tan maravillosos. Jesús a menudo suscitaba
divisiones entre la gente, que se veían obligados a tomar partido bien por Él, bien contra Él.
Los fariseos preguntaron al que había sido ciego qué pensaba él de Jesús. Por ahora, él no se daba cuenta de que Jesús era
Dios. Pero su fe había crecido hasta el punto de que estaba dispuesto a admitir que Jesús era profeta. Creía que Aquel que le
había dado la vista había sido enviado por Dios, y que tenía un mensaje divino.

3. Un nuevo interrogatorio, Juan 9:24-34.


24 Por segunda vez llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que
este hombre es un pecador.25 Entonces él les contestó: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé: que yo era ciego y ahora
veo. 26 Le dijeron entonces: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27 El les contestó: Ya os lo dije y no escuchasteis;
¿por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos? 28 Entonces lo
insultaron, y le dijeron: Tú eres discípulo de ese hombre; pero nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros
sabemos que Dios habló a Moisés, pero en cuanto a éste, no sabemos de dónde es.
Los fariseos se dieron cuenta de que sería inútil seguir negando la realidad del milagro, por lo cual su línea de argumentación
cambia. El mandato ¡Da gloria a Dios! implica que el testimonio del ciego sanado, llamando a Jesús un “profeta” (v. 17) y
atribuyéndole a él el milagro, había deshonrado a Dios. Estaban dándole la oportunidad de rectificarlo por decir la “verdad” y
dar gloria a Dios, atribuyéndole a él el milagro y no a Jesús. Esperaban también que dijera que Jesús había violado el sábado

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y, por eso, era pecador. Los fariseos, en manifestación de su ceguera espiritual y arrogancia religiosa, estaban absolutamente
seguros de que ellos, y sólo ellos, tenían la verdad y podían diagnosticar la condición espiritual del hombre.
El hombre ciego se aferra a su propia experiencia. No aspiraba a poder explicar cómo se había obrado el milagro, y tampoco
conocía mucho acerca de su benefactor, pero el hecho innegable es que antes era ciego y ahora veía. Contra esto no había
argumentación posible. Y lo mismo pasa con un verdadero cristiano. Quizá su conocimiento sea escaso, su fe sea débil, pero
si Cristo ha llevado a cabo una obra de regeneración en su corazón, entonces siente algo irreprimible: "estaba en tinieblas y
ahora tengo luz".
Los interrogadores habían fracasado en su intento de hacer cambiar el testimonio del que había sido ciego, pero ellos
vuelven a insistir con las mismas preguntas en la esperanza de encontrar siquiera una contradicción o un nuevo elemento de
juicio con que poder acusar a Jesús. Había quedado claro que no les interesaba la verdad y que sólo estaban buscando una
excusa para justificar su incredulidad. Su actitud era completamente absurda, porque sin razón alguna se oponían a la
evidencia del milagro, y buscaban desesperadamente algo contra quien lo había realizado.
Los fariseos habían fracasado rotundamente en su intento de derribar el testimonio de este hombre, y comenzaron a
insultarle. Le acusaron de ser discípulo de Jesús, ¡como si eso fuese lo peor en el mundo! Entonces ellos profesaron ser
discípulos de Moisés, pero se refirieron con menosprecio a Jesús. Si hubiesen creído los escritos de Moisés, habrían
aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. También, si se hubiesen parado a pensar un poco, se habrían dado cuenta de
que Moisés nunca había dado la vista a ningún ciego de nacimiento. En medio de ellos había uno más grande que Moisés, y
no se daban cuenta de ello.
30 Respondió el hombre y les dijo: Pues en esto hay algo asombroso, que vosotros no sepáis de dónde es, y sin
embargo, a mí me abrió los ojos. 31 Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace su
voluntad, a éste oye. 32 Desde el principio jamás se ha oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de
nacimiento. 33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.34 Respondieron ellos y le dijeron: Tú naciste
enteramente en pecados, ¿y tú nos enseñas a nosotros? Y lo echaron fuera.
El hombre realmente los puso en un aprieto. ¿Cómo podían ser líderes espirituales de Israel y confesarse ignorantes en
cuanto a la autoridad de uno que tenía poder para abrir los ojos de los ciegos? Quedaba claro que eran guías ciegos a pesar
de sus pretensiones. Todos sus títulos académicos y la posición religiosa que ocupaban les habían impedido conocer la
verdad en cuanto a Jesús, algo que aquel pobre ciego cada vez estaba viendo con mayor claridad.
Este hombre estaba volviéndose más desenvuelto en su testimonio. Su fe estaba creciendo. Les recuerda que como principio
general, Dios no oye a los pecadores ni obra milagros a través de ellos. Dios no aprueba a los malos, ni da poder a los tales
para hacer obras poderosas. Los adoradores de Dios, en cambio, reciben el beneplácito de Dios y la seguridad de la
aprobación de Dios. Este hombre se dio cuenta que era el primero en toda la historia de la humanidad en haber nacido ciego
y que hubiese recibido la vista. No podía comprender que los fariseos pudiesen ser testigos de tal milagro y encontrar falta
en la Persona que lo había llevado a cabo. Si el Señor Jesús no viniera de parte de Dios, no podría haber hecho un milagro de
esta naturaleza. Una vez más los fariseos recurrieron a los insultos. Ellos se creían los jueces de aquel hombre al que
despreciaban con todas sus fuerzas por el solo hecho de haber hablado bien de Jesús. Y puesto que fueron incapaces de
contestarle con argumentos lógicos, y mucho menos con la Palabra de Dios, le expulsaron de la sinagoga.

4. El ciego sanado cree en Jesús, Juan 9: 35-38.


35 Jesúsoyó decir que lo habían echado fuera, y hallándolo, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? 36 El
respondió y dijo: ¿Y quién es, Señor, para que yo crea en El? 37 Jesús le dijo: Pues tú le has visto, y el que está
hablando contigo, ése es. 38 El entonces dijo: Creo, Señor. Y le adoró.
Jesús buscó ahora a este hombre. Es como si Jesús dijese: «Si no te quieren, yo te tomaré». Los que son echados fuera por
causa de Jesús no pierden nada, sino que ganan una gran bendición en Su acogida y comunión personal. ¡Veamos cómo el
Señor Jesús condujo a este hombre a una fe personal en Sí mismo como Hijo de Dios! Sencillamente, le preguntó: ¿Crees en
el Hijo de Dios? Aunque había recibido la visión física, este hombre seguía necesitando la visión espiritual. Preguntó al
Señor quién era el Hijo de Dios, para creer en él. Al usar la palabra Señor aquí, lo hacía como un mero título de cortesía.
Jesús se presentó ahora a este hombre como el Hijo de Dios. No era un mero hombre el que le había dado la vista y había
hecho lo imposible en su vida. Era el Hijo de Dios, Aquel a quien él había visto y que estaba ahora hablando con él. Al llegar a
esto, el hombre, de manera sencilla y dócil, puso su fe en el Señor Jesús, y se postró y le adoró. Era ahora un alma salvada, y
no sólo un hombre sanado. ¡Qué día más grande había sido éste para su vida! Había recibido la vista tanto física como

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espiritual. Observemos también que el ciego no adoró al Señor hasta que supo que Jesús era el Hijo de Dios. Siendo un judío
inteligente, no iba a adorar a un mero hombre. Pero en cuanto supo que Aquel que le había sanado era el Dios el Hijo, le
adoró —y no por lo que había hecho, sino por lo que era.

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