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Los muros de la desigualdad

Los próximos años dirán si ésta fue efectivamente la


década de América Latina y el Caribe o si el ímpetu del
crecimiento se hará efímero una vez más y, en cambio, se
harán más fuertes los conflictos sociales producto de la
pobreza, el desempleo, el crimen y la desigualdad.

José Miguel Insulza (1943)

El neoliberalismo estigmatiza los planes sociales.


Esas ayudas no forman parte de su agenda. Está
más preocupado en pagar deudas externas, que en
asistir a la gente.”

Bernardo Kliksberg (1940)

“Ninguna sociedad puede ser feliz y próspera si la


mayor parte de sus ciudadanos son pobres y
miserables.”

Franklin Delano Roosevelt (1882-1945)

Con frecuencia se utiliza en los discursos cotidianos, en los periodísticos, en


los políticos, el término desigualdad, por tanto ¿quién no entiende que se dice al
pronunciarlo, al escribirlo, al leerlo? Aparentemente su significado es unívoco, sin
embargo es un término ambiguo, complejo, que se hace necesario nominarlo,
desentrañarlo, desocultarlo... ¿De qué tipo de desigualdad se habla, desde qué
contexto, en qué momento histórico?

Desde la filosofía política, desigualdad acuña sus diferencias que son


múltiples e ideológicas. En ese ovillo de pertenencias aparece la desigualdad natural:
son aquellas que vienen con nosotros desde nuestra gestación: el color de ojos, la
estatura, el color de piel, el de cabello, etcétera (aunque hay que reconocer que las
nuevas tecnologías posibilitan modificaciones voluntarias de nuestra propia
naturaleza física).
Seas quien seas, y tengas lo que tengas, eres persona igual al Otro frente a la
muerte, aunque desigual en el modo de morir…

La desigualdad, por consiguiente, no se expresa solamente en la enorme


diversidad adquisitiva de los ingresos de las personas, sino que se deriva de la
discriminación de clase, de raza, de género, de origen geográfico, de distinta
capacidad física, etc., que, practicadas de manera categórica (es decir, excluyendo a
todos o casi todos los miembros de un grupo), la convierten en un fenómeno
multidimensional

Igualdad y desigualdad

La palabra 'igualdad' procede del latín aequalĭtas, -ātis, formada con el


término aequus (igual, llano, equilibrado). Un sinónimo de 'igualdad' es 'equidad'.
Algunas palabras con significado opuesto son 'desigualdad' e 'inequidad'.

La igualdad tiene diversos significados, entre ellos indica un tratamiento


equitativo de las personas, por ejemplo, 'igualdad de género'. La igualdad entre los seres
humanos se considera derecho en muchas culturas, aunque en muchas ocasiones no
existe igualdad a causas, entre otras, a factores económicos, raciales o religiosos. En
este sentido, se asociada a otras palabras como la justicia y la solidaridad.
La igualdad ante la ley se trata de un principio jurídico que establece una serie
de derechos, deberes y garantías comunes para todos los ciudadanos de una sociedad. Se
excluyen, por lo tanto, discriminaciones de cualquier tipo (religiosas, étnicas, de
género...) y privilegios (derivados, por ejemplo, de títulos nobiliarios
La Declaración Universal de los Derechos Humanos señala en el artículo 7
que 'todos (los seres humanos) son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a
igual protección de la ley'. Sin embargo, en la mayoría de países no existe una
auténtica igualdad ante la ley, siendo en ocasiones un formalismo y no una realidad.

La igualdad es un elemento de la calidad de vida, como la libertad y la paz;


hace posible la diversidad. El criterio de igualdad es relativo. Las variables que
presenta Norberto Bobbio (1909-2004) son:

a) los sujetos entre los cuales nos proponemos repartir los bienes o los
gravámenes;
b) los bienes o gravámenes que repartir;

c) el criterio por el cual se reparte.

Combinadas estas tres variables se presentan distintos tipos de igualdad, todos


ellos igualitarios. Expresa el autor que los sujetos pueden ser todos, muchos, pocos e
incluso uno solo; los bienes a repartir pueden ser derechos, ventajas o facilidades
económicas, posiciones de poder; los criterios pueden ser la necesidad, el mérito, la
capacidad, la clase, el esfuerzo y como mucho la falta de cualquier criterio
(Bobbio:1995,136/137).

El pensador John Stuart Mill (1806-1873), desde su posición utilitarista,


enuncia: “todos cuentan para uno, ninguno cuenta para más de uno” en la
distribución de cargas y beneficios. Algunos anarquistas del siglo XIX han sostenido
que con un tratamiento igual para todos en consumo, educación, etcétera, se
conduciría a una especie humana uniforme. No está en discusión si es deseable esta
posible sociedad, sino que existan reglas de este tipo, pues si el igualitarismo significa
partes iguales de todos para todos, todas las reglas de distribución existentes serían no
igualitarias (Cfr Bobbio, 2007) puesto que algunos necesitarán más de esas partes que
en otros serían redundantes

La palabra igualdad resulta inapropiada para las derechas, jamás la


pronuncian, a lo sumo hablan de reducción de desigualdades, los pobres para estas
posturas lo son porque no se esfuerzan demasiado, por lo tanto no tienen que ver con
ellos, lo más es cuidarse de los pobres porque pueden ser una amenaza. Además,
habrá pobres mientras haya ricos, no es posible combatir la pobreza sin luchar contra
la no distribución de la riqueza.

Diferencia entre igualitario e igualitarista:

Una doctrina es igualitaria cuando se tiende a reducir las desigualdades


sociales y se diferencia del igualitarista que plantea “igualdad de todos en todos” o
“lo mismo para todos”. Sin atender frente a qué situación, entre quienes, o qué se
reparte, este principio puede esconder una profunda desigualdad.
Por ejemplo, en la Argentina, sostener que todos los niños deben recibir la
Asignación Universal por Hijo, sin detenerse a pensar en el porqué de esta
retribución, parece más igualitario, pero este beneficio se otorga a los menores de
padres y/o madres están desocupados o son trabajadores que cobran en negro,
etcétera. Es decir, para aquellos menores cuyos padres o tutores no reciben los
beneficios sociales que un trabajador legal por cada hijo; entonces, ampliarlo para
todos es injusto, ya que los hijos de los trabajadores legales recibirían doble
asignación.

Desigualdad de los pueblos

América Latina es el continente más desigual del planeta. Esta desigualdad se expresa
en todos los ámbitos: salud, educación, pobreza extrema, etcétera, es, además de
antiética, adversa para el progreso económico.

Esta situación de inequidad es desfavorable para la economía de estos pueblos, pues


reduce los mercados internos, dificulta el ahorro nacional, etcétera.

Hay una paradoja que requiere urgente resolución: mientras la conciencia de igualdad
de todos los hombres se extiende a todos los sectores y regiones, cuando crece en el
imaginario social la necesidad de generar acciones para disminuir la segmentación y
la vulnerabilidad social, crece la necesidad que se establezcan mecanismos para que
toda persona acceda a una vida digna; por ello es una urgencia epocal pensar
respuestas que integren el aspecto económico en lo social. La necesidad es de ubicar
al hombre como centro de la economía y la productividad, la tracción hacia este
objetivo implica una salida diferente a lo planteado hasta el momento por grandes
centros de poder económico; porque la toma de conciencia de la necesidad de la
equidad significa gestar políticas de conocimiento con el objetivo de motorizar
cambios ético-políticos con consenso universal. (Cfr. Pérez Lindo, 1998:259) La
desigualdad, no se reduce a la enorme variedad alcanzable de los ingresos, sino que se
deriva de la discriminación de clase, de raza, de género, de origen geográfico, de
distinta capacidad física, etc., sino que se convierte en un fenómeno
multidimensional. Ser mujer, discapacitado, indígena, inmigrante, changarín, la
pertenencia de estos grupos es un estigma que los convierte en sujetos sin acceso a
condiciones de vida dignas, atravesados por la vulnerabilidad social y a la exclusión
El Coeficiente de Gini mide hasta qué punto la distribución del ingreso (o, en
algunos casos, el gasto en consumo) entre individuos u hogares dentro de una
economía se aleja de una distribución perfectamente equitativa. Así, un índice de Gini
0 representa la equidad absoluta y un índice 100 la absoluta inequidad (Cfr.
www.Bco. Mundial.org). Argentina, en la última medición, su coeficiente Gini es de
37%

La desigualdad social que sufren millones de personas en América latina es un


asunto ético tanto porque es violatoria de su libertad como porque es una cuestión de
corrupción instalada en los grupos de poder tanto públicos como privados.

La desigualdad económica crece rápidamente en la mayoría de los países. La


riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de
la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante. El Foro Económico
Mundial considera que esta desigualdad supone un grave riesgo para el progreso de
la humanidad. La desigualdad económica extrema y el secuestro de los procesos
democráticos por parte de las élites son demasiado a menudo interdependientes. La
falta de control en las instituciones políticas produce su debilitamiento, y los
gobiernos sirven abrumadoramente a las élites económicas en detrimento de la
ciudadanía de a pie. La desigualdad extrema no es inevitable, y puede y debe
revertirse lo antes posible. (Informe Oxfam 2014)

Entre los países 15 más desiguales, 10 se encuentran en América Latina y el


Caribe: Bolivia, Haití, Brasil, Ecuador, Colombia, Paraguay, Honduras, Panamá,
Chile y Guatemala. La ONU, además de reconocer que en los últimos años Brasil ha
reducido considerablemente la desigualdad, afirma que los países en América Latina
con menor desigualdad social son: Costa Rica, Argentina, Venezuela y Uruguay.

Los gobiernos democráticos del siglo XXI en nuestro continente aumentaron


la inversión (aunque los economistas neoliberales la refieren técnicamente gasto)
público en políticas sociales en general de 5% de los PBI de los 18 países.

El dinero público se ha transferido a jubilaciones, distintos programas de


asistencia social, salud, educación, etcétera. Los países que más han reducido la
pobreza son Argentina, Brasil, México y Venezuela. A pesar de ello, una quinta parte
de la población de la Región vive en pobreza extrema. Esa reducción de la
desigualdad en muchos países y las mejoras implementadas en los menos
desarrollados, no alcanza: «América Latina seguía siendo la región con más
desigualdad del mundo» (Cfr. Informe amesty.org)

La desigualdad extrema es dañina a causa de la enorme concentración de


riqueza existente en el mundo actual, que amenaza con impedir que millones y
millones de personas puedan, con talento y esfuerzo, ver realizados sus sueños.

La desigualdad económica es perjudicial por varios elementos: desde un punto


de vista moral es más que cuestionable, otro obstáculo es que repercute en el
crecimiento económico, en la reducción de la pobreza. Además la desigualdad
económica aumenta los conflictos sociales, como ser: acarrea efectos sobre otras
desigualdades, como las de género (aumentan los conflictos entre hombres y
mujeres), la representatividad política y la equidad en la función pública; se hacen
leyes que favorecen a la concentración de la riqueza y se eliminan políticas sociales
que coadyuvan a solucionar prioridades para una vida digna para todos.

Una ética mercantilista que solo quiere el lucro de los que más tienen,
produce adrede la desigualdad, ella no es efecto de medidas para equilibrar el déficit
fiscal, por ejemplo. Hablamos de decisiones políticas y éticas diseñadas desde un
modelo capitalista que aún impera y que está monitoreado por los organismos
internacionales de crédito.

El problema es que, si la pobreza extrema no se controla, las consecuencias


pueden ser irreversibles. Según el informe Oxfam se dará lugar, entonces, a un
“monopolio de oportunidades” por parte de los más ricos, cuyos hijos reclamarán
los tipos impositivos más bajos, la mejor educación y la mejor atención sanitaria. El
resultado sería la creación de una dinámica y un círculo vicioso de privilegios que
pasarían de generación en generación. Dada la magnitud del incremento de la
concentración de la riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en
la representación política suponen una tendencia grave y preocupante.
Las cifras son escalofriantes y bastante difundidas, pero no se toma conciencia
de ello: la mitad de la riqueza mundial está en poder del 1% de la población, que su
renta fue creciendo entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que el informe
mencionado posee datos. Ese 1% posee 110 billones de dólares, mientras los bienes
de la mitad más pobre del planeta son equivalentes a la riqueza de las 85 personas
más poderosas económicamente. Para más escándalo la mayoría de estas fortunas
están depositadas en paraísos fiscales para evadir impuestos en sus países de origen. .
Se calcula que hay 18,5 billones de dólares no registrados y en terceros países de baja
tributación.

Para lograr una reducción de la desigualdad, por lo tanto, se requieren


políticas públicas que reduzcan la desigualdad de oportunidades, aumentando en
cambio la movilidad social a través de mejor educación, salud, acceso al crédito en
condiciones de igualdad, servicios de vivienda y transporte y seguridad pública. …el
proceso de aumento de la desigualdad comenzó de manera consistente hace algo más
de cuarenta años, cuando se inició una reducción sistemática de impuestos a los
sectores más pudientes con el pretexto de aumentar las tasas de inversión, junto con
políticas anti sindicalistas y contrarias a la negociación colectiva que tenían por
objeto aumentar la competitividad reduciendo los costos de la mano de obra

Hay soplos de esperanza?

La desigualdad disminuyó en América Latina en la década pasda producto de


los servicios públicos en salud y educación, empleo digno, protección social, de
políticas fiscales que tienden a eliminar las injusticias del pasado. En nuestro país
hasta 2015 se utilizaba parte de la recaudación fiscal para proporcionar asistencia
sanitaria, créditos para viviendas únicas (Plan Procrear), protección social universal
(Asignación Universal por hijo) para los hijos de los desempleados, las personas que
trabajan en negro, madres solteras, etcétera; además de planes de mejora de la
educación pública, etcétera.
Con los gobiernos neoliberales en Brasil y Argentina se están revistiendo los
esfuerzos de los gobiernos llamados populistas, con la reducción de los aportes del
estado para reducir la desigualdad es más la están aumentando…

Las leyes laborales que se han votado en Brasil en los últimos días de Julio de
2017 han hecho retroceder derechos de los trabajadores a una situación anterior a los
años 50

No hay que festejar la situación de la desigualdad en América Latina, aunque


sigue siendo un reto para las democracias de la Región, pese a avances tan
significativos. "Los logros no esconden que tenemos grandes desafíos", señaló la
Directora del PNUD para América Latina Jessica Faieta en un acto organizado por las
representaciones de Argentina y Suecia ante la ONU sobre los 30 años de democracia
en América Latina. Además esta funcionaria destacó la necesidad de ampliar la
participación representación de jóvenes, indígenas, mujeres. En la misma línea, Pablo
Gentili, el Director de CLACSO, señaló una situación paradojal que se da en América
Latina: que hace que mientras los gobiernos empujan a los más pobres hacia la clase
media, los mercados los devuelven a la pobreza. Los mercados o mejor expresado las
derechas están haciendo desaparecer los logros alcanzados anteriormente.

Enfrentados a esta situación en América latina, el conjunto de los actores con


posibilidades de intervención, no sólo le corresponde a los políticos, deben encarar su
cuota de responsabilidad social: empresarios, docentes, organizaciones libres del
pueblo, etc.

Por ello, las empresas también deben aportar los suyo: desde cumplir con las
obligaciones fiscales de sus países, cumplir con los requerimientos que pautan los
gobiernos para evitar la contaminación de los desechos, que sus trabajadores tengan
un salario digno y legal, entre otros. La responsabilidad social empresarial debe ser
un llamado de la hora actual en todos los países, ya que la cuestión ética también les
atañe a los empresarios. La eliminación de la desigualdad económica extrema como
objetivo mundial en todos los países debería ser un elemento esencial del marco
posterior a 2015. (Cfr. Informe Oxfam, 2014)
Entre otras acciones en lo referido a las empresas en los Objetivos del Milenio
2016-2030 se propone:

 Desarrollar infraestructuras fiables, sostenibles, resilientes y de calidad,


incluidas infraestructuras regionales y transfronterizas, para apoyar el
desarrollo económico y el bienestar humano, con especial hincapié en el acceso
equitativo y asequible para todos
 Promover una industrialización inclusiva y sostenible y, a más tardar en 2030,
aumentar de manera significativa la contribución de la industria al empleo y al
producto interno bruto, de acuerdo con las circunstancias nacionales, y
duplicar esa contribución en los países menos adelantados
 Aumentar el acceso de las pequeñas empresas industriales y otras empresas, en
particular en los países en desarrollo, a los servicios financieros, incluido el
acceso a créditos asequibles, y su integración en las cadenas de valor y los
mercados
 Para 2030, mejorar la infraestructura y reajustar las industrias para que sean
sostenibles, usando los recursos con mayor eficacia y promoviendo la adopción
de tecnologías y procesos industriales limpios y ambientalmente racionales, y
logrando que todos los países adopten medidas de acuerdo con sus capacidades
respectivas

En el caso de la educación y en especial la universitaria se deben implementar


diversas acciones, desde la discusión del lugar de la ética en la investigación
científica que no tiene que limitarse a lo interno de dicha investigación sino que
también evaluar lo externo, es decir, que efectos producen dichas investigaciones en
la población, en el ambiente, etc. En el mismo plano de lo propiamente universitario
tiene que promoverse investigaciones en ciencias sociales o en aquellas áreas
sensibles a disminuir la desigualdad.

En otro orden, también las universidades tienen que promover, como sostiene
Bernardo Kliksberg, el voluntariado, para que los estudiantes colaboren con las
comunidades vulnerables desde su sapiencia, insertándose en los núcleos
problemáticos analizar la realidad no sólo desde las teorías sino en el mismo campo
de desigualdad.

A las organizaciones libres del pueblo, no sólo les cabe la promoción social de
aquello/as que sufren las desigualdades más extremas sino también la denuncia de las
injusticias y de las necesidades, hacer oír sus voces, romper con la indiferencia de
muchos que miran para otro lado. No dejar tranquilo a ninguno…
Las religiones y la desigualdad

Hay asociaciones religiosas que colaboran activa y concretamente en salidas a


la desigualdad de las comunidades. Tanto musulmanas, católicas, protestantes, judías,
evangélicas y de otras creencias, colaboran con los más pobres. Además, estos grupos
religiosos permanentemente elevan sus voces para denunciar y reclamar por las
familias más desprotegidas y participan en las discusiones en foros internacionales
sobre la salida al desarrollo sustentable.

En los textos sagrados el valor de la solidaridad es clave: Amarás a tu prójimo


como a ti mismo (Levitico19:18) es el mandato bíblico, donde los pobres, las viudas,
los huérfanos, los enfermos, es decir, los vulnerables, son el centro de atención en la
tradición judeo-cristiana, que se extiende además a la coránica.

Ayudar al pobre en la Tradición es hacer justicia, por ello reclama evitar las
desigualdades, preservar la dignidad de los pobres que son seres humanos iguales a
todos. Las desigualdades son producto de las sociedades; no es un designio divino.

Impulsan los textos sagrados a la acción colectiva, a las políticas públicas en


defensa de los más necesitados, otorgando al voluntariado una exigencia ética
individual y colectiva. Haced justicia al pobre y al huérfano, juzgad con equidad al
afligido y al menesteroso. Liberad al afligido y al necesitado (Salmo LXXXII: 3)
(Cfr. Kilksberg: 2007)

Desde la Encíclica Rerum Novarun del Papa León XIII (1810-1903), la Iglesia
Católica construyó un pensamiento alrededor de lo social, con crítica a las distintas
formas de la desigualdad que se llama la Doctrina Social de la Iglesia: las condiciones
de trabajo, las diferentes formas de la desigualdad, la discriminación, la problemática
de los inmigrantes, han sido objeto de varias encíclicas y documentos papales. Falta
mucho… El abrir de la conciencia en pos de los más desiguales, construir un mundo
donde el desarrollo se cimente la libertad y equidad es la esperanza que nos debe
imbuir a todos.
La desigualdad tiene muchas caras

La desigualdad es básicamente una medida relativa, es un “concepto


relacional” que puede abordarse en varios niveles. La desigualdad afecta la
distribución entre personas dentro de los países, entre países y entre generaciones.
Afecta las relaciones de las personas entre ellas y con instituciones de la sociedad.

La desigualdad puede definirse sobre la base de sus dos dimensiones. La


desigualdad individual (o vertical) es la desigualdad entre personas
independientemente del lugar donde vivan o del grupo social al que pertenezcan. Se
da entre personas sobre la base del acceso a recursos tangibles e intangibles.

En cambio, la desigualdad horizontal es el producto de la desigualdad entre


grupos de personas o familias por motivos de raza, sexo, orientación sexual, lugar de
nacimiento u otros factores. Ambas dimensiones de la desigualdad suelen reforzarse
mutuamente y pueden crear y perpetuar ciclos de pobreza a través de las
generaciones (Robert en OEA, 2006: 35)

La desigualdad jurídica es una forma de discriminación legal. Se


presenta cuando en un juicio el tribunal se favorece a un individuo o a una
corporación en desmedro de la otra parte más débil en recursos, como que se haya
pagado más dinero al abogado, que se trate peor a un inmigrante o a una persona
vulnerable, etcétera. Este favoritismo es de muy compleja demostración, por lo tanto
esta cara de la desigualdad en muchos casos pasa desapercibida.. Un ejemplo que
atraviesa geografías es la cantidad de denuncias de contaminación ambiental y
enfermedades y muertes que trae el linfosato; sin embargo, los juicios a Monsanto
nunca traspasan la denuncia.

La desigualdad entre etnias y/o religiosa: el vocablo afrikaan se traduce como


separación. Si bien se usó en Sudáfrica, por extensión significa toda separación entre
la población que se considera inferior en recibir un trato desigualitario, mejor o peor.
Las personas que sufren trato inferior debido a su etnia son discriminadas o bien de
palabra, o de hecho. Este rostro de la desigualdad, como otros, es violento. Los
discriminados por su etnia padecen el recorte o ausencia de derechos que sí tiene el
resto de la población. Por prolongación, lo étnico, en muchas ocasiones, simplemente
se da por pertenecer a un barrio determinado, a una provincia o región considerada
menor.

La desigualdad religiosa existe pues fruto de las diversas formas de


fundamentalismos y de baja tolerancia hacia los diferentes, las minorías religiosas lo
sufren con resignación la exclusión que son víctimas y en ocasiones responden con
violencia frente a los embates de esas mayorías. Debemos trabajar contra esta forma
de desigualdad desde la apertura de conciencia hacia el respeto del Otro, puesto que,
aunque cada uno tenga diferentes creencias, ninguna es superior o mejor a las demás.
Hay creencias preferidas pero no superiores…

La desigualdad entre sexos: este tipo de desigualdad se da en varios niveles,


atravesando los distintos grupos sociales, y quizás es la más consentida. Los ejemplos
son diversos: el acceso a cargos de alta responsabilidad que está vedado o restringido
a las mujeres (consentido por las mismas mujeres) o, ante los mismos méritos, para el
acceso a un empleo se elige al varón.

Es necesario trabajar desde la educación (inclusive la universitaria) para


romper con los prejuicios y/o la indiferencia social frente a este tipo de desigualdad.
Esta desigualdad se da cuando los individuos a los que se les atribuye un género
determinado no tienen acceso a posibilidades sociales de igual nivel que los
individuos de otro género. Se tiene que forjar un fuerte rechazo a la tolerancia social
ante la desigualdad entre hombres y mujeres, o bien de romper la indiferencia ante la
misma frente al empleo, por ejemplo.

En actualidad, el principio de "igual remuneración por igual tarea" se


encuentra amparado tanto en la Constitución Nacional como en la Ley de Contrato de
Trabajo (LCT).

Las principales desigualdades por razón de género afectan en:


- La ciudadanía: el acceso a la participación política y social en algunos países está
vedado para las mujeres, o bien se les dificulta en muchos otros en razón de la
necesidad que tienen éstas en cumplir con la crianza de sus hijos.
- Las oportunidades de acceso a la educación, tanto básica como especializada, en la
Argentina, donde el índice de escolaridad básica tiene niveles muy altos de inclusión,
pero en otros niveles la maternidad temprana hace que muchas jóvenes abandonen sus
estudios.
- Las oportunidades de trabajo frente a los mismos talentos. Muchas empresas, en
especial las extranjeras, prefieren al varón que a la mujer, ya que, afirman, “piden
menos licencias”.
- Autonomía económica: no favorecer esta autonomía en las mujeres viene de lejos,
muchos siglos atrás: la mujer debe ser mantenida por el varón.
- La salud, la atención de la salud en las mujeres es marginal en muchos países, o no
se atiende como corresponde en el proceso de gestación, vacunas, etcétera.

En síntesis, las formas más extremas de la desigualdad social se expresan en


forma económica, política, religiosa, ética, de género y cultural.

La desigualdad en las nuevas tecnologías de la información

La desigualdad social además se expresa en nuestra época en el acceso a


las nuevas de la información (NTIC), cuando las personas o comunidades no poseen
los recursos y aptitudes para responder a las exigencias y demandas del entorno y la
sociedad (en otra parte de este trabajo lo hemos llamado nuevas formas de
analfabetismo). Esta forma de desigualdad genera exclusión en oportunidades de
empleo, y otras posibilidades, como económicas, culturales, etcétera, que otros
disfrutan.

Existen múltiples factores que conducen a esta forma de desigualdad y


exclusión: económicos, culturales, jurídicos, etcétera: la pobreza, la educación
recibida, la edad, la ausencia de las tres T: techo, trabajo y tierra, además los
impedimentos físicos, la violencia que trae la guerra, el género, la religión, etcétera.

En la actualidad, varios Estados se muestran indiferentes a implementar


políticas sociales que lleven a disminuir loa brecha digital, en ocasiones con
argumentos falaces como primero hay que garantizar el sustento diario, etc., que no
hacen sino mantener la desigualdad. Es al mismo tiempo que garantizamos los
derechos básicos a las poblaciones vulnerables, al mismo tiempo repito enfrentar la
cuestión de la brecha digital, pues como se trabajará en otro capítulo, se está
generando un nuevo tipo de analfabetismo que combatir.
Las desigualdades en las tecnologías de la información (NTIC) se expresan
tanto en el acceso al equipamiento (primera brecha digital) como en el uso y la
comprensión de tales herramientas (segunda brecha digital).

Con el programa Conectar Igualdad, Argentina redujo al mínimo las brechas


digitales (tanto la primera como la segunda) ya que entregó cinco millones de
computadoras a alumnos y profesores del ciclo Medio y Superior, y capacitó on-line
en el uso de distintos programas aplicables a las asignaturas de ambos ciclos.

Las tecnologías pueden ser herramientas para el desarrollo en libertad como


para la desigualdad más profunda… Pues atraviesan varios campos de nuestras
actividades y nuestra existencia está franqueada por la tecnología: la educación, la
salud, el ocio, etcétera.

De ahí que la brecha digital no puede usarse como excusa para justificar los
problemas de la desigualdad que dividen a países y a personas en ricas y pobres. La
ruptura de lazos entre la sociedad y las personas que carecen de estas herramientas de
la información es otro nombre de la exclusión social y, por tanto, de desigualdad
social.

La complejidad que aún pesa sobre la desigualdad tiene historia. La


modernidad proclamaba la normalidad y el orden para alcanzar el progreso. Por tanto
los anormales, los pobres, los que no tenían propiedad quedaban fuera del reclamo de
derechos, no les correspondían eran vagos, incapaces, irracionales.

Hoy, entre otros aspectos, se expresa descarnadamente en las reacciones,


gestos y proclamas contra la identidad de género y el matrimonio igualitario. Son
muchos los que aún murmuran: “¿Qué es esto? ¡Si son anormales! ¿Por qué se les dan
derechos?”.

Las causas de la desigualdad son variadas pero siempre convergen en la


exclusión, en sus más variadas formas: económicas, género, educación, salud, étnicas,
etarias, etc. Por ello hay que educar tanto en lo formal y como desde lo no formal en
la búsqueda de la justicia, la paz, el respeto a la diferencia y la solidaridad como
cimientos de sociedades más inclusivas.
Las consecuencias de la desigualdad afectan tarde o temprano a las sociedades
en su conjunto, en atención a la violencia en sus más variadas expresiones: los
atentados a civiles en sociedades opulentas, las muertes indeseadas de niños, jóvenes
y mujeres en sus desplazamientos obligados en busca de mejores oportunidades, en
enfermedades contagiosas producto de la mala atención sanitaria que terminan
alterando la salud de los que supuestamente no están excluidos.

Desde nuestra perspectiva si el Estado es manejado por el neoliberalismo, nos


alejamos cada vez más de una sociedad de iguales. Son los gobiernos populares que
abrevan en la justicia social los que han dado muestras de que la desigualdad
disminuye cuando se protege a la base social más vulnerable con políticas activas de
promoción. Es claro que para ayudar desde el Estado a los pobres, hay que equilibrar
el presupuesto y redefinir la participación en la torta del PBI, es decir que ello afecta
los privilegios de los más ricos.

El camino es claro aunque difícil, complejo, desafiante…

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