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05-01-2018
Finlandia 1918
Rojos y blancos sumidos en una guerra fratricida
Olivier Truc
Le Monde/Sin Permiso
Nota edición sp: Entre enero y abril de 1918, la guerra civil finlandesa causó 37.000 muertos. Una monográfic

Gran ducado autónomo del Imperio ruso desde 1809, después de haber sido sueca durante la mitad
de un milenio, Finlandia aprovecha la confusión de la revolución bolchevique para declarar su
independencia en diciembre de 1917, independencia reconocida un mes más tarde por el nuevo
régimen ruso. Pero enseguida se traba un combate entre los rojos socialdemócratas, apoyados por
la Rusia revolucionaria, y los blancos mandatados por el Senado de Helsinki, apoyados por
Alemania y en menor medida por Suecia. Esta guerra civil duró cuatro meses, hasta abril de 1918, y
se saldó con la victoria de los blancos. Una victoria total pero amarga, al precio de masacres y de la
instauración de los primeros campos de concentración del siglo XX en Europa. La guerra civil causó
37.000 muertos y cinco veces más víctimas entre los rojos que entre los blancos.

El recuerdo de esta guerra civil fratricida y de sus tabús pesará durante largo tiempo en la escena
política finlandesa, convertida en adepta del consenso a cualquier precio. Este conflicto salvaje está
aún más anclado en las memorias al haberse fotografiado con largueza. Estampas clásicas de
milicianos blancos, guardias rojos, posando fusil al costado, con gorro de piel, gorra o casco en la
cabeza, con aire marcial o perdido, fosas comunes, cuerpos en las calles, destrucciones,
interminables filas de prisioneros y campos rodeados de alambre de espino. En una de esas
escenas en tres fotografías, se ve a un pelotón blanco que prepara sus armas, luego a una docena
de rojos alineados, un cuerpo ya por tierra, y tres más cayendo. En la última foto, se aprecia a un
oficial que da el tiro de gracia a los cuerpos tendidos. En primer plano de esta última foto, una nube
de vapor se escapa en el frío de la boca de un hombre, imagen última de una vida que se va.

Tampere, en el sudoeste del país, fue escenario emblemático de la resistencia de los rojos y de las
matanzas que se sucedieron, tal como cuenta esa institución local que es el Lenin Museo [Museo
Lenin]. Recuerda que esta ciudad obrera, "Manchester del Norte", fue "cuna de la Unión Soviética"
por haber acogido en 1906 el primer encuentro entre Lenin y Stalin durante un congreso del Partido
Obrero Socialdemócrata de Rusia.

Durante los años de guerra fría, en la gran época de la finlandización -sumisión de la política
extranjera finlandesa a la forzada amistad con la URSS- la visita al museo de Tampere era el tipo de
invitación difícil de rechazar, tal como cuenta la institución en su portal digitalwww.lenin.fi. Con el
cierre del Museo Lenin de Moscú en 1993, el de Tampere se ha convertido en el único en su género
en el mundo.

Como puede pasar en las guerras civiles, la división asestó sus golpes hasta en el corazón de las
familias. Katariina Lillqvist, realizadora de películas de animación originaria de esta ciudad, tenía un
abuelo, perteneciente a la minoría de habla sueca, del lado de los blancos. Su abuela era de
Tampere, bastión rojo. "Su historia fue como Romeo y Julieta durante la guerra civil finlandesa. Mi
abuelo fue rechazado por su familia, al haberse casado con una roja. Vivieron en Tampere, donde
llevaron una vida muy dura", tal como relató ella a Le Monde en 2008, con ocasión del estreno de

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su polémica película, La mariposa de los Urales, sobre el mariscal Mannerheim, el de Gaulle
finlandés.

En ella describe el viaje como etnólogo del joven Mannerheim por Asia, donde se encaprichó de un
joven kirguís. Algo no muy marcial para la figura del padre de la nación. Pero igualmente polémica
fue la recepción de esta escena de la guerra civil de 1918 en la que se le ve fusilando a un soldado
rojo de Tampere. Los conservadores reprocharon a la realizadora que reabriera este capítulo de la
Historia. "Pero nunca tuvimos la posibilidad de debatir sobre ello en Tampere", explicaba entonces
Katariina Lillqvist. "Entonces estaba prohibido acordarse de las víctimas. El silencio se ha
convertido en una subcultura de nuestra historia".

La noción de guerra civil hace mucho que se liquidó, por otra parte, en beneficio, a veces, de la de
guerra de liberación: los finlandeses no habrían hecho otra cosa que desembarazarse de sus
dominadores rusos. El medio político actual ha digerido esas dimensiones, pero la forma en que se
evoca este periodo sigue marcando el campo al que se pertenece: si se es de derechas, se habla de
guerra de liberación, si eres de izquierda liberal, hablas de guerra civil, y por último, los partidarios
de la izquierda radical hablan de guerra de clases", recalca Kjell Westö, escritor finlandés de lengua
sueca, autor de varias novelas que tienen como telón de fondo la guerra civil, el término que él
emplea. "He escogido escribir sobre ello, pues se trataba justamente de un tabú. Lo que me
sorprendió al llevar a cabo mis investigaciones es la crueldad y la brutalidad que descubrí en
ambos bandos. Hoy en día ya no es tabú, pero hay todavía un elemento doloroso que puede
resultar sensible en el seno de las familias. Por mi parte, he preferido no contar la historia de mi
familia, puesto que lo que quería hacer era un relato colectivo".

Unos 20.000 rojos fueron víctimas de ejecuciones sumarias o murieron de hambre en los campos
tras el final de los combates, y Finlandia, como más tarde España, conoció su parte de fosas
comunes fantasmas y malditas.

La guerra de invierno que enfrentó a la URSS con Finlandia del 30 de noviembre de 1939 al 13 de
marzo de 1940 contribuyó en gran medida a consignar los acontecimientos de 1918 a los libros de
Historia. Stalin intentó imponer un gobierno a sus órdenes bajo la dirección de uno de los antiguos
líderes de los Rojos durante la guerra civil, el finlandés Otto Wille Kuusinen. Este anunció el 1º de
diciembre de 1939 la formación de la República Democrática de Finlandia, que se apresuró a firmar
un "tratado de asistencia mutua" con la Unión Soviética. Contrariamente a las esperanzas de
Moscú, los rojos derrotados en la guerra civil finlandesa no se unieron para hacer caer al gobierno
blanco en el poder en Helsinki, el cual, por su parte, se mostraba escéptico respecto a la idea de
movilizar a los antiguos rojos para oponerse al ataque soviético. Ese fue, sin embargo, el caso, y los
finlandeses unidos le infligieron grandes pérdidas al Ejército Rojo. Muchos comunistas y socialistas
finlandeses habían comprendido ya que el estalinismo no tenía mucho que ver con la defensa de
los trabajadores.

Durante mucho tiempo, sólo ha prevalecido, sin embargo, la versión blanca, la del vencedor. Hizo
falta esperar a los años 60 para que algunos especialistas universitarios se arriesgan a emitir un
juicio divergente. El historiador Lars Westerlund y su colega Heikki Ylikangas recibieron a finales de
los años 90 el encargo del gobierno de establecer un registro de víctimas de la guerra civil. "¡Fue el

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proyecto de mi vida!", exclama hoy Lars Westerlund. La excelente acogida del público permitió
acallar las reticencias de los medios hostiles al proyecto. A posteriori, hemos podido advertir cierta
decepción proveniente de la izquierda, que tenía la expectativa o la esperanza de que nosotros (la
comisión) atacáramos o por lo menos pusiéramos en cuestión a los vencedores de 1918 y a sus
herederos. Del lado de la derecha, se nos ha reprochado personificar y ponerle rostro a las
víctimas". Guerra de clases para unos, guerra de liberación para otros, esta guerra civil ha
envenenado durante largo tiempo el debate.

"Todo este mal ambiente de discusión que ha prevalecido durante mucho tiempo en Finlandia es
consecuencia de estos acontecimientos", había declarado Heikki Ylikangas cuando el tema acabó
por evocarse finalmente en serio en los años 90. "Entre nosotros, no era conveniente tener una
opinión divergente, si no uno se convertía en seguida en sospechoso". Una cultura del compromiso
que se encuentra en la escena política, en la que las coaliciones son siempre de rigor y en la que
las campañas electorales toman generalmente en cuenta el hecho de que los partidos tendrán que
acabar formando coalición con uno de sus adversarios".

Olivier Truc (1964), corresponsal en los países bálticos del diario Le Monde y colaborador de la
revista Le Point, es también autor de novelas de intriga ambientadas entre los samis de Laponia,
como El estrecho del lobo o El último lapón.

Fuente: Le Monde, monográfico especial "1917 La Révolution Russe", septiembre-noviembre 2017

Nuestra fuente:
http://www.sinpermiso.info/textos/finlandia-1918-rojos-y-blancos-sumidos-en-una-guerra-fratricida

Traducción de Lucas Antón.

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