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AUTORRETRATO (PABLO NERUDA)

Por mi parte soy o creo ser duro de nariz,

mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza,

creciente de abdomen, largo de piernas,

ancho de suelas, amarillo de tez,generoso

de amores, imposible de cálculos,confuso

de palabras, tierno de manos,lento de andar,

inoxidable de corazón,aficionado a las

estrellas, mareas, maremotos,admirador de

escarabajos, caminante de arenas,torpe de

instituciones, chileno a perpetuidad,amigo

de mis amigos, mudo de enemigos,

entrometido entre pájaros, maleducado en

casa,tímido en los salones, arrepentido sin

objeto,horrendo administrador, navegante

de boca,y yerbatero de la tinta, discreto

entre los animales,afortunado de nubarrones,

investigador de mercados,oscuro en las

bibliotecas, melancólico en las cordilleras,

incansable en los bosques, lentísimo de

contestaciones,ocurrente años después,

vulgar durante todo el año,resplandeciente

con mi cuaderno, monumental de apetito,

tigre para dormir, sosegado en la alegría,

inspector del cielo nocturno, trabajador


invisible,desordenado, persistente, valiente

por necesidad,cobarde sin pecado,

soñoliento de vocación,amable de mujeres,

activo por padecimiento,poeta por maldición

y tonto de capirote.

GENIO Y FIGURA

A Winétt

Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh

Pueblos!

El canto frente a frente al mismo Satanás,

dialoga con la ciencia tremenda de los muertos,

y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.

Aun mis días son restos de enormes muebles viejos,

anoche "Dios" lloraba entre mundos que van

así, mi niña, solos, y tú dices "te quiero",

cuando hablas con "tu" Pablo, sin oírme jamás.

El hombre y la mujer tienen olor a tumba;

el cuerpo se me cae sobre la tierra bruta

lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.


Enemigo total, aúllo por los barrios,

un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro

que el hipo de cien perros botados a morir.

"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres
ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que
fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque
no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia
los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes
blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro
del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha , y del que hizo el Viaje del Parnaso , a
imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin
el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos
años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la
batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la
tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los
pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo
del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria".

Novelas ejemplares

Observa que, aunque es un autorretrato, está escrito en 3ª persona.

Lee el texto y haz dos columnas. En una sitúa los rasgos físicos y en la otra, los de carácter.
¿Qué rasgos predominan en el autorretrato de Antonio Machado? ¿los físicos o los morales?

Autorretrato de Antonio Machado

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido

—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,

mas recibí la flecha que me asignó Cupido,

y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

pero mi verso brota de manantial sereno;

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,

soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

mas no amo los afeites de la actual cosmética,

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.


Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera

mi verso, como deja el capitán su espada:

famosa por la mano viril que la blandiera,

no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo

—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;

mi soliloquio es plática con este buen amigo

que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansión que habito,

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.


El Liberal, 1 de febrero de 1908, sin título.

Campos de Castilla, Madrid, Renacimiento, 1912.

OTROS

Autorretrato de Manuel Machado

RETRATO

Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.

Unos ojos de hastío y una boca de sed...

Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...

Calaveradas, amoríos... Nada grave,

Un poco de locura, un algo de poesía,

una gota del vino de la melancolía...

¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;

ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.


Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,

media docena de cañas de manzanilla.

Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,

tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.

Me acuso de no amar sino muy vagamente

una porción de cosas que encantan a la gente...

La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,

más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...

Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,

a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.

Un destello de sol y una risa oportuna

amo más que las languideces de la luna.

Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,

con Montmartre y con la Macarena comulgo...

Y antes que un tal poeta, mi deseo primero

hubiera sido ser un buen banderillero.

Es tarde... Voy deprisa por la vida. Y mi risa

es alegre, aunque no niego que llevo prisa.

Autorretrato de Nicanor Parra


Considerad, muchachos,

Este gabán de fraile mendicante:

Soy profesor en un liceo obscuro,

He perdido la voz haciendo clases.

(Después de todo o nada

Hago cuarenta horas semanales).

¿Qué les dice mi cara abofeteada?

¡Verdad que inspira lástima mirarme!

Y qué les sugieren estos zapatos de cura

Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros

No reconozco ni a mi propia madre.

¿Qué me sucede? -¡Nada!

Me los he arruinado haciendo clases:

La mala luz, el sol,

La venenosa luna miserable.

Y todo ¡para qué!

Para ganar un pan imperdonable

Duro como la cara del burgués

Y con olor y con sabor a sangre.

¡Para qué hemos nacido como hombres

Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces

Veo formas extrañas en el aire,


Oigo carreras locas,

Risas, conversaciones criminales.

Observad estas manos

Y estas mejillas blancas de cadáver,

Estos escasos pelos que me quedan.

¡Estas negras arrugas infernales!

Sin embargo yo fui tal como ustedes,

Joven, lleno de bellos ideales

Soñé fundiendo el cobre

Y limando las caras del diamante:

Aquí me tienen hoy

Detrás de este mesón inconfortable

Embrutecido por el sonsonete

De las quinientas horas semanales.

De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento,1954)


AUTORRETRATO A LOS VEINTE AÑOS (por Roberto Bolaño)

Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca

hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno de miedo,

se me aflojó el estómago y me zumbaba la cabeza:

yo creo que era el aire frío de los muertos.

No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena

acabar tan pronto, pero por otra parte

escuché aquella llamada misteriosa y convincente.

O la escuchas o no la escuchas, y yo la escuché

y casi me eché a llorar: un sonido terrible,

nacido en el aire y en el mar.

Un escudo y una espada. Entonces,

pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla

junto a la mejilla de la muerte.

Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver

aquel espectáculo extraño, lento y extraño,

aunque empotrado en una realidad velocísima:

miles de muchachos como yo, lampiños

o barbudos, pero latinoamericanos todos,

juntando sus mejillas con la muerte.


Los perros románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años

y estaba loco.

Había perdido un país

pero había ganado un sueño.

Y si tenía ese sueño

lo demás no importaba.

Ni trabajar ni rezar

ni estudiar en la madrugada

junto a los perros románticos.

Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.

Una habitación de madera,

en penumbras,

en uno de los pulmones del trópico.

Y a veces me volvía dentro de mí

y visitaba el sueño: estatua eternizada

en pensamientos líquidos,

un gusano blanco retorciéndose

en el amor.

Un amor desbocado.

Un sueño dentro de otro sueño.

Y la pesadilla me decía: crecerás.

Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto


y olvidarás.

Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.

Estoy aquí, dije, con los perros románticos

y aquí me voy a quedar.

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