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APUNTES PARA COMPREHENDER EL CONTRATO DE SEGUROS AUTOMOTOR

TÍTULO:
DESDE LA PERSPECTIVA DE LA CORTE SUPREMA EN EL CASO “FLORES”
AUTOR/ES: Colombo, María C.
PUBLICACIÓN: Temas de Derecho Civil, Persona y Patrimonio
TOMO/BOLETÍN: -
PÁGINA: 777
MES: Setiembre
AÑO: 2017

TRANSPORTE PÚBLICO. OPONIBILIDAD A TERCEROS. DOCTRINA DE LA CORTE


SUPREMA. DEFENSA DEL CONSUMIDOR. FUNCIÓN SOCIAL. CONTRATO DE SEGURO.
ACCIDENTE DE TRÁNSITO. PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL. LIBERTAD DE
CONTRATAR. OBLIGACIONES DE LA ASEGURADORA. SEGURO AUTOMOTOR.
CONTROL JUDICIAL. RAZONABILIDAD. OPONIBILIDAD A LA VÍCTIMA. RECURSO
EXTRAORDINARIO. INADMISIBILIDAD. ARBITRARIEDAD DE SENTENCIA

Se hace lugar al recurso extraordinario interpuesto y se deja sin efecto la sentencia que extendió la
responsabilidad a la aseguradora citada en garantía en un juicio por accidente de tránsito, y declaró inoponible
a la actora el límite de cobertura establecido en la póliza. Ello así, al concluirse que la Alzada decidió incluirla
en la condena y dejar sin efecto el límite acordado en el contrato de seguro, prescindiendo de la normativa
legal en forma dogmática y sin fundamento idóneo y suficiente, con la mera invocación de un supuesto
resguardo a la víctima y a la reparación del daño injustamente padecido.

FLORES, LORENA ROMINA C/GIMÉNEZ, MARCELINO OSVALDO Y OTRO S/DAÑOS Y PERJUICIOS (ACC. TRÁN.
C/LES. O MUERTE) - CORTE SUP. JUST. NAC. - 6/6/2017 - CITA DIGITAL IUSJU016494E

APUNTES PARA COMPREHENDER EL CONTRATO DE SEGUROS AUTOMOTOR DESDE LA PERSPECTIVA


DE LA CORTE SUPREMA EN EL CASO “FLORES”

Nota al fallo
María C. Colombo(*)
I - El caso en análisis
En mayo del 2013, la Sala K de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil confirma la sentencia de
primera instancia, en cuanto condena al demandado en autos -el Sr. Giménez, Marcelino- y a su citada en
garantía a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados a la actora Flores, Lorena Romina por un accidente de
tránsito ocurrido el 6/11/2007. Asimismo, la Alzada eleva los montos impuestos por el juez inferior en
concepto de “incapacidad sobreviniente” y “daño moral”. Por último, hace lugar a los agravios de la actora y
establece la inoponibilidad del límite de cobertura establecido en la póliza contratada por el señor Giménez,
modificando en este punto lo dispuesto por el a quo, que extendió la condena a la aseguradora con el alcance y
los límites establecidos en la misma.
Así las cosas, la causa “Flores” llega al Máximo Tribunal, que finalmente se expide sobre el particular con
fecha 6/6/2017.
El eje de debate del fallo “Flores” gira en torno a la oponibilidad a los terceros víctimas de accidentes de
tránsito del límite de la suma asegurada establecida en las pólizas de seguro automotor.
Este debate no es nuevo en los tribunales capitalinos, ya que oportunamente se expidieron sobre el
particular las Salas A(1), C(2) y H(3) de la Cámara de Apelaciones en lo Civil. Las tres Salas coincidieron en líneas
generales en declarar la nulidad de la cláusula de limitación de cobertura por considerarla abusiva.
En el fallo que se comenta, la Sala K se alinea con esta corriente jurisprudencial. Así consideró que el
límite de cobertura previsto en la póliza contratada entre el demandado y su aseguradora era inoponible a la
actora. El Tribunal llega a esta decisión al entender que el seguro de responsabilidad civil reviste el carácter de
obligatorio en virtud de lo dispuesto por el artículo 68 de la ley 24449. Asimismo, razona que este seguro tiene
una finalidad y función social y solidaria tendiente a proteger y reparar el daño ocasionado a las víctimas de
accidentes de tránsito. Así, decreta la nulidad de la cláusula que limita la cobertura en el entendimiento de que
esta desnaturaliza la función social del contrato de seguro y restringe la garantía a una efectiva indemnización.
Contra esta decisión, la aseguradora interpone recurso extraordinario que es concedido. La CSJN en esta
oportunidad admite el tratamiento del particular, pese a que la materia es extraña al artículo 14 de la ley 48,
en el entendimiento de que la Alzada ha prescindido de dar un tratamiento adecuado a la controversia, con
arreglo a las constancias de la causa y la normativa aplicable (Fallos: 324:3618 y 327:5082).
El objeto de este comentario es fragmentar el fallo de la Corte y analizarlo a través de lo que creemos ha
sido siempre el eje del problema, esto es: la confusión sobre quién es el verdadero beneficiario del contrato de
seguro de responsabilidad civil; los efectos del contrato de seguro y las víctimas de accidentes de tránsito; y
por último cómo debe entenderse la verdadera función social del seguro y el principio de reparación integral.
II - El beneficiario del contrato de seguro de responsabilidad civil
No son pocas las voces doctrinarias y los tribunales que entienden que el beneficiario del contrato de
seguro de responsabilidad civil es la víctima del accidente de tránsito. Estas posturas argumentan que el
contrato de seguros, al ser un contrato de consumo, de contratación obligatoria, según el artículo 68 de la ley
24449, tiene como función social proteger a las potenciales víctimas de accidentes de tránsito, garantizando así
la percepción de las indemnizaciones derivadas de los siniestros viales.(4)
En nuestro país, mediante el decreto 692/1992 se implementó la obligatoriedad de la contratación de un
seguro contra la responsabilidad civil automotor. Finalmente, en 1994, se sancionó la ley 24449 de tránsito,
derogatoria de este decreto, y que en su actual artículo 68(5) dispone de igual modo el deber de contratar un
seguro.
A partir de la incorporación de esta manda legal, en nuestro país, se han confundido los principios que
inspiran al seguro contra la responsabilidad civil automotor voluntario, con los que rigen al seguro obligatorio
automotor.
En este punto es necesario recordar que el contrato de seguro se encuentra definido en el artículo 1 de la
ley 17418. No obstante estar regulado expresamente por ley especial, no escapa a nuestro conocimiento que
se trata de un contrato por adhesión en los términos del artículo 984 del CCyCo. y que será asimismo un
contrato de consumo (art. 1093, CCyCo.) si queda comprendido en el supuesto normado por el artículo 1092
de la ley de fondo.(6)
El seguro contra la responsabilidad civil está regulado específicamente en el artículo 109 de la ley de
seguros(7), donde se establece qué efectos jurídicos tiene este contrato y se precisa con meridiana claridad su
alcance.
Así, en el contrato de seguro de responsabilidad civil, la obligación principal -obligación a la que se
compromete el asegurador- consiste en mantener indemne al asegurado frente a una eventual agresión
patrimonial derivada del acaecimiento del evento dañoso previsto, dentro de los límites estipulados por las
partes al momento de celebrar el contrato.(8)
En otras palabras, la obligación de indemnidad que recae sobre la cabeza del asegurador solo se extiende
al asegurado, y eventualmente al conductor autorizado, a los fines de resguardar sus respectivos patrimonios.
En la póliza de seguro automotor la situación del conductor autorizado se asimila a la del asegurado.(9)
La figura del conductor autorizado es un supuesto de estipulación a favor de un tercero (art. 1027,
CCyCo.); en un principio el conductor autorizado es un tercero respecto del contrato celebrado entre
asegurador y asegurado. No obstante, una vez que se coloca en la butaca del rodado asegurado -acepta la
ventaja establecida a su favor- se materializa su derecho convirtiéndose en acreedor de la obligación de
indemnidad.
A tenor de lo dispuesto en el artículo 109 de la ley de seguros, el tercero damnificado no es parte del
contrato de responsabilidad civil sino que es un extraño a la relación contractual. Asimismo, tampoco este es
un contrato estipulado a su favor sino que ha sido celebrado con miras a resguardar el patrimonio del
asegurado y/o conductor autorizado.
En este punto es necesario aclarar que el tercero damnificado no es beneficiario de ninguna estipulación a
su favor ni es parte del contrato de seguro de responsabilidad civil.
No obstante, no escapa a nuestro entendimiento que el tercero -ante la causación del daño- tiene el
derecho de ser resarcido por las consecuencias derivadas del mismo y en virtud de la responsabilidad prevista
en el contrato. Así, el asegurador mantendrá indemne al asegurado resarciendo al tercero damnificado -
acreedor del asegurado/conductor autorizado- por los daños ocasionados dentro de la garantía prevista en el
contrato.(10)
El contrato de responsabilidad civil “es una forma asegurativa de ocurrencias”(11), la responsabilidad del
asegurado nace como consecuencia de un hecho acaecido en el plazo convenido. Así, la responsabilidad
derivada del acaecimiento del evento dañoso previsto en el contrato de seguro es lo que hace nacer la
obligación de reparar el perjuicio causado al tercero damnificado por parte del asegurado/conductor
autorizado.(12)
Atento a lo expuesto, ¿es el tercero damnificado el beneficiario del contrato de seguro de responsabilidad
civil automotor? La respuesta es clara: no.
El damnificado/víctima de un accidente de tránsito es un tercero ajeno al contrato de seguro, no puede de
manera alguna revestir el carácter de acreedor en un vínculo jurídico celebrado entre asegurador y
asegurado/conductor autorizado. Así, al no ser parte de un contrato que no celebró ni que fue estipulado en su
beneficio, no puede invocarlo a su favor, ni pretender que se le extiendan sus efectos.
Es finalmente esta la postura que hace propia -por segunda vez- la CSJN en el fallo que con el presente se
comenta.
Oportunamente, y al resolver sobre “Buffoni”, el Alto Tribunal sienta precedente respecto de que los
terceros damnificados no pueden considerarse parte del contrato de seguro contra la responsabilidad civil,
siéndoles oponibles sus efectos.(13)
En este punto, nos permitimos una digresión que resulta necesaria para comprender cuál es el leitmotiv
del contrato de seguro automotor. Así, cabe preguntarnos, ¿cuál es la causa-fin del contrato de seguro contra
la responsabilidad civil?
Anteriormente, hemos dicho que la finalidad del artículo 109 de la ley de seguros es establecer una
garantía de indemnidad a favor del asegurado, contra una eventual agresión patrimonial por parte de un
tercero derivado del acaecimiento del evento dañoso.
Asimismo, podemos decir que es ciertamente la finalidad esencial del contrato (causa-fin(14)) entre
asegurado y asegurador. En otras palabras, es el fin último que tuvieron en miras las partes al celebrar el
contrato contra la responsabilidad civil, el mantener incólume el patrimonio del asegurado por cuanto deba al
tercero damnificado, es decir “mantener la indemnidad eliminando la deuda”.(15)
Ni el artículo 109 de la ley de seguros ni la finalidad esencial del contrato tienen como eje central
beneficiar al tercero damnificado, por eso no podemos sostener que el tercero es parte del contrato de seguros
contra la responsabilidad civil, sino que el tercero damnificado no es parte de dicho contrato. Solo revisten
calidad de partes el asegurador y el asegurado/conductor autorizado, de conformidad con lo estipulado por los
artículos 1021 y 1022 del CCyCo., y el artículo 109 de la ley de seguros.
Dicho lo anterior es que entendemos que con “Flores” el Tribunal Supremo no solo ratifica la postura
sentada en “Buffoni”, sino que desarrolla -a nuestro juicio- un interesante argumento en unos de sus
Considerandos.
En el voto de la mayoría(16), el Tribunal pone de relieve el particular eje donde pivotean las relaciones
víctima-asegurado-aseguradora; en este se puede advertir una serie de obligaciones bien diferenciadas, a
saber: una relación obligacional entre víctima/asegurado, que emana del deber genérico de no dañar a otro, es
decir que su causa-fuente es la ley. El vínculo obligacional que enlaza a la aseguradora/asegurado tiene su
fuente en el contrato celebrado entre ambas partes, es la obligación de indemnidad debida por el asegurador a
favor del asegurado. Finalmente, tenemos la relación entre víctima/aseguradora: la aseguradora cumplirá con
su obligación de indemnidad, satisfaciendo el interés de la víctima del accidente de tránsito, al abonar la
indemnización debida por su asegurado en la medida del seguro; este vínculo tiene su fuente en el artículo 118
de la ley de seguros.(17)
Así, desenmarañando los distintos vínculos que se manifiestan en el contrato contra la responsabilidad civil
automotor, y estableciendo la causa-fuente de las distintas obligaciones que en este se presentan, es que
podemos comprobar por qué el tercero no puede considerarse parte del contrato objeto de estudio en el
presente comentario.
Finalmente, es interesante destacar que en el Considerando 12 del voto de la mayoría, la Corte señala que
no puede pretenderse que la compañía de seguros indemnice al tercero en la medida del daño sufrido sino en
los términos estipulados en el contrato de seguro que celebró con el asegurado. Caso contrario, estaríamos
ante la presencia de una obligación sin causa en los términos del artículo 726 de la ley de fondo (art. 499,
CC).(18)
En este punto, se cierra el debate con una regla directriz del derecho de las obligaciones: no hay
obligación sin causa. Es decir, no hay causa de deber sin “el presupuesto de hecho al cual el ordenamiento
jurídico le otorga idoneidad para generar obligaciones”.(19)
III - Las víctimas de accidentes de tránsito y el efecto relativo de los contratos
Siguiendo al Código velezano, el actual artículo 1022 de la ley de fondo establece cuál es la situación de
los terceros frente al contrato. Los contratos, en principio, nacen para reglar derechos entre las partes
otorgantes; los terceros como extraños no pueden verse afectados por obligaciones impuestas a su cargo.
Asimismo, como contrapartida, tampoco podrán invocar el contrato para establecer obligaciones a cargo de los
contratantes.
La doctrina contractualista señala que se denominan “efectos de los contratos” a aquellas relaciones que
emergen entre las partes, por el solo hecho de que el contrato ha quedado perfeccionado y/o ha sido
ejecutado.(20)
Las partes delimitan el contenido y la eficacia del contrato, y sus efectos en principio solo pueden afectar a
los contratantes, ya que no pueden perjudicar a terceros. Así, la norma indica que los terceros extraños al
contrato no pueden verse afectados por el contrato, pero sus efectos les son oponibles en tanto deben respetar
lo pactado.
El principio del efecto relativo de los contratos se concibe por la doctrina como uno de los tres pilares
sobre los que descansa la teoría de los contratos, a saber: libertad contractual, la obligatoriedad de los
contratos y finalmente el denominado “efecto relativo de los contratos”. Este último principio restringe los
alcances de lo pactado a las personas que han participado del contrato. Así, se deduce que el contrato, si bien
no puede perjudicar a terceros, tampoco estos podrán invocarlo en su beneficio.(21)
El Alto Tribunal en “Buffoni” dejó sentada su posición respecto de la procedencia de la oponibilidad de los
efectos del contrato de seguro al tercero damnificado.(22)
En el fallo objeto de estudio, la Corte no hace más que ratificar su postura, al reiterar que los contratos
tienen efectos entre las partes y no pueden beneficiar ni perjudicar a terceros.
Asimismo, con fundamento en los artículos 1022 del CCyCo. y 109 y 118 de la ley de seguros, establece el
carácter de tercero de la víctima de accidente de tránsito, para luego sostener que por su condición de terceros
solo podrán invocar el contrato en los términos pactados por sus otorgantes.(23)
Es interesante el planteo del voto de la mayoría en el Considerando 11, cuando afirma que si bien en
principio los contratos no pueden perjudicar a terceros, lo cierto es que desde el punto moral y/o económico
siempre afectan en alguna medida a los terceros. En nuestro ordenamiento opera como causal de justificación
el ejercicio regular de un derecho, y en tanto la ventaja obtenida de una actividad lícita no resulte de la
violación de la ley y/o de una conducta irregular, el derecho no puede hacer reproche alguno.(24)
Por esta razón, tanto la libertad para contratar como la autonomía de la voluntad están protegidas por la
Constitución Nacional, por lo que nadie puede argumentar un perjuicio ético o patrimonial no desaprobado por
el derecho para cuestionar un contrato.
Finalmente, es de destacar la referencia que hace la Corte Suprema respecto del diálogo de fuentes.
Señala que la ley de defensa del consumidor no deroga ni modifica una ley especial anterior, cuando dicha ley
regula un régimen como lo es la ley de seguros. En este punto, no hace más que replicar lo establecido en el
precedente “Buffoni” (Fallos: 337:329).
IV - La función social del seguro
La irrupción de la industria a gran escala ha provocado en las sociedades modernas un fuerte impacto. Más
allá de las consecuencias beneficiosas para el hombre, también se ha presentado una faz negativa con el
crecimiento de potenciales riesgos que necesitan ser minimizados. Ante esta realidad, y como consecuencia de
esta, surge la institución del seguro.
El seguro no es más que un remedio destinado a otorgar seguridad ante un eventual desequilibrio
patrimonial derivado de un acontecimiento dañoso. Así, los individuos y las empresas, ante la eventualidad del
siniestro, contratan un seguro para mitigar las posibles consecuencias dañosas sobre sus patrimonios.
Nace así una mutualidad de asegurados con la intención de prevenir y/o minimizar las consecuencias
dañosas del evento previsto en el contrato, siendo esta la función económica del seguro: la mitigación y
dispersión del riesgo.
Este contrato estará conformado por un asegurado cuyo interés es proteger su patrimonio, y un
asegurador que soportará las consecuencias dañosas con un fondo de primas constituido para esa
eventualidad. Así, el contrato de seguro es la “operación jurídico-económica cuya materia la constituye el
intercambio de una cotización o prima a cargo del asegurado, por el resarcimiento de un daño, si es que se
verifica un evento futuro e incierto susceptible de provocarlo, o el cumplimiento de una prestación a cargo del
asegurador”.(25)
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que en el contrato de seguros descansa un ideario solidarista,
todos y cada uno de los asegurados contribuyen al fondo de primas con un fin último de beneficio recíproco.
Esta idea de solidaridad “significa ontológicamente, vinculación recíproca, y éticamente, responsabilidad
reciproca en responder uno por otro”.(26)
En la actualidad, el seguro no solo posee una función económica sino que también cumple con una función
social.
La función social del seguro radica en la asistencia recíproca de la mutualidad de asegurados que -ante el
siniestro- concurren con el fondo de primas a mitigar los daños derivados del mismo. Al Estado no le es
indiferente que la sociedad acuda a este remedio y generalmente propende a la contratación de seguros
obligatorios en determinados ramos: seguro de vida, automotor, etc.
En nuestro país, el parque automotor ha tenido un franco crecimiento, lo que tiene como correlato
negativo un incremento directamente proporcional de accidentes de tránsito. Hoy en día, los accidentes en la
vía pública tienen un costo social elevado, dado que producen cuantiosas pérdidas económicas.
Así, y en miras de prevenir las consecuencias dañosas que implica la circulación de los automotores, cada
Estado establece sus políticas públicas para la contratación obligatoria del seguro automotor.
La tendencia legislativa en la segunda mitad del siglo XX se ha inclinado por la protección de las víctimas
de accidente de tránsito. Es por ello que a la par del seguro contra la responsabilidad civil automotor voluntario
se ha desarrollado un seguro obligatorio automotor. Esto no significa que el seguro obligatorio haya desplazado
o eliminado al seguro voluntario: son dos tipos de cobertura que coexisten y que tienen objetivos diferentes.
El seguro obligatorio contra la responsabilidad civil es una modalidad de aseguramiento que descansa en
una necesidad de la sociedad en su conjunto y que tiene como fin último proteger a la víctima del accidente de
tránsito. Las características de este seguro obligatorio difieren de las del seguro voluntario. En primer lugar, su
contratación viene impuesta por la ley y es la ley la que establece las condiciones de contratación.(27)
Como se ha expuesto precedentemente, en el seguro voluntario -no obligatorio- el beneficiario del
contrato es el propio asegurado, quien posee una garantía de indemnidad patrimonial. En este tipo de seguro
las partes ejercen libremente su derecho a contratar, siendo este acuerdo de voluntades oponible a terceros,
quienes deberán respetar el contrato en los términos y condiciones establecidos por las partes.
En cambio, cuando de seguros obligatorios se trata, la contratación viene impuesta por la manda legal. El
Estado, haciendo uso de su poder de imperium y en pos de la seguridad social, impone obligatoriamente la
contratación. Aquí, la autonomía de la voluntad cede ante un interés superior, que es otorgar protección y
amparo a las potenciales víctimas de accidentes de tránsito.
La noción de la función social del seguro no ha sido bien interpretada en nuestro país. No son pocos los
que sostienen que bajo este término deben de repararse integralmente los daños padecidos por las víctimas de
accidente de tránsito, en desmedro de las condiciones del contrato de seguro que se invoca.
Impera una confusión terminológica que no logra discernir entre contrato de seguro voluntario y
obligatorio. Claro está que la normativa en nuestro país tampoco ayuda. El artículo 68 de la ley de tránsito
impone la obligación de contratar un seguro obligatorio como una mera expresión de deseo.
En la Argentina, el legislador solo se ha limitado a incluir en el ordenamiento jurídico la noción de seguro
obligatorio, pero no se ha preocupado por legislar sobre el particular. Asimismo, y quizás lo más paradójico, el
Poder Ejecutivo, a través de la Superintendencia de Seguros de la Nación, ha trazado una serie de resoluciones
administrativas de dudosa constitucionalidad(28) que dotan al sistema de pautas de contratación que lejos están
de configurar un seguro obligatorio automotor.
Numerosos fallos han hecho hincapié en la función social del seguro como fundamento para declarar la
inoponibilidad de las exclusiones de cobertura y el límite de la suma asegurada a los terceros damnificados,
todo ello en el entendimiento de que desnaturalizan no solo el contrato de seguro sino también su función
social.(29)
Por su parte, la CSJN, en “Buffoni”, señaló que “...la función social que debe cumplir el seguro no implica,
empero, que deban repararse todos los daños producidos al tercero víctima sin consideración a las pautas del
contrato que se invoca...(30)”. Aquí, la Corte Suprema entiende que “función social” no es óbice para respetar
las condiciones del contrato que se invoca, toda vez que la oponibilidad de sus términos no desnaturaliza el
contrato de seguro.
En el fallo objeto de comentario, la Corte se expide en idénticos términos al sostener que “ni la
obligatoriedad del seguro prevista por la ley ni de su finalidad social puede inferirse que la cláusula del contrato
que limita la cobertura sea inoponible al damnificado”.(31)
El voto del doctor Rozenkrantz es interesante, toda vez que destaca las características del seguro
obligatorio en nuestro país y señala cómo debe entenderse la función social en el seguro obligatorio. Así, pone
de relieve que recae en la autoridad administrativa el deber de establecer la extensión y condiciones del seguro
obligatorio.(32)
En “Flores”, podemos advertir el verdadero sentido y alcance que la CSJN le otorga a la función social del
seguro. El seguro obligatorio como modalidad de contratación cumple una importante función que excede el
interés individual para interesar al bien común de la sociedad en su conjunto.
El Estado de manera opinable se ha ocupado de establecer sus límites y condiciones del contrato de seguro
obligatorio a través de la Superintendencia de Seguros de la Nación, lo cual no lo desnaturaliza, sino que
reafirma su finalidad social al garantizar la protección de los damnificados y el acceso de la comunidad al
seguro.(33)
V - El principio de reparación integral vs. el límite de cobertura en el contrato de seguros
Una de las principales diferencias entre el derecho civil y penal estriba en la finalidad que persiguen uno y
otro. El derecho penal posee una finalidad netamente sancionadora ya que tiene en mira castigar al autor del
ilícito. En cambio, el fin último del derecho civil radica en resarcir el daño causado, haciendo hincapié en la
reparación de las consecuencias dañosas sufridas por el damnificado.
Ante el daño ocasionado, lo deseable sería poder restablecer las cosas al estado anterior, como rezaba el
artículo 1083 del Código velezano y el actual artículo 1740 de la ley de fondo. No obstante, ya el codificador
decimonónico tenía para sí que en innumerables oportunidades volver las cosas al estado anterior se tornaba
imposible, por lo que no quedaba más opción que el derecho a la indemnización en dinero.
La función resarcitoria de la responsabilidad civil trae aparejado uno de los mayores problemas del
derecho de daños, esto es, la extensión del resarcimiento del daño. La famosa pregunta: ¿cuánto por el daño
causado?
Una vez acaecido el daño, pesa sobre el sujeto dañador la obligación de reparar el perjuicio ocasionado. La
extensión del resarcimiento deberá ser plena e integral. Es decir, deberá ser suficiente para reestablecer en la
medida de lo posible el equilibrio roto por el deudor. El límite estará dado obviamente por el enriquecimiento
sin causa del acreedor/damnificado.
El principio de la reparación integral del daño tiene su carta de presentación en el fallo “Santa Coloma” de
1986. En esa oportunidad, la CSJN señaló “la sentencia apelada lesiona el principio del alterum non laedere
que tiene raíz institucional (art. 19 de la ley fundamental) y ofende el sentido de justicia de la sociedad, cuya
vigencia debe ser afianzada por el Tribunal, dentro del marco de sus atribuciones y en consonancia con lo
consagrado en el preámbulo de la Carta Magna” (Fallos: 308:1160).
El principio de reparación integral encuentra fundamento en nuestra Constitución Nacional en los artículos
17 (derecho a la propiedad), 19 (principio de no dañar al otro) y 33 (como uno de los derechos implícitos).
En “Aquino” (Fallos: 327:353), la Corte ratifica el carácter de principio constitucional al señalar que el
artículo 19 de la Constitución Nacional establece el “principio general” que “prohíbe a los ‘hombres’ perjudicar
los derechos de un tercero”: alterum non laedere, que se encuentra “entrañablemente vinculado a la idea de
reparación”.(34)
En consonancia con la Constitución Nacional, el actual CCyCo. recepta el principio de reparación plena o
integral en el artículo 1740.(35)
El principio de reparación plena e integral no debe entenderse como un principio absoluto, donde todos y
cada uno de los daños ocasionados serán resarcidos totalmente. Pensar el principio bajo esta perspectiva lo
convierte en una quimera.
Según enseña la doctrina, el principio de reparación plena o integral bien entendido consistirá en el
resarcimiento de todas aquellas consecuencias que verifiquen una adecuada relación de causalidad entre el
daño y su hecho generador (arts. 1726 a 1728, CCyCo.). Asimismo, es necesario apreciar en concreto la
reparación del daño, poniendo especial énfasis en la correspondencia entre el daño injustamente sufrido y la
indemnización percibida. Esta operación no es sencilla, ya que el cálculo de la indemnización deberá realizarse
con especial cuidado de que el damnificado no reciba un monto menor al menoscabo sufrido, ni configure un
enriquecimiento sin causa.(36)
Como hemos adelantado, este principio no es absoluto en nuestro derecho. No todos los daños sufridos
son indemnizados integralmente, ya que solo se indemnizan aquellas consecuencias que tienen una adecuada
relación de causalidad entre el perjuicio efectivamente sufrido y el hecho dañoso.
Sostener lo contrario implica desconocer que “la plenitud que preside el resarcimiento no es fáctica (no se
indemniza cualquier daño) sino jurídica (se repara aquel daño que el derecho atribuye como causado por el
hecho fuente), descartando consecuencias lesivas causales o remotas. De lo contrario, la responsabilidad sería
ilimitada e injusta”.(37)
El principio de reparación integral o plena tiene límites bien definidos en nuestro ordenamiento jurídico. En
los artículos 1726 y 1728 del CCyCo. se establecen cuáles serán las consecuencias indemnizables(38); los daños
ocasionados por el acto involuntario(39) son otro ejemplo de limitación a este principio. Asimismo, el supuesto
de atenuación de responsabilidad del artículo 1742(40) y lo dispuesto por el artículo 793(41) sobre la cláusula
penal pactada.(42)
Por otro lado, en el sistema existen excepciones al principio de la reparación plena o integral que están
dadas por normas legales como el Código Aeronáutico, la ley de navegación, la ley de riesgos de trabajo, entre
otras.
La Corte Suprema comprehende a este principio en los términos expuestos. Como ya hemos visto en
“Buffoni”, entiende que la reparación de los daños producidos al tercero deberá tener en consideración las
pautas del contrato que se invoca(43). En “Flores” el Alto Tribunal, en su Considerando 9 del voto de la mayoría
no hace más que ratificar la línea seguida por el precedente “Buffoni”.(44)
Sin embargo, es preciso destacar lo que señala el doctor Rozenkrantz en su voto en el Considerando 10:
“Tal principio no es absoluto pues en materia de responsabilidad civil el legislador puede optar por diversos
sistemas de reparación, siempre que estos se mantengan dentro del límite general impuesto por el artículo 28
de la Constitución Nacional. Es decir, el principio de la reparación integral no es incompatible con sistemas que
establezcan una indemnización -limitada o tasada-, en la medida que el sistema en cuestión sea razonable
(Fallos: 325:11; 327:3677, 3753; 335: 2333)”.
El ministro de la Corte en este voto pone de relieve lo expresado anteriormente, esto es, que las
limitaciones al principio de reparación integral o plena no son extrañas a nuestro sistema jurídico, si bien estas
son excepcionales. Asimismo, es de destacar que la procedencia de las limitaciones al principio de la reparación
plena o integral estará dada en la medida en que el legislador las considere como un medio idóneo para
satisfacer el interés común, aun en detrimento de los intereses de quienes sufren tal restricción.
En materia de seguro, el principio de reparación integral también tiene sus bemoles, ya que la víctima de
accidente de tránsito, si bien tiene derecho a la reparación plena o integral de los perjuicios sufridos, esta no
puede extenderse más allá de la medida del seguro respecto de la aseguradora.
El límite en nuestra materia se encuentra dado por el artículo 118, que señala que “la sentencia que se
dicte hará cosa juzgada respecto del asegurador y será ejecutable contra él en la medida del seguro”. Es
entonces oportuno preguntarse: ¿cuál es la razón por la que en el contrato de seguro se establecen límites a la
indemnización debida por el asegurador?
En la estructura económica, técnica y jurídica del contrato de seguro, la relación entre la prima, el riesgo y
la prestación debida por el asegurador es de transcendental importancia. Así, “según cuál fuere el riesgo, así
será la prima y, consecuentemente, así deberá ser la indemnización que el asegurador prometa al asegurado.
Porque la prima de riesgo, también denominada pura, neta o teórica, representa la contrapartida de esa
posibilidad de que se produzca el evento incierto contemplado en el contrato, que dará lugar a que el
asegurador deba pagar su prestación...”.(45)
El conjunto de primas aportadas por la mutualidad de asegurados es lo que se denomina “fondo de
primas”. Este fondo no solo es de utilidad al asegurador, ya que con ella hará frente a los eventuales
siniestros, sino que se convierte en la garantía de los asegurados de que una vez acaecido el evento dañoso, el
asegurador tendrá los fondos suficientes para el cumplimiento de la prestación convenida.
Respecto de la determinación de la prima, el cálculo actuarial dependerá de la mayor o menor probabilidad
de que se verifique el riesgo. La empresa de seguros no establece su prima de manera caprichosa, sino que lo
hace teniendo en vista lo expresado precedentemente, ya que dependerá de la correcta realización de esta
operación técnica-económica la suficiencia de fondos para afrontar los riesgos asumidos.
Finalmente, es necesario “señalar que el asegurador debe perseguir incansablemente la racionalización de
sus costos, para que la prima resulte barata, y cada vez más accesible al mayor número de asegurados. A fin
de que se materialice una mejor aclimatación del seguro dentro de inmensa masa asegurable. Tal finalidad se
compadece con la función social y previsional que persigue la institución”.(46)
Lo anteriormente expuesto no escapó a los jueces supremos. Lo interesante de “Flores” es que el Máximo
Tribunal tuvo presente, al momento de dictar sentencia, las características técnicas y económicas que posee el
contrato de seguro, más precisamente en cuanto a la configuración del fondo de primas.
El límite de cobertura tiene estrecha relación con el riesgo asumido por el asegurador y la prima que
efectivamente es abonada por el asegurado; no puede desconocerse esta realidad. Esta relación “constituye
clave de bóveda en el vínculo asegurativo ya, que desde una perspectiva económica, se ha concebido una
técnica o recurso de compensación de riesgos para alcanzar la eliminación o neutralización de las
consecuencias económicamente desfavorables de los eventos dañosos”.(47)
En efecto, en su voto, el ministro Rozenkrantz hace referencia a que una menor cobertura asegurativa
implica un menor precio final del seguro, lo cual contribuye al sistema en su conjunto, ya que favorece la
mayor contratación de seguros por la sociedad, con el consiguiente beneficio de los potenciales terceros
damnificados que verían mermadas las chances de encontrarse con sujetos dañadores carentes de seguro.
Como ya se sugirió, la función social bien entendida tiene su razón de ser en brindar a la sociedad en su
conjunto un instrumento válido para disminuir las consecuencias dañosas de los accidentes de tránsito,
debiendo compatibilizarse los derechos de todas las partes involucradas en pos del beneficio común.(48)
No escapa a nuestra consideración que la limitación de cobertura implica una restricción al principio de
reparación plena o integral al que tiene derecho la víctima de accidentes de tránsito, lo que significa que parte
del daño sufrido deba ser soportado por la propia víctima. No obstante ello, la Corte con “Flores” ha sentado
precedente sosteniendo que, en función de la finalidad social del contrato de seguro, es procedente la
oponibilidad a las víctimas de accidentes de tránsito del límite de cobertura pactado en el contrato de seguro
dentro del marco de razonabilidad exigido por la Constitución Nacional.
VI - Conclusión
Estamos en un todo de acuerdo con el fallo objeto del presente comentario. Se tornaba necesario poner
énfasis en que el beneficiario del seguro contra la responsabilidad civil automotor es el asegurado/conductor
autorizado. Es a este a quien el asegurador debe la garantía de indemnidad. Asimismo, se hace preciso
recordar una vez más que, lamentablemente, la Argentina carece de un régimen de seguro obligatorio
automotor.
Ante el penoso peregrinar de las víctimas de accidentes de tránsito, los Tribunales han intentado -de
manera loable- suplir las omisiones legislativas de los restantes poderes del Estado. No obstante,
respetuosamente creemos que quizás no sea ese el camino a recorrer si pretendemos ser un país ajustado a
derecho.
La CSJN con el fallo que se comenta finalmente pone blanco sobre negro y sienta los lineamientos sobre
los cuales deberá interpretarse el contrato de seguro contra la responsabilidad civil automotor a la luz de las
normas del Código de fondo, la ley del consumidor y la ley de seguros, todo ello en un adecuado diálogo de
fuentes.

Notas:
(*) Abogada (UNC). Diplomatura en Derecho de Seguros (UCES). Especialización en Responsabilidad Civil Contractual
y Extracontractual (UCLM). Maestría (en curso) en Derecho Civil y Patrimonial (UCA)
(1) “M., C. D. y otro c/M., M. M. y otros s/daños y perjuicios” - CNCiv. - Sala A - 22/10/2016
(2) “Aimar, María Cristina y otro c/Molina, José Alfredo y otros s/daños y perjuicios (acc. trán. c/les. o muerte)” -
CNCiv. - 26/5/2016 - Cita digital IUSJU016826E y “Aldasoro y Compañía SA y otro c/Molina, José Alfredo y otros
s/daños y perjuicios (acc. trán. sin lesiones)” - CNCiv. - Sala C - 26/5/2016
(3) “Ramírez, Celia Haydee y otros c/Migliora, Cristina s/daños y perjuicios - resp. prof. médicos y aux. - 60684/2010”
- CNCiv. - Sala H - 21/3/2017 y “Lugo, Luis Alberto y otro c/Kuriel, Jorge Luis s/daños y perjuicios” - CNCiv. - Sala H -
3/3/2017 - Cita digital IUSJU015565E
(4) Sobrino, Waldo: “Exclusiones irrazonables de la cobertura del seguro” - LL - Revista Jurídica - noviembre/2014
(5) Art. 68, L. 24449 - “Seguro obligatorio. Todo automotor, acoplado o semiacoplado debe estar cubierto por
seguro, de acuerdo con las condiciones que fije la autoridad en materia aseguradora, que cubra eventuales daños
causados a terceros, transportados o no”
(6) El CCyCo. y la L. 24240 son contestes al definir el concepto de “consumidor”
(7) Art. 109, ley de seguros - “El asegurador se obliga a mantener indemne al asegurado por cuanto deba a un
tercero en razón de la responsabilidad prevista en el contrato, a consecuencia de un hecho acaecido en el plazo
convenido”
(8) Así lo dispone el art. 118, ley de seguros: “...la sentencia que se dicte hará cosa juzgada respecto del asegurador
y será ejecutable contra él en la medida del seguro”
(9) No obstante, se dejan a salvo los supuestos de delimitación subjetiva del riesgo -culpa grave o dolo- que no le son
aplicables al conductor autorizado
(10) Stiglitz, Rubén S. y Stiglitz, Gabriel A.: “Derecho de seguros” - 6a ed. - LL - 2016 - T. IV - pág. 6
(11) López Saavedra, Domingo M.: “Ley de seguros. Comentada y anotada” - LL - 2007 - pág. 530
(12) Piedecasas, Miguel A.: “Régimen legal del seguro. Ley 17418” - Ed. Rubinzal-Culzoni Editores -1999 - pág. 354
(13) Así ha dicho que “...ello no implica desconocer que el contrato de seguro rige la relación jurídica entre los
otorgantes (arts. 1137 y 1197, CC) y los damnificados revisten la condición de terceros frente a los mismos porque no
participaron de su realización, por lo que si desean invocarlo, deben circunscribirse a sus términos (arts. 1195 y 1199,
CC, voto del juez Lorenzetti en la causa ‘Cuello’ y Fallos: 330:3483)”. “Buffoni, Osvaldo Omar c/Castro, Ramiro Martín
y otro s/daños y perjuicios - recurso de hecho deducido por La Perseverancia Seguros SA” - CSJN - 8/4/2014 - Cita
digital IUSJU215727D
(14) La causa-fin del contrato de seguros contra la responsabilidad civil entendido como fin inmediato que ha sido
determinante de la voluntad de las partes al momento de la celebración del contrato (arts. 281, 1012 y 1013, CCyCo.)
(15) Barbato, Nicolás H.: “La citación en garantía del asegurador” - ED - 1992 - año XXI - N° 8143
(16) Consid. 12 del voto de la mayoría en “Flores, Lorena Romina c/Giménez, Marcelino Osvaldo y otro s/daños y
perjuicios (acc. trán. c/les. o muerte)” - CSJN - 6/6/2017 - Cita digital IUSJU016494E
(17) El ministro Rozenkrantz en su voto se expide en similares términos: “Para encuadrar correctamente la cuestión
debe destacarse, en primer lugar, que frente a la actora la fuente de la obligación de Marcelino Giménez, quien en
este caso fue el causante del daño, es distinta de la fuente de la obligación de la citada en garantía aquí recurrente. En
efecto, la obligación de reparar el daño por parte del demandado nace del hecho de haberlo causado. Ahora bien, las
aseguradoras no causan ningún daño, por lo que su obligación no puede nacer del hecho dañoso por el que pudo
haber sido condenado el demandado. En todo caso, la obligación de las aseguradoras puede derivar de la ley o del
hecho de haber celebrado un contrato con el asegurado por el que se comprometió a responder por él -en las
condiciones convenidas- en caso de que este fuere demandado. Entonces, la obligación de las aseguradoras de reparar
un daño puede tener una naturaleza legal o contractual dado que su origen no es el daño sino las normas jurídicas que
rigen la materia o el contrato de seguro. La distinta naturaleza de la obligación de la aseguradora vis a vis la del
asegurado tiene como consecuencia central que su límite no será la medida del daño sufrido por la víctima, sino que -
como principio- será o bien aquello exigido por la ley o aquello a lo que se comprometió”
(18) Consid. 12 del voto de la mayoría en “Flores”: “La obligación del asegurador de reparar el daño tiene naturaleza
meramente ‘contractual’, y si su finalidad es indemnizar al asegurado de los perjuicios sufridos por la producción del
riesgo asegurado, su origen no es el daño sino el contrato de seguro. De tal manera la pretensión de que la
aseguradora se haga cargo del pago de la indemnización ‘más allá de las limitaciones cuantitativas establecidas en el
contrato’ carece de fuente jurídica que la justifique y, por tanto, no puede ser el objeto de una obligación civil”
(19) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G.: “Instituciones de derecho privado. Obligaciones” - Ed. Hammurabi -
T. I - pág. 159
(20) Stiglitz, Rubén: “Contratos civiles y comerciales. Parte general” - LL - T. II - 2015 - pág. 47
(21) Rezzonico, Juan C.: “Principios fundamentales de los contratos” - Ed. Astrea - Bs. As. - 2011 - pág. 245
(22) Véase el Consid. 9 del fallo de la CSJN: “Buffoni, Osvaldo Omar c/Castro, Ramiro Martín y otro s/daños y
perjuicios - recurso de hecho deducido por La Perseverancia Seguros SA” - CSJN - 8/4/2014 - Cita digital
IUSJU215727D, en su parte pertinente: “...ello no implica desconocer que el contrato de seguro rige la relación
jurídica entre los otorgantes (arts. 1137 y 1197, CC) y los damnificados revisten la condición de terceros frente a los
mismos porque no participaron de su realización, por lo que si desean invocarlo, deben circunscribirse a sus
términos...”
(23) Consids. 8, 9 y 10 del voto de la mayoría: “Flores, Lorena Romina c/Giménez, Marcelino Osvaldo y otro s/daños y
perjuicios (acc. trán. c/les. o muerte)” - CSJN - 6/6/2017 - Cita digital IUSJU016494E. En idéntico sentido se expresa
el Dr. Rozenkrantz en el Consid. 12 de su voto
(24) Alterini, Atilio A.; Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto: “Derecho de obligaciones civiles y comerciales” - Ed.
AbeledoPerrot - Bs. As. - 2009 - pág. 176
(25) Stiglitz, Rubén: “Derecho de seguros” - LL - Bs. As. - T. I - 2008 - págs. 1/2
(26) Achinger, Hans; Höffner, Joseph; Muthesius, Hans y Neundörfer, Ludwig: “Los seguros sociales” - Ed. Rialp SA -
Madrid - 1956 - pág. 44
(27) Los seguros obligatorios generalmente tienen un límite cuantitativo de cobertura, sin franquicia, con limitadas
exclusiones de cobertura. Prevén un fondo de garantía para supuestos de no seguro con el fin de que todos los
damnificados accedan a la indemnización. Las víctimas tienen una acción directa contra la aseguradora y sus
mecanismos de liquidación de siniestros rápidos y abreviados
(28) En este sentido, véase Stiglitz, Rubén y Compiani, María F.: “Un trascendente y necesario pronunciamiento de la
Corte en materia de seguros” - LL - pág. 2
(29) En este sentido: “El seguro automotor de responsabilidad civil frente a terceros, ha pasado a revestir una función
social, que en razón del marcado incremento del parque automotor y de las conductas puestas de manifiesto por los
conductores de los distintos tipos de vehículos motorizados, resulta de mayor relevancia proteger a las víctimas
siniestrales, que a las aseguradoras cuyo único interés radica en el incremento de sus carteras de clientes tomadores
de seguros” [“Cooperativa Agropecuaria de Armstrong Limitada c/PMB s/daños y perjuicios” - Cám. Apel. de Circuito
Rosario (Santa Fe) - 9/5/2016 - Cita digital IUSJU010669E]
(30) Consid. 10 del fallo de la CSJN: “Buffoni, Osvaldo Omar c/Castro, Ramiro Martín y otro s/daños y perjuicios -
recurso de hecho deducido por La Perseverancia Seguros SA” - CSJN - 8/4/2014 - Cita digital IUSJU215727D
(31) Consids. 6 y 7 del voto del Dr. Rozenkrantz en “Flores”
(32) Consid. 6 del voto del Dr. Rozenkrantz en “Flores”
(33) Consid. 9 del voto del Dr. Rozenkrantz: “El seguro obligatorio del automotor tiene, como muchas otras
instituciones jurídicas, una finalidad social que excede el interés individual de los particulares que se encuentran
alcanzados por el plexo normativo en cuestión. En este sentido, la regulación de la actividad aseguradora debe tender
a salvaguardar fines que benefician a todos y, por supuesto, al bien común. Ahora bien, la finalidad social del seguro
de responsabilidad civil, que según la ley y la autoridad regulatoria es tanto proteger a las víctimas de los accidentes
de tránsito como permitir un fácil acceso de la comunidad al seguro...”
(34) Asimismo, en “Aquino” la Corte establece que “la jurisprudencia del Tribunal cuenta con numerosos antecedentes
que han profundizado la razón de ser de los alcances reparadores integrales que establecen las mencionadas normas
del Código Civil las cuales, como ha sido visto, expresan el también citado ‘principio general’ enunciado en la
Constitución. Cabe recordar, entonces, que el ‘valor de la vida humana’ no resulta apreciable con criterios
exclusivamente económicos. Tal concepción materialista debe ceder frente a una comprensión integral de los valores
materiales y espirituales, unidos inescindiblemente en la vida humana y a cuya reparación debe, al menos, tender la
justicia” [“Aquino, Isacio c/Cargo Servicios Industriales SA s/accidentes ley 9688 - (Leading Case)” - CSJN -
21/9/2004 - Cita digital IUSJU127492A - Fallos: 327:353]
(35) Art. 1740, CCyCo. - “Reparación plena. La reparación del daño debe ser plena. Consiste en la restitución de la
situación del damnificado al estado anterior al hecho dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede
optar por el reintegro específico, excepto que sea parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en
cuyo caso se debe fijar en dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad
personal, el juez puede, a pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a costa
del responsable”
(36) Pizarro, Ramón: “Responsabilidad del Estado y del funcionario público” - Ed. Astrea - Bs. As. - T. II - 2016 - págs.
407/8
(37) Zavala de González, Matilde: “Actuaciones por daños. Prevenir. Indemnizar. Sancionar” - Ed. Hammurabi - Bs.
As. - 2004 - pág. 262
(38) En el sistema actual, los arts. 1726 y 1728 establecen el resarcimiento de las consecuencias inmediatas y
mediatas previsibles. En la órbita contractual se responde también por las consecuencias que las partes previeron o
pudieron haber previsto al momento de su celebración, y en caso de dolo también al momento del incumplimiento
(39) En los daños causados por actos involuntarios se responde por razones de equidad según el art. 1750, pero
deberá estarse a lo previsto por el art. 1742 en cuanto es facultad del juez atenuar la responsabilidad
(40) El juez por razones de equidad puede atenuar la responsabilidad teniendo en miras el patrimonio del deudor,
patrimonio de la víctima y circunstancias del caso, salvo supuesto de dolo del responsable
(41) La cláusula penal cumple una función indemnizatoria; ante el incumplimiento del deudor la cláusula penal se
vuelve operativa y suple a la indemnización. La pena es pactada libremente por las partes y el acreedor no puede
requerir otra indemnización más allá que la establecida por la cláusula penal, aun cuando demuestre que no es
resarcimiento suficiente del daño sufrido
(42) Véase Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G.: “Instituciones de derecho privado. Obligaciones” - Ed.
Hammurabi - T. I - pág. 192. Zavala de González, Matilde: “Actuaciones por daños. Prevenir. Indemnizar. Sancionar” -
Ed. Hammurabi - Bs. As. - 2004 - pág. 264
(43) Consid. 10 del fallo de la CSJN: “Buffoni, Osvaldo Omar c/Castro, Ramiro Martín y otro s/daños y perjuicios -
recurso de hecho deducido por La Perseverancia Seguros SA” - CSJN - 8/4/2014 - Cita digital IUSJU215727D
(44) Consid. 9: “Buffoni” expresa: “Que sin perjuicio de señalar que el acceso a una reparación integral de los daños
padecidos por las víctimas constituye un principio constitucional que debe ser tutelado y que esta Corte ha reforzado
toda interpretación conducente a su plena satisfacción, ello no implica desconocer que el contrato de seguro rige la
relación jurídica entre los otorgantes (artículos 957, 959 y 1021, CCyCo.), pues los damnificados revisten la condición
de terceros frente a aquellos que no participaron de su realización, por lo que si pretenden invocarlo, deben
circunscribirse a sus términos (artículo 1022 del Código Civil y Comercial de la Nación)”. “Buffoni, Osvaldo Omar
c/Castro, Ramiro Martín y otro s/daños y perjuicios - recurso de hecho deducido por La Perseverancia Seguros SA” -
CSJN - 8/4/2014 - Cita digital IUSJU215727D
(45) Morandi, Juan C.: “El riesgo en el contrato de seguro” - Ed. Astrea - Bs. As. - 1974 - págs. 15/7
(46) Morandi, Juan C.: “El riesgo en el contrato de seguro” - Ed. Astrea - Bs. As. - 1974 - pág. 27
(47) Stiglitz, Rubén y Compiani, María F.: “Un trascendente y necesario pronunciamiento de la Corte en materia de
seguros” - LL - pág. 107
(48) En este sentido, véase Consid. 9 del voto del Dr. Rozenkrantz en “Flores”, parte pertinente: “...en efecto, todo
límite de cobertura debería reducir el precio de la póliza: a menor cobertura, menor riesgo asegurado, y al menos en
un mercado asegurador competitivo, menor precio final del seguro. El menor precio del seguro, a su vez, redundará en
beneficio de los conductores de menores recursos. La reducción del precio de cobertura, entonces, hace accesible a
más individuos la contratación del seguro. La mayor contratación de seguro, y el consiguiente mayor número de
asegurados, maximiza la probabilidad de compensación a las víctimas potenciales de los daños producidos por los
automotores, que es justamente uno de los objetivos buscados por el sistema de seguro obligatorio. Más aún: si las
pólizas emitidas no tuvieran un límite de cobertura, los seguros no solo serían más costosos sino que, además, serían
más costosos que lo necesario para cubrir los riesgos en que puede incurrir el universo de los asegurados. Sin límite
de cobertura es mucho más difícil realizar los cálculos actuariales necesarios para determinar con precisión el precio al
que las pólizas deberían comercializarse a fin de que las compañías aseguradoras pudieran tanto indemnizar los daños
que acaecieran como mantener su solvencia para, de ese modo, indemnizar daños futuros también asegurados. La
incertidumbre referida las forzaría a cubrirse comercializando pólizas más caras. Esto, sin duda, haría más difícil que
todos se asegurasen y, por consiguiente, tornaría, en alguna medida, más incierta la compensación de las víctimas.
Por cierto, podría ocurrir que, en términos de compensación para las víctimas, el costo del aumento de la probabilidad
de que no todos se aseguren una de las consecuencias posibles de un régimen en el cual esté prohibido la limitación
de la cobertura- fuera menor que el costo que tiene para las víctimas no ser íntegramente compensadas en un sistema
donde se admite dicha limitación...”

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