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1. EL TRABAJADOR SOCIAL EN EL ÁMBITO DEL PERITAJE

1.1 Peritaje social

Respecto al concepto de peritaje social existen diferentes


confrontaciones, por un lado Quintero Velásquez (2014) define peritaje
como “El peritaje social concebido como una especialidad que focaliza
en una interface entre el sistema legal y el sistema de servicios sociales”
(p. 30). Por otro lado Chirro (2007) define peritaje social como “El principal
objetivo del área de trabajo social es el peritaje social cuyo fin es la
detección y el diagnóstico del problema social, desde el punto de vista
científico y práctico, ya sea individual o colectivo del que finalmente hay
una víctima que es objeto de un hecho delictivo” (p. S/N)

Siguiendo con la misma línea que establece Quintero Velásquez (2014) se


considera el Peritaje social como prueba judicial que valida la valoración
del Trabajador Social, quién aporta al abogado su informe riguroso,
estructurado y con análisis de contexto con una visión integral sobre
asuntos ajenos al conocimiento el derecho. Es una forma de diagnóstico
social requerido como medio de prueba para evaluar la condición
individual, familiar, económico-laboral y socio-cultural. Como todo tipo
de diagnóstico en Trabajo Social, su función es aportar información
suficiente, objetiva y precisa, utilizando la metodología adecuada para
detectar recursos, potencialidades, necesidades y problemáticas, útiles
para intervenir y apoyar las acciones que conlleven a una reinserción
social de los individuos.

Así mismo, Quintero Velásquez (2014) establece que “El carácter


intrínseco del Peritaje Social, es la convergencia de diferentes expertos o
áreas especializadas, que contribuyen a la compresión holística de la
situación involucrada en el sistema judicial”.

Y por último, Quintero Velásquez (2014) añade como finalidad última del
peritaje social la de aportar un conocimiento particular, del que carece
el abogado, y dotar de elementos de análisis que orienten la

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hermenéutica del derecho, para emitir conceptos, fallos o sentencias,


con conocimiento pleno y en consideración a la complejidad de los
dilemas humanos.

Entre los múltiples autores que aportan contenido en cuestión de peritaje


social, es preciso señalar lo que recoge Martín Muñoz (2005) en su artículo
El peritaje social: un instrumento procesal valioso; “En los peritajes sociales
convergen y se complementan dos ámbitos profesionales: el jurídico y el
del Trabajo Social. Las ventajas de acercar el Trabajo Social a los
profesionales del Derecho son múltiples y variadas”.

En el caso de los Trabajadores Sociales resulta evidente ya que supone


una forma de consolidar el Trabajo Social Jurídico incorporando algunos
de sus principios básicos como son la prevención y reinserción social a
una Administración de Justicia, cuya regulación como modalidad
específica del dictamen pericial, se recoge en los arts. 335 y ss de la Ley
de Enjuiciamiento Civil. Sin embargo, para Jueces/Tribunales y abogados,
supone el descubrimiento de nuevas fuentes de información para
fundamentar sus decisiones y pretensiones respectivamente (Martín
Muñoz).

1.2 Peritaje Judicial


Como ya hemos mencionado anteriormente, en cualquier
procedimiento judicial el juez puede solicitar conocimientos distintos a los
jurídicos y para ello requerirá un informe riguroso de profesionales
especialistas en distintas materias para poder resolver sobre los mismos.

De esta forma intervienen los Trabajadores Sociales como peritos,


actuando como personas experimentadas en una ciencia y elaborando
un informe acorde a las pautas que se estipulen, ésta acción se define
como peritaje judicial.

En consecuencia al peritaje judicial de los Trabajadores Sociales Quintero


Velásquez (2014) manifiesta que “El trabajo Social ha realizado la tarea
pericial a partir de la sistematización de sus prácticas, adecuando los

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conceptos que ofrece el derecho acerca del perfil del perito, la pericia y
el dictamen pericial”.

Por tanto, la actuación de los Trabajadores Sociales en la Administración


de la Justicia se realiza en calidad de peritos, tal y como apunta Pérez
Fernández (2011-2012), cuya función es enmarcada en el marco legal y
en concreto en el articulado que faculta al Juez o Magistrado para
solicitar su intervención, la cual se define en este contexto como perita.

Es preciso recordar, a mención del autor anterior Pérez Fernández (2011-


2012) que “El peritaje se realiza para diferentes órganos judiciales tanto
en la administración penal como de la civil”.

1.3 Trabajo social forense.

No existe consenso tanto en la literatura especializada como en los


ámbitos profesionales acerca del significado de Trabajo Social Forense,
sin embargo, investigaciones sobre el tema, Mitjavila, Krmpotic, & De
Martino (2008) sugieren el predominio del uso de esa expresión para
referirse a “toda y cualquier clase de actividad profesional, sea o no de
carácter pericial, realizada por los trabajadores sociales en el campo
socio-jurídico y a las practicas profesional que se desarrollan en el foro
judicial”.

A pesar de la falta de consenso acerca del Trabajo Social Forense existen


autores como Hervías Castresana & Ruiz Rodríguez (2012-2013) que
establecen una conceptualización a este término “Es una modalidad de
intervención social poco difundida y con poca visibilidad, tanto dentro
de la propia profesión, como a nivel general dentro de la sociedad. En
ello reside la importancia de citar algunos de los documentos que
explican y argumentan la necesidad de contar con trabajadores sociale.

Autores como Travi (2012) a través de su artículo El diagnóstico y el


proceso de intervención en Trabajo Social: hacia un enfoque

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comprehensivo, aporta el marco general y la epistemología para


comprender el Trabajo Social Forense desde el paradigma moderno del
conocimiento, y el requerimiento d aprehenderlo en la fundamentación
y proceso disciplinar. Sustenta la categoría del diagnóstico desde la
argumentación clásica hasta la ruta operativa e histórica del diagnóstico
social comprehensivo.

En contraposición existe una estrecha relación y a la vez diferencia entre


Peritaje Social y Trabajo Social Forense, como apunta Quintero Velásquez
(2014) “el fin es fundamentar una práctica, que por ser sancionada legal
e institucionalmente, contribuye a la especificidad y propugna por
trascender las posturas asistencialistas, ideológicas, despectivas sobre el
vasto legado de Trabajo Social en el sistema jurídico de los estados”.

En relación al ejercicio de la profesión del trabajo social en el ámbito


judicial forense, Simón Gil (2009) establece que “El trabajador social
forense atiende a los ciudadanos dentro del sistema judicial y en un
contexto percibido por ellos como coercitivo”.

Además, Simón Gil (2009) en su artículo Aportaciones de Trabajo Social a


la pericial de Familia, recoge una serie de dificultades de acuerdo con la
experiencia, como son: “las diferencias en los tiempos de respuesta y en
el lenguaje empleado por parte del trabajo social y de la institución
judicial; la diversidad territorial en la conformación y naturaleza de los
equipos técnicos; y las diferencias en los enfoques y metodologías de
trabajo al interior de estos equipos. En la medida en que la aparición de
estas dificultades en el ejercicio del trabajo social forense tiene que ver,
en gran parte, con el desconocimiento y la confusión general existente
sobre el contenido de la disciplina y la profesión del trabajo social”.

1.4 Informe social

El informe social, instrumento por excelencia de nuestra disciplina, que


posee un contenido específico y diferenciador frente al informe emitido
por profesionales de otras disciplinas, es por tanto competencia exclusiva
como materia de Trabajo Social, y de forma expresa para los

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trabajadores sociales. Existen diferentes concepciones en torno al Informe


Social, entre ellas las emitidas por, El Consejo General de Colegios
Oficiales de Diplomados y Diplomadas en Trabajo Social; “la síntesis
explicativa, respecto de una situación dada, que emite el trabajador
social como resultado del estudio, valoración y dictamen, para el logro
de un objetivo determinado”.

- El Código Deontológico de Trabajo Social (1999), en su artículo 3.3,


define el Informe Social como “el dictamen técnico que sirve de
instrumento documental que elabora y firma con carácter
exclusivo el diplomado en Trabajo Social/Asistente Social. Su
contenido se deriva del estudio, a través de la observación y la
entrevista, donde queda reflejada en síntesis la situación objeto,
valoración, un dictamen técnico y una propuesta de intervención
profesional”.

- El Libro verde del Trabajo Social: Instrumentos de documentación


técnica (2005); “el Informe Social es una exposición escrita, que
reúne total o parciamente el conjunto de datos sociales sobre el
proceso seguido por una persona, familia o núcleo relacional que
presenta una situación específica que legitima la existencia de
necesidad social o sociosanitaria”.

- Simón Gil (2009) “un dictamen que sirve de instrumento


documental que elabora y firma con carácter exclusivo el
trabajador social”.

Existe una estructura del Informe Social cuyo modelo es propuesto por el
Consejo General de Diplomados en Trabajo Social a través del Libro
verde del Trabajo Social: Instrumentos de documentación técnica (2005)
en el que establece un mínimo de variables que debe contener el
informe. En este modelo se diferencia el contenido exigible al informe del
orden que se dé a sus variables y de la forma estructural, diseño del
documento, para que este sea admitido como Informe Social.

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Como ya hemos mencionado, el informe social consta de dos partes


diferenciadas, el Estudio Social, en el que se recopila toda la información
relevante al caso, y la Interpretación Diagnóstica, que consistente en la
valoración técnico-científica de la anterior información, tal y como dicta
Martín Muñoz (2005), aunque en ocasiones, según los casos, puede incluir
también una tercera parte consistente en la emisión de una Propuesta.

Es preciso añadir, que según Simón Gil (2009) refleja que; “Su contenido
se deriva del estudio de la observación y la entrevista, quedando
reflejada posteriormente en síntesis la situación objeto de valoración en
forma de dictamen técnico con una propuesta de intervención
profesional”.

A diferencia de como ocurre en el ámbito judicial Simón Gil (2009)


esclarece que “La finalidad del informe social no es exclusivamente la
evaluación de una situación para un objetivo puntual, sino que es
utilizado como documento técnico propio para reflejar una realidad de
la que se puede deducir un diagnóstico y un plan de intervención y
tratamiento social”.

Hay que tener en cuenta, como apunta Pérez Fernández (2011-2012) “en
el ámbito de la justicia este medio de soporte documental tiene una
función específica y legal cuya conclusión reflejada en el documento
elaborado dará respuesta a lo solicitado por el órgano judicial, lo que lo
hace diferente de otro tipo de informes, imprimiéndole unas limitaciones
y unas características específicas. Inclusive el proceso de estructuración
del Informe Social como instrumento básico y corporativo de la profesión,
es aplicado a la función judicial incluyendo todas sus variables en el
contenido del Dictamen pericial.

Como profesionales de esta disciplina sabemos que nuestro Informe es


importante aunque no sea decisorio, tal y como dice Hernández Escobar
(2002) se trata de una prueba más dentro de un procedimiento y que en
ningún caso, es vinculante para el Juez, pese a ello, la estimación sobre
este instrumento de trabajo, tiene para nosotros una alta consideración,
por cuanto se basa en unos métodos y técnicas de trabajo que nos son
propios, en el que median las entrevistas de análisis y seguimiento, la

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atención directa, la observación y las entrevistas colaterales que nos


sirven para contrastar y como fuentes de información (p. 3). Así mismo
aportamos, por tanto, el estudio y la valoración de los factores sociales
que se dan en el caso, realizando una investigación, en la que vamos
formulando hipótesis parciales y procediendo a su verificación.

De cualquier forma Hernández Escobar (2002) apunta que “para mejor


comprensión, indicamos la estructura de un Informe Social como
Dictamen pericial; se expone con carácter general que no limitativo, por
cuanto dicha estructura, podrá variar en función del objeto de la pericia
y de la jurisdicción desde la que se nos formule la solicitud” (p. 3).

1.5 Informe Pericial

Existe una estrecha relación entre el informe social y el informe pericial ya


que ambos son un instrumento básico de trabajo, pero éste último
adquiere una serie de características que lo diferencian del informe social
visto en apartados anteriores.

Tal y como señala Martín Muñoz (2005) el objeto del informe pericial social
se referirá en todo caso a cuestiones atinentes a la realidad social,
ciñéndose a los aspectos sociales relevantes para el objeto concreto de
la pericia, valorando los factores o variables sociales concurrentes y la
incidencia (positiva o negativa) que tienen en él. A excepción según los
casos y con la profundización que exija el objeto del informe, podrá
escoger el análisis y valoración de diferentes variables.

Este informe pericial consta de dos partes, Simón Gil (2009) establece que;
“una en la que se vierten los datos objetivos y otra en la que se emite una
opinión o diagnóstico del perito. A su vez, el informe contendrá
propuestas de seguimiento e intervención sobre la situación evaluada”.

Entre los múltiples autores que aportan contenido en cuestión de peritaje


social, es preciso señalar lo que recoge Martín Muñoz (2005) en su artículo
El peritaje social: un instrumento procesal valioso”, establece que “Entre
las modificaciones introducidas por la Ley de Enjuiciamiento Civil de 7 de

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enero del año 2000 cabe destacar, en materia de prueba, el


reconocimiento definitivo del dictamen pericial como medio de prueba
específico” (p. 7). Es decir, con la nueva regulación se confiere a estos
peritajes, también denominados “informes periciales preconstituidos”.

En contraposición Simón Gil (2009) aclara que “El informe pericial social,
cubre una finalidad que va más allá de la información aportada en el
informe social: sería la conclusión de una investigación científica,
adecuadamente elaborada, donde se llega a una síntesis explicativa de
una situación propuesta”.

Pese a que en la actualidad no existe regulación legal sobre las


características que debe tener el informe pericial, según Pérez Fernández
(2011-2012) A lo más que se llega en el ordenamiento jurídico español es
a establecer los requisitos que debe tener un informe en procedimientos
sumarios (criminales, no civiles), mediante la Ley de Enjuiciamiento
Criminal (LECr) que establece que el informe pericial debe incluir, si fuera
posible tal y como se recoge en el Artículo.478 de la citada ley;
“Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo, estado o
del modo en que se halle. Las conclusiones que en vista de tales datos
formulen los peritos, conforme a los principios y reglas de su ciencia o
arte”.

Siguiendo en la misma línea, respecto al informe pericial La Ley de


Enjuiciamiento criminal (1882) estable en su artículo 475: “El Juez
manifestará clara y determinadamente a los peritos el objeto de su
informe”.

Artículo 478: “El informe pericial comprenderá”:

1. Descripción de la persona o cosa que sea objeto del mismo, estado


o del modo en que se halle. El Secretario extenderá esta
descripción, dictándola los peritos y suscribiéndola todos los
concurrentes.

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2. Relación detallada de todas las operaciones practicadas por los


peritos y de su resultado, extendida y autorizada en la misma forma
que la anterior.

3. Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los peritos,


conforme a los principios y reglas de su ciencia o arte.”

Y en su Artículo 483: “El Juez podrá, por su propia iniciativa o por


reclamación de las partes presentes o de sus defensores, hacer a los
peritos, cuando produzcan sus conclusiones, las preguntas que estime
pertinentes y pedirles las aclaraciones necesarias. Las contestaciones de
los peritos se considerarán como parte de un informe.”

1.6 Dictamen pericial.

Como ya venimos explicando la tarea pericial se instrumentaliza


mediante un Informe Social, que siempre responderá a la demanda
específica que se nos formula desde el ámbito judicial. Podemos
considerar el dictamen pericial como el culmen de la labor de peritaje
materializada en informe que obtiene el nombre de dictamen pericial.

Existen varias definiciones de Informe Social, pero si queremos describir el


tipo de Informe por el objeto que nos ocupa en este apartado,
aludiremos a diferentes autores. Hernández Escobar (2002) entiende el
dictamen pericial como “un medio de prueba indirecto, para valorar
hechos o circunstancias relevantes en el asunto o para adquirir certeza
sobre los mismos. Aporta por tanto el estudio y la valoración de los
factores sociales que se dan en el caso, realizando una investigación, en
la que se formulan hipótesis parciales y se procede a su verificación”

Desde otro punto de vista Martín Muñoz (2005) aclara que el dictamen
pericial no es decisorio ni vinculante. Su valoración corresponderá al
tribunal según las reglas de la sana crítica, sin embargo, su carácter
altamente técnico y específico, objetivo e imparcial, lo convierte en un

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instrumento procesal valioso para auxiliar al órgano judicial en el


completo conocimiento de los hechos en litigio, permitiéndole dictar una
resolución más ajustada a derecho.

La petición de un dictamen pericial social será necesaria cuando “la


resolución del caso precise un conocimiento técnico-científico de la
realidad social. Las partes podrán aportar al procedimiento los peritajes
sociales que hayan encargado privadamente a un perito, podrán
solicitar al tribunal la designación de perito social para la emisión del
informe correspondiente y también podrá el tribunal, de oficio, designar
un perito social, cuando estime que su pericia sea pertinente” (Martín
Muñoz).

El Informe Social como Dictamen pericial, constará de dos partes según


Hernández Escobar (2002) una referida a los datos objetivos (recogida de
datos) y otra donde ha de constar la opinión del perito, (Interpretación
Diagnóstica). Así mismo, podemos encontrar casos en los que se haga
necesaria efectuar propuestas, éstas siempre quedarán expresadas de
forma nominada, pudiendo incluir recomendaciones y recursos existentes
que son del conocimiento de los Trabajadores Sociales.

En cuanto a las técnicas más frecuentemente utilizadas para la


realización del dictamen pericial se encuentran; “la observación directa
o indirecta; las entrevistas individuales, conjuntas y grupales; las visitas
domiciliarias; la observación interrelacionar; la serie de preguntas
circulares; el análisis documental; el cotejo con fuentes colaterales; y las
técnicas gráficas de representación”.

Tal y como se recoge en la Ley de Enjuiciamiento Civil, nuestro Dictamen


pericial será, el emitido por los Trabajadores Sociales, será entendido
como un medio de prueba indirecto, para valorar hechos o
circunstancias relevantes en el asunto o para adquirir certeza sobre los
mismos.

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2. El TRABAJADOR SOCIAL COMO PERITO

Como ya hemos establecido el peritaje no se circunscribe solo a la figura


del Trabajador Social, sino que es común a otras profesiones.

Por otro lado, como ya hemos mencionado es difícil establecer el perfil


que se atribuye a la figura de perito en el contexto del peritaje. No
obstante, es indudable que el Trabajador Social presenta un perfil idóneo
para el peritaje de determinadas cuestiones dentro de la Administración
de la Justicia, porque como veremos, el Trabajador Social adquiere una
serie de competencias básicas que lo facultan como profesional idóneo
para el desempeño de esta función así como le dan un papel relevante
en los equipos psicosociales en el contexto judicial, que es el órgano
donde el Trabajador Social ejecuta la tarea pericial.

2.1 Perfil del perito social.

El perfil de perito engloba diversas características o acepciones que


varían según autores. Hernández Galilea (2004) identifica la figura de
perito como: “una persona física o jurídica que no es parte en el proceso
y es traído al mismo para aportar sus conocimientos técnicos, científicos
o artísticos sobre determinados hechos relevantes para el enjuiciamiento.
Su actividad está relacionada con la prueba pericial, que es uno de los
medios de prueba existentes”.

Por otro lado, Gorrinos López & Sánchez Hernández (2006) entiende al
perito social como una persona que estando en posesión de
conocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácticos intervienen en
un procedimiento judicial para conocer o apreciar algún hecho de
influencia en el pleito con el fin de orientar y asesorar al Juez, basándose
en los principios éticos y criterios profesión.

Como citamos en la introducción del presente trabajo, actualmente la


figura de perito se encuentra avalada por la Ley de Enjuiciamiento Civil,

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reforzando la idoneidad de los Trabajadores Sociales, además de por sus


competencias, para el desempeño de esta función “El Tribunal podrá, de
oficio, designar perito cuando la pericia sea pertinente en procesos sobre
declaración, paternidad y maternidad, sobre la capacidad de las
personas o en procesos matrimoniales” (Artículo 339. 5 de LEC).

Además, en el art. 340 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se establece que;


“los peritos deberán poseer el título oficial que corresponda a la materia
objeto del dictamen y a la naturaleza de éste.” En nuestro caso, al ser el
objeto de la pericia la realidad social, los profesionales competentes para
el análisis y valoración de la misma son los trabajadores sociales. La
participación de los peritos en los procedimientos judiciales puede ser
solicitada por el Juez o una de las partes (demandante, demandado o
Ministerio Fiscal).

Así mismo, cuando el profesional sea solicitado para la ejecución de la


tarea pericial y el adecuado cumplimiento de su cometido, debe valerse
de su experiencia profesional, y, entre otras, de las siguientes técnicas; el
análisis documental, la observación (directa, indirecta, participante), las
entrevistas (familiares, individuales, sanitaria, familias extensas, vecinos,
instituciones,...las visitas domiciliarias, las interconsultas (intercambio de
información con otros profesionales). Y garantizar el rigor científico, la
objetividad e imparcialidad de los dictámenes de los peritos sociales.

2.2 Competencias del Trabajador Social.

El Trabajador Social adquiere una serie de competencias por las que se


le capacita para el ejercicio profesional conforme el Real decreto
1393/2007, de 29 de octubre, por el que se establece la ordenación de
las enseñanzas en el Grado en Trabajo Social.

Para la consecución de los objetivos formativos, el Plan de estudios se


propone garantizar la adquisición y desarrollo de las siguientes
competencias generales lo que supone facultar para la utilización y
aplicación de la valoración diagnóstica, el pronóstico, el tratamiento y la
resolución de los problemas sociales, aplicando una metodología

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específica de la intervención social micro y macro, y capacitar para


planificar, programar, proyectar, aplicar, coordinar y evaluar servicios y
políticas sociales.

Así mismo se formulan una serie de competencias específicas, de las


cuales, se entiende que responden en mayor medida al perfil de perito
social las que se describen a continuación;

Capacidad para trabajar y valorar de manera conjunta con personas,


familias, grupos, organizaciones y comunidades sus necesidades y
circunstancias estableciendo una buena relación profesional al objeto
de identificar la forma más adecuada de intervención. Planificar,
implementar, revisar y evaluar la práctica del Trabajo Social con
personas, familias, grupos, organizaciones y comunidades y con otros
profesionales Además de apoyar a las personas para que sean capaces
de manifestar las necesidades, puntos de vista y circunstancias.

Deben ser capaces de responder a situaciones de crisis valorando la


urgencia de las situaciones, planificando y desarrollando acciones para
hacer frente a las mismas y revisando sus resultados y trabajar con los
comportamientos que representan un riesgo para el sistema cliente
identificando y evaluando las situaciones y circunstancias que configuran
dicho comportamiento y elaborando estrategias de modificación de los
mismos.

El trabajador social requiere interactuar con personas, familias, grupos,


organizaciones y comunidades para conseguir cambios, para
promocionar el desarrollo de los mismos y para mejorar sus condiciones
de vida por medio de la utilización de los métodos y modelos de trabajo
social, haciendo un seguimiento con regularidad de los cambios que se
producen al objeto de preparar la finalización de la intervención.

Es necesario evaluar los planes de intervención con el sistema cliente y los


colegas profesionales negociando el suministro de servicios que deben
ser empleados y revisando la eficacia de los planes de intervención con

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las personas implicadas al objeto de adaptarlos a las necesidades y


circunstancias cambiantes.

Apoyar el desarrollo de redes para hacer frente a las necesidades y


trabajar a favor de los resultados planificados examinando con las
personas las redes de apoyo a las que puedan acceder y desarrollar. Así
mismo promover el crecimiento, desarrollo e independencia de las
personas identificando las oportunidades para formar y crear grupos,
utilizando la programación y las dinámicas de grupos para el crecimiento
individual y el fortalecimiento de las habilidades de relación interpersonal.

Analizar y sistematizar la información que proporciona el trabajo


cotidiano como soporte para revisar y mejorar las estrategias
profesionales utilizando la mediación como estrategia de intervención
destinada a la resolución alternativa de conflictos.

Gestionar, presentar y compartir historias e informes sociales


manteniéndolos completos, fieles, accesibles y actualizados como
garantía en la toma de decisiones y valoraciones profesionales,
contribuyendo con un trabajo eficaz dentro de los sistemas, redes y
equipos interdisciplinares y «multiorganizativos» con el propósito de
colaborar en el establecimiento de fines, objetivos y tiempo de duración
de los mismos y de entidades de bienestar social ya sea a través de la
participación, gestión o dirección.

Trabajar dentro de estándares acordados para el ejercicio del trabajo


social y asegurar el propio desarrollo profesional utilizando la asertividad
profesional para justificar las propias decisiones, reflexionando
críticamente sobre las mismas y utilizando la supervisión como medio de
responder a las necesidades de desarrollo profesional. Gestionar
conflictos, dilemas y problemas éticos complejos identificando los
mismos, diseñando estrategias de superación y reflexionando sobre sus
resultados.

Investigar, analizar, evaluar y utilizar el conocimiento actual de las mejores


prácticas del trabajo social para revisar y actualizar los propios

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conocimientos sobre los marcos de trabajo para contribuir la promoción


de las mejores prácticas del trabajo social participando en el desarrollo y
análisis de las políticas que se implementan.

El ejercicio profesional conlleva el desarrollo de todas las competencias


adquiridas durante el proceso de formación, así como la ejecución de
diversas funciones a través de la experiencia. Todo ello capacita al
profesional para el desempeño de la función de perito en cualquiera de
sus ámbitos, convirtiéndole como figura idónea para la ejecución de esta
tarea.

2.3 El Trabajador Social en el ámbito de los Servicios Sociales

El papel del trabajador social como profesional está directamente ligado


al ámbito de los servicios sociales en todos los niveles, siendo éste su
campo de actuación por excelencia pese a existir otros ámbitos menos
nombrados donde desarrollar el ejercicio de su profesión.

En el informe Funciones del Trabajo Social (2015) editado por el Colegio


Oficial de Trabajadores Sociales de la región de Murcia, define el Trabajo
Social como; “una profesión basada en la práctica y una disciplina
académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión
social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas”.

Aludiendo a la definición anterior Giménez Bertomeu (1997) señala que


el Trabajo Social participando de las características pautadas para las
organizaciones de Servicios Sociales, los denominados "Centros Sociales"
o "Centros de Servicios Sociales", desde los Servicios Sociales Generales,
son los responsables de la implantación y desarrollo de los programas de
Prestaciones Básicas de Servicios Sociales y son la puerta de acceso a la
red pública de Servicios Sociales.

Así mismo, constituyen una organización compleja en la que se hace


necesario garantizar un desarrollo armónico de funciones y recursos

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diferentes a través de un profesional, en este caso el Trabajador Social,


quién asume un papel dentro de este ámbito donde ejercita tareas
como; planificar, proyectar, calcular, aplicar, evaluar y modificar los
servicios y políticas sociales para casos individuales, de grupo y/o
comunidades, utilizando diversos enfoques metodológicos, tal y como se
recoge en el informe emitido por el Colegio Oficial de Trabajadores
Sociales de la región de Murcia citado al principio del éste apartado.

En ocasiones, las necesidades de las organizaciones e instituciones


pueden llevar a derivar o sobrecargar de tareas administrativas del
profesional, por ello, para garantizar una atención de calidad a la
ciudadanía se requiere de profesionales que sean capaces de centrar su
intervención (directa o indirecta) en el fomento del bienestar.

Para desarrollar sus funciones los profesionales del trabajo social cuentan
con unos instrumentos específicos del trabajo social que se citan en el
informe emitido por el Colegio Oficial de Trabajadores Sociales de la
región de Murcia (2015) considerándose los más relevantes.

- Historia social. Documento en el que se registran exhaustivamente


los datos personales, familiares, sanitarios, de vivienda,
económicos, laborales, educativos y cualesquiera otros
significativos de la situación socio-familiar de una persona usuaria,
la demanda, el diagnóstico y subsiguiente intervención y la
evolución de tal situación.

- Ficha Social. Soporte documental de trabajo social, en el que se


registra la información sistematizable de la historia social.

- Informe Social. Dictamen técnico que sirve de instrumento


documental que elabora y firma con carácter exclusivo el
profesional del trabajo social. Su contenido se
El Informe Social, como instrumento básico de trabajo en la
disciplina de Trabajo Social es el producto del proceso de
diagnóstico, destinado a dar cuenta de la situación de vida de una
persona, grupo o familia, en un tiempo y lugar determinado. El

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diagnóstico implica la realización de una investigación cualitativa


acotada y particularizada en una situación singular. Desde una
perspectiva profesional, los Informes son la intervención profesional
documentada en un ámbito particular y en un tiempo social e
históricamente determinado.

Desde la acción profesional, la realización del Informe, puede configurar


la intervención total en el caso particular, o bien, una acción puntual, en
el marco de un trabajo más amplio. Haciendo alusión al objeto de este
proyecto, se puede decir que los profesionales en el ámbito de los
servicios sociales realizan la función de peritaje mediante el informe social
siendo éste el instrumento común para el desempeño de este ejercicio.

2.4 El Trabajador Social dentro de la Administración de la Justicia

La figura del Trabajador Social como profesional es circunscrita de forma


habitual en el ámbito de los servicios sociales como campo de actuación
exclusivo de esta profesión, por ser el ámbito más estudiado y
desarrollado en esta disciplina pese a existir una larga lista de
instituciones, áreas y ámbitos donde el Trabajador Social es capaz de
desarrollar su profesión y tareas afines a sus competencias, como es el
caso del peritaje.

Uno de los ámbitos de intervención de los Trabajadores Sociales más


desconocidos es el de la Administración de la Justicia, que constituye un
contexto poco habitual donde se circunscribe al Trabajador Social por la
escasa bibliografía que existe referente a la figura del profesional en
materia de peritaje en este ámbito.

De hecho, han sido estos últimos años cuando las referencias


bibliográficas relativas a este contexto se están dando a conocer.

En materia de peritajes, Martin Muñoz (2005) señala que “la actuación


profesional de los trabajadores sociales se limita al conocimiento, análisis
e interpretación de la realidad social relacionada con el objeto de

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pericia, excluyendo las actividades profesionales posteriores de


intervención y evaluación.

Sin embargo el Trabajador Social asume unas competencias generales y


específicas que lo capacitan para desempeñar la función de perito en
este campo; “El conocimiento y repertorio técnico-instrumental del
Trabajador/a social, lo capacitan para la tarea pericial y sirven de enlace
entre el abogado y el fenómeno atendido, aportando el estudio social
integral, del individuo, la familia o la comunidad, relevando los elementos
que subyacen en la situación judicial”.

A lo cual, Cisternas Villacura & Rojas Marín (2013) añade que, este nuevo
“quehacer” denominado “pericia”, como proceso dialogante, interesa
ampliar las posibilidades de explicación de los fenómenos humanos y
sociales, donde, necesariamente, el profesional perito está incluido como
observador interesado y coexplicaros de la vida de las personas y sus
dinámicas sociales.

Llegados a este punto surgen contraposiciones fuera de la semántica ya


que existen diferencias acerca del mundo y del conocimiento que
determinan si el profesional asume en su totalidad el campo disciplinario
específico del Trabajo Social o por el contrario ejerce como “auxiliar de
justicia” desconociendo así, la identidad profesional (Quintero Velásquez,

Han sido localizadas diversas referencias de especial interés para la


realización del estudio, como es el libro “El trabajador social forense en
los tribunales españoles”, de Ruiz Rodríguez (2013), el cual describe las
funciones del trabajador social en el ámbito de la Administración de
Justicia, y reúne la legislación relacionada con los campos de
intervención del trabajador social como perito judicial.

Los ámbitos de intervención del Trabajador Social en la Administración de


la Justicia según Gorrinos López & Sánchez Hernández (2006) son
Juzgados de Familia, Juzgados de Vigilancia Penitenciaria, Tribunal
Superior de Justicia, Servicio de Atención a Víctimas, Juzgados de
violencia sobre la mujer, Juzgados de incapacidades.

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“Existen diferencias referentes a los tiempos de respuesta que, por


su propia naturaleza, ofrecen el trabajo social y la institución
judicial” (Simón Gil, 2009, p.180). Por lo tanto, como concluye el
autor anterior es “función del trabajador social el interpretar
correctamente la preocupación de fondo de las personas, lo cual
exige la utilización de un lenguaje terapéutico, narrativo, que
recoja la demanda que se esconde bajo la forma de la demanda
judicial”.

Los conocimientos profesionales del Trabajador Social, Pérez Fernández


(2011-2012) deberán complementarse con conocimientos específicos
dictados desde el plano normativo jurídico en el que desarrollaremos
nuestra actividad profesional.

1. Las normas y procedimientos que se utilizan en los respectivos


lugares de destino (Juzgados a los que estemos adscritos), para el
manejo de los procedimientos judiciales.

2. Conocer la jurisprudencia establecida para cada caso que nos


servirá como guía para nuestra intervención.

3. Conocer las normas y procedimientos de los tribunales para que el


testimonio, sea eficaz y sirva para impartir una mejor justicia.

La intervención de peritos en el ámbito civil;

La actuación de los profesionales peritos en el ámbito civil, se regula en


la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC), Ley 1/2000, de 7 de enero.

Entró en vigor el 8 de enero de 2001 sustituyendo a la Ley de


Enjuiciamiento de 1881 y, según manifiesta en su Exposición de Motivos,

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busca “el derecho de todos a una tutela judicial efectiva, expresado en


el apartado primero del artículo 24 de la Constitución, coincide con el
anhelo y la necesidad social de una Justicia civil nueva, caracterizada
precisamente por la efectividad”. Esta Ley tiene carácter supletorio, es
decir, que es de aplicación en todos los procesos judiciales: sociales,
penales, contenciosos, salvo las determinadas especialidades que
pueden regir en cada proceso judicial.

El Código Civil tipifica las demandas civiles y establece en su artículo 92


“El Juez, de oficio o a instancia de parte, podrá recabar dictamen de
especialistas debidamente cualificados”.

La participación de los peritos en los procedimientos judiciales puede ser


solicitada por el Juez o una de las partes (demandante, demandado o
Ministerio Fiscal). Además el Art. 340 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
recoge que “Los peritos deberán poseer el Título Oficial que corresponda
a la materia objeto del dictamen y a la naturaleza de este.”

A lo largo de su articulado la ley de Enjuiciamiento Civil recoge todo lo


relativo a la actuación de los peritos, contemplando el dictamen de éstos
como uno de los medios de prueba de los que se pueden hacer uso en
el juicio, en el Libro II, Título I, Capítulo IV, Sección V, “Del dictamen de
peritos”, artículos del 335 al 352, en los que podemos encontrar el objeto
y la finalidad del dictamen de peritos; el juramento; la designación de los
mismos y el procedimiento para ello; las condiciones que han de tener los
peritos; la tacha; la emisión y ratificación del informe, o su actuación en
el juicio o vista.

En concreto en el Art. 335 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, Objeto y


finalidad del dictamen de peritos. Juramento o promesa de actuar con
objetividad:

1. Cuando sean necesarios conocimientos científicos, artísticos,


técnicos o prácticos para valorar hechos o circunstancias
relevantes en el asunto o adquirir certeza sobre ellos, las partes
podrán aportar al proceso el dictamen de peritos que posean los

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conocimientos correspondientes, o solicitar, en los casos previstos


en esta ley, que se emita dictamen por perito designado por el
tribunal.

2. Al emitir el dictamen, todo perito deberá manifestar, bajo


juramento o promesa de decir verdad, que ha actuado y, en su
caso, actuará con la mayor objetividad posible, tomando en
consideración tanto lo que pueda favorecer como lo que sea
susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las partes, y que
conoce las sanciones penales en las que podría incurrir si
incumpliere su deber como perito.

Intervención de peritos en el ámbito penal;

El Código Penal define los delitos y faltas que constituyen los


presupuestos de la aplicación de la norma suprema que puede
revestir el poder coercitivo del Estado: la pena criminal. Así mismo
debe tutelar los valores y principios básicos de la convivencia social. El
mismo tipifica los delitos y faltas, regula las penas aplicables en cada
caso y establece las personas responsables en función de su grado de
implicación.

El contenido del sumario viene reflejado en el Artículo 299 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal (L.E.Cr.): “Constituyen el sumario las
actuaciones encaminadas a preparar el juicio y practicadas para
averiguar y hacer constar la perpetración de los delitos con todas las
circunstancias que puedan influir en su calificación, y la culpabilidad
de los delincuentes, asegurando sus personas y las responsabilidades
pecuniarias de los mismos”. La actuación de los profesionales en el
ámbito penal, Pérez Fernández (2011-2012), se integra dentro de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal (L.E.Cr.), relativa a la jurisdicción criminal,
también contempla la actuación de peritos ante un proceso penal.

La Ley de Enjuiciamiento Criminal hace referencia a la intervención de


los peritos en el Libro II, “Del sumario”, Título V, artículos 456 al 485, en

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los que se regula todo lo relativo a los mismos: nombramiento,


recusación; ratificación, etc., en términos similares al ámbito civil.

Pérez Fernández (2011-2012) recoge que los artículos 460, 475 y 478 de la
Ley de Enjuiciamiento criminal, “hacen referencia al nombramiento de
los peritos, al objeto del informe y a la estructura y contenido del mismo,
conforme a los principios y reglas de su ciencia y arte, aspectos que en
este trabajo serán detallados como descripción metodológica de la
elaboración del dictamen pericial”.

La tarea de estos especialistas era prevista por la Ley Orgánica 6/1985,


de 1 de julio, del Poder Judicial, al establecer la posibilidad de que la
Administración de Justicia pudiera contratar profesionales y expertos
para auxiliarla. Esta ley constituye el pilar normativo sobre el que se apoya
el cumplimiento de los fines constitucionalmente atribuidos al Poder
Judicial en el Estado Social y Democrático de Derecho.

La ley Orgánica del Poder Judicial recoge el marco de intervención de


profesionales y personas expertas en su artículo 473;

1. Podrán prestar servicios en la Administración de Justicia


funcionarios de otras Administraciones que, con carácter ocasional
o permanente, sean necesarios para auxiliarla en el desarrollo de
actividades concretas que no sean las propias de los cuerpos de
funcionarios a que se refiere este libro y que requieran
conocimientos técnicos o especializados.

El artículo 122 de la Constitución Española dispone que la Ley Orgánica


del Poder Judicial determinara la constitución, funcionamiento y
gobierno de los Juzgados y Tribunales, el estatuto jurídico de los Jueces y
Magistrados de carrera y del personal al servicio de la Administración de
Justicia.

2.5 Equipos Técnicos Psicosociales.

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La actividad pericial en la Administración de Justicia, Pérez Fernández


(2011-2012) cuenta con profesionales pertenecientes a diferentes
disciplinas, que conforman equipos de trabajo (Equipos Técnicos
Psicosociales) para asesorar de forma individual o conjunta al Juez según
este lo requiriera. Estos equipos técnicos, son históricamente
denominados Equipos Técnicos Psicosociales y están constituidos
habitualmente por dos profesionales: Psicólogo y Trabajador Social.

Aunque el autor anterior, añade que existen equipos conformados por


tres profesionales, como en el caso de los Juzgados de Menores, que
incluyen a un Educador, y en el caso de los Juzgados de Violencia sobre
la Mujer, estos profesionales se integran en las Unidades de Valoración
Forense Integral de la Violencia de género,
creadas por la Ley Integral, compuestas por Médico Forense, Psicólogo y
Trabajador Socia.

Si nos centramos en los Equipos Técnicos Psicosociales habituales, Ruiz


Rodríguez (2011), determina que estos equipos tienen como
característica principal que “Son un Equipo (no un grupo)
multiprofesional donde los distintos técnicos se integran con un
objetivo de tarea. No es un trabajo en cadena”, y tienen “únicamente
una función asesora” de apoyo al Juez.

Por tanto el trabajo de los profesionales que constituyen estos equipos,


Pérez Fernández (2011-2012) se establece como la relación de un
grupo de profesionales que, respetando los límites funcionales propios
de cada profesión, y bajo unos cánones éticos marcados por los
códigos deontológicos respectivos, se involucran en el proceso de
evaluación pericial, aportando recíprocamente desde sus respectivas
disciplinas los conocimientos y procedimientos necesarios para nutrir
el proceso de elaboración y propuesta pericial que le son solicitadas
por parte del Juez.

La existencia de la necesidad de interacción entre los diferentes


componentes del equipo, que suman diferentes opiniones y diferentes
aportaciones profesionales al objetivo común de emitir un dictamen
pericial, en respuesta a la solicitud de intervención pericial del Equipo

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Técnico realizada por el Juez o una de las partes (demandante,


demandado o Ministerio Fiscal), tal y como establece Pérez Fernández
(2011-2012) otorgan a los equipos técnicos una definición
multidisciplinar y una actuación interdisciplinar

El autor anterior, Pérez Fernández (2011-2012)


concluye que se consideran equipos multidisciplinares, porque
referencian la interacción entre varias disciplinas, desde la mera
comunicación hasta una verdadera integración, en cuanto a
metodología, objetivos, terminología etc., que se concreta en una
actuación profesional interdisciplinar en la que cada profesional
aporta sus conocimientos, experiencias etc., de tal manera que
mediante intercambios e integraciones mutuas se genera un
enriquecimiento de todos los componentes .

Los profesionales que integran los Equipos Técnicos Psicosociales,


Pérez Fernández (2011-2012) “trabajaran, evaluaran e interactuaran
con las mismas personas en espacios temporales simultáneos por lo
que deberán tener un conocimiento mutuo sobre la intervención de
cada profesional, por respeto a la claridad de los procedimientos de
cada profesional, y por respeto a las personas que estarán
evaluando”.

Cuando son profesionales que están trabajando en equipo tienen que


mantener una comunicación sobre las etapas profesionales de cada
cual en las evaluaciones evitando entorpecer el proceso de cada
profesional. En este sentido la metodología de trabajo interdisciplinar
exige profundizar sobre las aportaciones específicas de cada
disciplina y, en concreto, de los profesionales que conforman el
equipo (Pérez Fernández.

Como resultado dentro de los equipos técnico ha sido frecuente que


se generen debates, con diferentes resultados, en cuanto a las formas
de trabajo y a los niveles de participación de cada profesional en la
elaboración del dictamen pericial. No obstante, la labor pericial de
cada disciplina supone un enriquecimiento y, al mismo tiempo, es una
constante fuente de discusión-reflexión que pondera la valoración de

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los dictámenes periciales desde este abordaje interdisciplinar por los


equipos técnicos en la Administración de Justicia, proporcionando
una visión global más adaptada a las situaciones objeto del estudio
en los procesos judiciales para los que son requeridos (Pérez
Fernández.

Con la aprobación de la Ley 30/1981, de 7 de julio, “Ley del Divorcio”


se institucionaliza la figura de los peritos como asesores estables de la
Administración de Justicia, por la que se modificaba la regulación del
matrimonio en el Código Civil y se determinaba el procedimiento a
seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio, con la que se
introduce desde el primer momento en su articulado la posibilidad de
que los Jueces competentes en esta materia pudieran recaban el
“dictamen de especialistas”.

En este contexto legislativo tras la aprobación de la ley del divorcio se


creaban los Juzgados de Familia en distintas ciudades españolas, y en
el año 1983, se les dotaba de equipos técnicos (comúnmente
denominados equipos psicosociales). En un principio esta iniciativa se
configuró como una experiencia piloto, que pronto pasó a aceptarse
como una parte relevante del proceso jurídico, lo que dio lugar a una
definitiva institucionalización, al amparo, como ya se ha mencionado
en el párrafo
anterior, del Artículo 92 de la Ley 30/1981 “El Juez de oficio o a petición
de los interesados, podrá recabar el dictamen de especialistas” (Pérez
Fernández.

En el mismo contexto, establece como recomendación para mejorar


la Justicia la constitución de Equipos Psicosociales, y se refiere a estos
como, equipos de apoyo constituidos principalmente por médicos
forenses adscritos exclusivamente ellos, y por psicólogos y
trabajadores sociales.

Continuando en el mismo contexto legislativo Pérez Fernández (2011-


2012) detalla la configuración de los equipos técnicos como “La
actividad pericial en la Administración de Justicia cuenta con
profesionales pertenecientes a diferentes disciplinas, que conforman

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equipos de trabajo (Equipos Técnicos) para asesorar de forma


individual o conjunta al Juez según este lo requiriera.

Así mismo, el autor anterior establece que serán equipos


multidisciplinares, porque referencian la interacción entre varias
disciplinas, desde la mera comunicación hasta una verdadera
integración, en cuanto a metodología, objetivos, terminología etc.,
que se concreta en una actuación profesional interdisciplinar en la
que cada profesional aporta sus conocimientos, experiencias etc., de
tal manera que mediante intercambios e integraciones mutuas se
genera un enriquecimiento de todos los componentes.

Simón Gil (2009), refleja que la metodología de trabajo interdisciplinar


exige profundizar sobre las aportaciones específicas de cada
disciplina y, en concreto, de los profesionales que conforman el
equipo. Esto es necesario en la medida en que por un lado, se
producen confusiones en cuanto a lo particular de cada profesión y,
por otro, esta confusión aumenta debido a la ausencia de atribución
de competencias específicas para cada una de las profesiones que
componen el equipo.

En el año 1987 se produce la primera convocatoria de oposiciones


para cubrir las plazas asignadas a la formación de Equipos Técnicos
como asesores estables de los Jueces. Desde un inicio se situaron a los
trabajadores sociales junto a otros profesionales, psicólogos y
educadores (en el caso de los Juzgados de Menores) conformando
un equipo técnico. Teniendo lugar la toma de posesión de aquella
primera promoción en enero de 1988 (Según se recoge en la “Guía de
Actuación de los Psicólogos en el ámbito de la Administración de
Justicia de la Comunidad de Madrid”. Edita: Vicepresidencia Segunda
y Consejería de Justicia e Interior.

A partir de ese momento la plantilla de los Equipos Técnicos


Psicosociales dependientes de la Administración de Justicia se fue
ampliando, no solo en número sino en los órdenes jurisdiccionales a los
que se adscribían, y paralelamente al incremento del número de
Equipos Técnicos Psicosociales, se inició el proceso de transferencias a

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las Comunidades Autónomas (CC.AA) de las competencias en


materia de justicia, de tal manera que, en todas aquellas CC.AA que
asumieron tales competencias, estos especialistas fueron pasando de
depender del Ministerio de Justicia a hacerlo de las distintas
Consejerías competentes; así, en la actualidad siguen existiendo
algunos equipos dependientes del Ministerio de Justicia, en el territorio
no transferido, y otros que lo son de los respectivos gobiernos
autonómicos. Pero en todo caso, la composición y la denominación
de los equipos se han mantenido prácticamente invariables en todo
el territorio nacional, con nombres como Gabinetes Psicosociales,
Equipos Psicosociales o Equipos técnicos Psicosociales, en las
diferentes comunidades.

De este modo, tal y como ya señalaba Ortuño Muñoz (1995), en un


trabajo del año 1995, la intervención de estos Equipos se aleja del
concepto tradicional de peritaje para convertirse en una estructura
de asesoramiento, auxilio y cooperación estables con el Juzgador,
muy distinta de la actuación puntual del perito que se regula en el
código civil, y que le permite intervenir en el proceso judicial con
técnicas potencialmente más útiles al objetivo de ayudar a las familias
a resolver su situación de crisis.

Por último Pérez Fernández (2011-2012) determina que procedimiento


de actuación de los profesionales se inicia con la notificación de la
resolución judicial en la que se acuerda la práctica de la prueba. Para
poder ajustarse al cometido reseñado y responder a los extremos o
cuestiones demandadas, el Equipo Técnico utiliza una metodología
profesional adaptada a un proceso evaluativo, sirviéndose del
conjunto de medios propios de cada disciplina profesional que
conforme el Equipo Técnico, para dar respuesta al objeto pericial (o
cuestiones planteadas por parte del Juzgado emisor) con la emisión
del Dictamen pericial.

2.6 El Trabajador Social en los Equipos Técnicos Psicosociales.

El trabajador Social como profesional dentro del ámbito de la Justicia


se encuentra integrado dentro de los Equipos Técnicos Psicosociales,

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constituyendo una figura fundamental dentro de los mismos dadas sus


competencias transversales para el desempeño de la función de
perito en este contexto.

El Trabajador Social desde su perspectiva profesional observa en el


ámbito judicial, en la mayoría de los casos, la realidad de personas en
interacción que forman las familias o grupos de diferente tipología,
para lo que cuenta básicamente con: Formación específica como
profesional y pertenencia a un Equipo psicosocial.

“El procedimiento de actuación de los profesionales se inicia con la


notificación de la resolución judicial en la que se acuerda la práctica
de la prueba y donde debe especificar el objeto de la pericial”.

El método de la actuación profesional del Equipo Técnico tal y como


apunta Pérez Fernández (2011-2012) debe basarse en el método
científico, cuyos componentes básicos se recogen en cinco etapas;

1. Estudio o investigación.

2. Evaluación o diagnóstico.

3. Emisión de dictamen pericial.

4. Presentación del dictamen pericial.

5. Ratificación del dictamen.

Los trabajadores sociales utilizamos una serie de instrumentos


metodológicos para obtener y comprobar los datos considerados
pertinentes al objeto de la evaluación solicitada.

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Esta evaluación requiere una formulación precisa y un diseño


metodológico que exprese los procedimientos utilizados, que se
registra y se expresa en el caso del ámbito judicial, como ya se ha
reiterado a lo largo de este trabajo, en un documento denominado
informe o dictamen pericial.

Así mismo, Pérez Fernández (2011-2012) expone que para definir la


función que el Trabajador Social desarrolla como profesional en el
ámbito judicial, será necesario abordar su función como profesional
que posee conocimientos teóricos de los que se sirve para desarrollar
el ejercicio profesional y como integrante de un Equipo Técnico
Psicosocial.

Desde la perspectiva profesional: Se establece que la intervención de


peritos se realiza para ayudar a conocer o apreciar algún hecho de
influencia en el pleito, con el fin de orientar y asesorar al Juez,
basándose en los principios éticos y criterios profesionales recogidos
en su Código Deontológico profesional.

Como hemos mencionado en párrafos anteriores, en España no existe


ningún requisito para ejercer la labor de perito, más allá de tener “el
título oficial que corresponda a la materia objeto de dictamen” Ley
de Enjuiciamiento Civil (Art.340) y no estar sujeto a ninguno de los
motivos de tacha o recusación que establece la Ley de Enjuiciamiento
Civil (art. 343).

Las funciones del Trabajador Social son por tanto las de informar y
asesorar sobre la realidad estudiada e investigada, definiéndose la
figura del Trabajador Social en la Administración de justicia.

Conforme se recoge en III Convenio colectivo único para el personal


laboral de la Administración General del Estado (2009) en el cual es
catalogado como profesional en el área sanitario-asistencial, como:

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“El trabajador que con titulación universitaria de Diplomado en


Trabajo Social o Asistente Social, bajo la dependencia funcional del
órgano al que está adscrito, lleva a cabo una intervención
profesional informando y asesorando técnicamente a los
Tribunales, Juzgados, Fiscalías y Órgano Técnicos en materia de su
disciplina profesional. Actuarán tanto a nivel individual como
interprofesional, elaborando informes sociales solicitados por el
órgano mencionado, así como la colaboración con los restantes
miembros de los Equipos Técnicos para el desarrollo de las
mencionadas funciones”.

En este contexto el Trabajador Social en su ejercicio profesional como


perito tendrá que someterse a reglas, dictadas desde el plano
normativo jurídico y desde la propia profesión, y deberá tender a
buscar el mayor nivel de rigor, para lo que necesitará aplicar una
metodología específica para poder ajustarse al cometido reseñado y
responder a los extremos o cuestiones demandadas.

“Como profesional utilizará una metodología evaluativa propia de


su profesión, que en el caso del trabajo social, se adapta a la
metodología de las ciencias sociales, basada en una estrategia de
investigación-acción que corresponde a una estructura lógica”.

Por tanto, como disciplina el trabajo social basa su método Hernández


Aristu (2004) “en el diagnóstico del problema personal (individual) o
social (colectivo o comunitario) necesitado de ayuda (según niveles
de intervención), que se completan con la elaboración de un plan de
intervención en el que se determinan las personas e instituciones que
van a intervenir en la gestión de las interacciones surgidas y en el
establecimiento de medidas de control y evaluación”.

Los conocimientos profesionales del Trabajador Social deberán


complementarse con conocimientos específicos dictados desde el
plano normativo jurídico en el que desarrollaremos nuestra actividad
profesional, tales como:

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1. Las normas y procedimientos que se utilizan en los respectivos


lugares de destino (Juzgados a los que estemos adscritos), para el
manejo de los procedimientos judiciales.

2. Conocer la jurisprudencia establecida para cada caso que nos


servirá como guía para nuestra intervención.

3. Conocer las normas y procedimientos de los tribunales para que el


testimonio, sea eficaz y sirva para impartir una mejor justicia.

Conocimientos que junto a los propios de la profesión (teórico-


práctico) utilizaremos para centrarnos en la labor pericial y para que
esta sea realizada de manera efectiva, será necesaria la utilización de
un procedimiento objetivo y científico en la evaluación que nos haya
sido solicitada como integrantes del Equipo técnico psicosocial.

Como integrante del equipo técnico: Como profesionales del Trabajo


Social, aportamos la metodología propia de nuestra disciplina, cuyo
desarrollo e instrumentos utilizamos en cada una de las etapas que
como equipo ejecutamos necesariamente en el proceso de
evaluación para la emisión del dictamen pericial. De la misma forma,
los aspectos metodológicos de las actuaciones que se lleven a cabo
deben adaptarse al procedimiento que como equipo interdisciplinar
desarrollamos. Así se recoge en “Libro verde del Trabajo Social:
instrumentos de documentación técnica”. Ed. Consejo General de
Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes
Sociales.

Así mismo, Pérez Fernández (2011-2012) extrae una serie de premisas


en las cuales se recoge cuestiones relevantes a la actuación del
Trabajador Social como profesional dentro de los Equipos Técnicos
Psicosociales y la finalidad de los mismos dentro de la Administración
de la Justicia, el proceso de ejecución de la tarea pericial así como el
reparto de tareas o roles de las diferentes partes y/o disciplinas
implicadas;

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1. La actuación de los profesionales de los Equipos Técnicos Judiciales


viene avalada por su intervención siempre en dependencia
directa del Juez, al margen de los intereses de las partes, y con
estricto cumplimiento de los preceptos normativos establecidos
(legislación). Los dictámenes emitidos como especialistas están
sujetos, como todo acto pericial, a su defensa y ratificación en el
acto de la vista o del juicio oral, que dirige el Juez o el Tribunal.

2. Los Dictámenes periciales se realizan por tanto, según demanda


judicial, y el reparto de la dirección de los casos si la petición se
realiza al equipo técnico, será conjunta, entre los profesionales
Psicólogos y Trabajadores Sociales, con una parte de trabajo
individual y otra en equipo, para la elaboración de las
consideraciones y conclusiones.

3. La existencia de diferentes opiniones y diferentes aportaciones


profesionales al objetivo común de emitir un dictamen pericial,
otorgan a los equipos técnicos una definición multidisciplinar y una
actuación interdisciplinar. Por tanto, serán equipos
multidisciplinares, porque referencian la interacción entre varias
disciplinas, que se concreta en una actuación profesional
interdisciplinar en la que cada profesional aporta sus
conocimientos, de tal manera que los profesionales trabajan,
evalúan e interactúan con las mismas personas en espacios
temporales simultáneos que les obliga a tener un conocimiento
mutuo sobre la intervención de cada uno.

4. El proceso de evaluación del Trabajador Socia, se divide en cuatro


etapas y una etapa de defensa del dictamen ante el Juez en la
vista o juicio.

5. El ejercicio profesional en el ámbito judicial, presenta como


característica metodológica la ausencia de ciertas etapas propias
del proceso de intervención profesional vinculadas a la
intervención entendida como una intervención integral, tal y como

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es concebida desde la disciplina del trabajo social, en la que se


incluya la puesta en práctica de un tratamiento social como
acción, y su seguimiento, cuestión que queda excluida del proceso
de peritaje, limitada en exclusiva al diagnóstico y a la evaluación
de la persona o personas objeto de la pericia.

La resolución judicial donde se solicita la intervención del Equipo


Técnico debe especificar el objeto de la pericial. La metodología de
trabajo realizada como equipo técnico, por su misma naturaleza, se
adapta a la diversidad de las solicitudes realizadas desde los distintos
Juzgados.

3. EL TRABAJO SOCIAL Y SUS INSTRUMENTOS

Para realizar una descripción relativa al Trabajo Social, conviene buscar


un hilo conductor que permita generar y ordenar la trama principal y las
sub-tramas que deseamos desarrollar. El hilo conductor que nos ha
parecido suficiente es similar a la búsqueda clásica de los Griegos: el
equilibrio, la armonía y la contención. En una disciplina que se inicia en
los últimos años del siglo XIX en los países anglosajones, en plena
transformación social, con voluntad declarada de contribuir a la mejora
de la sociedad y al cambio social en un momento de extraordinario
crecimiento económico y poblacional, parece fácil comprender que la
ideología, las creencias y los valores impregnan su quehacer cotidiano
con una multiplicidad de emociones y sentimientos, amores y odios,
pasiones todas ellas que colocan a los diferentes investigadores1 en un
lado u otro de una línea divisoria que es inherente al Trabajo Social y que
definimos, un poco rápidamente, como la línea existente entre “el bien y
el mal”. Cuando se dirime la posición de unos y otros, de unas y otras,
acerca de esta línea, se entiende la gravedad de la decisión: unas están,
quizá, en el lado del bien; otros, podría ser, se encuentran en el lado del
mal. El bien puede ser el ansia de rigor y de cientificidad (Moreno
Pestaña, 2004), de compromiso con las transformaciones sociales
(Verdès-Leroux, 1978; Melano, 2001; Paugam, 2007). También puede ser
la firme voluntad de establecer una relación “cara a cara” (Richmond,

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1917) con un “otro” real (Debes, 2000). Frente a las posiciones más
abarcadoras (Kisnerman, 1985), no presentaremos todo, absolutamente
todo, el Trabajo Social. Optamos por presentar posibilidades, facetas y
opiniones de los autores de referencia. Insistiremos en la coherencia, en
la trama y, por tanto, en una escritura sencilla y clara, escribiendo solo lo
necesario, sin llegar a la parquedad. No estamos ante un Tratado de
Trabajo Social. Hemos tomado la opción de analizar el Trabajo Social
necesario para fundamentar la intervención de sus prácticos y mostrar la
relevancia de los instrumentos aquí señalados.

3.1 La técnica en el Trabajo Social: cojear no es pecar

Para definir el Trabajo Social, se ha recurrido a diferentes sustantivos: un


arte, una ciencia, una tecnología.

El análisis de la intervención ante las viejas y las nuevas pobrezas nos


permite reconceptualizar el objeto del Trabajo Social y el papel del
trabajador social como agente de cambio, como facilitador de
procesos, como concienciador de desigualdades, como mediador
social.

Pero, cualquiera que sea su mirada sobre su profesión, el trabajador social


ha de procurarse instrumentos para facilitar la mejor intervención posible,
ya sea lograr establecer una relación significativa con el otro, ya sea
transmitir, con precisión y empáticamente, una información relevante
para quien la necesite. Las trabajadoras sociales requieren de técnicas y
de un “saber hacer” que pueda ser transmitido, fuera de los elementos
mágicos que pudieran envolver el Trabajo Social (Dubet, 2002). Sin
embargo, las técnicas no han de supeditarse a la persona (De Robertis,
2003). En esta convulsa época contemporánea en cuan-to a las
necesidades de evaluación y de procesos de calidad (Aliena, 2008),
conviene señalar explícitamente las dificultades que pueden surgir
cuando se pretende convertir el Trabajo Social, exclusivamente, en el
cumplimiento de protocolos, por lo general al servicio de la mayor
eficacia económica y política.

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Con decir técnica, no se ha dicho todo. Las técnicas dependen de


quienes las manejan. De ahí que la persona del trabajador o trabajadora
social, tan largamente reconocida en toda la literatura del Trabajo Social,
sea el centro de numerosos análisis. Friedlander (1969), Zamanillo y Gaitán
(1992) y De Robertis (2003) insisten, siguiendo la estela de Richmond, en
que “el Trabajo Social es una ciencia que ha de ejercerse como un arte”.
Un artista tiene una peculiar manera, sobresaliente, de ejercer su arte. Un
artesano aprende habilidades que requieren de su implicación personal,
de sus conocimientos y de sus competencias previas (Autés, 1999;
Deslauriers, 2004).

La técnica no es un absoluto. Depende directamente de aquellos que la


ejecutan y requiere de habilidades, esfuerzos y actividades propias de
personas concretas. Para algunos estudiosos, los modelos profesionales se
fundamentan en sistemas de creencias. Sus acciones, a través de las
técnicas y procedimientos que han sido adquiridos por transmisión, son
sagradas (Dubar y Tripier, 1998). Las profesiones, en el sentido
especializado anglosajón, tienen por característica organizarse gracias a
un saber intelectual profundo, frente a los oficios, mera adquisición
repetitiva, entre los que se encontraría el Trabajo Social (Autés, 1999;
Chopart, 2000; Miranda, 2004; Dubet, 2002, 2007), con un saber más
“corporativista”. Sin embargo, las tendencias se dirigen hacia la
disminución de estas diferencias en el terreno práctico y buscan las
interacciones entre los profesionales y el medio ambiente, resaltando que
el núcleo más relevante es el conjunto de procesos de interacción entre
el medio Y los profesionales (Bensaâdoune, 1998, Mathieu-Fritz, 1999).
Raya señala la necesaria vinculación entre la creatividad y la
sistematización de la práctica:

Para abordar los complejos procesos de reconstrucción de ciudadanía a


través de programas de incorporación social, no se debe renunciar al
aspecto creativo que supone responder a las necesidades humanas ni al
carácter técnico de las intervenciones sociales. Creatividad, saber hacer
y sistematizar son, por tanto, las únicas recetas para un buen desarrollo
del Trabajo Social como disciplina y como profesión.

La técnica debe olvidarse, sin olvidarse del todo, porque aplicando la


técnica se consigue participar de la ampliación del conocimiento

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científico a través de la observación, sistematización, hipótesis y


verificación de hipótesis. En el Trabajo Social, el avance científico se ha
realizado desde la práctica de analizar y resolver problemas de vida
cotidiana (Elías, 1988; Fombuena y Montes, 1992, Fombuena,
2007).Técnicas y procedimientos se unen y se desarrollan como
elementos integrado.

3.2 El sentimiento de justicia en la vida cotidiana

Vivimos un fin de siglo y un inicio de siglo entre desorientado y des-


garrador. Todorov (2002: 12) señala las dificultades con las que tuvieron
que enfrentarse los individuos del siglo XX para elegir su posición ética
como seres humanos, sin caer en los excesos de creerse héroes o santos
y luchar contra el totalitarismo hitleriano o estaliniano.

He decidido mezclar con esta reflexión sobre el bien y el mal políticos del
siglo, el recuerdo de algunos destinos individuales, fuertemente
marcados por el totalitarismo pero que supieron resistirse a él. No es que
los hombres y mujeres de los que hablaré sean por completo distintos a
los demás. No son héroes ni santos, ni siquiera “justos”; son individuos
falibles, como usted y yo. Sin embargo, todos siguieron un itinerario
dramático; todos sufrieron en sus carnes y, al mismo tiempo, intentaron
depositar en sus escritos el fruto de su experiencia. Obligados a ver de
cerca el mal totalitario, se revelaron más lúcidos que la media.

Después de Auschwitz ¿cómo seguir viviendo?

Un siglo que ha conocido en treinta años, dos guerras mundiales, los


totalitarismos de izquierda y de derecha, el hitlerismo y el estalinismo,
Hiroshima, el gulag y los genocidios de Auschwitz y de Camboya. Un siglo
que se termina con la vergüenza del retorno de todo lo que significan
estos nombres bárbaros. Se trata de un sufrimiento y de un mal impuestos
de forma deliberada, pero que ninguna razón limita2, merced a la
exasperación de una razón que se ha convertido en política y se ha
desprendido de toda ética.

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Una dificultad de la democracia es aunar los intereses particulares con


los intereses generales, introduciendo relaciones e interacciones gratuitas
(Giner, 1996) que se acercan a las pautas del don. En otro texto, escribe
el profesor Salvador Giner:

La democracia legitima facciones e intenciones enemigas del interés


común. Es esta una de sus mayores contradicciones: es un régimen
político para el bien de todos que garantiza en cambio el bien de cada
facción, el cual a su vez va en detrimento del común. Tan malo es el
resultado que, a lo sumo, parece ser, puede hablarse de poliarquía
democrática, o de la poliarquía a secas, pero ya no de democracia. La
poliarquía muestra algo más que una profunda afinidad con la estructura
corporativa de las sociedades modernas. Es su expresión política. En ella,
no hay interés común, sino intereses (organizados o no) sectoriales. Cada
uno va a la suya. La democracia es una paradoja: creada para lo
universal, fomenta la facción, el egoísmo y el interés sectorial. A lo sumo
permite la componenda.

Para superar una paradoja, es necesario modificar el marco desde el que


se interpreta su significado. En parte, la solución ha venido, en este inicio
de siglo, desde fuera del sistema político. Ha venido desde la sociedad
civil. Esta solución habría de merecer una cierta consideración por parte
de los estudiosos de la democracia. Giner (1994,1996) sitúa la
oportunidad de mejorar sustancialmente las condiciones de la politeya
más allá de las instituciones políticas convencionales. Reclama tres
virtudes cívicas como son el altruismo, la solidaridad y la incómoda
fraternidad cuya presencia se hace sentir en la vida política con
redoblada intensidad. No solamente el altruismo vive un general interés y
desarrollo, sino que además tiene consecuencias prácticas para la
democracia.

Ninguna democracia liberal madura de hoy puede explicarse en los


términos más rigurosos exigidos por la ciencia política sin referencia a
estas criaturas apartidistas, no gubernamentales y declaradamente
apolíticas o metapolíticas.

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Si damos un paso más en lo que significa esta necesidad de ética,


observamos que no solo los filósofos impregnados por la tragedia
europea del siglo XX han tomado partido a favor del altruismo y del
otro. Victoria Camps (1990, 1998) insiste en que el sentido primigenio
del concepto de política se refiere a aquella acción que consiste en
la cortesía y en un buen modo de comportarse, como la buena
educación. Para Camps, las virtudes públicas son tres: la solidaridad,
la tolerancia y la responsabilidad. Escribe Camps:

Una educación moral no es solo aquello que produce buenos


ciudadanos (solidarios, tolerantes y responsables) sino la que forma
personas capaces de ese respeto y delicadeza que producen las
buenas maneras.

No sobra en este trabajo una advertencia a aquellos que pudieran


confundir la solidaridad con la ñoñería y ¿por qué no decirlo? con
el cinismo de quien utiliza la desgracia ajena y la injusticia social
para mejorar su cartera y su autoestima. Difícilmente la ñoñería y el
cinismo pueden reconciliarse con la ética y la justicia de lo que es
debido.

El contexto: el siglo XX en Europa, la lección de Auschwitz


El siglo XXI inicia su andadura después de los graves acontecimientos
históricos del siglo precedente. Todorov se pregunta si el Siglo XX será
conocido como el “siglo de la Barbarie” y de los totalitarismos: dos guerras
mundiales, los descubrimientos del Lager nazi y del Gulag soviético, que
dejaron atónita a la civilización europea, sin olvidar las atrocidades de los
Khmers Rojos de Pol Pot en Camboya.

¿Cómo seguir viviendo ante la barbarie? Conviene dar la palabra a


quienes sobrevivieron a estas crueldades infligidas por hombres y mujeres
a sus semejantes para comprender cómo los individuos se encontraron al
límite de la humanidad, tanto en la toma de sus propias decisiones como
siendo espectadores de los acontecimientos a los que estaban
sometidos. Dedicaremos esta parte a las aportaciones que hace Primo

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Levi en tres de sus obras fundamentales. Levi era un químico, un hombre


con espíritu científico y racional. Después de pasar algo más de un año
en Auschwitz.

3.3 Aproximación a los límites de la intervención social. Obstáculos y


dificultades epistemológicas

Muchos de los profesionales de la intervención social, tras bastantes años


de actividad, no dejamos de hacernos preguntas: ¿Por qué no veo los
resultados de mi trabajo? ¿Por qué siguen siendo pobres mis usuarios?
¿Por qué parece que nunca esté avanzando? ¿Por qué son tan precarios,
inestables y escasos los cambios en las personas a las que pretendemos
ayudar? Todas estas preguntas nos interrogan sobre el sentido y el
significado de la intervención social.

Durante mucho tiempo estas preguntas permanecen soterradas bajo la


incesante actividad de la intervención, emergiendo únicamente en
momentos de crisis profesional o personal y tomando caminos distintos:
comprensión, exigencia, desencanto, escepticismo o reflexión. Este texto
parte de una de esas opciones: la reflexión. Dejando a un lado las
argumentaciones individualizadas de cada interrogante, pretende
analizar el sustrato epistemológico de la intervención social a la
búsqueda de razones que expliquen el porqué de estas preguntas.

Partimos de una noción mínima de intervención social: se trata de una


acción programada desde un marco teórico definido con el fin de
mejorar una situación dada, un problema. Sabemos de antemano que,
sea cual sea la noción que utilicemos, en todas ellas podremos encontrar
tres elementos indispensables para afrontar el problema: la teoría que
sustenta la acción, el conjunto de técnicas que se aplican y los resultados
esperados.

Respecto de las dos primeras, las diferentes disciplinas de la intervención


social cuentan con una extensa producción académica, como así lo
demuestran los manuales de M. Payne (1995) o Viscarret (2007), por poner
solo dos ejemplos. Pero por el lado de los resultados no encontraremos el
mismo esfuerzo, por razones que exponemos a continuación.

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Ni al soñado cambio que esperábamos de la intervención, ni a la


disminución de la desigualdad social que se propugna, ni a la
movilización de las capacidades de las personas que pretende la
intervención social, se les ha prestado suficiente atención. De modo que,
como señala Rendueles (2005: 6-7), aunque se haya solicitado el
concurso directo o indirecto a diferentes disciplinas de las ciencias
sociales para solucionar ciertos conflictos, en contadas ocasiones se les
ha exigido cuentas de los resultados obtenidos. El caso del Gobierno
Vasco es una excepción por el esfuerzo en la captación de datos en el
análisis y accesibilidad al usuario y al ciudadano1. Es este un hecho
diferencial básico entre la tradición anglosajona y la europea y lo es
también de aplicación a los servicios sociales y al análisis que de la
intervención social como herramienta se hace.

A diferencia de Estados Unidos o Gran Bretaña, donde los modelos de


intervención en servicios sociales desplegados entre los sesenta y setenta
fueron sometidos a examen y criticados con detalle (Murray, 1984; Glazer,
1988), en España, tras treinta años de servicios sociales, no existen a día
de hoy suficientes argumentaciones ni evaluaciones que pongan en
entredicho los resultados y, sobre todo, que relacionen lo invertido con
los objetivos perseguidos, más allá de las evaluaciones formales de los
Planes que se plantean como memorias descriptivas de los datos. Esto se
debe a la escasez de datos específicos de servicios sociales o a la
inexistencia de los mismos y a la escasa transparencia que impide o
dificulta cualquier explotación cualitativa y cuantitativa de los resultados,
cuando no al escaso interés que entre círculos de la administración tienen
los servicios sociales, dado que estos y los profesionales son vistos como
un sistema del que no cabe esperar gran cosa.

3.4 La entrevista como instrumento básico de la intervención social

El instrumento fundamental de la intervención social individual en Trabajo


Social es la entrevista. Los encuentros periódicos entre un profesional y un
sujeto que hace una demanda para solucionar sus problemas son el
vehículo a través del cual tiene lugar la intervención social.

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La entrevista en Trabajo Social es heredera de una larga tradición de


prácticas en Occidente en las que una persona a la que se le supone
una cualificación especial se pone a disposición de otra que plantea un
problema, un sufrimiento, una falta, una duda, una necesidad, para
ayudarla a encontrar un camino hacia un estado mejor. Entre estas
prácticas podemos identificar: el método socrático de los diálogos
platónicos, en los que el maestro intenta conseguir por medio de
preguntas que el discípulo encuentre las respuestas que creía no saber;
las cartas a los amigos de los estoicos, en las que se compartía con el
interlocutor el examen de conciencia que se hacía uno mismo buscando
sus consejos; la relación de los creyentes con su confesor ante el que se
reconocen las faltas, al que se le pide orientación, del que se espera una
guía para progresar en el camino de la salvación, o el método
psicoanalítico, en el que se pide al analizado que siga al hablar con el
analista la regla de la asociación libre, que hable con la máxima libertad
de todo lo que se le venga a la mente para poder aprehender un más
allá del saber consciente.

Estas prácticas se encuentran de lleno en lo que Foucault (1999: 445)


denominó “tecnologías del yo”, a las que definió como aquellas

que permiten a los individuos efectuar, solos o con ayuda de los otros,
algunas operaciones sobre su cuerpo y su alma, sus pensamientos, sus
conductas y su modo de ser, así como transformarse a fin de alcanzar
cierto estado de felicidad, de fuerza, de sabiduría, de perfección o de
inmortalidad.

A través de las intervenciones de Trabajo Social, se intenta además, por


medio del uso de recursos, la modificación de las condiciones mate-riales
en las que vive el individuo en pos de ese fin de mayor bienestar.

Estas tecnologías del yo y, por tanto, también las entrevistas en Trabajo


Social, se mueven, en lo que respecta a su funcionalidad, entre dos polos.
Por un lado, pueden ser instrumentos que ayuden al individuo a
conocerse a sí mismo y encontrar los medios de gobernarse mejor, pero,
por otro lado, también pueden ser instrumentos para intentar dirigir la
conducta de los individuos en busca de determinados fines deseados por

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aquel que se encuentra en la posición cualificada. Lo que decide


entonces el uso que se dé de las tecnologías del yo vendrá mediado por
la apuesta ética de aquel que se encuentre en el lugar de entrevistador.
Este podrá considerar al otro como un sujeto de pleno derecho al que
tiene que llegar a conocer y poner a su disposición su saber hacer como
entrevistador o podrá considerar al otro como un objeto sobre el que
ejercer cierto poder para conseguir que se adecue a lo que el
entrevistador, la institución o la sociedad considera deseable.

Esta posición ética podrá ser más o menos consciente para el trabajador
social, pero siempre existe. El psicoanalista Jacques Lacan define
claramente estos dos extremos: o bien se es capaz de “sostener
auténticamente una praxis”, o bien se realiza “un ejercicio de poder”.
Desde esta segunda posición, las entrevistas en Trabajo Social suelen
orientarse por objetivos que siguen el modelo idealizado de bienestar de
las clases medias. El trabajador social se esfuerza entonces por que el
usuario llegue a llevar una vida lo más “ordenada” posible: que consiga
un trabajo digno, vivienda digna, que tenga unas relaciones familiares
adecuadas, una red social suficientemente amplia, que sepa cuidar su
salud, su higiene y su alimentación, que asuma el cuidado de los llamados
“dependientes” que forman parte de las relaciones cercanas, etc.,
incluso, aunque las limitaciones de la persona para conseguirlo sean
notorias.

Desde la primera posición, en cambio, se trata de poder sostener una


relación con el usuario, a través de entrevistas periódicas que se alarguen
en el tiempo, para que el sujeto pueda encontrar nuevas soluciones
singulares en su vida a un coste menor de sufrimiento y de precariedad.

Para ello, el trabajador social tiene que tomar distancia respecto a los
estilos de vida de las personas que atiende; no se trata de valorarlos o
modificarlos, sino de preguntarse con ellos acerca del porqué de estos
estilos. La manera de ver la vida del trabajador social no debe guiar la
intervención; el profesional debe abstenerse de actuar en base a sus
creencias, a sus gustos, a sus afinidades. Sin embargo, existe un límite: el
trabajador social no puede tener complicidad con las tendencias auto-
destructivas o de destrucción hacia los otros de las personas que atiende.

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3.5 La entrevista como instrumento de cambio

En la práctica cotidiana del Trabajo Social se da por supuesto que,


mediante las entrevistas, los usuarios cambian. Sin embargo, frente a
cierta banalización del cambio que se encuentra en frases comunes (“de
todo se aprende”, “todas las experiencias enseñan”, “querer es poder”,
etc.), lo que nos encontramos en la práctica es una enorme dificultad
para el cambio. La repetición de lo mismo, el tropezar una y otra vez en
el mismo punto suele ser una experiencia habitual del ser humano.

Para poder hacer de la entrevista un instrumento de cambio es necesario


que su práctica se base en una teoría. No puede tratarse de una práctica
basada en una amalgama de conocimientos eclécticos tomados de
aquí y allá, sino que el trabajador social necesita un compromiso de
vinculación, estudio y crítica con una orientación teórica concreta. Eso sí,
un compromiso que debe dejar siempre abierta la teoría a las
modificaciones que se deriven de lo que el trabajador social encuentre
en su práctica y de lo que otras orientaciones hayan elaborado en
relación con ello. Sin esta exigencia de rigor teórico, la praxis del Trabajo
Social siempre andará un poco desorientada.

Cuando la práctica está orientada por la teoría psicoanalítica, el


trabajador social sabe que el cambio no es cuestión de voluntad, de
mostrar el modelo al que se debe tender, de razonar para hacer
entender qué es lo mejor para uno, de recibir recompensas o castigos si
se cumplen o no los acuerdos pactados previamente, ni de ser
controlado por uno mismo o por los otros para llevar a cabo las
conductas adecuadas.

La experiencia nos dice que los cambios que se producen por estos
medios son, en el mejor de los casos, forzados y poco duraderos en el
tiempo, y a menudo lo único que se consigue con estas tácticas es que
los usuarios dejen de acudir a nuestras entrevistas o acudan limitándose
a decir lo que creen que el trabajador social quiere oír para poder seguir
recibiendo según la idea de Bentham, sería un edificio visitable por la

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población con el objeto de que conociesen las faltas cometidas por


cada uno de los reclusos y el modo en que estaría evolucionando su
recuperación. La mirada pública sobre las faltas privadas acrecentaba
la vergüenza del sujeto y aceleraba hipotéticamente su moralización. En
la visita a domicilio, se da también este movimiento de mostración a la
mirada externa de la miseria doméstica con el objeto de que el visitante
pueda moralizar directamente en el hogar de la persona sobre cómo
debe funcionar su vida doméstica.

Teniendo en cuenta estos condicionantes, es importante valorar con


mucho detenimiento cuándo realizar una visita a domicilio y hacerlo
siempre de forma consensuada y concertando previamente una cita.
Siempre será imprescindible la valoración caso por caso y tener en
cuenta el momento de la intervención. Habrá algunos casos en los que
será aconsejable: cuando la persona no pueda desplazarse al despacho,
cuando haya que conocer las condiciones de la vivienda por petición
del propio usuario, cuando tengamos que ponernos en contacto con
alguien y no exista otro modo de encuentro, cuando lo desee el
interesado, etc., pero recordaremos siempre que no por obtener
información que la persona no quiera darnos acudiendo a su domicilio
de improviso se podrá favorecer el cambio en la intervención; más bien
correremos el riesgo de entorpecer la relación transferencial y de suscitar
las defensas del usuario.

3.6 El Informe Social: Imagen de la intervención psicosocial en la


documentación profesional del trabajador social

De la historia del Trabajo Social se pueden extraer aportaciones que


demuestran la importancia del registro profesional (Munuera, 2002), tanto
en su proceso de elaboración como en la presentación del contenido.
Gordon Hamilton incorporó, en 1946, el registro como parte del proceso
metodológico de intervención psicosocial, como paso previo a la
realización del diagnóstico social. La documentación, expresión material
del registro de la intervención del profesional, es necesaria para no
olvidar ningún detalle importante de las personas que son tratadas, pues
resulta imposible llevar en la cabeza todos los datos obtenidos. La
información relevante del caso tiene que estar ordenada y registrada
para poder ser analizada adecuadamente por todos los trabajadores

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sociales que están involucrados en el caso. La participación del cliente


es activa y conoce la información registrada sobre su situación (Hamilton,
1946), derecho reconocido hoy en las leyes de servicios sociales. De esta
forma, el trabajo social de casos se convierte en un arte donde el cliente
es actor participativo y activo.

Mary Richmond (1995: 221) decía: “Los informes sociales suelen presentar
una investigación y un plan formulado y puesto en práctica, pero
adolecen de todo tipo de conexión discernible entre ellos”. Un paso más
en este sentido fue realizado por Jane Addams y sus colaboradoras en
1893, consiguiendo la máxima excelencia cuando, respetando la
confidencialidad de los datos personales, extrajeron información general
que presentaron como investigaciones sociales del distrito de la ciudad
de Chicago, donde se encontraban, para planificar recursos que ellas
mismas promovían. Eran investigaciones que ofrecían información social
sobre sus residentes, incluso localizando los casos en mapas y gráficos,
como consta en (VV. AA., 2007: 58-59), investigaciones que partían de
más de 450 familias, que se iniciaban a partir de unos formularios que
recogían información social sobre las familias y las características de la
vivienda, información que era tratada estadísticamente y llevada a
mapas o gráficos con un diseño original que, a modo de ventanas su-
perpuestas, ofrecían el acceso a otros mapas con más información sobre
las familias residentes en la zona, usando colores para reflejar de forma
gráfica datos sobre los diferentes niveles de ingreso de sus ciudadanos,
su nacionalidad, su problemática familiar, etc. Hoy es un ejemplo de
eficacia de la sistematización de la información social para conseguir
cambios legislativos y reformas sociales muy importantes. En el mismo libro
se pueden ver los formularios de registro personal y familiar de los
residentes que dieron lugar a dichas investigaciones, siendo la base de
grandes reformas sociales.

Hoy, aplicaciones informáticas, entre las que destacamos el Sistema de


Información de Usuarios de Servicios Sociales (SIUSS), utilizado des-de 1984
por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en colaboración con las
comunidades autónomas a través de convenios, facilitan a los
trabajadores sociales registrar de manera homogénea sus intervenciones
profesionales y guardar dicha información de forma sistematizada,
permitiendo tener información estadística homogénea y fiable, tanto de
las demandas presentadas por los ciudadanos, como de los recursos

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aplica-dos. Es un logro conseguido gracias al esfuerzo de los profesionales


en la gestión y sistematización de la información con el fin de adecuar los
recursos existentes a las necesidades sociales de los ciudadanos.

3.7 Encuadre jurídico del informe social

El código deontológico de la profesión de diplomado en Trabajo Social


contempla, en su artículo 3, como instrumentos específicos de los
diplomados/graduados en trabajo social: la historia social, la ficha social,
el informe social y el proyecto de intervención social.

El informe social es un documento específico de los trabajadores sociales


que describe los acontecimientos pasados y presentes del cliente en su
entorno familiar, social, económico, etc. que son determinantes en la
evolución individual y familiar. Supone una exposición escrita, que reúne
total o parcialmente el conjunto de datos sociales sobre el proceso
seguido por una persona, familia o núcleo relacional que presentan una
situación específica que legitima la existencia de necesidad social o so-
ciosanitaria (Colom, 2005: 122) en un momento determinado de su vida.

El informe social es el medio a través del cual el trabajador social


responsable del caso puede mantenerse al día de la evolución del caso
con el resto de profesionales que intervienen y crear una adecuada
coordinación.

Es obligatorio cumplir la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de


Protección de Datos de Carácter Personal, ampliada en el Real Decreto
1720/2007, de 21 de diciembre, que define las posibilidades y límites en la
utilización de los datos de carácter personal, determinando todo el
proceso de obtención. Se fija cómo se debe conseguir el consentimiento
de acceso a los datos personales y las medidas de seguridad y
protección de la información obtenida, consideraciones legales que se
vinculan a los derechos reconocidos en las leyes de servicios sociales y en
cualquier otra disposición relacionada con la documentación profesional
existente en las instituciones profesionales. Por ejemplo, la
Recomendación 1/2005, de 5 de Agosto, de la Agencia de Protección

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de Datos de la Comunidad de Madrid, sobre Archivo, Uso y Custodia de


la Documentación que compone la Historia Social no informatizada por
parte de los Centros Públicos de Servicios Sociales de la Comunidad de
Madrid especifica los siguientes temas de interés:

- En relación al traslado de expedientes de un centro a otro, es


adecuado reflejar que este se pueda realizar con la autorización
expresa del usuario, excepto en situaciones excepcionales de
protección (protección de menores, protección de personas
dependientes ó víctimas de violencia…).

- Establece el periodo mínimo y máximo de conservación de los


datos de carácter personal, para los expedientes inactivos y
activos, en cinco años de archivo, puesto que las circunstancias
personales y sociales, transcurrido ese periodo, son muy
cambiantes y pueden afectar de forma negativa al usuario en
futuras intervenciones.

- Establece un modelo de autorización en aquellos casos en que el


trabajador social requiera acceder a los datos sanitarios de la
historia clínica para gestionar prestaciones sociales o diseñar la
intervención social.

3.8 Conflicto, mediación y trabajo social

El primer servicio de mediación familiar en España es el Servicio de


Mediación a la Familia de Donosti (País Vasco), promovido por Ana Ruiz
Ceborio, trabajadora social, a partir de su participación en la 22ª
Conferencia de Bienestar Social celebrada en Montreal en el año 1984
(Ripol-Millet, 2001). En 1990 se crea el primer centro ubicado en Madrid,
el Servicio de Mediación Familiar de la Unión de Asociaciones Familia-res
(UNAF), creado a partir de un convenio-programa con el Ministerio de
Asuntos Sociales del gobierno español. En Barcelona, se crean dos
servicios de mediación familiar unos meses más tarde: el Servicio de
Mediación Familiar de Barcelona, adscrito al Instituto de Trabajo Social y

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Servicios Sociales (INTRES), y el Servicio de Mediación Familiar del Instituto


Genus.

En Febrero de 1991 aparecen dos nuevos centros en Madrid, uno


diseñado por Trinidad Bernal Samper, llamado Centro de Psicología
(APSIDE), y el otro por la Asociación Interdisciplinaria Española de Estudios
de la Familia (A.I.E.E.F.), dirigido por Daniel J. Bustelo. En el mismo año
aparece en Bilbao, después de un año de preparación, el Servicio de
Orientación Familiar Lagungo (Sendi Oneraki Laguntza), integrado en la
Delegación Diocesana de Pastoral Familiar de Bilbao. Posteriormente esta
iniciativa se extiende por toda la geografía española, abriéndose centros
de mediación familiar tanto públicos como privados.

La atención a familias en conflicto desde la Administración se realiza a


través de los centros de mediación ubicados en Servicios Sociales
generales o especializados, tanto de competencia municipal como
auto-nómica, observando el principio del bienestar o interés de los
menores. La mayoría de ayuntamientos1o comunidades autónomas
ofrecen este servicio de mediación familiar para la atención de familias
con dificultades de relación o en proceso de separación.

Las reformas legislativas en materia de derecho civil emprendidas desde


1980 han favorecido la implantación de la mediación en España. El 7 de
julio de 1981 entra en vigor la reforma del Código Civil, dando entrada a
la Ley del divorcio. Esta ley supone el inicio de un cambio de valores en
la sociedad española en cuanto a la relación de pareja, la familia y el
divorcio. La relación de la pareja se ve como temporal y el divorcio se
acepta como solución a una relación incompatible de pareja.

La Ley 15/2005, de 8 de julio, modifica el Código Civil y la Ley de


Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio. Son reformas
que pretenden dar respuesta a la evolución de la sociedad y no
perpetuar el conflicto entre los cónyuges, reforzándose el principio de
libertad de ambas partes. Esta ley tipifica por primera vez en materia civil
la media-ción familiar, al establecer en la exposición de motivos que “con
el fin de reducir las consecuencias derivadas de una separación y
divorcio para todos los miembros de la familia, mantener la

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comunicación y el diálogo, y en especial mantener la protección del


interés superior del menor, se establece la mediación como un recurso
voluntario alternativo de solución de litigios familiares por vía de mutuo
acuerdo con la intervención de un mediador imparcial y neutral”.

La primera Ley de Mediación Familiar en España se publica en la


comunidad autónoma de Cataluña en el año 2000 regulando aspectos
deontológicos, funciones del mediador y el proceso de acreditación de
los profesionales.

3.9 La supervisión profesional.

La supervisión profesional en trabajo social es un tema atractivo,


interesante y sobre el que se podrían escribir un sinfín de páginas; sin
embargo, en este capítulo solo realizaremos una ligera aproximación.
Inicialmente, haremos una revisión del término supervisión para dar paso
a ciertos hilos históricos de la misma. Veremos a nivel conceptual qué es
y qué no es (o no debería ser) la supervisión profesional. Posteriormente,
nos acercaremos a la figura del supervisor1, a la entrevista y al diario
profesional, así como a una galería de algunas tipologías y términos. A
continuación, daremos una mirada al paradigma neoliberal y a ciertas
fuentes de malestar profesional sobre la supervisión. Para finalizar,
hablaremos de la supervisión como un espacio por excelencia para la
reflexión sobre la acción.

Con la finalidad de enmarcarla vamos a partir del origen del término.


Supervisión procede del latín super y videre que quiere decir “mirar desde
arriba”, “mirar desde lo alto”. Es una palabra que, según el diccionario de
uso del español, remite a inspección o vigilancia superior, aludiendo
históricamente a diferentes contextos. Al respecto, Brockbank y McGill
(2002) hacen mención a tres fuentes: universidades y supervisión, industria
y supervisión, orientación y supervisión.

La supervisión recibió la influencia de las Teorías de la Organización


Científica (con Taylor como gran referente), de la Escuela de las
Relaciones Humanas (de Elton Mayo) y de la Psicología Dinámica. Tanto
los aportes del psicoanálisis como los de la educación han sido de gran

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utilidad para la supervisión en trabajo social. En concreto, el filósofo y


pedagogo John Dewey ejerció una gran influencia, de manera que sus
ideas sobre el aprendizaje fueron incorporadas en las primeras Escuelas
de Trabajo Social.

En el lenguaje cotidiano, el término supervisión se utiliza para hacer


referencia a distintos aspectos, lo que nos obliga a aclarar qué
entendemos nosotros a fin de fijar los límites de nuestro campo de estudio.
De entrada afirmamos que la supervisión en trabajo social debe
diferenciarse de otras prácticas, ya que tiene un carácter claramente
distintivo, tal y como veremos a lo largo de este capítulo.

En nuestra profesión, en la época en que predominaban los aspectos


tecnológicos y funcionalistas, supervisar se concebía en su literalidad de
“mirar desde arriba”, conllevando una mirada desde la autoridad que, a
su vez, generalmente implicaba dependencia y conformidad del
supervisado. En la época de reconceptualización del trabajo social, se
dice que la relación entre supervisor y supervisado será una relación
horizontal. En la actualidad, diríamos que, aunque próxima, diferencia a
las partes porque los roles y las responsabilidades son distintas. La relación
entre supervisor y supervisado es de profesional a profesional, sin pasar
por un trato de confianza excesiva que pueda llegar a interferir en la
tarea y en la que hay un compartir y un separarse. La supervisión implica
hacer una mirada desde otro “lugar”, desde la distancia y, por tanto, con
menor implicación emocional. Esta peculiaridad de externalidad facilita
una visión y un pensar desde otra esfera y perspectiva. Para ejemplificar
esa distancia me remito a la conocida secuencia de la película El Club
de los Poetas Muertos, en la que el profesor Keating ayuda a los
estudiantes a descubrirse a sí mismos, a investigar aquello que realmente
quieren, a enfrentarse con el mundo, a mirar las cosas desde otro punto
de vista y no desde la perspectiva cotidianamente vacía que se suele
adoptar. Por eso les hace subir sobre la mesa del aula, porque, cuando
estás inmerso en la praxis diaria, hace falta que intentes verla de manera
diferente. Esta metáfora nos permite hacer un paralelismo con la
supervisión y destacar la importancia de ser capaz de ver la realidad
desde distintas perspectivas y puntos de vista.

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3.10 Hilos históricos de la Supervisión en Trabajo Social

Acercarnos históricamente a la supervisión nos remite ineludi-blemente a


los comienzos del trabajo social. Para Estruch y Güell (1976), los inicios del
trabajo social han tenido como base los valores humanitarios y religiosos.
Su concreción como organización de un personal especializado en favor
de los indigentes sociales se sitúa en la época de la industrialización de la
sociedad occidental (finales del XIX y principios del XX). Desempeñaron
a este respecto un papel relevante las Charity Organization Societies
(C.O.S.), agrupaciones procedentes de Inglaterra que buscaban la
solución de los problemas existentes en la legislación, más que en la
filantropía desinteresada. Las C.O.S. tuvieron un papel importante en los
inicios de la supervisión como primer antecedente y pioneras de las
tareas o funciones que más tarde se encuadrarían como propias de la
supervisión. Esta institución para la organización de la caridad disponía
de personal voluntario (visitadores) para ofrecer apoyo a las familias. Al
no ser profesionales quienes realizaban las visitas, se vio la necesidad de
hacer un asesoramiento práctico2 o supervisión, cuyas acciones iban a
cargo de personal remunerado de la organización.

Los primeros trabajadores sociales sintieron la necesidad de diferenciar


las actividades que ellos realizaban de las que realizaban los visitadores
voluntarios, momento que coincidió con el surgimiento de las primeras
escuelas de Trabajo Social. Confluyeron tres elementos: por un lado, la
necesidad de clarificar, delimitar y especificar los lugares de los diferentes
agentes; por otro lado, la necesidad y aparición de centros de
formación3 en Trabajo Social, y, finalmente, la necesidad de supervisar la
práctica.

Entre las figuras destacables, hemos de mencionar a una gran referente


como es Mary Ellen Richmond, persona que desarrolló funciones de
supervisora. Ella y Octavia Hill fueron precursoras del trabajo social
profesionalizado y pioneras en integrar funciones y roles de supervisoras
en su tarea. A Hill se deben las primeras acciones dirigidas a capacitar al
personal. Por otro lado, a Richmond se le conoce también el interés para
que se trabajara de manera supervisada, estando dicha supervisión a
cargo de personas expertas, resaltando la importancia de la ayuda de
profesionales experimentados para la solución de situaciones complejas.

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3.11 Las instituciones del trabajo social

La tarea social de las instituciones de Trabajo Social

Las instituciones actuales de Trabajo Social tienen como tarea atender a


los miembros más vulnerables de la sociedad, con el objeto de promover
su bienestar personal y social. Esta manera un tanto aséptica de definir la
tarea de las instituciones actuales del Trabajo Social oculta una
complejidad que intentaremos desbrozar. Por “miembros más vulnerables
de la sociedad”, entendemos aquellos que por diversas circunstancias
han quedado fuera de los modos de vida que el sistema considera
aceptables, es decir, personas que sufren cierto tipo de exclusión.
Foucault (1999a: 79-80) define cuatro sistemas de exclusión:

1. En relación al trabajo, quedan excluidos socialmente aquellos que


no forman parte del circuito de producción económica, bien
porque son incapaces o porque los trabajos que realizan son
precarios, devaluados o degradantes.

2. En relación con la familia y con las relaciones de colaboración para


la reproducción y el mantenimiento de la vida cotidiana, quedan
excluidos aquellos que no se adaptan a las reglas de con-vivencia
familiar.

3. En relación a la palabra, quedan excluidos aquellos que hacen un


uso de la palabra que resulta inasimilable para el discurso común:
locos, profetas, artistas malditos, los que hacen un uso irresponsable
de la verdad.

4. En relación al juego social, hay personas que se quedan fuera por


el mal que provocan o por la repulsa que produce algún rasgo
suyo, como por ejemplo, delincuentes, chivos expiatorios,
determinado tipo de enfermos o de adictos, etc.

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Las personas que acuden a las instituciones de Trabajo Social suelen estar
marcadas por alguno de estos tipos de exclusión. No existe ninguna
sociedad que no tenga sus excluidos, puesto que toda sociedad tiene
unas reglas y siempre hay sujetos que quedan al margen de ellas. Por otro
lado, las características de los excluidos sirven para definir de manera
negativa las marcas de identidad necesarias para la pertenencia al
grupo. De esta manera, estar integrado en una comunidad sería tener
algún tipo de actividad económica, mantener lazos de tipo familiar,
hablar el discurso común y entrar en el juego social. Cuando alguien se
queda fuera de estos lazos, la consecuencia a menudo es cierto grado
de pobreza o penuria en las condiciones materiales de vida.

A lo largo de la historia se han dado distintas respuestas al problema de


la exclusión social: estigmatización, sacralización, expulsión, exilio,
aislamiento, caridad, ayuda mutua, filantropía, beneficencia. Es
necesario indagar las prácticas concretas, sus condicionantes históricos
y las ideas que las fundamentan para poder entender la idiosincrasia
propia de las distintas soluciones.

En el origen de las instituciones actuales del Trabajo Social, en tan-to que


sistema público de servicios profesionalizados que tiene como objeto
intervenir con la población en situación de exclusión para que su
situación pueda ser superada, hay distintos elementos históricos que han
sido determinantes para su posibilidad de existencia:

1. El nacimiento de las naciones-estado. A partir del tratado de


Westfalia en 1648 se pone fin al orden feudal y aparece la nación-
estado como forma de gobierno con poder sobre un territorio y una
población definidos. Para Hannah Arendt (1974: 47), es entonces
cuando aparece la esfera de lo social como un ámbito que no es
ni público (política) ni privado (familia) y es cuando el conjunto de
la nación empieza a pensarse “a imagen de una familia cuyos
asuntos cotidianos han de ser cuidados por una administración
doméstica gigantesca y de alcance nacional”.

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2. La progresiva secularización de la cultura junto a las distintas


revoluciones de los siglos XVIII y XIX (revolución francesa, revolución
americana, revoluciones liberales) y la lucha del movimiento
socialista. Estos movimientos fueron constituyendo como objetivo
político de los estados-nación el bienestar en la tierra de toda la
población.

3. El desarrollo de diversos saberes técnicos y medios disciplinarios a


lo largo del siglo XVIII y XIX con el objeto de intervenir sobre el ser
humano para curarle de sus enfermedades, para conseguir de él
una conducta adaptada a la sociedad, para reeducarlo en caso
de haber cometido faltas, para obtener el mejor rendimiento en el
trabajo, etc. Esto permitió que también se gestara la idea de una
intervención social como saber técnico con el fin de reintegrar en
el grupo a los individuos excluidos.

Tal como nos recuerda Althusser (2003: 120), para Marx toda sociedad
está formada por una infraestructura o base económica (unidad de
fuerzas productivas y relaciones de producción) y una superestructura
que comprende dos instancias: la jurídico-política (el derecho y el
Estado) y la ideológica. La instancia jurídico-política da lugar al
Aparato del Estado y, según Althusser (2003: 125 y ss.), la instancia
ideológica da lugar a los Aparatos Ideológicos del Estado. El primero
fuerza a los individuos al respeto a las normas comunes por medio de
la represión, las amenazas de castigo y los castigos efectivos que
ejercen las leyes, la policía, los jueces; mientras que los segundos, a
través de la religión, la educación, los partidos políticos, los sindicatos,
los medios de comunicación, la cultura, la familia, etc., utilizan la
persuasión, el discurso, la seducción, la propaganda, los contratos
para reproducir las condiciones ideológicas comunes. La conjugación
de ambos es necesaria en el sostenimiento del sistema.

El sistema necesita trabajadores y consumidores, pero no


levantamientos de la población generados por la extensión del
malestar a gran escala; por ello, los que por diversas causas quedan
en los márgenes provocan la acción del aparato represivo del Estado
y/o son susceptibles de la intervención de las instituciones de Trabajo
Social, como un Aparato Ideológico del Estado más.

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Desde estas instituciones se intenta que el sujeto pueda funcionar en


el sistema a través de tres medios:

- ofreciendo recursos materiales que permiten cierta mejora en


las condiciones de vida;

- aleccionando acerca de las reglas de convivencia del orden


establecido, y

- ofreciendo ocupaciones diversas para los que no encuentran su


hueco en el circuito social corriente.

4. TEORÍA, MÉTODO Y PRÁCTICA: PERSPECTIVAS


SOBRE LA INVESTIGACIÓN EN EL ÁMBITO DE LA
INTERVENCIÓN SOCIAL

En este capítulo, se analizan algunas características que debe cumplir


cualquier proyecto de intervención social para garantizar el rigor
científico y la calidad académica. Desde nuestra perspectiva, es
importante diseñar un proyecto de intervención que cumpla tres
objetivos: establecer metodologías que puedan ser utilizadas en
diferentes con-textos; analizar los datos, los resultados y las estrategias,
agrupando la información para que pueda ser comparada con otros
proyectos de intervención similares (y, de esta forma, favorecer la
acumulación de conocimiento y la validación de las técnicas
empleadas), y favorecer el ejercicio profesional de los trabajadores
sociales. Nuestra disciplina se juega su madurez en la progresiva
acumulación de teoría y de práctica, que permita aumentar la
competencia profesional de los trabajadores sociales y, a su vez,
desarrollar más rigurosamente el corpus de cono-cimientos,

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metodologías de investigación y técnicas de intervención específicas de


nuestro ámbito.

La metodología científica y la intervención social

Solo la institucionalización de nuestra disciplina, su carácter de ciencia y


su metodología rigurosa puede garantizar su legitimidad. Cualquiera de
los lectores de este libro puede observar:

- miles de profesionales del Trabajo Social;

- una disciplina con más de cien años de antigüedad;

- estrategias de ayuda y de cooperación institucionalizada desde


hace siglos, que se transforman en el Estado del Bienestar en
nuestras sociedades avanzadas.

Los resultados obtenidos, en forma de acumulación de conocimiento


teórico, elaboración de mejores métodos de investigación y mejores
técnicas de intervención, están disponibles en el acervo universitario de
la disciplina, y en las sucesivas generaciones de trabajadores sociales
cada vez mejor formados. Sin embargo, hay un cierto desconocimiento
de nuestra ciencia y de nuestra profesión en nuestro entorno. El Trabajo
Social, como disciplina y como profesión, necesita ser explicado, y más
en contextos de crisis, en los que una profesión de ayuda como la nuestra
es más importante que nunca. Para ello, la mejor alternativa es seguir la
línea que introdujeron las primeras trabajadoras sociales, como M.
Richmond: garantizar la profesionalidad de la disciplina desarrollan-do
proyectos rigurosos y serios, diseñando un programa de formación
adaptado a su objeto de intervención e incorporándose a la universidad
como disciplina científica.

La confluencia del método científico, la sociedad industrial y los nuevos


problemas de exclusión marcan la fecha de nacimiento del Trabajo

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Social. Pero el objeto de estudio de la disciplina, los procesos de exclusión


y las formas institucionalizadas de apoyo y ayuda para alcanzar la
inclusión social, no se limita a las sociedades modernas. Frente a
disciplinas como la Economía, en la que se investiga sobre la historia de
la economía, aplicando en el estudio del pasado el corpus de
conocimiento actual (por ejemplo, estudiando los fenómenos de
inflación en el Imperio Romano), en el Trabajo Social falta por realizar una
relectura del pasado analizando cómo las sociedades han organizado la
ayuda mutua, han garantizado su forma de vida y los derechos de sus
miembros de forma institucionalizada, en un antecedente claro de
nuestro presente histórico. De hecho, gran parte de la exaltación del
individualismo proviene de la ocultación o falta de estudio sistemático de
las formas de cooperación y ayuda que desde sus inicios han
caracterizado a la especie humana, formando parte de su ventaja
competitiva frente a otras especies, y creando profesiones en torno a
dicha función desde los albores de nuestra civilización.

La memoria de nuestra disciplina es clave para mejorar nuestras técnicas


de intervención, y también para profundizar y mejorar nuestras teorías, y
no solo desde la antigüedad, como acabamos de señalar. Necesitamos
registros y un análisis sistemático de la intervención cotidiana de los
trabajadores sociales, de los proyectos que desarrollan, de tal forma que,
mediante el análisis de datos, podamos profundizar en el conocimiento
de nuestro ámbito de intervención y fundamentar de mejor manera la
vigencia y el valor de nuestra profesión. En este punto, la vinculación
entre la Universidad y la actividad profesional de los trabajadores sociales
es cada vez más necesaria (como ocurre en otras disciplinas, como la
medicina). Podemos señalar algunas cuestiones clave que deben
tomarse en consideración para el progreso de nuestra disciplina:

a) Reclamar la cientificidad de nuestra disciplina y proceder en


consecuencia. Nuestra disciplina madurará si somos capaces de
evaluarla con rigor y método, de diseñar su actividad con el rigor
de la ciencia, de acumular datos y desarrollar teorías. Una de las
herencias más perniciosas, desde nuestro punto de vista, es el
legado asistencialista, en el que la ayuda al otro se entendía como
donativo o acto de misericordia derivado de la vocación y
sensibilidad del que lo realizaba. La consecuencia lógica de este
enfoque, basado en la piedad individual y en la posibilidad de

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recuperación de la persona “pobre” también como una cuestión


individual, es entender la actividad del trabajador social como
algo único, intransferible, derivado de su particular pericia y, en el
fondo, producto de una vocación única, a la vez que derivado de
la irreductibilidad de su objeto: cada persona, cada situación, es
diversa, y solo queda la empatía y la habilidad del trabajador para
conectar con el usuario. La actividad del trabajador social queda
reducida a algo incomunicable, producto de la habilidad práctica
y del carisma, y por ello irrepetible.

La ciencia es justamente lo contrario: se trata de producir conocimiento


y metodologías replicables, reproducibles, que se puedan transmitir.
Cada enfermo es único, como señala el refrán que dice “no hay
enfermedad, sino enfermos”, pero la medicina permite tipificar, agrupar,
explicar, desarrollar tecnologías para hacer posible un transplante aquí y
en Pekín. De igual modo, el trabajador social debe cultivar las habilidades
y capacidades que le permiten empatizar con los ciudadanos con los
que desarrolla su actividad profesional, pero debe registrar su ejercicio
profesional. La demanda de métodos y técnicas por parte de los
trabajadores sociales tiene que ver con la falta de acumulación de
experiencias y proyectos de forma reglada. La mejor solución a este
problema es una colaboración más estrecha entre los Departamentos
universitarios de Trabajo Social y los trabajadores profesionales en activo.
En este sentido, cada vez se expanden más las intervenciones basadas
en una metodología, con lo que se produce una retroalimentación entre
las enseñanzas derivadas de las intervenciones contrastadas y que han
sido objeto de debate académico, y las demandas concretas a las que
se enfrenta cada proyecto de intervención. La clave es producir esa
retroalimentación que vincula universidad y actividad profesional, para
elevar los estándares de calidad de la disciplina. Los programas que se
basan en la denominada Evidence-Based Practice (EBP) dentro del
Trabajo Social diseñan su actividad a partir del análisis de intervenciones
ampliamente respaldadas por la investigación (y avaladas por
publicaciones académicas relevantes), tomando en consideración
también la experiencia profesional del trabajador social y el código ético
de la profesión (Fortune, McCallion y Briar-Lawson, 2010).

En este punto, hay un debate que es recurrente en muchos


planteamientos: cuestionar el Trabajo Social como disciplina científica.

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La labor de las primeras trabajadores sociales fue justamente en la


dirección opuesta: buscaron su institucionalización con congresos, foros
y revistas científicas, no solo del Trabajo Social, sino de subdisciplinas
específicas, como el Trabajo Social con Grupos (Fernández García y
López Peláez, 2006). La institucionalización universitaria favoreció la
propia identidad de los trabajadores sociales como científicos sociales,
como profesionales que, cuando intervienen, lo hacen desde un patrón
de conocimientos y técnicas contrastado y riguroso, y que por lo tanto
pueden ser reconocidos como tales en su competencia técnica (dentro
de la cual entra también lograr un acercamiento empático a aquellos
con los que, y para los que, desarrolla su tarea profesional).

b) Señalar la doble dimensión de nuestra disciplina: es una ciencia,


pero también tiene un carácter práctico, transformador, y no se
queda en la mera descripción de la realidad. En este sentido, el
Trabajo Social se integra en aquellas disciplinas que tienen como
objeto de conocimiento a los seres humanos, pero desde una
perspectiva transformadora (igual que la ingeniería respecto de la
física, por ejemplo). Y toma como referencia, no solo el pasado o
el presente, sino el futuro que puede lograrse en el nivel personal,
el grupal o el comunitario, un futuro que se labra en el presente y
que debe ser sostenible en la medida en que son el propio
ciudadano, el grupo, la comunidad o la sociedad, los
protagonistas de su cambio.

Precisamente porque tomamos en consideración el futuro posible que


se genera en nuestras decisiones históricas, desde la perspectiva del
Trabajo Social, a la ya clásica distinción entre identidad y diferencia,
como experiencia básica de la vida humana, habría que añadir la
noción de proyecto. Identidad, diferencia y proyecto son tres
dimensiones basadas en la toma de conciencia y la reflexividad de la
vida personal, grupal y comunitaria.

La pregunta acerca de nuestra capacidad de proyectar y construir el


futuro va unida a la evaluación estricta de nuestro pasado y nuestro
presente, de las posibilidades y constreñimientos que se derivan de
nuestro contexto, de nuestra capacidad, de nuestras inercias
personales y sociales, y de nuestra voluntad para diseñar el futuro
posible. En las Ciencias Sociales, y específicamente en el Trabajo

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Social, utilizando los términos de Jaspers, el camino del conocimiento,


del logos, tiene en el desorden, en lo patológico, en el dolor, en la
desigualdad, en la injusticia, en definitiva, en el pathos, la experiencia
primera. De ahí que nuestra disciplina, el Trabajo Social, se caracterice
por ser un logos, un conocimiento, urgido por la acción, que busca
convertirse en una techné, en una práctica transformadora. La
experiencia de un mundo que nos desasosiega se encuentra en el
origen de nuestra ciencia, que busca ser pragmáticamente relevante.
Y tiene un doble objetivo: formar profesionales, y potenciar a los
ciudadanos para que puedan actuar como tales.

Desde este punto de vista, la legitimidad del Trabajo Social como


disciplina científica se encuentra en su orientación a la acción, y por
eso el Trabajo Social como disciplina científica se une,
indefectiblemente, al Trabajo Social como profesión.

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Bibliografía

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