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Nótese que para comprar el último celular, primero hay que enterarse de
su existencia en Internet o en algún medio, y una vez despertado el
deseo (creado, inyectado por la publicidad por medio de la insaciable
necesidad), este permanecerá latente, regresando una y otra vez a la
conciencia del hombre-medio, hasta que un día contará con el dinero
necesario para satisfacer el deseo que le crearon. Finalmente irá con su
auto o se tomará el transporte necesario, ubicará el local
correspondiente, lo pedirá y lo pagará. Todo eso requiere de un cierto
pensar y no de actividades autómatas (escogerá cómo viajar acorde a la
ubicación del local, antes de eso la persona verá qué local le queda más
cerca, cómo pagar, etc). Si toma decisiones es porque piensa, de lo
contrario, sino pensara, no podría tomar ninguna decisión.
Pero las personas que sí se preguntan por la identidad, pueden estar días,
meses y años considerando esa pregunta; llegando a aproximaciones,
para luego borrarlas, crear nuevos bocetos a modo de respuesta, y
reiterar el proceso. Porque si uno se pasa la vida sin preguntarse quién
es, entonces está perdido. Y como siempre, no se trata de encontrar
respuestas absolutas, sino de hacerse las preguntas necesarias y
reflexionar en vistas a un horizonte.
En la novel Uno, Ninguno y Cien Mil de Luigi Pirandello escritor italiano
que fu Premio Nobel de Literatura en 1934, la pregunta por la identidad
recorre la historia del protagonista. No se preocupen porque no les
arruinaré la lectura, sólo tomaré la crisis existencial a modo de ejemplo,
aunque aprovecho este mismo instante para recomendarles el libro
Evidentemente estas chicas no se ven como las ven los demás. Ustedes
podrán argumentar: "bueno, pero se trata de un trastorno psicológico,
tiene una explicación, y no se basa tanto en percepciones". Sí, es cierto,
pero aquí les doy otro ejemplo que no tiene en absoluto que ver con un
trastorno de la psiquis, y que a mí me ha pasado y probablemente a
ustedes también: ¿a quién no le han encontrado varios parecidos a lo
largo de la vida? Supongamos que se encuentran A, B y C. B piensa que A
se parece a un cantante, y C piensa que A se parece a un actor, pero
cuando uno compara al actor y al cantante no se parecen en nada o hay
que hacer un esfuerzo considerable para encontrar una similitud, de la
cual uno no termina convencido. Entonces, ¿qué sucede? ¿B y C están
locos y la verdad la tiene A? No, nadie está loco y nadie tiene la Verdad
en mayúsculas. Estas comparaciones, tan frecuentes y cotidianas, se
deben a que B y C tienen distintas percepciones de A, ya que una simple
facción en el rostro de una misma persona, no le representa o no es
observado o percibido de la misma manera por todas las personas. De allí
que al prestarle atención minuciosa a determinados rasgos, siempre
percepción mediante, es indudablemente factible que a una persona le
puedan encontrar parecidos que en su aspecto no posean similitud
alguna.