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2 Samuel 15
Los capítulos 15 y 16 tratan el tema de la rebelión de Absalón contra su padre
David. Nuestro primer párrafo, relata entonces como
La huída de David
"Llegó un mensajero adonde estaba David, diciendo: El corazón de todo Israel
se va tras Absalón. Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él
en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar ante
Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, nos
cause una desgracia y hiera la ciudad a filo de espada."
Aquí vemos que David decidió huir de Jerusalén. Y surge la pregunta: ¿y por
qué huyó? Sabemos que David amaba a la ciudad de Jerusalén. ¿Por qué
entonces no se quedó y resistió en esa ciudad? Creemos que David sabía que
Dios le estaba castigando por su pecado. Ahora, sabemos que esto es verdad,
por lo que leemos aquí en los versículos 25 y 26 de este mismo capítulo 15 que
estamos estudiando. Dice allí: "Pero dijo el rey a Sadoc: Haz volver el arca de
Dios a la ciudad. Si hallo gracia ante los ojos del Señor, él hará que vuelva y
vea el arca y su tabernáculo. Y si dice: No me complazco en ti; aquí estoy, que
haga de mí lo que bien le parezca". Queda claro que David sabía lo que le
estaba sucediendo. Sabía que este juicio venía de parte de Dios.
Recordemos que en el capítulo 13 de este Segundo libro de Samuel, Amnón
abusó de Tamar. David quedó deshonrado por el acontecimiento terrible que
había ocurrido. Este escándalo había tenido lugar en Jerusalén. Recordemos
también que el gran pecado de David contra Urías y Betsabé, que estudiamos
en el capítulo 11 de este Segundo libro de Samuel, cuando David debió haber
estado en el campo de batalla luchando con sus hombres, también tuvo lugar
en Jerusalén. David salió de Jerusalén esta vez porque sabía que Dios le estaba
castigando y no quería ver que la ciudad que había construido y a la cual
amaba, se convirtiera en un campo de batalla. En el versículo 30 de este
mismo capítulo 15 del Segundo libro de Samuel, que estamos estudiando,
leemos lo siguiente: "Y David subió la cuesta de los Olivos, e iba llorando, con
la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que traía consigo cubrió
también cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían". Sin embargo,
esta ciudad amada por David es la que más tarde sería destruida más que
cualquier otra ciudad a causa de su rebelión y su pecado.
David también huyó de Jerusalén porque no estaba dispuesto a forzar la
situación con un enfrentamiento con Absalón. Veremos en los próximos
capítulos que David había propuesto en su corazón, salvar la vida de su hijo.
No quería que sufriese ningún daño. Creemos que a pesar de todo, David
amaba más a Absalón que a cualquier persona en la tierra. Ahora, el salir de
Jerusalén colocó la vida de David en gran peligro, pero ésa no era una
experiencia nueva para él. Había estado en grave peligro muchas veces. Y
estaba más preocupado de su relación con Dios y con su hijo, que por
preservar su propia vida. Con estos antecedentes, consideremos ahora, la
rebelión que estaba teniendo lugar. Leamos los versículos 19 y 20:
"Y dijo el rey a Itai, el geteo: ¿Para qué vienes tú también con nosotros?
Vuelve y quédate con el rey, pues eres extranjero y estás desterrado también
de tu lugar. Ayer viniste, ¿y voy a obligarte hoy a que andes con nosotros? En
cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir; tú vuélvete y haz volver a tus hermanos.
¡Que el Señor te muestre amor permanente y fidelidad!"
Este hombre Itai era un nativo de Gat, en el país filisteo, probablemente un
general en su propio país ya que David le había nombrado comandante
juntamente con Joab y Abisai. Él sentía tal lealtad hacia David que él y toda su
familia insistieron en acompañar a David en su exilio. Por ello respondió Itai al
rey, diciendo aquí en los versículos 21 al 23:
"Itai respondió al rey diciendo: ¡Vive Dios, y vive mi señor, el rey, que para
muerte o para vida, donde esté mi señor, el rey, allí estará también tu siervo!
Entonces David dijo a Itai: Ven, pues, y pasa. Itai, el geteo, pasó con todos
sus hombres y toda su familia. Todo el mundo lloraba a gritos. Pasó toda la
gente el torrente Cedrón; luego pasó el rey, y todo el pueblo pasó por el
camino que va al desierto."
David tenía muchos seguidores leales. Había muchos que estaban dispuestos a
dar sus vidas por él. Y ahora leamos los versículos 24 y 25 de este capítulo 15
del Segundo libro de Samuel, donde vemos que
5) La deslealtad.
Se desarrolla en el tiempo y pasa por varias etapas. Un ejemplo es cuando uno lleva
una gran idea al pastor y este aporte no se cristaliza por no ser viable, o por no ser
el momento. La persona se siente rechazada, y no se da cuenta que lo que no
anduvo fue tan solo su idea, pero la persona lo toma como algo muy personal, y va
herido a su casa y se lo cuenta a su mujer: “Después de tanto sacrificarme, el Señor
me ha dado una idea y me dicen que no sirve”. La herida se ahonda.
6) La herida.
Una herida es la primera semilla que lleva a la frustración y al descontento. Ahora
siente frustración interna porque no puede hacer lo que él quiere. Va sintiendo que
está fallando de alguna manera a la visión que Dios le ha dado. Con el tiempo, el
herido comienza a hablar con otros sobre su idea. “¿Tu qué piensas de esto? ¿No es
una buena idea? Pero ¿sabéis lo que el pastor me respondió cuando se lo
propuse?…..”. Seguramente se encontrará con personas que le den cabida diciendo:
“Pero escucha, esa es la mejor idea que me han contado. ¡No puedo creer que el
pastor no lo haya aceptado! Probablemente no está orando lo suficiente, y ya no es
sensible a la voz del Espíritu”. Allí se desarrolla el espíritu de Absalón.