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En la población de adultos mayores (PAM) el 55% tiene entre 60-69 años y el 13% tiene más
de 80 años. Se acepta que el contingente que más rápidamente aumentará en el futuro
próximo será el de las personas mayores de 75 años, observándose un gran incremento, sobre
todo en las mujeres muy mayores. Los escasos estudios nacionales describen que la mayoría
de la PAM (56,3%) son mujeres, 55,5% son casados o están conviviendo, cerca del 40% de
las mujeres son viudas, el 81,8% viven en zonas urbanas, el 17,1% son analfabetos (en
comparación con 5,4% en la población total nacional).
Si bien se estima que la mayoría de la PAM está en relativas buenas condiciones de salud,
existe un porcentaje de alrededor del 30% que se encuentra y vive en condiciones de
“fragilidad”, estimándose que sólo el 3-5% de los AM están postrados o son totalmente
dependientes de otros en el cuidado de su diario vivir. Estas cifras cambiarán en el futuro
próximo, debido al aumento del contingente de adultos muy mayores, lo que incrementará
aún más tanto el porcentaje de los frágiles como también el de los postrados o muy
dependientes, que a su vez concentran a los que más ocupan recursos socio-sanitaros.
Para conseguir una visión integral del AM y de toda su problemática, el equipo de salud, y
sobre todo el médico, debe identificar y evaluar en forma conjunta no solo los problemas
habituales de la esfera biomédica, sino también los aspectos cognitivos, emocionales,
funcionales y sociales. Las especiales características del paciente AM hacen necesaria una
sustancial modificación de los modelos de valoración clínica o biológica utilizados
tradicionalmente. En el paciente AM confluyen, por un lado, los aspectos intrínsecos del
envejecimiento fisiológico, con un declinar paulatino de la funcionalidad de los órganos y
sistemas, disminución de la reserva funcional y alteración de la homeostasia del organismo,
aumentando su vulnerabilidad ante situaciones de estrés o enfermedad, mientras que por otro
está la especial forma de presentación de la enfermedad en este grupo etario.
Esta situación demográfica nueva y actual, no vivida previamente en nuestro país, está
ocurriendo más rápidamente de lo presupuestado. Además, los cambios de la población se
están desarrollando a pesar de que todavía somos un país en vías de desarrollo. En contraste,
los países europeos y de Norteamérica envejecieron su población siendo más desarrollados y
ricos, por lo que fueron capaces de implementar programas para la PAM a tiempo. Hemos
observado que no siempre esos proyectos y experiencias pueden ser aplicados o traspasados a
nuestros países latinoamericanos, porque no contamos aún con el desarrollo económico y
social suficiente.
Sabemos que en Chile la PAM concentra un porcentaje importante del total de personas que
viven en con diciones de pobreza, de los que sienten soledad, de los que presentan
limitaciones funcionales, de los que han perdido su autonomía física o en la toma de
decisiones, de los que no participan ni tienen actividades productivas, de los con menor nivel
de escolaridad, así como de otras condiciones que los limitan en su desarrollo. También hay
que destacar que muchos AM participan activamente en la comunidad y no presentan
grandes problemas, ya que han sido capaces de adaptarse a los nuevos tiempos.
Para ser exitosos en el mediano plazo, a nivel internacional se recomienda que debemos
incorporar a la PAM activamente, a través de la educación de los mismos AM, para que sean
agentes activos en el cambio destinado a brindar una mejor calidad de vida o, como se ha
difundido, “agregar vida a los años”.
Para ser costo-efectivo en los programas, es necesario focalizar los recursos socio-sanitarios
disponibles en el grupo de AM que están en riesgo o son ya frágiles. Es en este grupo que
debemos intervenir prontamente con los recursos locales, para prevenir y tratar a los AM
antes que se transformen en dependientes y requieran aún mayores costos en sus cuidados
integrales, si llegan a transformarse en discapacitados o postrados.
Un AM puede llegar a estar frágil por una causa médica, pero también puede llegar a esta
condición por factores sociales (soledad, pobreza, tipo de vivienda, educación, etc.), por
razones farmacológicas (dosis y tipos de fármacos que usan) y psicológicas. También es
frecuente observar que se puede estar frágil con sumas de pequeños factores o insultos del
ambiente médico-social, ya sea del medio interno o externo.
Factores de riesgo
1. Mayor de 75 u 80 años.
2. Pluripatologías.
3. Polifarmacia.
4. Problemas cognitivos o afectivos.
5. Reingreso hospitalario frecuente o reciente.
6. Patología crónica invalidante.
7. Sin soporte/apoyo social adecuado.
8. Problemas en la deambulación (caídas frecuentes, miedo a caerse)
9. Pobreza.
Impedimento inestable
En personas jóvenes, el impedimento suele producirse por sólo una causa médica
catastrófica, como accidente vascular encefálico, amputación, fractura de cadera, etc., que al
ocurrir en un sujeto robusto, previamente sano, sin el deterioro normal del envejecimiento,
generalmente tiende a recuperarse o estabilizarse, por lo que presenta muy poca variación en
la función con el transcurso del tiempo. En estos casos la discapacidad permanece estable, ya
que el resto del organismo está fisiológicamente sano y es capaz de adaptarse nuevamente en
forma eficiente.
Estos conceptos permiten comprender que la fragilidad en un adulto mayor es la causa del
impedimento inestable. Los miembros del equipo de salud debemos prevenir el avance en la
cascada que lleva desde el deterioro al impedimento y de ahí a la discapacidad y/o muerte,
empleando estrategias educacionales destinadas a la población general y a los AM en
particular.
La VGI es el mejor instrumento que disponemos para la correcta atención geriátrica, tanto a
nivel hospitalario como en atención primaria de salud. La VGI no es un fin en sí mismo, sino
un método validado en diferentes poblaciones de AM y en distintos países, que posibilita el
diseño de un plan de cuidados integrales e individualizados, especialmente en los AM más
frágiles. Se ha demostrado que este grupo concentra a la PAM más vulnerable y a su vez los
más susceptibles de ser beneficiados por los programas de intervención socio-sanitaria. Está
demostrado que muchas veces es posible revertir los problemas que están afectando al AM o
desarrollando la fragilidad, los que si continúan presentes, serán el primer paso del
impedimento.
Aparte de utilizar los métodos clásicos, como la historia clínica y exploración física, la VGI
emplea como instrumentos más específicos las escalas de valoración, que facilitan la
detección de problemas y su evaluación evolutiva, incrementan la objetividad y
reproducibilidad de la valoración y ayudan a la comunicación entre los diferentes
profesionales que atienden al paciente. Estas escalas deben ser aplicadas con criterio y en el
contexto adecuado, sin caer en la tentación de excedernos en el número de ellas ni en la
excesiva repetición de las mismas.
Toda VGI debe contener los siguientes datos: • Biomédicos, diagnósticos actuales y pasados.
Farmacológicos.
Nutricionales.
Psicológicos, cognitivos y emocionales.
Funcionales, básicos e instrumentales de la vida diaria.
Sociales, capacidad social y sistemas de apoyo.
Pluripatología.
Presentación atípica, sintomatología larvada.
Frecuentes complicaciones clínicas.
Tendencia a la cronicidad e incapacidad.
Presentación frecuente como pérdida de la capacidad funcional.
Aumento del consumo de fármacos.
Mayor dificultad diagnóstica.
Frecuente tendencia a la gravedad y muerte.
Infarto del miocardio: muchas veces indoloro, donde prevalece la disnea o el síncope
como forma de presentación.
Insuficiencia cardíaca: hay menos disnea, probablemente por inmovilidad, muchas
veces se presenta como síndrome confusional, anorexia y astenia.
Abdomen agudo por apendicitis, perforación o isquemia, sin dolor e incluso con un
abdomen blando al examen.
Infecciones sin fiebre ni leucocitosis al laboratorio, presencia de confusión.
Neumonías sin tos, expectoración ni fiebre, a veces únicamente taquipnea.
Diabetes mellitus sin la tríada clásica ni cetoacidosis.
Debido al buen impacto general obtenido a lo largo de estos años, sus principios y prácticas
fueron replicadas con éxito también en los otros países europeos como también en Canadá y
USA. La Geriatría está muy poco desarrollada en los países latinoamericanos, donde muchos
de lo médicos dedicados a la atención de los AM no tienen una base sólida en Medicina
Interna ni una formación de postgrado estructurada y bien calificada.
Los fines de la Geriatría son lograr que todo anciano tenga una evaluación médica integral y
un tratamiento apropiado/adecuado, no sólo para alargar la vida, sino que para lograr que los
adultos mayores tengan una vida útil y feliz.
La educación sanitaria y la prevención de accidentes, así como los exámenes de salud en una
atención integral al anciano, son capaces de optimizar el empleo de los recursos que la
sociedad dedica aquellos que no pueden ser atendidos de modo completo y equilibrado
dentro de su ambiente familiar. La difusión del concepto de fragilidad y el conocimiento del
aporte de la VGI son muy importantes, si nuestras sociedades pretenden abarcar
exitosamente el desafío que presenta el adulto mayor y sus cuidados.
Hay que señalar que existe una importante carencia de recursos profesionales capacitados en
Gerontología, que limita la implementación eficaz de los programas, lo que representa un
gran desafío a nuestras universidades y a los programas municipales y del gobierno central.
Referencias escogidas
1.- ANZOLA E, GALINSKY D, MORALES F, SALAS A, SANCHEZ M. La atención de
los ancianos: un desafío para los años noventa. PAHO. Publicación Científica N�
546,Washington, 1994.
3.- KALACHE A. Ageing in developing countries. En: Pathy MSJ, ed. Principles and
Practice of Geriatric Medicine. 2nd ed. New York: J Willey and Sons 1991.
5.- BUTLER R N. The future: prospects for change. En: Andres R, Bierman E L, Hazzard W
R, eds. Principles of Geriatric Medicine. New York: McGraw-Hill 1985; 962-67.
11.- MARIN P P. La situación del adulto mayor en Chile. Rev Méd Chile 1998; 125: 1207-
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