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Alonso de Ercilla y Zúñiga (Madrid, 1533-1593) embarcó para las Indias tras recibir

instrucción como paje. Permaneció en América durante ocho años, tras los cuales regresó a
España y entró en la corte de Felipe II, donde se ocupó de escribir la primera parte de la
Araucana (1569), dedicada al rey.
Después de participar en servicios diplomáticos, expediciones y campañas, publicó
la segunda parte de la Araucana en 1578, y la tercera parte en 1589. En esta época debió caer
en desgracia.
La Araucana es un poema épico en el que la historia contemporánea se vio elevada a
la dignidad de la epopeya. Se considera el primer modelo y el más elevado de la epopeya
clásica en la España del siglo de oro.
Con respecto a la elaboración del poema, se debe al conocimiento directo de la guerra
por parte del autor los hechos que se refieren en la Araucana, exceptuando el contenido de
los primeros quince cantos que recogen sucesos anteriores a su llegada. El mismo Ercilla
describe en el prólogo cómo fue escribiendo su obra.
No existió un plan armónico de las partes en la estructura total. El poema está
interrumpido por digresiones que retardan el curso de la acción (Dido, batalla de San Quintín,
episodio de Lepanto, etc.), pero esto no quiere decir que la obra no tenga unidad o no se
ajuste a las normas de la preceptiva, ya que está escrita conforme al patrón clásico en el
renacimiento español.
La Araucana está formada por una implicación de autor-narrador. El autor vuelca sus
experiencias y sus sentimientos en el poema. Ercilla manifiesta su amor y fidelidad al rey
Felipe II, al que sirvió desde su niñez introduciendo en el poema el episodio de la batalla de
san Quintín. Otro ejemplo es la descripción de su esposa doña María Bazán, a la que alude
en el canto XVIII:
Era de tierna edad, pero mostraba
En su sosiego discreción madura,
Y mirarme parece la inclinaba
Su estrella, su destino y mi ventura
Ercilla trata varios temas en la Araucana como el de la fortuna cuyos altibajos canta
continuamente. La obra es un homenaje al honor y al heroísmo, pero especialmente es un
canto al pueblo vencido, fuerte y orgullos. Trata ante todo de mostrar el valor del enemigo:
“Todo esto he querido hacer para prueba y en abono del valor destas gentes…”
Los araucanos se muestran no solo como guerreros de valor temerario sino que
también guerreaban con arte de consumados estrategas. En los cantos III y IV se cuenta que
estaban organizados para combatir y se adaptaban a las condiciones del suelo.
El tema principal de la obra podría ser englobado en el carácter que esta cobra de
lucha entre gigantes.
Los protagonistas de esta lucha son los araucanos y también destacan algunas figuras
de españoles como Valdivia y Lope de Aguirre.
El personaje central del poema y que representa al héroe es Caupolicán.
La acción básicamente se desarrolla en Chile pero se entremezcla con andanzas
europeas de Ercilla. El último canto trata de justificar la guerra en la esfera del derecho
natural y las pretensiones de Felipe II sobre Portugal. Ercilla termina prometiendo enmendar
su vida:
Conociendo mi error, de aquí en adelante
Será razón que llore y que no cante.

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Tiene rasgos homéricos en las descripciones de las batallas y encuentros personales,
y sobre todo en las comparaciones expresivas, variadas y ricas, tomadas especialmente del
orden zoológico y que alejan al poema de un estilo formulario.
El poeta se ve obligado a pintarnos el paisaje por donde deambula el héroe. La visión
del paisaje en la Araucana es la visión de un paisaje de égloga estilizada, ya que las fuentes
de Ercilla fueron de Lucano, Virgilio, Petrarca, Boccaccio y Ariosto. Ercilla no puede crear
una visión del paisaje distinta a la de su tiempo y su medio. Sin embargo, se ha criticado a
Ercilla su falta de fantasía, cualidad característica del poeta épico, y la verdadera ternura del
sentimiento. Sin ellas, el poema se reduce a una rapsodia más o menos acompasada por el
chocar rítmico de las armas.
Ercilla destaca por su realismo, por su honestidad y por la humanidad de su visión y
sus sentimientos. Es el primero en abanderarse. Es el ser humano que vive las tremendas
horas de la guerra y las plasma en sus versos.
Aunque por razones poéticas ha evocado un tipo fuera de la realidad, cuyo nombre
no corresponde a los araucanos, estos poseen una tremenda fuerza expresiva psicológica.
Si hubiera que calificar la Araucana dentro de un género, habría que denominarla
epopeya. Se iría más allá de este término, ya que sería una epopeya clásica.
Pertenece al movimiento renacentista con la vuelta al clasicismo. A la vez, se ciñe
tanto a modelos homéricos o virgilianos que perfectamente podría haber sido escrita por ellos
si, en lugar de hablar de Caupolicán y Chile, hablase de Ulises y Troya o Eneas y Roma.
Cada imagen y cada comparación es un calco perfecto de las imágenes y comparaciones de
la Ilíada y la Odisea.
La intervención en el Canto II del anciano Colocolo se asemeja bastante a la actuación
de Néstor en la Ilíada.
Sin embargo, por encima de todo rasgo homérico está el sobrio estilo de Ercilla. Nos
encontramos con un hombre humilde, sencillo, preocupado porque su obra sea bien aceptada
y rogando para que le disculpen los fallos que pueda tener. Ya en el prólogo da muestras de
ello:
“Y por ello y por la humildad con que va la obra espero que será parte para poder
sufrir, quien la leyere, los fallos que lleva”.
También llega a disculparse quejándose de no saber hacer otra cosa:
“Todo ha de ser batallas y asperezas,
discordia, fuego, sangre, enemistades…
que al mismo Marte ya pondrán hastío,
agotando un caudal mayor que el mío”
Pese a esta humildad que le caracteriza, Ercilla es consciente de que está creando una
obra de arte, y llega incluso a invocar a las musas para embellecer su lenguaje:
“Decidme, oh sacras musas, vuestra fuente
Y dadme nuevo espíritu y aliento,
Con estilo y lenguaje conveniente
A mi arrojado y grande atrevimiento.”
(Canto XXIV)
Llega incluso a señalar fechas para dar mayor veracidad a lo que cuenta.
Hay descripciones de las ropas y vestidos de los araucanos, de sus costumbres y
cualidades, de su modo de vivir. En la figura de Caupolicán encontramos a un magnífico
representante de su pueblo, pero también la perfecta imagen de Héctor en lo que se refiere a
fuerza y valor:

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Era este noble mozo de alto hecho
Varón de autoridad, grave y severo,
Amigo de guardar todo derecho,
Áspero, riguroso y justiciero.
Ercilla se recrea en la figura de este jefe demostrando su gran admiración. En el fondo,
y esto se le reprochaba al publicar el libro, pretende mostrarnos el mundo de los araucanos
limpiamente, sin que el odio ni el orgullo lo vencieran. Uno de los fragmentos más
representativos de su respeto y admiración por estos hombres se ve reflejado en el canto XXI,
donde compara a Tegualda, la indígena que ruega llevarse el cadáver de su marido Crepino,
con mujeres de la historia famosas por su amor:
Judith, Camila, la fenicia Dido,
Penélope, Lucrecia…
Hippo, Tucia, Virginia, Fluvia, Clelia,
Porcia, Sulpicio, Alcestes y Cornelia.
Sin embargo, este rasgo de realismo no se ve plenamente desarrollado cuando se trata
de describir el paisaje o a Glaura, a quien no duda en aplicarle los caracteres físicos de la
mujer renacentista. Nos la presenta con una
Nariz perfecta, boca colorada,
Los dientes en coral fino engastados…
Tal vez esta sea una de las cosas que hay que “reprocharle” a la Araucana junto con
las continuas digresiones.
Nos introduce constantemente a Felipe II para narrarnos la batalla de Lepanto o
darnos a conocer, por medio de vaticinios del hechicero Fitón, lo que va a ocurrir en la batalla
de San Quintín.
No utiliza ningún tipo de recurso especial para introducirnos en esos detalles, pero
esto sí ocurre en el relato de la historia de Dido.
El recurso del que se sirve no es otro que el de que a petición de sus amigos debe
contar estos hechos con la excusa de amenizar la noche.
Dido no es el único elemento de la historia de Roma que introducirá. Junto con la
constante alusión a Vulcano, Marte y otros dioses (sobre todo Marte, porque es el que preside
el libro como puede verse ya en la primera página:
Venus y Amor aquí no alcanzan parte,
Solo domina el iracundo Marte)
Nos encontramos con que compara el incendio de la ciudad de la Concepción con el
de Roma.
Cabe decir que a lo largo de la obra encontramos mucho del Ercilla guerrillero y
poeta. Pero el verdadero Ercilla, ¿dónde está? Se le descubre mejor en las dos o tres primeras
estrofas de cada canto donde hace una especie de sentencias y consejos, mostrándose su
opinión y sus inquietudes sobre el hecho determinado que va a contar. Hará abundantes
referencias a la Fortuna e invocará a Cristo.
En sí las octavas reales de la Araucana obligan a su autor a ceñirse a un metro rígido.
Así se darán muchos encabalgamientos e hipérbatos.
Además, reminiscencias de poetas precolombinos, encontraremos anáforas,
construcciones paralelísticas y aliteraciones junto a la gran abundancia de adjetivos y
enumeraciones. Pese a ello, lo que más destaca es sin duda la perfección de sus imágenes y
comparaciones.

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Con todo, hallamos una obra grandiosamente clásica, genuinamente araucana y el
único gran poema épico originado por la conquista americana. Durante un tiempo fue leída
como una crónica verídica de los sucesos de Chile.

Recordaremos que la Araucana de Ercilla dio pie a que el poeta chileno Pedro de Oña
escribiera en 1596 Arauco domado, el primer texto poético publicado por un autor nacido en
Chile.
Publicado por littera en 14:52
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Universidad Francisco Marroquín


Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales
Historia de Iberoamérica I
Prof. Glenn Cox

El heroísmo de los mapuches en La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Eduardo E. Cordón K.
Carné #20090425

Guatemala, marzo 2013

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El heroísmo de los mapuches en La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga

La fecha 1492 y el cambio al siglo XVI significan para España el inicio de una nueva era.
Por sus profundas repercusiones políticas, económicas y sociales en ambos lados del Océano
Atlántico, el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo marcaron el inicio de una nueva
época. La reconquista de la península Ibérica introdujo nuevamente los valores caballerescos de
honor, lealtad, valor, bravura, justicia, templanza, entre otros, que inspiraron a autores como
Ercilla a publicar obras como La Araucana. Estos acontecimientos sentaron las bases para la
creación de literatura épica cuyo propósito era relatar los sucesos ocurridos tanto en la Europa
dominada por España como en las islas y tierra firme del continente recién descubierto.

Una de las obras literarias que refleja los acontecimientos que tuvieron lugar durante esta
época es La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, escrita en verso. Esta obra se considera la
epopeya nacional de Chile y singular aporte a la literatura del Siglo de Oro español. El poema
describe la ocupación española de la provincia de Arauco en el reino de Chile, en la cual el autor
tomó parte, por lo que tiene como fuente las experiencias vividas por él. Describe, asimismo, los
ánimos de exploración, descubrimiento y ocupación del nuevo continente, y como se menciona
en la contraportada del libro, “canta tanto el triunfo del vencedor como la gloria del vencido”
(Porrúa: 2006) que se dan durante la conquista de la región suroccidental del continente
suramericano, que comprende “la tierra que se extiende al sur del Perú, entre el Océano Pacífico
y la cordillera de los Andes” (ibíd.). Es el escenario de una larga guerra en la cual los españoles y
los mapuches [nativos chilenos] luchan por dominar aquello que reclaman por derecho: la
posesión de la tierra. La obra describe situaciones dantescas -las batallas, protagonistas,
sentimientos y gloria de ambos bandos beligerantes. En la obra el autor hace gala de una gran
habilidad descriptiva con la que, detalle a detalle da vida a los distintos escenarios en los que se
desenvuelve la Guerra de Arauco. Su aptitud descriptiva se debe tanto a su privilegiada educación
como a las distintas experiencias de vida que tuvo, y de los conocimientos que obtuvo de
geografía por los diferentes viajes que hizo a lo largo de su vida que lo expusieron a las ideas
prevalecientes de la época.

(Sobre el autor)
El autor de la obra -y numerosas veces protagonista del relato- es Alonso de Ercilla y
Zúñiga, un noble madrileño, nacido en 1533. Era hijo de Fortín García de Ercilla, un magistrado

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del Real Consejo y de Leonor de Zúñiga. Desde niño recibió una educación privilegiada que le
abrió el camino a la Corte. En la Introducción escrita por Ofelia G. de Del Castillo a la edición de
Editorial Porrúa (2006), p. XX de la obra, se menciona que el autor tuvo poca instrucción literaria
y que eso le fue de beneficio, pues permitió que su narrativa fuese espontánea y exenta de figuras
mitológicas, históricas y de rebuscamientos del lenguaje. Tras la muerte de su padre en 1534,
Don Alonso obtuvo un puesto como paje del príncipe Felipe, quien más adelante sería el
monarca español (Felipe II) y por quien desarrolló un gran sentimiento de admiración y aprecio
desde temprana edad, según lo expresa en la dedicatoria que incluyó en la obra. Otra indicación
de esos sentimientos se manifiesta en las distintas ocasiones en las que, por medio de apartados
místicos ensalza y glorifica las actuaciones españolas en otros lugares del mundo, tal como se
aprecia en su descripción de la victoria de la Armada Católica sobre los musulmanes en Lepanto
(Canto XXIII) o la unificación de los reinos de España y Portugal (Cantos XXXVI y XXXVII).

En 1554, Ercilla es miembro del séquito de Felipe II quien viaja a Inglaterra para contraer
matrimonio con la reina María. Durante su estancia en Londres, el rey de España recibe la noticia
de la rebeldía de Francisco Hernández Girón (uno de los rebeldes de la provincia de Nueva
Extremadura que se levantaron en contra de la Corona española porque no estaban de acuerda
con su política de protección a los indios bajo las Nuevas Leyes de 1542) y de los levantamiento
mapuches en la región de Arauco. En aras de aplacar la asonada lo antes posible, Felipe II
nombra a Andrés Hurtado de Mendoza, primer Marqués de Cañete, como Virrey del Perú y a
Jerónimo de Alderete como Adelantado de Chile. Ercilla llega a conocer al conquistador
castellano y al Adelantado, e intrigado por las noticias del último de tan lejanas y remotas
regiones, decide partir hacia el Nuevo Mundo en 1555, junto con la expedición.

Debe mencionarse que el viaje de Alonso de Ercilla y Zúñiga a América parece no tener
las mismas motivaciones que las del resto de hidalgos españoles: él no viajó a las Indias
Occidentales en busca de fama y fortuna sino más parece que lo hizo en busca de aventura. En
su decisión también influyó y se entremezcló su relación personal con Felipe II –establecida
desde la niñez- así como el aprecio y admiración que sentía por él, y el conocimiento de que
Felipe necesitaba personas que le fueran fieles y le dijeran la verdad, lo que lo convierte en un
narrador singular de los acontecimientos.

La llegada a Lima del escritor coincidió con la del Marqués de Cañete en 1556. Luego de
permanecer algún tiempo en la sede del Virreinato, Ercilla se enteró de la situación adversa que

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enfrentaban los españoles en la provincia de Chile. Las noticias que constantemente llegaban a
la capital del virreinato sobre el conflicto con los araucanos lo hicieron tomar la decisión de
participar en la expedición punitiva comandada por Gonzalo Hurtado de Mendoza para
reestablecer el orden. Es en ese momento cuando se convierte en soldado y cronista de la Guerra
de Arauco.

La expedición partió hacia Concepción (al sur de lo que hoy es Santiago) en 1557. En
noviembre de ese año tomo lugar la batalla del Millaraupe que les dio la victoria a los españoles.
En marzo de 1568 tuvo un altercado con el capitán Juan de Pineda, con quien ya estaba
enemistado. La disputa se volvió en duelo en que le ganó a Ercilla y a Pineda una sentencia de
muerte dictada por el gobernador, García Hurtado de Mendoza. Dos mujeres enviadas por los
nobles abogaron por los sentenciados y lograron que Mendoza suspendiera la orden de
ejecución. Ercilla estuvo preso tres meses y luego fue desterrado al Perú en donde permaneció
hasta 1561. Luego viajó a Cartagena, lugar en el cual pasó alrededor de dos años debido a una
enfermedad desconocida. Finalmente volvió a España en 1563 donde pasó el resto de su vida.
Entre los momentos de mayor impacto en la vida de Alonso de Ercilla puede mencionarse la
muerte de su hermana el mismo año de su regreso a Madrid, el nacimiento de su hijo en 1568,
una misión diplomática encomendada por Felipe II en 1579, la muerte de su hijo en 1588, entre
otras. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga murió en Madrid el 29 de noviembre de 1594 y dejó como
su único legado el poema titulado La Araucana.

(Argumento de la obra)
La obra fue escrita en tres entregas que fueron publicadas por separado y con diez años
de diferencia cada una. La credibilidad de lo relatado por el autor no debe ponerse en tela de
juicio ya que su pasado cortesano, su propia experiencia en la conquista y su origen nobiliario
son elementos que le añaden credibilidad. Además por el hecho de encontrarse diametralmente
opuesto al regular actuar de los otros hidalgos españoles, quienes debían engrandecer sus logros
personales y el de sus expediciones para obtener mercedes, encomiendas y otras recompensas
reales, su narración esta excenta de datos que de alguna manera podrian beneficiarlo. Como
también expone Ofelia G. de Del Castillo (2006) en la Introducción, sería injusto considerar que
sólo los despreciables de España son quienes conquistan el Nuevo Mundo atraídos por la
enorme ambición de fama y fortuna. Ercilla, al igual que muchos otros de superior cultura,
alfabetos y antiguos servidores de la monarquía castellana en Europa, también llegan a las Indias

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Occidentales (p.XXI). De esta cuenta es que puede considerarse esta epopeya como un
relato imparcial de los acontecimientos ocurridos durante la conquista de Arauco. En
este sentido, vemos que el escritor ni resta mérito a las vitorias mapuches ni engrandece
los éxitos españoles más allá de lo necesario, de modo que la trama de la epopeya es un
duelo ajustado entre ambos bandos.

Esto permite una postura objetiva respecto al desarrollo del conflicto entre españoles y
mapuches. Es esta perspectiva la que demuestra la realidad en la que se desenvuelven los
españoles que llegaron al Nuevo Mundo. A los ojos de Ercilla, es el engreimiento y el deseo de
fama y fortuna de sus compatriotas y el rechazo de la ocupación española la causa principal del
conflicto con los mapuches. Con este propósito, el autor busca describir imágenes fidedignas de
la situación y acciones que cada bando lleva a cabo.

La primera parte relata lo ocurrido previo a la llegada de Alonso de Ercilla a Chile. Esta
sección narra lo sucedido al extremeño Pedro de Valdivia cuando emprendió la segunda
expedición de conquista en 1540, tras el fracaso de Diego de Almagro (1536) para sojuzgar la
región suroccidental de Suramérica. La segunda y tercera parte cuentan los acontecimientos
vividos de primera mano por el autor hasta su retorno al Virreinato del Perú.

Es importante resaltar que aunque los escenarios históricos construidos por el


autor de la epopeya no coinciden precisamente con la división estructural del poema, sí
coinciden cronológicamente con lo sucedido en Chile durante esa época. La primera
parte abarca el período de 1536 hasta 1543 e incluye desde las expediciones de Almagro
y Valdivia hasta la gran ofensiva al fuerte de Tucapel por parte de los mapuches. Este
momento queda plasmado en los cantos I y II de la epopeya, donde además se describe
exquisitamente la provincia de Chile antes de la llegada de los españoles y los viajes
antes indicados. Ercilla describe la provincia de Chile como:

… fértil provincia y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas


naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa; / la gente que produce es tan
granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida / ni
a extranjero dominio sometida. / Es Chile norte sur de gran longura, / costa del nuevo
mar, del Sur llamado, / tendrá del leste a oeste de angostura / cien millas, por lo más
ancho tomado; / bajo del polo Antártico en altura / de veintisiete grados, prolongado
/ hasta do el mar Océano y chileno / mezclan sus aguas por angosto seno. (Porrúa;
2006, Canto I, p.16).

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En esta parte también expone Ercilla la desgracia que está causando la ocupación
española de la zona y a raíz de esto, lo que llevó a los mapuches a designar a Caupolicán jefe
supremo de las fuerzas araucanas por medio de la sesión del concejo de caciques. Termina esta
primera parte con la toma del fuerte de Tucapel por los araucanos y la desastrosa derrota de los
españoles en 1543.

El segundo período que Ercilla delimita inicia en 1543 y finaliza en 1557 y cubre la toma
de Tucapel, hasta la muerte Lautaro otro líder mapuche que luchaba bajo las ordenes de
Caupolicán. Su desarrollo corre desde el canto III hasta el XIV de la epopeya y cuenta la serie
de triunfos que la fuerza araucana tuvo sobre los colonizadores. El relato comienza con el arribo
de 14 soldados españoles para reforzar Tucapel y repeler a los mapuches y termina con la toma
del fuerte por los nativos, la captura y ejecución de Pedro de Valdivia. Inmediatamente Francisco
Villagrán –ahora líder de los españoles- se vio obligado a retirarse a la ciudad de Concepción por
la derrota sufrida. Sin embargo, esta también debió ser abandonada porque los araucanos la
saquearon e incendiaron. Posteriormente, Caupolicán se reunió con el concejo de caciques y
declaró estar convencido de lograr la completa expulsión de los invasores cristianos. De allí que
Lautaro recibe la misión de tomar la Imperial, orden que no consigue cumplir pues una tormenta
llegar a su objetivo y sus tropas quedan a tres leguas de distancia.

Poco tiempo después, los españoles inician la reconstrucción de Concepción en el valle


de Penco pero Lautaro todavía no estaba dispuesto a dar tregua y los ataca. Los primeros se ven
obligados a retirarse a Mapocho mientras Caupolicán inició los festejos para celebrar las victorias
mapuches y laurear a sus guerreros. Durante estos festines resurgen antiguas diferencias y
problemas no resueltos entre los caciques, lo que provoco el rompimiento del consenso y unidad
del Senado (órgano de la administración pública). Esto deja a Caupolicán en una tensa posición
ante otros jefes y ante el mismo órgano que lo eligió. Por su parte, Lautaro estaciono sus tropas
en la tomada fortaleza a donde llegaron los españoles a reunirse con el comandante mapuche
para negociar un arreglo pacífico del conflicto. Sin embargo esta fue una artimaña de los
indígenas para confundir a los invasores pues realmente no les interesaba ninguna tregua por lo
que no se llegó a ningún arreglo.

Bien habría hecho Lautaro en conseguir algún compromiso de parte de los españoles,
puesto que sin conocimiento al respecto, su suerte estaba a punto de cambiar. En este momento
del poema es cuando arribo el Marqués de Cañete a Lima y poco después llegaron los emisarios

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chilenos a solicitarle refuerzos para combatir a los mapuches. El virrey ordeno la expedición con
la que el mismo Ercilla llegaría al teatro de guerra para encontrarse con que las tropas españolas
que ya habían tomado por sorpresa a los indios y retomado el fuerte de Tucapel (este momento
prácticamente coincide con el principio de la tercera parte, que resalta la llegada de Ercilla a
tierras suramericanas). En esa batalla murió Lautaro, lo que cambió el rumbo de la guerra pues
su muerte dejo a la fuerza nativa sin un líder tan formidable y cuyos conocimientos militares eran
vastos. Además, la victoria española refuerzo el ánimo de sus tropas lo que ayudo a evitar una
nueva derrota ante los araucanos.

La tercera parte del poema, que cubre un tercer período histórico, relata la llegada del
autor a tierras suramericanas, específicamente a Chile. Asimismo, coincide con las victorias
militares de los españoles entre 1557 y 1558 así como el destierro de Ercilla al Perú. Tras la
muerte de Lautaro, el tercer período inicia con el plan de enviar al puerto español un espía para
enterarse de los movimientos del enemigo. Dicho misión le fue encomendada a Millalauco, a
quien otro nativo le dio información falsa. Poco después, los araucanos intentaron asaltar el
fuerte de Penco pero no tuvieron éxito. Mientras tanto, y gracias a que constantemente les
llegaban refuerzos desde la Imperial, los españoles iniciaron su expansión y la conquista final del
territorio araucano. Los mapuches, bajo el mando de Caupolicán y Tucapel, otro guerrero,
intentaron proteger su territorio, y en un acto de desesperación enviaron un emisario al jefe de
la tropa española con un mensaje en el que retaban a un duelo que debería poner fin a la guerra
entre ambos pueblos y decidir la suerte de cada bando. El artificio de Caupolicán no funcionó y
se vio obligado a ordenar un ataque contra los españoles, quienes lo repelieron. Ese fracaso llevó
a los indios a quemar todas sus posesiones para evitar que los conquistadores se beneficiaran de
ellas.

Ercilla concluye su narrativa sobre la Guerra de Arauco con la escena de ejecución de


Caupolicán, a quien los españoles habían capturado en una emboscada planificada para masacrar
a los indios. En dicha batalla murieron los caciques guerreros Rengo y Tucapel, quienes durante
el conflicto habían combatido heroicamente a los invasores.

Además de los períodos históricos antes mencionados, el autor recrea los espacios
geográficos en los que se desarrolla la guerra de Arauco por medio de detalladas descripciones.
Inicia con la descripción de Chile, que constituye el teatro sobre el cual se pelearán las batallas

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dantescas de la historia. En distintas ocasiones el autor aprovecha para particularizar otros
escenarios de guerra.

Ejemplos de lo anterior son la toma del fuerte de Tucapel y de la cuesta de Andalicán,


que se encuentran en la región del Biobío y son parte del primer escenario que presenta la obra.
Mientras, las campañas militares en los alrededores de Concepción y la Imperial constituyen el
segundo contexto geográfico del poema. Por último, la provincia de Arauco representa el tercer
y último escenario geográfico de la obra de Ercilla. (A propósito, como señala Ofelia del Castillo,
el escritor consigue describir detalladamente el contexto geográfico sin romper el hilo conductor
de la trama, de modo que la acción resulta ser un procedimiento lógico y continuo dentro de la
narración (Porrúa; 2006, Introducción, p. XXI).

El tema de la obra gira entorno a un particular tema que la misma desarrolla de inicio a
fin: la libertad de los araucanos. De allí crece una constelación de subtemas como el heroísmo,
los valores caballerescos, la fama y fortuna de los conquistadores sin menosprecio del valor que
tiene el pueblo araucano. Incluso puede decirse que la simpatía de Ercilla por el bravo pueblo
mapuche es una constante que compite con los sentimientos que posee por sus compatriotas y
su nación. El tema de la obra queda completamente expuesto cuando Caupolicán, dirigiéndose
a sus soldados, dice:

Esforzados varones, ya es venido / […] / aquel felice tiempo prometido / en


que habemos de hacernos inmortales; / que la fortuna próspera ha traído / de las últimas
partes orientales / tantas gentes en una compañía, / para que de las venzaís en sólo un
día; / y a costa y precio de su sangre y vidas / del todo eternicéis vuestras espadas, / y
nuestras francas leyes oprimidas / sean en su libre fuerza restauradas: / que por remotos
reinos extendidas / han de ser inviolables y sagradas, / viviendo en igualdad debajo dellas
/ cuantos viven debajo las estrellas. (Pórrua; 2006, Canto XVI, p.236).
Además, hay otros momentos que muestran al lector la determinación y el valor con que
lucharon los araucanos por mantener su libertad. Narra Ercilla al inicio de la épica:

No las damas, amor; no gentilezas / de caballeros canto enamorados,/ ni las


muestras, regalos y ternezas / de amorosos, afectos y cuidados;/ mas el valor, los hechos,
las proezas/ de aquellos españoles esforzados/ que a la cerviz de Arauco no domada /
pusieron duro yugo por la espada. (Porrúa; 2006, Canto I, p.15).
La exaltación de Ercilla de los araucanos, se manifiesta en la explicación que el mismo
autor hace en su dedicatoria, cuando dice:

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Y si a alguno le pareciere que me muestro algo inclinado a la parte de los
araucanos, tratando sus cosas y valentías más extendidamente de lo que para bárbaros se
requiere, si queremos mirar su crianza, costumbres, modos de guerra, y que son pocos
los que con tan gran constancia y firmeza han defendido su tierra contra tan fieros
enemigos como son los españoles. (Porrúa; 2006, Prólogo, p.11).

De lo anterior se deduce que Ercilla no es preferencia por uno u otro bando, más bien
su obra busca contar lo que verdaderamente ocurrió en la guerra entre contendientes que
justificaban de igual manera y con el mismo derecho su deseo de vencer al enemigo.

Más adelante y de forma recurrente, el narrador expresa su admiración por los cristianos
y su fuerza de voluntad por conquistar al Arauco rebelde. Un ejemplo patente es cuando describe
la bravura, coraje y fuerza con la que un mercenario italiano lucha para derrotar a su oponente.
Narra el poema:

Llamábase éste Andrea, que en grandeza / y proporción de cuerpo era gigante, /


de estirpe humilde, y su naturaleza / era arriba de Génova al Levante: / pues con aquella
fuerza y ligereza / a los robustos miembros semejante, / el gran cuchillo esgrime de tal
suerte / que a todos los que alcanza de la muerte. (Porrúa; 2006, Canto XIV, p.204).
(Comentario Crítico)

La motivación de Alonso de Ercilla y Zúñiga de escribir esta epopeya queda clara desde
las primeras páginas. Su admiración por los pueblos que oponían resistencia a la dominación así
como por la convicción que los españoles mostraban de tener el derecho a conquistar son una
constante dentro de la obra. En este sentido, debe verse la narrativa como una alusión a la
dignidad que tiene la búsqueda de libertad por un lado y el deseo de conquista por el otro. De
allí que el autor ve a ambos bandos como sociedades dignas pero enfrentadas por los
circunstancias del destino, y dice que “…unos, que no saben ser vencidos, / los otros a vencer
acostumbrados,…” (Porrúa; 2006, Canto IV, p.65). Además, en ocasiones Ercilla aprovecha para
alabar a uno u otro bando, según las circunstancias y desde su personal perspectiva y
entendimiento. A los indios les canta:

No ha habido rey jamás que sujetase / esta soberbia gente liberada, / ni extranjera
nación que se jatase / de haber dado en sus términos pisada, / ni comarcana tierra que
se osase / mover en contra levantar espada: / siempre fue exenta, indómita, temida, / de
leyes libres y de cerviz erguida. (Porrúa; 2006, Canto I, p.23).
Mientras de los cristianos dice:

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Los fuertes españoles salteados, / viendo la airada muerte tan vecina, / corren
presto a las armas, alterados/ de la extraña cautela repentina, / y a vencer o a morir
determinados / cuál con celada, cual con coracina, / salen a resistir la furia insana / de
la brava y audaz gente Araucana. (Porrúa; 2006, Canto II, p.41).
De esta manera permite el autor que el lector conozca el heroísmo con que los araucanos
defienden lo que consideran suyo, así como las virtudes, siendo las más exaltadas la soberbia y
constancia que son comparables con las de sus contrapartes españolas. De igual manera ocurre
cuando Ercilla habla de los cristianos. Desde una perspectiva actual esta bravura, coraje,
determinación, valor, etc. manifestadas por araucanos y españoles nos lleva a considerar que los
actuales chilenos sienten orgullo por ser descendientes de ambos bandos beligerantes, ya que
cada uno lucho por su nación en un momento en que dos mundos (Europa y América)
colisionaron.

Por su naturaleza épica, La Araucana es una narración rica en metáforas de distinta


índoles que contribuyen a que la lectura sea una experiencia única. De igual forma, es posible
sustraer mensajes y alusiones a diferentes temas. Uno de estos que debe resaltarse por
estar presente a lo largo de la obra es el religioso, pues es constante la referencia a un
Dios, así como las alabanzas que los hombres le hacen («…con el rostro al cielo en
lágrimas bañado, con oración devota y sacrificio dio las gracias a Dios del beneficio»,
Porrúa; 2006, Canto XVI, p.231).

La religión es una característica de la sociedad española al momento de la conquista de


América. Tras la Reconquista en España se reconoció la fe católica como la única verdadera y se
prohibieron o expulsaron todas las demás. De allí que el catolicismo aparezca en la epopeya de
Ercilla, pues la conquista de América del Sur no implico sólo una lucha entre personas por la
tierra; también es el período de la expansión de la religión católica por el mundo. A pesar de su
obvia inclinación al catolicismo, llama la atención que en la obra Ercilla también aprecia las
manifestaciones de religiosidad entre los pueblos mapuches:

Usan el falso oficio de hechiceros, / ciencia a que naturalmente se inclinan, / en


señales mirando y en agüeros, / por las cuales sus cosas determinan; / […] / Algunos
destos son predicadores / tenidos en sagrada reverencia, / que sólo se mantienen de
loores, / y guardan vida estrecha y abstinencia: / éstos son los que ponen en errores / al
liviano común con su elocuencia, / teniendo por tan cierta su locura / como nos la
Evangélica Escritura. / Y éstos que guardan orden algo estrecha / no tienen ley, ni Dios,
ni que hay pecados;… (Porrúa; 2006, Canto I, p.22).

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Es interesate observar que por su fervor religioso, Ercilla considera que su Dios
es más benevolente hacia los españoles que hacia los araucanos y que los bárbaros
araucanos al ser “infieles” deben ser castigados. Esta inclinación de un Dios cristiano
por sus seguidores se infiere cuando Ercilla habla de la tormenta que impide a Lautaro
atacar a los españoles, y que esta es solo una advertencia para el enemigo, pues hay
santos protegiendo a los cristianos. Además, en su fervor, el autor manifiesta que Dios
envía una visión de una santa (la virgen María). Dice:

Desterrando el temor la faz sagrada / a todos confortó con su venida; /


venía de un viejo cano acompañada; / al parecer de grave y santa vida; / con una
blanda voz y delicada / les dice: “¿A dónde andáis, gente perdida? / Volved,
volved el paso a vuestra tierra, / no vais a la Imperial a mover guerra. / “Qué
Dios quiere ayudar a sus cristianos / y darles sobre vos mando y potencia; / pues
ingratos, rebeldes, inhumanos / así les habéis negado la obediencia. / Mirad, no
vais allá, porque en sus manos / pondrá Dios el cuchillo y la sentencia.” /
Diciendo esto, y dejando el bajo suelo, por el aire espacioso subió al cielo.
(Porrúa; 2006, Canto IX, p.125).
La cita anterior confirma la convicción que se tenía que todo estaba dirigido por una
presencia divina, incluso que la ocupación del Nuevo Mundo trascendía como voluntad del
Cielo. Además, este pasaje ilustra la visión cristiana prevaleciente de un Dios opuesto a los
infieles, de modo que el apoyo divino evita el éxito de la lucha araucana por la libertad.

Otro tipo de mensaje presente en la obra es el político. Llama la atención la organización


política de los mapuches, puesto que puede ser tipificada como una confederación de corte
republicano. Esto quiere decir que los procesos de toma de decisión se llevan a cabo dentro de
una jerarquía política en la que participan los 16 cacicazgos. Se habla de una confederación pues
según se entiende de la obra de Ercilla, cuando existe riesgo de guerra los caciques se reúnen
para elegir al jefe supremo que debe rendir cuentas ante el Senado de caciques. Es decir, el total
de cacicazgos actúa como una sola entidad luego de una puesta en común de sus intereses y
objetivos. Escribe el autor:

Los cargos de la guerra y preeminencia / no son por flacos proveídos, / ni van


por calidad, ni por herencia, / ni por hacienda y ser mejor nacidos; / mas la virtud del
brazo y la excelencia, / ésta hace los hombres preferidos, / ésta ilustra, habilita perficiona
/ y quilata el valor de la persona. (Porrúa; 2006, Canto I, p.18)
[…] De consejo y acuerdo una manera / tienen de tiempo antiguo acostumbrada,
/ que es hacer un convite y borrachera / cuando sucede cosa señalada: / y así cualquier
señor, que la primera / nueva del tal suceso le es llegada, / despacha con presteza

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embajadores / a todos los caciques y señores / haciéndoles saber como se ofrece /
necesidad y tiempo de juntarse, / pues a todos les toca y pertenece, / que es bien con
brevedad comunicarse; / según el caso, así se lo encarece, / y el daño que se sigue en
dilatarse, / lo cual, visto que a todos les conviene, / ninguno venir puede que no viene.
/ Juntos pues, los caciques del senado, / propóneles el caso nuevamente, / el cual por
ellos visto y ponderado, se trata del remedio conveniente; / y resueltos en uno y
decretado, / si alguno de opinión es diferente, / no puede en cuanto al débito eximirse,
/ que allí la mayor voz ha de seguirse. (Porrúa; 2006, Canto I, pp. 20-21).

Lo anterior también permite observar que el pueblo araucano, aun cuando se encontraba
dividido en 16 cacicazgos, actuaba como un solo cuerpo pues se rige por las mismas normas y
códigos morales y de derecho.

Por último, en la obra es rica en mensajes sociales, especialmente cuando Ercilla compara
a ambos pueblos beligerantes. El autor llega a la conclusión que por su condición semi-nómada,
los araucanos carecen de aquello que los españoles sí poseen; el estatus de gran civilización. Sin
embargo, ambos pueblos parecen tener una cosa en común; una sociedad fuertemente
influenciada por el ambiente militar. Por lo que el escritor describe cómo se realiza en cada bando
la selección de soldados: las características que deben tener y los procesos mediante el cual son
aceptados como combatientes. Dice Ercilla sobre el pueblo mapuche:

Sólo al señor de imposición le viene / servicio personal de sus vasallos, / y en


cualquiera ocasión cuando conviene / puede por fuerza al débito apremiallos; / pero así
obligación el señor tiene / en las cosas de guerra dotrinallos / con tal uso, cuidado y
disciplina, /que son maestros después desta dotrina. / […] / Y desde la niñez al ejercicio
/ los apremian por fuerza y los incitan, / y en el bélico estudio y duro oficio, / entrando
en más edad, los ejercitan; / si alguno de flaqueza de un indicio, / de uso militar lo
inhabilitan, / y el que sale en las armas señalado / conforme a su valor le dan el grado.
(Porrúa; 2006, Canto I, p.17).
Ambos bandos poseen valientes militares y cada uno, como lo canta Ercilla, ostenta sus
propios héroes y líderes que guían el combate. En este sentido, debe entenderse que en la
narrativa del noble madrileño -y por la naturaleza épica de la historia- los actores principales no
son personajes específicos sino más bien la colectividad de cada bando. Son los pueblos
beligerantes que por medio de sus más valientes guerreros sacan a relucir sus virtudes, habilidades
y carencias.

La epopeya La Araucana se parece a obras similares de la literatura


grecorromana, pues describe una lucha constante entre principios, valores,
cosmovisiones, religiones. En suma, es la lucha de dos mundos que recién se han

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descubierto. Es por esto que el escritor no puede tener preferencia por alguno de los
bandos pues su trabajo no es más que el de relatar las acciones y acontecimientos
ocurridos. Por consiguiente, tanto el pueblo araucano como el pueblo español son los
grandes personajes que encarnan las batallas de esta epopeya y sus luchas las pelean
galanes como Caupolicán, Lautaro, Tucapel, Colo Colo y Rengo en el caso de los
nativos, mientras que del lado cristiano se encuentran Pedro de Valdivia, Pedro y
Francisco Villagrán, entre otros.

A través de la obra Ercilla admite lo que ningún otro conquistador quería reconocer: la
valentía de los indígenas americanos que se resistían a la subyugación española desde el inicio de
la conquista. En este sentido, La Araucana es una obra ejemplar que no se limita a contar la
versión cristiana de la ocupación del continente. Por el contrario, muestra una clara admiración
por el pueblo mapuche que con bravura lucha por su libertad. Esa lucha que durará por alrededor
de tres siglos pues el último levantamiento mapuche se dio en 1880 durante los primeros años
de la época nacional.

En conclusión, La Araucana por Alonso de Ercilla y Zúñiga, no solo relata la conquista


del reino de Chile y el proceso de asentamiento y colonización de esa región. También representa
el primer poema épico que relata la conquista del Nuevo Mundo y más específicamente, la
Guerra de Arauco y como el pueblo mapuche represento un gran obstáculo para el proceso de
colonización de Chile. Por un lado, la obra expone el orgullo del vencido puesto que tuvo que
someterse y ajustarse a una nueva forma de vida que no le era familiar; mientras que por el otro,
ilustra la gloria del vencedor, quien por su esfuerzo y voluntad consigue dominar a un mundo
desconocido. Cada bando es muestra de disciplina, virtud y soberbia dentro de un proceso que
culminará con la creación de una nueva colonia de España que queda sujeta a la administración
colonial del Virreinato del Perú.

Sin saberlo, Ercilla inserta con su obra elementos intangibles que presentan una
perspectiva social chilena y que gradualmente se fusiona con la idiosincrasia cristiana para
conformar la identidad nacional chilena. Asimismo, es la Guerra de Arauco la que modifica
sustancialmente la experiencia colonial del reino de Chile y da a ese país una tradición singular –
e incluso excepcional- por la defensa de su libertad.

Bibliografía

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Alarcón, J. (s.f.). Biografía de Alonso de Ercilla y Zúñiga. Recuperado el 18 de febrero de 2013, de:
http://www.los-poetas.com/e/bioerc.htm.

Ercilla y Z., A. (1968). La Araucana. (1ra Edición; reimpresión). Editorial Porrúa; México D.F.,
México: 2006.

Ercilla y Z., A. (2001). La Araucana. (Versión en línea).Pehuén Editores. Puede consultarse en:
http://es.scribd.com/doc/28882425/La-Araucana

Konetzke, R. (1986). América Latina. Tomo II - La época colonial. Colección Historia Universal.
Siglo Veintiuno Editores (31ma. Ed.) Buenos Aires: 2007.

Menéndez P., M. (2012). La Araucana de Alonso de Ercilla. The Cult, revista virtual. Recuperado
el 15 de febrero de 2013, de: http://www.thecult.es/Cronicas/la-araucana-de-alonso-de-
ercilla.html

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