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Período prelingüístico

En este apartado consideramos los progresos del niño desde el nacimiento hasta un período
situado en torno a los 12 meses, momento en que suelen aparecer las primeras producciones que
los adultos interpretan como palabras (formas vocales bastante estables, con un significado
inicialmente global e idiosincrásico, tal y como se definen normalmente las protopalabras, pero
que de forma gradual dan paso a un uso plenamente referencial). En estos primeros 12 meses de
vida se produce lo que se ha dado por llamar gradual sintonización hacia la lengua del entorno,
tanto en el nivel productivo como en el perceptivo. Aunque estos dos niveles avanzan de forma
separada, pues se basan en procesos de naturaleza distinta, esto es, perceptivos y motores, con
ritmos diferentes en su desarrollo durante la primera infancia, podemos observar su interrelación
hacia el final del período que estamos analizando.

Emisiones vocales

Desde el punto de vista productivo, las emisiones vocales del bebé han sido analizadas con detalle
en diversos trabajos y actualmente disponemos de un conocimiento bastante preciso sobre éstas.
Dado su carácter universal, independientemente de la lengua a la cual está siendo expuesto el
bebé (al menos por lo que respecta a las emisiones hasta el octavo/décimo mes).

Primeras fonaciones. Durante los primeros dos meses de vida, el bebé puede emitir sonidos de
confort (no de llanto) que se caracterizan por su carácter "cuasivocálico", es decir, presentan
resonancia incompleta, tal y como se observa en su estructura formántica, y a menudo tienen
componentes nasalizados. Entre el segundo y tercer mes de vida se observan emisiones que
incluyen los sonidos vocálicos incompletos antes mencionados junto con sonidos que podrían
denominarse "cuasiconsonánticos", con localización posterior (velar/uvular).

Balbuceo marginal.

Hacia el cuarto o quinto mes, las emisiones vocales han evolucionado y ya se observan sonidos
vocálicos de resonancia completa junto con producciones que varían en el tono y la intensidad,
como si el bebé explorara sus posibilidades de fonación y de articulación (p.ej. son frecuentes las
emisiones basadas en la vibración labial). En esta etapa suelen aparecer las primeras
manifestaciones de producciones que ya podrían considerarse muestras iniciales de balbuceo
silábico, pero que calificamos de marginales por su carácter impreciso e irregular, desde el punto
de vista de su duración y del grado de oclusión de los articuladores. Generalmente se observan
oclusiones parciales en las áreas anterior y central; las primeras, en especial, pueden aparecer por
azar durante la exploración de objetos que el bebé realiza con la boca. A causa del escaso control
de la duración silábica, éstas no pueden considerarse emisiones silábicas propiamente dichas.

Balbuceo canónico.

Entre el sexto y el octavo mes aparece finalmente el denominado balbuceo canónico, constituído
por emisiones de clara naturaleza silábica, es decir, formadas por un núcleo vocálico con
resonancia completa, un margen consonántico no glótico y una duración total entre 100 y 500ms.
Se trata de producciones que el adulto identifica fácilmente como sílabas de tipo CV simple, CV
reduplicado o VCV; son mucho menos frecuentes las estructuras de tipo CVC. La frecuencia de este
tipo de producciones silábicas en el total de las emisiones que realiza el niño debe situarse en
torno al 20%. Cuando el porcentaje es inferior, es posible que el bebé todavía no hay entrado en
esta etapa, pero si no aparece en poco tiempo un incremento y una estabilización de estas
emisiones de carácter silábico, habrá que pensar en la posibilidad de que nos encontremos frente
a algún problema importante en el desarrollo lingüístico, como en el caso del bebé sordo, cuyas
producciones de balbuceo canónico son tardías y esporádicas, probablemente por ausencia del
feed-back auditivo y no llegan a estar presentes de forma más sistemática hasta los 24 meses
aproximadamente.

Balbuceo variado o complejo.

En la progresión que estamos describiendo, muy pronto, alrededor de los 10 meses y en adelante,
el balbuceo reduplicado se conviere en una emisión más compleja, con el encadenamiento de
sílabas canónicas que contraponen sonidos consonánticos y/o vocálicos, formando cadenas de
habla más o menos variadas y con un claro contorno entonativo que las delimita. Estas emisiones
se prolongan durante unos meses y continúan estando presentes incluso después de que el bebé
comience a producir las primeras palabras. De hecho, es frecuente que, en el balbuceo variado de
los últimos meses, las secuencias emitidas incluyan elementos bisilábicos que, a su vez, ya son
palabras del repertorio léxico inicial. Precisamente en este período parece que se hace evidente la
influencia de la lengua materna sobre las emisiones verbales del niño. Las investigaciones
realizadas muestran que, en torno a los 9-10 meses, estas vocalizaciones ya reflejan algunas
propiedades de la lengua del entorno. Hacia los 10 meses las consonantes utilizadas se distribuyen
de forma concordante con la distribución que tienen en la lengua adulta, observación obtenida al
comparar muestras de balbuceo de niños procedentes de cuatro entornos lingüísticos
diferenciados (francés, inglés, sueco y japonés). Esta fase final, en que el balbuceo comienza a
incorporar algunas características destacadas de la lengua del entorno, debe considerarse como la
consecuencia de los procesos de sintonización observados en el ámbito perceptivo.

Fuente: Evaluación fonológica del habla infantil. Laura Bosch.

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