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Lecturas imprescindibles para magos

TAMARIZ
TELLER
BROWN
ROBERT-HOUDIN
LAVAND
WONDER
MASKELYNE
CARNEY
ASCANIO
ORTIZ

...Y OTROS TREINTA GRANDES TEÓRICOS DE LA MAGIA


COMPARTEN SUS MÁS ÍNTIMOS SECRETOS
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Lecturas imprescindibles para magos

EDITADO POR: EDITADO POR:


JOSHUA JAY PÁGINAS LIBROS DE MAGIA
DISEÑO DE CUBIERTA: TRADUCCIÓN:
VINNY DEPONTO ALEJANDRO ROMERO
MAQUETA:
ANDI GLADWIN

CUARTA PARTE
EFECTO

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ÍNDICE
CUARTA PARTE: EFECTO
LA TEORÍA DEL DEMASIADO PERFECTO (RICK JOHNSSON)  .................................................. 183
DEMASIADO PERFECTO, IMPERFECTO (TOM STONE)  ............................................................. 196
SOBRE LA ESTRUCTURA DE LOS EFECTOS MÁGICOS (EUGENE BURGER)  ............................. 207

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CUARTA PARTE

EFECTO

«Coge una idea sencilla


y tómatela en serio».

— CHARLIE MUNGER

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Hemos dedicado la última sección a explorar varias formas de
rebanar, trocear, separar y diseccionar los efectos mágicos. Ahora
vamos a examinar el propio «efecto», y los cimientos que hacen que
la buena magia sea buena.

Comenzamos este capítulo con una de las contribuciones más


notables a la literatura mágica del siglo XX: el aplaudido ensayo de
Rick Johnsson, «La teoría del demasiado perfecto».

Muchas de las mentes venerables que aparecen en esta antología


han defendido (Carney, Swiss, Close) o discutido (Ortiz, Wonder,
Stone) esta teoría, y el debate seguirá en plena efervescencia. Eugene
Burger adoptó un perspicaz enfoque oblicuo: «El hombre, cuando se
encuentra en un estado de ánimo analítico, necesita una respuesta
o solución a aquello que le desconcierta». Quizá el contexto de un
efecto determine cuán «perfecto» se percibirá.

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LA TEORÍA
DEL DEMASIADO PERFECTO
POR RICK JOHNSSON
Recientemente hubo una enorme baraúnda a nivel nacional a re-
sultas de una afirmación atribuida a Dai Vernon, quien supues-
tamente habría dicho algo como que los juegos que hacen los
magos nunca o raramente engañan a los espectadores. Para los
enemigos de Vernon, esta era la esperada prueba de que el gran
anciano había perdido la chaveta, de que el viejo faraón había
abandonado su envoltura terrenal. Incluso algunos de los discí-
pulos de Vernon tenían la impresión de que el Profesor tenía que
recomponerse mentalmente. Otros pensaban sencillamente que
el anciano sufría de algún tipo de demencia senil.

No sé si Vernon llegó a publicar alguna explicación completa de-


sarrollando esta afirmación, suponiendo que realmente la dijera
él. Debo admitir que suena propio de él. Es agradable pensar que
pudo haberlo dicho. La batalla que desencadenó esa frase ya ha
terminado, pero las heridas siguen abiertas y sangrando, y aun-
que no creo que Vernon necesite o quiera que alguien explique
lo que él pensaba, me proporciona una excusa para discutir una
de mis teorías favoritas.
PENSAR LA MAGIA

Creo firmemente (y sospecho que esta era la idea subyacente


bajo la famosa, o infame, frase del Profesor) que los magos no
solo no engañamos a los espectadores, sino que no deberíamos

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(me corrijo), no debemos engañarles. Los magos no somos más
efectivos engañando al espectador.

Para comprender, y posteriormente aceptar, esta afirmación he-


rética, primero debemos examinar, y estar de acuerdo con, dos
premisas básicas:

Premisa 1. El hombre del siglo xx ya no atribuye poderes sobre-


naturales al mago.

Premisa 2. Para el hombre racional, lo desconocido es inaceptable.

Premisa 1. Es razonable asumir que la mayoría estará de acuerdo


en que, con la posible excepción de unas pocas personas incul-
tas o extremadamente supersticiosas, casi todos los espectado-
res son conscientes de que los milagros que presenta el mago
se deben a medios naturales, si bien astutos y furtivos. La única
excepción a esta regla se encontraría en el área del mentalismo.

Quizá esto no haya sido así en el pasado no muy lejano, pero


los rápidos avances en nuestra tecnología en el último par de
décadas han hecho de esto una realidad incontestable. Una con-
secuencia positiva de este fenómeno es que esta sociedad, más
sofisticada por los avances científicos y la experiencia de los
métodos de los magos desde la infancia temprana, se encuentra
ahora más dispuesta a reconocer al mago todo el mérito por sus
milagros. ¡Y ya iba siendo hora!

Premisa 2. Desde el tiempo de los primeros hombres de las ca-


vernas, tan curiosos como peludos, la humanidad ha luchado en
una batalla sin término, buscando las razones tras los misterios
que la rodean. Piensa en la infinidad de científicos y filósofos
que han consagrado sus vidas enteras a la búsqueda de las claves
de los acertijos que asedian al hombre a cada momento. Piensa
PENSAR LA MAGIA

en los miles de millones de dólares y en la cantidad de horas de


trabajo invertidas durante la pasada década solo para resolver
algunos de los misterios del espacio.

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En sus primeros años de formación e incluso ahora, el hombre
se ha encontrado a menudo falto de herramientas e incapaz de
resolver lo que le confundía. Pero el hombre no puede vivir con
lo irresoluble y, por lo que nos cuentan los estudiosos, pronto
desarrolló el concepto de una fuerza o poder omnisciente y om-
nipotente a la que podía atribuir esos problemas irresolubles.
El «a la que» vino primero: el sol, la luna, la tierra. El «a quien»
vino después, cuando el hombre desarrolló una cierta sofisti-
cación y necesitó una personificación con la que pudiera iden-
tificarse. Ha tomado muchas formas a lo largo de los años: Isis,
Buda, Jehová, Dios, pero al margen de su forma o identidad, el
concepto mantiene el mismo propósito: proporcionar al hom-
bre un placebo temporal que le permita vivir cómodamente con
aquello que no puede entender. Ahora, aquello que es inexpli-
cable (y, por tanto, inaceptable) se convierte en la sabiduría de
Alá, o la voluntad de Dios, una solución de compromiso aceptable
aunque no completamente racional.

Tampoco hay que olvidar que en muchos casos, la voluntad de


Dios de ayer se ha convertido en el virus de hoy, el gen, el flu-
jo magnético, la gravedad, etc. Por favor, no pienses ni por un
momento que lo anterior ha sido un intento de probar o refutar
la existencia de un poder supremo. Este no es el momento ni el
lugar para ese debate, que deberían mantener quienes están mu-
cho más cualificados. Sencillamente ha servido para desarrollar
adecuadamente las siguientes tres hipótesis:

1. El hombre encontrará o inventará una respuesta para lo que


le desconcierta.
2. Esa respuesta no tiene por qué ser completamente racional
y/o consistente con los datos disponibles.
3. El hombre es flexible cuando se trata de cambiar sus respues-
tas a la luz de datos más completos o aceptables.
PENSAR LA MAGIA

Es posible que te preguntes en este punto qué tiene que ver toda
esta metafísica con la afirmación de partida y con la magia en
general. Por tanto…

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Si combinamos la premisa 1 y las dos primeras hipótesis desa-
rrolladas en la premisa 2, ahora podemos entender por qué el
espectador sale de la actuación de un mago explicando o despa-
chando todos los juegos con un «se lo ha metido en la manga»,
«lo hace con espejos» o cualquier explicación inane por el esti-
lo, totalmente inconsistente con los hechos. Pero para él es una
respuesta aceptable. Una respuesta de este tipo normalmente
indica que el espectador está completamente desconcertado y
se está agarrando a un clavo ardiendo.

En algunos casos, esto se puede aceptar, pero en otros es la rece-


ta para el desastre. En el peor de los casos, el espectador puede
eliminar, y elimina, todas las soluciones excepto una, y a me-
nudo será la correcta… en el mejor, le quitará mérito al propio
mago y lo limitará a algún artefacto mecánico o, en el caso, por
ejemplo, de un juego de cartas, concluirá que era un juego auto-
mático o había una baraja trucada. En cualquier caso, el mago se
queda con la varita más corta.

Sin embargo, si ahora introducimos la hipótesis 3 podemos ver


fácilmente que al espectador se le puede sugerir su solución y,
en algunos casos, puede ser inteligente por nuestra parte pro-
porcionarle una posible solución elegida por nosotros y que
consiga lo siguiente:

1. Apartarlo de la solución correcta.


2. Resultar aceptable para él.
3. No ir en detrimento del efecto del juego.
4. Conceder al mago todo el mérito por su habilidad.

Solo por un instante, vamos a meternos en la mente de un es-


pectador que acaba de participar en un juego de cartas. Vamos a
escuchar cómo puede desarrollarse su razonamiento…
PENSAR LA MAGIA

«Vamos a ver… ese diablillo astuto me dio una baraja, me dijo


que me las llevara a la otra habitación, que las mezclara, que
escogiera la que quisiese, que la devolviera al mazo, que me lo

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guardara en el bolsillo, y que entonces volviera a la habitación
donde él estaba. Entonces, sin hacerme ninguna pregunta, o si-
quiera tocar la baraja, ¡me dijo qué carta había cogido!»

«Me pregunto cómo lo hizo. Probablemente una baraja ordena-


da… pero espera, no puede ser… yo la mezclé. Probablemente
sea alguna manipulación astuta, pero tampoco puede ser, por-
que nunca tocó las cartas. Hmm… podría ser una baraja trucada,
porque era suya… ¿pero de qué tipo? ¡Eureka! ¡Una baraja con
todas las cartas iguales! Ya me parecía a mí que se había guarda-
do la baraja muy rápido. Tiene que ser eso. ¿A que soy listo?».

Así, podemos ver que al no conducir al espectador en otra di-


rección, le hemos permitido tomar un camino muy peligroso,
uno que le lleva a la única solución posible, y probablemente co-
rrecta. Sea correcta o no, el resultado es el mismo: el espectador
se ha otorgado el mérito a sí mismo o en el mejor de los casos,
a la «baraja trucada». De un modo u otro, el efecto, y por tanto
la diversión, se pierde en su mayor parte. Estamos entonces en
condiciones de postular los principios de la teoría del demasiado
perfecto:

Algunos juegos, a resultas de su perfección, devienen imperfectos.

Y a la inversa,

Algunos juegos, a resultas de su imperfección, devienen perfectos.

Como ya hemos sometido a prueba la primera mitad de la teoría,


vamos a mostrar ahora, o a intentar mostrar, cómo la imper-
fección puede perfeccionar un efecto que sea demasiado per-
fecto. Antes de empezar, puede valer la pena señalar, en aras
de exhaustividad, que hay otra técnica, la de eliminar todas las
soluciones posibles. En el caso anterior, por ejemplo, podríamos
PENSAR LA MAGIA

usar la baraja del propio espectador y dejarla en su bolsillo al


terminar el juego. Pero eso te lo dejo a ti… yo tomaré el camino
más fácil.

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Así pues, vamos a la tarea de imperfeccionar. En el ejemplo an-
terior, hay una variedad de posibilidades que pueden cumplir la
misión o no.

1. En lugar de hacer que el espectador salga de la sala, se le pue-


de pedir que simplemente se separe hasta el extremo opues-
to o al otro lado de la mesa. Puede parece menos imposible
de este modo.

2. Antes de comenzar el juego, coloca dos cartas indiferentes


en la baraja de forzaje, una en la cara y otra cerca de la mitad.
Vuelve la baraja cara arriba y corta por la carta indiferente
en el medio, y a continuación mezcla por hojeo sin levantar
demasiado las esquinas… dicha mezcla se ejecuta a la vista de
los espectadores, por supuesto.

3. Antes de revelar la carta elegida, pídele la baraja al espec-


tador y manéjala un poco. Quizá en lugar de sacar la propia
carta, puedes cortar mágicamente por dos cartas, una corres-
pondiente al valor de la elegida y otra al palo. Esto, natural-
mente, es más fácil incluyendo ambas cartas en la baraja de
antemano. Es muy poco probable que el espectador las elija.
Pueden ser cartas cortas para que sea más fácil localizarlas
luego. Otro enfoque totalmente distinto consiste en prepa-
rar una baraja normal en el bolsillo de la chaqueta con las
dos cartas correspondientes en el lomo. Mete en el mismo
bolsillo la baraja que usó el espectador, saca dramáticamente
las dos cartas que identifican la elegida y, mientras los es-
pectadores siguen en estado de shock, saca la baraja normal
sin darle importancia y déjala sobre la mesa, lista para que el
espectador se lance sobre ella si le apetece. Otra ventaja de
este enfoque es que la baraja puede estar ordenada para un
milagro con el que continúas de inmediato, con una baraja
mezclada por el espectador (¿?).
PENSAR LA MAGIA

4. Puedes cambiar realmente el formato del efecto manipulan-


do un poco la baraja al principio, solo un sencillo corte o algo

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por el estilo. A continuación pides al espectador que deletree
mentalmente el nombre de su carta mientras vas cogiendo
naipes del lomo uno a uno. Te detenga donde te detenga,
tienes un milagro. Puedes hacer una presentación del tipo
ordenador si lo deseas, sin nada que recordar. Las posibilida-
des son infinitas. Solo tienes que evitar el deseo de eliminar
todas las imperfecciones.

Como fácilmente puedes ver en los ejemplos anteriores, las im-


perfecciones, aunque debilitan el efecto en cuanto a su impac-
to, de hecho lo fortalecen en cuanto se aleja al espectador del
verdadero método al mostrarle y empujarle hacia numerosos
callejones sin salida… todos los cuales deberían conducirle a la
conclusión: «No he visto a ese astuto diablillo hacer una sola
maldita cosa, pero ha tenido muchas oportunidades de hacer
trampas. ¡Vaya! ¡Qué tipo más listo!».

No lo olvides… partimos de la premisa de que el método que


queríamos usar era una baraja de forzaje, y todas las sugerencias
anteriores se basan en el uso de dicho método. Hay otros mé-
todos para conseguir el mismo efecto con cartas normales. Ron
Wilson tiene uno de los mejores que he visto. Pídele que te lo
enseñe la próxima vez que pases por el Castillo Mágico.

Quizá sea apropiado otro breve ejemplo en este campo. El mago


Leo Behnke y yo desarrollamos una rutina con una baraja de for-
zaje que engañó a algunas de las mentes más afiladas de la magia.
¿Cómo? Sencillo. Intercalamos un par de mezclas faro en la ruti-
na. Vamos a ver, ¿quién demonios haría una faro a una baraja de
forzaje? Condujo a los magos por otro camino, alejándolos del
método real, ¿no es así? ¡Hurra por las imperfecciones!

Es muy posible que uno de los mejores juegos y principios car-


tomágicos desarrollados en los últimos años sea Deletreando los
PENSAR LA MAGIA

Ases de Gene Finell usando el Principio del Corte Libre. Pero si


eres uno de los que presentaron el efecto tal como se explica en
las instrucciones, muy a menudo habrás escuchado a uno o más

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espectadores decir: «Hmmmm… ¡debe ser un truco automáti-
co!». Obviamente, no te reconocieron el mérito por el juego. En
su forma original, es demasiado perfecto. Sin embargo, ¿y si justo
antes de deletrear los Ases, cortas y mezclas en falso, y entonces
continúas con el final del juego? Las florituras digitales vistosas
vienen al caso… ¡se supone que estás haciendo algo! El proceso
mental del espectador probablemente se parezca a esto: «¡Tío!
Las manos de este tipo deben moverse como las balas. No le vi
hacer nada mientras mezclaba las cartas, pero tiene que haber
hecho algún tipo de trampa engañosa que no he conseguido pi-
llar. ¡Realmente listo!». ¿Quién se ha llevado el mérito esta vez?

Obviamente, todos los ejemplos anteriores son de juegos auto-


máticos en los que, para que resulten efectivos, debemos dar al
espectador la sensación de que estamos haciendo algo. Esto pa-
rece ir contra lo que nos han enseñado durante todos estos años,
¿no? Pero creo que estarás de acuerdo en que era necesario en
estos casos. En cada uno de ellos, se hizo creer al espectador
que el mago tuvo oportunidad de hacer algo y que, de hecho, lo
hizo aunque el espectador no lo pillara. Cierto, esto no es una
respuesta completa o racional, pero recuerda que no tiene por
qué serlo para resultar satisfactoria. Ni siquiera tiene por qué ser
coherente con los hechos.

Veamos ahora cómo la teoría del demasiado perfecto se podría


aplicar a juegos que se basan en la manipulación: para no violar
la propiedad intelectual de nadie, cojamos una verdadera anti-
gualla. Actuando muy cerca de los espectadores, con las mangas
remangadas, el mago mete la mano en el bolsillo, saca un puña-
do de cambio, elige una moneda, la coloca en su mano izquierda,
la cierra, hace unos pases mágicos, ¡y lentamente abre la mano
izquierda para mostrar a los espectadores que la moneda ha de-
saparecido por completo!
PENSAR LA MAGIA

La mayoría sabréis que este juego se basa a partes iguales en la


finta y la habilidad interpretativa. El mago no llega a coger una
moneda de su puñado de cambio, solo finge hacerlo. Su habilidad

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interpretativa sostiene el juego a partir de ahí. El problema que
emerge es que el espectador llega en algunas ocasiones a la con-
clusión correcta. Por estas razones:

1. El mago está demasiado cerca para, a su juicio, poder hacer


demasiadas artiñamas.
2. El mago no puede haber usado las mangas, porque las tiene
remangadas.

Ergo

«¡Ese astuto diablillo ni siquiera cogió una moneda!»

Prueba este enfoque la próxima vez: mientras estás guardando


el cambio en tu bolsillo, retén una moneda como la que supues-
tamente tienes en la otra mano (basta con apoyar el pulgar sobre
ella). Saca la mano del bolsillo, relajada y con la palma hacia aba-
jo. Mientras la mano derecha se aproxima a la izquierda, cierra
la izquierda en un puño flojo. Finge frotar la moneda sobre el
dorso de la mano izquierda. Tras hacerlo durante unos instantes,
abre los dedos de la mano derecha para mostrar que la moneda
ha desaparecido. Acto seguido, vuelve la mano izquierda palma
arriba para mostrar que ahora tiene la moneda, de modo que no
ha desaparecido, sino que ha atravesado ambas manos. ¿Cuál es
la diferencia?

Saltemos dentro de la mente del espectador y descubriremos


que está razonando, de forma inconsciente, que si había una mo-
neda al final, tenía que haberla también al principio. De forma
consciente está pensando: «¡Este puñetero mago es rápido! ¡Tie-
ne que haber cambiado la moneda de mano mientras no estaba
mirando! ¡Qué listo!».

Tengo en mi cuaderno otro viejo efecto atribuido a Milbourne


PENSAR LA MAGIA

Christopher, en el que se arranca una cerilla de un librito que


contiene un número conocido de ellas. Se entrega el librito a
un espectador para que lo guarde, y a continuación enciende la

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cerilla que ha arrancado. La cerilla encendida desaparece repen-
tinamente y el espectador descubre que ha regresado al librito
que él sostiene. La cerilla no solo está quemada, sino que sigue
firmemente unida al librito. Además, al contar las cerillas, resul-
ta que hay una más que en la última cuenta. Esto demuestra que
la cerilla quemada realmente voló de vuelta al librito y volvió a
unirse a él. Sé honesto… ¿realmente piensas que el espectador
se cree esta chorrada o te parece que usa su cabeza y llega a la
conclusión evidente de que te las apañaste para ocultar de algún
modo la cerilla extra? Y si no pasas rápidamente a otro juego, es
inevitable que descubra cómo doblaste la cerilla hacia abajo al
principio del efecto.

Una imperfección muy ingeniosa e importante consiste en hacer


que la cerilla reaparezca en el librito, ¡arrancada! El efecto ahora
es creíble y no insulta la inteligencia del espectador. Ahora está
dispuesto a creer que es la misma cerilla y también a concederte
el mérito por una argucia realmente astuta. No queda ninguna
pista sobre cómo lo hiciste. El método pasa desapercibido. Un
toque más, intenta invertir el procedimiento de encender la ce-
rilla desde el principio. Saca una cerilla y quema todo el librito
en lugar de la cerilla arrancada. Añade algo de vistosidad y color,
¿no? También indica, de forma sutil, que no puede quedar nada
en el librito que se haya salvado de la quema. Por supuesto, la ce-
rilla reaparece sin quemar y arrancada. ¿Un método distinto? Sí.

Intenta tirar un poco hacia delante de la superficie de encendido


del librito e introduce una cerilla sin quemar en el espacio que
queda entre dicha superficie y las propias cerillas, permitiendo
que la cabeza de la cerilla sobresalga por el lado izquierdo del li-
brito. Presiona la superficie de encendido para volver a colocar-
la en su sitio y sostén el librito entre el pulgar e índice izquierdo
por el extremo izquierdo. La cerilla, por supuesto, queda oculta
entre dichos dedos. Ahora puedes mostrar el librito de forma
PENSAR LA MAGIA

mucho más clara y despreocupada. Dobla la cubierta del librito


hacia atrás, y retenla ahí con el dedo corazón izquierdo. Arranca
dos cerillas más, dejando una aparte y empleando la otra para

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encender el resto de cerillas del librito. Habla un poco, para dar
tiempo a que las cerillas se enfríen (también puedes emplear
un cigarrillo encendido para quemar las cerillas). En cualquier
caso, una vez que las cerillas se hayan enfriado, coge el librito
por su extremo derecho con el índice y pulgar derechos. Suje-
tándolo firmemente con dichos dedos, desliza hacia arriba los
dedos izquierdos con la cerilla sobresaliente, siguiendo el bor-
de izquierdo del librito. Evidentemente, la cerilla pivotará hacia
arriba hacia la zona frontal del librito. Las manos se elevarán
ligeramente para cubrir esta acción. A continuación suelta la ce-
rilla y cierra el librito con los dedos izquierdos. Entrega el librito
a un espectador y continúa con la rutina normal.

Los párrafos anteriores no pretenden pasar por alto el hecho


de que muchas personas han estado presentando sin ningún
problema juegos demasiado perfectos durante años, sin imperfec-
cionarlos. ¡Seguro que sí! Pero a menos que se presentaran en
ocasiones cuidadosamente elegidas y psicológicamente correc-
tas (con una abundante dosis de habilidad interpretativa para
mayor seguridad), es imposible que engañaran a nadie. Más con-
cretamente, solo han podido resultar efectivos tras convencer a
los espectadores con milagros anteriores; convenciéndolos de
que puedes hacer lo imposible, y pasando entonces rápidamente
a milagros subsiguientes de bases más sólidas, evitando así que
los espectadores piensen demasiado. Se sigue de ello que tales
efectos, en su mayoría, no pueden sostenerse solos y tampoco
podrían emplearse aisladamente, como efecto inicial o final de
una sesión. Debería quedar claro que al aplicar la técnica de im-
perfeccionar, efectos que de otro modo serían dudosos y exigi-
rían extremo cuidado en su presentación y ubicación se acercan
mucho a la total flexibilidad y pueden presentarse prácticamen-
te cuando a uno le apetezca.

Además, por favor, no me malinterpretes ni entiendas ni por un


PENSAR LA MAGIA

momento que mi argumentación defiende o implica que todos


los juegos deberían imperfeccionarse. Muchos efectos no nece-
sitan imperfeccionarse. Muchos no se pueden imperfeccionar.

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Es una cuestión de análisis sobrio, que se consigue mejor exa-
minando un efecto desde el punto de vista del espectador. Está
muy claro que la teoría del demasiado perfecto es muy perti-
nente para el campo de la magia de cerca; pero también hay nu-
merosos ejemplos de su aplicación, o la necesidad de ella, en el
campo de la magia de escena. También se puede aplicar al men-
talismo. No obstante, aquí la necesidad se atenúa por el hecho de
que la mayoría de la gente cree, o querría creer, en la posibilidad
de la percepción extrasensorial.

En resumen, esta exposición de la teoría del demasiado perfec-


to ha intentado señalar que el hombre necesita una respuesta
o solución a las cosas que le desconciertan. Corresponde a los
magos evitar dejarle un único camino correcto que seguir, que
conduce al modus operandi; o dejar al espectador caminos que le
restan mérito al propio mago. Es mejor guiar al espectador para
que siga un camino elegido por el propio mago, llevándole a la
conclusión de que el mago es un diablillo astuto. Ese es el nombre
del juego, nena.

Rick Johnsson
Hierophant
1971
PENSAR LA MAGIA

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Rick Johnsson cautivó la imaginación de los magos con el ensayo que
acabas de leer. En los cuarenta años posteriores a su publicación,
muchos han llegado a dar por ciertas sus palabras. Pero no es el
caso de Tom Stone. En este mordaz pero ponderado contraataque,
Stone discute no solo la solución propuesta sino también el mismo
diagnóstico de los problemas que Rick Johnsson intentó resolver.

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DEMASIADO PERFECTO, IMPERFECTO
POR TOM STONE
«Algunos juegos, a resultas de su perfec-
ción, devienen imperfectos. A la inversa, al-
gunos juegos, a resultas de su imperfección,
devienen perfectos».
— Rick Johnsson
Cuando, hace unos veinticinco años, oí hablar de la teoría del
demasiado perfecto, me pareció que la idea (que algunos juegos
de magia son tan perfectos, tan imposibles, que no permiten
ninguna explicación concebible salvo el método correcto) era
hermosa, y el modo en que estaba formulada me produjo uno de
esos momentos… «¡Ajá!». Me enamoré de ella al instante.

Con el paso de los años, no obstante, he comenzado a sospechar


que las virtudes de la teoría no son tan grandes como pensé al
principio. Para empezar, es imposible usar la teoría para prede-
cir el éxito de un efecto; y por esta razón, su valor es limitado.
Supuestamente la teoría solo se aplica a algunos juegos, pero no
define cómo podemos identificarlos. De modo que, en la prácti-
PENSAR LA MAGIA

ca, primero tienes que presentar un juego, juzgar según las reac-
ciones que obtenga, y luego decidir si pertenece a la categoría de
algunos juegos que describe la teoría. Algunos juegos funcionan

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de maravilla, aun cuando parecen totalmente imposibles. Y al-
gunos no. Una buena teoría debería facilitar la predicción de si
un juego será recibido del modo esperado. La teoría del dema-
siado perfecto no lo logra.

La teoría del demasiado perfecto afirma que en un efecto que


sea demasiado perfecto debe hacerse menos perfecto para resul-
tar engañoso. Pero, ¿cómo decides cuánto menos perfecto debe
ser un efecto para tener éxito? ¿Cómo sabes cuándo te has pasa-
do, o cuando no has llegado, o cuándo has conseguido el grado
justo de imperfección? En la palabra perfecto están implícitas
las ideas de comparación y gradación, pero si no hay una defi-
nición en el contexto de un efecto mágico del grado óptimo de
perfección, no tiene sentido usar siquiera la palabra. Si yo digo
«El tamaño de mis zapatos es perfecto», no se puede considerar
un enunciado universal a menos que todo el mundo tenga los
pies exactamente del mismo tamaño que yo. De modo que, para
usar el concepto de perfecto, es necesario definir una medida
consensuada con la que puedas evaluar el grado de perfección.

Esta es la razón por la que tanto a los defensores como los crí-
ticos de la teoría del demasiado perfecto les cuesta argumentar
sus posiciones. Ambos bandos tienen argumentos para defender
sus posiciones, pero no los suficientes para convencer al ban-
do contrario. Rick Johnsson publicó la teoría en 1970, y durante
los siguientes cuarenta años ningún bando se ha acercado a una
conclusión convincente, pese a que algunos grandes pensadores
hayan argumentado hábilmente tanto a favor como en contra.
Sospecho que esto no se debe a que la teoría sea correcta o in-
correcta. En lugar de eso, puede haber otra explicación, una que
no se ha explorado anteriormente; y creo que el criterio de la na-
vaja de Occam puede reforzar esta idea. En el segundo volumen
de El libro de las maravillas13 (Páginas, 2003), el genial Tommy
Wonder divide la teoría del demasiado perfecto en dos partes:
PENSAR LA MAGIA

  El libro de las maravillas, Tommy Wonder y Stephen Minch, vol. 2, Páginas, Madrid, 2003:
13

«¿Demasiado perfecto?», págs. 359-365

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un diagnóstico y una propuesta de solución. No ve inconvenien-
tes en el diagnóstico, pero se niega a aceptar la solución que
aquel sugiere, porque considera que va en detrimento de su arte.

Pero si asumes que el diagnóstico es correcto, no debería que-


darte otra opción que seguir la solución propuesta por la teoría.
Aunque esto no pruebe de suyo que la teoría sea incorrecta, me
parece que indica dónde se encuentra el problema; es decir, que
si la teoría es errónea, debo serlo en su diagnóstico. Un buen
diagnóstico debería apuntar a una solución útil, una que incluso
un artista de la talla de Tommy Wonder pudiera aceptar.

Lo único que creo que explicaría por qué tanto los defensores
como los detractores de la teoría han encontrado argumentos
suficientes para sostener sus respectivas posiciones, y al mismo
tiempo por qué la frase algunos juegos sigue sin precisar, es que
la teoría esté incompleta. Y por estar incompleta, la teoría del
demasiado perfecto resulta incorrecta tanto en su diagnóstico
como en la solución que propone.

¿Pero en qué sentido es incorrecto el diagnóstico? En muchos


casos, las pruebas de que un efecto es demasiado perfecto indican
sencillamente que no se han comprendido conceptos mágicos
básicos fundamentales.

En todo juego o efecto mágico, hay un punto en el que se produ-


ce un engaño que hace que el público dé por verdadero algo que
es falso. Esa verdad es una ilusión, porque la realidad es otra. Es
decir, se produce una bifurcación en el sendero de la percepción
de los acontecimientos.

Por ejemplo, puedes crear la ilusión de que una carta elegida se


pierde por el medio de la baraja… pero en realidad, permanece
en el lomo. Cuando hacemos que estas dos percepciones dis-
PENSAR LA MAGIA

tintas se unan, obtenemos un efecto. Cuando se muestra que la


carta superior es la elegida, parece haber subido mágicamente
desde el centro. Lo interesante aquí es que es en el momento en

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que se superponen las dos percepciones cuando el público da
por supuesto que ha ocurrido el truco, pese a que el verdadero
engaño tuvo lugar mucho antes.

Los magos no somos inmunes a este proceso. Digamos que nues-


tro engaño fracasa; no es tan convincente como nos gustaría.
En tales casos no conseguimos la superposición de realidades
percibidas que pretendemos. Puesto que los espectadores no sa-
ben cuál pretendíamos que fuera la ilusión, no protestarán y nos
seguirán a regañadientes… pero encontrarán sus propios sende-
ros; senderos que en parte se pueden acercar a la realidad, y en
parte a la ilusión pretendida. Pero nosotros no averiguamos esto
hasta que alcanzamos el efecto, el punto en que la realidad y la
ilusión pretendida se unen. Y es en este punto, como resultado
de la ausencia de reacción, donde descubrimos que tenemos un
problema… y puesto que percibimos el problema en el punto del
efecto, es fácil creer que es en dicho punto donde es necesario
aplicar una solución.

El siguiente ejemplo de un efecto de billete quemado y recom-


puesto se presenta a veces como demasiado perfecto. Se toma
prestado un billete. Se quema claramente hasta que solo quedan
cenizas. El espectador baja una caja del techo y la abre… y en su
interior se encuentra el billete prestado.

Por supuesto, el espectador creerá de inmediato que el billete es


un duplicado. No porque el efecto sea demasiado perfecto, sino
porque, para empezar, el billete no desapareció. ¡Destruir algo
no es lo mismo que hacerlo desaparecer!

Piénsalo. Puede resultar más fácil de entender si lo convertimos


en un juego de cartas. Un espectador firma una carta elegida. Se
rompe en pedazos y los trocitos se dejan sobre la mesa. El mago
saca su cartera, la abre y saca la carta elegida, recompuesta. Pero
PENSAR LA MAGIA

el espectador todavía puede ver los trocitos sobre la mesa, de


modo que es razonable suponer que se trata de un duplicado.

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La destrucción no es un efecto mágico. Algunos magos afirman
que consiguen un efecto más fuerte cuando hacen que las con-
diciones sean menos perfectas metiendo el billete en un sobre
antes de quemarlo. Pero no es cierto, porque destruir el billete
a plena vista no es un efecto. Sin embargo, cuando se mete el
billete en un sobre, el efecto que se percibe es que el billete de-
saparece gradualmente mientras arde el sobre. De ahí podemos
deducir que quemar el billete a plena vista no es perfecto en
absoluto, porque ni siquiera es un efecto. Meter el billete en un
sobre puede parecer menos imposible para un mago, pero de
hecho supone una inmensa mejora, porque se produce la impre-
sión de que el mago ha hecho desaparecer el billete (un efecto
mágico) en lugar de destruirlo (algo que todo el mundo entien-
de y es capaz de hacer). Ahora bien, si uno pudiera encontrar
una forma de quemar el billete sin dejar ceniza alguna, quizá
podría quemarlo a plena vista y aun así producir el efecto de una
desaparición. Quizá el billete prestado se podría cambiar por un
billete de papel flash, o…

El efecto mágico percibido podría cambiarse de una transposi-


ción a una recomposición; algo en esta línea: se toma prestado
un billete y se da a firmar, y a continuación se quema a plena
vista. Mientras el propietario del billete examina un limón, el
mago recoge las cenizas. Entonces las frota contra el limón, ha-
ciéndolas desaparecer. Y cuando se corta el limón, se encuentra
en su interior el billete firmado recompuesto. No hace falta cam-
biar el método en general, pero la construcción del efecto evita
el equívoco entre destrucción y desaparición.

Llevemos más allá nuestro análisis del billete quemado y recom-


puesto. Los magos suelen presentar este efecto metiendo el bi-
llete en un sobre. El sobre se quema, y entonces el mago coge
una cartera de su bolsillo y saca de ella el billete. Esta presenta-
ción obtiene una buena reacción.
PENSAR LA MAGIA

Ahora supongamos que nuestro mago decide mejorar el efecto


haciendo que el billete reaparezca en una caja colgada del techo.

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Pero cuando lo intenta, descubre para su sorpresa que el público
ya no acepta el efecto. En lugar de eso, sospechan que el billete
que aparece es un duplicado.

Al intentar analizar las causas, aplica la teoría del demasiado


perfecto y concluye que la mejora hizo que el efecto resultara
demasiado increíble. Pero el análisis que ofrece la teoría del de-
masiado perfecto examina únicamente la parte del efecto que se
ha mejorado, y no sugiere en absoluto que el problema pueda
encontrarse en otra parte. Y por esta razón, la teoría del dema-
siado perfecto, como instrumento de diagnóstico, es incomple-
ta, y toda solución que ofrezca será también incompleta, o falli-
da, o totalmente equivocada.

Una teoría completa consideraría todo el efecto, no solo la parte


perfeccionada. Y una teoría completa se preguntaría: «La parte
problemática es demasiado perfecta, ¿comparada con qué?».

Tengo la seria sospecha de que hay una teoría más grande, y de


que la actual teoría del demasiado perfecto es solo una parte de
ese todo mayor. Desgraciadamente, no sé cuál pudiera ser esa
teoría mayor, pero creo que ha de incluir el concepto de equili-
brio dentro de un efecto.

¿Por qué fracasó el efecto de nuestro mago cuando hizo reapare-


cer el billete quemado en una caja suspendida? ¿Por qué levantó
sospechas sobre el uso de un duplicado? La respuesta es que la
reaparición del billete es demasiado perfecta si se compara con la
desaparición inicial. Hay un desequilibrio en el efecto porque la
desaparición no es lo bastante engañosa como para sostener una
reaparición tan imposible. Pero la actual teoría incompleta solo
sugiere que hagamos el clímax menos imposible.

Una teoría completa recomendaría que hiciéramos el final me-


PENSAR LA MAGIA

nos imposible, o el comienzo más imposible, o que ajustáramos


tanto el principio como el final para equilibrar sus niveles de
imposibilidad.

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Quizá el público del efecto del billete quemado que aparece en
la caja no se cree del todo el engaño inicial y, en lugar de aceptar
la ilusión pretendida, piensa: «¡Ah, el billete ha desaparecido!
Debe habérselas apañado para sacarlo del sobre sin que yo lo
vea. Dame unos minutos y se me ocurrirá cómo lo hizo, seguro
que tiene el billete en el bolsillo».

Entonces se baja la caja del techo y se muestra el billete en su


interior. Los espectadores que aún sospechan que el billete fue
a parar al bolsillo del mago concluyen instantáneamente que el
billete de la caja debe ser un duplicado.

La solución que propone la teoría actual consiste en hacer la rea-


parición menos imposible, haciendo reaparecer el billete en una
cartera, que se encuentra en el bolsillo interior de la chaqueta
del mago. Los espectadores que sospechan que el mago se metió
el billete en el bolsillo creerán ahora que el billete de la cartera
es el mismo que aparentemente se quemó… y que el mago es
extremadamente hábil, porque es capaz de meterlo en la cartera
sin que lo vean.

Pero como la teoría del demasiado perfecto está incompleta, no


indica que la solución es una cuestión de equilibrio, y que existe
una respuesta alternativa: hacer el principio igual de imposible
que el final.

Si los espectadores no tienen idea de dónde fue a parar el bille-


te, y son incapaces de concebir una solución, la reaparición del
billete dentro de una caja colgando del techo tendrá un efecto
muy fuerte. La gente pensará: «Un momento. ¿Qué ha pasado?
¡El billete ha desaparecido! ¿Se lo ha metido en el bolsillo? No, ni
siquiera lo tocó. ¿Será un compinche ese tipo del público? No, se
le veía tan sorprendido tanto como yo… y nadie actúa tan bien.
No tengo ni idea de dónde ha ido a parar el billete, y por más que
PENSAR LA MAGIA

lo piense no se me va a ocurrir nada. ¡Espera! ¡Ahora el billete


está dentro de esa caja! Bueno, es un sitio tan imposible como
cualquier otro».

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Creo que este análisis ofrece la solución al problema de Won-
der con su Viaje del reloj al interior de las cajas canguro14. Tommy
nunca cambió el método que empleaba para hacer desaparecer
el reloj prestado, un método que sigue una tradición de siglos,
aplastar el reloj dentro de una bolsa de tela. Y este método no
parece lo bastante imposible como para sostener su extraordi-
naria aparición del reloj en el interior de las cajas canguro. La
reaparición no es demasiado perfecta. En lugar de eso, la desapa-
rición no es lo bastante perfecta. Una teoría completa le habría
dicho al mago: «La reaparición es demasiado imposible compa-
rada con la desaparición. La solución consiste, bien en hacer el
final menos imposible, o bien en pensar una desaparición mejor
para el reloj».

Otra rutina de Tommy Wonder sigue indicando que la teoría del


demasiado perfecto está incompleta. Me refiero a su magistral
versión de Pomelo, limón, huevo y canario. En ella, un pájaro, un
huevo y un limón desaparecen y reaparecen en un lugar imposi-
ble, el pájaro reaparece dentro del huevo, que a su vez reaparece
dentro del limón, que reaparece dentro del pomelo.

Si la teoría de Rick Johnsson fuese totalmente correcta, Tommy


no podría conseguir una buena reacción con esta rutina, porque
cada reaparición es, de acuerdo con dicha teoría, sencillamente
demasiado buena para ser verdad. Sin embargo, la rutina funcio-
na de maravilla tal como está, y obtiene una respuesta increíble
por parte del público. Y esto se debe sencillamente (como ha-
bría predicho una teoría más completa) a que cada desaparición
es lo bastante fuerte como para sostener el final imposible. Se
trata de una rutina con equilibrio interior.

El gran pensador Arturo de Ascanio aplicó el principio de equi-


librio en un efecto, con un enfoque más ajustado, en su teoría de
los Grados de Libertad. Ascanio observó que, cuando se elige una
PENSAR LA MAGIA

  El libro de las maravillas, Tommy Wonder y Stephen Minch, vol. 2, Páginas, Madrid, 2003.
14

«El viaje del reloj al interior de las cajas canguro: la búsqueda del ideal», págs. 301-358.

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carta y se devuelve a la baraja, la libertad de la elección debería
ser equivalente a la libertad al devolverla. Si el mago extiende
la baraja y pide que se elija una carta, y luego recoge la baraja y
pide que la devuelvan en el medio, justo por donde él ha cortado,
la combinación de ambos procedimientos despierta sospechas,
porque la elección fue totalmente libre en tanto la devolución
se restringió notablemente. Para eliminar sospechas, la libertad
de elección y devolución deben ser equivalentes, al menos en
apariencia. La teoría de los Grados de Libertad de Ascanio es un
caso especial en nuestra teoría más general de comparación y
equilibrio dentro de un efecto.

Cuando añadimos estos dos conceptos a la teoría del demasia-


do perfecto, resulta más completa y práctica. Sin embargo, esta
es solo otra pieza en el rompecabezas para construir una teoría
general del efecto mágico. Quizá algún día alguien haga por esta
teoría lo que Einstein hizo con la física, al ver una parte mayor
del todo donde otros solo habían visto pequeños fragmentos.
Desde luego, yo no soy el Einstein de la magia, ¡pero espero co-
nocerlo algún día!

Tom Stone
NordiskMagi
2000
PENSAR LA MAGIA

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TOM STONE
Tom Stone, es un artístico y apasionado mago
sueco. Su obra es una mezcla de efectos clásicos
con métodos prácticos y nuevas y fantásticas tra-
mas que hacen uso de métodos tan extravagantes
como los efectos a los que sirven.

PENSAR LA MAGIA

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Eugene Burger comienza el siguiente texto con una reflexión sobre
el valor de la teoría mágica en general: un tema muy apropiado para
esta antología. Pero da un giro inesperado a medio camino, cuando
emplea la misma lógica para analizar el efecto mágico. Y se reduce
a esto: no todo momento de un efecto mágico debe contener magia,
pero todo momento debe ser fascinante.

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SOBRE LA ESTRUCTURA
DE LOS EFECTOS MÁGICOS
POR EUGENE BURGER
Siempre me ha parecido muy curiosa la típica distinción entre
teoría y práctica. ¿Es realmente apropiada? ¿Son dos cosas tan
separadas e independientes? Y si lo son, ¿en qué sentido?

Ciertamente, uno puede teorizar sobre la magia desde su si-


llón sin poner jamás en práctica esas teorías. Pero, ¿es posible
lo opuesto? ¿Hay práctica sin algún tipo de teoría tras ella? En
otras palabras, ¿puede uno presentar magia sin tener alguna idea
sobre lo que está haciendo? Incluso si esa idea es incoherente y
confusa, ¿acaso no hay siempre algún tipo de idea sosteniendo
nuestras acciones? Si la hay, la cuestión no es si debemos en-
tretenernos con teorías o zafarnos de ellas, sino más bien qué
teorías nos pueden ayudar más a conseguir nuestros objetivos.

He aquí una teoría para que la valores. Permíteme que la expon-


ga con la mayor simplicidad. Me parece que los efectos de magia,
sean juegos de cartas de cerca o grandes ilusiones, muestran una
estructura muy similar en su presentación. Primero quiero ex-
plicar cuál me parece que es esa estructura. Después, extraeré
dos conclusiones. Creo que si entendemos esas dos conclusio-
PENSAR LA MAGIA

nes y nos las tomamos en serio (lo que significa, por supuesto,
ponerlas en práctica, hacer algo al respecto), nuestras actuacio-
nes mágicas mejorarán considerablemente. Piensa en cualquier

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juego de magia que disfrutes presentando. Solo para el análisis,
imagina que podemos dividirlo en una serie de momentos sepa-
rados que llevan a un momento final de magia. Podemos exami-
nar casi todos los efectos mágicos de este modo.

Lo hacemos constantemente en casi todas las áreas de nuestras


vidas. Dividimos cosas, separamos cosas y distinguimos entre
ellas. Aun así, debemos tener cuidado. ¡Se trata, después de todo,
de un acto de imaginación! Para ser cautos, pues, añadiría una
reserva. Cuando ejecutamos mentalmente esa división, cuando
dividimos cualquier efecto mágico en momentos separados para
su análisis, dicha operación tiene siempre una cualidad artificial
por dos razones.

Primero, porque toda división de tal tipo es en última instancia


arbitraria y se basa en las opiniones y valores de quien la lleva a
cabo; yo podría dividir el efecto en seis momentos y tú podrías
hacerlo en siete… y otros podrían hacerlo en cinco o nueve. El
hecho es que todos podemos querer disfrutar la misma tarta,
pero algunos de nosotros podemos tener ideas muy distintas so-
bre cómo hay que cortarla.

La segunda razón por la que tales divisiones son artificiales es


porque, en su mejor presentación, un efecto mágico es mucho
más que una serie de momentos separados. Es un movimien-
to fluido. Cuanto mejor la presentación, más continuo el movi-
miento, la coreografía. Para el artista que habla, por supuesto,
esto incluye tanto la coreografía de nuestras acciones como la
coreografía de nuestro discurso, buscando un matrimonio de
palabras y acciones de modo que trabajen juntas en armonía.

Aun admitiendo esta reserva, el hecho es que la mente humana


adora (y a menudo se beneficia de) estas divisiones y así, en
nuestro pensamiento e imaginación, podemos dividir y dividi-
PENSAR LA MAGIA

mos el movimiento continuo de un efecto mágico en distintos


momentos discretos.

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He aquí un ejemplo. Piensa en una de mis grandes ilusiones fa-
voritas, la maravillosa transformación de Lynette Chappell en
un tigre por Siegfried& Roy. Podemos dividirla en los siguientes
momentos separados:

• Desciende la caja de cristal en cuyo interior está Lynette.


• Se cubre la caja con una tela.
• Roy tira dramáticamente de la tela revelando el tigre dentro
de la caja.

A continuación, piensa en uno de mis efectos favoritos de ma-


gia de cerca: La carta en el librito de cerillas de Matt Schulien. Se
puede dividir así:

• Se elige una carta.


• Se devuelve la carta a la baraja.
• La carta se lleva (secretamente) al lomo.
• La carta se empalma (secretamente).
• El espectador mezcla las cartas.
• La carta se dobla (en secreto).
• La carta se carga (secretamente) en el librito de cerillas.
• El público descubre la carta en el librito de cerillas.

Ni que decir tiene que la tarta se podría cortar de varias formas


distintas; sin duda uno podría hacer más (o menos) divisiones
que las ocho que yo he sugerido. Uno podría, por ejemplo, no
incluir los momentos en los que el mago está haciendo algo en
secreto, especialmente si estuviera dividiendo el efecto desde el
punto de vista del público. Desde el punto de vista del mago, no
obstante, dichos momentos tienen una importancia crítica. Por
otra parte, uno podría añadir (tras el séptimo momento de los
que yo he propuesto) otro momento en que el público descubre
por primera vez que la elegida ya no está en la baraja. Tras dicho
descubrimiento, se encuentra la carta en el librito de cerillas.
PENSAR LA MAGIA

Independientemente de cuántos momentos separados distingas,


no obstante, creo que cada uno de ellos debe contar al menos

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con una característica común: el público debe entender que
cada momento es limpio y claro. Ningún momento debe levantar
sospechas.

De ahí surge una estructura común para los efectos mágicos. El


público debe poder decir de cada momento de un efecto: «Sí, ha
sido limpio». «Sí, ha sido limpio». «Sí, ha sido limpio». Y enton-
ces ocurre el momento de la magia, y el público dice: «¡Guau!
¿Qué ha pasado aquí?».

De este modo, diría que la estructura general de la mayoría de


efectos mágicos se puede resumir como sigue: Limpio / Limpio
/ Limpio / Limpio / ¡Guau!

De este análisis tan sencillo se pueden sacar dos conclusiones


para nuestras presentaciones. Primero, para que el momento
final de magia produzca un verdadero impacto en nuestro pú-
blico, todos los momentos anteriores del efecto deben cumplir
la condición de «Sí, ha sido limpio». Si alguno no lo consigue, el
efecto mágico se diluye o incluso se pierde.

Veamos por ejemplo La carta en el librito de cerillas de Schulien.


¿Qué pasa con el efecto mágico si despierto las sospechas del
público al controlar la elegida? Quiero hacer un salto, por ejem-
plo, pero algunos miembros del público notan un movimiento
raro en las cartas mientras las tengo en mis manos. Saben que he
hecho algo, aunque no sepan exactamente qué. En una situación
semejante, me parece que es bastante evidente que el efecto fi-
nal de magia quedará malogrado.

De nuevo, ¿y si se me ve la carta al intentar empalmarla? Una vez


más, ¿no se diluye el momento mágico final? ¿O quizá incluso
se pierde del todo? Del mismo modo, cuando intento doblar en
secreto la carta, ¿qué pasa si el público se da cuenta de que mi
PENSAR LA MAGIA

mano derecha, bajo la mesa, está claramente haciendo algo? Otra


vez, si somos sinceros, ¿no tendremos que admitir que el impac-
to final de mi actuación quedará dramáticamente disminuido?

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Así pues, la primera conclusión de mi análisis nos dice que nin-
gún momento de un efecto mágico debe levantar sospechas;
cada uno de ellos debe percibirse como claro y limpio.

¿Cómo puedo aplicar esta teoría a mi práctica mágica? Muy sen-


cillamente, examinando cada instante en cada uno de los juegos
que presento para ver si cada momento es realmente engañoso.
En otras palabras, necesitamos descubrir por nosotros mismos
si nuestra magia en cada uno de sus momentos realmente pare-
ce limpia a nuestro público. Debemos examinar cada segundo y
preguntarnos honestamente si estamos despertando alguna sos-
pecha o si solo nos estamos engañando a nosotros mismos.

Con demasiada frecuencia vemos presentaciones en las que se


ha prestado poca atención a los primeros momentos del efecto.
Aparentemente, el mago pensó que si el final mágico era asom-
broso, los momentos que llevaban a dicho clímax no exigían
consideración y análisis cuidadoso. Sin embargo, no examinar-
los significa presentar magia de segunda categoría.

Esto nos lleva a la segunda conclusión: no solo debe percibirse


como limpio cada momento de un efecto mágico, además cada
uno de los momentos que llevan al clímax mágico debe estar cla-
ramente enfocado para que el público pueda recordar luego que
cada instante fue limpio y estuvo libre de sospecha.

Quizá la mejor forma de mantener el efecto claramente enfoca-


do sea tratar cada momento como un momento importante. Si
algo es importante, reclama mi atención. Si yo percibo que algo
es importante, le prestaré voluntariamente mi atención

En una actuación mágica, aunque unos momentos sean más crí-


ticos que otros, ninguno carece realmente de importancia. Hay
que otorgar a cada momento una sensación de importancia para
PENSAR LA MAGIA

que el efecto no se desenfoque para nuestro público y para que


su impacto no se atenúe.

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Esto significa que necesitamos evaluar nuestra magia no solo
planteándonos cuán engañosa es; también debemos evaluarla en
términos de la sensación de importancia que somos capaces de
producir para cada momento de nuestra presentación. Por defi-
nición, un acontecimiento mágico es especial; ¡ya es importante!
Si no preservamos esa sensación de que estamos haciendo algo
especial e importante, puede que estemos presentando trucos,
pero no magia.

Eugene Burger
Mystery School
2003
PENSAR LA MAGIA

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