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Michel Agiar : |e anropoogl delordnidads en ls tesionesconiemornaas La ANTROPOLOGIA DE LAS IDENTIDADES en las tensiones contempordneas Micwe. ACER INSTITUTO De INVESTIGACION awa HL DusaRRowo (IRD), PARIS, Esc x Atros Esrupios my Cancias Socialis (EHESS), Mansa Correo electrénico: Michael.Agier@echess.cars-mrs.f Resumen B. zsmeareo semsinis vamos ls NETS Fruestos desde la antrologie para abordar la problemitica de las cambiantes den- tidades de os grupos sociales que tradicionalmente han constituido su obj tode estudio. Sugiere que en la actualidad los antrop6logos se encuentran, con mayor frecuencia, frente a cuturas identitarias antes que a identidades culturales, Analiza las tensiones en que quedan strapadas los actores de los :movimientos identitarios debido a las dindmicas que se generan en la rela- cidn local-global si como la hibridacion de las producciones culturales por Ja expansion de las comunicacionos en esta fase de la globalizacién, Abstract, | jm te ntropolg to appowh te preset fe ehegig ‘acto ofthe sce gaps tht tadionaly have conse ts ay CBject spp thet candy ontropelgbt ar nore ewe Sontfh pace of ets rater tener nti, The et Gnalyzr the tensions in which th aco of eails movements ee upped dio be rami gered neal gel ison sed the froin of eae podacon tank othe palo of comma ‘eats in is paseo aaa Colombiana de Voluman 8, enero-diciemre 2000, pp.6¥9 ‘Whos reo dcienbre 000 INTRODUCCION como la aborda la antropologia hoy, seguido de una reflexién sobre los procesos culturales hibridos mestizos, como se los denomina, hoy més dominados que nunca por la problemética identitaria. Por una parte, la globalizacién puesta en marcha por el acceso Masivo @ yaya conerenta doe los medios de transporte y de comunica- Js evs ternona ao do cién, cuestiona las fronteras territoriales beside awepclog de locales y la relaci6n entre lugares ¢ identi- {noe Sogn striae sce dades. Por la otra, la circulacién répida y la Tevecn sl francs sh ‘homogeneizacién de buena parte de los re-__ 2" haves Choon. forentes culturales acarrea disociaciones entre culturas e identidades. En este marco, los sentimientos de pérdida de identidad se compensan con la biisqueda o la crea- cién de nuevos contextos, espacios y situaciones de reinven- ci6n identitaria, f Ss abn noply spa dea TAL CoNTEXTOS Y CONSTRUCCIONES DE LA IDENTIDAD rablemente a partir de los afios 1960. Dos son los resultados tedricos mejor consolidados hoy. Se trata de las aproxima- ciones contextuales y relacionales a la identidad, las cuales re- sumiré brevemente, Segtin la aproximacién contextual, no hay una definicién sustancial de la identidad. Los procesos identita- rios no existen fuera de contexto, siempre se relacionan con retos precisos que estén en juego y pueden ser verificados a nivel local (véase principalmente, Barth 1969; Cohen, 1974; Am- selle y Mbokolo, 1985). Estos retos pueden ser, por ejemplo, el acceso a la tierra -en este caso la identidad se produce como fundamento de territorialidades-, el acceso al mercado de em- pleo-en este las identificaciones tienen un papel de exclusién, de integracién o de privilegio-, 0 el acceso a las fuentes exter- nas piiblicas o turfsticas “las identidades pueden entonces ser fundamento de redes y facciones que acaparan estas fuentes-. Por tanto, ellos constituyen la parte més relativa de la identidad, [ ‘A ANTROPOLOGIA DE LAS IDENTIDADES SE HA DESARKOLLADO CONSIDE- 8 Michel Agiar _ Le onropoogi dolor aad evs esiowsconkordnaos aquella que se percibe en los estudios que consideran las identi- dades como procesos localizados, la cual con frecuencia des- aparece en las aproximaciones culturalistas que las consideran ‘como productos terminados, La aproximacién contextual implica, en segundo lugar, una concepcién relacional de la identidad. En efecto, el punto de partida de las biisquedas identitarias individuales o colectivas onsiste en que siempre se es el otro de alguien (Augé, 1994; Balibar y Wallerstein, 1988). Debe, por tanto, pensarse a si mis- mo a pattir de la mirada externa, que puede incluso ser el cruce de varias miradas. Desde este punto de vista, los medios urba- nos pueden ser factores de engranaje o de afianzamiento de pro- cesos identitarios. Al multiplicarse los contactos de individuos que conllevan pertenencias étnicas, regionales 0 a redes, los ‘medios urbanos favorecen la puesta en relacidn de la identidad. ‘A su ver, estas interacciones afectan los referentes de pertenen- cia iniciales ~étnicos, regionales 0 a facciones- y, por tanto, los cédigos de conducta, las reglas de la vida social, los valores morales e, incluso las lenguas, la educacién y otras formas cul- turales que orientan la existencia de cada uno en el mundo. Di- cho de otro modo, en la medida en que la identidad emana dela relacién con los otros, problematiza y termina por transformar Ja cultura. Lo mismo ocurre en relacién con los procesos de cambio dentro de un mismo contexto local. En una situacién de cambio social acelerado, como la que se vive en todas partes del mundo a partir de los afios 1960-1990 -ninguna region ha es- capado realmente a los cambios econémicos o culturales-, los, ‘status sociales se recomponen y los individuos deben redefinir répidamente su posicin en el curso de una o dos generaciones. En ese momento, la cuestidn identitaria se convierte en un pro- blema de ajuste, a la vez social, en su definici6n, e individual, ‘en su experiencia. Es la relacién consigo mismo y al mismo tiem- po con su cultura la que se vuelve, entonces, problematica. En consecuencia, la identidad remite a un afuera, a un antes y allos otros. Sin embargo, la paradoja actual es la siguiente: al ‘mismo tiempo que las ciencias sociales deconstruyen un obje- to que habia sido tratado por largo tiempo con un sesgo esen- cialista y culturalista, las sociedades lo reconstrayen a partir de sus propios mundos. En diferentes puntos del planeta emer- ‘gen movimientos identitarios de cardcter étnico, regional o re- ligioso, que pueden ser a veces masivos, a veces violentos. Las \Wirran enero irre 2000 transformaciones sociales y politicas nos imponen pues, un objeto empirico relativamenite nuevo: aquel de las grandes em- ‘presas identitarias que tienden a reemplazar a las antiguas tri- bus, a los pueblos perdidos y a otras etnias en vias de desaparicién de la etnologfa clasica. Este nuevo hecho empirico interroga doblemente a la antropologia. Por una parte, con fro- cuencia estas empresas ponen en escena el anverso del pensa- miento substancialista: “los objetos de estudio se han convertido, ellos mismos, en los emisores de enunciados etnol6gicos", como Jo subraya Jean-Loup Amselle (1090: 31). En efecto, las legitima- ciones identitarias se buscan en el crisol de las argumentaciones de una antropologia marcada durante largo tiempo por la ten- dencia a confundir la defensa de los pueblos con la defensa del relativismo cultural’ ero por otro lado, este nuevo objeto vuelve particularmente pertinente para la antropologia social el enfoque que hoy deno- minamos constructivista, el cual busca dar cuenta de los procesos {dentitarios por sf mismos, y no s6lo por sus contextos, o por sus retos més 0 menos escondidos. La realidad se construye por me- dio de las representaciones de los acto- res, y esta construccién subjetiva hace, —; vcs taaguct im ella misma, parte de la realidad que la ayer smussnce nender snaioe. mirada del observador debe tener en sor Yo seo” eo Unio, consideracién®. Més all de la sola re- _fpolsnlaseavee vers mundo, contextualizaci6n de la identidad, esta Wiehe! eis Cloude Lévi-Strauss y aproximaci6n permite distinguir en el MedMerow..snvenprecpcinen andlisis dos momentos que representan “1 °#™=¥s#'ieheero ahve por una parte, la necesidad contextual 2. to cto altos pox Fed rh de edificar fronteras simb6licasel mo- ts) epesto ain pipe mento de la identidad- y, por otra, el [easeivarinain Venton. momentodelaedificacién misma, aquel jrcwisn geoa dela casa de la invencién cultural, que se define Pougnay Stel eron siempre dentro del marco precedente. Este proceso es el que Barth (1965) ha descrito como la “construc- cién social de diferencias culturales’. Esta distincién dentro del andlisis permite también cuestionar la ilusion de transparencia etnol6gica en la relacién individuo-cultura-sociedad-espacio tal como la desarrolla un determinado modelo holistico de la identi- dad, y prestar mas atenci6n a los contextos. ‘Notemos de pasada que las reflexiones de Fredrik Barth, como Ja mayoria de las reflexiones sobre la cuestién identitaria, hacen Michel Agier : a orivpolog de ls Wenidode ono alone corpora referencia a una identidad étnica. Ciertamente, la dimensién étnica std presente en los procesos identitarios en general, precisamente porque ejemplifica el lazo entre cultura e integrac tos sociales. La etnia es, no obstante, un “significado borroso” (Am- selle, 1985), y su uso endurecido puede entrabar los andlisis. Este es cl caso, por ejemplo, de la idea del. regreso a la etnia que da la ilusién de un modelo pre-existente -la etnia—hacia el cual se haria ‘un movimiento de retomo, cuando en realidad los movimientos «que designamos bajo esta expresién son con frecuencia innovacio- nes culturales, incluso invenciones identitarias. Esto se puede ob- servar en el movimiento cultural negro en Bahia, Brasil, en el cual los actores pueden, de acuerdo con la ocasiGn, declarar su afilia- ién_a la “etnia africana” o a “la etnia negra” (Agier, 2000). Esta actitud etnicista de los actores debe ser objeto de andlisis y no de reproduccién por parte de los estudiosos extemnos, pues las even- ‘uales catogorias intemnas son, algunas veces, un retomno a las cate- gorias antiguas de la etnologia. “Africanus sum”, declar6 en los afios 1550 el antropélogo francés Roger Bastide, para referirse al candomblé de Bahia: querfa de este modo mostrar su familiaridad con su terreno -el_candomblé- pero con esta declaracion defen- dia, al mismo tiempo, la idea, totalmente errénea, segin la cual el universo cultural brasilefio paien podria ser afticano. Esta concep- cién_seré retomada algunos decenios més tarde, entre los medios religiosos que se denominan puristas y anti-sincréticos del candom- bié y, de manera més general, por el movimiento de africanizacién de la cultura brasilefa, La aproximacién denominada constructivista supone, por el contrario, que la atenci6n principal del observador debe centrar- ‘se ms en las interacciones y las situaciones reales en las cuales 8 comprometen los actores, que en las representaciones a priori de las culturas de las que se supone que se trata. Es asi como, por ejemplo, a partir de los marcos y de los retos de situaciones de interaceién se convoca de manera selectiva la memoria, Para fun- dar la perspectiva situacional en la antropologia, Clyde Mitchell (4987) se apoya en la nocién de seleccién situacional introducida por Evans-Pritchard, para quien un mismo grupo étnico puede tener diferentes légicas de juicio y de accién segim la situacién. ‘Segiin Mitchell, el granero cultural se construye y se utiliza segin las selecciones situacionales, lo que puede hacer que sus compo- nentes se vuelvan diversos o contradictorios (véase Mitchell, 196; ‘Agier, 20009). Revista Calambione ide Antrepalogie ‘Women onere- dcr 000 LA ESCALA MEDIA DE LOS. PROCESOS CULTURALES dialéctica entre la situacién y el contexto, no es sélo una herramionta de andlisis y un objeto de reflexion més eviden- te hoy que antes entre los investigadores de las ciencias socia- les, Es también uno de los componentes de la actividad cultural ‘misma, tal como la podemos observar de manera repetitiva so- bre los terrenos més diversos y distan- tes. En las escalas microsociales el 3. visi ow! ysl nla sua con terreno del etndlogo-, emerge una mul- caremésparialomerea xl. titud de pequefias narrativas identita- ocretherpetvarenresiacons A ‘ears nee dels meson rias que ocupan el espacio dejado por [riemmennicmessle neon: las grandes narrativas en crisis-misién tw} Bers), Ape 000, cristiana, destino de las clases, proyec- cién nacional-, Estas aparecen en los contextos més diversos, pero se anclan de preferencia en los contextos urbanos; tienen ‘un contenido religioso, étnico o regional, pero muestran cons- trucciones hibridas, bricolages, heterogeneidades; en fin, son el fruto de la iniciativa de individuos, de pequetios grupos o de redes, que tienen frecuentemente dificultades para comunicar Ja especificidad de la cual ellos se reclaman. 4Cémo se forman estas nuevas narrativas? éCon cuéles acto- 10s? LEn qué contextos? Una buena manera de descubrir a estos actores es buscfindolos entre los informantes del etnélogo. Es tos informantes, hoy, son intermediarios de preferencia jéve- nes, més bien citadinos, escolarizados y regularmente conectados con las redes institucionales y de informacién globales. Ellos tienden a sustituir a los viojos sabios, adivinos y detentadores de todos los saberes culturales, aquellos pozos sin fondo de momorias tanto ancestrales como locales. Estos nuevos infor- mantes son étnicamente diferentes los unos de los otros pero socialmente muy homogéneos. Son ellos quienes poseen la ini- ciativa de las micro-estratogias identitarias difundidas a través, por ejemplo, de diversas agencias étnicas. Frecuentemente se auto-proclaman Iideres comunitarios o lideres espirituales, se especializan, incluso se profesionalizan, se convierten en ejecu- tivos de la identidad, enuncian la identidad de las comunidades, trabajan en la recuperacién y la salvaguardia de sus tradiciones en vias de desaparici6n o de descaracterizacién. A diferencia de ' L “JUEGO DE ESCALAS” 0, DICHO DE OTRO MODO, LA RELACION u RB To antropcogl de lor Waridodas ely wanes conampordnaat Jos ancianos, tienen el mundo entero como interlocutor. Este mundo, a su vez, les provee los instrumentos de pensamiento, 4 los que recurren en sus estrategias localizadas. Consecuente- mente, una cierta uniformizacién se consolida: en la forma, si no siempre en los contenidos de los movimientos identitarios, mientras més se diferencian, més se identifican con los otros que también se estan diferenciando. De hecho, africanos, afro- americanos y amerindios son alcanzados por el mismo reperto- rio de lenguaje étnico, hecho que invita a aproximar los estudios sobre sus procesos identitarios, dejando de lado los recortes geoculturales y disciplinarios en los cuales la antropologia clé- sica los ha separado ~africanismo, americanismo, etcétera~. A pesar de sus diversos grados de penetracién, imégenes y con- ceptos circulan de manera mas répida y masiva que munca, grec ‘ soportes ~papel,afiches, vallas, pantallas de todo tipo- accesi- bles por todas partes. De este modo, difundida al infinito, una imagen extremadamente simplificada y plana del mundo tiende a ssubstituir la experiencia personal y social de las tealidades. Gracias ‘a su extensi6n y a su eficacia, estos medios incitan a los actores locales a utilizar las mismas simplificaciones, las cuales les abrirén. cl acceso a los medios politicos y econémicos de la red global, y les permitirén comunicarse més eficazmente con socios y patroci- nadores. Los agentes, los ejecutivos de las empresas culturales e identitarias, se ubican pues, localmente, como mediadores de es- calas, lo que implica competencias de traduccién lingastica y cul- tural, y de accesibilidad para la activacién de redes sociales politicas extralocales. Estas competencias fundamentan su reco- nocimiento social dentro del contexto local y étnico en el contex- to global. Ellas les confieren ocasionalmente ciertos poderes delegados, pero les imponen también una tensién permanente en- {ne el llamado de lo global y los vinculos con lo local En este contexto identitario en el que se visualizan varias es- calas, la creacién cultural en s{ misma se tensiona al poner en relacién, por una parte, los imaginarios locales que deben aco- modarse siempre al peso de los lugares, de sus sociabilidades, de sus memorias , por la otra, las técnicas, los sconos y los discur- sos de la red global, los cuales circulan pricticamente sin trabas, libres de todo anclaje histérico, James Clifford (1996) ve en esta evolucién la prueba de una relacién més compleja entre idea dad y cultura, esta tiltima caracterizada hoy, segiin él, por la he- teroglosia, las invenciones parddicas y las ficciones realizadas, Revista Colombiana Woman’ ever 2000 Después de la desaparicién de las culturas naturales, subraya el ‘mismo autor, nosotros estariamos ahora en una era postcultural. A partir de una aproximacién diferente, Marc Augé (1997) vé en esta misma situacién, marcada por la invasin de imagenes en lo cotidiano y por la generalizacién de la aprehensién ficcional del mundo, un riesgo de agotamiento de las fuentes del imagi- nario: la realidad, fuente permanente de los imaginarios colecti- vos -mitos- 0 individuales -suefios, artes-, se vuelve desapercibida bajo la omnipresencia de las ficciones. Una relacién desleal se establece -en el tiempo- en la cual los imaginarios locales, socialmente més densos y de cierta forma pesados, se aprestan a alcanzar las retoricas globales, més fluidas y veloces, pero conservando siempre un compés de espera. La dominacion de los medios materiales e informaticos globales de la actividad cultural es tal, que obliga hoy a los individuos -si quieren “entrar en la modernidad’”, segtin los términos de Néstor Garcia Canclini (r990)-,a lena las rejillas vacfas de una ret6rica constrofiida, esencialmente dualista y simplificadora, y a ubicar su creacién cultural en este marco, a titulo, por ejemplo, del color local, del excedente minoritario de mayor valor de la estética étnica. En mi opini6n, no se trata de un final de las culturas, sino de un contexto nuevo para la creacién de sentido, a partir de una cierta disociacién entre lugares, identidades y culturas. Una ten- siGn se establece en una instancia intermediaria de creacién en- tre, por un lado, el repertorio global cuyos preceptos no conocen casi barreras materiales y, por ot, las relaciones sociales y sim- bolicas locales, cada vez més afectadas por conflictos, exclusio~ nes ¢ interrogaciones identitarias. Lo que el andlisis percibe entonces como un intervalo de ajuste, un momento borroso y turbio entre los constreftimientos de las miltiples escalas, es un tiempo muerto para el sentido. Es durante este intervalo proble- iético que se desarrollan los conflictos y las negociaciones de la identidad entre actores, asi como los ensayos de traduccién y de didlogo, pero es también el lugar del trabajo simbélico en si. Es alli, en ese nivel de creacién intermedia, que el sentido puede ser finalmente producido, al término de una alquimia entre discur- sos y simbolos de inspiracién heterogénea. Enfaticemos sobre este nuevo contexto y esta nueva modalidad de la invencién cultural, porque es también alli, en la misma instancia, que de manera inquietante se desarrolla el agotamiento del imaginario y la lobo- tomizacién de los espiritus: B 4 Michel Agier oropolog da os aidoder on los rons conemparbns La catéstrofe seria quo nos diramos cuenta demasiado tarde que lo real se ha convertido on ficeién, que no hay por tanto més ficciones {sdloes fctcio lo que se distingue de lo real) y mucho menos autor. (Auge, 197: 19). ‘Los grandes mitos metafricos de estas sociedades nuit] se desdibujan bajo el efecto de la escuela laica y de una evangelizacién mal ‘comprendida, seguida de esta verdadera lobotomizacién que provocan, los programas de televisin, los videos pomnograficos y de violencia, amplificados ahora por el internet (Malaurie, 19). DE La IDENTIDAD CULTURAL sos lugares y circunstancias, hace parte del repertorio slobal y sustenta, con su sola presencia, la hibridacion de.contex- tos, al tiempo que la niega en su enunciado. Esto es lo que se observa, por ejemplo, en el caso de las reivindicaciones identi- tarias de la gente negra y de los indigenas en América latina. De manera general, la identidad cultural se ha convertido en un lugar comiin de las nuevas formas de la politica, cuyas versio- nes extremas, etnonacionalistas y guerreras, muestran, a fin de ‘cuentas, la gravedad de este debate (Taguieff, 1996). En situacio- nes més ordinarias, como por ejemplo en los conffictos politi- os, territoriales y urbanos, cada grupo que expone su identidad cultural como fuente de legitimacién actual, hace prevalecer la apariencia estética, unificada e inmemorial, de ciertos rasgos -maneras de hacer, organizacién del trabajo, rituales, particula- ridades lingisticas, etcétera-. Estos actores niegan, por interés © por conviccién personal profunda, el trabajo que ellos mis- mos hacen sobre pedazos de cultura, heterogéneos y dispersos, para permitirle a Ja cultura recreada como cultura-objeto, ser identitaria, La identidad de un momento seré més tarde, cuando otros contextos y otras relaciones prevalezcan, tal vez. olvidada: la cultura del lugar en donde esto sucede hoy, habré sido para ese entonces, transformada, profundamente trabajada por esos pro- .ces0s identitarios. A pesar de la opiniGn de los actores mismos, el cetndlogo est més frecuentemente frente a culturas identitarias en proceso de hacerse, antes que a identidades culturales que F sper y ceva, e par per Revisle Colombiana ide Anvrepologie tendria solamente que describir ¢ inventariar; portadoras, por dems, de resistencias 0 adaptaciones. Esto no es nuevo, pero se ha hecho sin duda més evidente y generalizado hoy que an- tes: los contextos de competencia econémica, de individualiza- ion y de exclusién acentian en todas partes la interrogacién ‘dentitaria y, por Jo tanto, cierta obligacién de reflexividad que, ‘su ver, problematiza la creacién cultural ~iQuién soy yo, des- ués de todos estos espejos?-. Ast, hablar hoy de identidad cul- tural para defender derechos propios, no es sino una manera de decir cuénto, dentro de su fase creativa, depende la cultura de estrategias identitarias. Con el declive de las grandes narrativas, podemos decir que estamos hoy, a escala planetaria, ante una fase de redefinicién de las relaciones entre identidad y cultura Las nuevas culturas identitarias emergen apenas esbozadas, to- davia no consolidadas, Por tanto, es importante entender bien sus fuentes y procedimientos Una de estas nuevas narrativas, por ejemplo, es el discurso ya globalizado de la diéspora africana. Este constituye el con- texto identitario en el que se ubican las estrategias politicas y culturales de colombianos o brasilefios negros, por ejemplo, aquellos de Bahia de San Salvador, Brasil, o de Tumaco -en el pacifico colombiano- (véase Agier, 1999, 2000). Sus estrategias localizadas gravitan hacia redes politicas y econémicas que funden @ escala mundial el punto de vista de Ia identidad cultu- ral de la diéspora. El programa denominado “La ruta de los esclavos”, dirigido desde hace varios afios por la Unesco, es un aspecto de esta red mundial. Ahora bien, la diéspora funciona también como un grupo de interés en las grandes instituciones internacionales. El asistencialismo o el sponsoring de carécter 6tnico dan vida a grupos culturales locales, por ejemplo a aque- Mos que redinamizan el currulao y la marimba como simbolos de la cultura negra en un pais como Colombia. Estas précticas asistencialistas son también puertas de entra- da para el neoliberalismo econémico. Por ejemplo, a finales de 1966, tuvo lugar en Washington la reunién “AfroAmérica XXI", bajo el auspicio del Banco Interamericano de Desarrollo, una ONG internacional y la agencia de cooperacién canadiense. En el marco de este evento, al que asistieron representantes de or- ganizaciones negras de Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Peri, Repiblica Domini- cana, Uruguay y Venezuela, se decidié favorecer la emergencia 3B 6 Michal Agiar es onropogi lor rides el ensonesconemporneae de una red econdmica afro-americana sobre la base de las di- versas organizaciones negras existentes en es0s paises, con el fin de patrocinar la biisqueda de socios supra-nacionales -OEA, Unicef, PNUD, OFT-, la formacién de asociaciones negras y de bancos afro-americanos, considerados como instrumentos pri- vilegiados para el desarrollo econémico y social independientes de las estructuras nacionales de los respectivos pafsos, las cua- les fueron tildadas, para la ocasién, de clientelistas (Charier, 1900). Este tipo de propuestas suscitan, a su vez, la emergencia local de reivindicaciones sociales en un lenguaje neo-étnico y, en conse- ‘cuencia, favorecen un retomo reflexivo sobre la cultura y la ances- tralidad. Dicho de otro modo, es poco probable que el ritual urbano del retorno de la marimba hubiese existido en el carnaval de Tuma- co sin la accién social, cultural y pedagégica desarrollada en esta ciudad y en su regidn por diversas organizaciones internacionales, piiblicas y privadas, durante la veintena de afios que lo precedie- ron. Bl sainete camavalesco del refomo de fa marimba pone en escena las figuras miticas de la regién: el diablo, el tocedor de ma- rimba endemoniado y un cura, los cuales en principio presentan cualidades ambiguas y multiples: el diablo es a veces el enemigo y ‘a veces el aliado del marimbero, el cura desafia al diablo pero es 61 mismo considerado a veces como una expresién diabélica; en fin, tanto el cura como el diablo son descritos alternativamente como de color de piel blanca, negra o mestiza. Sin embargo, en e! marco del nuevo camaval urbano, el diablo y el marimbero se convier- ten, de manera unfvoca, en los representantes de un paganismo local y de una resistencia negra sobrevalorizada, de cara al perso- naje del cura, representado como un blanco y como la expresién de la poderosa jerarquia catdlicat. De manera general, la cultura que se define dentro de las relaciones de la diéspora tiende a solici- tar localmente alguna simplificacién de las ‘{rocwadezecandea, ideas, en la forma de dualismos facilmentetra- iEaa/tene agertivo9.” ducibles y asimilables a la ret6rica africana ‘global -blanco!negro, naturaleza/cultura, ca- tolicismo/paganismo, etcétera-. As{ mismo, un cierto mimetismo con lo que se considera como étnicamente correcto a nivel global, influye sobre el trabajo cultural: si bien éste continua siendo loce- lizado, deja de ser precisamente local ‘También es posible encontrar los efectos de este proceso en la transformacién de los cultos antiguos de posesién politeistas hoy convertidos en religiones identitarias, tanto en el Africa negra Revise Colombiana renee diciembre 3000 como en las américas negras. En estas religiones, la plasticidad y Ja transformabilidad de las creencias paganas tienden a desapare- cer, haciendo que el antigo estigma del colonizador cat6lico con- trael paganismo se vuelva la referencia formal de la edefinicion del paganismo mismo en el marco oficial de la identidad. Podriamos concluir, entonces, que en los nuevos contextos identitarios, los actores ~culturales, politicos- deben ajustarse per- ‘manentemente a los constrefimientos y las informaciones loca- les y globales. Desde el punto de vista de la creacién cultural, 0 ritual, més precisamente, las combinaciones simbélicas se vuel- ven diferentes a los sincretismos de antes, que eran, por defini- cién, duales. Hoy, no existen sincretismos propiamente dichos, ya que los contextos culturales estén, ellos mismos, transforma- os, integrados y mezclados, en el sentido de mundos mezclados ‘como aquellos alos que Serge Gruzinski (ise) se ha referido para describir el marco de sus investigaciones hist6ricas sobre el mes- tizaje cultural. En el mismo espiritu, Sidney Mintz y Richard Pri- e (1976) desarrollaron, a propésito de las culturas afro-americanas, tuna critica pionera sobre las teorias del encuentro entre dos cul- turas supuestamente homogéneas la europea y la africana-, como Ja propuesta anteriormente por Herskovits (1966) al hablar de las, 1e-interpretaciones africanas en el nuevo mundo. Por el contra- rio, Mintz y Price defendieron el punto de vista segtin el cual la cultura afro-americana es, de entrada, una creacién, o un remode- Jnje, operados en el contexto de las nuevas instituciones sociales de la esclavitud, Su investigacién trata, como la Senge Gruzinski, de un primer mestizaje, que ilumina pero que, a mi manera de ver, difiere también de aquel que observamos hoy. Los mestizajes actuales no ponen en contacto mundos realmente extraiios, civi- lizaciones por descubrir. Son producto de la rlacién local/global, Ja cual constituye el contexto social de partida para todas las, creaciones culturales ¢ identiarias. Estamos todos frente a una amplia complejidad cultural (Hannerz, 1992) a la cual cada uuno- individuo, lugar, o grupo- tiene acceso con sus competen- cias y redes propias. En este marco se efectian, en cada situa- cién, las mezclas de informaciones que nutren nuevas narrativas ‘identitarias, 8 Michel Agiee \o anopcogi dear daradedes eos onones cvlemporeness REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Acres, M. 1999. “El carnaval, el diablo y la marimba: identidad y ritual en Tumaco”. En M. Agier, M. Alvarez, O. Hoffmann y E. Restrepo. Tumaco haciendo ciudad. Historia, identidad, cultura: 197-244. Ican/IRD/Univalle. Bogoté 2000. Anthropologie du carnaval. La ville, la féte et T Afrique a Bahia, Editions Parenthases (Dif, PUF). Marseille. 20008. La antropologia situacional como método de investigacién urbana, Ponencia al 1! Congreso de investigacién urbano-regional, Facultad de artes, Universidad Nacional de Colombia. Bogoté, 13/04/2000. Ansett, JoL., ¥ E. MBorouo (eds). 1985. Au coeur de I”ethnie. Bthnies, tribalisme et état en Afrique. La Decouvert, Paris. Anseits, J-L. (1990). Loguiques métisses. Anthropologie de lidentité en Afrique and ailleurs. Payot. 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