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Carles Monereo
Autonomous University of Barcelona. SINTE team Research
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All content following this page was uploaded by Carles Monereo on 16 January 2015.
En el caso del profesor y a diferencia de padres y familiares, esta mediación debe estar
presidida pos la conciencia y la intencionalidad. El profesor ha de planificar las actividades
Esta aproximación que ha de realizar el docente hacia los significados del niño define la
zona de desarrollo que postulara Vigotsky (1979), en la que el aprendiz, a partir de sus
conocimientos efectivos, puede acceder a nuevos estadios de competencia a través de la
actividad mental constructiva que puede desplegar gracias a las ayudas facilitadas. En la
escuela estas ayudas son gestionadas por el profesor en forma de preguntas, datos,
sugerencias, problemas, metáforas, ejercicios, imágenes, ejemplos, etc. Se ha utilizado a
menudo la analogía del andamio para explicar cómo un agente educativo puede promover
grados superiores de aprendizaje situándose siempre unos pasos por delante del aprendiz,
tal como hace un andamio en la construcción de un edificio, hasta que éste controle la
actividad y consiga nuevos grados de autonomía.
Considerar, como hemos visto, las relaciones entre el desarrollo y el aprendizaje como
fenómenos dependientes de los procesos de construcción, culturización, contextualización,
mediación y adquisición de autonomía, impone un cambio radical en las prácticas
educativas, en las orientaciones didácticas, en los estilos docentes y, por extensión, exige
una profunda revisión de las funciones del asesor psicopedagógico y del tipo de relaciones
profesionales que deberá impulsar en su trabajo.
En definitiva la misión del asesor o asesora que trabaje desde un enfoque constructivista
será la de conseguir que el centro educativo desarrolle al máximo sus potencialidades, de
ahí el paralelismo que puede establecerse entre el concepto de zona de desarrollo potencia]
y lo que sería una zona de desarrollo institucional, la distancia teórica existente entre los
avances que puede realizar una institución educativa sin ayuda o con la ayuda de un
asesoramiento eficaz.
Por supuesto, como apunta Solé (1994), la asimetría de conocimientos y las relaciones de
poder que existen entre un adulto y un niño son del todo intransferibles al caso que nos
ocupa, las relaciones que se establecen entre la comunidad educativa de un centro y un
asesor o asesora psicopedagógico. Sin embargo pensamos que la analogía con la zona de
desarrollo, a efectos didácticos, continúa siendo ilustrativa pues otorga al asesoramiento
una función de colaboración en la construcción de andamios o de guías para que el centro
consiga estadios superiores de funcionamiento institucional, que define con nitidez el punto
de vista constructivista.
Ayudar al equipo directivo y a los equipos docentes en la toma de decisiones ajustadas a los
objetivos perseguidos y a las peculiaridades del centro, en especial en lo referente al
cumplimiento de las medidas y soluciones formuladas en los distintos documentos que el
centro elabora para regular su actividad, así como en ese proceso de elaboración.
Disponer de criterios para evaluar a los alumnos con dificultades de aprendizaje con el
propósito de identificar el tipo e intensidad de las ayudas que necesitan para progresar, así
como para analizar, conjuntamente con los docentes, las condiciones que favorecen la
permanencia de las dificultades y las que permiten superarlas.
El objetivo debe ser, en todo momento, garantizar el acceso de los alumnos al currículum
común, para lo cual se deberá contar tanto con los recursos más próximos y ordinarios
-modificaciones en la metodología de enseñanza, horas de refuerzo, adaptación de
actividades y materiales curriculares-, como con los de carácter`_extraordinario -uso de
tecnologías especializadas, cambios en algunas áreas del currículum, sesiones de logopedia,
fisioterapia, etc.
Desde la óptica constructivista en la que nos situamos, los distintos contextos interactivos
sobre los que interviene el asesor deben considerarse sistemas complejos formados por un
conjunto de elementos interdependientes, de forma que cualquier acción sobre uno de esos
Esta misma interdependencia entre los elementos de todo sistema (el centro en su conjunto,
pero también subsistemas como los equipos directivos, los equipos de profesores, las
clases, las familias, etc.) hace que en caso de crisis o conflicto el sistema sea capaz de
reequilibrarse y autogenerar cambios en las relaciones entre sus elementos para evitar la
perturbación. Ocurre, sin embargo, que algunas de las medidas de reequilibrio que adopta el
sistema pueden ser frágiles, regresivas, contraproducentes, superficiales e incluso ficticias,
como la negación de la propia existencia del conflicto (Solé, 1994); en estas circunstancias,
la función del asesor se torna delicada, y a menudo únicamente puede aspirar a señalar la
permanencia del conflicto y el carácter provisional de la solución encontrada.
Por otra parte el propio sistema-escuela mantiene relaciones de interdependencia con otros
sistemas de naturaleza educativa, terapéutica, laboral, política o social; ello obliga al asesor,
en ocasiones, a colaborar con profesionales de otros sistemas para tratar de llegar a
consensuar marcos de cooperación que beneficien a ambas partes.
De nuevo el asesor deja de ser el técnico que dictamina y prescribe la intervención que se
debe llevar a cabo, y concentra su atención en tratar de construir un con texto de
colaboración, primero con los profesores y padres de los alumnos, y después con otros
profesionales, donde compartir el significado y el sentido de la intervención
psicopedagógica. Esto supone partir de un conocimiento negociado sobre las funciones y
roles del otro, clarificando los límites y responsabilidades de cada uno y evitando la
continua demanda de recetas y soluciones inmediatas que únicamente permiten colocar
remiendos a los problemas.
Como hemos comentado la OIP debe contemplar las relaciones que se establecen entre los
distintos sistemas que interactúan en el seno del escenario educativo. La interacción entre
esos sistemas, cada uno con su propio discurso o texto, da lugar a distintos con-textos que
en algunos casos resultan conflictivos o problemáticos para la institución, para los
profesores, para los alumnos y/o para las familias.
- (Para qué se actúa) Partiendo de unas concepciones y finalidades que definen el sentido
y el significado que tienen las acciones que se realizan en el escenario.
- (De qué modo se actúa) A través de unas modalidades de interacción que establecen las
relaciones de simetría, las formas de comunicación y el nivel en que se comparten los
significados.
Durante la conferencia se ofrecerá algún ejemplo de este tipo de análisis que, en todo caso,
deberá permitir definir el problema conjuntamente con los actores involucrados, delimitar
las condiciones de la intervención, lograr una construcción compartida de posibles
soluciones y establecer acuerdos sobre el seguimiento y evaluación de la intervención.
Las ventajas de este tipo de análisis de los “contextos de asesoramiento” son múltiples:
1.1. Para examinar de forma mucho más sistemática, rigurosa y compleja intervenciones
que ya se han llevado a cabo y cuyo resultado no ha sido el esperado, con la finalidad de
aprender de los errores y mejorar próximas intervenciones en contextos similares.
1.2. Para planificar intervenciones que tengan en cuenta a todos los agentes y variables
implicadas y aprovechen el carácter sistémico de sus interrelaciones para optimizarlas.
¿En las situaciones en las que el/la asesor/a posee mayor autonomía y parte de un modelo
explícito de asesoramiento de orientación educacional-constructiva, el principal ámbito de
trabajo son demandas de carácter organizativo y preventivo provenientes de los equipos de
dirección y coordinación del centro?
Entre los principales desafíos que se plantean a la OIP en los centros educativos en el seno
de la “Sociedad del Conocimiento” en la que se integran, destacaríamos:
Crear formas de dependencia de los profesores por sustitución de algunas de sus funciones,
lo que puede llevar a una progresiva desprofesionalización del profesorado.
Favorecer una serie de competencias básicas que permitan a los alumnos actuar, en un
futuro próximo, como ciudadanos de pleno derecho.
Seis bloques constituirían, desde nuestro punto de vista, las competencias básicas que
deberían potencias los/as asesores/as : Aprender a aprender, aprender a cooperar, aprender a
comunicarse, aprender a empatizar, aprender a criticar y aprender a automotivarse.
Y por último, las posibilidades de asesoramiento que ofrecen los distintos departamentos
de nuestras universidades.
Todo este conjunto de principios, análisis, recursos y prevenciones concurren en una idea
nuclear que es en definitiva la que debe guiar en todo momento nuestro quehacer
profesional y que daba título a un interesante artículo de Fernando Hernández publicado en
Cuadernos de Pedagogía: lograr que cualquier alumno, en cualquier contexto educativo,
encuentre su lugar para aprender.
Bibliografía
Monereo,C. y Pozo,J.I (coord..) Tema del mes: Competencias para sobrevivir en el siglo
XXI. Cuadernos de Pedagogia, 298; enero de 2001.
Pozuelos, F.. (2001) Asesorar desde la colaboración. Cuadernos de Pedagogía, 302; 50-54.
Vigotsky, L.S. (1979). The development of the higher forms of attention in childhood.
Soviet Psychology, 23; 1-20.