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LA UTOPÍA DE LA

INDUSTRIALIZACIÓN
Carlos Toranzo- 02/04/2013

Se puede partir de la idea de la industrialización en Bolivia como un


sueño utópico y errado en el país. Hace un siglo se hablaba de
industrialización, muchos sectores sociales tienen la esperanza en
ella, pero, hasta ahora nadie, ningún Gobierno la pudo cumplir. No la
pudo materializar el MNR de la Revolución de Abril, tampoco la puede
hacer el MAS.

Desde el Informe Económico de 1949 de la CEPAL, con base en las


ideas de Raúl Prebisch, se comenzó a teorizar sobre la
industrialización sustitutiva de importaciones de América Latina; se
hablaba de cambiar el patrón de desarrollo, de sustituir
importaciones, que significaba edificar industrias dentro de nuestros
países para no importar alimentos ni productos industriales de otras
naciones.

¿Quién, qué país lo ha logrado? Sólo Brasil y, parcialmente, México.


Perú vive de exportar materias primas, Ecuador lo propio, Chile
también, aunque exporta un poco de vino y otros productos con valor
agregado. El test empírico de América Latina constata que Honduras
no tiene industrialización sustitutiva, no la posee Nicaragua, ni el
Salvador, Panamá, ni ningún país pequeño.

Algunas naciones han diversificado un poco su industria, pero en


general viven de exportar materias primas. La Bolivia colonial
exportaba minerales, la Bolivia republicana vivió de exportar goma,
estaño, plata y gas. Esa constatación induce a pensar que no vamos
a dejar de ser un país primario-exportador; el sueño actual de la
industrialización es de tipo estalinista, implica “electrificación más
soviets”, rescata la idea de la verticalización de la industria de los
minerales y de los hidrocarburos, pero parece que eso no se
cumplirá. Pero el sueño es persistente, se dice ahora que
produciremos pilas o baterías de litio, aunque el examen concreto de
la historia nos dice que quizás sólo lleguemos a producir carbonato de
litio.

En nuestro continente casi todos son países primarios exportadores y


no nos hemos preocupado de explicar que la teoría de la CEPAL se
equivocó, pues el sustitutivo de importaciones era sólo válido para
uno, dos o tres países. Y si nuestras naciones no han podido
industrializarse, si ésa es la historia de casi dos siglos, quizá hay que
cambiar la pregunta. ¿Podremos industrializarnos algún día? O mejor
aún, preguntarnos ¿cómo manejar mejor el sector primario
exportador?

Porque hay países, como Canadá, que han vivido y viven de la


exportación de materias primas, pero tienen mayor planta industrial,
más equidad y mejores instituciones que todos las países de América
Latina.

Quizá la maldición no sea la existencia de recursos naturales, sino el


que no los utilicemos para reinversión productiva, inclusive para
manejar mejor los sectores que producen los excedentes en el campo
de las materias primas. ¿Cómo no poder invertir mejor los recursos
del gas para convertir en sostenible la producción del propio sector
gasífero? Los países que han logrado algún grado importante de
industrialización en América Latina son naciones que poseen grandes
mercados, como Brasil o México, y ése no es el caso de Bolivia, que
tiene un mercado minúsculo.

Quizás no se debe soñar en tener una industria que inunde el mundo


ni grandes plantas industriales, sino solamente con administrar mejor
el sector primario exportador, modernizarlo tecnológica y
administrativamente y poseer la compañía de una industria pequeña,
pero aceptable, por ejemplo, de calzados, de textiles, de unos
cuantos alimentos. Por lo menos deberíamos producir nuestra harina,
nuestra azúcar, unas pastas, incluidas las de quinua, y otros
productos elementales para el consumo cotidiano de los bolivianos.

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