Se puede partir de la idea de la industrialización en Bolivia como un
sueño utópico y errado en el país. Hace un siglo se hablaba de industrialización, muchos sectores sociales tienen la esperanza en ella, pero, hasta ahora nadie, ningún Gobierno la pudo cumplir. No la pudo materializar el MNR de la Revolución de Abril, tampoco la puede hacer el MAS.
Desde el Informe Económico de 1949 de la CEPAL, con base en las
ideas de Raúl Prebisch, se comenzó a teorizar sobre la industrialización sustitutiva de importaciones de América Latina; se hablaba de cambiar el patrón de desarrollo, de sustituir importaciones, que significaba edificar industrias dentro de nuestros países para no importar alimentos ni productos industriales de otras naciones.
¿Quién, qué país lo ha logrado? Sólo Brasil y, parcialmente, México.
Perú vive de exportar materias primas, Ecuador lo propio, Chile también, aunque exporta un poco de vino y otros productos con valor agregado. El test empírico de América Latina constata que Honduras no tiene industrialización sustitutiva, no la posee Nicaragua, ni el Salvador, Panamá, ni ningún país pequeño.
Algunas naciones han diversificado un poco su industria, pero en
general viven de exportar materias primas. La Bolivia colonial exportaba minerales, la Bolivia republicana vivió de exportar goma, estaño, plata y gas. Esa constatación induce a pensar que no vamos a dejar de ser un país primario-exportador; el sueño actual de la industrialización es de tipo estalinista, implica “electrificación más soviets”, rescata la idea de la verticalización de la industria de los minerales y de los hidrocarburos, pero parece que eso no se cumplirá. Pero el sueño es persistente, se dice ahora que produciremos pilas o baterías de litio, aunque el examen concreto de la historia nos dice que quizás sólo lleguemos a producir carbonato de litio.
En nuestro continente casi todos son países primarios exportadores y
no nos hemos preocupado de explicar que la teoría de la CEPAL se equivocó, pues el sustitutivo de importaciones era sólo válido para uno, dos o tres países. Y si nuestras naciones no han podido industrializarse, si ésa es la historia de casi dos siglos, quizá hay que cambiar la pregunta. ¿Podremos industrializarnos algún día? O mejor aún, preguntarnos ¿cómo manejar mejor el sector primario exportador?
Porque hay países, como Canadá, que han vivido y viven de la
exportación de materias primas, pero tienen mayor planta industrial, más equidad y mejores instituciones que todos las países de América Latina.
Quizá la maldición no sea la existencia de recursos naturales, sino el
que no los utilicemos para reinversión productiva, inclusive para manejar mejor los sectores que producen los excedentes en el campo de las materias primas. ¿Cómo no poder invertir mejor los recursos del gas para convertir en sostenible la producción del propio sector gasífero? Los países que han logrado algún grado importante de industrialización en América Latina son naciones que poseen grandes mercados, como Brasil o México, y ése no es el caso de Bolivia, que tiene un mercado minúsculo.
Quizás no se debe soñar en tener una industria que inunde el mundo
ni grandes plantas industriales, sino solamente con administrar mejor el sector primario exportador, modernizarlo tecnológica y administrativamente y poseer la compañía de una industria pequeña, pero aceptable, por ejemplo, de calzados, de textiles, de unos cuantos alimentos. Por lo menos deberíamos producir nuestra harina, nuestra azúcar, unas pastas, incluidas las de quinua, y otros productos elementales para el consumo cotidiano de los bolivianos.