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Historia Medieval y Temprano Moderna

Fernando de los Ángeles

La Revitalización Urbana: Siglos XII y XIII

Tras el caos de las segundas invasiones bárbaras los reinos europeos se encontraban en condiciones
de reestablecer el orden, el cual permitía un crecimiento, tanto demográfico como económico. La paz 1

sucede a las incursiones y los pillajes, creando una seguridad que permite renovar la economía y, sobre
todo, al ser menos peligrosas las rutas terrestres y marinas, acelerar el comercio. Al disminuir, además, la
mortalidad por accidente, mejorar las condiciones de alimentación y las posibilidades de subsistencia, se
produce un extraordinario aumento demográfico que provee a la cristiandad de consumidores, mano de
obra, y un stock humano del que tomará sus hombres el comercio. Para Le Goff el desarrollo de las
ciudades está vinculado a los progresos del comercio.

Para la mayoría de los historiadores los siglos XII y XIII son vitales para entender la consolidación
final de los estados.

“La población aumenta de día en día, y la ciudad cuanta cada vez mayor número de edificios… Es
evidente la fertilidad del territorio, la abundancia de bienes de consumo… No hay ningún hombre, que, si
tiene salud y no es un haragán, no consiga ganarse la vida con la dignidad que conviene a su posición
social. En los días de fiesta, cuando se ve a los nobles y a la gente del pueblo, todos bien vestidos, cuando
se ve los alegres grupos de niños, corriendo de acá para allá, las bellas reuniones, los hermosos grupos de
damas y mujeres jóvenes, semejantes a hijas de reyes, paseándose o sentadas en el umbral de su puerta,
¿quién negaría que se trata del espectáculo más brillante que pueda uno contemplar de ambos lados del
mar?” (López Robert, “El Nacimiento de Europa”. pág. 281)

Después del año 1000 los campos pudieron ser mejor cultivados, la causa fundamental fueron las
mejoras técnicas que se aplicaron a ante todo el perfeccionamiento del utillaje: “(…) los progresos de las
herramientas (arado con rueda, utensilios de hierro” y los métodos de cultivo (rotación trienal)”1, siendo
esta última la que aceleró la expansión agraria en Europa. No solo las mejoras técnicas permitieron un
aumento de los rendimientos y la conquista de nuevos espacios, sino que existieron otros factores que
incentivaron los progresos agrícolas: el renacimiento del comercio y el auge de los núcleos urbanos. Esta
conjugación revolucionaria basado en el comercio permitirá la gestación de nuevo grupo social: la
burguesía, cuya fuente de riqueza se encuentra en el dinero y no en la tierra.

1
LE GOFF, Jacques (1974): “La Baja Edad Media”. México, Siglo XXI., p. 26
“Aspirando a horizontes más ensanchados, la burguesía europea, durante la Baja Edad Media,
debe entrar inevitablemente en conflicto con los poderes constituidos en todos los géneros, en todos los
niveles: Obispos, abades, condes, marqueses, reyes, emperadores, papas”2. Los burgueses no tienen
interés en pagar impuestos que no les beneficien, ni participar en guerras que paralicen su comercio, ni
en obedecer leyes que no contemplan sus intereses. Lo que si reivindican es la libertad de movimiento,
donde las mercancías puedan circular libremente sin demasiados impuestos, y que los comerciantes
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puedan entrar libremente a las ciudades y aquellos que deseen establecerse en estas puedan hacerlo sin
que sean obstaculizados por los antiguos vínculos de servidumbre.

Solamente en Italia las ciudades llegan a ser dueñas absolutas de sus destinos. No tienen necesidad
de “cartas franquicias”: su independencia ha sido conquistada por medio de grandes luchas que tiene
como consecuencia la obligación de la nobleza a someter a las leyes del municipio o a desaparecer. Para
López afirma “(…) que la burguesía medieval forjó y dirigió el Estado ‘como un buen negocio’. Su política
estuvo al servicio de la economía”.

Como esta crecía en número y riquezas, tendió a convertirse en una organización autárquica que
podía llevar una existencia independiente, al margen de los órganos regulares del Estado feudal. Como
los mercaderes fueron adquiriendo poder, aspiraron rápidamente a tomar funciones políticas, jurídicas y
militares. Funciones que antiguamente perteneció de forma exclusiva a los obispos, condes o a los
representantes del Estado feudal.

“De este modo nació la commune, una de las mayores creaciones sociales de la Edad Media. La
comuna era una asociación en la cual todos los habitantes de la ciudad, y no sólo los mercaderes, se
comprometían por juramento a preservar la paz común, a defender las libertades comunes y a obedecer
a los funcionarios comunes”3. Los movimientos comunales fueron asociaciones de burgueses que se
gobernaban entre ellos, dejando de lado al señor feudal, formando una especie de “casta” aristocrática
que se imponía a los trabajadores que escapaban del campo a la comuna o la ciudad, en realidad no existía
esa dicotomía entre ciudad y campo ya que “(…) la ciudad era también el centro del poder feudal: su
aristocracia guerrera acaparaba los cargos políticos (…) e incluso, durante algún tiempo, los
eclesiásticos (…)”4.

El gobierno de los municipios ofreció al mayor número de individuos la oportunidad de hacer oír su
voz en la dirección de los asuntos públicos. Para López merece ser celebrado como un ejemplo de

2
LÓPEZ, ROBERT (1965): “EL Nacimiento de Europa. Siglos V-XIV”. Barcelona. Ed. Labor., p. 288
3
DAWSON, Christopher (2010): “La Religión y el Origen de la Cultura Occidental”. Madrid, Encuentro., pp. 185-186
4
HERRS, Jacques (1984): “Historia de la Edad Media”. Barcelona. Ed. Labor., p. 139
democracia progresista. La democracia municipal no fue y no quiso ser igualitaria y total. Tanto los
municipios como los reinos, no buscó la mayoría absoluta sino el consenso de “la parte más valiosa”.

En un Estado gobernado por hombres de negocios y puestos por ellos al servicio de la prosperidad
de sus negocios las raíces profundas de toda lucha política y social podían ser económicas.

De todas las libertades, la de los campesinos es la más difícil de conquistar, su suerte no se halla
3
vinculada a la del municipio urbano. El municipio no reconoce la servidumbre, a pesar de que la tolera en
los lugares y los momentos que le es útil. Tampoco se limita a dar la libertad a los siervos que entran en
la ciudad, sino que favorece su emancipación en todo su territorio. Si les concede la libertad es sobre todo
para que paguen los impuestos, produzcan sin obstáculos insumos y materias primas, suministren mano
de obra barata, de la que constantemente tiene necesidad la economía urbana, se prohíbe el
establecimiento de industrias que puedan competir con aquellas que están ubicadas en las ciudades.

Para López la libertad de contratación y movimiento que permite a los campesinos más
emprendedores cambiar de tierra o amo, o buscar suerte (fortuna) en la ciudad, constituye en si una gran
ventaja. Esta libertad viene reforzada por las tradiciones individualistas de técnica agrícola y del Derecho
romano, fecundada por el desarrollo extraordinario de la ciudad, revitalizada por el interés humano de la
burguesía, la movilidad de clases.

Con la nobleza hubo lucha, asimilación o eliminación. A veces la nobleza, cuyo debilitamiento está
relacionado con la decadencia de la economía rural, permaneció voluntariamente apartada de las
actividades económicas que constituían la fuerza de la economía mercantil. Los nobles se fusionan con la
clase comerciante, de esta fusión nace una aristocracia en la que se confunden los antiguos señores
feudales, los antiguos funcionarios señoriales o reales y los nuevos ricos. Le Goff plantea que no hubo
antagonismo profundo entre el mercader y el noble. El conflicto se da entre la antigua nobleza y la nueva,
que es el resultado de la fusión entre comerciantes de origen noble y comerciantes de origen burgués.

A los que visitaban la feria prometía el señor del lugar protegerlos contra los pillajes y agresiones
del exterior y ahorrarles sus propias “vejaciones” habituales. Entre estas vejaciones ocupaban el primer
lugar la albañilería (confiscaciones de los bienes del comerciante en el caso de que falleciera en tierra
extranjera) y la represalia (confiscaciones de los bienes e incluso encarcelamiento en algunas
oportunidades de aquellos que se sustraían a sus obligaciones). Se les ofrecía generalmente condiciones
aduaneras favorables, el empleo de albergues, almacenes, monedas acuñadas, la autorización de usar una
jurisdicción especial.
Aunque las nociones de economía de los soberanos no hayan sido lo suficientemente fuertes para
permitirles formular una doctrina proteccionista o mercantilistas antes de tiempo, sabían lo suficiente
para utilizar para sus propios fines prohibiciones y permisos de importación y exportación. Hecha para los
comerciantes, la legislación era expeditiva. La albarrania era considerada una costumbre de los bárbara y
feudal; la represalia se resolvía generalmente por la vía legal. Los comerciantes extranjeros, al no aparecer
como comerciantes peligrosos, gozaban de una libertad de residencia y comercial casi ilimitada. La
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industria hotelera, muy desarrollada, otorgaba alojamiento en todo momento. Las ferias, cuando se
celebraban no tenían más finalidad que la de sugerir los lugares y las fechas favorables. La atracción de
compradores no se hacía por medio de privilegios especiales, sino a través de una organización comercial
práctica.

La revolución de la baja Edad Media fue una Revolución industrial que debió afrontar los mismos
problemas que la revolución industrial moderna. En cada ciudad la industria fue dominada por algunos
empresarios capitalistas, comerciantes más bien que industriales, que no intervienen en la producción,
sino que regulan la primera y la última fase: adquisición de materias primas, venta de productos
manufacturados. Estrategas de la producción, deciden en buena parte el volumen y los precios de la
misma, en previsión de la demanda futura en un mercado internacional abierto a la competencia y por lo
tanto de expansión como de crisis.

“La prosperidad de ciertos grandes comerciantes italianos tuvo su origen en gran medida, en las
operaciones financieras y comerciales que realizaban a cuenta del papado, una de las grandes potencias
en dinero (…)”5. También contribuyen los préstamos a soberanos o ciudades y la participación en la deuda
pública, a estos beneficios se le sumaban privilegios a los mercaderes que tenían repercusiones en su
posición económica. Los papas concedían salvoconductos a los mercaderes errantes, los convertían en
comerciantes privilegiados. En caso de quiebra se evitaron las penas extremas, como la condena a muerte
o la prisión, hasta se evitó con frecuencia que los pocos bienes del quebrado se vendieran. La medida que
se aplicó consistía en que el quebrado en fuga tuviese un salvoconducto por un período durante el cual él
procuraba un arreglo amistoso con los acreedores.

El comercio interior de larga distancia y aún más el comercio local tienden a ofrecer riesgos, pero
también ganancias menores que el comercio marítimo. No reunieron ni mucho capital ni mucha audacia.
También los ejercieron un número mayor de personas, generalmente humildes. En los límites aceptados
por los reglamentos y municipales, los artesanos venden al por menor en su propia tienda, sin pasar por

5
LE GOFF, JACQUES (1962): “Mercaderes y Banqueros en la Edad Media”. Buenos Aires. EUDEBA, pp. 33-34
el comerciante al por mayor. Vender bien es lo que importa y no mucho. Por esta razón se presta atención
a la calidad de los productos, los cuales tendrán durabilidad.

Cuando hay opción se prefiere los transportes marítimos a los terrestres ya que son menos caros,
cuestan veinticinco veces menos, y se adaptan a la diversidad de los cargamentos. Para las mercancías
“finas” embarcaciones elegantes, con remos, con una poderosa escolta armada, mientras que para las
mercancías “ordinarias” barcos de velas. La mayor parte de los cargamentos eran alimentos, materias 5

primas poco costosas: sal, vino, cereales, pescado, queso, aceite, algodón, madera, entre otros. Una época
de hambre, una guerra, o un cambio de tarificas aduaneras podía imponer la necesidad de transportar
mercancías a larga distancia.

En los comienzos de la revolución comercial, el tráfico marítimo era ya intenso en cada una de las
cuencas que rodean a Europa (mediterráneo, mar negro, atlántico, mar del norte y el Báltico). Al abrir los
italianos, escandinavo, alemanes, gradualmente una ruta marítima continua entre estos mares se escribe
una de las páginas más importantes de la unificación europea. Los progresos de las comunicaciones por
carretera durante la Edad Media se miden por el número de las arterías y no por la calidad de las mismas.
No hay aldea, santuario o feria que no tenga sus vías de acceso, caminos reforzados de piedras. Esta red
compacta ha empezado a formarse en la época del particularismo y sigue desarrollándose gracias a la
iniciativa de las autoridades locales, a las hermandades religiosas, a las asociaciones de comerciantes,
raramente bajo el patronazgo de la autoridad central. Los comerciantes prefieren carreteras mediocres,
ya que estas no son costosas.

Una forma fundamental de asociación fue el contrato de commenda, en ella los contratantes se
presentaban como asociados, en la medida en que había reparto de riesgos y beneficios; relación entre
prestamista y deudor. En el contrato un comanditario tradicional anticipa a un mercader errante el capital
necesario para un viaje de negocios. Si hay pérdida, el prestamista corre con todo el peso financiero y el
deudor no pierde otra cosa que su trabajo. Si hay ganancias, el prestamista, sin moverse de su residencia,
recobra su capital y recibe una parte de los beneficios, en general las tres cuartas partes de éstos. En la
commenda caracterizada como societa, el comanditario que no viaja anticipa los dos tercios del capital,
en tanto que el deudor contribuye con el otro tercio y su trabajo. Si hay pérdidas, se reparten éstas
proporcionalmente al capital invertido si hay ganancias, se dividen a medias. Este tipo de contrato se
firmaba por lo general por un viaje.

El comercio terrestre tenía sus propias tipologías de contrato: la compagnia y la societas térrea. En
la compagnia, los contratantes están íntimamente unidos entre si y se reparten los riesgos, las esperanzas,
los beneficios y las pérdidas. La societa térrea recuerda a la commenda. El prestamista corre con todos
los riesgos de pérdida y las ganancias en general se reparten a medias. Pero hay mayor elasticidad en la
mayoría de las cláusulas: la porción de capital invertido puede variar muchísimo, en general, la duración
de la organización no se limita a un negocio o viaje, sino que se define por medio de un periodo de tiempo,
casi siempre de uno a cuatro años. Finalmente, entre estos tipos fundamentales de la compagnia y la
societa, existen numerosos tipos intermedios que combinan diversos aspectos de ambos. En este nivel de
grandes sociedades y poderosos personajes fue donde pudieron desarrollarse verdaderos monopolios
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(carteles).

El término seguritas que designaba primitivamente un salvoconducto, parece referirse hacia fines
del siglo XII a una especia de contrato de seguro por el cual los mercaderes confían mercancías a alguien
que, a cambio de cierta suma pagada a título de seguritas, se compromete a entregar la mercancía en
determinado lugar. Hasta los siglos XIV y XV los aseguradores son distintos de los propietarios del barco.

El uso de las letras de cambio. El auge de la letra de cambio debemos, ante todo situarlo dentro de
la evolución monetaria. Durante la Alta Edad Media, la tendencia a la economía cerrada y la poca amplitud
de los intercambios internacionales habían reducido la función de la moneda. En el comercio internacional
desempeñaron papel preponderante las monedas no europeas: el nomisma bizantino, y los dinares
árabes. A partir de la época carolingia, en la Europa cristiana, aunque hubo un intento de retorno a la
acuñación del oro, el patrón monetario era la plata, representada sobre todo por el denario, si bien
también aquí ocupó indudablemente un lugar de primer orden el dirhem musulmán.

En el siglo XIII Occidente vuelve a acuñar oro. Cada ciudad tiene su propia moneda por lo que a partir
de ahora existe el problema del cambio. Los problemas son: dos patrones, oro y plata, el precio de los
metales que varía por la imposibilidad de aumentar el numerario en circulación o la decadencia de las
minas; el valor de la moneda estaba en manos del gobierno que podía cambiar el peso o el valor nominal,
las piezas no llevaban indicación de valor sino que su valor era fijado por las autoridades que la acuñaban,
las ciudades o príncipes podían decidir mutaciones de la moneda; variaciones estacionales del mercado
del dinero que dependen de la llegada de convoyes, de las salidas o las ferias.

La letra de cambio era una convención por la cual el “dador” suministraba una suma de dinero al
“arrendador” y recibía a cambio de un compromiso pagadero a término pero en otro lugar y otra moneda.
La letra de cambio responde a cuatro deseos y eventuales posibilidades: medio de pago para operaciones
comerciales, medio para transferir fondos entre plazas con monedas diferentes, una fuente de crédito,
una ganancia financiera por las variaciones del cambio en diferentes plazas.

Las categorías de mercaderes varían según las regiones, países y ciudades. El corredor anuda
contactos entre los mercaderes, arregla las operaciones comerciales y financieras. Vive de las comisiones,
es sedentario. Los lombardos son prestamistas con prenda en garantía, los usureros a corto plazo. Sus
clientes no son grandes personajes. Expuestos a hostilidad pública y privada. Sin posibilidades de ascenso
social. Cambistas de metales, están agrupados. Cambian moneda y comercian metales preciosos,
suministran los materiales para la moneda, determinan el precio de los metales. Pueden funcionar sus
funciones con la Banca y pasar a ser llamados mercaderes banqueros, su actividad no es especializada,
pueden ser comerciantes internacionales de mercancías, comercio de letras de cambio, operaciones de
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crédito, participan en las sociedades de seguros.

Para Le Goff los grandes mercaderes son pre capitalistas. El comerciante concentra los medios de
producción en manos privadas y acelera el proceso de enajenación del trabajo de los obreros y de los
campesinos transformados en asalariados.

Tanto mercaderes como artesanos estaban por debajo de la doble base de las leyes morales de la
iglesia y las leyes jurídicas y de las artes.

En estas regiones los mercaderes revolucionaron también las condiciones de explotación y de vida
de los campesinos. Gracias a los capitales, pudieron invertir en el campo dinero con que mejorar las
técnicas, proceder a grandes trabajos hidráulicos y extender los molinos.

Para beneficiarse del sostén de los mercaderes, los campesinos tuvieron que aceptar contratos que,
a cambio de capitales y del suministro de animales, herramientas o semillas, no solamente les imponían
obligaciones generadoras de progresos tales como el desmonte y la explotación de la madera y la
construcción de edificios, sino que, además, dejaban en manos del mercader, socio capitalista, la mayor
parte de las ganancias. Los campesinos de los dominios burgueses obtuvieron la libertad personal pero la
sujeción económica.

BIBLIOGRAFÍA:

- DAWSON, Christopher (2010): “La Religión y el Origen de la Cultura Occidental”. Madrid,


Encuentro
- HERRS, Jacques (1984): “Historia de la Edad Media”. Barcelona. Ed. Labor.
- LE GOFF, Jacques (1974): “La Baja Edad Media”. México, Siglo XXI
- ----------------------- (1962): “Mercaderes y Banqueros en la Edad Media”. Bs. As. EUDEBA
- LÓPEZ, Robert (1965): “El Nacimiento de Europa. Siglos V-XIV”. Barcelona. Ed. Labor.

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