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Título: Una pelea para morirse...

de risa
Autor: Fabián Choque
Personajes: Camila, Humberto.

(Se abre el telón y aparecen en escena Camila y Humberto a cada extremo de escenario con la
mirada molesta hacia un costado)

Camila: (Con los brazos cruzados y golpeando con el pie el piso) ¡La verdad es que ya no te
soporto!
Humberto: (Mirándola) Pues tú para mí no eres “una cerecita”.
Camila: (Camina hacia él, molesta) ¿¡Qué dijiste!? ¡A ver, repíteme eso en mi cara! ¡Dímelo!
Humberto: (Acerca su cara a la de ella) ¿¡No me escuchaste!? (Le mete el dedo en el oído)
Camila: (Le quita el dedo de su oído) ¡Saca tu dedo cochino de ahí! (Se limpia el oído y se lo
limpia) ¡Lleno de microbios y… cochinadas!
Humberto: (Sonriendo) Como tú.
Camila: (Sorprendida) ¿¡¡¡Qué dijiste!!!? (Se apega a él, molesta)
Humberto: (Con sarcasmo) Como tú…comprenderás, “mi amorcito” (Le jala el cachete de un lado
a otro)
Camila: (Tratando de quitar su mano) ¡Sueeel…taaaa…me! (Se zafa de él) ¿¡Crees que mi cara es
“pelota anti estrés” o qué!?
Humberto: Bueno no pelota anti estrés pero… sí que relaja.
Camila: ¡Anda que te relaje tu abuela! (Se va caminando por el escenario)
Humberto: (Yendo tras ella) ¡Cómo mi abuelita no te metas! (Pone la mano en su pecho) Ella es
una santa.
Camila: Pero le encanta.
Humberto: (Con sorpresa) ¿¡Qué dijiste!? ¿¡Qué le encanta!?
Camila: No, nada. Dije que como ella no hay tantas.
Humberto: Ah, más te vale (La mira fijamente)
Camila: (En tono desafiante) ¿¡Más me vale, qué!? ¿¡Más me vale, qué!?
Humberto: (Retrocediendo) ¡No, nada!
Camila: (Camina hacia Humberto) ¡No, no! ¡Quiero que ahora me digas ahora mismo qué quisiste
decir con eso de, “Más te vale”! (Grita) ¡¡¡Y rápido!!! (Cruza los brazos) Ya, te escucho.
Humberto: (Se queda pensando por un momento) No… prefiero reservarme mi opinión (Se va
caminando por el escenario)
Camila: (Lo sigue) ¡No, no! ¡Quiero me digas qué quisiste decir! ¡¡¡Humberto!!! ¡¡¡Humberto!!!
¡Ven acá! No me dejes con la palabra en la boca porque… ¡No te vayas! (Lo persigue por todo el
escenario)
Humberto: ¡Ya, déjame en paz! (Sigue huyendo de ella)
Camila: ¡Cobarde!
Humberto: ¡Loca!
Camila: (Sorprendida) ¿¡Qué me dijiste!? (Se sube las mangas) Ah no, a este me lo sueno pero
con ganas.
Humberto: (Retrocediendo) ¡Espera, espera! Recuerda que en el altar acordamos que hasta que
“la muerte nos separe”.
Camila: Pues al parecer te salteaste hasta la parte final (Se acerca a él) ¡Ven acá!
Humberto: (Escapando de Camila) ¡No, no! ¡Espera! (Continúa la “correteadera”) (Toma una silla
y la pone adelante para protegerse) ¡Mi capullito! ¡Mi cerecita! ¡Mi caramelito!
Camila: ¡Mi, nada! ¡Mi, tu abuela en camisón! ¡Ahora vas a ver lo que es bueno! (Se detiene)
¡Bueno, ya basta! ¡Ya basta!
Humberto: (Con la silla adelante para su protección) ¡Eso digo yo! ¡Debemos hacer el amor!
Camila: Ahh… (Sorprendida) ¿¡¡¡Qué!!!?
Humberto: ¡Pero déjame terminar! ¡Cuando digo que hay que hacer el amor, quiero que decir que
debemos estar en paz!
Camila: ¡Ahh….! ¡Pero yo no quiero hacer el amor contigo! (Humberto la mira sorprendido) ¡Digo,
la paz! ¡Y ya no quiero seguir hablando contigo! (Sonríe) ¡Ya sé quién puede ayudarme!
Humberto: (Preocupado) ¿Ah, sí? ¿Quién?
Camila: (Mira al público) Mi madre, Zoila (Saca su celular)
Humberto: ¿¡Qué!? ¿¡Tú madre Zoila!?
Camila: Sí.
Humberto: ¿¡Zoila que friego, Zoila que me meto y Zoila que no te aguanto!?
Camila: (Mirándolo) No, te expreses así de mi madre. ¡Y mejor me voy al cuarto porque tu voz me
estresa! (Se retira de escena)
Humberto: Y a mí me estresa ella. (La sigue mientras sale de escena) ¡Por favor, Camila! ¡Camila!
¡¡¡Camila!!! ¡¡¡No la soportoooooo….!!! (Se cierra el telón).

Título: ¡Vamos a la playa!


Autor: Fabián Choque
Personajes: Don Rogelio (El Papá) Doña Lola (La mamá) Timmy (El hermano menor) Sabina
(La hermana mayor)

(Se abre del telón y aparece toda la familia corriendo por todo el escenario totalmente
apurados)

Doña Lola: ¡Apúrense por favor que ya tenemos que irnos! ¡Ay! (Sigue corriendo por todo el
escenario)
Sabina: (Se pone frente al público toda desesperada. Se queda en silencio por un momento)
¡No encuentro mi bloqueador! (Se coge la mejillas) ¡Me voy a quemar la piel!

Timmy: (Poniéndose a su lado, la abraza y le jala de la mejilla) ¡Gran cosa por este pellejo!
Sabina: (Lo empuja) ¡Cállate, renacuajo! ¡Vete! (Grita desesperada) ¡¡¡Mamá!!!
Doña Lola: (Va hacia ella) ¡Qué pasa, hija!
Sabina: (La abraza) Mamá, no podré ir.
Doña Lola: (La mira sorprendida) ¡Por qué no, hija! (Se acerca a ella)
Sabina: (Se coge la cara mientras mira a su mamá) ¡Porque me malograré el cutis con el sol!
Timmy: (De lejos) ¡Es pellejo!
Sabina: ¡¡¡Mira, ya cállate!!! (Ve a su mamá) ¡Qué hago, mami! (Apoya la cabeza en su
pecho)
Doña Lola: (Le golpea suavemente la cabeza) Ya hijita (Mira a todos lados como buscando a
alguien) Ya, ya, ya (Ve a su esposo) ¡Mira, acá está tu papá! (Toma su mano y lo jala hacia
Sabina) ¡Él sabrá cómo ayudarte! (Mira a su esposo y le habla en secreto) ¡Ayuda a tu hija,
oye! (Se va)

Don Rogelio: (Abrazándola mientras mira a su esposa, molesto y le habla en secreto) ¿¡Cómo
safaz del bulto, no!? (Mira a su hija) ¡A ver, qué pasa hija!
Sabina: ¡Papá, se me ha perdido mi bloqueador y se va a malograr mi tersa piel!
Timmy: ¡Se va a parecer a la vieja del “Titanic”! (Se ríe)
Sabina: (Toma un adorno de la mesa de centro y se lo lanza a su hermano) ¡¡¡Ya cállate!!!
Don Rogelio: (Ve a su Timmy) ¡Ya no molestes a tu hermana! (Ve a su hija y la sigue
abrazando)
Sabina: ¡Qué hago, papi!
Don Rogelio: ¡Ya no te preocupes, hija! (Pasa su esposa y le muestra su reloj en señal que se
apure) Mira, llegando allá te compraré un sachet para ti solita, ¿OK?
Timmy: ¡Sí, cómprale porque si no todos van a preferir ahogarse en el mar! (La mamá se
acerca a él por detrás y se lo lleva de las orejas fuera de escena)
Doña Lola: (Mientras se lo lleva fuera de escena) ¡Deja de molestar a tu hermana!

Timmy: ¡Auch….mamá me duele! (Mira a su hermana) ¡Ya ves lo que causas, “pellejitos”!
Sabina: ¡Fuera de acá! (Mira a su papá) ¡Papi! (Coloca la cabeza en el pecho de su papá)
Don Rogelio: Vamos hija (La abraza y camina con ella) ya verás que seguirás siendo la misma
chica linda de siempre con o sin bloqueador, ¿Está bien?
Sabina: (Con voz triste) Eso espero (Van saliendo de escena) ¡Ya mi hijita, ya!
Timmy: (Desde fuera del escenario) ¡Ay, Freddy Krugger!

Sabina: ¡¡¡Mamá!!! (Luego de unos momentos, entra Timmy a escena de puntas y se pone a
buscar algo debajo del sofá) (Después, saca el bloqueador de su hermana, con mirada
maliciosa)
Timmy: Acá está (Se ríe. Después, toma un recipiente con mayonesa y le pone otra etiqueta)
Timmy: (Va saliendo de escena, caminando y saltando) ¡Hermanita, ya encontré tu
bloqueador! (Se va cerrando el telón)
Título: ¡Basta de abusos, basta de bullying!

Autor: Fabián Choque

Personajes: Jenny Silvia Carlos

(Se abre el telón y aparece Jenny sentada con un polo manga de larga y con la capucha
puesta, en una silla en medio del escenario, con la cabeza gacha) (Aparece Silvia con
mirada seria y fija. Luego, se dirige hacia ella)

Silvia: ¡Mira cómo estás vestida! Pareces una pordiosera ¿¡Qué no tienes algo mejor que
ponerte!? (Jenny comienza a agachar un poco más la cabeza) Ni eso sabes hacer bien

(Se retira molesta por el otro lado del escenario) (Luego, entra a escena un joven llamado
Carlos con una actitud déspota)

Carlos: (Se inclina frente a ella) ¡Qué fea eres! (Mueve la cabeza en señal de negación)
Con razón que ningún chico quiere estar contigo (Jenny agacha más la cabeza, todavía)
¿Qué? (Acerca su oído a ella) ¿Me vas a refutar en algo? (Se pone de pie) ¡Claro! ¡Qué me
vas a refutar si todo lo que he dicho es verdad! ¡Qué triste vida la tuya! (Se retira de
escena)

(Vuelve a aparecer Silvia y camina pasando frente a Jenny; inmediatamente la ve y


regresa con ella)

Silvia: (Con sorpresa) ¿¡Sigues aquí, todavía!? ¿¡No entiendes que pierdes el tiempo
tratando de ser feliz!? (Jenny se agacha aún más, todavía) ¡Jamás lo serás! (Le grita)
¡Buaahh…! (Jenny retrocede un poco) ¡Miedosa, aparte de fea! (Mira al público) ¡Esto es el
colmo! (La vuelve a mirar) Deberías meterte en su saco y lanzarte al mar, así le haces el
favor al mundo ¡Ay!

(Se retira de escena saliendo por el otro extremo) (Aparece ahora Carlos)

Carlos: ¡Hola fea! ¿Cómo estás? (Jenny se coloca en posición fetal colocando la cara en las
rodillas) ¡Eso! ¡Así debes estar! Con la cabeza gacha, sin mostrar esa… “cara” que tienes
(Cruza los brazos) El chico que encuentres, estará contigo solo por pura lástima (Le
golpea en la cabeza) ¡Ey! ¿¡No me escuchas!? (Coloca las manos en la cintura) ¡Y encima
sorda! Ni para eso sirves (Se retira de escena)

(Ya sola, Jenny levanta la cabeza lentamente)

Jenny: (Totalmente seria) No sé de qué me sirve la vida que tengo que vivirla con una
espina siendo clavada todos los días en mi corazón. Una espina que me causa un dolor tan
inmenso, que ni la costumbre lo puede aliviar. (Suspira) Será mejor no salir al mundo y
quedarme únicamente aquí, en dónde el sufrimiento sea menos intenso y tanto mi
corazón como mi alma no tenga que pasar por las penalidades que la duras palabras les
hagan pasar. Adiós al mundo. Adiós, Jenny.
Titulo: Se busca una princesa

Autor: Hebert Poll Gutiérrez

Personajes: Príncipe azul, Locutor, Rey verde, Reina amarilla, Personajes 1, 2, 3, 4, Heraldo en of

ESCENA 1

La escena representa un castillo. Vemos un trono situado en el centro, las banderas que promocionan el nombre
del reino: Reino Puntos Suspensivos. A la derecha del escenario se halla una figura de tamaño medio cubierta
con una tela. Una música House o Disco estremece el espacio escénico.

Locutor (A fondo de Música): Si no tienes novio y eres infeliz, no lo pienses más y cásate con el príncipe azul. Para
mayor información llamar al teléfono: 0000 O escribir a la siguiente dirección electrónica:

mevoyacasarobligado@peroteharémillonaria.dollar Y...

Una conga santiaguera estremece el lugar. Otro personaje sale del televisor bailando, cantando. A veces incita a
los presentes a bailar y cantar.

Príncipe Azul (Bailando y cantando): ¡Se acabaron las princesas, qué felicidad!

Un relámpago estremece el sitio. Sale otro personaje del televisor. La música cesa por breves segundos. El Rey
Verde se sienta en el trono situado en uno de los laterales del espacio escénico y…breves segundos después se
vuelve a escuchar la conga santiaguera.

Príncipe Azul (Bailando y cantando): ¡Se acabaron las princesas, qué felicidad!

Rey Verde (Grita): ¡Yaaa! Silencio.

Rey Verde: ¡Hasta cuando! ¡Tú tienes que casarte!

Príncipe Azul: Pero…

Rey Verde: Pero nada.

Príncipe Azul: ¡Eso mismo padre! Nada. Divertirme, pasear por el mundo, es lo que deseo.

Rey Verde: ¡Vamos! Gasté una fortuna buscando la princesa de nuestros sueños.

Príncipe Azul: ¡No! Gastaste una fortuna buscando la princesa de tus sueños.

Rey Verde: Mis sueños son los tuyos.

Príncipe Azul: Entonces no los quiero, no quiero ser como tú.

Rey Verde: ¡No trates de confundirme! ¡Tú me entendiste! (Pausa breve)

Esta semana el reino ha sido visitado por las mejores princesas de todos los tiempos, de todos los cuentos y tú…
(Imita al príncipe) ¡Quiero divertirme, pasear por el mundo! (Pausa y transición) ¡Dime! ¿Por qué rechazaste a
Blancanieves?

Príncipe Azul: Quien se casa con Blanca nieves también se casa con los siete enanos (Pausa) Para no aburrirte.
Cenicienta es una obsesiva compulsiva. Es una adicta a la limpieza. Además no quería provocarle un infarto
cuando entrará a mi cuarto, cuando viera mi caballo durmiendo en la cama y mis botas en el refrigerador.
Caperucita Roja está enamorada del Lobo Feroz. La Bella durmiente conjuga demasiado el verbo dormir. Ricitos
de oro también está enamorada del Lobo Feroz.

Rey Verde: ¿Fiona?

Príncipe Azul: Casarme con una Ogra? ¡No seas extremista! Además padre, ya yo tengo mi princesa.
Rey Verde: ¿Quién es? ¿De qué familia?

Príncipe Azul: ¿Acaso importa? Todo a su tiempo.

Rey Verde: ¡Quiero conocerla!

Príncipe Azul toma el micrófono Real.

Príncipe Azul: Mi amor, ya escuchaste. Mi padre quiere conocerte.

SILENCIO.

Príncipe Azul: Mi amor, ya escuchaste. Mi padre quiere conocerte.

Iluminación de la figura situada a la derecha del escenario. El Príncipe Azul se acerca hacia ella, la destapa y…
Observamos un maniquí masculino con ropa interior femenina. Silencio. El rey permanece en silencio mirando lo
recién descubierto y viceversa.

Personaje 1: Por eso rechazó a mi hija.

Personaje 2: Yo siempre lo supe.

Personaje 3: ¡Córtenles las cabezas!

Personaje 4: ¡Ignorantes! Los hombres también pueden jugar al amor.

El rey saca una pistola.

Rey Verde (Enojado): Tú no eres mi hijo, no eres mi hijooo!

Persecución por el espacio escénico. Después de breve tiempo de persecución, los perseguidos tropiezan y caen
al suelo. El rey se acerca, todavía es controlado por el odio a lo diferente, el Rey va a disparar, va a disparar y…
Escuchamos trompetas.

Heraldo en Of: Señoras y Señores. Ladies and Gentleman. Con ustedes, aquí, ahora, el verdadero jefe de esta
comarca.

Aparece Reina Amarilla. Todos hacen una reverencia. La recién llegada camina lentamente hacia el Rey, lo besa
en las mejillas y le quita la pistola no sin antes decirle, con su voz de miel:

Reina Amarilla: ¡Cálmate! ¿No ves que nuestro hijo es feliz?

Príncipe Azul y su novio se ponen en pie y se besan. Mientras se besan escuchamos fragmentos de una canción
de José José que dice: Soy así, así nací y así me moriré (Se repite varias veces)
Título: ¡¡¡Esto es un asalto!!!

Autor: Fabián Choque

Personajes: El Pillo El Gandaya La Cajera La Clienta El Policía

(Mientras se encuentran haciendo sus cosas rutinarias en el banco, dos personas con máscara entran y gritan)

El Pillo: ¡¡¡Esto es un asalto!!! ¡¡¡Arriba los monos!!! (La clienta y la Cajera se miran extrañados. Él pone la punta
de la pistola en su cabeza y se queda algo pensativo) No, esperen.

El Gandaya: (Le dice en el oído y en voz baja) Se dice, “Arriba las manos”

El Pillo: ¡Ah, chuma verdad! ¡¡¡Arriba las manos!!! (Las dos reaccionan y recién comienzan a asustarse)

El Pillo: ¡Quiero que me den todo el dinero que tienen! ¡Para hoy!

La Cajera: Muy bien. ¿Me dan el número de su cuenta, por favor?

El Pillo: Sí, anote es el… (El Gandaya golpea la cabeza de su compañero)

El Gandaya: ¡No seas tonto, oe! (Mira a la encargada) Mételo todo en estas bolsas ¡Y rápido!

La encargada: ¡Sí, en seguida! (Va a colocar el dinero en las bolsas que les dio).

La Clienta: ¿¡Pero dónde está la policía cuando se le necesita!?

(En eso, sale del baño el oficial; flojo y totalmente indiferente ante la situación)

El Policía: ¡Ay, qué rico! (Voltea y ve a la Cajera y a la Clienta tiradas en el suelo boca abajo) ¿Qué está haciendo
ahí? ¿Qué, está calientito el piso o qué? (Ella le señala con el dedo a los asaltantes) ¿Qué pasa? (Voltea y ve la
punta de las pistolas en su cara) (Se asusta y comienza a gritar) ¡¡¡Mamaaaaaaaa!!!! (Al instante se arrodilla y
junta sus manos) ¡Por favor, no me maten tengo esposa con dos hijos y otros tal vez por ahí!… ¡Yo que sé pero
por favor no me maten por su madrecita linda!

La Clienta: ¡Oiga! ¿¡Pero qué clase de policía es usted, que no cumple su deber aprehendiendo a esos rufianes!?

El Policía: (Le quita la pistola al Pillo y se la muestra a la Clienta) ¿¡Y qué, no ha visto el tamañote de arma que
tienen!? (Se la devuelve al asaltante)

La Clienta: (Se coge la cabeza) ¿Y para esto pago mis impuestos?

El Gandaya: ¡Al suelo usted también! ¡¡¡Rápido!!!

El Policía: ¡Ya voy! ¡Ya voy! (Se echa al suelo, al costado de la Clienta y ella le dice)

La Clienta: (Dice con sarcasmo) “¡Ahora que usted está a mi lado, me siento más tranquila!”

El Policía: ¿Ah sí? ¿Y qué cree? ¿Qué yo soy superman, que las balas me chocan y rebotan?

La Clienta: ¡Ya mejor…cállese la boca!

(Llega la Cajera con las bolsas de dinero)

La Cajera: (Le da toda atemorizada) Acá está.

El Gandaya: Espero que esté todo.

La Cajera: Si desea, lo puede contar.

El Pillo: A ver... (Abre la bolsa y sacando el dinero, comienza a contar) 100, 200, 300… (El Gandaya toma la mano
de su compañero y lo mira con ojos furiosos) ¡Pero compañero! Hay que estar seguros que no nos falte nada…
El Gandaya: Guarda… eso… ahora… ¿Ok?

El Pillo: Muy bien, pero luego no vengas a reclamar que te han robado, ah.

El Gandaya: Si no te callas ahora, vas a estar con ellos en suelo.

El Pillo: No te quejes después, no más…

El Gandaya: ¡¡¡Ya!!! (Mira a la Clienta y a la Cajera) Bueno bueno, estos caballeros, se retiran. Muchas gracias por
su colaboración.

El Pillo: Sí, y para cualquier asalto o secuestro, acá está nuestra tarjeta (Se las entrega mientras lo quedan
mirando con extrañeza)

El Gandaya: Este… (Extiende su mano hacia la tarjeta) ¿Me lo prestas un momento?

El Pillo: Sí, las acabo de mandar a hacer, ¿Te gusta? (Comienza a leerlo y mientras lo hace, la expresión en su
rostro comienza a cambiar)

El Policía: ¡Inaudito!, ¡Ahora hasta los asaltantes hacen su “cherry”! ¡Qué tal raza!

La Clienta: ¡Usted cállese, que para policía es un completo inútil!

El Policía: ¡Oiga no le permito que me insulte! ¡A la policía, se le respeta!

La Clienta: ¡Qué “a la policía se le respeta”! ¡Si usted para lo único que sirve, es para comer e ir al baño! (Los
asaltantes discutían en silencio sobre la tarjeta)

El Gandaya: ¿¡Pero has gastado la plata en esto!? ¿¡Qué tenías en la cabeza!?

El Policía: Una pierna de pollo. Sí, eso es lo único que pude comer. Me va a perdonar ¿Pero, sabe usted a qué se
parece?

El Pillo: A la “Tía Camote”, a ella le encargué las tarjetas.

El Gandaya: Mira ya olvídalo y vámonos (Ve a las personas) Bueno fue un gusto hacer trato con ustedes, nos
vamos (Los dos se retiran apuntándoles con sus armas mientras que los otros se quedan en el suelo asustados,
hasta que se fueron. A los pocos segundos, entra El Pillo rápidamente y les deja la tarjeta)

El Pillo: (Habla en voz baja) Acá abajito está el número, llámenos (Al instante de dejarles la tarjeta, se va. Todos
se quedan mirándolo muy sorprendidos y extrañados. Luego, se levantan).

El Policía: (Todo cursi, toma la palabra) Tuvieron suerte esta vez (La Clienta lo mira con indignación).

La Clienta: Mire, mejor cállese antes que me amargue (Va donde la Cajera y la encuentra maquillándose) ¿¡Y
usted, qué está haciendo?

La Cajera: ¡Ay pues con todo esto, se me cayó todo el maquillaje!

El Policía: Bueno lo que es por mí, esta pelea me ha dado hambre. ¡Ya regreso, voy a comer!

La Clienta: ¡Oiga! ¿¡Y usted a dónde cree que va!?

El Policía: ¿Qué? ¿También quiere un sanguchito? Hay de pollo, de chancho de…

La Clienta: ¡Qué sanguchito, ni que “ocho cuartos”! ¡Lo que debe hacer es investigar este asalto para atrapar a
los asaltantes!

La Cajera: Este lo único que atrapa es una papa rellena con ensalada.

El Policía: Y un poco de ají.

La Clienta: ¡Esto es el colmo de la desfachatez! ¡Me voy de aquí! (Se retira totalmente molesta)

El Policía: Bueno, yo sí me voy a comer. Ya vengo (Se va todo despreocupado)


La Cajera: Y aprovechando que no hay clientela, voy al baño a maquillarme. (Se va caminando como si fuera una
modelo de pasarela).

Los Sordos

Cae: eh, buen hombre!...¡Buen hombre!...¡Ni que fuera sordo como yo!

Manuel: ¡Hola! ¿Que tal? ¿Que desea?

Cae: usted, a de conocer estos pagos...

Manuel: si señor....rudeciendo lagos, para servirle

Cae: Hágame el favor de hablar más alto, porque soy bastante sordo.

Manuel:¡Si no grita más no podré entenderle porque soy un poco torpe de oído!

Cae: ¿Podría indicarme dónde queda la estancia "Los Leones"?

Manuel:¡Claro que tienen fragancia mis melones! Es que son muy buenos; le haré traer al algunos
para que los pruebe.

Cae:¿Nueve? ¿Nueve qué? ¿Nueve leguas? ¿Tanto? ¡No puede ser!

Manuel:(POR LA PATRONA QUE APARECE EN ESTE MOMENTO EN LA PUERTA DEL RANCHO) Sí, ésa
es mi mujer. (A LA PATRONA). Oye, tráele a este hombre una docena de melones, para que elija
algunos

Maryblandy:¡Ahá, muy bien! ¿Así que este caballero quiere tener relaciones con nuestra hija? Tanto
gusto, señor. En seguida se la presentaremos. (GRITANDO HACIA EL INTERIOR DE LA CASA).
¡Mariquita!... ¡Mariquita!... Esa chica es más sorda que yo, todavía... Un momentito, siéntese... (SE
INTRODUCE EN LA CASA).

Cae:¿De modo que usted dice que la estancia "Los Leones" queda a nueve leguas de aquí?

Manuel:Sí, señor; se lo he dicho y se lo repito. La fragancia de mis melones es exquisita...


(APARECE LA PATRONA CON LA SORDITA)

Maryblandy:No grites, hombre; aquí está Mariquita. (A SU HIJA) Bueno, hija, aquí tienes a tu
pretendiente...

Maria Jose: ¡Ay, mama! ¿Cuántas veces quiere que le diga que no me duelen los dientes ni nada?

Maryblandy:¿Que no tiene nada? ¿Y tú qué sabes? A lo mejor resulta que es rentista.

Maria Jose:¡Mamá, por favor! ¿Para qué quiero un dentista si yo no tengo enferma la boca?

Maryblandy:Ya sabes que tu madre pocas veces se equivoca: ha de ser rentista nomás.

Manuel:¿Y los melones, mujer?

Maryblandy:Es lo que yo le digo, ¿por qué te pones así, hija?

Manuel:Pero, si no le traes ninguno, ¿cómo quieres que elija?

Maryblandy:Es que tú ya sabes cómo es esta niña; ella quiere salir siempre con la suya. (AL
PASAJERO). Esta es mi hija, se llama Mariquita.

Cae:¿Cómo cerquita, si su esposo me ha dicho que faltan nueve leguas?

Maryblandy:(AL CHACARERO) ¿Qué dice este hombre de las yeguas?

Cae:No se si quiera, si es bueno el camino

Maria Jose: ah yo no pretendo que usted sea adivino me e limitado a hacerle saber que a la fecha
sigo soltera.

Cae: ah..ya entiendo llegando a la tranquera sigo a la derecha.....y de ahi a los leones

Manuel:ah como buenos, le aseguro que sin buenos....y puedo mandarle los que quiera.
Cae: si ya me dijo la señorita de la tranquera a la derecha

Maryblandy: Yo no digo que usted no quiera a la chica pero convendria fijar la fecha...

Cae: hasta otra vez y disculpen la molestia.

Maryblandy: No y no jamas!concentire que nuestra hija tenga relaciones con semejante gente.

Maria Jose: Dejelo que se vaya total aqui a nadie le duelen los dientes...

Manuel: No es que te lo reproche, pero hubiera comprado tres o cuatro...

Maria Jose: ay papa que bueno que eres oyes mama ddice que esta noche nos llevara al teatro a
ver las comedias.

Maryblandy: cierto...ya me abia olvidado de que tenia que zurcirle las medias....saves donde he
dejado la lana azul?

Maria Jose: no me digas.. la comedia se llama barba azul...que bonito titulo..ay que contenta estoy
madre mia

Maryblandy: es lo que le digo siempre a tu padre...que Dios nos conserve esta armonia...porque el
dia que no nos entendamos esta casa sera un infierno..!*
El Abogado Distraído.-
Personajes:
- Nicomedes Garrido, abogado
- Señora Sandoval, comerciante

Oficina de un abogado. Al fondo, una puerta. Al alzarse el telón, el abogado aparece trabajando en su escritorio.
Escena Única
El abogado, luego la señora Sandoval.
Abogado: Será un bello poema, una hermosa loa al trabajo. ¡Lástima que el último verso no me resulta! ¿De
dónde saco una rima para “grises”? (Recitando con entusiasmo). “Tú, labor de cada día,--- hermosearás mis
horas grises;--- tú me darás la alegría… (Se oye golpear en la puerta del fondo). ¡Paciencia, señor, paciencia!
Imposible conseguir diez minutos tranquilos. (Recitando otra vez). “Tú me darás la alegría…” Es inútil; no se me
ocurre nada. Grises, narices, codornices, lombrices… ¡Qué desgracia! Ninguna de estas palabras me sirve.
(Golpean de nuevo). ¿Otra vez? ¡Paciencia! Pensar que me falta un solo verso para terminar mi obra maestra.
¿Quién llama? ¡Adelante! (Entra la señora Sandoval.)
Señora S: ¿Es con el abogado don Nicomedes Garrido con quien tengo el honor de hablar?
Abogado: Con el mismo, señora. La pregunta está absolutamente demás.
Señora S: No le entiendo, señor.
Abogado: Me ha hecho una pregunta inútil, puesto que muy bien sabe que ésta es mi oficina. Tenga la bondad
de sentarse. (La señora Sandoval toma asiento).
Señora S: (Aparte). ¡Qué raro parece ser este caballero! (Al abogado). Vengo de un pueblecito cercano. Soy una
modesta mujer que se gana la vida con su trabajo. Tengo un negocito de comestibles. Vivo muy cerca de un
carnicero, quien mata allí mismo, en su carnicería, los animales.
Abogado: La compadezco. ¡Qué enormidad de moscas tendrá usted en su casa!
Señora S: No tantas.
Abogado: ¿Y?
Señora S: Ayer mi madre resultó herida por un novillo, no muy pacífico, que llevaban a esa carnicería.
Abogado: ¿Su señora madre vestía algún traje rojo tal vez?
Señora S: No, señor. Las cosas pasaron como voy a decirle. Mi madre estaba en su casa. El novillo era conducido
por la calle. Frente a la casa acababa de detenerse un auto. El novillo se asustó del auto y se fue a estrellar contra
la puerta de la casa…
Abogado: ¿El auto?
Señora S: No, señor, el novillo. Después dio una terrible patada contra la puerta. La puerta cayó en la cabeza de
mi madre.
Abogado: ¡Pobre señora!
Señora S: El doctor tuvo que coser sin demora la herida que casi le compromete la sien derecha. Y, como si esto
fuera poco, la bisagra rebotó.
Abogado: ¡Pobre señora! ¿Después de habérsele cosido la herida?
Señora S: ¡No, por Dios! Inmediatamente después del primer golpe.
Abogado: ¡Ah! Bueno. Es que usted se confunde. Aclaremos la cosa. Quedamos en que la cabeza de su madre
rebotó.
Señora S: No, señor; la bisagra, que se desprendió de la puerta con el choque. (El abogado deja pasar un instante
sin hablar nada. Visiblemente, piensa en otra cosa).
Abogado: Quedamos entonces en que la bisagra…
Señora S: Rebotó. Cayó con mucha fuerza sobre el velador, donde quebró la pantalla de una lámpara eléctrica.
Una fina botella se rompió también.
Abogado: ¿También una botella? ¡Ah! El mal ejemplo de la lámpara eléctrica… (Deja de interesarse por la
relación de su cliente y escribe en una hoja de papel. La cliente cree que toma apuntes sobre lo que ella le
cuenta).
Señora S: Los trozos de cristal, al caer, hirieron en un pie a mi madre, que andaba en zapatillas. Entonces son
éstos todos los perjuicios causados: la cabeza de mi madre, el pie de mi madre, la puerta, la pantalla de la
lámpara eléctrica, la botella de cristal, el cierre de mi negocio, por los cuidados que debo prodigar a mi madre, y
todavía, lo que mi madre ha perdido con esas cicatrices…
Abogado: (Con júbilo) ¡Cicatrices! ¡Cicatrices! ¡Ah! ¡Gracias, muchas gracias!
Señora S: ¿Cómo? ¡No comprendo!
Abogado: ¡Sí, sí! No sabe cuánto reconocimiento le debo.
Señora S: (Aparte). Este señor se ha vuelto loco.
Abogado: Buscaba desde ayer una rima para “grises”. ¿Comprende usted? Y ya la tengo, ya la tengo, gracias a
usted.
Señora S: (Aparte). ¿Qué dice este caballero? Señor abogado, le aseguro que mi caso…
Abogado: Sí. Ya me lo ha contado. Lo conozco. Su madre dio un puntapié a un novillo que estaba cerca de una
fina botella de cristal…
Señora S: ¿Cómo? No, señor.
Abogado: Un auto que se detuvo frente a la puerta cortó la cabeza de su madre.
Señora S: No, señor, permítame que le diga…
Abogado: (Quien continúa sin entender nada). El doctor cosió la herida…
Señora S: Eso sí, pero…
Abogado: Su mamá se puso las zapatillas para subirse al velador y, con el choque, la lámpara eléctrica saltó al
auto que estaba detenido frente a la puerta. Diga si no recuerdo perfectamente bien lo que me ha contado.
Señora S: Perdón, señor. Usted lo enreda todo. No es eso.
Abogado: Precise entonces, señora. Precise. Yo no puedo adivinar la historia.
Señora S: Muy bien. Ayer mi madre fue herida por un novillo…
Abogado: ¡Ah! No, señora. Le ruego no repetirme su relato. En resumen. ¿Qué quiere que yo haga?
Señora S: Necesito su consejo para obtener una indemnización de perjuicios.
Abogado: Perfectamente. Vaya a un arreglo amistoso. Pida a ese carnicero un costillar de ese malvado novillo,
por ejemplo. (Declamando entusiasmadísimo).
“Tú, labor de cada día,
Hermosearás mis horas grises;
Tú me darás la alegría,
Tú curarás mis cicatrices”
¡Espléndido, maravilloso poema! Benditas cicatrices…
Señora S: (Aparte) ¡Se ha vuelto loco! ¡Se ha vuelto loco! (Huye gritando) ¡Socorro! ¡Socorro!
UNA VACUNA COMO NINGUNA

Personajes Papá Hija Enfermera

AURORA. Papá, ¿por qué esa señora tiene el dedo en la boca

PADRE. (Contesta sin levantar los ojos del periódico) No sé, querida. Pregúntale a ella.

AURORA. Pero, papá, ¿cómo le voy a preguntar a ella sí no es una persona?

PADRE. Aurora, ¿no me dijiste que es una señora? AURORA. Sí, es una señora pero está colgada. PADRE. (Se
sobresalta, pero no deja de leer

el diario.) ¿Está colgada? ¿La ahorcaron?

AUROR A No papi, está colgada en un cuadro. Mira... (Señala la pared.)

PADRE, (Mira por un momento lo que Aurora le señala y vuelve a leer el periódico) Ah, querida, es un afiche, un
cartel.

Es el cartel lo que está colgado, no la señora.

AURORA. Bueno, pero ¿por qué tiene el dedo en la boca?

PADRE. No tiene el dedo en la boca. Lo tiene sobre los labios.

AURORA ¿Y los labios no son la boca, acaso?

PADRE. No, la boca es la parte de adentro.

AURORA. Entonces, ¿los labios son la cáscara?

PADRE. (Deja caer el diario sobre las rodillas.) Pero no, ¡los labios no son la cáscara!

AURORA. ¿Cómo? ¿No me dijiste que la cáscara es la parte de afuera? PADRE. Sí, pero eso fue otro día, cuando
hablábamos de la sandía. La sandía tiene una parte de adentro, que se come, y una parte de afuera, que es la
cáscara.

AURORA. ¿La parte de adentro es la que se come?

PADRE. Claro, ya te lo expliqué.

AURORA. Sí, pero las semillas están adentro y me dijiste que no se comen.

PADRE. Claro, no toda la parte de adentro se come.

AURORA. Pero, papá, ¿por qué me estás hablando de lo que se come y lo que no se come? ¡Yo quiero saber por
qué esa señora tiene el dedo en la boca!

PADRE. Esa señora tiene el dedo sobre los labios para indicar que acá

hay que hablar en voz baja.

AURORA. ¿Entonces, acá si una persona es alta, se tiene que agachar para hablar?

PADRE. No, no se tiene que agachar, tiene que hablar bajito.

AURORA. Por eso, si es alta, se tiene que agachar y hablar desde abajo...

PADRE. ¡No! Tiene que hablar en voz baja, tiene que hablar despacio...
AURORA. ¿Tiene que hablar de espacio? ¿De viajes espaciales, cohetes y extraterrestres? ¡Qué lindo!

PADRE. (Levantando la voz.) ¡No, no tiene que hablar de espacio, tiene que hablar despacio! ¡En voz baja! ¡Sin
gritar!

AURORA. Está bien, papá, pero habla más bajo porque la señora del cartel tiene el dedo en la boca. ¿Y por qué
tiene el dedo en la boca?

PADRE. Porque esto es un hospital y acá viene gente que está enferma y le puede molestar el ruido.

AURORA. Pero tú y yo estamos acá y no estamos enfermos. PADRE. Claro, tú vienes para que te pongan una
vacuna justamente para no estar enferma y yo te acompaño. Pero también viene gente que está enferma.

AURORA. ¿Está enferma porque no le ponen las vacunas?

PADRE. Sí, puede ser.

AURORA. Papá, ¿a las vacas les ponen vacunas?

PADRE. Sí, también les ponen vacunas para que no se enfermen.

AURORA. ¿Y a las vacunas también les ponen vacunas?

PADRE. No, Aurora, a las vacunas no les ponen vacunas.

AURORA. Pero, papá, mi maestra dijo que los caballos son equinos, los cerdos son porcinos, las ovejas son
lanares y las vacas son vacunas.

PADRE. Sí, querida, pero son otra clase de vacunas. AURORA. ¿Son vacunas para qué enfermedad?

PADRE. (Gritando.) ¡No son vacunas para una enfermedad! ¡Es ganado!

AURORA. ¿Qué ganaron?

PADRE. (Grita cada vez más.) ¡No ganaron nada, Aurora! ¡Ganado quiere decir que son unos animales!

(Entra una enfermera y se dirige al padre de Aurora.)

ENFERMERA. Señor, ¡por favor! ¿Quiere tener la amabilidad de hablar en voz baja? ¡Parece mentira! ¿A su edad
no sabe lo que quiere decir ese cartel?
Vivir en la calle Conesa

Laura Devetach

PERSONAJES Empleado Cliente

(LA ESCENA TRANSCURRE EN EL INTERIOR DE UNA OFICINA. HAY UN EMPLEADO


SENTADO ATRÁS DE UN ESCRITORIO Y EN LAS PAREDES SE VEN FOTOGRAFÍAS DE
EDIFICIOS DE DEPARTAMENTOS Y CASAS. ENTRA UN CLIENTE.)

EMPLEADO: Buenos días, señor.

CLIENTE: Buenos días. Quisiera comprar una casa.

EMPLEADO: Muy bien. (TOMA UNA CARPETA.) ¿Qué clase de casa? ¿Le interesa una casa
de dos plantas? CLIENTE: ¿Una casa de dos plantas? No sé, a mí me gustan mucho las
plantas, me encanta el verde, así que pensaba tener unas cuantas. Seguro más de dos.

EMPLEADO: No, señor, yo me refería a una casa con una planta baja y una planta alta.

CLIENTE: ¿Una casa con sólo dos plantas, una baja y otra alta? No, no, no, yo quiero
tener plantas de muchas clases, grandes, chicas, altas, medianas, y si es posible que
algunas tengan flores.

EMPLEADO: Señor, yo le estaba ofreciendo una casa con una planta baja y un piso.

CLIENTE: ¿Cómo? Hace un momento me dijo que era una casa de dos plantas, y ahora
me dice que tiene una planta baja y un piso. Que tenga un piso está bien, porque con uno
para pisar me alcanza. Pero no quiero una casa con una sola planta y encima, baja. Ya le
dije que me gustan mucho las plantas.

EMPLEADO: (UN POCO NERVIOSO.) Está bien, está bien, usted puede tener todas las
plantas que quiera. (HOJEA LA CARPETA.) Le voy a buscar una casa una casa muy amplia,
con mucho espacio para plantas.

CLIENTE: Además, me gustaría una casa en un lugar tranquilo.

EMPLEADO: Muy bien, voy a buscar una casa que no tenga nada de ruido.

CLIENTE: Por supuesto, ¡cómo voy a querer ir a un lugar derruido!

EMPLEADO: Señor, dije una casa que no tenga nada de ruido.

CLIENTE: Pero claro, ¿usted cree que voy a ir a vivir a una pocilga, a un lugar derruido?

EMPLEADO: No, no, de ninguna manera. Le voy a ofrecer una casa tranquila, en una calle
sin nada de... en una calle sin ruido y que no tenga nada derruido, que esté en perfectas
condiciones.

CLIENTE: Eso es. Y que esté bien ubicada. Para mí es muy importante que la ubicación
sea buena.

EMPLEADO: ¿Le gustaría vivir en la calle Conesa?

CLIENTE: ¿En la calle con ésa?

EMPLEADO: Sí, Conesa.

CLIENTE: ¿Con ésa?


EMPLEADO: Sí, dije Conesa.

CLIENTE: Pero, ¿se puede saber con quién? (MIRA HACIA TODOS LADOS COMO
BUSCANDO A ALGUIEN.) ¿Quién es ésa? ¿De qué me está hablando?

EMPLEADO: Señor, le estoy hablando de vivir en la calle Conesa.

CLIENTE: (GRITANDO.) ¡Mire, yo no quiero vivir en la calle! ¡Justamente por eso vengo a
comprar una casa! ¡Y tampoco quiero vivir con ésa, que ni sé quién es!

EMPLEADO: Bueno, bueno, cálmese, por favor. Si no quiere vivir en la calle Conesa le
puedo ofrecer otra cosa. CLIENTE: Sí, sí, mejor ofrézcame otra cosa.

EMPLEADO: (HOJEANDO LA CARPETA.) Bueno, acá tengo algo interesante.

CLIENTE: ¿En qué calle queda?

EMPLEADO: Callao.

CLIENTE: ¿Qué dice?

EMPLEADO: Callao.

CLIENTE: ¿Qué?

EMPLEADO: ¡Callao, señor! ¡Callao!

CLIENTE: ¡De ninguna manera, no me callo nada! ¡Esto es el colmo! Vengo a comprar una
casa, primero me quiere vender una donde sólo puedo tener dos plantas, después me
quiere mandar a vivir a la calle con ésa que ni sé quién es y ahora me dice que me calle.
Mire, señor, mejor me voy de acá. (GRITANDO.) ¡Y si usted cree que me puede interesar
vivir en la calle con ésa, le aconsejo que se haga revisar la cabeza!.
DON ANACLETO AVARO

Teatro para niños

de Isidora Aguirre

Personajes:
Anacleto

Mariquita: Su empleada
El Notario
Don Pedro
Juana: Mujer de Pedro
Juan Malulo

La acción tiene lugar en la casa de don Anacleto. Hay una ventana al fondo. La entrada es por un
costado. Se escuchan afuera pregones del manicero y del que vende mote con huesillos, y una
melodía del organillero. Don Anacleto lee el diario en un sillón.

Acto único

Anacleto: ¡Mariquita!. ¡Mariquita!


Mariquita: (Entrando) ¿don Anacleto?
Anacleto: Dale un peso al organillero y compra maní.
Mariquita: ¡No nos queda ni un solo peso, don Anacleto!
Anacleto: Bueno. ¡Sigue con tus quehaceres, entonces!

Sale Mariquita. Se escuchan golpes en la puerta.

Anacleto: ¡Mariquita! (Ella entra), asómate a ver quién está golpeando.


Mariquita: (Mirando Por la ventana) ¡Ave María!. Es un señor desconocido, vestido de negro de
abajo arriba!
Anacleto: Abre la puerta.
Mariquita: (Lo hace. Entra el Notario, ella va hacia Anacleto y dice). ¡Le abrí!
Anacleto: Pregúntale quién es.
Mariquita: (Al Notario). Pregunta don Anacleto que, quién es.
Notario: (Carraspea). Soy el honorable Notario de este pueblo.

(Ella se desplaza rápidamente con pasitos cortos de uno a otro)

Mariquita: Dice que es el honorable Notario de este pueblo.


Anacleto: Pregúntale que, qué se le ofrece.
Mariquita: (Al Notario) Pregunta que, qué se le ofrece.
Notario: Vengo a darle una buena noticia y una mala noticia.
Mariquita: (Va hacia Anacleto). Viene a darle una buena noticia y una mala noticia.
Anacleto: Dile que me dé la buena noticia y se guarde la mala noticia.
Mariquita: (Al Notario). Dice que le dé la buena noticia y se guarde la mala noticia.
Notario:Pregúntele si puedo hablar directamente con él.
Mariquita: (A Anacleto). Pregunta si puede hablar directamente con usted.
Anacleto: Dile que eres mi empleada de confianza y te pago, para que me sirvas.
Mariquita: Dice que soy su empleada de confianza y que me paga para le sirva, aunque la verdad,
señor Notario, es que me debe 33 meses de sueldo y si la cosa sigue así, me voy a retirar en
Marzo.
Anacleto: Cállate y vete, sírvenos helados.
Mariquita: No hay helados, señor.
Anacleto: Entonces, limonada.
Mariquita: No hay limonada, señor.
Anacleto: Entonces, déjanos solos, que tengo que hablar con el señor.
Mariquita: Esta bien, señor. Me retiro. (Sale)
Anacleto: Y bien, señor Notario, ¿cuál es la buena noticia?
Notario: Lo siento, señor, pero para respetar el orden de los acontecimientos, tengo que darle
primero la mala noticia.
Anacleto: Bueno, dígala, entonces. Lo más rápidamente posible porque me desagradan las malas
noticias.
Notario: (Habla tan aceleradamente que no se le entiende). El Lunes 30 de Abril, a las 10 horas,
30 minutos, 5 segundos, falleció en la localidad de Ruri Ruri un tío político de usted, avaro de
profesión, millonario y sin descendientes, de un ataque general a la salud del cuerpo humano.
Anacleto: Muy mala noticia, señor, pero ¿podría repetirla más lentamente?

El Notario repite lo mismo pero en forma que se entienda.

Anacleto: En efecto, mala noticia. Que descanse en paz el pobre tipo. Y que Dios lo tenga en su
gloria. ¿Dónde dice que falleció?
Notario:En la localidad de Ruri Ruri.
Anacleto: ¿Dónde queda eso?
Notario: Diez kilómetros al Norte.
Anacleto: ¿Al Norte de qué?
Notario: No me informaron.
Anacleto: Ah. Y ahora, diga señor Notario, cual es la buena noticia.
Notario: Como su tío político, avaro y millonario no tenía descendientes en línea directa y
consanguínea, usted don Anacleto, resulta ser heredero indirecto y sanguíneo, y recibe una bolsa
que contiene varios millones de pesos. (Le pasa una bolsa). En dinero contante y sonante. (Agita la
bolsa para que suene). He dicho.
Anacleto: (La recibe) Ah, ah. (Con reacción tardía). ¿Co-co-como dijo? (Palpa la bolsa). Este que,
este que, este que... ¿millones, señor Notario?. ¡Es demasiado para mí! (Cae desmayado)
Notario:¡Empleada!. ¡Empleada!
Mariquita: (Entrando) ¿Qué se ha imaginado?. No soy perro para que me llame de ese modo. Me
llamo Mariquita. (Ve a Anacleto, lo toca). ¡Ave María!. ¡Está difunto! (Llora)
Notario: No. Sólo es un desmayo.
Mariquita: ¡Asesino! Usted lo ha matado con la mala noticia.
Notario: Por el contrario, la mala noticia le cayó bien, fue con la buena noticia.
Anacleto: (volviendo del desmayo) Mariquita... ¡mi bolsa! (La busca, la encuentra). Mariquita ¡soy
millonario!. Qué digo...¡multimultimultimillonario!
Notario: Y yo, habiendo cumplido con mi honorable misión, tengo a bien retirarme. (Como
Anacleto y Mariquita se abrazan eufóricos sin prestarle atención, sale)
Anacleto: ¿Te das cuenta, Mariquita?. Acabo de heredar millones en dinero contante y sonante...
Compraremos un automóvil, que digo... ¡un tren!. No, un buque... qué digo... ¡un castillo!... ¡Un
país entero!
Mariquita: Sí, don Anacleto, pero no lo grite tan fuerte que pueden oírlo.
Anacleto: Y ¿qué importa que oigan?
Mariquita: Si se corre la voz por el pueblo, vendrán a pedirle dinero para esto y lo otro. A pedir
prestado, pedir regalado, la gente es así, don Anacleto... y ¡se quedará usted en la calle en un
santiamén!
Anacleto: Tienes toda la razón, Mariquita. No deben saberlo. Nadie debe saberlo. Ah... pero lo
sabe el notario y lo contará. Hmmm. Debo comprar su silencio. Eso es, le daré dinero para no lo
cuente a nadie. Va a buscarlo, Mariquita.

Sale Mariquita y se la oye gritar: “Señor Notario, señor Notario”

Anacleto: (Solo) Los buques están pasados de moda, compraré un submarino y un avión a chorro.
Claro que eso ha de costar carísimo... creo que me contentaré con un buen automóvil. Un
“Mercedes Benz” (Reflexiona un instante). No, no, es mucho gasto. Un Ford me servirá lo mismo.
Hay que ahorrar un poco por millonario que uno sea. Y, pensándolo bien, si compro un auto voy a
tener que pagarle a un chofer, y piden un sueldo muy subido, más con lo exigente que están
ahora, no, pensándolo bien, decía, conviene más no comprar auto y usar los taxis. Es bastante más
cómodo. Sólo que se acostumbra uno y toma taxi a cada rato. Y eso ¡es la ruina!. Lo más práctico
es caminar, es un excelente ejercicio, digo para la salud... y ahorra uno en médico y medicinas.
Claro que caminar tiene su pequeño inconveniente, se gastan mucho los zapatos, y con lo caro que
están pidiendo para ponerles “media suela”, que le llaman... No. Decididamente, si deseo
conservar este dinerito, lo más inteligente es quedarse en casa, sentadito en mi sillón. Y para lo
que necesite, mando a la Mariquita... ¿A propósito?, ¿por qué no vuelve?. Necesito comprar el
silencio del Notario, ese gasto no lo puedo evitar. No porque uno hereda unos cuantos millones hay
que empezar a gastar como loco. ¡No, señor! (Entra Mariquita seguida del Notario). ¡Ah! Ya
regresa... Señor Notario, tengo una proposición que hacerle.
Notario: Lo escucho don Anacleto.
Anacleto: Es imprescindible mantener en secreto esto de mi herencia, los milloncitos... De modo
que...¡compro su silencio!
Notario: Ofrezca.
Anacleto: Pida usted.
Notario: No, usted, don Anacleto.
Anacleto: Usted, señor Notario.
Notario: Diez mil pesos.
Anacleto: ¡Ni muerto!
Notario: Nueve mil novecientos noventa y nueve...
Anacleto: Eso me parece más razonable, pero aún me parece demasiado.
Notario: Ofrezca usted.
Anacleto: Mil pesos... quiero decir, cien... mejor, diez pesos.
Notario: (Indignado) ¿Diez pesos?. ¿Qué quiere que haga con diez pesos?
Anacleto: Puede usted comprar diez cosas de a peso.
Notario: ¡No hay nada que se pueda comprar por un peso!
Anacleto: Está bien: ¡cien pesos!. Y ni una palabra más.
Notario: De acuerdo. (Aparte a Mariquita). Este se volvió podrido de avaro.
Anacleto: Entonces ¿jura usted no contar a nadie que soy millonario?
Notario: Juro.
Anacleto: ¡a nadie!. ¡Ni siquiera a mí mismo!
Notario: Ni siquiera a usted mismo.
Anacleto: ¿Ni a usted mismo?
Notario: Ni a mí mismo.
Anacleto: Bravo. Trato hecho. Queda comprometido por el juramento.
Notario: Y... ¿el dinero?
Anacleto: ¿Qué dinero?
Notario: Iba usted a comprar mi silencio.
Anacleto: ¡Ja ja ja!. ¿Oíste, Mariquita?. ¿Yo, comprar algo tan inútil como el silencio?. No se ve,
no se toca, no se oye... ja, ja, ja, ¿por quién me toma?
Notario: ¡Déme Ese dinero!
Anacleto: No tengo dinero. Soy pobrísimo ¿verdad, Mariquita?
Notario: Acaba de ser usted multimillonario. Se queja de pobreza, ¡y tiene millones, millones!
Anacleto: ¿Oíste, mariquita? Lo ha dicho a gritos. Juró no decirlo a nadie, ni siquiera a sí mismo.

(Avanza, furioso, hacia él) ¡Devuélvame mi dinero!

Notario: ¿Cuál Dinero?


Anacleto: Los cien pesos con que compré su silencio.
Notario: Dijo que lo iba a comprar, pero me dio nada.
Anacleto: Lo dije, y la palabra de un hombre honrado vale tanto como el dinero, de un hombre
honrado. Me da usted ese dinero o lo denuncio.
Notario: ¡Pillo, sinvergüenza, infame... (Le pasa dinero). ¡Tome!, pero le advierto que esto es un
robo!
Mariquita: Don Anacleto, usted no puede hacer eso, no está bien.
Notario: ¡Déjelo!. Que se pudra con su dinero. Ha obrado la brujería fatal de los millones. Ha de
saber usted, que su tío sufría de una horrible enfermedad.
Anacleto: ¿Qué enfermedad?
Notario: Por las noches tenía sudores fríos y de día sudores cálidos. Constantemente lo asediaban
terrores matutinos y alucinaciones vespertinas, porque temblaba sin cesar ante la sola idea de que
le pidieran, le robaran, le quitaron un peso de sus adorados milloncitos. Temblaba ante la idea de
enfermarse y tener que gastar en médico. No tenía automóvil para no gastar en chofer o bencina,
no caminaba para no gastar la suela de sus zapatos...
Anacleto: (Que ha empezado a temblar al escuchar al Notario). Mariquita... creo que estoy
enfermo...
Mariquita: ¡Jesús!. Voy a buscar un doctor...
Anacleto: ¡No!. ¿Estás loca?. Piden carísimo por una consulta. Mariquita... ¡tengo sudores fríos y
calientes!
Notario: ¿Y sabe usted cómo se llama esa enfermedad que aquejaba a su honorable y
despreciable tío?. Se llama avaricia ... Y ahora la ha contraído usted. Esto dicho, me retiro. (Sale)
Anacleto: ¿Yo, he contraído una enfermedad?. ¿Oíste, Mariquita?
Mariquita: Don Anacleto, ¡tire lejos ese dinero antes que le traiga desgracia!
Anacleto: Jamás. (abraza la bolsa de dinero). Jamás de los jamases... Mis milloncitos. (Besa la
bolsa) (Con temor, escuchando) Shhht...(Va a la ventana y le hace señas para que se
acerque). Escucha, Mariquita... es la voz del Notario...
Voz del Notario: ¡Oigan todos los de este pueblo!. Don Anacleto acaba de heredar millones, gran
cantidad de millones... Oigan todos, ¡don Anacleto se ha vuelto millonario, no, multimillonario,
millones de todos colores y de todos los tamaños!
Anacleto: ¡Infame!. Maldito Notario!. Ahora llegarán aquí todos a pedir. Mariquita, anda y diles
que es mentira que soy pobre como una rata.
Mariquita: Lo haré, don Anacleto, pero primero págueme los 33 meses que me debe por mi
abnegados servicios.
Anacleto: Nunca me habías cobrado un centavo, Mariquita. Nunca recuerdo haberte pagado.
Mariquita: No me pagaba porque era pobre.
Anacleto: Y ahora no te pago porque soy rico, y los ricos deben ahorrar para seguir siendo ricos.
Mariquita: ¡Avaro!
Anacleto: ¡Vete!
Mariquita: ¡Me voy! (Sale, regresa en el acto, amenazante). Pero ¡le va a pesar, le va a
pesar! (Se retira)
Anacleto: Una boca menos que alimentar. Ja,ja,ja... Y ahora, tengo que buscar la manera de
alejar de aquí a los “pedigüeños”. Necesito un consejo. Hay una sola persona en este pueblo que
da consejos gratuitamente, Juan Malulo. Lo llamaré por teléfono. (Toma el fono).Aló... ¿Estás en
casa Juan Malulo?. Necesito un consejo...

(Al colgar se presenta entre humos, Juan Malulo, el diablo, de rojo y con cola.)

Anacleto: ¡Hombre!. Siempre me asustas. ¿En qué vehículo viajas para llegar tan pronto?
Juan Malulo: En del interés: me interesa atender cuanto antes a mi clientela
Anacleto: Tienes que darme un consejo, Juan Malulo.
Juan Malulo: ¿De qué se trata?. ¿Hay que perjudicar a alguien de este pueblo?. Es fácil, a todos
les conozco sus debilidades, y sé cómo hacerlos rabiar...
Anacleto: No, no. Escucha: desde hace una hora soy millonario
Juan Malulo: ¡Me parece espléndido!
Anacleto: Pero no te daré ni un centavo por el consejo.
Juan Malulo: Así no dejarás de ser millonario.
Anacleto: Tú me comprendes, Juanito (Lo va a abrazar, se retira asustado, soplando sobre sus
ropas). Oye, ¡quemas!
Juan Malulo: (Ríe) Sí, un poquito...Y bien, ¿de qué se trata el consejo?
Anacleto: Necesito Librarme de los pedigüeños. Vendrán todos a pedir dinero porque el Notario
proclamó por el pueblo que recibí una herencia de millones.
Juan Malulo: Te voy a hacer una magia nueva, que acabo de aprender. Saca la lengua.
Anacleto: Ah. (La saca mientras dice con dificultad) ¿La tengo “sucia”?
Juan Malulo: Silencio. Manten la lengua afuera mientras te hago la magia.
Anacleto: (Hablando con dificultad). ¿No ves que la tengo afuera?
Juan Malulo: ¡No hables porque la lengua se entra!
Anacleto: (Con dificultad, tratando de mantener la lengua afuera). Bueno, me callo. hablo.
Juan Malulo: ¡Digo que no hables!
Anacleto: Bueno ¡no hablo!
Juan Malulo: (Desesperado) ¡Silencio! (espera un momento y al ver que Anacleto mantiene la
lengua afuera y guarda silencio, hace unos pases con sus manos por sobre la lengua, diciendo a
modo de cábala). “Roñonio trifolati al crostino..." lengua recibe esta magia: ¡repetirás siempre lo
último que escuchen los oídos de tu dueño! ¡Listo!
Anacleto: ¡Listo!
Juan Malulo: Ya está obrando la magia. Quieras o no tendrás que repetir siempre.
Anacleto: Siempre...
Juan Malulo: ¡Siempre!
Anacleto: Siempre...
Juan Malulo: Siempre... Vaya, qué idiota soy, me olvidaba que repites por la magia que te acabo
de hacer. Ja, ja, ja. Hasta luego. (se retira con un salto y sale humo)
Anacleto: Luego. Qué magia tan rara, para qué servirá? Servirá. Ja, ja, sin querer repito lo que yo
mismo digo. Digo. Oigo golpear la puerta... puerta (Va a la ventana). Quién será... será?. El primer
pedigüeño, don Pedro, viejo pillo. Pero no me sacará ni un cinco... cinco.

(Va a abrir la puerta, entra un campoesino, don Pedro)

Don Pedro: Buenas tardes, pues...


Anacleto: Tarde, pues.
Don Pedro: ¿Cómo que “tarde”? (Al público). A lo mejor ya se lo pidieron todo... (A él) Oiga,
compadrito, ya que usted tiene tan buen corazón, yo venía a pedirle que me saque de un apuro
bien grande...
Anacleto: ¡Bien grande!
Don Pedro: Bien grande...
Anacleto: Bien grande.
Don Pedro: (Hacia público) Se le pegó el disco al compadre. (A él) Oiga, don Anacletito. ¿por qué
le ha dado por repetir?
Anacleto: Por repetir.
Don Pedro: Bueno, si es su gusto, cada cual es dueño... Como le decía, vine para que me saque
de un apuro y cuento...
Anacleto: ¡Puro Cuento!
Don Pedro: No, compadre, no es puro cuento, déjeme terminar, digo que estoy en apuros y
“cuento con su merced”, que tiene tan buen corazón, para que me ayude. Porque he sabido que
usted es muy rico.
Anacleto: Muy rico...
Don Pedro: Y resulta que la Juana, mi mujer y yo, no tenemos ni para pagar el médico...
Anacleto: ¿El médico?
Don Pedro: Sí, pues, porque a la Juana se le enfermó su abuela...
Anacleto: (con tono de insulto) ¡Su abuela!
Don Pedro: Oiga, Don Anacleto no es broma...
Anacleto: (Contento) ¡Es broma!
Don Pedro: Epa, no se burle de la desgracia ajena. Como decía, la abuelita de la Juana está
enferma y la pobre lo único que tiene para ver si mejora es agüita de albahaca...
Anacleto: (tono de insulto) ¡Vaca!
Don Pedro: Oiga, qué se cree... despacito por las piedras, no me venga con insultos, mire que yo
ligerito me aburro...
Anacleto: ¡Burro!
Don Pedro: Hasta aquí no más le aguanto, compadre, pero ¡más, no!
Anacleto: ¡Asno! (A público) Ja, ja, está haciendo efecto la magia, magia.
Don Pedro: (A público, rabioso) ¡Y a este viejo qué le pasa?. (A él, zalamero) Oiga, compadre
¿qué se tragó un zoológico?
Anacleto: Lógico.
Don Pedro: (al público) Este viejo es rico y yo necesito dinero, así es que tendré que ser paciente
y hablarle con buen modo aunque me insulte. (A él) Sabía, don Anacleto que las personas
generosas con agradables a Dios?
Anacleto: ¡Adiós! (Se restriega las manos, contento)
Don Pedro: ¿Cómo? ¿me está echando a la calle?
Anacleto: ¡A la calle!
Don Pedro: ¡Me las pagará muy caro!. Se lo cuento a la Juana que es una mujer de armas tomar.
¡Verá usted lo que es bueno!
Anacleto: Bueno. (Va hacia la puerta)
Don Pedro: (Furioso) ¡No respondo por lo que le pase!
Anacleto: ¡Pase! (Abre la puerta y le indica que pase con el gesto. Don Pedro sale, indignado,
Anacleto ríe, contento) Ja, ja, já... Resultó excelente la magia... la magia. (Se escuchan golpes en
la puerta). Esa debe ser la Juana, su mujer que viene a pedirme cuentas por el trato que le di al
compadre... compadre... Pero obrará la magia.. la magia. (Le abre)
Juana: (Entrando con un escoba, amenazante) Ah, ¡aquí está!. ¡Se atrevió a llamar “vaca”, “burro”
y otros animales a mi marido en lugar de ayudarlo. Sepa usted que nadie más que yo tiene
derecho a insultarlo. ¡De modo que me va a pedir perdón en el acto!
Anacleto: En el acto.
Juana: Bueno, hágalo, entonces. ¿O quiere que le pegue?
Anacleto: Pegue... (Ella le pega, persiguiéndolo por el cuarto a escobazos). Socorro, socorro, fue
culpa de la magia... magia
Juana: ¡Qué magia magia!. Vaya tipo raro. Ya, ya, pida perdón, ¿o quiere que le siga pegando?
Anacleto: (Afligido) Siga pegando... (Para sí, murmura). Maldita magia... magia.
Juana: Miren qué gusti tan raro. Bueno, para mí es un placer. ¿Más?
Anacleto: ¡Más! (Recibe más escobazos)
Juana: ¿Más?
Anacleto: Más... (Se cubre la boca a dos manos)
Juana: (Al público). Divertido el viejo. ¡le encanta que le peguen (Al pegarle se le cae a Anacleto
la bolsa). ¿Y esto qué es?. Parece que es dinero...
Anacleto: Es dinero...
Juana: Caramba. Y se diría que es muchísimo dinero...
Anacleto: Muchísimo dinero.
Juana: y... ¿es suyo?
Anacleto: (Con intenso dolor) Es suyo...
Juana: Pero compadrito, no me diga, ¿está seguro? Yo creo que es suyo.
Anacleto: Es suyo (lo dice con una voz llorosa)
Juana: Pero ¡qué suerte la mía!. Tantísimo que necesitaba dinero. Pero no se estará burlando... A
ver, repita que este dinero es un regalo.
Anacleto: (Idéntico). Es un regalo... (Llora)
Juana: ¿De veras?
Anacleto: De veras.
Juana: No lo puedo creer... ¿Así es que todo este dinero es mío?
Anacleto: ¡Es mío!. ¡Es mío! (Deja de llorar, salta de gusto). ¡Me salve, me salvé!
Juana: ¿Cómo que suyo?. Si me lo acaba de regalar, pues, compadre. Supongo que es una broma.
Anacleto: (Sufre de nuevo) Una broma, una broma...
Juana: ¡Qué alivio!. Creí que se había arrepentido. Oiga, ¿me lo regala todo?
Anacleto:Todo...
Juana: En serio, ¿todito?
Anacleto: (Lloroso) Todito...

(Cae desmayado en el sillón. Juana lo besa en la frente y va hacia la ventana)

Juana: (Sale gritando hacia fuera) Pedro, Antonio, José, señor Cura, Vengan todos para contarles
la buena noticia...

(Unas Caras de cartón empiezan a asomarse desde fuera a la ventana)

Anacleto: (Volviendo del desmayo, busca su bolsa). Socorro, ¡al ladrón!. Me han robado mis
millones... millones... Maldita magia, maldita magia (Se pega en la boca, y en la lengua). (Entran
Juan y Pedro)
Juana: Don Anacletito, dígale a Pedro la verdad, no me quiere creer, dígale que es verdad.
Anacleto: Es verdad...
Juana: ¿Oíste, Pedro? (A Anacleto). Pedro no me quería creer que usted es tan bueno que se dejó
castigar, que hasta me pedía más golpes. Y para expiar faltas pasadas, me regaló todo su dinero.
¡Jesús, qué hombre tan desprendido!. (Abraza a Anacleto que la mira atontado sin poder creer lo
que le pasa). Es un héroe, un santo, un mártir!. Por favor repita, para que Pedro me crea, que lo
que acabo de decir ¡es la pura verdad!
Anacleto: La pura verdad... (Los mira como atontado, incapaz ya de reaccionar)
Don Pedro: (Sacude su mano y palmotea su espalda) Pero, don Anacleto, ¡esto es un milagro!

(Anacleto empieza a sentirse conforme)

Anacleto: ¡Un milagro!.


Juana: ¡Un héroe!. ¡Es capaz de darlo todo!
Anacleto: ¡Todo!
Don Pedro: ¡Se merece una estatua en la Plaza!
Anacleto: ¿En la Plaza?
Juana: (Enternecida) Mírenlo, ¡qué modestia!. ¡Cómono!. Una estatua en la Plaza del pueblo, y la
inauguraremos con banda de música(Alza la mano). ¡Será así tan alta!
Anacleto: ¿Tan alta?
Juana: Pero Qué humilde... ¿Le parece demasiado?
Anacleto: Demasiado...
Don Pedro: Pero se lo merece, don Anacleto, porque ese dinero que usted nos regala lo
repartiremos a los necesitados de este pueblo, haremos pavimentar las calles, pondremos luz
eléctrica, construiremos escuelas miles de cosas...
Anacleto: (Empieza a sentir entusiasmo). ¡Miles de cosas!
Juana: ¡Y usted, pobrecito, se ha quedado sin nada!
Anacleto: (Con tristeza) Sin nada...
Don Pedro: Se equivoca, compadre: la Juana se lo fue a contar a todos en el pueblo y están
haciendo una colecta para traerle cada día todo lo que necesite y de cuidar de usted como el héroe
de este lugar... Es más ¡quieren nombrarlo Alcalde!
Anacleto: (Ahora sin ocultar su felicidad). ¡Alcalde...!
Juana: ¿No oye? ¡Ya están aclamándolo... asómese a la ventana.
Anacleto: A la ventana. (Va a la ventana)
Voces de afuera: “Viva don Anacleto!. ¡Viva!. Queremos tener a don Anacleto de Alcalde!. Viva el
benefactor del pueblo!
Anacleto: ¡Benefactor del pueblo!... (Al público). Soy el hombre más popular... más popular de
este pueblo, de este pueblo...
Don Pedro: Y bien, don Anacleto, vamos a ir a prepararlo todo para la fiesta de esta noche, una
fiesta en su honor, donde Anacleto, para agradecer que lo haya dado todo para el pueblo. (Sale
seguido de Juana)
Anacleto: (Orgulloso, repite). ¡Todo para el pueblo! Ja, ja, ja... No tengo un centavo, pero me
siento feliz... qué raro... raro. (Toma el fono) Juan Malulo!... Malulo... (Un fogonazo, humo y
aparece Juan Malulo). Líbrame de la magia, ya no la necesito, Necesito.
Juan Malulo: (Al sacar Anacleto su lengua hace unos signos sobre ella repitiendo) “Roñoni trifolati
al crostino", magia desaparece...(Ríe, contento). Ahora cuenta, parece que resultó. ¿Te fue bien?
Anacleto: ¡Espléndidamente!
Juan Malulo: ¿No lograron sacarte ni un centavo?
Anacleto: No tuvieron que sacarme nada, ¡les regalé todo el dinero!. ¡Y me siento feliz!
Juan Malulo: (Al público) Diablos... parece que falló la magia. No debí experimentar con magias
nuevas. (A Anacleto). ¿Por culpa de la magia tuviste que regalar los millones?. Perdona, te haré
otra magia para que los recuperes...
Anacleto: No, gracias. No quiero recuperarlos. Me siento feliz sin ellos.
Juan Malulo: (Al público). Qué extraño... Seguro que mi enemigo Juan Bueno, anduvo metido en
esto...
Anacleto:Y ahora, gracias por la molestia, de todos modos, pero te puedes ir, porque estoy muy
ocupado.
Juan Malulo: ¡Maldita Sea! (Humo y desaparece)
Mariquita: (Entrando, cae de rodillas). ¡Perdón, don Anacleto!. Lo juzgué mal. Ya me han contado
la noticia y vengo a rogarle que acepte otra vez los servicios de su vieja Mariquita, ¡no le cobraré ni
un cinco!. ¿Me perdona?
Anacleto: (Solemne) Te perdono, hija. Anda a la cocina y trabaja.
Mariquita: Oiga, ahí afuera están haciendo cola...
Anacleto: ¿Quiénes?
Mariquita: El heladero, el barquillero, el manicero... y escuche (Se oye la melodía de un
organillero)
Anacleto: ¿Qué quieren que hacen cola?
Mariquita: Quieren darle de todo, y gratuitamente, y para siempre...
Anacleto: ¡Vaya, vaya! Eso se pone cada vez mejor. Déjame solo que quiero reflexionar, y lleva
un canasto para recibir la mercadería que me quieren regalar. (Mariquita sale, Anacleto se pasea,
hablando al público). ¿Qué les parece?. Me nombrarán Alcalde, todos me aclaman, me traen
regalos y prometen cuidar de mí... Y yo que pensé que la magia de Juan Malulo, era mala, como lo
es él...y era ¡estupenda!
Una Voz: (llamando) Anacleto...¡Anacleto!
Anacleto: ¿Quién me llama?
La Voz: Soy yo, Juan Bueno.
Anacleto: ¿Dónde estás?
La Voz: A tu lado.
Anacleto: No te veo. ¿Me estaré poniendo corto de vista?
La Voz: No puedes veme, porque soy invisible.
Anacleto: Pero dime dónde estás para mirar en esa dirección.
La Voz: Da lo mismo, estoy en todas partes...
Anacleto: Bueno, bueno, mira entonces a todas partes... (ríe, contento). Dime, Juan Bueno, ¿qué
te parece lo que me ha sucedido gracias a la magia de Juan Malulo?
La Voz: Te equivocas. Yo velé para que la magia saliera al revés. No es por la magia que estás
feliz.
Anacleto: ¿Cómo es eso?. No fue por la magia de Juan Malulo entonces?
La Voz: No, Anacleto, y aprende esto, la única magia es ésta “Quién más da, más recibe”
Anacleto: “El que más da, más recibe”. ¡Eso me huele a moraleja!
La Voz: ¡Es la moraleja de este cuento!
Anacleto: ¿Y llaman “moraleja” a la frasecita que se escribe al final de un cuento?
La Voz: Así es, Anacleto.
Anacleto: Entonces, (Al público). ¡Ya lo oyeron!. Este el final, y me alegro porque tengo que ir a
tomar helados, a comer maní, barquillos, y mote con huesillos... ¡Mariquita!
Mariquita: (Entrando) ¿Don Anacleto?
Anacleto: Vamos a la Plaza, nos están esperando. (Al público). ¡Hasta la vista...! Niños, y
personas mayores también, canten conmigo... “¡Quién más da, más recibe... quién más da más
recibe!

Con una música alegre, bailan los personajes, cantando “quién más da más recibe”. Luego dicen
todos en coro. ¡ Fin! y saludan.

Fin

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