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Mariano Fernández de Echeverría y Veytia fue un literato, filósofo e historiador novohispano,


considerado el primer historiador de Puebla con su obra “Historia de Puebla de los
Ángeles”. También es el autor de una historia de México titulada“Historia antigua de
México”, continuación de la obra inconclusa de Lorenzo Boturini. Por línea paterna,Mariano
Veytia perteneció a uno de los linajes descendientes de Alfonso el Onceno, rey de León,
y que se trasladaron a Nueva España. Su padre, José Fernández Veytia y Villanueva, fue
oidor de la Real Audiencia en México y alcalde de Puebla en 1719.

Sus tíos abuelosocuparon importantes cargos en España. Por ejemplo, Juan Veytia y
Linaje fue consejero de Indias y José Veytia, oidor del Despacho Universal de Indias.

Hugo Leicht en el libro Las Calles de Puebla menciona que miembros de la familia

Fernández y Veytia eran dueños de casas en la actual calle 4 norte, inmueble que pasó,
posteriormente, a ser de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia.

Nació en Puebla el 16 de julio de 1718; estudió en la Universidad de México y se graduó de


abogado en 1937, cuando tenía 19 años de edad, por lo cual tuvo que obtener el permiso
de la Audiencia.

Al concluir sus estudios,Veytia, de origen poblano y de familia de juristas, viajó a varios


países de Europa, estableciéndose en España. Decidió radicar en la Villa de Oña, en Burgos,
de donde era originaria su familia.

En Europa,el joven Veytia se hizo amigo de Lorenzo Boturini, que posteriormente sería su
influencia en la Historia.

En Burgos fungió como alcalde y regidor perpetuo. En 1742 fue armado caballero de la
Orden de Santiago. A la muerte de su padre, en 1750, regresó a Puebla y se casó con Josefa
de Aróstegui Sánchez de la Peña.

Mariano Veytia renunció a diferentes cargos públicos para enfocar sus estudios en
Historia y hacerse cargo de algunas investigaciones que Boturini necesitaba para terminar su
trabajo sobre México.

Sin embargo, a la muerte de Lorenzo Boturini, Veytia decidió aprovechar los documentos
de la investigación y comenzó a escribir “Historia antigua de México”, su obra cumbre
publicada hasta 1836 y que hablaba sobre la ocupación del Anáhuac hasta mediados del siglo
XIV.

En 1820 publicó su “Historia de Puebla y Baluartes de México”. El escrito original se


encuentra en la Academia de la Historia de Madrid. En el cuarto centenario de la fundación de
Puebla, la Sociedad Alzate de México logró conseguir una copia fiel.

También dejó un manuscrito no publicado llamado “Historia Eclesiástica”, y tradujo las“Cartas


provinciales de Pascal”.Murió 25 de febrero de 1780.
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E historiador Enrique Florescano, considera que uno de los temas de gran


aportación de la historiografía virreinal es el proceso de occidentalización de los
pueblos indígenas a través de la penetración de las ideas religiosas europeas, entre
otros factores más. También depone que el estudio de la formación de la conciencia
criolla, involucra el análisis de los valores familiares, sociales, artísticos, científicos
y patrióticos que conformaron este fenómeno.

La conciencia criolla, nos dice Florescano, reconoce la tierra del origen, la necesidad
de recuperar el pasado indígena para sustentar una nueva legitimidad de la
ocupación del territorio, la creación de símbolos religiosos y culturales que fungieron
como elementos identitarios en una sociedad socavada por las diferencias, y la
construcción de una conciencia histórica que le asignaba a la patria criolla un
destino original, grandioso y bendecido por Dios1

Se menciona a Dios, en mi opinión, porque no olvidemos que la religión fue un


recurso para distinguir dos flancos: La Corona y el Criollismo. En esta colonización,
que observa tres siglos, encontramos las crónicas de los frailes del clero regular que
justifican la conquista y la colonización, así como más adelante se publican obras
por la clase cortesana, por los herederos de la escritura, como el caso del criollo
poblano Lic. Mariano Fernández Echeverría y Veitia, cuya obra Baluartes de
México, causó controversia en la Ciudad de México, capital de la Nueva España.

Esta obra, objeto de nuestro estudio historiográfico, asienta que cuatro de las
advocaciones de la Virgen María (la de Guadalupe, la de los Remedios, la de la
Piedad y la de la Bala) protegen a la Ciudad de México.

La historiografía sobre esta obra, se inclina hacia dos posturas: aquella que forma
parte del Culto Mariano (al cual perteneció Fernández Veitia), y los que desestiman
la obra por considerar la apariciones de la Virgen de Guadalupe como una mentira
fraguada para inducir a los moradores de la Ciudad de México a conservar sus
férreas tradiciones religiosas a la Virgen María y aportar así a los maristas su

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Florescano, Enrique (1999), “La Nueva Interpretación en la Historia del pasado mexicano” en Antología de
Conferencias “El historiador frente a la historia” México, UNAM p. 37.
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consolidación y presencia perenne, en un primer momento. Luego de ello nos


remitimos a textos que escuetamente se refieren la obra misma.

Dentro de historiografía la obra de Veytia encontramos el texto de Margarita Moreno


Bonnet, intitulado Mariano Fernández Echeverría y Veytia: Aproximaciones a su
obra histórica: La Vida y la obra. En esta aportación inicia por considerar al
historiador poblano como un representante de la modernidad en la Nueva España,
por su dedicación hacia las reformas políticas y económicas, y su repercusión en la
sociedad; sin embargo, señala la autora, debido al apego del historiador poblano a
la tradición católica, le impidió romper con los presupuestos ideológicos vigentes en
la sociedad española y novohispana.

Encontramos en el Parecer del M. R. P. Dr. y Mtro. Fray Manuel de Mercadillo, la


crítica y oposición de D. Juan Bautista Muñoz, a la impresión de la obra Baluartes
de México, ya que en su opinión son falsas las apariciones y milagros de la virgen
de Guadalupe. Esta inconformidad, Bautista Muñoz la comparte con Joaquín García
Icazbalceta, Francisco del Paso y Troncoso y?? quienes publican una obre conjunta
intitulada La no aparición de la Virgen de Guadalupe. Hacen acopio de varios
documentos y se dan a la tarea de evidenciar el engaño del milagro Guadalupano.

Jacques Lafaye, en su trabajo “Quetzálcaoatl y la Guadalupe”, publicado en español


en 1977, se ocupa brevemente de Veytia, a quien menciona con muchos elogios en
tanto heredero de los escritos de Boturini. Estos menciona Lafaye, Veytia
aprovecharía para escribir una historia acerca de la tradición de Guadalupe, así
refiere al texto Baluartes de México. Otro elemento que destaca de esta obra

Efraín Castro Morales a través de su estudio preliminar de 1962 para la reedición


de la Historia de la Fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles”, reconoce, al
igual que Lafaye la obra histórica descriptiva de los Baluartes de México.

Edmundo O´Gorman (1986) en su libro Destierro de sombras. Luz en el origen de


la imagen y culto de Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac, menciona que era
menester haber verificado los milagros y comprobándolos con copias de testigos en
alusión a las apariciones de la Guadalupana; también expresa que en el Primer
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Concilio Mexicano la asamblea apoyo el culto de la Virgen en sus diversas


advocaciones.

José Guadalupe Victoria, en su obra Un singular ejemplo de piedad mariana. Notas


en torno a una pintura de la Virgen de Guadalupe, hace notar cómo la idea de poner
a las ciudades y pueblos bajo el patrocinio de un santo o de la Virgen, en alguna de
sus advocaciones, fue práctica frecuente en Occidente desde tiempos antiguos. La
ciudad de México no resultó una excepción, y aunque mucho después de concluida
la Conquista contó con varios santos patronos, es significativo que a partir de
mediados del siglo XVII la Guadalupana fuera considerada como la patrona más
importante. Patronazgo que con el tiempo -ya en el siglo XVIII· se acentuaría al
asociarla a otras devociones marianas -Virgen de los Remedios, Virgen de la Piedad
y Virgen de la Bala-· originando y fortaleciendo la idea de los cuatro baluartes de
México, según lo entendió Manuel Fernández de Echeverría y Veytia.

Así Guadalupe Victpia, considera que la lectura de la obra debe hacerse tomando
en cuenta, en primer lugar, la imagen central: la Virgen de Guadalupe, como alfa y
omega del culto mariano imperante en la Nueva España durante el siglo XVIII.

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