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Podemos decir entonces que lo que plantea Beckett es más bien una
situación, sólo una situación. Y para ello se sirve de algo a lo que
algunos artistas plásticos han dedicado buena parte de su obra, o al
menos de su búsqueda: el vacío. Beckett desnuda a la obra de todo lo
que convencionalmente sería importante -escenario, argumento,
diálogos sensatos, emociones- y consigue con ello la magistral
representación de un vacío. Pero ¿para qué?
Bueno, pues por ahí anda el enfoque existencialista que unos cuantos
autores trabajaron en diferentes direcciones con especial relevancia
a mediados del siglo pasado, y que Beckett plantea con crudeza en
esta obra. E íntimamente emparentado con aquél, el teatro del
absurdo, que a veces utiliza recursos como la caricatura, el lenguaje
del clown (muy nítido en este caso), el non sense, y cosas similares
para avanzar por estos terrenos. O así lo veo yo.