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Germen y desarrollo de un secuestro.

“Cuando los excluidos protestan contra la élite dominante, la verdadera apuesta no está
en reivindicaciones explícitas (aumentos salariales, mejores condiciones de trabajo) sino en
el derecho fundamental a ser escuchados y reconocidos como iguales en la discusión.”

Dice Adam Smith que el trabajo es la fuente de toda riqueza. Un empresario en mi país tuvo
entonces que trabajar muy duro y mucho para construir su imperio. Hoy figura en la lista de
las personas más ricas del mundo. Es dueño “medios de producción”, de la telefonía en
México.

“No todo el que tiene es malo” un postulado pluriclasista, pues los cuatro principales
millonarios mexicanos representaron en un periodo de 2011 a 2014 el 9% del PIB nacional,
una cifra avasalladora. Y lo es aún más si lo contrastamos con el porcentaje que el gobierno
destina a educación, el cual fue en 2015 de 5.2%. Pero, ¿qué es lo que tienen en común estas
cuatro personalidades? Pues que su fortuna es nada sin las relaciones de poder que tienen con
la política y los altos mandos. Buena parte de su fortuna la obtuvieron de sectores
concesionados privatizados y/o regulados por el sector público. Los ejemplos son visibles,
Carlos Slim con Telmex, Alberto Balladares y German Larrea con las mineras y el señor
Ricardo Salinas Pliego con Tv Azteca (y Banco Azteca).

La lógica es sencilla, el deber del Estado es “supervisarlos” por tanto ellos tendrán todo el
interés en manipular e intervenir en aquellos mecanismos encargados de regularlos. En la
función de distribución de la dominación económica deviene la dominación política, por lo
que el marco de lo jurídico se vuelve vulnerable (hecho que también atenta contra los
derechos). Entonces el fin y propósito de esta oligarquía financiera es la captura “política”
del Estado mexicano.

¿Y cómo ocurrió esta captura?, ¿fue esporádica?, para entenderla es necesario remembrar
una serie de procesos que dieron paso a los elementos que hoy conforman la “realidad”
mexicana.

Durante el mandado de Luis Echeverría Álvarez el entorno internacional se configuraba en


función de la apertura a un nuevo orden (el neoliberal). Cuyos principios colocaban en tela
de juicio el cómo México interactuaba en el mercado. Es decir: el uso del patrón de
acumulación de capital apoyado en la sustitución de importaciones.1 De esta forma el rol del
Estado como interventor vacilaba.

El punto de quiebre ocurrió a finales del sexenio de Echeverría cuando sobrevino a la nación
la primer gran crisis del Estado “moderno” mexicano, la de 1976. Un elemento más que se
adhiere a este momento coyuntural es la situación del movimiento obrero, que se había
convertido en un proletariado sin cabeza, vencido ante el control corporativo partidista. Una
consecuencia expresa de esto fueron los despidos masivos, (un requisito para ser una
sociedad de “libre mercado”) la fuerza de los sindicatos mexicanos obreros había sido
considerablemente reducida. Este, el elemento paliativo que por años medio la situación
(incluso los “charristas”) de conflictos entre patrones y trabajadores perdía fuerza. Pero
estructuralmente hablando el sistema del país no había cambiado aún.

El germen de la captura política no fue sino hasta el periodo presidencial de Miguel de la


Madrid Hurtado, el cual es considerado como un punto coyuntural en la historia de la
organización económica de nuestro país. Puesto que las grandes decisiones (las estructurales)
en la vida política del país responden a presiones del exterior. Con el desmantelamiento del
Estado benefactor (o adelgazamiento de este) y la construcción de un nuevo orden. Se
pretendía olvidar al Estado revolucionario interventor y proteccionista para entrar al mundo
“global” a partir de estrategias económicas neoliberales.

Esto ocurría a nivel gobierno, la sociedad civíl por su parte, en el marco de los movimientos
sociales estaban ausentes. Y con los sindicatos: los oficiales por su parte apostaban a
favorecer al poder establecido. Defender el interés corporativo desde la protección del Estado
(inmovilizaron el potencial humano mismo que pudo cambiarle el curso al proceso político
electoral). Estos fueron cómplices, aliados del poder hegemónico. Por su parte las
preocupaciones del sindicalismo independiente eran avocadas a sus necesidades inmediatas:
conservar el empleo y defender el salario.

Posteriormente con la “derrota” de Cuauhtémoc Cárdenas y la “caída” del sistema, que


otorgaba la victoria electoral a Carlos Salinas de Gortari. Un individuo que sería recordado

1
La inserción de México al proyecto neoliberal fue retrasada debido en gran medida a las políticas
populistas del presidente Miguel de la Madrid, hasta donde la vía del endeudamiento externo lo permitió.
por decisiones como la devaluación de los “tres ceros”, el programa “solidaridad” (el pueblo
mexicano lo veía con una suerte de “mesianismo”), el “liberalismo social”, la firma del
Tratado de Libre Comercio (con este se pregonaba la consolidación del cambio estructural).
Con la serie de privatizaciones que llevo a cabo Salinas, el 9 de diciembre de 1990 Carlos
Slim Helú compra Telmex durante las privatizaciones iniciadas por el mandatario Carlos
Salinas de Gortari. E independientemente de las especulaciones sobre si compro debajo del
precio, uno de los factores que le favoreció la adquisición fue que uno de los requisitos
indispensables era que el accionista mayoritario en la compra fuese mexicano, para que la
empresa no quedara en manos extranjeras.

Una clausula entendible. Sin embargo, (y sin contar con la existencia de los prestanombres)
el capital no tiene patria. Y las burguesías no responden a un carácter nacionalista (esto es
una tesis equivocada). Velan por sus intereses. Generalmente se alían con las fuerzas
extranjeras en función de mejorar sus relaciones económicas. La fortuna del señor Slim
afianzo su puntero en esta etapa de privatizaciones”.

Continuando con esta lógica de “reconstrucción histórica” tenemos al llamado Fobaproa en


el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, la ilegal transformación de un fideicomiso
privado (deuda banquera) que, arbitrariamente se transformó en una deuda pública. Después
la banca fue vendida a extranjeros (se remató la banca), esto explica el que en la actualidad
muy pocos bancos son mexicanos.

En temporalidad no recuento hasta el siglo XXI, y hay suficientes piezas para afirmar la
existencia e historicidad de la captura política del Estado.

Así es que toca el turno de “la alternancia política” los 12 años de presencia de la derecha en
Los Pinos. Primeramente: con Vicente Fox Quezada y posteriormente Felipe Calderón
Hinojosa. Si bien es cierto que desde las elecciones en las que Francisco I. Madero resulto
electo no había un consenso electoral tan grande como con el ex presidente Fox, no existieron
en su gobierno cambios estructurales (a pesar de contar con un amplio capital político y la
aprobación de buena parte de la población). Caso contrario al de Calderón cuya victoria
electoral fue contemplada como ilegitima (un fraude), y los eventos ocurridos después de su
envestidura presidencial confirmaban que su aceptación como líder de la nación no era
homogénea.

En el marco de un régimen neoliberal al servicio de intereses del sector empresarial,


aconteció un hecho, uno de tantos, que ejemplifica un postulado dicho como secreto a voces,
que no muchos se atreven a repetir y que sin una vista crítica puede sonar exagerado: que los
gobiernos actúan en complicidad de una minoría rapaz y depredadora que se interesa en la
obtención de ganancias en menoscabo de una clase trabajadora que ve reducidas sus opciones
de acción. Y esta reducción mucho se explica en que los gobiernos encuentren en el mercado
la mejor solución, porque en efecto este es el mejor distribuidor de bienes y servicios, pero
no lo hace con un criterio humano sino de eficiencia. De esta manera la conformación de los
que más tienen en comparación de sus contrarios, se acentúa.

Disparándose así la desigualdad. ¿Cómo es posible que en algún momento 85 personas en el


mundo tuviesen los mismos recursos que la mitad de la humanidad? En nuestro país (y en
América Latina) ¿qué es lo que reclama el fondo monetario internacional?, que ataquemos
nuestra pobreza. ¿Y cómo hacerlo si los programas de las secretarias encargadas no buscan
erradicarla sino controlarla?, dotar a los pobres de oportunidades. Si no es una cuestión
divina, escrita por un ser supremo que dicta como deben ser las cosas, el orden de las
estructuras, nuestro papel en este mundo. Dudar del “sentido común” es nuestra labor, ya que
es ahí donde se esconden mecanismos que legitiman la desigualdad.

Uno de esos casos que podemos encontrar sobre estas prácticas privatizadoras que responden
a necesidades no del bien común si no de privados en un pasado no tan lejano, es el de la
extinta compañía de Luz y Fuerza del Centro y de su asociación sindical el Sindicato
Mexicano de Electricistas quien ante el golpe recibido por el gobierno de Felipe Calderón no
tuvo opción más que organizarse e intentar hacer frente a tal acto y con el trasfondo de este
el cual, en la medida de lo posible se trató de ocultar a la sociedad mexicana. Debido a que,
se trataba de una intención manifiesta, beneficiar a cierta burguesía. Y el papel de la
administración en curso fue remover del camino todo aquello que estorbara para consolidar
sus actos.
Para entender el hecho ejecutado durante gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, es
importante rescatar los antecedentes del Sindicato Mexicano de Electricistas, esta asociación
se funda en 1914 desde la base de los trabajadores de la empresa canadiense “Mexican Life
and Power”; por mucho tiempo el SME se interesó en mejorar las condiciones de trabajo de
sus agremiados, es decir, no pretendia aliarse al carrancismo contra el villismo.
Posteriormente el SME tuvo afinidades con el Partido Nacional Revolucionario y en tiempos
de Cárdenas con el Partido de la Revolución Mexicana, aunque siempre estuvo a favor de la
nacionalización de la industria eléctrica, a diferencia de otras agrupaciones de obreros del
sector energético de tipo corporativo y subordinados al gobierno, el SME mostró su carácter
independiente y democrático desde 1952 cuando definió su postura organizativa con
elecciones continuas que incluían la participación de toda la base de sus agremiados.

Con la nacionalización de la industria eléctrica la mayoría de las regiones del país fueron
administradas por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), pero en el centro del país la
administración permanecía en manos de lo que desde la década de los años sesenta se llamaría
la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLFC). En el intento por que toda la administración
pasara a manos de la CFE en 1974 Luis Echeverría decretó la extinción de la CLFC, sin
embargo, el decreto no pudo consolidarse por la abierta oposición del SME. Posteriormente
en 1985 Miguel de la Madrid concedió gran parte del territorio donde operaba la CLFC a
manos de la administración de la CFE. Carlos Salinas convirtió a la compañía en un
organismo descentralizado que siempre estuvo en vías de liquidación, ahora llamada Luz y
Fuerza del Centro (LFC).

A lo largo de su historia se definió y se manifestó la postura ideológica del SME, desde las
demandas internas por el aumento salarial y mayores condiciones laborales, estas demandas
son lo que desde una postura marxista llamaríamos “reformistas” puesto que buscaban solo
mejorar sus condiciones de trabajo.

Volviendo en concreto al acontecimiento del 11 de octubre de 2009, mediante una edición


de carácter extraordinario del Diario Oficial de la Federación Oficial se determinó la
extinción del organismo descentralizado Luz y Fuerza del Centro (LFC), decreto que se
encontraba firmado por el presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Un antecedente que en definitivo marcó el rumbo de la artera acción fue la omisión del
reconocimiento de la directiva sindical ganadora de las elecciones dentro del Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME), debido a la imputación cometida por una de las partes
contendientes, haciendo uso del aparato legal para legitimar un acto que es a todas luces,
contrario a la ley aprovechando así las condiciones de tal disputa para dar formalidad y dar a
conocer el decreto de extinción de modo que el sindicato se vio impedido para poder dar
marcha atrás a tal suceso.

Semanas antes del golpe comenzaron los rumores acerca de la liquidación de Luz y Fuerza
del Centro, desde la Secretaría del Trabajo y Previsión Social existía información que
indicaba que se negaría la toma de nota que legitimaba ganador de las elecciones internas del
Sindicato al comité que encabezaba Martín Esparza quien resultó electo como Secretario
General en oposición a Alejandro Muños, ex tesorero del SME, acontecimiento que desde
luego ocurrió. La negativa de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje era evidente pues
Martín Esparza y el SME en general obstaculizaban que tanto las empresas de la iniciativa
privada como los políticos en turno, mantengan su posición de clase.

En la perspectiva de los trabajadores, las verdaderas intenciones de aquella negativa era


acabar con la empresa y con el sindicato, en donde existían más de 41 mil activos y 25 mil
jubilados, pues era cuestión de tiempo, y no mucho, para que se materializara el que Luz y
Fuerza usara la red de fibra óptica que ostentaba y con ello dar un golpe a los monopolios
que detentaban el control de los medios de comunicación pues con la incursión del organismo
descentralizado en los servicios de telefonía y/o internet, se verían absolutamente afectados
los intereses de la iniciativa privada.

Es decir, los intereses de unos pocos, pero poderosos se veían afectados. Y este no es el único
caso registrado de la obstrucción de mecanismos que alienten la competitividad de la que
tanto habla el libre mercado.2

2Tres años después en 2012, a un hecho que se le conocería burdamente como el “boom Aristegui” durante una negociación del
gobierno en turno con la empresa MVS por una concesión de espectro radioeléctrico de la banda ancha de 2.5 Ghz, trato que no se
cerró. A pesar de que de haberse llevado a cabo pudo colocar a MVS como un competidor real del duopolio televisivo (Televisa y TV
Azteca).
El argumento central que utilizó el gobierno para legitimar la liquidación radicaba en que la
empresa era ineficiente tanto de manera operativa como financiera, que representaba un costo
tan elevado a tal punto que era inconveniente para la economía nacional y para el interés
público, que más bien se trataba del interés del sector privado.

El ex presidente Calderón sostiene en la exposición de motivos que, desde su creación, el


organismo no ceso de recibir transferencias presupuestarias cuantiosas, las cuales, lejos de
disminuir, se han incrementaron con los años. En mi apreciación y la que me otorga los
hechos la verdadera intención de su gobierno que era restar del camino a una empresa que
afectaba los intereses del propio gobierno y de aquellos a quienes parece representar incluso
más que al común denominador, a esa clase burguesa poseedora y dueña de medios de
producción que siempre quiere más. Aparentemente una justificación sumamente
economicista, sentada en cifras deja de lado la subjetividad, el despojar de su trabajo a un
obrero que lo único que tiene para vender es su fuerza de trabajo. Y no solo por el aspecto
“moral”. El presupuesto neoclásico de que el desempleo siempre existe, la necesidad
imperante (de lo pocos, de los muy pocos) de un ejército industrial de reserva. El que la
inflación y el desempleo sean una “disyuntiva a corto plazo a la que se enfrentará la
sociedad”. Aceptar, legitimar y reproducir esa estructura es prácticamente aceptar “nuestro
destino”, justificar un orden.

Retomando el discurso: A raíz del decreto de extinción de la paraestatal Luz y Fuerza del
Centro el once de octubre de dos mil nueve, el Sindicato Mexicano de Electricistas inició un
proceso de organización que en principio parecería que se construiría sobre una demanda
inmediatista, es decir, sobre la demanda del retorno al trabajo de los miles de desempleados
de aquel gremio pero que de fondo ponía en evidencia los intereses de clase que había detrás
de aquel decreto de extinción. En el núcleo de aquel proceso la base del gremio entendió que
no bastaban las demandas inmediatistas, no bastaba el único instrumento con que contaban
en ese momento que era el sindicato, más que económico, el trasfondo que había detrás de
aquel decreto era más bien político, por lo tanto, era necesaria una lucha política “más toda
lucha de clases es una lucha política” (Marx y Engels, 1985, p.67), la construcción de un
instrumento político propio de los trabajadores.
Es importante aclarar que la materialización de la extinción de Luz y Fuerza no fue un acto
espontáneo, sino que se trató de un acto totalmente premeditado que se fue fraguando con
anticipación y en la que el gobierno usó algo más que el aparato legal y policial para llevar a
fin su cometido.

Partiendo de la concepción marxista y gramsciana de que la ideología es una falsa conciencia,


es claro cómo en el presente caso el gobierno echa mano de su aparato no solo represivo sino
ideológico para deformar la realidad; en palabras de Louis Althusser “el Estado es concebido
explícitamente como aparato represivo. El Estado es una máquina de represión que permite
a las clases dominantes… asegurar su dominación sobre la clase obrera para someterla al
proceso de extorsión de plusvalía (es decir a la explotación capitalista” (Althusser, 1970, p.
20). Existen múltiples ejemplos de prácticas privatizadoras por parte de los regímenes en
turno y para concretar su encargo es menester acabar con organismos gubernamentales
descentralizadas como lo era el caso de Luz y Fuerza del Centro yendo así en contra de los
logros obtenidos por el presidente Lázaro Cárdenas y subsecuentes mandatarios con la
nacionalización de la industria eléctrica.

Ese lugar descentralizado que ocupaba Luz y Fuerza del Centro en la administración pública
hacía complicada la injerencia directa del gobierno y eso permitió la formación y
afianzamiento del Sindicato Mexicano de Electricistas que no convalidaba los intereses
privatizadores del gobierno en turno a favor de una burguesía de la cual este es un instrumento
por no indicar en términos menos formales, que es un títere.

Pero no bastaba con hacer uso del aparato represor del Estado, con emitir un decreto de
extinción, era necesario entrar en las mentes de la sociedad y convencerles de que dicha
empresa gubernamental no tenía ya razón de existir, es decir, había necesidad de deformar la
realidad a modo de que la sociedad viera lo que el gobierno quería que vieran, para ello hizo
uso de los medios informativos alineados a los intereses de todo ese aparato de control
llamado Estado, medios televisivos principalmente por ser este el principal medio de
desinformación de la sociedad, medios radiofónicos, prensa escrita y hasta medios
electrónicos; la encomienda era sencilla, fácil para esos medios como Televisa, TV Azteca,
Radio Fórmula, Milenio, Radio Centro (quizá pueda darle el beneficio de la duda a estos tres
últimos) por mencionar solo algunos, que acostumbrados a llevar a cabo campañas de
desprestigio y contar ya con una vasta experiencia en el tema, pusieron manos a la obra y en
días previos al llamado “Sabadazo”, existía ya como tema de interés nacional la ineficacia,
el despilfarro, la improductividad, las millonarias pérdidas, la corrupción que imperaban en
el organismo en cuestión.

Siendo necesaria la reproducción de los intereses de clase, el Estado conformado en ese


momento por un gobierno en efecto neoliberal como lo fue el de Felipe Calderón, se hizo
ayudar no solo del aparato legal como aparato de control sino de esos otros medios más
sutiles que ayudan a hacer el trabajo sucio o encomienda de ciertos grupos privilegiados, que
quieren mantener en principio su posición de clase y afianzar así su interés de clase por
ejemplo inmediato, privilegios de empresas privadas que ven en el ámbito de la industria de
los energéticos posibilidades de enriquecimiento y en ese tenor es preciso echar a andar todo
un andamiaje jurídico, político, ideológico para obtener los ansiados resultados.

Es importante enmarcar esta campaña de desprestigio en el concepto que aporta Louis


Althusser al respecto, “designamos con el nombre de aparatos ideológicos de Estado cierto
número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones
distintas y especializadas” (Althusser, 1979, p.20), esto como bien lo apunta Althusser para
diferenciarlo de los aparatos represivos del Estado que operan en el ámbito público mientras
que los aparatos ideológicos tienen su origen en el ámbito privado como lo son las empresas
mencionadas en párrafos anteriores.

Bien, hecha la tarea de esos aparatos ideológicos, aunado a una cuestión legal materializada
en el Decreto de Extinción y a la estrategia “novedosa” de sábado a media noche, la reacción
de la sociedad a un nivel “homogéneo” bien pudo ser clasificada como “pasiva”,
“indiferente” y “poco solidaria”. Sin embargo, el desarrollo de la situación no se mantuvo
estático. Pues el papel político que tuvo el Sindicato Mexicano de Electricistas devino en
grandes movilizaciones de la sociedad (de parte de ella, de miembros del sindicato, familiares
de los miembros, simpatizantes de la causa) en apoyo a la organización que recién había sido
extinta.
Pero, y a pesar de las notables
manifestaciones y rechazo de
este decreto el golpe se dio.

Entonces pregunto, ¿Quién


perdió?: ¿Luz y Fuerza del
Centro? O ¿el sindicato
mexicano de electricistas?,
esta es una pregunta errada, un
falso debate. La cuestión no es
decidir si un sindicato es bueno
o malo, es necesario como
paleativo, en la discusión de
“si lo público o lo privado”, en
defensa de los derechos e
intereses de los trabajadores.

“En buena medida el fracaso


de las dirigencias políticas y
económicas en el México neoliberal se explica, entre otras cosas, porque las conformaron,
salvo excepciones, personajes grupos y partidos empeñados fundamental y casi
exclusivamente en montar y sostener un sistema dedicado a extraer para su beneficio los
recursos de la sociedad” (Meyer, 2016, 342).

Perdimos todos porque en la medida que “los poderosos” toman control de funciones del
Estado se restan los derechos que nos corresponden. Al final ni la misma legalidad nos
respaldará del todo. Porque no bastará con que este escrito y “legitimado” en un papel, al
final la presencia y necesidad de los movimientos sociales como mecanismo de convergencia
será siempre requerida. Mientras las políticas sociales del gobierno no sean tanto universales
como focalizadas, mientras la base de la recaudación fiscal se sostenga en los hombros de
aquellos considerados como “pobres” (la otredad en su máxima expresión), de las clases
medias (que claro que existen, pero no tienen una conciencia de clase bien definida), mientras
no se graben impuestos sobre la riqueza, el patrimonio y las herencias de aquellos individuos
cuya fortuna supera los ingresos de la media nacional, mientras a los privados les sigan
permitiendo evadir impuestos, mientras no sea un objetivo real erradicar la pobreza, hasta
entonces la última línea de defensa serán los movimientos sociales.
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