Vous êtes sur la page 1sur 90

BREVE INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENTO

DE DERRIDA
BREVE INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENID
DE D ERRIDA

Zenia Yébenes

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA


Para mi hermano Yebe
Casa<brfta ;~ tlCll\íl(I
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

Rector general
José Lema Labadie

Secretario general
Luis Javier Melgoza Valdivia

Coordinador general de Difusión


Daniel Toledo Beltrán

Director de Publicaciones y Promoción Editorial


Álvaro Ruiz Abreu

Subdirector de Publicaciones y Promoción Editorial


Rafael Vargas Escalante

Coordinadora de /11 colección


Graciela Lechuga Solís

Diseiio de portada y colección


Mónica Zacarías Najjar

Primera edición: 2008

D.R. © Universidad Autónoma Metropolitana


Pro!. Canal de Mira montes núm. 3855, 2° piso, Ex-Hacienda
San Juan de Dios, Tlalpan, 143871 México, D.F.
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra
-incluido el diseño tipográfico y de portada- ,
sea cual fuese el medio, electrón ico o mecánico,
sin el consentimiento por escrito del autor.

ISBN de la obra: 978-970-31-0692-9


rsnN de la colección: 978-970-31-0461-1

Impreso en México / Printed in Mexico

; ·'. .... ·"' ·


l · :~:·~ ;.' --.: ·.~~ 0
... ·- ·------ - - - - - - - - - - - - - - - - - -

lNTRODUCCIÓ

La desconstrucción, si es que existe tal


cosa, debería abrir puertas: [ ... ] es es-
tratégicamente necesario volver a la
biblioteca y leer de una form a distinta.

JACQUl ~S DERHIDA

Recordemos el Robison Crusoe de Daniel Defoe, tal vez


uno de los últimos mitos de Occidente. En Defoe, Ro-
binson se convierte en el amo al imponer una razón
clasificadora y técnica al desorden de la isla. Acomoda
los objetos y cultiva los elementos. Su actividad, que
tiene acentos cartesianos, asimila la alteridad salvaje en
productos fabricados según un "método" y de acuerdo
con unas reglas. También hace del productor el sujeto
de la historia: "mi trabajo, mi aplicación, mi indu s-
tria"-' Esta colonización voluntarista y moralizante se
quebranta, sin embargo, súbita, pero temporalmente,
por la serie de miedos, pesadillas, violencias agresi-
vas o movilizaciones defensivas que entran en la no-
vela con el descubrimiento del "vestigio humano, de
un pie desnudo perfectamente impreso en la arena". 2
Ante la huella aparecida en la playa, Robinson Crusoe
anhela cerrar el paréntesis de sinrazón y convertir en
"esclavo" al forastero salvado de la muerte: éste se lla-
mará Viernes, "su Viernes". Como Robinson Crusoe,
1 Daniel Dcfoc, Vie et aventures de Robi11so11 Crusoé, París: Gallimard, 1989,

p. 69. Para este tratamiento d e la novela de Defoe, cfr. Michel de Certeau, Hislo-
ria y Psicoa11álisis, México: Universid ad Iberoamericana, 2003, p. 120.
2
!bid., p. 121.
19
Jacques Derrida p ermanece en la orilla, en el límite das: su escritura se halla siempre en el límite mismo del
del imperio insular creado por la actividad metódica. discurso filosófico.
A diferencia de Robinson Crusoe, Derrida, no obstan- Si como ha señalado Richard Rorty, "Derrida no está
te, se niega a asignar un lugar a la huella. La huella no interesado en el esplendor de lo simple sino más bien
remite ya a una "pisada" originaria, a una presencia fá- en las incertidumbres de lo complicado",4 hay que se-
cilmente asignable, sino que todo es huella de huella, ñalar que una exposición sistemática y pormenoriza-
sin origen primero. Buscamos a un desaparecido que a da del pensamiento de Jacques Derrida es una tarea
su vez busca a un d esaparecido. Sólo la tachadura del abocada, desde el principio, al fracaso. Derrida es un
origen en la noción de huella permitiría pensar en una lector incansable de la tradición, una dedicación que se
lógica excursiva, diferente de la lógica de la identidad. le pide, a su vez, a su lector. Y es que, para él, estamos
Ya veremos cómo y por qué. Baste señalar por el mo- más comprometidos con supuestos históricos de lo que
mento dos cosas. La primera es que, entrevistado hace creemos. La lectura fina e infatigable de Derrida - suco-
muchos años acerca de la constante acusación que se le nocimiento hondo de la tradición- no es, no obstante,
hacía a la deconstrucción de constituirse en meros "jue- la única razón de la dificultad que presenta cualquier
gos de palabras", Derrida señaló que se trataba más de intento por reducir su pensamiento a una exposición
"fuegos" que de juegos de palabras: "ese fuego, que sistemática y conceptual. La cuestión es que, como
consume hasta las cenizas las rémoras del pensar occi- veremos, si se quiere permanecer fiel a las expectati-
dental, es también el fuego que nos abrasa en el amor vas del pensamiento derridiano es imposible de todo
por otro: nos abrasa porque nos consume en nuestra punto tratar éste como una estructura cerrada en la que
individualidad, para dar acogida a otro".º La segunda cabe encontrar, al final del recorrido, la propuesta de
es que esta obsesión por el otro en tanto que otro -es unas conclusiones definitivas. Lejos pues de intentar sa-
decir, no asimilado ni colonizado por la lógica de lo car conclusiones que clausuren el pensamiento derridiano
mismo- se revela en un ejercicio filosófico que da lugar como una totalidad acabada, estas páginas pretenden
a una escritura que resulta extraña para la "academia" desplegar posibilidades de lectura que el propio que-
filosófica, pues atraviesa los terrenos de la arquitectu- hacer deconstructivo deja abiertas para la teoría y para
ra, de la poesía, del arte, cuestionando los límites que la práctica. La obra de Derrida que impone su prosa
dividen los "géneros". En este sentido, es una obra de decidida, su pensamiento inquieto, su multiplicidad de
umbrales, de transiciones, más que de zonas delimita- intereses y su intención esquiva, deberá ser, a su vez
3
Mónica C ragnolini, "Un mundo de fantasmas y huellas sin origen", publi- • Citado en Elfriede Jelinek, La palabra disfrazada de carne, México: Gato ne-
cado en La Nación, Buenos Aires, 17 de octubre de 2004. gro, 2007, p. 9.
y a su tiempo, deconstruida. Y es que la herencia de
un pensamiento -como quiso enseñarnos él mismo al-
guna vez- no es algo que se reciba pasivamente y que
nos limitemos a repetir como un pobre remedo carente
de alma, sino una afirmación activa, selectiva, que los
herederos, con cierta fidelidad infiel, habrán de retomar
y reafirmar.
I

LA HUELLA DE }ACQUES DE E L-BlAR

Pide usted cosas imposibles. No es usted del


cnsli/lo, 110 es usted de la a/den, no es usted
nndn. Aunque, por desgracia, sí es usted
algo: 1111 extraño, alguien que sobra y está
siempre ahí 1110/esta11do. Alguim por wyn
causa siempre hay líos, cuyas iutc11cio11cs se
desconocen.

FRANZ K MKA

1 L1y que advertir que el hilo conductor más explícito


·¡,.¡recorrido intelectual de Jacques Derrida se inscribe
··11 sus textos con el filtro mismo de la autobiografía.
· 1 ·:s verdad -señalará- que al repetirme, al desplazar-

111t '.-porque lo que me interesa es el desplazamiento en la re-


¡ •1 ·/ ición- no he dejado de acercarme a una escritura de
l.1 que con frecuencia se dice que es cada vez más au-
1nhiográfica", y añadirá: "estoy convencido de que, en

• 11 ·rto modo, todo texto es autobiográfico" (PA 13-14).

jacques Derrida nació en El-Biar, Argelia, en 1930,


· ·11 el seno de una familia judía sefardí de clase media.
1 '11 ando ingresó al Liceo de Ben Akhoun en 1951 fue

" '- pulsado el primer día de clases por una norma que
· l1·Lerminaba que el número de alumnos judíos no po-
' l1.1exceder 7% del alunmado. Filósofo judío de origen
. 1q ~dino y nacionalidad francesa -" filósofo judío franco

111.1grebí" le gustaba llamarse a sí mismo- toda su obra


:.1i¡xme una constante referencia a lo otro y los otros:
115
es una obra "contaminada" de otredad, una obra que Se trata de una secuela de esa época que es propiamente mía,

no se inmuniza ni preserva frente al otro sino que, más pero que podría justificar hoy en día una ética más general

bien, preserva la otredad del otro. El mismo Derrida, (PA 18-19).

si lo pensamos bien, es siempre un otro: su condición


judía lo ha signado con una marca de pertenencia -a En su autobiografía, Circonfesión, Derrida aludirá a esta
una comunidad- pero también con un estigma de ex- cuestión desde su propia marca, la circunsición, y con-
clusión, con una historia de destierro, exilio y rechazo. siderará que no se puede escribir o que no se puede
En una ponencia presentada en el Coloquio de Intelectua- hacer filosofía sin tener en cuenta la confesión. Esto es,
les Judíos de Lengua Francesa celebrado en París, en di- la propia corporalidad y las marcas y las inscripciones
ciembre de 1998, comentó cómo siendo niño en Argelia (de pertenencia, de rechazo) que esa corporalidad lleva
vivió la contradicción de enfrentar por un lado a los consigo (CIR 63-68).
antisemitas y por el otro el encierro del comunitarismo
judío exclusivista, de lo que concluía que: "Creyendo Hace mucho -reconocerá posteriormente- que el enigma de

empezar a comprender lo que podía querer decir «jun- la circuncisión, por decirlo así, me atormenta, como un acon-

tos», el niño del que hablo tuvo que romper entonces, de tecimiento inicial que marca la entrada en una comunidad,

forma tanto irreflexiva como reflexiva, por los dos lados, que marca la alianza, el nombre recibido, la pertenencia. Pero

con esos dos modos de pertenencia exclusivos, y en con- también como un suceso que la memoria no puede guardar de

secuencia excluyentes". 1 Y posteriormente añadirá: forma convencional, un suceso real, fantasmagórico, recons-
truido (NESA 73-74).

En cierto modo yo no quería pertenecer a la comunidad judía


[... ],no soportaba el encierro dentro de esa comunidad [ ... ]. Su primera juventud transcurrió participando en nu-
Por otro lado me convertí en alguien extremadamente vulne- merosas competencias y soñando con hacerse fubolis-
rable ante cualquier manifestación antisemita o racista, muy ta profesional. En esa época, no obstante, descubrió y
sensible a las injurias que brotaban a cada paso, sobre todo leyó a filósofos y escritores como Jean-Jacques Rous-
de parte de los niños. Esa violencia me marcó para siempre seau, Friedrich Nietzsche, André Gide y Albert Camus,
[ ... ].En cuanto veo que se constituye una pertenencia un poco y anheló entonces ser escritor. Para ganarse la vida,
demasiado natural, protectora y fusiona!, desaparezco [ ... ]. tenía la intención de convertirse en profesor de letras
-la profesión más compatible con la libertad de oficio
1
Ja~~ue~~ ~;rrida, "Confesar- lo imposible. «Retornos» Arrepentimiento y del escritor que soñaba ser- pero cuando se enteró de
Reconc1hac1on en Alberto Sucasas (ed.), La Filosofía después del Holocausto, Bar-
celona: Riopiedras, 2002, p. 177. que al no haber_ estudiado griego en el Liceo no podría 1
17
presentarse a ningún concurso de oposición pa r;1 pro- podía darles a esos objetos ideales su idealidad final
fesor de letras, decidió convertirse en profesor de filo- y les permitía, así, entrar en la historia. Las preguntas
sofía. El modelo de filósofo de la época, no debemos de Derrida eran entonces: ¿qué es la escritura?, ¿qué es
olvidarlo, era Jean-Paul Sartre, quien hacía, <1 la vez, una inscripción? ¿A partir de qué momento y en qué
filosofía y literatura. Tras una etapa difícil entre los condiciones podemos decir que una inscripción se tor-
años 1950 y 1951 en que su salud fue frágil, padeció de na literaria? En esa etapa leyó cuidadosamente a James
insomnio y sufrió un colapso nervioso, Derrida ingresó Joyce y en 1957 se casó con Marguerite Aucouturier,
en la Escuela Normal Superior de París en 1952, don- una psicoanalista (tendrían dos hijos: Pierre, nacido en
de descubrió a Kierkegaard y a Martín Heidegger. El 1963, y Jean, en 1967).
primer día de clases se hizo amigo de Louis Althusser, Meses después volvió a Argelia, pero en calidad de
un afecto que perseverará, incólume, a pesar de las vi- recluta para cumplir su servicio militar. Solicitó ser
cisitudes y las diferencias. Entre 1953y1954 escribió su destinado como maestro en una escuela para hijos de
:i tesis sobre Edmund Husserl, hizo amistad con Michel soldados en Koléa, cerca de Argel. Durante más de dos
Foucault y asistió a sus cursos. años fue soldado, sin usar el uniforme militar, enseñan-
1 ;
Tras finalizar sus estudios obtuvo una beca de la Uni- do francés e inglés a jóvenes argelinos o franceses. En
versidad de Harvard, en Cambridge, y comenzó la in- la colonia se encontró a menudo con el sociólogo Pierre
troducción y la traducción de El origen de la geometría de Bourdieu, con quien compartía un interés político co-
Husserl. Derrida eligió traducir precisamente ese texto mún. Severo crítico de la política de Francia en Argelia,
porque Husserl tropezaba -=como veremos posterior- Derrida creyó que se llegaría a una forma de indepen-
mente- con el problema de la escritura en la constitución dencia que permitiría la convivencia entre franceses y
de objetos tan ideales como los objetos matemáticos. Más argelinos:
tarde Derrida admitirá que esa fascinación por la escri-
tura, por la inscripción, tuvo su raíz en su transacción Soy un judío de Argelia -explicará en otra ocasión-, un judío,
entre el escribir literatura y el pensar filosóficamente lo si quiere, desjudaizado [... ].Toda mi historia pasa por ese pe-
que eran la literatura y la escritura literaria, y el hacer las riodo: alguien que ha nacido en Argelia, que vive en Francia
dos cosas a la vez. Sus primeros ensayos sobre Husserl, desde hace algunos años, que sólo tiene una lengua, el fran-
que se orientaban hacia las cuestiones de la objetividad cés, pero que no se siente completamente en su elemento en
científica y matemática, trataban de dilucidar una ob- Francia. Esto es probablemente lo que explica mis reservas
servación breve y elíptica que éste hacía en El origen frente a la cultura francesa, a la que pertenezco. Porque no
de la geometría, donde señalaba que sólo la escritura tengo otra. Es pues una vinculación, una dependencia muy
grande, casi neurótica, con la cultura y Ja lengua francesas y, habitar las estructuras de la metafísica para mostrar sus
al mismo tiempo, dentro de esa dependencia, una especie d e fisuras y para "estremecer" ese edificio bien construido.
malestar, de no pertenencia. Tengo, si lo prefiere, raíces fu era La fuerte oposición binaria de los conceptos del filoso-
de la tierra, aunque, sin embargo, son raíces. Ésa es mi relación far occidental -esta forma de pensar que heredamos de
con Argelia y mi diálogo con los árabes que, para mí, y a pe- Platón, que nos hace distinguir entre el ámbito de lo
sar de mi ignorancia de su lengua, son algo muy importante real frente a lo engañoso- es un edificio arduamente
(NESA 47-48). edificado que aparenta solidez a partir de las oposicio-
nes que lo constituyen. La deconstrucción apostaba, en
En 1964 obtuvo el premio Jean-Cavanilles de episte- lugar de a las rápidas "huidas" de la metafísica como
mología por su traducción de El origen de la geometría forma d el pensar occidental, por una permanencia en
de Edmund Husserl. En 1965, junto a Louis Althusser, ella, en un trabajo incesante d e reconocimiento de sus
obtuvo el cargo de director de estudios de la Escuela fisuras . Armado de su protocolo de lectura, Jacques
'1
1 1 Normal Superior, en el departamento de Filosofía. Su Derrida se enfrentaba a los textos de los grandes de la
participación en un Coloquio en Baltimore, en la Uni- filosofía, y mostraba de qué manera los seguros con-
versidad John Hopkins, señaló el comienzo de sus fre- ceptos del binarismo occidental estaban habitados por
cuentes viajes a Estados Unidos, donde su pensamien- grietas que permitían, al desmontarlos, hacer visibles
to influyó notablemente. En 1967 se publicaron sus tres las fuerzas que los constituían. Su acercamiento, por
primeros libros: De la gramatología -el más orgánico de m encionar a algunos, a Hegel en Glas (1974), al mismo
los tres, donde analiza la filosofía del lenguaje de Lévi- Nietzsche en Espolones (1978), o a Kant en La verdad en
Strauss y Rousseau-; La escritura y la diferencia -una co- la pintura (1978), muestra bien esta esh·ategia. En este
lección de brillantes ensayos en los que desarrolla una sentido la deconstrucción -ya lo veremos después- no
nueva concepción de la escritura-, y La voz y el fenó- es ni una crítica ni un m étodo ni un proyecto.
meno -un estudio sobre el signo en Edmund Husserl-. Así, si por ejemplo el análisis busca elementos sim-
En estas tres obras se asienta la futura andadura d e la ples e indivisos que puedan ser tratados como origina-
deconstrucción. rios y explicativos, en sus operaciones con la metafísica
Con la deconstrucción -que no es un método sino, occidental, la deconstrucción resiste este movimiento
como veremos más adelante, "una estrategia sin finali- hacia orígenes o elementos simples. Si la crítica, en
dad"-, Derrida se enfrentaba a la historia del pensar oc- cambio, implica una posición externa a su objeto, la d e-
cidental en una actitud de "solicitación" en su sentido construcción insiste en el movimiento a través de los
etimológico de "hacer temblar" (ED 13). Se trataba de opuestos metafísicos y entre ellos, Si el método, a su vez, 121
opera entresacando ciertos términos de un discurso y alto. Si la escritura es texto general que carece de fron-
empleándolos para nombrar algo técnico o procesual, teras y, como tal, designa toda tma época o cultura, en-
la deconstrucción rechaza cualquier apropiación o do- tonces la deconstrucción en tanto operación textual no sólo
mesticación por parte de las instituciones académicas. se ejerce en el ámbito filosófico-teórico sino que es también, y
Y si por proyecto entendemos un resultado pretendido fundamentalmente, producción político-práctica del texto en
con anterioridad, una meta que predeterminaría los general: "Las interpretaciones no serán lecturas herme-
movimientos y los gobernaría fundacionalmente, ha- néuticas o exegéticas, sino intervenciones pe1formativas
bría que concluir que la deconstrucción tampoco es un en la re-escritura política del texto y de su destinación" (O
proyecto, que ésta sólo abre caminos pero sin saber del 101-102).
todo hacia dónde conducen. En 1972 "los ejercicios deconstructivos" de Jacques
En 1968 Jacques Derrida participó en las manifes- Derrida aparecieron recogidos en tres nuevos volúme-
taciones estudiantiles de mayo y organizó la primera n es de ensayos: La dis eminación, Márgenes de lafilosoffa,
i:
1
asamblea general en la Escuela Normal Superior de y Posiciones (un volumen que contiene coloquios, en-
la calle Ulm. A partir de ese mismo año colaboró ha- trevistas desde 1967 hasta 1972 y que es especialmen-
bitualmente con Maurice Blanchot y se asoció progre- te claro). Hay que señalar que los escritos de Derrida
1 1¡ sivamente conJean-Luc Nancy, Philippe Lacoue-Labar- quieren ser algo radicalmente distinto y alternativo a
the y Sarah Kofman. A estas amistades se unía la que las tesis doctorales y los ensayos científico-académi-
mantenía con los miembros de la revista vanguardista cos. La academia se inserta en ese sistema que es pre-
Tel Quel; una amistad que, no obstante, se rompió cuan- cisamente el blanco de la deconstrucción derridiana:
do Derrida no pudo suscribir ni el dogmatismo marxis- "Un trabajo de este tipo que es aquel en el que estoy
ta del grupo ni su postura maoísta. Pese a todas estas más comprometido -scfialará él mismo- está calcula-
vicisitudes, sus inquietudes políticas lo llevaron a fun- do lo más posible parn escapar a la consciencia cursi-
dar en 1981, junto con Jean-Pierre Vemant y otros ami- va y discursiva del lector plasmado por la escuela"
gos, la asociación Jean Hus de ayuda a los intelectuales (POS 172). No es extraño entonces que las puertas de
checos y disidentes, de la cual fungía como vicepresi- la universidad francesa se le cerraran. En 1974 había
dente. Arrestado al final de un seminario clandestino participado en la creación del GREPH (Groupe de Re-
en Praga, sólo el apoyo de intelectuales como Foucault cherche sur l'Enseigment Philosophíque), que desafiaba
y la intervención decisiva de Miterrand permitieron su las prácticas tradicionales d e la filosofía francesa y se
retorno a Francia. Y es que para Derrida hay un aspecto oponía a los planes del gobierno de expulsar a la filo-
crucial de la deconstrucción que a menudo se pasa por sofía de la enseñanza. El GREPH buscaba mantener y
transformar la filosofía en una "instancia crítica" in- junto con F. Chátelet, J. P. Faye y D. Lecour, los prepa-
sustituible. rativos para fundar el College International de Philo-
En 1980 se le pidió defender una tesis para tener sophie, del que sería miembro fundador y co-director
acceso a un puesto de profesor en el que sucedería a hasta 1985. Se trataba de implantar un nuevo tipo d e
Paul Ricoeur. Ese puesto fue inmediatamente suprimi- institución filosófica que transformara las estructuras
do por el Ministro y cuando otro se creó para reem- básicas del modelo universitario universal y que diera
plazarlo, los colegas de la universidad que lo habían entrada a todo género de investigaciones teóricas y de
llamado para postularlo votaron contra su candidatura actividades prácticas no siempre legitimadas por otras
junto con los representantes de la instancia nacional. Y instituciones. Estudios interdisciplinarios, investigación
es que de acuerdo con la lógica de la d econstrucción, sin metas ni proyectos preestablecidos, interacción crea-
escribirá Derrida, dora con artistas, arquitectos o músicos; Derrida insistía
en que no se hiciese sólo filosofía, sino también activi-
';
1
l 1
Se ataca no sólo a la edificación interna, a la vez semántica y dades que resistiesen y que provocasen a la filosofía a
formal de los filosofemas, sin o a lo que equivocadamente se le hacer nuevas jugadas, a abrirse hacia un nuevo espa-
asignaría como su emplazamiento externo, sus condiciones de cio en que no se reconociese a sí misma. En ese año de
ejercicio extrínsecas: las formas históricas d e su pedagogía, las 1982 participó en la película de Ken Me Mullen, Ghost
estructuras sociales, económicas o políticas de esta institución Dance. No sería su último encuentro con las cámaras.
pedagógica. Porque afecta a estructuras sólidas, a institucio- En 1987 actuaría en la obra del artista del video Gary
nes materiales y no sólo a discursos o representaciones signi- Hill, Disturbance; en 2000 Safaa Fathy rodaría la película
ficantes, la deconstrucción se distingue siempre de un análisis D'ailleurs Derrida y en 2002, Kirby Dick y Amy Ziering
o de una crítica. Y para ser pertinente trabaja, del modo más Kofman dirigieron y rodaron, con su colaboración, el
estrictamente posible, en ese lugar en que la disposición lla- documental Derrida. A pesar de que Derrida había lo-
mada interna de lo filosófico se articula de forma necesaria grado evitar la foto de autor convencional durante mas
(interna y externa) con las condiciones y las formas institu- de 20 años - un primer plano del rostro, un retrato del
cionales de la enseñanza. Hasta el punto en que el concepto escritor en su escritorio- , y a pesar de que su cuerpo
mismo de institución qued aría sometido al mismo tratamiento siempre fue para él algo de lo que escasamente podía
deconstructivo (LVE 23-24). vanagloriarse; como el personaje público hacía ya m ás
de una década que le estaba ganando al privado, deci-
En 1982, Derrida dictó cursos en Cornell (donde fue dió exponerse con todo. Con este gesto y apareciendo
nombrado professor at large) y se encargó de coordinar, él mismo en múltiples programas televisivos rompió
con la tradición filosófica occidental. Lo mismo Aris- texto es esh·atégicamente decisiva. Y ni siquiera las obras de
tóteles que Heidegger trataron sus propias vidas como arte más vehementemente silenciosas pueden evitar ser atra-
algo marginal o por accidente. 2 padas en una red de diferencias y referencias que les confieren
Tal y como comenzó a aproximarse al mundo del una estructura textual [ ... ]. En cualquier caso, para ser cate-
cine, previamente Derrida se había aproximado tam- górico, la idea de que la deconstrucción debería limitarse a l
bién al mundo del arte y en 1983 participó en la oro-a- análisis del texto deconstructivo - y sé que esta idea se halla
nización de la exposición "Art contre Apartheid", p;ra muy difundida- es, en realidad, o un gran malentendido o
apoyar las iniciativas de crear una fundación cultural una esh·ategia política diseñada para limitar la deconstrucción
contra el apartheid a través del Comité de Escritores por a los asuntos del lenguaje. La deconstrucción empieza con la
Nelson Mandela . Por invitación de Bernard Tschumi deconstrucción del logocentrismo, y por tanto, querer redu-
empezó, del mismo modo, a trabajar con el arquitecto cirla a los fenómenos lingüísticos es la más sospechosa de las
P~ter Eisenman en un proyecto para el parque de la operaciones (NESA 157-158).
V1llette. Esta colaboración provocaría numerosos en-
c~entros y publicaciones en el campo de la investiga- Elegido director ese mismo año de 1983 de la Escuela
:: '
oon de los vínculos entre deconstrucción y arquitectu- de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), la di-
ra. Este interés d e Derrida por las artes visuales (cine, rección de estudios de Jacques Derrida llevaba como tí-
arte, ~rquitectura) -un interés que procede de alguien tulo "Las instituciones filosóficas". Se trataba de mostrar
que siempre se consideró un diletante en esos terrenos los rechazos y las resistencias que operaban en el cam-
y a quien, además, se ha achacado una preocupación po filosófico y de señalar que no se puede comprender
exclusiva por lo discursivo- provenía en sus propias la filosofía separada de las instituciones que la produ-
palabras de que
cen. Sus vínculos con otras áreas como la literatura, las
artes visuales o las ciencias sociales hacían a Derrida
en el sentido que yo le doy[ . ..] la palabra texto va m.á s allá de cuestionar una tradición filosófica en lo que concernía
lo puramente discursivo[ ... ]. Existe texto porque siempre hay a la relación entre la palabra y la escritura, entre espa-
un poco de discurso en las artes visuales, y también porque cio y tiempo, y en la que la cultura occidental jerarqui-
aunque no haya discurso, el efecto del espaciamiento implica zaba - lo cual suponía también una dimensión políti-
ya una textualización. Por ello, la expansión del concepto de ca-y daba forma definitiva a sus normas y valores. Así,
a partir de mediados de los aí'ios ochenta, la obsesión
' Cfr. Entrevista de Kristine McKenno a Jacques Derrida, "The Three Ages
of Jacqucs Derrida ", publicada en LA Weckly News, Los Ángeles, 6 de noviem- teórica por la cuestión de la alteridad y por los pro-
bre de 2002.
blemas éticos se tornó aún más recurrente. Cuestiones
como la amistad, la diferencia sexual, la muerte, el due- no-método) carece de relevancia práctica, o es incapaz
lo imposible, la hospitalidad, el fantasma, la comuni- de orientar una idea de justicia, Derrida responde, no
dad y el don, afloraron sin cesar en sus obras de este sólo con libros en los que, efectivamente, deconstruye
último periodo (KhOra, Donar el tiempo, Donar la muer- textos legales o programas filantrópicos . Responde re-
te, Aporías, Espectros de Marx, entre otras). Derrida fue uniéndose con intelectuales palestinos, o reaccionando
trabajando estos temas en un diálogo inconcluso con a las guerras de Iraq, o demandando una política exte-
sus amigos, que fueron muriendo -Althusser, Lévinas, rior europea. Es un pensador al que su tiempo no le es
Blanchot, De Man, Deleuze- o que aún vivían-Nancy, ajeno, un intelectual capaz de interrogar los textos y los
Roudinesco, Cixous-, en un continuo homenaje al pen- contextos del presente. 4 Así, no tuvo recato en volver
samiento del oh·o. Así, en su bellísimo texto dedicado a a hablar de Marx ni en vincular el desarrollo de la de-
Deleuze, Jacques Derrida aseveraba: construcción como apertura al otro, a la reclamación
de una Justicia en sentido fuerte, más allá del derecho.
Demasiado que decir, sí, sobre el tiempo que con tantos otros Sus obras más abiertamente políticas, como Políticas de
de mi «generación» tuve la suerte de compartir con Deleuze, la amistad (1994), exploraron muy originalmente lo que
sobre la suerte de pensar gracias a él, pensando en él [... ].Con- llamó el espacio de una "mesianicidad sin mesianis-
tinuaré o recomenza ré a leer a Gilles Deleuze para aprender, mo". Cabe destacar en este contexto la crítica sistemáti-
y tendré que errar solo en esa larga entrevista que debíamos ca de la noción fundamental de soberanía. La democra-
haber hecho juntos. Mi primera pregunta, creo, habría tratado cia por venir, en un espacio que desbordaría los límites
de Artaud, de su interpretación del «cuerpo sin órganos», y de del Estado-nación, requeriría otras categorías, catego-
esa palabra, «inmanencia», a la que siempre recurrió, para ha- rías que irían más allá del sujeto calculable; categorías
cerle decir o p ara dejarle decir algo que todavía sigue secreto como las del don, el perdón o la hospitalidad.
para nosotros. Y habría intentado decirle por qué su pensa- El 8 de octubre de 2004, Jacques Derrida falleció en
miento no me ha abandonado nunca desde hace casi cuarenta París debido a un cáncer de páncreas. Él, que tuvo que
años. ¿Cómo podré hacerlo ahora? 3 decir tantas veces adiós a los amigos muertos -Althu-
sser, Paul de Man, Lévinas, Deleuze, Blanchot- seña-
El Jacques Derrida de los últimos veinte años mostró ló alguna vez que todo lo que se puede decir de w1
más abiertamente la vertiente política de su trabajo amigo cuando muere es lo mismo que se podría decir
teórico. Si hay quien lo acusa de que su método (o su mientras está vivo y que, en este sentido, toda relación
' Jacques Derrida, "Tendré que erra r solo", texto publicado en Libémtion, ' Patxi Lanceros, " In memoriam Jacqucs Derrida. Un filósofo que dejará
París, 7 de noviembre de 1995. huella", publicado en El M1111do, Madrid, 15 de octubre de 2004.
se inscribe en el marco de las "memorias de ultratum- II
ba". Y es que, en la relación con el otro, ya sabernos, al
nombrarlo con su propio nombre, uno de los dos so- L A DECONSTRUCCIÓN
brevivirá y el otro vivirá para recordarlo (MPM 40). En
su última entrevista Jacques Derrida aseveró: No so11 juegos de pnlabms. ws juegos de pa-
lnbms 110 me !tan i11tercsndo nunca. Más bien
so11 fu egos dr palabras: co11s11mir los s(~nos
Estoy en guerra conmigo mismo, es verdad, usted no puede /tns fn /ns ce11 izas, ¡1ero sobre lodo, y con 11tn-
saber hasta qué punto, más allá de lo que usted adivina, y digo yor violeucin, a través de 1111 brío dislocndo,
dislocar In 1111idnd verbal, In integridad de In
cosas contradictorias, que están, digamos, en tensión real, que
voz, q11cbrnr o romper In supc1ficic "frn11q11i-
me construyen, me hacen vivir y me harán morir. Esta g ue- /a " de las palabras, somcth•ndo s11 cuerpo a
rra, la veo a veces corno una guerra terrible y pen osa, pero 1111n cdl'brnción ginmásticn [ ... ] ni mismo
al mismo tiempo sé que es la vida. Yo no encontraré la pa z tiempo nkgrc, irreligiosa y cruel.

más que en el reposo eterno. Sin embargo, no puedo decir que


asuma tal con tradicción, pero sé también que es eso Jo que me
''
''
mantiene con vida y m e lleva a plantearme la cuestión, preci-
samente, que usted recordaba: "¿cómo aprender a vivir?"s Si bien el término deconstrucción es casi una invención
· 1éxica de Derrida, éste casi parece apuntar también a
su carácter ambiguo. Efectivamente, el mismo Derri-
da indica que el Diccionario Littré reconoce el término
"deconstrucción" y señala significados gramaticales y
técnicos muy sugerentes;1 no obstante, es su uso recu-
rrente - sobre todo a partir de De la gramatalogía- el que
ha originado su amplia significación teórica y su densa
carga conceptual. Ocurre además que Derrida ha pro-
testado a veces contra el uso y abuso d el término como
nombre general, sistemático o m etódico, de su trabajo
teórico y conceptual (cfr. El tiempo de una tesis. Puntacio-
nes). Y es que -como él mismo ha señalado- no hay una

'Entrevista realizada por Jean Birnbaum. Publicada en Le Monde, París, 19 'Cfr. jacgucs Derrid a, "Carta a un amigo japonés", en S11ple111entos A11lhn1-
de agosto de 2004. pos 13, Ba rcelona, 1989, pp. 86 y ss.
-
definición estrictamente hablando de lo que la decons- Husserl: "Suponer que existe un modelo de inteligi-
trucción es. No la hay, en primer lugar, porque los con- bilidad natural e inmediatamente dado a todos [... ] es
ceptos con los que definiríamos el término -conceptos un engaño, y a veces un hondo falseamiento" señalará
vinculados con el origen o la historia- están afectados Derrida (NESA 66).
ya por la deconstrucción. No la hay, en segundo lugar, Podemos decir que todo texto contiene en sí un
por la heterogeneidad de campos y disciplinas en los "virus" sin el cual no podría constituirse pero que, al
que la deconstrucción se lleva a cabo, y que tiene su mismo tiempo, lo carcome desde su interior e impide
ejemplo más claro en las reflexiones de Derrida en tor- su cierre corno unidad plena de sentido. 3 Este "virus"
no a la relación entre filosofía y literatura.2 No obstante, introduce el desorden en la comunicación, descarrila el
podemos tratar de apuntar alguna de sus estrategias. codificar y el decodificar. Pero el virus, además, no es
Como veremos posteriormente, la deconstrucción ha un microbio; no es un ser vivo ni es un ser no vivo: no
de vincularse con el énfasis en el lenguaje. Y es que el está ni vivo ni muerto, es indecidible. Los indecidibles
pensador, como el hombre en general, es prisionero del son una amenaza: aguijonean la comodidad de creer
lenguaje. De la tradición tenemos textos y no se puede que habitamos un mundo gobernado por categorías de-
tratar a los textos sin una inquietud por el lenguaje que cidibles, sacuden la tranquilidad que procura el orden.
no es ya sino una inquietud del lenguaje (ED 9). Derri- La deconstrucción no sobrep asa al texto sino que nos
da es muy cuidadoso con el orden conceptual y con el permite ver - en y desde él- lo que lo trastorna; los in-
corpus de los textos. Hay que ver en él a un lector atento decidibles que constituyen el contramovimiento del
y a un conocedor de la tradición. Desde aquí, la decons- dominio filosófico del sentido que se condensaría en el
trucción no ha de ser comprendida como el proyecto sueño d e un futuro "saber absoluto".
filosófico arbitrario de un autor sino como una práctica Efectivamente, la filosofía - explica Jacques Derri-
de lectura y de escritura que descubre el principio de da- se ha caracterizado siempre por el anhelo de po-
ruina que está inscrito en todo texto y muestra la im- seer un cen tro. Este centro se ha llamado, desde distin-
posibilidad, el error radical, que supone toda voluntad tas perspectivas, Origen, Verdad, Forma Ideal, Sujeto
ideal de sistema. Las estrategias de lectura y de escri- Trascendental, Dios o Esencia. En última instancia el
tura que la deconstrucción elabora no son, entonces, centro no es sino el significado trascendental, es decir
más complicadas ni más "oscuras" que las que pueden aquel que escribimos con mayúscula y que sirve para
encontrarse en pensadores corno Platón, Descartes o garantizar y justificar todos nuestros significados sin
2
Patricio Peñalvcr, La deconstrucción. Escritura y filosofía, Barcelona: Mon- :1 Amalia Quevedo, De Fo11cault n Derrida, Pamplona: Eunsa, 2001, pp. ll 8 1
tesinos, 1990, pp.11-22. y 119. 33
que tengamos necesidad de justificar o garantizar a él La obsesión por la presencia opera, por ejemplo, en
mismo. Esta ilusión es sostenida por la metafísica de la la primacía que Occidente concede -a la hora de pen-
presencia, la creencia en la presencia inmediata de rm sar la temporalidad- al instante, al ahora-presente, que
sentido que supondría la coherencia de nuestro siste- rige nuestro concepto vulgar de tiempo, al que con-
ma de pensamiento. Derrida denuncia la obsesión de templamos como una sucesión lineal de instantes (GR
la filosofía occidental por encontrar una explicación ra- 94); la insistencia en ese ahora-presente -nos recordará
dical, un principio de origen, un fundamento inconmo- Derrida- tiene que ver con ese anhelo por lo próximo,
vible e inmutable, una norma ideal por la cual pueda por lo inmediato. Y, sin embargo, jamás vivimos un
regirse; una norma dispensadora de sentido que per- presente total y absolutamente presente. No sólo eso.
mita reconocer y unificar coherentemente la realidad La obsesión por la presencia opera no sólo en nuestra
y que supone, en última instancia, la búsqueda de la manera de pensar el tiempo sino en nuestra forma de
··: familiaridad y el rechazo del riesgo. pensarnos como sujetos. La insistencia moderna en la
1;:, i
. 1
l I· '" '''
La metafísica de la presencia, al privilegiar un centro, ori- "voz interior" señala la necesidad de una conciencia
' '.Ji¡;~ ; gina opuestos binarios. Los términos se definen, se cate-
1 siempre presente, siempre transparente a sí misma, el
•'
. ,. gorizan y valoran precisamente con relación al primer mito de una presencia total y absoluta que coincida con
término, a aquel que el sistema considera como central. . un habla pura en la que nos reflejaríamos de manera
El centro se constituye como tal, marginando aquello cristalina a nosotros mismos (GR 24); una conciencia
que no coincide con él y definiendo y fijando, de manera transparente que se identificaría con el lenguaje y que
más o menos rígida, el juego de los opuestos binarios. --como nos recordará Derrida- los hallazgos del psi-
Los opuestos binarios establecen un orden conceptual, coanálisis y las ciencias cognitivas se encargarán de
clasifican y organizan todo lo que hay y acontece en el cuestionar. La presencia es el centro de toda la filosofía
mundo, rigen el pensamiento en la vida diaria, en la fi- occidental: de todos los empirismos, los racionalismos,
losofía y en la ciencia. En el pensamiento occidental el los idealismos y los realismos. La deconstrucción es la
juego de los opuestos ha estado determinado por la pre- tentativa no de negar esas oposiciones, sino de neutra-
sencia, entendida como espacial (proximidad, cercanía) lizarlas luego de haberlas invertido. Pretende desmon-
o temporal (el presente, el ahora, la inmediatez). Así, el tar el esquema tradicional de la cultura occidental y
primer término, el privilegiado, ha sido el que ha servi- descubrir, detrás de los sistemas de pensamiento o de
do para portar la presencia plena. El segundo, el subor- los juicios de valor que se pretenden más coherentes,
dinado, ha sido el término que portaba la ausencia o, si opciones implícitas previas y disimuladas.
acaso, la presencia atenuada, mediatizada.
Se trata entonces de una estrategia radicalmente po- La tarea consistiría en timpanizar la filosofía, en dislocar
lítica que podríamos describir como doble. En primer el oído filosófico. "¿Se puede hacer estallar el tímpa-
lugar se desplaza y reelabora lo que siempre ha sido no de un filosófo y continuar haciéndose oír por él?"
marginado, oprimido, reprimido o dominado. Esta in- preguntará Derrida (MF 19). Se trata, de nuevo, de que
versión es necesaria, pues en las oposiciones filosóficas los textos digan de otro modo lo que siempre se ha-
tradicionales no trata nunca de un vis-a-vis, sino de una bía creído que decían para que sea posible escuchar en
jerarquía violenta: uno de los términos de la oposición ellos otra palabra. Demasiado consciente de la tradi-
gobierna siempre al otro lógica y axiológicamente, y ción, Derrida no apunta hacia un hipotético más allá
está por encima de él. En segundo lugar se muestra de la metafísica sino a operar desde los márgenes del
que aquello que es dominado desborda y constituye texto metafísico, para acentuar sus fisuras, las grietas
lo que domina. Efectivamente, lo que nos encontramos que ya desde siempre lo resquebrajan. La mayoría de los
! ',

entonces son los indecidibles que cuestionan el princi- discursos -señala el pensador francés- es retomada por
pio mismo de la oposición y rompen así el orden cla- aquello que pretende subvertir. Si Occidente ha aseve-
¡¡ sificatorio apuntando a sus límites. Es importante com- rado siempre una Presencia (así, con mayúscula) que le
prender que no es únicamente una inversión jerárquica proporcione certeza- llámese Dios, Sujeto, Progreso,
-que pecaría de ingenua- lo que propone Derrida, sino o Civilización-, es curioso percibir en el seno mismo
que muestra cómo los opuestos binarios se hacen y se de esa presencia la carencia de la plenitud tranquili-
deshacen a sí mismos y cómo no hay ninguna configu- zadora que la metafísica -bajo todas sus manifestacio-
ración central -ni marginal ni privilegiada- que pueda nes- desea alcanzar. El cumplimiento de la metafísica
fijar el juego del sistema. de la presencia, y su frustración y desvío, se duplican
incesantemente unos a otros. Esta duplicidad no es un
Nuestro discurso - apunta así el pensador fra ncés- pertenece accidente o el producto de w1a hipotética decadencia
irreductiblem ente al sistema de oposiciones m etafísicas. Sólo interna, sino que sin ella no habría texto. El texto se
se puede anunciar Ja ruptura de esta pertenencia m ed i;mte deshace y deconstruye en el momento en que se cons-
una cierta organización, mediante una cierta disposición estra- tituye. La deconstrucción de la metafísica de la presen-
tégica que, en el interior del campo y de su s propias fu er zas, cia no se inscribe, por ejemplo, en ningún lugar que
volviendo contra él sus propias estrata gemas; produzca una no sea el propio texto metafísico. La posibilidad de
fuerza de dislocación que se propague a través de todo el sis- otra cosa está inscrita, pues, en el corazón de lo mismo, a
tema, lo fisure en todos los sentidos y lo de-limite de parte a lo cual contagia e infecta sin que podamos decidir de
parte (ED 32-33). manera clara y distinta entre lo mismo y lo otro, entre 1 37
el centro y la periferia. Los movimientos deconstructi- Signo
vos eficaces son aquellos que provocan tambaleos en
alguna o algunas de las "distinciones esenciales" que Si, como hemos señalado, la inquietud del pensamien-
funcionan como otros tantos presupuestos en tal o cual lo filosófico de Derrida se hunde en el lenguaje, tam-
tradición, en tal o cual institución. bién comienza por concentrar su atención en su parte
La tarea deconstructiva es entonces una minuciosa e más elemental: el signo. La función del signo -com-
infatigable operación textual que opera a la vez desde puesto, según Saussure, de significante (el sonido o
el interior y el exterior de la metafísica. Desde el interior imagen acústica) y significado (el concepto)- es Ja de
porque opera en y desde ahí; desde el exterior, porque representar a la cosa en su ausencia. No hay ningún
lo hace sin dejarse apresar en la metafísica a través de lazo natural entre el signo y su referente (la cosa), ni en-
los desplazamientos incesantes de las cuestiones y los tre el significante y el significado. El signo es arbitrario
problemas. Ello implica una manera de leer y escribir de y, si bien podemos decir que es fruto de la convención,
otro modo, el texto de la filosofía. Una estrategia de lectu- sólo podemos aseverarlo a condición de comprender
"
,. : '
1

:¡¡ 1
ra y escritura doble, múltiple, diseminada, asimétrica. que no nos referimos a un hipotético momento funda-
Hay que señalar así que la manera de leer y de escribir cional en el que todos hubiéramos decidido ponernos
de Derrida -la cuestión del estilo- es una elección filo- de acuerdo sobre los signos; sino a que la lengua -como
sófica seria y meditada que apunta hacia la polisemia y la tradición y sus sedimentos- es algo que se recibe. En la
el desvío incesante: "Es un cambio de estilo, ya lo decía descripción clásica de la lengua, los dos aspectos del
Nietzsche -señalará- lo que nosotros necesitamos. Y, si signo se vinculan a un aspecto sensible (la cosa, la ma-
existe el estilo, Nietzsche lo ha recordado, tiene que ser terialidad, la grafología, la fonología, el significante) y
plural" (MF 173). En su rechazo de toda fijación y en a un aspecto inteligible (la idea, el concepto, el signifi-
la pluralidad de su apertura, Derrida permanece alerta cado). Si bien se puede valorar o bien el aspecto de la
acerca del peligro de una domesticación y de un uso inteligibilidad -recordemos las Ideas de Platón-; o el de
acrítico e irresponsable del término "deconstrucción" la materialidad -pensemos en Marx y Engels-, no debe-
y por ello propone incluirlo en la cadena de otras pa- mos olvidar que si Platón quiso defender al idealismo
labras que habremos de explorar. Palabras como signo, lo hizo recurriendo a un soporte material -la escritura-,
differánce, contexto, o escritura, que apuntan a la com- y que si el materialismo quiere tener significado debe
prensión del lenguaje como un juego de diferencias que contar con ciertos elementos conceptuales que lo hagan
deberemos seguir detenidamente y que signan la tarea inteligible. Y no obstante, nos advierte Derrida, el signo
interminable de leer y escribir el texto de Occidente. se ha estudiado siempre partiendo de esta distinción
139
entre lo inteligible y lo sen sible, y no puede pensar- Lo que muestra la deconstrucción es entonces cierta
se en él de otra manera (ED 386-387). incoherencia en la construcción del concepto "signo",
Si no podemos prescindir del concepto de "signo", pero esta incoherencia afecta -en tanto que signo- a la
el pensamiento deconstructivo nos invita a ver el prin- construcción del concepto "concepto", y por ende a
cipio de ruina que se inscribe en él y que impide el do- todo nuestro lenguaje y a todos y cada uno de nuestros
minio sin reservas del sentido y la significación. Todo criterios de coherencia, a esos criterios a los que nos
significante funciona con referencia a otros significan- atenemos y sin los cuales no podemos trabajar. El con-
tes, sin que conduzca nunca a un significado. Si bus- cepto metafísico de signo contiene entonces en sí mis-
camos en el diccionario el significado correspondiente mo la raíz de su posibilidad y, en tanto que se cancela
a un significante que no conocemos, nos encontramos a sí mismo, la de su imposibilidad. Es el único recurso
con una lista de más significantes. Pensemos en el sig- que tenemos, el recurso en sí, la fuente (GR 337-397).
nificante "cabeza". Pues bien, según el Diccionario de la Dice Derrida: "Nos preguntamos así acerca del sen-
Real Academia de la Lengua Espafiola, "cabeza" tiene vein- tido de una necesidad: la de instalarse en la concep-
tiún acepciones distintas. Si leemos la primera: "Parte tualidad tradicional para destruirla" (ED 150). Lo que
superior del cuerpo del hombre y superior y anterior hace la deconstrucción -añadiríamos nosotros- es ex-
de muchos animales, en la que están situados algunos poner la destrucción del concepto m etafísico de signo.
órganos de los sentidos e importantes centros n ervio- Y lo hace de dos maneras. En primer lugar subvierte la
sos", vemos que tendríamos que remitirnos a todos perspectiva metafísica que borra el signo y lo considera
y cada uno de los significantes que componen esta una cuestión secundaria, menor, dentro de la reflexión
acepción; significantes que a su vez están compuestos filosófica . Para Derrida, el problema del signo no es un
de otros significantes. Nunca se llega a un significado tópico más dentro de la reflexión filosófica, sino que
estable, nos advierte entonces Derrida (POS 90). Un invade el ámbito entero de la filosofía, el de su posibili-
significado no es más que un significante colocado en dad e imposibilidad.
una posición determinada por otros significantes. La En segundo lugar, al hacerlo y sostener la prioridad
distinción habitual entre significante y significado con del signo respecto al referente, y la prioridad del signi-
la que habitualmente comprendemos el signo queda ficante respecto al significado, desdibttja las distincio-
así trastocada y, sin embargo, no podemos decidir que nes y los conceptos habituales que acaban colapsando.
prescindimos del concepto de "signo" porque, al ha- En efecto, si no hay significado, ¿cómo podemos seguir
cerlo, nos privaríamos d e medios para comprender la hablando de significante? No es posible salirse sim- 1
traducción (POS 31). plemente del lenguaje filosófico o de romper con la 41
tradición de la historia metafísica (nuestra historia): En su Curso de lingüística general, Ferdinand de Sau-
eso sería una opción estéril por su oscurantismo. Se ssure señaló cómo la lengua en tanto sistema de dife-
impone una estrategia económica: "resistirle desde lo rencias es un concepto clave de la lingüística estructural.
más lejos posible" (ED 44). La estrategia consiste en bo- Con ello, Saussure quería resaltar el hecho de que la
rrar las fronteras, los límites nítidos y apuntar a una lengua se basa en la relación. Ningún signo es por sí
diferenzia que, como veremos, no es ya ni alternativa ni solo, todo signo es parte de un sistema de diferencias.
oposición y en la que "El texto escrito de la filosofía [ . .. ] El signo "A", por ejemplo, sólo se convierte en "sí mis-
desborda y hace estallar su sentido" (E 86). mo", sólo es "A" según su relación con los otros signos
del mismo sistema. La identidad del signo "A" siem-
Differánce pre está diferida por la cadena de signos enlazados en
tiempo y espacio. Es como nuestro anterior ejemplo del
Hay que señalar que "différance" (con e en vez de a) es término "cabeza". La primera acepción nos llevaba a
un término crucial para acercarse a Derrida. En fran- significantes que, a su vez, conducían a otros significan-
cés, différence (diferencia) y differánce -término relacio- tes. Si ahora buscamos en el diccionario la definición de
nado con el anterior pero que incorpora el verbo di- "A", se nos dice que es la primera letra del abecedario.
fférer = diferir- se pronuncian igual. Efectivamente, la Si buscamos letra se nos dice que es "cualquier caracter
distinción entre uno y otro sólo se observa en la escritu- del abecedario"; tendríamos así que buscar "caracter"
ra, en la grafía. El nuevo vocablo acuñado por Derrida y proseguir indefinidamente porque nunca se llega al
se distingue pues del habitual " différence" porque en significado de" A", ya que éste no está sino postergado,
su contenido semántico incorpora el doble sentido de: diferido. La diferenzia de Denida no apunta entonces <i
a) distinción o diferencia, y b) de dilación, tardanza las diferencias concretas de Saussure en el sistema d e
y demora. Así, optaremos a partir de aquí por tradu- la lengua, sino más bien a su raíz, a la diferenzia que
cir différance por diferenzia para resaltar que no es una agrupa en su dispersión, a todas las diferencias.
cuestión fonética sino una cuestión de escritura, la z, lo Cualquier intento por definir la diferenzia es un in-
que distingue a este término de "diferencia". 4 tento conden<ido de antemano al fracaso. No es ni una
palabra ni un concepto, sino que pretende expresar la
4
El problema de traducir différnnce a la lengu<l cspziñola e stá e n consh·uir condición de posibilidad (y de imposibilidad) de todos
una palabra que "suene" igua l que "diferencia" pero que difiera de ella gráfi-
camente. Que engañe al oído pero no a la vista. Sig uiendo a Martín Arancibia y
Manuel Garndo he optado por traducir diferenzia, que s uena ig ua l que diferen- dos as pectos que Derrida observa en diffém11cc: distinción o diferencia Y demo-
cia, y c,on:entr en que s u z nos recuerde que lo pensamos coino síntesis g ráfica ra o retraso d e a lgo. Cfr. Prólogo de Manuel Garrido, en Geoffrey Bennig ton y
y semanbca de las palabras "diferencia" y "ta rdanza", que incorporarían los jacqucs Derrida, facqucs Derriila, Madrid: Cátedra, 1994, pp. 16-17.
143
1
1
r
los conceptos y de todas las palabras. Al hacerlo, no 1 dos de "diferir", un término que sólo aspira a mostrar
puede evitar volverse contra sí misma porque diferen- el juego que crea un espacio en blanco en el signo, y
zia no puede evitar ser un término y un concepto. No que le impide estabilizarse en un significado.
puede evitar no estar a salvo de sus propios efectos. Y,
sin embargo, si esta paradoja se produce por la apli- Escritura
cación de un concepto (la diferenzia) a sí mismo (la
diferenzia), el resultado no es un cierre de la lengua La filosofía -sugiere Derrida- se escribe. Se escribe y
sino una contaminación metonímica (POS 276) que se ello implica, al menos, tres consecuencias. El filósofo
traduce en apertura. Así, si ningún elemento del siste- escribe pero " escribe contra la escritura" . El filósofo an-
ma de la lengua posee identidad sino por su diferencia hela la presencia asociada al habla y al diálogo vivo so-
respecto a los demás -como ya vimos con el ejemplo de crático y "pretende volver a la proximidad de la fuente
"A"-, cada elemento lleva entonces la huella de todos que habla [ ...] y negar que escribe". No obstante "debe,
aquellos que no son él. Estas huellas no se refieren a por consiguiente, tomar en cuenta la instancia formal,
algo que está presente en algún lugar, sino a una au- contar con la forma y no poder sustraerse a ella". Así,
sencia que hace posible el funcionamiento de la lengua. desde el momento en que la filosofía se convierte en
Todo signo lleva en sí la ausencia de otro signo ("A" es un "género literario particular", tiene que contar con
"A" porque no es "B", "X" o "Z"), y a su vez ese otro . que su espacio "ya no es solamente la articulación de
signo (sea "B", "X" o "Z") está formado, también él, por sus referencias al ser y a la verdad, sino la disposición
huellas. No hay más que huellas. La ausencia no es una de sus procedimientos -lingüísticos- y todo lo que se
ausencia que se pueda convertir o definir en relación invierte en ellos" (MF 331-335).
con una presencia. Es una ausencia, por así decirlo, au- Y, sin embargo, si la deconstrucción presenta esh·a-
sente y que, como tal, tampoco podemos categorizar tégicamente como primordial aquello que la metafísica
dentro de nuestra distinción habitual entre ausencia y considera como secundario, no cabe duda que la escri-
presencia (GR 98). La diferenzia no puede ser simple- tura ha sido la gran olvidada por la tradición filosófica.
mente la última en una serie de tentativas filosóficas Efectivamente, si el signo ha sido considerado un ele-
por decir la verdad del lenguaje. Cuando decimos di- mento menor, la escritura, en tanto que "significante
ferenzia o diferencia en un discurso, aquellos que nos gráfico de un significante fónico" (GR 12), ha visto re-
escuchan no pueden notar si hablamos de diferencia o doblada su marginalidad para la reflexión de Occiden-
de diferenzia. Nunca podemos llegar a un significado te. Ya que ha sido negada, rechazada o vilipendiada,
simple de un término que se juega entre los dos senti- las críticas a la escritura en la tradición occidental, son
comprensibles. No es extraño que los filósofos hayan una concepción pneumatológica de la escritura (es decir,
deseado olvidar que escriben. ligada a la voz y al aliento) en vez de la que intentará
Cuando escribirnos no podernos estar seguros del él mismo, que caracterizará como gramatológica (GR 24)
buen destino del texto que escapa de nuestras manos. y que apunta al corazón de la ausencia, al abismo del
Ese texto puede ser leído por cualquiera, porque in- riesgo.
cluso si lo escribiéramos en clave, la clave incluiría la Derrida se propone, entonces, dos cosas. En primer
posibilidad de ser descifrada. Cuando escribimos no lugar, develar las características del concepto tradicio-
podernos saber si habrá una correcta interpretación de nal de la escritura. En segundo lugar, mostrar si esas
nuestro mensaje. Si el autor no puede estar totalmente características dan cuenta no sólo de la escritura sino
seguro del destinatario de su texto, tampoco el destina- del funcionamiento general de la lengua. La escritura
tario puede estarlo acerca de la identidad del autor. La se ha caracterizado tradicionalmente por la repetición
escritura es falsifica ble e implica la inquietante posibili- (frente a la singularidad de la palabra oral), por la au-
dad de nuestra ausencia, de que no tenemos por qué es- sencia (un texto posee la propiedad intrínseca de so-
tar ahí para ratificar o rectificar aquello que se dice que brevivir a su autor y a su destinatario) y por el riesgo
escribimos. Desde los inicios de la filosofía, la palabra en el juego de las interpretaciones. La muerte, nos dice
oral ha gozado del prestigio de la presencia. El diálogo Derrida, es la posibilidad necesaria de la escritura (MF
vivo es uno de sus hitos más celebrados frente al recelo · 356-357). La escritura conlleva la posibilidad de que mi
que provoca una escritura que Platón definía como hi- texto pueda ser leído independientemente de mi pre-
ja bastarda del logos. A esta centralidad de la presencia sencia. Conlleva -como hemos señalado- la posibili-
vinculada a la certeza y al orden de la razón, Derrida la dad de que me sobreviva.
denomina logocentrismo. El rechazo de la escritura por Por muerte en sentido amplio hay que comprender
parte de la filosofía se ve no obstante vinculado con su entonces que la ausencia, en relación con lo que escri-
aparición como metáfora. La filosofía habla de la ins- bo, es una característica de la escritura, y esto puede
cripción en el alma de una verdad originaria (Platón), implicar desde que el texto escrito puede permanecer
o de la escritura de la ley moral en el corazón (Kant). cuando uno fallece, hasta que yo no puedo velar ni
Con estas metáforas, se trata de que la escritura pierda controlar continuamente el texto para saber si se capta
su carácter inquietante como ausencia, y se vincule a la lo que quise decir. La escritura - advierte Derrida- co-
inmediatez de una presencia que asociamos habitual- lapsa también nuestras distinciones entre autor y lec-
mente a la voz y a la palabra oral. Este movimiento es tor, entre actividad y pasividad, entre producción y
el que Derrida describe como el de la aproximación a consumo. Mientras escribo, me leo. Además soy autora
147
---~

i
!lf

I!

y receptora de un mismo texto porque, aunque yo lo iterabilidad no podríamos comprender ningún texto.
escriba, lo hago siempre con un lenguaje que ya está Efectivamente, la comprensión d e la palabra radica en
ahí, con unas palabras que no creé sino que aprendí. En que ésta pueda ser repetida, reproducida. Hay que ha-
cierto modo produzco entonces lo que consumo, y mi cer 1m alto aquí porque hemos señalado, de manera in-
papel en ello hace que se desdibuje la distinción entre tencionada, que la iterabilidad afecta a la palabra y no
la actividad y la pasividad. nos hemos detenido en precisar si ésta es oral o escrita.
Así, a diferencia del enfoque hermenéutico que se Pues bien, he aquí la apuesta de Derrida: la iterabilidad,
centra en la búsqued a del sentido perdido del texto -el la muerte, la ausencia y el riesgo, alcanzan también a la
cual interioriza el sentido de un texto que está ahí y que palabra oral.
sólo es preciso poner de manifiesto-, el enfoque decons- Aunque la palabra oral haya sido dotada con el pri-
.· .¡''· tructivo se sitúa en una radical heterogeneidad que le vilegio de la singularidad, lo cierto es que su condición
., ; :; ~l • i;
permite llevar a cabo una lectura como operación activa de posibilidad radica en que es aprendida y reproducida.
y transformadora d el texto con el que trabaja. La prácti- Es más: esas palabras podrán ser repetidas y reprodu-
ca de la lectura no tiene fin porque ningún texto es ho- cidas en mi ausencia, y m e sobrevivirán. Son palabras
mogéneo: "El texto puede siempre permanecer a la vez que, en tanto signos, no pueden aspirar a un único
abierto, ofrecido e indescifrable, sin que ni siquiera se . significado estable. Derrida sostiene entonces que la
sepa que es indescifrable" (E 116). La ausencia de rela- escritura no sólo concierne a lo efectivamente escrito
ción con lo que escribimos supone la apertura general sino que apunta a la estructura general de la lengua.
del destino del texto (poder ser leído por cualquiera, No obstante, no se trata de invertir la jerarquía y a con-
en cualquier momento y lugar) pero también supone siderar a la escritura como algo central y al habla como
la pérdida de garantía respecto a su unidad (respecto algo marginal. Ni habla ni escritura son estrictamente
a una sola lectura, a una sola interpretación). El texto es adecuados para mostrar el juego de diferencias que los
inhumano, es una máquina, porque es indiferente al implica y que hace que la oposición binaria escritura /
destino de su autor (a que esté ausente o no) y tam- h abla se deconstruya. En un primer momento Derrida
bién al del destinatario al que iba dirigido (que puede optó - siguiendo a Heidegger- por poner ambos térmi-
estar ausente, muerto, o no recibirlo nunca). "Cada tex- nos ta chados (con una X encima) para señalar que, si
to -señala Derrida- es una máquina con múltiples ca- bien no tenemos más remedio que utilizarlos, son ina-
bezas de lectura para otros textos" (PAR 152). Además, decuados. Después utilizó el término archiescritura, que
todo texto para poder ser tal ha de poder ser repetido. no es sino la posibilidad de diferir que subyace en el
Sin esta capacidad de repetición que Derrida llama juego de las formas oral y escrito, y cuya ciencia no
es ya una pneumatología que privilegiaría la presencia, hipótesis de un fuera de contexto (LJ 67). No tiene sen-
sino una gramatología que apunta a la ausencia de un tido decir, por ejemplo, que se cita "fuera de contexto"
centro estable de referencia. El laberinto textual que es sino más bien que citamos "en otro contexto". Ahora
el texto así concebido supone una operación activa de bien, recordemos lo que ya vimos en torno a la iterabi-
desplazamiento de las nociones y los valores del texto lidad. Pues bien, lo que hace a un enunciado posible
entendido al modo tradicional: acaba con la unidad y es su capacidad de poder ser repetido o reproducido.
autonomía del texto, con su verdad y sometimiento a La condición de posibilidad de cualquier enunciado
un orden lineal. Al mismo tiempo que desplaza estos radica en que puede ser citado en distintos contextos.
valores, anula asimismo las garantías del libro, del au- Cuando escribimos, cuando hablamos, el enunciado es
tor y del contexto. sacado de un contexto e incorporado a otro. Por ello
puede ser repetido y reproducido.
Contexto Esta comprensión deconstructiva de contexto es
lo que muestra que no hay un centro que estabilice y
Una de las acusaciones más frecuentemente vertidas garantice el significado. No hay un punto de partida
en contra de Derrida tiene que ver con la ausencia de porque todo punto de partida está ya en un contexto .
centro que se subraya en la aseveración suya, tan repe- . El aparentemente espontáneo acto de habla presupone
tida, de que "No hay fuera de texto". Se le ha reclama- las reglas de la lengua, y el enunciado singular presu-
do habitualmente el no saber distinguir entre el texto y pone cierta episteme. 5 No se trata de que Derrida niegue
el contexto. Ahora bien, hay que ser cuidadosos porque entonces el valor -por ejemplo- de la reconstrucción
la idea que Derrida tiene del texto es una idea que sub- de un contexto, sino de que hay que reconocer que al
vierte y altera la práctica de la lectura y del pensamiento no haber punto de partida, al no haber centro que lo
como las entendemos tradicionalmente. Contexto, por delimite, la tarea es infinita. Recordemos aquí el ma-
lo demás, es un término engañoso. A menudo se utiliza ravilloso cuento de Borges, Funes el memorioso. En él se
dentro de un nivel puramente discursivo, o apunta a narra la historia de Ireneo Funes, quien, tras quedar
los ámbitos de la "realidad" (económica, social o po- tullido, adquiere una memoria infalible. Si Locke, en el
lítica) que circunscriben un texto. Para Derrida, es in- siglo xvu, postuló (y reprobó) un idioma imposible en
evitable cuestionar la pertinencia de esta comprensión el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y
del contexto. Siempre dice el filósofo francés, estamos
' Por 1•pistc111c entendemos el conjunto d e relaciones que pueden unir en una
en contexto. La lógica de la huella, que remite al signifi- época determinada las prácticas discu rsivas que originan figuras epistemolú-
cante a otro significante y así sucesivamente, impide la gicas como las ciencias o los sistemas formali zados.
.,
1

cada rama tuviera un nombre propio Funes, nos cuen- al que nos hemos referido, no apunta por ello a la ho-
ta Borges, mogeneidad del texto sino más bien al revés. Las dife-
rencias se multiplican en el interior del texto, porque su
proyectó alguna vez un idioma análogo, pero lo desechó por unidad y sus límites sólo podían constituirse en virtud
parecerle demasiado general, demasiado ambiguo. En efecto, de ese contexto que supuestamente lo rodeaba y que, a
Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada mon- falta de centro, nunca logramos circunscribir. Hay que
te, sino cada una de las veces que la había percibido o imagi- señalar que esto no implica, como podría temerse, una
nado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a confusión total, sino un paso y una superposición que
unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo hay que negociar, y que deberíamos tomar en cuenta
disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea en nuestras prácticas cotidianas de lectura. Para Derri-
era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en da, que no haya significado no implica el pasar por alto
la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los efectos de aquello que se presenta habitualmente
los recuerdos de la niñez. 6 como tal: "lo que necesitamos -señalará- es determinar
de otro modo, mediante un sistema diferencial, los efectos
Si para Funes era imposible interrumpir su tarea por- de idealidad, de significación, de sentido y de referen-
que cada imagen visual estaba ligada a sensaciones . cia (POS 89-90). Las preguntas ahora podrían ser: ¿qué
musculares, térmicas, etcétera, para Derrida cada ele- hace que determinados elementos se destaquen como
mento de un contexto es, a la vez, un texto que requiere contexto cuando, como hemos visto, es difícil sostener
de un contexto. La paradoja del contexto es que si efec- de manera nítida la oposición texto/ contexto?, ¿cuáles
tivamente el contagio metonímico nos impide pres- son los efectos de esta demarcación?
cindir de él, tampoco podemos cerrarlo ni delimitarlo
(PAR 125). Esta apertura es la que hace posible la lectu-
ra: porque una lectura totalmente programada contra
el riesgo de la arbitrariedad, no sería una lectura. Esta
apertura es también la que nos hace cuestionar la dis-
tinción entre el texto y un contexto que no puede ser
circunscrito desde un centro. El cuestionamiento, no
obstante, si bien apunta a ese "No hay fuera del texto"
6
Jorge Luis Borgcs, "Funes el memorioso" en Ficciones, Barcelona: Planeta,
1985, p. 130.
III

PREMISAS DE LA DECONSTRUCCIÓN

Todos estos discursos destructores y todos sus


análogos están atrapados en una especie de
círculo. Este círc11/o es co111pleta111c11tc pccu-
liai; y describe In for ma de la rc/11ciá11 mire
In historia de la metafísica y la destrucción.
de /11 historia de In metafísica: 110 tic?11e 11 i11glÍ11
se11/"ido pm<cindir de los conceptos de In me-
tafísica pnm hacer cstrc111cccr n la mct-afísicn;
11v poseemos de ningún lc11x unje -de 1ú11g11-
n11 sintaxis, de ni11gú11 léxico- que sea ajeno
"'
'.::::. a esta historia; no podemos e11unciar 11i11g11-
11a proposición destmctiva q11c 110 !111y11 tenido

ya que deslizarse en In forma, en la lógica y


los postulados implícitos de aq11c!lo 111is1110
que ella querría cuestionar.

JACQUES DI<KKll >i\

Desde los primeros textos de Derrida, cabe reconocer


una serie de características de lo que se conocerá bajo
el término de "deconstrucción", el cual procede d e
una serie de conexiones históricas y teóricas, que ha-
bremos de explorar aquí. No obstante, hay que aclarar
que con estas "raíces" Derrida mantiene una relación
curiosa que impide el análisis tradicional de la géne-
sis de los conceptos y las influencias. Efectivamente,
la deconstrucción se vuelve a sus raíces para leerlas, y
no tanto para dejarse leer por ellas.1 En el momento en
1
Pci'íalver, op. cit., p. 22.
·,....-

que comienzan a aparecer los primeros textos de Derri- más radical, el de la deconstrucción, cuyas diferencias
da (los años sesenta), la escena filosófica está marcada con los anteriores veremos posteriormente. Husserl,
por la aparición del estructuralismo y el retiro relati- Heidegger y Freud serán referencias imprescindibles
vo de la fenomenología de Husserl. Derrida marcará en la deconstrucción del logocentrismo, cuando aque-
un desvío singular respecto a estas dos tradiciones de lla haya tomado cuerpo en el texto de Derrida y con-
pensamiento, sin que podamos decir que pretende per- ciencia en su discurso. Una cuarta fuente muestra un
tenecer a una o a otra, porque lo que hace es trabajar y cierto privilegio en esta fase: nos referimos al estruc-
transformar radicalmente ambas. En este desvío jugará turalismo.
un papel irreductible su lectura de Martín Heidegger,
que hallará en el pensamiento francés del último me- La crítica del estructuralismo: la fuerza y la significación
dio siglo a sus intérpretes más fieles (Jean Beufret) o
más iconoclastas (Jean-Paul Sastre); así como su lectura Todo el pensamiento francés relevante que empieza a
de la crítica de Sigmund Freud a una conciencia trans- desplegarse en los años sesenta, tras el debilitamien-
parente y presente a sí misma. to de las tendencias fenomenológicas y existencialistas,
Si se ha dicho de Derrida que es "el último heide- comparte un interés crítico por las consecuencias teó-
ggeriano" y que la deconstrucción es una suerte de ricas generales del uso del concepto de estructura en la
"psicoanálisis de la filosofía" habría, como veremos a · lingüística y la etnología, así como en cierto psicoanáli-
continuación, que matizar mucho estas aseveraciones. sis. Las raíces de este pensamiento se encuentran en el
La invitación de Nietzsche de despedirse del cielo pro- estructuralismo del lingüista suizo Ferdinand de Sau-
tector de la metafísica tradicional (con su constelación ssure (1857-1913). La lingüística anterior a Saussure es-
de conceptos universalmente válidos y de formas im- taba enzarzada en el problema del origen histórico del
perecederas que subordinan el tiempo a la eternidad) lenguaje. Saussure, en cambio, entiende el significado
será recogida por Heidegger, quien tratará de destruir como función de un sistema: el significado de una pa-
las bases de tal ilusión a través de lo que llamará Oes- labra depende tan sólo de su función en el sistema de
truktion. No obstante, el texto de Freud será el que pro- lenguaje, de un modo ahistórico. Estructura es la inte-
porcionará a la deconstrucción tal vez la crítica más rrelación de partes en el interior de un sistema.
incisiva del concepto metafísico de la conciencia y del Como otros pensadores franceses de su generación,
tiempo. Derrida jugará con el potencial radical de es- Derrida fue influido fuertemente por la teoría del len-
tos discursos críticos de la modernidad contemporánea guaje desarrollada por Saussure. Saussure -como hemos 1
pero propondrá, como veremos, un programa mucho señalado- planteó que el lenguaje está compuesto de 57
signos y que cada uno de ellos es una combinación de inquietud por el lenguaje que, como hemos señalado
un significante (un sonido o marca) y un significado ya, Derrida comparte con los estructuralistas, halla
(el significado del signo). Pero también planteó que los también aquí -en este descentramiento- sus reticencias
signos obtienen sus significados a través de las diferen- para con esta corriente que fue no sólo el lugar común
cias entre los significantes. Así, el cambio de sonido de de su formación, sino también la reflexión crítica que
"rato" a "gato" produce una diferencia fundamental -junto a la de la fenomenología- le permitió esbozar
de significado. "En el lenguaje sólo hay diferencias", el sentido formal de sus primeros escritos. Así, si bien
escribió Saussure. Esto tuvo la implicación de que era Derrida no dejará de señalar que "vivimos de la fecun-
mejor pensar el lenguaje como un sistema cerrado so- didad estructuralista" (ED 11) tampoco dejará de preci-
bre sí mismo en el que las relaciones importantes no sar que "el tema de la diferenzia es incompatible con el
son aquellas entre las palabras y los objetos reales a los motivo estático, sincrónico, taxonómico, ahistórico del
que se refieren, sino aquellas internas al lenguaje y que concepto de estructura" (POS 39). Las características
consisten en las interrelaciones de significantes. fundamentales del estructuralismo que va a discutir
En Francia en los años sesenta el estructuralismo, tal Derrida serían entonces las siguientes:
y como lo practicaron Claude Lévi-Strauss o Roland a) Distinción entre la lengua (langue) y el habla (pa-
Barthes, por ejemplo, implicaba tratar a una sociedc..d role). El habla hace mención al uso que cada hablante
"primitiva" o a las modas de París como un sistema · hace de la lengua. La lengua hace referencia al sistema
coherente cuyos significados podrían descifrarse como o código de signos impersonat anterior al habla, al que
si fueran un lenguaje en el cual lo más importante se- recurre el hablante y del que el habla no es sino una de-
ría la relación que se estableciera entre las partes. Por terminada realización. La lengua, a diferencia del ha-
ejemplo, el significado de las luces roja, verde y amari- bla, es sincrónica. No depende del tiempo ni está sujeta
lla en un sistema de semáforos no se basaría en el tono a evolución histórica.
del verde o del rojo, sino en la relación entre las luces b) Definición de la lengua como forma y no como
como parte de un sistema. Los colores se podrían re- sustancia. Es decir, no tanto como un conjunto de ele-
emplazar por otros, sin que cambiara la estructura de mentos fijos y autónomos cuanto como un sistema de
ese sistema. relación de oposiciones binarias entre tales elementos.
La aseveración de Derrida "no hay fuera de texto" e) Definición de la lengua como un sistema que no
indica -siguiendo a Saussure- que el lenguaje es un conoce más que su propio orden. La lengua forma un
sistema de diferencias, pero radicaliza esta aseveración sistema en el cual los elementos adquieren sentido se- 1

al apuntar a que entonces no hay ningún centro. Esta gún determinados principios de estructura. A partir 59
.

de un número reducido de elementos básicos tiene lu- ralismo se resiste porque no es un objeto histórico sino
gar en la lengua, según determinados principios, un más bien "la conversión en la manera de cuestionar
gran número de combinaciones; de hecho siempre mí- todo objeto" sea éste histórico o un objeto inédito, la
nimo en comparación con sus posibilidades teóricas. cosa literaria (ED 9). Efectivamente, la actitud estructu-
d) Estudio no tanto del habla y de los cambios que se ralista no es un momento en la historia sino que revela
producen a través del tiempo (diacronía), sino del esta- que es el lenguaje el origen de toda historia; que sin
do del sistema de la lengua (sincronía). lenguaje, no hay historia. Ahora bien, entre la fuerza (el
La postura de Derrida en torno al estructuralismo principio creativo, la energía viviente del significado
se condensa en primer lugar en su conferencia "La es- que se asocia al habla) y la forma (la estructura); el sis-
tructura, el signo y el juego en las ciencias humanas" tema de relaciones entre los significantes que se asocia
(incluida después como último capítulo de La escritura a la lengua), el estructuralismo privilegia esta última.
y la diferencia) y en el ensayo "Fuerza y significación" Esto se debe a que, según Derrida, conviven en Saus-
... ·:, que abre La escritura y la diferencia. Dictada en el mar- sure principios críticos que deben ser cuestionados .
co del célebre congreso de 1966 en Baltimore dedicado Así, mientras que Saussure asevera la inseparabilidad
a la controversia estructuralista bajo el nombre de Los de significado y significante y del carácter diferencial de
lenguajes críticos y las ciencias del hombre, la conferencia la lengua, opone al mismo tiempo significante y signi-
fue considerada una suerte de crítica interna al estruc- ficado . Una oposición binaria que a Derrida le resulta
turalismo. Derrida contraponía allí dos interpretacio- sospechosa, y que percibe en la raíz de la filosofía entre
nes. Una "que pretende descifrar, sueña con descifrar lo ideal (significado) y lo material (significante).
una verdad o un origen del signo, y que vive como un ¡'
Bajo esta oposición significante / significado la es- 1
1
exilio la necesidad de la interpretación"-achacada al tructura se convierte en el objeto mismo del estructura- i
1
estructuralismo añejo- y otra "que afirmaba el juego lismo y se comprende entonces como "unidad interna 1

que agrietaba y producía la estructura" (ED 400-401). de un ensamblaje, de una construcción regida por un !
Se trataba, pues, de pensar la diferenzia en el seno mis- principio unificador" (ED 27). En tanto que la estructu-
·¡
mo de la corriente estructuralista. ra se interpreta entonces desde términos estrictamente
En su ensayo "Fuerza y significación", Derrida ahon- espaciales y topográficos, corre el riesgo de estatizarse
dará de manera más incisiva en esta postura con res- y de perder de vista el juego incesante de los signifi- 1

pecto al estructuralismo que se resiste -como él mismo cantes, aquel que hace indecidible su diferencia con J¡
advierte- a ser un futuro objeto de estudio de lo que se · los significados. Y, sin embargo, paradójicamente, esta
ha dado en llamar la historia de las ideas. El estructu- conciencia estructuralista tiene en la raíz misma de la li
11
1•
1!
11
¡·
1:
¡¡
1.
-
obra de Saussure una faz que no ha sido explorada, Ser estructuralista implica querer preservar la coheren-
una faz desestructuradora. Efectivamente, al neutralizar cia y la completud de cada totalidad en su nivel propio.
el contenido y por lo tanto poner en cuestión la trans- Al hacerlo se corre el riesgo de hacer callar la fuerza bajo
misión de la cultura o la tradición el estructuralismo, la forma . No obstante, Derrida no opta por una elección
si no se inmoviliza y pierde de vista la fuerza, podría simple entre forma y fuerza, entre tiempo y espacio,
repetir la situación de un juego, la invención de un len- sino que propone producir una fuerza de dislocación
guaje. El estructuralismo podría hacernos atisbar desde de la economía metafísica de los opuestos, que se pro-
aquí un lenguaje que se emancipa y que es responsable pague a través del sistema y lo fisure para exponer "la
del sentido de la historia. No obstante, no explora esta amenaza histórica y metafísica de sus fundamentos"
..· posibilidad. El privilegio absoluto que el estructuralis- (ED 13). "Fuerza y la significación" finaliza entonces,
.•'
mo atribuye a los modelos espaciales, a las funciones de manera consecuente, apelando a Nietzsche. No se
matemáticas, a las líneas y a las formas, da cuenta de trata de elegir entre Apolo (la forma, la estructura) y
.. ·., una geometrización de la estructura que, si bien es me- Dionisio (el impulso, la fuerza) sino en saber que el de-
tafórica, orienta la búsqueda y fija los resultados. La bate es interminable porque cada uno lleva la huella
estructura entonces se comprende en términos estric- del otro; cada elemento depende de los otros pero no
,, tamente espaciales y relega el juego de la diferencia y hay un origen absoluto del sentido. El sentido viene
¡::
el tiempo: dado, pues, por el sistema de diferencias que constitu-
yen el texto, el cual remite a su vez, incesantemente, a
En esta exigencia de lo llano y lo horizontal -escribe Derri- otros textos.
da- lo que es intolerable para el estructuralismo es [... ] todo
lo que en la significación no puede estar expuesto en la simul- La crítica de la fenomenología y el problema del fonocentrismo
11
taneidad de una forma. Pero [... ] ¿es un azar que el sentido
del sentido (en el sentido general del sentido y no d e la se- "El hecho de que el estructuralismo ha ya surgido y cre-
ñalización) sea la implicación infinita, el indefinido remitir cido bajo la dependencia más o menos directa y reco-
r
de significante a significante?, ¿Que su fuerza sea un a cierta nocida de la fenomenología - escribe Derrida- bastaría
¡·
cquivocidad pura e infinita, que no da ninguna tregua, nin gún para hacerla tributaria de la más pura tradicionalidad 11
reposo al sentido significado, que lo compromete en su propia de la filosofía occidental" (ED 43). El primer enclave de I'
economía a significar de nuevo y a diferir? (ED 39-40). inscripción del concepto de deconstrucción en el dis-
1
curso de Jacques Derrida, además de su lectura del es-

1

tructuralismo, es como hemos señalado ya, el de una 63

'11

i.I
1'
i
1

puesta en cuestión de la fenomenología husserliana, nos permite observar cómo a través de la intuición de
en torno a la cual, precisamente, realizó su tesis y que las esencias se constituye el mundo de la vida, que
se prolongará con su lectura de Heidegger y de Freud. es la base de toda conciencia, de todo conocimiento, y
Derrida ha reconocido en muchas ocasiones la impor- de toda ciencia. La fenomenología entonces -como su
tancia de esa "fuente", y como un elemento principal propio nombre indica- es un modo de tener acceso a los
no sólo de su "formación" sino en la elaboración de fenómenos para buscar su fundamento, su dimensión
alguna de las cuestiones que darán lugar a la decons- originaria (el mundo de vida), que presupone a la subje-
trucción (PA 57-67). Dan testimonio de la actividad de tividad y a la ciencia pero que ésta, a menudo, olvida.
Derrida como fenomenólogo tres obras mayores: la En 1953 y 1954, Derrida acude a la fenomenología
Memoria de 1953-54 sobre El problema de la génesis en para dilucidar los vínculo~ entre la estructura -la intui-
la filosofía de Husserl; la extensa Introducción de 1962 a ción ahistórica que permite la constitución de un cono-
El origen de la geometría, y La voz y el fenómeno de 1967, cimiento universal- y la génesis -el proceso histórico
además de cierta cantidad de contribuciones menores. por el cual este conocimiento se constituiría-. La pre-
Edmund Husserl (1859-1938) es el padre de la fe- gunta derridiana gira en torno a la vinculación entre la
nomenología que surge como intento de superar el geometría -cuyos hallazgos pretenden ser universales
positivismo reduccionista (el cual pretende reducir la y no estar sujetos a los embates de la historia- y la his-
realidad a lo dado en las ciencias empíricas) y propone toria misma. ¿Son los teoremas geométricos ideas pe-
un saber de las cosas mismas consideradas como real- rennes e independendientes de la historia? ¿No influye
mente son en su origen. Es decir, se trata de un retorno el proceso histórico, con todos sus avatares, en la cons-
al mundo de vida (lebenswelt), de dejar la palabra a las titución de las ciencias? En 1962, Derrida apunta a que
cosas mismas tal y como se le presentan a la conciencia la clavija o la bisagra que desdibuja la oposición entre
antes de que sean parceladas y tematizadas por las cien- esas dos dimensiones (la estructura y la historia) no es
cias empíricas. Para ello, Husserl expone un método otra que la escritura. Desde esa perspectiva, el signo no
que atraviesa tres momentos. El primero, llamado epojé proporciona tan sólo la mediación indispensable para
o reducción fenomenológica, implica poner entre parén- la constitución de las ideas. Es, más profundamente,
tesis todo lo que creemos saber "normalmente" acerca aquello que define la realidad de nuestra experiencia,
de las cosas. El segundo, o reducción eidética, supone el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos
que, tras haber vaciado la conciencia de nuestras creen- y con las cosas mismas: es decir, con el mundo. Derrida
cias habituales, ésta en su pureza capte la verdadera atisbará esta identificación en la obra de Husserl pe- 1

esencia de la cosa. El tercero, o reducción trascendental, ro atisbará también el rechazo husserliana al signo. Un 6s
rechazo muy filosófico a lo que implica pensar en la nada pero que posee la pureza de la irunediatez y tie-
l
l
escritura como condición material de la filosofía. Veá- ne para mí un sentido aunque no pueda comunicarlo.
Husserl pretende salvar así la idea de una conciencia
~
moslo más despacio.
En La voz y el fenómeno Derrida se centra en Las inves- pura pre-lingüística -es decir, no contaminada por el
tigaciones lógicas de Husserl que, para él, constituyen "la lenguaje y los vericuetos interpretativos- que pudie- 1
estructura germinal de todo el pensamiento husserlia- ra captar en su plenitud la dimensión originaria del
no" (VP 39). En la primera de sus investigaciones Hus- mundo de vida. Y sin embargo topa con dificultades.
serl realiza una distinción, que llama poderosamente En efecto, ¿cómo podría yo garantizar la transmisión a
la atención de Derrida, entre la expresión y la señal. La los otros de esa inmediatez vivida del mwl.do que mi
expresión sería un signo con significado y la señal un signo conciencia capta?
sin significado. Lo que Husserl intenta con esta distin- Hay una tensión en el pensamiento de Husserl, ad-
ción es sustentar su idea de una conciencia pura ante vierte entonces Derrida. Por un lado, anhela garanti-
la cual las cosas pudieran presentarse sin ninguna me- zar una presencia pura de la conciencia en sí misma.
diación, ni semiótica ni simbólica. Es decir, lo que Hus- Husserl singulariza este anhelo apelando a una comu-
serl trata de realizar con esta distinción es preservar a nicación interior que él denomina "vida solitaria del
la conciencia de los efectos del lenguaje. Así -nos se- .alma'',2 y que equipara con la voz interior. La voz (pho-
ñala el pensador alemán-, en la interlocución, mis pa- né) permite identificar sonido con sentido, y garantizar
labras -que intentan expresar mis intenciones o lo que una comunicación que, de nuevo, evite los riesgos de
quiero- indican p ara otro, representan lo que propia- la escritura. Husserl -nos señala Derrida- apunta así
mente no está -ni puede estar- presente más que para al fonocentrisrno, al deseo de inmediatez y presencia
mí. En la comunicación intersubjetiva sólo puedo indi- asociado a la voz. Y sin embargo este deseo, decíamos
car a otro algo que representa lo que me acontece pero anteriormente, es un deseo en tensión porque Husserl
que, finalmente, sólo está presente para mí. Pero en la anhela también una expresión que si bien no indique,
comunicación que tengo conmigo mismo, las cosas se sí signifique. Ahora bien, el significado sólo puede ob-
me presentan, no indican nada, sino que se me presen- tenerse gracias a la iterabilidad del signo. Es decir,
tan en la inmediatez, tal y como son, para que yo pueda gracias a su capacidad de ser repetido, reproducido,
captarlas. Habría, por lo tanto, una diferencia entre la y reconocido; y no obstante, como hemos señalado, si
señal o el significante, que indica en la comunicación el signo no es sino esta posibilidad de iterabilidad no
con los otros algo que propiamente sólo está presente
para mí; y la expresión o el significado puro que no indica 2
Edmund Husserl, In vestigaciones lógicas, l. 8
hay nunca presencia sino representación, repetición, trascendental. Porque, efectivamente, si no hay centro,
remisión. Sólo la repetición permitiría la constitución si no hay fuera del texto, ¿de qué verdad, de qué pro-
de una tradición y un progreso hacia la verdad, que es greso hablamos? Todo ello tendría que obligar a cues-
el otro anhelo de Husserl. Pensemos, por ejemplo, en tionar -cosa que Husserl no hace- el principio de la
las matemáticas cuyo objeto ha sido considerado objeto presencia, el absoluto como presente viviente. Lo que
ideal de conocimiento. Pues bien, sin tradición escri- Derrida acaba apuntándole a la fenomenología es en-
ta no habría existido el progreso en las matemáticas y tonces lo siguiente:
cada generación de investigadores se vería condenada
a averiguar las mismas cosas. El mundo de las ideas • La percepción en tendida corno acceso a la cosa misma no
universales existe no aunque haya formas materiales de existe (VP 92) porque toda presencia está infiltrada ya por el
transmisión, sino precisamente porque las hay. lenguaje, y las cosas no se nos d an en su inmediatez, sino dife-
Husserl se ve obligado a intentar reconciliar el privi- ridas. Una manera de comprenderlo sería apelar, como ejem-
legio de la singularidad e inmediatez de la presencia, plo, a una de las conclusiones de la ciencia cognitiva de que,
con la necesidad de la repetición. Algo que observamos literalmente, no vivimos en el tiempo presente; que hay cierto
también en su tratamiento del tiempo. Efectivamente, retraso entre el momento en que nuestros órganos sensoriales
la fenomenología, con el valor que le da a su consigna reciben una señal hasta que ésta es propiamente procesada en
de ir a las cosas mismas, privilegia ante todo la inme- lo que percibimos como realidad, y que luego proyectamos
diatez del presente vivido; no obstante, Husserl se per- hacia el pasado. Así que nuestra experiencia del presente es
cata de que no hay presente por así decirlo "puro". Es básicamente experiencia pasada, pero proyectada de vuelta al
decir, todo presente retiene un pasado (retención) y se pasado.
proyecta a un futuro (protensión). No hay, por así de-
cirlo, un presente total y absolutamente presente. • La retención y protensión del p asado y del futuro en el pre-
Husserl deja estas dificultades irresueltas. Pensar- sente deconstruye la idea de un presente absoluto, donde la
las hubiera implicado que la fenomenología se hicie- conciencia estaría plenamente presente a sí misma puesto que
ra cargo del signo, del lenguaje y de la historia en la la posibilidad del signo, y por lo tanto del sentido, radica en la
constitución de la verdad. Hubiera significado poner repetición y ésta en la relación con mi muerte (VP 104), es decir,
en cuestión la idea de finalidad y progreso tan cara al en la relación con mi ausencia y no con mi presencia. El enun-
proyecto fenomenológico. Hubiera significado pensar ciado "yo estoy vivo" sin ir más lejos requiere de la posibilidad
a la historia y a la estructura como escritura sin suje- de mi ausencia y de mi muerte para poder constituirse como
to fundacional, sin fines teleológicos y sin significado enunciado y poder ser, precisamente, reproducido y repetido. 169
El enunciado "yo estoy vivo" -escribe Derrida- acompañ a mi La crítica de la destruktion heideggeriana
estar-muerto y su posibilidad requiere la posibilidad d e que
esté muerto; e inversamente. No es esto una historia extraor- Si la deconstrucción se prefigura observando en el es-
dinaria de Poe (se refiere Derrida a "El extraño caso del señor tructuralismo una potencia de lenguaje que subvierte
de Valdemar"), sino la historia ordinaria del lenguaj e" (VP a la estructura, y advirtiendo en la fenomenología un
158-159). presente y una conciencia que difieren de sí mismos, la
más inmediata ocasión del surgimiento de la palabra
• La fenomenología es finalm ente una ontología . Es decir, una en el texto de Derrida fue una lectura de ese concepto
reflexión sobre el ser, sobre el fundamento de la realidad, que básico que es destruktion 3 en la analítica existenciaria
lo concibe como presencia, y que sin embargo muestra, en las propuesta por Martín Heidegger (1889-1976). 4 Una
tensiones que acabamos d e describir -donde no hay presente lectura qu e será un desvío porque donde Heidegger
absolutamente presente, ni conciencia totalmente presente a sí aguarda todavía la presencia del ser, Derrida detecta
misma-, deconstruirse. Es Husserl quien nos da los elementos el agujero negro de lo que siempre difiere.
para pensar contra él mismo (VP 99). En 1927 sale a la luz Ser y tiempo, la obra decisiva de
Martin Heidegger que inició su carrera como alumno
Derrida usa entonces la inseparabilidad del significante de Husserl. El filósofo alemán emprende con esta obra
y del significado del estructuralismo contra la presunta un cu estionamiento de la metafísica occidental en el
pureza interior de la fenomenología, y contra su pre- que reformula el método fenomenológico de Husserl
tensión de independizar el significado (expresión) del y pretende enraizar a la conciencia que ya no es esa
significante (señal), considerando a este último como conciencia pura de su maestro que va al encuentro de
irrelevante. Así, asesta un golpe a la postura clásica de las cosas mismas, sino una conciencia concreta, fáctica
Occidente, sintetizada como una supresión del signi- en el mundo y en el tiempo, que se angustia ante la
ficante, y un privilegio del significado. Efectivamente, muerte como su más propia y exh·ema posibilidad. Se-
si el significante ha sido contemplado por la tradición gún Heidegger, el problema esencial es que la metafí-
como el obstáculo que corrompe el concepto, Husserl sica h a identificado al Ser con lo que está presente, y lo
ha luchado por evaporarlo en favor de un significado
puro que, no obstante, se muestra ya contaminado por " El concep to proviene de Lutero y su petición de retorno a los orígenes
evan¡;élicos. Cfr. Jacques Derrida, Pnpd 11uíq11i11n. l.il ci11tn de escribir y otras res-
aquello que pretende rechazar. /llte,tns. Traducción de Cristina de Pcretti y Paco Vidarte, Madrid: Trotta, 2003,
p .298
' Para un acercamiento a la obra d e Heidegger ve r Ev oclio Escalan te, Heide- 1
ggcr, México: Universidad Autónoma Me tro poiitana, 2007. 71
.~
1

que está presente es el ente. El ente es todo aquello que singular que el hombre es, Heidegger utiliza un nuevo
es. En este sentido el animal, la cosa, y el hombre son término, Dasein o "ser-ahí". Heidegger propone enton-
entes. Ahora bien, el ente supone algo sin lo cual no po- ces recuperar la diferencia entre lo ontológico (el ser) y
dría ser concebido como tal, y que Heidegger denomi- lo óntico (el ente). En el interés por la diferencia, Heide-
na el Ser. El Ser no es ningún ente y, por tanto, ningún gger interesa profundamente a Derrida y, sin embargo,
objeto que pueda ser representado. Es aquello gracias a esta diferencia no es la diferenzia derridiana -no es ese
lo cual el ente es, y puede ser comprendido como tal. El sistema que difiere en los dos sentidos del término y
enfrentamiento con la historia d e la metafísica implica que nos remite a la huella- sino que conserva un anhe-
armas o estrategias de combate: en el caso de Nietzs- lo de preservación y pureza del Ser frente a los entes,
che, esa arma es la destrucción. La actitud del espíritu que no es compatible con esa suerte de contaminación
libre es la labor destructiva, que se emparenta con la y dislocación que es la deconstrucción.
labor genealógica, la cual tiende a mostrar que aquellos Si para Heidegger, el ser del hombre -Dasein- consis-
grandes orígenes que se presentan como sagrados son, te entonces en cuestionarse acerca del Ser, es porque el
Dasein es el único que puede formular la pregunta me-
en realidad, insignificantes.
Heidegger, por su parte, denomina "onto-teología" tafísica por excelencia: "¿por qué el Ser y no más bien
a esa historia de la metafísica en la que, cada vez que la nada?" No obstante, como este cuestionamiento no
es planteada la pregunta por el Ser, se responde a la ·es algo ocasional sino que forma parte del ser del hom-
misma con un "ente supremo" (Theós), y su método de bre -es decir de su manera de estar en el mundo- no
11
destrucción de la historia de la metafísica" se une al puede desligarse de la propia existencia. Cuando nos
"paso atrás" para buscar el origen de ese olvido, que preguntamos: ¿por qué el Ser y no más bien la nada?
confunde el ser con el ente. Todo el esfuerzo de Heide- -advierte Heidegger- no intentamos sino apropiarnos
gger se orienta a mostrar cómo entre el Ser y el ente hay de lo que somos, de nuestra propia existencia, y esto
una diferencia que él mismo denominará la diferencia es lo que no ha sabido advertir la metafísica. Cuando
ontológica y que podemos describir brevemente así: el preguntamos por el Ser y lo cuestionamos, no pregun-
Ser no es el ente (no es ni el hombre, ni el animal, ni tamos por el Ser mismo como si fuera un objeto, sino
la planta, ni la cosa) pero es el ser del ente (es lo que que no podemos separar la pregunta d e la interrogante
hace ser al hombre, al animal, a la planta, a la cosa). acerca de nuestra propia existencia. Así, asumir la pre-
Si el Ser está presente de algún modo en todo ente, el gunta por el Ser es asumir también la pregunta por la
hombre -a diferencia de los demás entes- es el único nada que amenaza nuestra existencia. Es preguntarse
que puede preguntar por él. Para designar a este ente por la muerte, por la posibilidad de nuestro fin. 173
Heidegger propone entonces enraizar los conceptos del hombre, sino en analizar nuestra existencia y com-
ahistóricos y absolutos en el carácter temporal e histó- prender que somos nosotros los que pertenecemos al
rico de la existencia del Dasein. Propone que compren- lenguaje, quienes lo habitamos, y no al revés. Si hemos
damos que el camino hacia el Ser pasa por un análisis sido arrojados al mundo y arrojados al lenguaje, Hei-
de nuestra propia existencia temporal y finita. Lo que degger enfatiza un pensamiento que huya del dominio
Heidegger pretende con la destruktion es desplazar los instrumental, que nos lleve a renunciar a la voluntad de
presupuestos de la metafísica. Poner en cuestión que el poder y que establezca una relación de copertenencia
hombre pueda pensar y representar el Ser como si de con el Ser, no de dominio. Así, frente al uso técnico del
un ente se tratase. Si no fundamos el mundo, sino que lenguaje como instrumento de comunicación, enfatiza
al analizar nuestra existencia nos descubrimos arroja- el decir del poeta que apuesta por un lenguaje origina-
dos en él, Heidegger centra su crítica más puntual en rio en el que las cosas no son ni útiles ni instrumentos,
un pensamiento representativo que implica la idea de sino que se despliegan desde sí mismas; se muestran
que dominamos el mundo bajo dos supuestos: 1) el que en su verdadera dimensión originaria que nos remite a
pensar es pensar siempre algo bajo el imperativo de la la verdad del Ser.
utilidad: proponer fines, imponer reglas y disponer de Llegados a este punto, hay que señalar que la deuda
los medios, y 2) el que pensar es establecer una filosofía de Derrida con Heidegger es inmensa. La preocupación
del concepto que es, en última instancia, una teoría de · heideggeriana por la diferencia y por el lenguaje seña-
la identidad, la cual necesariamente conlleva el olvido lan la propia búsqueda que Derrida trata de emprender.
y rechazo de la diferencia entre el Ser y el ente. Como él mismo no dudará en reconocer: "Ninguno de
En Heidegger el problema de plantearse correctamen- mis intentos hubiera sido posible sin la apertura de las
te la pregunta por el Ser lo obliga entonces a centrarse preguntas heideggerianas" (POS 18). Los textos donde
en una reflexión sobre el lenguaje mismo. Si el olvido Derrida lee al filósofo alemán (desde "Los fines del
de la diferencia entre el Ser y el ente es el olvido de las hombre" de 1968 publicado en Márgenes de la filosofía,
condiciones del propio ser del hombre, es el olvido de hasta Aporías de 1996, pasando por la compilación de
un análisis adecuado acerca de la existencia del Dasein textos de Heidegger y la pregunta de 1987) son difíciles
y del carácter lingüístico de su pregunta por el Ser. Así, e intensos. Derrida muestra, a través de trabajos que
la mala comprensión del lenguaje lleva a considerar la se extienden durante treinta años, cómo la radicalidad
posesión del lenguaje como algo adquirido cuya esen- del pensamiento de Heidegger no le permite sustraerse
cia es la comunicación. La buena comprensión consiste a lo que pretende destruir (POS 18-19). Hay una com- 1

en no ver ya al lenguaje como un instrumento en manos plicidad inevitable de Heidegger con la metafísica que 75

\
- - - - - - - - - -- ------------·

él mismo falla en advertir, fallo tanto más grave cuanto categoría del ente. La diferenzia, corno hemos visto ya,
que Heidegger cree estar subvirtiendo su cerco. Derri- no puede convertirse en un centro que detenga el juego
da sintetiza esta compatibilidad inevitable en dos obje- incesante de los significantes:
ciones fundamentales:
• La primera es que el solo intento de nombrar la Es, por consiguiente, la determinación d el ser como presencia
diferenzia, de determinarla como ontológica, no condu- [... ) lo que es interrogado por el pensamiento de la différa11-
ce más que a permanecer en el círculo de la metafísica ce - escribe Derrida-. Semejante cuestión no podría surgir ni
sin lograr superarla. "Para nosotros la diferenzia sigue comprenderse si no se abre, en algún luga r, la diferencia que
siendo un nombre metafísico y todos los nombres que hay entre el ser y el en te. Primera consecuencia: la différancc
recibe en nuestra lengua son aún en cuanto nombres, me- no es. No es un ente-presente, por excelente, único, originario
·-·.
'
_·,.
, ~.: :_,11
tafísicos. [ ... ],sobre todo, y ya la manera más general, o trascendental que lo queramos considerar. No rige nada, no
.. ~-

cuando dicen la determinación de la diferenzia como di- reina sobre nada y no ejerce su autoridad en ninguna parte.
ferencia entre el ser y el ente" (MF 61). No se anW1cia mediante ninguna mayúscula. No sólo no hay
• La segunda es que la oposición heideggeriana en- un reino de Ja différancc sino que ésta fomenta Ja subversión d e
tre lo originario (el Ser) y lo derivado pertenece también todo reino. Lo cual, evidentemente, la convierte en amenaza-
',' , ·~;·~ '
al sistema jerarquizado de oposiciones metafísicas. De- dora e infaliblemente temida por todo aquello que en nosotros
' .....
rrida señala que hay que desplazar toda la problemá- desea el reino, Ja presencia pasada o por venir de un reino.
tica de la diferencia óntico-ontológica para abrirse a la Y, apelando siempre a un reino, puede reprochársele, cuando
diferenzia que se disloca continuamente en una cadena creemos verla crecerse con una mayúscula, el querer reinar 1

de sustituciones diferidas como juego del movimien- (Mf94). .,•,
to de la huella.
El intento fallido de Heidegger por subvertir radi- La crítica freudiana de la conciencia y la escena de la escritura
calmente la metafísica le muestra no obstante a Derrida
(y a sus lectores) algo decisivo. Además de reconocer Si la lectura de Heidegger ancla el m étodo fenomeno-
la pertinencia de la pregunta heideggeriana, para ser lógico no ya en la intuición de las esencias por parte de
consecuentes con todas las implicaciones del pensa- una conciencia "pura", sino en la preocupación por el
miento de la diferenzia, ésta no puede ser determinada carácter histórico y temporal de los conceptos metafísi-
como diferencia ontológica, corno tampoco puede ser cos, la proximidad de la deconstrucción con los descu-
nombrada en absoluto pues no es, no existe, no tiene brimientos del psicoanálisis comienza a tejerse también
esencia propia ni existencia, no depende de ninguna a partir de los trabajos de Derrida sobre la fenomeno-
logía husserliana, ante los que siente la inquietud de ánimo del psicoanálisis, (2000), hasta su fecundo diálogo
poner en cuestión el presente, el primado de la presen- con la historiadora y psicoanalista Elisabeth Roudines-
cia de sí y de la conciencia. El descubrimiento del in- co, en Y mañana qué (2002). Hay que señalar, además,
consciente por parte del psicoanálisis pone en cuestión que Derrida no se limita a discutir con Freud sino con
el privilegio de la presencia de la conciencia a sí misma sus discípulos más heterogéneos que van desde Mela-
y es lo que provoca que -como escribe Derrida- "fuera nie Klein hasta Nicholas Abraham y Maria Torok, pa-
de la lingüística sea en la investigación psicoanalítica sando por supuesto por Jacques Lacan. No obstante,
donde esta perspectiva (la de la deconstrucción) pare- para tratar de ver la respuesta de Derrida a las premi-
ce tener hoy las mayores posibilidades de ampliarse" sas del psicoanálisis prestaremos atención exclusiva-
(GR 29). El psicoanálisis incorpora además una manera mente a su acercamiento a la obra de Sigmund Freud.
distinta de pensar el tiempo. Una manera que no es ya Hay que ser cuidadosos con este acercamiento. Si bien
la de la sucesión lineal de los instantes sino la determi- puede señalarse que tal y como el psicoanálisis busca
nación de un ahora presente por un pasado sin conexión mostrar lo "reprimido" en la psique, la deconstrucción
consciente con aquél, que marca a un sujeto sin que él apunta al análisis de la "represión" que la propia filo-
tenga conciencia de ello. Al parecer, vemos las cosas sofía ha operado desde Platón respecto a sus propias
por primera vez, pero nuestras percepciones "nuevas" condiciones materiales, en otras palabras, respecto a la
están teñidas por las huellas de nuestras experien- ·escritura; no se puede pasar por alto la advertencia de
cias anteriores que influyen en nuestras percepciones Derrida que señala que "la deconstrucción del logocen-
"actuales". "Una experiencia -escribe Derrida- es así trismo no es un psicoanálisis de la filosofía" (ED 271).
determinada en su presente por un presente que no la Y que más tarde añade que "se justifica una reticencia
habría precedido inmediatamente sino que sería muy teórica a utilizar los conceptos freudianos a no ser entre
anterior. Es el problema del efecto del retraso del que comillas" (ED 272).
habla Freud" (GR 87). Un efecto de retraso, añadiría- No es sólo que los conceptos freudianos tengan todos
mos nosotros, que encuentra eco en la preocupación de ellos una filiación metafísica (a la cual el discurso psi-
Derrida por el diferir. coanalítico a veces escapa dando un giro) sino que falta
La presencia del psicoanálisis en los escritos de De- una reflexión directa, en Freud, sobre las reglas de esa
rrida es siempre recurrente, desde "Freud y la escena pertenencia a la metafísica y sobre las implicaciones de
de la escritura" publicado en La escritura y la diferencia su desplazamiento. Derrida señalará, por ejemplo, la
(1967); Fors (1976), La tarjeta postal (1980), Mal de archi- falta de reflexión en el psicoanálisis entre s.u. s concep- . 1
vo (1995), Resistencias del psicoanálisis, (1996), Estados del tos fundamentales ("instinto", "placer", "represión" ... ) 79
\~;1;, "*'l~.JWGü .('~:,
\:~~·,. :0]'~\,}'
'.:.~~:t.: ~--~t=;:;c ;.; <".r;:.,;''
~;;:¡¡t,·D~~OIF~f;
t Tii!A
- - - -- - -- -- - - - - - - - - - -- - - - · - - -·-·

y esas palabras en el lenguaje cotidiano. 5 Es necesario la experiencia) y capaz de la memoria (representación,


verlo más despacio respecto a la noción de escritura. secundariedad, repetición, posibilidad de olvido). Una
En La nota sobre la pizarra mágica (1925), Freud des- exigencia que para Derrida hubiera tenido que llevar
cribe una pizarra con la que los niños jugaban en su a cuestionar con mayor radicalidad esas distinciones, a
tiempo y constaba de tres partes. En la p arte inferior dislocar la oposición jerárquica entre la "originalidad
había una tabla de cera cubierta por una lámina de pa- de la experiencia" y "la repetición" .
pel encerado, y sobre ella había otra lámina de celuloi- No obstante, el interés de Freud por la estructura de la
d e transparente. Los niños "escribían" o "dibujaban" psique como escritura -esa intuición ante la que acabará
sobre la pizarra con un lápiz sin mina y 'borrab an" retrocediend o-- se hace evidente desde La interpretación
levantando las láminas, comenzando por la primera, de los sueños de 1900 y tiene para Derrida el logro de vol-
cuyo lado inferior quedaba suelto. La lámina de cera ver enigmático"aquello que se cree conocer bajo el nom- !
¡:, representaba al inconsciente, porque retenía las huellas bre de escritura". Algo en lo que coincide con la decons-
""' p ermanentes de todo lo que se registraba en la super- trucción y su propuesta de una escritura (archiescritura )
'· IJjl~~ ~
~:V.t<'1
·'F ficie. Por su parte, las otras dos láminas representaban
a la mente consciente que, aunque parece percibir sólo
que precede a la distinción entre lo oral y lo escrito (ED
274-275). En esta obra, Freud señala que las imágenes
1
en el "presente", siempre es escrita por las huellas in- y los símbolos oníricos son -como los pictogramas, los
conscientes. La idea central es la de la imposibilidad jeroglíficos o los ideogramas chinos- una escritura no
de traducción entre el ámbito de lo inconsciente y lo fonética. Asociando el valor que otorgaban los egipcios
consciente. No se trata de que el texto de lo inconscien- a la interpretación de los sueños, observa una analogía
1
te sea algo último, una presencia última de lo que lo entre la escritura de los jeroglíficos y la escritura onírica. 1,¡'"
consciente sea tradu cción. No hay una presencia origi- Se trataría para él de una escritura onírica original ante- 11.
naria de la que la concien cia sea representación. El ám- rior a la escritura en ese sentido corriente de inscripción
bito de la conciencia es 'lm presente que siempre está del habla, que va a subvertir la deconstrucción (ED 288).
reconstituido, d e un presente que como tal, y por así Lo importante además - señala Derrida- es que este
decirlo, nunca h a sido presente. Con la pizarra mágica descubrimiento de Freud -que nos permitiría atisbar
Freud trataba d e responder a la exigencia contradicto- la archiescritura- descentra, "impone un límite esencial
ria entre una vida p síquica capaz de la percepción (lo a la autoridad de un código fijo" ya que es "el soñador
dado por primera vez, el origen o presente viviente de (quien) inventa su propia gramática" (ED 288).
No obstante, pese a que Freud vislumbra la vincu-
·' Cfr. Jacqucs Derrida, "Yo-el-psicoanülisis", S11p/emen/os !l11t/1ropos 13, Bar-
celona, 1989, p . 36 ss. lación entre un fondo no fonético (ni subordinado al 181

r.
!'
~
,j i
'
habla) de la escritura y un fondo no-lógico de la con- IV
ciencia no da el paso que le permitiría salir de la analo-
gía y pensar, no que la esencia de la psique es semejante J
LAS LECTURAS DE ACQUES DERRIDA
a la escritura sino que la escritura es la psique, o en la
psique. Con ello Freud -nos advierte Derrida- vuelve Aquello que quiero subrayar es solamente que
el paso más allá de la filosofía no consiste en
a repetir la condena metafísica de la escritura. Efectiva-
girar la página de la filosofía (lo cual equivale
mente, para él, la escritura sólo imita la vida psíquica, casi siempre al mal filosofar), sino en seguir
mientras que para Derrida, la constituye. leyendo a los filósofos de un cierto modo.
Hay un mal, en todo caso -señalará al respecto De-
rrida de manera esclarecedora- una función autoinmu- JACQUES DERRIDA

nitaria en el psicoanálisis como en todas partes (y aquí


podemos leer: como en el estructuralismo, en la feno-
menología o en la analítica heideggeriana), un rechazo Si bien casi todos los escritos de Jacques Derrida -como
de sí, una resistencia de sí, a su propio principado, a su hemos señalado ya- son lecturas de textos de filósofos
propio principio de producción (EAP 21). y escritores, frente a la tradición, la deconstrucción se
propone no una tarea crítica exclusivamente negativa
·-como han propuesto algunos críticos- sino una pues-
ta en práctica de lo que Derrida ha denominado proto-
colos de lectura, cuya función es, más bien, configurar
una nueva escritura, un nuevo texto. 1

Un texto no es un texto -escribe Derrida- más que si esconde a


la primera mirada, al primer llegado, la ley de su composición
y la regla de su juego. Un texto permanece además siempre
imperceptible. La Ley y la regla no se cobijan en la inaccesi-
bilidad de un secreto, sencillamente no se entregan jamás, en
el presente, a nada que rigurosamente pueda ser denominado
una percepción [ ... ]. Reservando siempre una sorpresa a la

1
Cfr. Cristina de Pcretti, jacques Derrida. Texto y deconstrucción, Anthropos: 1
Barcelona, 1989, pp. 149-178. 83


anatomía o a la fisiología de una crítica que creería dominar jos nombres. Se trata de invertir la jerarquía metafísica
su juego, vigilar todos los hilos a la vez, engañándose asimis- de las oposiciones privilegiando al término marginado
mo al querer mirar el texto sin tocarlo, sin poner la m ano en pero conservando -aun a riesgo de una complicidad
el "objeto", sin arriesgarse a añadirle nada, única posibilidad provisional- su significado antiguo. El segundo efecto
de entrar en el juego pillándose los dedos en algún nuevo hilo. es que precisamente el desplazamiento del término al
Añadir no es aquí sino dar a leer [ ... ] Sería, pues, preciso con operarse la inversión, socave y desestabilice toda jerar-
un solo gesto pero desdoblado, leer y escribir. Y quien se cre- quía hasta que el término mismo se convierte en un in-
yese, por ello mismo, autorizado a añadir algo por su cu enta, decidible. Derrida nos advierte que no hay un método
es decir a añadir cualquier cosa, no habría entendido nada del propiamente dicho para efectuar esta tarea. El hecho de
juego. La costura no se mantendría. Recíprocamente, ni siquie- que el doble gesto de la deconstrucción se aplique cada
ra leería aquel a quien "la prudencia metodológica", las "nor- vez a un caso singular, hace que haya de inventarse, de
mas de Ja objetividad" y "los parapetos del saber" le coartasen replantearse en cada caso; de ahí que Derrida no hable
para poner algo de su propia cosecha. Idéntica simpleza, idén- de "método" de lectura sino más bien de andadura:
tica esterilidad de lo "no serio" y lo "serio". El suplemento de "Nada de método esto no excluye cierta andadura que
lectura o de escritura debe ser rigurosamente prescrito pero hay que seguir" (DI 303).
por la n ecesidad de un juego, signo al que hay que conceder el La andadura de Derrida apunta no a la búsqueda
sistema d e todos sus poderes. (DI 71-72). de la verdad o del sentido último del texto sino a la
diferenzia activa y productiva, a la actividad transfor-
Lejos entonces de contentarse con la negatividad de madora de la interpretación que vigila las fisuras del
una crítica, la lectura derridiana, que requiere con- texto, que cifra la importancia de lo marginal, y anula
siderables dosis de astucia y perspicacia, procede se- con los criterios habituales de interpretación: interno/
gún un doble gesto. Así, a la vez que reconoce en los externo, esencial/no esencial. .. etcétera. Derrida no lee
pensadores una articulación decisiva con la metafísica para refutar a los autores. No aprueba ni modifica ni
occidental, apunta al exceso indecidible que no obstan- refuta argumentos, sino que insiste en la inestabilidad
te hay en los textos. Un indecidible que la filosofía ha del texto, en la indecidibilidad que lo cruza y que éste
intentado disimular o del que ha intentado apropiarse no consigue superar. Derrida desfija los textos, opera
-a través de la interpretación canónica de sí y de sus en su interior y muestra la genealogía de sus conceptos,
autores- con el fin de sentirse más segura y protegida muestra su doble cara, su ambivalencia, en un juego
de sí misma. El primer efecto de esta estrategia derri- que invierte y deshace las oposiciones, desenmasca-
diana es el que Derrida denomina paleonimia de los vie- rando la violencia oculta que las sustenta.
185
No es extraño, por lo tanto, que uno de los efectos de se lo desplaza, se lo desliza hasta su extinción y su
esta lectura sea la diseminación: "La diseminación -seña- clausura. Este desconcierto que provoca la producción
lará- afirma (no digo produce ni constituye) la sustitu- derridiana se "materializa" en la estructura misma de
ción sin fin, ni detiene ni controla el juego [ ... ]. No tiene sus obras, que ponen en jaque la figura del lector como
en sí misma ni verdad (adecuación o desvelamiento) sujeto unitario que desea apropiarse de un sentido.
ni velo" (DI 337-338). Etimológicamente Derrida jue- Desde los textos extrañísimos de los años setenta, en
ga con la semejanza fortuita que existe en el término que distintas grafías y textualidades se entrecruzan
"diseminación" con el vocablo griego sema -signo- y el en la disposición gráfica de las obras, desconcertando
latino semen -semilla-. La diseminación impide que los a quien desea seguir un "hilo" textual ordenado, hasta
signos trabajados por ella se justifiquen, en última ins- los textos posteriores, que incluyen muchas veces una
1:
tancia, por una vuelta al logos, razón u origen sagrado. página suelta, de lo que se trata es de dejar a un lado 1
Impide la posibilidad de la lectura de cerrarse sobre sí la idea de la lectura y la escritura como comunicación '·
"·;
11
misma y hace de ella una estrategia sin finalidad. La de conciencias en una unidad de sentido. Se trata de
lectura/ escritura se disemina hasta el infinito y, lejos hacer presente lo indecidible, sin disolverlo. Veámoslo
de apuntar a la verdad o al sentido, remite constante- detenidamente.
mente a la alusión sin principio ni fin.
Si el sistema (cualquier sistema) por una parte exclu-
ye o expulsa lo que no se deja concebir en sus propios
términos, mientras que por otra se deja simultánea-
mente fascinar, atraer y dominar por el término ex-
cluido, Derrida pretende desplazarlo descubriendo los
términos excluidos, los restos, que dominan el discurso
que los excluye. No se trata de convertir los términos
primarios en secundarios y viceversa -la escritura dise-
rninante de Derrida no puede detenerse ante un referente
último porque el referente es un texto cuyo referente es
a su vez otro texto, etcétera-. Derrida señala que "se.
escribe a dos manos": con una, se respeta el juego de
los conceptos -no podemos pensar si no es por medio
de las concepciones binarias-; con la otra, se lo borra,
861
Platón y las paradojas de la textualidad

El filósofo y matemático inglés Alfred North White-


head señaló alguna vez que toda la filosofía occidental
no es sino tma nota a pie de página de la obra de Pla-
tón. Sin suscribir plenamente la aseveración de White-
head, no cabe duda que Platón funda la metafísica de
Occidente y que discutir con él no es ya discutir con un
autor, sino con toda una tradición y con todo un pro-
grama de pensamiento. Repetimos Platón a menudo
sin saberlo, pero si lo hacemos, Platón trae inoculado el
virus que hace y deshace sus propios planteamientos.
Derrida dedicó a la lectura de Platón (y también de Só-
'I!~:~:·
·i~~ crates) tres de sus textos más importantes: La farmacia
de Platón (1965) incluido en La diseminación, Envíos in-
1 I· !) 'j~
· l'::r cluido en La tarjeta postal (1980) y Kh8ra (1987).
En La farmacia de Platón Derrida se interesa por la
condena platónica de la escritura que tiene lugar en
el diálogo Fedro y procede realizando un movimiento
doble. Primero, nos ofrece la lectura d el diálogo según
la tradición que inaugura el pensamiento platónico;
después, expone una segunda lectura a través de los
elementos no resueltos por la primera. Para Derrida el
texto está hecho como un tapiz del cual habitualmente
vemos una cara sin observar como los hilos se entre-
lazan para darnos una versión. Esos hilos son los que
hacen (y también los que deshacen) el tejido del texto
(DI 93-94). Fedro es un diálogo complejo en el que el
protagonista del mismo nombre pasea con Sócrates a 1
las afueras de la ciudad -en el paraje junto al !lisos- y s9


.i ¡
i
11P
dialoga con el maestro que, frente a ese "mero repetir "remedio" que envenena la memoria al reemplazar el
sin saber que corre de boca en boca y que es el mito", proceso vivo e inmediato de la memoria auténtica. La
quiere instaurar la pureza racional del logos. El diálogo escritura -le explicó el rey al dios- haría a los hombres
platónico asociará a menudo el peligro del mito con el perezosos porque ya no se preocuparían por su capa-
de la escritura (DI 98-99). Ambos se apoyan en signos cidad interna para recordar, sino que se apoyarían en
externos (la escritura en signos gráficos, el mito en el lo escrito. La escritura sería un pharmakon para la re-
"Érase una vez" de la tradición) y apelan por ello a una memoración, mas no para la memoria auténtica. Impe-
exterioridad que impide el verdadero conocimiento de diría a los hombres distinguir entre lo verdadero y lo
sí, el difícil ascenso a la contemplación de la luz y la falso, y les haría arrogantes pero no sabios.
verdad que se da a través de la memoria auténtica; es Así, frente al habla que está en contacto con el origen
decir a través del reconocimiento de las verdades origi- vivo e inmediato de la verdad y el orden de la razón
narias que iluminan al alma si ésta no se queda atrapa- (del logos) la escritura -señalará Platón- es una hija
da en las sombras de la percepción sensorial. El habla bastarda o huérfana que no se halla en contacto vivo
viva que se da en el diálogo, el método dialéctico se- con el origen y puede asesinarlo, es decir, desvirtuarlo.
guido por Sócrates tiene como finalidad despertar esas Esta escritura que está afuera -alejada del logos y del
verdades que la escritura, en cambio (y al igual que el origen- en lugar de inseminar y ser fecunda como la
mito), corre el riesgo de desvirtuar y falsificar. palabra viva que produce fruto en quien la escucha, se
Lo curioso, no obstante, es que pese a esta identifi- disemina. Alejada del origen y condenada sólo a repetir-
cación del mito con la escritura, Platón utiliza un mito, se, es un significante estéril al que le falta la vida. La es-
el de Thoth o Teuth, para hacerle ver a Fedro los pe- critura es como un retrato que no puede responde1~ que
ligros de esta última. Teuth (nombre griego del dios no discierne a quien hablar, es incapaz de defenderse,
Thoth) es el dios egipcio de las cosas ocultas: la magia, necesita de su padre para que la defienda de abusos
la astrología, las matemáticas, la medicina, los juegos y malinterpretaciones. En el mito, ese indecidible que
de azar y la escritura. Cuenta el mito que Teuth acudió es el pharmakon y que oscila entre remedio y veneno,
al rey de Egipto Thamus para mostrarle sus artes y ex- se define asociando a la escritura con éste último. La
plicarle por qué sería necesario que fueran propagadas oposición entre habla y escritura, como la que hay en-
entre los egipcios. Frente al entusiasmo de Teuth que tre logos y mito, y entre la memoria auténtica e interior
describió a la escritura como un pharmakon (remedio) y el recordatorio externo, es la distinción que existe
para la memoria deficiente y la sabiduría limitada, el entonces entre un saber verdadero (el habla, el lagos,
~1
1

rey Thamus la definió como un pharmakon, como un la interioridad) y uno falso (la escritura, el mito, la ex- 9r
terioridad). Una distinción que Platón fortalece distin- mago o hechicero (Menón 80 ab ). Pharmakon parece ser
guiendo al filósofo del sofista. Es decir, al que busca entonces un indecidible. Cuando sus significados co-
¡:
un saber verdadero que lo transforma (el filósofo), de mienzan a jugar en el tejido del diálogo de Platón, la
aquel que con ayuda de la retórica aprende y repite con lógica que parecía no tener fisuras se disemina y no hay
arte un conocimiento exterior con el fin de hacerse así forma aparente de trazar una línea divisoria y defuúti-
de una buena clientela (el sofista). va entre el remedio y el veneno, el mito y el logos, el
Ahora bien, el pensamiento de la escritura que ofrece filósofo y el sofista.
Fedro es entonces inseparable del problema de traduc- Así, si el mismo Sócrates que condenaba a la escri-
ción del pharmakon porque es a través de este concepto tura frente al diálogo vivo, define a la verdad como
que el texto piensa la escritura (DI 267). Pharmakon es "escritura en el alma",2 la verdad del logos sólo puede
"un remedio" -dice Teuth- pero un "remedio" que en- explicarse mediante el mito; y Sócrates es mencionado
venena -añade Thammus-. Las dos posibilidades se con aquel apelativo que se otorgaba a los sofistas: el
inscriben en el texto. La compleja lógica del pharmakon de mago o hechicero. El logos se encuentra entonces
no se limita, sin embargo, a la oscilación semántica penetrado por el mito, el habla es una forma de escri-
entre dos valores. El problema está ya en el texto grie- tura (ambas se apoyan en signos exteriores, que deben
go. Un fragmento del Timeo (89 ad) indica que incluso el poder ser repetidos en ausencia del hablante concreto)
"buen" phamzakon (remedio) es finalmente nocivo para ·y a la sabiduría socrática verdadera la infiltra el enga-
un ser natural vivo que debe ser autónomo, y en el que ño del sofista. La escritura, como el pharmakos o chivo
la misma enfermedad tendría m1 carácter natural que expiatorio, es entonces el mal que se encuentra en la ciu-
debería seguir su propio ritmo. Pharmakon se asocia así dad y que debe salir de ella para que ella misma logre
a una "exterioridad" que no forma parte de lo más ín- mantener su pureza. El chivo expiatorio, recordémoslo,
timo del ser y ante la cual debe permanecerse alerta. debe pertenecer adentro y debe permanecer afuera. Es
Pharmakos es además el chivo expiatorio por el que la un indecidible. La escritura es el chivo expiatorio de la
ciudad se purifica periódicamente sacrificando algo de filosofía. Hallada en su interior (Platón escribe), ha de
sí misma y que representa, a través de su exclusión, la ser expulsada (Platón condena la escritura). El intento
exclusión de la exterioridad amenazadora (DI 192-202). de Platón de fijar los opuestos que hemos visto, es el in-
Pero es también el nombre de la filosofía que se define tento de fijar la filosofía. Derrida subvierte, desfija el or-
a sí misma como alexipharmakon -como antídoto frente
2
al error (Alcibíades 132b; Leyes 957c-958c)-. A Sócrates Recordemos lo que Derrida señala de estas asociaciones pnewnatológicas
y no gramatológicns en el apartado "La escritura" del capítulo 11 del presente
mismo se le da alguna vez el apelativo de pharmakeus, trabajo.

1
J

'IJ
/, j
li
11 1
!I
'I

den. Teuth -nos recuerda él mismo- no es sólo el dios de es cierta también es falsa puesto que deja de ser una
la escritura sino también el del juego, el del juego infinito afirmación de Platón. Pero en el instante mismo en que
de las diferencias. Taimado, escurridizo y enmascarado, se vuelve falsa, es verdadera, puesto que hay entonces
Teuth es hijo de un dios; -es decir, se añade a algo que obras de Platón (TP 42). Esta lógica inquieta y desesta-
ya está completo (un dios), que al mismo tiempo repi- biliza toda la filosofía de Platón en su mismo principio,
te (es una extensión, perpetúa la sangre de su padre), y que se vuelve radicalmente sofístico. Si el enunciado
simultáneamente opone porque habrá de reemplazarlo. de la verdad se vuelve falso en el instante de la enun-
Teuth se opone a lo que él mismo repite, se opone a sí ciación y verdadero en el momento en que se retira,
mismo. Es el otro que el padre, su padre, y él mismo; no la verdad es entonces como el pharmakon, un juego de
se le puede asignar un lugar fijo. Es el comodín, esa carta diferencias incesante; no es sino la pura posibilidad del
salvaje que pone en juego al juego mismo. juego mismo.
En el simulacro de correspondencia que son los "En- Además, es en el texto de Platón donde aprendemos
víos" de La tarjeta postal, Derrida ahonda en estas am- que Sócrates no escribe, pero la palabra de Sócrates no
bigüedades y lleva a cabo una relectura de la relación se da sino en la escritura y en los libros; no existe sino
Sócrates-Platón, una relación ineludible para la filoso- como "cita" y en este sentido su posibilidad es -quiera
fía. Basándose en una reproducción del siglo xm, Derri- o no Platón- estrictamente "literaria". Platón da vida
da muestra cómo esta relación se ha invertido, ahora a Sócrates y se vuelve así padre de Sócrates y, por lo
es Platón quien habla y Sócrates quien escribe. Platón tanto, abuelo de sí mismo (TP 38). Platón se legitima
-nos dice Derrida- se legitima con Sócrates como se le- con Sócrates de la misma manera en que alaba la fuente
gitima con la verdad, y la legitimación pasa por el fono- viva del diálogo pero escribe y condena la escritura. La
centrismo, por la represión de la escritura. Para Platón, devaluación de la escritura se justifica mediante la con-
la obra es de Sócrates porque es Sócrates quien habla, sideración de que la escritura es un mero sustituto del
quien goza de la presencia inmediata de la sabiduría, habla, un simple medio de expresión del pensamiento,
mientras que él se contenta con escribir o transcribir. La un medio irrelevante que, a menudo, constituye in-
aseveración "No hay obra de Platón", una aseveración cluso una barrera y un peligro de contaminación para
aparentemente escandalosa, no proviene de Derrida, dicho pensamiento. Pero no hay que olvidar, como se
sino del mismo Platón en su Carta VI. apuntaba más arriba con la misma obra de Platón, que
¿Pero qué significa esta aseveración? Puesto quepo- la marginación de la escritura como fármaco es una
demos leer que "no hay obra de Platón" en una de las operación crucial de este pensamiento esencial para 1

obras de Platón, en el momento en que esta afirmación Occidente, que responde al miedo de la imposibilidad 95
absoluta de toda identidad, de toda intimidad, en una Como Platón, Rousseau piensa la escritura como un
palabra: de toda esa plenitud de presencia que consti- artificio peligroso: "Ese recurso (la escritura) no es sola-
tuiría su máximo anhelo. mente extraño, es peligroso. Es la adición de una técni-
ca. Es una suerte de astucia artificial y artificiosa para
De Rousseau a Lévi-Strauss: naturaleza y cultura volver presente la palabra cuando ella está en verdad
ausente" (GR 185). El peligro de la escritura le inquieta
La obra de Derrida De la gramatología, aparecida en 1967, tanto más cuanto que ésta es introducida en la interio-
está compuesta de dos partes. La segunda se titula "Na- ridad del pensamiento bajo una apariencia de neutrali-
turaleza, cultura, escritura" y el último capítulo de esta dad e inocencia. En sus Confesiones, Rousseau advierte
parte está consagrado a "la violencia de la letra de Lévi- la paradoja. Escribe, siente la necesidad de escribir in-
Strauss a Rousseau" que precede a dos capítulos que cluso para sí mismo, pero al hacerlo percibe un peligro:
conciernen más específicamente al texto de Rousseau el de corromper la inmediatez de la vivencia.
y que -aunado al texto de Derrida de 1972 "El círcu- En las Confesiones, Derrida encuentra algunas "ten-
. +:J~,1: dencias "del discurso que lo llevan a formular un nuevo
lo lingüístico de Ginebra" publicado en Márgenes de la
~1
filosofía- muestra la importancia que Derrida otorga al concepto, el de suplemento, especialmente útil para una
1 '
pensamiento del pensador ginebrino. Rousseau le inte- lectura deconstructiva y textualista de su obra. Rous-
resa a Derrida porque en él la presencia de la conciencia sea u utiliza el término "suplemento" en distintos lu-
a sí misma, no se da a través del Lagos, sino mediante el gares y referido a experiencias diversas, todas unidas
sentimiento; la presencia es, fundamentalmente, expre- sin embargo por la falta de la "presencia" de algo "na-
sión del sentimiento mucho más que del pensamien- tural" que es "suplido", es decir, sustituido por algo
to. En su Ensayo sobre el origen de las lenguas, Rousseau "artificial". Casos de suplemento en las Confesiones son,
asevera la oposición naturaleza/ cultura y subraya el por ejemplo, la señora Warens, que suple la falta de
estado de naturaleza como un estado ideal, en el que madre del autor, y la masturbación y el autoerotismo,
los hombres son libres y bondadosos y se comunican que suple la falta del amor "natural". Suplemento, nos
de manera viva y directa a través del habla. Frente al advierte Derrida, proviene del francés "suppléer". Aho-
estado de naturaleza, la cultura implica la esclavitud, ra bien, suplemento significa, por un lado, añadir algo
la corrupción y la pérdida de la inmediatez comunica- a algo que, no obstante, está completo por sí mismo
tiva a través de la escritura. Rousseau -advierte Derri- (por eso hablamos de suplir y no de complementar);
da- opone la voz a la escritura como la presencia a la y, por otro, tomar el lugar de algo, sustituir. En todos

~1 ausencia y la libertad a la esclavitud (GR 213). los casos, el suplemento es lo artificial que sustituye
a lo natural, es el mal necesario -pero peligroso- que metafísica de la presencia. Así, el suplemento que se
sustituye al bien ausente. El suplemento tiene que ver presenta como algo externo añadido a algo que estaría
con la ausencia de la presencia. Por un lado es artificial completo por sí mismo -a pesar de ser algo extraño a
y peligroso, un mal necesario, pero por otro lado nos la naturaleza de aquello a lo que se añade- le es esen-
brinda seguridad y nos permite resolver problemas de cial, en tanto que compensa una carencia originaria de
otro modo insolubles. aquello que en principio era completo por sí mismo.
Para Rousseau el habla es la expresión natural del Esto implica un concepto de naturaleza bastante com-
pensamiento mientras que la escritura no es más que plejo en el fondo pues, por una parte, la naturaleza es
un suplemento del habla. Es decir, no la complementa algo completo en sí mismo, algo para lo cual la cultu-
porque el habla está completa por sí misma. Es algo que ra es una adición. Pero, al mismo tiempo y pese a su
se añade y, en su ausencia, la suple; pero el suplemento prioridad, la naturaleza es incompleta e insuficiente
-como hemos señalado- es artificioso y supone un ries- pues conlleva una carencia o ausencia inherente que
go. La escritura sólo se requiere cuando faltan la "na- hace que la cultura sea su suplemento, es decir, algo
turalidad" y "espontaneidad" del lenguaje hablado. La externo a ella pero esencial.
escritura en Rousseau -aclara Derrida- "adoptaba el La obsesión de Rousseau por la escritura y la lógica
rango de una triste fatalidad que venía a precipitarse del suplemento le hace decir lo que no quería decir y
sobre la inocencia natural y que interrumpía la edad lo obliga a revelar lo que querría borrar: la primacía
de oro del habla presente y plena" (GR 213). Rousseau y la originariedad de la escritura. Roussseau dice en-
se inserta así en la tradición metafísica que apuesta tonces lo que quiere decir: que la escritura no está en el
por una relación entre la filosofía y la escritura, en l~ origen del lenguaje sino que constituye su decadencia;
que la filosofía intenta borrar las marcas, las condi- pero describe, a través de la lógica del suplemento, lo
ciones de su propia aparición. Efectivamente, lo que que jamás hubiera querido: que la escritura y sus efec-
Derrida observa en el trayecto de Rousseau es unan- tos operan en el origen mismo del lenguaje (GR 335).
helo de presencia viva que nos permite advertir en su La lógica del suplemento tal como Derrida la expone,
mismo trazo, que el deseo es deseo porque en su raíz se convierte en algo verdaderamente peligroso para el
hay una ausencia. El lenguaje original o natural no ha- pensamiento h·adicional pues hace de la presencia plena
bría existido jamás porque habría sido desde siempre algo no originario, siempre aplazado y reconstruido.
una escritura. El hecho de que Rousseau describa la Lévi-Strauss, padre de la antropología estructural,
escritura como suplemento peligroso y derivado del es para Derrida el discípulo moderno de Rousseau.

~1 habla, implica una carencia en el seno mismo de la Aquel que lo lee "como quien ha instituido la etnología
1~
--- ·-··· .• ··- -----·-·- - - - -- - - - - - - - - - -- - - - - - - - - - - -

¡
moderna y no solamente como su profeta" (GR 138). demostración que seguirá de la intrusión de la violen-
Derrida muestra entonces de qué manera una ciencia cia y de la escrihira" (GR 152).
moderna como la antropología toma como suyo el sue- Lévi-Strauss observaba que esa "sociedad sin escri-
ño de pureza, inocencia y presencia de Rousseau: tura", los nambikwara, la cual preservaba así su pureza
y contacto con la inmediatez de la naturaleza, no vaci-
Los pueblos no europeos -señala- no son solamente estudia- laba en tratar de imitarlo cuando él tomaba notas. Algo
dos como el índice de una buena naturaleza enterrada, de un que le parecía sumamente extraño en un pueblo que,
suelo nativo recubierto, de un grado cero en relación con el hasta entonces, sólo trazaba puntos y rayas en zigzag
. ........ ,,1 que se podría diseñar la estructura, el devenir y sobre todo la sobre ~na calabaza. No sólo eso, sino que el jefe p areció -¡.,:
~ 1,r:
degradación de nuestra sociedad y de nuestra cultura. Como advert~ de pronto la utilidad de la escritura y vio que
i {W .. ·
siempre, esta arqueología es también una teleología y una es- la podia emplear para reforzar su poder y beneficiarse
¡~~~: catología; sueño de una presencia plena e inmediata que cierra con ciertos bienes. Era capaz de convencer a los demás
G ~.~k~!'. '. la historia, transparencia e indivisión de una parusía, supre- de que tenía poder porque escribía. Lévi-Strauss llega-
sión de la contradicción y de la diferencia (GR 150). ba entonces a una doble conclusión: la escritura entre
los narnbikwara se originaba a través de la imitación
El capítulo La lección de la escritura, tomado del por otra .del intruso extranjero, y esta imitación rompía con su
parte hermoso libro de Lévi-Strauss 'fristes trópicos, será armonía e introducía la explotación y la violencia.
el texto que Derrida nos invitará a leer para mostrar Ahora bien -nos advierte Derrida-, la escena del ori-
los efectos de este sueño. Tristes trópicos narra el h·abajo gen de la escritura es siempre la de una repetición por-
de campo antropológico realizado por Lévi-Strauss en que no -~ uede constituirse sin la iterabilidad del signo.
Brasil entre la h·ibu de los nambikwara. Lévi-Strauss La lecc1~~ de escritura de los nambikwara de la que ií
I'
~abla Lev1-Strauss es posible sólo porque ellos ya están
toma a los nambikwara como el ejemplo privilegiado ~
de la inocencia comtmitaria, cercana a la naturaleza, que znm~rsos en un,sistema de diferencias (GR 175); si no, ¿qué •·I'
'1
sentido tendna hablar de un jefe? Lévi-Strauss com-
~
practica una sexualidad comunal franca, que carece de
escritura y que accede al conocimiento a través del mito prende la escritura como la transcripción gráfica de los
y no de la ciencia. Desde su papel de antropólogo Lévi- signos fonéticos; pero ésta es sólo una posibilidad, la de
./J
Strauss se siente un intruso capaz de quebrar la armo- una comprensión occidental de la escritura. La escritu-
nía, de corromper la pureza. Su texto, señala Derrida, ra como sistema de diferencias, como esa archiescritura ti
"instala incontestablemente una premisa: la bondad o que precede a la distinción oral/ escrito, se inscribe en
la inocencia de los nambikwara indispensable para la el mito, el tabú, los usos y las costumbres, y constituye
111
11
.1
lii'
!·1·11

111 !
una escritura sin alfabeto que cuestiona la inmediatez XVIII época de su gran encierro en el hospital gene-
de la presencia y de la ausencia de violencia. "Con- ral, y la Época Moderna, donde pasan a ser alienados a
cluiremos con Lévi-Strauss -escribe Derrida- que la los que se libera a través de la medicación. A través de
violencia es la escritura. Pero por provenir de otro ca- esta periodización se trata de mostrar que la división
mino, esta proposición tiene un sentido radicalmente razón/ locura es una división originaria de Occidente
diferente. Deja de basarse en el mito [ ... ] de un habla porque es la posibilidad misma de su historia, que es
originalmente buena y de una violencia que vendría a reconocida corno lagos -orden racional- frente al lagos
precipitarse sobre ella corno un accidente fatal" (GR de la sinrazón.
175). Pese a los sueños de inmediatez y de presencia En este sentido la locura es lo ausente de la historia y
incontaminada de la metafísica occidental (sueños sin- Foucault, que trata de hacerla presente, muestra cómo
tetizados admirablemente en Rousseau y Lévi-Strauss) el gran encierro de los locos coincide con el discurso
no hay pues naturaleza sin cultura, cultura sin violen- que funda la ciencia y la filosofía moderna: el Discurso
cia, lenguaje sin escritura, origen sin suplemento, ni del método de Descartes, publicado en 1637. Foucault se-
Ser sin apariencia ni simulacro. ñala cómo la formulación del famoso cogito cartesiano,
ese "Pienso luego existo", constituye el gesto filosófico
11'•
'" El cogito y la locura: Descartes con Michel Foucault por excelencia que subraya el pensamiento racional y
que excluye a una locura que ha de ser, en consecuen-
En 1961 Michel Foucault, el pensador que revolucio- cia, confinada. La locura según Foucault "es lo otro del
nará la m anera de pensar la historia, publica su obra cogito. No puedo estar loco cuando pienso y cuando
Historia de la locura en la época clásica, que será reeditada tengo ideas claras y distintas" (ED 78).
en 1972.3 La Historia de la locura en la época clásica distin- Hay que señalar que aunque Derrida asistió a los
gue tres épocas de la locura: el Renacimiento -la época cursos de Foucault y manifestó un interés y un reco-
en que la locura adopta la forma de la sátira moral, nocimiento innegables a su obra, en este punto es ob-
corno ilustra el pintor Hieronyrnus Bosch (El Bosco), vio cómo sus caminos se separan. La confrontación con
cuya obra "La nave de los locos" es una representación Foucault, esto es, con el más lúcido y radical teórico del
simbólica del destierro y el viaje de los locos en bus- posestructuralismo, que dio forma y argumentos a la
ca de la razón-; la Época Clásica- en los siglos XVII y tesis de que todo, incluso la enfermedad, es construido
socialmente, resulta crucial desde este punto de vista.
3 Para una comprensión de la obra de Michel Foucau lt, vcásc G raciela Le-

chuga, Breve introd11cciún ni pc11snmie11to de Mic/1e/ Fo11cn11lt. Biblioteca Básica,


Aun dentro de los límites de una mínima diferencia de
México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2007. edad (Foucault es de 1926; Derrida, de 1930), asistimos
r
1
a una revuelta contra un maestro. Foucault denuncia i
¡
el "pienso luego existo" de un loco: "El acto del cogito
en la Historia de la locura el carácter puramente procedi- -escribirá- vale incluso si estoy loco, si mi pensamiento
mental, contingente e interesado de la razón. En otros está loco por completo" (ED 78). Las Meditaciones meta-
términos, la razón y el hombre son puro procedimien- físicas de Descartes introducen la presencia inquietante
to, y el hombre puede hacer de sí cuanto desee, pues de un genio maligno para aseverar la certeza del "pien-
bajo un estrato más o menos profundo de saberes y de so luego existo". Efectivamente, Descartes expone que
ideales se oculta una ciega voluntad de poder. si hubiera un genio maligno que pudiera engañarme
Derrida disiente. No es cierto que todo, excepto la en todo lo que creo respecto al mundo, que pudiera
voluntad de poder, sea histórico, y tampoco que uno engañarme en mis ideas más exactas -incluso las ma-
pueda deshacerse del pasado así como cambia de temáticas-, ciertamente lo que de ninguna manera po-
ropa: las idealidades y las estructuras que se conquis- dría hacer es que no fuera yo quien pensara (aunque
·. ~ tan a lo largo de la historia no se borran a fuerza de debido al engaño, de manera equivocada) y lo cierto es
decisiones, ya que ninguna deliberación de ese tipo que, si yo pienso, yo existo. "Pienso luego existo" cons-
podrá cambiar los principios de la geometría, y proba- tituye entonces -según la interpretación foucaultiana
blemente tampoco algunos aspectos de nuestra racio- de Descartes- la certeza indudable sobre la que puedo
" nalidad o de nuestro vivir social. No podemos alcanzar fundar un orden racional de conocimiento. "Pienso lue-
1 . ··r~~ 1
1
lo que es exterior a nuestra racionalidad, ni ver nuestra go existo", para Derrida, no me libera de la amenaza
racionalidad desde el exterior, no más de cuanto po- d el genio maligno: aunque piense y exista, puedo pen-
demos verdaderamente ponernos en lugar de otro. Y sar ideas extraviadas, sumirme en la locura.
es que Foucault, como señala Derrida, no puede evitar Para Derrida, a diferencia de Foucault, la locura no
traicionar a la locura al hacerle justicia. No puede evi- puede ser excluida en el cogito. El cogito por sí mismo
tarlo porque una "historia de la locura" pretende dar no puede proteger del genio maligno, de la fuente del
un sentido a lo que desafía la posibilidad de sentido; error total y de la locura absoluta. ¿Cómo podría el
pretende decir lo que no puede decirse, y al hacerlo, "pienso luego existo" garantizar la veracidad de mis
traiciona lo que es la locura. representaciones y mis determinaciones cognitivas?
¿Cómo separar -como hace Foucault- la razón de la No es extraño -escribe Derrida- que al final Descar-
locura? Es más, ¿desde dónde podríamos realizar esa tes haya tenido que recurrir aquí a Dios "porque no
separación? Para Derrida el cogito ("pienso luego exis- hay ninguna duda de que para Descartes sólo Dios me
to") no se opone a la locura. No escapa necesariamente protege contra la locura a la que el cogito, en su propia 1

a la locura. "Pienso luego existo" puede ser también instancia, no podía sino abrirse del modo más hospi- ros
talario" (ED 82-83). Al distinguir nítidamente entre ra- La firma, el acontecimiento y el copyright: J. L. Austin
zón y locura, Foucault repite el gesto de Descartes y no y f. Searle
puede evitar acallar la amenaza del genio maligno. Si
razón y locura en Descartes están menos opuestas de En 1971 Derrida pronuncia en Montreal una conferen-
lo que Foucault cree, el totalitarismo estructuralista cia que llegará a ser célebre y cuyo texto recogerá en
de este último se asemeja, por una irónica paradoja, a Márgenes de la filosofía bajo el título: "Firma, aconteci-
/1
las violencias de la Época Clásica y a su anhelo de con- miento, contexto". En ella Derrida se pregunta: ¿Es
finar a la locura. El genio maligno no puede ser nunca seguro que corresponda a la palabra comunicación un
controlado por el cogito sino que lo amenaza en su ori- concepto único, unívoco, rigurosamente dominable y
gen porque constituye su posibilidad. Sin genio ma- transmisible: comunicable?" (MF 349). La pregunta iba
ligno -recordemos a Descartes- no hay "pienso luego dirigida al filósofo oxoniense J.L. Austin, quien privile-
existo". Para que yo pueda decir "pienso luego existo" giaba en este aspecto las llamadas proposiciones perfor-
como certeza irrefutable, el genio maligno ha tenido mativas. Una proposición performativa es aquella en la
que hacerme dudar de todos mis conocimientos y cer- cual más que decir algo, hacemos algo. Proposiciones
tezas. Si Foucault apunta al momento de separación performativas son: "Los declaro marido y mujer", "Te
entre la razón constituida históricamente, y la locura lo prometo", Queda inaugurado el recinto", etcétera.
11

excluida y encerrada, Derrida piensa entonces la raíz Para Austin, estos "actos de habla" contaban con varias
de ambas. Más acá y más allá de la ra~ón y la locura ventajas para realizar una comunicación efectiva. En
constituidas históricamente, están la ra~ón y la locu- primer lugar, suponían la presencia intencional del ha-
ra aún indiscernibles. La locura no dice nada -añade blante y, en segundo lugar, permitían delimitar un con-
Derrida- no significa, y no se puede hacer una historia texto. Para Derrida, sin embargo, ni siquiera los actos de
de la locura. No obstante -añadirá- "lo que Foucault habla se veían a salvo de los efectos de la archiescritura.
nos enseña a pensar es que existen crisis de razón ex- Efectivamente, como ya hemos visto, todo signo,
trañamente cómplices de lo que el mundo llama crisis bien sea hablado o bien sea escrito, ha de ser reprodu-
de locura" (ED 89). cible. Un signo que fuera intrínsecamente singular e
irrepetible, que pudiera usarse una sola vez, no sería
signo alguno. Esta iterabilidad es el riesgo del lenguaje,
que lo inhabilita y puede descarrilar la comunicación
y es la condición de posibilidad del lenguaje mismo.
Sin iterabilidad no podría haber signos reconocibles. El
riesgo no puede eliminarse, como Austin desearía, por- de mi muerte; esto es, de seguir funcionando, de seguir
que la comunicación -que puede ser descarrilada por significando en ausencia mía. La señal que me identifi-
la iterabilidad- porta en sí misma a su descarrilador. ca, que me hace ser yo y no otra, en el mismo acto me
Para Derrida, esto no querría decir necesariamente que despoja anunciando mi muerte y separándose desde el
todo lenguaje performativo careciera de efectividad principio de mí, de ese yo que ella misma constituye y
sino que esta efectividad no excluiría aquello que se le garantiza. Este análisis es el que orienta a Derrida hacia
opondría, la pérdida de la garantía de que la comunica- la elaboración del concepto de firma.
ción estuviese -efectivamente- ocurriendo. Hay que señalar que, para Austin, firmar es un acto
Ni siquiera en los actos de habla podemos compren- performativo de la escritura que sigue un modelo. Las
der la comunicación como una transmisión garantizada firmas legales necesitan especialmente una intención
'[¡: y dominable de sentidos. El lenguaje no es pues el medio presente a la inscripción en el momento de firmar; de
de significación de un mensaje idéntico a sí mismo, sino ahí le viene a la firma su poder. Para Derrida, en cam-
que se comunica alterando cada vez su significación, en bio, toda firma ha de ser iterable, repetible, imitable.
cada una de sus repeticiones, en un contexto diferente La firma tiene que ser separable del firmante y de las
(la iterabilidad, recordemos, no es sino la posibilidad intenciones del firmante; no hay necesidad de ninguna
necesaria del signo de ser citado en distintos contextos; intención particular en el momento de firmar. Resulta
es decir, de poder ser reproducido). No existe entonces necesario que la firma sea falsificable, de otro modo,
sentido propio de un enunciado porque la comunica- ¿cómo podríamos escribirla una y otra y otra vez? ¿Cómo
ción no es nada sin la posibilidad de su desvío. podríamos reconocer los caracteres y las marcas? Es
Ahora bien, ¿no garantizaría entonces la comunica- Derrida quien se da cuenta de que la firma, la cual fun-
ción -como se pretende en los actos de habla- la in- ciona y tiene fuerza legal en virtud de que señala un
tención del sujeto de la enunciación? La significación, instante presente, existe como tal porque puede ser re-
nos dice Derrida, no puede reducirse o identificarse a petida en múltiples ocasiones. El presente singular que
una supuesta intención consciente del sujeto supuesto señala la firma se halla contaminado desde el principio
origen de la significación. La iterabilidad del signo (su por la posibilidad necesaria de su propia repetición.
capacidad de ser repetido infinitamente de distintas Aquello que es firmado puede, por efecto de la firma,
maneras y en distintos contextos) excede siempre la evitarme y transportarse, a través de diferentes contex-
intención que lo ha emitido y que transporta. El nom- tos, desplazando todo lo que digo y lo que he querido
bre propio, (como cualquier signo) -incluido el signo decir. No obstante, "Firma, acontecimiento y contexto"
"yo"-, implica la posibilidad necesaria de mi ausencia recibió una réplica por uno de los representantes más
reconocidos de la teoría de los actos de habla: el filóso- saberlo, y deja que se inscriba en su texto, la intrusión
fo J. R. Searle. La réplica de Searle, "Reiteración de las de lo que quería conjurar: la iterabilidad como condi-
diferencias. Respuesta a Derrida", se publicó en la re- ción de posibilidad de toda escritura. En su crítica a De-
vista americana Glyph y posteriormente el mismo Sear- rrida, Searle afirma que éste es famoso por confundir
le negó su reproducción. Es necesario advertir que nos y "decir cosas manifiestamente falsas" mientras que lo
guiamos entonces por la respuesta de Derrida a Searle que él señala es "obvio y manifiestamente verdadero".
en Limited Inc, donde, además de replicar, realiza am- Ahora bien -señala Derrida-, si Searle dice "lo mani-
plias citas al texto del filósofo estadunidense. Podemos fiestamente verdadero", "lo obvio", ¿qué interés puede
señalar que Searle realiza tres objeciones a Derrida: tener su copyright? Todo el mundo podría o habrá podi-
• En primer lugar, le acusa de confundir las citas do de antemano reproducir lo que dice. Tal vez de ahí
"que son utilizadas y mencionadas" con un discurso la compulsión por sellar e intentar proteger. De manera
parasitario (que cita y no menciona). inversa, si Searle tuviera el oscuro presentimiento de
• En segundo lugar, le objeta el no comprender que que lo que dice no es ni tan obvio, ni tan verdadero, ¿no
la relación de dependencia entre el lenguaje oral y el intentaría preservar a toda costa su originalidad? El co-
1 11 lenguaje escrito es un hecho contingente que concierne pyright de Searle no hace sino mostrar lo que éste quiere
a la naturaleza de las lenguas y no una verdad lógica ocultar: la inquietud por la reproducibilidad como con-
sobre la naturaleza del lenguaje. . dición misma del signo. Así, si bien para Searle la firma
• En tercer lugar, señala que "la iterabilidad no está es una e idéntica a sí misma, asegura la identidad del
como Derrida parece pensar, en conflicto con la inten- autor y representa su conciencia y su intencionalidad;
cionalidad de los actos de habla, sino que es la presu- lo que hace Searle y lo que escribe dan cuenta, precisa-
posición que adoptan las formas de intencionalidad". mente, de aquello que no quería decir.
Fiel a su estrategia deconstructiva de privilegiar lo De esta manera, Searle confiesa que fueron su her-
que aparentemente sería marginal en el texto, en su lec- mano D. Searle y el filósofo H. Dreyfus quienes le ayu-
tura de Searle, Derrida advierte que en la revista Glyph daron a leer a Derrida, y que, sin el intercambio con
el artículo de éste va encabezado así: "Copyright© 1977 ellos, su réplica en Glyph no hubiera sido posible. Con-
by John Searle". Derrida se pregunta entonces por qué fesando su deuda da cuenta entonces de lo que quería
Searle está obligado a colocar así su copyright. Si éste expulsar: la multiplicación y división de su firma y de
fuera coherente con lo que escribe, no debería inquietar- su intencionalidad. Derrida escribe:
se por una falsificación o un desvío posible de su artí-
culo y de su palabra. Con este gesto, Searle reconoce sin
Si hay una deuda de J. Searle hacia D. Searle es allí donde el escena entera o el sistema completo de aseveraciones.
verdadero copyright debería de estar[ ... ], w1 Searle dividido, Así, lo que le interesa señalar no es que no haya inten-
multiplicado, sumado, compartido. ¡Qué firma complicada! cionalidad en un texto sino que ésta nunca se cumple
Aun más complicada cuando la deuda se dirige también a plenamente y puede -en su condición de posibilidad-
mi viejo amigo H. Dreyfu s, con quien yo mismo he trabajado, no llegar a destino.
discutido, intercambiado. Si es a través de él que los Searle me El pensamiento de Searle no se desvincula, en efecto,
han "leído", "compren dido", "replicado", yo también puedo de los presupuestos metafísicos más profundos: "Sear-
pretender una acción u obligación, si no algún /zolding en la so- le -escribe Derrida- se atiene a una definición estrecha
ciedad de este copyright (Ll 68 ). de la escritura como transcripción del habla" (LI 149).
··Gr: Es por ello que objeta a Derrida no comprender que
;l~~:(1r Y es que en el origen de todo acto de habla -señala De- la relación de dependencia entre el lenguaje oral y el
't:i;
rrida- hay sociedades más o menos anónimas de res- lenguaje escrito es un hecho contingente que concierne
}! ponsabilidad limitada, una multiplicidad de instancias a la naturaleza de las lenguas y no una verdad lógica
, •At ,: :<'.~.tf. :
de significación abiertas a un gran parasitaje y a las que sobre la naturaleza del lenguaje. Para Derrida, recorde-
no citamos, no por falta de honestidad, sino porque el mos, el término escritura no designa ya el escribir en
"yo consciente" excluye la naturaleza parasitaria de lugar de hablar, sino el juego indecidible entre escri-
sus enunciados al incorporarlos como propios. bir y hablar, la lúdica indecidibilidad que afecta tanto
Cuando Searle señala y apunta, además, que "la ite- a las palabras habladas como a las marcas escritas, y a
rabilidad no está; como Derrida parece pensar, en con- los demás signos. Es la escritura que recibe el nombre
flicto con la intencionalidad de los actos de habla, sino de archiescritura, constitutivo último de todo lenguaje.
que es la presuposición que adoptan las formas de in- Posibilidad necesaria de esta archíescritura es la repe-
tencionalidad", Derrida señala que confunde un hecho tición que está en el origen. La teoría de los actos de
contingente de la escritura (la posibilidad d e que el habla de Austin y Searle falla en reconocerlo porque
emisor esté efectivamente presente) con su posibilidad se ancla en los valores de la metafísica de la presencia.
misma. Efectivamente, Derrida no dice que el sujeto de Esta teoría presupone, en efecto, que los fenómenos del
la enunciación tenga que estar siempre ausente, sino lenguaje son actos y que, en este sentido, son la actuali-
que lo que hace posible al signo es que pueda funcionar zación de un sujeto: el autor, idéntico al que firma, sabe
sin que dicho sujeto esté presente. Del mismo modo, lo que quiere decir y comprende lo que dice; es pues su
Derrida no niega que el sujeto de la enunciación tenga presencia consciente la que se actualiza en el lenguaje.
nna intencionalidad sino que ésta pueda gobernar la Y sin embargo toda la respuesta de Searle, estructurada
por los valores de presencia/ausencia, propio/parasi- o incluso a-político. Más relevante, sin embargo, es
tario, origen/repetición, realidad/ ficción, no puede que tras el derrumbe de la URSS en 1989, y cuando
evitar confesar aquello que, precisamente, está tratan- entre intelectuales que se decían de "izquierda" em-
do de disimular: lo indecidible que haría sucumbir to- pieza a no ser de buen tono citar o recordar a Marx,
das sus oposiciones. Derrida publique una arriesgada obra cuyo título es
ya una invención, Espectros de Marx, (1993) con la que
Hay un espectro asediando a Europa. finalmente rompió con lo que él había llamado su "si-
Jacques Derrida como lector de Marx lencio atormentado" sobre Marx.
Dedicado a la memoria de Chris Hani, un dirigente
Cabe advertir una cierta evitación de los motivos mar- del Partido Comunista sudafricano asesinado en abril
xianos y marxistas en los textos de Derrida de los años de 1993 por un fascista blanco, Espectros de Marx la em-
sesenta y los setenta. En esa evitación había sin duda prende contra el "nuevo orden mundial" y su ideólogo
una resistencia estratégica a ser o resultar, por sus re- principal, Francis Fukuyama, el profeta del Fin de la
' servas críticas a las configuraciones dominantes del Historia. Tomando como su lema una frase de Hamlet,
~r
marxismo en la época, objetivamente aliado de un "El tiempo está dislocado", Derrida hace una lista de
discurso políticamente equívoco de combate contra los males del mundo contemporáneo: el desempleo,
la izquierda social en la fase tardía de la Guerra Fría. ·1a exclusión, la competencia económica, la inestabili-
Derrida se quedó callado sobre Marx y el marxismo dad, la deuda del Tercer Mundo, el comercio de armas,
hasta los años noventa. En una entrevista explicó más la proliferación nuclear, las guerras ínter-étnicas, la
tarde que él se sentía intimidado por el dogmatismo mafia y los cárteles de la droga, y el dominio de las
de Althusser y sus discípulos. Es más, como anti-es- instituciones internacionales por parte del capital y las
talinista tenía miedo de que si criticaba a la Unión So- grandes potencias.
viética y al Partido Comunista francés, que entonces Hay que señalar que Espectros de Marx, en su prime-
dominaba abiertamente la izquierda, se lo identifica- ra versión, fue una conferencia que Derrida impartió
ra con la derecha. Esa estratégica huida de lo político los días 22 y 23 de abril de 1993, como apertura al Co-
convencional o manifiesto, esa prudente discreción a loquio Internacional Whither Marxism organizado por
la hora de unirse a los fáciles "manifiestos de intelec- Bernd Magnus y Stephen Cullenberg en la Universi-
tuales" en una fase del camino de Derrida, ha dado dad de Riverside de California. De ahí que sea un texto
ocasión a que desde posiciones "marxistas" haya si- que "conserva la estructura argumentativa, el ritmo y
do evaluado con frecuencia como pensador "estético", la forma oral de la conferencia" (EM 8), y que sea qui-
zá la obra de Derrida que ha tenido más impacto fuera nuestra democracia liberal. Frente a la voluntad actual
de su entorno de discípulos y lectores habituales. En de conjurar los espectros de Marx, Derrida nos propo-
este libro polémico, Jacques Derrida pretende llevar ne recuperarlos a través de una /antología -€Sto es, una
a cabo una relectura de Marx con el fin de recuperar ciencia de los fantasmas- que frente a la ontología, no se
"cierto espíritu" de Marx. Un cierto espíritu de Marx a ocupe ya del ser y de los fundamentos de la existencia,
partir del mundo actual dominado por el triunfalismo sino de los espectros escurridizos que se hallan en esa
del liberalismo político y económico, nueva forma en zona intermedia entre la vida y la muerte, entre el ser y
la actualidad del imperialismo y enemiga, obviamente, el no ser, y cuya reflexión se encuentra estrechamente
de Marx y de sus herederos. Cierto espíritu de Marx ligada a la política desde un punto de vista derridia-
que nos permitiría cuestionar la brecha que hay entre no. Hay que señalar además que, en francés, fantología
nuestras democracias liberales y su ideal; y más aún, (hantologie) se pronuncia igual que ontología (ontologie);
que nos permitiría cuestionar el ideal mismo de la de- la diferencia, de nuevo, sólo se percibe en la escritura.

,,,,
''l. i/~~:~)

' '
mocracia liberal.
Si El manifiesto comunista de Marx y Engels inicia con
una frase que se ha hecho famosa: "Un espectro asedia
Derrida introduce así la sospecha de que la ontología
de Marx, como toda ontología, esté asediada desde
siempre por sus propios fantasmas, por esa fantología
a Europa: el espectro del comunismo"; este espectro, . que habremos de dilucidar.
nos recuerda Derrida -y no olvidemos que escribe tras En la fantología nos encontramos con que "el espí-
la caída del muro de Berlín y el bloque soviético-, se ritu viene como re-aparecido, figura a la vez como un
intenta alejar y exorcizar hoy más que nunca. El auge muerto que regresa y como un fantasma cuyo espera-
del modelo de la democracia liberal, como modelo po- do retorno se produce una y otra vez" (EM 24). Ahora
lítico por excelencia, conduce al deseo, más poderoso bien, ¿cuáles son los espectros de Marx? Los espectros
que nunca, de conjurar al espectro del comunismo. Y de Marx suponen la herencia plural de ese Marx que
sin embargo la democracia liberal se halla en una en- fue mortal y que se ha transformado en una variedad
crucijada difícil que contempla el desempleo, la inmi- de fantasmas. La variedad de fantasmas del Marx que
gración, las contradicciones del libre comercio, el auge fue mortal - y que corno el padre de Hamlet regresa
de la industria armamentística, la deuda externa, los una y otra vez- se manifiesta desde el momento en
conflictos étnicos o los gobiernos fantasma de las ma- que repetirnos constantemente que Marx está muerto.
fias y los cárteles de droga. Conjurar al espectro del En todo proceso de duelo -nos recuerda Derrida- repetir
comunismo puede ser, desde esta perspectiva, una constantemente que alguien está muerto supone que
manera de evitar concentrarse en los puntos débiles de para nosotros no está tan muerto corno parece.
No sólo eso. Los espectros de Marx son, asimismo, imaginado esta condición espectral del objeto intenta
los espectros que, en su momento, asediaron al mismo exorcizarla y regresar al valor de uso "natural" del ob-
Marx. Él contempla la historia de Europa como un mu- jeto. "Marx -nos dice Derrida- también habrá querido
seo de espectros que simbolizan el espíritu revolucio- conjurar los fantasmas" (EM 61). Les declara la guerra
nario, y a los que no vacila en invocar para inmediata- porque no deben, no pueden, traspasar la frontera de
mente conjurarlos y deshacerse de ellos porque anhela lo real que, pese a todos los esfuerzos, contaminan.
no una revolución de fantasmas más o menos poética, Marx anhela ser un ontólogo y no un fantólogo y,
sino una revolución que encarne en la realidad viva, en sin embargo, al invocar la condición espectral del ob-
la presencia efectiva. Como Lévi-Strauss, como Rous- jeto, no puede evitar que ésta se vuelva indiscernible
seau , Marx anhela la presencia plena y no la evanes- del objeto mismo. Al invocar esta condición espectral,
cencia de los espectros; y sin embargo no puede evitar Marx no puede evitar que sospechemos que el valor de
que los espíritus que primero invoca no se dejen exor- uso supuestamente puro pueda estar asediado, desde
cizar tan fácilmente como él desearía." ¿Qué es seguir a siempre, por la posibilidad fantasmal del valor de cam-
un fantasma? -pregmlta Derrida-. ¿Y si eso nos llevase bio que lo transformaría en mercancía. La /antología in-
a ser seguidos por él, siempre, a ser perseguidos quizás fecta y asedia a la ontología, la posee como un espectro.
en la misma caza que queremos darle?" (EM 24). . En lugar de perseguirlos como lo hace Marx, Derrida
Al anhelar la presencia viva y encarnada de la revo- nos indica que sólo se puede aprender a vivir siendo
lución, Marx opta por la ontología en lugar de la fanto- hospitalario con los espectros (EM 12-13).
logía. Ello se ve en su famosa distinción entre valor de En la cuestión de la hospitalidad hay que tener en
uso y valor de cambio. Según Marx, el valor de uso de un cuenta la relación entre el hostis (enemigo, extraño) y el
bien está determinado por sus condiciones naturales, hospes, el "huésped", aquel que recibe o da acogida al
es la aptitud que posee un objeto para satisfacer una otro. La hospitalidad permite comprender cómo aquel
necesidad. El valor de uso constituye el verdadero ser que se cree dueño de su propia casa está siempre habi-
del objeto, su realidad ontológica. El valor de cambio, tado por los otros. Frente a una "lógica de la invitación"
sin embargo, es una condición social asignada por el (yo invito al otro, y le preparo mi casa) la "lógica de vi-
mercado, y se refiere al valor otorgado por el capita- sitación" supone que el huésped aparece sin que uno lo
lismo para ejercer el dominio de una clase sobre otra. invite, como el fantasma. La figura del fantasma está in-
Para Marx el valor de cambio convierte al objeto en dicando este lugar de la alteridad, del otro presente en
algo fantasmagórico que levita en el mercado en comu- nosotros más allá de nuestros deseos e intentos de do-
nión espectral con otros objetos; así, después de haber, minio. Existe una tendencia en el pensamiento occiden- 1n 9
tal a conjurar los fantasmas, es decir, retornarlos a sus cía, Derrida observa que, si bien por un lado hay que
tumbas, para que estén muertos y bien muertos. Frente ser ya independiente para poder declararse como tal,
a esto, Derrida llama a una convivencia armoniosa y por otro lado esa independencia no se obtiene sino en
amorosa con los fantasmas (con los muertos-vivos). En y por la declaración de esa misma independencia. La
Espectros de Marx señala que "Hay que amar a los espec- política de la deconstrucción no se deja asimilar al pen-
tros", y es que todos, en tanto estamos "entre" la vida y samiento revolucionario, que es teleológico y procede
la muerte, tenemos una condición fantasmática. a partir de un origen y hacia un fin, de acuerdo con
Ahora bien, ¿qué es entonces amar a los espectros? un procedimiento claramente metafísico. Finalidad del
Amar a los espectros, aprender a vivir con ellos es pensamiento revolucionario es invertir las jerarquías
aprender a rastrear dentro de nosotros mismos las hue- sociales y políticas, pero a Derrida no le interesa tanto
llas y los pliegues que todos "los otros" van dejando en invertir cuanto dislocar, desplazar. Hay algo conserva-
nosotros. Es hacernos cargo de una herencia que siem- dor en toda revolución. La deconstrucción en cambio
.1·"<'.:;~ pre es más de una e inabarcable (EM 12). Hacerse cargo se resiste a ser alineada y no se deja definir en términos
{/ de la herencia plural de Marx es, entonces, atender a su de programas, de posiciones, de izquierda o de dere-
,, ' ' llamada de que se haga justicia, ya que ésta no es sino cha. No hay un programa: cada acción tiene su propio
la dignidad incondicional y sin precio del hombre (EM programa partiendo de cero.
14). Ahora bien, no podemos acercarnos a la justicia De este modo, Derrida hablará de la necesidad de que
sino deconstruyendo el concepto que la confunde con el se genere una "Nueva Internacional" (EM 98-100), y se-
derecho, porque la justicia excede toda figura jurídica ñalará que habrá de carecer de partido, de asociación,
desde que la estructura de la ley implica e inscribe su de organización pero pregonar a los cuatro vientos la no
propia ilegalidad. Así Derrida deconstruye textos como aceptación del orden vigente y del discurso consensuado
la Declaración de independencia de los Estados Unidos que inspira. En una anticipación asombrosa del movi-
de América y, al hacerlo, deconstruye asimismo ideas miento anti-capitalista, afirmará robustamente, "No ha-
políticas: la noción de razón ilustrada como fuerza po- brá ningún futuro sin esto. No sin Marx, no hay futuro sin
lítica, el contrato social, la democracia. Se ocupa de la Marx, sin la memoria y la herencia de Marx, en todo caso
cuestión de la identidad europea con los consiguientes de un cierto Marx, de su genio, de por lo menos uno de
problemas de imperialismo, eurocentrismo y racismo, sus espíritus" (EM 101).
del desarme nuclear y de la emancipación racial en Su- Puede parecer anacrónico hablar de "Nueva Inter-
dáfrica. En relación con la Declaración de independen- nacional" en estos tiempos pero, como nos recuerda
Derrida al hablar de recuperar cierto espíritu de Marx, V
hay un arte de lo político en lo anacrónico, en "no ir a
la par de los tiempos que corren". PENSAR CON J ACQUES DERRIDA

No es cuestión de devolverle [a Marx] la palabra - escribe en- ¿Y si de pronto vúúera alguien y cambiara,
no tanto la manera en que piensan a propósita
tonces Derrida- . Karl Marx, él mismo, ya no está aquí para
de todo, sino todo 11 propósito de la manera en
tomarla, p ero sí de darla en su nombre[ ... ]; el tiempo de una que piensan?
anacronía, a contratiempo. El arte del contratiempo es tam-
bién un arte de lo político, un arte de lo teatral, el arte de dar Cartel de Ja película D ERRllJA (2002)
' i"-.

·. :¡ ¡~ la palabra a contratiempo a aquellos que, en los tiempos que


, ;,i.¡i corren, no tienen derecho a la palabra" (ESP 187).
.(
No quisiéramos poner punto final a estas páginas; un
Es político hacer notar -podríamos añadir además- punto final que, como hemos señalado ya, llevaría no
que aquello que se hace de un modo puede hacerse obstante la marca de la provisionalidad, sin volver a
también de otra manera, y que esa otra manera, usual- apuntar cómo la deconstrucción implica necesaria-
mente descartada por las comunidades de práctica, no mente una articulación entre lo teórico y lo práctico y
obstante puede ser potente en términos cognitivos. Dis- un cuestionamiento de los procesos de validación, le-
cutir no sólo una formulación sino el modo de escribir- gitimación y jerarquización. En este sentido vamos a
la constituyen formas de trabajar en la construcción del apuntar hacia alguna de las expectativas que la decons-
conocimiento. Éste es el acto político crucial que, sin trucción como operación textual en el nivel práctico y
estridencias, practica la deconstrucción derrideana. en el nivel teórico deja abiertas. Pensar con Jacques
Derrida supone comprender, una vez más, cómo el
éxito de la tarea deconstructiva se cifra, solamente, en
la apertura de unas estrategias que permitan cuestio-
nar y transformar ese texto general de la cultura, des-
de cualquier ángulo que sea, en vez de instalarse de
una vez por todas en posturas concluyentes. Tarea de-
constructiva es entonces poner en duda esa metafísica
que anhela borrarse a sí misma, hacerse obvia, trans-
parente, evidente, como una mitología blanca que se 123
1
~ ..

hace pasar por lógica y única: "La metafísica, mitología Derrida ha señalado que la deconstrucción "no es esen-
blanca que reúne y refleja la cultura de Occidente: el cialmente filosófica, y que no se limita a un trabajo del
hombre blanco toma su propia mitología, la indoeuro- filósofo profesional sobre un corpus filosófico" (NESA
pea, su logos, es decir el mythos de su idioma por la 51), tampoco ha dejado de aseverar que se ha aplicado
forma universal de lo que todavía debe querer llamar más bien a la tradición filosófica en los lugares qu e nos
la razón (MF 253)". son más familiares. La razón es que, como él mismo
Si la obra derridiana misma deb e ser deconstruida, señala:
hemos decidido concluir cada apartado - el cual consti-
tuye una elección forzosa que hubiera podido ser otra En la historia del Occidente la filosofía no es, evidentemen-

e introduce una distinción que ha de ser deconstrui- te, un campo entre otros; es el ámbito donde se ha reunido la

da- con un interrogante. Se trata de invitar al lector a m ayor pretensión de hegemonía del discurso, del sentido, la ma-

proseguir su andadura ante la que ha sido considerada yor concentración de sentido. El discurso filosófico es, en fin,

-positiva y negativamente- una de las tentativas de el discurso dominante en el interior de la cultura occidental.
..;;i:·::fj
subversión más radicales del pensamiento occidental. Y así una estrategia que haga referirse la deconstrucción de
t,~\'
•jo
¡•:--i:·
Se trata, pues, de finalizar no con una conclusión cerra- entrada, por privilegio, al discurso filosófico, es una estrategia

da, sino atisbando algunos puntos de partida. Veámos- que apunta a lo que es potencialmente más decisivo. Porque
lo que se llama "filosofía", el ftlosofema, no se limita n atural-
lo detenidamente.
mente a lo que se puede encontrar en los libros de filosofía o

La demarcación de las disciplinas: filosofia y literatura, en las instituciones filosóficas; ese filosofema se encuentra en
tod as partes: en los discursos políticos, en la evaluación de las
crítica y arte
obras de arte, en las ciencias humanas y sociales. Por tanto,

Cuando en 1992 se desató una fuerte polémica en torno dirigirse en primer luga r a la filosofía como tal se justifica, di-

a la propuesta de conceder el doctorado honoris causa ría yo, por razones de estrategia, una estrategia que encara el

de la Universidad de Cambridge a Jacques Derrida, papel que tradicionalmente ha desempeñado la filosofía en la

la discusión de los académicos británicos arrojaba dos organización de la cultura occidental (NESA 51).

interrogantes: "¿Cuáles son las fronteras de la filoso-


fía?" "¿Cuál es el lenguaje propio de la filosofía y cuá- Lo que le interesa a Derrida es desestabilizar los límites
les los textos propiamente filosóficos?" 1 Si bien Jacques entre filosofía y literatura. No se trata de invertir la je-
rarquía sino de dislocar las fronteras entre una y otra IºS
poniéndolas a ambas en entredicho. No hay ninguna ~
1241 1 Citado en Amalia Quevedo, De Fouca ult a Derrida, op. cit. p. 250.
1
esencia ni de la filosofía ni de la literatura; son catego- en las que se consignan comentarios sobre los textos
rías inestables y sin ninguna garantía. Si parecen se- que se escriben a propósito de las producciones de He-
guras y naturales es porque esta seguridad se basa en gel o de Genet: imbricaciones que dificultan identificar
un poderoso consenso sustentado en un pensamiento quién habla, salvo luego de haber leído buena parte de
fundacionalista. Las fronteras, no obstante, nunca son Glas y de haber descubierto algunas de sus estrategias.
seguras. Los textos comparten características con otros Derrida escribe sobre Hegel y sobre Genet: práctica-
textos. Un texto literario puede compartir algunas de mente se establece un juego de contrapunto en el que
sus características con uno legal, filosófico, político, et- contrastan posiciones respecto de las instituciones y las
cétera. Si bien algunas de las características de la filoso- relaciones sociales pero, fundamentalmente, posiciones
fía o la literatura pueden permanecer, no gozan ya de respecto de las políticas de la lengua. Como él mismo
un dominio abarcador sobre lo escrito ni pueden contro- aclara, esta decisión de enfrentar puntos de vista encon-
lar cómo éste es leído. Veámoslo brevemente tal vez en 11
trados no es "inocente (cf. GL 5 izquierda). Hegel, la
una de las obras más controvertidas de Derrida: Glas. culminación de la metafísica occidental, el pensador de
11
Glas (campanadas de difunto) exhibe la agonía del lo absoluto, el que "resumió toda la filosofía del logos
11
formato "libro entendido como objeto susceptible de (GR 33), sostenía que el pensamiento se eleva por medio
una lectura ordenada, lineal, página por página. Derri- de una dialéctica entre tesis y antítesis, que desemboca
11
da escribe este "libro aparentando una suerte de colla- en síntesis. En ese juego que es Glas Hegel se convier-
ge de textos, cuando en realidad crea un rompecabezas. te en un aigle (águila, en francés) que vuela por la es-
El texto se compone a partir de un juego de fragmentos piral de tesis y antítesis buscando el nido de la razón
que parecen colocados en un orden aleatorio. Por otro absoluta. Y no obstante Hegel podría ser leído también
lado, se advierte que no hay introducción ni bibliogra- "como una meditación sobre la escritura [como], el pen-
fía ni notas al pie como suele haber en los escritos "teó- sador de la diferencia irreductible (en la dialéctica) que
ricos", sino más bien un conjunto de textos ensambla- ha rehabilitado el pensamiento como memoria produc-
dos en los que la escritura se distribuye en una página tora de signos" (GR 35). Genet, por su parte, el escritor
segmentada en dos columnas. La de la izquierda reúne condenado por conducta impúdica y obscena irrumpe
un grupo de textos de Hegel (1770-1831); la de la de- en el vuelo ascendente del águila hegeliana con el jue-
recha, de Jean Genet (1910-1986) -en ambas columnas go de la metáfora y con la flor de la retórica (Genet en
se trabaja con textos de los autores y con textos sobre francés suena además como genet, un tipo de flor). Efec-
los autores-. Pero luego el juego se complejiza ya que tivamente, si la filosofía ha utilizado metáforas afirman-
en cada columna se insertan a la vez nuevas columnas do que éstas se basan en conceptos, Derrida señala que
todo concepto no es sino una metáfora llevada al límite genérica de sus constructos.2 Y es que al ubicar ambas
por la catacresis. La catacresis es una figura que no pue- columnas en la misma página, Derrida obliga al lector
de ser reemplazada por un término más exacto como a experimentar los efectos literarios, las connotaciones
por ejemplo los brazos de un sillón o una boca de riego. no intencionales, y las metáforas que florecen en el in-
Derrida pone en comunión dos géneros discursivos: terior de la más rigurosa prosa filosófica. Este movi-
filosofía y literatura. Pero además retoma un corpus fi- miento, sobra decirlo, no hace sino desquiciar el vuelo
losófico que encarna los valores tradicionales en con- del águila hegeliana. Y, sin embargo, de nuevo hay que
traposición con un corpus literario que exalta valores recalcarlo, no se trata de elegir aquí entre filosofía o lite-
que se distancian de los que se comparten o se norma- ra tura, sino de ver de qué manera una parasita a la otra.
lizan como "legítimos" en nuestra cultura, fuertemen- Derrida desnuda su obsesión por el inacabamiento al
te regida por los valores "cristianos": así, mientras los diseñar un texto-rompecabezas conformado por pie-
textos de Hegel destacan la importancia de la fami- zas "desajustadas", por piezas que no necesariamente
lia, el amor, la educación de los hijos, el matrimonio, "encajan" e incluso, a sabiendas de que hay algunas
la espiritualidad, la disciplina, el control, etcétera, los que faltan (aquellas que se han perdido, que delibera-
textos de Genet describen con fascinada obscenidad el damente se han tirado). Un rompecabezas incompleto
desborde y el travestimiento, el robo, la traición, el cri- que exhibe su naturaleza de tal: espacios en blanco a
men, el contrabando, el intercambio homosexual, etcé- inodo d e silencios, integrados a un texto que se compo-
tera. Glas combina dos registros escriturarios diferentes ne por una colección de fragmentos de otros textos. De
para mostrar dos estilos en contraste: por un lado, los esta manera, las claves de lectura no están en ningún
protocolos de escritura clásicos son usados para carac- lugar y, a la vez, están en cada fragmento. Glas es un
terizar el texto de Hegel; por el otro, una escritura cer- texto decapitado, sin centro ni fin ni principio. Derrida
cana a la literatura o a la crítica literaria da cuenta de vuelve sobre su propio trabajo generando un círculo:
formas poéticas que explotan las potencialidades de la más que terminar, empieza. El final genera un movi-
lengua francesa para describir el mundo de los proxe- miento circular infinito, un recorrido continuo que des-
netas, de la cárcel, de la marginalidad. Vale interrogar concierta las ideas mismas de "principio" y de "final".
si lo que este evidente contrapunto que Derrida crea en Glas desconcierta todo intento de ubicación segura en
Glas no hace sino plantear, desde un enfoque singular un género: la barra que separa filosofía de literatura se
e irónico, el problema de las políticas de resguardo de
2
algunas comunidades que intentan preservar la pureza Cfr. Ana lía Gerbaudo, La literatura en el proyecto teórico y político de Derrida:
una lectura, en Espéculo. Revista de Estudios Literarios 32, Universidad Complu- 1
tense de Madrid, 2006. 129
vuelve borrosa. Un desdibujamiento -típicamente de- historia del arte corno p ara la filosofía . Las oposiciones kantia-
rridiano- que podemos observar también en La verdad nas, oposiciones ilustradas, no pueden ser resueltas m ediante
en la pintura cuando Derrida explora La crítica del juicio la apelación al arte.4
de Kant y cuestiona la pretensión de que el juicio esté-
tico resolvería las oposiciones (entendimiento/razón, Efectivamente, los cuerpos genéricos se muestran conta- 1

sensible/suprasensible, sujeto/objeto) en las que se giándose, contaminándose, intercruzándose, apuntan-


constituye el pensamiento del filósofo de Konigsberg. 3 do hacia lo indecidible. Pensamiento contaminado, no
1
Para Kant, en efecto, el objeto estético ha de poseer para lograr la unidad del sistema, sino la de un pensar cuya
belleza y valor intrínseco de manera que pueda ser ne- lógica sea la dispersión y diversidad. Descentramiento ¡¡
tamente distinguido de todo lo exterior a él (valor mo- pues inevitable de las disciplinas que interroga a los
netario, colocación, proceso de producción). Kant -nos estudios teóricos enmarcados en las "ciencias huma-
advierte Derrida- sigue la lógica del parergon, del mar- nas". ¿Cómo se constituyen y se jerarquizan las disci- 1
co, al intentar "enmarcar", esto es señalar el límite en- plinas?, ¿Cuál es su punto de confluencia y fuga? ¿Qué
tre la obra de arte y lo que está fuera de ella. Ahora bien, está en juego en el intento de mantenerse al resguardo 1
el parergon en tanto que encierra la obra en su propio bajo la pureza de las leyes del género? (GL 50 izquierda)
11
espacio protegido, la enfoca en tanto que obra de arte, ¡¡
y la comunica con el exterior, ¿pertenece a la obra mis- La demarcación de los sexos: la diferencia sexual ¡1
ma necesariamente o a la contingencia del mundo de ~
~
fuera de ella? (LVE 37-83). En una lectura contundente y lúcida, escriben Fran- 1
cisco Vi darte y José Fernando Rampérez: 11
1

Pese a los esfuerzos de Kant -señala lúcidamente al respecto


Arnalia Quevedo- no puede haber límites seguros del obje- Recordarle a Ja filosofía que toda ella se halla edificada sobre
to estético que señalen dónde comienza y dónde termina, dón- un sistema patriarcal de sexo-género donde quedan excluidos,
de hay que detener la atención. Y si no podernos estar seguros está hecha para eso, de la esfera de lo público, de la racionali-
acerca de los límites del objeto estético, categorías como las de dad, del ámbito de los derechos todos aquellos sujetos que no
1
11

i
"experiencia estética" y "juicio estético" no pueden ser garan- respondan a la denominación de varón-blanco-heterosexual,
tizadas. Esto representa un problema tanto para la tradicional sigue siendo una tarea intelectual a la que la filosofía y la his- !I
toria de la filosofía continúa siendo reacia a conceder un esta-
' Para un acercam iento a la obra de Irnman uel Kant, véase Teresa Santiago,
Breve i11trod11cció11 al pensamiento de Kant. Biblioteca Bá sica, México: Universi-
4
dad Autónom a Metrop olitana, 2007. Amalia Quevedo, De Fo11cault a Derrida, op. cit. p . 258.
tuto filosófico[ ... ] Hablar de clases sociales, de disquisiciones Efectivamente, la diferencia sexual constituye la es-
sobre seres supremos, sobre el lenguaje, sobre la guerra, sobre tructura diferencial profunda desde la cual se orga-
la psique, sobre el construir, el pensar y el habitar se considera nizan las distintas formas sociales con sus complejas
sin duda alguna una ocupación propia de la filosofía. Cosa de articulaciones. Sin esta diferencia, no tendrían sentido
hombres. Pero hablar de sexo y género se remite a otras esfe- las oposiciones dicotómicas calor/ frío, seco /húmedo,
ras del saber o, lo que es lo mismo, se remite a otras esferas de activo/pasivo, en las que se inserta nuestra cultura. En
las que no se quiere saber. 5 consecuencia, la cultura es un sistema que ha codificado
a los sujetos incardinados en términos específicamente
Si uno recorre los textos de la tradición clásica oc- sexuales, de acuerdo con la dicotomía más antigua de
cidental hay dos cosas que saltan a la vista. En pri- todas: varón/mujer. Como ha mostrado de manera in-
mer lugar, el hecho de que los filósofos hablan de cansable la deconstrucción, la tradición metafísica de
la diferencia sexual, refiriéndose únicamente al sexo Occidente ha jerarquizado de manera binaria la reali-
femenino, y el hecho de que suelen hablar de este dad, privilegiando un término a expensas de otro. En
sexo en términos de desvaloración. Precisamente en un régimen falogocéntrico, no se considera la diferen-
torno a la cuestión de la diferencia sexual Jacques cia masculina en su parcialidad porque ésta constituye
Derrida señala: "El falocentrismo es un logocentris- la medida, el criterio de valoración. La centralidad de la
mo. Así que trato de hacer aparecer esto un poco en diferencia masculina, aunque no se piense como tal, se
todas partes, de manera que la cuestión de la mujer asume como unidad de medida, como criterio de valor
no es una cuestión entre otras en la deconstrucción" para juzgar a la otra, la femenina. Precisamente en esta
(NESA 57). Para expresar esta vinculación, el mismo forma dispar, con el masculino como medida de valor y
Derrida utiliza un término, falogocentrismo y apunta: el femenino como lo medido, la diferencia sexual ha ac-
"Se trata de un único y mismo sistema, erección del tuado profundamente como significante que estructu-
logos paterno (el discurso, el nombre propio dinás- ra las otras diferencias culturales y jerarquías sociales y
tico, rey, ley, voz, yo, velo del yo, la-verdad-hablo, es por ello que en la estrategia derridiana hay que hablar
etcétera) y del falo como significante privilegiado de diferencia sexual sobre todo en femenino. Recordemos la
(Lacan)". 6 paleonimia de los viejos nombres (que ya describimos con
anterioridad) en la que el viejo término se conserva -a
s Francisco J. Vidarte y José Femando Rampércz, Filosofías del siglo XX, op. pesar de los riesgos innegables que ello conlleva- para
cit, p. 303. que a través de su desplazamiento ponga en cues-
" Entrevista de Lucette Finas a Jacques Derrida, en AAVV, Écarls. Quatre
essais apropos de Jacques Derrida, París: Fayard, 1973, p. 311. tión la jerarquía de las distinciones (POS 95). Frente
a la autoridad del logos, del significado trascendental de la escritura no era rehabilitarla, sino ver cómo ésta
que asume, al tiempo que justifica el orden masculino actuaba ya en la voz; se trata de acudir a Kh6ra -el ter-
como punto de referencia privilegiado, Derrida apos- cer género- no para instaurar un poder matriarcal fren-
tará así por una diseminación que no retorne al padre, te al patriarcal, sino para mostrar cómo hay algo de la
que socave la razón patriarcal como autoridad del au- madre en el padre: "Lo que hace que también el padre
tor respecto al significado último de un texto y como empiece a escaparse de la pregunta ¿qué es?".7 El tercer
necesidad de distinguir los significados legítimos e género -asevera entonces Derrida- podría destruir to-
ilegítimos. Se trataría de impedir que la filosofía rele- das las oposiciones que constituirían y sustentarían la
gara la cuestión de la diferencia sexual bajo el pretex- metafísica occidental, particularmente las atribuidas al
to de una neutralidad trascendental, pero también de platonismo, desde que la firma de Platón en tanto que
desechar el componente masculino trascendental para programa de pensamiento -como bien sabemos- no
sustituirlo por uno femenino. está concluida (K 287-288). Y no obstante, los interro-
En uno de sus textos, Derrida hace referencia al diá- gantes surgen: si la madre (kh6ra) no es una mujer, ¿no
logo platónico Timeo en el que (en las páginas que si- eliminamos pura y simplemente la cuestión de la dife-
1 1;'·¡:;! guen a 48e) Platón llama kh6ra a un tercer género que rencia sexual y establecemos inmediatamente el privi-
1 ,\1 no sería ni el del modelo inteligible ni el de la copia legio metafísico "supuestamente neutral" masculino?
; ~ 'i
sensible, pero que sería el lugar o la materia necesa- (EP 94). Pero ¿cómo afirmarse sin ser el otro polo d e
rios para que esas copias de los modelos existiesen de una oposición binaria y simétrica? ¿Cómo lograr la po-
alguna manera. De este modo, por un lado sería la res- sitividad del juego general de las diferencias sin que
ponsable tanto de la copia como de su imperfección, es concuerden con la oposición aún ahora dominante? !
decir, de la diferencia entre lo sensible y lo inteligible. Por
otra parte, si la kh6ra no es ninguna de las copias de los La demarcación entre animalidad y humanidad,
modelos, no queda claro cómo podemos conocerla: no entre la vida y la muerte
es en sí sensible, pero tampoco inteligible .. . En un des-
encadenamiento de metáforas Platón se refiere a Khora Es curioso que las demarcaciones que acabamos de
como "nodriza, matriz, receptáculo, madre" (D, 184- cuestionar, -la demarcación entre disciplinas como por
185). Ahora bien, dice Derrida que de lo que se trata es ejemplo la filosofía y la poesía, y el problema de la di-
de comprender que podemos llamar madre a Kh6ra, ferencia sexual vinculado con la diferencia ontológica-,
con la condición de no confundirla con la concepción 7
Gcoffrcy Bennigton, Derridabase, en Geoffrey Bennigton y Jacques Derri-
habitual de madre. Si el reto de la concepción derridiana da, facques Derrida, Madrid: Cátedra, 1994, p. 221.
r------ -- ---

pertenezcan a ese campo abierto y rico de preguntas ser es sólo la vida y no, a diferencia del Dasein, la pre-
que, según Derrida, dejó abiertas la obra de Martin gunta por el Ser (HEQ 168). Ahora bien, la pregunta por
Heidegger. Las reflexiones críticas heideggerianas en el Ser es también, como hemos visto, la pregunta por la
tomo a la modernidad y a lo que caracteriza por esencia muerte, por la nada que amenaza nuestra existencia.
a lo moderno resultan w1a de las fuentes más estimu- Pero, ¿qué sentido tiene esta pregunta por la muerte
lantes para el pensamiento filosófico. Pensar después desde tma filosofía que no logra pensar la vida? Heide-
de Heidegger es pensar, además, que nuestro siglo gger es el filósofo del siglo xx que más se esfuerza en
es testigo de la consumación de la época moderna ex- separar al hombre del animal y curiosamente subraya-
presada en la imposición planetaria del mundo cientí- rá la diferencia denominando a este último el viviente.
fico-tecnológico. Preguntarse en qué modo el hombre El Dasein tiene relación con la muerte. Se pregunta por
h a sido separado del no hombre y el animal de lo hu- ella y puede asumirla. Por eso, dice Heidegger, muere.
mano supone en una época caracterizada por la gestión El viviente en cambio carece de esta relación y por ello
integral (y tecnológica) de la vida biológica, una tarea no podemos decir precisamente que muere, sino que
ineludible. Una tarea que Derrida afrontará, de nuevo, perece. Frente al viviente Heidegger define entonces al
,'H releyendo la obra ingente del filósofo alemán, quien en Dasein como "ser-para-la-muerte". Muerte y vida pare-
1 su Introducción a la metafísica escribe que la piedra es
/1
. cen hallarse así en oposición. El viviente no puede ex-
sin mundo, que el animal es pobre de mundo, y que el perimentar la muerte como muerte, pero tampoco puede
hombre es formador de mundo". hablar (ni preguntar por el Ser).
Si al leer a Heidegger nosotros -reflexiona entonces En Aporías, Derrida pensará y diferenciará la identi-
Derrida- cuestionamos por qué la relación del animal ficación que realiza Heidegger como propia del Dasein
con el mundo habría de ser pobre, la respuesta inevita- entre 1) decir la muerte; 2) tener relación con la muer-
ble es: porque es distinta de la que tiene el Dasein, que te, y, 3) morir (en vez de perecer). Decir la muerte (y
sirve aquí de patrón de medida (HEQ 64-65). Pero si el preguntarse por el Ser), afirmará Derrida, no es tener
animal es distinto el Dasein no puede servir de patrón acceso al morir como tal. Este acceso le es tan imposi-
de medida y el hombre no logra conseguir determinar ble al Dasein como al animal, porque la muerte prolube
1'
el modo de ser del animal que es distinto del suyo. toda relación con lo que ella es. No se hace experiencia 1
"No se sabe ya -escribe Derrida- qué modalidad de ser de la muerte: cuando estamos vivos ella está ausente;
reservar al animal "(HEQ 70). y cuando ella está, no estamos más; no la encontramos
La incapacidad de Heidegger para pensar el animal nunca. Para Derrida no puede haber pues ningún pri-
tiene que ver con su dificultad de pensar en un ser cuyo vilegio del hombre respecto al animal. Lo propio del
. ·- ··-·· ···-·- - · - · -- - - - - -- -- - -- -

j'

1
Dasein frente al viviente, su "ser-para-la-muerte" se des- que -como acabamos de ver- nos podamos cuestionar
vanece al igual que la distinción entre morir y perecer acerca de la separación clara y distinta entre ésta y la l.
(AP 15-74). vida. Un cuestionamiento que Derrida realiza ahora en
Lo que queda por pensar entonces es esa distinción un nuevo diálogo con el psicoanálisis y en su reflexión
entre vida y muerte que hace que, para Heidegger, el en torno a Eros y Tanatos. En "Esp ecular sobre Freud"
hombre sea "el ser-para-la-muerte" y el animal "el vi- (incluido en La tarjeta postal) Derrida pone en evidencia
viente". Esa distinción, nos señala Derrida, sucumbe las paradojas que encierra la soberanía del principio
cuando observamos que todos nosotros somos vivien- del placer en la propuesta freudiana. En Más allá del
tes que atestiguamos un morir que no es la muerte sino principio del placer, Freud se cuestiona a sí mismo acerca
que es nuestra vida: "nacer es empezar a morir" -decía de esta soberanía. El principio del placer es primario,
el poeta-. Lo animal en el hombre -lo que el hombre en el sentido de que impulsa al organismo a la grati-
comparte con el animal en relación con la muerte- no ficación inmediata con vistas al cumplimiento de un
es pensado por Heidegger, que no logra deconstruir el deseo. El mecanismo que constituye la psique según
humanismo metafísico. Su misma adhesión política al Freud se basa en una represión primaria que impide
nazismo muestra este fracaso. El movimiento doble -y el acceso de la conciencia al inconsciente. Efectivamen-
alejado de cualquier simplificación- por el cual el fi- te, entre los elementos que pueden constituirse como
lósofo alemán, corriendo el riesgo de espiritualizar el elementos conscientes y aquellos que son relegados al
nazismo, pudo querer redimirlo o salvarlo al marcarlo ámbito de lo inconsciente existe un sistema de censura.
con esta afirmación (la espiritualidad, la pregunta por De este sistema de censura, de defensa, surge la con-
el Ser etcétera) y se alejó del nazismo "real" al glorifi- ciencia. Sólo los estímulos con un grado de intensidad
carlo paradójicamente bajo el manto prestigioso de la que no provoca un gasto excesivo de energía son reco-
espiritualidad, tiene que ver con esta imposibilidad de gidos y reconstituidos en material consciente. Los que
pensar la animalidad. Tiene que ver con haber dejado representan un riesgo son excluidos por el sistema de
intacta la metafísica de la subjetividad. Lo que queda censura del ámbito de lo consciente y pasan a consti-
por pensar podría ser entonces formulado así: ¿cuál es tuir lo inconsciente.
el umbral crítico que produce lo humano? ¿Qué dis- Ahora bien -dice Derrida-, "la represión altera la ló-
tingue y al mismo tiempo aproxima la humanidad y la gica implícita en toda filosofía " (TP 218). La altera por-
animalidad en el seno del hombre? que la experiencia vivida deja de ser el criterio de signi-
La distinción entre animal y humanidad que se sos- ficación del placer y del displacer, y la conciencia deja 1
tiene en Heidegger en la relación con la muerte hace de estar plenamente presente a sí misma. En Más allá 139
r -----·----- -- - - -- - · - - - - -- - - -----------------------~- ··-··- - -·-

del principio del placer Freud se percata de que la satis- en el origen mismo de la vida, pues la vida -como he-
facción del placer debe realizar desvíos y diferir su cum- · mos visto- sólo puede defenderse contra la muerte por
plimiento puesto que exige que se pacte con la realidad medio de una economía de la muerte misma, por una
social y cultural. Según Freud, estos desvíos, necesarios economía del gasto que es, precisamente, este diferir la
para incorporarse a la sociedad y a la cultura, requieren muerte, este posponerla. La pregunta sería cómo aunar
que la psique se "eduque" para que el principio de pla- este hallazgo al hecho de que el principio de placer es el
1
cer se modifique mediante el principio de realidad. Éste principio soberano de la psique. Freud entonces opone
permite a la psique tolerar demoras o que se postergue a las pulsiones de vida -pulsiones creadoras cuya ener-
la gratificación. Posibilita tomar distancia y reencauzar la gía es de origen sexual- las pulsiones de muerte, pul-
energía, sin perturbar violentamente el orden social, ha- siones destructoras -originariamente vueltas contra los
cia el pensamiento, el trabajo y el juego. objetos y luego vueltas contra uno mismo, como en la
Según Derrida el texto de Freud abre otra posibilidad: melancolía-. Las pulsiones de muerte se vinculan con
1. la de que el principio de realidad sea el instrumento del la economía del gasto diferido, que se relaciona con la
principio de placer y no "su modificación a través de defensa del organismo contra todas las amenazas de
una educación". Efectivamente, si el principio de pla- muerte que no sean la propia. Derrida cuestiona la opo-
cer es soberano, el displacer no es un principio distinto sición entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte
ni ajeno a él, sino más bien ese placer que difiere de sí al igual que había cuestionado la oposición entre prin-
mismo, esa demora y retraso del placer (TP 297). Placer cipio del placer y principio de realidad. Efectivamente,
puro y realidad pura serían igualmente mortales. El prin- la pulsión de muerte tiene que ver con la conservación
cipio del placer no es finalmente más que su paso por de lo propio, inseparable de la pulsión de vida. Vivir es
el desvío de la realidad y, por ello, es placentero. La el impulso del organismo por apropiarse de sí mismo,
consecución del placer total exigiría un enorme gasto y toda materia viva está compuesta de materia no viva,
de la propia energía que conllevaría la muerte. Por eso, inorgánica. Apropiarse de sí es apropiarse de la propia 1

el principio de placer está limitado por el principio de extinción, de la propia muerte, frente a una muerte que
realidad: no hay placer que no se posponga difiriendo y le venga impuesta "desde afuera" -por así decirlo-. La 1
que no se alcance más que por medio de rodeos, porque pulsión de muerte como la de vida apuntan a la conser- 1
el organismo busca su conservación. vación total de un organismo por sí mismo, incluida la
El siguiente hallazgo clave de Freud en Más allá del apropiación imposible de aquello que lo desapropiará de
principio del placer radica en que el sufrimiento y todos sí, es decir, de la propia muerte. Por decirlo de alguna
sus síntomas tendrían que ver con que la muerte ya está manera, este movimiento es lo que la vida es: 1141
El organismo (o toda organización viva, todo corpus, todo la vida y no la muerte, y por ello no se puede colmar ni
movimiento) se conserva, se economiza, se funde a través de cerrar en un fin de partida. Freud mismo está jugando
toda una suerte de postergaciones diferenciadas, de destinos en la estructura del texto, señala Derrida. Derrida re-
intermedios, de correspondencias a corto o largo plazo, de cor- cuerda que Freud repite un gesto a lo largo del escrito:
to o mediano alcance. No para protegerse de la muerte o contra alejar aquello, hacer desaparecer eso que parece poner
la muerte, sólo para evitar una muerte que no sería la suya en cuestión el principio de placer. Y después atraerlo
o la de sí (TP 264-265). de nuevo para despedirlo posteriormente. La pulsión de
muerte es un Mal de archivo, escribe Derrida, un dia-
Al igual que el principio de realidad, que es el instru- bólico impulso de destrucción que habita en nuestro
mento del placer para que éste lo sea, y no desbarate organismo y en nuestra memoria histórica, biológica,
el organismo que trata de conservarse, la pulsión de y que lo destruye en el mismo movimiento de conser-
muerte es el impulso del organismo que tiende a con- varlo. El olvido se halla así en la raíz de la memoria al
servarse a sí mismo, destruyéndose. Ahora bien, pues- igual que el morir se halla en la raíz de la vida sin que
to que esta conservación que se destruye a sí misma el cierre sea posible. Escribe Derrida:
es la vida (una vida que no se distingue nítidamente
del morir), Derrida, atento al ruido de la marcha del La repetición misma, la lógica de la repetición, e incluso la
texto, puede vislumbrar cómo los dualismos freudia- compulsión a la repetición, sigue siendo, según Freud, indiso-
nos se deconstruyen. La vida está ya originariamente ciable de la pulsión de muerte. Por lo tanto, de la destrucción.
constituida por la muerte. No es que haya o exista una Con secuencia: en aquello mismo que permite y condiciona la
vida originaria metafísicamente a la cual debamos archivación, nunca encontraremos nada más que lo que expo-
luego defender, sino que la vida no es sino eso: rodeo, ne, lo expone a la destrucción (MA 27).
diferimiento, retraso de la muerte. Lo originario es en-
tonces el no-origen puesto que el origen no es una presencia Ahora bien, ¿cómo se vincula esa vida que se conser-
primera sino este retraso, esta posposición y este rodeo (ED va difiriendo de sí misma a través del morir -esa com-
279-280). Si en el texto de Freud hay deslizamientos y pulsión a una repetición originaria sin resolución posi-
oscilaciones, si no hay tesis definitiva, es porque no hay ble- con la iterabilidad del signo? ¿Qué puede significar
final de partida. No hay relación con la muerte ("No se comprender la vida como supervivencia? ¿Qué puede
hace experiencia de la muerte: cuando estamos vivos significar -desde aquí- aprender por fin a vivir?
ella está ausente; y cuando ella está no estamos más; no
la encontramos nunca -señalamos antes-), el morir es
,...

La fórmula que usted citaba ("aprender por fin a vivir") - nos


sugiere entonces Jacques Derrida- [ ... ] juega desde el princi-
pio, pero con seriedad, con su sentido común. Aprender a vivir
es madurar, educar también. Apostrofar a alguien para decirle
"voy a enseñarte a vivir", esto significa en ocasiones, bajo el
tono de la amenaza, voy a formarte, te voy a enderezar. Luego
el equívoco de este juego es lo que me importa en un principio.
Este suspiro se abre también a una interrogación aún más difí-
cil: ¿vivir es algo que puede aprenderse, enseñarse? ¿Se puede
aprender, por disciplina o aprendizaje, por experiencia o expe-
rimentación, a aceptar, o mejor, a afirmar la vida? A través de
todo el libro Más allá del principio del placer resuena esta inquie-
tud de la herencia y de la muerte. Ella atormenta igualmente
a los padres y a sus hijos: ¿cuándo te volverás responsable?
¿Cómo responderás por fin de tu vida y de tu nombre?'

" Entrevista reali zada por Jean Birnbaum, publicada en Le Monde, París, 19
de agosto de 2004.
- -··- - - - - - · · - - - - -- - -~------ - - - · ·- - - · - --

GLOSARIO BÁSICO

Aporía. El hueco entre la coherencia filosófica y lin-


güística de un texto, y las contradicciones y para-
dojas subversivas que socavan tal coherencia. Esto 1
lleva a que un texto no pueda ser "decidido", des- l'

truyendo así el sistema o la estructura que lo define


tradicionalmente.
Archiescritura. Escritura entendida en su sentido más
general. No como escritura fonética (que transcribe
la voz) o ideográfica (que de todas maneras se pre-
senta como vehículo de las ideas) sino como forma
de inscripción en general que la metafísica repri-
me justamente porque va en pos de un sueño de
presencia plena, ya sea la del sujeto presente para
sí mismo o la del objeto presente físicamente y sin
mediaciones de esquemas conceptuales.
Archivo. Trabajo de almacenamiento que consiste en
conservarse y al mismo tiempo borrarse, en tanto
que lo que está inscrito en un texto siempre lo está
por un movimiento de retiro y de borrado de su
proceso de inscripción.
Catacresis. Figura retórica que consiste en utilizar me-
tafóricamente una palabra para designar una reali-
dad que carece de un término específico.
Contexto. Tradicionalmente el contexto separa el tex-
to de lo que cae fuera de él. Por contexto se en-
tiende, por un lado, el contexto estrictamente dis- 1

cursivo o "cotexto" y, por otro, el contexto ajeno 147

l 1
al discurso o "real", que es el contexto "histórico" es sólo uno de los "movimientos" de la deconstruc-
(político, social, etcétera). La distinción entre tex- ción. No basta invertir la oposición ni desenmas-
to y contexto supone que ya se ha sacado al texto carar las fuerzas ajenas y violentas subyacentes; es
de "su" contexto, antes de exigir que se lo sitúe preciso deshacerla mediante los indecidibles.
nuevamente en él. La imbricación o complicación Différance. La dif.férance es lo que produce las diferen-
mutua de texto y contexto, que trastoca los límites cias del sistema de la lengua. Efectivamente, si un
entre uno y otro, descalifica igualmente la tajante significante encuentra su significado en la diferen-
división entre lenguaje objeto y metalenguaje. No cia con otro, difiere (suspende) el significado. La
hay tal división, como no la hay tampoco entre len- dif.férance resalta la doble connotación del signo:
guaje ordinario y lenguaje filosófico. A lo que se diferenciar y diferir. Este término, que "suena"
llega es a que "no existe el metalenguaje" y a que igual en francés que dif.férence pero se escribe dis-
"no existe más que el metalenguaje", pues, al no tinto, indica que en el origen no puede haber un
existir el fuera de texto, todo texto es un texto sobre "origen" de la significación, que resulta imposible
un texto bajo un texto, sin ninguna jerarquía. una noción de trascendencia o significado, puesto
Deconstrucción. La deconstrucción no es ni un nuevo que todos los signos siempre tendrán a otros sig-
pensamiento que añadir a la lista de filosofías o de nos como referentes elaborando una cadena que
sistemas que ofrece la tradición ni un "posmoder- conduce hasta el infinito.
nismo" definido como rechazo puro y simple de Diseminación. Movimiento que impide que los signos
la tradición y el fundamento. La estrategia decons- trabajados por la deconstrucción se justifiquen, en
tructiva consiste en "invertir" el proceso con el que última instancia, por una vuelta al logos, razón u
se ha "construido" un texto, en "desmontarlo" pie- origen sagrado. Impide la posibilidad de la lectura
za por pieza, en "invertir" las oposiciones "jerár- de cerrarse sobre sí misma y hace de ella una estra-
quicas" que hay en todos los textos de la metafísica tegia sin finalidad. La lectura/ escritura se disemi-
de la presencia. La deconstrucción desenmascara na hasta el infinito y, lejos de apuntar a la verdad
las oposiciones, señala su estructura jerárquica, la o al sentido, remite constantemente a la alusión sin
invierte. Esta inversión es necesaria, pues en las principio ni fin.
oposiciones filosóficas tradicionales se trata de una Escritura. Considerada por la tradición un orden sub-
jerarquía violenta: uno de los términos de la opo- alterno de signos cuyo único cometido es de-signar
sición gobierna siempre al otro lógica y axiológica- la palabra, posición que derivaría de la creencia en
mente, y está por encima de él. Invertir la jerarquía una especial proximidad entre la palabra oral y la
111
i

presencia, aunada a la convicción complementaria Indecidibles. Términos que, desde el punto de vista
de que la mente refleja naturalmente el mundo. El del lenguaje, fisuran la lógica oposicional binaria.
logocentrismo considera que la palabra suministra Derrida los define como "falsas unidades verba-
un acceso directo a la realidad. O sea que, según les", que dan la apariencia de unidad, pero que no
la concepción logocéntrica que critica Derrida, el pueden ser ubicados ni de un lado ni del otro de
signo oral -los componentes de la palabra- está las categorías oposicionales, sino en el "entre" del
en inmediata conexión con el significado. El signo lenguaje. Muestran, en virtud de su ambivalencia,
gráfico, por el contrario, y en general todos los ele- que las pretendidas wudades no son tales, sino que 1
mentos de la escritura, en modo alguno participan están habitadas por la oscilación que no puede
de esta intimidad. / decidir de manera cierta el sentido, porque están 11

Falogocentrismo. Erección del logos paterno (el dis- "enh·e" las oposiciones. Derrida cita la palabra
curso, el nombre propio dinástico: rey, ley, voz, yo, "himen", que representa el matrim011io y la unión 11

velo del yo-la-verdad-hablo, etcétera) y del falo sexual, y al mismo tiempo significa la membrana
como significante privilegiado. que impide esta unión. Derrida dice que no se pue- 11
Fonocentrismo. Existencia en la historia del pensa- de aceptar uno de estos significados sin el otro.
.1:\
!i; miento occidental de un especial privilegio conce- . Fantología. Ciencia de los fantasmas que, frente a la 1

dido a la voz (phone) frente a la escritura. La voz ontología, no se ocupa ya del ser y de los funda- i
parece, por una parte, la expresión directa del len- mentos de la existencia sino de esa zona interme-
guaje, ratifica la presencia del emisor o del autor dia entre la vida y la muerte, entre el ser y el no ser, '11

mientras que la escritura, por otro lado, lleva el es- y cuya reflexión se encuentra estrechamente ligada
tigma de lo derivado y la materialidad. a la política desde un punto de vista derridiano.
Huella. Marca que señala que los significados de un Gramatología. Ciencia general de la escritura que fun-
significante sólo pueden emerger en su relación damenta la posibilidad de la lengua misma y que
con otros significantes y que todos los signos lle- apunta a la deconstrucción de la metafísica de la
van consigo los "rastros' de otros signos, que, por presencia.
lo demás, están ausentes y presentes a la vez: au- Iterabilidad. Capacidad de repetición en la alteridad
sentes en tanto no están ahí, pero presentes en tan- que señala que todo signo ha de ser reproducible. La
to dejan un "rastro", una huella en el proceso de iterabilidad es potencialmente infinita, lo cual apun-
significación. ta a la finitud de todo autm~ así como de todo lector.
La muerte del autor o del lector es indiferente, pues
- - -- -- - - · ···- - · · · - - - - - - -- --·····-

la palabra es esencialmente repetible, reproducible. ne la tesis de que la razón y el pensamiento son tan
La iterabilidad socava, asimismo, el contexto como naturales corno las cosas que percibimos cotidiana-
decididor último del sentido. Implica repetición en mente. El logocentrismo concibe el ser corno una
cualquier parte, en todas partes. Esta iterabilidad identidad y una presencia originaria, reductible a
tiene múltiples implicaciones: citar es siempre po- su expresión lingüística, corno si mediante la pala-
sible. Siempre podemos extraer, de un escrito, una bra se diera de forma inmediata una forma privile-
secuencia de palabras; podemos hacer un extracto giada de conocimiento.
y éste puede funcionar aún con sentido. Injertar es Metafísica de la presencia. Tradición filosófica que in-
igualmente posible. Podemos insertar la secuencia augura el pensamiento occidental y que sostiene
robada de un escrito en otras cadenas de escritu- que el pensamiento es el reflejo de la realidad, la
ra. "Ningún contexto puede encerrarla". Escribir representa. El supuesto que sustenta esa metafísi-
es siempre escribir con palabras robadas, por no ca es el de la inmediatez del significado, que im-
hablar ya de todos los plagios, citas, imitaciones, plica un acceso a la presencia de la cosa por medio
pastiches, etcétera. del signo que la representa.
Lógica binaria. Esquema dicotómico de pensamiento Nombre propio. Constituye precisamente la clave del
en el que los términos se definen, se categorizan logocentrismo. Según Derrida no existe el nombre
y valoran precisamente en relación con el primer propio. Lo que designamos con el nombre común ge-
término, a aquel que el sistema considera como nérico "nombre propio" tiene que funcionar también
central. El centro se constituye como tal, marginan- en un sistema de diferencias: éste o aquel nombre pro-
do aquello que no coincide con él, y definiendo y pio, y no otro, designa a éste o aquel individuo, y no
fijando, de manera más o menos rígida, el juego de a otro, y se encuentra, por lo tanto, marcado por la
los opuestos binarios. Los opuestos binarios esta- huella de los demás en una clasificación.
blecen un orden conceptual, clasifican y organizan Ontología. Disciplina filosófica que investiga el Ser y
todo lo que hay y acontece en el mundo, rigen el el sentido del Ser.
pensamiento en la vida diaria, en la filosofía y en Paleonimia de los viejos nombres. Estrategia que con-
la ciencia. siste en invertir la jerarquía metafísica de las opo-
Logocentrismo. Postulado de la tradición occidental siciones privilegiando al término marginado pero
que asevera que el sentido y la verdad de las cosas conservando -aún a riesgo de una complicidad
sobrevienen en las operaciones de la mente, que la provisional- su significado antiguo para lograr que 1
tradición llama razón o pensamiento y que sostie- el desplazamiento del término al operarse la inver- r 53
sión, socave y desestabilice toda jerarquía hasta que constante de diferencias en el que no hay ningún
el término mismo se convierta en un indecidible. punto de descanso estable, y que ya no se puede
Pharmakon. Término indecidible entre remedio y ve- apelar a la realidad como un "fuera de", es decir,
neno que Derrida, en su lectura de Platón, achaca como un refugio independiente del lenguaje.
a la escritura. Signo lingüístico. Combinación de un concepto (sig-
Pneumatología. Concepción de la escritura fonocéntri- nificado) y de una imagen acústica (significante),
ca ligada a la voz y al aliento que componen en conjunto una entidad lingüística
Protocolos de lectura. Estrategia de lectura que procede de dos caras interdependientes. El significante del
según un doble gesto y a la vez que reconoce en los signo lingüístico es una "imagen acústica" (cadena
pensadores una articulación decisiva con la metafí- de sonidos) y constituye el plano de la extensión.
sica occidental, apunta al exceso indecidible que, no También es el conjunto de letras con el cual escri-
obstante, hay en los textos. Los protocolos de lectura bimos. El significado es el concepto y construye el
apuntan no a la búsqueda de la verdad o del sentido plano del contenido. Es la idea principal que tene-
último del texto sino a la actividad transformadora mos en la mente de cualquier palabra. El signifi-
de la interpretación que vigila las fisuras del texto, cante también consta de una imagen gráfica, que es
que cifra la importancia de lo marginal y anula con lo que se obtiene por medio de los sentidos y que
los criterios habituales de interpretación: autor /lec- podría ser las letras o la palabra en sí.
tor, lectura/escritura, interno/externo, esencial/no Suplemento. Encierra en sí el doble sentido de suplir
esencial, etcétera. o suplantar y de suplementar: añadir o agregar. El
Significado trascendental. Significado que existiría suplemento tiene que ver con la ausencia de la pre-
fuera del lenguaje y que por consiguiente podría sencia. Por un lado es artificial y peligroso, un mal
poner punto final al proceso de constante subver- necesario, pero por otro lado nos "asegura" y nos
sión, inherente en la significación, por el que cada permite resolver problemas de otro modo insolu-
significante apunta a un significado, que al mismo bles. Si el suplemento es considerado secundario
tiempo es otro significante y así sucesivamente ad en la relación jerárquica, para Derrida es lo que
infinitum. Para Derrida el significado trascendental puede socavar dicha jerarquía.
-que sirve para garantizar y justificar todos nuestros Texto. Clásicamente se llama "texto" a algo escrito,
significados sin que tengamos necesidad de justifi- en libros o en cintas magnéticas, en formas archi-
carlo o garantizarlo a él mismo- es una ilusión que vables. Sin olvidar esta especificidad Derrida re- 1

permite olvidar que el lenguaje es un movimiento elabora considerablemente el concepto de texto, 155
ÜBRAS CITADAS DE JACQUES DERRIDA
lo reestructura y lo generaliza sin límite, hasta el
punto de no poder seguir oponiendo, como se hace
normalmente, el texto a la palabra, o bien el texto
a una realidad -eso que se denomina "realidad no [Los libros de Derrida utilizados se citan conforme a las
textual"-. Para Derrida esa realidad también tie- abreviaturas que se indican a continuación. Después
ne la estructura del texto, lo cual no q1úere decir, del título se señala la edición utilizada. Las escasas ci-
como le han atribuido alguna vez, que todo lo real tas de las obras que aparecen en francés son traducción
esté simplemente encerrado en un libro, sino que propia.]
por texto debemos comprender el ámbito general
de los signos: el juego libre de las diferencias. GR De la gramatología, 1995
ED La escritura y la diferencia, 1989
VP La voix et le phénomene, 2003
DI Dissemination, 1993
MF Márgenes de la filosofía, 1989
POS Positions, 2004
GL Glas, 1974
E Eperons, 1992
LVE La vérité en peinture, 1978
TP La tarjeta postal, 2001
o Otobiographies. L'enseignement de Nietzsche et la
politique du nom propre, 1984
PAR Parages, 2003
HEQ Heidegger et la question, 1993
MPM Memorias para Paul de Man, 1998
LI Limited Inc, 2001
K Khora, 1993
EM Espectros de Marx, 1995
MA Mal de archivo. Una impresión freudiana, 1997
AP Aporías, 1998
PA ¡Palabra! Instantáneas filosóficas, 2001 1157
EAP Estados de ánimo del psicoanálisis, 2002 LIBROS DE J ACQUES DERRIDA
CIR "cinconfesión", en Geoffrey Benington y
Jacques Derrida, Jacques Derrida, 1994. De la grammatologie. París: Minuit, 1967.
NESA No escribo sin luz artificial, 2006 L' écriture et la difference. París: Seuil, 1967.
La voix et le phénomene. París: Presses Universitaires de
France, 1967.
La dissémination. París: Seuil, 1972.
Marges de la philosophie. París: Minuit, 1972.
Positions. París: Minuit, 1972.
Glas. París: Galilée, 1974.
L'archéologie du frivole. París: Denoel-Gonthier, 1976.
Éperons. Les styles de Nietzsche. París: Flammarion, 1918.
La vérité en peinture. París: Flammarion, 1978.
La carte postale, de Socrate a Freud et au-dela. París: Flarn-
marion, 1980.
D'un ton apocalyptique adopté naguere en philosophie.
París: Galilée, 1983.
Otobiographies. L'enseignement de Nietzsche et la politique
du nom propre. París: Galilée, 1984.
Parages. París: Galilée, 1986.
Schibboleth. Pour Paul Celan. París: Galilée, 1986.
Heidegger et la question. París: Galilée, 1987.
Feu la cendre. París: Ed. des Femmes, 1987.
Psyché. Inventions de l'autre. París: Galilée, 1987.
Ulysse gramoplwne. Deux mots pour Joyce. París: Gali-
lée, 1987.
Signéponge. París: Senil, 1988.
Mémoires. Pour Paul de Man. París: Galilée, 1988.
Du Droit a la Philosophie. París: Galilée, 1990.
Limited Inc. París: Galilée, 1990.
Mémoires d'aveugle. L' autoportrait et autres ruines. París: Cosmopolites de taus les pays, encare un effort! París: Ga-
Louvre, Réunion des Musées Nationaux, 1990. lilée, 1997.
Le probleme de la genese dans la phénoménologie de Husserl. De l'hospitalité. París: Calmann-Lévy, 1997.
París: PUF, 1990. a
Le droit la philosophie du point de v ue cosmopolitique.
Donner le temps, l. La Jausse monnaie. París: Galilée, 1991. París: Verdier-Unesco, 1997.
L'aittre cap. La démocratie ajournée. París: Minuit, 1991. Marx en jeu (con Marc Guillaume y Jean-Pierre Vin-
"Circumfession", en Geoffrey Bennigton y Jacques cent). París: Descartes & Cie., 1997.
Derrida, Jacques Derrida, Chicago: University of Il gusto del segreto (con M. Ferraris). Rorna-Bari: Later-
Chicago Press, 1991. za, 1997.
Points de suspension. Entretiens. París: Galilée, 1992. Demeure. Maurice Blanclwt. París: Galilée, 1998.
Khora. París: Galilée, 1993. Le Rapport bleu. Les sources historiques et théoriques du
Passions. París: Galilée, 1993. College international de Philosophie. (con F. Chate-
Sauf le nom. París: Galilée, 1993. let, J.-P. Faye, D. Lecourt). París: PUF. 1998.
Spectres de Marx . París: Galilée, 1993. Voiles (con H. Cixous). París: Galilée, 1998.
Prégnances. Quatre lavis de Colette Deblé. París: Bran- Donner la mort. París: Galilée, 1999.
des, 1993. La contre-allée (con C. Malabou). París: La Quinziane lit-
Force de loi. París: Galilée, 1994. téraire-Louis Vuitton, 1999.
Politiques de l'amitié. París: Galilée, 1994. Sur parole. lnstantanés philosophiques. París: Éd . de
Moscou aller-retour. París: Éditions de l' Aube, 1995. l'Aube, 1999.
Mal d' archive. Une impression freudienne. París: Gali- Foi et savoir, suivi de Le siecle et le pardon. París:
lée, 1995. Seuil, 2000.
Apories. Mourir -s'attendre 'aux limites de la vérité'. París: Tourner les mots (con S. Fathy). París: Galilée, 2000.
Galilée, 1996. Le toucher. Jean-Luc Nancy. París: Galilée, 2000.
Échographies -de la télévision (con Bernard Stiegler). États d'ame de la psychanalyse. París: Galilée, 2000.
París: Galilée-INA, 1996. Atlan Grand Format ("De la couleur a la lettre"). París:
Erradid (con W. Mfüuleac) . Galerie La Hune Bren- Gallimard, 2001.
ner, 1996. L'université sans condition. París: Galilée, 2001.
Le monolinguisme de l'autre. París: Galilée, 1996. De quoi demain ... Dialog ue (con E. Roudinesco). París:
Résistances. De la psychanalyse. París: Galilée, 1996. Fayard/Galilée, 2001.
Adieu a Emmanuel Lévinas. París: Galilée, 1997.
La connaissance des textes (con S. Hantai: y J. L. Nancy). TRADUCCIONES DE DERRIDA AL ESPAÑOL
París: Galilée, 2001.
Papier Machine. París: Galilée, 2001. Libros
Artaud le Moma. París: Galilée, 2002.
Fichus. París: Galilée, 2002. De la gramatología. Trad. O. del Barco y C. Ceretti. Bue-
a
H.C. pour la vie c'est dire. París: Galilée, 2002. nos Aires: Siglo xx1, 1971.
Marx & Sons. París: PUF/Galilée, 2002. Tiempo y presencia. Trad. P. Marchan t. Santiago de Chile:
Inconditionnalité ou souveraineté. L'Université aux Jron- Ed. Universitaria, 1971.
tieres de l'Europe. Éd. bilingue franco-grecque. La diseminación. Trad. J. Martín. Madrid: Fundamen-
Athenes: Ed. Patakis, 2002. tos, 1975.
Voyous. París : Galilée, 2003. Posiciones. Trad. M. Arranz. Valencia: Pre-textos, 1977.
Geneses, généalogies, genres et le génie. Les secrets de El concepto de verdad en Lacan. Trad. H. Acevedo. Bue-
l'archive. París: Galilée, 2003. nos Aires: Horno Sapiens, 1977.
Chaque foís unique, la fin du monde (con P.A. Brault y M. Espolones. Los estilos de Nietzsche. Trad. M. Arranz. Va-
Nass). París: Galilée, 2003. lencia: Pre-textos, 1981.
Béliers. Le dialogue ininterrompu: entre deux infinis, le poe- La filosofía como institución. Trad. A. Azurmendi. Barce-
me. París: Galilée, 2003. lona: Juan Granica, 1984.
Le concept du 11 septembre (con J. Habermas). París: Ga- La voz y el fenómeno. Trad. P. Peñalver. Valencia: Pre-tex-
lilée, 2004. tos, 1985.
Le souverain Bien. Éd. bilingue franco-portuguaise. Vi- La tarjeta postal. De Freud a Lacan y más allá. Trad. T. Se-
seur: Palimage Ed., 2004. govia. México: Siglo XXI, 1986. Existe una segun-
Apprendre avivre enfin. París: Galilée, 2005. da edición que contiene el texto "Envíos", que
Déplier Ponge. Villeneuve d' Ascq: Presses Universitai- no aparece en la primera.
res du Septentrion, 2005. Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra, 1988.
L'animal que done je suis. París: Galilée, 2006. La escritura y la diferencia. Trad. P. Peñalver. Barcelona:
Anthropos, 1989.
Del espíritu. Heidegger y la pregunta. Trad. M. Arranz.
Valencia: Pre-textos, 1989.
Memorias para Paul de Man. Trad. C. Gardini. Barcelona: 1

Gedisa, 1989. 163


La deconstrucción en las fronteras de la filosofía. Trad. P. Historia de la mentira: prolegómenos. Trad. M.E. Vela, C.
Peñalver. Barcelona: Paidós, 1989. Hidalgo y E. Klett. Revisión general J. Sazbón.
"Antología". Trad. P. Peñalver, C. de Peretti y F. Torres Buenos Aires: Universidad, 1997.
Monreal. Anthropos. Revista de Documentación Cómo no hablar. Y otros textos. Barcelona: Proyecto "A"
Científica de la Cultura (Barcelona), "Suplemen- Ediciones, 1997
tos" 13 (marzo de 1989). El tiempo de una tesis. Barcelona: Proyecto "A" Edicio-
El otro cabo. Trad. P. Peñalver. Barcelona: Serbal, 1992. nes, 1997.
Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente. México: Aporías. Trad. C. de Peretti. Barcelona: Paidós, 1998.
Siglo xx1, 1994. Políticas de la amistad. Trad. P. Peñalver y P. Vidarte. Ma-
Circonfesión en Geoffrey Bennington y Jacques Derrida, drid: Trotta, 1998.
Jacques Derrida, Madrid: Cátedra Adiós a Emmanuel Lévinas. Trad. J. Santos. Madrid: Tro-
Dar (el) tiempo. Trad. C. de Peretti. Barcelona: Paidós, tta, 1998.
1995. Ecografías de la televisión. Trad. H. Pons. Buenos Aires:
Espectros de Marx. Trad. J.M. Alarcón y C. de Peretti. Eudeba, 1998.
Madrid: Trotta, 1995. No escribo sin luz artificial. Trad. R. Ibañes y Ma. J. Pozo.
Kh8ra. Trad. Diego Tatián. Córdoba (Argentina): Al- Valladolid: Cuatro Ediciones, 1999.
ción, 1995. Las muertes de Roland Barthes. Trad. R. Mier. México:
El lenguaje y las instituciones filosóficas. Transferencia ex Taurus, 1999.
catedra. Trad. Grupo Decontra. Barcelona: Pai- Dar (la) muerte. Trad. C. de Peretti y P. Vidarte. Barcelo-
dós, 1995. na: Paidós, 2000.
Cosmopolitas de todos los países, ¡un esfuerzo más! Trad. "Introducción" a El origen de la geometría de E. Husserl.
J. Mateo Ballorca. Valladolid: Cuatro Ediciones, Trad. de la "Introducción" D. Cohen. Trad. del
1996. texto en francés de Husserl: V. Waksman. Revi-
Mal de archivo. Trad. P. Vidarte. Madrid: Trotta, 1997. sión técnica L. Rabanaque. Buenos Aires: Ma-
El monolingüismo del otro. Trad. H . Pons. Buenos Aires: nantial, 2000.
Manantial, 1997. La hospitalidad (con A. Dufourmantele). Trad. y Pról.
Resistencias del psicoanálisis. Trad. J. Piatigorsky. Buenos de M. Segoviano. Buenos Aires: Ed. de la Flor,
Aires/Barcelona/México: Paidós, 1997. 2000.
Fuerza de ley. El 'fundamento místico de la autoridad". Trad. La verdad en pintura. Trad. M.C. González y D. Scavino.
A. Barberá y P. Peñalver. Madrid: Tecnos, 1997. Buenos Aires: Paidós, 2001.
Velos (con H . Cixous). Trad. de M. Negrón. México: Si- Cada vez única, el fin del mundo. Valencia: Pre-Textos,
glo XXI, 2001. 2005.
Estados de ánimo del psicoanálisis. Trad. de V. Gallo. Bue- Aprender por fin a vivir. Buenos Aires: Amorrortu. 2006.
nos Aires: Paidós, 2001. El animal que luego estoy si(gui)endo. Madrid : Trotta
¡Palabra! Instantáneas filosóficas . Trad. C. de Peretti y P. (próxima aparición).
Viciarte. Madrid: Trotta, 2001.
La Universidad sin condición. Trad. C. de Peretti y P. Vi-
ciarte. Madrid: Trotta, 2002.
Schibboleth. Para Paul Celan. Trad. de J. Pérez de Tudela.
Madrid: Arena Libros, 2002.
El siglo y el perdón, seguido de Fe y saber. Trad. del pri-
mer texto de M. Segoviano. Trad. del segundo
texto de C. de Peretti y P. Viciarte. Buenos Aires:
Ed. de la Flor, 2002.
Ulises gramófono y Dos palabras para foyce. Trad. de M.E.
Teruggi. Buenos Aires: Tres Haches, 2002.
Y mañana, qué... Diálogo (con E. Roudinesco). Trad. de V.
Goldstein. Buenos Aires: Fondo de Cultura Eco-
nómica, 2003.
Papel Máquina . Trad. de C. de Peretti y P. Viciarte. Ma-
drid: Trotta, 2003.
La filosofía en una época de terror. Diálogos con Jürgen Ha-
bermas y facques Derrida. G. Borradori (ed.). Trad.
de J.J. Botero y L.E. Hoyos. Madrid: Taurus,
2003.
Acabados, seguido de Kant, el judío, el alemán. Trad. de P.
Peñalver. Madrid: Trotta, 2004.
Rodar las palabras (con S. Fathy). Trad. de A. Tudela. Ma-
drid: Arena Libros, 2004.
Canallas. Trad. de C. de Peretti. Madrid: Trotta, 2005.
ENTREVISTAS EN ESPAÑOL "Una 'locura' debe velar sobre el pensamienlo" (entre-
vista de F. Ewald). Trad. C. de Peretti . ~uplemento
"Jacques Derrida, entre la filosofía y la escritura" (En- Semanal de Diario 16 (Madrid) 419 (27 de noviem-
trevista de Ch. Descamps). El País-Libros (Ma- bre de 1993).
drid), 1982. "Deconstruir la actualidad". Trad. C. de Peretti. El Ojo
"Jacques Derrida: leer lo ilegible" (entrevista de C. Mocho. Revista de Crítica Cultural (Buenos Aires)
González-Marín). Revista de Occidente (Madrid) 5 (Primavera 1994).
62-63(julio-agosto1986). "Discurso sobre la amistad" (Entrevista de R. Maggio-
"Entrevista. Del materialismo no dialéctico" (de K. Ji- ri). La Esfera (El Mundo) (Madrid) (3 de diciem-
had), Cultura 69, (3 de agosto de 1986). bre de 1994).
"Fascinación del horrible archivo. Una conversación "El Mundo de la Desconstrucción" (Entrevista de Da-
con Jacques Derrida" (entrevista de D. Eribon). niel Swinburn y Lucas Sierra) Suplemento Cultu-
El País. Temas de Nuestra Época (Madrid) (19 de ral de El Mercurio (Santiago de Chile) (3 de di-
noviembre de 1987). ciembre de 95).
"Escribir es un modo de habitar" (entrevista de Eva "Derrida y el tiempo de la confusión" (Entrevista de
Meyer). Trad. M. Hernández. Arquitectura Viva Faride Zeran). La Época (Santiago de Chile) (3
(Madrid) (1 de junio de 1988). de diciembre de 1995)
'"Ich bünn all hier. Ya estoy aquí'. Conversación con "Entrevista a Jacques Derrida" (Coordinación y tra-
J. Derrida. Entrevista de M. Ferraris". Trad. P. ducción de M. Negrón). Postdata (Puerto Rico),
Peñalver y C. de Peretti. ER. Revista de Filosofía (15 octubre de 2000).
(Sevilla) 9-10 (1989-90).
"La amistad está siempre por venir... " (entrevista de C.
de Peretti). Suplemento cultural de El Independiente
(Madrid) (24 de diciembre de 1989).
"Contra los consensos" (entrevista de Y. Roucaute). Dia-
rio 16. culturas (Madrid) (30 de junio de 1990).
"Entrevista con Jacques Derrida" (Entrevista de C. de
Peretti). Política y Sociedad (Madrid) 3 (1989). Pu-
blicado asimismo en Debate feminista (México) 2
(septiembre 1990).
BIBLIOGRAFÍA EN ESPAÑOL SOBRE DERRIDA Vidarte, P. (Coord.): Marginales. Leyendo a Derrida. Ma-
drid: UNED, 2000. 1
Monografías ¡
1

NúMEROS MONOGRÁFICOS DE REVISTAS


Asensi, M. (Ed.): Teoría literaria y deconstrucción . Ma-
drid: Arco/Libros, 1990 "Jacques Derrida - Primeras (p)referencias". Maldoror, 1
Bernal, J.: El desplazamiento de la filosofía de f acques Derri- 21 (1985). 1~
da. Granada: Universidad de Granada, 2001. Arquitectura. Revista del Colegio Oficial de Arquitectos de 1,

Block de Behar, L. (Coord.): Diseminaría. Montevideo: Madrid . n º 270 (enero-febrero-1988) (Monográfi-
11!
XYZ Editores, 1987 co sobre deconstrucción en arquitectura). 11!

Carreres, A.: Cruzando límites. La retórica de la traducción Anthropos. Revista de Documentación Científica de la Cul- i
en Jacques Derrida. Oxford: Peter Lang, 2005. tura. (Barcelona) "Suplementos" 13 (1989). 1
1
Ferro, R.: Escritura y deconstrucción. Lectura (h)errada con Suplemento Cultural de El Independiente (Madrid) 12 (24 11

Jacques Derrida. Buenos Aires: Biblos, 1992. de diciembre de 1989).


Peñalver, P.: La deconstrucción. Escritura y filosofía. Bar- Suplemento Cultural Semanal de Diario 16 (Madrid) 419 11

celona: Montesinos, 1990. (27 de noviembre de 1993).


Peretti, C. de: Jacques Derrida: texto y deconstrucción. Bar- Daimon. Revista de Filosofía (Murcia) 19 (julio-diciem- lt
celona: Anthropos, 1989. bre 1999). ¡,
Peretti, C. de y Vidarte, P.: Derrida. Madrid: Ed. del
Orto, 1998. DIRECCIONES ELECTRÓNICAS 1
Peretti, C. de (Ed.): Espectrografías. Desde Marx y Derri-
da. Madrid: Trotta, 2003. www. jacquesderrida.com.ar 1
Peretti, C. de y Velasco, E. (eds.): Conjunciones. Derrida www.uned.es/ dpto_fil/ seminarios/ decontra / quie-
y compañía. Madrid: Dyckinson (próxima apari- nes.htm
ción). 1

Quevedo, A: De Foucault a Derrida, Pamplona: Eunsa,


2001. 1

Santos Guerrero, J.: Círculos viciosos. En torno al pensa-


miento de Jacques Derrida sobre las artes. Madrid:
Biblioteca Nueva, 2005.
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES ÍNDICE

Pág. 8, Derrida. Caricatura de David Levine para The


New York Review of Books {1983) en George Bennigton INTRODUCCIÓN, 9
y Jacques Derrida, Jacques Derrida, Madrid: Cátedra,
1994, pág. 367. I. LA HUELLA DE JACQUES DE EL-BIAR, IS

Pág. 14, foto tomada de Le Monde, 14 de agosto de II. LA DECO STRUCCIÓN, 31


2004.
Signo,39
Pág. 54, foto tomada de The New York Times, 10 de oc- Differánce, 41
tubre de 2004. Escritura, 45
Contexto, 50
Pág. 88, Sócrates-Platón. Sócrates escribiendo delante
de Platón {ilustración). Oxford: Biblioteca Bodleiana, III. PREMJSAS DE LA DECONSTRUCCIÓN, 55
ms Ashmole 304, fol. 31 v, en George Bennigton y Jac-
ques Derrida, Jacques Derrida, Madrid: Cátedra, 1994, La crítica del estructuralismo:
pág. 359. la fuerza y la significación, 57
La crítica de la fenomenología
Pág. 146, foto tomada de Le Monde, 10 de octubre de y el problema del fonocentrismo, 63
2004. La crítica de la destruktion heideggeriana, 71
La crítica freudiana de la conciencia
y la escena de la escritura, 77

IV. LAS LECTURAS DE J ACQUES DERRIDA, 83

Platón y las paradojas de la textualidad, 89


De Rousseau a Lévi-Strauss: naturaleza y cultura, 96
El cogito y la locura: Descartes
con Michel Foucault, I02.
La firma, el acontecimiento y el copyright:
J. L. Austi.n y J. Searle, 107
Hay u.n espectro asediando a Europa.
Jacques Derrida como lector de Marx, n4

V. PENSAR CON }ACQUES D ERRIDA, 12-3

La demarcación de las disciplinas:


filosofía y literatura, crítica y arte, 124
La demarcación de los sexos: la diferencia sexual, 131 Breve introducción al pensamiento de Derrida
La demarcación entre animalidad y huma.nidad, es una publicación de la
DIRECCIÓN DE P UBLICACIONES Y P ROMOCIÓN E DITORIAL
entre la vida y la muerte, 135
DE LA COORDINACIÓN GENERA L DE DIFUSIÓN
DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA.
GLOSARIO BÁSICO, 147
Esta obra se terminó de imprimir en julio de 2008
en los Talleres de Offset Rebosán, S.A. de C.V.
ÜBRAS CITADAS DE }ACQUES D ERRIDA, 157 Av. Acueducto No. 115, Col. Huipulco
Tlalpan, México, D.F. 14370
LIBROS DE }ACQUES D ERRIDA, 159
En su composición se utilizó la familia tipográfica Palatino,
la formación estuvo a cargo de DCG Rosalía Contreras Beltrán.
TRADUCCIONES DE D ERRIDA AL ESPAÑOL, 163
La edición consta de 2 000 ejemplares y estuvo al cuidado
de Gabriela Lara, Ernesto Núñez y Roberto Pliego.
Libros, 163
Entrevistas, 168

BIBLIOGRAFÍA EN ESPAÑOL SOBRE DERRIDA, 170

Monografías, 170
Números monográficos de revistas, 171
Direcciones electrónicas, l7I

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES, 172

Vous aimerez peut-être aussi