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Resumen Tema 4 La novela en el primer tercio de siglo XX

Literatura Española del Siglo XX: hasta 1939 (UNED)

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Resumen Tema 4 La novela en el primer tercio de siglo XX

4.1. Los novelistas y la sociedad

En sentido estricto no se produce la novela social hasta la década de los 20.


Los temas habituales son: la guerra de Marruecos, los conflictos sociales, sobre
todo en el campo. Las violentísimas represiones a los jornaleros y mineros,
incluso durante la República, encontraron campo propicio para la novela social.
Se tradujeron obras soviéticas y se dieron a conocer autores revolucionarios
europeos y norteamericanos. Varias editoriales se especializan en libros políticos
y sociales. Muchos intelectuales viajan a la U.R.S.S. Todo ello crea un clima
social para la literatura social.
La fracasada revolución del 34, trajo dura represión y comenzó el periodo
llamado “bienio negro” (1934-36), que marca, hacia 1935, el fin de la novela
social. El estallido de la G.C. hace que el tema trágicamente se amplíe. La guerra
necesitaba medios de propaganda más directos, además el pueblo español era
analfabeto. Por estas causas (urgencia y analfabetismo) emplean la poesía y el
teatro para los frentes. El periodo de guerra es pobre en novela.
El tema “social” es tan vasto como impreciso y nos limitaremos a la injusticia
social y la lucha de clases. A pesar de que en sentido estricto fue hacia la década
de los 20 hay importantes aportaciones anteriormente.
Felipe Trigo (1865-1916) médico y militar, actuó en la guerra de Filipinas
donde fue herido gravemente. Abandona el ejército y rompe con los falsos
convencionalismos sociales. En la obra de Trigo hay dos etapas:
En la primera toca el tema erótico sin prejuicios: Las ingenuas (1901), La sed
de amar (1905). El erotismo no es pornográfico y tampoco es “objetivo en sí”
porque lo inserta en las represiones sociales. Critica en estas novelas la
hipocresía y los prejuicios de la sociedad en lo relativo a la moral sexual. Fue un
avanzado en la investigación de los problemas sociales. El éxito de su primera
novela lo convirtió en un autor muy conocido. En menos de 15 años publicó 17
novelas, varias cortas y varios relatos, con gran acogida del público.
Es más recordado por dos obras, aunque lo erótico está presente, priman las
inquietudes regeneracionistas: El médico rural (1912) con elementos
autobiográficos, critica la miseria y la ignorancia de los campesinos extremeños,
sobre todo en Jarrapellejos (1914). La novela ha pasado a la historia como el
retrato mas consagrado del caciquismo en la España de su tiempo.
Impresionante en su veracidad ha sido objeto de vaivenes en su apreciación.
En Trigo se dio la oscilación política: en su juventud, profesó un socialismo
ortodoxo, y llegó a publicar una serie de nueve artículos en el socialista. Mas
adelante evolucionó a un reformismo radical. En 1916 se suicidó.
Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) fue muy leído en su tiempo y un luchador
político infatigable y popular. Llegó a estar encarcelado treinta veces. El propio
novelista ha dividido su obra en cuatro etapas:
a) Periodo regional valenciano: Arroz y tartana (1894), La barraca (1898)
y Cañas y barro (1902).
b) Novelas de tesis: La catedral (1903), El intruso (1904), La bodega
(1905), La horda (1905) y Sangre y arena (1908).
c) En 1909, cansado de la ineficacia del parlamento, abandona su escaño
y viaja a América. Es el periodo de sus novelas americanas: Los
argonautas (1914) y La tierra de todos (1912).

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d) El cuarto periodo son los relatos inspirados en la I G.M.: Los cuatro


jinetes de la Apocalipsis (1916), Mare Nostrum (1918). Se declaró
partidario de los aliados. Este último periodo le ha valido al autor una
fama internacional de la que muy pocos novelistas españoles han
disfrutado.
Quedan fuera de esta división, La vuelta al mundo de un novelista (1927).
Se ha señalado la relación entre Blasco y Zola. Políticamente era más radical
que sus coetáneos del 98. La influencia de Blasco se dejó notar en Felipe Trigo,
Pedro Mata y Eduardo Zamacois.
Pedro Mata (1875-1946) autor casi olvidado, llegó a conocer en su tiempo
tiradas superiores a Baroja. Aunque sus novelas adolecen de erotismo dosificado
para el gusto de la burguesía, merece mencionarse porque sus obras reflejan el
pensamiento de una buena parte de lectores. En vez de avanzar desde el
erotismo, retrocede. El tratamiento erótico es vulgar, ingenuo y reaccionario.
Desarrolló una extensa labor periodística, como El Español, El Nacional, El
Diluvio, etc. Conquistó varios premios y publicó muchos de sus relatos y
narraciones cortas dentro de las colecciones de narrativa mas difundidas en su
época.
Eduardo Zamacois (1876-1972) nació en Cuba y murió en Buenas Aires, pero
vivió en España muchos años. Dirigió revistas y colaboró en el semanario
Germinal.
Con 18 años publicó sus primeras novelas: Consuelo y La enferma (1896).
Punto negro (1897) fue su primer éxito y logró más de 60 ediciones en 20 años.
Como Trigo evoluciona del tema erótico a la crítica social de izquierda: La opinión
ajena (1913), y El delito de todos (1933). Estuvo muy cerca del periodismo.
Importante en su faceta de reportero de guerra. Durante la I G.M. fue
corresponsal en Paris; tras su regreso siguió escribiendo hasta el inicio de la G.C.
fue cronista en el frente de Madrid hasta 1937, trasladándose luego a Valencia y
Barcelona. En 1938 edita El asedio de Madrid. Se exilió a Francia.
Alberto Insúa fue prolífico periodista y novelista. También tuvo éxito como
dramaturgo. En su amplia producción predomina la temática costumbrista y el
estilo característico de la literatura folletinesca, con dosis de erotismo, la crítica
social y a veces espiritualidad mística.
Colaboró con algunos de los principales rotativos y revistas españolas. Tuvo
prestigio en la prensa española y fue corresponsal en la I G.M. en Paris para
ABC.
La mujer fácil (1909) novela de contenido erótico. El éxito le animó a escribir
y publicar otras novelas en la misma línea: Las neuróticas (1911) y El demonio
de la voluptuosidad (1911). Su mayor reconocimiento literario traducido a varios
idiomas fue El negro que tenía el alma blanca (1922)

Silverio Lanza (1856-1912), autor original, criticó el caciquismo en Ni en la


vida ni en la muerte (1890) y por ello fue procesado.
Su primera obra, El año triste (1880), tuvo gran repercusión. Poesía en estilo
muy moderno, de un insólito sentido del humor y de gran agudeza crítica. Cultivó
la novela naturalista en Mala cuna y mala fosa (1883). Admirado por los jóvenes
del 98. Es interesante su novela autobiográfica Desde la quilla hasta el tope
(1891) y Antopocultura. Quizá su obra más importante sea Medicina rústica
(1918). Antopocultura es un conjunto de escritos discontinuos y fragmentos que
no obedecen a ningún género concreto precursor de las vanguardias. Tuvo gran
influencia, modelo de “Pío Cid” de Ganivet y de “Silvestre Paradox” de Baroja,
etc. Era ante todo un humorista.

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Manuel Ciges Aparicio (1873-1936) autor comprometido con el realismo


social. Fue periodista y político. Era gobernador civil de Ávila cuando estalló la
G.C. y fue asesinado.
Sus novelas Los vencedores y Los vencidos tratan de la lucha de los mineros
y la represión posterior. Tal vez su mejor novela sea Los caimanes (1931), que
refleja el fracaso de un regeneracionismo.
José López Pinillos (1875-1922) periodista, publicó varios relatos en Vida
Nueva. En 1900 estrenó su primera obra teatral, El vencedor de sí mismo.
Colaboró en varias publicaciones y periódicos. Sus obras dramáticas fueron
llevadas a escena por las grandes figuras de la época.
Su obra ha envejecido mucho por la falta de elaboración y el desequilibrio que
la domina: recurre constantemente a lo efectista y estridente, precursor del
tremendismo de posguerra.
Cae en los mismos defectos que denuncia como en su primera novela, La
sangre de cristo (1907), donde intenta satirizar contra las borracheras. Su
novela Doña Mesalina (1910) es un buen tratamiento de la intolerancia. Las
águilas (1911) refiere la miseria que hay detrás de la fiesta nacional. Solo le
interesa lo sórdido y miserable del toreo, con lo que la novela es unilateral y
escasa de interés.
El luchador (1916) relata también el ambiente corrompido de la bohemia
literaria madrileña.
José María Salaverría (1873-1940), ensayista, novelista y periodista,
evoluciona, como Maeztu, del progresismo al nacional-catolicismo con deseos
imperiales. Sus ensayos y artículos son más importantes que sus novelas.
Sus primeros artículos los publicó en el País Vasco, colaboró con el ABC, La
Vanguardia y Diario Vasco entre otros. Sus temas preferidos son la política desde
un punto de vista liberal, las crónicas de guerra y la crítica literaria y la crónica
viajera. Se puede inscribir en la órbita del regeneracionismo.
En su novela La virgen de Aránzazu (1909) plantea el problema tópico del
intelectual escéptico que después de la muerte de la persona amada cae en un
misticismo desequilibrado.

Manuel Bueno (1874-1936) escribió narrativa corta y extensa, libros de viaje,


teatro y crítica y gran cantidad de artículos. Su labor periodística supera las
restantes. Evolucionó hacia la derecha como Salaverría, Maeztu y Azorín. Fue
otra víctima de la guerra civil.
Viajó a USA donde estudió y se inició en el periodismo. A su vuelta publicó su
primer libro, el ensayo Acuarelas. En 1897 fue redactor de El Globo. En 1899
crítico teatral. Dirigió revistas como Madrid y La Mañana. Apoyó la dictadura de
Primo de Rivera. Entre sus novelas destacan Corazón adentro (1906), El sabor
del pecado (1935) y Los nietos de Dantón (1936). Fue también productor y
arreglista teatral.
Su novela El dolor de vivir (1924) adopta aire crítico propio de algunos
intelectuales españoles: su pesimismo patético y estridente sobre la sociedad
española.

4.2. Ejes temáticos y nuevas formas

4.3. El mundo social de Pío Baroja (1872-1956)

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Escritor terriblemente individualista, influirá decisivamente en la novela de la


posguerra. Trataremos la trilogía más unitaria que quizás refleje mejor la
situación a que son arrastrados los oprimidos: La lucha por la vida.
Compuesta por La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). Su
unidad se basa en el tema. El tema no es el “golfo” madrileño, ni el proletario
anarquizante de la época, sino precisamente la zona de interferencia, los
ambientes comunes a ambos, la fluctuación trabajador-vago. Unidad secundada
por el procedimiento narrativo, por el “estilo”: el estilo de la simple notación, sin
ley ni plan alguno previos.
Manuel Alcazar es el personaje central de La busca si fuera una historia
coherente. La miseria no suele tener héroes. El personaje enlaza una serie de
escenas. La sucesión de cuadros no empobrece la novela, al contrario. Sería
absurdo que en ese mundo cercano al “lumpemproletario”, Baroja empleara una
línea ascendente o descendente. La autonomía de los capítulos es la que forma el
“todo” de una busca sin objeto.
Manuel aprende la vida en la heterogénea casa de huéspedes, ejerce de
recadero y sirviente. Empieza a trabajar de aprendiz de zapatero. Baroja es muy
preciso en la descripción y para retratar un sitio sórdido emplea adjetivos de
índole material y espiritual. El protagonista transcurre por un mundo
esperpéntico, acentuado en algunos momentos.
Ante el fracaso total, incluido el amoroso, piensa abandonar Madrid, como El
Buscón, que con cambiar de lugar se puede mejorar de vida.
Mala hierba comienza con el deseo de Manuel de corregirse, reflejando Baroja
lo que fue una obsesión de su propia vida. Sigue cambiando de oficios y la acción
se complica y a veces cae en una intriga folletinesca y policial. Muy avanzada la
novela Baroja nos recuerda: a pesar de los hermosos planes de regeneración que
idearon aquella noche, Manuel no intentó nada; lo único que hizo fue irse a vivir
con la Justa.
Juan, hermano menor de Manuel, pasa a ser el protagonista en Aurora roja.
Abandona el seminario porque ha perdido la fe. Quiere ser algo en la vida,
escultor por ejemplo. Es bajo, raquítico, de cara manchada de roséolas y de
mirar adusto y un tanto sombrío. Termina siendo un anarquista humanitario y
sentimental.
El espíritu crítico lo ejerce ahora Juan. Manuel está anonadado, soñando en
convertirse en propietario de algo y obtiene un pequeño negocio que parece que
colma su ambición. Juan fracasa en su intento de redimir a los golfos. El final no
puede ser más amargo: la policía va a detenerlo pero encuentran su cadáver.
Es la única novela de la trilogía que termina con el comienzo de la noche.
Desde el final de La busca, donde se vislumbraba una solución, pasando por los
avatares de Mala hierba, Baroja llega a la conclusión: el español es anarquista
porque es perezoso; tiene todavía la idea providencial… Manuel y Justa
esperaban que su futuro se arreglara providencialmente. Manuel sale
individualmente de la miseria porque un personaje excéntrico lo saca
generosamente de ella. Baroja cree en el mito de una España acabada sin
remedio.

4.4. La polémica Ortega-Baroja

La admiración que sentían era mutua: el ensayista consideraba al máximo la


integridad moral del novelista y este reconoció siempre la importancia del
pensador. Pero Baroja no siguió el canon orteguiano.

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1925 fue un año clave en la literatura y el arte español. La Exposición de la


Sociedad de Artistas Ibéricos (ESAI) representó uno de los momentos álgidos de
esa confrontación entre las viejas estructuras del pasado y la apuesta decidida de
modernización.
En ese año Ortega publica La deshumanización del arte, un ensayo clave que
recoge las nuevas tendencias de aquel tiempo. Pero publica un ensayo
importantísimo sobre el género narrativo, titulado Ideas sobre la novela, un
ensayo sobre Baroja, quien inmediatamente contestó con el prólogo de su novela
La nave de los locos.
Lo que menos apreciaba Ortega era la vasta serie (22 novelas) que van desde
1913 a 1935 bajo el título de Memorias de un hombre de acción. Baroja saca la
primera entrega de Memorias el mismo año que Galdós pusiera fin con Cánovas
(1913) a su serie de Episodios Nacionales.

4.4.1 Ortega. Ideas sobre la novela (1925)

Dice Ortega: hace poco Baroja indicaba que comienza a preocuparse de la


técnica novelesca, y que ahora se ha propuesto hacer un libro de tempo lento.
Aunque soy bastante indocto, la ausencia de más sólidas reflexiones proporciona
acaso algún valor a las siguientes ideas que enuncio a la buena de Dios y sin
pretender adoctrinar a nadie.

DECADENCIA DEL GÉNERO

Los editores se quejan de que mengua el mercado de la novela, que se vende


menos novelas y aumenta la demanda de libros con contenido ideológico.
Siempre ha sido cosa muy difícil producir una buena novela. Pero antes para
lograrlo bastaba con tener talento. Ahora la dificultad ha crecido en proporción
incalculable, porque hoy no basta con tener talento.
Existe en la novela un número definido de temas posibles. Los obreros de la
hora prima encontraron con facilidad nuevos bloques, nuevas figuras, nuevos
temas. Los obreros de hoy se encuentran, en cambio, con que solo quedan
pequeñas y profundas venas de piedra.
Sobre ese repertorio trabaja el talento. Y cuando la cantera se agota, el
talento por grande que sea, no puede hacer nada. No podrá decirse nunca que
un género se ha agotado por completo; pero si puede decirse con suficiente
aproximación práctica. Cabe a veces afirmar con toda evidencia que escasea la
materia.
A mi juicio, esto es lo que hoy acontece en la novela. Es prácticamente
imposible encontrar nuevos temas. He aquí el primer factor de la enorme
dificultad objetiva y no personal que supone componer una novela aceptable.
En suma, creo que la novela como género se halla en su último periodo y
padece de tal penuria de temas posibles, que el escritor necesita compensarla
con la exquisita calidad de los demás ingredientes.

AUTOPSIA

Salvo uno o dos libros Balzac nos parece hoy irresistible. Si se me pregunta
por qué la obra de Balzac me parece inaceptable, responderé: “Porque el cuadro
que me ofrece es solo un chafarrinón” ¿Qué diferencia hay entre el chafarrinón y
la buena pintura? En la buena pintura, el objeto que ella representa se halla en

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persona, con toda plenitud de su ser y su presencia. En el chafarrinón el objeto


no está presente, solo algunas pobres e inensenciales alusiones en el lienzo.
En una larga novela de Pardo Bazán se habla cien veces de que uno de los
personajes es muy gracioso, pero como no le vemos hacer gracia, la novela nos
irrita. El imperativo de la novela es la autopsia. Nada de referirnos lo que un
personaje es: hace falta que lo veamos con nuestros propios ojos.
Las novelas antiguas que se han salvado emplean ese mismo método
autóptico. Mas que ninguna el Quijote, que nos satura de pura presencia de sus
personajes. Asistimos a auténticas conversaciones y efectivos movimientos.

NO DEFINIR

Es, pues, menester que veamos la vida de las figuras novelescas y que se
evite referírnoslas. Toda referencia no hace sino subrayar la ausencia de lo que
se refiere, relata y narra. El mayor error estriba en definir el novelista sus
personajes.

LA NOVELA, GÉNERO MOROSO

No es el argumento lo que nos complace, no es la curiosidad por saber lo que


va a pasar a Fulano. La prueba de ello está en que el argumento de toda novela
se cuanta en muy pocas palabras, y entonces no nos interesa. Necesitamos que
el autor se detenga y nos haga dar vueltas en torno a los personajes. Nos
complacemos al sentirnos impregnados y como saturados de ellos y de su
ambiente. Por eso es la novela un género esencialmente retardatario. Hoy es y
tiene que ser un género moroso todo lo contrario que el cuento, el folletín y el
melodrama.
¿De dónde viene el placer que originan algunas de esas películas americanas,
con una larga serie de capítulos o de “episodios”? He hallado que esa
complacencia no venia nunca del estúpido argumento, sino de los personajes
mismos, cuyas figuras eran agradables, curiosas, tanto por el papel que
representaban como por el acierto con que el físico del actor realizaba su idea.
Una película en que el detective y la joven americana sean simpáticos puede
durar indefinidamente sin cansancio nuestro. No importa lo que hagan: nos gusta
verlos entrar y salir y moverse. No nos interesan por lo que hagan, sino al revés,
cualquier cosa que hagan nos interesa, por ser ellos quienes la hacen.
Recuérdese ahora las novelas mayores y se advertirá que la atención nuestra
va más a los personajes por sí mismos que a sus aventuras. Son Don Quijote y
Sancho quienes nos divierten, no los que les pasa.

DOSTOIEVSKI Y PROUST

En tanto que otros grandes declinan Dostoievski se ha instalado en lo más


alto. Era, antes que otra cosa, un prodigioso técnico de la novela. No hay
ejemplo mejor de morosidad propia a este género. Sus libros son de muchas
páginas y, sin embargo, la acción presentada suele ser brevísima. A veces
necesita dos tomos para describir un acaecimiento de tres días, cuando no de
unas horas. Y, sin embargo, ¿hay caso de mayor intensidad? Como en tantas
otras cosas, rige aquí también el non multa, sed multum. La densidad se obtiene,
no por yuxtaposición de aventura en aventura, sino por dilatación de cada una
mediante prolija presencia de sus menudos componentes.

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La concentración de la trama en tiempo y lugar, característica de la técnica de


Dostoievski aparece como un fértil recurso para obtener esa interna densidad,
esa como presión atmosférica dentro del volumen novelesco.
No le duele nunca llenar páginas y páginas con diálogos sin fin de sus
personajes. Merced a ese abundante flujo verbal nos vamos saturando de sus
almas, van adquiriendo las personas imaginarias una evidente corporeidad que
ninguna definición puede proporcionar.
Ese hábito de no definir, antes bien, de despistar, esa continua mutación de
los caracteres, esa condensación en tiempo y lugar, en fin esa morosidad o
tempo lento no son uso exclusivo de Dostoievski. Todas las novelas que aun
pueden leerse hoy coinciden más o menos en su empleo. Sirva de ejemplo
Stendhal. El blanco y el negro, que, por ser una novela biográfica, refiere
algunos años de la vida de un hombre, está compuesta en forma de tres o cuatro
cuadros, cada uno como una novela entera del maestro ruso.
El último gran libro novelesco –Proust- declara todavía mas esa secreta
estructura, llevándola en cierto modo a su exageración. En Proust la morosidad,
la lentitud llega a un extremo y casi se convierte en una serie de planos
estáticos, sin movimiento alguno, sin progreso ni tensión. Su lectura nos
convence de que la medida de la lentitud conveniente se ha traspasado. La
trama queda casi anulada. La novela queda así reducida a pura descripción
inmóvil.
Mi idea es que el llamado interés dramático carece de valor estético en la
novela, pero es una necesidad mecánica de ella.

ACCION Y CONTEMPLACION

En las Meditaciones del Quijote atribuía yo a la novela moderna describir una


atmosfera a diferencia de otras formas épicas que refieren una acción concreta
de línea y curso muy definidos. Frente a la acción concreta, lo atmosférico
significa algo difuso y quieto. La acción nos arrebata en su dramática carrera; lo
atmosférico nos invita simplemente a su contemplación. En la pintura representa
el paisaje un tema atmosférico, donde “no pasa nada”, mientras el cuadro de
historia narra una hazaña perfilada, un suceso de forma escueta.
La última creación de alto estilo, que es la obra de Proust, lleva el problema a
su máxima evidencia: en ella se extrema hasta la más superlativa exageración el
carácter no dramático de la novela. Proust renuncia del todo a arrebatar al lector
mediante el dinamismo de una acción y le deja en una actitud puramente
contemplativa. Ahora bien, este radicalismo es causa de las dificultades y la
insatisfacción que el lector encuentra en la lectura. A pie de cada página
pediríamos al autor un poco de interés dramático. Lo que el autor nos ofrece es
un análisis microscópico de almas humanas. Con un ápice de dramatismo la obra
hubiera resultado perfecta.

HERMETISMO

Si alguien nos mira, entonces descubrirá en nosotros la dilatación de


párpados que caracteriza a los náufragos.
Yo llamo novela, a la creación literaria que produce ese efecto. Ese es el
poder mágico, gigantesco, único…. Y la novela que no sepa conseguirlo será una
novela mala, cualesquiera sean sus restantes virtudes, nos liberta y pluralidad,
que nos enriquece con generosas transmigraciones.

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Para lograr este efecto hace falta que el autor sepa primero atraernos al
ámbito cerrado que es su novela y luego cortarnos toda retirada
El novelista ha de intentar, por el contrario, anestesiarnos para la realidad,
dejando al lector recluso e la hipnosis de una existencia virtual. Yo encuentro
aquí la causa de la enorme dificultad aneja a la llamada “novela histórica”.

LA NOVELA, GÉNERO TUPIDO

La obra de Proust, extralimitando la prolijidad y la nimiedad, nos ha hecho


advertir que todas las grandes novelas eran esencialmente minuciosas, aunque
con otra medida. Los libros de Cervantes, Stendhal, Dickens, Dostoievski son del
género tupido. Todo en ello aparece lujosamente espumado de una plenitud
intuitiva. Hallamos siempre mas datos de los que podemos retener y aun nos
queda la impresión de que mas allá de los comunicados yacen otros muchos.

4.4.2 Baroja replica a Ortega. Memorias de un hombre de acción. Niega su


paralelismo con Galdós. Prólogo de La nave de los locos (1925).

IDEAS SOBRE PIO BAROJA

En 1916 escribe Ortega:


No cabe duda de que todos los puntos del ensayo orteguiano Ideas sobre la
novela están dedicados al novelista vasco. En las Memorias va contando las
andanzas de su tío Eugenio Aviraneta.
Muchas gentes consideran un error de Baroja dedicar estos años de plenitud
creadora a narrarnos la vida de infusorio que su antepasado llevó. A mi me
acontece pensar lo contrario; pero no me extraña. Baroja es el menos
comprendido, tal vez por ser el que mayor actividad exige a sus lectores.

En 1910 escribe:
Baroja no ha conseguido en ninguno de sus libros la aspiración esencial del
arte novelesco: suscitar en torno a sus figuras el medio de que espiritualmente
viven, en que, se personalizan. Si esto es así no tendré otra salida que aceptar
como consecuencia lamentable la exclusión de Baroja de entre los novelistas.
Baroja me parece mas bien un temperamento de metafísico que de novelista.
Un metafísico un poco holgazán, un metafísico sin metafísica.
Tratándose de Baroja, no podemos quedar en nada. Es un organismo tan
peculiar, tan interesante que consiste en la desorganización misma. Baroja es
esto y lo otro, pero no es ni aquello ni esto. Su esencia es su dispersión, su
carencia de unidad interna. Es, en rigor, un montón de cosas espirituales.

Baroja niega su paralelismo con Galdós y escribe:


Yo no me he propuesto, de pronto, escribir novelas históricas, sino más bien
una especie de reportaje fantástico.

PRÓLOGO DE LA NAVE DE LOS LOCOS

LA SOBERBIA

Me parece que en los libros de los pasados decenios no hay apenas lección
aprovechable, ni gran enseñanza, no es época de invenciones literarias.

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FÓRMULAS DEL ENSAYISTA

La novela tiene que estar encajada en las tres unidades clásicas, hallarse
aislada, como metida en un marco bien definido y cerrado.
La novela debe vivir en un ambiente muy limitado, debe ser un género lento,
moroso de escasa acción; presentar pocas figuras, y estas muy perfiladas.
El novelista no puede aspirar a inventar una fábula nueva, y su única defensa
será la manera, la perfección y la técnica.
Contra tales proposiciones, mi principal argumento es el ejemplo. Cito
novelas, muchas, que cumplen estrictamente las reglas expuestas y que, sin
embargo para nosotros, de común acuerdo, son estrictamente pesadas y
aburridas. Cito luego otras que, sin las anteriores condiciones, son libros
extraordinarios. Un ambiente limitado, pocas figuras, es el de La Regenta de
Clarín, y de Pepita Jiménez de Valera; un ambiente ancho, extenso y muchas
figuras, tiene La guerra y la paz de Tolstoi ¿Hay alguno que ponga las novelas de
Clarín y Valera sobre la de Tolstoi?

UNOS A OTROS

Nuestro ensayista quiere también que la novela sea aséptica, es decir, que no
tenga nada transcendental, nada excepcional, ni nada extraordinario.

LA LARGA VIDA DE LA NOVELA

Hace algún tiempo, un profesor decía que la novela estaba llamada a


desaparecer y que no podía interesar a los lectores modernos la vida de una
familia como los Rougon-Macquart o la existencia de una mujer como madama
Bovary.
La novela tiene mucha vida aún. Claro que no cambia ni progresa a gusto de
los jóvenes

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