Vous êtes sur la page 1sur 6

ALEGRES GARABATOS EN EL CIELO - Cómo asociar imaginación e idea

1- La educación que obliga a un esfuerzo de voluntad


Nosotros, los adultos, solemos obligar a los niños con un “se debe” o “no se puede”. Por ejemplo:
“tienes que hacer esto. No debes hacer aquello.”
Parecería que el motor de la acción sea la voluntad, pero la parte de nuestra vida realmente movida
por la voluntad es muy poca. Solemos hablar de "mover el estómago", pero la voluntad no puede
hacerlo. Si aguantamos un estornudo gracias a la voluntad, en algún momento se nos escapa. Esto
no se limita sólo a las funciones fisiológicas. Con las emociones ocurre lo mismo. Aunque
intentemos no enfadarnos, nos enfadamos. No sólo nos es imposible dominarlo, sino que cuanto
más nos esforzamos, más nos enfadamos. Lo que puede moverse libremente por voluntad es sólo lo
que está al alcance de los músculos voluntarios, el mover los brazos o las piernas. Sin embargo,
tampoco esto podemos dominarlo como queramos. Mover la mano con la intención de escribir recto
responde a la voluntad, pero que la línea salga recta, o no, no obedece a la voluntad. Partiendo de la
idea de trazar una línea recta y de la imaginación de conseguir trazarla sin que se curve, si unimos
así la voluntad con la imaginación se traza recta.
Ahora bien, si en la imaginación surge una duda “me esforzaré pero no sé si lo haré bien”, siendo
capaz de trazarla recta, saldrá deformada. En realidad los actos que pueden realizarse por la fuerza
de la voluntad son muy pocos. Ahora bien, como el acto de trazar una línea se inicia en la voluntad
se cree que todos los actos se inician a partir de ella.
Por esta razón los padres estimulan la psique de los niños mediante amenazas del estilo “si no
estudiáis, vais a suspender”. O despiertan su sentido de la competición: “aquel chico te ganará, pon
más atención”. O a través del sentido de la ventaja o desventaja. Pero cuando a consecuencia de ello
los niños se vuelven interesados o calculadores los padres se quejan diciendo: “este niño es un
espabilado”. Sin embargo ellos mismos se lo han enseñado. Esto ocurre porque solo ponen el
énfasis en el resultado (“si haces así ganarás, pero si lo haces de otra manera perderás”), sin
plantearse los motivos.
Suelen decir: “Aunque para ello tengas que trasnochar, debes mejorar las notas del examen”. Pero
hacerlo sólo con el fin de aprobar el examen no tiene sentido. Basta con que se esté en un estado
normal. Si habitualmente no estudia, lo normal es que suspenda. Y como se intenta hacerle estudiar
para el examen, a diario no estudia. En esto no sólo las madres se equivocan. Los maestros de
escuela también. Y si no lo hacen así, les dan muchos deberes creyendo que aprenderán a fuerza de
repetición. Para que no se cansen intentan inducir la mentalidad de competición o los amenazan.
Esto es así porque únicamente se fija la atención en la voluntad y se intenta que ésta se encargue de
toda acción.
2- Si la imaginación es agradable uno no se cansa
Entonces, ¿qué es lo que impulsa a actuar aparte de la voluntad? Es asociar las ideas con la
imaginación. Cuando anticipamos el placer de esquiar, tanto la nieve como el frío no nos afectan.
Aunque uno vaya a esquiar después de haber trasnochado, no se cansará. Sin embargo si uno tiene
que salir de viaje por motivos de trabajo, encontrará que el tren va muy lleno, tendrá la sensación de
que le falta algo o puede que se resfríe. Si mandamos al niño a un recado pensamos que no le afecta
el frío ya que suele jugar con las cometas en el viento. Si recibe como respuesta “no quiero ir, hace
mucho frío”, la madre se enfada y dice que el niño es un caprichoso; pero cuando juega con las
cometas no siente el frío porque dentro de su imaginación existe el placer del juego. Sin embargo
cuando piensa que tiene que ir de recado pierde la fuerza física repentinamente. Por eso si le
decimos que tiene que estudiar, igual que en el caso anterior del recado perderá fuerza física.
En los libros antiguos se cuenta como una virtud el hecho de que Hakuseki Arai estudiaba
estimulándose con duchas heladas. Esforzarse en estudiar con la sola recompensa de una ducha fría,
sólo puede hacerlo un tonto. Si se tiene interés por el estudio no se siente sueño aunque se estudie
hasta altas horas de la noche. Uno no se cansa. Cuando no se puede permanecer despierto excepto
con duchas de agua fría es porque se intenta obligarse a hacer cosas aburridas. Si los niños sienten
esta clase de aburrimiento, se trata de negligencia por parte de los maestros."
3- Lo que disminuye el interés.
Primero de todo, sea lo que fuere, debe existir una imaginación alegre que se conecte con la acción.
Si no es así, si se les propone mucha cantidad de deberes, con sólo fijarse en ellos ya perderán las
ganas. Años atrás, me gustaban las anguilas, y en una ocasión a orillas del río Kuchi pedí que me las
prepararan. Me sirvieron veinte trozos amontonados de kabayaki. En cuanto vi aquello, se me
fueron las ganas de comer y, desde entonces, no sé por qué, cuando veo anguilas me viene ese
recuerdo.
Creo que lo mismo les ocurre a los niños cuando se fijan en el montón de deberes que les asignan.
Como los maestros se preocupan de si los niños han comprendido lo que se les ha explicado, les
imponen muchos deberes. Esto es una conversión de la inquietud del maestro en deberes. Si existen
muchas asignaturas que no se pueden aprender si no es con deberes, hay que imponerse un orden. Si
no se tiene ordenado lo que se va a enseñar, es una negligencia; por esta razón, los niños pierden las
ganas de estudiar cuando ven cómo se les acumulan los deberes. Además, si no los hacen, los
castigan. Proponer deberes tan numerosos que los alumnos no pueden hacer con ganas y
espontaneidad, es una falta en el maestro: carece de pedagogía.
El caso de los maestros es bastante diferente del de los médicos: si el enfermo no se cura (o sea, si
el alumno no mejora en los estudios), pueden "lavarse las manos" con el pretexto de que el niño
tiene pocas luces. En casos extremos, hay clases en las cuales ningún alumno obtiene el cien por
cien de la puntuación. Evidentemente, esto es responsabilidad de los maestros. A esta clase de
pedagogos habría que echarlos a la calle, despedirlos. Sin embargo, ellos creen que les han
encargado alumnos de poca inteligencia; por tanto los amenazan y llaman a sus padres. Siguen sin
enterarse de que su manera de enseñar es inadecuada.
Aunque nos repitan mucho las mismas palabras, no siempre las entendemos. Si nos extendemos en
los regaños, los niños los echan fuera pensando: ¡Otra vez! Incluso después de haber conseguido un
primer efecto. Un niño estaba de pie en la ventana cuando la madre le dijo: “Ten cuidado ¡es
peligroso!” El niño empezó a apartarse de allí. Sin embargo, como la madre insistía: “¡Baja de ahí
rápido!”, ya no quiso apartarse y se agarró de la ventana; y así fue como empezó a actuar de manera
más peligrosa aún. Esto es debido a que la segunda llamada de atención sobrepasó el nivel
adecuado. En la psique del hombre, una llamada al orden, o lo que sea, que exceda del debido nivel,
surte el efecto contrario. Sin tenerlo en cuenta, muchas madres repiten los regaños una y otra vez,
creyendo que, para que el niño lo entienda, es mejor repetirse muchas veces. Entonces los niños
piensan: “Ya volvemos a empezar. Hoy está histérica. Es una excusa para que pague yo los platos
rotos.” Y hace caso omiso de lo que le dijo su madre. Al igual que esta madre de pocas luces, si el
maestro impone muchos deberes los niños se disgustan del estudio. Las ganas de estudiar van
disminuyendo gracias a la repetición de los deberes impuestos por el maestro.
Puede comprobarse que después de que aumentaran en cantidad los estudios y exámenes, han
disminuido notablemente los niños que siguen escolarizados después de la escuela primaria. Y no
sólo eso, sino que una vez acabados los exámenes, se vuelven juerguistas. También una vez salen de
la universidad dejan ya de estudiar. Hay muchos hombres casados que dicen: “Yo no leo más que
las revistas de quiosco”. Han perdido las ganas de estudiar debido a las imposiciones o las
repeticiones sin fin de deberes y exámenes. Los pocos que conservan las ganas de estudiar son, por
lo general, los que no han pisado la escuela.
En lugar de forzar su voluntad repetidamente, si no matamos la alegría en la imaginación o el
pensamiento infantil, si creemos que pueden realizar lo que se propongan, si los vamos dirigiendo
en este sentido, su fuerza de actuar surgirá sola. No debe atarse a los niños con ideas u obligaciones,
con los “se debe, no se puede...”
Los padres suelen decir que no pueden pasarse la vida observando a los niños; pero los niños
carecen de experiencia. El entendimiento cobra un valor real gracias a la experiencia; lo que no se
haya experimentado no nutre la personalidad. Por ello hay repeticiones en la conducta. Es
importante dirigir a los niños en conformidad con el contenido de sus vivencias. La asociación que
establece la imaginación con algunas expresiones o palabras es completamente personal; por ello,
según el contenido de las vivencias, la experiencia adquirida difiere de un individuo a otro. Cuando
los occidentales ven un limón, empiezan a salivar; sin embargo, a los japoneses nos ocurre lo
mismo al ver un umeboshi (ciruela prensada con sal); o sea para nosotros, los japoneses, es mucho
más fuerte la asociación de la acidez con el umeboshi."
"4- Asociar la imaginación con alguna idea
Para juzgar de lo bueno y lo malo, el cerebro se fundamenta en la asociación entre alguna idea y la
imaginación, sin que seamos conscientes de ello. La memoria sirve de base para distinguir lo bueno
de lo malo, pero si no pasara de ahí, esta capacidad no se diferenciaría de la de las vacas o de los
caballos. En el caso del hombre, más que por la capacidad de memorizar, se determina lo bueno y lo
malo en función de la sensibilidad para imaginar o asociar ideas.
Tal como les he explicado antes, lo imaginado se revela en seguida en el funcionamiento físico o en
la conducta; por ejemplo, si uno se imagina que las manos se van juntando, las manos se juntan; si
sostenemos un péndulo, al imaginar que éste va a girar, así lo hace. Es porque la actividad del
cerebro es correcta. En cuanto a la sensibilidad para imaginar o asociar ideas, difiere en cada
individuo; difiere también la dirección adoptada por las ideas al asociarse con la imaginación según
cada cual. Por eso, los niños no siempre asocian las ideas tal como la madre imagina. La madre
piensa que el niño sentirá vergüenza si suspende los exámenes y por ello le dice que estudie. Pero
puede que el niño esté pensando: “Si me suspenden, me libro del estudio y podré ir a jugar”. Según
el contenido de la psique de los niños, lo que imaginan es diferente. Las madres deberían de estar al
tanto del tipo de cosas que imaginan sus hijos.
Un hombre casado, cuya esposa sufrió una herida, se desmayó al ver la sangre. Ya que entonces
eran recién casados, me admiré de que él aún tuviera tantos miramientos. Sin embargo, hace algún
tiempo, él vio una autopsia por televisión y también se mareó; y eso que no era televisión en color,
pero él imaginó y lo asoció con la sangre.
Hace poco el hijo de esta familia se me presenta con heridas y me dice: “Hoy no hubo problemas:
papá no estaba. De haber estado, mamá habría tenido que cuidarle a él también.”
Los niños imaginan y asocian de esta manera. Desde luego, ese hombre sí tiene una imaginación
muy fértil en asociación con las ideas. Tener hambre porque dan las doce demuestra también fuerza
de imaginación y de asociación de ideas.
5- La dirección de la imaginación y la actividad interna del cuerpo
Poca gente usa la imaginación con cierta habilidad. Los que mejor lo hacen son los del mundo de la
farmacia: hacen creer a la gente que no se curarán si no es con la toma de medicamentos.
Aprovechándose de la “comunicación de masas” y promoviendo la imaginación de la enfermedad,
se valen para ello de la enumeración de los diversos síntomas de las enfermedades. Esta manera de
anunciar es muy hábil, al igual que repetir con frecuencia “Si no toma esto, no se curará” es un
método muy eficaz. Si les dijeran “Como yo no estoy capacitado para hacer nada, si no toma esto,
perderá la posibilidad de curarse”, aún lo comprendería. Pero nos quieren convencer que perder la
posibilidad de curación exististe realmente. Confunden a la gente para moverlos. Entonces todo el
mundo va asociando la palabra "perder la posibilidad de curación" con varias situaciones peligrosas
y así van preocupándose por poca cosa. Si sólo fuera preocuparse por poca cosa, no pasaría nada.
Sin embargo, llenos de inquietud, empiezan a rebuscar por todo su cuerpo dónde puede estar el mal,
como en el dicho: “buscar la herida soplándose el vello”.
A simple vista una persona de edad es diferente de una joven. Aunque la mayor se pinte mucho, las
arrugas se le ven no sólo en la cara, los brazos y las piernas, sino que también tiene en el resto del
cuerpo. Se nota la diferencia. No sólo se le entorpecen el metabolismo y la renovación de las
células, también se debilita la capacidad de fabricar sangre. A nivel científico, las células se
renuevan incesantemente, por lo que no se debería envejecer ni morir; sin embargo, hasta ahora, no
he encontrado todavía a nadie que no envejeciera y que fuera inmortal. Por eso, el que ha nacido,
sin duda alguna, tiene que morir. Por eso, el que ha vivido durante diez años, ha venido muriendo
durante diez años, y, como va muriendo, el que ha vivido diez años tiene el cuerpo muerto de diez
años y el que ha vivido durante cincuenta años tiene el cuerpo muerto de cincuenta años. Por eso, en
este cuerpo que ha ido muriendo durante tantos años, no es nada extraño encontrar arrugas en la
cara o endurecimiento en las venas o factores de cáncer. Como el hombre está hecho para morir, es
muy lógico que encontremos en su cuerpo más factores que le lleven hacia la muerte que en uno
joven. En el interior de cualquier cuerpo, se encuentran los factores que desarrollarán un cáncer o
una hemorragia cerebral. El hombre vive con estos factores. Es una equivocación creer que se
puede vivir siempre con el cuerpo mismo de un bebé mientras se van cumpliendo años.
Una persona estaba muy preocupada porque su presión sanguínea era alta; sin embargo, estaba
gruesa. Por esta razón, al estar gruesa, si su tensión fuera baja, la sangre no podría circular. En el
caso de la conducción de aguas de una ciudad, ocurre lo mismo: para mandarla a un lugar de mayor
altura, hay que subir la presión. Lo mismo que en este caso, para que la sangre circule hasta el
cerebro en quienes están obesos y presentan un estancamiento en el cuerpo, la presión sanguínea
tiene que subir. Por eso, aunque la presión de quienes están gruesos esté alta, es normal; no es nada
extraño. Sin embargo, como intentan bajar la presión a la fuerza, convencidos de que la tienen
demasiado alta, puede que sufran reblandecimiento cerebral o que el cuerpo empiece a pudrirse con
sabañones. El fenómeno de que los gordos tengan la tensión alta y de que los delgados la tengan
baja, es lo normal. Y también los que tienen los vasos sanguíneos endurecidos, es natural que la
tengan alta. Olvidándose de esta diferencia que hay entre unos y otros, se suele emplear, sin
consideración, medicamentos para bajar la presión sanguínea, pensando que ésta tiene que ser la
misma para todos. Vienen a hacer como el contable que, en teoría, intenta nivelar su contabilidad. A
través de este intento de ajustar el “debe” y el “haber” no se dan cuenta de que se va forzando de
forma irrazonable la condición del cuerpo. Hay que tener la convicción de que, en lo profundo, cada
uno tiene un factor que le predispone a morir y que cada día nos estamos acercando a la muerte un
paso más. Creer que la muerte ocurre repentina y casualmente o pensar que ésta es un fenómeno
exclusivo de uno mismo y su familia, renovando el llanto cada vez que hay un difunto, no es nada
lógico. Si uno muere, ello no representa ningún fenómeno desafortunado: no es más que lo lógico y
natural que se realiza tal y como debe realizarse.
Aunque estemos vivos en este momento, dentro del cuerpo existen factores que causarán la muerte.
Pero al descubrir alguno de esos factores, uno se preocupa anticipando su muerte.
Al imaginar escenas de temor, la cara palidece. Al imaginar escenas que causan vergüenza, el rostro
enrojece. Lo que se ha imaginado, no termina en el pensamiento, sino que causa esta clase de
cambios en el cuerpo. Cuando se cree que se va a perder el partido, la fuerza de todo el cuerpo se
pierde. Sin embargo, con sólo pensar que con un esfuerzo más podremos ganar, surge la fuerza. Si
cargamos con el equipaje ajeno, éste nos resulta pesado, pero el nuestro nos resulta ligero. Ahora
bien, si por el equipaje ajeno recibimos una buena propina, éste se nos hace liviano. De esta manera,
según el contenido de nuestra imaginación, toda la fuerza interior del cuerpo varía. Por lo que el
asociar en nuestra imaginación la idea de que uno va a morir y descubrir que se encuentra mal, es lo
mismo, es empezar a correr en esa dirección. Más que enfocarlo de esta manera, es mejor orientar la
imaginación hacia cosas alegres que hagan que uno se encuentre lleno de vida. De esta manera
surgirá más ánimo. Hay niños que sienten complejo de inferioridad sólo por tener una mancha en la
piel o porque tienen la nariz uno o dos milímetros más chata de lo normal; esto me parece raro. Hay
casos en que incluso los propios padres están influyendo en ello. Más que hacer imaginar estas
cosas, hay que orientar su imaginación de modo que puedan pensar en cosas alegres o en algo que
les proporcione más fuerza. Los mismos padres imaginan cosas que debilitan su propia fuerza
interior, como por ejemplo: “¿Tendré cáncer?” Y ello no acaba aquí, sino que incluso van diciendo a
los niños: “Tú tienes el cuerpo débil” o “Eres muy tozudo, te pareces a tu padre”. Así van
orientando su imaginación hacia un empeoramiento.
6- El método para orientar la imaginación.
Un niño se mareó cuando vio salir sangre al herirse en un dedo. Cuando un niño reacciona así,
significa que su madre suele alborotar más de la cuenta. En otra ocasión, el mismo niño se lastimó
cerca de mí. Le dije: “Sopla ahí, la sangre parará. Pruébalo”. Entonces sopló y dijo: “¡Ha parado!”
Le dije: “Esto sirve de esparadrapo”. Entonces contestó animadamente: “Ya no me hace falta
esparadrapo”. Y le indiqué: “Cuando pasen unos tres días, se te quitará solo, y si se quita solo, es
porque estaba bien tapado; esto es diferente a una venda, porque se va por sí solo, naturalmente,
cuando se cura”. Al cabo de tres días vino a enseñármelo diciendo que ya se había curado y a partir
de entonces ya no se marea aunque se haga daño. La causa del mareo no procedía de la disposición
natural del niño, era consecuencia de la influencia de la madre sobre el subconsciente del niño.
A veces, me encuentro con personas que a los cincuenta años siguen llevando faja. Eso era una
costumbre propia del período de Taisho (1911-1925). Cuando se tiene diarrea, a veces el vientre se
enfría. Esto hizo que se creyese que se tenía diarrea porque se enfriaba el vientre. Seguramente,
cuando eran niños su madre les enseñaría así y ahora, en cuanto se quitan la faja, tienen diarrea. Y
esto continúa aún a los cincuenta años.
En una ocasión vino un individuo con la faja puesta. Yo le dije: “Mantenerse saludable gracias a la
protección quiere decir que uno no está fuerte. Si sigue estando fuerte después de quitarse esas
cosas, podrá considerarse que de verdad está sano. Mi trabajo consiste en ayudar a que se consiga la
salud, así que vuelva usted después de quitarse la faja.” Así, tratándole mal, le mandé a su casa y le
puse el apodo de “el anticuado Taisho”. Después de una semana, volvió y decía muy extrañado:
“Me quité la faja y no tuve diarrea”. Le dije: “Eso es lo normal; no vivimos para fomentar el
comercio de la lana”. A partir de entonces dejó de ponerse la faja y el apodo “el anticuado Taisho”
se olvidó. Sin embargo, cuando dejan la faja de lana, los que son tozudos se ponen otra de algodón.
Las mujeres, cuando quedan embarazadas, se ponen faja el día del signo del Perro. Ya desde el
comienzo sacrifican a los niños en el altar de esas supersticiones. Oprimir el vientre es una molestia
cuando ya en éste no sobra espacio para el feto. La obligación de la madre es ofrecer al bebé el
espacio en el que pueda estar cómodo. Sin embargo, con o sin razón, se la ponen. Y para ello
escogen el día del Perro; es realmente extraño.

Vous aimerez peut-être aussi