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EXPERIMENTO DE MEUCCI. El
grabado muestra el dibujo
explicativo de Meucci, donde dos
personas se comunican a través de
hilos telefónicos.
La idea de que los hilos pudieran transmitir, no ya señales sino la voz humana misma,
parecía una hipótesis fantástica hasta el momento en que el telégrafo empezó a transmitir
palabras en clave. Los físicos dedujeron entonces que si era posible transformar las ondas
sonoras en corriente eléctrica variable, la palabra podía perfectamente ser enviada por
medio de los cables.
La prehistoria del teléfono se inició hacia 1854, cuando Boursel predijo que "el sonido podría
transmitirse en breve por medio de la electricidad". El primero en utilizar la palabra
"teléfono" fue Wheaststone en 1860, quien llamó así a un transmisor no eléctrico del habla
humana que él había diseñado y que fracasó. Pero el primero en construir un aparato que se
asemejara a lo que sería el teléfono fue el alemán Johann Philipp Reis, que en 1861 diseñó
uno destinado a transmitir sonidos musicales y dos años después mejoró sus dispositivos,
consiguiendo, al parecer, difundir por los hilos cantos y palabras inteligibles. No se sabe si
Reis produjo realmente la corriente "variable" necesaria para la transmisión de ondas
sonoras, o si sólo se trató de un zumbido eléctrico
provocado por la simple interrupción de contacto. Si
fue lo primero, habría que reconocer que Reis fue el
verdadero inventor del teléfono, quince años antes de
que Bell y Gray dieran a conocer sus aparatos.
Alexander Graham Bell se quedó con la gloria de haber
inventado el teléfono gracias sólo a haber llegado dos
horas antes a la oficina de patentes que Elisha Gray,
quien había concebido simultáneamente un modelo
casi idéntico al suyo. Estos singulares hechos
sucedieron el 14 de febrero de 1876.
Aquel día, después de cinco años de experimentos, Bell transmitió la primera frase telefónica
de la historia utilizando un transmisor de tipo químico. Sus palabras, fuera de programa, se
harían posteriormente célebres en los anales de la historia de la ciencia.
El inventor, habiendo derramado ácido sobre su traje, lanzó este sencillo y urgido mensaje
por el tubo a su ayudante que estaba en otra habitación: "Mr. Watson, venga aquí, le
necesito."
Había nacido el teléfono y Bell se apresuró a patentarlo. Apenas dos horas después de que
había concurrido a la oficina de patentes, hizo su
entrada en ella Elisha Gray, de Ohio, que en un
memorial describía un invento prácticamente igual al
de Graham Bell. La estrecha llegada en esta carrera
por obtener el teléfono tuvo que ser dirimida por los
tribunales de justicia, que, tras largos alegatos,
fallaron la causa en favor de Bell. Por sólo 120
minutos, Gray había perdido su oportunidad de
pasar a la historia como un inventor célebre.
Tras ser perfeccionado por Edison, el teléfono experimentó un rápido desarrollo técnico,
alcanzando en pocos años las proporciones de una amplia red de telecomunicaciones. En
1900, sólo la "Bell Telephone Company" contaba ya con más de un millón de abonados y
cerca de dos millones de líneas que transmitían anualmente nada menos que 2 mil millones
de conversaciones. Durante la década del veinte fue introducido el sistema automático y
desde entonces hasta la fecha el teléfono ha tenido una difusión impresionante a través de
todo el globo, hasta convertirse en uno de los aparatos más indispensables de uso cotidiano
y a la vez en una especie de símbolo del febril mundo moderno.