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PRESENTACIÓN

Con el objetivo de dar a conocer y colocar en la agenda pública peruana las medidas que en
materia de derechos humanos, uso de la fuerza y gestión de conflictos vienen adoptándose
desde el Sector interior, el 23 de febrero de 2016 se realizó el Seminario Internacional “Hacia
una política sectorial sobre derechos humanos, uso de la fuerza y gestión de conflictos”, en
las instalaciones de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Este documento presenta las relatorías, conclusiones y recomendaciones de este evento


que fue organizado por la Dirección General para la Seguridad Democrática del Ministerio
del Interior del Perú, en alianza con el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Oficina Regional para América del Sur del
Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo.

Para su desarrollo, se contó con la valiosa participación de expertos y expertas de Argentina,


Brasil, España y Perú, quienes participaron del debate sobre aspectos relacionados a
la constitución de una política sectorial en el Perú. Las ponencias mostraron algunas
experiencias comparadas exitosas sobre regulación del uso de la fuerza y en el diseño y
aplicación de protocolos de actuación policial para el mantenimiento y restablecimiento
del orden público; así como el balance del exitoso proceso peruano en la materia.

Además, las diversas presentaciones que se encuentran en esta publicación, parten de


la premisa de que la función policial tiene como misión la protección, seguridad y el libre
ejercicio de los derechos fundamentales de las personas y el normal desarrollo de las
actividades de la población. En este contexto, se puede afirmar que la defensa de los
derechos fundamentales de la persona y de su dignidad forma parte del núcleo central
del trabajo de la Policía y que ésta desempeña un papel trascendental en la sociedad para
garantizar su respeto.

Además, como ha sido enfatizado durante el Seminario, los estándares internacionales


sobre derechos humanos aplicados a la función policial, constituidos por el Código de
Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y los Principios Básicos
sobre el uso de la fuerza y armas de fuego por los funcionarios encargados de hacer
cumplir la ley, constituyen directrices mínimas a ser implementadas en los ordenamientos
jurídicos nacionales para que el uso de la fuerza no vulnere los derechos humanos.

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Durante el Seminario, se destacaron los importantes pasos dados por el Perú para
consolidar una regulación del uso de la fuerza policial respetuosa de los derechos de todos
los ciudadanos, así como las medidas orientadas a contar con protocolos de actuación
institucional para la gestión de conflictos sociales. En ese sentido, el Decreto Legislativo
N° 1186, del 15 de agosto de 2015, que regula el uso de la fuerza por parte de la Policía
Nacional del Perú, constituye el avance más importante dado por el Ministerio del Interior
para cubrir el vacío legal representado por la ausencia de una normatividad sobre esta
materia, otorgando seguridad jurídica a la actuación del personal de la Policía Nacional del
Perú en el cumplimiento de su finalidad constitucional.

De igual modo, el evento incluyó un taller de trabajo realizado los días 22 y 23 de


febrero, en las instalaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, con
la participación de especialistas internacionales, miembros de las fuerzas policiales y
fuerzas armadas, representantes de los diversos poderes del Estados, de la sociedad civil,
y de las organizaciones internacionales. Este permitió recoger aportes importantes para la
construcción del Reglamento del Decreto Legislativo N° 1186, el cual se encuentra próximo
a su ser aprobado por el Gobierno peruano. El cual contribuirá a la adecuada aplicación
de las disposiciones sobre el uso de la fuerza y permitirá que se complete el marco legal
que el efectivo policial deberá tener en cuenta cuando deba hacer uso de la fuerza en
cumplimiento de su finalidad constitucional, en defensa de la persona, la sociedad y el
Estado.

Otra expresión del interés del Ministerio del Interior por afirmar una política sectorial sobre
derechos humanos, uso de la fuerza y gestión de conflictos, lo constituyen los pasos que
se vienen dando para el establecimiento de un Centro de Instrucción en Mantenimiento
del Orden Público que garantice la estandarización de procedimientos y la especialización
de los efectivos policiales en esta materia. Permitiendo la consolidación de una doctrina
de derechos humanos, el diseño de una malla curricular especializada y la unificación de
criterios de actuación en diferentes contextos como los que representan las situaciones de
crisis en conflictos sociales.

De igual modo, resulta importante la aprobación del Manual de derechos humanos aplicados
a la función policial y la institucionalización del curso de formación de instructores e
instructoras policiales en derechos humanos. Estos esfuerzos han permitido que se cuente
con cerca de 300 policías capacitados en este tema, los cuales vienen coadyuvando en la tan
necesaria formación de otros policías en las reglas establecidas por la reciente regulación
del uso de la fuerza. Asimismo, es oportuno señalar la realización consecutiva, desde
hace dos años, de actividades de capacitación, con participación de expertos y expertas
de la Gendarmería francesa y el Comité Internacional de la Cruz Roja, sobre técnicas de
intervención policial para el mantenimiento del orden público. Ello con el objetivo de brindar

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instrucción a personal policial especializado sobre lineamientos técnicos aplicables a las
operaciones de este tipo, y en particular a las relativas a situaciones de crisis en conflictos
sociales.

El Seminario Internacional también permitió reflexionar en torno a los elementos


constitutivos de una política democrática en gestión de conflictos desde el Sector interior.
En el mismo sentido, este evento fue un espacio importante para profundizar en este tema
y recoger aportes para el diseño y la próxima aprobación de un protocolo de intervención
sectorial en la prevención y gestión de conflictos sociales. Con ello, podemos señalar que
el uso de la fuerza y la gestión de conflictos son dos competencias del Sector interior
donde hemos colaborado y se han dado avances importantes.

En las siguientes páginas, el lector y la lectora podrá encontrar importantes reflexiones


respecto de esta temática, con análisis de experiencias comparadas y propuestas
innovadoras para consolidar un uso de la fuerza policial y la gestión de conflictos desde
un enfoque de derechos humanos y el respeto de todos los ciudadanos y ciudadanas. Los
invito a poder revisar las relatorías del evento y promover, desde sus propios espacios de
trabajo, la continuación de estos esfuerzos en los tiempos a venir.

En la espera de que los esfuerzos y logros que recoge el presente documento puedan
contribuir en los temas de importancia para la construcción de un mejor país,

Cordialmente,

Alejandro Arturo Silva Reina


Director General
Dirección General para la Seguridad Democrática

Lima, 30 de junio de 2016

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SEMINARIO INTERNACIONAL
“Hacia una política sectorial sobre derechos humanos, uso de la fuerza y gestión de conflictos”

RELATORÍA DE PONENCIAS

PALABRAS DE BIENVENIDA

- Salomón Lerner Febres, Presidente del Instituto de Democracia y Derechos Humanos


de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP) (Perú)
- Amerigo Incalcaterra, Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado
de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH)
- María del Carmen Sacasa, Representante Residente del Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD)
- Alejandro Silva, Director de la Dirección General para la Seguridad Democrática del
Ministerio del Interior (DGSD) (Perú)

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Salomón Lerner Febres, Presidente del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la
Pontificia Universidad Católica del Perú (Perú)

El señor Salomón Lerner inició el evento agradeciendo la presencia de todos los asistentes
y recalcando la importancia del respeto de los principios y las normas de los derechos
humanos cuando exista un uso de la fuerza pública a raíz de situaciones de conflicto o de
disturbio. Tras ello, señaló que las causas principales de estas situaciones de conflicto
son, muchas veces, las protestas sociales en defensa del territorio en el que se habita o
del medio ambiente por parte de diversas poblaciones. Estas sienten que sus derechos
no son debidamente respetados por proyectos destinados a la explotación de recursos
naturales, reconociendo como origen de esta situación a la falta de imparcialidad por
parte de los Estados ante los intereses contrapuestos existentes en la sociedad. Una vez
ocurrida la protesta, los Estados suelen cometer un segundo grave error, el de sofocar
aquellas manifestaciones con un uso inmoderado de la fuerza el cual se traduce -muy
frecuentemente- en violaciones de los derechos humanos.

A pesar de la gravedad de este asunto, indicó que en muchos casos ese uso de la violencia
se encuentra aceptado y es aplaudido por varios sectores de la sociedad, los cuales creen
que cierta idea autoritaria del orden debe ser preservada sin importar el costo que haya
de pagarse. Enfatizó que la renuncia a ser árbitro imparcial y el uso abusivo de la fuerza
pública constituyen factores que corroen la legitimidad de un Estado y atentan contra el
orden democrático y la paz social.

Así, el ponente explicó que los problemas descritos anteriormente constituyen las cuestiones
de fondo cuando discutimos sobre el uso adecuado de la fuerza. En otras palabras, el
asunto central en las situaciones indicadas no es otra cosa que la validez y solidez de
nuestra democracia, características que dependen de la conciencia de sus ciudadanos de
que estamos ante un orden institucional, jurídico y social; justo, equitativo y comprometido
con la protección de los derechos de todos. En ese sentido, señaló que un Estado legítimo
es aquel que cumple con los deberes y realiza las funciones que la sociedad espera de
él, actuando con respeto estricto de la ley y colocando como fin supremo a la persona
humana y la dignidad que le es inherente. En tal contexto, el cumplimiento del deber que
lleva a resguardar el orden público es de necesaria observancia y ha de realizarse con
eficiencia e inteligencia para evitar incurrir en el irrespeto de los valores ciudadanos en
contextos de protestas descontroladas.

En razón a ello, indicó que contrariamente a lo que suele afirmarse con cierta demagogia, el
enfoque de un uso adecuado de la fuerza en situaciones de conflicto no equivale de ninguna
manera a que el Estado abandone su obligación de resguardo del orden público, mucho
menos equivale a pedir una policía débil, inerme e incapaz de actuar con energía cuando
ello sea necesario. Por el contrario, afirmó que solamente una policía que pueda actuar
con eficacia técnica, con prontitud y con respeto de la población, podrá ver asegurado
el respeto que se le debe y a su vez servirá para resolver más prontamente y sin mayor
violencia situaciones conflictivas.

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Finalmente, Salomón Lerner comentó que las exposiciones que se presentarán durante el
evento, precisarán las ideas comentadas desde una perspectiva jurídica acompañada por el
conocimiento técnico especializado. De este modo, será importante saber si la vinculación
entre el uso de la fuerza y el respeto de los derechos humanos se nos ofrece como algo
inaudito o más bien se trata de una materia sobre la cual existen desde hace varios años
estándares internacionales y diversas experiencias aleccionadoras alrededor del mundo.
Es precisamente en los Estados considerados más eficientes y más democráticos, en
donde se ha acumulado un saber y una pericia que se hayan dirigidos a asegurar, por un
lado, la eficiencia policial y, por otra parte, el respeto a la vida, la integridad y los derechos de
la población. En ese sentido, concluyó indicando que la solución al problema no se centra
en crear formulas extrañas, sino en compartir y aplicar lo que ya sabemos que funciona.
Debido a ello, la realización del presente seminario es una invitación al aprendizaje colectivo
y un llamado a fortalecer el espíritu democrático de las comunidades políticas.

Amerigo Incalcaterra, Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

El señor Amerigo Incalcaterra destacó que la región ha sido partícipe, en los últimos años,
de una serie de movimientos sociales que reclaman derechos relacionados a la vida en
sociedad y a condiciones de vida digna. Por ejemplo, los estudiantes chilenos reclamando
por el derecho a la educación; en Brasil, exigiendo el derecho a la salud, a una vida digna y
al agua; el caso de muchas poblaciones indígenas que solicitan el reconocimiento de sus
derechos basados en los conocimientos ancestrales y la posesión de las tierras; entre otros
muchos reclamos que provienen de diversos sectores históricamente discriminados, como
las agrupaciones LGTBI, las mujeres, los niños, niñas y adolescentes. Es decir, estamos
viviendo en una región en la cual hay un auge en cuanto al reclamo de la sociedad hacia el
Estado en relación a sus derechos. Y, cuando uno se encuentra en situación de protesta, la
primera respuesta que uno busca es saber cuáles son las medidas que el Estado adoptará
para satisfacer mis derechos básicos.

En función a ello, el ponente explicó que cuando en la región y en el mundo no se toman en


cuenta estos reclamos, cuando no se da una respuesta adecuada o cuando no se tiene una
comunicación adecuada, comienzan a generarse los conflictos. Los conflictos no nacen o
crecen por sí mismos, existe una historia detrás de cada uno de los reclamos; sin embargo,
dicha historia o proceso pasa desapercibido y recién conocemos la existencia del conflicto
cuando aparece el movimiento de protesta. El representante del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas, lamentó que las respuestas a estas situaciones no han sido del todo
adecuadas, como es el caso de algunos de los conflictos de los cuales Perú ha sido
testigo. ¿Qué ha pasado con estos conflictos?, ¿Cuáles han sido las respuestas que se han
dado?, ¿Por qué se han originado? Estas son algunas lecturas y reflexiones que se deben
de desarrollar para poder superar la situación del enfrentamiento de las fuerzas públicas,
que son el último recurso que hay que usar para la solución de un conflicto.

Cabe indicar, además, que en el uso de la fuerza se observa que los países no se han
preparado de forma adecuada, todavía se encuentran presentes estructuras de seguridad
atadas a concepciones doctrinarias que deberían ser superadas. En una democracia es

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importante que la doctrina dentro de las fuerzas de seguridad sea estrictamente atada
a un Estado democrático, a un Estado de derecho. Por otro lado, no se ha capacitado
debidamente a las fuerzas nacionales, y según la lectura que se está realizando desde las
Naciones Unidas, la región va a enfrentar cada vez más conflictividad social por diversas
razones.

Es ahí donde se encuentra la cuestión de cómo respondemos ante esta situación:


¿reprimimos o buscamos canales de discusión y de garantía de los derechos?

Ante esta problemática, el ponente recordó que los Estados se han obligado
internacionalmente, han adquirido libremente un conjunto de normas internacionales que
le obligan a tener cierto comportamiento. Comportamiento que si fuese tomado en cuenta
prevería muchos de los conflictos que vive la sociedad hoy en día. Para graficar mejor esta
situación, dio como ejemplo un país con la necesidad de explotar sus recursos naturales,
de una manera participativa y de diálogo, como señala el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), consultando con los pueblos originarios o con aquellas
comunidades que se van a ver afectadas por una actividad empresarial. En ese sentido,
señaló que si se hace un proceso de consulta previa, se evitarían muchas de las dificultades
que se enfrentan, porque uno sabría cuáles son los problemas y podría tomar medidas de
mitigación para evitar la conflictividad.

El ponente recordó también que hay diversos expertos encargados de analizar al país y citó
como ejemplo el caso de Bagua. En este caso, a pesar de que se contó con la visita y opinión
del Relator Especial sobre Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, nos preguntamos si
se tomaron en cuenta las recomendaciones formuladas para ese tema o si se consideró
lo desarrollado por los Comités de las Naciones Unidas respecto de la materia. Así, hay
una serie de recomendaciones que si se analizan con detenimiento van a dar respuesta a
muchas de las situaciones de conflicto que se viven en la región.

El ponente cerró su participación enfatizando que se continuará viendo está índole


de conflictividad social en el futuro y que se la debe de analizar utilizando aquellos
instrumentos jurídicos apegados a la normativa internacional sobre el uso de la fuerza y
de las armas. Luego, señaló que la alianza que se ha establecido entre el ACNUDH, el PNUD
y el MININTER, muestra la sensibilidad y el interés de las autoridades por solucionar estas
situaciones desde un enfoque que respete los compromisos internacionales. Finalmente,
recalcó que a este primer paso debe seguir la producción de un reglamento, instructivos
y protocolos que afinen ese conjunto de normas y principios, y permitan que las fuerzas
públicas realmente se sientan cada vez más fortalecidas en su accionar.

María del Carmen Sacasa, Representante Residente del Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo

La señora María del Carmen Sacasa saludó la realización del evento e indicó que deseaba
referirse a tres temas. El primero de ellos, referido a los Objetivos de Desarrollo Sostenible
de las Naciones Unidas. Al respecto, indicó que si bien esta agenda es nueva en términos de
paradigma, pues tiene un enfoque distinto y más integral, al mismo tiempo recoge mucho

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lo que se ha venido trabajando a lo largo de los años a partir de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos. Por ejemplo, por primera vez se hace mención explícita, en el
eje de desarrollo, a un objetivo asociado al tema de sociedades pacíficas y justas, y se
aborda de forma directa el acceso a la justicia. Por ello, la representante considera que
esta agenda se vuelve cada vez más vigente debido al contexto de amplia conflictividad
social que estamos viviendo.

Luego, indicó que el papel del PNUD en estos casos tiene que ver con fortalecer a las
instituciones para que puedan brindar a la ciudadanía un espacio de diálogo, donde esta
sea escuchada y se sienta incluida en la toma de decisiones, y así evitar la proliferación de
conflictos. Por ello, la representante consideró que los espacios de participación ciudadana
son necesarios e importantes, y que lo que se busca trabajar es que las protestas legítimas
no se vuelvan violentas. Asimismo, señaló que en ese marco, el análisis de la ley de uso
de la fuerza y su reglamentación, tiene más vigencia que nunca dado el contexto de
conflictividad que viven los países de América Latina.

La señora Sacasa se refirió también al ámbito económico y el impacto que tiene la


conflictividad social sobre este rubro. Los conflictos sociales pueden generar un gran
impacto en el Producto Bruto Interno (PBI). En ese sentido, si existe realmente una
preocupación de todos los sectores por garantizar el crecimiento económico, hay que ser
conscientes de cuánto afecta la conflictividad social en este aspecto, pues actualmente
impacta entre un 1.5 y 4% del PBI.

La participante retomó y resaltó lo mencionado anteriormente con respecto a la necesidad


de que la ciudadanía tenga confianza en las instituciones, el no generar un poder
concentrado, la importancia de la participación de la ciudadanía, la no limitación de los
espacios de gestión y participación por parte del sector público, y las causas estructurales
como la desigualdad. Destacando la importancia de estas últimas, por jugar un papel
importantísimo en la generación de conflictos sociales. Así, señaló que según varios
expertos que participaron en la elaboración del informe de seguridad ciudadana que
elaboró el PNUD, la violencia se desarrolla por los cambios estructurales en los núcleos de
la familia, la situación económica estructural, los facilitadores del delito y las limitaciones
que tiene el Estado en tener presencia en todas las zonas del país.

Finalizando su participación, la señora Sacasa resaltó la importancia del trabajo en


conflictividad social, democracia y seguridad ciudadana que desarrolla el MININTER o la
Dirección General para la Seguridad Democrática del Sector Interior, por ser temas cada vez
más vigentes y relevantes para nuestras sociedades, y que contribuyen a que haya mayor
democracia. En consecuencia, expresó sus deseos por garantizar que el cumplimiento de
los Objetivos de Desarrollo Sostenible sea un tema de todos los sectores de la sociedad
peruana.

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Alejandro Silva, Director de la Dirección General para la Seguridad Democrática del
Ministerio del Interior (Perú)

El ponente comenzó agradeciendo la alianza que se ha venido dando entre el MININTER,


la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), el IDEHPUCP, el ACNUDH y el PNUD,
así como por el intenso trabajo realizado para que este evento sea posible. Asimismo,
consideró que presentar y promover el debate en torno a las medidas adoptadas por
el Estado peruano en materia de regulación del uso de la fuerza por parte de la Policía
Nacional es de suma importancia, así como el diseño de los protocolos de actuación
institucional para la gestión de conflictos sociales. En ese sentido, indicó que se tiene
por objetivo la generación de condiciones de sostenibilidad al proceso que se dirige a
consolidar una política sectorial desde un enfoque de los derechos humanos. Para lograr
este objetivo es necesario contar con una política del Sector Interior sobre estas materias
y construir instrumentos para un tratamiento integral y sostenible de ambos temas con la
implementación de los estándares y la jurisprudencia que se ha desarrollado en el país y a
nivel internacional.

Asimismo, explicó que el seminario es un espacio propicio para el señalamiento de las


funciones y los esfuerzos que la Policía Nacional del Perú viene dando para intentar avanzar
en el tratamiento democrático de los temas materia de debate. Más aún si consideramos
su trabajo de mantenimiento y restablecimiento del orden público, el cual muchas veces
exige la restricción de derechos fundamentales mediante el uso de la fuerza. Enfatizó que
en estos casos el uso de la fuerza se debe ejercer con profesionalismo y en armonía con
la legislación nacional y con las obligaciones y los estándares supranacionales que tiene
el Estado. Ya que un Estado, al ser parte de un tratado en materia de derechos humanos,
no solo se compromete con la sociedad internacional sino con las personas dentro de su
jurisdicción. Además, esto no debe ser visto como una limitación para afrontar los retos
que en materia de seguridad y orden público conciernen a la policía, sino como un camino
para atender el legítimo reclamo ciudadano de seguridad y paz social.

Cerrando su participación, consideró que la consolidación de una política pública sectorial


en materia del uso de la fuerza y gestión de conflictos, atiende a la necesidad de construir
una institución policial de naturaleza civil al servicio de la comunidad. En ese sentido,
tanto la aprobación del Decreto Legislativo Nº 1186, como la adopción de otras medidas
institucionales destinadas a fortalecer la actuación policial, buscan afirmar la relación
indesligable entre el ejercicio de la función policial y el rol de garante de los derechos
fundamentales.

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MESA 1
Los derechos humanos y uso de la fuerza:
estándares internacionales aplicados a la función policial

- Amerigo Incalcaterra, Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado
de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH)
- Carlos Rivera, Coordinador del Área de Defensa Legal del Instituto de Defensa Legal
(IDL) (Perú)
- Elizabeth Salmón, Directora del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la
Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP) (Perú)
- Moderador: Cristian Solis, asesor de la Dirección General para la Seguridad Democrática
(DGSD) (Perú)

Amerigo Incalcaterra, Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

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Amerigo Incalcaterra, Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

El señor Incalcaterra centró su presentación en explicar los estándares internacionales en


materia del uso de la fuerza. En ese sentido, indicó que el tema era de suma relevancia ya
que estos estándares o parámetros representan reglas mínimas y básicas para la tutela de
los derechos humanos, y que no pueden ser desconocidos por haber sido creados por los
propios individuos.

En ese sentido, a fin de brindar algunas pautas introductorias, el ponente indicó que,
conforme a los tratados y las obligaciones internacionales contraídas por el Estado
peruano, los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley no solo tienen la obligación
de respetar los derechos humanos, mediante la abstención de realizar acciones que
puedan vulnerar derechos humanos; sino también de garantizarlos, mediante la toma de
acciones orientadas a prevenir o combatir cualquier posible violación de derechos por
parte de terceros. Pero, en sentido opuesto, el uso de la fuerza policial como medida de
control y mantenimiento del orden puede vulnerar, en determinados casos, una variedad de
derechos consagrados en los tratados Internacionales ratificados por el Estado peruano,
siendo los principales la vida, la integridad personal y la libertad y seguridad personal.

Con respecto al primer derecho, se encuentra reconocido por el artículo 6 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y, para comprender su envergadura,
muchas veces hay que tomar en cuenta lo que dice el órgano de control de ese tratado. En
este caso, la relación entre el derecho a la vida y el uso de la fuerza ha sido desarrollada
por la Observación General Nº 6 del Comité de Derechos de las Naciones Unidas, donde se
indicó que los Estados partes deben adoptar medidas adecuadas para el uso de la fuerza,
a fin de limitar el potencial perjuicio que se puede dar por el uso de ésta. Para ello, además,
cabe recordar que el uso de la fuerza es privativo del Estado y es otorgado a una instancia
que es la Policía.

Por otro lado, en relación a la integridad personal, el ponente señaló que este derecho se
encuentra reconocido por el artículo 7 del PIDCP, siendo este un artículo que se debe tomar
especialmente en cuenta en cualquier tipo de operaciones policiales. En ese sentido, el
señor Incalcaterra hizo referencia a la Observación General Nº 20 del Comité de Derechos
Humanos para explicar el deber de los Estados de crear legislaciones que prohíban la
posibilidad de que sus fuerzas policiales puedan incurrir en actos de tortura o a penas
o tratos crueles, inhumanos o degradantes, y otorguen la garantía necesaria para todos
los individuos en contra de este tipo de acciones. Por último, mencionó la prohibición
enunciada en el artículo 7, refiriéndose al acto de tortura no únicamente como daño físico,
sino también como daño moral.

Finalmente, con respecto a la libertad y las seguridades personales, el ponente especificó


que estos derechos se encuentran reconocidos en el artículo 9.1 del PIDCP, enfatizando
que cualquier causa de detención debe de ser establecida por una ley, para evitar -por una
parte- detenciones ilegales y, por el otro, eliminar la arbitrariedad durante el cumplimiento
de función policial. Para explicar mejor su contenido, citó la Observación General Nº 35 del

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Comité de Derechos Humanos y explicó el deber del Estado de tener protocolos adecuados
e identificados por sectores sociales que permiten una actuación profesional de sus
fuerzas policiales.

En ese mismo orden de ideas, el ponente destacó la importancia de tres instrumentos de


soft law para interpretar de manera más adecuada estos estándares. En primer lugar, hizo
referencia al Código de conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de
1979, donde se empieza a establecer un límite, especificando que el uso de la fuerza puede
solo ser efectuada bajo los principios de proporcionalidad, legalidad, responsabilidad y
necesidad. En segundo lugar, hizo mención de los Principios básicos sobre el empleo de
la fuerza y de armas de fuego por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley
de 1990, donde se establece cuales son las condiciones que se deben cumplir para el
empleo de las armas de fuego. En último lugar, aludió a los Principios relativos a una eficaz
prevención e investigación de las ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias de 1989,
en las cuales se establece la prohibición por ley de todas las ejecuciones extrajudiciales,
arbitrarias y sumarias.

Indicó también que los dos primeros instrumentos se encuentran incorporados en el marco
regulatorio sobre el uso de la fuerza de la Policía Nacional del Perú a través del “Manual de
derechos humanos aplicados a la función policial” en donde se reconocen los principios
de legalidad, necesidad, proporcionalidad y responsabilidad. Esos principios han sido ya
incorporados a la legislación nacional y tienen que ser parte integral de la enseñanza y de
la implementación del uso de la fuerza por parte de los efectivos policiales.

A continuación, se hizo referencia a los principios que establece Naciones Unidas con
respecto al uso de la fuerza. En primer lugar, indicó que de acuerdo al principio de legalidad
el uso de la fuerza debe de ser autorizado y regulado por ley, pudiendo ser usada en caso
de prevención de un delito y para practicar una detención. En cambio, el uso de las armas
de fuego puede darse en caso de defensa propia o de otras personas, en caso de peligro
inminente de muerte o lesiones graves, para evitar la comisión de un delito grave que
amenace la vida o durante la detención de una persona que represente un peligro de esa
naturaleza. En segundo lugar, en cuanto al principio de necesidad, señaló que el uso de la
fuerza y armas de fuego podrán usarse solamente cuando otros medios resulten ineficaces,
es decir, la fuerza será necesaria cuando es inevitable para lograr un objetivo legítimo,
cuando la fuerza utilizada no excede lo necesario para lograr el objetivo legal, y cuando
se emplea contra quien represente una amenaza inmediata. En tercer lugar, con respecto
al principio de proporcionalidad señaló que éste se refiere al equilibrio entre la gravedad
de la amenaza y la cantidad de fuerza a utilizar, por lo que la fuerza debe de aplicarse con
moderación y los daños consecuentes deberán ser los mínimos posibles. Por último, en
función del principio de responsabilidad deberán establecerse procedimientos eficaces
para presentar informes y recursos para que los oficiales superiores traten los casos en los
que se produjo un supuesto uso de la fuerza ilícito, centrando esta responsabilidad en los
superiores y no en el agente cuando los primeros, conociendo o debiendo haber conocido,
no adoptaron medidas frente a abusos cometidos por sus subordinados, quienes tendrán
inmunidad si se niegan a ejecutar órdenes ilícitas y no podrán alegar obediencia de órdenes
superiores si cometen abusos.

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En el marco de estas pautas o principios, el expositor continuó su presentación señalando
que los órganos de control de los tratados se encuentran evaluando la situación de Perú
respecto a estas materias, siendo responsabilidad de este país demostrar qué es lo que
está haciendo para dar cumplimiento a sus obligaciones internacionales. En ese sentido,
remarcó la observación final a los informes periódicos 18° a 21° del Perú presentados
al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial el 25 de setiembre del 2014,
señalando que el Comité notaba con preocupación el uso desproporcionado de la fuerza
contra miembros de la población indígena que se oponían a proyectos extractivos
y del impacto que podía tener la adopción de la reforma al Código Penal que exime de
responsabilidad a agentes que produzcan muertes o lesiones por el uso de la fuerza (Ley
Nº 30151). A raíz de lo expuesto, el Comitñe propuso la adopción de las medidas necesarias
para garantizar el respeto al principio de proporcionalidad y de estricta necesidad en el uso
de la fuerza, y recomendó la derogación de la Ley Nº 30151. Luego de esto, el ponente
analizó brevemente los informes periódicos de los años 2013 y 2012 en relación al mismo
tema, recalcando la importancia de que el Gobierno peruano legisle, establezca principios y
limite las acciones de las fuerzas de seguridad y que permita que las fuerzas se encuentren
fortalecidas en su actuación.

Amerigo Incalcaterra finalizó su presentación señalando la importancia de algunas de las


recomendaciones efectuadas por el Relator Especial sobre ejecuciones extrajudiciales,
sumarias o arbitrarias a las Naciones Unidas. Entre ellas, la necesidad de elaborar
una observación general sobre el derecho de la vida (Comité de Derechos Humanos) y
directrices sobre armas menos letales, entre otras cuestiones, que identifique claramente
el uso diferenciado de la fuerza. Ello ayudará a tener un mayor entendimiento de cuáles
son los comportamientos que se esperan de los Estados en esta materia. Asimismo, el
Relator solicita a las Naciones Unidas colaborar con las iniciativas regionales y nacionales
de derechos humanos, incluido los medios académicos, recomendación que se está
efectuando en ese momento en el Seminario Internacional y en estos últimos meses a
través de la colaboración estrecha con el MININTER.

Carlos Rivera, Coordinador del Área de Defensa Legal del Instituto de Defensa Legal (Perú)

El ponente agradeció la invitación y la oportunidad de debatir estos temas con distintos


especialistas. Tras ello, indicó que, dado que el comisionado Incalcaterra explicó los
estándares en la materia, su presentación se centrará en reflexionar respecto a las
condiciones o escenarios en las que se puede o debe aplicar el uso de la fuerza y, por
ende, su marco normativo. Así, en el caso del Perú, sostuvo que es posible encontrar tres
contextos que han llevado al Estado a regular esta materia.

El primer elemento hace referencia al Perú como una sociedad postconflicto armado
interno, con muchos problemas y muchos asuntos no resueltos. Así, cuando se analiza
la agenda de derechos humanos en el país, uno tiene que dirigir su mirada al Informe
Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. En éste se encuentran muchos temas
directamente vinculados al uso arbitrario y abusivo de la fuerza, los cuales aún no han sido
resueltos.

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Un segundo elemento, se centra en la cantidad de conflictos sociales vigentes o por venir
en el territorio peruano. Ejemplos recientes de ello son los temas de Conga, Tía María
o La Oroya. El ponente destacó que en estos conflictos existen algunas similitudes con
respecto a la forma en cómo se han desarrollado. Así, explicó que los recientes conflictos
se han caracterizado, por un lado, por la proliferación de protestas que se desarrollan
masivamente por miles de personas que se sienten desairadas con el accionar estatal. Por
otro lado, indicó como segunda característica de estos fenómenos sociales el ejercicio de
la violencia, siendo este un elemento frente al cual el ponente se cuestiona si la respuesta
del Estado debe realizarse mediante la presencia de la Policía, las Fuerzas Armadas y los
toques de queda, o si deben implementarse otro tipo de políticas.

En tercer lugar, señaló que la normativa y aplicación del uso de la fuerza de nuestro país
también se ha efectuado en un contexto donde existen grandes problemas de seguridad
pública. Al respecto, recordó que hay por lo menos tres ciudades importantes que están
cerrando su ciclo de estado de emergencia no por la violencia política, sino por la inseguridad
pública. Esta situación se ha comprobado por una fenomenología de la inseguridad pública
que se está consolidando en el Perú, como es el caso de jóvenes ingresando masivamente
a la comisión de hechos delictivos, la comisión de hechos violentos con una utilización
más constante de armas de fuego y la aparición del sicariato. Ante ello, la sociedad exige
mayor presencia, eficacia y control policial para enfrentar ese tipo de fenómenos.

Debido a estas razones, el ponente señaló que cuando se revisa la implementación y


ejecución de las normas del uso de la fuerza, este análisis debe realizarse sobre la base
de un contexto sumamente complejo. Asimismo, esta problemática también requiere
una reflexión sobre el rol de la Policía, dada la importancia que tiene este tema en la
consolidación del régimen democrático y del Estado de derecho. De este modo, a las
fuerzas policiales se le plantean retos importantes relacionados con el uso de la fuerza,
por ejemplo, en materia de seguridad y de eficacia en la persecución del crimen. Además, el
ponente considera que las normas relacionadas al uso de la fuerza que ahora se plantean,
establecen un reto nuevo, esto es: el respeto a la ley y el respeto a los derechos de la
persona. Ya no se trata únicamente sobre cómo se captura a un delincuente, sino cómo se
contribuye a fortalecer el marco institucional de nuestra democracia, el respeto de la ley y
de las personas involucradas.

Por lo tanto, se trata también de un rol del Estado frente a la sociedad. Es ahí donde hay una
tensión muy fuerte entre lo que es una apuesta represiva frente a la inseguridad pública
o las tareas que tradicionalmente fueron de la policía, y la protección de los derechos
fundamentales. En otras palabras, se están poniendo en discusión las condiciones en las
que funciona el Estado frente a los derechos de los ciudadanos. Para ejemplificar esto,
el ponente analizó el tema de la consulta previa, el cual se encuentra vinculado no solo
al derecho de los pueblos indígenas sino a cómo el Estado debe reaccionar frente a un
problema de naturaleza social, económico, político e institucional; y que, de una u otra
manera, ha sido un factor que ha tenido que ver con los conflictos sociales presentes en
los últimos años y con las condiciones en las que el Estado peruano se relaciona con la
población. En ese sentido, Carlos Rivera cuestionó la importancia de discutir sobre las
reglas del uso de la fuerza en estos contextos si previamente, antes de una conflictividad

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social mucho más intensa, el Estado no cumple con brindar un mínimo de información
y transmisión de estrategias de comunicación respecto de lo que va a ocurrir en un
determinado ámbito social frente a una gran inversión minera.
Esto también se observa, según el expositor, en el momento en que se plantean campañas
tales como “Chapa tu choro”, “Fuerzas armadas a la calle”, entre otras; en las cuales, en
realidad, nadie está poniendo en debate las reglas del uso de la fuerza, aquello que se está
poniendo en debate es una tendencia -que se ha ido consolidando en el tiempo- a tener
una inclinación por una perspectiva mucho más represiva y, en consecuencia, el debate de
los derechos de las personas pasa a un segundo plano.

Por otro lado, el ponente mencionó la existencia de algunos avances importantes en la


temática. En primer lugar, la existencia de una normatividad internacional clara y concreta
que expresa que es lo que se desea regular con las normas del uso de la fuerza. En segundo
lugar, la existencia de algunas sentencias que son de particular importancia para analizar
aquello que no se debe de hacer para proteger derechos fundamentales. Explicando con
mayor profundidad este segundo avance, el señor Rivera hace mención de dos sentencias
distanciadas en el tiempo, esto con el objetivo de percibir el progreso de interpretación
desde el Sistema Interamericano: en primer lugar, la sentencia del caso Durand y Ugarte
de agosto del año 2000 y, en segundo lugar, el caso Cruz Sánchez contra Perú de abril del
año 2015. En la comparación de estos dos casos, se observa que en el segundo existe
una doctrina mucho más desarrollada en cuanto a las condiciones básicas que debe de
respetar el Estado y los principios que este debe de tener en consideración para evitar la
transgresión de derechos fundamentales.

De este modo, analizó a profundidad la acción de la Corte Interamericana en el segundo de


los casos, explicando que en la sentencia se señala que los Estados tienen la obligación
de garantizar la creación de las condiciones que se requieren para que no se produzcan
violaciones de los derechos básicos, y el deber de impedir que sus agentes atenten contra
ellos. Es fundamental acoger esta normatividad internacional porque, si bien existe, por sí
misma no resuelve todos los problemas. Por lo tanto, la Corte Interamericana plantea un
reto a los Estados: la creación y existencia de ciertos procedimientos y estrategias que
estos deben de cumplir para un adecuado uso de la fuerza y el respeto de los derechos
humanos. Principios tales como la legalidad, la absoluta necesidad y la proporcionalidad,
los cuales deben de guiar la acción del Estado en este tipo de circunstancias.

El ponente finalizó su presentación realizando una evaluación propia en base a los casos
estudiados, señalando como la Corte Interamericana, en su jurisprudencia, no nos plantea
nuevos estándares de respeto, cumplimiento y protección de los derechos fundamentales,
más bien está plateando una mirada a los instrumentos fundamentales del Sistema
Interamericano y del Sistema Universal. Por lo tanto, lo nuevo que propone es la existencia
de procedimientos y estrategias para que esos derechos se respeten, obligación de suma
importancia que los Estados deben cumplir a cabalidad.

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Elizabeth Salmón, Directora del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la
Pontificia Universidad Católica del Perú (Perú)

La señora Salmón agradeció al público por su presencia y señaló que su presentación


se concentrará en realizar algunos breves apuntes adicionales a lo que ya se ha dicho, al
ser este un tema de gran relevancia para la realidad nacional. De este modo, recordó que
el tema de la mesa era “estándares internacionales en materia de derechos humanos”; a
pesar de ello, probablemente aún no queda claro qué es un estándar o qué entendemos
por ese concepto. Se ha hablado de tratados en los que el Perú es parte, de sentencias de
la Corte Interamericana, de observaciones generales del Comité de las Naciones Unidas
y de otros instrumentos. Entonces, cabe preguntarse, ¿qué cosa es todo esto y cómo se
relaciona con el concepto de estándar?

Así, la ponente indicó que como primer acercamiento al concepto resultaba preciso señalar
que un estándar no es la solución final del problema. Por el contrario, los estándares
internacionales en realidad ocupan una posición mínima y solo proveen herramientas
adicionales para solucionar los problemas que las sociedades presentan. En ese sentido,
las soluciones internacionales representan una ayuda para que las respuestas nacionales
sean mejores, pero no evita que los Estados sean los primeros responsables de dar
solución a sus problemas. Cabe además considerar que los estándares internacionales son
comunes para varios Estados; por lo tanto, aunque pudiese parecer que los problemas del
Perú son irresolubles, ello no es cierto puesto que hay otros países que también enfrentan
este tipo de problemas.

En segundo lugar, la ponente explicó que, conforme al Diccionario de la Real Academia,


un estándar es un tipo, modelo, patrón o referencia a seguir. Por ello, cuando hablamos
de este concepto, no solamente hablamos de tratados o normas escritas, sino que ese
estándar o modelo que debemos seguir está compuesto también por el conjunto de
pronunciamientos, sean vinculantes o no vinculantes, emitidos por los organismos de los
sistemas de protección de derechos humanos y organismos internacionales en general.
En ese sentido, el estándar es mucho más amplio que la idea de un tratado. Esto es por
dos razones: primero, porque los estándares son un elemento que nos ayuda a cumplir con
esos compromisos que los Estados han adoptado de acuerdo al modelo que esperan estos
organismos internacionales. En segundo lugar porque, en materia de uso de la fuerza,
los estándares internacionales se alimentan de dos disposiciones, dos instrumentos de
soft law que movilizan, empujan, hacen avanzar el sistema y el conjunto de estándares
internacionales.

Por esto, la señora Salmón destacó la importancia y relevancia que actualmente tienen
las normas de soft law en esta materia. Explico que, en su opinión, tanto el Código de
conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir, como los Principios básicos
sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por los funcionarios encargados de
hacer cumplir la ley, son un núcleo esencial para entender cómo se debe usar la fuerza
respetando los derechos humanos. Es decir, el uso de la fuerza y el tema de los derechos
humanos no poseen una relación pacifica, sino que es necesario que existan ciertas pautas
muy técnicas que nos ayuden a determinar cuándo esa tensión es correcta. La expositora

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señaló que los dos instrumentos de soft law tienen, en la actualidad, una relevancia
importantísima para los Estados, poniendo como ejemplo Perú y la nueva norma sobre
el uso de la fuerza por parte de la Policía Nacional (Decreto Legislativo Nº 1186). Ello,
toda vez que esta norma recoge en el artículo 4º, los principios de legalidad, de necesidad
y de proporcionalidad propuestos por las normas de soft law antes indicadas. Hoy en
día, el conjunto de estándares internacionales del uso de la fuerza ya no solamente son
instrumentos de soft law y no solo son vinculantes porque el Estado los ha plasmado en
sus normas internas, sino que han adquirido un valor jurídico en general. Esto debido a que
las cortes internacionales y nacionales han utilizado el contenido de estos instrumentos
para justificar sus decisiones, como es el caso Montero Araguren en el año 2006, el caso
Zambrano Vélez en el año 2007, el caso Nadege Dorzema contra República Dominicana en
el año 2012 y muchos otros; lo cual ha afianzado su obligatoriedad.

Por último, la ponente señaló que en América Latina el tema ya no pasa tanto por la variable
jurídica, sino en la implementación de políticas públicas que se basen en estos estándares
y que lleguen a niveles de detalle mucho más específico. De este modo, mencionó algunas
medidas a tomar en este tema, como la necesidad de un profundo y continuo diálogo con
las fuerzas policiales para entender la lógica su actuación y poder así contribuir con ellas
desde la academia o el propio Estado. De lo contrario, pueden transcurrir cinco años más
y se seguirán planteando varios de los problemas que ya se están discutiendo en este
momento. Finalmente, indicó que el problema ya excedió el tema normativo, existiendo la
necesidad de plantear un debate ético, en el cual los derechos humanos no sean solo una
cuestión teórica.

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MESA 2
La política sectorial en derechos humanos y uso de la fuerza por la policía nacional en
Perú, Brasil y Argentina: experiencias comparadas

- Alejandro Silva, Director de la Dirección General para la Seguridad Democrática del


Ministerio del Interior (DGSD) (Perú)
- André Vianna, Coronel en retiro de la Policía Militar del Estado de São Paulo y consultor
especialista en Derechos Humanos Aplicados a la Función Policial (Brasil)
- Gustavo Palmieri, Director del Centro de Justicia y Derechos Humanos “Eduardo Luis
Duhalde” de la Universidad Nacional de Lanús (Argentina)
- Moderadora: Cristina Blanco, investigadora del Instituto de Democracia y Derechos
Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP) (Perú)

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Alejandro Silva, Director de la Dirección General para la Seguridad Democrática del
Ministerio del Interior (Perú)

El señor Silva estuvo encargado de la presentación de la experiencia nacional en el tema de


uso de la fuerza y derechos humanos. Recordando la ponencia anterior, empezó indicando
que el uso de la fuerza ha dejado de ser un tema que debe ser atendido solo desde el plano
normativo, ya que excede ese marco y precisa una reflexión desde el ámbito de la política
pública. Así, el ponente explicó que hay un marco de la realidad nacional que obliga a que
este tema sea tratado con seriedad, pero también en un espacio abierto donde todos los
actores de la academia, los colegas de la Policía Nacional, de otras disciplinas y de otros
órganos supranacionales de protección de los derechos humanos puedan aportar, pues no
es un tema exclusivo ni excluyente de la Policía Nacional del Perú. El expositor enfatizó que
es un camino fácil dejar la responsabilidad a las fuerzas policiales y recalcar y criticar sus
excesos, cuando en verdad se debería entender como un tema con elementos multicausales
complejos y asumir un compromiso desde todos los diversos sectores. Ello, toda vez que
el tema del uso de la fuerza afecta a la centralidad de los derechos fundamentales, como
la vida, la integridad física y la libertad.

Posteriormente, pasó a compartir algunos de los elementos de la situación que nos lleva
a la necesidad de constituir una política pública. En primer lugar, la necesidad de una
normativa clara sobre el uso de la fuerza por parte de los efectivos policiales, la cual se
logra a través de la aprobación del Decreto Legislativo N° 1186. En este punto, el ponente
explicó que no se ha partido desde cero, sino que han existido importantes esfuerzos
como el Manual de Derechos Humanos aplicados a la función policial y otras normas
previas. A pesar de ello, es indudable que el Decreto Legislativo N°1186 es un aporte
sustancial que, al sumarse a otros elementos vigentes, permite hablar de la constitución
de una política pública sobre el uso de la fuerza y los derechos humanos en nuestro país.
Como segundo elemento se mencionaron las decisiones adoptadas por los operadores de
justicia, las cuales muchas veces no toman en cuenta la función policial conjuntamente
con los elementos constitutivos del uso de la fuerza. Por ello, normalmente solo se utilizan
criterios del Derecho penal, cuando en realidad, el tratamiento de la función policial precisa
del conocimiento de normativa y conceptos especializados que tienen que ver con uso
de la fuerza. En tercer lugar, se encuentra la ausencia de un cuerpo normativo integral,
creándose situaciones que generan abuso por parte de los elementos policiales. Es
importante reconocer esta situación y el origen de dichos abusos, puesto que parte de
la solución pasa por identificar y asumir responsabilidades políticas y operativas. Como
cuarto y último elemento, el señor Silva mencionó el costo social elevado en el marco de
los conflictos sociales, puesto que ha habido casi 4500 personas heridas en los últimos 10
o 9 años, de las cuales 2500 son ciudadanos y entre 1500 y 1600 son policías; agregando
a ello, un aproximado de 450 personas fallecidas por los conflictos. El ponente indicó
que estas cifras generan preocupación, por ello es crucial reflexionar y contribuir a la
constitución de la política pública.

A continuación, el ponente pasó a explicar elementos referenciales que complejizan la


labor del policía. La función policial se cumple en un rol esencial de garante y protector
de derechos que están consagrados en nuestra Constitución; sin embargo, también debe

21
entenderse que al lado de estas obligaciones, se encuentra la exigencia del mantenimiento
del orden público, donde se pueden generar tensiones por el uso de la fuerza. Además, la
función policial se tiene que realizar en un marco de aspectos doctrinarios y operativos
muy claros, los cuales deben ser acompañados por importantes políticas educativas.
Asimismo, también se ha adquirido un compromiso de adquisición de medios de policía,
el cual el Ministerio del Interior está cumpliendo con las diversas compras que se vienen
realizando.

Ello debido a que debe contarse con un equipamiento correcto, suficiente y adecuado para
garantizar una respuesta eficiente y respetuosa, y -al mismo tiempo- para asegurar la
integridad física de los propios efectivos policiales. Esto último, dado que la constitución
de esta política pública del uso de la fuerza no solo debe referirse a la ciudadanía, sino que
debe servir también para que la policía no se vea afectada en el ejercicio de sus funciones.

Un policía que hace frente a una manifestación violenta solamente con un bastón, un
revólver o una pistola, al buscar detener a una turba violenta tendrá que realizar algún tipo
de operación para disuadirlos o defenderse, y el resultado de la insuficiencia de medios de
policía en este tipo de situaciones puede llevar a consecuencias que lamentablemente ya
conocemos.

El ponente explicó que cuando no se cumplen estos elementos del marco de referencia se
generan costes concretos, como es el caso del desgaste en la confianza del ciudadano
en las instituciones; el aislamiento de la policía de la comunidad, ya que es visto como un
actor externo o ajeno a la sociedad; la afectación de la reputación individual y colectiva
de la institución; y la generación de un incremento de la inseguridad y de la percepción
de inseguridad ciudadana. Luego de esta mirada panorámica a la realidad nacional, el
ponente expuso las medidas que se han tomado en el MININTER de cara a la constitución
de una política pública sobre el tema.

Señaló que en los últimos años ha habido un desarrollo del marco legal que trata el tema de
la función policial y los derechos humanos. Este desarrollo empieza con la existencia de un
Manual de Derechos Humanos aplicados a la función policial del año 2006, un documento
bastante consistente que fue en su momento pionero en la región; la existencia de una Ley
de la Policía Nacional del Perú que claramente dispone el respeto y garantía de derechos
fundamentales como elemento constitutivo de la función policial; y la existencia de una
Ley del régimen educativo de la Policía Nacional, que formalmente dispone desarrollar,
difundir y consolidar la doctrina de la policía nacional mediante una filosofía integradora
de la cultura organizacional, el respeto de los derechos humanos y el fomento de una
cultura de paz.

En el marco de estos antecedentes, relató que el año pasado se empezó un proceso que
tuvo como resultado el Decreto Legislativo N° 1186, siendo este una norma dada en el
marco de otorgamiento de competencias al Poder Ejecutivo. Este proceso es interesante
no solamente por el resultado, sino también por el proceso en sí mismo. Ello toda vez que
la norma legal se produjo con una intensiva participación activa de la Policía Nacional, de
la sociedad civil a través de organizaciones enfocadas en los derechos humanos, el Comité

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Internacional de la Cruz Roja, y con apoyo técnico de la Oficina de Alto Comisionado de las
Naciones Unidas por los Derechos Humanos. Ello permitió, además, que el resultado sea
interesante por ser una norma que incorpora estándares establecidos por las sentencias
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Respecto a los objetivos de la norma, el ponente indicó que -en primer lugar- se busca
generar un marco jurídico claro que permita a la policía ejercer sus funciones. En segundo
lugar, pretende precisar la normativa para la propia ciudadanía y fundamentalmente para
los dirigentes sociales en escenarios de alta conflictividad, ya que el ejercicio del derecho
constitucional a la protesta corresponde también a estándares que deben ser cumplidos
por toda la sociedad. De este modo, existen deberes para la Policía, pero también existe
responsabilidad por parte de los ciudadanos en el ejercicio de sus derechos fundamentales.
El ponente afirmó que no se puede simplemente bloquear las pistas, encender llantas en la
Panamericana y decir que se está ejerciendo el derecho a la protesta. Uno debe ejercerlo
de modo fijado por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH); es decir, de
forma pacífica, ordenada, sin vulnerar los derechos fundamentales de aquellas personas
que no desean participar, y sin destruir bienes de terceros; cuando esto no ocurre, la policía
deberá ejercer la fuerza. En este escenario complejo que nos toca atender como país, el
ponente indicó que los casos de las Bambas o Tía María nos revelan un nivel de violencia
altísimo de criminalidad organizada por parte de los huaraqueros . Por ejemplo, en Tía
María hubo 480 heridos, de los cuales 178 fueron policías gravemente heridos, además
de presentar 8 muertos, siendo dos de estas personas ajenas al conflicto. No se pudieron
salvar estas vidas porque los protestantes no les permitieron salir de los buses y fallecieron.
El expositor plantea que esta es la complejidad de los hechos. El último objetivo es que los
jueces y fiscales también comprendan qué es el uso de la fuerza, este es un asunto que
tiene que ser atendido por diferentes actores.

La norma, en concreto, plantea un cuerpo de interpretación junto con la Constitución


Política, las normas del DIDH y todo lo que fue señalado previamente. En la parte final de
la ley también se consignan las fuentes del DIDH, citando las sentencias ya mencionadas
en la exposición de motivos. Habiéndose ya hablado y discutido de los principios del uso
de la fuerza, el señor Silva propuso centrarse en las definiciones que también son parte de
la norma, como la fuerza, uso progresivo y diferenciado de la fuerza, medios de policía y el
significado del cumplimiento del deber.

Los diferentes niveles del uso de la fuerza corresponden a distintos elementos que deben
de analizarse. En primer lugar, los niveles del uso de la fuerza deben corresponder al nivel
de cooperación, resistencia o agresividad de la persona intervenida; es decir, la policía no
puede salir y utilizar directamente los niveles más intensos del uso de la fuerza, sino que
debe de responder según cómo reaccione el ciudadano intervenido a nivel individual. Por lo
que, a un nivel de resistencia pasiva, corresponde un nivel fuerza preventiva; a un nivel de
resistencia activa, corresponde una fuerza reactiva. En segundo lugar, los niveles también
corresponden a los contextos donde uno se encuentre. En algunos casos la fuerza será
progresiva, mientras que en otros no habrá necesidad de graduar el nivel de respuesta por
ser necesario neutralizar a un agresor, por ejemplo, en aquellos casos en que se tenga que
realizar una intervención para capturar a banda de delincuentes que están usando armas

23
largas. En tercer lugar, hay circunstancias concretas en las cuales es necesario el uso de la
fuerza, casos como la presencia de delito flagrante, el cumplimiento de órdenes licitas, en
comisión de delitos y faltas, y presencia de resistencia a la autoridad.

Para finalizar el tema del uso de la fuerza, el ponente señaló que la norma constituye
un listado de derechos y responsabilidades para los policías, como no acatar órdenes
claramente ilícitas, chequeo permanente, asistencia médica, asesoría y defensa legal, y otros
medios que los amparan. Además de disponer de una evaluación constante del material
policial para su adecuación a esta ley y la constitución de un plan educativo respecto de la
materia. El señor Silva indicó que se encuentran en proceso de aprobación el Plan General
de Educación de la Policía Nacional, el cual plantea -entre otras cosas- el tipo de policía
que se desea formar, para que tipo de sociedad lo queremos formar y cuál es la finalidad de
la formación de los efectivos policiales. Asimismo, el Plan establece que los estándares de
derechos humanos son la base de la política educativa de la Policía Nacional. El ponente
comunicó que es un plan a cinco años, acompañado con actividades de capacitación con
la Gendarmería francesa, y que llevará dentro de poco a la constitución de un centro de
entrenamiento y mantenimiento del orden público para la Policía Nacional. En la actualidad
se cuenta, además, con un cuerpo de trescientos noventa y dos instructores en derechos
humanos que ya están brindando capacitación en este tema.

Para concluir, el ponente indicó que también existe una política de adquisición de medios de
policía, que viene siendo puesta en práctica, y que busca dotar a los efectivos policiales de
las herramientas necesarias para poder cumplir con su deber en el respeto de los derechos
humanos. La información sobre la adquisición de medios de policía estará a disposición del
público en general. En ese sentido, se están comprando importantes medios de policía que
se están distribuyendo y que confirmarán esta política pública para una Policía Nacional
democrática y respetuosa de los derechos humanos.

André Vianna, Coronel en retiro de la Policía Militar del Estado de São Paulo y consultor
especialista en derechos humanos aplicados a la función policial (Brasil)

El Coronel Vianna inició recordando la ponencia de la señora Elizabeth Salmón, en donde


se planteó que el tema del uso de la fuerza va más allá del tema jurídico. De este modo,
el objetivo de la ponencia es traer la práctica comparada a este debate, empezando con
una contextualización del caso brasileño. Brasil es una federación a diferencia de Perú
y otros países de América Latina, esto implica que hay temas que son regulados por los
diversos estados que conforman el país, lo que en Perú correspondería a un tratamiento
diferenciado por departamentos o región. Al igual que el Perú, Brasil también posee un
sistema político democrático que regula un área territorial gigantesca, siendo su capital
Brasilia. Está compuesto por cinco mil quinientos sesenta municipios con una población de
doscientos millones de personas. Solamente el estado de Sao Paulo posee una población
de aproximadamente cuarenta y seis millones de personas y dieciocho millones en la
metrópoli, donde la relación entre policías y ciudadano es de seis mil a dieciocho millones.
Por un lado, Brasil funciona con un sistema de seguridad pública, compuesto en primera
instancia por policías federales que se encargan de la investigación y represión de
crímenes federales como el lavado de dinero, la evasión de divisas, el tráfico de drogas,

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entre otros, y posee una cantidad de once o doce mil personas en este sector. En segundo
lugar, se encuentra la Policía Rodoviaria Federal, que consiste en una policía uniformada
para carreteras federales, que no son muchas, y posee un escuadrón de diez mil personas.
En tercer lugar, se encuentra la Fuerza Nacional de Seguridad, que es un programa de
cooperación entre las distintas fuerzas del gobierno federal que tuvo inicio en el 2004.

Su regulación es un poco nebulosa, pero la idea es que apoye a distintos estados en


situaciones de emergencia. Por último, existen las Fuerzas Estaduales o Departamentales
que tienen a disposición la colaboración de seiscientos cincuenta mil personas y posee
dos modalidades: policías civiles que se encargan de la investigación criminal y la actividad
judicial; y los policías militares que se encargan de la actividad preventiva uniformada y
preservación del orden público. En este punto, el ponente pidió hacer un paréntesis sobre
el disgusto que sienten por el nombre de policía militar, ya que su labor es una actividad
de policía para la ciudadanía. Se realizó el intento de cambiarla hace mucho a un nombre
parecido a “fuerza pública”, pero es complicado cambiar la Constitución y el proceso se
estancó.

Por otro lado, Brasil es un país con grandes contrastes. Esto se observa en los datos del
Índice de Desarrollo Humano (IDH) de los municipios de Brasil en el 2010, donde resalta la
gran diversidad entre municipios en términos de desarrollo. Asimismo, el ponente mostró
la tasa de homicidios en el país que, de forma similar, muestra un gran contraste entre
los diversos estados. Mientras el Estado de Alagoas llega a 66.9 muertes por cada cien
mil habitantes, otros tienen números bajos de 13.2 como Santa Catalina. A pesar de la
gran tasa de homicidios existentes los últimos años, también es importante observar las
grandes mejores que se han desarrollado, por ejemplo el estado de Sao Paulo ha bajado su
tasa a 8.53 por cada cien mil habitantes, lo cual es un gran cambio y se debe sobre todo al
trabajo con la policía comunitaria.

El ponente agregó que los años noventa fueron muy emblemáticos para Brasil en términos
de derechos humanos, ya que se ratifican muchas normas supranacionales tanto del
Sistema Universal como del Sistema Interamericano. Entre las normas del Sistema
Universal se encuentran el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1992), el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1992), la Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas y Degradantes (1989), la
Convención sobre los Derechos de los Niños (1990), la Declaración y Programa de Acción
de Viena (1993) y la Declaración de Pequín (1995). Entre las normas del sistema regional
interamericano se encuentran la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1992),
la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura (1989) y la Convención
Interamericana para Prevenir, Castigar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (1995).
Asimismo, en estos años el gobierno empezó un Programa Nacional de Derechos Humanos,
siendo el primero en América Latina y el tercero en el mundo. Esta fue una iniciativa muy
válida que incluía propuestas en temas de seguridad pública, por esta razón al día de hoy
se tienen tres de estos programas, siendo el tercero del 2009.

No obstante, durante esta década, también ha sido emblemático que Brasil haya tenido
problemas muy serios con sus policías. Entre estos, el ponente mencionó los episodios

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más celebres, como es la masacre en la cárcel de Carandirú en octubre de 1992, con la
muerte de ciento once detenidos; la masacre de la Candelaria en 1993, con la muerte de
seis niños y dos adultos sin techo; la masacre de Corumbiara en agosto de 1995, con la
muerte de doce personas sin tierras; la masacre de Eldorado dos Carajás en 1996, con la
muerte de diecisiete personas sin tierras; el episodio en la favela Nova Brasilia en 1995,
con la muerte de trece personas; y el hecho ocurrido en la favela Naval en 1997, donde se
produjeron tres días de operación por parte de la policía con violencia, tortura, corrupción
y el registro de la muerte de una persona. Esta situación genera un impacto que da lugar
a la propuesta de extinción de las policías militares de Brasil y de reestructuración de la
seguridad pública en el país.

Esto, a su vez, trajo como respuesta el inicio del trabajo por parte de los policías en cuatro
ejes centrales. El primero de estos es el eje de selección y educación, implicando la inserción
de la asignatura de derechos humanos en los currículos de las escuelas policiales de
formación y perfeccionamiento. Además, la incorporación transversal de las normas de
derechos humanos aplicables a la función policial en asignaturas específicas de cursos,
en actividades operativas y en manuales de aplicación policial.

Como segundo eje encontramos el de entrenamiento y equipamiento, que supuso el


establecimiento de una alianza con el Comité Internacional de la Cruz Roja para realizar
cursos de formación de formadores en derechos humanos y Derecho Internacional
Humanitario aplicado a casos de actividad policial. Asimismo, abarcó la realización de
cursos de técnicas no letales de intervención policial, el perfeccionamiento y adecuación
de los medios de policías, difusión del programa de instrucción de tiro defensivo de
preservación de la vida. Este último ha sido adoptado por la mayoría de policías brasileñas
e incluso algunas fuera de Brasil, toda vez que es compatible con los preceptos de los
derechos humanos ya que privilegia los procedimientos de identificación del problema a
los disparos, como método para preservar vidas.

El tercer punto desarrollado fue el eje de doctrina, que permitió la creación de los
departamentos de la Policía comunitaria y derechos humanos, donde también participó
el expositor. Además de la realización de seminarios nacionales e internacionales sobre
derechos humanos, la adopción de manuales de derechos humanos en la actividad policial
y los procedimientos policiales estandarizados (POP) como herramienta de gestión de la
calidad.

Como cuarto y último punto se desarrolló el eje de control interno que fortaleció los
programas de acompañamiento de policías involucrados en situaciones de alto riesgo
(PROAR). Estos incluyen controles previos de evaluación psicológica; la creación del
reglamento disciplinario propio o la actualización del existente, ya que el vigente en
aquellas épocas era aplicado para el ejército y no a la actividad policial; y la ampliación y
fortalecimiento de las áreas de asuntos internos para controlar los hechos ocurridos.

Posteriormente, el Coronel Vianna explicó las recientes iniciativas en uso de la fuerza y


derechos humanos. La portaría (decreto) interministerial N° 4226, que establece directrices
en el uso de la fuerza y considera el respeto a los derechos humanos, la necesidad de

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orientación y estandarización de procedimientos, y la reducción de la letalidad. Esta norma
no posee obligatoriedad nacional, sino que es desarrollado para la Policía Federal, la Policía
Rodoviaria Federal y la Fuerza Nacional de Seguridad Pública. Sin embargo, condiciona a
los policías estaduales y a los guardias municipales para que reciban recursos federales.
Finalmente, define la obediencia a los principios sobre el uso de la fuerza: legalidad,
necesidad, proporcionalidad, moderación y conveniencia.

Asimismo, el ponente explicó que dentro de esta reestructuración se toman en consideración


las situaciones antes, durante y después del uso de la fuerza. Antes del uso de esta, se
plantean cambios en el reclutamiento y selección, buscándose un perfil psicológico adecuado
para la función y estableciendo procesos de selección, formación y especialización con
contenido de derechos humanos. En cuanto al entrenamiento, equipamiento y armas, se
establece un entrenamiento fuera del horario de descanso, se provee de una habilitación y
actualización para cada tipo de arma, se definen los instrumentos y técnicas autorizadas.
Durante situaciones del uso de la fuerza, se establece el uso del equipamiento de protección
individual, y se proporciona como mínimo dos instrumentos de menor potencial ofensivo.
Asimismo, se estableció que sólo se debe apuntar con armas de fuego en situaciones
especiales; es decir, el disparo solo puede realizarse por legítima defensa contra riesgo
inminente de muerte o lesión grave y se prohíbe el disparo a personas en fuga y como
advertencia. Finalmente, después del uso de la fuerza se debe prestar socorro y asistencia
médica a los heridos, se debe preservar el sitio del suceso, comunicar a los superiores
y familiares, y realizar un informe e investigación seria, imparcial y efectiva. Además se
debe realizar una evaluación psicológica del funcionario involucrado directamente en la
situación de letalidad antes de volver al servicio en la calle.

El expositor continuó la presentación explicando que en el 2013 estallaron una gran


cantidad de protestas en Brasil por diferentes razones: el aumento de los precios del
transporte público, el volumen del gasto público en la realización de la Copa FIFA 2013, en
la Copa Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro del 2016, junto
a los reclamos por una mayor inversión estatal en salud y educación. Agregado a esto,
aparecieron protestas políticas para la salida de la presidenta. En éstas hubieron excesos
y abusos, sin embargo, no hubo víctimas fatales. En este contexto surge una propuesta
de ley del Senado (PLS 300/2013) que propone la prohibición del uso de las municiones
de goma en operaciones de policía durante manifestaciones públicas y la regulación y
limitación del uso de la fuerza y de otros armamentos de letalidad reducida, pero esta
medida fue repudiada por los policías. Posteriormente en el 2014 surge la Ley N° 13.060
que busca disciplinar el uso de los instrumentos de menor potencial ofensivo por parte de
los agentes de seguridad pública de todo el territorio nacional.

A pesar de todas estas medidas, el Coronel Vianna indicó que los abusos continúan
ocurriendo; es decir, que quedan varios retos para el contexto brasileño. Entre ellos
encontramos el deber de internalizar la portaría N°4426, la regulación adecuada de la Ley
Nº 13.060, la creación de una policía única en los veintiséis estados y el distrito federal o
policías con ciclo completo, y la creación de un sistema de Justicia Criminal que funcione
rápida y efectivamente.

27
El ponente explicó que en el eje de educación se debe buscar una adecuada selección de
recursos humanos y una adecuada formación del policía, aterrizando la teoría en la práctica
operativa como prevención cotidiana, por ejemplo en actividades de mantenimiento de
orden público y detenciones. En ese mismo sentido, se debe buscar vencer la subcultura
policial y se debe establecer un entrenamiento continuo y suficiente, ya que raramente
existe un entrenamiento institucional adecuado sobre el uso de la fuerza. Asimismo,
se debe elegir un equipamiento y armamento adecuado y al mismo tiempo habilitar al
personal para su correcto uso.

En cuanto al eje de doctrina, explicó que se debe tener una amplia difusión de las normas
para que lleguen a los que deben utilizarlas en la actividad operativa; se debe tratar el estrés
profesional ya que se dan excesivas jornadas laborales con descansos inadecuados; se
debe tener respeto a la dignidad personal interna corporis del cuerpo policial; se debe
vencer los estigmas y la falsa aprobación de dichos populares: “los Derechos Humanos
son para la protección de los criminales” o “bandido bueno es bandido muerto”. De este
modo, se recomienda construir un sistema de persecución criminal creíble para que los
conflictos no se solucionen por las propias manos de los involucrados.

Por último, el ponente recordó que en el eje de control interno se deben establecer
fuertes mecanismos de control. Los de tipo preventivo que poseen como objetivo el uso
de la tecnología, cuidar de las condiciones físicas y psicológicas, y estimular las buenas
prácticas. Los mecanismos de control reformadores que deben de buscar evaluar y adecuar
los procedimientos operativos a las normas de derechos humanos. Y, por último, los
sanadores, centrados en investigar y sancionar de forma efectiva a los responsables. Del
mismo modo, se deben de tener mecanismos externos de control fuertes, independientes
e imparciales, como el Ombudsman en los países escandinavos o la Defensoría del Pueblo;
y difundir los estándares esperados entre los fiscales y jueces.

En conclusión, el Coronel Vianna mencionó que la sociedad y las instituciones están lejos
de lo que soñamos. Dentro de la policía hay un único modelo compatible con la democracia,
que es el de una organización policial que pertenezca a la comunidad y que tiene una
vocación de promoción de la dignidad humana.

Gustavo Palmieri, Director del Centro de Justicia y Derechos Humanos “Eduardo Luis
Duhalde” de la Universidad Nacional de Lanús (Argentina)

El señor Palmieri empezó indicando que hay importantes avances en el lugar que ocupan los
derechos humanos en el Estado, ya que se constata una solidez de funcionarios estatales
y policiales en su labor de análisis del uso de la fuerza; en la recuperación de bibliografía
y experiencias externas; y la aportación de soluciones a los problemas desde distintas
posiciones. No obstante, es crucial tomar esto desde la relación del Estado y la sociedad,
que construyen saberes y alianzas políticas para dar soluciones en una perspectiva de
derechos humanos. En otras palabras, existe un avance importante en base al enfoque de
los derechos humanos y el lugar que ocupa en el Estado.

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Para empezar con la exposición, el ponente explicó que su presentación constará de tres
partes. En primer lugar, unas consideraciones generales sobre el conflicto social y las
medidas de fuerza, su evolución en Argentina y las regulaciones alrededor de las protestas.
En segundo lugar, una identificación de los actores que encarnan las disputas en función a
los estándares y principios de derechos humanos en un debate social. Por último, abordará
qué está pasando con las modificaciones de las regulaciones y con nuevos casos judiciales.

Tradicionalmente se habla de la conflictividad como contrapuesta a la paz y la estabilidad.


Sin embargo, la mayoría de nuestros países tienen una enorme conflictividad que tienen
que ver con medidas de hecho, por las cuales se han construido y reconocido muchos
derechos. Consideró fundamental entender que, además de la existencia de un conflicto
que no siempre tiene que ver con una expresión en términos de uso de medidas de fuerza,
también existen distintos tipos de conflictos entre varios tipos de actores. Muchas veces
ese conflicto se va a dirimir de una forma dialógica, y detrás de ese diálogo también estará
presente la expresión de las situaciones de poder que tiene cada actor, y frente ese conflicto
se van a montar medidas de fuerza, que aun siendo pacíficas son condiciones de hecho.
Esto último toda vez que a veces la comunicación ya no alcanza, es necesario salir a las
calles a expresar el apoyo a la protesta, a visibilizar cuantas personas apoyan dicho tema.
Estos actos, al mismo tiempo, vienen en respuesta a otras situaciones de hecho, como
por ejemplo las víctimas que se encadenan frente a un tribunal para protestar frente a una
decisión o para exigir cierta sentencia.

Por ello, el ponente recalcó que es fundamental que los estándares de derechos humanos
tengan que ver con estas dos situaciones, tanto de las medidas de fuerza que se aplican
sobre los conflictos como las formas de protesta social. Para los conflictos laborales no
solo existen cuestiones que tienen que ver con el respeto del derecho a la huelga, sino
que los estándares de derechos humanos también hablan sobre la representación obrera,
cuáles deben ser sus características, cómo deben plantearse los sindicatos, entre otras.
Además, existen estándares internacionales en términos de participación, la comunicación,
las manifestaciones, y qué debe hacer el Estado frente a eso, cómo debe desarrollarse.

Asimismo, están los estándares que tienen que ver con las medidas de fuerza. En estas
se plantea la posición del Estado frente a las manifestaciones; es decir, el uso de la calle,
ya sea para comunicar o protestar. Ello toda vez que no siempre las medidas de fuerzas
tienen como finalidad solamente comunicar, muchas veces tienen como finalidad que un
conflicto que no llega a los lugares centrales, pueda ser conocido y a partir de esto sea
un tema de discusión que entra en la agenda pública. El Estado está lleno de decisiones
y medidas que se aplican, y obvio que para algunos actores hay algunos recursos, y para
otros, su presencia en el territorio y el transformar palabras en hechos, tiene otras formas
de hacerse. Estas medidas de hecho pueden tener diferentes niveles de violencia, por lo
cual los estándares de derechos humanos tienen un planteamiento sobre esto.

En una primera situación, que ha cambiado mucho actualmente, se planteaba que uno iba
a las manifestaciones bajo su propio riesgo, esto ocurría por ser generalmente propuestas
antiestatales, por lo tanto la posición del Estado era: “estas molestando al Estado y en
algún momento algo te puede pasar y no te vamos a facilitar la situación”. Asimismo,

29
tanto en dictaduras como en muchos momentos de democracia, se prohibía el uso del
espacio público y la manifestación. En un segundo momento, el manifestante no estaba
contemplado por la ley, siendo castigado físicamente por cualquier manifestación. En
estas situaciones, el Estado estaba obligado a no dañar a los manifestantes, pero en caso
de que ocurriese algo durante la manifestación, la responsabilidad recaía sobre estos;
es decir, una vez terminada la manifestación, el Estado no debía responsabilizarse. Una
tercera posición es aquella en la cual la manifestación es parte de la democracia y parte
del sistema, y aun siendo una medida molesta debe ser organizada. En este caso, el Estado
debe garantizar los derechos de los manifestantes, entre estos: la obligación de separar
a los violentos y permitir que la manifestación pueda seguir, respetar los derechos de las
personas que transitan, garantizar vías alternas, obligar a que la manifestación no ponga
en riesgo la vida de las personas por uso de la fuerza, y la suspensión del tráfico. De esta
manera, el estándar de derechos humanos le plantea imperativos tanto al Estado como al
manifestante.

Como ejemplo de lo mencionado, el ponente relató que en el informe de UNASUR sobre las
protestas de Pando, la comisión de UNASUR de derechos humanos realizó una investigación
que determinó que las muertes de campesinos no fueron perpetradas por el Estado sino
por grupos militarizados de campesinos. En estos casos se establecen mecanismos de
derechos humanos para verificar donde está la responsabilidad. El ponente mencionó
que en el caso concreto había una responsabilidad del Estado por pacificar la zona, sin
embargo también debía de garantizar que las milicias y los patrones no matarán a otros
militantes sociales que estaban en el conflicto.

El ponente concluyó que lo indicado hasta el momento constituye o determina lo que


significa una protesta pacífica. Esto es, cuáles son los niveles de las medidas de fuerza y
qué es lo que se puede poner en riesgo.

Continuando su participación, el señor Palmieri presentó una contextualización del caso


argentino. En Argentina, el conflicto social posee similitudes y diferencias en comparación
a otros países. Las protestas empiezan en los años noventa por la caída del empleo privado,
en el sector público y en muchas empresas estatales con inversiones en ferrocarriles,
transporte, metalurgia. Estas empresas cerraban y dejaban a pueblos totalmente sin sus
recursos, ya que estos vivían de esas empresas, por esta razón empezaron las grandes
movilizaciones. Estas tuvieron distintas modalidades, entre las cuales muchas consistían
en la ocupación de la empresa, cortes de puentes y la toma del pueblo. Al mismo tiempo,
las fuerzas de seguridad causaron una cierta cantidad de muertos durante las protestas.
El ponente explicó que por la poca investigación en los casos de muertes no se logró
esclarecer las responsabilidades penales.

Un dato que demuestra como a veces en situaciones de conflicto las medidas de fuerza
actúan de forma perversa en la política pública sobre el conflicto real, es que para
tranquilizar esos conflictos, el Estado había establecido una serie de planes sociales, de
los cuales una parte se otorgaban a grupos en situaciones de crisis. Esto hizo que se
viera como necesario organizar una situación de crisis para que el Estado interviniera.
Por lo tanto, se generó toda una forma de organización política llamada los piqueteros,

30
que planteaban organizarse para tomar la calle y reclamar que se les dieran los planes
sociales, ya que si esto no ocurría los planes no llegaban. El ponente agregó que gran
parte de la urbanización y concesión de tierras en Buenos Aires y otras provincias se dio
como medida de regularización por las ocupaciones físicas de la tierra; es decir, la gente
ocupaba las tierras, las regularizaban y se loteaban, ya que este era el único modo de
acceder a la tierra o a la vivienda.

Posteriormente, la crisis en Argentina tuvo su momento crítico en el 2001, cuando se


tuvieron los momentos más altos de desempleo y más bajos de respuesta política y de
legitimidad. Durante estos años, marcados por la caída del gobierno de la Rúa, se produce el
saldo de doce muertos por parte de las fuerzas federales y catorce por parte de las fuerzas
provinciales, además de cuatro o cinco muertes sobre las que no se pudo establecer quien
fue el responsable. Esta fue una situación muy crítica, que dio inicio a un debate social
sobre los estándares para manifestantes. Además, se trabajó sobre la idea de identificar a
las fuerzas de seguridad para saber que ocurrió y que se eliminen los riesgos de muertes
por armas de fuego prohibiendo que los policías porten estas armas en manifestaciones.
Es decir, empieza una discusión y establecimiento de estándares de derechos humanos en
el uso de la fuerza durante las manifestaciones en la sociedad argentina.

Este establecimiento de estándares se da primero por medio de indicaciones ministeriales,


resoluciones e invitaciones de ministros. Esto implicó para las fuerzas de seguridad
situaciones críticas en donde se dieron destituciones de jefes federales que no aceptaban
estos criterios. Al mismo tiempo, comprendió dentro de la fuerza policial un trabajo de
rediseño de todos sus aparatos de intervención en las manifestaciones sociales: la no
tenencia de armas de fuego implicaba definir dónde se ponían las armas, quiénes las
controlaban, cómo se utilizaban las armas no letales, cómo organizar tácticas para
superar a los manifestantes en número, entre otros. El expositor explicó que son cosas
que posteriormente los sistemas policiales de la región también han ido haciendo, creando
así una profesionalización que ya no está en función de las armas letales sino que busca
garantizar el cruce de la calle y las situaciones de no violencia sin armas letales. Este trabajo
tuvo momentos en donde la cooperación internacional permitió desarrollar proyectos que
obligaba a los diferentes actores a sentarse a dialogar. Un ejemplo de esto es un proyecto
de la embajada de los Países Bajos, en el cual por dos años se dieron comisiones de
periodistas, representantes de la sociedad civil y policías para hacer informes no públicos
para la modificación del uso de la fuerza. Esto tuvo sus resultados, puesto que entre el
2003 y el 2010 las fuerzas federales no tuvieron ningún caso de muertos de ningún tipo en
las protestas sociales.

El ponente explicó que para el 2010 se tomaron los distintos estándares que tenían las
provincias, el gobierno federal y las que aparecían en las resoluciones, y se fijaron los
criterios mínimos para el desarrollo del Protocolo de actuación de los cuerpos policiales y
fuerzas federales en manifestaciones públicas. Esto no partió de la normativa, sino que la
normativa cristalizó las prácticas ya existentes. De esta manera, el objetivo fundamental
de las fuerzas que actúan en las manifestaciones públicas son el respeto y la protección
de los derechos de los participantes, así como la reducción de las afectaciones que la
concentración cause o pudiera causar en los derechos de otras personas que no participan

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en las manifestaciones y de los bienes públicos. En el cumplimiento de estos objetivos, las
fuerzas de seguridad deben otorgar la preeminencia a la vida e integridad física de los
involucrados.

Finalmente, otro arreglo importante en relación al conflicto y las medidas de fuerza fue
establecer que el Poder Ejecutivo deberá designar e identificar funcionarios políticos de
la coordinación de las acciones asociadas al control, en caso de la existencia de algunas
circunstancias, en manifestaciones que ponen en riesgo los derechos de los manifestantes
o terceros. Asimismo, se deberá asignar uno o más funcionarios públicos no policiales
cuya función será facilitar el diálogo entre los actores involucrados y afectados por la
manifestación, estos deben ser funcionarios de las áreas afectadas. De esta manera, si
hay un conflicto laboral, debe haber alguien del Ministerio de Trabajo; si es un conflicto del
campo, un funcionario del Ministerio de Agricultura. En otras palabras, debe ser alguien
que esté tratando el conflicto de fondo y que permita una discusión sobre qué justifica la
medida inicial.

Como tercer punto, el ponente pasó a explicar la situación actual de la relación entre
conflictos sociales y uso de la fuerza en función a los estándares de derechos humanos. Al
respecto, afirmó que al día de hoy, las prácticas se han sostenido, por ejemplo en los casos
judiciales más que solo la responsabilidad de actores directos se juzga la responsabilidad
de aquellos representantes de organizaciones que por las indicaciones que dieron causaron
la situación de violencia.

Como ejemplo, el expositor volvió a mencionar las protestas del movimiento piquetero.
Una de las acciones fundamentales de este movimiento era cerrar todos los accesos a la
capital federal. En este contexto, la decisión del gobierno fue salir con policías provinciales
a golpear la manifestación y evitar que vuelva a suceder como medida de amedrentamiento,
sin embargo en estas acciones murieron dos manifestantes. La condena que se estableció
recayó no solo sobre los policías que dispararon sino sobre el jefe del operativo y también
sobre quien era el Ministro de Seguridad en aquella época. Hoy en día, por las muertes del
2001 en la Plaza de Mayo hay juzgamientos con acusaciones del fiscal al Jefe de Policía
Federal, al Secretario de Seguridad, al Ministro del Interior y también estaba complicado
el Presidente. De esta manera, se plantea la responsabilidad de quienes planearon el
operativo, independientemente de la participación de los actores directos.

Otro caso fundamental es el de la muerte de un trabajador tercerizado que era parte de un


grupo de tercerizados que reclamaban ser contratados en planta. En este caso, la resistencia
fundamental no solo era de la empresa sino también de algunas autoridades del sindicato;
es decir, parte de la fuerza de choque contra los trabajadores tercerizados eran sectores
del sindicato. El juzgamiento se dio a los actores directos, al dirigente sindical que era una
persona importante en la federación ferroviaria y al juez, que al parecer fue sobornado.
De esta manera, se empieza a mostrar cómo se construyen las responsabilidades y
queda claro que el Estado no solo no debe matar, sino que en las manifestaciones tiene la
responsabilidad de evitar matanzas entre los participantes. Esta es una responsabilidad
política y penal.

32
Como último ejemplo, el ponente mencionó que la semana antes del evento, el Ministerio de
Seguridad aprobó un nuevo Protocolo. A pesar de no establecer nada nuevo respecto al uso
de la fuerza, es importante el planteamiento que realiza de que las manifestaciones deben
disolverse en cinco minutos, indicando cómo debe realizarse y exigiendo la participación
de mediadores o negociadores pertenecientes a la sociedad civil para escuchar las
demandas involucradas. Es decir, plantea una situación de escuchar las demandas y
negociar sin medidas de fuerza. Esto responde a aquello que ocurre en Argentina desde
las regulaciones y sigue presente en las encuestas, esto es que la mayoría de las personas
están opuestas a los cortes de calle, pero también a la represión. En este sentido están
trabajando los gobiernos. Queda pendiente que ocurrirá con el Protocolo y en qué medida
se puede dispersar en cinco minutos una manifestación sin hechos violentos.

En conclusión, el ponente explicó que la solidez de las democracias y los sistemas políticos
no tienen tanto que ver con la inexistencia de conflictos, más bien el tema central son los
distintos canales por los cuales se encauzan los conflictos. ¿Cómo entender la neutralidad
estatal ante los conflictos, especialmente cuando ponen en peligro los derechos humanos
de las personas? Lo que plantean los derechos humanos es la construcción de mecanismos
participativos de resolución de conflictos que puedan evitar pérdidas de vidas humanas,
que es el valor fundamental que defienden estas propuestas y el Estado.

33
MESA 3
Derechos humanos, uso de la fuerza policíal y gestión de conflictos sociales

- Eduardo Vega Luna - Defensor del Pueblo (Perú)


- Giselle Huamaní Ober - Especialista en facilitación y manejo de conflictos (Perú)
- Ignacio Cano - Coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad
del Estado de Río de Janeiro (UERJ) (Brasil)
- Moderador: Gustavo Zambrano - Investigador del Instituto de Democracia y Derechos
Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP) (Perú)

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Eduardo Vega Luna, Defensor del Pueblo (Perú)

El Defensor del Pueblo, Eduardo Vega, abordó dos temas en su presentación: los conflictos
sociales y sus causas, y la violencia. Respecto al primer punto, mencionó que la Defensoría,
desde el 2004, elabora un reporte mensual de los conflictos sociales que ha servido a manera
de termómetro para analizar cómo anda el país en términos de conflictividad social. Por
ejemplo, en diciembre de 2015 la Defensoría identificó doscientos once conflictos sociales,
de los cuales ciento cuarenta y tres permanecen activos y sesenta y ocho latentes. Las
características de estos conflictos muestran que un alto porcentaje está relacionado a
temas socio-ambientales, aproximadamente el 68% de los casos. El resto tiene relación
con otras temáticas como los gobiernos locales, la demarcación territorial, asuntos
comunales, entre otros. Ante ello, el expositor se detuvo a analizar los primeros.

En ese sentido, se planteó la siguiente pregunta: ¿a qué se refieren los conflictos socio-
ambientales? Principalmente están relacionados a la actividad minera en zonas andinas
y amazónicas del país. En menor medida, otros conflictos están relacionados con
hidrocarburos, temas energéticos, residuos y saneamiento, y forestales. A partir de esto, el
ponente explicó que las causas principales de estos conflictos sociales pueden clasificarse
en tres tipos. En primer lugar, se encuentran los problemas ambientales y sociales donde
se concentra el grupo mayor de casos (cincuenta y un casos). En segundo lugar, se tiene
el rechazo a la actividad extractiva que agrupa veintiocho casos y está referida a una
oposición a la actividad minera aún sin haberse iniciado. En tercer lugar, se identifica el
incumplimiento de compromisos, lo cual comprende quince casos.

De la cantidad de conflictos, existen diversos casos con diálogos abiertos, lo cual, si bien
es algo positivo, pues se orienta a la prevención de la violencia, también puede devenir
en un desprestigio si el diálogo no llega a ser utilizado correctamente como herramienta.
A la luz de estos datos podría decirse que Perú es un país con muchos conflictos; sin
embargo, mirando cifras globales, el número de conflictos socio-ambientales representa
alrededor del 12% de toda la actividad minera del país, considerando que hay ochocientas
unidades mineras. Para el ponente, entonces, no toda actividad minera genera conflictos
en el país, hay casos de éxito que no se conocen y que logran canalizar adecuadamente las
demandas y expectativas de la población.

En ese sentido, cabe preguntarse, ¿por qué surgen los conflictos en torno al tema socio-
ambiental? Lo primero es que existe una valoración del bien ambiental que ha adquirido
mayor peso en los últimos años y que la población local busca que se respete. Sin embargo,
también hay problemas que están detrás de los conflictos y, en el caso de las comunidades
indígenas, tiene que ver con diversos temas, como es la falta de titulación de tierras, la
contaminación del agua, problemas en el acceso y disposición de los recursos, el temor a
la contaminación, los accidentes ambientales, y los pasivos ambientales.

Sobre este último punto en particular, el ponente explicó que a fines del año pasado la
Defensoría del Pueblo presentó un informe sobre pasivos ambientales y se encontró que
en el Perú existen ocho mil seiscientos dieciséis pasivos ambientales, es decir actividades
mineras que no han sido cerradas adecuadamente y que han dejado deshechos que hay

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que remediar. Estos pasivos están presentes en veintiún regiones y cerca de la mitad
(4281) son calificados de alto riesgo o muy alto riesgo para la población. A nivel específico,
las regiones donde se concentran mayores pasivos ambientales fueron Puno, Cajamarca
y Ancash, que ha llegado a tener mil doscientos cincuenta y un pasivos. Paradójicamente,
las tres regiones que concentran mayores conflictos son también estas regiones, a las
que se suma Apurímac que en los últimos años ha comenzado a tener proyectos mineros
importantes, como Las Bambas.

Otras causas de los conflictos tienen que ver con demandas históricas, relacionadas a la
falta de servicios básicos, la falta de obras públicas, canon y regalías, la corrupción en el
manejo de recursos, el incumplimiento de compromisos, la desinformación, la debilidad
institucional, los cambios en el modo tradicional de vida, la no aplicación de consulta
previa y la oposición ideológica a cualquier tipo de proyecto.

En la segunda parte de la ponencia, el expositor trató los conflictos sociales, la violencia y


el uso de la fuerza. Para ello, comenzó por definir el conflicto como una dinámica natural
de la sociedad y la violencia, que es el elemento negativo en los conflictos. En el 2015, se
tuvo dos mil doscientos veinte acciones de protesta en el país que han llevado a tener
escenarios de protesta y, por tanto, de riesgo para los derechos humanos. Un ejemplo de
ello son las cifras de fallecidos y de heridos en conflictos sociales, ya que en los últimos
años han muerto doscientas cincuenta y tres personas y han resultado heridas cuatro mil
ciento trece personas, de las cuales dos mil ochocientos fueron civiles y mil doscientos
setenta y seis policías; por conflictos sociales. A partir de esto, el expositor explicó que
la violencia es vista como un medio eficaz para lograr determinados objetivos o una
metodología de presión intencional que puede llevar a la desestabilización política, la cual
puede surgir de manera espontánea o estimulada según el contexto de una protesta. Es
decir, existe un nivel de organización de la protesta, que antes no estaba presente.

En materia del uso de la fuerza, se cuenta con un marco normativo que es de resaltar.
Anteriormente no se poseía este marco y a inicios del gobierno se quiso aprobar una ley de
uso de la fuerza sin embargo no respondía a los estándares internacionales. Ello llevó a que
el Defensor se dirigiese al Presidente de la República quien finalmente observó la norma,
por esta razón se realizó un debate en el que se volvió a colocar el tema y actualmente se
cuenta con un decreto legislativo que sí recoge los estándares en esa materia.

Para terminar su ponencia, el ponente nombró tres problemas que la Defensoría identifica
en la implementación de la ley de uso de la fuerza. En primer lugar, se identifica la necesidad
de que finalice la tensión entre lo que es la apreciación técnico policial y lo que es la
decisión política. Muchas veces los decisores políticos ordenan medidas y no hay formas
de contradecir esa decisión política, siendo Bagua el ejemplo más claro de esto. Con esta
nueva norma, la policía tiene las herramientas para hacer valer su evaluación técnica de
cómo proceder, cómo actuar y cómo medir el uso de la fuerza en una protesta social. En
segundo lugar, es necesario superar lo que se observó en los primeros meses del año
pasado, donde se mencionaba el no uso de armas de fuego, sin embargo, las imágenes
demostraron que sí estaban siendo usadas. Esto se ha visto claramente en los casos
Pichanaki y Tía María y es necesario regular eso. Por último, se indicó la necesidad de dejar

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de lado la impunidad frente a este alto número de heridos y muertos. La Defensoría del
Pueblo tiene conciencia de la existencia de investigaciones en curso, sin embargo no ha
sido informada de sanciones que se hayan aplicado en estos casos. Es necesario mostrar
que se están realizando sanciones en estos casos de uso de la fuerza desproporcionada,
excesiva y también del otro lado, de manifestantes que están cometiendo delitos. En este
punto será clave ver cómo funcionan estos procesos inmediatos.

Giselle Huamaní Ober, Especialista en facilitación y manejo de conflictos (Perú)

La ponencia de la señora Huamaní estuvo orientada en torno al rol del Sector Interior y de
la policía en relación a conflictos, conflictividad, crisis, violencia y problemas. Todos estos
son temas que se utilizan y que tienen una diferenciación y un significado específico en
el cual la Policía Nacional tiene un rol, metodologías, protocolos e inclusive un tema ético
en el cumplimiento de sus funciones. Hay que diferenciar entre conflictividad, que es la
forma como gestionamos los conflictos; y los casos de conflictos, que son situaciones
específicas con nombre y apellido, proyecto, ubicación y temporalidad.

Según la ponente, esto nos lleva a mirar tendencias, porcentajes, problemas recurrentes
y de esa manera identificar los vacíos en los que pueden ocurrir, tensiones y necesidades
de cambios en políticas. El rol de la policía en estas situaciones es muy particular, ya que
mientras el MININTER se enfoca en múltiples temas, la Defensoría, la Oficina Nacional de
Diálogo y Sostenibilidad (ONDS) y la policía se enfocan en los procesos. En ese sentido,
son terceros que entran en la conflictividad en casos de conflicto, con un rol muy particular
que no puede ser implementado por ninguna otra institución en nuestro país. La ONDS
es la entidad rectora, la Defensoría es autónoma, vigila y vela los derechos humanos, y
queda preguntarse ¿cuál es el rol de la Policía Nacional del Perú?, ¿en qué sentido puede
contribuir a la gestión de conflictos cuando hay exceso de uso de las fuerzas?

En ese sentido, las tres instituciones mencionadas, ONDS, Defensoría y Policía, son
facilitadores de los procesos de gestión de conflictos y por tanto tienen diferentes roles,
desde alerta temprana, monitoreo de conflictos, reconciliadores entre las partes en materia
de conflictos; y, por tanto, han jugado un rol importante en materia de conflictos. ¿Qué tipo
de conflictos se ven desde estas tres instituciones? La ONDS mira los conflictos que son
multisectoriales, más complejos y que representan una amenaza a los grandes proyectos
de inversión pública; la Defensoría se centra en los conflictos que reportan sus oficinas
de todo el país; sin embargo, la pregunta es si la Policía Nacional, a través del MININTER,
trabaja estos conflictos.

La respuesta es que el Sector Interior y la Policía poseen una visión más amplia y una
presencia en los conflictos desde el momento en que están naciendo a nivel local, incluso
cuando aún no es registrado por la ONDS y la Defensoría. Esto ocurre por las limitaciones
que poseen estas instituciones a nivel de personal, capacidad para poder recoger
la información en materia de conflictos a nivel local. A este nivel, en muchas de estas
comunidades remotas, la presencia del Estado es a través de la comisaría y del policía.
Entonces la policía, de forma muy empírica, recoge la información, empieza a procesarla y
en algunos casos trabaja los conflictos según sus propias iniciativas.

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Por lo tanto, el Sector Interior tiene un rol y una presencia importante en el resguardo de
la vida y en la gobernabilidad, y posee una serie de instituciones presentes en el conflicto
desde sus inicios. Luego de esto, cuando el conflicto empieza a manifestarse en los niveles
locales, encontramos que esta información empieza a circular tanto en la ONAGI como
en los sistemas que el sector posee para alertar sobre los conflictos. A continuación, se
encuentran otros actores que empiezan a intervenir y en caso de situación de crisis, la
Policía Nacional entra en el rol de reforzar el orden público y el uso de la fuerza, y contener
cualquier signo de violencia. Aunque no todas las crisis implican violencia, son escenarios
de mucho riesgo. Cuando se llega a esa etapa y entran los diferentes sectores del Estado,
estos empiezan a trabajar sobre el tema específico, esto es: buscan dar solución a la
problemática de fondo que ha generado el conflicto. Es decir, los temas de fondo son
tratados por los diferentes funcionarios de estos sectores, sin embargo, aquel que observa
el proceso, aquel que está vigilante y monitorea las tácticas de los diferentes actores es
la ONDS, la Defensoría y el Sector Interior. Principalmente este monitoreo de la relación
entre actores se da en la fase de “desescalamiento” del conflicto, dada la posibilidad de
la existencia de situaciones post-conflicto. En esta, muchos de los oficiales se ven en la
necesidad de trabajar reconstruyendo las relaciones con la población y la confianza.

Otras actividades que se han registrado son la de alertar, de visibilizar, de observar y


contener el escalamiento del conflicto utilizando la fuerza. En la crisis, es necesario alertar
y contener las manifestaciones que son necesarias en ese momento y que requieren
trabajar para restituir el orden público. Por otro lado en el “desescalamiento”, es necesario
alertar, monitorear y dar seguimiento. Finalmente, al finalizar el conflicto los comisarios y
policías poseen el poder de aportar con información para monitorear cómo va el conflicto
y la toma de acuerdos. En muchos casos post conflicto hay todo un trabajo en evaluar,
monitorear y reconciliar a las partes.

En el tema de conflictos encontramos distintas bases de datos, por ejemplo, Defensoría del
Pueblo, y ONDS, con cifras distintas entre ellos. Sin embargo, la conflictividad o los tipos
de conflictos que involucran al Sector Interior son muchos más. Ahora bien, la existencia
de conflictos no significa que sea algo malo, ya que la existencia de un conflicto es que
una problemática se está gestando y hay que trabajarla. Hay muchos conflictos que el
MININTER y la Policía pueden estar identificando y que resultan ser entre individuos, sin
embargo, debido al mal manejo se puede haber convertido en un conflicto social al punto
de llegar a puntos de crisis. Entonces este sector ve los conflictos desde un punto de
vista más amplio, no solo los complejos o los que pueden poner en riesgo proyectos de
inversión. Esto permite el registro eficiente de los conflictos que se dan en el ámbito local
de forma que alerte a las autoridades, visibilice la problemática y empuje el sistema que
está por aprobarse para que haya una respuesta efectiva.

Ignacio Cano, Coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del


Estado de Río de Janeiro (UERJ) (Brasil)

El señor Cano dirigió su presentación al uso de la fuerza y a los conflictos sociales. Inició
señalando de manera positiva los avances del Perú en cuanto al uso de la fuerza y a la
nueva norma que está por implementarse, considerando que el marco legal anterior era

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un dispositivo que defendía la impunidad. El ponente señaló que el uso de la fuerza de la
policía y las posibilidades del exceso, es algo muy real en todos los países y no puede ser
tomado como algo excepcional; por lo tanto, hay que tomar mecanismos de prevención y
asumir responsabilidades institucionales.

Cuando hay casos de abuso, la institución coloca la culpa en el policía y sigue el modelo
de la manzana podrida; es decir, eliminan al policía que se ha comportado mal y nadie más
tiene responsabilidades. Sin embargo, cuando uno ve un patrón en varios países de uso
excesivo de la fuerza, la responsabilidad no puede ser solo de los individuos, tiene que ser
también de las instituciones.

El ponente propone abandonar el modelo exclusivo del control criminal en relación al abuso
de la fuerza por parte de la policía por diversos motivos. En primer lugar, el sistema de
justicia criminal es lento, ineficiente y omiso en relación a los casos de abuso cometidos
por policías. En segundo lugar, hay una demanda social por una intervención punitiva de
la policía; sin embargo, en muchos países se habla de que la policía ejerza esta función
punitiva. En tercer lugar, muchos de los casos de abuso de la fuerza no son de naturaleza
criminal; es decir, el policía no ha cometido nada ilegal, pero con otro tipo de intervención
se hubiera podido evitar un mal desenlace. Esto ocurre ya que el uso de la fuerza es un
continuo muy amplio que va desde casos legítimos y casos de uso criminal; sin embargo,
en el medio hay muchas situaciones que un abordaje diferente podría evitar un desenlace
trágico sin que eso implique que el policía se haya comportado de forma ilegal.

Para prevenir el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía, hay que considerar todos
los sectores, desde la selección, formación, doctrina y mecanismos de fiscalización y
control. Dentro de estos, hay varios indicadores para el uso excesivo de la fuerza cuando
se analizan casos, como son (i) que la proporción de homicidios que corresponden a
intervenciones policiales no deben superar el 5%; (ii) que la relación entre policías muertos
y opositores muertos no debe superar la razón de diez a uno; y (iii) el índice de letalidad,
que es la relación entre muertos y heridos en las intervenciones policiales.

En seguida, el ponente se pregunta cuáles son las raíces del uso excesivo de la fuerza. E
indica que estas son el trabajo de la policía en un medio muy violento; la existencia de una
doctrina de enfrentamiento armado donde se ve al criminal como enemigo; la existencia de
un ethos del policía como guerrero; y el sufrimiento de los policías de alto nivel de estrés.
Esto último está relacionado con el uso acentuado de la fuerza; la experiencia de violencia
de los policías que procede desde la infancia y de observar otros colegas asesinados; la
deficiencia en el entrenamiento y escasez de equipamiento no letal; la falta de fiscalización
administrativa y judicial; y, por último, la presencia de un apoyo social a la política del
exterminio.

Ante este escenario cabe preguntarse qué se puede hacer. El ponente mencionó como
medidas el aumentar el control externo de la policía para que su actuar sea monitoreado
por la sociedad; se propone que en caso de un abuso, la investigación se realice por otra
unidad; la creación de nuevas agencias de investigación sobre el accionar de la policía sin
que ésta participe en la misma investigación; en caso de la existencia de un reo muerto

39
y otro herido, que haya un desmembramiento de los casos de manera que la muerte sea
tratada de manera independiente; la creación de un protocolo de atención médica; y el
trabajo en paralelo para reducir la letalidad policial y la victimización de policías.

Por otro lado, mencionó algunas medidas administrativas, relatando así aquellas adoptadas
en otros países. En primer lugar, indicó que en el año 1995, en Sao Paulo, se creó un
programa en el que todos los policías que fueron participes de eventos letales deben ser
alejados de la calle por seis meses donde reciben atención psicológica. En segundo lugar,
explicó que también se creó una Comisión de Letalidad que analizaba uno a uno todos los
casos donde había un desenlace letal, no con un propósito punitivo o disciplinarios, sino
como propósito de entregar lecciones de doctrina y de entrenamiento para que en otros
casos las situaciones puedan resolverse de otra manera. Como tercera medida, se tiene la
necesidad de la participación de la sociedad civil.

A continuación, contó el caso de Minas Gerais, donde todos los años hay informes de
letalidad policial con indicadores donde se publica un ranking de todas las unidades
policiales que han cometido actos letales, lo cual genera una presión entre los comandantes
policiales. Asimismo, contó cómo quinto punto, señaló la existencia en algunos casos de
metas policiales por la cual la policía recibe premios. En este punto se encuentra el ejemplo
de Rio de Janeiro, donde los muertos por la policía fueron incluidos en la meta general de
muertes violentas y, por tanto, el policía que realizaba este acto perdía el premio. Esto
tuvo como consecuencia la reducción significativa en el número de muertes por la policía.
Como última medida, el ponente explicó que en el último año se ha creado en Brasil un
índice de aptitud para el uso de la fuerza a través del cual se evalúa cada policía en función
de la munición que el policía ha consumido en los últimos seis meses. Donde se hace
uso de una ponderación que tiene en cuenta el nivel de violencia en el área donde trabaja
el policía y otra ponderación que tiene en cuenta la función que el policía desempeña. A
través de esto, se calcula el consumo de munición y aquellos policías que exceden el límite
son sometidos a evaluación, entrenamiento y, en última instancia, son retirados de la calle.

Por último, como reflexiones finales, el señor Cano afirmó, en primer lugar, que el conflicto
social es natural e inevitable; sin embargo, se debe evitar la violencia. En segundo lugar,
para el investigador se debe de conseguir que el policía visualice la protesta como un
derecho, por lo tanto, cuando se enfrenten a los manifestantes, entienda que ellos tienen
que proteger el derecho de manifestarse y no visualizarse como un enemigo que tiene que
ser desactivado.

Cerrando su participación, el ponente expresó que el resultado de la reflexión del Taller


Internacional realizado en los dos días anteriores es la necesidad de crear protocolos para
uso de la fuerza en conflictos sociales. Es importante que cuando el alcalde o el ministro
den alguna orden, el policía tenga un resguardo técnico que diga “para hacer eso tengo
que seguir un principio”. Asimismo, es importante que tengan un protocolo de intervención
policial en situaciones de conflicto social.

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REFLEXIONES FINALES

- Silvana Mutti, Jefa de Delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja para Perú,
Ecuador y Bolivia (CICR).
- José Luis Pérez Guadalupe, Ministro del Interior

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Silvana Mutti, Jefa de Delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja para Perú,
Ecuador y Bolivia (CICR)

La señora Mutti describió los diferentes ámbitos en los cuales la Cruz Roja ha prestado
colaboración a la Policía Nacional del Perú y al MININTER, recalcando los logros y algunos
retos en la adecuación del uso de la fuerza a los estándares de derechos humanos.

Inició esta descripción mencionando que desde el 2001, la Cruz Roja ha apoyado a la
Policía Nacional del Perú en el esfuerzo de adecuar el uso de la fuerza a los estándares
internacionales de derechos humanos a diferentes niveles, como en un nivel doctrinal, en
entrenamiento, en equipamiento y en el sistema educativo.

Asimismo, la representante de la Cruz Roja reconoció que los retos para la policía peruana en
el mantenimiento del orden público son grandes, y puso como ejemplos el enfrentamiento
actual en el VRAEM, la lucha contra el narcotráfico, la erradicación de los cultivos de coca,
el crimen organizado y las múltiples protestas sociales que se vuelven violentas. En base
a esto, recalcó que estas son situaciones que necesitan el uso de la fuerza, lo cual puede
tener como resultado víctimas en la población, pero también en los mismos policías.

Son por estos retos que desde hace quince años se ha identificado que la mejor forma de
apoyar a la Policía Nacional del Perú es con herramientas técnicas, que puedan ser usadas
de forma integral en las decisiones operativas. Con el fin de reestablecer el equilibrio entre
los derechos humanos y el deber de mantener el orden y la seguridad. Se señaló que esto
viene siendo un proceso largo, difícil y que ha presentado mucha resistencia en ocasiones,
de lo que pueden dar fe los instructores policías ahora presentes; sin embargo, hoy en día
se han consolidado los esfuerzos y son irreversibles.

La expositora sustenta esto con la mención de diferentes logros, entre estos, los
cuatrocientos instructores policiales que han sido formados en derechos humanos a nivel
nacional; la publicación de manuales; la producción de una cartilla para el empleo de la
fuerza; la realización de numerosos talleres especializados a nivel nacional; y, finalmente,
después de diez años de trabajo con el MININTER y la Policía Nacional, se ha promulgado
la norma del uso de la fuerza. Esto es un logro enorme para el Perú. Posteriormente, la
señora Mutti hizo énfasis en dos resultados más, los cuales son la importante adquisición
de los equipamientos antidisturbios y el requerimiento a nivel regional de los instructores
policiales peruanos para participar en eventos y presentaciones.

Hizo énfasis en que esto hubiera sido inimaginable hace unos años, por esta razón son
avances que merecen ser destacados ya que son condiciones necesarias para un uso
racional de la fuerza pública y para poder respetar los derechos esenciales de las personas.
Como palabras de cierre, la representante de la Cruz Roja felicitó al MININTER y a la Policía
Nacional por los grandes logros y asegura que el trabajo seguirá, con el fin de apoyar en la
implementación de medidas de defensa de la persona humana, objetivo esencial que los
presentes comparten.

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José Luis Pérez Guadalupe, Ministro del Interior (Perú)

Como cierre del Seminario “Hacia una política sectorial sobre derechos humanos, uso de la fuerza
y gestión de conflictos”, el Ministro José Luis Pérez Guadalupe compartió algunas reflexiones
finales sobre la importancia de los derechos humanos en la regulación del uso de la fuerza y
la gestión de conflictos sociales. En primer lugar, rescató que el evento no resultó ser solo un
espacio de discusión académica, sino que ha permitido dialogar sobre temas de importancia y
ha dado la oportunidad de conocer experiencia de otros estados como Argentina, Brasil y Chile.

Rescató además el hecho de que las ponencias ofrecidas por los expositores hayan puesto
énfasis en la importancia de establecer los derechos humanos como una prioridad en la
elaboración de las políticas públicas que trabajan instrumentos normativos sobre el uso de
la fuerza o medidas de prevención para la gestión de conflictos sociales. Explicando que el
respeto y la protección por los derechos humanos son obligaciones asumidas por el Perú
y, por tanto, alcanzan todos los ámbitos estatales. Por lo tanto, las situaciones de tensión,
conflicto o cualquier otro contexto que requiera el uso de la fuerza por parte de la policía no
son excepción. En ese sentido, resaltó la importancia de realizar un esfuerzo para acoplar
las regulaciones internacionales sobre derechos humanos a la normatividad interna.

Un ejemplo de ello es la nueva norma que regula el uso de la fuerza, promulgada en agosto del
2015 por este Gobierno. El señor Guadalupe explicó que fue bajo su gestión y bajo el liderazgo
de policías y civiles, siendo además compartida con la ciudadanía. A través de esta ley se
estableció un marco normativo que permite a las fuerzas policías cumplir su función respetando
los derechos de todos los ciudadanos. Esta norma permite comprender cómo los estándares de
derechos humanos y la función policial no son excluyentes, sino complementarios; es decir, uno
no puede darse sin el otro. Para el Ministro, si eso ocurriera estaríamos frente a un Estado que
no respeta sus límites y contradice su razón de ser, la protección de la sociedad.

Cerrando el Seminario Internacional, el Ministro señaló que esta alineación de las normas
peruanas al ámbito internacional posee como consecuencia un actuar policial e institucional
centrado en la persona humana y en la protección de los derechos humanos; es decir,
una actuación acorde con los principios que regulan la vida en sociedad. La existencia de
estas normas contribuye a la seguridad jurídica del país. Agregó que, si comprendemos la
seguridad jurídica como la existencia de normas que permiten al ciudadano conocer los
límites del Estado y la protección de sus derechos, también será posible comprender cómo
esta se ve reforzada cada vez que se publica una norma con regulación específica o un
protocolo de actuación que permita concretizar una política pública.

Finalmente, para el Ministro todo este trabajo de regulación permitirá contar con un marco
normativo adecuado que lleve intrínseco un enfoque de derechos humanos que fortalezca
el trabajo del sector. En ese sentido, se podrán dar pasos más significativos si el marco
jurídico sobre el cual ejercen las atribuciones plantea un esquema de reglas claras que
permita reducir la arbitrariedad, las interpretaciones dispares y los vacíos normativos. El
Ministro finalmente agradeció a las instituciones y personas participantes, ya que con su
esfuerzo han permitido discutir un tema tan trascendente para la sociedad peruana e invita
a todos a seguir trabajando por la protección de los derechos de todos los peruanos.

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SEMINARIO INTERNACIONAL
“Hacia una política sectorial sobre derechos humanos, uso de la fuerza y gestión de conflictos”

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

Los días 22 y 23 de febrero de 2016, se llevaron a cabo el Taller y el Seminario Internacional


“Hacia una política sectorial sobre derechos humanos, uso de la fuerza y gestión de
conflictos”. Los eventos fueron coorganizados por la Dirección General para la Seguridad
Democrática del Ministerio del Interior, el Instituto de Democracia y Derechos Humanos
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Oficina Regional para América del Sur
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo. De este modo, se reforzó la alianza estratégica
existente entre estas instituciones la cual tiene como objetivo la promoción del respeto y
garantía de los derechos humanos en el Perú.

Ambos eventos contaron con la participación de los invitados internacionales: Amerigo


Incalcaterra, Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH); André Vianna, Coronel en retiro
de la Policía Militar del Estado de São Paulo y consultor especialista en Derechos Humanos
Aplicados a la Función Policial (Brasil); Gustavo Palmieri, Director de la Escuela Judicial del
Centro de Justicia y Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Lanús (Argentina);
e, Ignacio Cano, Coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad
del Estado de Río de Janeiro (UERJ) (Brasil). Asimismo, estuvieron presentes diversos
especialistas nacionales y representantes de organizaciones internacionales. Todos ellos,
se reunieron para trabajar la temática de derechos humanos, uso de la fuerza y gestión
de conflictos; analizando la importancia de la educación policial en dichos temas, la
relevancia del nuevo marco regulatorio comprometido con los estándares internacionales
en uso de la fuerza, y la necesidad de adoptar reglamentos y protocolos de actuación que
permitan concretizar y aplicar en la realidad diaria aquellos principios de proporcionalidad
y necesidad establecidos por las normas internacionales y nacionales.

A continuación, señalamos las principales conclusiones y recomendaciones de los eventos:

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I. Conclusiones

1. La región Latinoamericana, durante las últimas décadas, presenta un grave fenómeno


de conflictividad social. Esta situación surge, en ciertas ocasiones, por demandas
sociales aún no totalmente resueltas por los diversos Estados. De este modo, la falta
de mecanismos de reclamo y/o de procesos de comunicación efectivos entre gobierno
y ciudadanos, da paso a tensiones sociales, protestas, conflictos y momentos de crisis,
donde el uso de la fuerza resulta siendo un instrumento necesario para restablecer la paz
social. No obstante, este ejercicio de la función policial debe adecuarse a la protección
de los derechos humanos, debiendo cumplir con los estándares internacionales
correspondientes.

2. En la actualidad, existen estándares internacionales en materia de derechos humanos


y uso de la fuerza que obligan al Estado peruano. Estos estándares se encuentran
conformados por instrumentos de soft law, como el Código de conducta para
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de 1979, los Principios relativos a una
eficaz prevención e investigación de las ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias
de 1989 y los Principios básicos sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por
los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de 1990. Estos documentos, si bien
no poseen fuerza vinculante per se, al ser utilizados en las sentencias de los órganos
supranacionales de protección de derechos humanos, los cuales poseen jurisdicción
respecto de nuestro Estado, constituyen lineamientos obligatorios para un uso de
la fuerza adecuado y respetuoso de los derechos humanos. Entre estas sentencias,
podemos citar los casos Vargas Areco contra Paraguay (2006), Zambrano Vélez y otros
contra Ecuador (2007), Tarazona Arrieta y otros contra Perú (2014), entre otros. Además,
estos instrumentos han sido reconocidos e incorporados a la legislación peruana a
través de la Ley de la Policía Nacional del Perú y el Decreto Legislativo que regula el uso
de la fuerza por la Policía Nacional del Perú, reforzándose su obligatoriedad.

3. Los estándares internacionales se encuentran determinados, además, por las normas


internacionales vinculantes a las cuales el Estado peruano se ha obligado a través de
su ratificación. Entre ellas, los tratados generales de protección de derechos humanos,
como son el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos o la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Finalmente, a este marco normativo habría
que agregar las decisiones de los órganos de control de los tratados, tales como el
Comité de Derechos Humanos (especialmente, Observación General N° 6 y N° 20), y
las sentencias de los tribunales internacionales, como aquellas dadas por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos que incorporan en sus análisis las disposiciones
de estos instrumentos y, en particular, las de las normas de soft law mencionadas.
Respecto de estas últimas, se puede hacer mención a los casos Montero Aranguren
y otros (Retén de Catia) contra Venezuela del 2006, Zambrano Vélez y otros contra
Ecuador del 2007, el caso Nadege Dorzema y otros contra República Dominicana del
2012, Hermanos Landaeta Mejías y otros contra Venezuela del 2014 y Cruz Sánchez y
otros contra el Perú del 2015.

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4. En el Perú, el uso de la fuerza por parte de la Policía Nacional del Perú se encontraba
regulado por directivas o normas infralegales como el Manual de Derechos Humanos
aplicados a la función policial, aprobado por Resolución Ministerial Nº 1452-2006-IN
del31 de mayo de 2006. Los cuales, si bien recogían algunos avances en materia de
protección de derechos humanos durante el uso de la fuerza policial, no resultaban
siendo totalmente precisos. Por ello, el 15 de agosto de 2015 se adoptó el Decreto
Legislativo N° 1186, Decreto Legislativo que regula el uso de la fuerza por parte de la
Policía Nacional del Perú. Esta norma, en cuya preparación participaron representantes
de las organizaciones internacionales y de la sociedad civil nacional, genera un marco
jurídico claro que permite a la policía ejercer sus funciones en el debido respeto de los
derechos humanos. Asimismo, establece obligaciones y límites para el ejercicio regular
del derecho a la protesta de todos los ciudadanos. Y, por último, esclarece conceptos y
establece reglas jurídicas específicas que coadyuvarán a una correcta labor judicial en
aquellos casos donde exista una controversia jurídica respecto del acto policial de uso
de la fuerza1.

5. Sin embargo, el uso de la fuerza ha dejado de ser un tema que debe ser atendido solo
desde el plano normativo ya que excede ese marco y precisa una reflexión desde
el ámbito de la política pública, toda vez que el tema del uso de la fuerza afecta a
la centralidad de los derechos fundamentales como la vida, la integridad física y la
libertad.

6. Es por ello que este proceso de perfeccionamiento normativo se encuentra ligado


a otros procesos que corren paralelos y buscan crear condiciones para la efectiva
concretización de lo dispuesto en el Decreto Legislativo. Uno de estos procesos
es la reforma educativa de la Policía Nacional del Perú, a través de la cual se viene
proponiendo la transversalización de los enfoques de derechos humanos a lo largo de
toda la etapa formativa del efectivo policial. Esta reforma parte de un Plan General de
Educación que determina el tipo de policía que se desea formar, el rol de la policía en
la sociedad y la finalidad de su formación. En los tres casos, se plantea la necesidad
de un rol protagónico de los derechos humanos y de la función policial de protección
de la ciudadanía. Este proceso de reforma educativa viene siendo acompañado por
capacitación especializada en materia de derechos humanos y uso de la fuerza, a
través de la cual se busca crear un cuerpo de élite de instructores que permitan formar
nuevos efectivos a nivel nacional.

7. Otro de los procesos paralelos que se vienen dando en el Perú es la existencia de una
política de adquisición de medios de policía, los cuales son indispensables para un
cabal cumplimiento de las reglas en materia de uso de la fuerza dadas por el nuevo
marco regulatorio. De este modo, se busca dotar a los efectivos policiales de las
herramientas necesarias para poder cumplir con su deber en el respeto de los derechos
humanos. En ese sentido, se están comprando importantes medios de policía que se
están distribuyendo a nivel nacional y que conformarán esta política pública para una
Policía Nacional democrática y respetuosa de los derechos humanos.

1 El proyecto de reglamento del Decreto Legislativo 1186 fue publicado en abril de 2016 para recoger los aportes y sugerencias de
entidades públicas, instituciones privadas, organizaciones de la sociedad civil, así como de las personas naturales en general.

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8. Finalmente, el uso de la fuerza se asocia a los conflictos sociales, los cuales hay que
prevenir y controlar. Estas tareas corresponden, en parte, al Ministerio del Interior y la
Policía Nacional del Perú y, por tanto, es necesario contar con una política sectorial sobre
el tema. Esta viene siendo desarrollada y permitirá la adecuada y necesaria prevención
y gestión de los conflictos sociales, así como contar con una mejor profesionalización
policial respecto del tema. Asimismo, la política sectorial promueve que las fuerzas
policiales, quienes se encuentran muchas veces presentes desde el inicio del conflicto,
puedan actuar como observadores o facilitadores en la gestión de conflictos. Por
último, busca establecer las competencias del sector interior en la materia, las cuales
se articularán con los demás responsables de la gestión de conflictos en el sistema
nacional.

II. Recomendaciones

1. El Perú ha venido incorporando los estándares de derechos humanos al uso de la fuerza


por parte de la Policía Nacional del Perú. Es necesario continuar con este proceso,
tomando conocimiento y dando cumplimiento a las recomendaciones realizadas por
los órganos de control de los tratados de derechos humanos y los relatores especiales
de Naciones Unidas. Asimismo, se recomienda que la incorporación de los estándares
y obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, también pueda darse
en las normas reglamentarias y protocolos de actuación que permitan la operativización
de la normativa legal.

2. El Decreto Legislativo N° 1186, Decreto Legislativo que regula el uso de la fuerza por
parte de la Policía Nacional del Perú, constituye un paso decisivo para la creación de un
marco jurídico adecuado para la actuación policial en situaciones de conflicto o tensión
social. Siendo esta norma de nivel legal, es necesario comenzar a crear herramientas
para darle operatividad. Entre ellas, se recomienda aprobar el Reglamento del Decreto
Legislativo N° 1186, el cual permitirá establecer pautas concretas de actuación,
desarrollar las normas generales indicadas en el Decreto Legislativo y establecer
criterios para las investigaciones y eventuales sanciones ante su incumplimiento.
Asimismo, es necesario desarrollar protocolos de actuación que permitan contar con
procedimientos estandarizados que incorporen enfoques de derechos humanos y
protección de poblaciones en situación de vulnerabilidad, y que guíen el actuar policial
de forma específica.

3. En el marco de la creación de un sistema policial de uso de la fuerza respetuoso de los


derechos humanos es necesario contar con una política educativa que permita difundir
los instrumentos normativos y operativos existentes, y busque el perfeccionamiento de
los efectivos policiales a nivel nacional. Para ello, el Perú se encuentra en un proceso
de reforma de la educación de la Policía Nacional del Perú, a través del cual se vienen
estableciendo lineamientos educativos, perfiles de los educandos y principios rectores
y transversales. Para continuar y complementar estos avances, se recomienda mejorar
la educación policial en todos sus niveles y en todo el territorio nacional. Para ello, se
deberá promover un estudio diagnóstico de la situación de las escuelas policiales, que
permita conocer sus fortalezas y debilidades, a fin de promoverlas o resolverlas según

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corresponda. En ese mismo sentido, se recomienda transversalizar el enfoque de
derechos humanos en los planes de estudios, la profesionalización del equipo docente
y la dación de recursos para mejorar la infraestructura y las herramientas de trabajo
en el aula. Finalmente, es necesario seguir dando prioridad a la formación por sobre el
servicio durante los años de estudio, a fin de contar con una policía adecuadamente
formada para hacer frente a las dificultades del servicio una vez dejada la escuela.

4. La existencia de un marco regulatorio que establece competencias y responsabilidades


en el uso de la fuerza, requiere dotar a la Policía de los medios necesarios para poder
cumplir con lo dispuesto a nivel normativo. Por ello, se invita a seguir impulsando la
política de compra y mejora de los medios de policía, los cuales resultan fundamentales
para una adecuada prevención y gestión de las situaciones de crisis. Estos medios
de policía deberán ser distribuidos a las diversas dependencias policiales en todo el
territorio nacional, especialmente en aquellas zonas donde existe mayor conflictividad
social.

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5. Por último, el uso de la fuerza se encuentra estrechamente ligado a las situaciones de
conflicto social y protesta. Por ello, es necesario promover la adopción de un el enfoque
preventivo de gestión de conflictos. Se recomienda, además, que esta gestión pueda
darse de forma articulada, estableciendo competencias específicas entre los diversos
sectores y entes estatales. Asimismo, a nivel sectorial, es necesario crear protocolos
de actuación que establezcan los procedimientos para hacer frente a situaciones de
conflicto desde la llegada de las primeras informaciones por parte de los equipos
de monitoreo e inteligencia. Para ello, además, se recomienda reforzar los canales
de comunicación a través de los cuales se transmite a los sectores especializados
y comprometidos con el trabajo de prevención y gestión de conflicto la información
relativa a nuevas situaciones que podrían dar lugar a conflictos o crisis.

6. En ese orden de ideas, teniendo en cuenta que las tareas relacionadas al mantenimiento
del orden público por parte de la Policía requieren la consolidación de las competencias
profesionales, la unificación de criterios de actuación y el entrenamiento permanente, se
recomienda adoptar las acciones y medidas necesarias para proseguir con el proceso
iniciado, con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja, para el establecimiento
de un centro de capacitación policial en el uso de la fuerza y mantenimiento del orden
público que garantice la estandarización de procedimientos y la especialización y
entrenamiento permanente de los efectivos policiales.

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AGRADECIMIENTOS

A nuestros invitados extranjeros:

Amerigo Incalcaterra
Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado de Naciones Unidas
para los Derechos Humanos

Humberto Henderson
Representante Regional Adjunto para América del Sur del Alto Comisionado de Naciones
Unidas para los Derechos Humanos

María del Carmen Sacasa


Representante Residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo

André Vianna
Coronel en Retiro de la Policía Militar del Estado de São Paulo y consultor especialista
en Derechos Humanos Aplicados en la Función Policial (Brasil)

Gustavo Palmieri
Director del Centro de Justicia y Derechos Humanos “Eduardo Luis Duhalde” de la
Universidad Nacional de Lanús (Argentina)

Ignacio Cano
Coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de
Río de Janeiro (Brasil)

A los equipos de las instituciones con quienes hemos organizado este evento:

Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del


Perú
Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo

A Adrián Lengua Parra, Tania Gómez Perochena, Eduardo Hurtado Sipión, miembros del
Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, quienes tuvieron a su cargo la redacción del presente documento.

A los miembros de la Dirección General para la Seguridad Democrática del Ministerio del
Interior, especialmente a Walter Chiara Bellido y Chiara Marinelli, por sus esfuerzos en la
organización del Taller y el Seminario Internacional, y la edición de esta publicación.

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