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Temuco. Chile.2005
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LA MATRIZ INTERSUBJETIVA.
Los momentos de creación intersubjetiva son momentos actuales especiales. Volviendo a la pregunta
planteada al comienzo del libro. ¿Qué se experimenta, ahora, o en el momento actual, cuando se co-crea y
comparte con alguien un momento de contacto intersubjetivo?
Nosotros somos capaces de “leer” las intenciones de los demás y sentir dentro de nuestros cuerpos lo
que ellos están sintiendo. No por alguna razón mística, sino que al ver su cara, sus movimientos, y su postura,
escuchando sus tonos de voz, y señalando el contexto inmediato de sus conductas. Nosotros somos bastante
buenos en esta “lectura mental”, aunque nuestras intuiciones necesiten verificarse y afinarse (1991).
La naturaleza ha diseñado nuestro cerebro y mente de manera tal que podamos intuir directamente
las posibles intenciones de los demás viendo sus acciones dirigidas-a-metas (incluso sin conocer la meta). Al
levantar su mano hacia un lado de su cabeza, nosotros inmediatamente asumimos que ellos rasgaran su
cabeza, ajustaran sus lentes, examinaran su oreja, o cepillaran su pelo. A medida que su mano se acerca y se
inicia la posición en si misma para la meta escogida, nosotros la adivinamos. Igualmente, viendo su expresión
facial, postura, y movimientos, nosotros podemos sentir directamente algo muy parecido a los que ellos están
sintiendo. Y, mientras estamos hablando con ellos y ellos están en silencio escuchando, nosotros podemos
sentir sus cambios en la respuesta con relación a lo que nosotros estamos diciendo al mirar los pequeños
movimientos de sus rasgos faciales, la dirección de su cabeza y mirada, y el tono de los sonidos de fondo de
su voz. Las expresiones afectivas hablan de lo que estamos pensando, así como también de lo que estamos
sintiendo. Y al moverse, nosotros podemos sentir lo que debe parecer moverse de esa forma. Nosotros lo
sentimos en nuestro cuerpo y en nuestra mente, conjuntamente. También se puede coger (entender) lo que un
grupo esta experienciando.
Nuestros sistemas nerviosos están construidos para ser capturados por los sistemas nerviosos de los
demás, de esta forma podemos experienciar a los otros como si estuviéramos en su piel, así como también
desde nuestra propia piel. Un tipo de ruta directa al afecto de la otra persona está potencialmente abierta y
nosotros resonamos con y participamos en sus experiencias, y ellos en las nuestras (Yo deseo proporcionar
brevemente la evidencia que apoya esta visión).
Los demás no son sólo objetos, sino que son inmediatamente reconocidos como clases especiales de
objetos, objetos como nosotros, capaces de compartir estados internos. De hecho, nuestras mentes trabajan
naturalmente buscando las experiencias en los demás con la que nosotros podamos hacer resonancia. Nosotros
analizamos, naturalmente, la conducta de los otros en términos de estados internos que nosotros podamos
comprender, sentir, participar, y por lo tanto, compartir.
Esto debe verse a la luz de nuestra existencia como animales altamente sociales, que probablemente
gastamos la mayoría de nuestras vidas en la presencia de los demás, reales o imaginados. Algunas veces,
nuestras compañías imaginadas son vividas como presentes; en otras ocasiones, son figuras vagas, de fondo, o
audiencias, o testigos que flotan dentro y fuera de nuestra conciencia. Pero que no están en ninguna parte.
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Traducido por Germán Monje para el Magíster en Psicología Clínica mención Psicoterapias Costructivistas. Universidad Mayor.
Temuco. Chile.2005
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Cuando nosotros juntamos todo esto, cierto mundo intersubjetivo emerge. Nosotros ya no vemos
nuestras mentes como tan independientes, separadas, y aisladas. Tampoco como los propios dueños, maestros,
y guardianes de nuestra subjetividad. Los límites entre el self y los demás permanecen claros, pero más
permeables. De hecho, un self diferenciado es una condición la de intersubjetividad. Sin ella sólo existiría una
fusión (1995, 1985). Nosotros vivimos rodeados por los sentimientos, pensamientos e intenciones de los otros
que interactúan con las nuestras, de manera que lo que es nuestro y lo que pertenece a los demás comienza a
resquebrajarse. Nuestras intenciones modifican o nacen en un dialogo cambiante con las intenciones sentidas
de los otros. Nuestros sentimientos son cambiados por las intenciones, pensamientos, y sentimientos de los
otros. Y nuestros pensamientos son co-creados en el diálogo, incluso cuando es sólo con nosotros mismos.
Para abreviar, nuestra vida mental es co-creada. Este continuo diálogo co-creado con las mentes de
los demás es lo que yo llamo la matriz intersubjetiva.
Dos mentes crean la intersubjetividad. Pero, igualmente, la intersubjetividad moldea las dos mentes.
El centro de gravedad ha cambiado desde lo intra-psíquico a la intersubjetividad.
¿Cuál, entonces, es la evidencia para tal matriz intersubjetiva?. La siguiente discusión intenta
responder esta pregunta. No significa que sea exhaustiva, sino más bien simplemente presta los soportes para
la idea.
La evidencia neurocientífica.
El descubrimiento de las neuronas espejo ha sido crucial. Estas neuronas proporcionan los posibles
mecanismos neurobiológicos para el entendimiento del siguiente fenómeno: Leer los estados mentales de los
demás, especialmente sus intenciones; hacer resonancia en la experiencia del otro; experienciar lo que alguien
más experiencia; y capturar una acción observada que hace que uno pueda imitarla – para abreviar, empatizar
con otro y establecer el contacto intersubjetivo (1998, 1998, 1996, 2001).
Las neuronas espejo se encuentran adyacentes a las neuronas motoras. Ellas se disparan en un
observador que no está haciendo nada, pero que esta viendo a otra persona cómo se comportar (p.e., alcanzar
sus lentes). Y el patrón de disparo en el observador imita el patrón exacto que el observador usaría si él
hubiese alcanzado los lentes por sí-mismo. En resumen, la información visual recibida cuando vemos la
acción de otro se traza (en un mapa) hacia la representación motora equivalente en nuestro cerebro por la
actividad de esas neuronas espejo. Lo que nos permite participar directamente en las acciones de los demás
sin tener que imitarlas. Nosotros experienciamos al otro como si nosotros hubiésemos ejecutados la misma
acción, sintiendo la misma emoción, haciendo la misma vocalización, o siendo tocados como si ellos fueran
tocados. Estos mecanismos como si han sido descritos por Damasio (1999) y Gallese (2001). Esta
“participación” en la vida mental del otro crea una sensación de sentir / compartir con / entender a la persona,
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en particular, los sentimientos y las intenciones de las personas (estoy usando a propósito el término
sentimiento en vez de afecto para incluir sentimientos, sensaciones sensoriales, y sensaciones motoras, junto
con los afectos Darwinianos clásicos).
Claramente, el sistema de neuronas espejo puede llevarnos lejos dentro del entendimiento (a nivel
neuronal) del contagio, la resonancia, la empatía, la simpatía, la identificación, y de la intersubjetividad. En
este punto, es sólida la evidencia para tal sistema de resonancia en las acciones vocales, manuales, faciales, de
la boca y de los pies. Algo ha enfatizado un rol potencial para las neuronas espejo en la adquisición del
lenguaje. Yo creo que eso proporcionará una trayectoria menos interesante que su importancia para la
intersubjetividad en general.
Existe otra característica de este sistema: Es particularmente sensible a las acciones dirigidas-a-metas
(p.e., movimientos con una intención prontamente inferrable). Además, la percepción de una intención
atribuible parece tener su propia localización cerebral – una clase de centro de detección-de-intenciones
(2001). Por ejemplo, el centro cerebral de detección-de-intenciones se activa si la acción, en su contexto,
parece tener una intención. Si el mismo exacto movimiento es visto, en un contexto diferente, donde no hay
intención que pueda ser atribuida, el centro cerebral no se activará.
La idea de gran vigencia de una tendencia humana de la mente a percibir e interpretar el mundo
humano en términos de intenciones es fortalecida por estos descubrimientos. Y la lectura de las intenciones de
los demás es fundamental para la intersubjetividad.
Existe otro descubrimiento que puede servir como un correlato neural para la intersubjetividad. Para
hacer resonancia con alguien, tu puedes haber estado inconscientemente sincronizado con esa persona. Tu
podrías moverte sincrónicamente, como los amantes pueden hacerlo cuando se sientan en la mesa de café y
trazan una danza en que simultáneamente aproximan y alejan sus caras desde uno a otro, o mueven sus manos
juntos al mismo instante. O podrías coordinar la velocidad y tasa de cambio de tus movimientos para crear
juntamente algún tipo de pas de deux práctico cada día – por ejemplo, lavas tus platos y la otra persona los
seca. Tú entregas los platos limpios mojados para el que los seca en un movimiento uniforme sin pausa entre
ellos. Y tú tomas en cuenta al otro sólo con una mirada periférica.
Algunos mecanismos deben estar disponibles para esta coordinación diádica. El descubrimiento de
osciladores adaptativos pueden proporcionar una pista. Estos osciladores actúan como relojes sin su cuerpo.
Ellos pueden ser reseteados una y otra vez en su proporción de disparo que puede ser ajustado para emparejar
la proporción de una estimulación entrante. Estos relojes internos usan propiedades en tiempo-real de las
señales entrantes (p.e., desde alguien entregándote una plato) para “fijar” tus osciladores adaptativos, de esta
manera ellos inmediatamente producen sus propia proporción de disparo neural en sincronía con la periocidad
de la señal entrante (1995, 1985). El resultado es que el brazo de alcance de la persona que seca los platos esta
perfectamente coordinado en el tiempo con la mano de alcance de la persona que entrega el plato. Lee (1998)
ha ideado elegantes modelos (la teoría tau) para describir cómo este tipo de coordinación diádica y en
sincronía podría ocurrir.
La necesidad de tal mecanismo es evidente cuando uno piensa sobre la extraordinaria coordinación
temporal de que son capaces los seres humanos y animales. Piénsese cuan fácil es para nosotros patear una
pelota de fútbol en movimiento mientras corremos o en atrapar una pelota al correr. En las interacciones
interpersonales los problemas de la coordinación temporal pueden ser incluso más complejos porque nosotros
cambiamos las trayectorias de forma más rápida e impredecible que el movimiento que las pelotas hacen. Aún
así, cuando dos personas mueven sus cabezas conjuntamente para darse un beso, repentino, apasionado,
incluso por primera vez, raramente terminan chocando sus dientes frontales. Existe usualmente un aterrizaje
(beso) suave.
Otro trabajo reciente sobre sincronización en fase e integración a gran escala en el cerebro promete
arrojar más luz sobre este fenómeno a niveles fundamentales (2001).
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Hasta ahora, todo de esta evidencia es aplicable a la intersubjetividad de una vía (“yo sé lo que estas
sintiendo”). Pero, ¿qué pasa con la intersubjetividad de dos vías, o la completa? ¿una aparente redundancia?
(“yo sé que tú sabes que yo sé lo que estás sintiendo, y viceversa?. Esto requiere otro paso. ¿Podrían los
mecanismos previamente descritos ser suficientes? Al menos dos “lecturas” de los otros se requieren para la
intersubjetividad de dos vías. El primero es saber que es lo que el otro está experienciando. El segundo es
saber cómo el otro está experienciando su experiencia. Existe una lectura recursiva y reiterativa en curso. El
rol del contexto es crucial aquí. La presencia de una intersubjetividad de una vía es el contexto determinante
en que la segunda lectura del otro debe ser interpretado para llegar a una intersubjetividad completa. Todavía
algo más que un mecanismo de resonancia, incluso reiterada, puede ser necesitada. Nosotros dirigiremos esto
brevemente como un problema del desarrollo.
Existe un problema. Si los mecanismos trabajan tan bien que vivimos íntegramente en una matriz
intersubjetiva, ¿por qué no somos capturados constantemente por el sistema nervioso de los demás e
impregnados por su experiencia?. Ahora que sabemos que existen mecanismos claros que permiten la
intersubjetividad, la pregunta ya no es cómo lo hacemos, sino ¿cómo lo detenemos?. Claramente el sistema
necesita frenar. De hecho, existen tres grupos de frenos. El primero es la selección. Debe haber un gating de
atención de forma que el otro sea suficientemente comprendido y comprometido por la mente, o sea excluido
del proceso. Otro grupo se necesita para asegurar la activación de la neuronas espejo que no se desbordan para
disparar las correspondientes neuronas motoras con el resultado de imitación automática o refleja como se ha
visto en pacientes con ecopraxia, o “de conducta imitativa” (2001). Un tercer grupo se necesita para inhibir, o
más correctamente, dosificar el grado de resonancia con el otro. Estas es una área de gran potencial, tanto
neurofisiológica como clínicamente. Debe recordarse que muchos trastornos psiquiátricos se caracterizan en
parte por la falta de empatía e inhabilidad de adoptar el punto de vista del otro. Yo no estoy pensando en el
caso extremo del autismo, sino las personalidades narcisas, borderline, y antisociales, donde esta falta puede
ser llamativa y la causa de que los problemas que a los pacientes los lleva a psicoterapia.
Incluso dentro del rango normal, la gente difiere considerablemente en la manifestación de ciertas
formas de intersubjetividad. ¿Están sus mecanismos básicos para la resonancia comprometidos?. ¿O están sus
sistemas de freno e inhibición de su inmersión intersubjetiva excedidas de trabajo? ¿Cuál es el rol de la
experiencia mientras se desarrolla la configuración de estos parámetros?. Se necesita mucha investigación en
este punto.
Desarrollo de evidencia.
Empezando justo después del nacimiento, se pueden ver formas tempranas de intersubjetividad vista
en los infantes. Esto sostiene la naturaleza fundamental de la matriz intersubjetiva en la que nos
desarrollamos. Varios investigadores han descrito conductas intersubjetivas en infantes pre-verbales, pre-
simbólicos. Esta muy temprana manifestación de intersubjetividad habla del problema de la innatez (de
innato). Beebe, Knoblauch, Rustin, y Sorter (2002) proporcionaron una excelente revisión y comparación de
tres aproximaciones en paralelo de la temprana intersubjetividad.
Trevarthen (1074, 1979, 1980, 1988, 1993, 1999/2000; 1978) encontraró una intersubjetividad
primaria en infantes muy pequeños al observar la coordinación mutua segura de la conducta del infante y la
conducta de madre en el juego libre: el tiempo de sus movimientos, la arremetida de sus expresiones faciales,
y su anticipación de las intenciones del otro. Por ejemplo, en un experimento, la madre y el infante interactúan
vía una instalación de televisión, de manera que están realmente en piezas separadas, pero se ven y escuchan a
través de un monitor como si estuviesen sentados cara a cara. Si un retraso de segunda-división (split-second)
en el sonido o mirada del comportamiento maternal es experimentalmente introducido, el infante rápidamente
lo señala y la interacción se quiebra. En el contacto interhumano ya se espera una correspondencia. La
correspondencia es la palabra clave que lleva a Trevarthen a hablar de “la intersubjetividad primaria”.
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La imitación temprana ha sido otra ruta principal para proponer formas tempranas de
intersubjetividad (1998, 1999, 2002; 1073; 1981, 1995;1993; 1977, 1999). Meltzoff y sus colegas comenzaron
a focalizarse en neonatos imitando acciones vistas en la cara del experimentador (p.e., sacando la lengua).
¿Cómo podría uno explicar tales conductas cuando el infante no sabía que tenía una cara o lengua – cuando él
solamente observó una imagen visual del acto del experimentador – sin embargo, respondieron con un acto
motor guiado por su propia retro-alimentación propioceptiva (no visual)?. Y ¿cuando no ha habido pruebas de
aprendizaje previo para establecer tal imitación (invisible)?. La respuesta está en la temprana forma de
intersubjetividad basada un traslado cruce-modal de forma y tiempo. Otros ejemplos semejantes de imitación
temprana se encontraron. Meltzoff y sus colegas concluyeron que los infantes toman algo del otro en el acto
de imitación, que solidifica la sensación de que el otro es “como yo” y “yo soy como ellos”. Él luego especula
que para que un infante aprenda sobre (hacer representaciones internas de) objetos inanimados, ella debe
manipular o hablarle, pero para aprender sobre (y representar) la gente ella debe imitarlos. La mente del
infante emplea diferentes canales para la gente.
Mis colegas y yo hemos tomado una tercera ruta (1977, 1985, 2000; 1984). Yo he estado más
interesado en cómo las díadas permiten a cada otro saber sobre sus estados afectivos internos. Por ejemplo, si
un infante emitió una conducta afectiva antes de un evento, ¿cómo podría la madre permitir al infante saber
que ella comprendió no simplemente lo que el infante hizo, sino también el sentimiento que el infante
experienció que quedo detrás de lo que hizo?. El énfasis se ha cambiado desde la conducta manifiesta de la
experiencia subjetiva subyacente. Yo propongo el entonamiento afectivo, una forma de imitación selectiva y
de cruce-modal, como la vía para compartir los estados afectivos internos, en contraste a la imitación fiel
como la vía para compartir la conducta manifiesta.
Jaffe y sus colegas (2001) sumaron otra pieza de evidencia sugestiva. Ellos mostraron cómo los
infantes pre-verbales (4 y 12 meses) y las madres cronometran con exactitud el comienzo, termino, y pausa de
sus vocalizaciones para crear una acoplamiento rítmico y una coordinación bidireccional de sus diálogos
vocales. Esto implica que ellos han “capturado” no sólo su propio tiempo, sino que también el del otro.
El problema del tiempo coordinado es obviamente central para la sincronizidad y el acceso a otra
experiencia. Watson (1994) y Geregely y Watson (1999) han encontrado una manera fascinante en que el
infante se vuelve sensible a la conducta y el timing del otro. Ellos proponen que nosotros, y los infantes,
tenemos “analizadores innatos de detección de contingencias”. Tales módulos miden la extensión a la cual la
conducta de alguien es exactamente sincrónica o responsiva con la propia. Ellos encuentran que antes de los 3
meses, los infantes están más interesados en eventos que son perfectamente contingentes con su conducta.
Esto haría a los bebes más sensibles a ellos mismos. Entre los 4 y 6 meses hay un cambio. Los infantes se
interesan más en eventos que son alta, pero imperfectamente contingentes con su propia conducta. Esto es
exactamente lo que hace una interacción con otra persona. Ellos ahora están más interesados en el timing
conductual de los otros, usándose a sí mismos como estándar.
El trabajo de muchos otros también tiene presente de manera significativa estos problemas (1983,
1975, 1977, 1995b, 1971, 1978, 1989, 1979, 1977). Lo más significativo es que todo lo de estos autores está
de acuerdo con que los infantes nacen con mentes que están especialmente entonadas con las otras mentes que
se manifiesta a través de su conducta. Esto se basa en gran parte en la detección de correspondencias en el
timing, intensidad, y la forma en que son intermodalmente transposable. El resultado es que desde el
nacimiento en adelante, uno puede hablar de una psicología de mentes mutuamente sensibles.
Además, estos investigadores agregan que durante la infancia pre-verbal, el bebe es especialmente
sensible a la conducta de los otros humanos; ellos usan diferentes capacidades preceptúales y expectacionales
en las interacciones interpersonales, comparando las interacciones con ellos mismos o con objetos
inanimados. Ellos invitan y esperan de los otros que sean de la misma forma con ellos, pero no idénticos.
Ellos forman representaciones pre-simbólicas de los otros o de estar-con-los-otros. Ellos pueden participar en
un estado mental de otro. En resumen, una forma temprana de intersubjetividad está presente.
El momento presente.
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No hay estudios de las neuronas espejo o de osciladores adaptativos que hayan sido intentados en
infantes de esta edad. Sin embargo, tales osciladores o algo muy parecido a ellos, deben estar presente.
En todas las perspectivas sobre la actividad motivadora humana, la intención es central. Algún
elemento psicológico se necesita para avanzar, jalar, activar, o de alguna manera colocar eventos en
movimiento. Las intenciones van bajo muchos disfraces y variaciones. En la psicología folclorica, usando los
ejemplos del periodismo y el rumor, es el motivo – el por qué – que propulsa el chisme. En el psicoanálisis es
el deseo o anhelo. En la etología es la motivación activada. En la cibernética la meta es el valor. En las teorías
narrativas puede ser el deseo, la creencia, el objetivo, el motivo, o el problema. Las intenciones, en una forma
u otra, y en un estado de integridad u otra, están siempre ahí, actuando como el procesador que tiende foward
(hacia adelante) la acción, historia, o mente.
Existe otra razón para situar tal peso para analizar la conducta dentro de las intenciones como un tipo
de mente primitiva: el percibir/inferir intenciones de las acciones humanas comienza muy temprano en la
vida. Meltzoff (1995; 1999) ha descrito dos situaciones en la que los infantes pre-verbales comprenden la
intención de la acción de alguien, incluso cuando ellos nunca han visto las intenciones completamente
enactuadas, en otras palabras, como habiendo alcanzado su meta propuesta. En tal situación, comprender la
intención requiere de una inferencia.
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“experimentador” fuera un robot que ejecuta las mismas acciones fallidas, el infante no trata de colocar el
bulto fuera. Los infantes parecen asumir que sólo la gente, no los robots, tiene intenciones que son inferidas e
imitada con valor.
Gergely, Nadsasdy, Csibra, y Biro (1995) y Gergely y Csibra (1997) han llevado a cabo un
experimento relacionado a los infantes más jóvenes usando dibujos animados. Aquí, también, los infantes
miraban la animación para interpretar la escena en términos de las intenciones que ellos inferían más que las
acciones que ellos veían (el hecho de que los objetos eran animados - p.e., actuar como la gente lo haría – es
ciertamente crucial). Rochat ha mostrado la misma primacía de la intención inferida sobre la acción vista en
infantes de 9 meses (1995, 1999; 1995).
En cualquier situación, la lectura de intenciones (en cualquier nivel del desarrollo) es posible y
necesaria desde muy temprano en la vida. Una vez más, se puede responder una pregunta neuroanatómica.
¿No existe un centro ya-desarrollado en el cerebro infantil, como en los adultos, que se activa en la presencia
de la conducta a la cual una intención dirigida a la meta puede ser atribuida?. Tendría que estar.
Braten (1998a, 1998b) ha aunado esfuerzos con la evidencia del desarrollo antes mencionada en el
infante pre-simbólico para acuñar el término participación altero-centrada. Para él esto significa que la
intersubjetividad está disponible en la infancia en virtud de la habilidad innata para entrar dentro de la
experiencia del otro y participar en ella. Él sugirió que la mente humana es construida para encontrarse con
“otros virtuales” y, por supuesto, con otros reales. Sus conclusiones se ajustan muy bien con la presencia de
mecanismos subyacentes a las neuronas espejo y osciladores adaptativos. La noción de otros virtuales sirve
aquí como una introducción para la perspectiva fenomenológica discutida al final del capitulo.
A los 12 meses se observa la “referencia social” (1983; 1983). Un ejemplo típico es cuando un
infante sólo aprende a caminar cayéndose y se sorprende, pero no se daña realmente. El observará la cara de
su madre para “saber” que sentir. Si la madre expresa miedo e interés, el infante llorará. Si sonríe, el bebe
probablemente reirá. En otras palabras, en situaciones de incertidumbre o ambivalencia, el estado afectivo
mostrado en los otros es pertinente a cómo el bebe se sentirá.
Después de los 18 meses, cuando el niño se vuelve verbal, nuevas formas de intersubjetividad se
suman rápidamente (1993). Tan pronto como el infante pueda hacer, sentir, o pensar algo por sí mismo, ella
probablemente participara en su bien hacer, sentir o pensar por los demás. La amplitud de la intersubjetividad
del niño sólo espera su propio desarrollo (existe una interesante pregunta sin responder aquí). ¿Podría un
infante en participar en la experiencia del otro incluso antes de que el pudiera hacerlo por sí mismo?). Esta es
una pregunta legítima, ya que, como una regla en el desarrollo, las capacidades receptivas aparecen antes de
las productivas.
La psicología cognitiva asume que los niños alrededor de los 5 años adquieren una “teoría de la
mente” más general, desarrollando una capacidad más formal para representar los estados mentales en los
otros. Varias versiones de la teoría de la mente en los niños son actualmente debatidas (1995; 1992; 1992;
1998; 1989; 2002, 1999; 1987). Un punto principal de disputa es si (y a lo que se extiende) la habilidad de
representar las mentes de los otros es un proceso cognitivo formal o realza la resonancia o la simulación que
permite algún tipo de acceso directo a los sentimientos de la experiencia de los otros. Ciertamente, cada uno
podría reforzar al otro como productos del desarrollo. Pero yo no puedo imaginar cualquier base fundamental
para la intersubjetividad sin la resonancia, o la simpatía de un mecanismo cualquiera. En los últimos análisis,
son sobre el sentimiento, no la cognición (ver también Widlocher, 1996).
Existen dos otros puntos valiosos para mencionar. La intersubjetividad diádica requiere de algún tipo
de participación recursiva o representación de la mente del otro. La teoría de la mente puede ser útil en
semejantes consideraciones, al menos antes en la infancia. Por ejemplo, la intersubjetividad de una-vía – (“yo
sé/siento que tu...”) – no requiere de una teoría de la mente. Sin embargo, la reiteración necesaria
intersubjetiva para la intersubjetividad de dos-vías – “yo (o nosotros) sé/siento que tú sabes que yo (nosotros)
sé...” – puede no necesitar de una teoría de la mente tampoco, sino que sería muy intensificada por ella
cuando se desarrolla (la distinción clara que yo he trazado entre la intersubjetividad de una-vía y diádica es
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excesiva, especialmente en la practica. En la mayoría de las situaciones es más fructífero pensar en términos
de grados de simetría y asimetría, donde estas representan los polos de un espectro).
Yo creo que muchos de los teóricos de la mente fijan un criterio tan estricto de cuando se debe
asumir una teoría verdadera de la mente, con frecuencia, usando la habilidad de representar las falsas
creencias en los otros como criterio último y exclusivo (alrededor de los 5 años). Sin embargo el trabajo de
Dunn (1999) y de Reddy y sus colegas (1991; 2002) en los niños más pequeños jugando, probando,
engañando, mintiendo, y dando significados que incluso las formas más tempranas de la teoría de la mente
son con frecuencia se puede ver en situaciones naturales.
En resumen, la evidencia del desarrollo sugiere que desde que nacen, los infantes entran dentro de
una matriz intersubjetiva. Esto está asegurado porque las formas básicas de intersubjetividad son manifestadas
enseguida. A medida que nuevas capacidades son desarrolladas y nuevas experiencias son habilitadas, el
infante será arrastrado dentro de la matriz subjetiva, que tiene su propia ontogénesis. La amplitud y
complejidad de esta matriz se extiende rápidamente, incluso durante el primer año de vida cuando el infante
todavía es pre-simbólico y pre-verbal. Entonces, al alcanzar el infante el segundo año de vida y al ser capaz de
nuevas experiencias, como, por ejemplo, las emociones “morales” de vergüenza, culpa, y turbación
embarazosa (embarassment), estas emociones son delineadas dentro de la matriz intersubjetiva como algo
que puede ahora experienciar dentro de sí mismo y en los otros. La riqueza intersubjetiva se expande otra vez
con el advenimiento de capacidad cognitivas más desarrolladas durante la niñez. Y otra vez, en cada fase del
desarrollo del curso de la vida, la matriz intersubjetiva crece de manera más profunda y enriquecida.
El trabajo de Hofer (1994) proporciona una especie de analogía neurobiológica para la matriz
intersubjetiva. Él encontró en las relaciones madre-cría entre las ratas que las conductas de la madre (p.e.,
lamer, tocar, vocalizar) juegan un papel crucial en la regulación de la fisiología del infante (p.e., tasa cardiaca
temperatura corporal, digestión, niveles hormonales). Lo que es más sorprendente es la especificidad de que
lo que regula la conducta materna son los mecanismos fisiológicos. Estos descubrimientos son análogos en el
sentido que las crías de ratas desarrollan homeostasis fisiológica que pueden parecer bajo el control de sus
propios mecanismos regulatorios – una biopsicología de una rata. De hecho, también están bajo el control de
la madre por sobre las conductas – una biopsicología de dos ratas. En una forma similar para la
intersubjetividad las intenciones y sentimientos que son instaladas bajo en el desarrollo humano el bebe está
fuertemente regulado y sujeto a la influencia de la experiencia expresada de la madre.
El mundo experienciado por la gente autista continúa asombrando. Lo que hace a la gente autista tan
extraña y, sin embargo, tan fascinante es que ellos parecen tan completamente humanos, pero infringen tanto
lo que nosotros esperamos de los humanos. Ellos parecen vivir fuera de nuestra matriz intersubjetiva familiar.
Existen varios movimientos que consideran esta condición. Algo, como el retrato autobiografico del Templo
de Grandin (1995) – con una introducción de Oliver Sacks – concierne a los adultos con el Síndrome de
Asperger, una sub-categoría de funcionamiento más elevado del espectro autista. Estas consideraciones son
quizás las más nombradas, porque con el Síndrome de Asperger el retrato clínico es menos desordenado con
las incapacidades y otras formas patológicas vistas en muchas otras formas de autismo cuando está presente
algún grado de trastorno del desarrollo fuerte.
Otras consideraciones se focalizan más en los niños con varias formas de autismo (p.e., 1995; 1998;
1993; 2002; 1999; 1993; 1997). Pero ahí, también, estas suspicacias de los niños al contacto visual (la ventana
dentro del alma del otro y de la mente), insensibilidad relativa al contacto humano (físico y psicológico), y el
desinterés o incapacidad de comunicarse verbalmente o no verbalmente (excepto de manera instrumental) son
invariantemente comentadas. Concerniente a este último punto, sirve un ejemplo. Cuando los infantes hacia el
final del primer año de vida comienzan a señalar, dos tipos de señalamiento se distinguen: señalar para tomar
algo y señalar para mostrar algo que es interesante o nuevo. Sólo el segundo tipo de señalamiento es
intersubjetivo en el sentido que la intención es compartir la misma experiencia. Algunos niños autistas
señalan, pero sólo para tomar algo que ellos desean, muy raramente para compartir su experiencia.
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Lo que más le choca a uno sobre la mayoría de la gente autista, es que ellos no se sumergen en una
matriz intersubjetiva. Ahí parece haber una falla de “lectura mental”. Incluso más, uno tiene la impresión de
que no hay interés en leer la otra conducta o la mente, como si no tuviera especial atracción u otras
posibilidades, no más que un objeto inanimado. Otros, como Tustin (1990), ha afirmado que este “desinterés”
y desatención a las cosas humanas son defensivos, para protegerlos de los umbrales dolorosamente bajos de la
estimulación humana. Incluso si esta explicación fuera correcta, en el total de algunos casos o en parte de
otros, el resultado es el mismo. El mundo humano no es considerado como especial, ni “como ellos”.
Existe una falla consistente de la intersubjetividad. Ellos parecen ser “ciegos de mente”. Es esto lo
que hace a los autistas con frecuencia parecer extraños, o de “otro mundo”, como Sacks puso cuando él
describe a Grandin como “un antropólogo de Marte” que se esfuerza por entender a los otros humanos que
están a su alrededor. No existe impedimento intelectual aquí, ella es una Ph.D. y mundialmente renombrada
en su especialidad. Sin embargo, ella tiene que acordarse de preguntar si alguien tiene hambre o sed porque
no le nace directa, empáticamente, sino más bien como una probabilidad lógica dada las circunstancias. Uno
de los eventos humanos que más la desconcierta es ver a los niños jugar. Ella no entiende que los hace
repentinamente reír o pelear. Ella no se compromete en amistades sociales íntimas. Son tan complicadas e
incomprensibles para ella.
De hecho, muchos de los esfuerzos educacionales con gente autista de alto-funcionamiento son
dirigidos a intercambios sociales mayormente de tipo instrumental, como cuando se dice “gracias”, “eres
bienvenido”, “le gustaría sentarse”, y así. Normalmente, tales respuestas fluyen directamente desde la
participación en la experiencia de otro.
Braten (1998b) proporcionó una anécdota clínica iluminadora en este punto. Cuando una madre la
pone en sus manos, las palmas adelante, su infante normal es probable que también ponga sus manos de
manera que sus palmas la toquen (preliminarmente para juegos de pat-a-cake). ¿Es esa una imitación?. Sí, en
el sentido de que el infante ha hecho lo que la madre hizo. Sin embargo, el infante esta viendo las palmas de
su madre, no la parte de atrás de sus manos. ¿Por qué él no puso la parte de atrás de sus manos contra las
palmas de sus manos, y de la manera de ser capaces de ver sus propias palmas sólo al ver las suyas?. Eso es
justo lo que muchos niños autistas hacen. Los infantes normales han imitado desde dentro del punto de vista
de la madre, que lo que ellos participan. Los niños autistas han imitado su propio punto de vista, con sólo una
participación parcial en la experiencia de la madre.
La existencia del autismo no es en sí misma evidencia para la matriz intersubjetiva. Sin embargo, el
retrato de la gente viviendo sin estar inmersos en una matriz intersubjetiva da una perspectiva de la matriz en
la que nosotros vivimos normalmente. Esta matriz es como el oxigeno. Nosotros respiramos todo el tiempo
sin darnos cuenta de su presencia. Cuando nos confrontamos con el autismo, nosotros podemos sentir el
mundo sin oxigeno, y es un sobresalto.
Yo había deseado encontrar un dios o diosa de la antigüedad que sostenga el don de la lectura mental
(no hablar del futuro) y que podría ofrecerlo al humano. Este don haría transparentes las mentes de los otros.
Sin embargo, tengo que encontrar tal deidad. Mis colegas del conocimiento en tales materias me aseguraron
que mi búsqueda sería en vano. Al menos en la antigüedad Occidental, la mente no estaba restringida y
encarcelada a la cabeza o al corazón de una persona. La mente circulaba más libremente, constantemente
recibiendo inputs desde la naturaleza y los dioses. No pertenecía a alguien como una propiedad secreta,
privada. Había poca necesidad del don de hacer las mentes de los otros transparentes.
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Traducido por Germán Monje para el Magíster en Psicología Clínica mención Psicoterapias Costructivistas. Universidad Mayor.
Temuco. Chile.2005
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Ahora nosotros estamos experimentando una revolución, no de vuelta a las visiones de la antigüedad,
sino que más cerca de ellas. Esta revolución ha sido inspirada largamente por el trabajo del filósofo
fenomenológico, Edmund Husserl (1993/1962, 1930/1980, 1930/1989, 1931/1969, 1964). La aproximación
fenomenológica ha sido revitalizada por filósofos contemporáneos e incorporada por algunos científicos
dentro de las visiones alternativas actuales de la naturaleza humana que está rápidamente ganado fuerza (p.e.,
1995; 1997, 1999; 1994, 1999; 1999a, 1999b; 1997; 1999; 1999; 2001; 1996, 1999; 1996, 1999, 2001).
Esta nueva visión asume que la mente esta siempre encarnada y se hace posible por la actividad
sensorio-motora de la persona, que es entretejida con y co-creada por el entorno físico que inmediatamente lo
circunda, y que está constituido por la forma d sus interacciones con las otras mentes. La mente toma y
mantiene su forma y la naturaleza desde este trafico abierto. La mente emerge y existe, desde los procesos
auto-organizantes intrínsecos, al interactuar con las otras mentes. Si estas interacciones constantes no hubiese
una mente reconocible.
Una de las consecuencias de esta visión de la “cognición corporizada” es que la mente es, por
naturaleza, “intersubjetivamente abierta”, de manera que está parcialmente constituida a través de su
interacción con las otras mentes (1931/1060; 2001; 1996, 2001). Lo que esto significa es que los seres
humanos poseen una propiedad mental primitiva descrita como “la experiencia pre-reflejada, pasiva (no
voluntariamente iniciada) del otro como un ser encorporizado como uno mismo...” (Thompson, 2001, p. 12).
Cualquier consideración del proceso de psicoterapia debe tomar en cuenta las premisas anteriores. La
existencia de una matriz intersubjetiva define el contexto psicológico en el cual la relación terapéutica toma
forma. La transferencia y contra-transferencia son sólo caos especiales de un proceso constante. La idea de la
psicología de una-persona es impensable en esta situación.
Estas consideraciones arrojan otra luz a los momentos actuales. Los encuentros intersubjetivos son
de relativamente corta duración. Ellos son creados en uno o varios momentos actuales. Así el momento actual
permanece como una unidad de proceso fundamental en la co-creación de la matriz intersubjetiva.
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