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CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA1
INTRODUCCIÓN
En ese sentido, el presente trabajo tiene por objeto analizar los mecanismos resolutorios
extrajurisdiccionales regulados por el Código Civil y contrastarlos con el régimen legal sobre
resolución de contratos administrativos para determinar si es que alguno de ellos es
1
Artículo publicado en Athina, revista de derecho de los alumnos de la Universidad de Lima,
año 2008, Nro. 4, Año 3, págs. 45 a 78.
2
Hacemos referencia a lo arbitral por cuanto, de acuerdo a la Ley de Contrataciones y Adquisiciones
del Estado, toda controversia contractual (una vez celebrado el respectivo contrato) se soluciona
mediante dicho mecanismo alternativo de solución, sustrayéndose al contrato administrativo de la
competencia judicial. Nos remitimos de manera precisa al artículo 53 del respectivo Texto Único
Ordenado (T.U.O.) aprobado por D.S. 083-2004-PCM.
2
efectivamente aplicable, todo ello atendiendo a que el artículo 201 del Reglamento de la Ley
de Contrataciones y Adquisiciones del Estado establece que las normas del Código Civil son
de aplicación supletoria para los contratos sujetos a la Ley de Contrataciones y
Adquisiciones del Estado. Asimismo, nos interesa analizar, aunque sea brevemente, la
procedencia de una resolución parcial de contrato administrativo, dado que con ello las
entidades poseerían una facultad para generar determinados efectos que no
corresponderían con los efectos resolutorios civiles ante cierta categoría de contratos,
refiriéndonos concretamente a los de tracto único, en los cuales existe unidad de vínculo y
de prestación.
3
BIGLIAZZI GERI, Lina, BRECCIA, Humberto, BUSNELLI, Francesco y NATOLI, Ugo. Derecho Civil,
tomo I – volumen 2: Hechos y Actos Jurídicos, Universidad Externado de Colombia, primera edición
en español, Bogotá, 1992, págs. 1071 y 1072. Los eventos sobrevinientes que fundamentan la
posibilidad de una resolución son tres: hipótesis ordinaria; incumplimiento; hipótesis extraordinarias:
imposibilidad y dificultad.
4
MESSINEO, Francesco. Doctrina General del Contrato, tomo II, Ediciones Jurídicas Europa-
América, Buenos Aires, 1986, pág. 348.
3
Es así que, en materia de compraventa con pago del precio en armadas, para fines
de legitimidad resolutoria se exige al menos el incumplimiento de tres cuotas (artículo
1561), identificándose el requisito de gravedad con el aspecto cuantitativo del
incumplimiento (lo grave viene a ser, de dicha manera, el incumplimiento sostenido,
reiterado en el tiempo); no obstante, resulta obvio que las partes pueden acordar
cosa distinta, considerando que la gravedad radica, por ejemplo, en el incumplimiento
de una o de cinco cuotas. Tratándose del suministro con entregas singulares, la
resolución sólo operará en la medida que exista un razonable riesgo de
incumplimiento de las entregas pendientes, ya que ello ciertamente constituiría una
situación grave, intolerable para el acreedor, quien habría perdido confianza (artículo
1620) en el deudor. En el caso del arrendamiento, bajo la presunción legal relativa
de pago mensual de la renta, la configuración de gravedad se genera cuando el
arrendatario ha dejado de pagar dos períodos mensuales de renta y además
transcurren quince días (artículo 1697, inciso 1), aunque resulta evidente que el
acreedor puede considerar como grave cosa distinta, por ejemplo, falta de pago de
un solo período o falta de pago de seis períodos, de ser así deberá acordarlo con el
arrendatario.
En ese orden de ideas, resulta importante destacar que el artículo 225 del
Reglamento de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado señala que “El
contratista podrá solicitar la resolución del contrato, de conformidad con el inciso c)
del Artículo 41º de la Ley, en los casos en que la Entidad incumpla injustificadamente
5
BIGLIAZZI GERI, Lina, BRECCIA, Humberto, BUSNELLI, Francesco y NATOLI, Ugo. Op. cit., págs.
1075 a 1077. La exigencia de la gravedad radica, conforme a dichos autores, no en el hecho que
así lo establezca o no la ley, sino porque en el iter contractual “… con frecuencia el deudor tiene
toda la intención de ejecutar el contrato, pero por dificultades no graves y momentáneas no se
encuentra en condiciones de hacerlo puntualmente; sin que, de otra parte, el acreedor sufra un
perjuicio notable por efecto de una dilación breve. En consecuencia, si se le permitiera al acreedor
resolver el contrato sin indagaciones adicionales no sólo se lesionaría una exigencia de justicia, sino
que se beneficiaría el arbitrio de quien busca el más mínimo pretexto para sustraerse a vínculos que
ya no son de su agrado”.
4
Frente a una situación de incumplimiento, nuestra ley presume la culpa leve del
deudor, por lo que a éste corresponderá demostrar que medió una situación de
imposibilidad sobreviniente ajena a él (de tal forma que el contrato quedará resuelto
ipso iure, sin responsabilidad) o, que siendo posible su ejecución, ello no se produjo
por causa no imputable (artículo 1317 del Código Civil), de tal manera que el contrato
podrá quedar resuelto pero sin responsabilidad.
El artículo 1429 del Código Civil de 1984 regula la figura en cuestión conforme a lo
siguiente:
“En el caso del artículo 1428 la parte que se perjudica por el incumplimiento de la
otra puede requerirla mediante carta por vía notarial para que satisfaga su
prestación, dentro de un plazo no menor de quince días, bajo apercibimiento de
que, en caso contrario, el contrato queda resuelto.
Si la prestación no se cumple dentro del plazo señalado, el contrato se resuelve de
pleno derecho, quedando a cargo del deudor la indemnización por daños y
perjuicios”. Lo destacado con negrita es nuestro.
Sobre la base del texto destacado precedentemente, nos interesa comentar brevemente
determinados aspectos de la resolución por intimación:
1. “Puede requerirla”
7
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El Contrato en general – Comentarios a la Sección Primera
del Libro VII del Código Civil, segunda parte, tomo IV, en: Colección Para Leer el Código Civil,
volumen XV, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1993, págs. 318 a
323.
8
BIGLIAZZI GERI, Lina, BRECCIA, Humberto, BUSNELLI, Francesco y NATOLI, Ugo. Op. cit., tomo
I – volumen 1: Normas, sujetos y relación jurídica, págs. 416 y 417. La potestad representa un
derecho subjetivo, concreto y no abstracto como el “poder”, que representa una situación activa y de
ventaja, de manera que su titular, mediante su ejercicio unilateral, puede, conforme destacan dichos
autores, “provocar una modificación en la esfera jurídica de un sujeto jurídico distinto, imposibilitado
para oponerse válidamente a ella, y que, por eso mismo, por regla general, se encuentra en una
posición (de desventaja inactiva) de mero pati o soportar”.
6
Pero no se trata sólo que la resolución en cuestión opere discrecionalmente, sino que
además requiere como soporte de cierta actividad del interesado, del acreedor, quien
debe requerir, compeler, intimar, demandar el pago de aquello que no ha sido
cumplido hasta el momento por el deudor, pese a que ya sea exigible. El
requerimiento es para que el deudor pague, y ello significa jurídicamente que el
acreedor tiene, y mantiene, interés en la respectiva prestación.
9
Artículo 1329 del Código Civil: “Se presume que la inejecución de la obligación, o su cumplimiento
parcial, tardío o defectuoso, obedece a culpa leve del deudor”.
10
MESSINEO, Francesco. Op. cit., pág. 341.
7
11
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Op. cit., pág. 371.
8
La fórmula del Código Civil respecto al plazo puede resultar ambigua y ha merecido
toda clase de pronunciamientos. La ley exige que el acreedor intime al pago y
otorgue al deudor un plazo no menor de quince días para dicho fin. Plazo no menor
significa plazo mínimo. La norma es imperativa, no se puede otorgar diez días, al
menos deben ser quince, pero nada impide que se pueda otorgar, por ejemplo,
veinte días.
¿Está sujeta a la discrecionalidad del acreedor la extensión del plazo, sobre la base
que al menos sea de quince días?
La segunda respuesta es algo más elaborada porque las previsiones legales poseen
un presupuesto y tienen una determinada finalidad. En ese sentido se parte de la
premisa que lo que ha formulado el acreedor es un requerimiento de pago, de
manera que, conforme a las reglas de las buena fe, está interesado en mantener el
vínculo y que el deudor cumpla con lo comprometido, siendo que la resolución es la
consecuencia en caso que el deudor mantenga su incumplimiento; en ese orden de
ideas, se entiende que el plazo otorgado debe ser el justo y necesario para que el
deudor pueda cumplir, porque si la ejecución de la prestación demanda, por ejemplo,
no menos de veinte días, otorgar quince sería absolutamente irreal, infiriéndose que
no habría seriedad en el requerimiento formulado ya que resultaría imposible que el
deudor pueda atenderlo, le faltará tiempo, hasta podríamos referirnos a un eventual
comportamiento de mala fe. Por lo tanto, ¿Qué es lo que le interesa al acreedor,
obtener el pago o resolver el contrato? Dado que en palabras de MESSINEO
12
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Op. cit., pág. 371.
9
Lo que genera una suerte de rebeldía contra los alcances del plazo mínimo previsto
en el artículo 1429 del Código Civil es que se trataría de una nueva evidencia de una
regulación in favore debitoris, en la cual se asume que el deudor (el mal deudor) es la
parte débil de la relación, siendo que se le estaría “condenando” al acreedor al
mantener el vínculo con quien no cumple oportunamente sus obligaciones, de
manera que se estaría en la práctica obviando la finalidad resolutoria del
procedimiento. No compartimos dicha posición. No sólo porque desconoce que, en
primer lugar, estamos ante un requerimiento de pago lo cual demanda que el plazo
otorgado sea real y que efectivamente permita cumplir con lo requerido, sino porque
además no creemos que exista un perjuicio para el acreedor (en términos jurídicos),
ya que la constitución en mora que al menos se generaría simultáneamente
permitiría indemnizar por el atraso calificado, y si con anterioridad sólo hubo demora
o atraso simple, eso es problema del acreedor, porque debió haber denunciado
expeditivamente la falta de cumplimiento oportuno, lo cual hubiese significado
finalmente sostener que el atraso ya le causaba perjuicio de manera que no habría
habido graciosa prórroga de plazo. Nadie debe invocar el hecho propio a su favor,
nadie debe invocar su propia negligencia, y me temo que aquí podría haber mucha
negligencia del propio acreedor. Por lo tanto, resuelto de pleno derecho el contrato
por no haber sido atendido el requerimiento de pago, más allá de la fecha en que ello
se produzca, se podrá reclamar por todos los daños y perjuicios efectivamente
sufridos en la medida que provengan necesariamente de la inconducta del deudor,
13
MESSINEO, Francesco. Op. cit., pág. 341. Conforme ya hemos expresado, por más que se haya
adquirido legitimidad para resolver, esto último siempre es discrecional, ya que el acreedor puede
mantener interés en el cumplimiento de lo adeudado, aunque sea moroso.
14
Hacemos nuestras las palabras del profesor DE LA PUENTE cuando expresa “Pienso que el
artículo 1429 del Código Civil sólo puede representar un aporte valioso para que la resolución por
incumplimiento discurra por los cauces que deben corresponderle, en la medida que constituya un
procedimiento que no atente arbitrariamente contra la normal finalidad de todo contrato, que es su
cumplimiento” (Op. cit, pág. 367). Por lo tanto, si el acreedor pretende resolver, no puede actuar en
fraude a la ley, ya que corresponderá que haga uso de los medios que le autorizan a ello siguiendo
sus propias reglas.
15
Artículo 1428, segundo párrafo, del Código Civil de 1984.
10
por lo que la discusión sobre si resulta pertinente esperar o no cinco días más para
obtener la resolución (en el ejemplo propuesto) nos parece francamente innecesaria.
Por último, una inquietud sobre el contenido expreso del requerimiento: ¿Qué pasa si
el acreedor compele al pago pero no señala plazo alguno?
En efecto, sobre la base que de acuerdo al Código Civil vigente el plazo se asocia
esencialmente a la posibilidad de ejecutar la prestación adeudada, ello nos lleva
finalmente a dos conclusiones: Primera, si se fija un plazo menor al que debe
corresponder por la naturaleza de la prestación, por más que se cumpla el mínimo
legal, el requerimiento sería ineficaz para fines resolutorios, aunque ello debería ser
así reconocido jurisdiccionalmente, lo cual significa que el deudor tendría que
contradecir la pretendida resolución (si no contradice se entiende que tácitamente
acepta la pertinencia y suficiencia del plazo fijado por el acreedor, el cual debería ser
mínimo por quince días). Segunda, si no se fija plazo alguno, en la medida que se
cumplan los demás requisitos del artículo 1429 del Código Civil (nos referimos
concretamente al apercibimiento), el requerimiento también sería ineficaz para fines
resolutorios, aunque ello debería ser así reconocido jurisdiccionalmente, lo cual
significa que el deudor tendría que contradecir la pretendida resolución sobre la base
que al aplicarse supletoriamente el plazo no menor de quince días considera que el
mismo era insuficiente (resulta obvio que el acreedor habría otorgado tácitamente un
plazo de quince días, que corresponde al mínimo legal, porque de lo contrario habría
indicado veinte o treinta días).
Ante una situación de falta de pago, requerimientos puede haber, y muchos, por
parte del acreedor reclamando que el deudor cumpla con lo comprometido. Ya
hemos manifestado que, sobre la base que nuestro sistema legal no postula como
regla general a la mora automática, de ordinario el primer requerimiento de pago
significará poner término a cualquier situación de tolerancia por parte del acreedor, a
cualquier situación de prórroga del plazo, ya que desde el preciso instante en que el
deudor sea requerido al cumplimiento quedará jurídicamente constituido en mora, de
manera que de cumplir con la prestación a su cargo, estaremos ante un cumplimiento
tardío con la posibilidad de reclamar daños y perjuicios (en principio bajo el régimen
de intereses moratorios, o por causa de mora, según corresponda).
Sin embargo, para los fines del artículo 1429 del Código Civil, para generar la
resolución “de pleno derecho” no es suficiente compeler, porque además debe
indicarse la consecuencia que se producirá en caso que el requerimiento sea
desatendido. No debe olvidarse que al Ordenamiento le interesa mantener las
relaciones contractuales, por lo que la posibilidad de optar por la resolución debe ser
ante situaciones graves, que determinan que sea intolerable mantener la relación.
En dicho sentido, para fines que se genere la resolución de pleno derecho, esto es,
el efecto liberatorio con prescindencia de una declaración constitutiva a nivel
jurisdiccional, es necesario, que el acreedor advierta expresamente al deudor
compelido de dicha posibilidad, porque además con ello también le estará
11
Debemos manifestar que la expresión “de pleno derecho” siempre nos ha llamado la
atención. No hay definición legislativa expresa. ¿Corresponde al mismo concepto de
la expresión de iure, ipso iure? Sabemos que la nulidad opera ipso iure, el acto es
inexistente por sí mismo, por lo que no requiere declaración jurisdiccional; es más, no
requiere de declaración alguna, menos extrajurisdiccional. En cambio, tratándose de
la resolución “de pleno derecho”, se requeriría al menos de una declaración del
interesado para fines que la resolución se configure, de manera que no es necesaria
una declaración jurisdiccional16. No obstante, no nos sentimos cómodos con dicha
definición cuando la contrastamos tratándose de situaciones resolutorias por
imposibilidad, excepcional dificultad e incumplimiento (siendo que estas dos últimas
presuponen posibilidad).
automáticamente, por ministerio de la ley, sin que sea necesaria declaración alguna.
Basta que se produzca la imposibilidad de la prestación para que el contrato quede
resuelto de pleno derecho, quiéralo o no el acreedor”17. Y partimos del supuesto que
no estamos ante un problema de términos sino de conceptos. ¿No es que la
resolución por intimación parte de lo que, en general, se denomina, “concurso
electivo”, la opción de mantener el contrato o de dejarlo sin efecto? De ser así
¿Cómo puede sostenerse que hay semejanza entre los artículos 1429 y 1431 del
Código Civil en cuanto a un mismo efecto resolutorio ministerio legis, con
prescindencia de la voluntad del propio interesado que viene a ser el acreedor?
Estamos absolutamente de acuerdo en que ante situaciones de imposibilidad el
contrato fenece por sí mismo, ipso iure, sin que sea necesaria actuación alguna del
acreedor, pero no podemos sostener que estemos ante una resolución “de pleno
derecho”, por cuanto este término lo asociamos al “concurso electivo”, siendo que en
este caso el acreedor puede decidir sobre la resolución, no siendo necesaria
declaración jurisdiccional. No obstante, si asumimos que a lo que se refiere DE LA
PUENTE, al señalar la pretendida semejanza, es a la consecuencia de la intimación
cuando el deudor no atiende el requerimiento, esto es, al hecho que el contrato
fenece automáticamente al vencimiento del plazo otorgado, de la misma manera que
la imposibilidad determina la extinción del vínculo, allí no tenemos objeción alguna.
En síntesis, consideramos que estamos ante un problema terminológico al menos
tratándose de los artículos 1431 y 1432 del Código Civil, ya que la indicación “de
pleno derecho” no puede ni debe entenderse de la misma manera como se emplea la
expresión tratándose, al menos, de la resolución prevista en el artículo 1429 del
Código Civil, esto es, ante una situación de incumplimiento y no de imposibilidad.
Debemos entender, por lo expuesto, que la indicada mención a “de pleno derecho”
se refiere a la impertinencia de una declaración jurisdiccional, pero no puede referirse
a la necesidad de una comunicación, ya que esta última también resulta impertinente
por el efecto ipso iure.
17
DE LA PUENTE Y LAVALLE. Op. cit., pág. 443.
13
18
TABOADA, Lizardo. Elementos de la Responsabilidad Civil – Comentarios a las normas dedicadas
por el Código Civil peruano a la responsabilidad civil extracontractual y contractual, Editora Jurídica
Grijley E.I.R.L., segunda edición, Lima, 2001, pág. 49.
19
LORENZETTI, Ricardo. Resarcimiento del daño contractual: confianza, información y previsibilidad,
trabajo publicado en De Iure, revista editada por los alumnos de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Lima, Nro. 3, Lima, 2001, págs. 36 y 37.
14
Como sabemos, no es lo mismo una compraventa, por más que las obligaciones de
las partes se ejecuten divisiblemente, que un suministro con entregas periódicas.
El artículo 1430 del Código Civil de 1984 regula a la denominada cláusula resolutoria
expresa o pacto comisorio20 conforme a lo siguiente:
Sobre la base del texto destacado precedentemente, nos interesa comentar brevemente
determinados aspectos de la cláusula resolutoria expresa:
1. “Convenirse expresamente”
20
Nuestro Código Civil hace referencia al “pacto comisorio” tratándose del régimen de garantías,
prohibiendo el pacto mediante el cual, al momento de constituirse la garantía, se acuerda que el
acreedor hará suya la respectiva propiedad (en caso que no se cumpla con la obligación
garantizada), aunque dicha prohibición ha quedado en gran medida relativizada con la Ley de la
Garantía Mobiliaria. En materia de contratación, se maneja una acepción distinta. Pacto comisorio
es la facultad del acreedor de resolver el vínculo por incumplimiento de su contraparte, corresponde
a una situación mayor a la excepción de incumplimiento; como manifiesta MOSSET, Jorge
(Contratos, edición actualizada, Rubinzal-Culzoni Editores, Buenos Aires, 1998, pág. 439), el pacto
en cuestión autoriza a quien cumplió, o estuvo dispuesto a cumplir en su oportunidad, a dejar sin
efecto al respectivo contrato; en dicho sentido, se sostiene que todo contrato sinalagmático está
implícitamente sujeto a un pacto comisorio. En nuestra opinión, el pacto comisorio demanda de
acuerdo expreso (por el efecto singular de la resolución “de pleno derecho”), lo cual no significa que
el acreedor no pueda resolver el contrato a través de otros procedimientos (de allí los alcances del
primer párrafo del artículo 1428 de nuestro Código Civil), por lo que suscribimos la posición asumida
por el maestro DE LA PUENTE (Op. cit., págs. 392 y 393).
15
derecho; creemos que en ese escenario, si es que el deudor no contradice la resolución, ello
no significará jurídicamente que la misma se desprende de una supuesta “cláusula”
resolutoria expresa, sino que estaríamos frente a un mecanismo implícito y consensuado de
resolución, conforme al cual ambas partes finalmente ponen término al contrato, se trataría
de un “mutuo disenso”, más allá de la oportunidad en que surta efectos dicho acuerdo. A
mayor abundamiento, la necesidad de acuerdo escrito y expreso se desprende, para efectos
registrales, de lo establecido en el artículo 98 del Reglamento de Inscripciones del Registro
de Predios, aprobado por Resolución del Superintendente Nacional de los Registros
Públicos Nro. 540-2003-SUNARP-SN del 17.11.2003, dado que la posibilidad de inscribir la
declaración unilateral de resolución de pleno derecho parte de la premisa que en el título
que dio origen a la transferencia de propiedad hubiese constado el pacto en cuestión.
En síntesis, sin pacto expreso, escrito, no hay posibilidad real de invocar cláusula resolutoria
alguna, por lo que al acreedor sólo le quedará hacer uso de la resolución extrajurisdiccional
por su autoridad (previo requerimiento de pago, bajo apercibimiento) o de la resolución
jurisdiccional. Pero de haberse pactado la cláusula en cuestión, ello no significa ni puede
entenderse en el sentido que, ante una situación de incumplimiento del deudor, el acreedor
deba necesariamente ejercerla, ya que el tema de la resolución, y del mecanismo para
implementar, son finalmente de carácter discrecional, facultativos.
Si admitimos que la resolución es una solución extrema, debemos ser conservadores con
relación a su procedencia, presupone gravedad, sea por definición legal o convencional. No
nos olvidemos además que, más allá de las críticas que nos puede merecer, nuestro Código
Civil está estructurado en materia obligacional atendiendo al principio in favor debitoris.
Sobre dicha base resulta atendible lo establecido en el artículo bajo comentario en el sentido
que el pacto debe contener la indicación precisa de la causal sustentatoria, y no una
referencia amplia e imprecisa a cualquier situación de incumplimiento, ya que esto último
será una cláusula inocua o de estilo, sin relevancia ni trascendencia para los efectos que
16
De optarse por la resolución judicial, el acreedor tendría que invocar la causal que lo legitima
a resolver, identificándola de manera precisa en la respectiva demanda; de la misma
manera, en el escenario de la resolución por autoridad del acreedor, tiene que compelerse al
cumplimiento de determinada obligación, bajo apercibimiento de resolución en caso persista
el incumplimiento de esa obligación identificada (y no de otra). Por lo tanto, ¿Por qué
tendría que observarse regla distinta en el ámbito de la cláusula resolutoria expresa?
Al exigir la ley que la situación de incumplimiento obligacional debe estar señalada con toda
precisión está finalmente exigiendo que la causal se encuentre plenamente singularizada,
identificada.
4. “Comunica”
Ahora bien, si bien la cláusula resolutoria expresa corresponde a una previsión contractual,
su ejercicio debe ser necesariamente comunicado; el acreedor debe informar que hace valer
el mecanismo resolutorio pactado en su oportunidad, en otras palabras, debe participar que
el contrato ha quedado resuelto “de pleno derecho”. No se trata que el contrato pueda
quedar resuelto, o que el acreedor se reserve la posibilidad de resolverlo, sino que el
contrato se ha extinguido, porque así fue convenido en su oportunidad. El deudor, como
parte infiel, queda por lo tanto sujeto a la decisión del acreedor.
Sobre este particular, debemos recordar lo ya tratado en el sentido que las declaraciones
contractuales son de carácter recepticio (artículo 1374 del Código Civil), por lo que sólo
21
SACCO, Rodolfo. La resolución por incumplimiento, trabajo publicado en Estudios sobre el
contrato en general – Por los sesenta años del Código Civil italiano (1942 – 2002), Ara Editores
E.I.R.L., Lima, 2004, págs. 963 y 964.
17
surten efecto en la medida que sean puestas en conocimiento del destinatario. El acreedor
sólo debe participar la resolución, y con ello el contrato queda automáticamente resuelto de
pleno derecho22.
De acuerdo al artículo 1371 del Código Civil, la resolución (más allá del mecanismo
mediante el cual se haya implementado: jurisdiccional o extrajurisdiccional) deja sin efecto a
un contrato válido por causal generada de manera sobreviviente a su celebración, porque si
la causal es originaria estaremos ante una rescisión. Pero la diferencia no sólo radica en la
oportunidad de generación de la causal, sino que además existen otras y graves diferencias.
Las causales de rescisión son cerradas, concretas23 (no abiertas o abstractas24 como en la
resolución). Y la rescisión se declara judicialmente (a diferencia de la resolución, que puede
tener fuente extrajurisdiccional). Podemos tener nuestras discrepancias respecto a dichos
temas, pero no podemos obviar una determinada tradición jurídica y opción legislativa.
Pero de acuerdo al Código Civil habría otra diferencia: la rescisión, por sustentarse en
causal originaria, tiene eficacia ex tunc, de manera absoluta; en cambio, conforme al artículo
1372 del Código Civil, la resolución operaría ex nunc, esto es, desde la generación de la
respectiva causal, por lo que carecería de eficacia retroactiva.
Hemos indicado al inicio del presente trabajo que el régimen de resolución del contrato
administrativo está regulado de cierta forma en el inciso c) del artículo 41 de la Ley de
Contrataciones y Adquisiciones del Estado (Texto Único Ordenado aprobado por Decreto
22
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Op. cit., págs. 406 a 408.
23
Lesión, venta de bien ajeno y venta por extensión o cabida.
24
Imposibilidad sobreviviente, excesiva dificultad e incumplimiento grave.
25
BIGLIAZZI GERI, Lina, BRECCIA, Humberto, BUSNELLI, Francesco y NATOLI, Ugo. Op. cit., tomo
I – volumen 2: Hechos y actos jurídicos, pág. 1084.
18
Pero ingresando propiamente en materia, nos interesa destacar los alcances del inciso c)
del artículo 41 de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado:
Dicha norma legal tiene que leerse necesariamente con el artículo 226 del actual
Reglamento de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, en cuanto dispone:
La resolución parcial sólo involucrará a aquella parte del contrato afectada por el
incumplimiento y siempre que dicha parte sea separable e independiente del resto de
las obligaciones contractuales, y que la resolución total del contrato pudiera afectar
los intereses de la Entidad. En tal sentido el requerimiento que se efectúe deberá
precisar con claridad qué parte del contrato quedaría resuelta si persistiera el
incumplimiento.
Nos interesa comentar brevemente determinados aspectos de los textos legales destacados
precedentemente:
1. Ley: “En caso de incumplimiento por parte del contratista de alguna de sus
obligaciones”
Se entiende que para fines que opere el mecanismo resolutorio debe generarse la situación
de incumplimiento, debe haberse identificado el incumplimiento de determinada obligación,
bajo el presupuesto que se trata de un incumplimiento grave. La Ley de Contrataciones y
20
Adquisiciones del Estado contiene cierta referencia al tema al regular la facultad resolutoria
del contratista, al establecer que el incumplimiento de la entidad debe ser respecto a sus
“obligaciones esenciales” (lo cual está desarrollado, de alguna manera, insatisfactoria26 a
nuestro entender, en el último párrafo del artículo 225 del Reglamento de la Ley de
Contrataciones y Adquisiciones del Estado), de manera que estaría señalándose que
tratándose de las obligaciones accesorias o secundarias no correspondería resolución
alguna. La cuestión es, ¿El requisito de gravedad del incumplimiento es sólo exigible al
contratista para que pueda optar por la resolución en caso de incumplimiento de la entidad?,
¿O se aplica por igual a ambas partes, por cuanto representa un presupuesto conceptual,
dado que la resolución es una solución extrema?
Corresponde, en consecuencia, optar por la interpretación que sea más concordante con la
naturaleza excepcional de la resolución, atendiendo al “principio de preservación
contractual”, en un contexto en que, si uno analiza las cosas cuidadosamente, pareciera que
hasta la propia Ley de Contrataciones y Adquisiciones opta por mantener la vigencia
contractual en la medida de lo posible, dado que no ha previsto ni regulado el procedimiento
sumario de resolución de pleno derecho por pacto expreso (cláusula resolutoria expresa),
siendo que conforme analizaremos a continuación, toda resolución presupone intimación,
requerimiento previo de cumplimiento. En ese orden de ideas, la esencialidad, la gravedad
debe entenderse aplicable a cualquier incumplimiento que se invoque, por cualquiera de las
partes, para pretender justificar su decisión de resolver al contrato administrativo
válidamente celebra.
2. Ley: “Que haya sido previamente observada por la Entidad, y no haya sido
materia de subsanación”
26
Preferimos el tenor expresado en el penúltimo párrafo del artículo 144 del anterior Reglamento de
la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado (aprobado por D.S. Nro. 013-2001-PCM), en
cuanto disponía lo siguiente: “Para efectos de lo dispuesto en el inciso c) del Artículo 41 de la Ley,
se considerarán como obligaciones esenciales los pagos en las oportunidades previstas en el
contrato, las que fueron factores de calificación y selección, y aquellas condiciones que resulten
indispensables para el normal cumplimiento del contrato”.
27
Merece destacarse que el inciso a) del artículo 143 del anterior Reglamento de la Ley de
Contrataciones y Adquisiciones del Estado (aprobado por D.S. Nro. 013-2001-PCM) indicaba
expresamente que la entidad podía resolver si el contratista incumplía obligaciones contractuales
esenciales, siendo que tratándose de las no esenciales debía reiterase el requerimiento. Más allá
del sentido de la regulación, lo relevante es que se admitía que el tema de la esencialidad era
común en el incumplimiento de cualquiera de las partes.
21
Reglamento: “Deberá requerirla mediante carta notarial para que las satisfaga
en un plazo no mayor a cinco (5) días, bajo apercibimiento de resolver el
contrato”
En primer lugar, conforme al artículo 1429 del Código Civil, el acreedor debe otorgar un
plazo no menor (bajo circunstancia alguna) de quince días, siendo que su extensión final
depende de la naturaleza de la prestación adeudada, situación que se justifica porque el
acreedor tiene interés en el cumplimiento, no le interesa resolver (al menos, en principio).
Tratándose de la resolución del contrato administrativo, concretamente con la actual
reglamentación de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, el plazo que se
otorga para el cumplimiento no debe ser mayor de cinco días, excepcionalmente
(“Dependiendo del monto contractual y de la complejidad, envergadura o sofisticación de la
adquisición o contratación”), no debe ser mayor de quince días, y en el caso específico de
obras, siempre debe ser de quince días. La diferencia con el régimen del Derecho Común
es manifiesta. No obstante, podríamos sostener que es finalmente un tema de plazos, de
números, ya que lo importante es el procedimiento en sí mismo. Pero tampoco es así. Y es
que, en segundo lugar, conforme al artículo 1429 del Código Civil, la resolución opera “de
pleno derecho” con ocasión del vencimiento del plazo suficiente otorgado, siempre y cuando
se hubiese indicado el apercibimiento correspondiente de mantenerse la situación de
incumplimiento. Por lo tanto, no es que como consecuencia del vencimiento del plazo el
acreedor adquiera el derecho a resolver, sino que la resolución opera en ese momento,
extrajurisdiccionalmente, por el hecho del vencimiento mismo del plazo. No hay nada que
comunicar luego de ello, en todo caso, lo único que podría comunicarse es que el contrato
22
quedó resuelto, pero dicha comunicación sería jurídicamente innecesaria, inocua, para la
generación de los efectos resolutorios. En cambio, tratándose de la resolución del contrato
administrativo, la cuestión no es así. Vencido el plazo no mayor de cinco días (o,
excepcionalmente de quince días), el contrato no queda resuelto, la relación permanece (por
lo tanto, el deudor aún puede realizar un pago tardío, ya que se presume que el interés del
acreedor subsiste, por lo que dicho acreedor carece de legitimidad para rechazar cualquier
ofrecimiento de pago). Por lo tanto, si el acreedor, sea la entidad o el contratista, sobre la
base que ha perdido interés en el cumplimiento, opta por la resolución luego de haber
seguido el procedimiento correspondiente, debe realizar necesariamente una segunda
comunicación, dando por resuelto el contrato, resolución que operará “de pleno derecho”
recién con ocasión de esa segunda e indispensable comunicación.
En síntesis, el tema de una segunda comunicación marca una de las diferencias entre la
resolución extrajurisdiccional prevista en el artículo 1429 del Código Civil y la regulada en la
Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, explicándose probablemente porque se
presume (en el escenario que la causal dependa del contratista) que a las entidades les
interesa contar con los bienes y servicios contratados antes que una indemnización por
resolución contractual, dado que los bienes y servicios contratados presuponen todo un
procedimiento previo que parte de las etapas de planificación y programación, o visto desde
otro ángulo (en el escenario que la causal dependa de la entidad) que se trata de generar un
mecanismo que permita a la entidad poder cumplir con sus obligaciones extendiéndose el
plazo para su cumplimiento, más allá de los intereses que se generen.
Lo anterior nos lleva a concluir que el procedimiento resolutorio para los contratos
administrativos establecido en la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, y en su
respectivo reglamento, es uno sui generis, en el sentido que no corresponde a ninguno de
los procedimientos resolutorios extrajurisdiccionales previstos en el Código Civil.
Otro tema es ¿Se trata de un procedimiento concientemente sui generis o corresponde más
bien a una figura surgida involuntariamente por un manejo “administrativista” de las normas
civiles o, dicho de otro modo, de uno “civilista” de las normas administrativas? Creemos
firmemente que de haberse normado al procedimiento resolutorio de los contratos
administrativos como uno sujeto necesariamente al régimen conceptual de la resolución por
intimación hubiese sido más que suficiente, ya que este último siempre es de carácter
discrecional, y más allá que se hubiese podido regular de manera diferente lo concerniente a
los plazos (dado que en términos civiles, el plazo del requerimiento bajo apercibimiento de
resolución “de pleno derecho” no puede ser inferior a quince días, por lo que podría haberse
establecido que dicho plazo no es mínimo sino máximo), lo cierto es que el actual
procedimiento resolutorio administrativo puede complicarse por las distintas actuaciones que
demanda.
Por último, el hecho que el requerimiento de pago deba realizarse mediante carta notarial no
es sino la exigencia de una forma probatoria. Consideramos que no corresponde atribuirle
carácter de forma necesaria o esencial. Se entiende que la intervención notarial permite dar
fe que el requerimiento del acreedor fue entregado al deudor, parte infiel, en determinada
oportunidad, adquiriendo fecha cierta para fines del cómputo del plazo fijado para el
cumplimiento esperado.
resolutoria) sino en cuanto al procedimiento que se considere más idóneo para el interés del
acreedor. En ese sentido, no tenemos mayor tema que comentar cuando la Ley de
Contrataciones y Adquisiciones del Estado establece que, la entidad o el contratista, “podrá
resolver el contrato”, no es que deba resolver, sino que evaluará y decidirá si deja al
contrato sin efectos o no.
No obstante, la experiencia nos señala muchas veces cosa distinta, de manera concreta en
el caso de las entidades.
Tomemos cualquiera de las causales que legitiman a la entidad para resolver, previstas en
el artículo 225 del actual Reglamento de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del
Estado: a) Incumplimiento injustificado de obligaciones contractuales, legales o
reglamentarias a su cargo, pese a haber sido requerido para ello, b) Acumulación del monto
máximo de la penalidad por mora, y c) Paralización o reducción injustificada de la ejecución
de la prestación, pese a haber sido requerido para corregir tal situación. ¿Puede realmente
una entidad dejar de resolver cuando se ha acumulado el monto máximo de la penalidad por
mora? Es más, hasta nos cuestionamos si corresponde, ante dicha causal, aplicar el
procedimiento resolutorio sui generis que hemos analizado, o si corresponde una resolución
objetiva, ipso iure, ¿Qué subsanación puede realizar el contratista? No obstante, dejamos
constancia que la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado no contempla, en caso
de incumplimiento, una resolución ipso iure. Pero al margen de ello28, ¿Puede realmente
una entidad dejar de resolver cuando, por ejemplo, se ha producido un incumplimiento grave
e injustificado del contratista respecto a sus obligaciones? No tenemos duda que, en la
medida que mantenga interés en el contrato, la entidad no debería resolver, pero ¿Cuál es
el límite a la discrecionalidad del funcionario público que adopta, o está llamado a adoptar,
tal decisión? Y si lo hace, ¿Lo entenderá de dicha manera una comisión encargada de
realizar una acción de control?, ¿Por qué no resolvió pudiéndolo hacer?, ¿Habrá algún
interés encubierto que explica esa “negligencia”? La experiencia demuestra que, en muchos
casos, los funcionarios públicos tomarán decisiones y adoptarán acciones anteponiendo sus
propios intereses a los de la entidad, y es que no es nada grato que la decisión o acción sea
cuestionada posteriormente en un informe especial derivado de una acción de control, más
aun cuando las responsabilidades civiles de los funcionarios prescriben a los diez años y el
referido informe especial posee carácter de prueba preconstituida conforme a las
previsiones de la Ley Nro. 27785, Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y de la
Contraloría General de la República. Pero en cualquier caso, se trata de consideraciones
extrajurídicas que hay que sopesar, aunque no deben ser concluyentes respecto al ejercicio
de la resolución contractual (atendiendo al margen de discrecionalidad que presupone
conceptualmente). En último caso, habrá que estimar costos y beneficios para justificar las
razones por la cuales no se habría ejercido la facultad resolutoria, dado que uno de los
objetivos de la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y de la Contraloría General de
la República es verificar la correcta, eficiente y transparenten utilización y gestión de los
recursos y bienes del Estado, analizándose bajo el principio de objetividad29.
28
Y al margen también de los casos especiales e intervención económica tratándose de los contratos
de obra, en los que la entidad está habilitada a optar por esta figura antes que resolver el contrato
(artículo 264 del Reglamento de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado).
29
Artículo 9, literal j) de la Ley Nro. 27785.
24
ineficacia definitiva del contrato válidamente celebrado por causal sobreviniente, ¿Resulta
posible sostener que dicha resolución puede ser total o parcial?
Hemos señalado que, a nuestro entender, el procedimiento resolutorio sui generis regulado
en la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado puede probablemente explicarse
porque a las entidades les interesaría contar con los bienes y servicios contratados antes
que una indemnización por resolución contractual, dado que los bienes y servicios
contratados presuponen todo un procedimiento previo que parte de las etapas de
planificación, programación y selección o, desde otras perspectiva, porque la entidad
comprometida debe contar con el máximo plazo posible para poder ejecutar sus
obligaciones aunque sea tardíamente, evitándole asumir costos indemnizatorios.
Consideramos que esas justificaciones son también el sustento de la resolución “total o
parcial” a la que se contrae la referida ley.
Por ello es que el artículo 226 del actual Reglamento de la Ley de Contrataciones y
Adquisiciones del Estado establece que: “La resolución parcial sólo involucrará a aquella
parte del contrato afectada por el incumplimiento y siempre que dicha parte sea separable e
independiente del resto de las obligaciones contractuales, y que la resolución total del
contrato pudiera afectar los intereses de la Entidad. En tal sentido el requerimiento que se
efectúe deberá precisar con claridad qué parte del contrato quedaría resuelta si persistiera el
incumplimiento. De no hacerse tal precisión se entenderá que la resolución será total en
caso de persistir el incumplimiento”.
Pero no se trata que estemos ante una contratación en que las prestaciones son separables
e independientes, sino que la posibilidad de resolución parcial la define finalmente la entidad
sobre la base que no se afecten sus intereses. Previsión reglamentaria que nos permite
nuevamente sostener que el mecanismo resolutorio sui generis se justifica por cuanto se
asume que corresponde cautelar en mayor medida el interés de la Administración Pública.
Sobre dicha base y para concluir -y aunque escapa al objeto del presente trabajo por lo que
sólo realizaremos una mención puntual- no encontraríamos -en principio- razón que impida
que el concepto de resolución “total o parcial” no pueda aplicarse en el ámbito de la
contratación civil, dado que pueden existir casos en que en un solo documento o
instrumento consten operaciones contractuales diferenciadas, vinculadas, pero autónomas
unas de otras, como si se hubiese contratado por ítems, rubros, etc.
Sobre dicha base, si el acreedor -sea la entidad o el contratista- opta por resolver, debe
comunicar necesariamente su decisión (carácter recepticio de las declaraciones
contractuales), indicando el motivo que la justifica, lo cual supone que debe identificarse la
misma obligación cuyo incumplimiento persiste, y cuya ejecución fue requerida en su
oportunidad. En otras palabras, el acreedor comunica su pérdida de interés en la prestación
pendiente, desligándose del contrato.
Esta comunicación tiene el mismo carácter que la librada en el contexto de una cláusula
resolutoria expresa, en el sentido que por su entrega (presunción de conocimiento por el
destinatario) queda sin efecto el respectivo contrato. Pero a diferencia del artículo 1430 del
Código Civil, la norma administrativa exige que la comunicación se implemente por conducto
notarial. Respecto a este requisito, reiteramos lo ya manifestado al tratar sobre la exigencia
de “vía notarial” respecto a la resolución por intimación (artículo 1429 del Código Civil), de
manera que la intervención notarial no constituye solemnidad alguna sino un medio de
prueba sobre la oportunidad de formulación (la intervención del notario genera fecha cierta
para la respectiva comunicación, la cual adquiere una connotación de entrega fehaciente);
sin embargo, no es el único medio de prueba, de manera que si una comunicación
extranotarial llega a ser probada de manera irrefutable generará los mismos efectos que una
notarial.
Al igual que en otros casos, debemos aplicar las normas no en función a su literalidad sino
de su razonable sentido y finalidad.
Un tema que merece destacarse y respecto del cual poca atención se presta es el contenido
de lo que se comunica notarialmente (comunicación indubitable recomendada). Si nos
ceñimos al texto legal pareciera que lo que se comunica (y se fundamenta jurídicamente) es
la decisión de resolver (“… mediante la remisión por la vía notarial del documento en el que
se manifieste esta decisión y el motivo que la justifica”); por lo tanto, en la carta notarial se
expresa que, por ejemplo, la entidad ha tomado finalmente la decisión de resolver el
contrato sobre la base de tal o cual causal. Sin embargo, si se sigue leyendo con atención
puede advertirse que no es exactamente así (“Dicho documento será aprobado por
autoridad del mismo nivel jerárquico de aquella que haya suscrito el contrato”); en otras
palabras, no se trata de expresar la decisión de resolver en la carta notarial (ya que dicho
26
documento no es aprobado por autoridad alguna) sino de hacer uso de la vía notarial para
remitir el documento administrativo generado (llámese resolución o acuerdo) por el cual se
opta por la resolución, documento en el cual se manifiesta la decisión de resolver y se
justifica dicha decisión. En ese sentido, representa una sana práctica, que hemos advertido
con ocasión de diversos arbitrajes, que las entidades remitan notarialmente copia certificada
de la resolución por la cual se adopta, por funcionario competente, la decisión de resolver.
Tratándose de este tema reiteramos lo ya expresado al tratar sobre la connotación “de pleno
derecho” tratándose de los procedimientos resolutorios extrajurisdiccionales por
incumplimiento de obligaciones previstos en el Código Civil.
En ese orden de ideas, será de aplicación lo dispuesto en el último párrafo del artículo 1428
del Código Civil, en el sentido que “A partir de la fecha de la citación con la demanda de
resolución, la parte demandada queda impedida de cumplir su prestación”.
CONCLUSIONES