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El Salmista usa esta palabra para señalar la unidad que siente con aquellos que
temen a Dios. Se siente ‘ligado’ a ellos; unido en un mismo sentir espiritual. Esta
unidad espiritual es importante por varias razones:
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“hizo con él compañía [‘kjabar’] para construir naves”. Uno quizá puso la
madera, el otro la mano de obra; y así se ayudaron mutuamente. Es cierto
que en ese caso Dios no aprobó el proyecto, porque el rey de Israel era
impío (ver 2 Crón 20:35); pero lo interesante del versículo 36 es que nos
enseña el valor de complementarnos en el trabajo. Como creyentes, Dios
nos ha dado diversos dones; debemos juntarnos para poder complementar
esos dones, y así servir al Señor bien en la Iglesia.
Notemos los dos criterios que el Salmista establece aquí para el compañerismo
espiritual.
i. Debe ser con “los que Te temen”. Los que temen a Dios lo conocen. El
temor a Dios es una evidencia de una vida espiritual seria. No se trata
de una persona que ama a Dios por intereses personales; por lo que
puede sacar de Dios. El que teme a Dios reconoce Su grandeza, Su
majestad, Su gloria, Su santidad. Desarrolla una vida de piedad y gran
compromiso espiritual. No le falta el respeto a Dios. Vive día a día en el
temor de Dios, y por lo tanto es sabio en todo lo que hace.
Compañerismo con tal persona es de gran beneficio espiritual.
ii. Debe ser con los que “guardan Tus mandamientos”. Esa es la evidencia
externa del temor interno. Es fácil decir que uno teme a Dios. Es fácil
también adoptar el lenguaje de uno que reverencia a Dios. Pero la única
evidencia de un verdadero temor a Dios es la obediencia a Sus
mandamientos; especialmente cuando no nos ‘conviene’ guardar esos
mandamientos – cuando van en contra de nuestros deseos.
En el Salmo 16, David declara: “Para los santos que están en la tierra, y para los
íntegros, es toda mi complacencia” (Sal 16:3). David se deleitaba en pasar tiempo
con ellos. Seguramente no podía evitar del todo a los pecadores; pero lo que le
deleitaba era pasar tiempo con los “santos” – con aquellos que se habían separado
de las cosas del ‘mundo’, y estaban comprometidos con las cosas de Dios y de Su
reino.
En Mal 3:16 leemos algo hermoso. “Entonces los que temían a Jehová hablaron
cada uno a su compañero, y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria
delante de Él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en Su nombre.
Y serán para Mi especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que
Yo actúe…”. Tanto David como el autor del Sal 119 dirían un fuerte, “Amén”, a eso.
Uno de los propósitos del compañerismo espiritual es conversar el uno con el otro,
compartiendo experiencias espirituales, y animándonos en el Señor. Por eso el
autor de Hebreos critica a los creyentes que estaban dejando de congregar. Les
exhorta diciendo: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a
las buenas obras, no dejando de congregarnos…” (Heb 10:24-25). ¡El
compañerismo espiritual es una responsabilidad cristiana!
Cuando amamos a Dios (v.57-58), amaremos también a los hijos de Dios (v.63);
ver 1 Juan 4:20-21. Comentando sobre los vv.62 y 63, Spurgeon dice: “Este
hombre santo pasaba sus noches con Dios y sus días con los creyentes”. ¡Qué el
Señor nos ayude a desarrollar esa clase de compañerismo espiritual!
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