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SALMO 119:63

“Compañero soy yo de todos los que Te temen,


Y guardan Tus mandamientos”

El creyente debe desarrollar su vida cristiana a dos niveles – individual y


colectivamente. En el v.62, el Salmista hizo lo primero. Se levantó a medianoche
para alabar al Señor. Lo hizo sólo; no necesitó el incentivo de sus hermanos en la
fe para hacerlo. Asumió su propia responsabilidad de desarrollar su vida espiritual.

En este verso vemos al Salmista hacer lo segundo. Es consciente de que no debe


vivir la vida cristiana aisladamente; necesita el compañerismo de otros creyentes.
Por eso declara que es compañero de todos los que temen el nombre de Dios.

El autor del primer salmo declara:

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,


Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado”
Sal 1:1

Eso es lo que podríamos llamar la parte negativa del compañerismo cristiano; el


creyente no anda con los pecadores. Aquí en el Sal 119 el autor expresa la parte
positiva. Él sabe que no es suficiente sólo evitar el compañerismo de los impíos
(v.61); debe buscar activamente el compañerismo de los que aman a Dios y
guardan Sus mandamientos.

La palabra, “Compañero” (‘kjaber’), significa ‘bien unido’; señala dos o más


personas que tienen bastante en común, y se sienten muy unidos por lazos de
amistad y compromiso mutuo. En Juec 20:11 leemos que todos los hombres de
Israel se juntaron, “ligados [‘kjaber’] como un solo hombre” para pelear contra los
de Benjamín.

El Salmista usa esta palabra para señalar la unidad que siente con aquellos que
temen a Dios. Se siente ‘ligado’ a ellos; unido en un mismo sentir espiritual. Esta
unidad espiritual es importante por varias razones:

- Nos da mayor fuerza para luchar contra la ‘carne’, el ‘mundo’ y Satanás. En


Gén 14:3 leemos que varios reyes “se juntaron” [‘kjabar’] para luchar
contra un enemigo común. Se dieron cuenta que individualmente no podían
resistir al enemigo; la unidad producía la fuerza. Eso es lo que el creyente
siente. A solas no puede contra el enemigo; necesita el compañerismo de
otros creyentes para animarse y fortalecerse en el Señor.

- Nos hace sentir parte de un gran proyecto. El verbo, ‘kjabar’, se usa


frecuentemente en relación con la construcción del tabernáculo. Por
ejemplo, en Éx 26:3 Dios ordena que las cinco cortinas del tabernáculo
“estarán unidas [‘kjabar’] una con la otra”. Cada una, individualmente, no
hacía nada; era una simple cortina. Pero unida con las demás cortinas
formaba el techo del tabernáculo. Así es el creyente. Solo no se siente gran
cosa; pero cuando se une con los demás creyentes es consciente de ser
parte del Cuerpo de Cristo; el ejército de Dios; el templo del Espíritu Santo.

- El compañerismo cristiano también nos permite complementarnos; cada uno


aportando sus dones y talentos para el bien de todo el cuerpo de Cristo. En
2 Crón 20:36 leemos que el rey de Judá se unió con el rey de Israel en un
proyecto de construir naves para promover el comercio. La RV traduce,

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“hizo con él compañía [‘kjabar’] para construir naves”. Uno quizá puso la
madera, el otro la mano de obra; y así se ayudaron mutuamente. Es cierto
que en ese caso Dios no aprobó el proyecto, porque el rey de Israel era
impío (ver 2 Crón 20:35); pero lo interesante del versículo 36 es que nos
enseña el valor de complementarnos en el trabajo. Como creyentes, Dios
nos ha dado diversos dones; debemos juntarnos para poder complementar
esos dones, y así servir al Señor bien en la Iglesia.

El ejemplo de 2 Crón 20 nos hace ver la importancia de establecer un buen


compañerismo. No se trata de juntarse con cualquier persona que dice ser
creyente. Por eso debemos notar que el Salmista declara que era compañero “de
todos los que Te temen y guardan Tus mandamientos”.

Notemos los dos criterios que el Salmista establece aquí para el compañerismo
espiritual.

i. Debe ser con “los que Te temen”. Los que temen a Dios lo conocen. El
temor a Dios es una evidencia de una vida espiritual seria. No se trata
de una persona que ama a Dios por intereses personales; por lo que
puede sacar de Dios. El que teme a Dios reconoce Su grandeza, Su
majestad, Su gloria, Su santidad. Desarrolla una vida de piedad y gran
compromiso espiritual. No le falta el respeto a Dios. Vive día a día en el
temor de Dios, y por lo tanto es sabio en todo lo que hace.
Compañerismo con tal persona es de gran beneficio espiritual.

ii. Debe ser con los que “guardan Tus mandamientos”. Esa es la evidencia
externa del temor interno. Es fácil decir que uno teme a Dios. Es fácil
también adoptar el lenguaje de uno que reverencia a Dios. Pero la única
evidencia de un verdadero temor a Dios es la obediencia a Sus
mandamientos; especialmente cuando no nos ‘conviene’ guardar esos
mandamientos – cuando van en contra de nuestros deseos.

En el Salmo 16, David declara: “Para los santos que están en la tierra, y para los
íntegros, es toda mi complacencia” (Sal 16:3). David se deleitaba en pasar tiempo
con ellos. Seguramente no podía evitar del todo a los pecadores; pero lo que le
deleitaba era pasar tiempo con los “santos” – con aquellos que se habían separado
de las cosas del ‘mundo’, y estaban comprometidos con las cosas de Dios y de Su
reino.

En Mal 3:16 leemos algo hermoso. “Entonces los que temían a Jehová hablaron
cada uno a su compañero, y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria
delante de Él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en Su nombre.
Y serán para Mi especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que
Yo actúe…”. Tanto David como el autor del Sal 119 dirían un fuerte, “Amén”, a eso.

Uno de los propósitos del compañerismo espiritual es conversar el uno con el otro,
compartiendo experiencias espirituales, y animándonos en el Señor. Por eso el
autor de Hebreos critica a los creyentes que estaban dejando de congregar. Les
exhorta diciendo: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a
las buenas obras, no dejando de congregarnos…” (Heb 10:24-25). ¡El
compañerismo espiritual es una responsabilidad cristiana!

Cuando amamos a Dios (v.57-58), amaremos también a los hijos de Dios (v.63);
ver 1 Juan 4:20-21. Comentando sobre los vv.62 y 63, Spurgeon dice: “Este
hombre santo pasaba sus noches con Dios y sus días con los creyentes”. ¡Qué el
Señor nos ayude a desarrollar esa clase de compañerismo espiritual!

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