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Teoría de la Desconexión

Samir Amin, destacado marxista egipcio y además pensador del sur como su obra lo demuestra, ha desarrollado la importante
teoría de la desconexión en la cual asume la hipótesis que para un desarrollo duradero, los países del Sur debería cortar amarras
comerciales y de dependencia con las potencias del Norte y apostar a una propuesta propia basada en el intercambio horizontal
entre los países periféricos.

Amin, Samir, “La desconexión. Hacia un sistema mundial policéntrico”, Editorial IEPALA, Madrid, 1998.p. 64.

De acuerdo a esta propuesta, Amín crítica la idea de que los países subdesarrollados tengan que adecuarse a la racionalidad
económica establecida por la globalización neoliberal o, de lo contrario, se extinguirán. La desconexión de Amin se basa en la
solidaridad y el internacionalismo; incluyendo o aglutinando a varios países subdesarrollados, para así lograr una desconexión
colectiva. Según el propio Amin, la necesidad de la desconexión se debe a la existencia dos tipos de capitalismo: por un lado, un
capitalismo desarrollado con un nivel de industrialización alto, donde existe una diversificación en su industria y producción, con
productos manufacturados de alta tecnología y demanda; por el otro, un capitalismo subdesarrollado, monoproductor,
monoexportador y plurimportador, dependiente del capitalismo desarrollado. El primero de los polos utiliza el segundo para
expandirse económicamente y maximizar sus ganancias. De ahí que esta teoría refleje un carácter antisistémico, o sea, que
suponga una concepción del desarrollo que vaya contra la lógica del capital, contra la lógica de la globalización neoliberal.

La desconexión como proposición, se sostiene en cuatro objetivos fundamentales: la construcción de un sistema global que no esté
al servicio del mercado mundial; una organización que encare decididamente la batalla por el desarme mundial; la existencia de
una organización que brinde acceso a los recursos del planeta en forma equitativa, y por último, una fuerza defensora del
replanteamiento del papel de las instituciones internacionales. Logrando mayores oportunidades en el objetivo de emerger del
subdesarrollo a los países del Sur.

Para Amin, el camino hacia el desarrollo requiere de economías autocentradas, es decir, de planes nacionales dirigidos al
desarrollo del mercado interno, sometiendo el desarrollo que se alcance, en materia de exportación, a los objetivos internos.

Él afirmó:

“Sin un desarrollo autocentrado, susceptible de responder a las necesidades materiales de la totalidad de las capas sociales de la
nación, aunque fuera en un marco capitalista, se revela imposible para la periferia del sistema, se impone el examen de la opción
alternativa de otro desarrollo ideado fuera de la referencia a las presiones globales. Ahí está el sentido de la expresión
desconexión”

Históricamente puede comprobarse que el proceso de acumulación del capital y el desarrollo económico de los países más
poderosos ha sido producto de una fuerte protección de sus mercados internos, sin embargo para los países de la periferia, al
contrario, su reproducción del capital ha sido producto de la evolución de los países del centro, lo que ha resultado en la creación
de cadenas históricas de dependencia. Aunque el autor aclara que la desconexión no implica el rechazo a toda tecnología
extranjera, solo por ser extranjera sino una mezcla de tecnologías modernas ya sea ésta importada con la renovación y por lo tanto
mejora de las tradicionales.

En la opinión de este autor, a raíz de una entrevista realizada con motivo del 50 aniversario de la conferencia de Bandung14, el
desarrollo exige el cumplimiento de objetivos nacionales, o sea, modernizar los sistemas productivos y crear las condiciones
internas que los pongan al servicio del progreso social. Sobre esta base de desarrollo considera necesario el dominio de las
condiciones esenciales de la acumulación como son:

1) El dominio local de reproducción de la fuerza de trabajo, lo que supone, en una primera fase, que la política de Estado
asegure un desarrollo agrícola capaz de producir excedentes alimentarios en cantidad suficiente y a precios compatibles
con las exigencias de rentabilidad de capital, y en una segunda fase que la reproducción masiva de bienes salariales, siga
el ritmo de la expansión del capital y la expansión de la masa salarial.

2) El dominio local de la centralización del excedente, lo que supone no sólo la existencia formal de entidades financieras
nacionales, sino también que éstas sean relativamente autónomas de los flujos del capital transnacional, para garantizar la
capacidad nacional de orientar su inversión.

3) El dominio local del mercado, ampliamente reservado a la producción nacional, incluso cuando no existan fuertes
protecciones tarifarias o de otro tipo, y la capacidad complementaria de ser competitivo en el mercado mundial, por lo
menos selectivamente.

4) El dominio local de los recursos naturales, que supone, más allá de su propiedad formal, la capacidad del Estado nacional
de explotarlos o reservarlos -en este sentido, los países petroleros, que de hecho no tienen libertad para «cerrar el grifo»
en el caso de que prefieran guardar el petróleo en su subsuelo en vez de poseer unos haberes financieros fáciles de
expropiar, carecen de este dominio.

5) El dominio local de las tecnologías, inventadas en el país o, si son importadas, que puedan reproducirse rápidamente sin
tener que importar siempre los insumos esenciales (equipamientos, conocimientos, etc.).
La desconexión, en si, representaría una ruptura de las cadenas de la dependencia, para procurar una transformación profunda que,
además, dé paso a una revolución agraria en conjunto con alianzas nacionales, populares y democráticas; salirse del concepto
actual de las burguesías compradoras, con el control debido de la apertura al exterior (importación de tecnologías) para contribuir
al progreso, así como la formación de bloques de integración y cooperación comercial, orientados hacia la protección del mercado
interior.
Asumir lo contrario, es decir, el ideal neoliberal de la competitividad internacional, según Amin, daría lugar a que el llamado
Tercer Mundo sirviera para impulsar una nueva etapa de expansión capitalista, regida cada vez más por la polarización y, con ella,
el aumento en la brecha de desarrollo entre los países del centro y la periferia, la mayor centralización de los recursos naturales y
un mayor empobrecimiento de los países del Tercer Mundo.
El pensamiento histórico, reflejado en este capítulo muestra la constante polémica entre una estrategia basada en el desarrollo
hacia dentro y su contraparte liberal, en si se ha analizado en ambos enfoques y con perspectiva teórica el papel del mercado
interno en las estrategias de desarrollo, tanto en el pensamiento clásico con Smith y los mercantilistas hasta Marx y Lenin, así
como las corrientes de pensamiento surgidas en la periferia y en el centro después de la segunda guerra mundial además de la
función de éste en la actualidad neoliberal y en la teoría de la desconexión.
https://www.zonaeconomica.com/node/278

Pensamiento
Amin ha dedicado gran parte de su obra al estudio de las relaciones entre los países desarrollados y los subdesarrollados, las
funciones de los estados en estos países y principalmente a los orígenes de esas diferencias, las cuales se encontrarían en las bases
mismas del capitalismo y la mundialización. Para Amin, la mundialización es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, sin
embargo, en las antiguas sociedades ésta ofrecía oportunidades para las regiones menos avanzadas de alcanzar a las demás. Por el
contrario la mundialización moderna, asociada al capitalismo, es polarizante por naturaleza, es decir que la lógica de expansión
mundial del capitalismo produce en sí misma una desigualdad creciente entre los socios del sistema.

Tesis de la desconexión
Uno de los conceptos centrales de los estudios de Amin es la "tesis de la desconexión", el cual desarrolla en su libro La
desconexión publicado en 1988. En el marco de esta obra elabora una serie de propuestas acerca de la necesidad de que los países
subdesarrollados se "desconecten" del sistema capitalista mundial. Esta necesidad de desconectarse no está planteada, según
Amin, en términos de autarquía, sino como necesidad de abandonar los valores que parecen estar dados naturalmente por el
capitalismo, para lograr poner en pie un internacionalismo de los pueblos que luche contra éste. La necesidad de desconexión es el
lógico resultado político del carácter desigual del desarrollo del capitalismo, pero también la desconexión es una condición
necesaria para cualquier avance socialista, tanto en el Norte como en el Sur.

Crítica a la globalización
Crítico de la globalización, Amin ve en ella una coartada detrás de la cual se esconde una ofensiva del capital, que quiere
aprovecharse de las nuevas relaciones de fuerza que le son más favorables para aniquilar las conquistas históricas de las clases
obreras. Estas relaciones de fuerza favorables están así planteadas desde la caída del bloque Soviético. Para Amin la etapa que va
desde el fin de la segunda guerra mundial (1945) hasta el desmoronamiento de la URSS y sus satélites (1989-1991) significó una
etapa de ascenso de movimientos de liberación en los países del tercer mundo y de progreso en sus economías ya que se vieron
beneficiados por la competencia Este-Oeste. A partir del derrumbe de la URSS el triunfo del capital es total y este encuentra
condiciones más favorables para dar marcha atrás en los logros de los pueblos. Amin discute la idea de la mundialización como
logro de la humanidad, como máxima meta del progreso humano. Sin embargo, el discurso dominante haría de la mundialización
una obligación absoluta, una ley incuestionable contra la que no se puede hacer nada. Aún más, la mundialización sólo tendría un
aspecto, la que se nos propone en su nombre, siendo todas las demás forzosamente utopías.

Crítica al comunismo soviético


Dentro del pensamiento de Amin también pueden encontrarse fuertes críticas al comunismo de tipo soviético. La principal es
precisamente que no llegó a ser socialista. Muy por el contrario, lo que hizo fue establecer un nuevo tipo de burguesía (la
Nomenklatura) que se miraba, en todas sus aspiraciones, en el espejo de Occidente cuyo modelo ansiaba reproducir. Amin plantea
que el socialismo significa no sólo la abolición de la propiedad privada, sino también (e incluso más) otras relaciones con respecto
al trabajo que las que definen el estatuto del asalariado y la construcción de un sistema que permita a la sociedad en su conjunto (y
no a un aparato que opere en su nombre) dominar su devenir social, lo que a su vez implica la construcción de una democracia
avanzada, más avanzada que la burguesa. Sin embargo, la sociedad soviética no sólo no se diferenciaba de la burguesa en estos
puntos, sino que cuando se diferenciaba era para peor.

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