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LECTURA DE JHON BEATTIE, “Otras culturas”

Los antropólogos han tenido que tener en cuenta las creencias y valores de los pueblos que
estudian, si bien dichos valores son interpretados desde los valores y la moral de los propios
autores.

En la época victoriana los antropólogos evolucionistas suponían que la forma de pensar de las
sociedades simples eran infantiles, esto es, una versión muy inferior de la propia.

Según Frazer, ninguna comunidad salvaje, podría sobrevivir siquiera si sus miembros fueran
absolutamente incapaces de distinguir entre fantasía y experiencia, esta es una de las razones
por la que los pueblos primitivos creían en la magia. Apunta, parece, a la necesidad de
diferenciar entre pensamiento mágico y experiencia.

Taylor, por su lado se interesó mucho en el pensamiento primitivo, y se dedico a estudiar los
tipos de conceptos erróneos de ese pensamiento.

Emile Durkheim, estudió las ideas que los llamados pueblos “primitivos” tenían acerca de sí
mismos y acerca del mundo que les rodeaba, pero seguían sin hacer ningún trabajo de campo.

Finalmente, el interés por los modos de pensar primitivos, prosiguió con Levy-Bruhl, quien
afirmaba que gran parte del pensamiento de estos pueblos era simbólico y alusivo, en lugar de
científico y lógico, haciendo, según el autor, demasiado hincapié en la “irracionalidad” del
pensamiento primitivo.

Sólo a partir del desarrollo intensivo del trabajo de campo, empezó a comprenderse
adecuadamente la sutileza, complejidad y profundidad del pensamiento de los denominados
pueblos “primitivos”.

Una de sus grandes aportaciones fue señalar la existencia de un problema, a saber: cuando
traducimos a una lengua europea las creencias de un pueblo no occidental y carente de
escritura, no sólo nos parece irracional, sino disparatada y contradictoria.

Por su parte, Levy-Bruhl parecía tener razón en señalar el carácter analógico y poético de gran
parte del pensamiento primitivo, esto es, piensan acerca del mundo en que viven de forma
más simbólica y literaria, que científica.

Así, el pensamiento coherente puede ser tanto simbólico como científico pero, no podemos
someter el lenguaje de la poesía al mismo tipo de examen que aplicamos a la hipótesis
científica.

La Antropología Social tratará de determinar en primer lugar que se entiende por el término
“símbolo”. Según Radcliffe-Brown, cualquier cosa que tenga significado es un símbolo, los
símbolos tienen significado en cuanto que están en lugar de otras cosas o las representan.
Es útil distinguir dos clases diferentes de signos:
- Señales: dan información sobre algún estado de cosas, transmiten un mensaje
específico. Los animales hacen uso frecuente de las señales, puesto que carecen de la
capacidad de pensar simbólicamente.
- Signos convencionales: como en el lenguaje.

Las diferencia entre símbolo y señal es que el símbolo debería ser apropiado en un caso
particular, la segunda diferencia es que los símbolos implican alguna noción abstracta, no se
refieren solamente a un acontecimiento o a una entidad concreta, sino que lo que simboliza de
varias maneras son las nociones abstractas.

Lo más importante de los símbolos es que proporcionan a las personas un medio de


representar ideas abstractas, que a menudo poseen una gran importancia práctica para ellas.

La tercera diferencia es que el simbolismo es esencialmente expresivo, lo que se simboliza


siempre es un objeto de valor, que puede tener una carga afectiva, esto se debe a que el valor
acompaña a lo simbolizado.

Pero existen dificultades sobre este estudio:


De tipo descriptivo, esto es: ¿cómo se puede identificar el elemento simbólico de la conducta?,
ellos distinguen entre el aspecto instrumental y el expresivo, el aspecto instrumental supone
conocer el valor de la actividad que se realiza, y el expresivo es comprender lo que se dice, es
decir, el simbolismo es una especie de lenguaje y es importante saber o preguntar lo que
significa un símbolo determinado.

El simbolismo debe estudiarse entonces a dos niveles:

1) A nivel de significado
2) A nivel de acción fundamental de análisis, puesto que puede tener también
consecuencias sociales.

El comportamiento simbólico suele tener consecuencias significativas en el plano social y el


antropólogo debe distinguir cuáles son esas consecuencias.

Los símbolos expresan valores, en primer valores para alguien, y valores que las personas
consideran importante. La idea de valor es una idea positiva.

Lo que interesa más a los antropólogos son las valoraciones más que los valores, es lo que
llamamos estudios de los valores, los valores son conceptos, pensamientos acerca de cosas, y
no “cosas” propiamente dichas.

El antropólogo social que estudia los valores se interesa por aquellos que están
institucionalizados y que son compartidos por todos los miembros de una sociedad, es decir, se
interesa por los valores sociales, no por los privados.
Los valores sociales de las personas son sus ideas o ideales relativos a sus instituciones de
parentesco, relaciones económicas, sistema político, etc.

Los valores sociales suelen estar ligados a sistemas cognoscitivos y morales compartidos, en
cuanto a coherencia y compatibilidad de manera que para comprender la significación cultural
de determinado valor es preciso investigarlo en el contexto de un sistema de ideas.

Así, la manera de pensar de las personas puede diferir en cuanto a los tipos de símbolos que
usan y que creen importantes, inclusive en la manera en que se representan al universo físico,
social y moral en que viven.

En definitiva, la gente ve lo que espera ver y las categorías de su percepción están


determinadas en gran medida, por sus antecedentes sociales y culturales.

De esta forma, los miembros de diferentes culturas pueden ver de muy distinto modo el
mundo en que viven.

En conclusión, podemos conocer hasta cierto punto la manera de pensar de otras personas, y
podemos lograr cierta comprensión de sus creencias y valores, pero nunca podremos ver las
cosas exactamente como ellas las ven.

El jueves 4 de octubre dicté una conferencia en el Museo del Hombre Dominicano sobre
los conceptos de cultura y patrimonio cultural en el quehacer del Ministerio de Cultura
de República Dominicana. Aquí me referiré única y brevemente al concepto de cultura,
sobre el que he reflexionado en estos días.

En la historia del concepto de cultura ha habido dos concepciones diferentes. Una de


ellas es la que se ha dado en denominar, erronéamente, “humanista”, y la otra es la
concepción “antropológica”.

La primera, la humanista, pone énfasis en el cultivo de la mente y del espíritu. Está


presente en Cicerón, quien habla de “Colere pectus per ingenuas artes”, es decir,
cultivar el corazón a través de las artes del ingenio. En este sentido la cultura remite a la
sensibilidad, a los valores espirituales de una época y a su expresión en productos y
obras de cariz artístico, literario y científico. Es una visión que ha sido acariciada por
artistas, intelectuales y académicos que trabajan -y se precian de hacerlo- en el “campo
cultural”.

Esta visión de la cultura, que confunde la cultura en sentido estricto con la llamada “alta
cultura”, es elitista y carismática, se considera un producto de la educación “refinada” y
produce un efecto jerarquizador y clasista.

Un ministerio de cultura de un país democrático no puede guiarse a sí mismo a partir de


un concepto de cultura elitista, pues su quehacer es para toda la población.

La segunda visión de la cultura, la antropológica, procede de los antropólogos y de


algunos sociólogos, que han definido la cultura de manera amplia y abarcadora. Así lo
hicieron Edward Tylor, Bronislaw Malinowski, John Beattie, Clyde Kluckhon y Guy
Rocher, entre otros.

Tylor, el primero que tuvo una cátedra de Antropología en Oxford, elaboró una
definición pionera harto conocida: “La cultura, en su amplio sentido etnográfico, es ese
complejo conjunto que incluye el conocimiento, las creencias, las artes, la moral, las
costumbres y cualesquiera otras aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como
miembro de la sociedad”. A estos elementos, Malinowski añadió otros de la cultura
material.

A Guy Rocher debemos una definición de cultura que recoge los elementos comunes a
las definiciones de los otros antropólogos citados. Inspirándose en Kluckhohn, Rocher
sostiene que la cultura es un conjunto trabado de maneras de pensar, de sentir y de
actuar. Estas son aprendidas y compartidas por una colectividad, que se distingue de
otras precisamente por esas maneras de pensar, de sentir y de actuar.

Si unimos esta definición con la que Kluckhon nos ofrece en su libro Mirror for man,
podríamos definir la cultura como un “modo de vida” (“la manera total de vivir de un
pueblo”) que se manifiesta en las maneras de pensar, de sentir y de actuar.

De acuerdo a las definiciones de cultura que ofrecen antropólogos de enfoque


semiótico, la cultura se considera como un conjunto de sistemas simbólicos (Claude
Lévi-Strauss) o como una urdimbre de significaciones que el hombre se ha tejido y en la
cual vive inserto (Clifford Geertz).

Entre esos sistemas simbólicos se consideran importantes, según Lévi-Strauss, el


lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones económicas, el arte, la ciencia y la
religión. Esos sistemas son como los hilos de una telaraña que el hombre se ha tejido
para poder caminar sin tropieza y obtener lo que necesita para vivir.

La cultura es una abstracción, como lo es un mapa. Kluckhohn ha escrito a este


respecto:

“De la misma manera que un mapa no es un territorio, sino una representación abstracta
de un región particular, así también una cultura es una descripción abstracta de
tendencias hacia la uniformidad en las palabras, los hechos y los artefactos de un grupo
humano. Si un mapa es exacto y se sabe leer , no nos perdemos; si conocemos una
cultura, sabremos desenvolvernos en la vida de una sociedad”.

Termino este post con unas puntualizaciones en torno a la cultura desde una óptica
antropológica:

– La cultura regula nuestras vidas en todos los instantes, desde que nacemos hasta que
morimos.

– No hay personas incultas: todas las personas participan de una determinada cultural.

– La cultura no es biológica pero canaliza actividades o procesos biológicos, como


comer, estornudar, orinar, defecar, ayuntarse, llorar, vomitar.
– La cultura no tiene que ver con el color de la piel.

– La cultura nos proporciona los rasgos de nuestra identidad.

Un ministerio de cultura debería asumir en su accionar el concepto antropológico de


cultura como un “modo de vida” que se manifiesta en las maneras de pensar, de sentir y
de actuar de la gente que las comparte. ¿Por qué? Porque la cultura no está constituida
solo por las “bellas artes”, las letras y la música llamada “culta”. La cultura de una
Nación es la cultura de la gente normal, común y corriente. Un ministerio de cultura
debe trabajar para todos, privilegiando a las clases populares, por ser ésta la gran
mayoría, pero sin excluir a los amantes de la llamada “alta cultura”.
Zurita Marquez, Evelina:
Rotas están las cuerdas. Violencia de género: una investigación antropológico
social.

I Premio Fundación Alfonso Perales de Ensayo 2012.

Con prólogo de Carlos Perales Pizarro presidente de la Fundación Alfonso Perales

Editado en 2012. 22,5 x 15 cm. 236 págs. ISBN: 978-84-96178-86-1. P.V.P: 15 €

En coedición con Ágora Siglo XXI.

Abordar una vez más, una vez todavía, el problema de la violencia en el ámbito de las
parejas heterosexuales, pudiera parecer recurrente. Se han realizado estudios muy
valiosos sobre este fenómeno desde las perspectivas psicológica, sociológica, legal,
penal o asistencial. Sin embargo, son necesarias reflexiones globales, que vertebren
líneas de actuación que no vayan encaminadas solo a promover medidas asistenciales
para las personas que sufren este tipo de violencia y punitivas contra las personas que la
ejercen.

Para ello decidimos implicarnos en el descubrimiento de mecanismos, a veces ocultos,


de nuestra cultura, que hacen que se mantengan e incluso proliferen fenómenos de este
tipo ante los que se evidencia la impotencia de una sociedad que no entiende
suficientemente qué es lo que da lugar a esas situaciones. El problema social de la
violencia de género requiere en estos momentos que se le haga frente no solo desde sus
aspectos positivizables sino y, sobre todo, desde claves sociales y culturales que apenas
se están atendiendo. Este texto va en esta línea. Quiere contribuir a abrir puertas al
estudio de este problema desde perspectivas más holísticas.

Leer más: http://www.aconcagualibros.net/news/en-zurita-marquez-evelina-rotas-estan-


las-cuerdas-violencia-de-genero-una-investigacion-antropologico-social/

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