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De FINAL

Zizek – Che vuoi?

El colchon ideologico

El cúmulo de “significantes flotantes” se estructura en un campo unificado mediante la


intervención de un determinado punto nodal (el point de caption lacaniano) que los
acolcha, detiene su deslizamiento y fija su significado.

El espacio ideológico está hecho de elementos sin ligar, sin amarrar, significantes
flotantes, cuya identidad está abierta, sobredeterminada por la articulación de los
mismos en una cadena con otros elementos. Pero si acolchonamos los significantes
flotantes se confiere significación precisa y fija todos los demás elementos.

Lo que está en juego en la lucha ideológica es cuál de los puntos nodales totalizará,
incluirá en su serie de equivalencias a esos elementos flotantes.

Cada uno de los elementos de un campo ideológico determinado forma parte de una
serie de equivalencias, mediante la cual se conecta con todos los elementos, determina
retrospectivamente su identidad.

Este encadenamiento es posible solo a condición de que cierto significante acolche todo
el campo y, al englobarlo, efectúe la identidad de este.

La paradoja dialéctica reside en el hecho de que la lucha particular que desempeña un


papel hegemónico, lejos de imponer una violenta supresión de las diferencias, abre el
espacio para la autonomía correspondiente de las luchas particulares.

La primera labor del análisis consiste en aislar en un campo ideológico determinado la


lucha particular, pero sin caer en la trampa del esencialismo.

descriptivísimo VS Antidescriptivismo

¿Cómo se refieren los nombres a los objetos que denotan?

La respuesta del descriptivísimo es la obvia: a causa de su significado, cada palabra es


en primer lugar portadora de un cierto significado.

La respuesta antidescriptiva, en cambio, es que una palabra está conectada a un objeto


o a un conjunto de objetos mediante un acto de bautismo primigenio, y este vínculo se
mantiene aun cuando el cumulo de rasgos descriptivos que fue el que inicialmente
determino el significado de la palabra, cambie por completo.

Ambos apuntan a una teoría general de las funciones de referencia.

Lo que está en juego aquí es el problema de la realización del deseo. Cuando


encontramos en la realidad un objeto que tiene todas las propiedades del objeto
fantaseado del deseo, necesariamente quedamos a pensar de todo algo decepcionados;
el objeto real finalmente encontrado no es la referencia del deseo aun cuando posea
todas las propiedades requeridas.

Los dos mitos

Tanto el descriptivismo como el antidescriptivismo yerran en el mismo punto crucial, la


radical contingencia de la nominación (Lacan). Para defender sus soluciones tienen
que recurrir a un mito.

Para refutar el antidescriptivismo Searle inventa una comunidad primitiva de cazadores-


recolectores con un lenguaje que contiene nombres propios. El funcionamiento de la
nominación en esa tribu es lógicamente primordial.

La tribu primitiva de Searle, en la que el lenguaje funciona exclusivamente de un modo


descriptivo, es imposible. La referencia no está empañada por alguna ausencia.

Cada nombre, en la medida en que es parte de un lenguaje común, implica un momento


autorreferencial, circular. Los otros, apuntan al gran Otro lacaniano, al orden simbolico.

Nos encontramos aquí ante la estupidez dogmática que asume la forma de tautologia =
un nombre se refiere a un objeto porque este objeto se llama así.

Un componente necesario de todo uso normal de los nombres en el lenguaje como


vinculo social, es el significante-amo lacaniano, el significante sin significado.

El descriptivismo de Searle deja de lado la dimensión del gran Otro, el


antidescriptivismo deja de lado al pequeño Otro, la dimensión del objeto como real.

El problema básico del antidescriptivismo consiste en determinar que es lo que


constituye la identidad del objeto designado más allá del siempre cambiante cumulo de
rasgos descriptivos.

Es el efecto retroactivo de la nominación, el significante, el que es el soporte de la


identidad del objeto. Es simplemente la objetivación de un vacío. Ej. Marx, la
mercancía, buscamos en vano entre sus propiedades positivas el rasgo que constituye su
valor.

La nominación es necesaria, pero lo es, necesariamente después, retroactivamente, una


vez que estamos ya en ello.

El principal logro del antidescriptivismo es permitirnos concebir el objeto como el real


imposible correlativo del resignante rígido, es decir, del point de caption como
significante puro.

El point de caption es la palabra que en el nivel del significante, unifica un campo


determinado, constituye su identidad.

El único modo en que la experiencia de una realidad histórica determinada puede


lograr su unidad es mediante la instancia de un significante, mediante la referencia
de un significante puro. No es el objeto real el que garantiza, como punto de
referencia, la unidad y la identidad de una determinada experiencia ideológica, al
contrario, es la referencia a un significante puro la que confiere unidad e identidad a
nuestra experiencia de la realidad histórica. La realidad histórica la vivimos siempre
mediada por diferentes modos de simbolización. Lo que Lacan agrega a esta sabiduría
fenomenológica común es el hecho de que la unidad de una experiencia de significado se
apoya en algún significante sin el significado puro y sin sentido.

La ilusión esencialista consiste en que es posible determinar un conjunto concreto de


características, de propiedades reales, que defina la esencia permanente de, por
ejemplo, democracia, o cualquier otro término del tipo. El antiesencialismo de Laclau
nos obliga a llegar a la conclusión de que es imposible definir esa esencia.

La única definición posible de un objeto en su identidad es que este es el objeto que


siempre es designado con el mismo significante. Es el significante el que constituye el
núcleo de la identidad del objeto.

La paradoja fundamental del point de caption es el significante rígido que totaliza


una ideología deteniendo el deslizamiento metonímico de sus significados.

La dimensión propiamente ideológica es el efecto de un cierto error de perspectiva, un


punto de suma saturación de significado, como el punto que da significado a todos los
demas y totaliza asi el campo del significado (ideologico).
La pura diferencia se percibe como identidad.

Identificación

Retroactividad del significado

El point de caption funciona como designante rígido que fija el significado de un campo.

De lo que se trata es del proceso de interpelación de individuos a sujetos. El point de


caption es el punto a través del cual el sujeto es cosido al significante, y al mismo
tiempo, el punto que interpela al individuo a transformarse en sujeto dirigiendole el
llamado de un cierto significante amo. Es el punto de subjetivización de la cadena del
significante.

El significante fija retroactivamente el significado de la cadena, cose el significado al


significante, detiene el deslizamiento del significado.

La transferencia es el anverso de permanecer detrás del significado con respecto al flujo


de los significantes, consiste en la ilusión de que el sentido de un determinado elemento
estaba presente en el desde el comienzo como su esencia inmanente.

La paradoja reside en que esta ilusión transferencial es necesaria, es la medida misma


del éxito de la operación de acolchado.

El efecto de retroversion

Tesis fundamental lacaniana con respecto a la relación entre significante y significado:


en vez de la progresión lineal, inmanente y necesaria según la cual el significado se
despliega a partir de un núcleo inicial, tenemos un proceso radicalmente contingente de
producción retroactiva de significado.

El point de caption fija el significado de los elementos precedentes, es decir, los somete
retroactivamente a algún código, regula sus relaciones mutuas de acuerdo a este código.
Se puede decir que el point de caption representa, detenta el lugar del gran Otro. Una
estructura sincrónica, paradigmática, existe únicamente en la medida en que esta se
encarna de nuevo en el Uno, en un elemento singular excepcional.

El significado, el sentido, es una función del gran Otro.

La voz no es un portador de plenitud y de autopresencia del sentido, sino es un objeto


insignificante, un remanente objetal, resto de la operación significante. La voz es lo que
resta después de sustraer del significante la operación retroactiva de acolchado que
produce sentido.

Un efecto retroactivo se vive como algo que ya estaba allí desde el comienzo.

La identificación simbólica es la identificación del sujeto con alguna característica


significante, rasgo del gran Otro. Esta característica es aquella que, según la definición
lacaniana del significante, representa al sujeto para otro significante.

Esta identificación simbólica hay que distinguirla de la identificación imaginaria. Para


lograr identidad propia, el sujeto se ha de identificar con el otro imaginario, se ha de
enajenar, pone su identidad fuera de él, en la imagen de su doble.

Imagen y mirada

La relación entre identificación imaginaria y simbólica, es la que hay entre el yo ideal y


el ideal del yo.

La identificación imaginaria es la identificación con la imagen en la que nos resultamos


amables, con la imagen que representa lo que nos gustaría ser; y la identificación
simbólica es la identificación con el lugar desde el que nos observan, desde el que nos
miramos de modo que nos resultemos amables, dignos de amor.

Nuestra idea predominante de la identificación es la de imitar modelos, ideales,


fabricantes de imagen. Esta noción espontanea es doblemente engañosa. En primer
lugar, la característica, el rasgo con base en el cual nos identificamos con alguien,
habitualmente está oculto.

El segundo error, incluso más grave, es pasar por alto el hecho de que la identificación
imaginaria es siempre identificación en nombre de una cierta mirada en el otro.

Desde el yo ideal y el ideal del yo

Teoria lacaniana del nombre propio y del apellido: el nombre propio designa el yo ideal,
el punto de identificación imaginaria, en tanto que el apellido viene del padre, designa
el punto de identificación simbólica, la instancia a través de la cual nos observamos y
juzgamos.

Lo que no hay que dejar de lado en esta distinción es que el yo ideal está siempre
subordinado al ideal del yo. El punto desde el que somos observados domina y determina
la imagen, la forma imaginaria en la que nos resultamos amables.

El análisis de la ideología ha de dirigir su atención a los puntos en lo que los nombre que
prima facie significan características descriptivas reales funcionan ya como designantes
rígidos.

En la identificación imaginaria, imitamos al otro en el nivel de la similitud, somos como


él. En la identificación simbólica nos identificamos con el otro precisamente en un punto
en el que es imitable, en el punto que elude la similitud.

Más allá de la identificación

Che Vuoi?

Esta interacción de identificación imaginaria y simbólica bajo el dominio de la


identificación simbólica, constituye el mecanismo mediante el cual el sujeto se integra
en un campo socio-simbólico determinado.

La interpelación, este movimiento circular entre la significación simbólica y la


imaginaria nunca finaliza sin un resto. Después de cada acolchado de la cadena
significante que fija retroactivamente su sentido, persiste siempre una cierta brecha,
que se traduce por el famoso Che Vuoi? = Me estás diciendo esto pero ¿qué quieres con
ello, que es lo que pretendes?

Brecha entre el enunciado y la enunciación donde hemos de localizar el deseo, en su


diferencia con relación a la demanda. Esta escisión entre demanda y deseo es lo que
define la posición del sujeto histórico. Su verdadero deseo es lo opuesto a la demanda.

Toda demanda política está atrapada en una diélectica en la que apunta a algo diferente
de su contenido literal.

El sujeto está siempre ligado a un significante que lo representa para el otro, y


mediante esta fijación carga un mandato simbólico, se le da un lugar en la red
intersubjetiva de las relaciones simbólicas. Este mandato es siempre arbitrario, no se
puede explicar con referencia a las propiedades o capacidades reales del sujeto. El
sujeto se enfrenta siempre a un cierto Che Vuoi?, a una pregunta del otro.

El momento final del proceso psicoanalítico es, para el analista, precisamente cuando se
desentiende de esta pregunta, cuando acepta lo que es sin que esté justificado por el
gran otro.

La fantasía es una respuesta a esta pregunta. La fantasía funciona como una


construcción, como un argumento imaginario que llena el vacío, la abertura del deseo
del Otro. Nos permite evadir el insoportable estacionamiento en el que el otro quiere
algo de nosotros, pero nosotros somos al mismo tiempo incapaces de traducir este deseo
del Otro en una interpelación positiva, en un mandato con el que identificamos.

El sujeto llena su propia falta ofreciéndose al otro como el objeto que llena la falta en
el otro. El engaño del amor es que esta superposición de dos faltas anula la falta como
tal en una completud mutua.

La fantasía proporciona las coordenadas de nuestro deseo, construye el marco que nos
permite desear algo.

La definición usual de fantasía, un argumento imaginado que representa la realización


del deseo, es ambigua: en la escena de la fantasía el deseo no se cumple, no se
satisface. Implica una defensa contra el Che vuoi? Se puede decir que el deseo es una
defensa contra el deseo, contra el deseo del otro.

La máxima de la ética psicoanalitica coincide con el momento de cierre del proceso


psicoanalitico, atravesar la fantasía: el deseo con respecto al cual no hemos de ceder no
es el deseo sostenido por la fantasía, sino el deseo del Otro más allá de la fantasía.

El papel de la fantasía en la economía del deseo es homologo al del esquematismo


trascendental en el proceso del conocimiento. En Kant el esquematismo trascendental es
un mediador, una instancia intermedia entre el contenido empírico y la red de
categorías trascendentales que determina como los percibimos y concebimos.

¿Cómo se convierte un objeto empírico en objeto de deseo? Mediante su inclusión en una


escena de fantasía que da congruencia al deseo del sujeto.

El hombre busca en la mujer que escoge como compañera sexual al sustituto de su


madre. Lacan acentúa la dimensión negativa: en la fantasía, la madre se reduce a una
serie limitada de rasgos (simbólicos), aparece en el marco de la fantasía, el deseo se
asfixia en una claustrofobia incestuosa.

Algunos objetos están definitivamente excluidos de la fantasía; si, por casualidad, se


introduce en el espacio de la fantasía, el efecto es sumamente perturbador y
desagradable, la fantasía pierde su poder de fascinación y se convierte en un objeto
nauseabundo.

El otro incongruente de la jouissance (goce, disfrute)

El cuerpo se somete a la castración, evacua el goce de el y sobrevive como


desmembrado.
El orden significante (el gran Otro) y el del goce, son radicalmente heterogéneos,
incongruentes, cualquier acuerdo entre ellos es imposible.

En cuanto el campo del significante es penetrado por el goce, se vuelve incongruente. El


goce es aquello que no se puede simbolizar, su presencia en el campo del significante
solo se puede detectar a través de las incongruencias de este campo, de modo que el
único signficante posible del goce es el significante de la falta en el Otro, el significante
de su incongruencia.

El gran Otro, el orden simbólico, está tachado, por una imposibilidad fundamental,
estructurado en torno a un núcleo imposible/traumático, en torno a una falta central.
Sin esta falta el Otro sería una estructura cerrada. Por ello, esta falta es la que permite
al sujeto lograr una especie de des-enajenacion, llamada por Lacan separación. El
objeto está separado del Otro, el Otro no lo tiene, no tiene la respuesta final, hay
también un deseo del Otro. Esta falta en el Otro, le permite al sujeto evitar la
enajenación total en el significante, no llenando su falta, sino permitiendo que el
mismo, su propia falta, se identifique con la falta en el Otro.

¿Qué pasa con el deseo después de que atravesamos la fantasía? Lacan – Pulsión de
muerte = más allá de la fantasía ya no hay anhelo ni ningún otro fenómeno sublime afín.

Atravesar la fantasía social

Los ensayos pos-estructuralistas han dejado fuera la dimensión más allá de la


interpelación, la cual no tiene nada que ver con una especie irreductible de dispersión y
pluralidad del proceso significante. Más allá de la interpelación es el deseo, la fantasía,
la falta en el Otro y la pulsión pulsando en torno a algún insoportable plusgoce.

El modo en que los mecanismos discursivos constituyen el campo del significado


ideológico, el goce en el significante sería simplemente preideologico, sin pertinencia
para la ideologia como vinculo social. El último soporte del efecto ideologico es el
nucleo insensato, preideologico del goce. En la ideologia, no todo es ideologia, pero es
este plus el que es el ultimo soporte de la ideologia. Se puede decir que dos procederes
complementarios de la critica a la ideologia:

 Discursivo: la lectura sintomatica del texto ideologico trae consigo la desconstruccion


de la experiencia espontanea de su significado, es decir, mediante la demostración
de cómo un campo ideologico determinado es el resultado de un montaje de
significantes flotantes heterogeneos, de la totalización de estos mediante la
intervención de ciertos puntos nodales.

 Extraer el nucleo de goce: más allá del campo del significado pero a la vez interno a
el, una ideologia implica, manipula, produce un goce preideologico estructurado en
fantasia.

La fantasía es siempre, en último término, una fantasía de la relacion sexual.

La sociedad está siempre atravesada por una escisión antagónica que no se puede
integrar al orden simbólico. La fantasía ideologico-social es construir una imagen de la
sociedad que si existia, una sociedad que no este escindida por una division antagónica.

La fantasía es el medio que tiene la ideología de tener en cuenta de antemano su propia


falta. La tesis de Laclau y Mouffe de que la Sociedad no existe, de que lo social siempre
es un terreno incongruente estructurado en torno a una imposibilidad constitutiva,
atravesado por un antagonismo central, implica que todo proceso de identificación que
nos confiera una identidad socio-simbolica fija está en definitiva abocado al fracaso.

Lacan indicó que fue Marx quien inventó el síntoma: el gran logro de Marx fue demostrar
que todos los fenómenos que a la conciencia burguesa cotidiana le parecen simples
desviaciones, deformaciones contingentes y degeneraciones del funcionamiento anormal
de la sociedad, son productos necesarios del propio sistema. El carácter antagónico
inmanente del sistema nos proporciona el acceso a su verdadero funcionamiento. Esto es
similar al punto de vista de Freud de que la clave para el funcionamiento de la mente
humana son los sueños.

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