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7/10/2017 Cómo Oraban cap.

Cómo Oraban
Capítulo 5

Más Predicadores Ingleses


            “Es triste que Dios tenga que esforzarse tanto para que alguien de aquí abajo Le
preste atención.  Siempre está hablándonos, pero a pesar de que siempre hay algunos que
tienen ganas de escucharle, los ruidos de este mundo bloquean nuestros oídos para que no
llegue Su voz.  Dios habla a través de Su Palabra.  La mayor parte del conocimiento de Él
proviene de ella.  La Biblia ya está impresa.  Fue inspirada por Dios y aún sigue inspirada. 
Dios Mismo habla en ese libro.  Esto la pone en una lista separada, muy apartada de los
demás libros.  Estudiándola detenidamente, con inteligencia y reverencia, la voluntad de
Dios se revela.  Lo que Él dice cambiará por completo lo que tú digas.”

            Estas palabras fueron habladas por S.D. Gordon, quien escribió mucho acerca de la
oración.  Nosotros, los autores, estamos de acuerdo con esto: que el leer y meditar sobre la
Palabra de Dios es un aspecto de la oración.  Muchas veces acudimos a Él como bebés, o
como cristianos carnales, pidiéndole cositas para nosotros mismos.  Los padres invierten
mucho tiempo supliendo las peticiones de sus niños, cuando ellos están chicos.  —Mamí,
¿dónde está mi bolsita para la escuela? 

            —Mamí, ¡me lastimé el dedito! 

            —Mamí, no encuentro mi juguete. 

            —Papí, necesito dinero. 

            —Mamí, hoy hay exámenes en la escuela.  ¡Ora por mí, que yo los pase!

            Qué día tan alegre, para los padres, cuando su hijo ha madurado, viene y se sienta
en gratitud y, en vez de pedir más para sí mismo, dice a sus padres: —Mira, papí y mamí,
entiendo que ustedes ya están pasando tiempos difíciles y que hay problemas en su
negocio.  ¿Qué puedo hacer para ayudarles?

                      Hay tantos cristianos que nunca maduran y siempre están pidiendo para sí
mismos.  No se dan cuenta que la Palabra dice que Cristo es Señor de la mies.  Él, Cristo,
sabe donde está el lugar más necesitado para la cosecha.  Pero, tratamos de correr adelante
de él, para cosechar donde nosotros pensamos que es mejor, quizás lo hacemos con
sinceridad, pero a la vez equivocadamente.  Y, Él lo permite, hasta que nosotros, cansados
de nuestros inútiles esfuerzos, acudamos a él, pidiéndole dirección.  Antes que pasara esto,
siempre oramos: ‘Señor bendice lo que voy a hacer.  Bendice, por favor, el esfuerzo que nos
proponemos.’  ¡Bendice, bendice, bendice!  ¡A mí, a mí, a mí, a mí o a nosotros, a nosotros,
a nosotros, a nosotros!

            La verdadera oración es invertir mucho tiempo leyendo la Palabra de Dios, para
descubrir lo que agrada a nuestro glorioso Señor; y luego, pedir para que podamos extender
Su reino a Su modo, en vez de nuestro propio método pueril, que es tan limitado a causa de
nuestra miopía.  Dios, sí, es muy paciente con Sus hijos; pero, nos preguntamos si Él está o
no, muchas veces entristecido al ver tan pocos que verdaderamente se interesan en Sus
deseos.

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                      Puedes decir, “Soy ministro en todo tiempo.  Pues, ¿se interesa Dios en mis
esfuerzos?”  No: tal vez en algunos, sí, se interesa.  Pero la ambición personal, los deseos
por un buen logro y la esperanza de satisfacción provienen del hombre natural y muchas
veces se mezclan en nuestras oraciones.  Tan fácil es orar con mezquindad, “porque pedís
mal, para gastar en vuestro deleites.” (San. 4:3)  Hay muchos que hacen mercadería con las
almas de los hombres y mujeres.  En el Apocalipsis se habla de la caída de los mercaderes
de Babilonia y la última en la lista de la mercadería es, “almas de hombres”.  (Ap. 18:13) 
También, Jesús habló de los que dirán en el último día, “Señor, Señor, ¿No profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros?”  Y la sorprendente declaración será, “Nunca os conocí, apartaos de mí,
hacedores de maldad.”  (Mat. 7:22-23)

                      Uno de los puntos notables del libro de los Hechos es que después del día de
Pentecostés, Dios podía pedir que los hombres y las mujeres de ese entonces dejasen lo que
hacían, y entrasen a Su obra.  Él tenía almas hambrientas, listas para la cosecha y también
tenía a hombres tan maduros y sujetos, que se interesaban en lo del Señor y Maestro de los
campos, blancos para la mies.  Y, seguirían “al Cordero por dondequiera que va”. (Ap. 14:4)

            Bendito día, cuando hayamos madurado y dejado atrás toda mezquindad, deseando
compensar, por lo menos de manera pequeña, un poco de la bondad que recibimos durante
nuestra niñez espiritual; y por fin, nos aquietamos ante de Su presencia, pidiéndole acerca
de lo que es más precioso ante Sus ojos.  Cuánto más nos enriqueceríamos estudiando Su
Palabra, permitiéndole hablarnos en cuanto a la maravillosa, perfecta y aceptable voluntad
de Él.

            Hoy en día, se necesita de un cuantioso volumen de oración, basado en la Palabra


de Dios.  Muchas veces Dios responde a nuestras pueriles peticiones, pero con
consecuencias que nos fuerzan a nuestras rodillas en humildes súplicas; ya más sabio,
entendiendo que es mejor no pedir algo contra las enseñanzas de Jesús.  ¡Cuídate de cómo
oras!

            Juan Wesley les enseñó a sus rebaños que tendrían que alcanzar el balance con
reproche.  Si tendrían gran bendición, ¡igualmente tendrían que recibir el odio, el abuso y la
burla!  No solamente detrás del púlpito predicaba Juan Wesley; también, se hizo más vil
ante los ojos de aquella gente, saliendo a los campos y mercados, predicando el evangelio
para ganar las almas.

Roberto Hall

            Entre los primeros bautistas de Inglaterra, encontramos hombres de oración y muy
prácticos.  Uno de tales fue Roberto Hall, quien maravilló a sus oidores, aunque de estos, no
todos fueron agradecidos.  El secreto de su poder ante los hombres era que invertía mucho
tiempo a solas con Dios, porque el que quiere recibir mensajes del Dios Eterno, no puede
estar siempre con los hombres, para que no se empañe sus predicaciones con los
sentimientos mundanos, que manchan el mensaje que proviene de Dios, para el espíritu del
hombre.

            El biógrafo de Roberto dice la siguiente acerca de los devocionales privados de Hall:
“Él casi totalmente estaba alejada de la sociedad.  Invirtió mucho de su tiempo en las
devocionales privados y frecuentemente consagró días enteros a la oración y al ayuno; cual
costumbre continuó hasta el fin de su vida, contándolo como un menester por al
avivamiento y la preservación de la religión personal.  Cuando podía caminar, vagaba por

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los campos y buscaba refugio bajo los árboles frondosos; allí brotaron sus súplicas y
agonías.  Con frecuencia, se mantenía tan absorto en éstas, que ignoraba el hecho que otros
pasaban cerca, quienes recordaron con emoción el fervor y la importunidad de sus
peticiones ante el propiciatorio, y de los gemidos indecibles.  Parece que toda su alma
estaba en un estado de constante comunión con Dios.  Sus paseos por los solitarios campos
produjeron esto, y esas sendas fueron mojadas por sus lágrimas en oración penitente. 
Pocos hombres han invertido más tiempo que él en la devoción privada, y pocos se han
retirado a la misma con más deleite.”

Antonio N. Groves

            El movimiento de ‘Los Hermanos’ se levantó en Inglaterra e Irlanda.  En esa época,


Dios obraba en gran manera en los corazones de una muchedumbre.  El cuñado de Jorge
Müller, Antonio Groves, no es tan conocido en general.  Con todo, era un hombre muy
espiritual, impresionando grandemente a Müller.  Leyendo su biografía:  Anthony Norris
Groves, escrito por G.H. Lang, fuimos impresionado por la profundidad de su vida espiritual
y la claridad de su entendimiento, las cuales se manifiestan en los extractos de su diario y
sus cartas.

                      “Cuán claramente vemos por todos lados,” aseveró él, “que la falta del placer
espiritual en Dios y el encontrar toda suficiencia en Él son la base de toda pérdida
espiritual: las aficiones espirituales necesitan cultivarse, porque no crecen sin el cuidado
del agricultor.  Las cálidas y veraces emociones hacia Dios son, realmente, un manantial de
puro gozo; pero, cuán poco se ponen en ejercicio vivo.”

            “Espera en Dios de continuo,” él escribió, “y el inicio de apartarse de Dios está en el


esperarle de vez en cuando.  Hay algo en el corazón que nos avisa si estamos
verdaderamente en comunión con Él; el alma que ha gustado de ésta no puede ser burlada
por una visita fingida.  Una causa del desviar es el preferir otra cosa en lugar de la
adoración a Dios, igual que los israelitas siguieron a los Baales.”

                      “A menudo somos engañados a seguir lo mundano, pensando que podemos


someterlo a la gloria de Dios, pero las cosas que pensamos doblegar, como arcos para tirar
flechas contra los enemigos de Dios, se revierten y nos atraviesan con muchos dolores,
desviándonos del camino de Dios.  Nada necesita más discernimiento que el descubrir las
asechanzas del enemigo.  Con frecuencia, aparecen tan encubiertos que se piensa que son
una guía de Dios.”

                      Y, por fin, piensa en este tesoro dado por su biógrafo: “A nuestro mejor punto,
necesitamos guardarlo continuamente, al igual que a lo más débil, o, como se dice, fallamos
en nuestro punto más fuerte.  Moisés era un hombre muy manso, pero los israelitas
enojaron su espíritu, y él habló lo indebido.  (Núm. 20:10; Sal. 106:33)  El señor Groves
había sido un hombre de fe en comunión íntima con Dios, más profundamente que la
mayoría de hombres.  Sin embargo, permitió que la vida externa sobrepujara a la interna. 
¿No es ésta una voz que llega a 10.000 de nosotros?  Un siervo, consagrado a Dios, me
preguntó si él debía empezar otra empresa piadosa.  Le respondí, —Hazlo, si estás
completamente convencido que tendrás bastante tiempo para orar por cualquier detalle de
continuo.”  (Citas usadas con permiso de Paternoster Press, Exeter)

G.H. Lang

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            El biógrafo del señor Groves, G.H. Lang, fue notado por su vida de oración.  Autor y
evangelista ambulante entre ‘Los Hermanos’, era un hombre de aguda comprensión a causa
de sus oraciones y conocimiento de la Palabra.  Unos cuantos libritos acerca de la oración,
escritos por él, nos revelan los secretos descubiertos por él, durante su vida.  Al punto que
dice en su auto-biografía,  An Ordered Life  (Una Vida Ordenada), se preocupaba por la
infructuosidad en su ministerio y por esto, empezó a buscar a Dios.  Recibió su respuesta y
nos explica cómo: “Cuando yo Le busqué acerca de este problema, Él respondió: —Los
apóstoles dijeron, ‘Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.’
(Hechos 6:4)  Tú te has entregado a ti mismo para el ministerio de la Palabra y la oración. 
Ponlos en mi orden y Yo obraré.  —[Esto es, poner la oración primero, no la predicación.] 
Desde entonces puse yo en orden mi vida, para dar un día de la semana a la oración, con
ayuno, y desde entonces en adelante Dios obró más poderosamente conmigo.  Los que
esperan en el poderoso Jehová, cambian su fuerza humana al poder divino. (Isa. 40:29-31) 
En cuanto a cómo procede esto, cesan de tocarse ligeramente los corazones humanos y
empiezan a ser quebrantados como piedras golpeadas por un martillo; se tiene suficiente
fuerza para atar a los malos espíritus que cautivan y entenebrecen a las almas, para que
puedan ser librados los cautivos.” (Lu. 11:21-22) (Citas usadas con permiso de Paternoster
Press, Exeter)

Haroldo St. John

            Haroldo St. John era otro evangelista de ‘Los Hermanos’ que viajaba por todo el
mundo, dejando una influencia brillante.  Su hija, Patricia St. John, es muy conocida por
sus excelentes libros para niños.  También escribió una biografía de la vida de su padre.

            “Tan íntima relación se necesita con Dios, para tener un santo ministerio,” dijo él,
“y tan pronto se puede caer la flor.  Acuérdate que eres un vaso pulido, pero una sola
respiración puede opacar el pulimento.  El crecimiento espiritual es gobernado por leyes
fijas y tengo que obedecerlas— mucha oración, verdadero estudio de la Biblia, completo
dominio de sí mismo, pleno manejo de los pensamientos.  Estas son las sendas de Dios
para mí vida.”

            Otro comentario que hizo después de una predicación es citado a continuación: “Un
día feo.  Una reunión de mucha gente, a llenar, pero totalmente sin vida.  No puedo
discursar sobre la venida del Señor, porque ahora no lo vivo bastante.  Estuve errado en el
alma, lejos y sin conexión.  Llegué a mi casa humillado, a pesar de que todos los demás
estaban encantados del culto.”  ¿Cuántos evangelistas actuales llegarían a la misma
conclusión, después de predicar a una gran multitud, seguidos de aplausos?  ¡Qué Dios
profundice el ministerio de hoy en día!

            Hace años recortamos de una revista un artículo acerca de Haroldo St. John; pero,
ahora, no recordamos quién fue el autor.  A continuación se da una parte de ese artículo:

            “Los maestros de la Biblia me aburrían.  ¡De hecho, algunos todavía lo hacen!  Sus
discusiones sobre el significado de las palabras antiguas y de los rumbos teológicos me
parecían tan irreales y sin significación actual.  Con todo, (como dice la Biblia) ‘hubo un
hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan’, más precisamente, St. John.  ¡Pero por
acá lo pronuncian: ‘Sinjun’!  Dios le usó para transformar mi vida, con respecto al estudio
de la Biblia… Él era una exhibición viva del fogoso conocimiento.  Para mí, es una tristeza
que él escribiera tan poco; pero, una biografía recién publicada (escrita por su hija,
Patricia), preserva para nosotros algunas (¡ay, pero son tan pocas!), de las pepitas de oro,
que él descubrió en su ‘Exploración Bíblica’.”
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            “Yo siempre me maravillaba de la manera en que las palabras de la Biblia pasaban
continuamente por su mente (¡me parecía que así era!).  Nos reunimos bastantes veces en la
ciudad de Manchester para maravillarme en esto.  Por ejemplo, si yo estudiaba algunos
meses sobre una profecía ininteligible, él me preguntaba durante el almuerzo: —¿Qué has
encontrado?  —Entonces yo le explicaba lo que pensaba, diciéndole cosas que realmente no
entendía muy bien.  Luego, sin mirar la Biblia, me daría un resumen completo de toda la
profecía, citando capítulos y versos, los cuales yo sabía que eran correctos, porque ¡los
estudiaba durante meses!  Pero, ¡él no tenía ninguna preparación o aviso antes de qué yo
hablaría!  Esto pasó varias veces, las que puedo respaldar sobre lo que dijo el profesor F.F.
Bruce, “Los hombres más jóvenes se refirieron a él como el maestro’”.  De igual modo, el
señor Ford Mitchell de la Misión al Interior de China describió a Haroldo como ‘el hombre
que conoció la Biblia mejor que cualquier otro en Bretaña’.”

            “Una cierta vez, se apagaron las luces en una gran reunión, mientras él leía un
pasaje no muy conocido.  Con todo, el señor St. John siguió citando calmadamente el
pasaje de memoria.  No es una maravilla que una mujer exclamara: —Yo daría el mundo,
para conocer la Biblia, como tú la conoces.

            —Señora, —respondió este joven predicador, inclinándose con cortesía—, esto es
exactamente lo que cuesta.”

                      Unas cuantas citas de la biografía escrita por su hija, nos revelará de la íntima
comunión que este guerrero de oración tenía con Dios por medio de Su Palabra:

            “Necesito ayudar a las almas, no solamente predicar.”

            “Un discurso desconsolador, a un puñado de gente apática.”

            “Un día ocupado, pero sin la plenitud del Espíritu Santo: lo confeso como pecado.”

            “Tengo que aprender a hablar solamente lo que he gozado de Dios.”

            “Él ha pasado por medio del fuego,” dijo con respecto a un hermano muy conocido,
“yo he mirado hacia el fuego, no más.”

                      “Antes de ser convertido, la pregunta es: ‘¿El cielo o el infierno?’  Después, la


pregunta es: ‘¿El cielo o la tierra?’”

            “¿Edificas el carácter con piedra o ladrillo…?  Génesis 11:3, Isaías 65:3 e Isaías
9:10; estos versículos muestran como el ladrillo es un escape a los hombres para evitar una
crisis, pero Dios usa piedras, piedras vivas: analicemos a 1º Pedro.”

            Ahora volvamos un momento al escrito anteriormente mencionado, para la palabra


final: “¿Cuál es el secreto para encender el entendimiento?  ¡El Espíritu Santo! …La Palabra,
la Palabra siempre, pero nunca la Palabra sin el Espíritu Santo…  ‘Más allá de la página
sagrada, te busco, Señor.  ¡Mi espíritu te anhela, a ti, Palabra Viva!’”

                      “Así era cómo crecía más fuerte, hasta el punto que estando moribundo, pudo
susurrar una pregunta a su hija: —¿Has visto una vez a Dios?

            —No, papá —respondió ella.

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            —Yo, sí. —replicó difícilmente—  Hace mucho tiempo.  No dije nada a nadie acerca
de esto, pero después de descansar un ratito, te contaré…   —Pero nunca pudo revelar el
secreto, sólo quedando como verdad sus dichos por medio del testimonio que manifestó
ante todos: la realidad de su vida; especialmente cuando esperando la llamada final de Dios,
expresó la eminencia de una vida que anda con Dios.  Dijo: —Mi cuerpo está desgastado por
amarle tanto a Él, ahora sólo estoy yaciendo aquí, dejándole amarme a mí.”

¿Por qué nos maravillamos del volar

De un satélite nómada,

Cuando cada corazón adorante puede compartir

Un rico volumen de oración,

Que sobrevuele la tierra y alcance lejanías;

Más allá que la más fulgente estrella?

¡Más brillante que cualquier galaxia!

¡Más ancha que el infinito!

-Grace V. Watkins

Usado con permiso de Herald of Holiness (Heraldo de Santidad)

Roberto C. Chapman

            La piedad y devoción de Roberto Chapman fue como pocos.  Aunque se crió con
una familia adinerada y culta, buscaba imitar el ejemplo del Señor Jesucristo; compró una
casa humilde cerca de una tenería, en un distrito pobre de Barnstaple, Inglaterra.  Allí este
soltero recibió a la gente de Dios como huéspedes, e insistía en lustrar los zapatos de ellos. 
Aunque se quejaron porque lustrar zapatos era un trabajo deshonroso, el señor Chapman
les explicó que ya no nos lavamos los pies [en aquella época y país no se necesitaba], y el
dar lustre a los zapatos de los demás era algo muy semejante al ejemplo de nuestro Señor.

            Regalando la mayoría de sus riquezas a otros, vivía por fe, queriendo así estimular
al pueblo de Dios a una vida de sencilla confianza ante las necesidades.  Su propia vida fue
abnegada.  “A las cuatro de la mañana,” dijo su biógrafo Frank Holmes, “se le vio
caminando hacia el campo.  Estos paseos de muy de mañana a veces le llevaron hasta
Ilfracombe, para desayunar: 19 kilómetros, caminado sobre las colinas de Devonshire.   
Una vez, por lo menos, caminó hasta Exeter —una distancia de 64 kilómetros— antes del
almuerzo.  Normalmente, caminaba unos cuántos kilómetros, y al volver a la casa despertó
a sus huéspedes y lustró sus zapatos.”

            “Por esto, se entiende que raramente se levantó después de las tres y media de la
mañana.  A lado de su cama había una gran bañera cuadrada.  Cada noche, a las nueve en
punto, dijo ‘buenas noches’ a sus huéspedes, se bañaba con agua caliente y luego se
acostaba a dormir.  Cada mañana, mientras dormía el pueblo, se bañaba con agua fría y se
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cambiaba.  Una cierta vez le dijo a un visitante: —Oye, querido hermano, Dios nos ha dado
un cuerpo apreciado y quiere que nosotros, como buenos obreros, lo guardemos en buena
condición.  Abro los poros de mi cuerpo por la noche [en el agua caliente], y los cierro con
un baño frío en la mañana.”

            “Hasta el mediodía, sea adentro o afuera de su casa, la mayoría de su tiempo lo


invertía en la oración, la lectura de la Biblia y la meditación.  Se estima que por lo menos
tenía siete horas de clara comunión con Dios antes de las doce.  Esto sin duda es el secreto
de su poder espiritual.  La generación actual haría bien fijándose en su ejemplo.  La quietud
del espíritu y la fuerza que viene del esperar en Dios por largo tiempo no son valoradas
como se debe.  La actividad de la carne muchas veces sustituye el poder del Espíritu.  Una
gran cantidad de trabajo se hace apuradamente; luego, se le pide a Dios que bendiga lo que
se ha hecho, y se planifica con fervor para el día siguiente.”

                      “Roberto Chapman realizó mucho trabajo, pero sin mucha turbación e


intranquilidad.  Su vida era más como un ancho y gran río, que una bulliciosa y quebrada
vertiente.”

            “Durante los sábados dio a su mente completo descanso, antes de los deberes del
día del Señor.  Normalmente dedicaba todo este día a su taller de carpintería.  El caminar y
la carpintería eran las principales formas de descansar su mente; el sábado era el día para
la carpintería.  Detrás de su casita hizo un cuartito para tal ocupación.  Allí tenía un mesón
y unas finas herramientas, de las mismas el más importante era el torno de madera.  Con
este torneó muchas cositas.  Éstos los presentó como regalos a sus huéspedes o fueron
vendidos para fondos misioneros.”

            “Normalmente, no se permitían las visitas los días sábados.  Fue bien comprendido
por los vecinos, los que quisieron charlarle sobre algo, y escogieron otro día.  Un hermano
que osó tocar la puerta un día sábado fue instruido: —Puedes entrar.  Pero habla solamente
acerca del torno.”

            “Pero este descanso fue acompañado con ejercicios espirituales, porque siempre
ayunaba los sábados y, mientras trabajaba, derramaba su alma en comunión con su
Señor.  Esta costumbre de mezclar lo espiritual con lo práctico fue muy característica en
Chapman.  Siempre oraba mientras caminaba o cumplía los quehaceres de la casa.  De
hecho, rehusó reconocer cualquier distinción artificial entre los deberes religiosos y los
materiales, pero siempre estaba conciente del mandamiento divino: ‘Y todo lo que hagáis,
hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor
recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.’ (Co. 3:23)”

            “Quizá en un sentido, los sábados fueron los días más valiosos para él; porque en
cualquier otro día su mente estaba ocupada en asuntos pastorales.  Los sábados fueron
dedicados al muy necesitado refrescamiento de su propia mente y espíritu.  Una persona
que entró deprisa a su taller, por una emergencia, dijo que la cara de Roberto resplandecía
como la de un ángel.”

                      Este patriarca tenía casi cien años cuando se fue para estar con su querido
Maestro, dejando una vida fragrante con la que había bendecido a todo aquel distrito donde
vivió, se movió y fue. (He. 17:28)

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