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UNA TRANQUILA Y

AMOROSA MAÑANA
de BL MILLER

TRADUCTORA: © 2013
SINOPSIS

El título lo dice todo. Xena y Gabrielle se despiertan muy juguetonas. La


Academia de Bardos, recomienda asegurarse de pedir HIELO a tu amazona
ANTES de leer la historia.
Descargos de la traducción:
Esta traducción es libre al español realizada para entretener a todas las
personas que les gusta este tipo de lecturas. Es totalmente gratuita, por lo que no
se puede comercializar.

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dedicada a la publicación de traducciones de fanfics o libros de temática lésbica,
sin el permiso de la traductora. Pueden ponerse en contacto conmigo a través de
este correo silvinafanfiction1@gmail.com Este correo, también puede ser utilizado
por las lectoras que quieran hacer cualquier comentario constructivo sobre la
traducción.

Descargos de la autora:

Aviso legal: MCA Universal es propietaria de los personajes, sólo los estoy
pidiendo prestado por un tiempo. Esto es una típica historia de L B. Largas,
prolongadas escenas entre dos mujeres enamoradas. Si no puedes tomarlo, no
deberías navegar por mi sitio. No hay violencia, no hay chakrams volando, no se
requiere pensamiento profundo.
UNA TRANQUILA Y AMOROSA MAÑANA de BL MILLER TRADUCTORA:

UNA TRANQUILA Y AMOROSA MAÑANA


A Lazy, Loving Morning
(A.K.A. PWP Romantic Fluff)
BL Miller

Los ojos de Xena se abrieron cuando Apolo, comenzó su viaje diario a


través del cielo. El aire caliente de la mañana y el igualmente cálido cuerpo
acurrucado contra el suyo hicieron que la guerrera se debatiera sobre levantarse.
Su vejiga anunció su presencia, pero simplemente no podía competir con la
suavidad de la bardo. Dejó que sus dedos se desliczaran a través de los
mechones de oro, mientras que la otra mano suavemente corría arriba y debajo de
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la longitud del brazo alrededor de su cuerpo. Gabrielle era de abrazar y Xena no
podía ser de otra manera. Se quedó allí un rato más antes de que otra protesta
por parte de la vejiga, finalmente se impusiera y se desprendió de mala gana de
los brazos de su amante.

—¿A dónde vas? —Murmuró la bardo en sueños, extendiendo la mano en


un vano intento de llevar a Xena de nuevo bajo las mantas.

—Ya vengo. Me tengo que ir al bosque y echar más leña al fuego,


—respondió, inclinándose para colocar un ligero beso en la frente de Gabrielle. Sin
embargo, cuando trató de levantarse, Xena se encontró atrapada por un par de
brazos insistentes alrededor de su cuello y bajada para un perezoso y profundo
beso.

—Mmm, ese es un adecuado beso de buenos días, —murmuró la bardo,


ojos verdes brillaban—. Me ocuparé del fuego.
UNA TRANQUILA Y AMOROSA MAÑANA de BL MILLER TRADUCTORA:

—Si hubiera sabido que esta era la manera de levantarte por la mañana, lo
habría hecho hace mucho tiempo, —dijo Xena mientras se enderezaba.

—Desearía que lo hubieras hecho, —respondió—. Esto es mucho mejor


que el agua en la cara. —Se sentó y se frotó el sueño de sus ojos, mientras que la
guerrera se dirigía a los arbustos.

Un exceso de dinares y un desvío a un pueblo cercano el día anterior les


permitió el lujo de pasteles dulces para disfrutar con su té de la mañana. Cuando
Gabrielle le tendió uno de los placeres pegajosos, Xena no pudo resistir la
tentación. Agarrando la muñeca de la bardo, dejó que su boca se cerrara
alrededor de cada dedo, la lengua lamió todo rastro del pastel dulce. Había un
brillo travieso de deseo en sus ojos, su lamido cambio a succión.

—¿Sabes lo que eso causa en mí? —Murmuró la bardo, bajando los


párpados ligeramente.
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—Mm, lo sé, —respondió Xena, volviendo su atención a la zona sensible en
el interior de la muñeca de Gabrielle, sonriendo contra la piel suave, cuando oía el
gemido de la bardo. El mundo se desvaneció mientras ascendía por el brazo de su
amante, haciendo una pausa para morder con cuidado el interior del codo. En el
momento en que llegó al hombro, la respiración de la bardo había aumentado, su
pecho subía y bajaba de una manera muy atractiva. Ambas sabían que el top
verde no duraría mucho tiempo.

—Xena... unngh. —Lo que iba a decir se perdió cuando los labios de su
amante se cerraron contra el hueco de su garganta—. ¡Oh dioses!

—No... —Murmuró la guerrera—. No necesitamos a ningún dios, sólo la una


a la otra. —Besó un sendero desde el cuello de la bardo hasta su mandíbula y
luego se abrió camino hasta el lugar que ella quería, sobre todo, los labios tan
suaves de Gabrielle. No hubo golpe ni fuerza, no había urgencia en el contacto,
sólo la suave sensación de la reunión de sus bocas. Las manos de Xena se
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abrieron camino alrededor del torso de la bardo, sus largos dedos se extendieron
por toda la piel desnuda que se le ofreció. Las manos de Gabrielle laboriosas, se
hundieron en los cabellos oscuros y se envolvieron alrededor del cuello de su
fuerte amante. Los Campos Elíseos no tenían nada que ver con la alegría que una
provocaba en la otra. Con los ojos cerrados, continuaron probando la dulzura de la
boca de la otra, un manjar mucho mejor que cualquier pastel dulce jamás podría
ser.

—Te amo, —susurró en el oído Xena, que estaba mordisqueando


suavemente mientras bajaba a la bardo hacia las mantas. Se apoyó sobre un codo
y tomó un momento para mirar, simplemente a la increíble belleza con la que
había sido bendecida. Levantó la mano y trazó el contorno de los labios de
Gabrielle con un dedo largo, maravillándose por lo afortunada que era, como
había hecho tantas veces antes. La necesidad de besar a su amada era
demasiado fuerte para ignorarla y Xena bajó su boca de nuevo para probar a su
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bardo. Con lentitud agónica mordisqueó y besó a Gabrielle, mientras que su mano
libre comenzó su exploración del territorio familiar en el cuerpo de la joven. Sus
dedos se movieron de los abdominales bien desarrollados a la curva sensual de la
cadera de la bardo.

—Deja de hacer eso, —advirtió Gabrielle suavemente después de


demasiados viajes de la guerrera a su lugar más delicado.

—Me gusta hacer que te retuerzas, —replicó Xena, usando la boca para
acallar cualquier réplica—. Me encanta sentir que reaccionas a mi tacto. —Deslizó
sus dedos justo debajo de la parte inferior del top verde, sonriendo cuando sintió
que Gabrielle inhalaba con fuerza—.Tan hermosa, —murmuró, contemplando la
mirada de amor y deseo en el rostro de su amante.

Había días en que Gabrielle era afortunada si Xena encadenaba cuatro


palabras juntas a la vez, pero a la hora de hacer el amor, la lengua de la guerrera
no estaba tan quieta. Si no la estaba usando para llevar a la bardo a las mayores
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alturas del éxtasis, la estaba utilizando para reafirmar verbalmente a su joven


amante lo mucho que la amaba. Caricias tiernas que nadie creería que estaban en
el vocabulario de la guerrera saltaban constantemente de su boca, entre besos.
Manos callosas de muchos años de lucha con la espada eran increíblemente
suaves, mientras acariciaba la carne tierna. No había prisa a la hora de su
expresión física del amor, no cuando se trataba de agradar a su Gabrielle. Xena la
trató cada vez como si fuera la primera, empujando a sus propias necesidades y
deseos hacia abajo y teniendo el placer de la manera más simple de los actos. Un
beso aquí, una caricia allí, cada acción y reacción traía alegría a Xena como si ella
misma fuera la destinataria en lugar de la dadora.

Se perdió en Gabrielle, la suavidad de su cuello, el perfume de sus cabellos


de oro, el sonido de sus suspiros y gemidos. Poco a poco deshizo los cordones
del top verde, la anticipación del tesoro escondido debajo era casi demasiado para
soportar. Gabrielle hubiera sido tan feliz de tener a Xena rompiendo el material
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que cubría su cuerpo, pero la guerrera se negó a ser apresurada. Ella saboreó
cada nueva pieza de la piel que se revelaba, un regalo que creía firmemente que
nunca se merecería. —Te amo, —le susurró Xena cuando el top verde se abrió
para revelar los pechos de la bardo. Se reposicionó entre las piernas de la joven y
le dio un rastro de besos de la barbilla de Gabrielle hasta el ombligo mientras sus
manos acariciaban suavemente los lados de la bardo—. Dioses... tanto. —Sus
dedos se deslizaban suavemente sobre los montículos suaves, evitando
cuidadosamente la piel arrugada que reclamaban su atención mientras seguía
permitiendo que su boca jugara en el abdomen bien desarrollado.

—Xena... por favor... siiiiií, —suspiró la bardo cuando los dedos largos,
finalmente rozaron los pezones erectos. La fuerte necesidad de la guerrera se
enfrento a su moderación y se trasladó hasta cerrar los labios alrededor de un
nudo erecto. Su lengua saboreaba la carne salada, que se endurecía aún más
bajo sus cuidados. Los sonidos de satisfacción que salieron de su boca vibraron
contra la carne sensible y se mezclaron en el aire de la mañana con los gemidos
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de placer de la bardo. Una y otra vez su lengua accionó el pezón erecto, mientras
sus manos seguían en contacto con la piel a la que podía llegar. Los dedos de
Gabrielle encontraron apoyo en los mechones del color de los cuervos y sus
caderas encontraron un espacio para elevarse, balanceándose hacia arriba para
presionar contra el estómago cubierto de cuero—. Dioses... tan bueno...

La necesidad evidente en la voz de su amante llamaba a Xena, más que


cualquier canto de sirena jamás podría. Sus manos se envolvieron alrededor del
cuello de la bardo y su boca se movió hasta capturar a los suaves labios, los
labios de los que nunca se saciaba. Su lengua trazó el contorno de ellos antes de
barrer hacia adentro para probar la dulzura de la boca de Gabrielle de nuevo. Si el
mundo llegara a su fin en ese mismo momento, a la guerrera no le habría
importado. Estaba flotando en una nube de felicidad y no tenía intención de volver
a la tierra muy pronto. Su lengua bailó con la de la bardo, sin decir una palabra
que expresara sus emociones. Pero, por desgracia, ya no podía ignorar el suave
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gemido o la presión constante de la caderas de la bardo en su contra. Con besos
de despedida de los labios que tanto le gustaban, Xena llevó su boca, de regreso
a los pezones doloridos por el contacto. Con los ojos cerrados, se concentró en las
sensaciones de excitación que corrían a través de ella... la sensación de las
manos de Gabrielle presionando contra su cabeza, los muslos en contra de sus
lados, los suaves gemidos y respiración dificultosa acariciando sus oídos. Ella se
levantó ligeramente, y entre ellas, alcanzó a quitar el cinturón que sujetaba la falda
de la bardo en su lugar, sonriendo contra el pecho en la ingesta aguda de aire de
Gabrielle y los irregulares “siiií” que se escapaba de los labios perfectos. Unos
pocos movimientos más y su joven amante estaba desnuda debajo de ella, una
visión que Xena nunca se cansaba de ver, una visión que aún le hacia tragar
saliva con asombro. Se preparó con los brazos a ambos lados de la bardo y se
inclinó para otro beso conmovedor. —Te quiero, Gabrielle, —susurró mientras
mordisqueaba su camino a través de la mandíbula hasta llegar a un lóbulo de la
oreja enmarcado con el pelo de oro—. Me gusta todo de ti, —susurró antes de
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tomar la piel sensible en la boca y succionarla. Se movió hasta que estaba


recostada de lado contra la bardo, libero una mano para explorar.

—Xennnaaa... —No había palabras en el vocabulario de Gabrielle para


describir la profundidad de lo que sentía por la mujer con quien estaba haciendo el
amor. El toque de Xena tenía la capacidad de eliminar todo pensamiento racional
y encendía a la bardo en una masa temblorosa que ardía con un deseo que sólo
podía ser apagado por su guerrera. Los dedos de Xena ligeramente trazaron una
línea en el cuerpo de la bardo hasta que bailaron sobre rizos dorados. Se apoyó
sobre un codo para ver las reacciones de Gabrielle mientras sus dedos dibujaron
círculos perezosos y ochos en el triángulo de pelo suave—. Tú... me estás
volviendo loca, ya lo sabes. —Dijo la bardo entre dientes, mientras que sus
caderas trataban de convencer a los dedos de la guerrera en su necesidad.

—Lo sé, —fue la respuesta suave antes de que sus labios se movieran 10
sobre la línea de la mandíbula para recuperar la boca de la bardo. Cuando su
lengua entró a través de los labios entreabiertos, el dedo de Xena se deslizó entre
los pliegues empapados, descansando contra el lado de clítoris de Gabrielle y
causando en la mujer un gemido por el contacto exquisito—. Mmm, estás mojada,
—murmuró la guerrera, levantando la cabeza para mirar hacia abajo a su amor.

—Yo... no puedo imaginar por qué, —bromeó la bardo, su respiración cada


vez más desigual cuando el dedo de Xena comenzó a moverse en lentos
movimientos circulares—. Ah... oh dioses, allí mismo... siiií... oh Dioses, por favor,
no pares, —gimió. La guerrera era una fanática de los gemidos sexys de Gabrielle
e hizo todo lo posible para hacer que el sonido saliera de la boca de la bardo una y
otra vez cada vez que hacían el amor. Bajó su dedo por un momento para recoger
más del líquido cremoso del deseo antes de volver al manojo de nervios
endurecido. Una serie de caricias ligeras y suaves mezcladas con toques más
firmes hicieron a Gabrielle retorcerse sin control y gritar el nombre de la guerrera.
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Ella puso su mano sobre la cabeza de Xena le suplicó al más íntimo de los
contactos—. Por favooooorrrr...

La mujer de pelo azabache quitó el dedo y se reposicionó entre las piernas


de la bardo. Plantó una serie de besos justo en la parte interna de ambos muslos
antes de besar los pliegues exteriores hinchados. El alimento de los dioses no era
nada comparado con el sabor y el aroma embriagador de la pasión de Gabrielle. A
Xena se le hizo agua la boca y se humedeció los labios con anticipación,
saboreando la leve nota de lo que estaba por venir. Chupó primero un pliegue en
la boca, luego el otro, siendo premiada con el gemido gutural de la bardo y la
sensación de las manos pequeñas presionando contra su cabeza, instándola a
seguir. Gabrielle plantó los pies firmemente en el suelo y levantó sus caderas
buscando el contacto de la lengua firme en contra de su apertura, con las manos
manteniendo la boca de su amante en su lugar. —Oh... por favor ssiiiií Xena, por
favor, —rogó ahora, la urgencia aumentó rápidamente hacia la cresta de la pasión.
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La guerrera le echó los brazos debajo de los muslos musculosos y hasta alrededor
de las caderas para mantener a la bardo en su posición. Los ojos azules se
alzaron para ver los senos de Gabrielle subir y bajar con cada respiración
dificultosa y los labios entreabiertos cuando una serie de gemidos y suspiros
estallaron como reacción a las actividades orales. La lengua de Xena exploraba
cada pliegue, cada grieta, como si fuera la primera vez. Los gritos de Gabrielle se
volvieron más urgentes y la guerrera sabía exactamente lo que su bardo necesita.
Cerrando los labios alrededor del clítoris hinchado, Xena se burlaba con su
lengua, alternando entre suaves lametones y movimientos más firmes. Los dedos
presionaban con más fuerza contra la cabeza de la guerrera y los movimientos
erráticos de las caderas de la bardo, prácticamente se calmaron cuando ella se
arqueó contra la boca de su amor—. Xena... oh... oh, Xena, por favor... nnggh...
—la guerrera detuvo sus juegos tortuosos y rápidamente rozó la lengua hacia
atrás y hacia adelante contra el clítoris. Sentía la tensión y temblor de los muslos
de Gabrielle y redobló sus esfuerzos, recompensada un momento después con el
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sonido de su nombre que arrancó de la garganta de la bardo en un grito ahogado


por el poderoso orgasmo atravesando su cuerpo. Xena continuó acariciando a
Gabrielle con su lengua hasta que el cuerpo de la bardo cayó sin fuerzas de nuevo
en la manta. Ella se quedó donde estaba, suavemente lamiendo la pasión que
brotaba de la mujer agotada, siguió hasta que las réplicas terminaron
completamente de ondular. Con un beso amoroso a los pliegues exteriores, Xena
se arrastró y tomó a la bardo en sus brazos, acariciando suavemente su espalda y
murmurando palabras de amor al oído.

—Sabes... —susurró Gabrielle unos momentos más tarde, cuando volvió a


la realidad—. Nadie nunca creería que podrías ser tan amable y cariñosa. —Besó
la piel desnuda del pecho de su guerrera.

—Eso es sólo porque tu abriste mi corazón, —contestó Xena, respondiendo


al beso de la bardo, con uno de los suyos en la parte superior de la cabeza de oro. 12
Le dio un suave apretón y Gabrielle miró al cielo—. En realidad, deberíamos
ponernos en marcha si queremos llegar al territorio amazónico al caer la noche.

—De eso nada, —replicó la bardo, moviéndose de las manos de Xena y


arrastrándose a la parte superior de ella hasta quedar a horcajadas sobre su
estómago. Ella pasó sus dedos por ambos lados de la cara de la guerrera.

—Sabes que es posible hacerte el amor sin que tengas que…

—Shh.... —Colocó sus dedos sobre los labios de Xena para hacerla callar.
Se inclinó hacia delante hasta que sus labios estuvieran a un pelo de distancia de
la boca de la guerrera—. También te amo mucho y hacerte el amor es un placer
mucho mayor de lo que puedo describir. —Terminó su declaración dejando sus
bocas juntas. Con infinita lentitud Gabrielle descendió a lo largo del cuerpo de
Xena, poco a poco sacando el cuero que le impedía sentir la exquisita sensación
de la piel de la guerrera. Siguieron los pantalones cortos y la bardo se reubicó
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contra la desnudez de Xena. Le dio un beso de hombro a hombro, extrayendo


suspiro tras suspiro de los labios de la guerrera.

—Gab-brie-elle... —gimió cuando los labios suaves de la bardo se cerraron


alrededor de su pezón. Xena nunca se había permitido ser tan abierta con una
amante, pero nunca había tenido una amante como su bardo. Su cuerpo se relajó
y se abrió a la exploración de la boca y los dedos de Gabrielle, una confianza
inherente que nunca había experimentado antes con otra persona. Cerró los ojos y
se perdió en la sensación de la lengua de la bardo acariciando su pecho—. Se
siente tan bien... tan bueno. —Suspiró, apoyando la mano en la parte posterior de
la cabeza de Gabrielle. Fue casi instintivo de la forma en que la bardo sabía
cuánto y dónde dar, nunca prolongaba demasiado tiempo en cualquier área y cada
toque llevaba a Xena a otro nivel en la escala de éxtasis. Con Gabrielle nunca tuvo
que pedir, nunca tuvo que esperar por lo que ella necesitaba. Era libre para
simplemente tumbarse y ser una mujer, vulnerable y abierta. Cada caricia y toque
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fue bienvenido y disfrutado. Envolvió sus piernas alrededor de Gabrielle y apretó
su húmedo centro contra el vientre de la bardo, gimiendo en el contacto. Su
respiración se volvió trabajosa cuando su amante movió una mano entre sus
cuerpos y buscó el fuego líquido de su pasión. Las caderas de Xena comenzaron
a mecerse, atrayendo los dedos de la bardo dentro. Gabrielle tenía el poder para
tirar de las emociones y los sentimientos de ella que nadie podría provocar. Con
los ojos cerrados, la cabeza agitándose, Xena se dejó ir, confiando en que la
bardo implícitamente tomara el control. Cuando un tercer dedo se añadió Gabrielle
se sentó a horcajadas en uno de los muslos musculosos, Xena casi llegó en ese
momento con la anticipación de lo que vendría después—. Dios sí, Gabrielle...
hazlo, —gimió. Los empujes comenzaron lentos y suaves, hasta que encontraron
su ritmo, cada vez mayores sólo cuando los movimientos de caderas de Xena lo
dictaron. Pronto la bardo tuvo que usar la mano libre para reforzarse cuando el
ritmo aumentó—. Más fuerte... —gruñó, sabiendo muy bien que no era necesario.
Gabrielle era muy consciente de lo que le gustaba y como le gustaba. Pronto el
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brazo de la bardo estaba trabajando duro, metiendo sus dedos profundamente


dentro de la suavidad húmeda, mientras que el pulgar tocaba el clítoris sensible.
Los músculos de Xena encerraron los dedos empapados, aumentando la
sensación de plenitud en su interior. Sus caderas dejaron la manta con cada
movimiento hacia abajo del brazo de Gabrielle, mientras todo el pensamiento
racional la abandonaba.

Momentos más tarde, sus caderas se levantaron y se quedó allí, mientras


que apretaba los dientes y agarraba el brazo de apoyo de la bardo. Un último
empujón profundo y el firme movimiento del pulgar de Gabrielle y las puertas se
abrieron, enviando a Xena al borde glorioso. Se dejó caer, los músculos interiores
mantenían a la bardo en su interior, mientras las olas continuaron atravesándola.
Sentía vagamente los besos suaves sobre su vientre y de mala gana liberó los
dedos de su amante, a sabiendas de que pronto se envolverían alrededor de ella
en el abrazo reconfortante que Gabrielle le daría.
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—Eres increíble, —dijo mucho más tarde, con los brazos y las piernas
entrelazadas.

—No, amor... tu eres la increíble, —dijo Gabrielle, quitándose el sudor de la


cara de los mechones de cabello empapados—. Te amo.

—Te quiero... más que nada, —murmuró Xena, escondiendo el rostro en el


cuello de la bardo. Alargó la mano y tiró una manta sobre sus cuerpos desnudos,
apretándose más en el abrazo de la mujer más joven. Pasaría un tiempo antes de
que incluso pensara en seguir adelante.

FIN

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