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Alfredo Torero
El estudio del extinguido lenguaje mochica mediante las fuentes escritas que nos que-
dan es de primera importancia en andinística, por razones tanto lingüísticas como históricas.
Idioma de un pueblo que participó activamente en el milenario proceso civilizatorio en los
Andes y que estuvo, por lo mi smo, intensamente comunicado con otras grandes lenguas de
civili zac ión, exhibe, sin embargo, muchas características radicalmente diferentes de quechua y
aru , las dos mayores familias lingüísticas centroandinas, que sí han intercambiado mucho en
estructuras gramaticales y en léxico.
Aparte de los rasgos fonológ icos de que trata el presente artículo -como la organización
de la mayor parte de sus consonantes en una oposición de palatalidad y la tendencia al
monosil abismo de raíz- , ciertas características gramaticales relevantes distinguen al mochica
del grupo qucchua-aru : presencia de clases de posesión , clasificadores numerales, marcas an-
tepuestas de persona poseedora, variaciones temáticas que recuerdan las lenguas de flexión,
uso del ergati vo, orden básico SVO, etc., y ausencia, en cambio, del contraste exclusivo/inclusivo
en el plural y de indicadores de fuente de informac ión .
La propuesta fonológica del mochica que exponemos fue el tema, ya lejano, de nuestra
memoria de Licenciatura en Letras de la Uni versidad de París, en 1962, y se publicó de manera
( *) El est ud io fo no lóg ico desairn llado aquí es parte ele una in vesti gac ión sobre e l idioma mochi ca que
rea lizam os para la Uni vers idad de Sa lamanca .
e xtremadamente sintética (una página) dentro de nuestro artículo " Deslindes lingüísticos e n la
costa norte peruana" ( 1986: 530-53 1). Dado que, por lo sucinto de aquell as notas, se ha dicho
que 'se nos siente apodícticos', o ' no se nos entiende', particularmente en lo que toca a la
correl ac ión consonánti ca de palatalidad y al vocali smo mochicas, somete mos aquí a di sc usión
nuestros análisis bajo una fo nna ampliada.
Asimismo, puesto que las objec io nes fonnul adas contra nuestra propuesta -in fe li zmen-
te, con expresiones y modos que parec ieran responder más a mo ti vac iones de índol e personal
que profesional-, están contenidas en un reciente libro del ling üista Rodolfo Ce1Tón, La lengua
de Naymlap ( 1995), nuestra e xposición incluirá algunas réplicas y puntuali zaciones críticas a
afinn acio nes y postulaciones lingüísticamente equivocadas, o s implemente antojadizas, que
nuestro ex discípulo vierte en las dosc ientas páginas de ese libro.
2. Fuentes de estudio
La reconstrucción fon ológica que propusimos entonces y que ahora ac tuali zamos se
re fiere esencialmente al mochica de los siglos XVI-XVII : tiene, e n efecto, por real punto de
partida las seis páginas de orac iones y catec ismo breve e n moc hica, de autoría anó nima, que
e ncie1Ta la obra Rituale seu Manuale Peruanum de Jerónimo de O ré, editada en Nápoles e n
1607 ; y por principal fue nte de datos la Gramática de la lengua yunga que escribió e n 1644 el
sacerdote peruano Fernando de la Carrera Daza. Realizamos el estudi o comparati vo de ambas
o bras en su conjunto y no sólo de los textos paralelos que registran.
Acudimos igualme nte a la corta li sta de voces mochicas que elaboró el obispo Baltazar
M artínez Compañón a fin es del siglo XVIII (Torero, 1986: 526-533) y a la obra de Ernst
Middendorf Das Mu chik oder die Chimu-Sprache, de 1892, así como a los breves vocabul a-
ri os recogidos por Adolf Baslia n en 1878 y por otros encuestadores en los primeros dece nios
del presente siglo, con los de bidos cuidados en razón de las di stintas épocas en que se co lec-
taron los materiales lingüísticos.
Aunque editado e n 1607 , el libro de Oré recoge, en sus páginas 403 a 408 , un material
de la lengua norperuana que, a estar por las grafías utili zadas, fue escrito posibl emente hac ia
principios de la segunda mitad del siglo XVI, puesto que todavía juega con un dobl e valor
notacional para las grafías <c, e,:>: la africada dentoalveolar sorda [tsJ, que estaba caducando en
el uso hispano, y la fri cativa predorsodental sorda [s] que la despl azaba. As imi smo. hace aún
uso irrestricto de la letra <x> para el sonido fri cativo dorsopalatal sordo, y la mantiene distinta
de la <s>, aplicada a la sibil ante apicoalveolar sorda; incluso la combina en un haz trilítero:
< xll> para representar un sonido pec uliar del mochica .
Otros indicios de arcaísmo se detectan en la confusión, s i bien ocas ional, entre grafías
que habían di stin guido a sibil antes y a a fri cadas sordas y sonoras en castell ano antiguo: e n la
"Salve Regina" (Oré, p. 404), un o de los ca lificativos que se diri ge a María está escrito como
xem.o al principi o de la orac ió n y como gema al final de ell a; el número "seis" se hall a transcrito,
e n " Mandamie ntos" y " Artíc ul os de la Fe", como ~-ax/l~·a. i;ax/lza y aún ~"llxllva; estos trueq ues
g ráfi cos, y en particul ar el empleo de <g> para notar todavía un sonido fri cat ivo sordo, nos
ponen no mucho después de mediados del sig lo XVI.
Alfredo Torero
El estudio del extinguido lenguaje mochica mediante las fuentes escritas que nos que-
dan es de primera importancia en andinística, por razones tanto lingüísticas como históricas.
Idioma de un pueblo que participó activamente en el milenario proceso civilizatorio en los
Andes y que estuvo, por lo mismo, intensamente comun icado con otras grandes lenguas de
civili zac ión, exhibe, sin embargo, muchas características radicalmente diferentes de quechua y
aru , las dos mayores familias lingüísticas centroandinas, que sí han intercambiado mucho en
estructuras gramaticales y en léxico.
Aparte de los rasgos fonológicos de que trata el presente artículo -como la organización
de la may or parte de sus consonantes en una oposición de palatalidad y la tendencia al
monosilabismo de raíz- , cie1tas características gramaticales relevantes distinguen al mochica
del grupo quechua-aru: presencia de clases de posesión , clasificadores numerales, marcas an-
tepuestas de persona poseedora, variaciones temáticas que recuerdan las lenguas de flexión ,
uso del ergativo, orden básico SVO, etc., y ausencia, en cambio, del contraste exclusivo/inclusivo
en el plural y de indicadores de fuente de información.
La propuesta fonológica del mochica que exponemos fue el tema, ya lejano, de nuestra
memoria de Licenciatura en Letras de la Universidad de París, en 1962, y se publicó de manera
( *) El estudi o fo nológ ico desa,rnllado aquí es parte de una investigación sobre el idioma mochica que
n:ali zamos para la Universidad de Salamanca .
extremadamente sintética (una página) dentro de nuestro artículo " Deslindes lingüísticos en la
costa norte peruana" ( 1986: 530-531 ). Dado que, por lo sucinto de aq uellas notas, se ha dicho
que 'se nos siente apodícticos', o 'no se nos entiende' , particulannente e n lo que toca a la
COITelación consonántica de palatalidad y al vocalismo mochicas, sometemos aquí a di sc usión
nuestros análisis bajo una forma ampliada.
Asimismo, puesto que las objeciones fo1muladas contra nuestra propuesta -infeli zme n-
te, con expresiones y modos que parecieran responder más a motivaciones de índole personal
que profesional- , están contenidas e n un reciente libro del lingüi sta Rodolfo Ce1Tón , La lengua
de Naymlap ( 1995), nuestra exposición incluirá algunas réplicas y puntualizaciones críticas a
afirmaciones y postulaciones lingüísticamente equivocadas, o simplemente antojadizas, que
nuestro ex discípulo vierte en las doscientas páginas de ese libro.
2. Fuentes de estudio
La otra gran fuente para el conocimiento de esa lengua norperuana -bajo la fom1a, esta
vez, de lo que llamaríamos el mochica moderno- es la ya mencionada obra de Middendorf,
Das Muchik oder die Chimu-Sprache, abundante en nuevos datos y presentada de modo rigu-
roso y sistemático. El estudioso alemán fue una autoridad indiscutible para su tiempo, y siempre
tendremos que agradecerle sus penetrantes y ricas descripciones sobre el quechua, el aymara y
el mochica, útiles para comparar el estado de estos idiomas a finales del siglo XIX con estados
anteriores, como los descritos por González Holguín para el quechua cuzqueño, Ludovico
Bertonio para el aymara y la Ca1Tera para nuestro idioma norteño.
Esto no obstante, debemos proceder con suma cautela al efectuar tales comparaciones,
respetando en el caso del mochica el venerable cuarto de milenio que se interpone entre el
material y las informaciones de la CatTera y los de Middendorf, con un casi absoluto silencio
en el lapso entre ambos.
A finales del siglo XIX, el estudioso germano halló al idioma mochica en un estado de
desestructuración en todos sus aspectos, ante el desuso de la lengua y la influencia del caste-
llano. Esta situación tal vez estaba bastante avanzada incluso un siglo antes, en tiempos del
obispo Mm1ínez de Compañón ; puesto que en 1788, en respuesta al expediente causado con
motivo de la solicitud de info1mación sobre lenguas indígenas americanas dirigida en la época
por la Emperatriz de Rusia a la Corona hispana, el secretario del arzobispado de Lima, José
Joaquín Chauca, justifica la no inclusión de materiales de mochica en el expediente, con el
argumento de que el conocimiento de este idioma no era necesario porque los indios que lo
usaban hablaban también el castellano "con rara perfección" 1•
En la expresión admirativa de "rara perfección" podemos entrever acaso el reconoci-
miento del empleo, a la sazón, en el castellano de los nativos de la costa norperuana, de soni-
dos ya inexistentes en otras hablas castellanas de América, como las apical, la II palatal, la y
no fricativizada y otros.
Las versiones al castellano de la obra en alemán de Middendorf que originalmente
manejamos fueron perfeccionadas y ampliadas, gentilmente, desde hace unos veinte años, por
Gísela Jorger, profesora de Lingüística y Literatura de la Universidad de San Marcos, para un
seminario sobre Lingüística Andina.
3. Procedimientos
Los ensayos de 'reconstrucción ' de las estructuras de cualquier nivel de una lengua
extinguida a partir del material escrito que de ella quede serán una tarea siempre azarosa y de
logros hipotéticos y aproximativos, por el insuperable carácter cerrado y 'mudo' de su corpus,
sin parangón en este punto con la fuente de riqueza inagotable en posibilidades de verificación
e incremento de datos en que consiste cualquier idioma vivo ; además, las diferencias geográ-
ficas y sociales nos escaparán incluso cuando podamos dar fechas para el conjunto o partes de
ese material.
Todos estos factores negativos para la invest igaci ón se verán agravados cuando este-
mos frente a una le ngua 'aislada' , de pare ntescos no obvios, como es el caso del mochica, el
cholón , el puquina o el cunza en los Andes. De allí que toda propuesta de reconstrucción deba
fundarse en la más cuidadosa evaluación de los datos intern os y en su más razonada interpre-
taci ón, y postularse con ajuste óptimo a principios de coherencia, naturalidad y economía.
La búsqueda, e n fin , de pares mínimos suficientes en corpus de lenguas extintas tan bre-
ves y reiterativos como los de Oré y la Carrera que aquí examinamos y cotejamos -textos
catequísticos ambos, que emplean apenas e n torno de doscientos lexemas nativos- sería una di-
li genci a prácticamente absurda: ni el más venturoso azar podría sacamos bien librados en estas
condiciones contingentes. Mejor, si ciamos con algunos pares mínimos; mas no es por este camino
que debemos transitar para hallar sustento a nuestras propuestas fonológicas. Tenemos que dar
más bien por indicadores principales la consistencia en el uso de las mismas grafías y variantes
gráficas para los mismos morfemas -con las correspondientes diferencias y equivalencias en cada
fuente (Oré y la Carrera)- y e l ajuste ele estos datos gráficos a sistemas fonológicos coherentes.
Por su parle , R. Ce1Tón , deslumbrado por su tardío descubrimiento del análisis grafémico,
nos diseña su procedimiento para identificar y definir los sonidos del mochica: en primer lu-
gar, someter al análisis la notación empleada por la Ca1Tera 'a fin ele determinar las unidades
pertinentes ' (léase grafcrnas); e n segunda instancia, hace r la interpretación fónica ele tales
unidades a partir ele las descripciones proporcionadas por ese autor y valiéndose "para tal efecto
tanto de las observaciones formuladas al respecto por Middendorf como también del "contras-
te'' de la notación carreriana con la empleada por aquél y los demás recopiladores ele la lengua'·
(Ce rrón , 1995: 71 ).
En el procedimiento que nuestro colega explicita así y que va ahormar su labor ulterior
se e ncuentra evidentemente la raíz de sus desacuerdos con nuestra propuesta de 1986: las
diligencias que efectúa no se dirigen -aunque él lo afi1111e- a establecer los sistemas fonológicos
del mochica, sino, restricti vame nte, a clete1111inar cuáles fueron sus grafemas (unidades gráfi-
cas y alógrafos) y cómo 'sonaban' (cuál pudo ser su fonetismo) . De allí que rehúse considerar
los ordenamientos estructurales que nosotros percibimos en el plano fónico del idioma y que,
una vez descubiertos, nos ay udan a definir los procesos fonológicos .
En cuanto al aprovechamiento de la obra ele Middendorf para interpretar los sonidos
por asignar a las unidades resultantes de su análisis grafémico, R. CetTón tiene una actitud
inconsistente y acomodaticia. Objeta a Louisa Stark ( 1968, 1972) el que trate ele determinar los
valores notacionales de las grafías catTerianas en base a las indicaciones que sobre la fonética
del mochica dio el investigador alemán hace únicamente un siglo, sin tomar en cuenta que entre
ambos autores, y ambos estados de lengua, mediaron 250 años; sin embargo, él mismo se apoya
esencialmente en los datos y apreciaciones ele Middendorf, y aduce las más de las veces
infonnaciones precisamente de este autor en el intento de desautorizar lo que llama nuestros
"correlatos gratuitos" de pal atalizadas/no palatalizadas (Cerrón, 1995: 95)2.
2 "Conelatos establecidos -dice- co n un orde nami ento preconcebido". " típica muestra de fonología he-
cha 'sur le papier" co mo gustaba decir Martinet". etc. Puesto que André Martinel fue nuestro asesor
tanto en la memoria de Licenciatura como en la tesis de Doctorado en Lingüíst ica. y estuvo de acuerdo
con nuestro análisis fo no lóg ico del mochica, ¿se lrataba de un 'Martinet sur le papier"?
Tallán fü:/:}'.J
Sechura
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Mochica
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~ (Según A. TORERO)
1984)
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106 Revista Andina , Año 15
Torero: La fonología del idioma Mochica
4. Estructuras fonológicas
Se adviene en el mochica una neta tendencia al monosilabi smo radical, tendencia que
hahía desembocado en la predominanci a ele raíces monosílabas (quizá más ele la mitad del
total) ; una fuerte presencia del patrón silábico máximo del idioma: CVC ; y la existencia ele una
vocal 'indefinida' , que podía desaparecer en sílaba final ele raíz polisilábica -donde era altamente
frecuente- o, al contrari o, surgir como apoyo vocálico al ligarse los morfemas en palabras. La
única o, en su caso, la primera sílaba ele la raíz permanecía, en cambio, inalterable.
El conjunto ele estos procesos centraba la identidad radical esencialmente en la primera
sílaha ele la palabra, y hacía posible la ocurrencia de formas léxicas 'amputadas ' -por ejemplo,
la ele alomorfos 'reducidos' en la clase ele los nombres de propiedad inalienable cuando se les
sufijaba un gramema 'privativo' tal como <-quic> (/-kik/)-.
No hemos detectado diptongos ni haces internos ele más ele dos consonantes -siempre
disilábicos-. A su vez, el contacto directo ele vocales nucleares se evitaba, al parecer, mediante
la interpos ición automática ele una yocl o un 'saltillo', según el caso.
En las ejemplificaciones que ciemos a continuación, pondremos en negrita las formas
atestiguadas y entre comillas las glosas castellanas, precedidas ele las siglas OR por Oré 1607
y LC por la Carrera, edición Altieri 1939, y, si fuera necesario, la indicación de las cifras co-
rrespondientes a números de página y línea; una barra separará las referencias comparadas; v.gr.:
OR. 407-27, mox/LC, 108-14, moix "alma". Cuando se trate de cotejar formas consignadas
por un mismo autor, se colocará tras la sigla de éste las referencias de locali zación y luego las
fo1mas pertinentes , igualmente separadas por barras.
Una de las características más notables de la fonología del mochica antiguo es la orga-
nización de la mayor pmte de sus consonantes en una correlación de palatalidad ('majamiento'),
que opone una serie ele no palatalizadas (' llanas ') a una de palatalizadas (' mojadas' o 'soste-
nidas') .
La vigencia de tal oposición se adv ierte gráficamente en los textos de Oré y la Carrera
por la ocurrenci a -obligatoria unas veces, 'optativa ' otras hasta parecer anárquica- de 'secuen-
cias vocálicas' que contienen la grafía <i> seguida o antecedida inmediatamente por la co-
rrespondiente a una vocal distinta. Se advierte, igualmente, por la presencia frecuente de grafías
consonánti cas simples o complejas que en el castellano de tiempos de la conquista española
de América implicaban palataliclad: <x>, <ch>, <11>, <ñ>, y otras ajenas a la fonología his-
pana pero 'acondicionadas ' para connotar igualmente palatalidad: <c;:i ,iz>, <tzhi ,itzh>, <cy>,
<xll>.
Esta impresión 'a primera vista' se ve enteramente confinnada por el análisis contextual
y el examen comparado de los materiales gráficos a nuestra disposición: en las 'secuencias
vocálicas ', la grafía <i> puede aparecer únicamente en contacto inmediato con consonantes
palatalizadas -como la marca misma de la palatalidad o como excedencia de ésta desde un
fonema palatal-. Así lo irán mostrando los ejemplos que suministremos más adelante, por pa-
rejas de oposición cuando las huhiere.
mos de indicar-, en cualquiera de esos autores , pero sobre todo en la Carrera y particularmente
en final de las sec uencias, <i> puede ocurrir o no oc urrir (haber o no sido percibida y transcrita)
en contacto con los fonemas de la serie palatalizada -lo cual prueba su naturaleza apendicular-;
ele modo que los morfemas que los contienen suelen aparecer esc1itos diferentemente de un
autor a otro o por un mismo autor; vgr. , cotej ando únicamente los textos del "Catecismo bre-
ve·': LC (pp. 105-107): oiz "tierra", moix "alma". moich "nosotros", moiñ "yo" , "a mí' ' ; OR
(pp. 407-408): vz, mox, much, moiñ o moñ; en sólo la obra de la Carrera: peiñ- (pp. 54, 56 y
otras), peñ- (pp. 56, 69 y otras) "bien"; ñaiñ- (p. 69), ñañ- (pp. 75, 96) "ave, pájaro".
Más todavía: las consonantes de la serie palatalizada pueden incidir en la naturaleza de
cie11os morfem as que se les sigan ; por ejemplo, cambiar en -i el sufijo de 'genitivo' normal-
mente escrito -e en la Carrera y en Oré, o introducir una <i> transicional entre la raíz y este
mismo sufijo: eizie "del hijo" (eiz "hijo").
Hemos recibido un breve estudio sobre el Arte de la lengua yunga de la Carrera reali-
zado por el profesor Even Hovdhaugen, de la Universidad de Oslo, en el que éste reconoce,
como nosotros, la existencia de una correlación consonántica de palatalidad en el mochica
antiguo y establece las parejas correlativas (Hovdhaugen, 1992: 117-118).
A lo largo del presente artículo, usaremos como marca de palatalidad en nuestro siste-
ma práctico de transcripción el signo /ji li gado al ele la consonante correlativa no palatalizada;
así distinguiremos, v .gr, /k/ ele /kj/.
Habríamos tenido por más apropiado caracterizar a los fonemas palatales, no por la
adic ión ele /ji , sin o por la del trazo semicircular (el diacrítico habi tual para marcar palatalidad)
bajo la letra correspondiente al correlato no palatali zado, o por una suerte de acento circunflejo
sobre dicha letra, a fin ele significar ele manera más visualizable que el rasgo de 'majamiento'
puede anticiparse o sucederse, o ambas cosas, a (ciertos) fonemas de la serie palatal; pero hemos
optado finalmente por un principio de simplicidad gráfica.
4.1.1 Sibilantes
4 En cieno s casos simplificamos las notaciones de Middendorf y Lehmann, y en otros las reescribimos:
vr., dos puntos tras una vocal indican alargamiento de ésta. <sh> remplaza a <s> con diacrítico. el
signo<º> eq uivale a la <e muda> del francés je .
4.1.2 Africadas
En cuanto al fo nema q ue Oré grafica con las letras <<.- ,-z> y la CatTera con la sec ue nc ia
complej a <tzh> , lo interpre ta mos como una afri cada apicoalveolar, a partir de las característi-
cas articulatorias que es pos ible infe rir de las ' reglas para saber pronunciar la lengua ' que provee
e l c ura de Reque:
"Algunos vocabl os son tan dificultosos de pronunc iar, que no se pueden escribir, sino es
con mucha dificultad , como son: tzhang, tzhoich, tzhecan, etc. Es tos, pues, se pro-
nuncian empezando con la t, e hirie ndo en la z y e n la vocal que está después de la h, de
manera que no di ga cha, sino tzha". "Para pronunc iar tzhoich, se ha de comenzar con
la lengua en e l paladar j unto a los d ientes, y acabar con los labios abiertos' ' (LC, 11 ).
Nos parece que de las indicaciones ele la Ca,,-era debemos rete ner ese ncialmente dos: que
la articulació n ha de reali zarse "con la lengua en e l paladar junto a los dientes" -esto es , e n la
zona alveolar; y que el sonido emitido , aunque parec ido a [c h] - de donde e l e mpleo de la grafía
h e n el haz trilítero -no ha de confundirse con éste- es decir, no ha de ser plenamente palatal.
Otra observac ión a tom arse e n c uenta es la insiste nc ia de la CarTera acerca de lo ' tan
difi c ultoso de pronunc iar' de esa secuenc ia fó nica, cosa que no habría di cho si hubiese preten-
did o describ ir una africada de ntoalveolar, puesto que articulaciones de ntoalveolares en oc lusión
y fri cc ión ex istían en el castellano americano, y habría bastado con adoptar las secuenc ias < ts>
o <tz>. YeITa, pues, Ce rTón (op . cit , 88-92) al creer reconoce r en <tzh> una dentoalveolar, y
vue lve innecesarias e inconsiste ntes sus disquisiciones diri gidas a ex plicar la inclusión ele < h>
e n e l haz como una medida destinada a evitar que se diese a <z> un sonido ... de fri cati va
interdental -fe nómeno que empezaba a cundir só lo e n partes de la lejana España-.
El crnTel ato pa latali zado de < tzh> era la afri cada pre palatal sorda <ch>, que tanto e l
autor anónimo del siglo XVI como la Carrera escriben de este modo, 'a la castell ana' , y que ,
por consiguiente, no plantea ning ún problema de interpretac ión fo nética.
Nosotros reanotarem os estos fo nemas africados como le;! y lc;jl, respecti vamente. /<.j/
puede 'anticipar' una <i> : LC, pp. 60 y 54: fachea= faichca " leña" ; LC moich, pero Oré much
" nosotros".
4.1.3 Velares
En el orde n velar, el mochica manejaba una oclusiva sorda llana semej ante al sonido
que en castellano se escribe <c(a,o ,u)> y <qu(e,i)> ; as í lo ano taro n Oré y la Carrera, y no
suscita tampoco problemas de identificac ió n.
Nosotros postulamos que e n los siglos XVI-XVII esta oclusiva llana poseía un coJTelato
palatalizado de articulación velar o mediopalatal, que el anónimo no distinguió de su <ch>,
pero sí la Carrera, quien , para su representación, ideó una composición gráfica especial de <c>
y < h> invertida -que se sustituye por <cy> en este artículo-. La oposición será señalada con los
signos /k/ y /kj/.
La Carrera (p.11) dice escuetamente de <cy> que ''es de diferente sonido que las nues-
tras, muy necesaria y forzosa para diferenciar esta pronunciación chido, chang, checan, etc. de
la h al revés, como cyapa, cyilpi, mocyquic, cyolu, etc." . La siente, pues, cercana de <ch>, tal
como lo hahía indicado líneas antes para la africada que anota con la secuencia <tzh>; pero
insiste en que deben mantenerse distintas; y, ele hecho, suministra ejemplos que sustentan su
aserto: cyang "dientes", chang "hennano de mujer", tzhang "tú" .
Cerrón , por su lado, piensa que se trataba de una africada prepalatal sorda, caracteriza-
c ión que hallamos incorrec ta porque crea confusión con la africada prepalatal sorda <ch> que
ex istía en mochica (el propio Ce1Tón lo admite) tanto como en quechua y castellano, y que Oré
y la CaiTera gralicaron precisamente de este modo. Se funda nuestro comentarista en la indicación
de Middendorf de que, en el mochica de su tiempo (dos siglos y medio después), la vieja <cy>
caJTeriana sonaba "como en alemán tj " (Middendorf, 1892: 51 ).
A nosotros nos reprocha el querer, dice, "cubrir una aparente orfandad atribuida a /k/
con un correlato gratuito, que e n este caso sería [kj]". Lo cie1to es que no cae en la cuenta de
que él también va dando elementos para establecer una correlación consonántica de palatalidad;
excepto que el 'correlato gratuito ' lo asigna a /t/ y no a /k/. En el Perú diríamos que desnuda
a un santo para vestir a otro.
Sin embargo, si hacemos el examen interno del material carreriano veremos que la
interpretación de nuestro colega no se sostiene; y se lo prueba mediante las contradicciones en
que el propio Cerrón incurre .
Para una de éstas , tenemos que adelantar que el mochica de la Ca1Tera distinguía cuatro
fonemas nasa les en final de morfema -lexema o gramema- y quizá también en posición
intervocálica: labial , dental , palatal y velar; tales oposiciones , exceptuada la labial , se neutra-
lizaban en cieJTe de sílaba interior de morfema, y el arquifonema resultante se adaptaba al
punto de articulación de la consonante que lo seguía o se realizaba como nasal velar ante /mi
y In/. Ante el fonema oclusivo velar /k/, por lo tanto, se hacía nasal velar, cosa que era graficada
habitualmente por el gramático mochicano con el dígrafo <ng>; esc1ibe así: i;engque "cuello",
changcod "pariente", xllongquic "comida" (de xllon "comida" más el sufijo 'privativo' -quic,
cuya adjunción velariza la nasal alveolar original). Ahora bien, la CaJTera coloca también <ng>
en la ocurrencia del arquifonema nasal ante <cy>: cangcyu "quijada".
Esto último suscita extrañeza en nuestro colega (p. 1 12), y a nosotros, en cambio, nos
confinna que /kj/ se articulaba en el velo del paladar o muy próximo de éste en tiempos de la
Carrera. No es improbable que para entonces estuviese adelantándose hacia una articulación
africada dorsal mediopalatal con apéndice fricativo más de tipo <ich-Laut>, lo cual no dejaría
de reclamar una realización velarizada del arquifonema nasal y, a la vez, daría a la Carrera la
percepción de un sonido distinto, pero próximo, de /i;j/; su adelantamiento habría continuado
hasta articularse [tj] o confundirse con Ir:;/ o /r:;j/ en época de Middendorf.
Otro argumento en favor de nuestra hipótesis: ya en ocasión anterior (Torero, 1990:
394-395) habíamos advertido a CeITón sobre las dificultades que, para la explicación de la
adopc ión de voces de origen quechua por el mochica, le acarreaba su interpretación de la <cy>
caiTeriana como una "africada prepalatal". Ahora bien, la Ca1Tera registra evidentes quechuismos
en el mochica, e ntre ellos los que escribe faccya (quechua /wakcha/) "pobre" l w>tl y mocha
(quechua /mucha-/) "adorar". Nuestro colega transcribe el primero como /faktja/ ateniéndose
ciegamente a la ecuación: La Carrera <cy>=Middendorf <lj> y rechaza ndo sin análisis nuestra
interpretación de <cy>=/kj/. Sostiene, e n consecuencia, que, "para el o ído mochica, el fonema
que más se avenía" con la /c h/ quechua era su /tj/ (Cerrón , 1989: 52); pasa así por a lto la
existenc ia en ambas lenguas del fo ne ma /ch/ y no busca una causación a su trueque por una
presunta /tj/ en ese quechuismo.
Si , e n cambio, Cerrón hubiese as umido nuestra postulación , habría comprendido que,
no poseyendo /kj/ el quechua, los prop ios quechuahablantes habrían solido articular su /ch/
asimilándo la algo a /k/ en contac to con ésta, por lo cual los oídos mochicas habrían percibido
un sonido próx imo a su /kj/ y ajustado el préstamo a su idioma bajo la forma /fakkja/. Es
claro.
Con la afirmación, ade1rn'ís, de que para el mochicahablante el fonema que ·'más se
avenía" con quechua /ch/ era su presunta /tj/, el lingüista peruano en tra en disquisiciones inúti-
les -y recurre a la intermediació n del castella no, probabl e pero no pertinente- para explicar por
qué e l o tro préstamo quechua, /mucha-/, fue adoptado como mocha y no mocya. Bastaba con
comprender que, salvo un condic ionamiento especial , que no se daba en e l caso del último
quechuismo, /ch/ sonaba igual a oídos m ochicas, quechuas o castellanos, y que un mochica
tras ladaría la /c h/ del quechua /mucha-/ o la del castellano /mocha/ a la suya propia sin com-
plicación de ningún género.
4.1.4 Dentales
El m ochica poseía una consonante oclusiva dental sorda ciertamente similar o idéntica
a la /ti castellana y que se puede notar como ella. Pose ía igualmente otro fonema dental que el
anónimo y la Can-era transcriben con la grafía <d>, pero que plantea múltiples problemas de
identificación.
En primer lugar, esta <d> es defectiva: nunca ocu1Te en posición inicial de palabra; su
mayor frecuencia se da e ntre vocales y e n final de palabra; e n el decurso, su aparic ión está
ligada sobre todo a la de ciertos sufijos. Sus reali zaciones fó nicas son difíci lme nte asibles. Por
las posiciones en que ocurre, le correspondería una articul ació n fricativa o sem iocl usiva, de
preferencia sonora entre vocales y sorda e n final de palabra, como es el caso en castellano, la
lengua de referencia para sus anotadores . Sucede, sin embargo, que la Can·era recoge en mochica
como [r] la <d> intervocálica en un préstamo hispano: casaro 110/011 " hombre casado" (p. 69)
y nunca escribe como <d> las [r] mochicas que va e ncontrando; además, incluye e n su "car-
tilla" de sílabas cuyo sonido hay que ejerci tar a <d> en inicial sil ábica (pero sólo ante la vocal
o) y, sobre todo, en final de grupo si lábico (p. 12). No obstante, en ninguna de sus " reglas para
saber pronunciar la lengua" suministra indicaciones espec iales respecto de <d>.
Tal vez pueda deducirse de estos datos y estos silencios que <r> y <d> se distinguían
articulatoriamente de la misma manera e n mochica y castellano, y que e n la frase casa ro 1wfri11
e l hispani smo se había construido en moch ica a partir del verbo caste ll ano casar más el morfema
'cualitativo ' -o (/-o:/); considérese cómo en quechua y aymara los derivados del verbo casar
se constituyen sobre la base casara- y no casa-. La grafía <el> representaría un sonido fricativo
(o semioclusivo) dental , sonoro o sordo según los contextos.
Pero la situación pudo ser más compleja. En apartados anteriores habíamos visto que la
africada apicoalveolar escrita <tzh> por la Carrera aparecía como <<;-,-z> en el anónimo -v.gr. ,
OR ~ang/LC tzhang ·'tú" ; OR exllmuz/LC exllmotzh "cinco"-, en tanto que ambos registraban
de la misma manera, <ch>, la africada prepalatal, y que el anónimo no diferenciaba a esta
última ele la <cy> carreriana. Acabamos de ver, en fin, que en mochica no ocurre <el> en
comienzo de palabra.
Ahora bien , comparando los textos del anónimo y ele la Carrera. hallamos al menos un
caso en que <tzh> pat1icipa en una secuencia inici al de palabra a la que corresponde en Oré
<ch>, y no <e;>: LC, 91-35, tzhio ponaio/OR, 403-38 chopunayo "de verdad". Estimamos que
si la Carrera, esta vez , no empezó también la palabra con las síl abas <cho> o <cyo>. o
simplemente <tzho>, fue porque buscaba representar una suerte ele palatalización de <t> -esto
es, [tj] - med iante la interposición ele una <i> entre <tzh> y la vocal <o>, cumbre silábica (como
lo hacía en el caso de <c;i>+vocal ).
Encontramos otros casos de <tzhi>+vocal en la CaJTera: tzhia "menos, menor, infe-
rior" (pp. 87-26, 88-8); tzhiac "antiguo en edad" (pp. 87-27, 106-3); cun tzhiu "remolino (del
pelo)" (p. 80); cutzhio "chicha'' (pp. 72, 108). y quizá maitzh "señora" (p. 93-5), vocablo que
se registra una sola vez. En ninguno de estos casos estamos ante diptongos, inexistentes en el
mochica, ni ante secuencias de vocales nucleares -que el idioma habría impedido por interpo-
sición de un a yod en los ejemplos citados. Estamos. sin eluda, ante la graficación , mediante
<tzhi-,- itzh>, de un sonido ' mojado ', muy probablemente de un fonema /tj/. diferente tanto de
<tzh>=/c;/ y de <ch>=lc;j/ cuanto de <cy>=/kj/.
Dos siglos y medio después de la Carrera, Miclclendorf responde regularmente con
<tsi>+vocal o con <zi>+vocal a la secuencia caJTeriana arriba indicada. Para Middendorf (op.
cit. , p. 51 ), <ts> y <z> representaban un mismo sonido, una africada dental. El añadido de <i>,
sin embargo, no convie11e a <tsi-> en una africada palatal , como habría sido de esperar, y el
estudioso alemán la mantiene distinta de <ch>. Este hecho nos lleva a pensar que, en realidad,
lo que ocurría era un ablandamiento de la /ti mochica por palatali zación , y adición de [i], lo
cual daba un sonido similar al notado como <tzhi-> por la Carrera. Middendoit· registra las
voces señaladas, excepto la última, maitzh. Así, escribe tsiopana-io (p. 181-13) -el chopunayo
del anónimo-; tsia (pp. 180-15 y 181-19); tsiak (p. 180-17); kunzio (p. 59-8b); kurzio (p. 62-
20a).
Si vamos por buen camino, comprenderemos mejor el desconcie110 de la Ca1Tera acer-
ca de cómo notar la realización de una posible /tj/ al inte1ior de palabra entre dos vocales de
timbre [i]: el vocablo "uña" aparece escrito, a renglón seguido y sin explicación alguna, de tres
formas diferentes: mi'<i, miyi y midi (p. 80). En tal contexto, */tj/ sufriría efectos de
sobrepalatalización, fricativización y sonorización.
Al respecto, cabe señalar que la Carrera emplea como separador de vocales nucleares
la letra <i> y no la letra <y>, que sí utiliza el anónimo para tal fin. Es probable que en el
tiempo transcurrido entre la escritura de uno y otro textos, <y> hubiese pasado a representar a
una fric ati va o una africada sonora; por lo que la CatTera sí recurre a ella en la voz miyi. Una
vía simil ar, sumada a una situación muy avanzada de descomposición de la lengua, habría
desembocado e n la fo nna que M artínez de Compañón anota para la glosa "Dios": e l hispani s-
mo Yos. tal vez ori ginalmente perc ibido por e l mochicahablante como */t_jos/ o */tjozj/.
Considerando los datos indicados, podemos postul ar que en mochica anti guo existi ó
efecti vamente un correlato palatali zado de /ti, que, o tenía todav ía vige nc ia como fon ema único,
/tj/, en tiempos de la Carrera, reali zándose con marcada variac ió n fo nética contex tual, o se
había escindido ya en dos fo ne mas, /d/ y /tj/. Tambié n podemos suponer que desde e l primer
estado que conocemos de l mochica, /d/ y /tj/ eran fo nemas difere ntes ; pero esta hipótesis no
está sustentada por los datos, que, m ás bien, parecen mostrar una distri buc ión complementaria
de [d] y [tjl . Middendorf emplea <d> como e l anónim o y la Carrera, a la par que continúa
distin guie ndo fon éticamente a <tsi-> (o <zi->) de la antigua <cy> carreri ana -a la que esc ri be,
a su vez, de una m anera espec ia l: una <ch> con virg ulilla o comill a sobre <c>-.
4.1.5 Labiales
El orden labi a l comprendía dos fo nemas, oclusivo y fri cativo sordos, /p/ y / f/, a los q ue
se encue ntra reproducidos regulannente con estas mi smas grafías desde los primeros hasta los
últimos textos en mochica.
La ocurrenc ia de 11/ fu e un ra~go in frec uente e n e l área lingüística cent roandina, por lo
que su prese nc ia en topónimos y ant ropóni mos singul ariza a esta lengua norperuana y es uti-
lizable para establecer cuál fu e e l teJTitori o e n que se expandi ó. En cambio, la semiconsonante
[ w ] , de tan alta aparición e n id iomas de gran exte nsión en los A ndes . como quechuas y arus,
fue ignorada por los mochicas, quie nes la asimilaro n a su /U e n los préstamos desde otras
lenguas .
No hall amos indicios de que en una antigua etapa del idi oma se hu biese aplicado la
oposic ión de palatalidad en e l orden labia l.
En la obra de Midde ndorf y autores posteri ores se observa un a tendenc ia a la
sonori zac ió n de la fr icati va, sobre todo e n posición inte rvocálica y fi nal de lexema; v.gr.
"culebra, serpiente" : LC cyofüt/Middendorf tsuvat o chuva t con virgulilla sobre <e>. Tal
vez pueda plantearse que un proceso sim il ar fue el que conduj o en e l mochica antiguo a la
aparición del sonido escrito <d>, a partir de una hipotética */tj/. Del mismo modo, cabría
fotmul ar la hipótesis de que la < f> de Oré y la Carrera tuvo un lejano antecede nte en una
bilabial palata lizada, */pj/.
4.1.6 Vibrantes
Es d udosa la ex istenc ia de una opos ic ión r/rr, ' vibrante simple ' vs. 'vibrante múltiple',
en antiguo mochica. E l tex to anónimo no usa la múlti ple; la Carrera, en cambio, emplea ambas,
con preferencia paradigmática por la múlti ple (si bien con vaci lación: parong/parrong "vasallo",
pp. 69 y 76), pero con utili zación de la si mple para notar gramemas de cierta frecuencia en el
di scurso, como el 'genitivo' e n -or.o.
M iddendorf es am biguo al respecto: "la r se pro nunc ia medi ante una vibrac ión de la
punta de la leng ua en el paladar anterior, de manera no rara vez mu y fuerte, tanto a l fina l como
4.1.7 Laterales
"En anteponiéndose vocal a la x [sic, por xll] , se comenzará a pronunciar con los labios
abiertos, y se acabará la dicción con la lengua pegada al paladar, echando el sonido de
la vocal y de las dos II por un lado y otro de la boca como: axll, exll, ixll, oxll, uxllup,
oxllang".
De ac ue rdo co n nuestra hipó tes is ace rc a ele las pa lata les e n e l anti guo m oc hi ca ,
transcrihimos las ll anas com o <l> y< !> y sus correlatos ' mo jados' como < lj> y < 1_i>.
Los cambios ocu1Tidos de mediados de l sig lo XVII a fi nes de l X IX fue ron: a) la con-
flu e nc ia de las ll anas e n un úni co fon ema qu e suces ivamente se velari zó, e nsordec ió y , fin al-
me nte, se des laterali zó para tornarse e n un a fri cati va velar en tiempos de Middenclorf; b ) la
deslaterali zac ió n de xll que desembocó: o en un a fri cativa dorsal mediopa latal de tipo ich-Laut
acompañada o no de yod (como la reg istran generalmente Midde ndorr y Lehm ann ), o 'di sue lta'
en una secuenc ia de fri cati va ve lar y yod sucedié ndo la o antecediéndo la, según la pos ición que
xll había oc upado o ri g ina lmente e n e l marge n s il ábico; ésta fu e la rase fin al de l trayec to
transfonologizado r y desestructurador, con la conve rge nc ia de la ' nueva j ota ' mochica y la
'j ota ' de l caste ll ano pe ruano.
R. Cerrón e xpe rimenta un real desen foque c uando intenta hacer la de finici cí n fo néti ca
de xll. A nte todo (op. cit., 107-11 O), interpretand o ma l la ex presión " hirie ndo en e ntrambas"
de la Carrera, procede a '·descomponer" e l haz trilítero en segmentos; caracteriza al primero
de e llos, < x>, como " hirie nte" y " acorde con el que ya tenía el castellano de la época" , esto
es, un a fri cati va velar, una 'j ota' en bue n ro mance; y a l segundo , <11>, lo da como lo óptimo
-"nada mej or" , a firm a- para representar la " moj adu ra de l pal adar". Dicho esto, nos o frece su
de finici ón: un sonido " fri cativo prepalatal late rali zado".
No nos explica este autor por qué vari as pág inas antes había as ignado rotundame nte a
la grafía <x> e l valor de sibilante palatal, mie ntras ahora, con igual rotun didad, la vue lve fri cati va
ve lar; tampoco justifica su pe regrin a idea de que " nada mejor" que el seg mento < 11> para
represe ntar la palata lidad . En fin , no cae en la c uenta de que la artic ulac ión lateral reclama
necesari a y específi came nte e l bloqu eo por la leng ua de la línea med ia de l paladar, justo por
donde se co nstituye un cana l abierto de m odo continuo para emitir cualquier fri cati va, y que,
por lo tanto, no puede haber un sonido ' f1i cati vo lateralizado' . O es lo uno o es lo otro.
Desconc ierta ig ualmente que el autor, des pués de ufanarse de qu e su reconstru cci ón no
cons idera ninguna fri cati va ve lar (pág . 11 O), incluya sorpres ivame nte, e n su ' in ve nta ri o
consonántico ' fin al (pág. 123), a la m altrecha xll -o al signo con que la grafi ca- com o fr icati va
ve lar (e n e l mi smo orde n que la nasal ve lar y la oclusiva /k/), y ya no prepalatal ni laterali zada.
4.1.8 Nasales
Com o ade lantáram os e n e l aparrado 4. 1.3, e l antig uo m ochica poseía cuatro fo nemas
nasales, de puntos de a rti culación labial, de nta l, pal atal y ve lar -< m>, < n>, < ñ> y < ng> según
las grafi caciones de l anó nimo y de la C arre ra; reano tamos la velar con el signo<@>. Todas
las nasa les, excepto < m>, se neutrali zaban en c ie rre de sil aba no fin al de palabra. Hay en la
Caffera un claro par mínimo que muestra e l valor di stintivo de la opos ición < n>l<ng> en fin al
de lexem a: pon "cuñada"/pong "piedra, ce rro".
< n> y < ñ> e ntraban en la corre lac ió n de palatalidad , por lo que en nuestra transcripc ión
se notan como < n> y < nj > .
< nj>, ta l com o se indicó en el apartado 4 .1 respec to de los sonidos ' mojados ' , puede
despre nder de sí su compone nte palatal e n forma de un a yod , as í como volve r / i/ la /e/, incluso
la / ü/, de ciertos m orfe mas. A continuac ió n presentamos algunos ejem plos:
LC, p. 69: peño, peñiio "cosa buena"= /penj-/ "bien", /-o:/ 'cualitativo'; /penj-/ "bien",
/-i-/ 'genitivo ', /-yo:/ 'cualitativo'.
De no ser por la palatalizada precedente, el 'genitivo' habría adoptado la fonna /-e/.
LC, p. 54: peiñ poler eiñ metca lena sonong "yo trajera de buena gana a mi mujer
conmigo"= /penj/ "bien".
OR. 407-22: enong cio ñofnur peñis? "¿Cuál es el bien del hombre?" = ... /ñofün-/
"hombre, humano", /-ür/ 'genitivo', /penj-/ "bien", /-i-/ 'vocal epentética' , /-s/ 'dominial'.
Compárese esta frase interrogativa, contenida en el "Catecismo breve", con la corres-
pondiente en:
LC, 106-8: eñong '<io '<iam chipcor peñoss "¿Cuál es el bien de la persona?" = ... /
zjam-<;ji-püc-/ "persona, humano", /-ür/ 'genitivo' , /penj-/ "bien", /-ü-/ 'vocal epentética'.
/-si "dominial".
LC, p. 56 ñaiñ, ñaiñiio "el ave, el pajaro" = /njanj-/ "ave, pájaro", /-i-/ 'genitivo' , /-yo:/
'cualitativo'.
Compárese con:
LC, 75-36: Ecapocoz xllom pocna pon fópi'<or, ñañissap'<on "¿Crees en sueños y [en
el augurio de los] pájaros ... ?" = ... /njanj-/ "pájaros", /-i/ 'genitivo', /sap/ "voz, man-
dato, augurio".
Como sostuvimos en 1986 (pág. 531 ), el mochica de los siglos XVI y XVII poseía una
yod en función consonántica, si bien de bajo rendimiento paradigmático. Esta yod debe distin-
guirse cuidadosamente del sonido escrito <i> que suele aparecer circundando a las consonan-
tes palatalizadas -como acabamos de ver en las ejemplificaciones de /nj/- .
La forrna /-yo:/ que a~ume el 'cualitativo' /-o:/ cuando sigue a vocal en la palabra aumenta
la presencia de la semiconsonante /y/ en el decurso. El anónimo, en tal caso, la grafica <y>, y
la Carrera y Middendorf <i>.
Hemos visto igualmente, en el apartado 4.1.4, que la grafía <y> puede indicar a veces
una variante contextual de /tj/ (LC miyi "uña"; Martínez de Compañón Yos "Dios" ).
La ocu1Tenci a ele yod en cierre de sil aba se acrecienta por los procesos de contracc ió n
silábica, como en el caso del verbo "ciar" : O R piyic, LC piioc , que en la seg unda persona de
' imperativo' se convierte en piycan para ambos autores (con variantes como pijcan o piican ).
Oclusivas y africada:
Llanas: p t
Moj adas: tj
Fricativas:
Llanas: z s
Mojadas: ZJ SJ
Sorda: f
Sonora: (d)
Vihrante: r
Laterales:
Llanas: 1
1·
Mojadas: lj .J
Nasales:
Llanas: m 11 @
Mojada: 11J
Semiconsonante: y
En nuestro artículo de 1986 escribimos que el análisis del sistema vocálico del antiguo
mochica se ve complicado por la escasa infomrnción suministrada acerca de longitud, intensi-
dad, altura, acento, ritmo, etc. Preferimos entonces ser restrictivos, tal vez excesivamente, en
el establecimiento del inventario vocálico de esta lengua, postulando la existencia de sólo cuatro
vocales -con ellas la o carreriana- y atribuyendo a variación alofónica la mayor diversidad
gráfica percibida en los textos.
Si bien las nuevas fuentes a que ahora tenemos acceso (Lehmann y Brüning) no faci-
litan información más amplia, en lo que sigue aceptamos, por razones más bien operativas, la
propuesta de seis vocales que formuló en 1644 la CaiTera y que Hovdhaugen ( 1992) y Cerrón
( 1995) hacen suya. Sin embargo, dejamos señalado que los autores mencionados no proveen
pares mínimos ni contextos diferenciales que sustenten convincentemente la independencia
fonológica de tales unidades -en particular, la existencia de dos vocales anteriores, /i/ y /e/, que
podrían no ser más que manifestaciones de una sola unidad bajo condiciones prosódicas diversas,
acentuales en especial-.
Por ello, en el siguiente cuadro del sistema vocálico ponemos provisionalmente a (e)
entre paréntesis:
altas ü u
bajas (e) a o
Puede plantearse igualmente la ex istencia de vocales largas que doblan las breves indi-
cadas mTiba, excepto a (e) .
Frente a nuestras reticencias de 1986 para admiti r las se is vocales dado el silencio de
las fuentes ori ginales y la imposibilidad de verificación por la extinción del idi oma, R. Cen-ón
critica nuestra enumeración de ciertos datos fa ltantes, como los relati vos a longitud , intensi -
dad, altura, acento, ritm o, etc. Ati ,ma (p. 83, nota 51) que si el acento incluye ya las propieda-
des de cantidad, intensidad y tono o altura, no alcanza a comprender por qué empleamos a
renglón seguido ' intensidad ' y 'acento' .
Al respecto, cabe recordarle algo muy sencillo: la intensidad, la longitud y el tono o
altura son rasgos físicos intrínsecos de cualquier sonido, por mínimo que sea, y las lenguas
hace n dive rsos usos de estos rasgos, ya en unidades dist inti vas mínimas, fo nemas, ya en ace n-
to o en entonación. A di fe renc ia de su utilización fo némica, parad igmática, el aprovec hamien-
to de esos rasgos en e l ace nto tiene necesari amente por marco una unidad s intag mática
plurisilábica: palabra, frase, período, que se constituye en la 'unidad ace ntual' . El relieve de
una síl aba por el 'acento' se hace respecto de otras al interi or de esa unidad mayor. No puede,
pues, ex istir una 'a acentuada ' opuesta a una 'a inacentuada' como unidad fonológ ica, pero sí
una 'a intensa' opuesta a una 'a no intensa' .
Ya la fo netista francesa Margueri tte Durand demostró hace med io siglo, en un artículo
acerca de las ll amadas vocales largas y vocales breves en francés ( 1946), que la real oposición
entre éstas no consi ste en la longitud de sus segmentos respecti vos, sino en el grado de inten-
sidad con que se los articul a; es decir que, en pares mínimos como los escritos pate/patte,
maitre/metre, tete/tette, jeiine/jeune, se trata de una oposición de tensa a fl oj a, de fuerte a
débil , de intensiva a no intensa.
En cuanto a lo que la Carrera llama la 'sexta vocal ' del mochica, su <o>, R. Cerrón
maneja datos de gran interés; pero hace algunas interpretaciones rad icalmente contrari as a las
que esos datos reclaman . Por ejemplo, nos critica el no haber advertido el carácter "bemoli zado"
del "fonema" (en realidad , más de uno) que la Carrera representa con las letras latinas <ae>
ligadas, que en este artículo remplazamos por <o>. No obstante, las descripciones -o tentati vas
de descripción- que re úne para demostrar tal carácter, debidas a la Can-era, Middendorf y
Brüning, ev ide ncian precisamente una articulac ión poco o nada bemoli zada.
Abrev iemos: para la Carrera ([ 1644] 1939: 10- 11 ), <o> "tiene principio de e y fin de u,
de manera que son dos vocales en una". Retengamos de esta explicación una pos ible sec uencia
percepti va por pm1e de la Carrera: pri mero observa que los labios se distiende n y retrae n como
disponiéndose a pronunciar una Ie], pero luego advierte que en el fondo de la garganta se intenta
una !u!.
Para Midclendorf-quien también provee una visión secuencial- se trata ele "dos diptongos
impuros a y uIque l están emparentados en tanto ambos comienzan con a, oo e y terminan con
una u" ; "pero -añade- en a, la u se escucha apenas; en pronunciación rápida no se escucha en
absoluto y el sonido se convierte en una a o e simple"; "en u, en cambio, predomina el sonido
u, generalmente más largo" ( 1892: cap. I, 49). Se entiende que el sonido u 'predomina' y es
'generalmente más largo' respecto de a, o o e. Aún habría que retirar de esta última serie a o,
puesto que, en realidad, no está presente en el desatTollo y el acabamiento de ninguno de los
procesos descritos por el investigador alemán.
De sus fallidos intentos por aprender a pronunciar este último sonido nos cuenta
Middendorf: "Durante una prolongada estadía en Eten , el autor ha tratado de analizar muchas
veces e l movimiento de la lengua y del paladar [nótese que no dice 'de los labios'] de este so-
nido singular e imitarlo, pero sus intentos tuvieron por resultado sólo la risa de los indígenas".
Echando mano de un colorido símil, Brüning (1917-1918) dice, por su parte, que la vocal
en cuestión "suena como ui, pero pronunciándola como eruttando" (sic) (CetTón, 1995: 79, nota
48). En esta última anotación de Brüning ve nuestro crítico un "patente abocinamiento de los
labios"; nosotros entendemos, al contrario, que hay un retraimiento labial y un recogimiento
del dorso lingual hacia el centro de la cavidad bucal.
En su misma nota 48, para apoyar la hipótesis de 'abocinamiento' de la mencionada
vocal. Cerrón refiere que, en un fórum realizado en Lambayeque (Perú) en 1988, el señor Simón
Quesquén -nativo de la zona-, aunque no sabía usar el desaparecido idioma, "hizo públicamente
la demostración de que para hablar mochica había que abocinar los labios". Sin embargo, don
Simón lo que hizo fue un remedo genérico, sin referencia a un sonido en especial. El
abocinamiento labial bien pudo existir efectivamente en la fonación mochica, pero ser, o un
rasgo consonántico (como en la chicheante apical francesa), o vocálico concomitante con la
articulación de una vocal posterior (como el reprobado ch'utu que caracteriza la ejecución de
/u/ en el quechua del campesino cuzqueño).
De la consideración de todas sus fuentes, Cerrón descm1a con razón que, con la grafía
latina que emplea, la CaITera buscase representar un sonido equiparable al de la /o/ francesa o
alemana, vocal anterior con redondeamiento labial que Middendorf, naturalmente, no habría
tenido dificultad en reconocer y reproducir. Se empeña, sin embargo, en asignarle rasgos fónicos
que caracterizan a dicha vocal, al interpretarla "de modo aproximativo" -dice- como "de tim-
bre medio, anterior y redondeado" ( 1995: 79).
Por nuestra parte, estimarnos que el signo <o> fue usado por la Carrera para notar, al
menos, dos fonemas distintos y varios sonidos que tenía por más característicos del mochica
debido a su mayor alejamiento del vocalismo castellano, según se deduce de sus propios datos
o del cotejo de su notación con la utilizada por Middendorf:
/u/ castellana- y únicamente en raíces, no en sufijos (tal vez porque estos últimos
consistían en sílabas sin carga acentual).
Otro sonido representado por Micldendorf. su "u impura", que asimismo, sólo se daha
en sílaba inicial de raíz y que graficaremos como <u>, parece poder asimilarse a <u>: compá-
rese el vocablo correspondiente a "hilo": pup y píip en Mide!. , pp. 49 y 62, respectivamente.
En razón ele la insuficiencia ele los testimonios que nos quedan de esta lengua ya extin-
guida, no hallamos modo de verificar la hipótesis de Louisa Stark -que Cerrón rechaza sin más
( 1995: 78, nota 47)- según la cual los dos "diptongos impuros" ele Micldenclorf, a y íi, no eran
más que alófonos de un mismo fonema, que se hallaban en distribución complementaria en sflaba
inicial ; pero tampoco podemos descartar de ningún modo que así lo fuera en tiempos de la
CaITera.
Comparando los reducidos textos comunes en Oré y en la Carrera (oraciones y Catecis-
mo breve), podemos observar, sin embargo, que a la <6> del gramático lambayecano el anónimo
responde :
a) Con <u>, o la variante gráfica <v>, en palabra monosilábica (donde <6> no podía
caer; véase 4.3 ): vz "tierra, mundo"; i;ung "tu, tuyo".
b) En palabras poli sil ábicas, con grafías que implican asimilación de la vocal a su con-
torno fónico dominante, incluso no necesariamente en contacto: la hallamos como
<i> tras consonante palat a l o pal a tali zada: yxllis '·pecado+vocal
epentética+dominial", peñis "bien+vocal epentética+dominial", piyic "dar",
eyipman "se haga"; como <e> tras dentales y alveolares: ycec "todo", ayecen
'conectivo ', -cer 'nominalizador abstracto', -sec 'gerundio', -er 'genitivo' en crucer
"de la cruz", o luner "del día"; con labiales, <u>, a veces <o>: i;oput "tres", capuc
"encima" -puc "agentivo", -pun 'dativo ', much "nosotros, nuestro", lumudo o
lumodo "muerto", -mun 'comparativo' , -num 'segundo supino', -ur ·genitivo' en
ñofnur "del hombre"; con velares, en fin, tanto <e> como <u>: onec " uno", pero
onuco "uno+cualitativo"; poleng o polung " voluntad", vrqueng "cuerpo, carne".
De otro lado. podemos entrever en los datos dispersos, del anónimo hasta Middendorf,
que los ·diptongos impuros · de este último, como la <ü> de la Carrera, eran expresión de un
crecien te dehilitamiento vocálico, que acentuaba la tendencia al monosilabismo radical.
El avance de este proceso se manifestaría en la fuerte predominancia del 'diptongo
impuro ' a frente al 'diptongo impuro· u (que ocurre en sólo una quincena de voces); en la
presenc ia de aq uél en un 50% de las sílabas finales CVC de raíces polisilábicas; en el
'posicionamiento · de a también en la primera sílaba de la raíz, con una sorprendente variabi-
lidad fonética; y, en fin , en la ocurrencia de haces silábicos de más de dos consonantes -con-
trari os, por lo tanto, al viejo canon silábico-, que Midclendorf ejemplifica con varios casos de
·segundo supino' en -nam: alknam,jaksknam, nerknam, tsimpnam, respectivamente " para
peinarse'', ·'para pisar" . "para secar" , "para quitar" , y con la raíz verbal orrnch "j alonear" (op.
cit. , 86, 87, 89, 91 ). En el anónimo, hay un caso ele tal secuencia 'anómala' , la correspondiente
a ·'ocho" en ·'Mandamientos ele la ley de Dios" : langs, que es langoss en la Carrera - /la @üs/
en nuestra retran scripción.
Por lo demás, el autor alemán opone como unidades distintivas a sus dos 'diptongos
impuros· en un par mínimo: fip "sal" y ap "ají" (Micld., p. 89). Infelizmente, la Carrera regis-
tra únicamente la voz ·'sal", op (LC, pp. 53, 61, 64); con lo cual tocia verificación para el mochica
antiguo resulta imposible. Sólo nos queda conjeturar que se había desarroll ado en el idioma
norteño una "vocal indefinida" similar a la 'e muda' francesa, la a ele Middendorf, que, si bien
podía 'caer' o. al contrario, 'aparecer' como vocal de apoyo en sílaba no inicial, había tem1inado,
en cambio. afinnándose en la primera sílaba ele la raíz como un fonema distinto ele /ü/ y dejado
de ser mera variante alofónica ele éste.
En su ' migración ' en esta sílaba inici al desde alófono ele /ü/ a fonema de por sí, esa
vocal -según nos parece por la descripción de Middendorf y los últimos registros de voces en
el siglo XX- se dirigía a ocupar la casilla que en nuestro cuadro vocálico hemos consignado
con (e).
Sin embargo, las sílabas que contenían la vocal /ü/ se hall aban sujetas a más restric-
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