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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

TRABAJO ENCARGADO

CURSO:

DOCENTE:

PRESENTADO POR:

- VILCA CHOQUEHUANCA, Cesar Felipe


- LIMA CONDORI, Rosental Fayol

SEMESTRE: “XII”
UNA PROPUESTA ÉTICA PARA LA MAGISTRATURA

¿Por qué es necesaria una propuesta ética?

La respuesta a esta pregunta está en razón de los graves niveles de corrupción y


de vicio que se han vivido y se viven en nuestra sociedad. Estamos
profundamente preocupados por el fenómeno de la corrupción y su nivel de
generalización en el mundo y en el país. Llamamos corrupción a una forma viciosa
de comportamiento que deforma y destruye lo que la sana razón y el sano juicio
consideran adecuado. Peter Eigen, presidente de Transparencia Internacional
señala que ella "puede ser el obstáculo individual más devastador que se opone a/
desarrollo económico, social y político en países que carecen de sistemas políticos
abiertos". Es decir, el vicio individual puede tener consecuencias sociales
funestas.

La afirmación de los valores individuales suponía el pleno desarrollo del individuo


y de la persona. Esta ha sido y es una bandera del mundo moderno, que plantea
un adecuado equilibrio entre la sociedad de ciudadanos y el Estado para permitir
desarrollo pleno y personal de los individuos. Pero esta perspectiva de ninguna
manera significa el avasallamiento de la comunidad o de los otros para satisfacer
los deseos individuales. La corrupción expresa un trastocamiento de los valores
hasta el punto de negar sentido y perspectiva al bien común. Por ello se podría
definir la corrupción como el abuso del poder público en beneficio privado. Puede
ser tanto el caso del servidor público como el de algún agente externo que se
aproveche del bien común para su propio beneficio.

La corrupción se describe, entonces, como:

"toda aquella acción u omisión del servidor público que lo lleva a desviarse de los
deberes formales de su cargo con el objeto de obtener beneficios pecuniarios,
políticos, o de posición social, así como cualquier utilización en beneficio personal
o político de información privilegiada, influencias u oportunidades".
Si leemos el artículo VI de la Convención interamericana contra la Corrupción
podríamos darnos cuenta de la magnitud de los problemas que afrontamos. En
esta norma se detallan los actos realizados por una persona que ejerce una
función pública y que aprovechando de su posición obtiene ventajas, dádivas,
favores u otros beneficios para sí o para un tercero. Igualmente, la norma
desarrolla algunas nociones sobre la autoría y participación en este tipo de
conductas ilícitas y contrarias a la ética de los funcionarios públicos. El tema de la
corrupción nos lleva a pensar en las causas que la configuran y al tema de la
ética, porque la conducta corrupta es una conducta inmoral. La discusión sobre la
corrupción o cualquier otro comportamiento vicioso exige una reflexión profunda y
adecuada sobre cuál es el comportamiento adecuado y correcto para no caer en
ella. Esta preocupación es eminentemente ética y nos enfrenta a problemas que el
hombre se ha ido planteando desde el mismo momento en que se concibió como
tal. Partiendo de todo lo dicho hasta ahora en 74 los capítulos precedentes,
proponemos una reflexión en positivo sobre lo que debería ser una ética para los
magistrados.

La corrupción es un vicio en el mejor sentido el de la palabra. En ese sentido es un


exceso, un abuso, una mala costumbre en el manejo de la cosa pública.

Vincular las dos grandes orientaciones de la ética puede ser beneficioso a nuestro
propósito. No hay razón para pensar que puedan ser opuestas ni contradictorias.
Una ética basada en las habilidades, cualidades y virtudes del individuo no tiene
por qué ser contradictoria con una ética que intenta construir modelos universales
de comportamiento. Partir de la experiencia y de lo real para llegar a los principios
nos parece metodológicamente correcto, como también el esfuerzo por afirmar
valores, principios y cánones de comportamiento universal.

Plantearemos entonces dos grandes orientaciones de la ética: virtudes y


cánones. Es decir, formar hábitos y construir principios. En ambos casos
recogeremos lo mejor de la tradición y procuraremos plantear una
propuesta de ética para el magistrado peruano.
1. VIRTUDES DEL MAGISTRADO

El término ética viene del griego ethiké, que significa costumbre. No obstante,
conviene aclarar que se trata de costumbre en el sentido de lo consuetudinario. No
refiere a la idea moderna de costumbre como cultura. En buena cuenta, refiere a
lo acostumbrado, a lo habitual, a lo que se acostumbra hacer en tal o cual caso.
Está, por lo tanto, asociado a comportamiento y a conducta. La palabra carácter
podría expresar también el sentido de ethos en cuanto involucra el sentido de
conducta adquirida. Los romanos tradujeron el término griego ethicos por morais o
moris que significa uso y que explica el mismo sentido de lo acostumbrado, lo que
se usa, lo usual.

Con la llegada del mundo moderno y ante la crisis del mundo cristiano -porque
empiezan a desarrollarse diversas interpretaciones del cristianismo-, la
comprensión de la conducta moral o ética se divide para la tradición occidental. La
moral cristiana no era suficiente para la construcción del Estado moderno. Para
formar el Estado se requería de una nueva conducta. La moral cristiana queda
reducida al horizonte personal y privado. La emergencia del Estado moderno es,
pues, el punto de quiebre. La moral religiosa individual no será tomada en cuenta
para las decisiones del Estado. Su papel queda circunscrito al ámbito de la
conciencia individual. Lo correcto y lo permitido para el individuo estará vinculado
a su conciencia y en el mejor de los casos, a su conciencia religiosa. Esta
conducta moral individual pertenecerá al universo de lo privado. La moral o
conducta ética del Estado se distinguirá desde ese momento y para siempre de la
conducta ética o moral del individuo.

Teoría del justo medio: vicios y virtudes

Para la tradición clásica y en especial para la aristotélica, la virtud consiste en un


punto de equilibrio entre dos extremos opuestos que constituyen los polos
viciosos. La virtud se establece, pues, en un término medio entre dos pasiones
extremas. Podemos poner el caso de algunas virtudes. Por ejemplo, entre la
temeridad y la cobardía está la virtud de la fortaleza o valor; entre la prodigalidad y
la avaricia está la virtud de la liberalidad o generosidad; la mansedumbre o
moderación se encuentra a medio camino entre la ira y la indolencia.

Convendría precisar que este punto de equilibrio entre dos extremos no es un


punto exacto, matemático, ni es un punto universal y abstracto, ni es igual para
todos los individuos y en todas las circunstancias. Se trata, más bien, de un
término relativo a la naturaleza de los seres y a las condiciones del hombre. Es
toda una tarea para la razón y para la vida humana encontrar ese término medio
virtuoso.

Lo interesante a destacar en este concepto de virtud es el sentido de formación,


de ir construyendo. Existe por ello algo de artístico, porque como todos sabemos
el arte consiste en una sabia combinación de diversos elementos sobre los que se
impone una medida que es la base de la armonía. Así entonces la virtud da a la
vida humana el sentido de armonía fundada en la medida, en el punto de
equilibrio, en el término medio.

El vicio está representado en esta concepción por los extremos. Representa,


además, el abandono del término medio, del equilibrio y de la armonía de la vida
humana. Naturalmente que el vicio expresa la corrupción y la degeneración del
principio subyacente a una ética que está basada en la armonía de las partes.

Virtudes morales y virtudes intelectuales

Como indicamos en el capítulo 2, dentro de lo que llamamos las virtudes se


pueden establecer dos grandes grupos de virtudes: 1) las éticas o morales y 2) las
dianoéticas o intelectuales. Esto porque se relacionan con las dos partes que
existen en el ser humano: la racional y la irracional. Las virtudes morales o éticas
propiamente regulan la parte irracional y los sentimientos y deseos en ella
contenida. En tanto que las virtudes dianoéticas o intelectuales regulan la parte
racional.

Debemos subrayar que la virtud es un medio para conseguir la perfección. Los


antiguos pensaban que el hombre que no era virtuoso, era un ser esencialmente
indeterminado porque podía tomar cualquier decisión y escoger cualquier medio.
La virtud, en cambio, es una determinación porque implica un estado de carácter,
que indica la elección de medios para conseguir determinados fines". Por ello
decimos que la virtud es un hábito que nos determina, y la perfección depende de
nuestros hábitos.

La virtud, para Aristóteles implica un "poder para obrar para dominar las
pasiones". Este poder se adquiere por el ejercicio y la repetición de actos. La
adquisición de la virtud exige necesariamente un entrenamiento. Aristóteles en
realidad no concebía al hombre sólo como un ser "racional", observaba que el
hombre era un "animal racional" y no olvidaba ni confundía el adjetivo por el
sustantivo.

Dejaremos para después la discusión de las virtudes intelectuales. Por ahora nos
concentraremos en lo que son las virtudes éticas, en las diferentes virtudes éticas,
en la importancia de la justicia, y finalmente, propondremos una serie de virtudes
éticas para los magistrados.

Virtudes morales:

Las virtudes éticas consisten para la tradición clásica en la sumisión constante –


manifestada en el hábito – de las fuerzas y tendencias inferiores a los dictados
superiores de la razón. La misión de estas virtudes es imponer el reino de la razón
a la parte inferior. Las principales virtudes son: la fortaleza, la templanza, la
liberalidad, la magnanimidad, la amistad y la justicia.

a. Fortaleza o valentía: Es la virtud por la que el hombre hace frente al peligro. El


motivo principal que inspira esta fortaleza es el sentido del honor.

b. Templanza o moderación: Es la que trata de dominar y de ordenar las


tendencias hacia los placeres sensuales. La templanza no se refiere a los placeres
espirituales del alma, tales como los derivados de la contemplación, de la
investigación. La templanza se refiere, más bien, a los placeres del cuerpo, sobre
todo aquellos en los que el hombre coincide con el animal: los placeres del gusto y
tacto.

c. Liberalidad o generosidad: Es la virtud que regula el uso de las riquezas. Por


riqueza se entiende toda cosa que sea valorada en términos monetarios. Los dos
efectos defectuosos son la avaricia y la prodigalidad. El hombre liberal sabe usar
de su dinero, gastando y dando rectamente, lo que implica: dar a quien rectamente
se puede dar y darlo en tiempo oportuno.

d. Amistad: Es una virtud necesaria porque sin amigos no se puede vivir. Es,
además, una necesidad universal que afecta a ricos y pobres, a jóvenes y
hombres de edad. La mejor amistad es la que se funda en el bien y para el bien.
En cambio, la amistad fundada en la utilidad no tiene vida permanente, porque la
utilidad cambia continuamente y, por ello, tal amistad se disuelve fácilmente. Lo
importante de todas estas virtudes es que hacen posible la realización de los
bienes comunales. Debe quedar claro que estas virtudes no se adquieren a través
del estudio. No es posible adquirir la virtud de la valentía estudiando o asistiendo a
cursos militares. Sólo la práctica y la disciplina pueden formar nuestro carácter y
permiten que la virtud arraigue en él. Estas virtudes se adquieren por la costumbre
y por la repetición. Suponen un tratamiento y un esfuerzo continuo. En realidad, se
busca crear una disposición que tienda al ideal.

e. Justicia: El juez es "justicia animada" El término griego dikaiosine puede tener


el sentido general de rectitud. De ahí que se utilice el vocablo en dos sentidos
diferentes:

- El sentido de justicia en general para designar la rectitud o bondad de la


conducta humana. En este caso no designa una virtud particular, distinta de
las demás virtudes, sino un estado de bondad que supone la existencia de
múltiples virtudes. Algo similar ocurre con el término justus utilizado en la
Sagrada Escritura y en la primitiva literatura cristiana, donde designa la
santidad, es decir, el conjunto de todas las virtudes.
- El sentido de justicia como virtud particular y distinta de las demás virtudes.
En tal caso, la justicia es una parte de la bondad y rectitud de la persona
humana y trata de regular las relaciones de los hombres entre sí para dar a
cada uno lo suyo. Esta es la justicia propiamente dicha. Esto está trabajado
por Aristóteles en su famoso libro V de la Ética a Nicómaco.
Cuando Aristóteles trata el tema de la justicia hace referencia a múltiples
problemas. Conviene dejar sentado que, para él, la justicia está circunscrita al
mundo de la ciudad y que siendo una virtud está también considerada un término
medio entre extremos viciosos. No obstante, Aristóteles distingue dos tipos de
justicia, la distributiva y la correctiva o reparadora. La primera tiene el objetivo de
distribuir cargos, honores y demás beneficios entre los miembros de la comunidad
conforme a una norma de proporción, que no es otra que los méritos de los
ciudadanos. Dicho de otra manera, que la relación de participación en los bienes a
repartir es igual a la relación existente entre los méritos de las personas. Esto
llevaría a una discusión sobre el mérito.
No obstante, la segunda idea de justicia nos parece importante tenerla en cuenta,
porque se vincula directamente con la responsabilidad judicial, cosa que nos
interesa en este trabajo. La justicia correctiva tiene por objeto mantener las
relaciones de los ciudadanos entre sí dentro de un cauce de justicia. Eso indica la
regulación de las relaciones interpersonales fundadas en el contrato y también el
castigo a los criminales y violadores de la ley restaurando el orden violado.

"La que nos queda por considerar es la correctiva, que tiene lugar en los modos de
trato, tanto voluntarios como involuntarios. Esta forma de lo justo es distinta de la
anterior. En efecto, la justicia distributiva de los bienes comunes es siempre
conforme a la proporción que hemos dicho, pues incluso cuando se trata de la
distribución de un fondo común, se hará conforme a la proporción en que estén,
unas respecto de otras, las contribuciones aportadas; y la injusticia que se opone
a esta clase de justicia es la que va contra la proporción. En cambio, la justicia de
los modos de trato es, sí, una igualdad y lo injusto una desigualdad, pero no según
aquella proporción, sino según la proporción aritmética. Lo mismo da, en efecto,
que un hombre bueno haya defraudado a uno malo que uno malo haya
defraudado a uno bueno, o que el adulterio haya sido cometido por un hombre
bueno o malo: la ley sólo mira a la especie del daño y trata como iguales al que
comete la injusticia y al que la sufre, al que perjudica y al perjudicado", señala
Aristóteles.

En Aristóteles está muy claro el sentido de la justicia como igualdad y el sentido de


injusticia como desigualdad y ello por el sentido básico de proporción y medida o
como decíamos de "justo medio" que expresa la idea de virtud.

"De modo que es esta clase de injusticia, que es una desigualdad, la que el juez
procura igualar; y así, cuando uno recibe un golpe y otro lo da, o uno mata y otro
muere, el sufrimiento y la acción se reparten desigualmente, pero el juez procura
igualarlos con el castigo quitando del lado de la ganancia, pues en tales casos se
usa en general el término ganancia aunque no es adecuado a algunos, por
ejemplo, refiriéndose al que ha dado un golpe, y al de pérdida refiriéndose a la
víctima; en todo caso, cuando esta clase de daño se mide, decimos que uno sale
ganando y otro sale perdiendo. De suerte que lo igual es un término medio entre lo
más y lo menos, y la ganancia y la pérdida son más y menos de manera contraria,
porque la ganancia consiste en más bien y menos mal y la pérdida en lo contrario.
El término medio de éstos era lo igual, que decimos que es lo justo; de modo que
la justicia correctiva será el término medio entre la pérdida y la ganancia".

Como veremos a continuación, la importancia del juez para Aristóteles es decisiva


para el comportamiento de la justicia y para restaurar el daño. El juez es la justicia
animada, viva y su ubicación es el centro, el medio.
"Por esta razón, todas las veces que los hombres discuten entre sí recurren al
juez. Ir al juez es ir a la justicia, pues el juez ideal es, por decirlo así la justicia
animada. Las partes buscan en el juez como un medio entre ellas; y de aquí que
en algunos lugares se llame a los jueces, mediadores, como dando a entender
que cuando alcanzan el medio alcanzan la justicia. Lo justo es, pues, un medio,
puesto que el juez lo es. Ahora bien, el juez restaura la igualdad y como si hubiese
una línea dividida en partes desiguales, aquello en que el segmento más grande
excede a la mitad lo separa el juez y lo añade al segmento más pequeño. Y
cuando el todo ha sido dividido en dos mitades, se dice que cada uno tiene lo
suyo, o sea, cuando reciben partes iguales. Lo igual es aquí el medio entre lo
mayor y lo menor según la proporción aritmética. Y por esto lo justo se llama así
(dikaion) porque indica la división en dos mitades (dixa), como si se dijera partido
en dos (díxaion) y el juez (dikastes) fuera el que parte en dos (dixastes)".

Es por estas razones que Aristóteles señala la importancia de la justicia sobre las
otras virtudes. Ello se aprecia en sus palabras cuando se refiere a ella como "la
más excelente de las virtudes". Obviamente la justicia aparece como la síntesis de
todas las demás virtudes. Es curioso que el sentido particular de justicia al que
aludimos acabe confundido con el de igualdad y se transforme en el sentido más
global de justicia, como rectitud y como bondad. En este sentido justicia indica
perfección.
a. Imparcialidad

Se trata de una vieja característica de la práctica judicial. No hay posibilidad de


hacer justicia sin ser imparcial. Si hay dos partes en conflicto y en disputa, el juez
debe resolver el problema con imparcialidad, es decir, sin parcializarse, sin tomar
partido por alguna de las partes. El partido del juez es la verdad y la justicia. El
magistrado debe tomar permanentemente distancia frente a las partes y obrar de
acuerdo a su conciencia y a la ley.

La imparcialidad es la virtud del juez que consiste en resolver y juzgar de manera


desapasionada, sin prejuicios ni prevenciones, y de manera neutral frente a los
intereses de las partes.

El magistrado yerra cuando cae en el favoritismo, en la parcialidad, en la mala


práctica jurisdiccional y fiscal, y cuando no se aparta de un proceso en cuyo
resultado ya tomó partido.

Otra definición consignada sobre esta virtud es la siguiente: Falta de designio


anticipado o de prevención a favor o en contra de personas o cosas, de que
resulta poderse juzgar o proceder con rectitud. Esa definición, de la Academia de
la lengua, ya nos da entender que la imparcialidad constituye la principal virtud de
los jueces.

b. Diligencia

Aparentemente podría ser interpretada como una virtud menor, cuando en realidad
se trata de una actitud muy importante. Manifiesta la responsabilidad que debe
poner el magistrado en su trabajo.

Un magistrado diligente es aquel que toma muy en serio su responsabilidad frente


a la comunidad y frente a las partes, porque sabe que cuanto más responsable
sea en tomar una decisión la posibilidad de resolver el conflicto estará más
cercana.

La diligencia es una virtud que consiste en actuar con cuidado, esmero, rapidez y
agilidad en el desempeño de las funciones.
Los vicios en este tema son la negligencia en la práctica jurisdiccional, y la omisión
de la conducta debida.

Es necesario citar igualmente otras definiciones elaboradas sobre este valor:

- Cuidado y actividad en ejecutar una cosa.


- Cuidado, celo, solicitud, esmero, desvelo en la ejecución de alguna cosa,
en el desempeño de una función, en relación con otra persona. Prontitud,
rapidez, ligereza, agilidad

Por contrapuesto al negligente, quien procede con diligencia está relevado en


principio de culpa en el discernimiento de la conducta. Una categórica ratificación
sobre la diligencia se encuentra en el apotegma latino "las leyes protegen a los
diligentes, no a los descuidados”

c. Decoro

El decoro, en estos tiempos de imagen y de medios de comunicación, es muy


importante. No se trata sólo de ser bueno, se trata también de ser formalmente
bueno. No debería haber contradicción entre fondo y forma. No se trata de parecer
lo que no se es. Se trata de manifestar lo que se es. Si un juez es justo y está
guiado por la verdad y es independiente e imparcial, es razonable que su
apariencia y su formalidad lo ratifiquen aún más. El decoro le exige una conducta
pública y privada coherente, sintetizada en la idea que el magistrado debe predicar
con el ejemplo.

El decoro es la virtud del juez que consiste en actuar con dignidad en el ejercicio
de su cargo así como con honor, respeto y consideración en sus actos,
proyectando ante su comunidad sus valores y cualidades morales. Los vicios que
atentan contra el decoro del juez son el descuido de su persona, la falta de
coherencia entre su conducta y su imagen.

El decoro exige respeto a las personas sólo por su cargo sino por ser tales, como
es de observarse en la siguiente definición:
- Honor, respeto, reverencia que se debe a una persona por su nacimiento o
dignidad.
d. Rectitud y firmeza.

Cuando decimos rectitud y firmeza hablamos de una sólida formación moral y de


criterios rectos y firmes para la argumentación en el ejercicio de la función judicial.

El magistrado no puede ser una caña que se la lleve el viento, sino un hombre
firme por la rectitud y profundidad de sus palabras y sentencias, y moral por su
intachable conducta.

La rectitud es la virtud del juez que consiste en actuar con exactitud y justificación
de sus actos demostrando, además, la firmeza de sus decisiones.

Los vicios contrarios a la rectitud y la firmeza son la cobardía, la falta de carácter,


el sometimiento, la pusilanimidad, y el ser influenciable.

La rectitud y la firmeza son definidas de manera similar en los siguientes términos:

- Exactitud y justificación de las operaciones.


- Cualidad de firme entereza, constancia, fuerza moral de quien no se deja
dominar ni abatir.

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