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Paleolítico Inferior, hasta hace 127.000 años y abarcando los Pleistocenos Inferior y Medio;
Paleolítico Medio, hasta los 40.000-30.000 años antes del presente, lo que supone casi todo el
Pleistoceno Superior;
Paleolítico Superior, hasta alrededor del 10.000 a. C.2
Proviene del griego νέος, néos: ‘nuevo’; λίθος, líthos: ‘piedra’. Inicialmente se
le dio este nombre en razón de los hallazgos de herramientas de piedra
pulimentada que parecían acompañar al desarrollo y expansión de la agricultura.
Hoy en día se define el Neolítico precisamente en razón del conocimiento y uso
de la agricultura o de la ganadería. Normalmente, pero no necesariamente, va
acompañado por el trabajo de la alfarería.
La Edad de los Metales es una de las dos grandes etapas
tecnológicas en las que tradicionalmente se ha subdividido
la Prehistoria euroasiática. Por definición, es el período
que siguió a la Edad de Piedra y durante el cual el hombre
empezó a fabricar objetos de metal1 fundido. La existencia
de procesos metalúrgicos es indispensable para establecer
la adscripción de una cultura arqueológica a esta etapa, ya
que los metales nativos eran trabajados por martilleado
desde las fases iniciales del Neolítico.2 Siguiendo este
criterio, la Edad de los Metales comenzaría con las
primeras evidencias de fundición del cobre, que son del VI
milenio a. C
La posición geoestratégica de Andalucía en el extremo sur de Europa, entre ésta y África, entre
el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, así como sus riquezas minerales y agrícolas y su
gran extensión superficial de 87.268 km² (mayor que muchos de los países europeos), forman
una conjunción de factores que hicieron de Andalucía un foco de atracción de otras
civilizaciones ya desde el inicio de la Edad de los Metales.
La Edad Antigua es la epoca histórica que coincide con el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones o
civilizaciones antiguas.
El concepto más tradicional de historia antigua presta atención al descubrimiento de la escritura, que convencionalmente la
historiografía ha considerado el hito que permite marcar el final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia, dada la primacía
que otorga a las fuentes escritas frente a la cultura material, que estudia con su propio método la arqueología. Otras orientaciones
procuran atender al sistema social o el nivel técnico. Recientemente, los estudios de genética de poblaciones basados en distintas
técnicas de análisis comparativo de ADN y los estudios de antropología lingüística están llegando a reconstruir de un modo cada
vez más preciso las migraciones antiguas y su herencia en las poblaciones actuales
Los Plebeyos:
Lo que se inició a finales del siglo III a. C. como una invasión estratégica para cortar las líneas de abastecimiento cartaginesas
que sostenían la invasión de la Península Itálica por Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica, pronto pasó a ser una
invasión de conquista que en unos doce años había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la Península. Sin
embargo, Roma aún tardaría casi dos siglos en dominar la totalidad de la Península Ibérica, debido principalmente a la fuerte
resistencia que los pueblos del interior (celtíberos, lusitanos, astures, cántabros, etc.) ofrecieron a los invasores. Dos siglos
de guerras intermitentes aunque extremadamente violentas y crueles, tras los cuales las culturas prerromanas de Hispania
fueron casi por completo exterminadas. La dominación romana perduraría hasta la entrada en Hispania de las primeras
tribus bárbaras, ya en el siglo V, formando durante los siete siglos de influencia romana una población homogénea en
Hispania conocida como «hispano-romana».
INTRODUCCIÓN
La actual Andalucía fue una de las zonas del Imperio Romano, incorporadas
al mismo tras un largo período de conquistas, más intensamente romanizada.
En plena época republicana (197 a. C.), Hispania queda dividida en dos
provincias, la Citerior y la Ulterior, división que fue modificada por Augusto el 27 a. C.
en Tarraconense, Lusitania y Bética. La Bética no coincide exactamente en sus límites
con Andalucía, como veremos más abajo.
Augusto se reserva para su gobierno personal dos de las provincias: la
Lusitania y la Tarraconense, que englobaba parte de la actual Andalucía, en concreto
la zona de Sierra Morena y el sudeste de la región. La Bética quedó bajo la influencia
y el control directo del Senado, que encargaba a un procónsul el gobierno de la
provincia. La capital será Corduba. Esta división durará hasta Diocleciano (fines del
siglo III d.C.), quien llevó a cabo una nueva división de Hispania.