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Relaciones en la iglesia local

por Alberto Barrientos


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La iglesia es un cuerpo variado que se mueve hacia un mismo fin. Para que viva, crezca, sirva y
se reproduzca, necesita de armonía interna, necesita estímulo mutuo e inteligente
correspondencia entre sus diferentes miembros. La creación, el desarrollo y el mantenimiento
del ambiente interior de una iglesia es una de las importantísimas funciones del Espíritu
Santo y de los pastores.

En una congregación hay varios tipos de relaciones. Entre el pastor y los hermanos de la congregación,
creyentes con creyentes, el pastor con los líderes y ancianos, las relaciones entre los líderes mismos, jóvenes
y adultos, etc. También están las relaciones con diferentes iglesias, las relaciones con la denominación y con
la sociedad civil y autoridades seculares.

Aunque las relaciones dentro de la iglesia constituyen el foco mayor del asunto, las restantes tienen
estrecha relación también. Las relaciones se dan en un todo y unas afectan a otras. Por ejemplo, cuando no
hay entendimiento entre el pastor y sus ayudantes, las fricciones o la "guerra sorda" o "guerra fría" que se
puede suscitar afecta de una u otra manera al resto, aun a las relaciones con entes exteriores. Toda iglesia es
un enjambre de relaciones.

En las iglesias se suele hablar de "hermanos", en general. Con ello se diferencia al grupo de creyentes de la
pastoral. Pero esa es una clasificación muy simple. La realidad en la iglesia es que está integrada,
básicamente, por varias familias. Los creyentes tienden a relacionarse más a menudo con aquellos que
viven cerca de su región. Aparte de esto, hay vínculos de amistad que unen a unos más que a otros, por lo
que un problema en la congregación puede tener raíces en esos diferentes vínculos y puede afectar en
mayor o menor grado a determinados sectores.

Cuando estas vinculaciones están alimentadas por actitudes de amor, de paz, de colaboración y servicio
permitirán un terreno fértil que el pastor podrá aprovechar al máximo. Pero si no, habrá que reconocer sus
efectos negativos y habrá que preguntarse a qué se deben y qué hacer en tales casos.

CAUSAS DE PROBLEMAS

En las congregaciones cristianas es posible que se susciten problemas como resentimiento, enojo,
alejamiento, abandono de la congregación, negación a colaborar, renuncia a los puestos y divisiones. En
todo grupo humano acontecen y en la iglesia también, aunque digan: "Eso es en el mundo; aquí es distinto".
Muchos de los que hoy son cristianos tuvieron un asado difícil y necesitan tiempo, orientación, amor (y a
veces disciplina) para desarrollar su nuevo carácter cristiano y acomodarse a un grupo cristiano. Unos más,
otros menos, todos poseemos "lados flacos" que otros deben soportamos y uno los focos especiales de
Satanás es dañar y corromper las relaciones entre los hermanos, resaltando esas debilidades.

Si en la iglesia, por lo general, reina la paz y el trabajo conjunto, aunque de vez en cuando haya algún
problema de relaciones, se puede decir que esa iglesia es sana. Pero si los problemas cubren a un amplio
sector de la iglesia, o se hacen cosa común y corriente, hay que aceptar con honradez que ese cuerpo está
enfermo y que necesita un tratamiento especial inmediatamente. La capacidad de relacionarse está dañada.
¿Se trata de un caso muy reducido de personas o son muchas las involucradas en el problema? ¿Es una
situación que sucede esporádicamente o una característica constante?
Problemas de autoridad

Están relacionados con el pastor y el cuerpo directivo de la iglesia. A menudo estos problemas son
suscitados por abuso de autoridad. El pastor o los directivos se toman libertades que no les corresponden.

Una situación de esa clase debe ser reconocida. Puede ser que quien esté causando los problemas sea el
mismo pastor o quienes dirigen. En estos casos no es un sermón lo que hace falta, sino corregir las actitudes
de mando y hacer el uso legítimo de la autoridad. Este mismo problema de autoridad puede darse del
pastor hacia los demás dirigentes de la iglesia. Puede ser que él tomó decisiones que debía consultar con
otros y no lo hizo. Y si esto se sigue repitiendo, entonces viene la pugna que regularmente resulta en la
renuncia a los cargos. El pastor queda solo o la iglesia sin pastor. Si él no entiende la verdadera causa,
posiblemente pensará y acusará a los hermanos diciendo que "no lo quieren" o que no quieren la iglesia, o
simplemente que no quieren colaborar en las cosas del Señor.

Aun puede ser que el pastor piense que con la renuncia esos hermanos le hicieron un gran beneficio a la
iglesia. Luego nombra a otras personas que vienen a encontrarse con el mismo problema y así se va
formando una situación de tensión creciente que no sólo desprestigia al pastor sino que daña el espíritu de
amor y de cooperación, perturba el testimonio y varios son heridos en forma profunda.

El problema de autoridad también puede darse de otro modo. La junta, consistorio o grupo de ancianos
pueden tomar al pastor como un simple sirviente. Este se limita a obedecer las órdenes de ellos (y a veces
mal dadas). Si el pastor es de los que "agachan la cabeza", la congregación pronto verá y reconocerá este
hecho y se creará un espíritu de menosprecio y disgusto en contra de los dirigentes. Por otro lado, si el
pastor se pone firme y hace valer su persona e ideas, se puede suscitar algo así como lucha de "poderes".
Esto puede llevar a la iglesia a constituirse en un campo de batalla con varios frentes. Lo mismo puede
suceder en los grupos de jóvenes, damas y otros organismos.

Problemas de administración

Cuando en la iglesia no hay líneas de mando bien definidas, hay problemas. Por ejemplo, hay iglesias que
tienen ancianos y diáconos y a menudo los unos están haciendo lo que atañe a los otros; los dos creen que el
otro se está metiendo en sus cosas, cuando en realidad el problema es que no se les aclaró (o no se les
recordó a tiempo) qué debía hacer y dejar hacer cada uno. En las iglesias de tipo congregacional hay
asuntos que deben ser tratados por toda la iglesia, otros sólo por los diáconos y aquellos que son facultad
propia del pastor. Si no se define qué aspectos corresponden a cada cual, pronto surgirán las dificultades.

Lo mismo sucede con las cadenas de responsabilidades con los empleados, secretarias, etc. ¿A quién debe
reportar cada uno? ¿A quién debe rendir cuentas el anciano, el pastor, el diácono? Hay iglesias en las que se
nombran diferentes organismos. Se les da estatus de comisión pero no se les especifica por escrito y en
forma clara su responsabilidad o tarea. Muchas veces tampoco se les entrena ni supervisa. Con el tiempo
surgen las críticas contra ellos con los lógicos resentimientos, sentido de incapacidad y, finalmente, la
renuncia. Todas estas cosas van paralizando miembros, hiriéndolos, dando a todo el cuerpo descreimiento.

Asuntos doctrinales secundarios

Hay iglesias que enfatizan muchos aspectos secundarios de la fe tales como si las mujeres deben o no usar
pantalones, la ubicación en los cultos (las mujeres de un lado y los hombres de otro), si tienen televisor o
no, si asisten al cine, si practican algún deporte o cuan largo lleva una mujer su cabello o falda. Este asunto,
al que a veces se les otorga una importancia fundamental, muchas veces es perjudicial a la congregación.
Los hermanos son enseñados a ver la "espiritualidad" de los demás por cosas externas, por prácticas, se dan
a la tarea cotidiana de juzgarse unos a otros por su apariencia en lugar de poner atención a los principios de
vida. Esto comienza por los silenciosos pensamientos y juicios para luego exteriorizarse y crear una
atmósfera de irrespeto mutuo, falta de amor, juicio recíproco y pleitos. Las iglesias legalistas pronto se ven
afectadas por enfermedades en las relaciones.

Personas problemas
En las congregaciones aparecen también personas con distintos tipos de problemas emocionales y
mentales. Algunos han tenido malas costumbres de los tiempos en que andaban sin Cristo, como por
ejemplo el "traer y llevar cuentos". Nunca faltan los que dicen que en la iglesia hay "mucha hipocresía y
pecado", como los que nunca pueden ver algo positivo y favorable en los demás; todo es negativo. Todo
tiene color de pecado. Estas personas son muy aptas para crear un ambiente de desconfianza y hostilidad
entre unos y otros.

Puede darse el caso que el mismo pastor sea causa de problemas cuando él guarda resentimientos, cuando
es desconfiado de la gente, cuando en todos no ve otra cosa sino maldad, cuando, consciente o
inconscientemente, cree que sólo él sabe hacer las cosas bien, o cuando i es resentido hacia otras iglesias u
organismos. Ese mundo interno, aparentemente secreto, generalmente se manifiesta a través de las
predicaciones o en cómo dirige la iglesia; un pastor emocionalmente enfermo, enferma a la congregación.

Situaciones de cambio

Los cambios de pastor, los cambios estructurales, de programas o personas provocan curiosidad en unos,
alegría en otros y seria resistencia en los demás. En iglesias formadas por hermanos acostumbrados a ver y
hacer las cosas de una sola manera por años, cuando se quieren introducir cambios se produce algo así
como un estado de alarma y de emergencia. No son pocos los pastores que han dura do pocos días en una
congregación por esta causa.

La causa de los problemas rara vez radica en los cambios mismos, sino tal vez en la forma en cómo se
hicieron. Tal vez las decisiones las tomaron unos pocos, lanzándose a cosas nuevas sin el consenso general.
Quizá el o los cambios pudieron haberse hecho pero vino una reacción contraria dada la manera como se
iniciaron.

FORJANDO BUENAS RELACIONES

Empezar desde la conversión

La genuina conversión cristiana no sólo lleva a la persona a relacionarse con Dios, sino que la lleva a una
directa relación con la iglesia. Cuando se le predica a Cristo y se le invita a aceptarlo, sin que adquiera un
compromiso no sólo con el Señor sino también con la iglesia que el Señor formó, ya se le está poniendo un
fundamento debilitado. Quien está por entregarse al Señor debe saber, en lo posible, que el desarrollo de su
nueva fe no se podrá dar normalmente si no se incorpora en forma plena al cuerpo de Cristo.

Cuando un nuevo creyente es discipulado se le está mostrando cuál es el papel que debe jugar en la
congregación. De aquí el por qué es tan importante que toda iglesia tenga un programa de instrucción o
formación inicial. Los grupos pequeños son excelentes. Ellos permiten conocer a otros y ser conocido.
Permiten aprender a hablar y a escuchar; a dar y a recibir; a amar y a ser amado; a ayudar y a ser ayudado.
La pequeña célula es vehículo que ayudará a crear nuevas actitudes de paz, de amor, de confianza y de
colaboración. Capacitan al creyente para mantener relaciones satisfactorias, creativas y sanas, a la vez que
se aprende a trabajar juntos.

Un período que varíe entre los seis meses da una buena oportunidad para que el nuevo creyente conozca su
fe y conozca a los que le acompañan en su fe. Para que reconozca las actitudes equivocadas que antes tuvo
hacia otros y que ahora, con el Espíritu Santo y la Palabra, bajo la guía de un hermano maduro y la
compañía de otros, comience a desarrollar nuevas actitudes de amor, de solidaridad, de humildad, de
comprensión y de servicio. El grupo de discipulado debe poner buen cimiento para el futuro carácter
cristiano maduro del nuevo creyente, ese carácter de humildad y valor, de conocimiento y sencillez, de
servicio y dependencia, de amor y justicia. Eso es fundamental.

A muchos recién convertidos sólo se les enseña la doctrina de la iglesia, la necesidad de diezmar y de asistir
regularmente a las reuniones. Se da por sentado que todo ya cambió para él o que "ya va a aprender, con el
tiempo". Y el tiempo pasa y las nuevas vidas son como las nuevas plantas, las que no tienen "tutores" crecen
torcidas. Esas vidas apenas han empezado. Se olvida que, por lo general, son personas con actitudes ya
desarrolladas y afirmadas; muchas de ellas, por las experiencias vividas, están traumatizadas, tienen
sentimientos hostiles hacia los demás, les anima la desconfianza y creen que todos son malos y les van a
hacer mal. Otros gustan el amor cristiano de parte de algunos y su concepto se idealiza tanto que al primer
encuentro con algún camal todo su ánimo se viene abajo. Esta es tarea pastoral y de la iglesia. Por eso, a
partir de la conversión, es imprescindible tener un programa inicial de formación a fin de poner bases para
una iglesia con relaciones sanas.

Ajustar las clavijas

Si se descubre que las relaciones están siendo dañadas por razones de organización o administración, no
hay que gastar el tiempo echando culpas y dando sermones. Sencillamente se deben hacer las
rectificaciones del caso y poner las cosas en su lugar. Si hay que pedir perdón, pues se pedirá. Siempre es
bueno tener presente que, en Jerusalén, al deterioro de las relaciones siguió un acto y proceso de
reorganización administrativa. No se dedicaron a orar y ayunar "para que Dios resolviera la cuestión". Ellos
vieron el problema y con sabiduría del Espíritu buscaron causa y solución. Luego sí, con oración y ayuno,
escogieron las personas apropiadas para hacer frente al trabajo. Y la iglesia siguió su marcha. Esto incluso
demuestra cuan importante es saber organizar la iglesia.

La enseñanza general

La enseñanza a la iglesia debe ser edificadora: buscar y llevar a los hermanos a metas más avanzadas.
Cuando la predicación y la enseñanza sólo se basan en denunciar pecados, lo que algunos llaman "palabra
dura", y se da poco lugar al desarrollo de actitudes de amor, de paz y de cooperación, la congregación tiende
a volverse legalista y negativa. Igualmente el pastor no tiene que esperar que aparezcan problemas durante
la semana para preparar un sermón para el domingo. Con una predicación programada
desapasionadamente se les da a ellos un horizonte más amplio y no se les habla sólo sobre situaciones o
sentimientos que aparecen ocasionalmente.

Orientación y aconsejamiento

Cuando se nata de personas aisladas que crean constantemente conflictos o se ven envueltos en problemas
con otros, se les debe dar una atención particular. En estos casos un sermón a toda la congregación no es la
manera más sabia. Lo mejor es tratar la situación personalmente. Puede ser que estas personas que causan
problemas sufran desajustes emocionales, guarden resentimientos, hayan tenido experiencias traumáticas
que les hacen vivir permanentemente en "pie de guerra" contra todos. Quizá estas personas no sólo
necesiten consejo pastoral ocasional sino la ayuda de un consejero en forma más permanente o aun un
psicólogo.

En casos extremos quizá sea necesario aplicar algún tipo de disciplina o separación directa de la
congregación. Parte de la función pastoral es velar por la salud del cuerpo de Cristo y si un elemento insiste
en causar daño a la comunidad (y no por venganza o por desquite, sino por el bien de todos) se debe
proceder con firmeza (Pr. 22.10,26.20; 2 Co. 13.1-6,10).

El pastor frente a sí mismo

Puede suceder que el pastor llegue a descubrir que él mismo es causa de problemas en la congregación. El
pastor, como ser humano, puede tener problemas igual que los demás; lo que digo no es "una afrenta a la
investidura pastoral" como tampoco hay razón para desanimarse. Muchos hemos conocido a Jesús después
de años de desorientación y entrega al pecado y tenemos nuestra personalidad, nuestro carácter ya
formado. Aunque nos hayamos entregado al Señor y estemos sirviéndolo, con el tiempo hemos ido
descubriendo que hubo situaciones de nuestra infancia o juventud que siguen motivando ciertos aspectos
de nuestra conducta. El pastor joven, muy a menudo, se ve abrumado por los problemas y casos que en la
iglesia le toca resolver. A veces por ellos se traumatiza, se desmoraliza y se desorienta. Es como un
"contagio" de las enfermedades espirituales humanas y esto es muy común.

En estos casos, lo importante no es sólo reconocer lo malo o pecadores que somos simplemente, sino la
posibilidad que tenemos en Jesús de descubrir problemas internos, de superarlos y aun de liberamos de
ellos mediante el poder del Espíritu Santo y la ayuda de otras personas. Que seamos pastores no significa
que ya arreglamos todo nuestro interior. Entonces, si se trata de faltas pastorales, en el campo
administrativo u organizacional, no queda otro camino que empezar a estudiar eso, solicitar consejo de
colegas o ancianos de nuestra propia congregación y hacer los cambios necesarios. Si se trata de problemas
emocionales y no se encuentra cómo superarlos, debe buscar la ayuda de algún pastor experimentado y de
confianza. Ningún obrero de Dios debe sentirse avergonzado o derrotado por tener que hacer esto. El
pastor no es un superhombre ni es inmune a los "virus" que pululan en las congregaciones y en el mundo.

Es muy importante que los organismos denominacionales auspicien algún tipo de asesoramiento para
pastores, conferencias sobre salud física y mental, diálogos, consultas y oportunidades de ministración unos
a otros en este campo. Un pastor que supere sus propios problemas, pensamientos y actitudes de
desconfianza hacia la gente, puede él mismo abrirse en amor a los demás en una manera muy amplia. Y
esto mismo será una gran medicina para la congregación.

Trabajar para relacionar

El pastor que tiene un programa ordenado de discipulado o formación ya cuenta con un instrumento
propicio para crear y madurar las relaciones. Si ese programa es por grupos, la pastoral debe velar por el
tema "relaciones" en cada uno de ellos.

Los cultos mismos pueden ser un vehículo de relación. El culto totalmente formal y rígido es impersonal y
frío, pero se pueden introducir variantes. Se pueden, por ejemplo, preparar un grupo de hermanos para que
guíen grupos pequeños. Se les dan instrucciones específicas de lo que van a hacer y cada dos o tres
domingos, durante el culto mayor de adoración, se dedican varios minutos como parte misma de la reunión
para subdividir la congregación. Allí se puede orar por motivos más personales, compartir bendiciones,
hacer cortos debates de temas prácticos, etc.

Es importante buscar reunir a los que menos se conocen y romper la tendencia natural de reunirse los más
amigos o ya relacionados. Cuando hay personas que están por primera vez y que no son cristianas, estos
grupos pueden constituir un factor importantísimo porque así "se siente persona", se siente tomada en
cuenta y que puede participar.

En los cultos pueden introducirse muchas otras variantes que permitan a las personas buscarse unas a
otras. Por ejemplo, los grupos improvisados de reflexión bíblica. También se puede solicitar que la oración
de despedida, en vez de hacerla una sola persona, que cada hermano se vuelva a su vecino, se formen
parejas de dos en dos, y que uno ore por el otro por la semana que comienza. Y al finalizar la reunión, que
los hermanos se saluden y se abracen unos a otros.

Santa Cena. Hay congregaciones que celebran la Santa Cena en los hogares con cierta regularidad. Se
subdivide la iglesia por áreas geográficas, se destina una casa para cada área y se juntan los hermanos para
alabar al Señor, estar juntos y comer la Cena. Claro que para esto se necesitan líderes capacitados y de
confianza para dejar en cada hogar, pero es así como la Santa Cena toma un calor en la comunión, muy
distinto al formal acostumbrado. Esto produce acercamiento en comunión.

Tiempos sociales. También algunas iglesias emplean paseos al campo, picnics, retiros de familias, tardes
de deportes y juegos para todos. Los tiempos de convivencia pueden hacerse de muy variadas maneras; una
comida juntos en el mismo templo como una gran familia, una tarde de alabanza libre, de juegos dirigidos,
un día de trabajo general en la capilla, etc. De esta manera se auspicia un ambiente de mayor acercamiento,
relación y amor unos por otros.

Servicio. Cuando a lo anterior se puede añadir un programa variado de ayuda y desarrollo humano para
los varios sectores que integran la iglesia, los vínculos se fortalecen aun más. Es decir, cuando el amor no
queda en palabras y abrazos sino que se buscan respuestas concretas a las necesidades.

Otra forma de facilitar las relaciones es que tanto el pastor como los líderes programen actividades
informales con gente que necesita conocerse entre sí. Invitar a comer o a pasear a dos matrimonios de la
iglesia que no se conocen entre sí, es bueno para forjar nuevas amistades entre la gente de nuestras
congregaciones. A veces las finanzas de la familia pastoral no permiten hacer muchas invitaciones a comer,
pero debemos ser creativos en ver cómo hacerlo.

Mirando hacia afuera

Las relaciones no sólo deben ser hacia adentro sino también hacia afuera. La iglesia puede visitar otras
iglesias e invitar a que se les visite. La búsqueda de la comunión con otras iglesias es una ampliación
necesaria de la comunión cristiana. Hay pastores que le temen a esto y prefieren mantener a su iglesia
aislada, pero hay una gran riqueza que aquí se pierde.

En algunas regiones, se han dado casos en que pastores de varias denominaciones han formado
cooperativas entre los hermanos de las iglesias para resolver problemas comunes de vivienda, comestibles,
trabajos, etc. Los cristianos podemos descubrir muchísimas formas de relación a un nivel mucho más
amplio que el de la propia congregación. Esto debe ser parte del trabajo pastoral como creador de
relaciones.

La comunidad civil y secular no debe perderse de vista. Ella es el campo de acción del pueblo de Dios. Por
esto es necesario que el pastor y los líderes de la congregación mantengan vínculos con la ciudad misma. Si
hay cooperativas, juntas escolares, juntas progresistas, juntas de desarrollo u otras, pues que la iglesia de
alguna manera se haga presente en ellas a través de los hermanos. Hay iglesias que emplean sus
edificaciones para una biblioteca pública. Otras han tomado la iniciativa en un programa de conservación y
reconstrucción de recursos naturales en su comunidad. Otras han abierto guarderías infantiles, clínicas,
programas de alfabetización de adultos, programas de capacitación en oficios y artes manuales. En este
sentido también es importante la presencia de la iglesia en la radio o el periódico de su localidad, dando su
palabra cristiana, anunciando sus actividades, dando la opinión pastoral sobre hechos propios y actuales de
esa localidad.

Una congregación puede crear muchísimas vías de relación con su comunidad. No puede aislarse, pues en
esta relación abierta y franca se le abren muchas oportunidades para ser luz y sal y presentar su testimonio.

Apuntes Pastorales, Volumen VI – Número 3

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