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Diplomado Especializado Abuso Sexual Infantil:

Diagnóstico y Estrategias de Intervención


Diagnóstico e Intervención Sociofamiliar
en el Abuso Sexual Infantil: Aportes Desde El Trabajo Social

Docente:
Jeannette Hernández Araneda

CICLOS Capacitación y Consultores


2015
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Diagnóstico e Intervención Sociofamiliar
en el Abuso Sexual Infantil: Aportes Desde El Trabajo Social
Jeannette Hernández Araneda.
Trabajadora Social
Santiago, 2015.

Contenidos Centrales

 Trabajo social y su aporte histórico a la temática de la violencia sexual.


 Conceptualización de familia, funciones y desarrollo integral.
 Diagnóstico socio familiar.
 Las competencias parentales en la construcción del diagnóstico y como aporte en la
intervención.
 El apego como hito relevante de re‐conocer en el diagnóstico.
 Guión del informe de diagnóstico socio familiar.
 El pronóstico y su implicancia en la intervención.
 La construcción del plan de intervención.
 Fases del proceso interventivo sociofamiliar con niños‐as víctimas de abuso sexual infantil.

Objetivo de Aprendizaje

1. Conocer los aportes históricos del trabajo social en el tema de la violencia y específicamente en
la violencia sexual hacia niños, niñas y adolescentes.

2. Identificar el concepto de familia desde una perspectiva psicosocial y conocer las funciones que
apoyan un funcionamiento integral.

3. Re‐conocer el significado del diagnóstico social, las técnicas útiles y sus implicancias en una
adecuada intervención en la resignificación del daño vivenciado por un niño‐a víctima de abuso sexual.

4. Comprender el tema de las competencias parentales y su injerencia en el diagnóstico y la


intervención socio familiar.

5. Ahondar en la temática del apego y su influencia en la evaluación de las dinámicas familiares.

6. Identificar las variables en la construcción de un informe de diagnóstico sociofamiliar.

7. Describir el concepto de pronóstico, de los factores de riesgo y los factores protectores, como
asimismo la relevancia de su uso en casos de alta complejidad.

8. Exponer el significado de un plan de intervención y su construcción para la correcta ejecución de


los objetivos en la intervención especializada.

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9. Exponer las fases de la intervención en la reparación de niños.as víctimas de abuso sexual, desde
el trabajo social.

Trabajo Social con Familias

El Trabajo Social es una de las disciplinas que interviene en la temática de la violencia y por ende, requiere
de una amplia capacitación y especialización para llevar cabo dicha labor con calidad. Es así, como en la
historia de los procesos interventivos en la problemática mencionada y específicamente en la violencia
sexual hacia niños, niña y adolescente en nuestro país, el Trabajo Social ha sido un real aporte a los
procesos integrales que requiere el abordaje de este tipo de vulneraciones.

Al respecto, Ezequiel Ander‐Egg nos refiere que el Trabajo Social Familiar es “el sector de intervención
de esta disciplina, que más ha tenido una evolución en cuanto enfoque. Inicialmente, el caso social
individual era el marco operativo desde el cual se trataban los problemas de la familia. A partir de los
años ´80 el modelo predominante será el sistémico”, modelo que dicho sea de paso es al que adhiere
quien suscribe este documento, sumado al marco que otorga el modelo ecológico, en la búsqueda
permanente de integralidad en los procesos realizados con aquellos que han sido expuestos a severas
vulneraciones a sus derechos.

De manera de otorgar el necesario contexto a la relación entre esta profesión y la infancia,


expondremos el marco histórico de ello. Según Natalio Kisnerman , trabajador social argentino, refiere
que: “La primera escuela de Servicio Social surgió en Santiago de Chile, creada por el médico Dr. Alejandro
del Río en 1925, con el apoyo del Dr. René Sand, director entonces de la Escuela Católica de Bruselas, en
plena crisis del salitre y la formación de asentamientos perturbanos generados por el desarrollo industria.
El primer currículo abarcó dos años de estudio y las asignaturas fueron, Derecho y economía política,
Higiene y Profilaxis, Protección a la Infancia, Alimentación y Dietética, Atención de Enfermos y Heridos,
Práctica de Secretaria y Visitas a instituciones y obras de asistencia social”.

Desde lo referido es posible constatar que, no solo nuestro país fue el primero en Latinoamérica en dictar
la carrera de Servicio Social, sino además, dentro de su primera malla curricular, uno de los ramos
preponderantes era la Protección a la Infancia, por lo que desde hace más de 65 años este grupo
vulnerable, ha sido parte del interés académico, en su afán de profesionalizar el nivel de las
intervenciones hacia dicho grupo.

De todos modos, habría que esperar bastante para que Chile ratificase la Convención Internacional de los
Derechos del Niño‐a (año 1990), de forma tal que se le otorgara el sitial de política pública, a las
problemáticas que afectaban a este grupo etáreo.

Refiere el mismo autor que, a Mary Richmond le debemos la Teoría Fundacional del Trabajo Social y la
primera propuesta científica centrada en la investigación, apuntando a obtener una amplia información
acerca de la persona y su problemática social (diagnóstico), para luego intentar una modificación de
comportamientos (tratamiento); dos de los temas que forman parte de este escrito.

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Situándonos en este último punto, es importante señalar que abordaremos el trabajo que realiza esta
disciplina, en el nivel terciario de la intervención, es decir, cuando el daño ya ha sido causado, siendo su
principal “sujeto de intervención”, la familia de los niños víctimas de abuso sexual infantil, donde las
mujeres y en general las madres, son las principales adultas responsables y significativas con las cuales
se interviene en el proceso.

Para ello, entenderemos por familia, desde una perspectiva psicosocial a:

a. Un sistema complejo, a la vez viviente y humano, en interacción permanente con su medio


ambiente. Por lo tanto es, un sistema que posee una estructura autoorganizada y jerarquizada, y
que presenta una organización tridimensional: biológica, social y hablante.

b. Una unidad psicosocial sujeta a la influencia de factores socioculturales protectores y de riesgo,


cuyo interacción la hace vulnerable a caer en situaciones de crisis o en patrones disfuncionales.

c. Uno de los factores protectores cuando funciona en forma adecuada, que es por lo tanto, uno
de los focos de la prevención primordial y primaria.

Se acepta, además, que en el cambiante mundo actual no es posible asociar el adecuado


funcionamiento con una modalidad particular de familia, sino que es indispensable reconocer la
existencia de múltiples formas de familia. En apoyo de lo anterior, está lo que Ander‐Egg ha definido
como familia, destacando que: “A lo largo de la historia ha ido adoptando diferentes formas, de ahí que
sea un error ‐que puede tener graves consecuencias prácticas en las diferentes formas de intervención
social‐ considerar que hay un modelo único de familia y que hoy la familia está en crisis, sin especificar
cuál es el modelo de familia en crisis”

Es así que en la familia convergen dos características particulares: su carácter de autonomía y su


carácter heterónomo. El primero dice relación con la puesta en marcha de iniciativas e impulsos
espontáneos y en la diferenciación de una identidad específica.

La segunda, implica la dependencia de su medio ambiente que justifica o le niega la coherencia que le
permitiría hacer funcional su autonomía.

La importancia entonces estará dada en que la familia pueda ser ese espacio en donde sus miembros
puedan adaptarse sana y constructivamente, permitiéndole de esta forma a sus integrantes, crecer y
desarrollarse. Cuando ello se ve entorpecido por diversas situaciones traumáticas, se hace necesario
evaluar para intervenir.

En consonancia con lo anterior y con lo referido en el primer párrafo de este documento, en cuanto al
logro de niveles de intervención de calidad, llevar a cabo el diagnóstico de la situación vivenciada por el
niño‐a y su familia, es vital. Este proceso, constituye la estructura base de los métodos de intervención
social, caracterizándose por ser un conocimiento concreto, realista y detallado de una realidad que se
intervendrá.

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Diagnóstico Sociofamiliar

Según Ander‐Egg, el diagnóstico social “…es el momento analítico/explicativo del proceso de intervención
social, constituido como el nexo o bisagra entre la investigación y la programación. Su realización se basa
en el principio metódico/operativo de la ¨necesidad de conocer para actuar¨…”. Complementa esta
definición, refiriendo que no solo el “actuar” es lo importante, sino además la generación de acciones
concretas y estrategias de actuación.

El mismo autor, en el año 2006, señala que el Diagnóstico Social, cumple las siguientes funciones :

 Informa sobre los problemas y necesidades existentes, en el ámbito, área o sector en donde se
ha realizado el diagnóstico.
 Responde al porqué de esos problemas, intentando comprender sus causas y efectos, así como
sus condicionamientos, apuntando posibles tendencias.
 Identifica recursos y medios para actuar, según el tipo de ayuda o atención necesaria.
 Determina prioridades de intervención, de acuerdo a criterios científico‐técnicos.
 Establece estrategias de acción, con el fin de responder a los cambios de comportamiento de las
variables externas.
 Da cuenta de los factores que pueden aumentar la factibilidad de dicha intervención.

Dentro de esta construcción, las técnicas que serán útiles son:

 Entrevista en profundidad con adulto responsable y/o significativo a cargo del niño/a: se
refiere al espacio en el cual el profesional mantiene encuentros cara a cara con la familia del
niño‐a víctima, de manera de obtener el máximo de antecedentes de la situación‐problema,
desde el discurso y perspectiva del entrevistado. Por lo general (y como había sido referido),
en los años de experiencia profesional de la autora de este artículo, la mayoría de las
personas que entrevistamos son mujeres (ya sea madres, abuelas o tías), por lo que sin duda
el enfoque de género deberá estar siempre presente. Si bien se requiere conocer el grado de
responsabilización de éstas en la dinámica abusiva (abuso sexual intrafamiliar), no se le
puede estigmatizar por lo acaecido.

Un tema no menor a evaluar en estas entrevistas es que muchas veces el adulto con el que se
mantenga esta entrevista puede ser significativo para el niño‐a pero, no quiere decir que sea responsable,
como asimismo, puede que este sea el adulto responsable pero, no significativo, convirtiéndose en una
dato no menor, a la hora de definir quién será el adulto que acompañe al niño‐a en su proceso de
resignificación del daño vivenciado.

 Entrevista semiestructurada con otro/s adulto/s significativo/s no a cargo del niño‐a:


encuentros también cara a cara pero, que difieren del anterior por su formato e intensidad.
Por lo general, se utilizan pautas confeccionadas con anterioridad que poseen un orden
lógico y secuencial, no permitiendo muchas veces la posibilidad de explayarse, de aquel que
está siendo entrevistado.

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 Visita Domiciliaria: entrevista en terreno con el adulto y grupo familiar, que nos permite
verificar información proporcionada, profundizar en otras e interrelacionar variables, de
manera de afinar el diagnóstico. Importante: la observación.

 Genograma: de preferencia, graficar tres generaciones, que nos permitan evaluar posibles
patrones transgeneracionales de violencia. Representación gráfica que nos otorga información
importante de cada miembro del árbol familiar y las relaciones entre éstos. Por tanto muestran
estructura y relaciones.

 Coordinación con la red social‐comunitaria.

 Mapa de red: la primera va en directa relación con el trabajo de red inicial que se
debe generar con las instituciones sociales‐comunitarias e institucionales, de forma
tal que sea posible generar contacto, conocer instrumentos existentes de
evaluaciones anteriores del grupo familiar, como asimismo, que nos permita, en este
primer momento, estructurar algún tipo de apoyo social que la familia requiera con
urgencia. Lo segundo, tiene que ver con el trabajo directo con ese adulto, en torno a
conocer y reconocer las redes primarias o secundarias que para ese grupo sean
significativas.

 Cuadro de red personal: técnica de orden social que permite reconocer las redes
importantes para un individuo pero, desde la propia graficación que éste realiza.

 Check list de factores protectores (contenedores) y de riesgo o estresores: Es


necesario generar un listado de factores que permita luego, saber con qué se cuenta,
que es necesario reforzar y que, modificar. Esto, contribuirá a la generación de un
pronóstico del caso, que será clave en el plan de intervención y por tanto en el proceso
interventivo como tal.

 Análisis de documentos legales y sociales‐comunitarios: tiene directa relación con la


revisión de documentación existente en torno al caso (denuncia, expediente, fichas, entre
otros), que nos lleve a realizar un análisis de las situaciones allí informadas y evaluadas con
anterioridad. Esto nos dará un marco básico de conocimiento del grupo familiar, sus factores
protectores, actitud y acciones ante la develación y posterior denuncia, estrategias de
protección iniciales, entre otros.

De lo ya referido, existen otros elementos vitales en la construcción de este diagnóstico socio familiar
en abuso sexual infantil, como lo son las competencias parentales y el apego.

Según Barudy y Dantgnan , se entenderá por competencia parental a la forma semántica de referirse a
las capacidades prácticas de los padres para cuidar, proteger y educar a sus hijos y asegurarles un
desarrollo sano. Trascendente en este sentido será diferenciar la parentalidad biológica de la social,
siendo la primera la capacidad de procrear y dar vida a una cría y la segunda, dice relación directa con
las competencias de los padres.

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Dichas competencias, están formadas por las Capacidades y las Habilidades.

 Capacidades Parentales Fundamentales: Conjunto de capacidades de origen biológico –


hereditario, modulados por experiencias vitales e influidos por la cultura y el contexto social.

 Apegarse a los hijos: recursos emotivos, cognitivos, conductuales (propia experiencia, historia
de vida, factores ambientales) Vincularse.
 Empatía: Percibir vivencias de los hijos comprendiendo sus manifestaciones. Sintonizar y
responder.
 Modelo Crianza: Saber responder a las demandas de los hijos. Se transmiten de generación en
generación.
 Participar en redes y utilizar recursos: facultad de pedir, aportar y recibir ayuda de redes.

 Habilidades Parentales: Plasticidad de los padres que permiten dar una respuesta adecuada y
pertinente a las necesidades de sus hijos en forma singular. Que las afecta:

 La experiencia de vida y,
 El contexto

Para poder comprender con mayor propiedad este tema de las competencias parentales, será
necesario identificar varios puntos de convergencia, necesarios para definir qué tan competentes se es
o se está siendo.

Dentro de una de esas variables, se encuentran las funciones parentales:

 Nutriente: padres otorgan los aportes necesarios para asegurar la vida y el crecimiento.
 Socializadora: los padres contribuyen a la construcción del concepto de sí mismo. Facilitan
experiencias relacionales como modelo de aprendizaje.
 Educativa: padres garantizan el modelo de conducta necesario para la convivencia.

Tipos de Parentalidades

Sana, competente y bientratante:

 Padres: brindan apego seguro, incentivan el pensamiento crítico y reflexivo y modelan


conductas.
 Hijos: capacidad de vincularse basado en la confianza y empatía, capaces de dar y recibir,
critican, no presentan conductas agresivas.

Esta parentalidad ofrece un sentimiento de pertenencia y seguridad a los hijos, reduciendo el estrés
psicológico que proviene de un entorno social pobre y desfavorecido, favoreciendo la resiliencia.

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Los padres acá deben ofrecer contextos relacionales caracterizados por:

 Disponibilidad múltiple: estimular diversas áreas del desarrollo. Generar espacios afectivos,
espacios íntimos, espacios lúdicos, espacios de aprendizaje.
 Estabilidad: Continuidad de las relaciones que aseguren sus cuidados y protección.
 Accesibilidad: Presencia y disponibilidad. Visibilidad.
 Perspicacia: Capacidad de percibir y mostrar alegría y satisfacción por los cambios en el
desarrollo de los hijos.
 Eficacia: En relación a que los padres hayan tenido acceso a modelos de crianza sanos.
 Coherencia: Que se les dé sentido a las acciones realizadas por los adultos.

Disfuncional, incompetente y maltratante:

 Limitaciones orgánicas de los padres.


 Historias de vida cargadas de pérdidas.
 Rupturas y experiencias traumáticas no elaboradas (malos tratos)
 Pobreza, exclusión.
 Falta de apoyo familiar.
 Niños/as institucionalizados.

Características:

 Vínculo basado en el apego inseguro.


 Condicionan expectativas mágicas e irrealistas de sus hijos.
 Golpeadores, incapaces de modular las pulsiones agresivas.
 Dinámicas proyectivas.
 Dificultades para estimular y desarrollar capacidad de pensar.
 Bloquean procesos de aprendizaje.

Para que esta parentalidad pueda surgir y mantenerse, existieron déficits relevantes en las funciones
parentales básicas:

‐ Déficit en función nutridora: no presentan a sus hijos con necesidades, intoxican a éstos con
cuidados, “incesto psicológico”. Trastorno, apego desorganizado del tipo complaciente o de cuidados
compulsivos. Se pueden transformar en adolescentes que se relacionan con agresión y hostilidad.

‐ Déficit en función socializadora: padres con trastornos de identidad, incapaces de representar y


comunicar evaluaciones positivas de los hijos. Desvalorizados, vulnerables, los convierte en negligentes
y abusadores.

‐ Déficit en la función educativa: los sistemas de modulación emocional y conductual se ejercen a


través de diferentes formas de agresión (amenazas, castigos corporales, privación de libertad, provocan
temor y miedo en los niños) o por el contrario, se les ignora negándoles la palabra o insultándolos.

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Se hace necesario detenernos acá para exponer que, si bien es una tarea de madres y padres el que los
hijos tengan un desarrollo adecuado, no es menos cierto que también es una responsabilidad de la
sociedad en general, por lo que se espera que todos contribuyamos desde nuestro rol, para que se
garantice a cada niño‐a, el ejercicio de todos sus derechos.

En este mismo sentido y recordando lo mencionado en párrafos anteriores ante la evidencia de que las
mujeres ( y en su mayoría las madres) son en general quienes acompañan a los niños en este proceso
largo y en ocasiones doloroso, se hace necesario señalar, como lo refieren Martínez y Sinclair que “se
ha estereotipado, en la literatura tradicional, a las madres en el abuso, realizando afirmaciones entorno
a su rol en la ocurrencia de este, al dilucidar si fue cómplice del agresor o ha facilitado la ocurrencia de
dicho abuso. Ello, basado en la idea de una madre perfecta, que por un lado es capaz de proteger y por
otro, es quien tiene la mayor influencia al interior de la familia”

Señalan además que, en nuestra sociedad prevalece un modelo patriarcal, en donde las relaciones son
estructuradas por la dominancia de la figura masculina, donde el abuso sexual es una de las
manifestaciones más extremas de ello. Agregan que, “una perspectiva culpabilizadora de la madre
contribuye a la impunidad del abusador ya que justifica o, al menos minimiza su responsabilidad a su
vez que favorece la descalificación a priori de la madre como figura protectora”.

Luego de esta tan necesaria aclaración, será un aporte a esta evaluación todos aquellos aspectos
relacionados con el apego, que será entendido como el vínculo que se establece entre el niño y sus
progenitores a través de un proceso relacional. En sus inicios es de tipo sensorial pero que luego, según
la reacción afectiva del adulto, puede ser positiva o negativa. En ello, influye el contexto o la
experiencia de vida de los padres.

De manera más gráfica:

Substancial será entonces, reconocer los distintos tipos de apego de la familia que está siendo
evaluada, por lo que definiremos ello, según lo que señala Mary Ainsworth (1978):

 Apego inseguro evitativo: se caracteriza por ser un mecanismo de autoprotección que significa
evitar o inhibir los elementos conductuales que buscan proximidad con la figura de apego.

 Apego inseguro ansioso ambivalente: se caracteriza por la vivencia de una ansiedad profunda de
ser amado y valioso.

 Apego inseguro desorganizado: Ni siquiera pueden organizarse en responder en una forma


regular y característica. Sus estrategias defensivas colapsan. Grupo de alto riesgo, padres
patológicos. Padres severos, crónicos, irrecuperables. Dentro de este, se identifica otra
subdivisión:

 Apego desorganizado controlador: Punitivo o agresivo, cuidador compulsivo y


complaciente – compulsivo

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 Apego desorganizado desapegado: Desinhibido o indiscriminado e inhibido.

Para extremar la clarificación, el siguiente cuadro explicita claramente estos tipos de apego, según la
actitud evidenciada en los niños, niñas o adolescentes:

Finalmente, la concreción de esta fotografía tomada a la familia de niños víctimas de abuso sexual, es
decir el diagnostico socio familiar, deberá quedar plasmada en un informe que debe, mantener
estándares de calidad que le permitan, ante cualquier circunstancia (llámese declarar en un juicio oral,
audiencia de Tribunales de Familia, reuniones clínica‐técnicas, entre otros) contar con todos los
elementos que deben necesariamente estar basados en investigaciones y expertos en el tema, de manera
tal que permita exponer contenidos con solidez ética, técnica y teórica.

Para ello, les exponemos el guión de evaluación, que es una construcción basada en los instrumentos
del Ayuntamiento de Donostia, San Sebastián. País Vasco , que expone los principales puntos a tomar
en cuenta:

 Identificación del niño/a: se espera que aparezcan los principales datos del niño víctima como
nombre, RUT, fecha de nacimiento, edad, nivel escolar, dirección, adulto responsable y/o
significativo, teléfono de contacto, entre otros.

 Motivo del informe: exponer clara y concisamente debido a que se redacta el presente informe.
Ejemplo de ello es: a solicitud del tribunal x por denuncia realizada de abuso sexual, a petición
de la Fiscalía, a partir de la necesidad de abrir medida de protección, etc.

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 Metodología utilizada: se debe señalar todas aquellas técnicas utilizadas en la construcción del
diagnóstico. Ejemplo: 5 entrevistas en profundidad, 2 visitas domiciliarias, 1 entrevista
semiestructurada con profesora del niño/a, revisión de expediente y documentos del
consultorio al que asiste el niño, etc.

 Antecedentes generales del caso: expresar en este acápite los datos en torno a la vulneración
vivenciada por el niño‐a de manera descriptiva, actitud y acciones realizadas por la familia,
información sobre adulto sindicado como agresor, entre otros.

 Composición y estructura familiar: miembros de la familia que residen con el niño‐a, miembros
de la familia que sean relevantes para el niño pero, que no residan con éste‐a (ídem información
inicial del niño). Fuente laboral de cada uno, remuneraciones (de los adultos).

 Situación personal de los miembros del grupo familiar: se requiere que se identifiquen por
miembro, la historia de vida, patrones transgeneracionales de violencia, resiliencia, recursos,
etc.

 Antecedentes legales o de servicios sociales de la familia: historia del caso en las redes
sociales‐institucionales, antiguas vulneraciones, entre otros.

 Antecedentes socioeconómicos y habitacionales: describir nivel de especialización laboral,


remuneración, apoyos económicos externos de existir, nivel de satisfacción laboral, tipo de
vivienda, estructura, hacinamiento de existir,

 Historia y dinámica familiar: antecedentes relevantes de la historia familiar del niño víctima,
antecedentes relevantes de la dinámica familiar, antecedentes de la relación entre sub‐
sistemas, antecedentes de la relación con familia extensa, etc.

 Situación de la violencia ejercida hacia el niño/a, desde el relato del adulto a cargo: descripción
detallada de la vulneración, identificar responsabilidades en el abuso, reacciones de los adultos
a cargo, actitud de familia extensa, entre otros.

 Fuentes de estrés familiar: factores existentes que no permitirían un adecuado proceso,


identificar y exponer posibles soluciones.

 Evaluación de riesgo: exponer descriptivamente los hechos que sucedieron, que están
sucediendo o que podrían suceder para identificar el riesgo. En este sentido, es de relevancia la
actitud y postura del adulto a cargo de la protección del niño ante lo sucedido y ante la figura
del adulto sindicado como agresor, credibilidad hacia el niño, redes primarias y secundarias,
recursos de dicho adulto.

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 Opinión profesional (fortalezas, debilidades, pronóstico):se requiere que el profesional que es
responsable del diagnóstico, exponga claramente un resumen de lo evaluado, señalando cuales
serían los factores de riesgo claramente identificables (exponer gráficamente como un chek list),
las fortalezas (ídem) y a partir de ello, referir un pronóstico que permita definir las futuras acciones
de intervención en el plan que debe desarrollarse.

 Sugerencias: el profesional evaluador debe otorgar al organismo que solicitó el informe,


acciones claras y concretas a seguir para el logro de la resignificación de la experiencia
traumática vivida.

De manera de que en este guión del informe quede claramente expresado el pronóstico del caso,
detallaremos a que se refiere este:

 Pronóstico familiar: es la evolución de un proceso a partir de criterios lógicos. Establecimiento de


una propuesta clara sobre algo que con mucha probabilidad suceda en el futuro y que está basada
en un estudio, análisis y conclusiones en torno a ello.

A nivel socio‐familiar, como refiere el Ayuntamiento de Donostia. San Sebastián. España, el pronóstico
para la “rehabilitación familiar” dice relación con criterios como los siguientes en torno al maltrato:

 Gravedad, cronicidad y dificultad de resolución de los factores asociados a la desprotección


(maltrato).
 El nivel y presencia de violencia intrafamiliar incontrolada.
 La percepción y tipo de vinculación que los padres/madres muestran en relación al niño.
 El grado de conciencia mostrado por los padres/madres respecto al impacto negativo que la
situación socio‐familiar está provocando o puede provocar en el niño/a.
 La motivación de los padres/madres para cambiar su comportamiento y forma de relacionarse
con su hijo/a.”

Arrabuarrena y de Paul (1994), refieren que la determinación del pronóstico de un caso debe estar
basado en los siguientes criterios:

 Consciencia del problema en los padres: entendido como grado de conciencia del daño
producido o posible daño en el niño‐a como consecuencia del maltrato y que asuman su
responsabilidad en el mismo.
 Motivación de cambio en los padres: reconocimiento por parte de los padres de su responsabilidad
en la resolución de los problemas que han motivado el maltrato y la demostración de motivación
para proporcionar un cuidado adecuado a sus hijos.
 Cronicidad de la problemática familiar.
 Condiciones incapacitantes en los padres: físicas, intelectuales o emocionales.
 Nivel de violencia intrafamiliar. Intensidad de la violencia.
 Vinculación afectiva padres‐hijos.
 Gravedad del daño infringido al niño/a

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 Problemas presentados por el niño: cuando el niño/a presenta problemas comportamentales
graves (agresividad, conducta antisocial y/o delictiva) el pronóstico es más negativo.

En resumen, los factores que se toman en cuenta para la evaluación de riesgo (que conforma el
pronóstico), según Intebi y Osnajansky , están agrupados en 5 áreas:

 Características del incidente.


 Factores de vulnerabilidad infantil.
 Características del cuidador.
 Características del entorno familiar.
 Respuesta ante la intervención.

Para que el profesional evaluador entonces pueda dar cuenta en el diagnóstico, del pronóstico y relevar
los factores de riesgo y aquellos protectores, se hace necesario tener claro que, en muchos casos, la
familia pasa a convertirse en una situación de riesgo, según los mismos autores y esto se debe a 11
Factores:

 Tiempo de exposición al riesgo: tiempo que las familias pasan juntos es mayor al que emplean en
interactuar con otros.
 Alcance de las actividades e intereses: actividades intrafamiliares mayor que las extrafamiliares.
 Intensidad del involucramiento: características de la interacción familiar, mayor compromiso e
intensidad.
 Actividades intrusivas: interacciones familiar giran alrededor de conflictos que implican ganadores y
perdedores. Resentimientos.
 Los derechos a las influencias: pertenencia lleva implícito que el integrante más poderoso ejerza
influencia sobre otros miembros.
 Las diferencias de edad y sexo: alto potencial de conflictos en tres áreas (intergeneracional, familias
de origen y entre géneros)
 Adscripción a roles: autoridad, relaciones subordinadas definidas por medio de una construcción
social.
 Privacidad: familia alejada del la supervisión del grupo social. Escaso control.
 El estrés: cambios y transiciones constantes.
 El conocimiento extendido de las biografías sociales: intimidad e involucramiento permite a los
integrantes del grupo conocer las fortalezas y debilidades del resto.
 Membrecía involuntaria: familia, organización excluyente, relaciones de sangre responsabilidad de
los padres, sin tener fin.

Existen situaciones que refieren los autores mencionados anteriormente, que están asociadas a un
riesgo alto, estas son:

 Cronicidad del maltrato y lesiones graves en el niño. Los casos de abuso sexual se consideran,
por definición, de alto riesgo.
 Cercanía temporal del último incidente.
 Presencia de lesiones en zonas vitales del cuerpo u órganos sexuales.

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 Informes previos confirmados de maltrato/abandono.
 Acceso libre del abusador al niño e inexistencia de figuras adultas capaces de protegerlo.
 Edad inferior a 5 años y/o escasa visibilidad del niño por parte de agentes externos de la familia
(escuela, guardería, vecinos)
 Niños sin capacidad de defenderse, ya sea por su corta edad o por la presencia de hándicaps físicos
o psíquicos.
 Presencia de problemas severos de conducta que impiden al niño un funcionamiento mínimamente
adecuado en sus diferentes roles.
 Presencia de trastornos emocionales o retrasos intelectuales que impiden al niño un
funcionamiento mínimamente adecuado.
 Existencia de limitaciones físicas, intelectuales y emocionales que impiden al cuidador hacerse
cargo del niño, aun con ayuda complementaria, no esperándose mejoría en un futuro próximo.
 Cuidador adolescente sin apoyos positivos en su entorno.
 Desconocimiento por parte del cuidador del desarrollo evolutivo infantil, así como de las
necesidades de estimulación emocional y cognitiva del niño. Normativas inexistentes,
excesivamente rígidas o inconsistentes.
 Uso de la fuerza y la agresión física y verbal como método disciplinario y de castigo.
 Fuerte e incontrolable dependencia física y/o psicológica del cuidador
 hacia drogas/alcohol.
 En el cuidador, historia previa de agresiones de intensidad elevada hacia otros niños, el cónyuge
u otras personas.
 En el cuidador, historia personal de maltrato/abandono; carencia de modelos positivos de
vinculación en la infancia.
 Ausencia de indicadores de afecto en la interacción cuidador/niño. Percepción extremadamente
negativa del niño.
 Conflictos severos de pareja y manipulación del niño. Violencia conyugal: ausencia de
comunicación, existencia de un claro patrón de dominación‐sumisión en la pareja. Reiterada
inestabilidad en las relaciones de pareja.
 Identificación del padre/madre sustituto como el sujeto que ha infligido el maltrato.
 Condiciones evidentes de inseguridad y precariedad de la vivienda.
 Ausencia total de fuentes de apoyo y relaciones sociales positivas para la familia.
 Negativa total de los padres a cooperar con los servicios de protección infantil.

Además de estos, los autores mencionan que es necesario tener en cuenta como factores de riesgo:

 Necesidades especiales del niño/a maltratado (niños con discapacidades físicas o psíquicas, tienen
limitada su capacidad de autoprotección, pudiendo ser más vulnerables a nuevamente ser abusados).

 Reacciones y funcionamiento del padre no‐abusivo, y presencia de otros adultos en el entorno familiar
o extra familiar del niño‐a, que se encuentren en disposición de escucharlo, creerle, apoyarlo y
protegerlo (este factor puede aportar como minimizador del riesgo de recidiva).

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Por otra parte los Factores Protectores son aquellos que parecen modificar, mejorar o cambiar la
posibilidad de que el niño sea dañado en el futuro. Entre ellos:

 Características individuales: niño/a y familia (autoestima alta, buena salud, habilidades


interpersonales y/o cognitivas altas y capacidad para predecir situaciones peligrosas y evitar el
daño o protegerse).

 Características familiares: relaciones contenedoras entre sus integrantes, reglas y rutinas


coherentes y adecuadas, vínculo de apego fuerte entre el niño‐a y, al menos, una de las figuras
parentales, capacidad de solicitar ayuda.

 Redes sociales y comunitarias: familia extensa y amigos cercanos, participación del niño/a en
actividades y encuentros extracurriculares y posibilidad de acceder a servicios disponibles
dentro de la comunidad.

Plan de Intervención Individual

Ante todo lo ya referido, se requiere traspasar dicho diagnóstico y pronóstico al plan de intervención
individual (PII), que será nuestra guía en el proceso de intervención. Para tales efectos, el plan de
intervención será entendido como “un conjunto de disposiciones que se toman de cara a lograr o
alcanzar algo que se considera valedero en plazos determinados y en etapas definidas”.

Por ende, el PII es una pauta de trabajo que contiene los objetivos a intervenir con la familia y su
operacionalización en actividades concretas, en plazos claros y con responsables de cada una de ellas.
La idea entonces es que dicho plan sea re‐evaluado cada 6 meses, de manera de dilucidar si los
objetivos propuestos se han logrado o no y modificar no solo dichos objetivos, sino que las técnicas,
acciones u actividades planificadas en un inicio, por otras más acorde, según el tiempo de conocimiento
que se posee de ese grupo familiar.

Es esperable y necesario que tanto el diagnóstico como este plan diseñado sea devuelto a la familia con
la que se trabajará, de forma tal que esta conozca a cabalidad lo evaluado y se haga cargo de lo
diseñado a trabajar en conjunto con el profesional, por ello es tan importante esta sesión, donde además
dicho adulto o adultos, tengan la opción de opinar. Se espera que de ello, no solo quede registro, sino
además se levante un acta donde el adulto o adultos a cargo firme‐n dicho plan y se haga‐ n responsable
del trabajo a realizar.

El formato del plan varia de un lugar a otro pero, en la intervención especializada en abuso sexual, este
se representa de la siguiente forma:

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Intervención Sociofamiliar

Luego de haber generado el Plan de Trabajo, se debe iniciar el proceso de intervención socio familiar, el
que estará caracterizado por la homologación de las tres grandes áreas a intervenir en la
reparación/resignificación del abuso sexual infantil, definido por 3 pilares básicos de intervención en el
Trabajo Social: concientización, organización y movilización .

Para ello, entenderemos por concientización de acuerdo a Ander‐Egg como una expresión utilizada por
el Trabajo Social para indicar un proceso por el cual se busca elevar el nivel de conciencia de una persona,
de despertar conciencia acerca del valor y la dignidad de la persona humana, descubriendo la dimensión
de ésta y las repercusiones que derivan de sus acciones. Esto implica que la persona se sitúe como agente
activo de su inserción en la sociedad, encontrando el impulso para actuar transformadoramente.

La organización, como será comprendido como el autoreconocimiento de la persona de su propia historia


y de sus recursos, reconstruyendo sus tramas dañadas y estableciendo redes contendoras. Este proceso
de aprendizaje para Freire (1998) sólo lo hace quien se apropia de lo aprendido, transformándolo en
“aprehendido“, con lo que puede reinventarse y aplicarlo a situaciones existenciales concretas.
Según Kisnerman (1998) en esta etapa los adultos ya no son considerados como beneficiarios de un
programa sino como participantes del mismo.

Y como pilar final a trabajar está la movilización, que implica que desde el Trabajo Social se
desarrollarán estrategias con el objeto de que cada persona, en la medida de lo que es posible, sea
protagonista de todo lo que concierne a la resolución de sus propios problemas.

Al volcar estos conceptos al trabajo interventivo con las familias de niño/as victimas, entenderemos por
cada pilar lo siguiente:

 Concientización: reconocimiento de la familia de la grave vulneración de derechos, encarnada


en el abuso sexual hacia el niño, niña o adolescente, de manera que les permita “ver” el daño
que se le ha ocasionado a éste y al grupo familiar como un todo. Esrelevante en este aspecto
generar un vínculo de confianza con el o los adulto/s a cargo.

¿Cómo se logra?

 Realizando sesiones semanales con el adulto significativo.


 Recabando antecedentes en torno al grado de credibilidad inicial de la develación y durante el
proceso (esta puede sufrir variaciones), responsabilidad en el inicio, la mantención e
interrupción de la vulneración.
 Obteniendo información de la fase del ciclo familiar, recursos y habilidades sociales de la familia
y/o adulto significativo y el grado de reconocimiento de la herencia de patrones
multigeneracionales de violencia, en el adulto protector.
 Caracterizando socioeconómicamente a la familia, ambiente socio ambiental y cultural donde
está inserto el niño‐a y su grupo familiar.

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 Utilizando el diagnóstico social exhaustivo realizado, siendo trabajado los elementos allí
consignados en las sesiones familiares, realizando devolución de ello de manera permanente y
del proceso del niño‐a.
 Generando y estableciendo un vínculo sano con la familia, que les permite recobrar en algún
grado la confianza en otros adultos.

Técnicas útiles:

 Entrevistas en profundidad (una semanal, en el inicio del proceso)


 Genograma. 3 generaciones, siendo graficado por el adulto, en una sesión dedicada a ello,
exponiendo en el claramente las relaciones familiares.
 Visita domiciliaria. Serán realizadas con fines interventivos y/o evaluativos.
 Entrevistas semi‐estructuradas con otros adultos (significativos). Estos pueden ser parte de
la familia extensa, como asimismo, autoridades de establecimientos educacionales o
profesionales del área de la salud.
 Construcción de línea de vida (más que personal, familiar) con adulto a cargo. Cuya finalidad
es mostrarle gráficamente en ello, las posibles crisis y cambios a partir de la vulneración. Debe
ser en un inicio un trabajo bien directivo.
 Coordinación con la red y reuniones con agentes relevantes que conlleve correos
electrónicos, llamados telefónicos, entrevistas, revisión de documentos importantes,
solicitud de apoyo familiar.
 Reuniones de dupla. De manera que el trabajo tenga el sello psicosocial y esto permita que
las necesidades del niño siempre sean relevadas.
 Acciones judiciales, si se consideran pertinentes.
 Presentación del caso a equipo técnico, de evaluar la necesidad. Lo anterior, permite no solo
exponer nudos críticos sino además dar cuenta de avances relevantes.

 Organización: Internalización adecuada de la vivencia de abuso sexual desde el adulto


significativo, que le otorgue la posibilidad de generar cambios en las dinámicas que propiciaron
y mantuvieron dicha vulneración. Relevante: Traspasar seguridad y acompañamiento real en todo
momento.

¿Cómo se logra?

 Realizando sesiones semanales con el adulto significativo.


 Reflexionando en conjunto con adulto a cargo sobre: sentimientos relativos a la vulneración, al
daño originado, al adulto sindicado como agresor, a las repercusiones de la experiencia a nivel
familiar, dinámica familiar y el impacto de ello en la emocionalidad del niño‐a, entre otros.
 Facilitando la visibilizacion del niño‐a de manera permanente, en el hogar, en las redes primarias
y secundarias.
 Socioeducando al adulto significativo en relación a: habilidades interpersonales de
comunicación asertiva, de resolución no violenta de conflictos, estrategias de autocuidado,
desintauracion de la dinámica del secreto y la ley del silencio.
 Desarrollando/reforzando competencias parentales en el adulto a cargo.

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 Empoderando al adulto significativo en torno a sus derechos, los del niño/a víctima del abuso
sexual.

Técnicas útiles:

 Entrevistas en profundidad (según avances, en esta fase podrían realizarse cada15 días)
 Entrevistas semi‐estructuradas con otros adultos significativos, que faciliten la re‐organización
del sistema familiar, de preferencia con familia extensa.
 Uso de técnicas narrativas, que le permitan al adulto trabajar ciertos temas sin necesidad de
exponer‐se sino más bien, ir otorgando relatos por escrito de ciertos temas importantes difícil
de abordar como, los sentimientos presentes hacia el adulto‐agresor y/o, posibles vulneraciones
vividas.
 Coordinaciones y entrevistas con redes institucionales relevantes para el adecuado desarrollo
del caso, de manera de seguir apoyando la re‐organización y el seguimiento que requieren estas
complejas temáticas.
 Reuniones de dupla, de forma tal de mantener permanente a coordinación.
 Reuniones con abogado de ser necesario. Lo anterior, debido a que existen ciertos aspectos en
torno al delito que requieren de una intervención legal, como asimismo cuando se le otorga apoyo
a las familias en otras temáticas como: régimen de relación directa regular, protección, mediación,
entre otros.
 Exposición de caso en reunión técnica, solo de ser necesario.
 Intervenciones psicosociales sobre todo en temáticas relacionadas con dinámicas familiares
inadecuadas, competencias parentales, entre otros y intervenciones socio legales.

 Movilización: extrapolación de la vivencia abusiva, resignificando esta, lo que le permite al adulto a


cargo valorar sus potencialidades y las de otros en pro de des‐ instaurar la dinámica del secreto y la
ley del silencio, evidenciando cambios que sean sustentables en el tiempo tanto al interior del
grupo familiar como en las relaciones con su entorno social inmediato. Relevante: vinculación
progresiva de estos adultos con las redes primarias y secundarias.

¿Cómo se logra?

 Realizando sesiones cada 15 días o mensuales de haberlo evaluado factible, según avances.
 Socioeducando al adulto significativo en relación a la importancia de las redes primarias y
secundarias, redes judiciales, redes comunitarias. Esto dice relación no solo con que este adulto
las reconozcas y haga uso de ellas de manera funcional, sino que logre validarlas y utilizarlas
cuando requiera de ayuda.
 Empoderando al adulto significativo para que reconozca y desarrolle potencialidades, destrezas
y habilidades, visualizándose como sujeto de derechos que también posee deberes y
obligaciones
 Movilizando recursos comunitarios en beneficio del grupo familiar, no sólo de índole asistencialista
sino que comunitarios que permita tener visibles a la familia en general.
 Orientando y apoyando a este adulto en temáticas legales y/o sociales (derivaciones asistidas)

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 Realizando devoluciones permanentes y atingentes del proceso terapéutico del niño‐a y del
proceso judicial.

Técnicas útiles:

 Entrevistas semi‐estructuradas con adulto a cargo.


 Mapeo de redes.
 Cuadro de red personal.
 Círculo familiar.
 Coordinaciones y entrevistas con redes institucionales relevantes para el adecuado desarrollo
del caso. Acuerdos y protocolos de acuerdo.
 Reuniones de dupla permanente. Evaluación del proceso y estructuración del egreso.

Preguntas para la Reflexión

1. ¿A qué se le llama diagnostico socio‐ familiar en el abuso sexual infantil y cuáles son sus
principales componentes.

2. A que nos referimos cuando hablamos del pronóstico de un caso, como se construye éste y su
utilidad en casos de alta complejidad.

3. Comente los aspectos más relevantes de la intervención socio‐familiar, de acuerdo a los 3 pilares
del Trabajo Social.

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Referencias Bibliográficas

Ander‐Egg, E (2006): Concepto y Metodologías. Argentina.

Ander‐Egg, E (1995): Diccionario de Trabajo Social. LUMEN. Grupo Editorial. Buenos Aires‐México. 8°
reimpresión.

Arrabuarrena, M; De Paul, J. (1994): Maltrato a los Niños en la Familia. Madrid. España.

Aylwin, N y Solar, O. (2003): Trabajo Social Familiar. Ediciones Universidad Católica. Segunda Edición.
Santiago. Chile.

Barudy, J; Dantagnan, M. (2005): Los Buenos Tratos a la Infancia: Parentalidad, Apego y Resiliencia.
Editorial Gedisa. Madrid.

Barudy, J (1998): El Dolor Invisible de la Infancia: Una Lectura Eco sistémica del Maltrato Infantil. Paidós
Terapia Familiar. España.

Intebi I, Osnajansky O. (2006): Maltrato de Niños, Niñas y Adolescentes: Detección e Intervención.


ISPCAN. Familias del Nuevo Siglo. Argentina.

Kisnerman, N. (1998); Pensar el Trabajo Social: Una Introducción desde el Construccionismo. Editorial
Lumen, Argentina.

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