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LA NECESIDAD DE CONTAR CON EL OTRO.

Carlos Quiroga

Bariloche, 28 – 29 y 30 de abril de 2016.

Capitalismo e ideología científica

La esencia del estado y de la religión es para Carlos Marx el miedo de la


humanidad de destruirse a sí misma. Las crisis cíclicas del capitalismo
parecen afirmar la actualidad de las ideas marxistas, aunque deberíamos
interrogarnos en algunos puntos.

Sabemos que el capitalismo ha nacido con la ciencia como su garante. Su


desarrollo y el cambio de sus presentaciones han ido de la mano del avance
imparable del discurso de la ciencia. No debemos ubicarnos en una posición
reaccionaria respecto de los “adelantos científicos” sino interrogar algunos
de sus efectos letales y sobre todo la construcción de una ideología científica
que parece arrasar con la constitución de los lazos sociales. Hoy los
individuos cuentan cada vez menos con que establecer lazos sociales.

El avance de la ideología científica ha desmoronado a los ideales y con ellos


los articuladores esenciales de la creencia. La creencia en un sentido no
religioso sino en el sentido o la orientación de que creer es el acto humano
por excelencia.

El acto de creer. El primer asentimiento.

El instinto orienta al animal, el animal es lo que se puede decir un ser


conciente ideal. El instinto es un saber en la naturaleza que orienta al animal
al objeto y al comportamiento en su hábitat.
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No es el caso del humano para quien su primer objeto de satisfacción es una


alucinación. Vean a un niño chupeteando en el aire y comprenderán dos
cosas. Que el aparato psíquico del humano opera por interpretación y tiende
a la alucinación. Y que la alucinación no satisface. El llanto que irrumpe luego
de la alucinación lo testifica. Esto inicia una dialéctica entre el niño y la madre
que lleva a la construcción del yo. Según S.Freud, el primer acto psíquico. El
niño puede capturarse en el espejo, algo que antes no sucedía, no obstante
se vuelve a quien lo porta en brazos y recibe de ese adulto una sanción de
que el niño es el que aparece en la imagen. Es decir el primer asentimiento. O
digamos el primer acto de creencia. El niño, en el mejor de los casos, cree en
ese “otro” que lo porta aunque experimenta entre él y la imagen una
asimetría. En efecto, la unidad del espejo su coherencia su brillo no se
corresponde con la subjetividad del niño que siente su cuerpo fragmentado
en las distintas zonas erógenas (la boca, el ano, el olfato, el gusto, etc.) que
buscan en su deriva una satisfacción anárquica.

Este circuito, captura en el espejo, el otro que sostiene al bebé, su


asentimiento y la lucha a muerte con la imagen da cuenta del estado de
indefensión de la cría humana ante su propio goce pulsional que debe ser
contenido y organizado por otro. Si ese otro está loco, fuera de discurso, no
podrá ser soporte necesario. Es el caso del estallido de la psicosis en el
puerperio.

Nombremos a este auxilio función materna. Si a la madre el niño le hace


falta, si le hace una falta entonces será la madre la que le done al niño esa
falta en la que el niño podrá alojarse. Es decir en la que el niño podrá creer.
Decimos fácilmente que el niño se cree el falo de la madre. Pero nadie cree
en lo que el otro no cree. Es porque la madre se enamora de su hijo es
porque el niño cree en ser cualquier cosa para ella. Que las vicisitudes del
complejo de Edipo hagan que el niño resulte decepcionado de ser el falo para
la madre no hacen mella, sino todo lo contrario, refuerzan la posibilidad de
creer, ya que la creencia se desplaza. Sabemos que quienes no han podido
transitar ese tiempo con la madre, aquellos que no han podido ser
libidinizados y simbolizados por la madre, tienen serios problemas con la
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posibilidad de creer en el otro. Allí están los paranoicos y los melancólicos


para testimoniarlo.

Del semejante y el prójimo

S.Freud ha podido describir lo que él llama el Complejo del semejante. Es que


la persona que nos asiste en el comienzo de la vida es en un principio hostil.
Basta acercarse a la cuna de un recién nacido para comprobar de que no se
trata allí de un angelito. Veremos a un pequeño monstruo pelear contra
todas las hostilidades. Así entonces, la madre se constituye en principio en
ese campo de lo hostil. Digamos el campo del odio. En el comienzo no fue el
verbo sino el odio. La relación con la madre como vimos va calmando la fiera.
En verdad cuando vemos un niño tomar la teta no nos damos cuenta que la
teta se lo devora al niño. Como si lo fuera introduciendo en un baño. Ese
baño es el baño del lenguaje. Ahora bien esta operación no es completa. Así
como el talón de Aquiles algo queda por fuera de ese baño. Algo que
incomprensible e irreductible de ese otro. La identificación no es triunfo
absoluto. Queda un resto que llamamos El prójimo.

¿Que entender por el prójimo? Si bien etimológicamente el término


“prójimo” no presenta mayores dificultades, al definirse como el más
próximo, la noción es compleja. Una delgada línea separa, de mí más
cercano, lo más amado y lo más odiado. Él puede atraerme hasta la
fascinación, por su brillo o por su deformidad, puede ser mi refugio o mi
pesadilla.

Es por esta división, que el prójimo y lo abyecto son los dos polos de un
complejo mayor que S. Freud pudo llamar “complejo del semejante” Es
importante considerar que el prójimo es, por identificación, un
desprendimiento del semejante. Es el resto de esa operación de
identificación, es lo irreductible a ella. Algo de él queda fuera de esa
identificación para constituir esa inquietante presencia del goce. La violencia
suele ser el plano en que se intenta resolver lo inquietante del prójimo. En la
primera diferenciación del “adentro” y del “afuera” el yo se construye por la
expulsión de todo aquello que sea hostil, extraño al placer. Lo que es
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placentero es “yo” “lo otro” es “no yo” es decir que se formaría un primer
“huevo yoico de placer purificado”. Es decir que el juicio de atribución, el de
atribuirle una cualidad a un objeto o a parte de ese objeto es primera al juicio
de existencia. De este modo todo lo impuro, lo desagradable, lo que luego
será según las leyes de conformación del tiempo y el espacio, lo que no
guarda la buena forma constituyen el campo de lo “otro” es decir de lo
odiado. Así entonces la semejanza conformará ese “huevo” y lo diferente
quedará fuera de él. De ese modo la diferencia, la falta, la insatisfacción es
decir el deseo se estructurará en esos topos. Así entonces, yo le debo a mi
semejante no ser del todo semejante a mí, mi deseo se sostendrá justamente
de aquello que no me refleja.

El prójimo es una extrañeza familiar que amenaza ese sistema. No es el


semejante ni cualquiera de sus variaciones especulares es más bien quien
rompe el plano del espejo, lo impar, lo discontinuo, lo Hetero, las mujeres
también se ubican como lo que siembra el universo de discordia.

La dialéctica del don. Dar lo que no se tiene. Una falta en el origen

Así entonces es la creencia un acto humano que está en el origen de la


constitución del sujeto y que supone siempre una relación con otro. Digamos
que No hay creer sin el otro. También digamos que el creer es un don que
replica aquel don de la falta realizada por la madre. Ese don es una perdida
que organiza el tiempo, el lugar y los espacios. Ya veremos las diferencias
enunciadas en esta frase. Lo que sí es evidente que lo donado supone “lo
otro” (lugar y espacio) y supone también un retorno de lo dado, un contra
don que es después de todo una satisfacción no inmediata sino diferida. En
eso tenemos el tiempo. Agreguemos algo más. Si la madre asiste al grito del
niño es porque ese grito le evoca una falta anterior. El grito del orgasmo que
a su vez evoca los comienzos de su sexualidad.

Ella asiste a su hijo en tanto que esta anterioridad de la falta está constituida.
El don del Otro (la madre) entonces tiene un antecedente (pasado) que le
otorga un lugar al niño (presente) que quiere asegurar su existencia (futuro).
Esa existencia depende en donde el lenguaje se hace discurso. Es difícil la
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existencia fuera de discurso (la segregación manicomial da cuenta de esto). El


bororó que transgrede la ley del incesto es llevado fuera del círculo de la
tribu y muere aunque sea alimentado. Es así que la existencia se hace difícil
sin el otro que sostiene un campo de discurso en el cual vamos a habitar.

Saber y creer no se recubren. Ver, saber, creer.

G. Cantor le escribe a Dedekind participándolo de una originalísima


demostración de un teorema diciéndole que ha descubierto algo tan
inesperado, tan novedoso que no puede estar tranquilo hasta no saber qué
es lo que Dedekind opina. Hasta que él lo apruebe él solo puede decir: lo veo
pero no lo creo. Lo sabe pero además necesita creerlo y para ello necesita la
sanción de su amigo. Necesita que sea recibido por los matemáticos a
quienes Dedekind representa. Teme entonces quedar fuera de discurso como
un loco. Dedekind le responde que en efecto es exacto todo pero que no
conviene aún publicarlo porque el descubrimiento de Cantor afectaría
algunos artículos de fe aceptados por los matemáticos y provocaría rechazo.
No se trata de inexactitud sino de inoportunidad.

Articulación: Discurso y creencia. Estados del creer.

Este ejemplo es esclarecedor de la necesidad de discurso para todo ser


hablante. Cuando decimos discurso decimos lazo social. No hay manera de
estar en un discurso sin el otro sin una relación al otro que supone la
posibilidad de creer. Otro que le sostenga la diferencia. Otro no en función
de semejante sino de prójimo ¿No es acaso eso lo que da cuenta en su carta
a su amigo? Él sabe pero además necesita creerlo y para creerlo necesita del
asentimiento del otro. La respuesta de Dedekind da cuenta de algo más. De
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los estados por los que puede transitar la creencia respecto del saber. Esos
estados son al menos tres.

a) no lo sé no lo creo (escéptico)

b) no lo sé y lo creo (religioso)

c) lo sé pero no lo creo (fetichista)

El caso es que dinamizando estos estados una creencia puede devenir un


saber así como un saber ya obsoleto puede devenir una creencia sectaria,
etc.

El caso c) lo sé pero no lo creo es el punto más habitual en la práctica


analítica más allá de los casos de fetichismo. Saber algo queda demostrado
en la práctica del análisis no basta para que algo cambie, es decir, para que
algo sea aceptado. Muchos “mecanismos de defensa” mantienen esta lógica.
El aislamiento obsesivo, la disociación histérica dan cuenta entre muchos
otros esta esquicia entre el saber y el creer. Por ejemplo en la negación
S.Freud advierte que ese mecanismo levanta en parte la represión ya que es
aceptado el contenido ideacional mientras que el afecto, es decir lo más
importante de lo reprimido se mantiene oculto. En efecto si alguien sueña
que mantiene una relación de carácter incestuoso con una mujer y dice “Ud.
Dirá que se trata de mi madre pero no es mi madre” Está aceptando
implícitamente lo que proyecta sobre el otro a saber que en efecto se trata
de la madre ya que nada puede ser negado sin ser afirmado previamente. Ya
volveremos sobre estas “no creencias” e “increencias” y su valor en nuestra
práctica.

Por ahora digamos que el individuo post moderno no cuenta o digamos casi
no cuenta con que hacer lazo social. Esto es, por lo anteriormente dicho, que
lo que está afectado es la función de la creencia y por lo tanto la relación con
el otro que le permite a su vez estar en un discurso. Un otro que sostiene la
diferencia, la falta, el deseo. Es la función de este otro la que esta
interrogada hoy en el falso discurso del capitalista.
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Discurso capitalista. Discurso del Amo: diferencias en el Plus de gozar.

Vamos a ser enigmáticos para después desarrollar. Hoy es muy difícil


establecer un lazo social porque los objetos de goce (plus-de–gozar) no son
de circulación entre sujetos y por lo tanto no precisan de la creencia que es
una relación entre sujetos. Hoy reina el ver y oír en una relación de sujeto y
objeto. Como dice Colette Soler, “los plus-de-gozar modernos ya no están
atrapados en el vínculo social como sucedía, por ejemplo, para el discurso del
amo antiguo”.

Los plus-de-gozar modernos son los objetos de consumo que obligan a la


producción. Producimos para consumir. Consumimos para producir. En esta
lógica nacieron las especialidades. La especialidad que tenemos nos dice
cuanto valemos para el mercado de consumo y producción que finalmente
puede decirse “mercado de saberes”. Dime lo que sabes cómo especialidad,
lo que sabes especialmente y te diré lo que vales para el mercado. No
importa en lo que creas, a quién quieras, cuál es tu religión y tus amores.
Deja de lado tu ideología. Dime en que sos especialista y obtendrás un valor!
No te rindas! Un esfuerzo más para ser un ganador!!!!

Existe entonces una relación de dominación recíproca entre el sujeto y el


objeto. El sujeto cree mandar sobre los plus-de-gozar ya que su fabricación
depende de su saber producirlos pero ignora que desconoce que esos
mismos objetos lo consumen a él con la fantasía de que ellos, los plus-de-
gozar son su objeto de deseo.

La realización del deseo humano es alucinatoria, sobre eso la ciencia


articulada al capitalismo produce objeto en masa para el consumo. de esos
objeto y de los sujetos llamados consumidores.. Así la ideología científica
demuele Ideales y con ellos la función de la creencia en los otros, en los lazos
etc. Hay una promo infernal de no creer en nada... esa in- creencia recibe su
contrapartida: el fundamentalismo
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El malestar en la civilización que describiera S.Freud hoy está regido por esta
sobreabundancia de objeto que generan más y más “necesidades” que se
redoblan al infinito. Es el triunfo de la Técnica. La universalización del goce
que la Técnica ordena. Todas las culturas han sido alcanzadas por esto
poniendo en crisis los operadores lógicos de la creencia. Creer es lo que hace
un sujeto con los enunciados en los que dice creer. Creer pone en juego
entonces, la menor distancia entre el decir y el hacer. Creer es una práctica.
Decir que creo en algo es decir voy a hacer algo. Si decir y creer se disocian
entonces la creencia cae. Juntar el decir y el hacer mantiene la creencia en
que “Hay del otro que puede responder”

La falta de gozar. La sed del hombre posmoderno.

Hay un imperativo articulado a tener y usufructuar de los objetos prescriptos


por la época. Este imperativo hace que cada individuo le venda el alma al
diablo es decir su diferencia con tal de gozar sin saber que cuanto más acepta
ese imperativo más alimenta la falta-de-gozar. Por ejemplo tenemos la
obsolescencia del objeto. ¿Quién puede dudar que los celulares duran dos
años, ya sea porque están fabricados con fecha de vencimiento o ya sea que
quedan obsoletos? No ha existido sobre la tierra nadie más sediento que el
hombre post-moderno. A más producción más impotencia. Es decir cuanto
más modernas y eficaces son las plus-de-gozar más sed provocan. Es como
quitarse la sed con el agua del mar. El sujeto ha abandonado su deseo en
post de esos objetos que lo ponen a la moda, ha dejado caer en fin sus
creencias a fin de pertenecer a esa masa de consumo. Es el judío
cocainómano que esta con Hitler en el baño de un bar y si esta la bolsa de
por medio le dice al monstruo “Adolfo, con vos todo bien”.

Es decir que la trama de creencias que era el modo en que se conformaban


las sociedades hasta hoy está siendo jaqueada por esta lógica de consumir
para producir y producir para consumir. La relación sujeto a sujeto que
impone la creencia ha sido desplazada por la relación sujeto objeto que
impone el saber.
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Decir y creer. Lo que no hace masa.

Es que en verdad, decir deseo y decir creer es igual. No hay creer sin otro al
igual que el deseo. El deseo es insatisfecho e imposible, la creencia también
ni que hablar del componente libidinal de la creencia que solo se sostiene a
nivel de los afectos y del cuerpo. Cuando uno cree lo hace sin certeza, le
otorga al otro un crédito sin garantía alguna. Creer en el inconciente
entonces es creer en un saber que no puede ser masificado. Un saber
inconciente que no hace mercado.

En su texto sobre la psicología de las masas S. Freud afirmaba que solo dos
cosas se diferenciaban de la masa, el síntoma y el amor por una mujer. Amor
que diferenciaba bien del enamoramiento y la hipnosis que resultan dos
afectos esenciales a la masa.

Es por eso que un análisis no comienza hasta que el sujeto no crea en su


síntoma. Que crea al igual que con la mujer, en que el síntoma tiene algo
para decir. El creer que el síntoma tiene algo para decir es la vía regia al saber
inconciente que resulta un saber que no hace masa de consumo y no se
presta a ser industrializado.

Líderes que no colectivizan.

Salvo algunas excepciones latinoamericanas que han replicado en Europa y


han hecho virar la mirada del imperio hacia su “patio trasero”, los líderes
políticos y empresariales están desamarrados de las multitudes. Hoy se trata
de un líder que no colectiviza y convence en tanto y en cuanto le sostenga el
sueño al consumidor que podrá seguir consumiendo sin importarle nunca
más nada. El resultado es un sujeto que ha perdido su identidad de
ciudadano para convertirse en un consumidor. Los derechos del consumidor
dicen que tiene derecho a ser fagocitado por los objetos de consumo. Que su
lugar en el mundo se reduce a aquello que le permite ganarse la vida. Y si
resulta que no ha podido “hacer una especialidad” le queda para existir hacer
alguna hazaña de montaña de mar y si es en un reality mejor.
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El Uno Solo. El Discurso Capitalista o falso discurso.

Estos consumidores son consumidores de los programas de chimentos


cuando no son consumidores de biografías. Es decir de sujetos que parece
que desean o han deseado algo es decir que han creído en algo. Sujetos que
han pasado por la vida dejando una huella. En esta línea también los lazos se
han debilitado o roto. Uno, quizás como el buey, solo bien se lame. Es por
qué el perro se lame, ya sabemos, porque puede. Así entonces, el otro
desaparece de la escena como necesario. La política para los “Unos solos” es
innecesaria o corrupta. También la familia no es necesaria para la
reproducción. Un "Uno solo" quiere tener un niño (un hijo es otra cosa) y
busca de “onda” entre sus amistades heteros u homosexuales quienes son de
la partida. O pagan un dinero etc., etc.

Este "Uno solo" no se reduce al antiguo “individualismo pequeño burgués”


de los años 60 – 70. Este "Uno solo" es efecto de lo que J.Lacan llamo
Discurso Capitalista. Veamos.

Así como S. Freud hablaba de civilización, J. Lacan habla de discurso o lazo


social o vínculo social. Esto ya orienta a pensar que el psicoanálisis no es
apolítico. No se reduce a la experiencia de la consulta sino que extiende su
mirada y su lectura hacia lo colectivo.

Discurso Capitalista es una expresión de J. Lacan de 1970. Si por discurso


decimos lazo social cada uno de los discursos son modalidades de lazo social.
Es decir un tipo de vínculo social.

El vínculo social está establecido por una realidad discursiva. La realidad en la


que circulan cuerpos bienes y símbolos estructurados como un lenguaje.

Ahora bien, vimos que el Discurso Capitalista deshace los vínculos sociales
generando el "Uno solo". ¿Por qué entonces llamar discurso a lo que deshace
los vínculos sociales? Parece al menos contradictorio. Es más, podríamos
decir que el Discurso Capitalista deshace las clases sociales o al menos la
famosa “conciencia de clase” que explica como sectores pobres pueden votar
a sus verdugos.
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El capitalismo proviene de la ciencia. Cuando la ciencia comenzó a incidir en


el tiempo socialmente necesario para fabricar una mercancía en
contraposición a la artesanía, todo explotó. En el sentido en el que se deshizo
el Antiguo régimen y en el sentido de la explotación capitalista. A partir de
allí, la ciencia es garante del capitalismo y la causa de sus distintas
presentaciones. No es que cambia la forma de explotación capitalista
entonces progresa la ciencia sino que progresa la ciencia y cambia la forma
de explotación capitalista.

La revolución bolchevique no modificó lo esencial del capitalismo. A saber la


plusvalía. Nunca existió en el mundo moderno otra cosa que capitalismo.
Capitalismo de Mercado o capitalismo de Estado. La presencia y función del
dinero da cuenta de la extracción de la plusvalía y no importa en esto quién
la realiza.

La plusvalía para todos.

¿Qué es la plusvalía? Cuando C. Marx escribió sobre el fetichismo de la


plusvalía lo hizo para desmitificar una pregunta totalmente aparentemente
inocente ¿Qué es lo que fija el valor de una mercancía? C. Marx afirmo que el
valor de una mercancía se basa en el tiempo socialmente necesario para
producirla. Es decir, le enseñó al burgués que su ganancia no provenía de la
materia prima ni de sus máquinas sino más bien del trabajo no pago a los
trabajadores. Ese tiempo utilizado y no pago es entonces la plusvalía.

El burgués enterado de esto desarrolló todo en esa dirección. Al contrario del


Cristo en la cruz que dijo “no saben lo que hacen” el burgués afirma “lo sé y
lo seguiré haciendo”. Al mismo tiempo C. Marx informa al proletario que se le
está sustrayendo algo. Su trabajo es una mercancía por la que no se paga lo
que se debe pagar.

Es decir que por primera vez en la historia de la humanidad. Amo y esclavo


tienen el mismo objeto de deseo. Ese objeto, la plusvalía, será la piedra de
toque de lo que se ha llamado la lucha de clases. El Discurso Capitalista le
debe a C. Marx el sostén de su coherencia teórica para su perfeccionamiento.
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Para el capitalista y para el proletario la misma causa del deseo (la plusvalía)
entonces la plusvalía es la causa de toda una economía basada en el
consumo y la producción. Se podrá diferenciar con cierto tino la diferencia
para los países no centrales los efectos de esta lógica centrada en la
construcción de un mercado interno y la redistribución de la plusvalía a
diferencia de la orientación exportadora que precisa de alta tasa de
desocupación. Pero a los efectos de lo que aquí queremos desarrollar el
efecto de la economía basada en consumir para producir y producir para
consumir en la que se sustenta el plus-de-gozar que engendra la falta-de-
goce, genera un nuevo prototipo de sujeto en una relación pervertida en lo
que supone su partenaire. Lo adelantamos, el partenaire hoy del sujeto en la
sociedad de consumo es un objeto y no otro sujeto. “Sed de la falta de gozar
decía J.Lacan”

Relación sujeto - objeto: el lazo actual.

Un círculo cerrado, un continuo infernal marca la relación entre el sujeto y el


objeto. El sujeto con el saber produce objetos y manda sobre ellos pero a la
vez los objetos producidos ejercen sobre el sujeto el imperativo de ser
consumidos en 3 6 18 cuotas o más. El sujeto esta instrumentado por los
objetos que cree instrumentar.

En términos del psicoanálisis, el Discurso Capitalista realiza la fórmula del


fantasma. El sujeto en su relación directa con un objeto a que dejará sin duda
lo que todo fantasma realiza la falta de goce y su relanzamiento infernal.?
Entonces el Discurso Capitalista no es una variante del Discurso del Amo
sino, por el hecho de que no hace lazo entre los humanos, es un falso
discurso. Es decir que, si todo discurso funda un lazo social o vínculos
sociales, el Discurso Capitalista que no funda ese lazo o vínculo no resulta un
verdadero discurso.

En el imperio de este discurso hay solo “ganadores” y “perdedores” Winners


y Losers. Algunos pretenden que haya desaparecido la lucha de clases ya que
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la masa no está conformada como lo estaba la masa clásica. Entonces utilizan


el eufemismo “puja distributiva”. No obstante en Latinoamérica parecen
haber surgido ciertos movimientos de masas que se han replicado en Europa,
fundamentalmente en España y en Grecia. Estos “movimientos” parecen
reestablecer ciertas comunidades de intereses, ideales, lazos de solidaridad y
respeto. Respeto etimológicamente quiere decir “mirar atrás” no solamente
es recobrar una distancia sino y fundamentalmente es mirar hacia la
antecedencia. Es preguntarse de donde vienen las cosas.

Los discursos que arrecian hoy tal como lo han hecho los Obama en su visita
a la Argentina es la desestimación de esas comunidades de interés, sus luchas
y su solidaridad. La primera dama yanqui resalto los valores de la calidad
ascendente que permite el capitalismo siempre centrado en el esfuerzo y los
talentos personales.

Discurso capitalista. Pobreza del lazo social.

En 1972, J.Lacan advertía sobre este poder de lo que bautizo como Discurso
Capitalista en deshacer los vínculos sociales y con ellos la solidaridad para
promover ese aislamiento del sujeto enfrentado con su objeto.

Los descubrimientos de J. Lacan denuncian como el primer mal del


capitalismo, la precariedad de los lazos en general. La precariedad de los
vínculos laborales, familiares, de pareja, de la amistad, etc. Esta precariedad
es efecto de un rechazo (forclusión) de la castración por la que puede entrar
en juego el otro y con él las cosas del amor. Sin el otro no hay acto de creer,
ya que el creer se sostiene en esa relación con el otro que funda el tiempo y
el espacio. El intento de restitución del acto de creer es el retorno de
milenarias creencias, técnicas modernas de respiración, budismo de plástico,
retiros espirituales y ministerios de la felicidad. Curiosamente las religiones
“oficiales” se encuentran en retroceso.

No sin el otro. Deseo y creencia.

La vida resulta insoportable sin un deseo al que podemos llamar proyecto u


orientación. Ahora bien ¿cómo podemos sostener un deseo sin el otro y
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como podría haber otro sin la apuesta de que ese otro este allí para
responder? Otro que no es meramente un semejante. Otro que justamente
por presentar una porción incomprensible es sostén de “lo otro” del campo
creado por fuera del “huevo autoerótico del yo primario” Sostén de un
campo en el que se sostiene la diferencia, la falta, el deseo.

Digamos entonces. A más producción de objetos (gadget) más sed, ya que


estos objetos no pueden saciar las aspiraciones humanas, lejos de eso
acrecientan la falta de goce. Se ve en la publicidad del Banco Galicia. El
obsesivo quiere lo imposible a saber: satisfacer a la histérica cuyo deseo está
marcado por la insatisfacción. Le ofrece todo tipo de objetos y ella dice “no”,
es decir que no le hace falta nada. Y de pronto ve un sacón expuesto en una
vitrina y eso, ese objeto fetichizado en la vitrina, ese sacón de piel artificial al
que no puede acceder, ese es el objeto al que aspira.

Ese ejemplo es el mejor para dar cuenta de cómo el capitalismo rechaza las
cosas del amor tal cual lo estableció J. Lacan en 1972. El obsesivo en la
publicidad quiere satisfacer a la histérica con lo que le sobra, es decir todo
aquello que puede comprar y ella, la histérica; se precipita sobre ese objeto
que está en la vitrina. Un objeto al que adora desde afuera de la vitrina, un
objeto que no puede alcanzar. Fundamentalmente, no se trata de algo que
alguien otro pueda donarle.

El amor exige que pongamos nuestra falta al servicio del otro. Eso es un don.
“El amor es amar con lo que no se tiene” Si el otro no me hace falta. Si el otro
es solo objeto erótico y listo no podemos nombrar a eso amor.

La consecuencia directa del rechazo de “las cosas del amor” podríamos decir
de “las cosas del creer en el otro” es la violencia desatada. Desatada porque
no está ordenada por un discurso. La produce el discurso pero no la ordena
en forma institucional ajustada a derecho. En esta situación la difusión
obscena que los medios de comunicación hacen parece que pone de moda
ciertos crímenes. En la sociedad del espectáculo el criminal logra sus 15
minutos de fama y sale con eso del anonimato mortificante.
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Para seguir….

Segregación y civilización del goce. Diferencia con la discriminación.

Pero la mayor violencia que sufrimos hoy es la violencia de la segregación


que genera la globalización del capitalismo. Esta globalización no sería
posible sin los desarrollos de la ciencia al servicio de la comunicación. Esta
globalización tiende a una universalidad para el goce. Una homogeneidad
para los modos de gozar en la civilización. La civilización regula el goce. Es lo
que planteábamos en un comienzo acerca de que para C. Marx las
instituciones se realizan a fin de acotar la autodestrucción. Para S. Freud, esa
autodestrucción la llamo pulsión de muerte.

Debemos diferenciar bien la discriminación de la segregación. Sociedades


antiguas jerarquizadas, divididas en castas por ejemplo super discriminan
pero no construyen territorios que excluyen a unos y a otros. Hoy se trata del
Mercado. Es el Mercado el que rige y gestiona los asuntos de la economía. No
hay valores allí más allá del de la propiedad privada. La segregación es
territorial ya sea que excluye a algunos o que incluye a otros excluyéndose
del contacto con otros. Los country club, los territorios privados que incluyen
lagos naturales son modos de segregación elegida. La masa al ser
homogénea, es decir, las mismas casas los mismos autos, los mismos
celulares, las mismas redes modifican la composición de la masa. Existen los
que están dentro del sistema y los que no están estos no son discriminados
sino segregados. El proletariado es hoy una clase de privilegio respecto de
aquellos que no están en el sistema. Siempre el capitalismo tuvo su ejército
de desocupados como ejército de reserva. Hoy los efectos de segregación se
extienden mucho más allá de ese concepto. Hoy no se segrega por nada más
que las razones que da el mercado. El sistema acumula cada vez más en unas
pocas manos la inmensa riqueza del planeta. Esto no se da por avaricia sino
por la competencia caníbal entre los poderosos mismos.
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Mary Douglas, una antropóloga británica especializada en el análisis del


simbolismo y los textos bíblicos, en su ya clásico libro “Pureza y peligro”,
trató de mostrar, que los ritos de pureza y de impureza que crean la unidad
en la experiencia, son contribuciones positivas a la explicación de la religión.
Esta nueva visión rompe la que en el siglo XIX se consideraba acerca de que
las religiones primitivas estaban inspiradas en el temor y se encontraban
confundidas con la contaminación y la higiene. La suciedad consiste
esencialmente en desorden y no la evitamos por temor religioso ni por temor
a la enfermedad. No hay un universal sobre la suciedad así como tampoco
existe tal universal sobre el asco y otros afectos. Lo sucio en cierto lazo social
es deleite en otro, así como lo asqueroso de un objeto en determinada
situación es causa del deseo en otro.

Es en un discurso determinado donde un resto conserva un poder que


genera una reacción de rechazo, de repudio. De ese repudio surge la
búsqueda de la pureza. Pero ocurre que esa “pureza creativa” de convertir el
desecho en algo duro e inerte suele transformarse en que nuestra misma
existencia se convierta en una forma petrificada e inmutable. Es allí donde, la
pureza es enemiga del cambio, de la ambigüedad y del compromiso. La
pureza rechazará la ambigüedad misma que el prójimo siempre me impone,
lejos de comprometerme con él, lo traicionare vilmente cada vez que el amo
de turno lo solicite, entonces, el cambio jamás se producirá. La esterilidad y
la muerte serán el destino de cualquier grupo “puro” en la raza, en la religión
o en el dogma.

El juego sobre la forma y lo informe es aún mucho más claro en los ritos de la
sociedad. Cuando se ataca a la comunidad desde fuera, el peligro externo
fomenta la solidaridad de los que están dentro. Cuando se ataca desde
dentro por obra de individuos díscolos y disolutos, se puede castigar a estos y
volver a consolidar públicamente la estructura. Pero es posible que la
estructura se destruya a sí misma. ¿Es que acaso, todos los sistemas sociales
se funden en la contradicción y, en cierto sentido, se encuentran en estado
de guerra consigo mismos? La teoría de la entropía puede ayudar en esto de
por qué perecen los sistemas cerrados
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El peligro nunca es externo, siempre es interno. La inercia que sostiene el


lazo, muestra allí su rostro feroz de la pulsión de muerte. Existen dos formas
distintas de suprimir una contaminación: una es los ritos de la selección de la
víctima como chivo expiatorio, la otra los ritos de reconciliación. Los ritos de
reconciliación que representan, el entierro de la falta cometida, tienen el
efecto creador de todos los ritos. Pueden ayudar a borrar la memoria de la
falta y alentar el desarrollo de los sentimientos justos.

La sociedad en su totalidad saldría ganando si se pudieran reducir las ofensas


morales a la condición de ofensas de contaminación que pueden lavarse
instantáneamente gracias al rito. El entierro de la falta cometida por la gracia
del rito de reconciliación parece detener la repetición infernal de: cadáver
insepulto, venganza y muerte de los jóvenes. Alguna vez, los desaparecidos,
otras los asesinados por el gatillo fácil, los chicos de la guerra, los
linchamientos, éxtasis para ratas en fiestas electrónicas. Siempre jóvenes,
víctimas ya no propiciatorias en el espacio ritual sino víctimas a campo
traviesa, de todos contra todos, de pobres contra pobres.

Las causas de la saña y de la crudeza de los asesinatos hoy no deberíamos


buscarlas solo en la iniquidad y pobreza, o en el alcoholismo o el uso
extendido de las drogas sino en la caída de los ideales que sostienen los lazos
sociales. La fuerza de esos ideales, promueven una corriente tierna que
puede dar paso a la piedad. La piedad es un afecto que sobreviene al duelo,
así como la prudencia y el entusiasmo por la vida. Esto define al poco de
progreso que podemos esperar. Porque, si la estructura es criminal, lo que
define es la ética.

En esta línea los analistas podemos tomar como nuestra la propuesta que
S.Freud, realiza al final de su carta a Roman Rolland, sobre su experiencia en
la Acrópolis. Allí S.Freud, propone la piedad como un afecto necesario para
detener, la horrorosa inercia del pasado
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El mandamiento de amar a mi prójimo como a mí mismo, escandalizaba a S.


Freud, porque del otro no esperaba más que la extrema crueldad. J.Lacan, da
un paso más al afirmar que, esa crueldad también es la propia. Con esa
crueldad quizás se pueda hacer algo. Si la estructura es criminal, lo que
define es la ética. Sabemos que no hay ética sin estética pero ese es otro
desarrollo.

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