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Audiencia Provincial
de Cádiz (Sección 8ª) Sentencia num. 76/2003 de 20 marzo
ARP\2003\848
Jurisdicción: Penal
Recurso de Apelación 18/2003
Ponente: IIlma. Sra. Lourdes Marín Fernández
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO
El Iltmo Sr. Magistrado Juez de lo Penal del JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA E
INSTRUCCIÓN NÚMERO 1 DE JEREZ DE LA FRONTERA, dictó sentencia el día 11 de
noviembre de 2002 en la causa de referencia, cuyo Fallo literalmente dice, «Que debo
condenar y condeno a Jesús Carlos, como autor de un delito contra los derechos de los
trabajadores y un delito de imprudencia productora de lesiones, sin circunstancias
modificativas de responsabilidad criminal, a las penas de seis meses de prisión y seis
meses de multa, por delito contra los derechos de los trabajadores, fijando como cuota
diaria la de 12 euros, con responsabilidad subsidiaria de 3 meses de prisión en caso de
insolvencia y como autor de un delito de imprudencia la pena de seis meses de prisión y
deberá indemnizar con responsabilidad directa y solidaria de la empresa Ameconst, SL. a
Serafín en 65.973,97 euros, más los intereses legales desde la fecha del accidente hasta
que su pago se efectúe.
Las penas privativas de libertad llevaran consigo la inhabilitación especial para el
derecho de sufragio pasivo durante la condena.
El condenado abonará el pago de las costas procesales, incluidas las causadas por la
acusación particular.
Y debo absolver y absuelvo a Marcos, a Federico y a Isabel del delito contra los
derechos de los trabajadores y del delito de imprudencia grave que se les imputaban.
Y debo absolver y absuelvo a la Compañía MUSAAT Mutua de Seguros de la
responsabilidad civil».
SEGUNDO
Contra dicha resolución se interpuso en tiempo y forma recurso de apelación, por la
representación de Jesús Carlos y Serafín y admitido el recurso y conferidos los
preceptivos traslados, se elevaron los autos a esta Audiencia. Formado el rollo, se señaló
el día de la fecha para la votación y fallo, quedando visto para sentencia.
TERCERO
En la tramitación de este recurso se han observado las formalidades legales.
Ha sido Ponente la Iltma. Sra. Magistrada Dª LOURDES MARÍN FERNÁNDEZ, quien
expresa el parecer del Tribunal.
HECHOS PROBADOS
Se acepta la declaración de hechos probados de la Sentencia apelada, que se dan por
reproducidos como parte de la presente resolución en aras de economía procesal.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO
Que se interpone recurso de apelación por la representación de Don Jesús Carlos por
los siguientes motivos:
1° Infracción del principio de legalidad: Infracción del principio «no bis in idem»,
2º infracción de Ley por indebida aplicación del art. 316 del CP ( RCL 1995, 3170 y RCL
1996, 777) ,
3° Infracción de Ley por aplicación indebida del art. 152.1.3 del CP.
4º Por responsabilidad civil y por las costas de la acusación particular.
Que por la representación de Don Serafín se interpone recurso por:
1º Disconformidad con los hechos probados,
2º Infracción procesal: violación de los arts. 11.3 de la LOPJ ( RCL 1985, 1578, 2635) en
relación con el 790 y 7910 de la LECrim ( LEG 1882, 16) ,
3º Inaplicación del art. 311.1 del CP,
4º Inaplicación del art. 316 en relación con el 318 del CP,
5º Inaplicación del art. 152.1.3 del CP e inaplicación del art. 621 del CP y,
6º Error en la apreciación de la prueba, cuantía indemnizatoria y costas.
El Ministerio Fiscal y las partes apeladas se oponen a los recursos y solicitan la
confirmación de la sentencia.
SEGUNDO
Que en primer lugar por la representación del Sr. Jesús Carlos se alega infracción del
principio «NON BIS IN IDEM», pues entiende que al haber sido objeto de sanción
administrativa los hechos juzgados, no procede volver a sancionarlos en la esfera penal.
La Jurisprudencia del Tribunal Constitucional desde la SS 2/1981 ( RTC 1981, 2) como
recuerda la mucho más reciente 177/99 ( RTC 1999, 177) ha venido considerando el «non
bis in idem» como parte integrante del derecho fundamental al principio de legalidad en
materia penal y sancionadora sancionado en el artículo 25.1 CE ( RCL 1978, 2836) que
proscribe la duplicidad de sanciones, administrativa y penal, en los casos en que se
supuesto que en esta resolución y como pretende la otra parte apelante resultara
condenada la misma persona, pues entonces sí cabria aplicar el principio por identidad
de sujeto y pese a que reviste connotaciones distintas por responder a criterios
diferentes ambas sanciones, lo que en todo caso debería oponerse ante la jurisdicción
contenciosa al no haber aún sanción firme y estar pendiente de enjuiciamiento. El motivo
debe ser desestimado.
TERCERO
Que en segundo lugar se alega aplicación indebida del art 316 del CP ( RCL 1995, 3170
y RCL 1996, 777) , pues se imputa al acusado haber omitido totalmente las medidas de
seguridad legalmente exigibles, así como tener conciencia plena del peligro intrínseco
que tal omisión suponía, cuando de las pruebas testificales así como del informe de la
Inspectora de Trabajo lo que queda acreditado es que las medidas existían y si en todo
caso se considerase que eran insuficientes lo que procedería era aplicar el tipo culposo lo
que no ha sido objeto de acusación, ni ha quedado probado, debiéndose aplicar el
principio de intervención mínima del derecho Penal al quedar probado que existían. El
precepto contenido en el artículo 316 del Código Penal ha sido definido por la doctrina
científica como un ilícito penal de naturaleza especial y de los denominados de riesgo
concreto, generalmente de estructura omisiva. Delito especial porque en el mismo
aparece restringido el círculo de posibles sujetos activos de la infracción criminal, al
referirse el precepto a los que estén «legalmente obligados» a facilitar los medios
necesarios para que los trabajadores desempeñen su actividad con las medidas de
seguridad e higiene adecuadas. Nos encontramos también, por lo tanto, ante la exégesis
de una norma penal en blanco, técnica ésta legislativa que aunque contestada desde
diversos sectores doctrinales, ha sido reiteradamente aceptada por el Tribunal
Constitucional con tal de que, como sucede en este caso, la remisión en el tipo penal a la
norma de complemento resulte expresa, aparezcan definidos en el tipo penal el núcleo
de la conducta típica y la pena, y la remisión a la norma extrapenal resulte justificada en
atención al bien jurídico protegido.
En este sentido, ha señalado la doctrina científica que el sujeto obligado a facilitar
dichos medios es el empresario, en aplicación de lo establecido en el artículo 14.1 de la
ley 31/1995 ( RCL 1995, 3053) de prevención de riesgos laborales (en adelante, LPRL).
Ahora bien, de conformidad con lo prevenido en el artículo 318 del propio Código Penal,
aplicable a todos los preceptos contenidos en el Título XV del Libro II, cuando los hechos
previstos en los artículos anteriores se atribuyan a personas jurídicas (en este caso el
empresario resulta ser la Sociedad cooperativa Limitada del Campo, «Cooperativa M.»),
se impondrá la pena correspondiente a los administradores o encargados del servicio,
que hayan sido responsables de los mismos y a quienes, conociéndolos y pudiendo
remediarlo, no hubieren adoptado medidas para ello.
A este respecto, conviene recordar que el propio Tribunal Supremo se ha encargado de
señalar que en el mundo laboral todos los que ostentan mando o dirección técnicos o de
ejecución y tanto se trate de mandos superiores como subalternos, están
inexcusablemente obligados a cumplir cuantas prevenciones establece la legislación de
trabajo para evitar accidentes laborales y para preservar y tutelar la vida, la seguridad y
la integridad de los trabajadores ( STS de 10/05/80 [ RJ 1980, 1906] ), tanto si ejercen
CUARTO
Que en tercer lugar se alega infracción por aplicación indebida del art. 152.1.3 del CP
( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) ya que se entiende que no concurren los requisitos
para apreciar un delito de imprudencia, atendiendo a la fundamentación de la sentencia
y existencia o no de imprudencia grave según los hechos probados y los fundamentos
jurídicos; los sujetos activos de la conducta y la calificación de la imprudencia.
Respecto al primer extremo, la parte apelante se basa en que a su entender ni en los
hechos probados, ni en la fundamentación se motiva que exista una conducta de
imprudencia grave, por el contrario se afirma que existían andamios y que no existe
relación de causalidad entre las lesiones y la omisión por lo que no concurren los
requisitos para entender que la conducta es imprudente y si se considera que la no
relación de causalidad es un error informático, que no se ha corregido, existiendo
medidas de seguridad no se motiva porque no se trata de imprudencia leve y no grave
por tanto constitutiva de falta.
Que la parte apelante con tales alegaciones lleva a cabo una interpretación subjetiva
del concepto de imprudencia a fin de procurarse su legítimo interés en que la conducta
no se considere imprudente o al menos no sea una imprudencia grave, apoyándose para
ello por una parte en la existencia de medidas de seguridad, sin tener en cuenta que no
se excluye la consideración de que una conducta es imprudente por la existencia de unas
medidas si las mismas no se han utilizado para el fin necesario, es decir no basta con la
existencia física de los andamios, sino que lo que se requiere es que los mismos se
utilicen en previsión del riesgo que supone la actividad desarrollada, al ser previsible que
se pueda producir un resultado dañoso y ser por tanto necesario y exigible que se
adopten las medidas de seguridad necesarias para proteger la seguridad de los
trabajadores que realizan tal actividad peligrosa, al constar del informe de la inspectora
de trabajo que con un andamio bien construido y cerrado, hubiera habido medida de
seguridad suficiente, se ha de considerar a sensu contrario que la inexistencia de un
andamio en el lugar requerido supone la omisión de las cautelas que le eran exigibles al
encargado de la obra, constituyendo tal conducta que no sólo consiste en dicha omisión
sino también en dar las órdenes para realizar la misma, a sabiendas de que no se han
establecido las medidas de seguridad necesarias, ha de ser calificada de imprudencia
grave, pues no se trata de que adoptando las medidas las mismas se encontraran
además por el accidente acontecido debía tener mayor memoria para saber si fue el
encargado, tampoco queda muy claro dónde debe mirar si fue el encargado, resultando
por otra parte que coincide lo declarado por Juan quien señala que sólo ha estado de
encargado en dicha obra ocasionalmente y que no era el encargado de la seguridad.
Que por otra parte y pese a reconocer el parentesco con el acusado pues es su primo,
reconoce en el acto del juicio que tanto él, como Federico, quien también ejercía
funciones de capataz y a quien sustituyó de forma ocasional, como se ha dicho, eran
supervisados por el acusado, quien a su vez como queda acreditado es el esposo de la
propietaria de la empresa, quien señala que no intervino en la obra, de donde se ha de
deducir como correctamente señala el juzgador tras apreciar las pruebas bajo el principio
de inmediación del que este Tribunal carece, que realmente era el acusado quien ejerza
la función de empresario, era quien daba las órdenes oportunas sobre cómo se debía
trabajar y en suma era el encargado de controlar las medidas de seguridad, por lo que en
esa condición era el responsable de que se adoptaran las mismas y en consecuencia, fue
quien omitió la diligencia que le era exigible a fin de que procurara que la obra se
realizara cumpliendo con las mismas, dicha conducta omisiva es lo que determina se le
impute el delito de imprudencia en cuanto que no sólo puso en peligro concreto la
seguridad de los trabajadores, sino que ocasionó un resultado lesivo que era previsible y
evitable de haber actuado con la debida diligencia.
Que por último la parte apelante insiste en que al menos la imprudencia debe
considerarse leve y ser por tanto constitutiva de una falta, a tal motivación ya ha sido
contestado con anterioridad por lo que resulta innecesario abundar en el tema, pues
como se ha señalado, es la entidad y gravedad de la conducta al omitir no de forma
deficiente sino en su totalidad la medida de seguridad, lo que determina que la
imprudencia se califique de grave y no sólo leve.
QUINTO
Que por la representación de Serafín se interpone recurso, en primer lugar respecto a
los hechos declarados probados, al considerar que deben incluirse los señalados en su
escrito, siendo tal motivo una mera opinión subjetiva, pues de los propios argumentos
utilizados no se aprecia la necesidad e importancia de que se incluyan en los hechos
probados lo relativo al proyecto básico, pues ello no supone modificación ni afecta a los
hechos que han servido de base para fundamentar la acusación. Igual cabe señalar, en
cuanto a la inexistencia en el libro de órdenes de alguna orden o instrucción del
arquitecto técnico, pues en el citado libro lo que debe anotarse son las incidencias que el
técnico observe en materia de prevención de riesgos laborales en las obras de
construcción, pero lógicamente lo que no existe es la obligación por parte del técnico de
la presencia permanente e interrumpida en la obra, pues ello excede de su deber en
relación a la obra, lo que significa que si no consta incidencia, es debido a que en el
momento de la visita se entendían cumplidas las normas y medidas de seguridad, lo que
no es incompatible con que en un momento posterior, incluso inmediato a la visita, fuera
necesario la adopción de tales medidas, lo que no puede controlar el técnico, dado que
en el proceso constructivo existen fases diferenciadas, y en cada una de ellas, es exigible
la adopción de medidas distintas, siendo incluso posible que en una misma jornada se
hayan de adoptar varias y distintas unas de otras, no siendo exigible que conste en cada
momento la instrucción concreta del técnico, máxime cuando no tiene que estar
presente y no todas teóricamente guardan igual importancia, ni requieren del mismo
control, siendo la propia pericia del técnico lo que justifica que procure su presencia en
las fases que son específicamente complicadas o que requieran de unos conocimientos
especializados, pero en absoluto en todo el proceso de la construcción, por lo que en
suma el hecho de que no conste ninguna incidencia responde salvo que se demuestre lo
contrario, lo que no ha tenido lugar, a que en la visita no se haya observado deficiencia
alguna que determine dar orden o instrucción necesaria a los fines que nos ocupan.
Distinta es la situación que se plantea en materia de responsabilidad del Director
Técnico, cuando la Ley exige un plan de seguridad, pues en este caso le es exigible
controlar y vigilar el cumplimiento de las medidas de seguridad.
Por último se alude a las sentencias dictadas por la jurisdicción social, no obstante, la
realidad de tales resoluciones es la relevancia que tengan a los efectos de este recurso lo
que determina su conclusión, no resultado trascendente, ni observándose repercusión
alguna de responder las resoluciones de la jurisdicción social a parámetros distintos y
fijar la indemnización por los informes médicos aportados, se considera procedente como
solicita la parte apelante que se haga constar en los hechos declarados probados el
punto 1.3 y 1.4, a cuyo contenido nos remitimos, estimando por tanto sólo parcialmente
este motivo.
SEXTO
Que la parte apelante alega infracción procesal por violación del art. 11.3 de la LOPJ
( RCL 1985, 1578, 2635) en relación con el art 790 y 791 de la LECrim ( LEG 1882, 16) y
ello en cuanto que el juzgador señala que no entra a analizar el delito del art. 311 del CP
( RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) por entender que en el auto de apertura del juicio
oral sólo se menciona un delito contra el derecho de los trabajadores sin que la parte
procediera a subsanar tal posible defecto procesal.
Que efectivamente la acusación particular consideró que los hechos constituían
además un delito contra el derecho de los trabajadores del art 311 del CP de la que era
autora Isabel y así se acordó en el auto de procedimiento abreviado de fecha S de abril
de 2000, en el auto de apertura del juicio oral no se alude como señala la parte apelante
a un delito sino a que se sigue procedimiento por los hechos de delito contra los
derechos de los trabajadores y un delito de imprudencia contra los imputados.
Argumentando el juzgador que no procede analizar tal delito ya que sólo se menciona en
el auto de apertura un delito contra el derecho de los trabajadores y la defensa en el
inicio del acto del juicio no solicitó la subsanación. Que realmente el contenido del auto
de apertura del juicio oral es confuso, pues por un lado, no alude expresamente a sólo un
delito, pero por otro, no especifica claramente qué delitos se imputan, ante tal vaguedad
hubiera sido exigible a la acusación particular que al menos en el acto del juicio y como
cuestión previa hubiera solicitado aclarar tal extremo y en cuanto que no lo hizo, ayudó a
que continuara la confusión sin que en este momento procesal pueda corregirse la
misma, pues supondría causar indefensión, al pretender en su caso, que sea condenada
la imputada por delito sobre el que no fue claramente informada en el acto del juicio oral
que se le imputaba y por el que no ha sido lógicamente condenada, pues ante tales
SÉPTIMO
Que la parte apelante considera que tanto del delito previsto en el art. 318 como del
152 debe ser responsable Isabel dada su condición de administradora única de la
sociedad constructora, que tal argumentación ha de ser rechazada, pues si bien y dada
su condición, incluso expresamente el art. 318 alude administrador como forma de
garantizar la responsabilidad penal en las personas jurídicas, ello no significa que
estemos ante una responsabilidad objetiva incompatible con la naturaleza del Derecho
penal, sino que será necesario que se acredite que el administrador y en tal condición,
haya intervenido activamente en los hechos, ya positivamente o pasivamente, de forma
que se le pueda imputar la falta de medidas de seguridad y la conducta negligente
causante del resultado dañoso. De las pruebas practicadas en el acto del juicio oral que
han sido apreciadas por el juzgador bajo el principio de inmediación del que este Tribunal
carece, se dan una serie de indicios que determinan se concluya, como con buen criterio
ha hecho el juzgador, que la imputada no ha intervenido en los hechos y por tanto no
existe base que justifique la imputación que se pretende, así consta acreditado que el
cargo de administradora es puramente formal, pues ni interviene en materia de situación
del personal que trabaja para su empresa y bajo sus órdenes, ni tampoco dirige la obra
que realiza, en cuanto que es su esposo, el acusado, quien materialmente realiza la
actividad propia del empresario como ya vimos con anterioridad en el presente recurso,
es quien realizaba las labores de encargado de obra, por tanto quien daba las órdenes
sobre cómo se debía realizar la misma y qué medidas se tenían que adoptar, de hecho ni
siquiera consta que la imputada apareciera por la obra, al tener delegadas todas las
atribuciones al esposo, por tanto en absoluto cabe hablar de responsabilidad penal,
cuando no queda acreditada la intervención en los hechos, ya que ni dio Órdenes
concretas sobre las medidas que se debían adoptar, ni era consciente que las medidas
no se habían adoptado, ni que dicha omisión suponía un riesgo para la seguridad de los
trabajadores y era probable se produjera un resultado dañoso, y no significa que
adoptara una postura pasiva de la que se puede derivar responsabilidad, sino que tal
postura respondía a una realidad de hecho y que consiste en que era ajena a la
actividad, en cuanto la desempeñaba su esposo, limitándose a cumplimentar lo que
formalmente le correspondía por su cargo, pero sin mayores atribuciones y si bien ello en
su caso podría haberle acarreado responsabilidad por dejación de funciones y deberes
inherentes al cargo, ello no tiene lugar cuando como en la causa que nos ocupa consta
probado que una persona concreta asumía de forma libre y voluntaria las funciones
propias de un empresario en suma se individualiza la intervención de cada parte en
atención a los actos propios de cada uno, resultando que sólo queda probada la
responsabilidad del acusado y no concurren pruebas suficientes para entender probado
que la imputada intervenía conjuntamente en las decisiones que adoptaba el marido por
el contrario lo que se constata es que su función era orgánica y formal pero en absoluto
resolutiva, siendo de aplicación por tanto el principio de presunción de inocencia, pues su
aplicación no queda destruida de las pruebas correctamente valoradas por el juzgador
que debemos confirmar plenamente.
SÉPTIMO
OCTAVOQue se interpone recurso de apelación por infracción del art. 621 del CP ( RCL
1995, 3170 y RCL 1996, 777) respecto al acusado Federico como arquitecto técnico y
director de la ejecución de las obras.
A tal respecto señalar que la propia parte apelante señala que si bien sería discutible
incardinar la conducta por la obligación de suministrar o facilitar los medios necesarios
para el logro de las condiciones de seguridad e higiene en el trabajo en las referidas
obras, le hubiera sido exigible el estudio básico de seguridad, plan de seguridad y
nombramiento del coordinador de seguridad y salud que imponen los arts. 8, 9 y 10 del
RD 1627/97 ( RCL 1997, 2525) .
Reconoce que ante la falta de prueba concluyente sobre si es de aplicación este RD al
no constar en las actuaciones el proyecto de ejecución que según su criterio es el
determinante para fijar la legislación aplicable se ha de aquietar a la absolución de los
técnicos por este motivo, pero insiste en que el aparejador de acuerdo con el RD
265/1971 ( RCL 1971, 368) está obligado a controlar las instalaciones provisionales, los
medios auxiliares de construcción y los sistemas de protección, exigiendo el
cumplimiento de las disposiciones vigentes en seguridad en el trabajo, por tanto
entiende que puesto que no consta tomara las medidas oportunas, debe responder por
conducta imprudente al omitir el deber de cuidado.
Que realmente a este motivo y de forma escueta se le ha contestado en el primer
fundamento en que pretendía incluir unos hechos probados en apoyo de la pretensión
que plantea en este recurso, debiendo señalar que si bien es evidente que el aparejador
y por la normativa señalada tiene una serie de deberes en materia de seguridad en el
trabajo, ello no nos puede llevar a imputarle responsabilidad por los resultados dañosos
que se produzcan en la obra como si de una responsabilidad objetiva y en cascada se
tratara, sino que como acontece, con carácter general en la aplicación de derecho
punitivo se ha de estar al caso concreto y analizar la intervención de cada uno, a fin de
individualizar la responsabilidad en que cada interviniente haya podido incurrir. De
acuerdo con ello, es evidente que el aparejador en el ejercicio de su función, debe tomar
las medidas y dar las órdenes que le competen respecto a las medidas que considera son
necesarias para la seguridad, pero no significa que deba vigilar y controlar todas y cada
una de las medidas que son necesarias adoptar en el proceso constructivo, pues por una
parte es un técnico de la construcción, no un inspector o controlador laboral, por tanto
tales medidas vienen referidas únicamente al proceso constructivo y no con carácter
indiscriminado, sino aquellas que por su relevancia y especialidad requieran del
asesoramiento de una persona que por sus conocimientos está en mejor disposición de
determinar la forma en que se han de llevar a cabo para evitar el riesgo y asegurar la
seguridad, mientras que existen otras que por sus propias características son tan
esenciales y notorias que cualquier persona que pertenezca al ocio de la construcción ha
de conocerlas, sin que sea necesaria la orden concreta del aparejador.
Por otra parte, el aparejador para llevar a cabo su función no le es exigible que se
mantenga en la obra continuamente y de forma permanente, siendo la realidad que lleva
más obras y sobre todo que no es su misión, sino que su trabajo consiste en visitar las
obras, dar las órdenes oportunas y controlar que la obra se realice adecuadamente, es
cierto que para ello si observa el incumplimiento de alguna norma o medida lo hará
contar en el libro de incidencias pero no se puede pretender que en todo momento vigile
la obra, dado que el proceso constructivo es complejo y consta de fases diferenciadas, en
la práctica y si se pretende realizar la función de forma correcta seleccionará los
momentos importantes que requieren su presencia, independientemente que realice
visitas continuas, pero no se puede confundir su actividad con el encargado de la obra,
que es quien está al pie de la misma y debe controlar en todo momento el desarrollo de
la misma, de acuerdo con estas premisas, no consta probado que el aparejador se
encontrara en el momento del accidente en la obra, ni siquiera que hubiere ido a visitarla
aquel día, tampoco consta que la colocación del andamio fuera de su competencia, pues
una cosa es que adoptara las medidas en cuanto a la existencia y necesidad de que en la
obra hubiera andamio para proteger la seguridad de los trabajadores y otra cosa es que
tuviera que estar pendiente de que el andamio se colocara convenientemente en los
lugares en que se hacía preciso, según la fase de construcción, siendo el encargado de la
obra quien por sus conocimientos debe adoptar en cada momento las medidas
requeridas, dando las órdenes oportunas y tomando la decisión adecuada, en suma y de
lo probado no queda acreditado que el aparejador tuviera conocimiento de que se
realizaba la actividad que ocasionó el resultado lesivo sin la adopción de la medida de
seguridad exigible, no siendo su obligación vigilar en todo momento la obra y aun menos
poder evitar el resultado de la omisión de la medida y la negligencia que ello conlleva
cuando es ajeno a tal actuación, problema diferente hubiera sido que no obstante
conocer la situación, la hubiera aceptado al no exigir la colocación del andamio o hacer
constar tal incumplimiento en el libro de incidencias, no siendo de recibo pretender que
pusiera de manifiesto la situación si como ha quedado probado la desconocía, por lo que
ni puede incurrir en responsabilidad por tal conducta pasiva, ni la misma es constitutiva
de una imprudencia, pues no se dan los requisitos exigidos, concretamente conocer que
no se han adoptado las medidas convenientes, siendo probable que ello pueda ocasionar
un resultado lesivo como tuvo lugar en la realidad, procediendo desestimar el recurso y
mantener el pronunciamiento absolutorio de la sentencia.
OCTAVO
NOVENOQue en último lugar la parte apelante se opone a lo resuelto en materia de
responsabilidad civil, alegando que el Dtor. Jesús Ángel no ha visto al lesionado,
limitándose a aplicar el baremo, señalando la discrepancia entre la puntuación de los
otros peritos intervinientes, dando el juzgador más fiabilidad al informe del médico
forense quien no acoge las lesiones de la muñeca, por lo que entiende que debería
corregirse la indemnización y entender que debe sustituirse por 48 puntos que daría un
resultado total de 6.113,34 euros, por último pretende se le aumente la indemnización
por la incapacidad a 63.264,94 euros, siendo el total de la cantidad que reclama de
143.323,62 euros.
Que la parte apelante con tales alegaciones pretende que prime su versión subjetiva
sobre el criterio objetivo del juez a quo, olvidando que la cantidad indemnizatoria queda
a la exclusiva decisión del juzgador que la fija tras apreciar las circunstancias y pruebas
practicadas y de acuerdo con su prudente arbitrio, de forma que en absoluto está
vinculado por lo señalado por los peritos, pudiendo seguir el informe que considere más
objetivo y convincente, sin que esta Sala deba entrar a analizar los motivos por los que
da mayor credibilidad a una pericia sobre otra, por lo que no es motivo que justifique
modificación de lo resuelto que el juzgador se haya inclinado por el informe del médico
forense lo que por otra parte es lógico dado que se presume la objetividad, al no tener
ninguna relación con el lesionado; por otro lado, la Sala asume el criterio del juzgador en
cuanto a las lesiones en la muñeca, pues el médico forense al ratificarse en su informe,
insiste en que tales lesiones no las tenía cuando redactó su informe y que son
posteriores a la sanidad, dado el tiempo transcurrido, no queda probado la causa de tales
sesiones por lo que es procedente no incluirlas, resultando a mayor abundamiento que
NOVENO
DÉCIMOQue al desestimarse los recursos procede la condena en costas en esta alzada