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LA PREVENCIÓN DEL DELITO

la palabra prevención significa: medidas y acciones dispuestas con anticipación


con el fin de evitar o impedir que se presente un fenómeno peligroso para
reducir sus efectos sobre la población. Esto aunado a la definición jurídica de la
palabra delito que se precisa como: una conducta, acción u omisión típica
(tipificada por la ley), antijurídica (contraria a Derecho), culpable y punible.
Supone una conducta infraccional del Derecho penal, es decir, una acción u
omisión tipificada y penada por la ley.

Por consiguiente, “Prevención del delito” no es más que tomar medidas y


realizar acciones para evitar una conducta o un comportamiento que puedan
dañar o convertir a la población en sujetos o víctimas de un ilícito.

La prevención del delito encierra dos aspectos importantes:

Prevenir que el individuo realice conductas delictivas o ilícitas.

Evitar que las personas sean sujetas o víctimas de algún delito.

El objetivo de la Procuraduría General de Justicia en materia de prevención del


delito es: difundir y orientar todas las acciones que la Procuraduría General de
Justicia del estado tiene programado en este rubro, logrando esto mediante la
aplicación de acciones coordinadas entre los diferentes sectores de la
sociedad. Todo esto con la finalidad de reducir los índices delictivos en el
estado y crear una cultura de prevención del delito.

LA PREVENCION ESPECIAL

La prevención especial es una figura jurídica que alude a uno de los efectos
que tendría la aplicación de una sanción o pena en el individuo a la que va
dirigida.

El principal objetivo de esta clase de prevención será evitar que aquel que ya
haya cometido un acto ilícito vuelva a tener tal actitud en el futuro. Así, la
prevención especial no va dirigida al conjunto de la sociedad, sino a aquellos
que ya hayan vulnerado el ordenamiento jurídico.

La efectividad de la prevención especial tiene una doble vertiente:

Peligrosidad criminal o prevención especial negativa: La aplicación de la pena


evita que el sujeto cometa actos ilícitos, de manera que se busca evitar el
peligro que para la sociedad supone el criminal. De esta manera se aplica para
alejar al sujeto de la sociedad para que no vuelva a delinquir. Al llevarla a
vertientes extremas puede llevar a aplicar penas como la pena de muerte o
la cadena perpetua.

Prevención especial en sentido estricto o prevención especial positiva: Supone


el condicionamiento interno del sujeto que ha infringido la norma para que no
vuelva a realizar tales infracciones. Así pues, la prevención especial en sentido
estricto está íntimamente ligada a las figura de la reincidencia, e indirectamente
unida a la peligrosidad criminal, pues intenta reducir el riesgo que la sociedad
padece con el sujeto criminal, pero trata de hacer mediante
la reeducación y resocialización del sujeto. Al llevarla a vertientes extremas
puede llevar a aplicar penas como el control cerebral o la castración.

La prevención especial es una institución asociada normalmente al campo


del derecho penal. Pese a que en otros ámbitos también puede tenerse en
cuenta debido a su enraizamiento en determinados principios generales del
derecho, donde la figura cobra verdadera entidad y fuerza es en la doctrina
penal.

LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD EN LA PREVENCIÓN DEL DELITO

En el Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación


Ciudadana promovemos la cultura de la paz, la legalidad, el respeto a los
derechos humanos, la participación ciudadana y una vida libre de violencia en
todo el país.
Somos una instancia encargada del diseño, implementación y evaluación de
políticas públicas a nivel nacional sobre prevención del delito así como la
responsable de coordinar los programas y definir los lineamientos en esa
materia. Identificamos factores de riesgo y grupos vulnerables para propiciar
acciones de prevención social de la violencia y la delincuencia con resultados
tangibles que generen su reducción.

Desde nuestro ámbito de responsabilidad, y con respeto a la autonomía de las


entidades federativas y soberanía de los municipios, coordinamos la aplicación
de todos los recursos federales del Sistema Nacional de Seguridad Pública
destinados a la prevención del delito.

Consideramos que la participación ciudadana es fundamental para las


acciones de prevención social de la violencia y la delincuencia. En este
sentido, mediante esquemas creativos apoyamos e impulsamos proyectos,
iniciativas y esfuerzos de la sociedad civil, y de sus organizaciones, para
encontrar las mejores políticas públicas de prevención del delito

la prevención del delito ha sido una labor encomendada y dirigida por las
instituciones encargadas de velar por la seguridad integral de los ciudadanos;
por tanto, el ciudadano se ha mantenido comúnmente, por exclusión o por
apatía, al margen de esta labor, siempre renuente y apartado de las acciones
tendientes a prevenir las conductas delictivas que tanto flagelan a nuestra
sociedad.

A este respecto, hay que tomar muy en cuenta que gran parte de las conductas
delictivas tradicionales que se desarrollan en nuestra comunidad, no
dependen tanto de la habilidad del delincuente quien solo funge como un ente
oportunista, sino que se deben a la falta de previsión y pericia tanto de quienes
se encargarían de brindar la seguridad al ciudadano como del mismo
ciudadano, quien no auxilia a los órganos encargados al no prevenir ni
denunciar el delito y que además le recrimina al Estado, sin darse cuenta que,
victimo lógicamente él es quien se ha vuelto un facilitador de su propia
victimización.

Ante esta situación, es necesario replantear las estrategias actuales, el lugar


que tiene y la función que cumple el ciudadano en la prevención del delito en
nuestro estado, planteándole a este la participación en la prevención del delito
no como una obligación, con todas las repercusiones que la palabra implica,
sino como un derecho al conocimiento y la práctica de medidas proactivas,
tendientes a disminuir su condición de víctima. Esta es la mejor fórmula para la
prevención del delito y para que todas las estrategias de política criminológica
llevadas a cabo tengan éxito.

LOS TRES TIPOS DE PREVENCIÓN ESTRATÉGICAS

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define 3 niveles de prevención


como objetivo de la Medicina del Trabajo: Prevención Primaria, Secundaria y
Terciaria, que suponen técnicas y objetivos diferentes, al unir el criterio del
conjunto salud-enfermedad, según sea el estado de salud del individuo, grupo
o comunidad a las que están dirigidas.

A la hora de la prevención de cualquier enfermedad se habla de:

La prevención primaria: evita la adquisición de la enfermedad (vacunación,


eliminación y control de riesgos ambientales, educación sanitaria, etc.).

La prevención secundaria: va encaminada a detectar la enfermedad en


estadios precoces en los que el establecimiento de medidas adecuadas puede
impedir su progresión.

La prevención terciaria: comprende aquellas medidas dirigidas al tratamiento y


a la rehabilitación de una enfermedad para ralentizar su progresión y, con ello
la aparición o el agravamiento de complicaciones e invalidadas e intentando
mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Se habla en ocasiones de prevención cuaternaria que tiene que ver con las
recaídas.

Vamos a ver cada una de ellas con más detalle.

Técnicas de prevención primaria

Estas técnicas actúan suprimiendo los factores desfavorables antes de que


generen la enfermedad o el accidente.

Actúan de distintas maneras: eliminan los factores ambientales de riesgo por


medio del saneamiento del medio ambiente; protegen al organismo frente a
enfermedades y accidentes; educan en la salud y crean hábitos saludables.

Por lo tanto, estas técnicas equivalen a: la promoción de la salud, la prevención


de la enfermedad y las técnicas de PRL: seguridad laboral, higiene industrial,
ergonomía y medicina del trabajo.

La prevención primaria tiene como objetivo el disminuir la probabilidad de que


ocurran las enfermedades y afecciones; desde el punto de vista
epidemiológico, trata de reducir su incidencia.

Las medidas de prevención primaria actúan en el período pre patogénico del


curso natural de la enfermedad, antes del comienzo biológico, es decir, antes
de que la interacción de los agentes y/o factores de riesgo en el sujeto den
lugar a la producción de la enfermedad.

Dentro de las actividades de prevención primaria, distinguimos dos tipos:

Las de protección de la salud, que protegen la salud, actuando sobre el medio


ambiente.

Las de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, actuando sobre


las propias personas, promoviendo la salud y la prevención de la enfermedad.

Técnicas de prevención secundaria


Abordan la enfermedad en fase incipiente, aún en fase reversible, por medio
del diagnóstico precoz. Equivalen a la vigilancia de la salud, una de las
actividades de la medicina del trabajo.

La prevención secundaria interviene cuando se inicia la enfermedad; en este


caso, la única posibilidad preventiva es la interrupción o ralentización del
progreso de la afección, mediante la detección y tratamiento precoz, con el
objeto de facilitar la curación y evitar el paso a la carnificación y la aparición de
deficiencias, discapacidades y minusvalías.

En este sentido, el objetivo de la prevención secundaria es que el diagnóstico y


tratamiento precoz mejoren el pronóstico y control de las enfermedades.

Técnicas de prevención terciaria

Elimina los efectos de las secuelas de la enfermedad, cuando ésta ya se ha


desarrollado.

Equivale a las áreas asistenciales de la medicina del trabajo: traumatología


laboral, dermatología laboral, oftalmología laboral… y a la rehabilitación.

La prevención terciaria interviene cuando se ha instaurado la enfermedad.

Cuando las lesiones patológicas son irreversibles y la enfermedad está


arraigada y ha pasado a la cronificación, independientemente de que hayan
aparecido o no secuelas, es donde interviene la prevención terciaria. Su
objetivo es hacer más lento el curso de la enfermedad, atenuar las
incapacidades existentes y reinsertar al enfermo o lesionado en las mejores
condiciones a su vida social y laboral.

PENA CAPITAL

En el ámbito judicial se denomina como pena a aquel castigo que impone una
autoridad competente a quien haya sido encontrado culpable de cometer un
delito.
Ahora bien, ese castigo que se imponga, será más o menos severo,
dependiendo del tipo de ilícito cometido. Así, quien roba una cartera en un
medio de transporte público recibirá una pena más laxa que aquel que haya
matado a una persona con alevosía y premeditación.

Castigo impuesto por un juez a una persona que delinquió gravemente y que
consiste en asesinarlo a través de diversos métodos
La pena de muerte es un castigo establecido por el dictamen de un juez o de
un tribunal en función a lo estipulado por la ley de la jurisdicción que
corresponda y que tiene como misión principal castigar con la muerte a quien
haya cometido una falta muy grave, como ser una violación, un crimen, entre
otros.

La pena de muerte, también denominada como ejecución o pena capital, se


clasifica en el grupo de las penas corporales, ya que el castigo tendrá un efecto
directo sobre el cuerpo de quien sea sancionado, es decir, quien sea
condenado por un juez o tribunal con la pena de muerte por haber cometido
una falta grave será castigado con la muerte.

El fusilamiento con disparos, la silla eléctrica, la inyección letal, la horca, la


decapitación y la cámara de gas son algunas de las modalidades más
comunes a la hora de concretar el castigo de la pena de muerte.

Aunque, debemos decir que con el correr del tiempo algunas de estas
modalidades han sido relegadas por su virulencia y entonces, en aquellos
países o jurisdicciones que admiten la pena de muerte se aplica la inyección
letal, que consiste en inyectarle por la vía intravenosa una sustancia mortal al
reo para así terminar con su vida.

Este tipo de pena tiene un origen realmente antiguo, que se remonta a miles de
años atrás, aproximadamente en el siglo XVII A.C. con la llamada Ley del
Talión, el famoso ojo por ojo y diente por diente y que recoge el Código de
Hammurabi.

En tanto, muchas personalidades famosas a lo largo de la historia han sabido


defender la misma y apoyar su concreción, tal es el caso de intelectyuales y
filósofos como Platón, Aristóteles, Jean-Jacques Rousseau, Immanuel Kant,
Santo Tomás de Aquino, entre otros.

PENA CORPORAL

Se denominan penas corporales aquellas que tienden a causar un sufrimiento


o dolor físico al condenado. De ellas no solamente se hizo primitivos
del derecho penal.

En Roma era usual la flagelación (flagella) y la ley de las tablas establecía la


ruptura de miembros (membri ruptio). El derecho Canónico utilizó la fustigación
y los azotes, ya como pena, ya como penitencia.

Actualmente, el algunos países, se utilizan casi exclusivamente los azotes-


como pena disciplinaria mantener el orden en las prisiones.

La opinión dominante las repudia, pues repugnan a la conciencia pública.

Están en contraposición con los sentimientos humanitarios de los países


cultos, siendo el residuo de tendencias de otras épocas. Constituyen,
asimismo, una inútil, produciendo un efecto desmoralizador sobre las personas
honradas y resultando inocuas para los depravados. No llenan los fines de la
pena, pues no son útiles para la seguridad material ni para la readaptación o
reeducación de los delincuentes.

En esta época, en que se proclama con firme convicción el respeto a la


persona del condenado y a su dignidad humana, no es posible aceptar una
pena que la ofenda con la mayor violencia.

Los países que forman parte de las naciones unidas infringirían el artículo 5 de
su declaración de los derechos del hombre que proclama: "nadie será sometido
a torturas, ni a penas o tratamientos crueles, inhumanos o degradantes", pues
el castigo corporal esta entre las penas más crueles, inhumanas y
degradantes.

PENAS PECUNIARIAS

Pena no privativa de libertad que se impone al autor de una infracción penal


consistente en una multa o sanción pecuniaria por el sistema de días-multa. Si
el condenado no cumple con el pago de la cantidad impuesta voluntaria
o ejecutivamente, se impondrá por
el tribunal la responsabilidad personal subsidiaria (penas privativas de libertad)
o bien podrá acordarse trabajos en beneficio de la comunidad. CP, arts.
32,33,50 a 53 en la redacción dada por Ley Orgánica 15/2003, de 25 de
noviembre.
Penas.

El pago de la multa podrá hacerse en el tiempo que el tribunal determine, bien


inmediatamente o dentro de los quince días de impuesta la condena. Cuando
el multado carezca de recursos, el tribunal podrá autorizarle para que satisfaga
la suma impuesta en plazos, cuyo importe y fecha serán fijados teniendo en
cuenta la situación del reo. Si el condenado, una vez hecha excusión de sus
bienes, no satisficiera la multa impuesta, quedará sujeto a
una responsabilidad personal subsidiaria que el tribunal establecerá según su
prudente arbitrio, sin que en ningún caso pueda exceder de seis meses cuando
se hubiese procedido por razón de delito, ni de quince días cuando hubiese
sido por falta. El cumplimiento de dicha responsabilidad subsidiaria extingue
la obligación de pago de multa, aunque el reo mejore de fortuna.
Esta responsabilidad subsidiaria no se impondrá al condenado a pena privativa
de libertad por más de seis años. La pena de caución obligará al reo a
presentar un fiador abonado que se haga responsable de que no se ejecutará
el mal que se trata de precaver, obligándose a entregar, si se causare,
la cantidad fijada en la sentencia.

Código penal, artículos 44, 90 y 91.

PENAS LABORAL

Las penas laborales van a ser aquellas en la que la persona quien cometió el
delito cubrirá su castigo con trabajo, o se utiliza a este como fuera de trabajo.

Un concepto nos da Luis Rodríguez Manzanera, “las penas laborales son


aquellas en que se utiliza al reo como fuerza de trabajo, y aunque
generalmente van acompañadas de la privación de la libertad.

Es importante mencionar que, aunque el autor hace referencia a que


generalmente van a acompañadas de la privación de la libertad, no siempre es
así, ya que puede trabajar al reo en su libertad pero para pagar este castigo o
como medio de tratamiento, es decir, le ayudaran a readaptase a la sociedad y
puede trabajar en cierto lugares, que mas adelante mencionare, sin embargo,
el trabajo dentro de las cárceles, es importante para los reos, ya que es una
forma de seguir sirviendo a la sociedad y a ellos mismos ya que puede ser
reenumerada, así como medio de distracción.

Actualmente, se diferencian las penas laborales del trabajo dentro de prisiones,


en que este no tiene por objeto castigar sino educar al reo y adaptarlo
socialmente.

En los sistemas peno lógicos avanzados se esta utilizando penas laborales


como substitutivos de la prisión y como pena independiente, en este sentido la
pena laboral no implica forzosamente privación de la libertad, puede ser
reenumerada, se usa en funciones de servicio social y ha sido notablemente
efectiva, principalmente en delincuentes juveniles y jóvenes adultos. Se le ha
llamado también trabajo correccional, reformativo y obligatorio con el objeto de
educar, y supone habitualmente el desempeño obligatorio de un labor en el
lugar del trabajo del delincuente, con una remuneración reducida y con varias
restricciones, la parte qu no se entrega al reo se usa para reparar el daño a la
víctima y para pagar sanción pecuniaria; en este último caso no hay diferencia
con una multa.

PENA INFAMANTE

Se dice de la que produce infamia a quien la sufre, como un efecto difuso y aun
extralegal de la pena. Así se consideraban en el pasado la horca, la argolla, los
azotes y la exposición a la vergüenza pública.

La que produce infamia legal. No es exacto declarar que es aquella que priva
del honor al condenado; porque este valor moral sólo se pierde o conserva por
acción individual, en el concepto moderno sobre la materia. Se consideran
infamantes la degradación y algunas formas de ejecución de la pena de
muerte, como la que se da en la horca. En la legislación francesa se estima
infamante el destierro. Los trabajos forzados y la inhabilitación para el ejercicio
de cargos públicos poseen en el concepto público carácter denigrante también,
(v. INFAMIA.)

PENA PRIVATIVA

Al hacerse alusión a un tema como la pena privativa de libertad, se hace


necesario, reflexionar sobre el tópico de la libertad. Evidentemente, este
aspecto, es muy amplio y de gran trascendencia en la vida de todos, los seres
humanos. Por lo que no pretendo hacer un examen exhaustivo, sino una ligera
consideración al respecto.

La libertad, cobra sentido, cuando la enfocamos, en relación con una estructura


social determinada. Esto, en otras palabras, es precisamente, una referencia a
su significado humano social. Sobre este sendero verdaderamente luminoso,
nos avocamos a dicha, consideración. Libertad, esta es indiscutiblemente
necesaria para el desarrollo de los otros derechos de las personas, representa
el reconocimiento mismo del individuo, como un ser con caracterización
humana. Es de tal magnitud el significado, para el ser humano, que restringir
un aspecto de ella, como lo es el libre tránsito. En el caso de la pena de prisión
genera consecuencias de todo tipo, tanto para el penado, como para todos los
miembros de su entorno. No hay discusión: Ser libre es connatural a los seres
humanos.

Como indicaba, el derecho al libre tránsito es el que se restringe con la pena


de prisión y es la amenaza sobre esto, lo que genera la prevención general,
como un fin de la pena.

CONDENA CONDICIONAL

La institución de la remisión condicional de la ejecución de la pena privativa


de libertad, o «condena condicional», denominada ahora en el Código con más
claridad y precisión «suspensión», persigue fundamentalmente la evitación de
las drásticas consecuencias negativas que sobre el penado tiene el ingreso
en prisión durante un breve periodo y, peculiarmente, el posible efecto de
socializador que puede acarrear esta sanción.

La figura en cuestión aparece regulada en los arts. 80 a 87 del C.P.

El beneficio ha de concederse por resolución motivada (que lógicamente


adoptará la forma de auto). En dicha motivación, el Tribunal atenderá
fundamentalmente a la peligrosidad del sujeto. La motivación de la resolución
judiciales exigible también en caso de denegación de la suspensión.

Para la determinación de las penas cuya ejecución es susceptible


de ejecución, diferenciamos una reglas generales de un supuesto específico.

Con carácter general, que la pena impuesta o la suma de penas impuestas en


una sentencia no sea superior a los dos años de privación de libertad, la regla
general era hasta ahora que las penas no fuesen de duración superior al año, y
por excepción, en caso de concurrencia de eximentes incompletas que no
fueren de duración superior a dos años. En este punto, el nuevo Código amplía
las posibilidades. Por el contrario, las restringe en tanto que ahora una suma
de penas superior a dos años de privación de libertad, por ejemplo, tres penas
de un año de prisión, impuestas en la misma sentencia, no permiten
la concesión del beneficio, lo que antes era posible.

En cuanto al supuesto específico, el cotejo del presente artículo 93.bis del


Código revela una loable mayor generosidad en la posibilidad de
la suspensión de las penas de prisión para los condenados que hayan
cometido el hecho delictivo a causa de su dependencia a ciertas sustancias.
Dicha generosidad es la ampliación del elenco de las mismas, que añade a las
drogas tóxicas, estupefaciente y sustancias psicotrópicas, las sustancias «que
produzcan efectos análogos» y las bebidas alcohólicas. El beneficio, en este
supuesto, puede extenderse a las penas privativas de libertad hasta tres años
de duración.

Son, sin embargo, sólidos argumentos humanitarios (no adición de nuevos


males al que padece una grave enfermedad, facilitación del tratamiento de
ésta) y de prevención especial (falta de peligrosidad del condenado) los que
avalan la novedosa posibilidad de remisión de cualquier pena impuesta para
los aquejados «de una enfermedad muy grave con padecimientos incurables».

El art. 81.4, en relación con la facultad que regula, trata de los Jueces
y Tribunales sentenciador. No parece que con ello se quiera aludir a
una excepción: se trata de los órganos a los que corresponda
la ejecución (arts. 983 y ss. L.E.Cr.) y que por su conocimiento final de la causa
(con la excepción de las sentencias casadas -art. 986 L.E.Cr.-) son los idóneos
también para sumir la competencia relativa a la suspensión.

Los requisitos para la concesión de la suspensión son, con carácter general:

a) Delinquir por primera vez: permanece abierta la cuestión, heredada de


la regulación anterior, de qué significa «delinquir», en el texto, de la
primera condición. Frente al argumento literal cabe oponer convincentemente
en sentido restrictivo, sólo comprensivo de la comisión de delitos, razones
históricas, teleológicas y de orientación por libertad en la interpretación en esta
materia, y la propia omisión del legislador en este apartado de las faltas
imprudentes. Debe considerarse, pues, que quedan excluidas las faltas de
estos efectos de la reiteración.

b) Pena impuesta o suma de las impuestas: debido a la práctica procesal de no


reflejar en el fallo de la sentencia la individualización final legal y judicial de la
pena, la segunda condición del artículo puede suscitar aún la duda
interpretativa relativa a qué deba entenderse por pena a efecto de su suma
para consideración de que no se llega al límite de los dos años de privación
de libertad. Parece evidente que dicha pena es la concreta finalmente impuesta
tras la aplicación de las reglas generales y especiales de imposición, incluidas,
por lo tanto, las relativas a los supuestos de concurrencia delictiva ideal o real.

c) Se hayan satisfecho responsabilidades civiles originadas, salvo que


el Tribunal, después de oír a los interesados y al Ministerio Fiscal, declare la
imposibilidad total o parcial de que el condenado haga frente a las mismas.

En el caso de delitos cometidos por dependencia del alcohol o a


sustancias estupefacientes o psicotrópicas, son necesarios tres
condicionantes:
1) No hace falta que se cumplan los requisitos de haber delinquido por primera
vez y que la pena o la suma de éstas no sea superior a los dos años (ya se ha
dicho que puede llegar hasta tres años), pero serán precisas
las circunstancias de los apartados siguientes (art. 87).

2) Que no se trate de reos habituales. Por tales se entienden los que cometen
en un plazo de cinco años tres o más delitos previstos en el mismo capítulo del
Código y hayan sido condenados por ello (art. 94). Así mismo se eleva
la duración de la pena remisible a los tres años “antes dos años” y se toma
el requisito de que el sujeto «no sea reincidente ni haya gozado
con anterioridad del beneficio de la remisión condicional», en el que no sea reo
habitual ;definido en el art. 94 y en la valoración judicial particularizada de
la reincidencia.

3) Que se certifique suficientemente por centro público o privado debidamente


acreditado u homologado que el condenado se encuentra deshabituado o
sometido a tratamiento para tal fin en el momento de decidir sobre
la suspensión. Dicho con más claridad: la no reiteración delictiva
es requisito complementario es la deshabituación o el tratamiento, quizás
continuo, quizás al final del periodo; si halla el requisito complementario, cabe
una nueva oportunidad de no cumplimiento de la pena con la ampliación de
la suspensión.

En el caso de que el condenado sufra una enfermedad muy grave y con


padecimientos incurables, el Tribunal no estará sometido a requisito alguno,
pero no podrá conceder la suspensión si en el momento de
la comisión del delito el culpable ya tuviera otra pena suspendida por el mismo
motivo.

Con carácter general, el plazo de suspensión será:


- De dos a cinco años para las penas privativas de libertad inferiores a dos
años.

- De tres meses a un año para las penas leves.

El plazo se fijará motivadamente atendiendo a


las circunstancias del delincuente, las características del hecho y
la duración de la pena.

Ante el silencio del Código, ha de pensarse que estas mismas reglas son
aplicables en caso de suspensión de la pena por causa de enfermedad muy
grave del penado.

El plazo será de tres a cinco años en el caso de que la pena se suspenda en


razón de haberse cometido el delito por la dependencia del culpable al alcohol
o a sustancias estupefacientes o psicotrópicas.

En el caso de este tipo de delincuentes, si durante el plazo previsto éstos no


han conseguido las deshabituación, el Tribunal puede acordar la prórroga del
plazo de suspensión por un tiempo máximo de dos años más.

En cuanto a las condiciones de las suspensión, la ejecución de la pena


quedará condicionada a que el reo no delinca durante el plazo fijado por
el Tribunal.

En el supuesto de que se conceda la suspensión a adictos al alcohol o


sustancias tóxicas o estupefaciente que hayan delinquido en razón de
esa dependencia y se hallen sometidos a tratamiento de deshabituación,
también se condicionará la suspensión de la ejecución de la pena a que
el culpable no abandone el tratamiento hasta su finalización. Los centros
o servicios responsables deberán facilitar al Juez, en los plazos que señale,
la información precisa para conocer el comienzo y el fin del tratamiento, así
como su evolución y las modificación que haya de experimentar.

El art. 83 establece unas condiciones potestativas (en cuanto a la imposición,


pero no en cuanto a su obligatoriedad): fija una serie de «obligaciones o
deberes» que el Juez o Tribunal puede imponer al condenado para su
observancia durante el periodo de suspensión. A la regulación de las
consecuencias del incumplimiento de estas condiciones de la
remisión definitiva se dedica el art. 84.2.

El Tribunal puede condicionar el beneficio al cumplimiento por el reo de alguno


o algunos de los siguientes deberes u obligaciones:

- Prohibición de acudir a determinados lugares.

- Prohibición de ausentarse sin autorización judicial del lugar donde resida.

- Comparecer ante el Tribunal o servicio de la Administración que éste señale,


para informar de sus actividades y justificarlas.

- Participar en programas formativos, laborales, culturales, de educación vial,


sexual y otros similares.

- Cumplir los deberes que el Tribunal estime convenientes para


la rehabilitación social del penado, previa conformidad de éste, siempre que no
atente contra su dignidad como persona.

Lo primero que llama la atención de la contemplación del elenco de los cinco


grupos de medidas en manos del Juez para la configuración del periodo
de suspensión es que el contenido de alguna de ellas es coincidente con el de
algunas penas -privación del derecho de acudir a determinados
lugares, trabajos en beneficio de la comunidad-, con lo que podría suceder que
la suspensión fuera más gravosa para el reo que el cumplimiento de una pena
leve.

En relación a la inscripción, mientras no se pronuncien sobre la suspensión, lo


que deberán hacer con urgencia tras la declaración de firmeza de la sentencia,
los tribunales no remitirán comunicación alguna al Registro Central de Penados
y Rebeldes.

Si la suspensión se concede, la inscripción de la pena suspensiva se llevará a


cabo en una sección especial, separada y reservada de dicho Registro, a la
que sólo podrán pedir antecedentes los jueces o tribunales.

Otro de los temas de gran importancia a tratar, es el referente a las


consecuencias de la revocación de la suspensióny a las del cumplimiento de
las condiciones de las que pendía la misma. Si se cumple el plazo
de suspensión sin haber delinquido el sujeto y las demás condiciones bajo las
que se ha acordado la suspensión, el Tribunal acordará la
remisión definitiva de la pena y la cancelación de la inscripción en
la sección especial del Registro de Penados. Este antecedente penal no se
tendrá en cuenta a ningún efecto.

En el caso de reos sometidos a deshabituación a sustancias tóxicas o


psicotrópicas o al alcohol, el Juez acordará la remisión definitiva si, además de
cumplirse el plazo, se ha acreditado la deshabituación o la continuidad
del tratamiento. Si es necesaria la continuación del mismo, podrá prorrogar el
plazo de suspensión otros dos años, tras los cuales, o del tiempo
necesario inferior a dos años, acordará la remisión definitiva, si se ha
acreditado en el nuevo plazo la deshabituación o la continuidad del tratamiento.
De lo expuesto puede deducirse que la «continuidad» puede referirse tanto a
que el tratamiento continúe al final del periodo de suspensión como a que haya
sido continuo durante el mismo; por lo tanto, la remisión de la pena se produce
por la concurrencia de la no reiteración delictiva y de la deshabituación o la
continuidad del tratamiento al final del periodo de suspensión.

Por lo que respecta a la revocación de la imposición, el Código Penal establece


que si el reo delinque durante el plazo de suspensión fijado, el Juez acordará
la ejecución de la pena y su inscripción en el Registro Central de Penados
y Rebeldes.

Si se incumple la condición de persistir en el tratamiento de deshabituación a


alcohol o drogas de quienes se hallen sometidos al mismo, el Juez también
acordará el cumplimiento de la pena, pero también puede acordar, como se ha
dicho, la prórroga de la suspensión si es necesaria la continuación
del tratamiento.

El Código Penal establece una serie de reglas en el caso


de imposición de condiciones potestativas, regulando las consecuencias de
incumplimiento de las mismas que el Juez o el Tribunal impuso para el periodo
de suspensión. Se diferencia al respecto la infracción de los deberes concretos
establecidos por el órgano judicial, cuyas consecuencias quedan en gran
medida en manos del mismo, de la inobservancia de la condición esencial de
«no delinquir».

Si el reo infringe durante la suspensión las obligaciones o deberes impuestos,


el Juez puede tomar, previa audiencia de las partes, alguna de estas
soluciones:

- Sustituir la regla de conducta por otra impuesta.


- Prorrogar el plazo concreto de suspensión impuesto siempre que
sea inferior a cinco años y hasta ese límite máximo.
- Revocar la suspensión de la ejecución de la pena, si el incumplimiento fuera
reiterado.

Por último, persevera el nuevo Código en la exigencia


de audiencia al ofendido en aquellos supuestos en los que el impulso
del procedimiento ha dependido de su voluntad. La medida es coherente con la
peculiar consideración que merecen los intereses de la víctima en determinado
tipo de delitos en los que el propio iter procesal puede afectarles de modo
ambivalente.

La Disposición derogatoria 1.b del Código Penal deroga la Ley de 17 de marzo


de 1908 de Condena Condicional y sus disposiciones complementarias.

Recuérdese también, finalmente, que el Tribunal Constitucional no ha


considerado contrario al principio de igualdad la exclusión del beneficio a los
militares. El art. 44 del Código Penal Militar niega la posibilidad de suspensión
condicional de la ejecución de la condena a los reos que pertenecieran a los
ejércitos. Esta disposición, ciertamente, no ha estado exenta de polémica; así
su fundamentación en una mayor incidencia de la prevención general en el
ámbito militar se ha replicado desde la perspectiva del principio de igualdad,
llegando incluso a sostenerse su inconstitucionalidad.

LIBERTAD PREPARATORIA

Es la que se otorga a los sentenciados que hubiesen compurgado la mayor


parte de las penas privativas de la libertad que se les hubiesen impuesto, si
demuestran que por su conducta en las instituciones penitenciarias y por su
avance en los tratamientos de readaptación social, se encuentran en
condiciones de no volver a delinquir. También recibe el nombre de libertad
condicional o bajo protesta.

Si el interesado, al solicitar su libertad preparatoria, acreditó que no fue


condenado a la reparación del daño; que ha completado los dos tercios de su
condena, observando regularmente los reglamentos carcelarios; que el
Ministerio Público estima que procede dicha libertad, por no tratarse de un
reincidente o delincuente habitual, y que la corte penal que lo sentenció, no
tiene objeciones que hacer a la solicitud de éste; demostrándose así, por todos
los datos indicados, que en el caso concurren los requisitos establecidos por el
artículo 84 del Código Penal, el dictamen de un perito psiquiatra del
Departamento de Prevención Social, que estimó lo contrario, no puede bastar,
por si solo, para negar a un reo sentenciado el beneficio de la libertad
preparatoria, siempre que aparezca que se han satisfecho los requisitos del
precitado artículo 84 del Código Penal; teniendo en cuenta que, dadas las
deficiencias del sistema penal en nuestro medio, no existe un laboratorio
penitenciario que cuente con los elementos científicos adecuados para el
estudio eficaz y personal de cada delincuente. Así pues, la Primera Sala, de la
Suprema Corte, dentro de un criterio humano, e inspirado en las condiciones
de hecho en que transcurre la vida de los reos sentenciados, en las cárceles
del país, estima que las pruebas aportadas, llegan a establecer la procedencia
de la libertad preparatoria teniendo en cuenta que la presunción de enmienda y
regeneración del reo, se acreditó con la demostración objetiva de su buena
conducta y de la observancia de los reglamentos carcelarios.

LIBERTAD PROVISIONAL

La puesta a disposición del investigado o encausado respecto de la Justicia,


puede asegurarse o conseguirse con la aplicación sobre él de diversas
medidas, llamadas cautelares personales, entre las que las más restrictivas
son la detención y la prisión provisional.

Establece el artículo 528 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal precisamente


por ese carácter limitativo de la libertad ambulatoria de movimientos que la
prisión provisional sólo durará lo que subsistan los motivos que la hayan
ocasionado.
El detenido o preso será puesto en libertad en cualquier estado de la causa en
que resulte su inocencia.

Todas las Autoridades que intervengan en un proceso estarán obligadas a


dilatar lo menos posible la detención y la prisión provisional de los investigados
o procesados.

Por eso, la medida cautelar personal más comúnmente adoptada es la libertad


provisional, que como su nombre indica, consiste en el aseguramiento o puesta
a disposición de la Justicia de la persona del investigado, mediante su libertad,
a veces sin condiciones, -pero con cargos-, por la fiabilidad y arraigo que
hacen temer escasa indisposición del inculpado para con los resultados del
proceso, y otras con ellas, como examinaremos a continuación -igualmente con
cargos-, en función de la menor o mayor intensidad de los riesgos de fuga,
pero con el denominador común de descartar la privación de libertad.

Por ello, definimos la libertad provisional como una medida cautelar


aseguratoria del investigado que le crea una situación especial por la que no
obstante no estar privado de libertad en espera de juicio, mientras se llega a su
señalamiento, se encuentra con la misma restringida de modo y manera que el
Juez le impone una serie de obligaciones, singularmente el pago de una fianza
o las presentaciones de su persona -en la práctica usual quincenales- ante el
mismo, de manera que periódicamente se vaya comprobando que continúa a
disposición del Órgano conocedor de la causa.

Como aspecto formal, indicar que el artículo 544 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal señala que las diligencias de prisión y libertad provisionales y fianzas
se sustanciarán en pieza separada.

-LIBERTAD PROVISIONAL CON FIANZA

La primera modalidad para el establecimiento de la libertad mientras se


sustancia el proceso penal, puede imponerse bajo la condición de que el
investigado o encausado la asegure prestando como fianza, generalmente, una
determinada cantidad de dinero, mayor o menor, que el Juzgado acordará en
función de las circunstancias personales de arraigo del mismo y la presumible
responsabilidad penal que por los hechos sometidos a proceso pudiere
resultar.

Es de naturaleza carcelaria, pues se constituye para eludir su acuerdo y no


para garantizar las hipotéticas responsabilidades civiles, que son otro tipo de
fianzas.

En ese sentido, el artículo 529 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal indica que


cuando no se hubiere acordado la prisión provisional del investigado, el Juez o
Tribunal decretará, con arreglo a lo previsto en el artículo 505 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, si el investigado o encausado ha de dar o no fianza
para continuar en libertad provisional.

En el mismo auto, si el Juez o Tribunal decretare la fianza, fijará la calidad y


cantidad de la que hubiere de prestar.

Lo anterior supone que caben fianzas de calidad diferente a las dinerarias:


personales, pignoraticias o hipotecarias, (avales, depósito de títulos valor,
escrituras, anotaciones registrales, etc), siempre que el Juez las considere de
suficiente garantía para eludir la prisión provisional.

En la práctica, sólo se suelen imponer fianzas dinerarias, y caben dos


modalidades para hacerlo: acordar la prisión, con la condición de eludirla,
trocándola en libertad si se paga la fianza acordada, o al revés, esto es,
acordar la libertad provisional, que se trocará en prisión si en el plazo que se
señale, no se ingresa en la cuenta de consignaciones del Juzgado la cantidad
fijada como fianza para eludirla.

Para determinar la calidad y cantidad de la fianza, señala el artículo 531 de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal, se tomarán en cuenta la naturaleza del delito,
el estado social y antecedentes del investigado o encausado y las demás
circunstancias que pudieren influir en el mayor o menor interés de éste para
ponerse fuera del alcance de la Autoridad judicial.

Añade el artículo 532 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que la fianza se


destinará a responder de la comparecencia del procesado cuando fuere
llamado por el Juez o Tribunal que conozca de la causa.

Su importe servirá para satisfacer las costas causadas en el ramo separado -


pieza separada de situación- formado para su constitución -siempre que la
preste personalmente de su patrimonio el inculpado y no lo haga tercera
persona por él-, y el resto se adjudicará al Estado.

Fija el artículo 533 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que es aplicable a las


fianzas que se ofrezcan para obtener la libertad provisional de un procesado
todo cuanto a su naturaleza, manera de constituirse, de ser admitidas y
calificadas y de sustituirse se determina en los artículos 591 a 596 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.

El destino de la fianza va en función de la actitud del inculpado.

Así, conforme al artículo 534 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal si al primer


llamamiento judicial no compareciere el acusado o no justificare la
imposibilidad de hacerlo, el Letrado de la Administración de justicia señalará al
fiador personal o al dueño de los bienes de cualquier clase dados en fianza el
término de diez días para que presente al rebelde.

Si el fiador personal o dueño de los bienes de la fianza no presentare al


rebelde en el término fijado,-dice el artículo 535 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal- se procederá a hacer ésta efectiva, declarándose adjudicada al
Estado y haciendo entrega de ella a la Administración más próxima de Rentas,
con deducción de las costas indicadas al final del artículo 532 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.

La fianza, en caso de que proceda su realización, se ejecuta por la vía de


apremio, conforme previene el artículo 536 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, de conformidad con lo dispuesto en el capítulo IV, Título IV, del Libro
III de la LEC.

Si se tratare de una fianza personal, se procederá también por la vía de


apremio contra los bienes del fiador hasta hacer efectiva la cantidad que se
haya fijado al admitir la referida fianza.

A continuación, establece el artículo 537 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal que cuando los bienes de la fianza sean del dominio del procesado,
se realizará y adjudicará ésta al Estado inmediatamente que aquél dejare de
comparecer al llamamiento judicial o de justificar la imposibilidad de hacerlo.

Al ser una cuestión referente al aseguramiento de la persona del inculpado,


señala el artículo 538 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que en todas las
diligencias de enajenación de bienes de las fianzas y de la entrega de su
importe en las Administraciones de Hacienda Pública, intervendrá el Ministerio
Fiscal.

Comoquiera que las circunstancias de los hechos pueden agravarse o


desvanecerse, la prueba abundar o flaquear y el investigado o encausado
arraigarse o caer en situación de mayor duda sobre su disposición para
responder ante al Administración de Justicia, las medidas cautelares
personales son reformables y puede el Juez variarlas en función de estos
vaivenes procesales.

Es por eso que el artículo 539 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal indica que
los autos de prisión y libertad provisionales y de fianza serán reformables
durante todo el curso de la causa.

En su consecuencia, el investigado podrá ser preso y puesto en libertad


cuantas veces sea procedente, y la fianza podrá ser modificada en lo que
resulte necesario para asegurar las consecuencias del juicio.

Para acordar la prisión o la libertad provisional con fianza de quien estuviere en


libertad o agravar las condiciones de la libertad provisional ya acordada
sustituyéndola por la de prisión o libertad provisional con fianza, se requerirá
solicitud del Ministerio Fiscal o de alguna parte acusadora, resolviéndose
previa celebración de la comparecencia a que se refiere el artículo 505 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal.

No obstante, si a juicio del Juez o Tribunal concurrieren los presupuestos


del artículo 503 de la LECrim, procederá a dictar auto de reforma de la medida
cautelar, o incluso de prisión, si el investigado o encausado se encontrase en
libertad, pero debiendo convocar, para dentro de las 72 horas siguientes, a la
indicada comparecencia.

Siempre que el Juez o Tribunal entienda que procede la libertad o la


modificación de la libertad provisional en términos más favorables al sometido
a la medida, podrá acordarla, en cualquier momento, de oficio y sin someterse
a la petición de parte -por ser un acuerdo pro reo, al que no le afecta el
principio de rogación- y porque puede ser combatida mediante el
correspondiente recurso interlocutorio.

Ahora bien, y al contrario, como indica el artículo 540 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal si el procesado no presenta o amplía la fianza en el
término que se le señale, será reducido a prisión.

La fianza se cancela (artículo 541 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal):

Cuando el fiador lo pidiere, presentando a la vez al procesado. Cuando éste


fuere reducido a prisión. Cuando se dictare auto firme de sobreseimiento o
sentencia firme absolutoria o, cuando siendo condenatoria, se presentare el
reo para cumplir la condena. Por muerte del procesado estando pendiente la
causa.

Si se hubiere dictado sentencia firme condenatoria -artículo 542 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal- y el procesado no compareciere al primer llamamiento
o no justificare la imposibilidad de hacerlo, se adjudicará la fianza al Estado en
los términos establecidos en el artículo 535 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal.

Una vez adjudicada la fianza -artículo 543 Ley de Enjuiciamiento Criminal-, no


tendrá acción el fiador para pedir la devolución, quedándole a salvo su derecho
para reclamar la indemnización contra el procesado o sus causahabientes.

-LIBERTAD PROVISIONAL CON PRIVACIÓN PROVISIONAL DEL


PERMISO DE CIRCULACIÓN

Medida prevista en el artículo 529 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminalpara


la delincuencia exclusivamente vinculada a la circulación de vehículos a motor,
carece de rigor técnico en su redacción, pues se trata de la privación
preventiva del derecho a conducir, y no del uso del permiso, que es el
documento que externamente lo presume, pero que haría de imposible
acuerdo la cautela en personas con él retirado o sin él, a quienes
perfectamente se les podría aplicar también.

Así, la norma señala que cuando se decrete el procesamiento de persona


autorizada para conducir vehículos de motor por delito cometido con motivo de
su conducción, si el procesado ha de estar en libertad, el Juez,
discrecionalmente, podrá privarle provisionalmente de usar el permiso,
mandando que se recoja e incorpore al proceso el documento en el que
conste. El Letrado de la Administración de justicia lo comunicará al organismo
administrativo que lo haya expedido.

Cuando la ley dice "procesado" quiere decir investigado o encausado, en la


mayor parte de los casos en que formalmente ni siquiera procederá el Sumario,
por la escasa pena vinculada a los delitos contra la seguridad del tráfico, y por
ello, este artículo debe interpretarse en ese sentido, máxime con la redacción
del artículo 764.3 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que añade que la
retención del permiso de circulación puede servir además para asegurar las
responsabilidades pecuniarias, en tanto no conste acreditada la solvencia del
investigado o encausado o del tercero responsable civil.
-LIBERTAD PROVISIONAL CON COMPARECENCIAS APUD ACTA

La efectividad de la libertad condicional normalmente se acompaña de la


obligación al investigado o encausado de hacerle presentarse en el Juzgado
para conocer su paradero cada cierto tiempo, que, nuevamente fija el Juez en
función de las circunstancias del hecho y la persona investigada.

No señala la ley la frecuencia de las comparecencias, por lo que la habitual


de "comparecer los días 1 y 15 de cada mes", es una mera costumbre que bien
puede sustituirse, según las circunstancias, por comparecencias mensuales o
de frecuencia superior, así como menor, pudiéndose fijar comparecencias
diarias, al menos en los casos en que la duda judicial sobre la disposición del
inculpado a responder de la Justicia sea elevada.

Señala a propósito el artículo 530 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que el


imputado que hubiere de estar en libertad provisional, con o sin fianza,
constituirá "apud acta" obligación de comparecer en los días que le fueren
señalados en el auto respectivo, y además cuantas veces fuere llamado ante el
Juez o Tribunal que conozca de la causa.

Las comparecencias "apud acta" se realizan ante el Letrado de la


Administración de justicia y se consignan en Acta para dejar constancia de la
presentación el día y con la frecuencia indicada, porque, la incomparecencia y
des obedecimiento inmotivado de la obligación, puede ser causa de fijación de
una medida cautelar más gravosa -detención o prisión-.

En principio la comparecencia debe hacerse ante el Órgano judicial ordenante


que lleve la instrucción de la causa.

No obstante la flexibilidad de las circunstancias -generalmente por los fines de


semana, dificultades para compatibilizar el horario de trabajo del inculpado o
meras dificultades circulatorias en grandes edificios judiciales- ha llevado a
veces a Jueces a fijar obligaciones de comparecencia ante puntos fijos de los
Decanatos de los Juzgados que así las centralizan, o a permitir hacerlo ante el
Juzgado del lugar de residencia o trabajo del investigado o incluso en sedes
diferentes, generalmente policiales, cuando se quiere aumentar la seriedad de
la coerción que la medida de las presentaciones temporales supone.

-LIBERTAD PROVISIONAL CON RETENCIÓN DE PASAPORTE

Para garantizar el cumplimiento de la anterior obligación -más que de


comparecer, de estar a disposición de la autoridad judicial que lleva el caso-, el
mismo artículo 530 in fine de la Ley de Enjuiciamiento Criminalindica que
también el Juez o Tribunal podrá acordar motivadamente la retención de su
pasaporte, lo que supone la fijación de una traba más para que el investigado o
encausado no huya al extranjero, o si es extranjero, tenga dificultades a la hora
de identificarse.

-OTRAS CONDICIONES ALTERNATIVAS QUE ACOMPAÑAN A LA


LIBERTAD PROVISIONAL

Como la finalidad de las condiciones que acompañan a la libertad provisional


es asegurar que el investigado o encausado esté en todo momento a
disposición del resultado de la acción de la Justicia en su contra, la práctica
judicial está admitiendo otros condicionamientos, que podríamos llamar
innominados, que en función de las circunstancias del caso o persona
afectada, se añaden a la libertad provisional y acumulativamente a otras
condiciones además de las previstas legalmente.

Así se pueden fijar como condiciones a añadir al cumplimiento de la libertad


provisional, por ejemplo, la prohibición de salir del territorio nacional sin
autorización judicial, o incluso la de presentarse varias veces al día ante la
policía local, o la de no salir temporalmente de determinado barrio, localidad o
área geográfica sin permiso judicial y, toda la gama de medidas restrictivas de
libertad, o de derechos, si están vinculados a lo investigado, como algunas de
las recogidas en el artículo 544 bis o ter de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
llegándose incluso a señalar en alguna resolución el alejamiento del inculpado
a al menos 500 metros de cualquier puerto, aeropuerto o frontera terrestre.
El artículo 765. 2 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, para los delitos relativos
a la circulación de vehículos a motor, permite, previa audiencia del Ministerio
Fiscal, que se pueda autorizar a los investigados o encausados que no estén
en situación de prisión preventiva y que tengan domicilio o residencia habitual
en el extranjero, que se ausenten del territorio nacional, aunque les impone el
deber de que por sí o por tercero garanticen las posibles responsabilidades
pecuniarias que puedan derivarse de su acción.

Eso implica que a sensu contrario si la condición no se cumple, se les pueda


prohibir abandonarlo, y da una pista del grado de aseguramiento o nivel que
exige el legislador, pues se trata de infracciones que penológicamente no son
muy graves.

La Ley 23/2014, de 20 de noviembre, de reconocimiento mutuo de


resoluciones penales en la Unión Europea ha complementado la regulación de
la libertad provisional mediante la inclusión en Título V de medidas de
vigilancia de la libertad provisional, que permite que un Estado distinto al que
impuso la medida de vigilancia pueda supervisar su cumplimiento cuando así le
sea solicitado y siempre que se cumplan los requisitos legalmente
establecidos. De este modo, se consigue una mejor ordenación de la actuación
de los Estados en este ámbito penal y se evita que un residente en un Estado
miembro se vea sacado de su entorno como consecuencia de la comisión de
una infracción penal durante el tiempo que transcurra hasta la celebración del
juicio. Con ello también se logra una mayor seguridad pública al permitir que
persona sometida a actuaciones penales en un Estado miembro distinto al de
su residencia sea vigilada por las autoridades de este último en espera de la
celebración del juicio, evitando acudir a institutos más represivos como la
prisión provisional o más inseguros como la libertad provisional no vigilada. De
esta manera, a nivel de cooperación internacional, se regulan en los arts. 109 y
ss de la Ley 23/2014, de 20 de noviembre las resoluciones sobre medidas
alternativas a la prisión provisional, y son aquellas adoptadas en un proceso
penal por la autoridad competente de un Estado miembro por las que se
imponen a una persona física una o más medidas de vigilancia en sustitución
de la prisión provisional. Con la transmisión de la resolución sobre medidas
alternativas a la prisión provisional debe garantizarse la debida acción de la
justicia y, de modo especial, la comparecencia en juicio de la persona de que
se trate.

En concreto, son susceptibles de transmisión y ejecución en otro Estado


miembro de la Unión Europea o de recepción por las autoridades judiciales
españolas competentes las siguientes medidas de vigilancia:

-La obligación de la persona de comunicar a la autoridad competente del Estado


de ejecución cualquier cambio de domicilio, en particular para poder recibir
citaciones a comparecer en las diligencias de prueba o vistas en el transcurso de
las actuaciones penales.

-La prohibición de entrar en determinadas localidades, lugares o zonas definidas


del Estado de emisión o del Estado de ejecución.

-La obligación de permanecer en un lugar determinado durante el período de


tiempo señalado.

-La obligación de respetar las limitaciones impuestas en relación con la salida del
territorio del Estado de ejecución.

-La obligación de presentarse en determinadas fechas ante una autoridad


específica.

-La prohibición de aproximarse a determinadas personas relacionadas con los


delitos presuntamente cometidos.

-La inhabilitación para ejercer determinadas profesiones o actividades ligadas con


el delito presuntamente cometido.

-La obligación de no conducir vehículos de motor.


-La obligación de depositar una fianza o prestar otra garantía, ya sea en
determinados plazos o en un pago único.

-La obligación de someterse a un tratamiento de desintoxicación o deshabituación


de adicciones.

-La prohibición de tenencia y porte de armas o de otros objetos específicos


relacionados con el delito enjuiciado. (Art. 110 Ley 23/2014, de 20 de noviembre)

En concreto, a tenor del art. 112 Ley 23/2014, de 20 de noviembre para transmitir
una resolución sobre medidas alternativas a la prisión provisional el Juez o
Tribunal competente transmitirá la resolución sobre medidas alternativas a la
prisión provisional a la autoridad competente del Estado miembro en el que
concurra alguna de las siguientes circunstancias:

Que el investigado tenga su residencia legal y habitual en el Estado de


ejecución y consienta en regresar a dicho Estado.

Que el investigado solicite trasladarse a un Estado distinto del de su residencia


y la autoridad competente de este Estado así lo consienta.

Deberá cumplimentarse el certificado para la ejecución de resoluciones que


impongan medidas alternativas a la prisión provisional en otro Estado miembro
de la Unión Europea recogido en el Anexo VI de la Ley 23/2014, de 20 de
noviembre.

En los arts. 112 a 129 Ley 23/2014, de 20 de noviembre se contempla todo el


trámite a seguir para la adopción de estas medidas en torno a la ejecución de
una resolución sobre medidas alternativas a la prisión provisional.

-RECURSOS QUE CABEN CONTRA EL ACUERDO DE LIBERTAD


PROVISIONAL

El auto que la señale, indica el artículo 529.3 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal, se notificará al investigado o encausado, al Ministerio Fiscal y a las
demás partes personadas y será recurrible de acuerdo con lo previsto en
el artículo 507 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, es decir, en reforma y/o
apelación, que puede ser directa.

Igualmente, al afectar a situaciones personales, y ser gravosas por restrictivas,


conforme hemos visto prevé el artículo 539 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, las situaciones acordadas para asegurar la situación pueden ser
recurridas por las Acusaciones para endurecerlas, así como por la defensa
para aminorarlas, reducirlas o suprimirlas, en cualquier momento de la
instrucción y hasta que nos encontremos ante una sentencia firme.

Por ello, no hay plazo para pretender la reforma de las medidas cautelares
personales del investigado o encausado, para mejor o peor, y el hecho de que
haya transcurrido el plazo para recurrir el auto en que se acuerden, no impide,
que la parte la presente el oportuno escrito distinto del recurso solicitándola
cuando a su derecho convenga, o el cambio de las circunstancias -entre las
que está el mero transcurso del tiempo- así se lo indique.

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