TERRITORIAL III Ley 3 de junio de 1848 “orgánica de la administración y régimen municipal” Por: FERNANDO AUGUSTO RAMIREZ GUERRERO*
Si, así como se lee en el antetítulo; en la ley del 3 de junio de 1848, en
Colombia, ya se hablaba de “ley orgánica” y su objeto era la administración y régimen municipal. Cada Provincia conservaba su autonomía, a pesar del régimen general, acentuadamente centralista, que imperaba desde la Constitución de 1843. Sin embargo, en la Carta Política no se habla de categorías de leyes, lo que connota la constante producción creativa de los legisladores del medio siglo decimonónico.
En ese entonces, la República de la Nueva Granada estaba integrada por
treinta y seis provincias, cada una de ellas cumplió con la obligación constitucional de expedir su propio estatuto, pese a las limitaciones de la época, tal como lo afirma el constitucionalista e historiador Carlos Restrepo Piedrahíta: “Contrariamente a lo que espíritus superficiales o sectarios han supuesto, difundido y reproducido sin criterio histórico objetivo, el gran movimiento constitucional del gobierno propio en las provincias de la Nueva Granada lejos de ser-como lo han imputado- una prueba de anarquía institucional, fue la evidencia de un extraordinario despertar de la conciencia cívica y política del todavía tan primitivo pueblo granadino (…)” El espíritu autonómico de las provincias se gesto desde el propio útero de la Colonia, las fronteras internas no se borraron ni en lo político, ni en lo cultural y en la mayoría de los casos la geografía determinaba límites naturales que facilitaban la diferenciación de los pueblos al interior de la naciente república.
El ideal federativo no contrariaba el principio unitario de las provincias que en
1811 proclamaron el Acta de Federación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada en donde se consagro que dicha forma de organización política condensa la “voluntad de todas nuestras dichas provincias, que general, formal y solemnemente han proclamado sus deseos de unirse a una asociación federativa, que remitiendo a la totalidad del Gobierno general las facultades propias y privativas de un solo cuerpo de nación reserve para cada una de sus provincias su libertad, su soberanía y su independencia, en lo que no sea el interés común, garantizándose a cada una de ellas estas preciosas prerrogativas y la integridad de sus El precedente texto iba en contravía de la legislación española territorios (…)” expedida para sus colonias, la cual estaba dirigida a mantener a las provincias totalmente separadas e incomunicadas para así facilitar la administración expoliadora de sus recursos naturales y del trabajo humano.
Por lo anterior, la dicotomía entre centralismo y federalismo condujo a la
formación de antagónicos partidos al interior de la naciente república, lo que facilito cientos de guerras civiles desde la guerra de la patria boba de 1812 y hasta 1903, en la famosa guerra de los mil días. Cada bando alimento otros principios para ganar adeptos y aliados, el centralismo de la regeneración de 1886 no evito la catástrofe, las guerras seguían, la violencia llenaba los campos y poblados, la desmembración del territorio fue ostensible, basta dar una mirada a nuestra geografía de 1832 y compararla con la vigente para convencernos que la nación de la otrora Nueva Granada, no sólo perdió en espacio geográfico, sino en pujanza económica merced al desconocimiento de de la autonomía de sus provincias, principio que no era contrario al de unidad que siempre buscaron los federalistas.
La unidad per se, no es sinónimo de centralismo, más de doscientos cincuenta
años de administración política basada en la absoluta incomunicación de las provincias de un mismo virreinato, presidencia o capitanía se contestaba con un propósito de unidad de las nuevas naciones, anhelo que en el caso colombiano arrojo ya la perpetuidad de las guerras civiles ya una época de violencia que inicio en 1946 entre rojos y azules, y que hoy en día atrinchera de un bando a la ciudadanía inerme y de otro a las fuerzas ilegales financiadas por el narcotráfico. Da allí que luego de ciento cincuenta años la frase de Manuel Murillo Toro recobre actualidad: “El día que nació el centralismo nació la esclavitud”
*Constituyente de la fundación democracia y libertad, abogado constitucionalista.