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¿DE CHUCKY A SANTO III?

(Síntesis de comentarios de prensa)


Por: FERNANDO AUGUSTO RAMIREZ GUERRERO*

Así se expreso el actual mandatario de los colombianos cuando el 24 de abril,


en medio de la campaña electoral a la Presidencia de la República fue sacado
de la Universidad Santiago de Cali, por un sector de los estudiantes: “Algunos
me decían ‘Chucky’, y ‘Chucky’ es lo que utiliza Anncol para referirse a mí. No quiero acusar que
allá estaban las Farc, pero me parece bastante coincidente ”. Sin embargo, ese
sobrenombre, se lo asigno un buen sector del pueblo colombiano, mucho antes
de su penúltima voltereta, al pasarse del Partido Liberal, a ser el gestor de lo
que hoy se conoce como Partido de la U. Por ello la transmutación de muñeco
diabólico a “santo” de veneración en más del treinta por ciento de los hogares
colombianos, solo es posible cuando el colectivo nacional pasa de una catarsis
a una realidad rosa.

El embeleco de una paz negociada con las FARC que llevo a Pastrana Arango
al poder (1998-2002), catapulto a Uribe Vélez a su primer mandato y preparo
la estigmatización total de cualquier modelo de oposición, dado que sin
mediar debate se les endilgaba el apelativo de aliados de las FARC,
inicialmente, y luego del “eje del mal” de Chávez, Correa y Ortega y todo
aquello que se opusiera levemente a los principios de la seguridad
democrática, sin importar, la compra de votos congresales a cambio de
notarías, embajadas y contratos estatales. El “todo vale” se impuso y
Colombia ante el horror del terror, se forjo la idea que luego de Uribe Vélez
sería la hecatombe.

La “encrucijada del alma” fue resuelta por el mayor psiquiatra de un Estado


Social y Democrático de Derecho: La Corte Constitucional, institución que al
declarar inconstitucional la ley de referendo que permitía una segunda
reelección abrió la compuerta para que el país respirara un nuevo aire;
hábilmente Santos Calderón creo el instrumento para que Uribe Vélez
gobernara en cuerpo ajeno: El Partido Social de Unidad Nacional. Así las
cosas, buena parte de los nueve millones de sufragantes por el proyecto de
prosperidad democrática estaban seguros que su portaestandarte era URIBE
III.
Pero eso no ha sido así, muy por el contrario desde el 20 de junio en las horas
de la noche se comenzó a percibir un aire y un aroma de “caballo de Troya”;
la democracia, paradójicamente, se había colado a través del clientelismo y la
restauración del Estado de Derecho ponía fin al Estado de opinión. La realidad
ha llevado al profesor Álvaro Camacho Guizado a afirmar lo siguiente, en su
columna periodística ¿Traición a Uribe?: “No se sabe bien si puede ser un sociólogo, un
politólogo o un psicólogo social, el analista que explique varias de las cosas que están sucediendo
en el país en los últimos días. (…) Empecemos por decir que el presidente Santos tuvo que
apoyarse de manera evidente en el prestigio del presidente Uribe: quería cabalgar en su 80% de
aceptación. Y así ganó las elecciones. (…) Recordemos también que hasta poco antes de que
lanzara su candidatura, Santos era fuertemente estigmatizado por su dudosa lealtad y artimañas.
Alguien en una ocasión manifestó que votaría por Santos con la esperanza de que una vez
posesionado capturara a Uribe y lo entregara a la Corte Penal Internacional”.

Será verdad tanta belleza, la bomba del 12 de agosto en Bogotá, parece ser un
llamado de atención, para que el “traidor” saque el pie del acelerador y el
acuerdo de unidad nacional no sea utilizado para atacar al ex presidente Uribe
Vélez, según lo manifestado por Juan Lozano jefe del Partido que llevo al
muñeco diabólico al palacio de Nariño. No olvidemos que el presidente del
Congreso colombiano expreso que dicho atentado provenía de la ultraderecha
para frenar el bandazo santista, en su visita al “ex terrorista y aliado de las
Farc”: Hugo Rafael Chávez Frías.

Al momento de editar este artículo, pareciera que Santos Calderón con el 84%
de aceptación popular, todavía no es visto como un traidor, o que el 67% que
no voto por él, el 20 de junio, ya lo acepto como el adalid de la democracia. Es
decir, el tránsito de Chucky a Santo, es fruto de un plebiscito y la plebe, o
condena o alaba, en tanto que la plutocracia solo sabe vivir del trabajo y del
voto del “inepto vulgo” como catalogaba al pueblo Laureano Gómez. El
santoral tiene a un nuevo integrante y del olor a azufre pasamos al “olor del
guayabo”; ojalá la resaca la sintamos en el año 3.000 y estas carnitas y estos
huesitos no estén en ningún cementerio ilegítimo.

*Constituyente de la fundación democracia y libertad, abogado constitucionalista.


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