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LA FORMACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA Y SU EXPANSIÓN

MUNDIAL (1474-1700).

1. LOS REYES CATÓLICOS:

A) Unión dinástica de Castilla y de Aragón.

Tras la muerte de Enrique IV de Castilla en 1474 se desencadenó una guerra sucesoria en


Castilla entre Juana, hija de Enrique IV, apoyada por su esposo Alfonso V de Portugal, e
Isabel, hermana de Enrique IV y apoyada por su esposo Fernando, heredero de Aragón. La
guerra fue debida a las dudas sobre la legitimidad de Juana, llamada la Beltraneja (se decía
que su padre era Beltrán de la Cueva), pues se consideraba a su padre, el rey Enrique,
impotente. La victoria de los RRCC tras la batalla de Toro en 1476, firmándose la Paz de
Alcaçovas en 1479, lo que puso fin al enfrentamiento con Portugal. Esta victoria convirtió a
Isabel en reina de Castilla y supuso la unión dinástica de Castilla y Aragón tras la muerte en
1479 de Juan II de Aragón. Se dice que la unión fue exclusivamente dinástica puesto que se
respetó la estructura tradicional de los reinos.
La Península, fruto del proceso de la Reconquista, estaba dividida en varios reinos:
▪ La Corona de Castilla (León y Castilla).
▪ La Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares).
▪ Portugal (que no participa en la unión y que tras varios intentos de alianzas
matrimoniales por parte de los RRCC va a continuar como un reino independiente),
▪ Navarra que, tras morir Isabel, Fernando el Católico conquistó en 1512, y en 1515
quedó unida a Castilla.
▪ Granada: que permaneció en poder musulmán hasta su conquista en 1492 por los RRCC,
quedando incorporada al reino de Castilla.
Tras la unión cada reino se mantuvo independiente, sólo unido por la persona del rey,
manteniéndose en cada uno de ellos sus leyes, tributos, fronteras y aduanas, y sus
instituciones de gobierno con diferentes cortes, virreyes y administraciones. Así mismo se
mantiene la diferente concepción de la monarquía, más autoritaria en Castilla y de carácter
pactista en Aragón. Pero Castilla, más poblada, extensa y rica, tuvo la supremacía política.
Sin embargo los Reyes Católicos mantuvieron la unidad de acción en política internacional.
Llevaron a cabo múltiples alianzas a través de una activa política matrimonial, especialmente
de cara a Portugal con la idea de completar la unidad peninsular, pero que terminó dejando su
herencia en manos de la casa de Austria cuando, tras la muerte de su hijo Juan, y la
declaración de la locura de Juana, casada con Felipe de Habsburgo, la herencia pasó a manos
del hijo de ésta, Carlos I de Habsburgo.

B) La organización del Estado.

Carácter de la monarquía: Con los RRCC se puede hablar ya de una monarquía autoritaria
frente a la de tipo feudal vigente hasta ese momento en toda Europa. La monarquía feudal
supone que el poder del monarca queda limitado por el de otros grandes señores (pueden ser

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nobles o eclesiásticos) en aquellos territorios que le pertenecen y donde ejercen la
jurisdicción (hacer justicia, recaudar impuestos, reclutar tropas).
Los RRCC van a limitar el poder de los grandes a favor de la autoridad real gracias a una
serie de medidas que poco a poco fueron minando el poder de los grandes, de las cortes, de
las ciudades o de la propia iglesia, medidas que continuaron Carlos V y Felipe II, lo que nos
permite hablar de monarquía absoluta ya en el siglo XVII.
Durante la Edad Moderna la monarquía tiene carácter patrimonial, es decir, los territorios de
la corona son propiedad, patrimonio, de los reyes. Los reinos, por ello, se podían unir por
matrimonio o herencia, o separarse por la misma razón. La monarquía es hereditaria por línea
masculina, aunque las mujeres no están excluidas de la sucesión (leyes de partidas).

Para el afianzamiento de su autoridad los RRCC se ayudaron de diferentes instituciones:


▪ Los virreyes: se ocupaban del gobierno en ausencia del Rey. Dada la poca permanencia
de Fernando en Aragón los virreyes de Cataluña, Aragón y Valencia tuvieron un papel
permanente en el gobierno. Este sistema se extendió a Italia y posteriormente a América, y
permitió el crecimiento del imperio español sin menoscabo de la autoridad real.
▪ La administración: se situaba en la Corte, al frente de la cual se encontraban los
secretarios. Dado que la corte era itinerante también lo era la administración. Se ocupaba de
la gestión de los recursos y de los impuestos a través de las Contadurías mayores.
▪ Los consejos de Aragón y de Castilla: eran el vínculo entre el rey y el resto de la
administración y los virreyes. Este sistema de consejos fue ampliado por Carlos V.
▪ Para la administración de justicia existían las Cancillerías o altos tribunales, ayudados
por las Audiencias. En última instancia cualquier ciudadano podía recurrir a la justicia del rey
(de hecho los RRCC reservaron los viernes para administrar justicia personalmente a todos
los que se acercaban a pedirla).
▪ Las cortes: de origen medieval, que se reunían separadamente en los diferentes reinos
y que solo tenían una función consultiva (aunque en la Corona de Aragón también tenían
facultades legislativas) y sobre todo tenían la misión de conceder subsidios extraordinarios.
Estos subsidios permitieron a los reyes pagar a las tropas sin tener que recurrir a los nobles,
lo que frenó su poder. Para evitar el control de las cortes, estas solo se reunieron en
ocasiones extraordinarias.
▪ Los municipios: situados en tierras de realengo, se les había concedido sus propios
fueros (leyes) y su autogobierno (Concejo o ayuntamiento). Para controlar su funcionamiento
los RRCC crearon la figura del Corregidor, un funcionario real encargado de supervisarlos.

C) La política religiosa y la toma de Granada:


Granada era el último reducto musulmán en la Península, se llevó a cabo durante 10 años y
supuso el final de la Reconquista iniciada siete siglos antes. Aunque era una empresa
castellana en ella participaron, aunque de manera desigual, castellanos y aragoneses,
constituyendo la primera gran empresa común de la nueva monarquía.
Desde 1482 Fernando toma el mando de las tropas e inicia una campaña en la que las acciones
militares se combinaron con una hábil política ya que el Fernando supo aprovechar las disputas
entre el heredero Boabdil, el rey Abu Hasan, y su hermano El Zagal, lo que dividió el reino en
tres facciones enfrentadas. Los RRCC llegaron a apresar a Boabdil (batalla de Lucena 1483)
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pero le liberaron para que continuaran los enfrentamientos. La muerte de Abu y la rendición
de El Zagal tras la toma de Almería y Málaga, dejó a Granada como único reducto musulmán
en manos de Boabdil.
En 1492 se produce la rendición de Granada y la entrega de la ciudad por Boabdil, el último
rey moro. Los términos de la rendición fueron muy generosos: los musulmanes conservaban
sus armas y sus propiedades, y se les garantizaba el uso de sus leyes, su religión, sus
vestimentas y costumbres. Conservarían sus gobernantes locales y no pagarían más tributos
que los que ya pagaban.
Si bien en los primeros años se respetaron los acuerdos, poco a poco se fue forzando a los
musulmanes a convertirse al cristianismo (sobre todo por la acción del Cardenal Cisneros que
no estuvo dispuesto a esperar una conversión más lenta y pacífica de la población
hispanomusulmana como había propiciado Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada,
hombre de gran tolerancia e interés por los estudios arábigos) hasta que en 1499 estalló una
rebelión en las Alpujarras. Fernando asumió el mando y sofocó la rebelión, haciendo público un
edicto en 1502 que obligaba a todos los musulmanes a emigrar o convertirse al cristianismo.
La mayoría optó por la conversión pero en la práctica siguieron manteniendo su fe (moriscos).
D) El descubrimiento de América:
El descubrimiento y la conquista de América fue una empresa castellana prolongación de la
lucha contra el Islam y la expansión atlántica (conquista de Canarias 1402-96) en la búsqueda
de una ruta alternativa a las indias orientales tras la caída en 1453 de los restos del Imperio
Bizantino en poder de los turcos.
La ocupación de Canarias no solo supuso el disponer de una escala indispensable para la ruta
de América sino que fue un banco de pruebas para la política colonizadora de los RRCC, que
partía de la experiencia adquirida por Castilla durante la reconquista: los acuerdos entre la
corona y los conquistadores eran recogidos en unas capitulaciones, por las cuales los
conquistadores adquirían ciertas mercedes (cargos, títulos, tierras y botín) y la corona se
reservaba ciertos derechos (control sobre los gobernadores, derecho al reparto de tierra a
los nuevos pobladores y a otorgar los fueros a las nuevas ciudades que se fundaran).
Hasta que no finalizó la toma de Granada los R.R.C.C. no aceptaron la propuesta un tanto
descabellada de Colon. Esta expedición permitiría a Castilla adelantar a los portugueses en la
carrera hacia las indias orientales. La negociación entre Colon y la reina quedó plasmada en las
Capitulaciones de Santa Fe por las cuales la Corona se aseguraba el control de los nuevos
territorios y a Colón se le concedían títulos y derecho a cobrar diezmos. La expedición
castellana partió del puerto de Palos, en Huelva el 3 de agosto de 1492, y estaba formada por
las carabelas La Pinta (que llevaba el capitán Martín Alonso Pinzón) y La Niña, al mando de la
cual iba el propio Colon, aunque el capitán era Vicente Yañez Pinzón, y la nao Santa María, que
fue la capitana hasta que zozobró en las Antillas. La tripulación estaba formada por unos 90
hombres, ninguno de los cuales era religioso.
La expedición estuvo en las Islas Canarias haciendo reparaciones y aprovisionamiento,
después de lo cual empezó una difícil travesía, en la que se produjeron varios motines por el
descontento de los hombres al ver que el viaje se alargaba sin llegar a ninguna parte. El motín
estaba muy extendido el 9 de octubre, y el día 10 los capitanes decidieron volverse si en tres
días no avistaban tierra. El día 12 de octubre, el grumete Rodrigo de Triana avistó tierra, lo
que calmó todos los descontentos. Llegaron primero al archipiélago de las Bahamas, y después
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a Cuba y La Española (Santo Domingo). En las costas de La Española encalló y se hundió la
Santa María, y sus restos fueron usados para construir el Fuerte de La Navidad (día en que
se hundió la nao), que fue el primer asentamiento español en América. Después de dejar en el
fuerte 40 hombres armados y con provisiones, a las órdenes de Diego de Arana, alguacil de la
expedición, las dos carabelas, al mando de Colón, regresaron a España en enero de 1493.
Colón, tras recalar en Lisboa y en Palos, fue recibido por los RRCC en Barcelona, en abril de
1493, con todos los honores.
Durante el reinado de los RRCC, Colón realizó cuatro viajes a América, en el primero se
produjo el descubrimiento (1492) y el asentamiento en las islas, y desde la base de La
Española, en los siguientes viajes (1493-1504) se exploraron algunos territorios de tierra
firme, aunque no se tuvo conciencia de haber descubierto un nuevo continente hasta el siglo
XVI.
Ante la magnitud del descubrimiento y el temor de los portugueses de que los castellanos les
adelantaran en el camino a La India se llegó a un acuerdo por el tratado de Tordesillas
(1494), ratificado por el papa Alejandro VI, en el que quedaron delimitadas las áreas de
influencia y expansión de Castilla y Portugal, quedando Brasil en manos de Portugal (Un
meridiano situado a 370 leguas de Cabo Verde separó las dos zonas de influencia: la
occidental para Castilla y la oriental para Portugal. Según los conocimientos de la época no
habría tierra en esa longitud terrestre pues no se tenía conciencia de la existencia de
América sino que pensaban haber llegado a las Indias). Después de la muerte de Isabel, en
1504, Fernando pierde interés en la expansión atlántica, ocupado como estaba con su política
mediterránea, y Colón muere en 1506 sin conseguir volver a América. El navegante Américo
Vespucio había regresado a España, después de explorar las costas del norte de Brasil, en
1502, asegurando que se había descubierto un nuevo mundo. En 1507 aparece publicado el
primer mapa en el que se llama América al nuevo mundo.
Este reconocimiento, y la falta de metales y mercancías preciosas, hace que los
conquistadores busquen un paso a la India. En 1513 Núñez de Balboa atraviesa Panamá el
punto más estrecho del continente y descubre el océano Pacífico (los enfrentamientos entre
Balboa y el Gobernador del Rey terminan con el apresamiento y ejecución de Balboa).
Desde 1512 se mandan expediciones desde las islas hacia el continente, hacia Yucatán, de
donde llegan rumores de que en el interior existe un gran imperio. El gobernador real de cuba,
Velázquez, encarga la expedición a Hernán Cortés, que parte en 1519. En la costa funda la
ciudad de Veracruz, la primera de América, y avanza hacia el centro del imperio azteca con
ayuda de algunos indios descontentos del gobierno azteca, sin encontrar oposición hasta
entrar en la capital TENOCHTITLAN. Son recibidos amistosamente pero toman al rey
MOCTEZUMA prisionero, convirtiéndose en los amos del imperio, sin que, en un primer
momento, los aztecas opongan resistencia (leyenda sobre el dios blanco y barbudo
Quetzalcoatl, que tras crear el mundo desapareció prometiendo su regreso). Finalmente se
produjo un enfrentamiento en la batalla de Otumba que ganaron los españoles, volviendo a
entrar en Tenochtitlan y dominando definitivamente todo México.
En Imperio Inca se extendía por todo el norte de los Andes, con capital en Cuzco, aunque
cuando llegan los españoles atravesaba una grave crisis política por las luchas entre los hijos
del Inca (Atahualpa y Huascar), por la sucesión. En 1531, los españoles, dirigidos por Almagro
y Pizarro, y ayudados por las tribus sometidas por los incas, derrotan a los dos hijos del Inca
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y se adueñan del Imperio Inca. Almagro inició después una expedición hacia el sur,
conquistando Chile (1535), pero a su regreso se enfrentó con Pizarro, que le derrotó y
ejecutó. El hijo de Almagro y sus seguidores mataron a Pizarro.
Otras expediciones se organizaron a partir de esa fecha, hacia el norte (Cabeza de Vaca, en
1536, Hernando de Soto en 1538, y Coronado en 1540), donde encontraron tribus primitivas
que vivían en grandes llanuras, hacia el sur, hacia Chile (Valdivia en 1540) y Buenos Aires
(Pedro de Mendoza1536), y el interior del continente (Orellana recorre el Amazonas en 1541).
También la expedición de Magallanes y El Cano, al dar la primera vuelta al mundo en 1519-22,
recorren las costas de Sudamérica.
E) La incorporación de Navarra
Siempre había oscilado entre los intereses de sus poderosos vecinos: Aragón, Castilla y
Francia. Juan II de Aragón, padre de Fernando, había ocupado ilegítimamente el trono de
Navarra en 1441 a la muerte de su esposa la reina Blanca I de Navarra (Fernando era hijo de
su segundo matrimonio con Juana Enríquez).
A la muerte de Juan II en 1479, en contra de los intereses de Fernando, la corona de
Navarra pasó a la menor de las hijas del primer matrimonio de Juan II, Leonor. En 1483
heredó el reino Catalina de Foix, nieta de Leonor, y su marido Juan Albret, ambos muy
cercanos a los intereses de Francia.
Fernando, regente de Castilla tras la muerte de Isabel, temía la alianza de Navarra con
Francia y la posterior entrada de tropas francesas en la península, por lo que decidió
conquistar el reino de Navarra, objetivo que logró sin grandes dificultades en 1512 con tropas
al mando del Duque de Alba. En 1513 las Cortes de Navarra reconocieron a Fernando como rey
y en 1515 Navarra fue incorporada a la corona de Castilla, aunque mantuvo su categoría de
reino y todas sus instituciones, normas de autogobierno, costumbres y fueros propios.
F) Las relaciones con Portugal.
Desde principios de siglo Castilla y Portugal habían chocado en su expansión atlántica.
Portugal había conseguido una gran ventaja en la costa africana mientras Castilla había
iniciado la ocupación de Canarias aunque con pequeñas campañas de pillaje (razias).
Durante la guerra civil Castilla aceleró la conquista de las Canarias mandando expediciones
sucesivas desde 1478. El tratado de paz que puso fin a la guerra civil entre Isabel y Juana en
1479 (Alcaçovas) incluía el reparto de influencias en el Atlántico (la ruta de Guinea para
Portugal y Canarias para Castilla) y supuso el reconocimiento de la conquista de Canarias para
Castilla a cambio de reconocer la de Azores y Madeira para Portugal.
Al mismo tiempo Fernando intentó estrechar los lazos entre España y Portugal preparando
una futura unión dinástica entre ambos reinos:
En 1490, casaron a su hija Isabel con Alfonso, heredero e hijo de Juan II de Portugal. Pero
La muerte de Alfonso en 1491 dejó como heredero al PRIMO del monarca, Manuel el
Afortunado, que en 1497 se casó con Isabel.
Sin embargo este nuevo matrimonio tampoco dio fruto pues Isabel murió en 1498, en el parto
de su hijo Miguel, quien murió dos años más tarde. De nuevo se preparó un matrimonio y
la infanta María, hija menor de los Reyes Católicos, se convirtió en esposa de Manuel en 1500.
A corto plazo esta política no dio frutos, de hecho fue un fracaso para Fernando pues como
consecuencia de estos matrimonios la corona de Castilla y de Aragón terminó en manos de la
casa de Austria, en la persona de su nieto Carlos de Habsburgo. Además tampoco consiguió a
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corto plazo ningún éxito en Portugal pues la corona quedó en manos de los herederos de
María y Manuel (tuvieron 10 hijos). Será el matrimonio de Carlos I con Isabel de Portugal,
hija de María, la que terminará dejando la corona portuguesa en manos del hijo de ambos
Felipe II, dos generaciones más tarde, al morir sin descendencia el rey Sebastián de Portugal

G) Política italiana y norteafricana.

La política tradicional aragonesa de expansión en el Mediterráneo fue seguida por Fernando.


En 1458 moría sin dejar herederos legítimos Alfonso V de Aragón, que había pasado los
últimos años de su vida en Nápoles, lejos de la península y desinteresado de los asuntos
aragoneses. Aunque el resto de sus posesiones pasan a Juan II (padre de Fernando), deja
Nápoles en manos de su hijo bastardo Fernando (Ferrante), que de esta forma queda
desligado de la Corona de Aragón.
En 1495 (muerto ya Ferrante le había sucedido su hijo Fernando II), Nápoles fue invadida por
el rey francés Carlos VIII. Fernando el Católico aprovechó este hecho para intervenir en
Italia. La campaña fue dirigida por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, gran
estratega que sustituyó la caballería pesada de carácter medieval por tropas de infantería
mercenaria armada con largas picas y arcabuces, base del futuro ejército moderno español.
En 1503 el Gran Capitán derrotó a las tropas francesas en las batallas de Ceriñola y Garellano
forzando su retirada.
Nápoles se incorporó a la monarquía española en 1504, siendo gobernada desde ese momento
por un virrey (el Gran Capitán fue obligado a regresar a España por temor a que su enorme
prestigio y ascendente sobre las tropas le llevaran a proclamarse rey de Nápoles).

2.- EL AUGE DEL IMPERIO EN EL SIGLO XVI:

A) Los dominios de Carlos V y Felipe II

El 23 de enero de 1516 fallecía en un pueblo de Extremadura, Madrigalejo, Fernando de


Aragón, el hombre que tanto había trabajado por la unidad peninsular y el fortalecimiento de
la monarquía, y que había trazado una compleja política de alianzas matrimoniales, cuyo
resultado final fue dejar la corona española en manos de la dinastía de los Habsburgo. La
temprana muerte de Felipe el Hermoso y la locura de Juana, segunda hija de Isabel y
Fernando (tanto Juan, el único hijo varón, como Isabel, la primogénita, habían fallecido), y que
vivirá recluida en el Castillo de Tordesillas hasta su muerte en 1555, llevó al trono al hijo de
ambos, Carlos, joven inexperto, educado en la corte de Flandes, que desconocía las
tradiciones y las lenguas de sus nuevos reinos españoles, por los que mostraba escaso interés.
Las fuentes de la época describen al joven Carlos:
“El nuevo rey, un muchacho increíble y disparatadamente joven, con una mandíbula muy
pronunciada, no causó una impresión favorable en su primera aparición en España. Aparte de
que miraba como un idiota, tenía el defecto imperdonable de que no sabía ni una palabra en
castellano. Además ignoraba totalmente los asuntos españoles y estaba rodeado de un grupo
de rapaces flamencos”.
Carlos recibió, a la muerte de Fernando, la herencia de su abuela materna, Isabel de Castilla,
consistente no solo en el reino de Castilla, sino de sus plazas en el Norte de África, Canarias y
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los territorios en América, un continente todavía por descubrir y colonizar. En ese mismo
momento recibió también la herencia de su abuelo paterno, Fernando de Aragón, a pesar de
que hasta el último momento Fernando dudo de nombrar heredero al hermano de Carlos,
Fernando, educado en España, y por ello mejor conocedor de los intereses de la Corona de
Aragón. De él recibió la Corona de Aragón con su territorios en el Mediterráneo, (Baleares,
Cerdeña, Sicilia y Nápoles), territorios que el propio Carlos ampliará más tarde, añadiendo el
Milanesado y otras pequeñas plazas italianas.
De su padre Felipe, duque titular de Borgoña y conde de Flandes entre otros títulos, heredó
lo que se conoce como los Países Bajos españoles, que incluían los territorios de los Países
Bajos, el Franco Condado y el condado de Charolais. Felipe el Hermoso, fallecido en 1506,
había recibido esa herencia a través de su madre María de Borgoña, hija de Carlos el
Temerario. Carlos I sería además duque titular de Borgoña, a pesar de que los territorios del
ducado de Borgoña habían pasado recientemente a manos francesas.
La muerte de su abuelo, Maximiliano de Habsburgo, en 1519, le permitió entrar en posesión de
los dominios de los Habsburgo en Austria y aspirar al título imperial del Sacro Imperio
Romano Germánico (un atípico estado múltiple, constituido por infinidad de pequeños estados,
algunos del tamaño de una ciudad y otros de pequeños reinos o principados, que estaban en
manos de un señor, laico o religioso. 7 de esos señores eran electores, es decir, eran los que
debían decidir la persona que heredaría el título imperial. Este título tenía un carácter más
honorífico que real, pero suponía un enorme prestigio, y la preeminencia sobre el resto de los
soberanos de la época.)
Según el concepto patrimonial de la monarquía vigente en el siglo XVI, cada uno de estos
territorios tenía sus propias leyes, instituciones de gobierno, idioma, fronteras, etc., y solo se
unían por la persona del Rey, dueño y señor de todos estos territorios.
Felipe II solo recibió una parte de la herencia paterna pues Carlos, consciente de la
dificultad de gobernar tan distintos territorios y tras retirarse a Yuste en 1556, dejó el
título imperial y la corona de Austria a su hermano Fernando. A pesar de ello Felipe reunirá en
su persona un imperio mayor que el de su padre, porque a los territorios de Castilla (incluidos
los del Nuevo Mundo y el Pacífico), de Aragón con sus territorios italianos y los Países Bajos,
añadió Portugal y su imperio ultramarino, herencia que recibió a través de su madre, Isabel de
Portugal, en 1580.
Después de viajar por Italia, los Países Bajos y vivir en Inglaterra como esposo de la reina
María Tudor (1554-56), y tras la abdicación de su padre, se dedicó a gobernar desde la nueva
Corte, asentada de en Madrid, poniendo fin a la tradicional corte itinerante de reinados
anteriores. Esto le alejó de sus posesiones europeas y fue dotando a su monarquía de un
carácter progresivamente más hispánico y sobretodo más castellano, donde había vivido en su
infancia y donde fue educado. Sus colaboradores más próximos eran castellanos en su
mayoría, y su política internacional y sus matrimonios tuvieron más en cuenta los intereses de
Castilla que los de los otros reinos. Por otra parte era Castilla la que financiaba la mayor
parte de su política tanto a través de los impuestos como por el comercio americano.
Desde los tiempos de los RRCC se había intentado conseguir la unidad dinástica de la
península ibérica mediante una política de alianzas matrimoniales. Carlos I, a pesar de su
vocación europeísta, a la hora de contraer matrimonio volvió a establecer alianza con Portugal
casándose con su prima Isabel (hija de Manuel y de su tía María).
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En 1578 murió el joven rey de Portugal Sebastián I, en la batalla de Alcazarquivir, durante la
descabellada expedición contra Fez. Sin descendientes directos, el trono pasa a tu tío abuelo,
el Cardenal Enrique (1578-80), que muere dos años después también sin descendientes.
Siguiendo la línea sucesoria el heredero legítimo era Felipe II, por lo que en 1580 es
nombrado rey de Portugal, lo que significa la unión dinástica de ambas coronas, y por tanto, la
unidad ibérica.
A pesar de que el pueblo portugués no era partidario de un rey castellano, la nobleza y la
burguesía eran conscientes de que Portugal necesitaba de los grandes recursos de los
castellanos para continuar con su aventura colonial. Portugal fue unido a Castilla en 1580
conservando sus leyes, sus instituciones y su sistema monetario. Felipe II se comprometía a
que en su ausencia el reino de Portugal y sus colonias fueran regidos por portugueses, a los
que se reservaba el monopolio del comercio ultramarino de su imperio. En este sentido Felipe
II seguía la tradición de la época, según la cual los reinos adquiridos por herencia solo se
unían por la persona del monarca.
A pesar de la anexión Felipe II siguió siendo un rey castellano, y tras dos años de
permanencia en Lisboa partió a Madrid, desde donde continuó gobernando su imperio. Esta
unión fue efímera pues en el siglo XVII Portugal recuperó su independencia.

B) El modelo político de los Austrias:


El problema de la monarquía del siglo XVI es, por una parte, aunar el gobierno de amplísimos
territorios con diferentes leyes, instituciones, tradiciones, que no comparten entre si más
que la figura del rey y, por otra, el hecho de que siguen existiendo poderes paralelos al poder
de la corona como el de los grandes señores, nobles y eclesiásticos, el de las ciudades o las
cortes. En ambas cuestiones la monarquía de los Austrias va a continuar en la misma dirección
que los RRCC,
Afirmando el poder real mediante un progresivo control de todas las instituciones:
▪ Las Cortes, que dejan de reunirse a medida que la monarquía dispone de otros recursos,
como la plata americana o los créditos, y no precisa de los subsidios de los burgueses;
▪ La Iglesia sobre la que ejercen mayor control debido a la necesidad que el Papa tiene
de su ayuda militar en Italia (Derecho de Patronazgo en América y Granada, que incluye el
derecho a cobrar diezmos);
▪ La nobleza, que va siendo apartada de las tareas de gobierno al sustituirse por hombres
nuevos formados en las universidades, y de la que es más fácil prescindir gracias a la
formación de ejércitos mercenarios pagados por el rey. Irá poco a poco convirtiéndose en una
nobleza cortesana;
▪ Los concejos, cada día más controlados por los corregidores reales;
Y organizando un sistema capaz de gobernar tan diversos territorios ampliando la red de
Consejos y virreinatos que iniciaron Isabel y Fernando, perfeccionándola y ampliándola.
Existían dos tipos de Consejos:
▪ Los Consejos Territoriales, pues cada uno de los reinos o territorios poseía su propio
consejo (Castilla, Aragón, Italia, Indias, Portugal, Flandes) que se ocupaba de los asuntos
propios.
▪ Los Consejos asesores: que tenían competencia en todos los reinos como el Consejo de
Estado, Hacienda o Inquisición (también Cruzada y Ordenes Militares).
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La comunicación entre los consejos y el rey se hacía mediante un complejo sistema de
consultas: los Consejos se reunían con regularidad y discutían los últimos despachos recibidos
del virrey. El resultado de la discusión era recogido por los secretarios y plasmado en un
documento llamado consulta, en el que se resumían los puntos de vista de todos los miembros
del consejo, que se entregaba al rey. En función de ello, el rey tomaba su decisión (aunque en
algunas ocasiones podía consultar a otros de sus Consejo, como el de Estado) y
C) Los conflictos internos:
Carlos llega a España en 1517, no solo para ocuparse de sus nuevos reinos sino también para
conseguir fondos que le aseguren su elección como Emperador. Su próxima partida y el
nombramiento de nobles extranjeros para los altos cargos (Guillermo de Croy -Señor de
Chièvres-, Adriano de Utrech, Jean Le Sauvage y Mercurino Gattinara), que solo buscaban
enriquecerse y que desconocían la forma de gobierno, los usos y las costumbres del país,
provocaron el descontento generalizado en Castilla y el alzamiento del Movimiento Comunero
(1520-1521), (Carlos nombró arzobispo de Toledo al sobrino de Chievres y Regente del Reino,
antes de partir, a Adriano de Utrech)
Fue un movimiento dirigido por el patriciado urbano, con Toledo a la cabeza, pero también
contó con apoyo de la nobleza, que exigía al emperador que no abandonase España, que no
permitiera que se sacara más dinero de España y que no nombrara extranjeros para los altos
cargos. Los comuneros intentaron atraerse a la reina Juana, recluida en el castillo de
Tordesillas. Su negativa alejó a los más moderados de la revuelta, que empezó a tomar un
carácter más social que político. Muchos nobles, temerosos de una revolución, tomaron el
partido del Emperador. En la batalla de Villalar (Valladolid 1521) los comuneros fueron
derrotados y al día siguiente los dirigentes eran ejecutados (Padilla, Bravo y Maldonado).
A pesar de su victoria Carlos tuvo en cuenta las demandas de los comuneros y, tras castigar a
los rebeldes, aceptó muchas de sus demandas: se deshizo de la camarilla flamenca (Adriano
de Utrech fue sustituido y nombrado Papa) y prestó más atención a los asuntos castellanos
como demuestra su matrimonio con una princesa portuguesa (Isabel) o la educación castellana
de su hijo Felipe, así como el hecho de elegir Castilla como lugar de retiro tras su abdicación
(Yuste).
El movimiento de las Germanías en Valencia (1519-22) tuvo un carácter más social que político.
Se desató en Valencia por la defensa de los privilegios que disfrutaban las hermandades de
artesanos para formar unas milicias armadas, en caso de necesidad, para luchar contra las
flotas berberiscas, privilegio que Carlos confirmó. En 1520 se produjo una epidemia de peste
en Valencia y los nobles abandonaron la ciudad. Las milicias se hicieron con el gobierno (Junta
de los 13), lo que derivó en poco tiempo en un levantamiento en contra de la nobleza y de los
moriscos (se les acusaba de apoyar a los nobles). El Ejército imperial, después de la derrota
de los comuneros, y con el apoyo de la nobleza local, acabó con el conflicto de las Germanías
en 1522. España quedaba pacificada y el poder de Carlos I era incuestionable.

D) Los conflictos religiosos en el seno del Imperio y Los conflictos exteriores


D.1.La política exterior durante el reinado de Carlos V estuvo dirigida a tres frentes: la
guerra contra Francia por la hegemonía europea, el enfrentamiento con los príncipes
protestantes con el objetivo de frenar la reforma y hacer valer su título imperial, y la guerra
contra los turcos por el control del Mediterráneo.
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● En Alemania la causa del protestantismo se desarrollaba con fuerza al seguir los
príncipes alemanes las doctrinas de Lutero. El Papado había condenado sus planteamientos y
le había considerado un hereje en el Edicto de Worms de 1521. Lutero respondió negando la
autoridad del papa, lo que condujo a la división de la Iglesia. Carlos, ya emperador, quiso
devolver a la obediencia de la Iglesia de Roma a los príncipes alemanes primero mediante el
diálogo y después con la fuerzas de las armas. Primeramente reunió una dieta en Augsburgo
donde debían debatirse las cuestiones religiosas, pero, ante la falta de acuerdo, Carlos
confirmó el Edicto de Worms (1521), a lo que los protestantes respondieron coaligándose en
la Liga de Esmacalda (1531) o liga de los protestantes (dirigida por el príncipe elector de
Sajonia), mientras que Carlos encabezó la Liga Católica. Aunque Carlos consiguió una victoria
inicial en 1547 en Mühlberg (Tiziano retrato a Carlos a caballo dirigiendo las tropas en dicha
batalla) el conflicto continuó y finalmente, en 1555, Carlos firmó la paz de Augsburgo con la
Liga, por la que se reconocía a los alemanes el derecho a seguir el luteranismo. Su intento de
mantener la unidad de la Iglesia Católica había fracasado. Cansado de un vida de conflictos,
dejó el Imperio en manos de su hermano Fernando (1553) y, tras abdicar en Felipe (1555), su
hijo, se retiró a Yuste, donde moriría poco después (1558).

● La primera fase de la política exterior estuvo fuertemente marcada por el


enfrentamiento con Francisco I de Francia, que controlaba el Milanesado, posición clave
para que Carlos V pudiera conectar sus posesiones centroeuropeas con sus territorios
italianos (Reino de Nápoles). La rivalidad entre ambos soberanos se inicia en la lucha por el
título imperial, ya que Francia temía verse rodeada por territorios de los Habsburgo en todas
sus fronteras. Pero el principal escenario de este enfrentamiento será Italia, donde van a
llevarse a cabo cuatro guerras sucesivas entre 1521 y 1544. La primera de ellas comienza
cuando Francisco I conquista el Milanesado expulsando a su gobernante, Ludovico el Moro (de
la familia Sforza). Carlos interviene y Francisco es derrotado en Pavía (1521) y hecho
prisionero (dice la tradición que durante unos días estuvo alojado en las Torre de los Lujanes
de Madrid). Para conseguir su liberación, Francisco firmó el tratado de Madrid (1526), pero
una vez liberado se negó a cumplir sus compromisos, alegando que no los había firmado
libremente (se comprometía, entre otras cosas, a no volver a ocupar Italia).
Durante la segunda guerra, Carlos tomó la ciudad de Roma, ya que el papa, Clemente VII, se
había aliado con Francia. Las tropas imperiales, al no recibir la paga, saquearon la ciudad
mientras el papa se refugiaba en el castillo de San’Angelo. A pesar de la firma de la paz
(Cambrai), la guerra siguió entre ambos soberanos.
Finalmente la paz llegó en 1544, con la firma de la Paz de Crepy, debido al agotamiento de
ambos contendientes, sin que Francia consiguiera arrebatar a Carlos la hegemonía europea.
Enrique II, sucesor de Francisco I, continuará la guerra contra Carlos unos años después.
● Los turcos suponían un serio peligro para el control del Mediterráneo y para el pacífico
desarrollo del comercio en el interior de sus aguas. Carlos V luchó junto a su hermano
Fernando contra ellos, ya que estos habían avanzado por el interior de Europa, llegando
Solimán el Magnífico a las puertas de la ciudad de Viena en 1535 . Carlos contraatacó en el
Mediterráneo tomando algunas plazas del norte de África como Túnez donde se refugiaban
los piratas de berbería bajo el gobierno de Barbarroja y con la protección de los turcos. Los
enfrentamientos entre los Habsburgo y los turcos continuaron en el reinado de Felipe II,
10
cuando en la batalla de Lepanto (1571), bajo el mando de Don Juan de Austria, la armada
española frenó el avance de los turcos en el Mediterráneo, aunque el acoso de los corsarios
siguió siendo una pesadilla para el comercio .
D.2. La Política Exterior durante el Reinado de Felipe II:
Política exterior de Felipe fue una continuación de la de su padre en muchos sentidos, ya que
buscaba la hegemonía en Europa y el triunfo del catolicismo. Sin embargo las circunstancias
eran otras, y tuvo que enfrentarse a problemas diferentes.
● La rivalidad con Francia continuó tras la paz firmada en Crepy, ya que la lucha
por el dominio del norte de Italia se mantuvo. La guerra terminó tras las victorias españolas
en San Quintín (1557), y en Gravelinas. La paz se firmó en Cateau-Cambrais en 1559 y supuso
el fin de la supremacía francesa sobre Italia. Para sellar la paz se acordó el matrimonio entre
Felipe II y la hija de Enrique II de Francia, Isabel de Valois. En los últimos años de siglo
Francia se vio envuelta en una guerra entre católicos y protestantes (hugonotes) que le
impidió intervenir en la política española.
● El problema religioso hizo estallar la rebelión en los Países Bajos, provocando una
largo conflicto (1568-1648) que se conoce como la guerra de los 80 años. Carlos V, nacido en
los Países Bajos, educado allí, era reconocido como el señor natural del territorio, cosa que no
ocurrió con Felipe II, que llevó a cabo una política que giraba más en torno a los intereses de
sus reinos peninsulares. En 1559 fue nombrada gobernadora Margarita de Parma, hija
ilegítima de Carlos. Una parte de los Países Bajos apoyaron la reforma religiosa de Calvino, y
ante negativa de la gobernadora a aceptar la libertad religiosa estallaron los disturbios
(destrucción de imágenes de templos católicos). Felipe II envió al duque de Alba para
sustituir a Margarita de Parma, el cual actuó a sangre y fuego (Tribunal de los Tumultos),
ejecutando a los condes de Egmont y Horn, lo que avivó la rebelión que tomó un cariz
independentista. El príncipe Guillermo de Orange, desde Alemania, se puso al frente de la
rebelión, levantando un ejército. En 1573, ante el fracaso de Alba, Felipe busca una solución
negociada y, ya demasiado tarde, envió a D.Juan de Austria que puso en práctica una política
de conciliación que fracasó al haberse radicalizado las posturas. La intolerancia religiosa de
los calvinistas provocó que el sur de los Países Bajos (hoy Bélgica) se separaran de los
rebeldes y aceptaran la soberanía española y el catolicismo (Unión de Arras). Las provincias
del norte formaron la Unión de Utrech, proclamaron la independencia bajo una república
calvinista, prolongando el conflicto. Al final de su vida Felipe nombró gobernadores a su hija
Isabel Clara Eugenia y su esposo, Alberto de Austria, legándoles el territorio en su
testamento. La falta de herederos devolvió Países Bajos a la corona española.
● Para frenar la expansión de los turcos en el Mediterráneo se consiguió formar
una alianza de los estados católicos y poner en pie una armada, la flota de la Santa Liga
(España, Venecia y el Papa), dirigida por D. Juan de Austria, hermano de Felipe II, que aplastó
a los turcos en Lepanto (1571).
● La reina Isabel de Inglaterra apoyó a los holandeses en su rebelión, lo mismo que
había hecho su tradicional enemiga, Francia. A eso hay que unir el apoyo que la reina daba a
los corsarios que atacaban las colonias americanas y a los navíos españoles, y la anexión de la
católica Escocia, tras ejecutar a la reina Maria Estuardo. Felipe decide invadir Inglaterra
enviando una gran armada bajo el mando del Marqués de Santa Cruz, Don Álvaro de Bazán. La
armada se reúne en Portugal en 1588, pero las muchas dificultades del proyecto fueron
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retrasando la partida, incluida la muerte de Bazán, siendo sustituido por el Duque de Medina
Sidonia (el retraso hizo que . El primer objetivo de la Armada era buscar refuerzos en los
Países Bajos, pero nada más atravesar el canal de la Mancha el corsario Drake, con una flota
de naves ligeras, con mayor capacidad de maniobra, acosó a la gran armada española
provocando numerosos daños e impidiendo la recogida de refuerzos en Flandes. Ante la nueva
situación la Armada decide regresar bordeando las Islas Británicas, donde las tormentas
dispersaron y destruyeron la mayor parte de los barcos.

D) La exploración y colonización de América y el Pacífico:


Durante el reinado de los RRCC se produjo el descubrimiento (1492) y asentamiento en las
islas, y no es hasta el siglo siguiente, durante el reinado de Carlos V, cuando se conquista y
coloniza el continente fundamentalmente tras la conquista de Méjico por Hernán Cortés
(1519) y de Perú por Pizarro y Almagro en 1532. Sin embargo desde el primer momento se
pusieron las bases para la dominación posterior, partiendo de la tradición medieval española
basada en la experiencia de la reconquista. No se pretendía establecer enclaves comerciales
desde los cuales tener acceso a los productos orientales tal y como hacían los portugueses en
África, sino ejercer un control efectivo sobre el territorio y la población. Por eso desde ese
primer momento se evitó que se llevará a cabo por parte de los conquistadores un proceso de
feudalización, evitando la concesión de señoríos con jurisdicción e impidiendo que
conquistadores y gobernadores fueran las mismas personas pues tras la conquista era enviado
desde España un gobernador designado por el rey.
Al finalizar la conquista, y siguiendo la tradición de la monarquía española, las posesiones
americanas fueron estructuradas en dos virreinatos: Nueva España (1535) y Perú (1543).
Estos dos virreinatos se fragmentaron en cuatro con la creación en 1719 del de Nueva
Granada y el del Río de la Plata en 1776. Los virreyes actuaban como gobernadores bajo la
única autoridad del rey, encargándose la audiencia de la administración de justicia.
También se llevó a cabo un control de la Iglesia pues sólo podían ir a América los eclesiásticos
que autorizaba la corona, y la misma proponía todos los altos cargos al papado (derecho de
patronazgo). En el terreno económico se impuso un monopolio comercial a través de la Casa de
Contratación establecida en Sevilla, único punto del que partían y al que llegaban las
mercancías americanas. Por otro lado se impidió la esclavización de la población aunque ante la
fuerte demanda de mano de obra los conquistadores impusieron el sistema de encomienda, en
el fondo una esclavitud encubierta, que la Iglesia americana no dejó de denunciar (Bartolomé
de las Casas) y la corona de reprimir.

G) La política económica respecto a América, la revolución de los precios y el coste del


Imperio:
En la España del siglo XVI había una sensación de expansión geográfica, acorde con la gran
época de los descubrimientos. Los límites tradicionales de Europa eran las columnas de
Hércules, «más allá», como escribió Dante, «no se puede ir». «Más allá» (Plus Ultra) se
convirtió en la divisa imperial de Carlos V, que llegó a adoptar el significado de la exploración
y la conquista del nuevo mundo. Esta ruptura de los confines del mundo hizo a los españoles
conscientes de realizar algo que incluso sobrepasaba las proezas de los romanos, al construir
un imperio verdaderamente universal, que sobrepasaba al mayor imperio de la historia de
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Europa, el romano. Éste factor psicológico tuvo gran importancia en la mentalidad colectiva
española de los siglos XVI y XVII.
Los castellanos del siglo XVI se veían a sí mismos como un pueblo elegido, que tenía una
misión divina, defender y extender la fe a todas aquellas gentes ignorantes del mensaje del
Evangelio. Para la corona y la sociedad española esta justificación fue fundamental en su
impulso conquistador.
La adquisición del imperio americano supuso para España, en primer lugar, exportación de
personas. Las estimaciones apuntan que afectó a 240.000 españoles en el XVI y quizá a
450.000 en el XVII, lo que implica una tasa anual de emigración no muy elevada (0,5 a 0,7
‰). Pero la emigración no estaba distribuida homogéneamente por la península y algunas
partes de España producían más emigrantes que otras, como el sur de Andalucía y
Extremadura, donde la tasa de emigración estaba próxima al 14,4 ‰. En la Europa del siglo
XVI, donde una población en expansión presionaba sobre unos recursos alimenticios
limitados, esta pérdida de población pudo haber sido beneficiosa, ya que son los grupos
desfavorecidos los más propensos a emigrar, pero también son los individuos más capaces y
dinámicos de esos grupos los que emigran.
Los españoles tuvieron que enfrentarse al problema de dotar de gobierno efectivo a su vasto
imperio. El primer problema fue determinar el estatus jurídico de la población indígena.
Esto dio lugar a un apasionado debate durante la primera mitad del siglo XVI en los círculos
gubernamentales, en las universidades y entre el clero (Las Casas y Sepúlveda). El resultado
del debate fue que los indios no eran esclavos; que debían ser instruidos en la fe cristiana y
que esto requería una supervisión, por lo que debían recibir la protección de la corona, y
que debían prestar ciertos servicios a cambio de esta protección (encomienda).
El tener que gobernar unos territorios tan distantes actuó como estímulo para el desarrollo
de una fuerte estructura burocrática y de una clase administrativa, un gobierno
mediante papel, a una escala hasta entonces desconocida en Europa, revolucionando el
ejercicio del gobierno, para conectar el centro de la monarquía hispánica con la periferia.
Este sistema requería una inmensa burocracia que había que reclutar y preparar, lo que trajo
como consecuencia una expansión del sistema educativo español. Al comienzo del siglo XVI
había once universidades en España, cien años después había treinta y tres. Estos letrados al
servicio del gobierno, mantuvieron unida la monarquía española.
La adquisición del imperio, por tanto, implicaba la creación de una vasta estructura
burocrática cuyo punto central era Madrid. A principios del siglo XVI España no tenía una
capital y la corte se movía siguiendo al rey. Pero en 1561 Felipe II estableció su corte en
Madrid, que comienza a crecer rápidamente, hasta alcanzar más de 100.000 habitantes en la
década de 1620, muchos de ellos cortesanos y burócratas. También Sevilla creció como
consecuencia de las demandas económicas del imperio. De la misma manera que Madrid era la
capital burocrática de la monarquía universal de España, Sevilla era su capital comercial.
Las Indias eran una fuente de mercancías altamente valoradas y poco disponibles en Europa:
perlas, tintes, esmeraldas y, lo más importante de todo, oro y plata. España y Europa
necesitaban esta plata: el rey para hacer frente a sus gastos (especialmente a aquellos gastos
contraídos en la guerra) y los comerciantes europeos para dar liquidez a sus transacciones y
para pagar los artículos de lujo de Oriente. La plata se pagaba (excepto la parte
perteneciente a la corona) con la exportación a América de mercancías de lujo europeas, que
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los colonos no podían obtener allí. El punto de envío era Sevilla, monopolio del comercio
americano. Cada año partían dos flotas con productos europeos y regresaban cargadas con
mercancías americanas (metales preciosos fundamentalmente). Las mercancías afluían a
Sevilla en grandes cantidades, lo que generó cierta prosperidad económica a principios y
mediados del siglo XVI.
Al flujo de plata a la economía española y, a continuación, europea, se le ha responsabilizado
de la «revolución de los precios» en el siglo XVI (debate que generó E. J. Hamilton), y
aunque otras muchas razones, además de las monetarias, explican el incremento de los
precios en el siglo XVI, la plata tuvo su responsabilidad, creando graves problemas a la
economía española, que se volvió menos competitiva.
El imperio de ultramar proporcionó a la corona recursos necesarios para embarcarse en
aventuras militares que estaban más allá del alcance de sus rivales europeos. El imperialismo
de Carlos V y de Felipe II, fue financiado mediante préstamos que eran avalados ante los
banqueros con la plata del Nuevo Mundo.
Antes o después tenía que llegar el límite en el que el coste del imperio pesara más que sus
beneficios, y ese cambio llegó a partir de 1590, cuando las cargas del imperio crecieron y sus
beneficios disminuyeron. América permitió a Castilla ser la potencia dominante en el siglo
XVI, pero a un coste económico, administrativo y psicológico que sólo poco a poco fue
evidente. Cuando llegó la hora de pagar la factura, resultó muy difícil para el pueblo y la clase
dirigente borrar sus ilusiones imperiales, lo que hace muy válidas aquellas palabras de Justo
Lipsio (1547-1606): «Vencido por vosotros, os ha vencido, a su vez, el Nuevo Mundo.»

3.- Crisis y decadencia del Imperio en el siglo XVII:


REINADOS EN EL SIGLO XVII: FELIPE III (1598-1621), FELIPE IV (1621-1665) Y CARLOS
II (1665- 1700).
A) Los Validos:
Políticamente el siglo XVII se caracteriza por un aumento del poder real, es el momento del
Absolutismo, dentro de una monarquía que conserva muchos de los rasgos del periodo anterior
(la concepción patrimonial, la unidad exclusivamente dinástica de los diferentes reinos, el
respeto a los privilegios de reinos, estamentos e instituciones, etc. ). Los reyes del siglo XVI,
Carlos V y Felipe II, habían tenido Secretarios que les ayudaban en tareas administrativas
exclusivamente. La gran novedad en el siglo XVII es la tendencia de los reyes de dejar la
responsabilidad del gobierno en manos de ministros todopoderosos llamados Validos, algunos
más capaces que otros.
Con Felipe III gobernaron el Duque de Lerma (ambicioso que solo se dedica a acumular cargos
y mercedes para los suyos) y su hijo el Duque de Uceda, que poco podrá hacer para enderezar
el mal gobierno anterior.
Con Felipe IV gobierna el valido por excelencia, el Conde-Duque de Olivares, muy diferente de
Lerma, trabajador incansable que intentará llevar a cabo las reformas necesarias para
superar la crisis en que había caído Castilla, pero que fracasará por una política exterior
demasiado ambiciosa, en la que va a enfrentarse a un hábil enemigo, el cardenal Richelieu,
ministro del rey francés Luis XIV. Su fracaso en política exterior provoca su sustitución por
Luis de Haro.

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Durante la primera parte del reinado de Carlos II (hasta 1675) ejerció la regencia su madre,
Mariana de Austria, quien confió el gobierno a validos como el jesuita alemán Nithard (hasta
1669) o a Fernando de Valenzuela. Durante la mayoría de edad de Carlos II, primero gobernó
Juan José de Austria, enemigo de la reina madre, y posteriormente, hasta 1685, el duque de
Medinaceli y el conde de Oropesa, que antes que validos fueron ministros que llevaron a cabo
una acertada política financiera de reducción de impuestos y contención del gasto público que
acabará con la crisis del XVII y pondrá las bases de la recuperación del XVIII,
especialmente en la Corona de Aragón.

B) La guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía en Europa en favor de


Francia:
Felipe II había dejado en herencia un vasto imperio que incluía territorios en Europa,
América, África y Asia. Pero también había dejado una situación económica crítica y una serie
de conflictos que se recrudecen durante el siglo XVII, acabando con la hegemonía española.
Durante el reinado de Felipe III prácticamente se mantiene la situación anterior pues se
busca el apaciguamiento en todos los frentes (Tregua de los Doce Años con Holanda en 1609,
Paz de Vervins con Francia en 1598, poco antes de la muerte de Felipe II, y que se reafirma
en 1615 con una alianza matrimonial entre los monarcas de ambos países: Luis XIII con Ana
de Austria y Felipe III con Isabel de Borbón, lo que dio paso a la Pax Hispánica, un momento
de freno en la anterior agresiva política exterior.
En 1618 finalizó este periodo de paz (al apoyar España al rey de Bohemia y futuro emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando II de Habsburgo, contra el elector del
Palatinado, Federico V), y dio comienzo la guerra de los Treinta Años, una guerra librada
principalmente en la Europa central entre los años 1618 y 1648, y que aparentemente fue un
conflicto religioso pero lo que estaba en juego era la hegemonía de los Habsburgo de España y
de Austria, que eran católicos. Felipe III muere en 1621, recién comenzada la Guerra de los
Treinta Años, y sube al trono su hijo, Felipe IV.
El Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, lleva a cabo una política imperialista que le
enfrenta con los territorios de su imperio y con Francia. En 1635, estalla nuevamente la
guerra. Bajo la dirección del Cardenal Richelieu, ministro de Luis XIII, España ve retroceder
sus posiciones en sus posesiones europeas.
La diversidad de frentes y la crisis económica en que se encuentra el estado da al traste con
los ambiciosos proyectos de Olivares, que es obligado a dimitir en 1643. Su sucesor, Luis de
Haro, tendrá que afrontar la crisis y ocuparse de la pacificación, reconociendo la
independencia de Holanda y de Portugal, con su imperio ultramarino, y firmando con Francia la
Paz de los Pirineos (1659). Aunque en el tratado España no hacía grandes concesiones
territoriales la paz supuso el reconocimiento de la decadencia española y la aparición de
Francia como potencia de primer orden. El tratado se selló con el matrimonio entre Luis XIV y
María Teresa de Austria (por el que, años más tarde, su nieto, Felipe de Anjou, aspirará al
trono español).
C) Los proyectos de reforma de Olivares y las rebeliones en Cataluña y Portugal:
Al iniciarse el siglo XVII los síntomas de agotamiento en España, y sobre todo en Castilla, por
la política imperialista llevada a cabo en el siglo anterior son evidentes (última bancarrota en
1596 con Felipe II). Ante esta situación la sensación de desencanto se hace presente (el
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Quijote es el mejor testimonio de ello). Una serie de hombres, los Arbitristas, dan la voz de
alarma y exigen buscar las causas y poner los remedios. Estas exigencias de los arbitristas
van a ser la base de todos los intentos de reforma en este siglo y en el siguiente, y se dirigen
a una mejor distribución de los gastos del Estado en todos los reinos, para descargar a
Castilla, agotada y despoblada; a una disminución del gasto público; al estímulo de la
agricultura y la industria y a la reducción del número de monasterios.
Sin embargo ni durante el reinado de Felipe III, ni posteriormente con Felipe IV va a
conseguirse llevar a cabo las reformas, a pesar de los esfuerzos del Conde Duque de Olivares,
debido a los muchos intereses en contra, unido a dificultades políticas que disparan el gasto.
Los intentos por hacer una mejor distribución de los gastos del estado chocará con las leyes
proteccionistas de los reinos de la corona de Aragón (no sufragar gastos de tropas fuera de
sus reinos) y con el temor a que Olivares acabara con las leyes de la Corona de Aragón,
imponiendo en estos reinos las castellanas.
Esta situación acaba generando el levantamiento de Cataluña (1640), dirigido por Pau Claris y
con la ayuda de Francia, que veía la oportunidad de crear dificultades internas al Gobierno del
Conde Duque. Tras doce años de rebelión, y tras la muerte de Claris, muchos catalanes,
especialmente la nobleza, estaban cansados del desorden y de haber cambiado la obediencia a
Madrid por la obediencia a París. En 1652 Cataluña se rindió y Felipe IV concedía un indulto
general, comprometiéndose a respetar las leyes y fueros del Principado.
Paralelamente a la sublevación catalana también se produjeron conatos de rebelión en Aragón
y en Andalucía: una conspiración dirigida por nobles andaluces pretende la destitución del
Conde Duque y la independencia de Andalucía, tal y como había hecho Portugal, pero acabó en
un fracaso.
Los intentos de reforma de Olivares habían acabado en un fracaso y España mantuvo su
tradicional estructura de reinos políticamente independientes, unidos por la persona del
monarca.
Por lo que respecta al resto de los territorios de la Corona, la situación es igualmente
complicada: en el otoño de 1640 las rebeldes portugueses se apoderaron de todo el país y
proclamaron rey al duque de Braganza con el nombre de Juan IV. La falta de tropas hizo
imposible sofocar la rebelión.
Los independentistas de las provincias de Holanda en los Países Bajos, que desde los tiempos
de Felipe II habían luchado por su independencia, aprovecharon la debilidad española, al
concluir la tregua de los 12 años, en 1621, iniciaron las hostilidades e infringieron duras
derrotas a las tropas españolas.
La crisis se va a saldar con la destitución de Olivares en 1643 y su sustitución por su sobrino
Luis de Haro que emprenderá una política de pacificación y que supondrá el reconocimiento de
la independencia de Portugal (1668), la pérdida de Holanda (1648), la firma de la desventajosa
Paz de los Pirineos (1659) con Francia que supone en el fondo el reconocimiento del fin de la
hegemonía española en Europa, y la sofocación de la revuelta catalana pero a cambio del
reconocimiento de sus leyes y fueros lo que impide una estructuración más unitaria de la
monarquía. La crisis económica con la que se iniciaba el siglo se agudizó y el agotamiento de
Castilla, que era la que sufragaba esta costosa política, era imparable.

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D) Carlos II y el problema sucesorio:
Con el débil Carlos II la monarquía vive unos años de tranquilidad. La firma de la paz y la
pérdida de territorios que generaban graves conflictos hace que el gobierno se dedique a
resolver los problemas internos, especialmente la crisis financiera del estado, poniéndose las
bases para la recuperación que se vive en el XVIII. Al final de su reinado, cuando se hace
evidente que el rey no es capaz de tener un heredero, España se ve envuelta nuevamente en
las disputas de las grandes potencias que pelean por obtener la sucesión española (Guerra de
Sucesión 1702-13. Este aspecto lo estudiaremos en el tema siguiente).
E) La expulsión de los moriscos:
Los moriscos eran antiguos musulmanes que se habían convertido al cristianismo, la mayoría
durante el reinado de los Reyes Católicos y tras la reconquista del reino de Granada. En
aquellos años había en España 325.000 moriscos, entre unos 8 millones de habitantes. Aunque
estos no se distribuían por igual en todos los reinos, siendo menos abundantes en Castilla y
más en Valencia y Murcia.
Se desconoce la razón que impulsó a Felipe III a decretar su expulsión entre 1609 y 1613, ya
que los nobles estaban en contra, ya que perderían mano de obra fundamental para el cultivo
de sus tierras. Tampoco la Iglesia era favorable a la expulsión, pues muchos consideraban que
la mayoría de ellos estaban bien integrados y que era necesario más tiempo para tu total
asimilación.
Sin embargo también había voces que consideraban que muchos moriscos practicaban en
secreto la religión islámica y que muchas de las conversiones al cristianismo eran falsas.
Además, tras la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), protagonizada por moriscos
granadinos, existía el temor de que esta minoría religiosa pudiera apoyar las incursiones de
los piratas berberiscos, o incluso que se aliarán con los turcos para llevar a cabo una invasión
en España.
Es posible que los nobles cambiasen de parecer cuando la Corona decretó que los bienes de los
moriscos debían pasar a manos de los señores para que éstos no se vieran perjudicados por la
pérdida de muchos de sus vasallos.
La expulsión comenzó en Valencia (1609), y concluyó en Murcia (ya en 1613), donde su
presencia era vital para la agricultura. La mayoría de ellos fueron embarcados en distintos
puertos, en galeras reales, y trasladados a los puertos de Berbería, donde, en muchos casos,
no fueron bien recibidos.
La expulsión de los moriscos tuvo graves consecuencias, como la drástica disminución de la
población, y, como consecuencia, la falta de mano de obra en los campos. Estas consecuencias
fueron mucho más graves en Valencia y Murcia que en el resto de los territorios. Otra
consecuencia fue que se terminó con el proceso de unificación religiosa iniciada en la época de
los RRCC.
F) La crisis demográfica y económica:
El fenómeno más característico de la época es el aumento la población improductiva y la
disminución de la productiva, lo que frenó el desarrollo económico. Se estimaba que por cada
hombre que trabajaba había 30 parásitos:
Disminuyó el número de campesinos como consecuencia de política imperialista del siglo
anterior y de la emigración a América, a lo que se sumó la expulsión de los moriscos. La
industria quedó paralizada porque la afluencia de plata americana hizo que fuera más fácil
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importar los productos que fabricarlos en España, donde la inflación elevaba los precios. La
burguesía, al contrario que en otras zonas de Europa, tendió a ennoblecerse, convirtiéndose
en una clase improductiva, fenómeno denominado “la traición de la burguesía” (salvo en el caso
de Cataluña). La nobleza tendió a hacerse cortesana, viviendo de cargos y prebendas, que
disparaban el gasto de la corte. Mientras Castilla se despoblaba Madrid crecía. La corte
atraía a todo tipo de gentes, estudiantes, pícaros, ambiciosos, que esperaban encontrar allí
alguna forma de vida. Creció el número de conventos y por tanto el del clero improductivo, que
encontraba dentro de la Iglesia un medio fácil de ganarse la vida.
A este panorama se sumaba la crisis financiera del Estado. Tras un siglo de una política
imperialista el Estado estaba endeudado. Castilla, que había sostenido el gasto de esa
política, se encontraba agotada. El resto de los reinos, debido a sus leyes proteccionistas,
aportaban muy poco al Estado. La falta de una banca nacional hacía que la monarquía
dependiera cada día más de los banqueros extranjeros, hipotecando los cargamentos de plata
antes de que llegaran a España. Al final la plata acababa en los grandes centros financieros de
Europa. Cuando los cargamentos de plata empiezan a disminuir por el agotamiento de las
minas, la monarquía financia su deuda mediante la emisión de juros (deuda pública) que sólo
acelera la crisis.
Aunque esta situación es denunciada por los arbitristas, por el Consejo de Castilla, y aparece
en Memorial del Conde Duque de Olivares, los intentos de reforma fracasan. Solo tras
ponerse fin a la desastrosa política imperialista española tras la Paz de los Pirineos (1659),
con Carlos II, ministros como Oropesa y Medinacelli emprenden una eficaz reforma
monetaria; ajustan el presupuesto del Estado reduciendo el gasto (reducción del número de
funcionarios, disminución del gasto de la Casa Real y del clero parasitario) y mejorando los
ingresos (reducción de juros y mejor percepción de los impuestos, los millones); e intentan
estimular el comercio y la industria. Aunque los resultados fueron muy limitados serán la base
para el reformismo del XVIII.

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España en la órbita francesa: el reformismo de los primeros Borbones
(1700-1788)

1.-Cambio dinástico y Guerra de Sucesión: una contienda civil y europea; la Paz de Utrecht y
el nuevo equilibrio europeo; Los pactos de familia con Francia:

La falta de un heredero y la débil salud del rey Carlos II de Habsburgo hace que a finales del siglo XVII
empiece una lucha en Europa por la sucesión española entre los Borbones (franceses) y los Habsburgo
(austríacos). Otras potencias como Holanda o Inglaterra quieren un reparto que evite que una de las dos
naciones se convierta en una gran potencia.
Luis XIV y los demás reyes europeos ya habían pactado mediante el Primer Tratado de Partición de España,
firmado en La Haya en 1698 que el heredero del trono de España sería José Fernando de Baviera II. Este,
adjudicaba a José Fernando todos los reinos peninsulares —salvo Guipúzcoa—, así como Cerdeña, los Países Bajos
españoles y todos los territorios americanos. Por su parte Francia se quedaría con Guipúzcoa, Nápoles y Sicilia,
mientras que Austria se quedaría con el Milanesado. La muerte de José Fernando (1699) obligó a negociar, sin
contar con España, el Segundo Tratado de Partición en 1700, que reconocía como heredero al archiduque Carlos
(biznieto de Felipe III de España), asignándole todos los reinos peninsulares, los Países Bajos españoles y las
Indias; por contra Nápoles, Sicilia y Toscana serían para Francia, mientras Austria recibiría el Milanesado.
En España la opinión también estaba dividida: algunos apoyan a los Borbones porque pensaban que
traerían una política más centralista y equilibrada en el reparto de las cargas (Castilla). Otros
apoyaban a los Habsburgo porque querían que se mantuviera el respeto a los fueros particulares de los
reinos (Aragón).
Dentro de la corte también se produce una encarnizada lucha entre ambos partidos. Finalmente Carlos II
nombra heredero al francés Felipe de Anjou, (nieto de Luis XIV y de la española Mª Teresa de Austria, que era
hija de Felipe IV), con la esperanza de que Luis XIV defienda la integridad de la herencia de su nieto. En un
primer momento las potencias europeas aceptaron el testamento, pero la injerencia de Luis XIV en la política
española terminó desencadenando la guerra que va a extenderse a buena parte de Europa (1702-1714), aunque en
España no se inicia hasta 1705, cuando toda la corona de Aragón se levanta contra Felipe V y nombra rey al
archiduque Carlos (en 1704 Inglaterra toma Gibraltar, y ya no lo devolverá, al igual que Menorca, llaves del
Mediterráneo). La guerra acaba con la victoria de Felipe V, tras una dura resistencia de Cataluña.
Para conseguir la paz, firmada en Utrech (entre 1712 y 1714), con el resto de las naciones, Felipe debe hacer
amplias concesiones: renuncia a todo derecho a la sucesión francesa, cede sus territorios europeos a Austria
(Países Bajos e Italia) y algunos enclaves vitales para el control del mar a Inglaterra (además de Gibraltar y
Menorca) además de algunos derechos comerciales que van a romper el monopolio comercial en América
(desastroso para la industria Española). La pérdida de los territorios europeos permite a España centrarse en los
problemas internos y abandonar una política imperialista que había agotado sus recursos humanos y económicos.
Tras la firma de la paz de Utrech se establece en Europa un equilibrio de poder entre las diferentes potencias
de Europa, que se mantendrá vigente hasta fin de siglo cuando las guerras napoleónicas alteren dicho equilibrio.
Como consecuencia del cambio de dinastía, la política exterior española da un giro total. La pérdida de los
territorios europeos hace que España centre su interés en el Atlántico y se acerque a Francia, la eterna
enemiga, tanto porque en ambos países reinaba la misma dinastía como por el hecho de que tenían como rival a la
pujante Gran Bretaña que buscaba su expansión colonial a costa de Francia y España, poniendo en peligro el
monopolio comercial con las colonias, gracias a su superioridad marítima.
En los primeros años del siglo la política exterior española tuvo como objetivo la recuperación de los territorios
italianos perdidos en Utrech. Para ello se firmaron los Pactos de Familia (el primero en 1733 y el segundo en
1743), por los cuales España apoyaba a Francia (en la guerra con Polonia y en la Guerra de Sucesión austriaca). A
cambio de este apoyo Carlos y Felipe (hijos de Felipe V e Isabel de Farnesio) obtuvieron Nápoles y Parma
respectivamente.
Tras unos años de neutralidad con Fernando VI, España volvió a la alianza francesa con Carlos III en el tercer
Pacto de Familia (1761), lo que llevó a España a la guerra con GB y la derrota, firmándose el Tratado de París

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(1763) por el que se cedió Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Para compensar esas pérdidas Francia
cedió Luisiana a España.
España junto a Francia apoyó a los rebeldes norteamericanos contra Inglaterra. La derrota británica llevó a la
firma del Tratado de Versalles (1783) lo que permitió la recuperación de Menorca, Florida y Sacramento.
El estallido de la Rev. Francesa supone un paréntesis en la alianza con Francia pues España participa en las
Guerras de Coalición 1793-95 (coalición de diferentes países de Europa para acabar con la Francia
Revolucionaria y devolver el trono a los Borbones). Tras la paz de Basilea España vuelve a su antigua política de
alianza con Francia, ahora bajo el control de Napoleón Bonaparte (1º-1796- y 2º-1800- Tratado de San
Ildefonso) y en contra de Gran Bretaña. La consecuencia fue el desastre de Trafalgar (1805) y la destrucción de
la flota franco-española a manos británicas, lo que puso fin al resto del poderío marítimo español y tuvo dos
importantes consecuencias: por un lado España no puede controlar el monopolio comercial americano, iniciando
GB el contrabando a gran escala; por otro, Napoleón, sin flota, no puede aspirar a derrotar a GB en el mar y
emprende el Bloqueo Continental. Para llevar a cabo esa política decide intervenir en España y firma en 1807 el
tratado de Fontainebleau por el cual España se adhiere al bloqueo y permite la entrada de las tropas francesas
en España para la ocupación de Portugal (aliada de GB).

2 Las reformas institucionales: el nuevo modelo de Estado; la administración en América; la


Hacienda Real; las relaciones Iglesia-Estado.

Los monarcas que emprenden las reformas para establecer un nuevo modelo de estado son los primeros
borbones, Felipe V (1700-1746) y Fernando VI. Felipe venía de la corte francesa e introdujo en España muchas
modas y costumbres, así como una nueva forma de gobernar, más centralista, al estilo de la monarquía francesa.
Aunque en un primer momento Felipe V (1700-46) acepta las leyes e instituciones de los reinos, tras la guerra de
sucesión y el levantamiento contra él de la Corona de Aragón, procede a su unificación por las leyes de Nueva
Planta, asimilando las leyes e instituciones de todos los reinos a las de Castilla (1707-16), salvo en los casos de
Navarra y el País Vasco que se mantienen sus fueros por haber seguido fieles a Felipe V. Las Cortes de Aragón
se unen a las de Castilla, y pierden su competencia legislativa y su función de vigilancia de las leyes y usos del
país frente a la autoridad del rey. Aragón, Cataluña y Mallorca por disposi-ciones posteriores mantenían sus
derechos forales a niveles privados (propiedad, familia, herencia), pero en lo político recibían la legislación
castellana
La unificación dinástica de los RRCC se convierte ahora en política y administrativa. España será gobernada
desde Madrid de forma centralista.
El objetivo de estos decretos era no solamente la uniformidad política y administrativa, sino también aumentar
el control del rey frente al resto de los poderes todavía presentes en la sociedad española (la iglesia, la nobleza,
las cortes y ciudades…), en un intento de acrecentar el poder de la monarquía absoluta. El origen francés de la
dinastía favorecía este impulso. El rey Luis XIV de Francia, abuelo de Felipe V, era, sin duda, la mejor expresión
de la Monarquía Absoluta (el estado soy yo).
A partir de este momento los Borbones se comportan como reyes absolutos, prescinden de los consejos, donde la
nobleza tenía mucho poder, lo que va a provocar el descontento de ésta. Algunos de los consejos desaparecen
por la pérdida de territorios (Flandes o Italia) o por la unificación (Aragón), y los que quedan van perdiendo
influencia. Sus funciones las asumen los secretarios, hombres de confianza del rey, que no alcanzaran el poder
de los validos del siglo XVII. Alberoni o Patiño con Felipe V; Ensenada, Carvajal o Wall con Fernando VI;
Esquilache, Floridablanca o Aranda con Carlos III; Godoy con Carlos IV son algunos ejemplos de estos
secretarios. Frente a la iglesia se intentó una política de control por parte del estado (regalismo) que en la
práctica se redujo a la expulsión de los Jesuitas de todos los territorios de la Corona (se consideraba a la
Compañía de Jesús un instrumento del poder del papado). Administrativamente el territorio se dividió en
intendencias, siguiendo el modelo francés.
Aunque seguían existiendo jurisdicciones paralelas a la corona (señoríos nobiliarios y de jurisdicción eclesiástica)
en todos ellos se fue reconociendo como indiscutible la autoridad superior del rey.
En cuanto a la sucesión a la corona se introduce la ley sálica, de tradición francesa, según la cual las mujeres no
pueden reinar, que sustituye a las tradicionales leyes de partidas castellanas, que permitían reinar a las mujeres,
pero dando preeminencia a la línea masculina.

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Felipe V se enfrentó a la ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y
estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal. Fomentó la intervención del Estado en
la economía, favoreciendo la agricultura y creando las llamadas manufacturas reales. Al final de su reinado los
ingresos de la Hacienda se habían multiplicado y la economía había mejorado sustancialmente. También se
reformó la educación y se fomentó la construcción naval, con el objetivo de poder proteger las colonias
americanas de la piratería británica, que intentaba romper el monopolio colonial. Finalmente, siguiendo a su
abuelo Luis XIV, llevó a cabo una política de construcciones reales en La Granja y en Aranjuez, e inició el
proyecto del Palacio Real de Madrid, tras el incendio del viejo Alcázar.
Felipe V era un hombre inestable, al que la depresión le llevó a abdicar en 1724 a favor de su hijo Luis I, cuya
muerte, ocho meses después, le forzó a regresar al trono. Estas depresiones dejaron el gobierno en manos de
sus ministros y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, mujer ambiciosa y de gran inteligencia política, cuyo
objetivo fue conseguir tronos para sus seis hijos (lo que la enfrentó al heredero Fernando, hijo de la primera
mujer de Felipe, Mª Luisa de Saboya) y la llevó a una política exterior arriesgada para intentar recuperar los
territorios italianos que se habían perdido en Utrech (consiguió Nápoles para Carlos, luego Carlos III, y Parma
para Felipe).
Fernando VI, hijo del primer matrimonio del rey, sucedió a su padre en 1746 y reinó hasta 1759. Durante los 22
años que fue Príncipe de Asturias, tanto él como su esposa Bárbara de Braganza, fueron relegados en la corte
por su madrastra, Isabel de Farnesio. Nada más llegar al trono eliminó a la Farnesio y a sus partidarios de la
corte, que fueron sustituidos por sus secretarios, hombres como el Marqués de Ensenada y José de Carvajal.
Fernando, al igual que su padre, dejó en manos de estos ministros el gobierno, ya que su salud mental no era
mucho mejor. Llevaron a cabo una política de neutralidad frente a la rivalidad colonial entre Gran Bretaña y
Francia, que fue aprovechada para continuar con la política de reformas internas emprendidas en el reinado de
Felipe V (se estudian en el siguiente epígrafe). Carvajal, a su muerte, fue sustituido por Ricardo Wall en 1754,
que dirigirá la política española hasta la muerte del rey y durante los primeros años del reinado de su hermano
Carlos (consiguió deshacerse de Ensenada, que fue desterrado a Granada). Más partidario de la alianza con GB,
rompió la neutralidad de España, lo que terminó provocando la entrada de España en el conflicto y la posterior
pérdida de algunos territorios.
Fernando VI estaba profundamente unido a Bárbara de Braganza, y la enfermedad de ésta y su muerte, le sumió
en una locura total, encerrado en el castillo de Villaviciosa de Odón, lo que paralizó la administración del estado,
en lo que se conoce como el año sin rey. Fue Wall quien dirigirá el gobierno con el descontento del pueblo que
pedía una solución. El rey murió en 1759, un año después que Bárbara de Braganza. Ante la falta de herederos
directos, el trono pasó a su hermanastro Carlos III, rey de Nápoles en ese momento.

La nueva dinastía borbónica impuso cambios administrativos en América, con el fin de controlar con más
eficacia a las colonias para obtener de ellas un mejor rendimiento económico.
Se reorganizó el gobierno y la administración americana: Dentro del gobierno de España, el Consejo de Indias
fue perdiendo competencias a favor de las correspondientes secretarías que dependían directamente del rey. En
América, a los dos virreinatos existentes, Nueva España y Perú se añadieron otros dos, segregados del de Perú:
Nueva Granada y el Río de la Plata, lo que favoreció la supervisión desde España ya que los virreyes eran
nombrados directamente desde España y solo daban cuentas al rey. Se crearon, además, Capitanías Generales en
Chile, Venezuela, Guatemala y Cuba.
Para recortar el poder de los criollos (nacidos en América pero de origen español), que habían accedido a la
administración a través de la venta de cargos (que queda paralizada), se crea un nuevo puesto: el intendente para
América, ocupado generalmente por españoles, que sustituirá a los antiguos gobernadores, corregidores y
alcaldes mayores.
Se creó un ejército regular americano integrado por criollos y mestizos, ante la incapacidad de la metrópoli de
proporcionar tropas.
Otro objetivo fue menguar el poder de la Iglesia, haciendo extensible a América la expulsión de los jesuitas en
la Península (1767), medida que afectó notablemente a regiones como Paraguay, donde la Compañía de Jesús
controlaba enclaves casi independientes (reducciones o poblados donde se acogía y educaba a los indígenas
guaranís) que habían motivado conflictos diplomáticos entre España y Portugal (impedían la esclavización de esta
población que en Portugal era un lucrativo negocio).

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También se adoptaron medidas económicas con el objetivo de las colonias americanas exportasen materias
primas a la Península e importaran los productos industriales españoles, intentando acabar con la competencia
extranjera, sobre todo la de Gran Bretaña, que ofrecía manufacturas de mayor calidad a menor precio, y se
intentó acabar con la piratería, que burlaba todos los intentos de mantener el monopolio español.
Aunque el comercio con América aumentó como resultado de estas medidas, el mercado era excesivo para la
industria peninsular, por lo que la mayoría de las manufacturas enviadas a América eran extranjeras y el volumen
de contrabando era superior al comercio legal.

4.- La Ilustración en España: proyectistas, novadores e ilustrados; el despotismo ilustrado; el


nuevo concepto de educación; las Sociedades Económicas de Amigos del País; la prensa periódica.

La Ilustración es una corriente de pensamiento que llega a España de la mano de Carlos III a mediados del
XVIII, con la protección del estado. Carlos III, anteriormente rey de Nápoles, intenta introducir las nuevas
ideas en España pero se va a encontrar con la resistencia de buena parte de la sociedad, (el Motín de Esquilache
fue buena prueba de ello). La universidad española estaba en manos de gentes muy apegadas a la antigua
enseñanza de teología y derecho canónico que rechazan los intentos de introducir nuevas disciplinas más acordes
con las necesidades de la sociedad (medicina, derecho natural, ciencias, etc.). Por ello se crean nuevos centros
de estudios como Academias Reales (Historia, Artes, Lengua), colegios, museos (Prado) y centros de
investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid). Gracias a este
impulso se publican tratados sobre todas las disciplinas, también de escritores europeos. La Inquisición, anterior
freno en el desarrollo de la ciencia y el pensamiento en general, por temor a la entrada en España de ideas
heréticas, pierde influencia, aunque no desaparece.
Los escritores y pensadores españoles, en líneas generales, siguen las ideas de los pensadores ilustrados
franceses (Voltaire, Rousseau, Montesquieu), en cuanto que consideran la razón la única luz que puede traer el
progreso, critican las instituciones del antiguo régimen, y defienden el liberalismo en todos los órdenes de la
vida (economía, política, pensamiento, educación...); en materia religiosa van del escepticismo a la crítica, lo que
les trajo problemas con la Inquisición, cuando, tras la Rev. Francesa, con Carlos IV, se vuelve a posiciones más
conservadoras, y se mira con sospecha todo lo ilustrado.
Economistas como Jovellanos (Informe sobre la Ley Agraria, un estudio crítico sobre los antiguos usos de la
tenencia de la tierra) o Cabarrús, ensayistas como José Cadalso (Cartas Marruecas), Olavide o Feijoo, poetas y
dramaturgos como Nicolás Fernández Moratín son buenos ejemplos de la Ilustración española.
Por todas las ciudades importantes empiezan a surgir gacetas en el siglo XVII y XVIII, y pronto el contenido se
diversifica y pluraliza, si bien en esta época los periódicos eran muy caros y sólo estaban al alcance de una
minoría, pero constituyó sin duda alguna una de las vías más importantes por las que entraron en España las ideas
ilustradas y la ideología burguesa. Teniendo en cuenta que en esta época el 80 por ciento de la población era
analfabeta, los lectores de "papeles periódicos" eran una minoría ilustrada compuesta por nobles y clérigos,
miembros de la burocracia real, oficiales del Ejército y algunos sectores de la clase media como médicos,
abogados, profesores y comerciantes. El estallido de la Revolución Francesa y la ejecución de los monarcas
franceses provocó la prohibición de esta prensa por parte de Carlos IV.

El despotismo ilustrado, característico de mediados del siglo XVIII, era una práctica política, antes que un
nuevo sistema, que pretendía introducir reformas dentro del Antiguo Régimen y del absolutismo monárquico,
destinadas a fortalecer el poder del estado mediante una administración más racional, eficaz y centralizada con
el objetivo de mejorar las condiciones de vida del pueblo. La frase “todo por el pueblo pero sin el pueblo” ilustra
bien esta práctica política. Carlos III y sus ministros Floridablanca, Campomanes y Aranda, fueron los mejores
representantes del D.I. en España. Su política se guió por los principios de razón y utilidad, propios del mundo de
la ilustración. Ajenos a la política de intereses dinásticos de sus predecesores, se centraron en estimular la
economía, la ciencia, la sanidad, etc. Las medidas más destacadas fueron:
- Economía: En el terreno financiero, se estableció el Banco de San Carlos, antecedente del futuro Banco de
España. En este período, aparece la peseta, aunque no será la moneda oficial del país hasta 1868.

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- Comercio: fin del monopolio comercial castellano con América en 1778, ampliando el monopolio a todos los
puertos españoles, lo que aprovechará Cataluña para lanzar su industria textil, y la creación de compañías
comerciales al estilo de las británicas y holandesas que operaban en las Indias.
- Industria: estímulo mediante la creación de fábricas reales de artículos de lujo (tapices, porcelanas,
relojes) para evitar la importación de estos costosos productos y la salida de metales preciosos de España. Por
otro lado era la monarquía la principal demandante de ese tipo de productos para la decoración de los nuevos
palacios construidos desde la llegada de Felipe V (La Granja, Aranjuez y el Palacio Real de Madrid)
- Agricultura: se encarga a Jovellanos un informe sobre la situación de la agricultura, sus problemas y
posibles soluciones (Informe sobre la ley agraria) en el que se hacía hincapié en la mala distribución de la tierra
(latifundio - minifundio) y en el problema de la amortización en manos de la iglesia y de la nobleza de gran parte
de la tierra, y en la necesidad de que el campesinado accediera a la propiedad de la tierra. Por primera vez se
empezó a hablar de desamortización. Sin embargo cuando se publicó el informe ya había estallado la Rev.
Francesa, y el informe fue ignorado. La creación de la Asociación de Amigos del País (grupos de ilustrados a nivel
local que, bajo el control de la corona, buscaban difundir la aplicación de los conocimientos científicos a la
economía. Se fundaron medio centenar ) sirvió para mejorar las prácticas agrícolas de un campesinado ignorante,
que practicaba una agricultura de bajos rendimientos, lo que dificultaba que se crearan excedentes y beneficios
que permitieran la mejora de las explotaciones . Si a lo largo del siglo XVIII se produjo una aumento de las
subsistencias, esto se debió más a la extensión de las tierras cultivadas que a las limitadas mejoras (nuevos
cultivos, como el maíz y la patata, rotaciones más racionales de los cultivos o mejoras en las herramientas) dado
lo limitado de la actuación de las Asociaciones de Amigos del País.
- También se llevó a cabo una política de repoblación del interior de Andalucía, pero todo el proyecto quedó
reducido a La Carolina (Jaén), nuevo asentamiento diseñado según criterios racionales (plano en cuadrícula, con
un centro donde se situaban las dependencias oficiales) y que fue poblado por colonos alemanes.
- Frente a la iglesia se intentó una política de control que en la práctica se redujo a la expulsión de los
Jesuitas (poderosa orden, con fuertes vínculos con Roma, que ejercía casi un monopolio en la educación). A pesar
de ello mantuvo sus propiedades, que en muchos casos incluía la jurisdicción, y su gran influencia social.
- Se estimuló la educación y la ciencia considerados por los ilustrados como el motor del progreso. Se
crearon Reales Academias (Historia, Artes, Lengua), museos (Prado) y centros de investigación (Jardín Botánico,
Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid).
- Sanidad y urbanismo: se mejoraron las condiciones de vida de las ciudades con la introducción del
alcantarillado, el alumbrado, y el diseño de nuevos barrios con planos racionalistas en cuadrícula. Esta política
fue especialmente evidente en Madrid, donde se planificó y construyó el Paseo del Prado, con rotondas para
favorecer la circulación de carruajes (Apolo, Cibeles, Neptuno). Pero también el pueblo de Nuevo Baztán en
Madrid, o La Barceloneta, en el puerto de Barcelona.
Aunque tras el estallido de la Revolución Francesa el movimiento ilustrado fue dejado de lado, muchas de estas
reformas se mantuvieron y continuarán en el XIX con los liberales, tras el paréntesis absolutista de Fernando
VII.

3 La economía y la política económica: la recuperación demográfica; los problemas de la


agricultura, la industria y el comercio; la liberalización del comercio con América; el despegue
económico de Cataluña.

A lo largo del siglo XVIII la población española creció moderadamente en unos 3 millones de efectivos (de 8 a 11
millones), aunque este crecimiento se basó más en una coyuntura favorable, que en un verdadero avance
científico y técnico. Ello fue debido a que a lo largo del siglo la peste, que en el siglo XVII había sido un
auténtico azote, no tuvo apenas incidencia, las crisis de subsistencias por malas cosechas no fueron graves, y la
guerra tuvo una incidencia muy moderada (durante la guerra de sucesión). Dicho esto, hay que matizar que en la
agricultura se produjeron pequeños avances como la extensión de la superficie cultivada, la mejora en los
cultivos, la aparición de nuevos —maíz o patata— que evitan la dependencia del trigo, la importación de grano
gracias a la mejora de las comunicaciones y la construcción y perfeccionamiento de silos donde poder almacenar
el cereal en previsión de malas cosechas". Por último también contribuyeron a la leve caída de la mortalidad los
progresos de la medicina y de la higiene, aunque muy limitados.

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