Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
MUNDIAL (1474-1700).
Carácter de la monarquía: Con los RRCC se puede hablar ya de una monarquía autoritaria
frente a la de tipo feudal vigente hasta ese momento en toda Europa. La monarquía feudal
supone que el poder del monarca queda limitado por el de otros grandes señores (pueden ser
1
nobles o eclesiásticos) en aquellos territorios que le pertenecen y donde ejercen la
jurisdicción (hacer justicia, recaudar impuestos, reclutar tropas).
Los RRCC van a limitar el poder de los grandes a favor de la autoridad real gracias a una
serie de medidas que poco a poco fueron minando el poder de los grandes, de las cortes, de
las ciudades o de la propia iglesia, medidas que continuaron Carlos V y Felipe II, lo que nos
permite hablar de monarquía absoluta ya en el siglo XVII.
Durante la Edad Moderna la monarquía tiene carácter patrimonial, es decir, los territorios de
la corona son propiedad, patrimonio, de los reyes. Los reinos, por ello, se podían unir por
matrimonio o herencia, o separarse por la misma razón. La monarquía es hereditaria por línea
masculina, aunque las mujeres no están excluidas de la sucesión (leyes de partidas).
14
Durante la primera parte del reinado de Carlos II (hasta 1675) ejerció la regencia su madre,
Mariana de Austria, quien confió el gobierno a validos como el jesuita alemán Nithard (hasta
1669) o a Fernando de Valenzuela. Durante la mayoría de edad de Carlos II, primero gobernó
Juan José de Austria, enemigo de la reina madre, y posteriormente, hasta 1685, el duque de
Medinaceli y el conde de Oropesa, que antes que validos fueron ministros que llevaron a cabo
una acertada política financiera de reducción de impuestos y contención del gasto público que
acabará con la crisis del XVII y pondrá las bases de la recuperación del XVIII,
especialmente en la Corona de Aragón.
16
D) Carlos II y el problema sucesorio:
Con el débil Carlos II la monarquía vive unos años de tranquilidad. La firma de la paz y la
pérdida de territorios que generaban graves conflictos hace que el gobierno se dedique a
resolver los problemas internos, especialmente la crisis financiera del estado, poniéndose las
bases para la recuperación que se vive en el XVIII. Al final de su reinado, cuando se hace
evidente que el rey no es capaz de tener un heredero, España se ve envuelta nuevamente en
las disputas de las grandes potencias que pelean por obtener la sucesión española (Guerra de
Sucesión 1702-13. Este aspecto lo estudiaremos en el tema siguiente).
E) La expulsión de los moriscos:
Los moriscos eran antiguos musulmanes que se habían convertido al cristianismo, la mayoría
durante el reinado de los Reyes Católicos y tras la reconquista del reino de Granada. En
aquellos años había en España 325.000 moriscos, entre unos 8 millones de habitantes. Aunque
estos no se distribuían por igual en todos los reinos, siendo menos abundantes en Castilla y
más en Valencia y Murcia.
Se desconoce la razón que impulsó a Felipe III a decretar su expulsión entre 1609 y 1613, ya
que los nobles estaban en contra, ya que perderían mano de obra fundamental para el cultivo
de sus tierras. Tampoco la Iglesia era favorable a la expulsión, pues muchos consideraban que
la mayoría de ellos estaban bien integrados y que era necesario más tiempo para tu total
asimilación.
Sin embargo también había voces que consideraban que muchos moriscos practicaban en
secreto la religión islámica y que muchas de las conversiones al cristianismo eran falsas.
Además, tras la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), protagonizada por moriscos
granadinos, existía el temor de que esta minoría religiosa pudiera apoyar las incursiones de
los piratas berberiscos, o incluso que se aliarán con los turcos para llevar a cabo una invasión
en España.
Es posible que los nobles cambiasen de parecer cuando la Corona decretó que los bienes de los
moriscos debían pasar a manos de los señores para que éstos no se vieran perjudicados por la
pérdida de muchos de sus vasallos.
La expulsión comenzó en Valencia (1609), y concluyó en Murcia (ya en 1613), donde su
presencia era vital para la agricultura. La mayoría de ellos fueron embarcados en distintos
puertos, en galeras reales, y trasladados a los puertos de Berbería, donde, en muchos casos,
no fueron bien recibidos.
La expulsión de los moriscos tuvo graves consecuencias, como la drástica disminución de la
población, y, como consecuencia, la falta de mano de obra en los campos. Estas consecuencias
fueron mucho más graves en Valencia y Murcia que en el resto de los territorios. Otra
consecuencia fue que se terminó con el proceso de unificación religiosa iniciada en la época de
los RRCC.
F) La crisis demográfica y económica:
El fenómeno más característico de la época es el aumento la población improductiva y la
disminución de la productiva, lo que frenó el desarrollo económico. Se estimaba que por cada
hombre que trabajaba había 30 parásitos:
Disminuyó el número de campesinos como consecuencia de política imperialista del siglo
anterior y de la emigración a América, a lo que se sumó la expulsión de los moriscos. La
industria quedó paralizada porque la afluencia de plata americana hizo que fuera más fácil
17
importar los productos que fabricarlos en España, donde la inflación elevaba los precios. La
burguesía, al contrario que en otras zonas de Europa, tendió a ennoblecerse, convirtiéndose
en una clase improductiva, fenómeno denominado “la traición de la burguesía” (salvo en el caso
de Cataluña). La nobleza tendió a hacerse cortesana, viviendo de cargos y prebendas, que
disparaban el gasto de la corte. Mientras Castilla se despoblaba Madrid crecía. La corte
atraía a todo tipo de gentes, estudiantes, pícaros, ambiciosos, que esperaban encontrar allí
alguna forma de vida. Creció el número de conventos y por tanto el del clero improductivo, que
encontraba dentro de la Iglesia un medio fácil de ganarse la vida.
A este panorama se sumaba la crisis financiera del Estado. Tras un siglo de una política
imperialista el Estado estaba endeudado. Castilla, que había sostenido el gasto de esa
política, se encontraba agotada. El resto de los reinos, debido a sus leyes proteccionistas,
aportaban muy poco al Estado. La falta de una banca nacional hacía que la monarquía
dependiera cada día más de los banqueros extranjeros, hipotecando los cargamentos de plata
antes de que llegaran a España. Al final la plata acababa en los grandes centros financieros de
Europa. Cuando los cargamentos de plata empiezan a disminuir por el agotamiento de las
minas, la monarquía financia su deuda mediante la emisión de juros (deuda pública) que sólo
acelera la crisis.
Aunque esta situación es denunciada por los arbitristas, por el Consejo de Castilla, y aparece
en Memorial del Conde Duque de Olivares, los intentos de reforma fracasan. Solo tras
ponerse fin a la desastrosa política imperialista española tras la Paz de los Pirineos (1659),
con Carlos II, ministros como Oropesa y Medinacelli emprenden una eficaz reforma
monetaria; ajustan el presupuesto del Estado reduciendo el gasto (reducción del número de
funcionarios, disminución del gasto de la Casa Real y del clero parasitario) y mejorando los
ingresos (reducción de juros y mejor percepción de los impuestos, los millones); e intentan
estimular el comercio y la industria. Aunque los resultados fueron muy limitados serán la base
para el reformismo del XVIII.
18
España en la órbita francesa: el reformismo de los primeros Borbones
(1700-1788)
1.-Cambio dinástico y Guerra de Sucesión: una contienda civil y europea; la Paz de Utrecht y
el nuevo equilibrio europeo; Los pactos de familia con Francia:
La falta de un heredero y la débil salud del rey Carlos II de Habsburgo hace que a finales del siglo XVII
empiece una lucha en Europa por la sucesión española entre los Borbones (franceses) y los Habsburgo
(austríacos). Otras potencias como Holanda o Inglaterra quieren un reparto que evite que una de las dos
naciones se convierta en una gran potencia.
Luis XIV y los demás reyes europeos ya habían pactado mediante el Primer Tratado de Partición de España,
firmado en La Haya en 1698 que el heredero del trono de España sería José Fernando de Baviera II. Este,
adjudicaba a José Fernando todos los reinos peninsulares —salvo Guipúzcoa—, así como Cerdeña, los Países Bajos
españoles y todos los territorios americanos. Por su parte Francia se quedaría con Guipúzcoa, Nápoles y Sicilia,
mientras que Austria se quedaría con el Milanesado. La muerte de José Fernando (1699) obligó a negociar, sin
contar con España, el Segundo Tratado de Partición en 1700, que reconocía como heredero al archiduque Carlos
(biznieto de Felipe III de España), asignándole todos los reinos peninsulares, los Países Bajos españoles y las
Indias; por contra Nápoles, Sicilia y Toscana serían para Francia, mientras Austria recibiría el Milanesado.
En España la opinión también estaba dividida: algunos apoyan a los Borbones porque pensaban que
traerían una política más centralista y equilibrada en el reparto de las cargas (Castilla). Otros
apoyaban a los Habsburgo porque querían que se mantuviera el respeto a los fueros particulares de los
reinos (Aragón).
Dentro de la corte también se produce una encarnizada lucha entre ambos partidos. Finalmente Carlos II
nombra heredero al francés Felipe de Anjou, (nieto de Luis XIV y de la española Mª Teresa de Austria, que era
hija de Felipe IV), con la esperanza de que Luis XIV defienda la integridad de la herencia de su nieto. En un
primer momento las potencias europeas aceptaron el testamento, pero la injerencia de Luis XIV en la política
española terminó desencadenando la guerra que va a extenderse a buena parte de Europa (1702-1714), aunque en
España no se inicia hasta 1705, cuando toda la corona de Aragón se levanta contra Felipe V y nombra rey al
archiduque Carlos (en 1704 Inglaterra toma Gibraltar, y ya no lo devolverá, al igual que Menorca, llaves del
Mediterráneo). La guerra acaba con la victoria de Felipe V, tras una dura resistencia de Cataluña.
Para conseguir la paz, firmada en Utrech (entre 1712 y 1714), con el resto de las naciones, Felipe debe hacer
amplias concesiones: renuncia a todo derecho a la sucesión francesa, cede sus territorios europeos a Austria
(Países Bajos e Italia) y algunos enclaves vitales para el control del mar a Inglaterra (además de Gibraltar y
Menorca) además de algunos derechos comerciales que van a romper el monopolio comercial en América
(desastroso para la industria Española). La pérdida de los territorios europeos permite a España centrarse en los
problemas internos y abandonar una política imperialista que había agotado sus recursos humanos y económicos.
Tras la firma de la paz de Utrech se establece en Europa un equilibrio de poder entre las diferentes potencias
de Europa, que se mantendrá vigente hasta fin de siglo cuando las guerras napoleónicas alteren dicho equilibrio.
Como consecuencia del cambio de dinastía, la política exterior española da un giro total. La pérdida de los
territorios europeos hace que España centre su interés en el Atlántico y se acerque a Francia, la eterna
enemiga, tanto porque en ambos países reinaba la misma dinastía como por el hecho de que tenían como rival a la
pujante Gran Bretaña que buscaba su expansión colonial a costa de Francia y España, poniendo en peligro el
monopolio comercial con las colonias, gracias a su superioridad marítima.
En los primeros años del siglo la política exterior española tuvo como objetivo la recuperación de los territorios
italianos perdidos en Utrech. Para ello se firmaron los Pactos de Familia (el primero en 1733 y el segundo en
1743), por los cuales España apoyaba a Francia (en la guerra con Polonia y en la Guerra de Sucesión austriaca). A
cambio de este apoyo Carlos y Felipe (hijos de Felipe V e Isabel de Farnesio) obtuvieron Nápoles y Parma
respectivamente.
Tras unos años de neutralidad con Fernando VI, España volvió a la alianza francesa con Carlos III en el tercer
Pacto de Familia (1761), lo que llevó a España a la guerra con GB y la derrota, firmándose el Tratado de París
19
(1763) por el que se cedió Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Para compensar esas pérdidas Francia
cedió Luisiana a España.
España junto a Francia apoyó a los rebeldes norteamericanos contra Inglaterra. La derrota británica llevó a la
firma del Tratado de Versalles (1783) lo que permitió la recuperación de Menorca, Florida y Sacramento.
El estallido de la Rev. Francesa supone un paréntesis en la alianza con Francia pues España participa en las
Guerras de Coalición 1793-95 (coalición de diferentes países de Europa para acabar con la Francia
Revolucionaria y devolver el trono a los Borbones). Tras la paz de Basilea España vuelve a su antigua política de
alianza con Francia, ahora bajo el control de Napoleón Bonaparte (1º-1796- y 2º-1800- Tratado de San
Ildefonso) y en contra de Gran Bretaña. La consecuencia fue el desastre de Trafalgar (1805) y la destrucción de
la flota franco-española a manos británicas, lo que puso fin al resto del poderío marítimo español y tuvo dos
importantes consecuencias: por un lado España no puede controlar el monopolio comercial americano, iniciando
GB el contrabando a gran escala; por otro, Napoleón, sin flota, no puede aspirar a derrotar a GB en el mar y
emprende el Bloqueo Continental. Para llevar a cabo esa política decide intervenir en España y firma en 1807 el
tratado de Fontainebleau por el cual España se adhiere al bloqueo y permite la entrada de las tropas francesas
en España para la ocupación de Portugal (aliada de GB).
Los monarcas que emprenden las reformas para establecer un nuevo modelo de estado son los primeros
borbones, Felipe V (1700-1746) y Fernando VI. Felipe venía de la corte francesa e introdujo en España muchas
modas y costumbres, así como una nueva forma de gobernar, más centralista, al estilo de la monarquía francesa.
Aunque en un primer momento Felipe V (1700-46) acepta las leyes e instituciones de los reinos, tras la guerra de
sucesión y el levantamiento contra él de la Corona de Aragón, procede a su unificación por las leyes de Nueva
Planta, asimilando las leyes e instituciones de todos los reinos a las de Castilla (1707-16), salvo en los casos de
Navarra y el País Vasco que se mantienen sus fueros por haber seguido fieles a Felipe V. Las Cortes de Aragón
se unen a las de Castilla, y pierden su competencia legislativa y su función de vigilancia de las leyes y usos del
país frente a la autoridad del rey. Aragón, Cataluña y Mallorca por disposi-ciones posteriores mantenían sus
derechos forales a niveles privados (propiedad, familia, herencia), pero en lo político recibían la legislación
castellana
La unificación dinástica de los RRCC se convierte ahora en política y administrativa. España será gobernada
desde Madrid de forma centralista.
El objetivo de estos decretos era no solamente la uniformidad política y administrativa, sino también aumentar
el control del rey frente al resto de los poderes todavía presentes en la sociedad española (la iglesia, la nobleza,
las cortes y ciudades…), en un intento de acrecentar el poder de la monarquía absoluta. El origen francés de la
dinastía favorecía este impulso. El rey Luis XIV de Francia, abuelo de Felipe V, era, sin duda, la mejor expresión
de la Monarquía Absoluta (el estado soy yo).
A partir de este momento los Borbones se comportan como reyes absolutos, prescinden de los consejos, donde la
nobleza tenía mucho poder, lo que va a provocar el descontento de ésta. Algunos de los consejos desaparecen
por la pérdida de territorios (Flandes o Italia) o por la unificación (Aragón), y los que quedan van perdiendo
influencia. Sus funciones las asumen los secretarios, hombres de confianza del rey, que no alcanzaran el poder
de los validos del siglo XVII. Alberoni o Patiño con Felipe V; Ensenada, Carvajal o Wall con Fernando VI;
Esquilache, Floridablanca o Aranda con Carlos III; Godoy con Carlos IV son algunos ejemplos de estos
secretarios. Frente a la iglesia se intentó una política de control por parte del estado (regalismo) que en la
práctica se redujo a la expulsión de los Jesuitas de todos los territorios de la Corona (se consideraba a la
Compañía de Jesús un instrumento del poder del papado). Administrativamente el territorio se dividió en
intendencias, siguiendo el modelo francés.
Aunque seguían existiendo jurisdicciones paralelas a la corona (señoríos nobiliarios y de jurisdicción eclesiástica)
en todos ellos se fue reconociendo como indiscutible la autoridad superior del rey.
En cuanto a la sucesión a la corona se introduce la ley sálica, de tradición francesa, según la cual las mujeres no
pueden reinar, que sustituye a las tradicionales leyes de partidas castellanas, que permitían reinar a las mujeres,
pero dando preeminencia a la línea masculina.
20
Felipe V se enfrentó a la ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y
estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal. Fomentó la intervención del Estado en
la economía, favoreciendo la agricultura y creando las llamadas manufacturas reales. Al final de su reinado los
ingresos de la Hacienda se habían multiplicado y la economía había mejorado sustancialmente. También se
reformó la educación y se fomentó la construcción naval, con el objetivo de poder proteger las colonias
americanas de la piratería británica, que intentaba romper el monopolio colonial. Finalmente, siguiendo a su
abuelo Luis XIV, llevó a cabo una política de construcciones reales en La Granja y en Aranjuez, e inició el
proyecto del Palacio Real de Madrid, tras el incendio del viejo Alcázar.
Felipe V era un hombre inestable, al que la depresión le llevó a abdicar en 1724 a favor de su hijo Luis I, cuya
muerte, ocho meses después, le forzó a regresar al trono. Estas depresiones dejaron el gobierno en manos de
sus ministros y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, mujer ambiciosa y de gran inteligencia política, cuyo
objetivo fue conseguir tronos para sus seis hijos (lo que la enfrentó al heredero Fernando, hijo de la primera
mujer de Felipe, Mª Luisa de Saboya) y la llevó a una política exterior arriesgada para intentar recuperar los
territorios italianos que se habían perdido en Utrech (consiguió Nápoles para Carlos, luego Carlos III, y Parma
para Felipe).
Fernando VI, hijo del primer matrimonio del rey, sucedió a su padre en 1746 y reinó hasta 1759. Durante los 22
años que fue Príncipe de Asturias, tanto él como su esposa Bárbara de Braganza, fueron relegados en la corte
por su madrastra, Isabel de Farnesio. Nada más llegar al trono eliminó a la Farnesio y a sus partidarios de la
corte, que fueron sustituidos por sus secretarios, hombres como el Marqués de Ensenada y José de Carvajal.
Fernando, al igual que su padre, dejó en manos de estos ministros el gobierno, ya que su salud mental no era
mucho mejor. Llevaron a cabo una política de neutralidad frente a la rivalidad colonial entre Gran Bretaña y
Francia, que fue aprovechada para continuar con la política de reformas internas emprendidas en el reinado de
Felipe V (se estudian en el siguiente epígrafe). Carvajal, a su muerte, fue sustituido por Ricardo Wall en 1754,
que dirigirá la política española hasta la muerte del rey y durante los primeros años del reinado de su hermano
Carlos (consiguió deshacerse de Ensenada, que fue desterrado a Granada). Más partidario de la alianza con GB,
rompió la neutralidad de España, lo que terminó provocando la entrada de España en el conflicto y la posterior
pérdida de algunos territorios.
Fernando VI estaba profundamente unido a Bárbara de Braganza, y la enfermedad de ésta y su muerte, le sumió
en una locura total, encerrado en el castillo de Villaviciosa de Odón, lo que paralizó la administración del estado,
en lo que se conoce como el año sin rey. Fue Wall quien dirigirá el gobierno con el descontento del pueblo que
pedía una solución. El rey murió en 1759, un año después que Bárbara de Braganza. Ante la falta de herederos
directos, el trono pasó a su hermanastro Carlos III, rey de Nápoles en ese momento.
La nueva dinastía borbónica impuso cambios administrativos en América, con el fin de controlar con más
eficacia a las colonias para obtener de ellas un mejor rendimiento económico.
Se reorganizó el gobierno y la administración americana: Dentro del gobierno de España, el Consejo de Indias
fue perdiendo competencias a favor de las correspondientes secretarías que dependían directamente del rey. En
América, a los dos virreinatos existentes, Nueva España y Perú se añadieron otros dos, segregados del de Perú:
Nueva Granada y el Río de la Plata, lo que favoreció la supervisión desde España ya que los virreyes eran
nombrados directamente desde España y solo daban cuentas al rey. Se crearon, además, Capitanías Generales en
Chile, Venezuela, Guatemala y Cuba.
Para recortar el poder de los criollos (nacidos en América pero de origen español), que habían accedido a la
administración a través de la venta de cargos (que queda paralizada), se crea un nuevo puesto: el intendente para
América, ocupado generalmente por españoles, que sustituirá a los antiguos gobernadores, corregidores y
alcaldes mayores.
Se creó un ejército regular americano integrado por criollos y mestizos, ante la incapacidad de la metrópoli de
proporcionar tropas.
Otro objetivo fue menguar el poder de la Iglesia, haciendo extensible a América la expulsión de los jesuitas en
la Península (1767), medida que afectó notablemente a regiones como Paraguay, donde la Compañía de Jesús
controlaba enclaves casi independientes (reducciones o poblados donde se acogía y educaba a los indígenas
guaranís) que habían motivado conflictos diplomáticos entre España y Portugal (impedían la esclavización de esta
población que en Portugal era un lucrativo negocio).
21
También se adoptaron medidas económicas con el objetivo de las colonias americanas exportasen materias
primas a la Península e importaran los productos industriales españoles, intentando acabar con la competencia
extranjera, sobre todo la de Gran Bretaña, que ofrecía manufacturas de mayor calidad a menor precio, y se
intentó acabar con la piratería, que burlaba todos los intentos de mantener el monopolio español.
Aunque el comercio con América aumentó como resultado de estas medidas, el mercado era excesivo para la
industria peninsular, por lo que la mayoría de las manufacturas enviadas a América eran extranjeras y el volumen
de contrabando era superior al comercio legal.
La Ilustración es una corriente de pensamiento que llega a España de la mano de Carlos III a mediados del
XVIII, con la protección del estado. Carlos III, anteriormente rey de Nápoles, intenta introducir las nuevas
ideas en España pero se va a encontrar con la resistencia de buena parte de la sociedad, (el Motín de Esquilache
fue buena prueba de ello). La universidad española estaba en manos de gentes muy apegadas a la antigua
enseñanza de teología y derecho canónico que rechazan los intentos de introducir nuevas disciplinas más acordes
con las necesidades de la sociedad (medicina, derecho natural, ciencias, etc.). Por ello se crean nuevos centros
de estudios como Academias Reales (Historia, Artes, Lengua), colegios, museos (Prado) y centros de
investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid). Gracias a este
impulso se publican tratados sobre todas las disciplinas, también de escritores europeos. La Inquisición, anterior
freno en el desarrollo de la ciencia y el pensamiento en general, por temor a la entrada en España de ideas
heréticas, pierde influencia, aunque no desaparece.
Los escritores y pensadores españoles, en líneas generales, siguen las ideas de los pensadores ilustrados
franceses (Voltaire, Rousseau, Montesquieu), en cuanto que consideran la razón la única luz que puede traer el
progreso, critican las instituciones del antiguo régimen, y defienden el liberalismo en todos los órdenes de la
vida (economía, política, pensamiento, educación...); en materia religiosa van del escepticismo a la crítica, lo que
les trajo problemas con la Inquisición, cuando, tras la Rev. Francesa, con Carlos IV, se vuelve a posiciones más
conservadoras, y se mira con sospecha todo lo ilustrado.
Economistas como Jovellanos (Informe sobre la Ley Agraria, un estudio crítico sobre los antiguos usos de la
tenencia de la tierra) o Cabarrús, ensayistas como José Cadalso (Cartas Marruecas), Olavide o Feijoo, poetas y
dramaturgos como Nicolás Fernández Moratín son buenos ejemplos de la Ilustración española.
Por todas las ciudades importantes empiezan a surgir gacetas en el siglo XVII y XVIII, y pronto el contenido se
diversifica y pluraliza, si bien en esta época los periódicos eran muy caros y sólo estaban al alcance de una
minoría, pero constituyó sin duda alguna una de las vías más importantes por las que entraron en España las ideas
ilustradas y la ideología burguesa. Teniendo en cuenta que en esta época el 80 por ciento de la población era
analfabeta, los lectores de "papeles periódicos" eran una minoría ilustrada compuesta por nobles y clérigos,
miembros de la burocracia real, oficiales del Ejército y algunos sectores de la clase media como médicos,
abogados, profesores y comerciantes. El estallido de la Revolución Francesa y la ejecución de los monarcas
franceses provocó la prohibición de esta prensa por parte de Carlos IV.
El despotismo ilustrado, característico de mediados del siglo XVIII, era una práctica política, antes que un
nuevo sistema, que pretendía introducir reformas dentro del Antiguo Régimen y del absolutismo monárquico,
destinadas a fortalecer el poder del estado mediante una administración más racional, eficaz y centralizada con
el objetivo de mejorar las condiciones de vida del pueblo. La frase “todo por el pueblo pero sin el pueblo” ilustra
bien esta práctica política. Carlos III y sus ministros Floridablanca, Campomanes y Aranda, fueron los mejores
representantes del D.I. en España. Su política se guió por los principios de razón y utilidad, propios del mundo de
la ilustración. Ajenos a la política de intereses dinásticos de sus predecesores, se centraron en estimular la
economía, la ciencia, la sanidad, etc. Las medidas más destacadas fueron:
- Economía: En el terreno financiero, se estableció el Banco de San Carlos, antecedente del futuro Banco de
España. En este período, aparece la peseta, aunque no será la moneda oficial del país hasta 1868.
22
- Comercio: fin del monopolio comercial castellano con América en 1778, ampliando el monopolio a todos los
puertos españoles, lo que aprovechará Cataluña para lanzar su industria textil, y la creación de compañías
comerciales al estilo de las británicas y holandesas que operaban en las Indias.
- Industria: estímulo mediante la creación de fábricas reales de artículos de lujo (tapices, porcelanas,
relojes) para evitar la importación de estos costosos productos y la salida de metales preciosos de España. Por
otro lado era la monarquía la principal demandante de ese tipo de productos para la decoración de los nuevos
palacios construidos desde la llegada de Felipe V (La Granja, Aranjuez y el Palacio Real de Madrid)
- Agricultura: se encarga a Jovellanos un informe sobre la situación de la agricultura, sus problemas y
posibles soluciones (Informe sobre la ley agraria) en el que se hacía hincapié en la mala distribución de la tierra
(latifundio - minifundio) y en el problema de la amortización en manos de la iglesia y de la nobleza de gran parte
de la tierra, y en la necesidad de que el campesinado accediera a la propiedad de la tierra. Por primera vez se
empezó a hablar de desamortización. Sin embargo cuando se publicó el informe ya había estallado la Rev.
Francesa, y el informe fue ignorado. La creación de la Asociación de Amigos del País (grupos de ilustrados a nivel
local que, bajo el control de la corona, buscaban difundir la aplicación de los conocimientos científicos a la
economía. Se fundaron medio centenar ) sirvió para mejorar las prácticas agrícolas de un campesinado ignorante,
que practicaba una agricultura de bajos rendimientos, lo que dificultaba que se crearan excedentes y beneficios
que permitieran la mejora de las explotaciones . Si a lo largo del siglo XVIII se produjo una aumento de las
subsistencias, esto se debió más a la extensión de las tierras cultivadas que a las limitadas mejoras (nuevos
cultivos, como el maíz y la patata, rotaciones más racionales de los cultivos o mejoras en las herramientas) dado
lo limitado de la actuación de las Asociaciones de Amigos del País.
- También se llevó a cabo una política de repoblación del interior de Andalucía, pero todo el proyecto quedó
reducido a La Carolina (Jaén), nuevo asentamiento diseñado según criterios racionales (plano en cuadrícula, con
un centro donde se situaban las dependencias oficiales) y que fue poblado por colonos alemanes.
- Frente a la iglesia se intentó una política de control que en la práctica se redujo a la expulsión de los
Jesuitas (poderosa orden, con fuertes vínculos con Roma, que ejercía casi un monopolio en la educación). A pesar
de ello mantuvo sus propiedades, que en muchos casos incluía la jurisdicción, y su gran influencia social.
- Se estimuló la educación y la ciencia considerados por los ilustrados como el motor del progreso. Se
crearon Reales Academias (Historia, Artes, Lengua), museos (Prado) y centros de investigación (Jardín Botánico,
Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid).
- Sanidad y urbanismo: se mejoraron las condiciones de vida de las ciudades con la introducción del
alcantarillado, el alumbrado, y el diseño de nuevos barrios con planos racionalistas en cuadrícula. Esta política
fue especialmente evidente en Madrid, donde se planificó y construyó el Paseo del Prado, con rotondas para
favorecer la circulación de carruajes (Apolo, Cibeles, Neptuno). Pero también el pueblo de Nuevo Baztán en
Madrid, o La Barceloneta, en el puerto de Barcelona.
Aunque tras el estallido de la Revolución Francesa el movimiento ilustrado fue dejado de lado, muchas de estas
reformas se mantuvieron y continuarán en el XIX con los liberales, tras el paréntesis absolutista de Fernando
VII.
A lo largo del siglo XVIII la población española creció moderadamente en unos 3 millones de efectivos (de 8 a 11
millones), aunque este crecimiento se basó más en una coyuntura favorable, que en un verdadero avance
científico y técnico. Ello fue debido a que a lo largo del siglo la peste, que en el siglo XVII había sido un
auténtico azote, no tuvo apenas incidencia, las crisis de subsistencias por malas cosechas no fueron graves, y la
guerra tuvo una incidencia muy moderada (durante la guerra de sucesión). Dicho esto, hay que matizar que en la
agricultura se produjeron pequeños avances como la extensión de la superficie cultivada, la mejora en los
cultivos, la aparición de nuevos —maíz o patata— que evitan la dependencia del trigo, la importación de grano
gracias a la mejora de las comunicaciones y la construcción y perfeccionamiento de silos donde poder almacenar
el cereal en previsión de malas cosechas". Por último también contribuyeron a la leve caída de la mortalidad los
progresos de la medicina y de la higiene, aunque muy limitados.
23