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Aquel que ha sido llamado ha recibido la dadiva del amor de Dios, la iglesia por
tanto vive en el amor de Dios dado en su gracia, nadie puede entonces contarse
entre el número de los fieles sino posee la certeza de que Dios le ama, aunque
ninguno de nosotros es digno del amor de Dios pero en este amor Dios nos
muestra su misericordia, Dios no nos llamo para ser basura o inmundicia, Dios nos
llamo para ser santos. En su amor Dios nos ha llamado a ser gente santa,
dedicada a su servicio, que nuestra actividad y el servicio de nuestra vocación sea
en el vínculo del amor de Dios, solamente quien se sabe amado por Dios puede
amar a los demás, quien no se sabe amado por Dios, vive esclavo del pecado del
orgullo y del rencor. Como el apóstol Pablo alguna vez estuvo inmerso odiando a
aquellos que entregaban su vida a Jesús.
Mostremos el amor de Dios con nuestras actitudes cristianas, compartiendo
para con los santos, quitando el odio el rencor y el prejuicio respecto a los demás,
dejemos de ser árbitros de las actitudes de otros y preocupémonos más por
nuestras actitudes, afanémonos por aquello que nos debemos afanar, lograr que
el otro se sienta amado por Dios, porque le amamos en Dios. Marchemos como
pueblo de Dios en la esperanza, en la paz, en el gozo y en el amor que viene de
Dios en Cristo Jesús el Emanuel.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16
R60)
oramos