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[“The Present Past”, en: Re-Constructing Archaeology. Theory and Practice. Routledge, London, 1992,
Cap. 1: 7-28. (Selección de página 7 a 16 del original).Traducción: Andrés Laguens, 2010]
[…]
En este capítulo consideramos la naturaleza del tiempo como un concepto abstracto. El tiempo no es
sólo algo manifestado en la cronología del C14 o en la publicación de fechas. Sostenemos que no es
simplemente un artificio neutral con el cual analizar el pasado y discutimos la naturaleza de la
arqueología como una relación activa con el pasado. Los arqueólogos pasan su tiempo (la metáfora
no es fortuita a lo que tenemos que decir) produciendo un pasado en el presente. Ellos prospectan y
excavan y eventualmente escriben para una audiencia. Nosotros examinamos la naturaleza de lo que
hacen y producen los arqueólogos y cómo justifican sus actividades. Intentamos enfatizar a la
arqueología como un evento y una experiencia en el presente, como una práctica social que no
puede escapar del presente.
La relación del presente con el pasado no es más auto-evidente. El presente y el pasado están
separados por un abismo de malentendidos. Se ha percibido una necesidad de un campo especial de
actividad, de una clase de expertos o profesionales, para tratar los problemas que plantean para el
presente las trazas del pasado. Los problemas básicos son:
Hay un consenso en la arqueología sobre cómo observar las trazas que el pasado ha dejado tras de sí
– por medio de la prospección y excavación, el examen ‘científico’ detallado. Este aspecto de la
práctica de la arqueología busca producir información de alta calidad (los empiricistas escépticos y
prácticos nos prohibirían denominarla ‘objetiva’). Busca filtrar el ‘ruido’ de la experiencia subjetiva –
los días lluviosos y las vacas errantes. Los problemas involucrados en este nivel son los problemas
prácticos de obtener y manejar personal ‘habilidoso’, de producir un informe de sitio inteligible. El
resultado es la ‘objetividad’ del fechado de C14 (Binford 1982, pp. 134-5), del plano o sección
cuidadosamente observado y dibujado del sitio.
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 2
Hay mucho menos acuerdo sobre la ruta del presente al pasado y qué hay allí al final del viaje, sobre
la interpretación o la explicación del registro arqueológico. El argumento se ha prolongado al menos
durante los últimos veinte años sobre lo que debería ser la arqueología – una disciplina histórica
produciendo una descripción de lo que pasó en el pasado, una ciencia de la conducta humana, una
ciencia del ‘proceso cultural’ o una ciencia de las trazas del pasado en sí mismas en el registro
arqueológico. También ha habido un interés centrado en la distorsión ideológica del pasado para
propósito del presente.
Las trazas del pasado están desapareciendo en el presente, excavadas de un modo u otro a una tasa
alarmantemente rápida. ¿Qué queda por hacer? Bajo un consenso en la academia y entre otros
iluminados por una ‘ética conservacionista’ hay una creencia que es correcto preservar el pasado. El
problema es visto en gran parte como uno administrativo que implica procedimientos de
planificación, legislación y financiamiento. Hasta cierto punto es también un problema educativo de
inculcar y comercializar la ética conservacionista, el respeto por el pasado.
Ha habido poco interés por justificaciones para la arqueología, pocos cuestionamientos serios de las
razones básicas para hacer arqueología. Con notables excepciones, el interés ha sido expresado en sí
mismo como un gesto retórico, una justificación después del acto, un post-pensamiento.
Consideraremos cada uno de estos problemas, comenzando primero con aquel de tender un puente
para la distancia entre el pasado y el presente.
Pensamiento topológico
El pasado está terminado, completado, y por ende gran parte está perdido en la distancia. Aún hay
trazas entre nosotros; el problema es cómo usar éstas para que nos permitan ver el pasado, visitar el
pasado distante. Las trazas del pasado que encontramos en el presente ‘pertenecen’ a otro tiempo
distinto del presente. El problema es cómo relacionarnos con esta otredad. Las trazas pertenecen a
un tiempo en la distancia que no puede ser visto claramente. De este modo, el tiempo es concebido
de manera espacial, como distancia. El tiempo espacial está en el centro del pasado problemático.
Consideraremos sus características y su relación con problema de interpretación del pasado.
Un pasado ‘perfecto’ no implica un modo de presencia con un arqueólogo investigando, sino uno de
ausencia. El pasado está temporalmente ausente, perteneciendo a otro tiempo. Un pasado ‘perfecto’
es un pasado ‘alocrónico’ (Fabian 1983). En esta concepción el pasado está ausente no como el
contrario de una presencia física – los objetos del pasado están aquí con nosotros ahora – sino como
el contrario de un presente continuo ‘imperfecto’, que es un proceso, un estado incompleto,
continuo.
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 3
De este modo el pasado se hace contingente; nuestra relación con el pasado de convierte en
accidental y misteriosa. El pasado está ido, distante, y por ende es un misterio, un problema que
presenta un desafío para penetrar a través del polvo y desechos para hallar el camino de vuelta, para
ver qué está escondido en la distancia. Pero la distancia, la otredad, la ausencia de pasado es
postulada como una condición para el desafío. Es esto lo que oscurece. La investigación se convierte
en pensamiento topológico, ubicando las trazas del pasado en su lugar, en la distancia. Las trazas del
pasado son ordenadas, clasificadas, presentadas con artículos de identificación y encerradas. El
pasado se convierte en un vasto edificio laberíntico a ser habitado. El arqueólogo deambula los
corredores agobiado con llaves, administrando, vigilando, dominando.
Tiempo mercantilizado
El corredor más rápido nunca puede sobrepasar al más lento, debido a que el perseguidor
debe alcanzar primero el punto de donde partió el perseguido, de manera tal que el más
lento debe siempre mantener una ventaja.
(Zenón en Aristóteles, Física Z9 239b15)
El tiempo vacío mercantilizado se aplica a todos los eventos. Todos los eventos son comparables de
acuerdo a ese tiempo que sostiene que una vasija y la dispersión de la agricultura pertenecen al
mismo cálculo, un cálculo que es indiferente a ambos (cf. Beger 1984, pp. 9-10). El pasado se
desintegra cuando el significado de un objeto o evento reside en su asignación a un punto en el
tiempo. Tal asignación ocurre a costas de la integridad de nuestra experiencia del pasado. Equivale a
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 4
una pérdida de memoria, una traición del pasado que es olvidado. Como una secuencia de ‘ahoras’
la historia existe de manera separada de la gente. Pierde su especificidad, su coherencia y se
convierte en un problema; de allí la paradoja de la carrera de Zenón.
Pero una historia o concepción tal del pasado también forma un continuum, un todo aparentemente
orgánico:
Este todo continuo forma la base de cierto trabajo populista que sostiene que la arqueología está en
el proceso de descubrir ‘nuestra’ historia, ‘nuestro’ pasado o el pasado de la humanidad entera. Un
punto de vista así no tiene en cuenta el momento histórico cualitativo de conflicto, ruptura o
discontinuidad. Es incapaz de comprehender la noción de arqueologías cualitativamente diferentes,
arqueologías distintas de aquellas escritas por hombres blancos occidentales de clase media (cf.
Hodder 1984, pp. 30-1). Individuos, grupos de intereses y sociedades tienen todos diferentes
perspectivas sobre el pasado. Existe y no puede haber un PASADO monolítico indiferenciado. Más
bien, hay pasados múltiples y rivales hechos de acuerdo a orientaciones políticas étnicas, culturales y
de género (ver Hall 1984; Ucko 1983; Conkey y Spector 1984).
El tiempo mercantilizado implica que nuestra conciencia es puesta en sí misma en el tiempo como
cualquier otro fenómeno. No puede tratar con la experiencia subjetiva. El tiempo objetivo está
separado del individuo subjetivo, de manera análoga como el trabajo está separado del descanso. El
trabajo del arqueólogo no puede estar relacionado con su experiencia subjetiva de hacer
arqueología. El tiempo mercantilizado implica la abolición de ese tiempo creado por el evento de
conciencia – la práctica humana, el flujo de acciones en y sobre el mundo en un tiempo
individualizado.
El arqueólogo es un Aquiles persiguiendo un pasado que parece tan fácil de alcanzar pero nunca llega
allí lo suficiente. El tiempo mercantilizado es una premisa no examinada de mucho trabajo
arqueológico. Reside detrás del alocronismo de la arqueología – la asignación de objetos y las trazas
del pasado a otro, y siempre distante, tiempo. Esto rompe la relación entre pasado y presente,
destruyendo la integridad de la experiencia del pasado. Las cuestiones de investigación y
preservación del pasado se convierten aparentemente incontestables. ¿Problema de orientación o
de recuperación general? ¿Qué debería ser recuperado y por qué? No puede haber una
consideración coherente de estas preguntas, sólo apelaciones retóricas a valores aceptados, a
pluralismos o consenso experto, o una resignación al escepticismo. La mercantilización del tiempo
niega la historicidad del trabajo arqueológico en sí mismo, su lugar en la sociedad contemporánea, la
producción del pasado por parte del presente.
El tiempo mercantilizado forma una premisa del trabajo tipológico tradicional, implicando la
suposición que la clasificación temporal de un artefacto de alguna manera brinda una pista a su
significado, que el tiempo vacío explica por sí mismo (ver Capítulo 7, pp. 138-9). También produce
una historia homogénea, permitiendo el tratamiento igual de la cultura en todo tiempo y lugar – el
método comparativo. Permite que se desarrollen etapas clasificatorias generales en las cuales
sociedades diferentes son derivadas en secuencias evolutivas. El tiempo sustancial cualitativo que
reconoce la diferencia es reemplazado por el tiempo clasificatorio cuantitativo. Todas las ‘tribus’ con
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 5
consideradas como equivalentes y son ubicadas jerárquicamente en relación a las ‘jefaturas’ o las
‘bandas’ o a los ‘estados’.
¿Cuál es la relación entre el arqueólogo y el artefacto? ¿Cuál es el rol del arqueólogo al reconstruir el
pasado por medio de los artefactos y otras trazas del pasado? ¿Cuál es el rol del arqueólogo en el
viaje en el tiempo, en superar la distancia entre pasado y presente? Las respuestas a estas preguntas,
respuestas implícitas en las afiliaciones teóricas de los arqueólogos, están condicionadas por la
distancia, la brecha entre sujeto y objeto, siendo el pasado y el presente siempre-ya un problema.
La ciencia puede hacerse valer como el medio de volver al pasado. El arqueólogo construye un
vehículo para llegar al pasado por sus medios. El vehículo es la ciencia. La subjetividad ha de ser
eliminada; es para adaptarse a lo objetivo.
Wheeler (1954, pp. 17-18 y capítulo 17), Hawkes (1968) y otros han afirmado el valor positivo de la
subjetividad, del arqueólogo entrenado en las humanidades, de la imaginación individual rompiendo
con los lazos del presente para sentir el regreso al pasado. De este modo, el rol del arqueólogo es
uno de empatía, respirando vida entre las reliquias polvorientas, inspiración, reconstrucción
imaginativa, afinidad afectiva. La arqueología se convierte en una confrontación personal con el
pasado; en última instancia, está basada en un anhelo de un diálogo con el pasado, yendo más allá
de los objetos hasta sus creadores humanos, estando en su presencia.
El destino
¿Qué hay al final del viaje en el tiempo? ¿Una épica de Hollywood? ¿Un programa de arte de
televisión? ¿Una conferencia de sociología? Es muy claro que la arqueología no revela todo lo que
sucedió en el pasado. La arqueología ‘humanista’ tradicional quiere una historia narrativa viviente:
eventos claves y aspectos del pasado articulados en la narrativa humana por el arqueólogo
profesional (¿quien más puede ejecutar este servicio en el presente?) (Véase Daniel 1962, pp. 164-5,
por ejemplo). Se seleccionan hechos claves y se les da significado por parte del arqueólogo.
Deseamos basarnos en dos críticas de la arqueología ‘humanista’ tradicional: primero, que la relación
entre el registro arqueológico y la ‘historia’ no es para nada simple; segundo, que las implicancias del
presente, de la subjetividad, necesitan ser tomadas más seriamente, son más sutiles y complejas,
que la idea del experto creativo.
Para Binford, el registro arqueológico es un registro estático que necesita ser traducido en la
dinámica de los sistemas culturales pasados. Lo que él cree que se necesita es un cuerpo de teoría de
rango medio, una lenguaje de de observación riguroso, un sistema de inferencia científica que
permita que los sistemas culturales pasados sean leídos a partir del registro arqueológico (Binford
1982; 1983b; 1983a, capítulos 17, 27, 28). Un interés tal con la relación de la cultura material con ‘el
pasado’ y a factores socio-culturales en general (ver también Schiffer 1976) ha brindado una razón de
ser para la etno-arqueología, para los estudios de cultura material moderna y para la arqueología
experimental. Algunos inclusive han abandonado el viaje hacia el pasado, al menos por el momento.
¿Qué viene al final? Para algunos (por ej., Fritz y Plog 1970; Schiffer 1976; Watson, Leblanc y Redman
1971), leyes del proceso cultural o de los procesos de formación en el registro arqueológico, más allá
de las particularidades del evento histórico, leyes que por definición se aplican a todo tiempo y lugar.
En la Arqueología Analítica Clarke está más preocupado con hacer de la arqueología una ciencia
social respetable que con el pasado y afirma la autonomía de las trazas del pasado. El pasado como
evento esta terminado e ido. En general, es el caso que la mayoría del trabajo está interesado en
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 7
última instancia con enlazar los objetos y sus relaciones con las condiciones sociales de su creación
en el pasado (por ej., Renfrew 1972; Flannery (ed.) 1976; Renfrew y Wagstaff (eds.) 1982). La
discusión continúa acerca de cuáles son esas condiciones sociales (ver capítulo 6).
Estamos de acuerdo con la premisa general de esa tarea, que no hay una ruta directa simple de los
objetos a sus relaciones con la historia narrativa convencional. También acordamos firmemente que
esto significa que los arqueólogos deberían ampliar su interés para incluir a la cultura material en las
sociedades contemporáneas. Sin embargo criticaríamos fuertemente la visión que existe una relación
mecánica, aunque indirecta, entre la cultura material y los contextos de su producción. La meta de
una ciencia de la cultura material, una ciencia del registro arqueológico, es equivocada, una
búsqueda fútil de objetividad científica. Como esperamos demostrar, no puede haber un lazo
objetivo entre el patrón percibido en la cultura material y los procesos que produjeron ese patrón.
Se ha sostenido que el trabajo hecho por los arqueólogos no es neutral, auto-contenido u objetivo.
La interpretación del pasado está afectada por la ‘ideología’ del presente – un punto de vista
relacionado a los intereses actuales (Leone 1973; Trigger 1980, 1981; Meltzer 1981; Kohl 1981). Este
trabajo representa una elaboración valiosa de la comprensión del sentido común de que hay un
elemento subjetivo en la investigación arqueológica.
Sin embargo, ese trabajo ha tendido a incurrir en el relativismo (Trigger 1984, p. 293). El uso
presente del pasado ha sido visto como cualquier otra fuente de sesgo con la toma de conciencia o
auto-reflexión que permite el control del arqueólogo de ello (Leone 1973). Es esencial que el
concepto de ‘ideología’ no sea reducido a un relativismo universal o considerado como cualquier otra
fuente de sesgo. Ambas reducciones neutralizan el valor crítico del concepto.
Refiriéndose al trabajo de Trigger y de Meltzer, Leone ha remarcado que esas ‘reflexiones no ofrecen
un lazo real con el pasado y, pese a que puede imponer restricciones sobre el arqueólogo, no ha
ofrecido una interpretación diferente de la prehistoria, ni lo es probable’ (1982, p. 753). Ese trabajo
es una mera toma de conciencia que no afecta el modo en que los arqueólogos van haciendo
arqueología. Leone argumentó en cambio por ‘una auto-reflexión crítica o teoría crítica’ (ibid.).
Basándonos en el trabajo de Leone (1978, 1980, 1981a, 1981b, 1982, 1984) y con Hodder (1984) y
Rowlands (1984), deseamos acercarnos a las implicaciones críticas completas de la comprensión que
la arqueología es una práctica en el capitalismo contemporáneo.
Entonces, no hay una ruta directa al pasado y debemos recordar que la arqueología es algo hecho en
el presente. Consideraremos ahora la naturaleza de la relación entre el pasado y el presente
establecida en la práctica de la arqueología. Encontraremos que el pasado ‘como fue’ no es lo que
aparece al final del viaje; estamos con un ticket de vuelta.
[continua]