Vous êtes sur la page 1sur 7

EL PASADO PRESENTE

Michael Shanks y Christopher Tilley

[“The Present Past”, en: Re-Constructing Archaeology. Theory and Practice. Routledge, London, 1992,
Cap. 1: 7-28. (Selección de página 7 a 16 del original).Traducción: Andrés Laguens, 2010]

[…]

El tiempo es central en arqueología. Constituye el principal tema de interpretación y aún es la razón


por la existencia de la disciplina. Por definición el pasado no puede estar presente pero las trazas del
pasado nos rodean. El pasado está a la vez completado y aún vivo. Pero al concentrarse en el tiempo
del pasado, el tiempo de la arqueología tiende a ser olvidado, es decir, la arqueología como práctica
social y experiencia personal que ocupa el tiempo de la gente en el presente.

En este capítulo consideramos la naturaleza del tiempo como un concepto abstracto. El tiempo no es
sólo algo manifestado en la cronología del C14 o en la publicación de fechas. Sostenemos que no es
simplemente un artificio neutral con el cual analizar el pasado y discutimos la naturaleza de la
arqueología como una relación activa con el pasado. Los arqueólogos pasan su tiempo (la metáfora
no es fortuita a lo que tenemos que decir) produciendo un pasado en el presente. Ellos prospectan y
excavan y eventualmente escriben para una audiencia. Nosotros examinamos la naturaleza de lo que
hacen y producen los arqueólogos y cómo justifican sus actividades. Intentamos enfatizar a la
arqueología como un evento y una experiencia en el presente, como una práctica social que no
puede escapar del presente.

La intención no es sacrificar la objetividad y reemplazarla con un relativismo extremo e incapacitante


con los arqueólogos encerrados en el presente. En los artículos que escriben los arqueólogos no
puede haber una elección simple entre creaciones ficcionales y copias objetivas del pasado. Nosotros
confrontamos la oposición convencional entre subjetividad y objetividad y sostenemos que hay
necesidad de ir más allá. Nuestra meta es investigar la naturaleza de las fisuras actuales en la teoría y
la práctica arqueológicas y relacionarlas con su origen en un presente problemático.

El pasado problemático TEMA 3 FILMINAS

La relación del presente con el pasado no es más auto-evidente. El presente y el pasado están
separados por un abismo de malentendidos. Se ha percibido una necesidad de un campo especial de
actividad, de una clase de expertos o profesionales, para tratar los problemas que plantean para el
presente las trazas del pasado. Los problemas básicos son:

(1) Cómo observar las trazas del pasado de manera objetiva:


(2) Cómo tender un puente entre las trazas en el presente y su origen social en el pasado;
(3) Qué hacer con la destrucción y desaparición de las trazas del pasado;
(4) Por qué vale la pena plantear y considerar estos problemas de todos modos.

Hay un consenso en la arqueología sobre cómo observar las trazas que el pasado ha dejado tras de sí
– por medio de la prospección y excavación, el examen ‘científico’ detallado. Este aspecto de la
práctica de la arqueología busca producir información de alta calidad (los empiricistas escépticos y
prácticos nos prohibirían denominarla ‘objetiva’). Busca filtrar el ‘ruido’ de la experiencia subjetiva –
los días lluviosos y las vacas errantes. Los problemas involucrados en este nivel son los problemas
prácticos de obtener y manejar personal ‘habilidoso’, de producir un informe de sitio inteligible. El
resultado es la ‘objetividad’ del fechado de C14 (Binford 1982, pp. 134-5), del plano o sección
cuidadosamente observado y dibujado del sitio.
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 2

Hay mucho menos acuerdo sobre la ruta del presente al pasado y qué hay allí al final del viaje, sobre
la interpretación o la explicación del registro arqueológico. El argumento se ha prolongado al menos
durante los últimos veinte años sobre lo que debería ser la arqueología – una disciplina histórica
produciendo una descripción de lo que pasó en el pasado, una ciencia de la conducta humana, una
ciencia del ‘proceso cultural’ o una ciencia de las trazas del pasado en sí mismas en el registro
arqueológico. También ha habido un interés centrado en la distorsión ideológica del pasado para
propósito del presente.

Las trazas del pasado están desapareciendo en el presente, excavadas de un modo u otro a una tasa
alarmantemente rápida. ¿Qué queda por hacer? Bajo un consenso en la academia y entre otros
iluminados por una ‘ética conservacionista’ hay una creencia que es correcto preservar el pasado. El
problema es visto en gran parte como uno administrativo que implica procedimientos de
planificación, legislación y financiamiento. Hasta cierto punto es también un problema educativo de
inculcar y comercializar la ética conservacionista, el respeto por el pasado.

Ha habido poco interés por justificaciones para la arqueología, pocos cuestionamientos serios de las
razones básicas para hacer arqueología. Con notables excepciones, el interés ha sido expresado en sí
mismo como un gesto retórico, una justificación después del acto, un post-pensamiento.

Consideraremos cada uno de estos problemas, comenzando primero con aquel de tender un puente
para la distancia entre el pasado y el presente.

Viaje en el tiempo: yendo del presente de vuelta al pasado

Pensamiento topológico

El pensamiento topológico, que conoce el lugar de cada fenómeno y la esencia de ninguno,


está relacionado secretamente al sistema paranoico de ilusiones que está desconectado de la
experiencia del objeto. Con la ayuda de categorías que funcionan mecánicamente, el mundo
es dividido en blanco y negro y por lo tanto preparado para la misma dominación contra la
cual los conceptos fueron alguna vez concebidos.
(Adorno 1967, p. 33)

El pasado está terminado, completado, y por ende gran parte está perdido en la distancia. Aún hay
trazas entre nosotros; el problema es cómo usar éstas para que nos permitan ver el pasado, visitar el
pasado distante. Las trazas del pasado que encontramos en el presente ‘pertenecen’ a otro tiempo
distinto del presente. El problema es cómo relacionarnos con esta otredad. Las trazas pertenecen a
un tiempo en la distancia que no puede ser visto claramente. De este modo, el tiempo es concebido
de manera espacial, como distancia. El tiempo espacial está en el centro del pasado problemático.
Consideraremos sus características y su relación con problema de interpretación del pasado.

El pasado se concibe como completado. En términos gramaticales es “perfecto”, un estado presente


resultante de una acción o evento en el pasado que está acabado y hecho. Esta pasado ‘perfecto’ se
opone al flujo del presente en curso, incompleto, ‘imperfecto’. Pese a que el pasado está completado
e ido, sin embargo está físicamente presente con nosotros en sus trazas materiales. Pero la
atribución de las trazas a un pasado ‘perfecto’, distante del presente, trae ambigüedad, el problema.

Un pasado ‘perfecto’ no implica un modo de presencia con un arqueólogo investigando, sino uno de
ausencia. El pasado está temporalmente ausente, perteneciendo a otro tiempo. Un pasado ‘perfecto’
es un pasado ‘alocrónico’ (Fabian 1983). En esta concepción el pasado está ausente no como el
contrario de una presencia física – los objetos del pasado están aquí con nosotros ahora – sino como
el contrario de un presente continuo ‘imperfecto’, que es un proceso, un estado incompleto,
continuo.
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 3

La temporalidad espacial de los objetos encerrados en un pasado ‘perfecto’, un momento


evanescente del tiempo, implica un modo de posesión. El objeto pertenece al pasado; el tiempo
posee al objeto encerrado en su presente, su momento en el incesante flujo. ‘El objeto ha sido, ha
sucedido’: el tiempo gramatical perfecto sugiere este modo de posesión. El tiempo es reducido a
distancia espacial simplemente como un sistema de coordenadas espaciales – literalmente, una
cuarta dimensión – de acuerdo a la cual una cantidad potencialmente infinita de datos sin
acontecimientos notables puede ser registrada. El tiempo de un objeto se convierte en una
propiedad poseída, equivalente a la masa y la dimensión. El objeto es concebido como un
contenedor vacío. Su coordenada en el tiempo, ubicación en un tiempo espacial vacío, es una de sus
propiedades poseídas, contingente, accidental. En Latín es un subiectum que posee accidentes (ver la
discusión en Heidegger 1978, pp. 153ss, y en Rose 1984, pp. 62-3).

De este modo el pasado se hace contingente; nuestra relación con el pasado de convierte en
accidental y misteriosa. El pasado está ido, distante, y por ende es un misterio, un problema que
presenta un desafío para penetrar a través del polvo y desechos para hallar el camino de vuelta, para
ver qué está escondido en la distancia. Pero la distancia, la otredad, la ausencia de pasado es
postulada como una condición para el desafío. Es esto lo que oscurece. La investigación se convierte
en pensamiento topológico, ubicando las trazas del pasado en su lugar, en la distancia. Las trazas del
pasado son ordenadas, clasificadas, presentadas con artículos de identificación y encerradas. El
pasado se convierte en un vasto edificio laberíntico a ser habitado. El arqueólogo deambula los
corredores agobiado con llaves, administrando, vigilando, dominando.

Tiempo mercantilizado

El corredor más rápido nunca puede sobrepasar al más lento, debido a que el perseguidor
debe alcanzar primero el punto de donde partió el perseguido, de manera tal que el más
lento debe siempre mantener una ventaja.
(Zenón en Aristóteles, Física Z9 239b15)

La paradoja de Zenón de Aquiles y la tortuga depende de un tiempo infinitamente divisible; es un


tiempo compuesto de una infinidad de momentos sin duración. Pero el punto no es que Aquiles
nunca pueda pasar a la tortuga, sino que esto está inscripto en la naturaleza de la carrera en sí
misma y quien la organizó y fijó – ancestros de los encargados anónimos de la fábrica del tiempo.

El tiempo espacial es un tiempo uniforme, abstracto y mercantilizado, el tiempo de la producción


capitalista, el tiempo de la carrera de Zenón. En esencia es una abstracción de un tiempo irreversible,
todos cuyos segmentos deben probar en el cronómetro su igualdad meramente cuantitativa. En
realidad la naturaleza de este tiempo es simplemente su carácter intercambiable: duración vacía
medida, separado del contenido(s) de la existencia que lo llenan, libremente intercambiable con todo
otro tiempo.

Ese tiempo-reloj abstracto permite el intercambio del trabajo y su producto; el tiempo


mercantilizado es el lazo entre la forma mercantilizada de los bienes y el trabajo mercantilizado. ‘El
cálculo y coordinación de valores de intercambio mediante el tiempo de trabajo es un rasgo
específico de la mercantilización de relaciones económicas introducidas por la convergencia del
capital monetario y la formación del trabajo asalariado característico del capitalismo’ (Giddens 1981,
p. 119). El capitalismo depende del tiempo espacial, mercantilizado.

El tiempo vacío mercantilizado se aplica a todos los eventos. Todos los eventos son comparables de
acuerdo a ese tiempo que sostiene que una vasija y la dispersión de la agricultura pertenecen al
mismo cálculo, un cálculo que es indiferente a ambos (cf. Beger 1984, pp. 9-10). El pasado se
desintegra cuando el significado de un objeto o evento reside en su asignación a un punto en el
tiempo. Tal asignación ocurre a costas de la integridad de nuestra experiencia del pasado. Equivale a
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 4

una pérdida de memoria, una traición del pasado que es olvidado. Como una secuencia de ‘ahoras’
la historia existe de manera separada de la gente. Pierde su especificidad, su coherencia y se
convierte en un problema; de allí la paradoja de la carrera de Zenón.

Pero una historia o concepción tal del pasado también forma un continuum, un todo aparentemente
orgánico:

El intercambio de mercancías es a la vez suavemente continuo y una infinidad de


interrupciones: debido a que cada gesto de intercambio es una repetición exacta del previo,
no puede haber una conexión entre ellos. Es por esta razón que el tiempo de la mercancía es
a la vez vacío y homogéneo: su homogeneidad, precisamente, es la infinita auto-identidad de
una pura recurrencia que, debido a que no tiene poder para modificar, no tiene más cuerpo
que una imagen en un espejo. Lo que enlaza a la historia en plenitud es la exacta simetría de
sus ausencias repetidas. Es debido a que sus no-ocurrencias siempre suceden en
exactamente del mismo modo en que forma ese todo orgánico.
(Eagleton 1981, p. 29)

Este todo continuo forma la base de cierto trabajo populista que sostiene que la arqueología está en
el proceso de descubrir ‘nuestra’ historia, ‘nuestro’ pasado o el pasado de la humanidad entera. Un
punto de vista así no tiene en cuenta el momento histórico cualitativo de conflicto, ruptura o
discontinuidad. Es incapaz de comprehender la noción de arqueologías cualitativamente diferentes,
arqueologías distintas de aquellas escritas por hombres blancos occidentales de clase media (cf.
Hodder 1984, pp. 30-1). Individuos, grupos de intereses y sociedades tienen todos diferentes
perspectivas sobre el pasado. Existe y no puede haber un PASADO monolítico indiferenciado. Más
bien, hay pasados múltiples y rivales hechos de acuerdo a orientaciones políticas étnicas, culturales y
de género (ver Hall 1984; Ucko 1983; Conkey y Spector 1984).

El tiempo mercantilizado implica que nuestra conciencia es puesta en sí misma en el tiempo como
cualquier otro fenómeno. No puede tratar con la experiencia subjetiva. El tiempo objetivo está
separado del individuo subjetivo, de manera análoga como el trabajo está separado del descanso. El
trabajo del arqueólogo no puede estar relacionado con su experiencia subjetiva de hacer
arqueología. El tiempo mercantilizado implica la abolición de ese tiempo creado por el evento de
conciencia – la práctica humana, el flujo de acciones en y sobre el mundo en un tiempo
individualizado.

El arqueólogo es un Aquiles persiguiendo un pasado que parece tan fácil de alcanzar pero nunca llega
allí lo suficiente. El tiempo mercantilizado es una premisa no examinada de mucho trabajo
arqueológico. Reside detrás del alocronismo de la arqueología – la asignación de objetos y las trazas
del pasado a otro, y siempre distante, tiempo. Esto rompe la relación entre pasado y presente,
destruyendo la integridad de la experiencia del pasado. Las cuestiones de investigación y
preservación del pasado se convierten aparentemente incontestables. ¿Problema de orientación o
de recuperación general? ¿Qué debería ser recuperado y por qué? No puede haber una
consideración coherente de estas preguntas, sólo apelaciones retóricas a valores aceptados, a
pluralismos o consenso experto, o una resignación al escepticismo. La mercantilización del tiempo
niega la historicidad del trabajo arqueológico en sí mismo, su lugar en la sociedad contemporánea, la
producción del pasado por parte del presente.

El tiempo mercantilizado forma una premisa del trabajo tipológico tradicional, implicando la
suposición que la clasificación temporal de un artefacto de alguna manera brinda una pista a su
significado, que el tiempo vacío explica por sí mismo (ver Capítulo 7, pp. 138-9). También produce
una historia homogénea, permitiendo el tratamiento igual de la cultura en todo tiempo y lugar – el
método comparativo. Permite que se desarrollen etapas clasificatorias generales en las cuales
sociedades diferentes son derivadas en secuencias evolutivas. El tiempo sustancial cualitativo que
reconoce la diferencia es reemplazado por el tiempo clasificatorio cuantitativo. Todas las ‘tribus’ con
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 5

consideradas como equivalentes y son ubicadas jerárquicamente en relación a las ‘jefaturas’ o las
‘bandas’ o a los ‘estados’.

El rol del arqueólogo

¿Cuál es la relación entre el arqueólogo y el artefacto? ¿Cuál es el rol del arqueólogo al reconstruir el
pasado por medio de los artefactos y otras trazas del pasado? ¿Cuál es el rol del arqueólogo en el
viaje en el tiempo, en superar la distancia entre pasado y presente? Las respuestas a estas preguntas,
respuestas implícitas en las afiliaciones teóricas de los arqueólogos, están condicionadas por la
distancia, la brecha entre sujeto y objeto, siendo el pasado y el presente siempre-ya un problema.

La ciencia puede hacerse valer como el medio de volver al pasado. El arqueólogo construye un
vehículo para llegar al pasado por sus medios. El vehículo es la ciencia. La subjetividad ha de ser
eliminada; es para adaptarse a lo objetivo.

Por el otro lado, pueden reconocerse las implicancias de la subjetividad. El escepticismo, y su


encarnación doctrinal, el relativismo, mantienen que la subjetividad sólo tiene que ser aceptada; no
puede haber un relato completamente objetivo del pasado. La ‘verdad’ del pasado nunca puede
conocerse de manera segura; los objetos están encerrados en sus tiempos, los arqueólogos en los
suyos. Los arqueólogos pueden hacer elaboraciones cada vez más cercanas, pero nunca llegan lo
suficiente allí debido a la subjetividad, que pertenece al presente. (Véase por ejemplo Daniel 1962, p.
165 y Fowler 1977, p. 138. Véase también la discusión más abajo sobre arqueología como ideología).

Wheeler (1954, pp. 17-18 y capítulo 17), Hawkes (1968) y otros han afirmado el valor positivo de la
subjetividad, del arqueólogo entrenado en las humanidades, de la imaginación individual rompiendo
con los lazos del presente para sentir el regreso al pasado. De este modo, el rol del arqueólogo es
uno de empatía, respirando vida entre las reliquias polvorientas, inspiración, reconstrucción
imaginativa, afinidad afectiva. La arqueología se convierte en una confrontación personal con el
pasado; en última instancia, está basada en un anhelo de un diálogo con el pasado, yendo más allá
de los objetos hasta sus creadores humanos, estando en su presencia.

Estos dos rasgos de la confrontación con la subjetividad frecuentemente se encuentran juntos.


Wheeler (1954) también resalta las limitaciones del registro arqueológico. Para Coles ‘la arqueología
busca la evidencia y la experiencia de la vida’ (1979, p. 1, énfasis nuestro) y esta meta brinda una
razón de ser para la arqueología experimental, usando la empatía e imitando tan cercanamente
como sea posible los caminos del pasado para averiguar lo que era, ‘para vislumbrar algunas de las
limitaciones y estímulos que influyeron los patrones de vida del hombre antiguo (sic)’ (1979, pp. 209-
10). Muy claramente ‘no es posible “vivir en el pasado” ’(ibid., p. 210). Es imposible repetir el pasado
exactamente, del mismo modo en que es imposible de conocer verdaderamente el pasado, perdido
como está en la distancia. Que a la arqueología experimental ‘le falta el anillo claro de la verdad, es
de absoluta certeza, sólo lo alinea con todos los otros aspectos de los estudios prehistóricos o
históricos tempranos; los arqueólogos no pueden hacer nada más que tratar con opiniones, con las
posibilidades y probabilidades de eventos pasados no registrados’ (Coles 1973, p. 168).

La verdad en la negación de la subjetividad por parte de la arqueología científica es su reflejo de la


posición fetichizada de la gente en el capitalismo contemporáneo: la conciencia fragmentada,
aislada, separada del abrumador proceso objetivo.

De manera correspondiente, el individuo imaginativo y autónomo es un mito, una mistificación


ideológica de la alienación contemporánea. Incluso esa noción tiene implícita la crítica del principio
de intercambio y división del trabajo dominante cuya raíz en el tiempo mercantilizado hemos
sostenido que también es la fuente de la siempre-ya problemática relación con el pasado. El mito es
una afirmación que la sociedad es intrínsecamente significativa, producida por actores autónomos,
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 6

creativos. La sociedad y el pasado están supuestamente abiertas al entendimiento por parte de


aquellos con la necesaria energía hermenéutica o empatía, imaginación o sentimiento.

La contradicción es familiar. El individuo situado en el mercado capitalista, supuestamente libre,


enfrenta una realidad objetiva de verdades que existen independientemente de la voluntad. Todos
estamos íntimamente unidos al proceso de trabajo capitalista por nuestra participación en él, y por
una cadena de bienes de consumo y valores. Pero su necesidad objetiva está cerrada al paso de
nuestro conocimiento y reflexión. Del mismo modo el pasado está a la vez tan cercano y tan lejano;
es una parte íntima de nosotros mismos y aún extraño. Se experimenta un conformismo pasivo ante
el mundo objeto, reverencia por la ciencia dura, y una fascinación simultánea con el misterio, la
magia del pasado, su aura y maravilla: las fechas de C14 y, en última instancia, las líneas de energía.
Esta contradicción resulta de una noción equivocada de experiencia histórica. Que el pasado sea
producido en la práctica concreta, re-trabajado y re-inscripto en el presente, ha sido descuidado.

El destino

¿Qué hay al final del viaje en el tiempo? ¿Una épica de Hollywood? ¿Un programa de arte de
televisión? ¿Una conferencia de sociología? Es muy claro que la arqueología no revela todo lo que
sucedió en el pasado. La arqueología ‘humanista’ tradicional quiere una historia narrativa viviente:
eventos claves y aspectos del pasado articulados en la narrativa humana por el arqueólogo
profesional (¿quien más puede ejecutar este servicio en el presente?) (Véase Daniel 1962, pp. 164-5,
por ejemplo). Se seleccionan hechos claves y se les da significado por parte del arqueólogo.

Deseamos basarnos en dos críticas de la arqueología ‘humanista’ tradicional: primero, que la relación
entre el registro arqueológico y la ‘historia’ no es para nada simple; segundo, que las implicancias del
presente, de la subjetividad, necesitan ser tomadas más seriamente, son más sutiles y complejas,
que la idea del experto creativo.

Un avance fundamental de la ‘nueva’ arqueología sobre la ‘tradicional’ fue su reconocimiento que no


hay correlación directa entre los objetos y sus relaciones y un relato del pasado. Clarke abogó por un
cuerpo de teoría para tratar con los datos arqueológicos, una sistemática arqueológica que tuvo sólo
una relación incidental con la reconstrucción social o histórica. ‘El dato arqueológico no es un dato
histórico y consecuentemente la arqueología no es historia…estimamos totalmente que estas
entidades y procesos (arqueológicos) fueron alguna vez entidades sociales e históricas pero la
naturaleza del registro arqueológico es tal que no existe un modo simple de igualar nuestras
preceptos arqueológicos con aquellos eventos perdidos’ (1968, pp. 12-13). El arqueólogo serio no
debería estar escribiendo más libros de historia ‘falsificada’ (ibid. p.12).

Para Binford, el registro arqueológico es un registro estático que necesita ser traducido en la
dinámica de los sistemas culturales pasados. Lo que él cree que se necesita es un cuerpo de teoría de
rango medio, una lenguaje de de observación riguroso, un sistema de inferencia científica que
permita que los sistemas culturales pasados sean leídos a partir del registro arqueológico (Binford
1982; 1983b; 1983a, capítulos 17, 27, 28). Un interés tal con la relación de la cultura material con ‘el
pasado’ y a factores socio-culturales en general (ver también Schiffer 1976) ha brindado una razón de
ser para la etno-arqueología, para los estudios de cultura material moderna y para la arqueología
experimental. Algunos inclusive han abandonado el viaje hacia el pasado, al menos por el momento.

¿Qué viene al final? Para algunos (por ej., Fritz y Plog 1970; Schiffer 1976; Watson, Leblanc y Redman
1971), leyes del proceso cultural o de los procesos de formación en el registro arqueológico, más allá
de las particularidades del evento histórico, leyes que por definición se aplican a todo tiempo y lugar.
En la Arqueología Analítica Clarke está más preocupado con hacer de la arqueología una ciencia
social respetable que con el pasado y afirma la autonomía de las trazas del pasado. El pasado como
evento esta terminado e ido. En general, es el caso que la mayoría del trabajo está interesado en
Shanks, M. y C. Tilley El pasado presente / 7

última instancia con enlazar los objetos y sus relaciones con las condiciones sociales de su creación
en el pasado (por ej., Renfrew 1972; Flannery (ed.) 1976; Renfrew y Wagstaff (eds.) 1982). La
discusión continúa acerca de cuáles son esas condiciones sociales (ver capítulo 6).

Estamos de acuerdo con la premisa general de esa tarea, que no hay una ruta directa simple de los
objetos a sus relaciones con la historia narrativa convencional. También acordamos firmemente que
esto significa que los arqueólogos deberían ampliar su interés para incluir a la cultura material en las
sociedades contemporáneas. Sin embargo criticaríamos fuertemente la visión que existe una relación
mecánica, aunque indirecta, entre la cultura material y los contextos de su producción. La meta de
una ciencia de la cultura material, una ciencia del registro arqueológico, es equivocada, una
búsqueda fútil de objetividad científica. Como esperamos demostrar, no puede haber un lazo
objetivo entre el patrón percibido en la cultura material y los procesos que produjeron ese patrón.

Se ha sostenido que el trabajo hecho por los arqueólogos no es neutral, auto-contenido u objetivo.
La interpretación del pasado está afectada por la ‘ideología’ del presente – un punto de vista
relacionado a los intereses actuales (Leone 1973; Trigger 1980, 1981; Meltzer 1981; Kohl 1981). Este
trabajo representa una elaboración valiosa de la comprensión del sentido común de que hay un
elemento subjetivo en la investigación arqueológica.

Sin embargo, ese trabajo ha tendido a incurrir en el relativismo (Trigger 1984, p. 293). El uso
presente del pasado ha sido visto como cualquier otra fuente de sesgo con la toma de conciencia o
auto-reflexión que permite el control del arqueólogo de ello (Leone 1973). Es esencial que el
concepto de ‘ideología’ no sea reducido a un relativismo universal o considerado como cualquier otra
fuente de sesgo. Ambas reducciones neutralizan el valor crítico del concepto.

Refiriéndose al trabajo de Trigger y de Meltzer, Leone ha remarcado que esas ‘reflexiones no ofrecen
un lazo real con el pasado y, pese a que puede imponer restricciones sobre el arqueólogo, no ha
ofrecido una interpretación diferente de la prehistoria, ni lo es probable’ (1982, p. 753). Ese trabajo
es una mera toma de conciencia que no afecta el modo en que los arqueólogos van haciendo
arqueología. Leone argumentó en cambio por ‘una auto-reflexión crítica o teoría crítica’ (ibid.).
Basándonos en el trabajo de Leone (1978, 1980, 1981a, 1981b, 1982, 1984) y con Hodder (1984) y
Rowlands (1984), deseamos acercarnos a las implicaciones críticas completas de la comprensión que
la arqueología es una práctica en el capitalismo contemporáneo.

Entonces, no hay una ruta directa al pasado y debemos recordar que la arqueología es algo hecho en
el presente. Consideraremos ahora la naturaleza de la relación entre el pasado y el presente
establecida en la práctica de la arqueología. Encontraremos que el pasado ‘como fue’ no es lo que
aparece al final del viaje; estamos con un ticket de vuelta.

[continua]

Vous aimerez peut-être aussi